REVISTA ELECTRÓNICA DE PSICOLOGÍA Vol. 1, No. 1, Julio 1997 ISSN 1137-8492 Las familias en el proceso de rehabilitación de las personas con daño cerebral sobrevenido. Sara Fernández Guinea*, Juan Manuel Muñoz Céspedes** * Departamento de Psicología. Universidad de Jaén. ** Facultad de Psicología. Universidad Complutense de Madrid Correspondencia: E-mails: Sara Fernández: [email protected] J. Manuel Muñoz: [email protected] ARTÍCULO ESPECIAL [Resumen] [Abstract] El estrés entre los familiares Los efectos del daño cerebral en los distintos miembros de la familia La importancia de las familias en la rehabilitación de las personas con daño cerebral Evaluación de las necesidades de las familias La intervención con las familias Hasta hace unos quince años, el tema de las repercusiones del daño cerebral sobre las familias era algo prácticamente inexistente en la literatura científica, centrada fundamentalmente en las alteraciones médicas, físicas, cognitivas y emocionales que sufría el paciente. Sin embargo, hoy en día es frecuente ver en las revistas y en los libros especializados algún artículo o capítulo que trate sobre las consecuencias más importantes del daño cerebral en la familia o sobre los métodos de afrontamiento más eficaces para facilitar el proceso de adaptación a la discapacidad de un ser querido. Podemos decir entonces que cada vez hay una mayor preocupación por conocer cómo viven las familias la aparición de una lesión cerebral en uno de sus miembros. ¿Qué es lo que ha hecho cambiar este enfoque? La razón fundamental ha sido la observación del papel que ejercen los familiares, no sólo ya como apoyo en todo el proceso de la recuperación, sino también por la asistencia que pueden ofrecer a lo largo del tiempo (Peters, Atambrook, Moore y Esses, 1990). En 1980 la O.M.S., en su Clasificación Internacional de Deficiencias, Discapacidades y Minusvalías, recomendó la sustitución de los modelos de rehabilitación basados en las patologías y deficiencias por una visión que tuviera en cuenta también el carácter psicosocial de la discapacidad y las consecuencias a largo plazo de este tipo de lesiones. Sin embargo, no ha sido hasta finales de los años 80 cuando se ha reconocido la importancia que tienen los familiares en el progreso de la rehabilitación de las personas con daño cerebral sobrevenido (Rosenthal y Geckler, 1986). En esta misma línea cabe destacar también el documento "Una política coherente para la rehabilitación de las personas con minusvalía" presentado por el Consejo de Europa en 1992, donde se formulan una serie de recomendaciones para que los gobiernos destinen recursos específicos de atención y apoyo a las unidades familiares que presten cuidado a colectivos vulnerables. Y más recientemente, dentro de la iniciativa HELIOS II (1996), se ha vuelto a insistir en la importancia de preparar adecuadamente a las familias y al entorno para la incorporación de las personas con discapacidad, entre las que se encuentran los individuos afectados por lesiones cerebrales. Los estudios sobre el tema nos han permitido adquirir una mayor conciencia del gran impacto que el daño cerebral tiene sobre la familia. Por ejemplo, es bien conocido que la aparición de un traumatismo craneoencefálico (en adelante T.C.E.) crea una crisis inmediata en la unidad familiar al modificar las relaciones entre los diferentes miembros, los roles que cada uno ejercía, las expectativas y los planes de futuro establecidos. Algunas investigaciones han llegado a plantear que muchas familias soportan un nivel de estrés incluso mayor que la que sufren los propios pacientes (Brooks, 1991). Es importante tener en cuenta que esta carga tiende a ser crónica al igual que algunos de los cambios producidos por el daño cerebral (como las alteraciones cognitivas y emocionales), y en muchos casos puede incluso aumentar con el paso del tiempo. Sin embargo, se ha publicado muy poco y de modo general sobre la inclusión de las familias como agentes activos en el proceso de recuperación (Shaw y McMahon, 1990) y sobre la conveniencia de prestar más atención a las necesidades de atención, educación, orientación y ayuda de las familias (Smith y Godfrey, 1995). Por tanto, desde el enfoque que aquí se plantea, la familia es covíctima y parte del problema pero también es parte de la solución. En el presente artículo nos vamos a detener a analizar los principales factores que generan estrés entre los familiares, las distintas fases por las que atraviesan en su respuesta ante el daño cerebral, algunas investigaciones que se han centrado en el efecto diferencial que tiene el daño cerebral sobre los distintos componentes del grupo familiar, la importancia de las familias en la rehabilitación y el desarrollo y aplicación de los programas de intervención con los familiares de personas afectadas. El estrés entre los familiares Algunas investigaciones se han centrado específicamente en la identificación de las diversas fuentes que causan estrés en las familias (Lezak, 1988; Hall, Karsmacrk, Stevens, Englander, O'Hare y Wright, 1994). Los factores que más se mencionan en la literatura están relacionados con la severidad de la lesión cerebral, con las alteraciones en el control de las emociones y de la conducta y con las dificultades cognitivas. Así por ejemplo, el estudio de Hall et al. (1994) analizó los factores que causaban más estrés en las familias al cabo de dos años y destacó que las quejas más frecuentes en relación con la persona con lesión cerebral eran su falta de implicación en las actividades, la mayor fatigabilidad, la lentitud para procesar información y el olvido. También se quejaban de los cambios bruscos de carácter, la ansiedad, el egocentrismo, las agresiones y la presencia de conductas sociales inapropiadas. Pero además existen otros factores no siempre relacionados con la severidad de la lesión inicial y entre los que podemos destacar los siguientes: Tabla 1. Factores que producen estrés entre los familiares a) La incertidumbre durante los primeros días, ya que los familiares deben afrontar la afectación física y la discapacidad, así como la amenaza a las posibilidades de supervivencia del paciente (Campbell, 1988). b) La personalidad del individuo con daño cerebral antes de la aparición de la lesión. c) La capacidad inherente en la familia para afrontar los cambios que surgen inevitablemente. d) Los cambios de roles dentro de la familia. e) El funcionamiento de la familia y en especial su proceso de adaptación a la nueva situación (Zarski, De Pompei y Zook, 1988). f) La escasa comunicación con los profesionales de la salud implicados en el tratamiento del familiar afectado, lo que motiva una falta de información sobre el pronóstico, un apoyo insuficiente y una incertidumbre sobre cómo actuar con la persona lesionada (Panting y Merry, 1972; Oddy, Humphrey y Uttley, 1978). g) La salud general y los problemas de autocontrol de la persona con T.C.E. (McKinlay, Brooks, Bond, Martinage y Marshall, 1981; Oddy et al., 1978). h) La dependencia del paciente de la familia. i) El aislamiento social (Rosenbaum y Najensen, 1976). j) La disponibilidad de un alojamiento y/o cuidado del paciente cuando ellos no puedan darle el cuidado necesario. k) Las cuestiones legales y financieras (Moore, Stambrook y Peters (1993). La consecuencia de todo ello es que no resulta infrecuente que algún miembro de la familia precise algún tipo de ayuda profesional, psicológica o psicofarmacológica. Así, en un trabajo realizado recientemente con población española (Muñoz Céspedes, en prensa), pudo comprobarse como en el 28,7% de las familias analizadas, alguna otra persona distinta al afectado, había solicitado una intervención profesional por problemas de tipo ansioso o depresivo. Se detectó además una gran diferencia entre el porcentaje de padres y de cónyuges que solicitaron esta ayuda profesional, lo que se comentará con más detalle en otro apartado. Figura 1. Solicitud de ayuda emocional por familiares. En relación con el proceso de rehabilitación resulta imprescindible tener en cuenta además otros dos aspectos esenciales. El primero hace referencia a la necesidad de abordar de modo específico los problemas que experimentan las familias pues, como ya se ha comentado, en muchas ocasiones no sólo no desaparecen sino que se agravan con el paso del tiempo. La segunda cuestión guarda relación con la necesidad de considerar que los factores que producen estrés y sobrecarga entre los familiares pueden ir cambiando en las diferentes etapas del proceso de la rehabilitación, lo que obliga al profesional a anticipar su posible aparición y a adoptar de modo precoz, siempre que sea posible, las medidas encaminadas a su prevención. Los efectos del daño cerebral en los distintos miembros de la familia Es necesario tener en cuenta que el impacto que causa el daño cerebral no afecta del mismo modo a los diferentes miembros y a las relaciones establecidas dentro de la familia, porque cada componente desempeña diferentes roles y responsabilidades dentro del grupo familiar, tiene características de personalidad distintas y utiliza diversas habilidades de afrontamiento para hacer frente a los problemas que van apareciendo. Por ello es especialmente importante prestar atención a los efectos que tiene la aparición de lesiones cerebrales sobre las relaciones de pareja, sobre las relaciones de padres e hijos e incluso entre los hermanos. Las personas especialmente interesadas en esta temática pueden consultar los trabajos de Florian y Katz (1991), Kreutzer, Gervasio y Camplair (1994) y Bruna, Mataró y Junqué (en prensa). Desde el trabajo pionero de Rosenbaum y Najenson (1976) se han encontrado diferencias sistemáticas en las relaciones familiares, dependiendo de si el miembro afectado era el cónyuge o un hijo adulto. En general, los resultados sugieren que los padres toleran y manejan mejor las alteraciones cognitivas y emocionales que las parejas, mientras que las familias en las que el cónyuge sufrió un T.C.E. presentaban más problemas, estaban socialmente más aisladas y se caracterizaban por un grado de cohesión menor. Existen diferentes razones que pueden explicar esta discrepancia, y que han sido comentadas entre otros por Lezak (1988), Brooks (1991) y Junqué, Bruna y Mataró (1995): a) En primer lugar, hay que pensar que la persona que sobrevive a un daño cerebral traumático puede volverse más infantil y exigir más cuidados. Para los padres estos cambios implican volver a asumir un rol con el que ya estaban familiarizados; sin embargo, para la pareja supone tener que adaptarse a un nuevo estilo de vida muy diferente a las expectativas que tenían respecto a la vida futura en común. b) Si los dos padres están vivos pueden apoyarse mutuamente y compartir las cargas del cuidado de su hijo. En cambio, en los cónyuges son más patentes los sentimientos de soledad, depresión y aislamiento social. c) Los cónyuges deben soportar mayores responsabilidades domésticas, financieras y legales. Esta carga se ve agravada cuando hay hijos en la familia, porque han de asumir el papel de madre y padre, además del de pareja y hacerse cargo del bienestar emocional y económico de toda la familia. d) Para los cónyuges la lesión cerebral suele suponer además una reducción o incluso pérdida del contacto sexual con la pareja. Las principales causas que se argumentan en relación con este problema son la pérdida de atractivo, los cambios de personalidad que hacen sentirles como "extraños" y los propios cambios en los roles familiares que los convierten más en padres que en esposos. La consecuencia final de las dificultades a las que se enfrentan las parejas es en ocasiones la ruptura de parejas. No obstante en la investigación ya comentada (Muñoz Céspedes, en prensa), se encontró que la proporción de separaciones y divorcios en nuestro país es baja (6.4%) cuando se compara con los resultados de otros estudios (Guth, 1988; De Pompei y Zarski, 1994), que ofrecen cifras que oscilan entre el 15-35%. Ahora bien, la situación es radicalmente diferente cuando el accidente ocurría durante el noviazgo, ya que en estos casos tras el accidente se produjo la ruptura en más del 80% de los casos. Ha habido muy poca investigación en relación con el impacto que supone para los hijos la lesión cerebral del padre o la madre, pero éstos también sufren por los drásticos cambios en la atmósfera de la casa (Brusselmans,1995). Los pacientes se fatigan e irritan con facilidad ante asuntos triviales e incluso pueden golpear a los niños. Los hijos también se dan cuenta de la pérdida de interés y la ausencia de manifestaciones de cariño, o toleran mal a un padre que exhibe comportamientos infantiles o sólo parece preocupado por él mismo. Pero además, con frecuencia, los niños experimentan no sólo la pérdida de afecto y apoyo por parte del padre afectado, sino también del otro miembro de la familia. Por ejemplo, el padre no afectado acude habitualmente al hospital o ha de trabajar horas extras. Y cuando está en casa suele encontrarse cansado, irritable y emocionalmente exhausto, con poca energía y motivación para tratar los asuntos de importancia relativos a los niños. La importancia de las familias en la rehabilitación de las personas con daño cerebral Para valorar mejor el papel que ejercen las familias a lo largo del proceso de recuperación de las personas afectadas por lesiones cerebrales conviene acudir al trabajo publicado por Jacobs (1989), del que vamos a destacar de forma resumida, las múltiples contribuciones positivas que pueden hacer los familiares en la rehabilitación global de sus seres queridos: a) Los familiares pueden proporcionar más horas de contacto con el afectado que las que ofrecen los programas de pacientes externos, o puede que sean la única base de apoyo cuando no se disponen de otros programas de tratamiento. b) Pueden estar más motivados a continuar tratamientos intensivos y a largo plazo para conseguir pequeñas pero importantes mejoras cuando otras personas han abandonado. El efecto tan significativo que un familiar preocupado puede tener en la calidad del resultado final y en la adaptación psicosocial del paciente se ha puesto de manifiesto en repetidas ocasiones en la literatura sobre rehabilitación de los T.C.E.. Por ejemplo, Leach, Bouman y Farmer (1994) han encontrado que el uso continuado por parte de la familia de estrategias de afrontamiento conductual y de solución de problemas estaba relacionado significativamente con unos niveles más bajos de depresión en la persona que padecía la lesión cerebral traumática. c) Muchos programas de rehabilitación y de entrenamiento diario pueden ser llevados a cabo por la familia, siempre contando con la guía y supervisión adecuada (McKinlay y Hickox, 1988) y a un coste mucho más bajo que el que supone el trabajo diario del profesional. d) La experiencia clínica indica que los propios familiares también se pueden beneficiar personalmente, porque pueden entender y comprender mejor lo que está ocurriendo al afectado si están implicados activamente en el proceso de rehabilitación. Constituye además un medio para que las familias disminuyan sus sentimientos de culpa, de indefensión y de enfado y puedan convertirse en una fuerza productiva en la recuperación del paciente (Mauss-Clum y Ryan, 1981). e) Como ya se ha mencionado anteriormente no se puede olvidar el elevado coste financiero que la rehabilitación tiene para la sociedad. A menos que se observen unos avances muy importantes en el tratamiento o que se cuente con ayuda financiera externa, la mayoría de las familias tienen pocas alternativas, salvo el uso de sus propios recursos, para prolongar el tratamiento del paciente. f) Por último hay que reconocer que los familiares informados y preocupados son normalmente los defensores más fuertes de la persona con discapacidad. En los últimos años y favorecidos por la ausencia de los servicios necesarios, los grupos de familias afectadas se han organizado en asociaciones para conseguir una mayor implicación de la comunidad e incluso proporcionar diferentes tratamientos a las personas con daño cerebral. Evaluación de las necesidades de las familias Se puede decir que, en general, en el ámbito del daño cerebral, se ha prestado muy poca atención a las necesidades que tienen las familias y a intentar identificar las posibles estrategias que minimicen el estrés y maximicen la adaptación de la familia a la nueva situación. Incluso los esfuerzos más heroicos neuroquirúrgicos y la subsiguiente rehabilitación física pueden producir muy pocos beneficios si el paciente no puede integrarse de forma exitosa en la unidad familiar y volver a sentirse útil dentro de la sociedad. Como ya señaló Haberman (1982), no se pueden eliminar la mayoría de los problemas a los que se enfrentan las familias de personas con lesiones cerebrales, pero sí se pueden hacer más manejables. Se puede ayudar a las familias a reajustar sus expectativas, ofrecer consejos prácticos para el manejo de la persona lesionada y contribuir a concienciar a los familiares de sus propias necesidades y responsabilidades. El primer paso a dar en la intervención con las familias de personas con daño cerebral es la realización del diagnóstico de sus problemas y la evaluación de sus necesidades. Siguiendo la propuesta de Rosenthal y Glecker (1986) podemos destacar tres componentes principales en este proceso: a) Análisis de la historia familiar previa: se puede comenzar realizando una entrevista a los familiares para obtener una imagen lo más detallada posible de cómo era el sistema familiar antes de la aparición de la lesión y que constituya además la línea base para valorar al paciente y a la familia. Aquí hay que recoger aspectos tan importantes como el funcionamiento intelectual y académico de la persona afectada, las relaciones con sus compañeros, cónyuge y familia, la historia laboral, las actividades de ocio y la posible existencia de problemas conductuales o antisociales. Es importante realizar un buen análisis premórbido por dos razones fundamentales. La primera porque existe una correlación muy alta entre la historia premórbida del paciente y el nivel de adaptación posterior a la lesión. Y la segunda porque ayuda a comprender cuál es la capacidad que tiene la familia y el paciente para manejar el estrés. b) Identificación de la severidad y de la evolución probable de los déficit físicos y cognitivos: quizás el área más problemática dentro de la investigación sobre las lesiones cerebrales sea la predicción del nivel de recuperación de las funciones físicas y sobre todo de los déficit cognitivos. Aunque las dificultades físicas se reducen en su mayoría en los seis primeros meses, pueden persistir déficit residuales de visión, audición, deambulación y movilidad, coordinación y equilibrio. En relación con las secuelas cognitivas el tema es incluso más complejo porque entran en juego múltiples factores, entre los que se incluyen un patrón de recuperación general más lento y menos consistente, variables ambientales que pueden favorecer o afectar negativamente y dificultades para la valoración objetiva de la recuperación en áreas como la memoria, las habilidades sociales y la personalidad. No obstante, este es un tema de importancia central tanto para el paciente como para la familia, puesto que han de enfrentarse con la aceptación de la lesión y planificar el futuro de forma efectiva. c) Detección de las señales que ofrece la familia y parecen reflejar la necesidad de intervención: dado el papel que ejercen las familias en la recuperación de la persona con lesión cerebral es muy importante que todos los profesionales que forman parte del equipo multidisciplinar de rehabilitación estén atentos a estas señales que puede dar la familia de forma encubierta y que reflejan la necesidad de una intervención profesional. Podemos mencionar algunas de las más frecuentes: * la expresión de ansiedad o miedo sobre el pronóstico; * los comentarios de confusión e indefensión en relación con los problemas conductuales observados; * la preocupación por el cambio de roles, por la dependencia emocional y física del paciente, etc. En este sentido es necesaria una evaluación adecuada del sistema familiar, que recoja el análisis de los roles que desempeñan cada uno de los miembros, incluyendo la persona con lesión cerebral, la naturaleza de las relaciones entre ellos y los canales de comunicación dentro de la familia. Es importante considerar también los factores que puedan generar estrés a los distintos individuos, algunos de los cuáles ya han sido comentados. De igual forma, se deberían explorar las reacciones emocionales y las necesidades específicas de los hijos y de los hermanos. Asimismo es conveniente conocer los recursos financieros de la familia, el apoyo y ayuda por parte de otros allegados y amigos y la posibilidad de dejar el trabajo temporalmente. Por último, conviene tener información sobre el nivel educativo y los valores que rigen el sistema familiar (Ponsford, Sloan y Snow, 1995). La intervención con las familias Las familias forman parte del proceso de recuperación y por ello deben recibir también ayuda profesional. En general, los familiares se suelen quejar de que el proceso de rehabilitación diseñado por los profesionales no tiene en cuenta sus necesidades emocionales. Las familias se tienen que enfrentar a una situación totalmente desconocida para ellos, tomar decisiones para las que a veces no están preparados y en momentos en los que las emociones no les dejan pensar con claridad. Además, como Barringer y Bowe (1984) han señalado, todo el apoyo que las familias reciben del personal sanitario, los amigos, otros allegados, etc., durante las fases iniciales en el hospital se va desvaneciendo a medida que pasa el tiempo y que la rehabilitación continúa en la casa. En relación con este punto es preciso destacar que las familias necesitan apoyo y una información precisa en todas las etapas pero que sus necesidades van cambiando con el tiempo (Hall et al., 1994). Cualquier programa de ayuda a las familias ha de tener en cuenta este hecho y ajustarse tanto a la naturaleza de la discapacidad de la persona afectada como al momento en que se proporciona dicha intervención. Por ejemplo, en las primeras fases los allegados suelen mostrarse especialmente preocupados por la escasa información que reciben de los profesionales y por la incertidumbre inicial respecto al pronóstico; sin embargo, en etapas posteriores, la persistencia de los problemas cognitivos y emocionales, la falta de recursos disponibles de tratamiento, y las cuestiones legales y financieras constituyen las principales preocupaciones de los familiares en la mayoría de los casos. En la Tabla 2 se presentan algunas de las expresiones más características de los familiares en los diferentes estadios del proceso de adaptación (Powell, 1994). Tabla 2. Expresiones prototípicas en los diferentes estadios de la reacción emocional familiar Estadio 1. SHOCK "Deseo que sobreviva" Estadio 2. ESPERANZA "Se pondrá bien" Estadio 3. REALIDAD "Todavía está progresando, pero la recuperación es muy lenta" Estadio 4. ACEPTACIÓN "No volverá a ser el mismo" Estadio 5. AJUSTE "Nuestras vidas son ahora muy diferentes" De forma general, los programas de intervención con familias de personas que han sufrido un daño cerebral incluyen diferentes tipos de procedimientos (véase Tabla 3): Tabla 3. Procedimientos de intervención con la familia Información y educación. Consejo familiar. Terapia familiar. Tratamiento de problemas específicos en otros miembros de la familia. Creación y promoción de asociaciones de autoayuda. Educación a la familia. Las familias necesitan información sobre el daño cerebral y sus consecuencias a nivel físico, cognitivo y emocional, los patrones de recuperación, los fármacos empleados con más frecuencia, el proceso de rehabilitación y el trabajo de los diferentes profesionales, así como otras orientaciones generales en relación con las actividades sexuales, recreativas, educativas y vocacionales (Eisner y Kreutzer, 1989). La realización de cursos o seminarios para las familias es, posiblemente, el área del trabajo con las familias mejor conocido. Pero conviene señalar que no es suficiente con proporcionar información. Lo más adecuado es que este mismo formato educativo en grupo se aproveche para incluir el desarrollo de habilidades útiles para enfrentarse a las secuelas de las lesiones cerebrales y que apoyen el papel de las familias como parte del proceso de rehabilitación . Consejo familiar. Constituye éste un tipo de intervención más individualizada que suele estar dirigida por un psicólogo/a y que pretende ofrecer a la familia instrucciones muy concretas sobre las estrategias de afrontamiento más adecuadas ante problemas particulares que no pueden ser abordados en una estructura de sesiones grupales. Otros objetivos importantes que se pretenden cubrir a través del consejo familiar son: a) proporcionar el apoyo emocional necesario. para los sentimientos de culpa, ansiedad, desesperanza, negación, depresión, enfado, tristeza, pérdida, etc., que son frecuentes después de un T.C.E., b) preparar a la familia para la realidad de vivir con una persona con daño cerebral mejorando la comprensión y aceptación de la discapacidad y sus consecuencias potenciales y, c) mantener una comunicación estrecha con ellos para proporcionarles el apoyo que tanto se necesita pero que rara vez se ofrece (Leber y Jenkins, 1996). Terapia familiar. El objetivo aquí es modificar la comunicación y los patrones de interacción no adaptativos que se producen dentro del grupo familiar y favorecer unas relaciones más satisfactorias y gratificantes. A diferencia de las técnicas de consejo, el centro de la terapia es el sistema familiar como un todo más que el paciente con lesión cerebral (De Pompei y Zarski, 1994). En general, al principio los diferentes miembros familia se movilizan para manejar la crisis, lo que supone una serie de cambios que se ven como temporales y que suelen dejar aparte los intereses y las necesidades propias para dar el máximo apoyo al familiar afectado. Sin embargo, estos sacrificios no se pueden mantener durante mucho tiempo sin llevar consigo una carga física o emocional importante. Al mismo tiempo es necesario realizar algunas modificaciones más duraderas que muchas familias pueden lograr sin necesitar ayuda, pero otras en cambio sí requieren diversos tipos de apoyo. De acuerdo con lo dicho anteriormente, este tipo de terapia está especialmente aconsejada para familias que presentan una historia de problemas previos a la lesión y para aquellas que no han sido capaces de realizar el proceso de adaptación de forma efectiva. Los temas que se tratan habitualmente versan sobre el tipo de comunicación que se establece entre los diferentes miembros de la familia y con el individuo con T.C.E., el desarrollo de formas alternativas más adaptadas de expresar los sentimientos y frustraciones, las estrategias empleadas para solucionar los problemas que van apareciendo, la implicación afectiva de cada uno de los componentes, los cambios de roles que asumen los distintos familiares, y las funciones y características del propio grupo familiar. Tratamiento de problemas específicos en determinados miembros de la familia. Aún cuando este aspecto no suele incluirse en los programas de rehabilitación centrados en las familias, ya se ha comentado con anterioridad la elevada frecuencia de problemas emocionales en otros componentes de la familia, en especial cónyuges e hijos. La mayor parte de estas alteraciones en los cónyuges guardan relación con los trastornos de ansiedad - fundamentalmente trastornos de ansiedad generalizada y trastornos psicofisiológicos -, y con episodios de naturaleza depresiva, consecuencia en la mayoría de las ocasiones del aislamiento social y de la pérdida de actividades gratificantes que anteriormente realizaban. Y en los niños no son infrecuentes los trastornos de aprendizaje, las alteraciones de la personalidad y otros problemas de relaciones sociales. Pero quizás lo más frecuente es encontrar diferentes reacciones emocionales y estrategias de afrontamiento del tipo de sentimientos de culpabilidad, negación, rechazo o sobreimplicación, que pueden resultar comprensibles, pero que resultan inadecuadas y han de ser corregidas en la medida que no contribuyen ni a favorecer la recuperación del ser querido ni a mejorar el ajuste familiar a la discapacidad residual. Creación y promoción de las asociaciones de familiares y grupos de autoayuda. Existen diferentes razones que explican que los profesionales de la salud no siempre son los que mejor pueden ayudar a las familias. Y en este sentido, los asociaciones y las organizaciones de ayuda mutua se han convertido en los últimos años en una alternativa muy importante para aconsejar y apoyar de forma efectiva a los familiares ocupando así un puesto propio en los programas de rehabilitación. En la tabla adjunta se presenta un esquema de las principales funciones de los grupos de autoayuda. Tabla 4. Principales funciones de las asociaciones y grupos de autoayuda Información. Comunicación. Apoyo emocional. Defensa de los derechos. Oferta de servicios. En primer lugar resulta muy beneficioso que las familias puedan hablar unas con otras durante y después de la fase de rehabilitación, compartiendo información y apoyo emocional, porque los amigos y otros familiares no suelen entender por lo que están pasando. El hecho de hablar con otras personas que han vivido situaciones y problemas parecidos constituye una perspectiva única que hace que se sientan más comprendidos y apoyados. Pero a medida que estos grupos se van organizando las asociaciones pueden desempeñar otras funciones relevantes (Florian y Katz, 1991; Smith y Godfrey, 1995). Por un lado contribuyen a dar a conocer a la población general la importancia de los problemas asociados al daño cerebral y a sus consecuencias. Por otra parte, constituyen los principales defensores de las necesidades que tienen este grupo de personas y de los derechos de este colectivo. Y, en tercer lugar, a medida que alcanzan un mayor nivel de desarrollo como sucede en otros países de nuestro entorno, pueden llegar a ofrecer un conjunto de servicios tanto de asistencia directa a los afectados (neuropsicología, logopedia, terapia ocupacional, fisioterapia, etc.) como de asistencia familiar (ayuda a domicilio, recursos sociales, asesoramiento legal y financiero, etc) adecuados a las necesidades específicas que requieren estas personas. Por último, conviene finalizar indicando que los programas de intervención y evaluación de las familias se encuentran en la actualidad en un período de cambio. Inicialmente se puso el énfasis en los aspectos educativos, como un proceso que permitía proporcionar información sobre la naturaleza de las lesiones cerebrales y la rehabilitación, con el fin de que las familias utilizaran esta información para optimizar la recuperación de la persona afectada y la forma de adaptarse al cambio drástico sufrido en el sistema familiar. Sin embargo, como hemos señalado en otro lugar (Fernández Guinea y Muñoz Céspedes, en prensa) el desarrollo de estos programas está poniendo de manifiesto que las principales demandas de los asistentes no giran en torno a la necesidad de información sino fundamentalmente sobre otros tres aspectos: a) la necesidad de apoyo emocional, la posibilidad de poder compartir sus propias frustraciones y soluciones a los diversos problemas con que se encuentran. b)el desarrollo de habilidades de afrontamiento para manejar de modo más efectivo los problemas que tanto los pacientes como los familiares experimentan. c) los recursos disponibles en la comunidad tanto a nivel legal como económico o asistencial, que permitan continuar la atención y rehabilitación a estas personas y que posibiliten periodos de descanso para los familiares. Por ello, en los próximos años será necesario hacer mayor hincapié en estos elementos con el objetivo de conocer y tratar mejor a este colectivo y a sus familias, y contribuir en definitiva a mejorar su calidad de vida. Referencias Barringer, C., y Bowe, B. (1984). Family dynamics, traumatic head injury and the rehabilitation process. En Head Injury: Help, hope and information. Albany, NY: New York State Head Injury Association. Brooks, D. N. (1991). The head injury family. Journal of Clinical and Experimental Neuropsychology, 13, 155-188. Bruna, O., Mataró, Mª., y Junqué, C. (en prensa). Impacto e intervención sobre el medio familiar. En C. Pelegrín, J. M. Muñoz-Céspedes y J. I. Quemada (Eds.). Neuropsiquiatría del daño cerebral traumático. Aspectos clínicos y terapeúticos. Barcelona: Prous Science . Brusselmans, W. (1995). Marital relationships and consequences for children. Ponencia presentada en el First World Congress on Brain Injury. May 14-17. Copenhagen, Denmark. Campbell, C. 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Referencia a este artículo según el estilo de la APA: Fernández Guinea, S., Muñoz Céspedes, J. M. (1997). Las familias en el proceso de rehabilitación de las personas con daño cerebral sobrevenido. Psicologia.COM [Online], 1 (1), 53 párrafos. Disponible en: http://www.psiquiatria.com/psicologia/vol1num1/art_7.htm [1 Agosto 1997] NOTA: la fecha indicada entre corchetes será la del día que se haya visualizado este artículo. [email protected] Sumario Principio de página Página principal © INTERSALUD, 1997. Reservados todos los derechos. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida sin la autorización por escrito del titular del copyright.