Documento descargado de http://www.elsevier.es el 20/11/2016. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato. EDITORIAL Antiagregantes plaquetarios Joan Carles Reverter Servicio de Hemoterapia y Hemostasia. Hospital Clínic. Barcelona. Antiagregantes plaquetarios Los antiagregantes plaquetarios son un conjunto de fármacos que actúan inhibiendo la función de las plaquetas. Estos medicamentos son cada vez más utilizados, debido al progresivo incremento de las enfermedades tromboembólicas que tiene su origen en el aumento de la esperanza de vida, el sedentarismo, el tabaquismo y los hábitos dietéticos inadecuados. Desde hace años, se conoce el efecto beneficioso del ácido acetilsalicílico, el antiagregante más empleado, en las enfermedades vasculares arteriales, y los buenos resultados obtenidos con él hacen que sea el antiagregante de referencia1,2. Sin embargo, dado que el ácido acetilsalicílico no cubre todas las necesidades de tratamiento antiagregante y no está exento de complicaciones, en los últimos años se han desarrollados nuevos fármacos antiagregantes. De forma esquemática, los fármacos antiagregantes pueden clasificarse en tres grupos: a) los inhibidores de la ciclooxigenasa; b) las tienopiridinas, y c) los fármacos antiglucoproteína IIb-IIIa, también llamados antiintegrinas. El principal fármaco del grupo de inhibidores de la ciclooxigenasa es el ácido acetilsalicílico1,2, que actúa como un inhibidor irreversible. Además, se incluyen en este grupo los inhibidores reversibles como la sulfinpirazolona, el indobufén o el triflusal1, el de vida media más larga. También puede incluirse en el mismo grupo el dipiridamol2, a pesar de tener un mecanismo de acción diferente al inhibir la fosfodiesterasa del AMP cíclico. El ácido acetilsalicílico se ha revelado eficaz en el tratamiento y la prevención primaria y secundaria del infarto de miocardio y de la angina inestable1,2, en la prevención de la reoclusión vascular tras angioplastia coronaria, tras colocación de prótesis endovasculares coronarias (stents) o tras derivaciones femoropoplíteas1,2, en la prevención de embolismos sistémicos en pacientes con fibrilación auricular, aunque en esta indicación los anticoagulantes orales son más eficaces, sobre todo en los pacientes con mayor riesgo1, y en la prevención primaria y secundaria del ictus isquémico3,4, si bien existe controversia respecto a su eficacia tras un ictus completo o en la prevención de individuos sin enfermedad vascular conocida5. De forma general, el ácido acetilsalicílico ha demostrado una mayor eficacia en el territorio coronario, donde debe ser administrado a prácticamente todos los pacientes con sospecha clínica de infarto de miocardio6, que en la enfermedad vascular cerebral. Los inhibidores reversibles de la ciclooxigenasa no han demostrado mayor eficacia que el ácido acetilsalicílico en las indicaciones en que se han probado1. Por su parte, el dipiridamol ha demostrado que podría ser eficaz asociado al ácido acetilsalicílico en la prevención del ictus isquémico1,7, aunque esta asociación no se ha revelado superior al ácido acetilsalicílico solo en la mayoría de los estudios. Las complicaciones del ácido acetilsalicílico, especialmente las gastrointestinales, que van desde molestias abdominales a hemorragia gástrica grave, continúan siendo un problema. Estas complicaciones gastrointestinales son dependientes de la dosis, pero pueden aparecer con dosis muy bajas y, además, los resultados obtenidos con las preparaciones farmacéuticas de liCorrespondencia: Dr. J.C. Reverter. Servicio de Hemoterapia y Hemostasia. Hospital Clínic. Villarroel, 170. 08036 Barcelona. Recibido el 5-6-2000; aceptado para su publicación el 30-6-2000 Med Clin (Barc) 2000; 115: 214-215 214 beración intestinal son poco satisfactorios, por lo que no parecen ser la solución al problema8. Las complicaciones de los inhibidores reversibles son similares a las del ácido acetilsalicílico, mientras que el dipiridamol está prácticamente exento de ellas, aparte de la cefalea1. El grupo de las tienopiridinas está integrado por la ticlopidina y el clopidogrel1,2, que inhiben la agregación plaquetaria inducida por el ADP bloqueando su receptor o un componente próximo. La ticlopidina se introdujo con la intención de superar en eficacia al ácido acetilsalicílico y se ha probado en el ictus isquémico, la angina inestable, la claudicación intermitente, tras pontaje aortocoronario1,2,9-11 o en combinación con el ácido acetilsalicílico tras la colocación de stents12,13. Sin embargo, su empleo se vio pronto limitado por la gravedad de algunas de sus complicaciones que son esencialmente la aparición de neutropenia10, anemia aplásica14, trombocitopenia10 o púrpura trombótica trombocitopénica15, así como hipercolesterolemia10. Las complicaciones hematológicas, que pueden aparecer hasta en un 2% de los pacientes tratados con ticlopidina10, se desarrollan en el primer trimestre del tratamiento, por lo que se recomienda la realización de controles hematológicos cada dos semanas durante estos primeros tres meses10. A causa de estas complicaciones y de su coste más elevado, la ticlopidina se ha visto relegada a una segunda línea terapéutica, a pesar de haber demostrado en algunos estudios una eficacia algo superior al ácido acetilsalicílico11. Esencialmente está indicada en la prevención secundaria del ictus isquémico cuando el ácido acetilsalicílico está contraindicado o no es tolerado. Además, con la ticlopidina el inicio del efecto antiagregante es relativamente lento, y no se recomienda cuando se requiera una acción inmediata1. El clopidogrel, la otra tienopiridina, ha demostrado ser algo más eficaz que el ácido acetilsalicílico en la reducción de episodios isquémicos en los pacientes con enfermedad arterial periférica16,17. Aunque en los estudios iniciales se indicaba que el clopidogrel no presentaba las complicaciones hematológicas de la ticlopidina16,17, muy recientemente se han descrito 11 casos de púrpura trombótica trombocitopénica asociada a su empleo, en un amplio programa de vigilancia activa, con la participación de los laboratorios farmacéuticos productores del fármaco18. Por este motivo es recomendable mantener un alto grado de vigilancia de esta complicación hasta que más estudios indiquen su prevalencia real. Con mayor frecuencia el clopidogrel puede causar diarrea, que puede llegar a ser grave17. Recientemente, se ha demostrado que el clopidogrel en combinación con el ácido acetilsalicílico es igual de eficaz que la administración de éste junto con ticlopidina tras la colocación de stents coronarios19. Sin embargo, el mayor coste del clopidogrel frente al ácido acetilsalicílico y el hecho de que se haya demostrado su mayor eficacia únicamente en los pacientes de alto riesgo limitan su indicación de primera línea en estos enfermos16. El tercer grupo de antiagregantes lo conforman las antiintegrinas. Estos fármacos responden a la necesidad de tratamientos antiagregantes más intensivos para situaciones de alto riesgo trombótico, especialmente como resultado del desarrollo de la cardiología intervencionista. Las antiintegrinas introducidas en la clínica hasta el momento pueden ser de tipo no competitivo, como el abciximab20, que es un fragmento Fab de un anticuerpo monoclonal quimérico de ratón/humano frente a la glucoproteína IIb-IIIa, o de tipo competitivo, como el tirofibán, el eptifibatide o el lamifibán2. La más utilizada hasta el momento es el abciximab, que se ha revelado útil en la reducción de los episodios isquémicos tras angioplastia20,21 y, más recientemente, en el tratamiento del ictus isquémico22. Las otras antiintegrinas también han demostrado su utilidad en síndromes coronarios agudos1,23 Documento descargado de http://www.elsevier.es el 20/11/2016. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato. J.C. REVERTER.– ANTIAGREGANTES PLAQUETARIOS pero, al igual que el abciximab, sus indicaciones clínicas, su vía de administración intravenosa y sus complicaciones, en su mayoría hemorrágicas y en algunos casos trombocitopenia o desarrollo de anticuerpos, limitan su uso, por el momento, al ámbito hospitalario especializado. En el presente número de MEDICINA CLÍNICA Del Pino et al24 analizan el uso clínico de la ticlopidina fundamentándose en la preocupación que sus complicaciones han causado a la Administración sanitaria, lo que la llevó a tutelar un plan de formación continuada, el Programa para la Adecuada Utilización de Ticlopidina. Con el fin de evaluar los resultados de dicho Programa, los autores analizan información procedente de las oficinas de farmacia que dispensaron dicho fármaco. Según sus resultados, los pacientes recibieron frecuentemente el tratamiento por indicaciones no contempladas en la ficha técnica, a menudo no se les efectuaron los controles periódicos hematológicos requeridos y, por último, algunos recibieron dosis del fármaco diferentes de la recomendada. Con respecto a las indicaciones de la ticlopidina, en el estudio sólo un 44% del total recibieron el fármaco por la indicación autorizada en la ficha técnica, que es únicamente la prevención secundaria del ictus isquémico cuando el ácido acetilsalicílico no se tolera o se juzga inadecuado. Cabe hacer dos comentarios sobre este dato. En primer lugar, es posible que en algunas ocasiones se tratara de una falta de información adecuada al paciente (lo que también es un defecto pero de otro tipo) más que de una indicación no autorizada, dado que, de los pacientes con informe clínico, el 52% recibían el fármaco para la indicación autorizada, mientras que en aquellos sin informe en los que se intentó identificar la causa entrevistando al paciente la proporción bajaba al 30%. En segundo lugar, cabe señalar que hay indicaciones no contempladas en la ficha técnica que pueden ser objeto de discusión, como es el caso de la cardiopatía isquémica, en la que, si bien las evidencias11 no han sido consideradas lo suficientemente fuertes para su autorización, en las Guías de la Sociedad Española de Cardiología se recomienda la ticlopidina cuando el ácido acetilsalicílico esté contraindicado25. En la prevención de la oclusión de stents, por su parte, la asociación de ácido acetilsalicílico con ticlopidina se ha demostrado superior al ácido acetilsalicílico solo12,13. Finalmente, en la prevención del ictus los efectos secundarios de la ticlopidina pueden no ser considerados más nocivos que los del ácido acetilsalicílico26. Por tanto, aunque hay que respetar las indicaciones autorizadas, cabe señalar que éstas evolucionan con el tiempo y siempre, lógicamente, por detrás de las evidencias clínicas. En lo que hace referencia a los controles analíticos, de los datos del estudio de Del Pino et al24 queda fuera de duda la frecuente falta de cumplimiento de la precaución requerida en la vigilancia de las complicaciones hematológicas de la ticlopidina. Este dato es muy preocupante, debido a la gravedad de estas complicaciones, que, aunque relativamente poco frecuentes, no son excepcionales. En esta misma línea es difícil encontrar justificación al empleo de dosis inadecuadas del fármaco, lo que se dio en el 22% de los pacientes en el referido estudio. Todo ello lleva a la constatación de que el Programa para la Adecuada Utilización de Ticlopidina no ha dado todos los resultados deseados. Hay que aceptar las dificultades que tienen los programas de formación continuada, que van desde la selección del público objetivo hasta el modo de hacer llegar la información deseada, pero estos resultados obligan a reflexionar sobre el modo en que deberían hacerse estas campañas en el futuro. En el caso concreto de los antiagregantes, una parte del problema puede residir en que tal vez los receptores de la información están más atentos o motivados por los datos de los nuevos fármacos, presentados casi siempre como avances muy significativos, aunque muchas veces no se confirmen. Podemos, por tanto, concluir que, si bien es importante seguir avanzando en el estudio de nuevos fármacos antiagregantes más eficaces y seguros, no debe descuidarse el empleo correcto de los que ya tenemos. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS 1. Patrono C, Dalen JE, Gent M, Hirsh J. Platelet-active drugs. The relationships among dose, effectiveness, and side effects. Chest 1998; 114 (Supl 5): 470-488. 2. Calverley DC, Roth GJ. Antiplatelet therapy: aspirin, ticlopidine/clopidogrel, and anti-integrin agents. Hematol Oncol Clin North Am 1998; 12: 1231-1249. 3. International Stroke Trial Collaborative Group. The International Stroke Trial (IST): a randomised trial of aspirin, subcutaneous heparin, both, or neither among 19,435 patients with acute ischemic stroke. Lancet 1997; 349: 1569-1581. 4. CAST (Chinese Acute Stroke Study Trial) Collaborative Group. CAST: randomised placebo-controlled trial of early aspirin use in 20,000 patients with acute ischemic stroke. Lancet 1997; 349: 1641-1649. 5. 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