Descripción cromática de la personalidad <La Tercera Cosa. Neurociencias y Psicoterapia. Capítulo 2> Lucas Raspall (UNR Editora, edición en curso 2009) Indice del capítulo 1- El estudio de la personalidad - Fortaleciendo algunos conceptos clave -Definiciones de personalidad -La constitución de la personalidad -El funcionamiento del sistema -Los «famosos» trastornos de la personalidad - Un breve repaso de la historia -El trágico y genial psicoanálisis -El reaccionario enfoque interpersonal -El riguroso conductismo -La revolucionaria psicología cognitiva -El valioso aporte posracionalista -El prolijo modelo eysenckiano -El minucioso estudio de Millon -La integradora propuesta de Cloninger -El disciplinado eclecticismo de Beutler -El superador modelo evolutivo 2- La Teoría Tradicional del Color - El color - La rueda cromática - La provocación de Goethe - Psicología del color 3- Personalidad: una compleja mezcla de colores - Pensando un colorido enfoque - Los cruces de los meridianos - Las cualidades de los colores primarios - Otros atributos del color: tono y saturación - Los esquemas de procesamiento buscan su matiz - Los dispositivos jugando en la paleta - Bajo el microscopio: las infraestructuras 4- Anexo: gráficos Descripción cromática de la personalidad. Lucas Raspall. (Material protegido por derechos de autor, 2009). 1- EL ESTUDIO DE LA PERSONALIDAD He debatido largamente conmigo mismo si este estudio aportaba valor al objetivo general del libro, y debo confesar que finalmente he decidido volcarlo sin que los fundamentos afirmen por sí solos esta decisión. Adelanto entonces que las palabras que escriben este capítulo parecen haber escapado de las páginas del campo psi y, tras haberse cruzado con libros de arte, retornado con otra pigmentada riqueza. En su repaso se rinde tributo primeramente a quienes han colaborado de inmensa manera a la observación de la personalidad. Más adelante, se describen algunos lineamientos de la teoría del color para, finalmente, llegar al pintado de animadas imágenes que contienen a los paisajes de la personalidad, siempre únicos e irrepetibles. Insisto: sin estar muy seguro, estimo que el interés de las páginas siguientes va a recostarse en el modo en que una personalidad es organizada, en el diseño de sus herramientas de manejo fundamentales, en la crucial participación de las emociones, en la recursividad de ciertos circuitos de procesamiento y conducta, y en todo lo que neurobiológicamente subyace a sus manifestaciones. Por último, el resultado de todo este inusual abordaje contribuirá a la comprensión de la génesis y declaración de los circuitos adictivos, reconociendo en el mapa de sus insistentes colores los matices ausentes que permitirían nuevas gamas, las alternativas perseguidas en el objetivo de la psicoterapia. Desvergonzadamente coloreado, este ensayo incita a desafiar la pretensión de conocimiento que imponen las ciencias duras, hospedándose en la posada del arte. Así, este experimento agasaja a sus invitados con las delicias de la estética, invitando al observador/lector a soltar sus ataduras y a perderse en la flexibilidad de su subjetivo encanto. FORTALECIENDO ALGUNOS CONCEPTOS CLAVE - Definiciones de personalidad “(…) el Yo en tanto que dueño de su carácter, autor de su personaje, artesano de su mundo y sujeto de su conocimiento” (Ey, 1971). Con envidiable elegancia, Henry Ey define el concepto de sistema de la personalidad, cita que encabeza el superficial desglose de sus elementos constituyentes, conciliando los enfoques de distintos autores para alcanzar una síntesis que permita comprender el desarrollo de los puntos siguientes. Sin extenderme en ninguno de los conceptos emergentes, intentaré generar solamente algunos disparadores que faciliten una base para pensar este tema. La personalidad puede concebirse como una organización relativamente estable compuesta por disímiles modalidades y subsistemas, estructuras estrechamente entrelazadas que son responsables de la secuencia que va desde la recepción de un estímulo hasta el punto final de una respuesta, pasando por todos los fenómenos intermedios. Alude entonces a la regularidad y consistencia en las formas de percibir, sentir y pensar las experiencias, integrando y organizando Descripción cromática de la personalidad. Lucas Raspall. (Material protegido por derechos de autor, 2009). rasgos y cualidades y, finalmente, determinando un patrón estable de comportamiento en el que el individuo puede reconocerse y ser reconocido. La personalidad puede leerse en las bases de la continuidad mental de una organización unitaria, cuyas representaciones y sentimientos son atribuidos al sujeto y que, por medio de las voliciones, con la inevitable colaboración de la memoria, afectividad y pensamiento, traducen al exterior la propia forma de ser. Califico como continuidad mental el mismo sentido que Beck traza como organización estable, es decir, cierta persistencia en el tiempo, cierta constancia. La cara visible de la forma de ser, aquella que puede observarse a partir de reacciones estables y parejas ante estímulos diversos, es solamente la superficie de una estructura mucho más profunda, que expresa la síntesis integral de la actividad psíquica. Vista desde adentro, la personalidad aglutina la totalidad de fenómenos y herramientas que hacen al individuo, sean de manejo interpersonal o intrapersonal, racionales o emocionales, biológicos o psicológicos, aspectos todos siempre interrelacionados entre sí. Cada uno de estos elementos, que abarcan la constelación completa de la persona, estabiliza y otorga consistencia al sistema y, en su constante interacción, sostienen la integridad de la estructura. Su gobierno maneja un juego de disposiciones de sentido claramente bidireccional: adentro-afuera y viceversa. Me explico. Adentro-afuera cuando, a partir del material neurobiológico (con anclaje en el mapa genómico) y desde el depósito de vivencias y conocimientos (residentes en la memoria experiencial), se inclina el rumbo hacia el otorgamiento de significados a las personas y a las cosas que nos rodean, a la vez que se figuran las sesgadas anticipaciones de situaciones venideras. En la dirección opuesta, afuera-adentro, cuando la personalidad, y su subyacente arquitectura biológica, es la arcilla que las contingencias externas modelan, aunque veremos luego que esta distinción no es tan precisa, ya que todo lo que entra de afuera es internalizado de acuerdo a propias representaciones subjetivas, de ninguna manera objetivas. En esta compleja mecánica de generar información que hace a cada organización particular, es indudable el reconocimiento de la participación del contexto, entendiendo que la expectativa del derivado de la interacción social real o imaginada forma parte del gobierno del sistema generado. En este nudo, los impredecibles sucesos externos y la producción de los otros significativos, ambos (relativamente) independientes de uno mismo, el producto invierte el sentido de la flecha. De este modo, el estudio de una individualidad ajena a su entorno, forastera de sus experiencias y desligada de su matriz biológica, queda condenado al calabozo de pretenciosas ilusiones que nunca podrán dar con el objetivo. - La constitución de la personalidad “La formación de la personalidad es compleja y ondulante. Se construye por contracciones y dilataciones sucesivas, conforme a líneas de fuerza que en forma progresiva se hacen continuas y determinan, en un cierto estadio, una orientación definitiva” (Stingo, M. & Zazzi M. C., en Marchant & Monchablon Espinoza, 2006). Descripción cromática de la personalidad. Lucas Raspall. (Material protegido por derechos de autor, 2009). Dos elementos básicos fundan la constitución de la personalidad: el temperamento y el carácter. Su comprensión define a la personalidad como una entidad siempre dependiente del interjuego de los terrenos biológico, psicológico y social. El temperamento alude a las tendencias predominantes orgánicas innatas, disposición biológica básica hacia ciertas sensibilidades y comportamientos. El código genético incluye cualidades heredadas que son transmitidas como parte de la historia evolutiva de nuestra especie, involucrándose aquí entonces elementos de corte socio-biológico. Vale aquí una aclaración importante: la función transcripcional del gen (distinta de la función patrón), regulación epigenética altamente influenciable por factores del desarrollo, del aprendizaje, de la interacción social y del medio ambiente en general, permite la incorporación biológica de la adaptación producida a través de la expresión modificada de genes específicos. Pero estos cambios (a diferencia de la función de patrón del gen) no se transmiten genéticamente de una generación a otra, ya que la función transcripcional no incorpora en las gametas los cambios en la expresión de genes. Sí la transmisión de lo aprendido puede ser cultural, vehiculizada en la interacción social y, con el tiempo de aliado, después de una indeterminada cantidad de generaciones el mapa genético puede verse modificado. Cierro el paréntesis y retomo. Si bien existe consenso general en que el término temperamento alude al sustrato biológico de la personalidad, puede entenderse que, al ser imposible la separación de rasgos de base biológica de aquellos otros influidos por el ambiente, su definición debe ser entendida como una propuesta teórica y no como una distinción precisa factible de reconocerse. Algunas de las características reunidas bajo el manto del temperamento pueden observarse desde la niñez o incluso desde el mismo momento del nacimiento, sin haber hecho aún una gran impronta el entorno, lo que permite diferenciar, por ejemplo, un bebé tranquilo de uno irritable. Así, desde el comienzo mismo de la psicogénesis hay una receta primaria, un camino trazado de antemano. “Es posible que en ciertos casos el temperamento sea más importante que otros aspectos de la personalidad, y que ejerza una influencia más global. Dado que nuestro sustrato físico existe antes de que emerjan otras áreas de la personalidad, las tendencias conductuales de raigambre biológica preceden y pueden excluir la aparición de otras posibles vías de desarrollo” (Millon & Davis, 2001). El carácter, por otro lado, hace referencia a las características adquiridas durante el desarrollo y como resultado de la socialización, formado de capas sucesivas dependientes fundamentalmente del afecto, la voluntad, el pensamiento y la inteligencia, alejándose un poco más (aunque nunca separándose por completo) de las disposiciones biológicas. Las tendencias distinguidas pueden, a su vez, ofrecer significativas diferencias en sus diversos aspectos constituyentes: amplitud, pureza, intensidad y sensibilidad, por lo que las distintas combinaciones de estos elementos dan como resultado un abanico interminable de personalidades. Esta sentencia explica de antemano la imposibilidad de realizar un sistema preciso de clasificación de la personalidad, siempre única, siempre diferente; sólo el hallazgo de más o menos rasgos en común permitirá esbozar un sistema de clasificación que, a pesar de ser Descripción cromática de la personalidad. Lucas Raspall. (Material protegido por derechos de autor, 2009). invariablemente simplificador y reduccionista, es necesario para nuestra práctica. Temperamento y carácter hablan entonces de dos dimensiones diferentes para entender el siempre distintivo modo de una personalidad, pero no por esto opuestas ni independientes entre sí. Y sin profundizar mucho más, al reconocer estos elementos queda firmemente contemplado que su constitución está entonces determinada tanto por factores biológicos, neuroanatómicos y neuroquímicos, como ambientales, aquellos relacionados con la cultura, las influencias socioeconómicas, lo individual subjetivo y demás, todos modelados por el aprendizaje. Es decir que el genotipo de la personalidad, que puede entenderse como un legado familiar, sólo muestra una condición de predisposición que será luego ajustado por las influencias del ambiente, determinando el fenotipo de la personalidad, el resultado final que se manifiesta en los funcionamientos interno neurobiológico, que no se ve, y externo comportamental, expresión final de la personalidad que puede ser evaluada por el entorno social. Es de este modo como el ambiente y sus inacabables influencias impresionan o marcan lo biológico y, como veíamos antes, viceversa. - El funcionamiento del sistema “Patrón distintivo en cuanto al comportamiento, al pensamiento y al sentimiento que caracteriza a los individuos, y que se refiere a la manera como esos comportamientos, pensamientos y sentimientos influencian la adaptación de éstos a las situaciones que se encuentran en sus vidas” (Mischel, 1979). La personalidad como sistema tiene una finalidad muy clara: al generarse y modelarse dentro del marco de circunstancias dadas, su forma tenderá a acomodarse a las exigencias del ambiente. Pero este sentido de adaptación tiene algunos mandatos: el ajuste debe siempre poder sostener una autoimagen dentro de los parámetros por uno mismo dispuestos y aceptados, un modo de relación válido y viable (ni bueno, ni malo) con las personas que nos son significativas y una vinculación con el entorno que permita un grado de funcionamiento capaz de cancelar las necesidades primarias. Cada patrón global de personalidad determina entonces la forma de responder de acuerdo a sus habilidades de afrontamiento y flexibilidad adaptativa, convirtiéndose en la base de la capacidad individual para la actividad general, señalada luego como sana o patológica de acuerdo a los resultados observados. Así, como desarrollara años atrás en el libro “La construcción delirante” (Raspall, 2007), los procesos de la personalidad se forman y operan al servicio de la adaptación. La evaluación de las exigencias particulares de situaciones anteriores y sus resultados desencadenan estrategias adaptativas únicas que, de acuerdo al resultado obtenido, serán repetidas o no en circunstancias posteriores análogas. Cada acontecimiento recibe un significado que disparará una reacción determinada de acuerdo a los rasgos particulares de cada personalidad, culminando en distintos tipos de conducta abierta. Esta respuesta última, el comportamiento, debe entenderse sólo como el final de un largo proceso, aunque siga de manera casi inmediata al estímulo, y estará siempre Descripción cromática de la personalidad. Lucas Raspall. (Material protegido por derechos de autor, 2009). vinculado con un intento de adaptación y supervivencia. Refuerzo: toda organización de la personalidad persigue este último fin, el de la adaptación y supervivencia, ordenando para ello un sistema coherente y estable. Vittorio Guidano aseveraba, y yo me manifiesto de acuerdo, que los organismos buscamos regularidades y recurrencias en el mundo de nuestra experiencia, a fin de ordenarla de un modo eficaz para la supervivencia (Quiñones, 2001). Queda implícito que esta prolija búsqueda de regularidades no cuenta con una dispersión no intencionada de la atención hacia todos los estímulos, sino que existen sesgos que la conducen con mayor probabilidad hacia estímulos determinados. Y tras este paso pueden existir o no distorsiones perceptuales que consigan encajar lo observado en los sistemas de clasificación ya vigentes, manteniendo de este modo una historia coherente con lo hasta aquí narrado de su vivencia. De esta forma, puede observarse que la adaptación no es solamente un proceso por el cual una complexión va abdicando frente a las presiones del ambiente, amoldándose inertemente a éste, sino que, por el contrario, se trata de un proceso por el cual el organismo transforma las presiones del medio en un orden interno, en un mundo de significados propios que dan consistencia a sus percepciones y a su experiencia (Guidano, 1991). Los procesos cognitivos, afectivos y motivacionales dependen de estos esquemas básicos ya citados, que son las unidades fundamentales de la personalidad. Estos esquemas, funcionales o disfuncionales al objetivo perseguido por el sujeto, adaptados o desadaptados según el juicio del entorno, se originan, como ya hemos visto, en la interacción de la predisposición genética del individuo con la exposición al ambiente, a influencias deseables e indeseables de otras personas y a hechos específicos registrados en la propia biografía. Es de esta manera como, en estos procesos en los que construimos los acontecimientos y generamos una actuación abierta, influyen siempre los procesos antiguos, aprendidos y sometidos a la evaluación de sus resultados. De esta interminable evaluación surge la base de la programación de la personalidad y la selección de formas de conducta destinadas a alcanzar metas que, mediante sistemáticas nuevas evaluaciones, resulten satisfactorias para el individuo y favorables a su supervivencia, al permitirle adaptarse a las distintas situaciones y exigencias que le propone su vida, y manteniendo siempre la autoimagen dentro de los parámetros por él mismo pretendidos y permitidos. Luego, estas tendencias podrán acentuarse o atemperarse con el tiempo, dependiendo del refuerzo que el resultado arroje en el proceso. Las distintas personalidades muestran estrategias típicas, con pautas hiperdesarrolladas de acción frecuente y fundamental, contra otras infradesarrolladas que pocas veces logran manifestarse, quedando marginadas a la sombra de las anteriores. Dicho de otra manera, ciertos esquemas poseen mayor fuerza que otros en determinadas personalidades. Al ser éstos hiperdesarrollados o hipervalentes, se activarán hasta ante un estímulo trivial o aparentemente inconexo, al poseer un umbral bajo para desencadenar la respuesta que sigue este patrón determinado. Además, se activarán con mucha mayor frecuencia que otros esquemas que podrían también cumplir un papel ante ese mismo estímulo, desalojándolos a pesar de que su respuesta pudiera ser más apropiada en un momento y una cultura determinados, sin dejarles espacio para manifestarse y condenándolos a seguir siendo infradesarrollados. Descripción cromática de la personalidad. Lucas Raspall. (Material protegido por derechos de autor, 2009). Esto es siempre así, y esta regularidad y consistencia en el mundo de la propia experiencia es lo que permite definir una personalidad con coherencia. Pero distinto es cuando estas inclinaciones imperantes se hacen rígidas, es decir, cuando pierden flexibilidad, ya que un enorme abanico de estímulos será ahora reducido a unos pocos esquemas de interpretación y reacción consecuente. Finalmente consolido una premisa fundamental: la personalidad es un sistema orientado hacia la adaptación y supervivencia como objetivos primeros, sin dejar de recordar que el criterio de adaptación en este punto es seguido del calificativo viable, es decir aquel que la persona pueda coordinar desde su particular organización. De esta manera, el temperamento y el carácter, fundidos desde su origen en la personalidad, marcan una tendencia a la hora de responder ante la demanda que impone el estímulo, siempre más cercana a las posibilidades que a la voluntad. Y de este modo, aunque implícitamente aún, la metáfora de las adicciones (Capítulo 3) va mostrando sus contornos. - Los «famosos» trastornos de la personalidad “Es presumible que la selección natural haya generado algún tipo de ajuste entre la conducta programada y las exigencias del ambiente. Pero nuestro ambiente ha cambiado con más rapidez que nuestras estrategias adaptativas automáticas. (...) Una inadecuación puede ser un factor en el desarrollo de la conducta que diagnosticamos como «trastorno de la personalidad»” (Beck & Freeman, 1995). John Livesley (2001) define un trastorno de la personalidad como una estructura determinada que impide a un sujeto alcanzar con éxito una solución adaptada a los requerimientos universales de la vida. En este orden identifica tres esferas de funcionamiento interrelacionadas: la del sí mismo, la de las relaciones familiares y la de las relaciones de grupo o sociales en general que, en términos de disfunción, podrían distinguir fenómenos particulares. La primera involucraría el fracaso en poder acceder a una representación estable e integrada de sí mismo y de los otros. Otros reconocidos autores han escrito también, desde sus puntuales perspectivas, sobre este aspecto. Así, Erik Erikson (1950) acuñaba los conceptos de crisis y difusión de la identidad para describir la imposibilidad de acceder a la sensación de la propia identidad como integrada. Heinz Kohut (1977), de forma similar desde la escuela de la psicología del self, describía las fallas en el sentimiento de cohesión del sí mismo como condición en algunos trastornos, mientras que Otto Kernberg (1987), a su vez, definía el aspecto señalado como un elemento central de su teoría. Desde un enfoque diferente, las terapias cognitivas consideran esta falla en términos de creencias, pensamientos o esquemas disfuncionales utilizados para procesar la información sobre el sí mismo y la propia imagen. Siguiendo con Livesley, la segunda esfera descrita, referida ya al plano interpersonal, podría sugerir la incompetencia en una dificultad o imposibilidad de compartir la intimidad, de generar un vínculo seguro, de poder ejercer como una figura de apego o de establecer relaciones de afiliación. Finalmente, el revés en la función social de adaptación, el tercer distrito, estaría indicado por la imposibilidad de desarrollar conductas en beneficio de la sociedad o vínculos de Descripción cromática de la personalidad. Lucas Raspall. (Material protegido por derechos de autor, 2009). cooperación con los demás. Estos tres dominios de funcionamiento son reconocidos por la mayoría de las teorías de la personalidad, acomodándolos a sus vicios y lenguajes particulares. Desde los perfiles más duros y reconocidos de la psiquiatría, estas reflexiones encuentran también asidero, recostándose en la áspera superficie de los denominados «trastornos de la personalidad». La APA (American Psychiatric Association), por su lado, los describe como “un patrón permanente e inflexible de experiencia interna y de comportamiento que se aparta acusadamente de las expectativas de la cultura del sujeto, tiene su inicio en la adolescencia o principio de la edad adulta, es estable a lo largo del tiempo y comporta un deterioro funcional o malestar significativos en quienes lo presentan”. El DSM IV, en sus páginas, reedita una definición similar. De estas líneas me interesa tomar solamente algunas contemplaciones, en las que me detendré un rato. Un patrón permanente e inflexible de experiencia interna es una sentencia interesante que remarca una crucial diferencia entre aquellos sujetos normales (entre comillas) y aquellos pasibles de ser reconocidos en alguna categoría clínica de los trastornos de la personalidad. Quiero decir, con respecto al criterio temporal, todas las organizaciones funcionan de un modo estable en el tiempo, incluso el fenómeno clínicamente observable de inestabilidad, visto en un modo longitudinal en la biografía del individuo, se transforma en una característica estable, un fenómeno de rasgo. Pero el adjetivo «permanente», en cambio, suma una cuota de invariabilidad que lo acerca al campo de los trastornos. Es sabido también que a mayor grado de rigidez o «inflexibilidad» le siguen mayores dificultades, mientras que con el aumento de plasticidad o flexibilidad se gana en capacidad adaptativa y bienestar. En este punto, donde se conjugan la rigidez de la personalidad y una presunta condición de inmutabilidad, se dispone un notable obstáculo al acomodamiento de la persona a su entorno. Y en ese nodo vuelco entonces la operación de los dispositivos adictivos que luego desarrollaré. En la sentencia que indica que su presencia comporta un deterioro funcional o malestar significativos en quienes lo presentan, encuentro otra idea de vital importancia en el desarrollo de este libro. No es necesario detenerse a realizar juicios calificativos de los modos de cada persona, en términos de bueno o malo, pero sí es necesaria la comprensión de que esos esquemas son disfuncionales para el consultante, en tanto provocan un deterioro en el funcionamiento dentro de su ámbito familiar, laboral o social. En un grado menos abiertamente conflictivo, la disfuncionalidad puede evidenciarse en sentimientos de minusvalía o percepciones de uno mismo como problemático, inadecuado o incapaz, dificultando la adaptación a las situaciones externas e internas, o alcanzándola con inusual esfuerzo y sufrimiento. Las debilidades y dificultades propias de los desequilibrios entre los sistemas que conforman la organización, están presentes, en mayor o menor medida, en el patrón de funcionamiento de todas las personas, incluidos aquí los pasos de entrada o percepción, de definición o significación y de comportamiento o pasaje a la acción. A pesar de esto, solamente cuando la magnitud del desnivel alcanza cierta jerarquía llegan a invocar una limitación funcional. Cuando esto último sucede, se ven entonces afectadas todas las áreas que hacen finalmente a la calidad de vida de un individuo: el crecimiento personal, el desarrollo académico, profesional y laboral, las relaciones interpersonales… Descripción cromática de la personalidad. Lucas Raspall. (Material protegido por derechos de autor, 2009). Aunque a esta altura parezca tarde, o caiga ya de maduro, aclaro que no es en lo más mínimo mi intención profundizar en un completo desarrollo de la personalidad, y mucho menos lo es aludir puntualmente a los trastornos de la personalidad. Tampoco busco encasillar, y mucho menos estigmatizar, a las personas con condicionantes rótulos que supongan casi inexorablemente una imposibilidad de cambio. Confieso, aunque no haga falta, que no sospecho esta maliciosa intención en el desarrollo de obras como el DSM IV: esa obstinada observación es tantas veces repetida que por momentos me suena ya hasta obvia e infantil. Pero sí es frecuente que sus encabezados y definiciones se escurran entre las grietas de la comunicación académica y la práctica profesional y caigan en calificaciones peyorativas y, en ocasiones, hasta en diplomas que acreditan insanía o locura. Al margen de este riesgo, puede destacarse ahora su innegable utilidad como lenguaje común, reconociendo la necesidad de crear estos artefactos de clasificación para de algún modo ordenar nuestra práctica. Más allá de la tergiversación de sus conceptos, y de su aparente intención de validar la presunta objetividad de la ciencia, creo que la mayor falta o yerro de este texto reside en el traspapelado y la confusión de planteamientos descriptivos y diagnósticos, de notas y explicaciones con ciertas implicancias etiológicas, evolutivas y pronósticas, desconcierto que tiende a dejar al individuo en una instancia de callejón sin salida. Es mi impresión que en los casos en que su lectura no se limita exclusivamente a una descripción psicopatológica estática, los caminos a transitar por la persona se cierran en un mapa sin alternativas, recorriendo los mismos senderos una y otra vez (más de lo mismo), escudándose y excusándose en un diagnóstico que supone una cualidad de ser: su marca, al aseverar un aparente atributo de imposibilidad, se transforma en una escurridiza ladrona que roba la esperanza necesaria para todo cambio. Y con esta distinción quiero establecer una última diferencia, de vital importancia psicoterapéutica, con respecto a la categoría de ser frente a la de hacer: si se es algo («soy así, explosivo y violento»), entonces no hay posibilidad de cambiar nada, ya que no existe en la naturaleza del ser una alternativa distinta, eliminándose a su vez todo tipo de responsabilidad frente a lo que sucede; en cambio, si se hace algo («hago explosiones con manifestaciones de violencia»), existe la alternativa de reconocer la conducta y empeñarse en modificarla, es decir, hacer otra cosa. De todos modos, esta harina es de otro costal, por lo que retomaré estas líneas en capítulos posteriores. UN BREVE REPASO DE LA HISTORIA “Mientras que la investigación en las ciencias naturales puede llegar a completarse a partir de la interacción entre la teoría y la investigación, las ciencias sociales son abiertas. En este caso, el progreso se produce cuando surge repentinamente un nuevo e interesante punto de vista. Lejos de sustituir a los paradigmas establecidos, la nueva perspectiva coexiste con sus predecesoras, lo que permite el estudio de la materia en cuestión desde un nuevo ángulo” (Millon & Davis, 2001). Descripción cromática de la personalidad. Lucas Raspall. (Material protegido por derechos de autor, 2009). En los puntos anteriores ya he insinuado algunos conceptos básicos de distintos autores, desprendidos en singulares momentos de la historia y elaborados desde disímiles enfoques epistemológicos y teóricos. Y lo he hecho simplemente porque a partir de sus desarrollos emerge una pieza fundamental para comprender la propuesta de este colorido capítulo. Continuando ahora con la revisión, en pos de llegar a un novedoso enfoque, muchos autores han descrito y realizado extensos y profundos trabajos sobre la personalidad, arrancando quizás con las minuciosas y exquisitas descripciones tipológicas del alemán Kurt Schneider, hasta la actual perspectiva categorial de los pragmáticos coautores del DSM IV. Pero, a pesar de sus respectivas firmes convicciones, es imposible dejar de pensar que éste es un tema que nunca podrá ser resuelto, encontrándose nuevas posiciones cada vez que algún observador quiera fijar allí su lente. No obstante, así como en todas las distinciones se resaltan diferencias teóricas muy significativas, los distintos enfoques comparten también, en mayor o menor medida, algunos caracteres fundamentales. Antes de dar vuelta el reloj de arena de esta exposición, voy a presentar dos modos dispares de abordar el estudio de la personalidad, sustanciales para la posterior comprensión de mi propuesta: los enfoques categorial y dimensional. En las consideraciones tipológicas existe una mayor autonomía en cada una de sus grupos, ya que el enfoque categorial presenta entidades cualitativamente distintas, síndromes que pueden estar presentes o ausentes. Las categorías nomotéticas hacen referencia a un conjunto de atributos o criterios necesarios y suficientes para delimitar la pertenencia a un grupo determinado (por ejemplo los distintos tipos de trastorno de personalidad del DSM IV: paranoide, histriónico, etc.). Cada fracción aparece como una entidad aislada, independiente y casi arbitrariamente demarcada, elegida de una bolsa general de heterogéneo contenido. Estas delimitaciones necesitan de un prototipo que las describa, una construcción teórica de carácter hipotético que presenta una determinada configuración de características interrelacionadas, sobre la base de observaciones y reflexiones de orden teórico. Las categorías politéticas, por su lado, suelen estar ordenadas de forma jerárquica (por ejemplo los clusters de trastornos de la personalidad del DSM IV: dramáticos y erráticos, ansiosos e inhibidos, etcétera), clasificaciones definidas por una amplia gama de rasgos, de los cuales cada individuo posee algunos de los atributos pertenecientes a la categoría. El abordaje dimensional de la personalidad, en cambio, se muestra más abarcador y cuenta con más pruebas experimentales a su favor, resaltando las variaciones cuantitativas de ciertos rasgos o cualidades dentro del amplio espectro que engloba la personalidad normal y la patológica. Su visión logra un equilibrio entre precisión y flexibilidad más firme que el de las nociones categoriales. Finalmente, con notables semejanzas y criteriosas diferencias entre todas las descripciones, y con obvias sinonimias y abiertas disidencias que terminan no siéndolo tanto, fanáticos seguidores y fervientes detractores terminan comprendiendo que es imposible llegar a una sentencia que pueda señalar a una como la mejor. Descripción cromática de la personalidad. Lucas Raspall. (Material protegido por derechos de autor, 2009). Ahora sí es momento de puntualizar el abordaje de este tema en el marco de la historia, entendiendo la aparición de los conceptos fundamentales de cada escuela en la búsqueda de respuestas a las preguntas de la época. Sin lugar a dudas, las tendencias propias de cada período han marcado la forma de acercamiento a este tópico. Así, podrían definirse al menos dos corrientes cualitativamente muy diferentes: una que persigue el estudio científico, ligada a investigaciones que pudieran observar y registrar datos o patrones de conducta mensurables, en un estudio más objetivo; y la otra, con afinidad a un modelo de características más subjetivas, que singulariza la calidad de las experiencias íntimas y las muestra como un objeto difícil o hasta imposible de ser medido. En el primer modelo encuentran un hogar las teorías biologicistas, mientras que en el segundo yacen las teorías humanistas que responden al sentimiento social contra el materialismo que deshumaniza al hombre-máquina. Los autores en los que me enfocaré, volcados con absoluta imprecisión cronológica, son solamente unos pocos, los que más han influenciado la gestación de esta proposición, reconociendo que muchos otros de los que no hago mención han realizado también un aporte más que significativo al estudio de la personalidad. Por último, aclaro que es mi interpretación de los textos de los autores citados la que bajo en estas páginas, entendiendo en esta justificación las posibles diferencias en la comprensión de sus teorías. - El trágico y genial psicoanálisis El psicoanálisis, surgido de la brillante mente del médico vienés Sigmund Freud en el siglo XIX, expone cualidades que jerarquizan lo subjetivo. La emergencia de los conceptos de inconciente, preconciente y conciente (propios del modelo topográfico) imponen la necesidad de su estudio para la comprensión de la construcción de la personalidad, mientras que la complejidad de los terrenos del Yo, Ello y Superyo (del modelo estructural) agudizan su relevancia en el marco de los distintos estadíos psicosexuales. El eje de la motivación y la personalidad humana descansan sobre los impulsos inconcientes; así, el deseo de su satisfacción es la principal fuerza promotora de la conducta. Su deferencia se enfoca entonces fundamentalmente en los puntos que resuelven el espacio entre el estímulo y la respuesta, involucrando en esta disputa a los términos antes mencionados y sumando también otros conceptos como resoluciones libidinales, complejo de Edipo, fijaciones, pulsiones de vida y de muerte y otros tantos propios del estudio psicoanalítico. Así, la mayor parte de su teoría se recuesta en lo que los cognitivistas definirían más adelante como la caja negra. Y dentro de esta caja encuentra también a los mecanismos de defensa que luego Anna Freud retomaría, en uno de los aportes más interesantes para el desarrollo de este libro. En el modelo topográfico, perteneciente a la etapa de fundación del psicoanálisis, Freud distinguía en el aparato psíquico tres niveles de conciencia. El inconciente es gobernado por procesos primarios (ilógicos y atemporales) y continente de recuerdos, imágenes, sentimientos y deseos no accesibles a la conciencia. Una contrafuerza, como puede ser la represión, impide el paso de contenidos que, de algún modo, son percibidos como inaceptables, amenazadores o hasta repugnantes. El preconciente, por su lado, es una Descripción cromática de la personalidad. Lucas Raspall. (Material protegido por derechos de autor, 2009). estación intermedia entre el inconciente y el conciente, espacio donde pueden acceder solamente ciertos contenidos; si se realiza un esfuerzo para concentrar la atención, entonces esos sucesos mentales podrán hacerse concientes. El nivel conciente, por último, es gobernado por procesos secundarios (lógicos y racionales) e identificado fundamentalmente con el Yo y con el principio de ajuste al entorno; todo lo conciente es aceptado y reconocido como propio por el sujeto en el momento presente. Luego de advertir la (teórica) existencia del inconciente y los otros niveles del aparato, añadiría que no existe entonces la casualidad en la vida psíquica: el hecho de que cada suceso psicológico esté determinado por otro que lo precede constituye no sólo el eje de la vida normal sino también de la enfermedad mental. En el modelo estructural, el Yo (estructura que opera basándose en el principio de realidad), como brazo ejecutivo de la personalidad, debe lidiar con las exigencias del Ello (gobernado por el principio del placer) y del Superyo (regido por el principio de moralidad) de la mejor manera que pueda. Pero cuando la ansiedad o la angustia lleguen a adquirir determinado nivel, el Yo deberá defenderse a sí mismo, y lo hará bloqueando inconcientemente los impulsos (reprimiéndolos, por ejemplo) o distorsionándolos (sublimándolos, por ejemplo), logrando que sean más aceptables y menos amenazantes. Estas técnicas con las que cuenta la personalidad son reconocidas como mecanismos defensivos yoicos, fenómenos que pueden ser más o menos maduros. Librada la batalla freudiana, mientras emana el deseo de satisfacción de aquellos impulsos dominantes de la personalidad (el sexo y la agresividad), la conciencia y el ego ideal exhiben su gesto adusto y severo y dictan lo que se debe hacer. El Yo, para ser efectivo, procura constantemente realizar el cálculo preciso de riesgos y beneficios para conciliar ambas partes y elaborar un trato que los complazca a los dos. La eterna pugna entre deseos y limitaciones hace de la teoría psicodinámica de la personalidad un sistema de continuo desgaste, de inacabable fricción, casi asfixiante, un modelo que, centrado en la aparición y la resolución de estos conflictos, parece estar restringido a lo individual, convirtiendo a los otros en objetos que pueden solamente satisfacer o frustrar las demandas del ello. Frente a esta cualidad de asunto privado reaccionaría, entre otros, Sullivan, presentando la perspectiva interpersonal y devolviendo al sujeto al contexto ecológico. Por otro lado, pero enfrentado fundamentalmente contra el acento subjetivo del psicoanálisis, el conductismo surgiría para imponer pretensiones de objetividad, recostándose en el terreno de las ciencias más duras. Continuando con este superficial repaso del intento de comprensión de la personalidad desde la teoría psicoanalítica, Karl Abraham (1927) presenta una caracterología fundada en las etapas de desarrollo libidinal (oral, anal, fálica) propuestas por Freud. En la etapa oral se diferencian dos fases: de chupar y de morder. Una actitud indulgente con los impulsos de incorporación oral daría lugar a un tipo oral-dependiente, optimista imperturbable e ingenuamente seguro de sí mismo, así como emocionalmente inmaduro y de apariencia feliz. Las frustraciones en la fase agresiva de la oralidad darían lugar en la vida adulta al sarcasmo y a la hostilidad verbal, carácter sádico-oral que tendería a la desconfianza extrema y a la petulancia. La etapa anal también presenta dos fases distinguibles, variando así la actitud frente a la autoridad de acuerdo a la Descripción cromática de la personalidad. Lucas Raspall. (Material protegido por derechos de autor, 2009). resolución de cada período y a la aparición de posibles fijaciones. La fase analexpulsiva se relaciona con la tendencia al desorden, actitudes de negativismo, suspicacia, arrogancia, extrema ambición y autoafirmación; la anal-retentiva, por su parte, traería consigo obstinación, orden estricto, meticulosidad y rígida devoción hacia los roles y normas sociales (Livesley, 2001). Más adelante, en la etapa fálica, los impulsos libidinales hacia figuras del otro sexo podrían dirigirse hacia el Yo, dando lugar a una búsqueda de liderazgo, a la necesidad de sobresalir en un grupo. De este modo, el denominado carácter fálico-narcisista se describió como arrogante, orgulloso, descarado, reservado, frío, con excesiva seguridad en sí mismo y defensivamente agresivo. Por último, Otto Kernberg (1987), nacido en Austria, formado como médico, psiquiatra y psicoanalista en Chile, pero desarrollando la mayor parte de su trabajo en Estados Unidos, abogó por clasificar los diversos tipos de personalidad en tres niveles de organización: psicótico, borderline (un nivel fronterizo de la organización de la personalidad) y neurótico, unificando sutilmente la tradición psicoanalítica con textos como el DSM. En contraste con estas formas, la personalidad normal se caracteriza por poseer una imagen de sí mismo coherente e integrada. Cada una de estas aproximaciones a la personalidad cuenta con distintivas cualidades a nivel de tres criterios fundamentales: la identidad del Yo, el juicio de realidad y los mecanismos de defensa. Finalmente, a pesar de considerar increíblemente valioso el aporte de la teoría psicodinámica, no me detendré más en su enfoque, simplemente porque la elaboración del tema que convoca el capítulo llevaría cuanto menos un libro aparte. - El reaccionario enfoque interpersonal El enfoque interpersonal del psiquiatra norteamericano Harry Sullivan le discute a las perspectivas de la época, y fundamentalmente al psicoanálisis, que no existe ningún sí mismo esencial bajo el manto del inconciente freudiano, sino una indefinida entidad que es constantemente redefinida por lo interpersonal, por la permanente comunicación con los otros. La personalidad es así el producto de las interacciones con los otros significativos. Timothy Leary, otra figura significativa de este movimiento, amplió en la década del ´50 los conceptos propuestos por Sullivan, afirmando que toda conducta está relacionada, abierta, conciente o simbólicamente con otro ser humano individual o colectivo, real o imaginado. Más adelante contribuyó al desarrollo del circumplejo interpersonal: sobre este círculo se describen dos dimensiones bipolares, sostenimiento (LOV) y dominancia (DOM), muy bien interpretadas en las representaciones circumplex de Wiggins (1988). Leary sugería que los cuadrantes del circunflejo resultantes del cruce de estos ejes representan los cuatro humores o tipos de temperamento de la medicina de la Grecia antigua. Luego retomadas por Donald Kiesler, las dimensiones de contenidos serían renombradas como dominio y afiliación, campos que se entrecruzan y definen la comunicación interpersonal. Cada uno de los dieciséis segmentos de esta figura geométrica resulta de la mezcla de cantidades dispares de estos dos niveles de funcionamiento, mostrándose los segmentos contiguos íntimamente Descripción cromática de la personalidad. Lucas Raspall. (Material protegido por derechos de autor, 2009). relacionados y compartiendo algunas características entre sí. La distribución circular evidencia que las variables que están más cercanas entre sí son más parecidas que las que están más alejadas. A su vez, cada segmento es dividido en tres niveles. El interno designa el rango de conducta interpersonal usando las variantes dominante, exhibicionista, confiado y sumiso. El siguiente nivel representa el grado medio o normal y, por lo tanto, dominante se convierte en controlador y exhibicionista en espontáneo, por ejemplo. El nivel más externo o periférico representa la conducta anormal de cada forma, recordando que para la teoría interpersonal ésta es considerada como una forma inadecuada y rígida de comunicación. Aquí las denominaciones ejemplificadas se corresponderían como dictatorial e histriónica, respectivamente. Un importante aporte de este enfoque reside en la noción de complementariedad, que entiende que la conducta interpersonal busca provocar en los demás determinadas reacciones que otorguen validez a la esencia que tenemos de nosotros mismos. Un claro atractivo de este círculo es la posibilidad de observar directamente la relación de la personalidad elegida (el segmento señalado entre los 16 descritos) con su complementario, recordando que nuestras acciones interpersonales buscan provocar, impulsar y extraer determinadas formas de reacción de las personas con las que interactuamos, con especial acento en las que nos son significativas (Kiesler, 1983), oferta interpersonal que pretende excluir las respuestas incongruentes con la imagen de sí mismo que se intenta sostener y confirmar. Más adelante veremos, anticipando el acento de mi planteo, que la rigidez del sistema hará que, con inusual frecuencia, una persona pretenda generar en sus relaciones un tipo particular de respuesta que le permita confirmar su constreñida idea de quién es. Este esquema, reconocido por la mayoría de las teorías, tomará distintos nombres en cada perspectiva; esta propuesta ofrece el concepto de trampa o dispositivo adictivo para comprenderlo... luego explicaré por qué. - El riguroso conductismo El conductismo, por su lado, propone ciertas observaciones que lo distinguen con absoluta claridad. La personalidad se entiende como el conjunto de conductas consistentes que muestra una persona en un determinado ambiente, y su origen se encuentra en los procesos de condicionamiento clásico y aprendizaje instrumental, con sus fenómenos de habituación, extinción y generalización de respuesta. Aquí, la naturaleza básica del ser humano no difiere de la de cualquier otro animal, siendo regida la capacidad del aprendizaje por las mismas reglas y principios básicos que cualquier otra especie. Un aprendizaje defectuoso deviene en una conducta maladaptativa, constituyendo en sí misma el síntoma, sin mente, subjetividad, ni ninguna otra cosa por debajo. La supresión de este comportamiento o su sustitución es el objetivo y, con esta noción de problema, la cura. Ivan Pavlov, fisiólogo ruso, estudiaba en animales el nivel global de estimulación y la capacidad para inhibir la activación, extrapolando luego estos resultados al terreno de consideración de la personalidad humana. El equilibrio o balance entre excitación-inhibición del conductismo sería luego emulado por Descripción cromática de la personalidad. Lucas Raspall. (Material protegido por derechos de autor, 2009). explicaciones fisiológicas más complejas. Pavlov y el psicólogo norteamericano Edgard Thorndike pusieron a prueba en el laboratorio el primitivo postulado aristotélico luego mejor elaborado por John Locke: aprendemos mediante la asociación de ideas. El primero descubrió el condicionamiento clásico (el animal asocia dos estímulos), mientras que el segundo advirtió el condicionamiento instrumental (el animal asocia un comportamiento suyo con una consecuencia). Los estudios pavlovianos, retomados y enriquecidos por Watson, Skinner y Tolman, entre otros, fueron una influencia muy importante para el posterior desarrollo de Hans Eysenck. Considerado el creador del conductismo, el psicólogo estadounidense John Broadus Watson durante toda su vida fue enemigo de las ideas imprecisas y de las investigaciones descuidadas, y consideraba que las teorías de Freud eran muy vagas. Según él, para salir de los oscuros y tenebrosos senderos de la filosofía especulativa y de la psicología subjetiva debía seguirse el camino del conductismo, escuela de psicología para la cual el concepto de conciencia no era útil ni necesario en la descripción, explicación, predicción y control de la conducta. A pesar de esto, Watson nunca negó la existencia de los fenómenos psíquicos internos, pero señalaba que esas experiencias no podían ser objeto de estudio científico, porque no eran observables y experimentables, condenando el estudio de los fenómenos psíquicos mediante la introspección, como venía haciéndolo la tendencia dominante de la época. El análisis de la personalidad, en este enfoque, se basa fundamentalmente en el estudio de los patrones de comportamiento observables y mensurables, mientras que el autoconocimiento por parte del individuo no comporta ninguna relevancia en la práctica del terapeuta conductista. Todo aquello que se halle entre el estímulo y la respuesta es rechazado por su carácter de no científico. Así, la forma particular de percibir de cada persona es un dato innecesario o irrelevante, del mismo modo que los procesos inconcientes, los esquemas cognitivos mediantes y otros elementos propios de teorías alternativas, no redundan en datos significativos. Como opinión estrictamente personal, añado que la vacante ignorada o dejada de lado por Watson, el espacio de la mente, es el lugar más interesante para investigar en nuestro campo de acción. Su compatriota Frederick Skinner afirmaba en la década del ´30 que la meta de la psicología debía consistir en analizar la conducta localizando determinantes específicos de conductas puntuales y establecer la naturaleza exacta de la relación entre la influencia antecedente (variable independiente) y la conducta resultante (variable dependiente), sin considerar una actividad mental que intervenga entre estas dos variables. Sus estudios enseñan que un organismo produce continuamente variantes de conducta: algunas de ellas conducen a consecuencias favorables y son reforzadas, y otras no. Aquellos actos que contribuyen a la supervivencia del organismo son aprendidos y favorecidos, mientras que aquellos que no son reforzados no se aprenden y desaparecen del repertorio del organismo, del mismo modo que las especies más débiles se extinguen. En 1937, se opuso al simplista esquema de Watson y propuso, estudiando la conducta de las ratas, el modelo de condicionamiento operante o instrumental. Por su lado, el psicólogo Edward Tolman definía el sistema en el que venía trabajando en paralelo a los dictámenes skinnerianos como Conductismo Descripción cromática de la personalidad. Lucas Raspall. (Material protegido por derechos de autor, 2009). Operacional. El término operacional se refiere a la forma en que operan las variables intervinientes (aquellas que se encuentran entre el estímulo como variable independiente y la respuesta como variable dependiente) y al modo en que la conducta incide sobre el ambiente. En 1920 escribía en “Instinto y propósito” que los pensamientos podían concebirse desde un punto de vista objetivo, como representaciones internas del organismo de estímulos que no están presentes. Estas declaraciones lo colocaban en una posición de firme ruptura con el conductismo. En 1925 publicaba “Conductismo y Propósito”, definiendo que el propósito de la conducta, la meta, era un aspecto objetivo de la conducta y no una inferencia subjetiva del observador respecto de la conducta observada. Finalmente, hacia 1948, incorporaba el concepto de mapas cognitivos como representaciones del entorno que son consultadas o tenidas en cuenta para seguir una conducta inteligente hacia alguna meta o propósito. Con este último autor cierro aquellos aspectos que me interesan destacar del aporte conductista, para anexar ahora, y por último, los valores sumados por la etología, disciplina científica que enriquece fundamentalmente con sus observaciones tanto al conductismo como al modelo evolutivo. La etología (del griego ethos, que significa «costumbre») es la rama de la biología y de la psicología experimental que estudia el comportamiento de los animales en el medio ambiente natural y observa las características distintivas de un grupo determinado y cómo estas evolucionan para la supervivencia del mismo. Los seres humanos, en tanto que somos animales, también entramos en el campo de estudio de la etología: esta especialización se conoce con el nombre de etología humana. A principios del siglo XX se creó la psicología comparada, disciplina que consiste en el estudio de la conducta y las capacidades psicológicas de las diferentes especies animales considerando, en este sentido, la conducta humana como una conducta animal más. Los conductistas utilizaron este método en sus estudios, pero a partir de 1973, cuando los científicos Lorenz, Frisch y Tinbergen recibieron el premio Nobel por sus estudios sobre la conducta de los animales, la etología comenzó a formar parte de la ciencia como miembro de pleno derecho, integrándose la psicología comparada en esta nueva ciencia. Konrad Lorenz, zoólogo austríaco y fundador de la etología, llegó a ser muy conocido por sus esfuerzos para identificar lo que él llamaba «patrones de acción fijos», que en su opinión estaban genéticamente determinados y se manifestaban a través de la influencia del medio ambiente particular a una especie animal. Sugería que dichos patrones eran tan importantes para la supervivencia del animal como sus características fisiológicas, y que ambos factores tenían un desarrollo evolutivo similar. Varios aspectos relativos a la conducta, el instinto y el descubrimiento de pautas que guían la actividad innata o aprendida de las diferentes especies animales fueron enfocados por los etólogos, como la agresividad, el apareamiento, el desarrollo del comportamiento, la vida social y otros. En su obra “Sobre la agresión” (1963), Lorenz postulaba que el origen genético de la agresividad humana estaba en el comportamiento observado en animales inferiores cuando defienden su territorio. Aunque la teoría no tardó en popularizarse, provocó duras reacciones por parte de los especialistas en muchos campos, fundamentalmente los de orientación sociológica. Las ideas de Descripción cromática de la personalidad. Lucas Raspall. (Material protegido por derechos de autor, 2009). Lorenz significaron un adelanto en el conocimiento del comportamiento animal y de su papel en el proceso de adaptación y supervivencia de la especie. Al final de su carrera intentó aplicar sus ideas a la conducta de los humanos como miembros de especies sociales, una aplicación cargada de controvertidas implicaciones filosóficas y sociológicas. En este humilde ensayo, sus enseñanzas adquieren categórica importancia para el desarrollo y fundamento de la estructuración de la personalidad y sus modos de manejo intra e interpersonal. - La revolucionaria psicología cognitiva La psicología conductual sentó las pautas directrices desde la década del ´20 hasta el ´60, embolsando los campos de aplicación social de la educación y la actividad laboral. Asimismo se hizo su lugar en la clínica, ganándole terreno al psicoanálisis, que con mucho trabajo se había instalado sobre el biologicismo y la psiquiatría conservadora. Sublevándose contra el dominio teórico del conductismo, la naciente psicología cognitiva estableció la necesidad de centrar nuevamente el estudio del sujeto en el campo de la psicología como un ser activo y capaz de influir decididamente en la elaboración de la realidad que le toca vivir: su experiencia comenzó a ser concebida como un acto de construcción de la realidad. Su particular punto de vista epistemológico conecta la cognición (término derivado del latín «cognoscere», que significa poseer conocimiento) con la vida cotidiana y el desarrollo humano: ¿qué podemos conocer? ¿Cómo llegamos a conocer lo que conocemos? Reaccionado entonces contra el paradigma conductista estímulo-respuesta en los años ´50, el cognitivismo estableció la necesidad de centrar el estudio en las variables mediadoras. De este modo otorgó primordial importancia a los fenómenos ocurridos en la mente del individuo, concebida ésta como un operador activo que regula la transición entre el estímulo y la respuesta. Y esto implica nada menos que reaccionar contra la certeza de la objetividad empirista, contra el peso indiscutible de la metodología positivista y contra una visión del sujeto cognoscente como mero reproductor de una realidad exterior que algún observador esclarecido podría describir de forma exacta y verdadera. Entonces, si para la psicología de la conducta la actividad psíquica radica en las operaciones de conexión entre estímulos y respuestas y en el papel de las contingencias reforzadoras sobre el comportamiento (tanto abierto como encubierto), para el cognitivismo, en cambio, la actividad psíquica es, precisamente, el resultado del funcionamiento cognitivo, o dicho con otras palabras, el fruto de los procesos mentales. El primer período de la psicología cognitiva estuvo marcado principalmente por el empleo del paradigma del procesamiento de información, sentencia que anticipa sin dificultad el modo de entender la personalidad. Los comportamientos habían llegado a poder ser descritos y explicados con los términos de la metáfora computacional: los seres humanos se comportan como sistemas u organismos capaces de operar con la realidad, procesando secuencialmente la información recibida. La mente entonces capta y selecciona activamente la información sobre el mundo, el sí mismo y los otros, luego la ordena y la clasifica y finalmente actúa en consecuencia. “Fenómenos tales como la intencionalidad de los actos, aspectos fenomenológicos del Descripción cromática de la personalidad. Lucas Raspall. (Material protegido por derechos de autor, 2009). pensamiento y la esfera afectiva son componentes del procesamiento humano de información que no tienen equivalencia en los modelos teóricos del sistema de información, por lo que el empleo de la similitud mente-computadora como basamento teórico de las investigaciones de la psicología cognitiva tiene una utilidad limitada” (Álvarez González & Trápaga Ortega, 2005). El segundo período o segunda revolución cognitiva se inició cuando tal enfoque, válido para describir el funcionamiento de las máquinas (modelo computacional), resultaba insuficiente para dar cuenta de la manera en que operan los seres humanos. Esta dificultad residía en que las personas despliegan sus conductas en secuencias no lineales sino recursivas, en la ambigüedad como fenómeno inherente al ser humano (que no puede manejarse desde el sistema binario computacional) y, además, por el hecho de que las informaciones que los individuos procesan están condicionadas por la esfera social, exigiendo validez ecológica. En esta instancia el concepto de personalidad se hacía más complejo, considerando la necesidad de una visión más holística. El enfoque cognitivo-constructivista reposicionó al sujeto como mediador de la experiencia, en función de que las operaciones que son llevadas a cabo por el sujeto organizan su propia realidad, construyendo su mundo y constituyéndose así en operaciones claramente activas, distintas de las pasivas supuestas por el paradigma de procesamiento de información (Fernández Álvarez, 1996). Se adelantaron desde esta segunda revolución cognitiva nuevas maneras de explicar las operaciones de procesamiento atendiendo a la capacidad autoprogramadora y anticipatoria que caracteriza la conducta de los seres humanos. Lejos de reproducir fielmente la realidad, una representación interna, una cognición, es una construcción de lo observado que dice también de uno mismo, distinción básica del constructivismo. El análisis de los procesamientos permite agrupar luego diferentes estilos cognitivos, prototipos con esquemas reconocidos que incluyen desde vagas sensaciones hasta pensamientos definidos y comportamientos determinados, actuando como un verdadero filtro que facilita el sostenimiento del mundo creado y, en forma coherente con esta hipótesis, otorgando a cada paso un significado a la información entrante. Es decir que el estilo cognitivo incluye, no solamente creencias aisladas, sino también sesgos atencionales, distorsiones perceptuales, mecanismos de evaluación y clasificación de la información entrante y demás. Cada personalidad procesa la realidad de un modo diferente, y sus sesgos cognitivos serán los encargados de afianzar un patrón coherente que, a la vez, cumple con una función adaptativa. Desde otra perspectiva, Albert Bandura avanzó hacia la formulación de un modelo cognitivo-social, intentando explicar así la conducta en términos de interacciones entre ambiente, persona y cogniciones, teniendo en cuenta la naturaleza social del comportamiento e incluyendo los procesos motivacionales dentro del esquema explicativo de la conducta. - El valioso aporte posracionalista Con las reflexiones cognitivistas parecen quedar respondidas las preguntas: ¿cuáles son los esquemas que elige cada personalidad? ¿Qué selecciona la persona como digno de su atención? Pero otro interrogante emerge y queda Descripción cromática de la personalidad. Lucas Raspall. (Material protegido por derechos de autor, 2009). abierto: ¿Por qué cada personalidad selecciona lo que selecciona? Desprendido del seno cognitivista clásico, el italiano Vittorio Guidano produjo un viraje hacia el posracionalismo, término que debe su concepción a la situación de primacía de la emoción por sobre la razón. El término posracionalista no es antitético con el pensamiento racional, pero su acento implica un énfasis en aspectos distintos de lo lógico y lo abstracto, como lo afectivo, lo sensorial y lo perceptual (Guidano, 1999). Inserto en el marco de la revolución epistemológica que removió los cimientos de la ciencia oficial desde los inicios del siglo veinte, este desarrollo se sostiene en la epistemología evolutiva y en la autoorganización, ambos elementos estrechamente conectados con la noción de vínculo. La Teoría del Apego del inglés John Bowlby es aquí planteada como la matriz principal para comprender la construcción del conocimiento de sí mismo y del mundo, generándose de su matriz el concepto de intersubjetividad. Esta noción amplía el papel central del vínculo en su modelo, abriendo el tema de la alteridad o, dicho de otro modo, el papel del otro en la construcción de la identidad personal. Por conducta de apego se entiende cualquier forma de comportamiento que hace que una persona alcance o conserve proximidad con respecto a otro individuo diferenciado y preferido (Bowlby, 1980). Desde esta óptica, el sí mismo (la conciencia y el self son planteados como fenómenos tanto psicológicos como biológicos) aparece como el agente regulador central de la organización del conocimiento. La construcción de la propia identidad surge de un proceso que ocurre en el interjuego entre dos niveles de conocimiento, la experiencia inmediata y la explicación de ésta, en un constante reordenamiento del conocimiento explícito de sí mismo y del mundo. De este modo, la adquisición de conocimiento o la comprensión es vista como un proceso interpretativo de las vivencias. Y es en este sentido que esta escuela comienza a interesarse en el tema narrativo y hermenéutico del cual toma su lenguaje para mejor articulación de sus ideas fundacionales. En el desarrollo del italiano surge un aporte valiosísimo que, si bien ya estaba esbozado en las otras teorías, toma en el posracionalismo una dimensión primordial: el concepto de autoimagen. Partiendo desde la afirmación que indica que vivimos en un mundo intersubjetivo, entiendo que el propio conocimiento es siempre dependiente del conocimiento de los otros, y que la propia identidad, edificada siempre en relación a los demás y a lo demás, adquiere sus formas en virtud de la aceptación por parte de las figuras de apego y, muy ligado a esto, de la propia aceptación. Dicho de otra manera, nos reconocemos desde los otros, otorgando desde nuestras conductas de apego (esas disposiciones que tienden a buscar un vínculo necesario para su protección, cuidado y afecto) y separación (en instancias de exploración), y de sus ulteriores resultados, un particular sentido a nuestra experiencia. Pero esta trama no es absolutamente libre, sino que parece tener, al menos, una condición: ningún ser humano puede tolerar una imagen de sí mismo tan poco aceptable como para no sentirse confirmado y legitimado por los demás, ya que ésta es una experiencia que lo llevaría a la desintegración (Balbi, 1994). De aquí se desprende la importancia de la autoimagen en torno a una autoidentidad diferenciada y reconocida por los otros, y aceptada también como válida por uno mismo, aspecto central de la experiencia y asunto vital para la continuidad funcional del sistema personal y la conservación de la vida misma. Descripción cromática de la personalidad. Lucas Raspall. (Material protegido por derechos de autor, 2009). La construcción gradual del sentido de uno mismo, regulada entonces de manera intersubjetiva, persigue el logro de una identidad diferenciada y reconocida como única, haciendo de la autoorganización un sistema individual de permanente regulación que tiende a su mantenimiento a través del ciclo vital consolidando una determinada trama narrativa. Y dado que cada observación es siempre autorreferencial, conocer es construir y reconstruir una realidad que da coherencia al curso de la experiencia de quien observa, realidad que entiende no ser independiente de este observador, sino estrechamente ligada a su existencia. Por supuesto que esta cualidad del proceso de adquirir conocimiento descubrirá un mecanismo que, en sus humanas deficiencias y dificultades, sea capaz de eliminar las discrepancias. Pero este idóneo artilugio con el cual lo consigue involucra poco a la reflexión y a la reevaluación de los conceptos previamente tomados como conocimiento, dándole participación al procedimiento definido por Guidano como autoengaño. El autoengaño es una operación normal que busca alcanzar en sus explicaciones de las experiencias suficiente consistencia y congruencia con los elementos antes incorporados al sistema. De este modo la organización logra mantener con cierta coherencia una identidad estable en el tiempo, dueña de una autoimagen aceptable para sí mismo. Pero en ocasiones el precio que cobra la autoestima es sumamente elevado, y esta operación se perfila hacia los terrenos de la psicopatología. Esto sucede, por ejemplo, cuando es necesario un notable incremento de los niveles de autoengaño para conservar las condiciones que le permiten sentirse aceptado y confirmado por sí mismo y por los otros. La personalidad como sistema hace referencia a un ordenamiento específico de significados personales conectados con un sentido de unicidad y continuidad histórica en el curso del ciclo vital. Así nace el concepto de organización del significado personal, ordenamiento de la propia experiencia que se caracteriza por una particular manera de agrupar y combinar, en términos de procesos, las tonalidades emocionales básicas, más un sistema explicativo que, en relación funcional con el anterior, intenta hacer consistente esa experiencia en torno a una imagen conciente de sí mismo que otorgue un significado viable a la experiencia. Cada una de las cuatro organizaciones descritas por Guidano (dápica, depresiva, fóbica y obsesiva) se explica desde el patrón de apego que caracteriza el desarrollo individual, el sentido de sí mismo que ese patrón despliega y el modo en que se organiza ese sentido de sí mismo en el curso de la vida. Estos procesos de ordenamiento son distintos de contenidos de conocimiento; son entidades que no existen en estado puro, sino solamente como llaves conceptuales propietarias de una cierta coherencia interna. A través de su análisis, el individuo transmite su forma personal de hacerse consistente, permitiendo la lectura de su propia coherencia sistémica. Tras el fallecimiento de Guidano en 1999, sus seguidores han continuado desarrollando el modelo posracionalista. Recientemente Giampiero Arciero (2004) ha enfatizado los aportes de la fenomenología y la hermenéutica, fortaleciendo, por otro lado, la relación con las neurociencias y apuntando a la validación del enfoque por parte de las ciencias duras. En nuestro país, Juan Balbi (1994, 2004) ha tomado la posta del italiano y continuado la profundización de su desarrollo. Una vez más, como a lo largo de toda la Descripción cromática de la personalidad. Lucas Raspall. (Material protegido por derechos de autor, 2009). historia, la génesis de esta clasificación estuvo ligada a la insatisfacción con la nosografía psicopatológica vigente. Sin lugar a dudas, éste es el tinte dominante en el libro que presento, anclado fuertemente en los pilares del constructivismo y en los elementos de otros autores que voy sumando a su hipótesis; por esto es que su contemplación y comprensión son indispensables para seguir adelante. - El prolijo modelo eysenckiano El psicólogo alemán Hans Jürgen Eysenck, quien residió y estudió en Inglaterra durante toda su vida, fue un crítico vigoroso de la opinión establecida en su época, fundamentalmente de los pensamientos freudianos. Aseguraba que la personalidad debía analizarse pensando y examinando las diferencias y las similitudes individuales en dimensiones comunes a todos. Sumó a la escuela conductista de su época la importancia de la consideración de las disposiciones biológicas, hasta entonces no contempladas en el análisis del comportamiento y sus posibilidades. Eysenck consideraba dos momentos al analizar la personalidad: uno descriptivo o estático y otro explicativo o dinámico. El primero carece de explicaciones de las diferencias individuales y prescinde de la investigación entre las relaciones causales entre las variables observadas; sólo se interesa en la descripción y repara en las categorías de carácter, temperamento y físico (desde su perspectiva, hace referencia a la configuración corporal y dotación neuroendócrina). El segundo momento, en cambio, sí se detiene en las relaciones causales entre las variables consideradas en el estudio de la personalidad. A pesar de esta aclaración, puede notarse en este modelo que, a las dificultades epistemológicas y metodológicas propias de este objeto de estudio, se le suman también enredos conceptuales, confusos momentos de estudio y superposición de calificaciones que entorpecen la discriminación de las dimensiones y el análisis del resultado último de la personalidad. El modelo jerárquico de la personalidad eysenckiano habla de una estructura de cuatro niveles de organización del comportamiento, a saber: reacciones, respuestas o acciones específicas (se observan aisladamente y pueden ser características del individuo o no; se catalogan como de plano inferior), hábitos (componentes de cierta estabilidad en situaciones análogas de la vida), rasgos (constructos teóricos resultantes de interrelaciones entre hábitos, con características tales como perseverancia, exactitud, rigidez y otros) y tipos generales (de plano superior o cuarto nivel: distingue tres áreas o dimensiones consideradas como un continuo, aquellas que identifican al estudio de Eysenck). En su teoría, sustentada fundamentalmente en el aspecto biológico del ser humano, describe tres dimensiones o ejes de la personalidad. Primero nomina los tipos neuroticismo y extraversión, a los que posteriormente le suma el tipo psicoticismo, dimensiones que, no sin dificultades, darán finalmente lugar a las innumerables variantes de la personalidad. Cada una de estas dimensiones tiene la característica de estar polarizada, es decir, de presentar dos extremos opuestos en su eje: el neuroticismo encuentra en su polo antagónico a la estabilidad emocional, la extraversión a la intraversión y el psicoticismo al Descripción cromática de la personalidad. Lucas Raspall. (Material protegido por derechos de autor, 2009). control de los impulsos. El estudio de las dos dimensiones inicialmente descritas se corresponde con los escritos hipocráticos de la tipología griega clásica, basada en cuatro humores o fluidos; el colérico: extraversión alta y neuroticismo alto, el sanguíneo: extraversión alta y neuroticismo bajo, el melancólico: extraversión baja y neuroticismo alto, y el flemático: extraversión baja y neuroticismo bajo. Sin profundizar demasiado, voy a exponer los rasgos constituyentes de cada uno de los tipos descritos por el autor alemán. El neuroticismo incluye la timidez, lo triste y depresivo, lo tenso y ansioso, lo irracional, lo emotivo, el sentido de baja autoestima y los sentimientos de culpa. Son también habituales la alta reactividad, la vulnerabilidad, la sugestionabilidad, la falta de persistencia, la dificultad en la sociabilización y la alta cota de evitación, elementos que ejercen una influencia negativa sobre el rendimiento. La extraversión agrupa otros heterogéneos rasgos distintivos, considerando la alta actividad, expresividad y sociabilidad, lo despreocupado y lo vital, la búsqueda de aventura, sensaciones y dominio. Otros rasgos frecuentes de encontrar bajo su manto incluyen lo cambiante, arriesgado y ambicioso, al mismo tiempo que se destacan la baja responsabilidad, previsión, persistencia y autoexigencia. Por último, el psicoticismo es un tipo que incluye lo agresivo, impersonal, antisocial, egocéntrico, desconcertante y creativo, así como la frialdad, la falta de empatía y, fundamentalmente, lo impulsivo. Suele observarse en una alta puntuación de este eje menor fluidez, indecisión en relación a las actitudes sociales, interés por objetos o cosas inusuales o poco comunes, débil concentración y pobre memoria. Éstas son descripciones estáticas de los constructos tipo que, como en cualquier otra teoría, engloban un conjunto de elementos específicos (rasgos, conductas, etcétera) que no siempre va a ser hallado en su totalidad, sino, por lo general, solamente en algunas de sus consideraciones. El análisis dinámico o explicativo de estos cuadros puede mostrar, a su vez, algunas fallas de correspondencia. Finalmente, todo lo apuntado en las descripciones de cada una de las dimensiones estudiadas es la refracción de un vasto trabajo de investigación, que repara en profundas observaciones en el terreno de la psicobiología y en importantes trabajos de campo que asientan las evidencias empíricas. Adelanto que en el comentario sobre la teoría de este autor me detendré en otros capítulos de este libro, entendiendo en su legado un pilar importante en el desarrollo de mi propuesta. - El minucioso estudio de Millon Sin margen a vacilaciones, el psicólogo Theodore Millon ha realizado un notable esfuerzo en la intención de ligar la psicopatología, los trastornos de la personalidad y el abordaje terapéutico, obteniendo finalmente un resultado altamente satisfactorio. A lo largo del tiempo, su teoría ha presentado dos modelos, un modelo sujeto al aprendizaje biosocial (desde el 1969 hasta el 1989 aproximadamente) y un modelo evolutivo (desde 1990 en adelante). La primera propuesta teórica de Millon estaba basada en un modelo de aprendizaje biosocial (Millon, 1976), utilizando como aglutinante las nociones de aprendizaje y refuerzo. La combinación de factores biológicos dados y de Descripción cromática de la personalidad. Lucas Raspall. (Material protegido por derechos de autor, 2009). experiencias de aprendizaje da lugar a estilos de relación interpersonal que se perpetúan por la obligada y constante interacción con el medio, desde la infancia hasta la actualidad. La persona persigue, según este desarrollo, el placer o la evitación del dolor (existencia: polaridad placer-dolor), refuerzo buscado en sí mismo o en los otros (replicación: polaridad sí mismo-otros) y alcanzándolo de acuerdo a una actitud activa o pasiva (adaptación: polaridad activa-pasiva). El estudio de estas tres polaridades permite el análisis de los distintos tipos de personalidad y, enfocándose en sus defectos fundamentales y en la combinación de cada una de estas polaridades, la deducción de ocho formas básicas de trastornos de la personalidad. Luego se definiría un cuarto principio, de abstracción: polaridad pensamiento-sentimiento. Más adelante, en la década del ´90, Millon reformulaba su teoría de la personalidad y sus trastornos tomando en cuenta aspectos más relacionados a lo evolutivo y filogenético (Millon, 1990). Así, características disímiles de las encontradas en el modelo precedente completarían la explicación de la base del funcionamiento humano, como fenómeno adaptativo que considera tanto las fuerzas del organismo como las del ambiente. Del mismo modo que una personalidad normal exhibe un estilo distintivo de funcionamiento adaptativo frente a su entorno, un trastorno de la personalidad marcaría también un específico acomodamiento al ambiente que, en este caso, resultaría finalmente desadaptativo o maladaptativo. Tanto en la normalidad como en la enfermedad, los rasgos de personalidad pueden ser entonces definidos como “pautas duraderas de percibir, pensar y relacionarse con el ambiente y con uno mismo, y se hacen patentes en una amplio margen de importantes contextos personales y sociales” (Belloch, Martínez-Narváez & Pascual, 1996). Sin modificarse demasiado las polaridades inicialmente descritas, los trastornos de la personalidad definidos responderían a tipos ideales o puros. No obstante, estas versiones prototípicas difícilmente se observarían en la práctica clínica, en la que la combinación de aspectos de más de un trastorno básico es la regla (Millon & Davis, 2001). - La integradora propuesta de Cloninger Claude Robert Cloninger, médico estadounidense, ha desarrollado un método de evaluación de la personalidad con fuerte anclaje en los conocimientos actuales de la psicobiología de la conducta, pero sin esconder el enriquecimiento de los aportes humanísticos de Frankl o transpersonales de Bandura, por citar solamente un par de ejmplos. De este modo, la profundización en la trama neurobiológica se ve acompañada también por la participación del estudio de los valores. La personalidad, como sistema jerárquico complejo, está definida por las diferencias individuales en los sistemas de adaptación implicados en la recepción, procesamiento y almacenamiento de la información sobre el entorno. Cloninger reconoce la distinción entre temperamento y carácter, y define cualidades particulares relativas a cada uno. En cuanto al temperamento, trama arraigada a los rasgos heredados, advierte tres dimensiones: evitación del daño, búsqueda de novedad y dependencia de la recompensa (Cloninger, 1986); más adelante agregaría una cuarta, relacionada con la persistencia Descripción cromática de la personalidad. Lucas Raspall. (Material protegido por derechos de autor, 2009). (Cloninger, 1994). Se trataría de predisposiciones estables a lo largo del desarrollo, reflejando los estudios de Gray, Zuckerman y Eysenck. Las dimensiones así agrupadas bajo el dominio del temperamento reúnen características emocionales, cognitivas y conductuales determinadas estrechamente asociadas a definidos sistemas cerebrales. Estos circuitos están mediados por ciertas aminas cerebrales como la serotonina, la dopamina y la noradrenalina, y el producto de su implicancia resultará en el mantenimiento o inhibición de la conducta en respuesta a tipos específicos de estímulos. Concretamente, una alta actividad basal del sistema serotoninérgico se relaciona con la evitación del daño (lo que refleja una respuesta intensa a estímulos aversivos), una baja actividad dopaminérgica con la búsqueda de novedad (predispone a la persecución de potenciales recompensas rápidas) y una pobre tarea del sistema noradrenérgico con la dependencia de la recompensa (responde a señales de refuerzo positivo). Según el norteamericano, en el campo del carácter se destacan las intenciones, las estrategias de afrontamiento, las metas y las creencias sobre uno mismo y sobre el entorno, es decir, los valores de la persona, lo elegido a partir del aprendizaje en el medio sociocultural. Las tres dimensiones que la definen son la autodirección, la cooperación y la autotrascendencia. La autodirección hace referencia a la habilidad para controlar, regular y adaptar la conducta a la situación, de acuerdo a sus metas y valores. La cooperación refleja la adaptación interpersonal y el grado de percepción de sí mismo como una parte integral de la sociedad, reflotando conceptos como la tolerancia, el altruismo, la empatía y la caridad. La autotrascendencia, por último, reúne elementos como la espiritualidad y la creatividad, integrando la propia persona al universo y la historia. Éstas son características de baja heredabilidad y modificables a lo largo de la vida, sin duda, estimaciones divergentes a las del temperamento. - El disciplinado eclecticismo de Beutler En esta breve reseña, que pretende mostrar algunos puntos que harán de base y fundamento a mi propuesta, lo presento ahora a Larry Beutler, quien, con más de quince libros y varios cientos de artículos publicados en su haber, desde inicios de la década del ´80 ha descrito un modelo de psicoterapia ecléctica, aproximamiento que busca adecuar la forma de abordaje del problema del consultante de acuerdo a una sistematización que considera el estilo de intervención de las psicoterapias y las variables de la personalidad del paciente. Más allá de sus contemplaciones acerca de esta elección, que aprecia, entre otras cosas, el síntoma o el conflicto del paciente y la directividad o no directividad de la psicoterapia, lo que me interesa destacar en estos párrafos es su acercamiento a ciertos aspectos de la personalidad. La revisión de Beutler y Clarkin (1990) de los trabajos de investigación que relacionan personalidad y psicoterapia han encontrado y distinguido cuatro variables como las más importantes. El estrés motivacional es una de ellas, referente al grado en que la ansiedad generada por el malestar personal motiva al propio sujeto para buscar ayuda terapéutica. La gravedad del problema es la segunda variable considerada, observando la cronicidad y las áreas vitales afectadas por el malestar. Las dos que siguen las subrayo por su importancia Descripción cromática de la personalidad. Lucas Raspall. (Material protegido por derechos de autor, 2009). para el desarrollo próximo de mi propuesta. El estilo de afrontamiento es comprendido como el conjunto de maniobras defensivas que usa el individuo frente a la ansiedad generada. Esta cualidad oscila entre dos polos: uno de ellos es el estilo internalizante, más centrado en las propias preocupaciones, pensamientos y emociones, generalmente autocrítico, hipervigilante, depresivo y sensibilizado hacia las propias emociones y la ansiedad personal. El carácter autopunitivo de esta forma explica un sentido de atribución interna, concesión del malestar a aspectos o rasgos de sí mismos más o menos estables. El estilo externalizante, en el otro extremo del continuo, se centra en las conductas manifiestas y en las situaciones externas ajenas de su participación, señalando una atribución del malestar personal y los propios problemas a las circunstancias o conductas de otras personas por las que se considera o cree sometido. El nivel de reactancia es la cuarta variable en la que repara Beutler, constructo que abarca no sólo el marco de la psicoterapia, semejante al reconocido término clínico de resistencia, sino también el estilo personal tendente a resistir la influencia interpersonal, el influjo de otras personas. Las personas con baja reactancia suelen cumplir las directrices e instrucciones que se le aconsejan, mientras que las personas con alta reactancia suelen oponerse a ellas, evidenciándose cierta similitud con los patrones de conducta operante descritos por Millon como pasivo y activo respectivamente. Así, las personas con alta reactancia suelen mostrar un estilo de cambio focalizado en sus propios recursos, decisiones personales e iniciativas, mientras que las personas con una baja reactancia, por el contrario, suelen buscar ayuda y apoyo externo para lograr sus objetivos. - El superador modelo evolutivo Finalmente, es importante reconocer en todas las teorías presentadas, al menos, dos denominadores comunes: la supervivencia y la adaptación. Y al destacar la supervivencia como la tarea fundamental de cualquier organismo y la adaptación como su vehículo obligado, como hemos brevemente repasado en puntos anteriores, es fundamental ahora distinguir que la evolución es una elección lógica para establecer como núcleo integrador de una ciencia aplicada al estudio de la personalidad, como aseverara Millon. Y es ésta justamente la elegida en mi propuesta como aglutinante de los distintos enfoques, sostenida fundamentalmente en sus premisas esenciales, propiedades de su misma naturaleza, las anteriormente mencionadas como denominadores comunes. De este modo, invito a conciliar las distintas perspectivas presentadas para observar el fenómeno de la personalidad como una organización con una finalidad básica: adaptarse al medio (y adaptar el medio a sí mismo) para sobrevivir. Por otra parte, suscribir al paradigma de la complejidad (tan fomentado en la teoría pero poco respetado en la práctica actual) implica conocer y reconocer los aportes, estudios e investigaciones que se producen en todos los campos del conocimiento, validando las contribuciones psicodinámicas, interpersonales y demás, y ajustándolas a los conocimientos que la biología y las neurociencias nos acercan, de manera que nuestros planteamientos no sean incongruentes con los avances científicos. Descripción cromática de la personalidad. Lucas Raspall. (Material protegido por derechos de autor, 2009). El modelo evolutivo enseña que el primer reto de todo organismo es su propia supervivencia, que, de no poder superarlo, quedará fuera de la selección y sus genes y sus características no se transmitirán a sucesivas generaciones. “Todos los animales tienen que aprender a distinguir las presas de los predadores, el alimento nutritivo del tóxico, los lugares aptos y seguros para descansar de los que están atestados y son peligrosos” (Kandel, 2007). A través del aprendizaje y de su conservación a lo largo de la evolución este primer desafío es superado. La segunda gran tarea que tiene planteada todo organismo es la de conseguir una homeostasis con su entorno, ya que su existencia siempre transcurre en un ecosistema abierto. Finalmente, la tercera empresa es relativa a la reproducción, siendo seleccionados para este fin los organismos que cuenten con un repertorio más amplio y efectivo de atributos para adaptarse al medio. De algún modo el individuo logra entonces adaptarse al entorno, adaptando también el entorno a sí mismo, para satisfacer sus necesidades primarias y conseguir esa tarea primera que es la supervivencia. Aquí aparecen mecanismos evolutivos básicos que defienden el objetivo planteado por la especie, orientados al incremento de la vida y a la preservación de la especie, es decir, al crecimiento y multiplicación. Las estrategias implementadas, aunque suene muy simplificado, predisponen hacia aquellas conductas que aumentan las probabilidades de supervivencia y lo alejan de las potencialmente peligrosas para la vida. Admitiendo lo excesivamente simplista de estas líneas, y sin olvidar que el ser humano es mucho más complejo que esta simple ecuación, es difícil objetar este planteo que sí es abiertamente reconocido como bandera para el resto de los animales. Incluso en los episodios más aciagos de la biografía de nuestra especie, archivos nefastos como los de una guerra podrían pensarse como un intento tribal por expandirse y sobrevivir. Los medios de ninguna manera justifican el fin en estos casos, ni la depredación indiscriminada y el agotamiento de nuestra tierra pueden serlo tampoco, pero entiendo en estas formas actuales una anómala lectura de la supervivencia, torcida y viciada por el egoísmo y la ambición que hacen del hombre su prisionero. Entre los mecanismos que persiguen la adaptación funciona un eje distinguido como polaridad placer-dolor, reconociendo en las sensaciones gratificantes un objetivo que volverá a ser perseguido (se repetirán), al mismo tiempo que en las experiencias aversivas un lugar al que no querrá volver (no se repetirán). Este sencillo artefacto, de inusual fuerza, es vital para la consecución de la acomodación pretendida. Es válido advertir entonces, continuando con esta línea de pensamiento, que aquellos esquemas (medios) que son descritos por el observador y por la propia persona como negativos o displacenteros, de algún modo encierran una necesidad (fin) que está siendo satisfecha. Es decir que, a pesar del dolor generado, sus engranajes revisten un recurso viable para la adaptación. De no ser así, esta conducta no se repetiría, buscando rápidamente un reemplazante. La seguridad y el vínculo son aspectos primarios para un ser social, y su acceso será procurado con las herramientas que, siendo continuamente ajustadas al entorno, el individuo posea. El camino directo hacia una figura de apego y el sentido de pertenencia a un grupo no son entonces trivialidades o placeres solamente, sino una clara necesidad para la supervivencia: aquí la viabilidad de las relaciones interpersonales se transforma en un requisito excluyente. En esta Descripción cromática de la personalidad. Lucas Raspall. (Material protegido por derechos de autor, 2009). instancia, y en circunstancias ajenas a este territorio también, puede perfilarse la polaridad sí mismo-otros del modelo evolutivo. Quizás pueda encontrarse la seguridad de cuidado, por ejemplo, detrás de las interminables quejas somáticas del hipocondríaco. En este caso se dibuja una orientación pasiva del sujeto que, recostado sobre el polo otros, busca acomodarse al ambiente, distinta con seguridad de la que podría articular un individuo con las características del antisocial del DSM IV, orientación activa enfocada en el extremo sí mismo que pretenderá amoldar el nicho ecológico a su silueta. Con la presentación de este último modelo doy por cerrada la revisión de los distintos enfoques que a lo largo de la historia han contribuido a entender la personalidad, esa compleja y dinámica organización definida por las diferencias particulares de cada individuo y siempre orientada a la adaptación. 2- LA TEORÍA TRADICIONAL DEL COLOR “Los colores parecen proponernos un enigma, un enigma que nos estimula, que nos perturba” (Wittgenstein, en Reyes, 1999). Para comprender el punto siguiente, aunque parezca insólito dada la materia del libro, es necesario un conocimiento mínimo de la Teoría Tradicional del Color, ya que será ésta la anfitriona de un particular modo de descripción y clasificación de las distintas formas de personalidad. Lejos de ser una provocación para quienes se amparan en los costados más rígidos de la ciencia, es solamente una inocente invitación a enriquecer su conocimiento con los pigmentos del arte y a disfrutar de su ofrenda. El punto de partida tiene origen en una simple observación: si a partir de los tres colores primarios (rojo, azul y amarillo) pueden formarse millones de colores, seguramente de la combinación de unos pocos aspectos o dimensiones de temperamento y carácter podrán distinguirse un sinnúmero de formas de personalidad. Por otro lado, el color es quizás el mejor ejemplo de que el significado de lo contemplado no es sino el resultado de la interacción del observador, organización e historia mediantes, con el objeto, dueño de atributos determinados. EL COLOR “Primero, el estudio del color ofrece un microcosmos de las ciencias cognitivas, pues cada disciplina -neurociencias, psicología, inteligencia artificial, lingüística y filosofía- ha realizado importantes aportes a nuestra comprensión del color. Segundo, el color tiene significación perceptiva y cognitiva inmediata para la experiencia humana. Por estas dos razones, el color ofrece un dominio paradigmático donde nuestro doble interés en la ciencia y la experiencia humana confluye con naturalidad” (Varela & otros, 2005). El color es la impresión producida al incidir en la retina los rayos luminosos difundidos o reflejados por los cuerpos. El color es luz: Newton fue quien Descripción cromática de la personalidad. Lucas Raspall. (Material protegido por derechos de autor, 2009). primeramente concibió la teoría ondulatoria o propagación de rayos lumínicos, que más tarde fue ampliada por Laplace y otros físicos. Lo que se designa como luz blanca es la impresión creada por el conjunto de radiaciones que son visibles por nuestro ojo; cuando la luz blanca es descompuesta se produce el fenómeno de arco iris, donde se imprime aquello que llamamos colores. El conjunto de éstos, esa franja continua de longitudes de onda creada por la luz al descomponerse, constituye el espectro. Cuando nos referimos al concepto de color, nos estamos situando en el análisis de aquello percibido por el ojo, ya no observando fielmente la longitud de onda; sólo deberíamos hablar de colores cuando designemos las percepciones del ojo. La percepción del color cambia cuando se modifica la fuente luminosa porque, en principio, el color no es más que el impacto en el órgano visual del observador (sensación) y, tras la toma de conciencia de tal fenómeno, una percepción. A pesar de esto, el color posee cierta independencia respecto de la luz reflejada localmente, contemplación manifiesta en dos fenómenos complementarios: la relativa constancia en la percepción del color a pesar de los cambios en la iluminación («constancia aproximada del color») y la divergencia en el color percibido según el contexto donde esté situado pese a la reflexión de la misma composición espectral («inducción cromática»). Si bien somos capaces de memorizar las diferencias de colores, nunca percibimos un color visualmente (subjetivamente) tal como es físicamente (objetivamente). En la física, una zona percibida como verde, por ejemplo, hace referencia a una reflexión de alto porcentaje de luz de onda media, y una baja proporción de luz de onda larga y corta: el área luce verde porque refleja más luz de onda media hacia el ojo (Varela & otros, 2005). Los seres vivos que poseen el órgano de la vista intacto son capaces de orientarse por determinadas radiaciones de energía, y con ello tienen la aptitud de captar ópticamente su entorno y de enjuiciar su situación y sus posibilidades de movimiento con cierto criterio de realidad. Pero la percepción en sí misma no es el fenómeno (obstáculo) más difícil de analizar científicamente o comprender, sino la subjetividad. Es relativamente sencillo determinar, tomando registros de células nerviosas individuales en el sistema visual de diferentes personas, si todos vemos un matiz similar del verde proyectado, ya que lo percibido corresponde a las propiedades de longitud de onda de la luz reflejada. Mas la respuesta frente a ese estímulo, y esto puede ser extrapolado a cualquier estímulo, es sumamente variable de una persona a otra. Y aquí se levanta una pregunta sin respuesta: ¿cómo consigue la actividad eléctrica de las neuronas excitadas originar el sentido atribuido a ese color? Al respecto, Eric Kandel (2007) aclara: “las ciencias biológicas pueden explicar fácilmente cómo surgen las propiedades de las moléculas que la componen. Pero la ciencia carece de reglas para explicar cómo surgen las propiedades subjetivas (la conciencia) a partir de propiedades de ciertos objetos (las células nerviosas interconectadas)”. El estudio del color es muy amplio y varía en su objeto de acuerdo a quien lo analice. Así, los físicos se interesan por el fenómeno de luz, la mezcla de luces cromáticas, la clasificación del color a través de la comprensión de las frecuencias y longitudes de onda de los rayos luminosos de colores. La investigación de los fisiólogos, por su lado, versa sobre nuestro aparato visual y la reacción neurológica ante la luz y los colores. El interés de los psicólogos se Descripción cromática de la personalidad. Lucas Raspall. (Material protegido por derechos de autor, 2009). centra fundamentalmente en la percepción y la influencia del color en términos del simbolismo subjetivo, superponiéndose muchas veces con el centro de estudio del artista. Los intereses del artista se enfocan en el aspecto constructivo del color, es decir, cuál es su aspecto expresivo y cómo funciona un determinado matiz en las distintas relaciones y composiciones. Esta comunicativa condición del color muestra su potencialidad para la traslación de la impresión visual que se tiene del mundo exterior y su potencialidad como vehículo emocionalmente elocuente del universo interior. Los colores tienen elementos diferentes que los hacen únicos y cuya importancia visual se basa fundamentalmente en el matiz, el tono y la saturación. Repasaremos algunas líneas de cada elemento, dejando para más adelante el aporte de cada una de estas características al estudio de la personalidad. El matiz o tinte es la primera cualidad del color, precisamente por ser la característica que nos permite diferenciar un color de otro. El matiz se emplea usualmente como sinónimo de color, ya que se refiere específicamente a las características cromáticas del color: éste es el atributo que nos permite hablar, por ejemplo, de azul y amarillo. El matiz es el resultado de la sumatoria de longitudes de onda que puede reflejar una superficie. Sólo en el espectro o bajo condiciones especiales encontramos colores monocromáticos, puros, es decir que el color que vemos en los pigmentos es en realidad una sensación compuesta. El valor o tono es la segunda cualidad del color, y hace referencia a la frecuencia de la longitud de onda de un color. El valor de un color se define por la cantidad de luz u oscuridad del mismo, permitiendo distinguir un color oscuro de uno claro. El tono es entonces una identidad única de cualquier color dentro del espectro. Que un color sea primario, secundario o terciario, o que haya sido creado por un proceso sustractivo o aditivo, no tiene importancia alguna en relación al tono; a su vez, que un color exista como una entidad única define también el tono. Dos colores diferentes (como por ejemplo el rojo y el verde) pueden llegar a tener el mismo tono, comprendiendo este concepto como el grado de claridad u oscuridad, siempre en relación a la cantidad de blanco o negro que contengan, según cada caso. La descripción clásica de los valores usa los términos de claro (cuando contiene mayores cantidades de blanco), medio u oscuro (cuando contiene mayor proporción de negro). El valor de color se refiere entonces a la luminosidad u oscuridad del color, es su posición respectiva en la escala blanco-negro, siendo éstos los valores de luz más alto y más bajo respectivamente. El blanco tiene el grado más alto de reflexión de la luz, mientras que el negro es el que tiene el grado más bajo de reflexión de la luz; es decir que, en el espectro de color, los tonos claros tienen un grado de reflexión de la luz mayor que los colores oscuros. Así, para controlar el valor del tono de un color, puede agregarse blanco (se aumenta el valor), negro (se disminuye el valor) o un pigmento de valor distinto (se aumenta o disminuye el valor). No podemos cambiar el valor de un pigmento cromático sin modificar al mismo tiempo otras dimensiones del color. Agregando negro, blanco o gris, se introduce un componente acromático. El valor se modificará y también el nivel de intensidad. El tono resultante será más claro o más oscuro y más neutral. Descripción cromática de la personalidad. Lucas Raspall. (Material protegido por derechos de autor, 2009). También se producirá algún cambio en el matiz, porque tanto el pigmento negro como el blanco tienden a enfriar la mezcla, produciéndose una desviación hacia el matiz frío adyacente. Tal efecto es notable, por ejemplo, cuando mezclamos amarillo y negro: éste último actúa como un azul, disminuyendo el valor y la intensidad, cambiando el matiz hacia el verde. La saturación de color o intensidad, también conocida como cromo o pureza, se puede concebir como si fuera la brillantez de un color. Es la tercera dimensión del color, el grado de pureza de tinte que puede reflejar una superficie. Un color saturado es aquel que se manifiesta con todo su potencial cromático, inalterado, completo. Esta cualidad permite diferenciar un color intenso de uno pálido. Cada uno de los colores primarios tiene su mayor valor de intensidad antes de ser mezclado con otros. Para reducir la intensidad se agregan o quitan otros colores, mientras que el color se encontrará en su estado más intenso y saturado por completo cuando sea puro. Si a un color, por ejemplo el rojo, lo mezclamos con blanco, no sólo aumentará su valor, como vimos ya antes, sino que también disminuirá su saturación. Un color intenso como el azul, perderá su saturación a medida que se le añada blanco y amarillo y se convierta en verde agua. Para desaturar un color sin que varíe su valor, hay que mezclarlo con un gris u otro color de su mismo valor, produciéndose su neutralización. Basándonos en estos conceptos podemos definir un color neutro como aquel en el cual no se percibe con claridad su saturación. Esta propiedad es siempre comparativa, ya que la intensidad es determinada en relación con un par. Los colores vivos, en toda su pureza y plena saturación, no los presenta nunca la naturaleza en amplias extensiones, sino solamente como acentos o pequeñas áreas de animación. Lo importante, en última instancia, es entender y distinguir las relaciones de intensidad, ya que muchas veces cambia cuando un color está rodeado por otro, comprendiéndose que en sí misma es difícil de ser evaluada. La semiótica, como disciplina que está en la base de todos los sistemas cognitivos biológicos, humanos y no humanos, engloba y provee el marco epistemológico adecuado para todas las otras perspectivas. Si consideramos el color como signo, estamos incluyendo todos los aspectos, así, el color puede funcionar como signo para un fenómeno físico, para un mecanismo fisiológico o para una asociación psicológica. El signo es un elemento que está por alguna otra cosa y que es entendido o tiene algún significado para alguien: señala un contenido específico. Un signo sirve para representar o sustituir algo que no está presente para algún sistema que sea capaz de interpretar tal sustitución. Charles Morris (1985), utilizando la concepción triádica del signo, ha planteado tres niveles o dimensiones de la semiosis, que intentaré presentar superficialmente para comprender mejor lo abordado en los puntos siguientes. La dimensión sintáctica es aquella donde se consideran las relaciones de los signos entre sí; la sintaxis hace referencia a los signos, como unidades elementales, y los códigos del lenguaje, la forma en la se acomodan dichos códigos, respetando las leyes propias de su organización, para poder ser entendidos por muchas personas. En los estudios en el nivel sintáctico es donde la teoría del color alcanza sus mayores logros. Aquí podemos considerar los numerosos sistemas de orden de color, las variables para la identificación y definición de todos los colores posibles, las leyes de combinaciones e Descripción cromática de la personalidad. Lucas Raspall. (Material protegido por derechos de autor, 2009). interacciones de los colores, las armonías en las agrupaciones cromáticas y cada aspecto que hace posible hablar de una gramática del color. En la dimensión semántica, en cambio, se consideran las relaciones de los signos con los objetos denotados; aquí los signos son considerados en su capacidad para representar o significar otras cosas, para transmitir información o conceptos que están más allá de los signos en sí mismos. En la ciencia de los colores, esta área explora las relaciones entre los colores y los objetos que ellos pueden representar, los códigos y asociaciones establecidos mediante colores y las maneras en que los significados del color cambian según el contexto de aparición. La dimensión pragmática es aquella donde se consideran las relaciones de los signos con los intérpretes, con los observadores de turno. Cada una de estas dimensiones marcará de modo particular el análisis de la personalidad, puntos que serán implícitamente insinuados a lo largo del presente capítulo. LA RUEDA CROMÁTICA “No existe teoría posible de/sobre los colores, porque los colores no pueden convertirse en imágenes de algo. Son una dis-culpa, ficciones útiles, espectros, proyecciones atemporáneas de formas o de juego de formas. Los colores son pre-textos de con-textos provisionalmente fijables. Los colores son la justificación de la diferencia, el soporte de un escalamiento que no admite medida, como la complejidad de matices tras los que el sentimiento -y el gustose manifiesta” (Reyes, 1999). La Teoría Tradicional del Color indica que existen tres colores que no se pueden formular a partir de ninguno de los otros existentes: éstos son el amarillo, el azul y el rojo, los llamados colores primarios. También son denominados colores fundamentales ya que, al ser convenientemente mezclados, permiten formar cualquier color. Los colores secundarios son creados a partir de la mezcla de dos de los tres colores primarios. Ubicándolos en la rueda cromática (imagen 1), creada por Eugène Chevreul (químico francés nacido en Angers en 1786), la mixtura entre los primarios adyacentes darán por resultado el violeta, el verde y el naranja. Hasta aquí entonces encontramos solamente seis colores. En la rueda así compuesta ya pueden identificarse los colores complementarios, aquel opuesto en la circunferencia, el hallado al trazar una línea que una un punto del perímetro con su extremo opuesto y pasando siempre por el centro. A partir de la destilación entre un primario y su secundario adyacente en la rueda del color se obtiene un color terciario, llegándose así a describir doce colores. Así terminada la rueda cromática de doce colores, podemos guiarnos en cuestión de la armonía del color. En todas las armonías cromáticas pueden describirse tres colores con rangos determinados (imagen 2): el dominante, el de mayor extensión e importancia, que sirve para destacar los otros colores que conforman la composición gráfica y para reconocer al opuesto; el tónico, aquel que es complementario del color de dominio, el más potente en color y valor y el que se utiliza como nota de animación o audacia en cualquier pieza; y el de mediación: que actúa como conciliador y modo de transición entre cada uno de Descripción cromática de la personalidad. Lucas Raspall. (Material protegido por derechos de autor, 2009). los dos anteriores, soliendo tener una situación en el circulo cromático cercano a la del color tónico. Existen principalmente dos formas diferentes de considerar los colores: desde el punto de vista sustractivo y desde el punto de vista aditivo (imagen 3). El punto de vista sustractivo hace referencia a la forma en que los colores son percibidos por el ojo humano al reflejarse la luz sobre un objeto, lo que produce que éste absorba ciertas longitudes de onda de la misma, reflejando otras, cuya mezcla va a dar lugar al color final del objeto. Este fenómeno es el que se produce en pintura, donde el color final de una zona va a depender de las longitudes de onda de la luz incidente reflejadas por los pigmentos de color de la misma. Los colores primarios en este caso son el amarillo, el magenta (similar al rojo) y el cyan (equivalente al azul), que son los empleados en pintura y artes gráficas. Si mezclamos los tres colores sustractivos primarios nos darán un sucio marrón que tiende a negro; por esto se les llama sutractivos, porque tienden a sustraer el color blanco de la luz. Éste es el enfoque en el que me pararé a la hora de definir esta vistosa forma de estudio de la personalidad. Desde el punto de vista aditivo los colores se perciben como longitudes de onda de la luz que pasan directamente a nuestros ojos, sin ser reflejadas previamente por ningún cuerpo, como es el caso de la luz directamente percibida de una fuente luminosa, como una bombita, una pantalla de televisión o el monitor de un ordenador. Los colores primarios pasan a ser entonces el rojo, el verde y el azul. La suma de los tres da el blanco, y la ausencia de los 3 el negro. Este es el sistema RGB (Red, Green, Blue), aquel que va a definir la cantidad relativa de cada uno de los colores primarios presente un color determinado. Como ya he señalado, a partir de la mezcla de los colores primarios se obtienen los colores secundarios, y mezclando los primarios con los secundarios se logran los terciarios. Como curiosidad, los colores secundarios por adición se corresponden con los primarios en sustracción, y viceversa. La rueda cromática, continuando con esta reseña, admite la identificación de distintas gamas, de las cuales mencionaré solamente las desplegadas en este inusitado estudio de la personalidad. Las características de la personalidad que iré puntualizando, emparentadas con matices, tonos, brillos y gamas, serán solamente agrupadas en función de asentar algunas proposiciones descriptivas, y nunca como artefactos o construcciones que necesariamente simbolicen mayor o menor proximidad con enfermedades o trastornos. Por otro lado, al ser conjugadas las gamas escogidas para pintar cada personalidad con los esquemas preponderantes y las trampas adictivas, aunque tibiamente, se expondrán algunos elementos que explican no sólo la foto sino también el proceso sistémico. La gama fría (gama fría vs. gama cálida -imagen 4-), descrita por Oswald, brinda sensación de tranquilidad, seriedad y distanciamiento. Los colores que pertenecen a esta gama son el azul, el verde, el azul verdoso, el violeta, el cian y a veces el celeste. El azul en su máxima saturación convoca al frío y nos recuerda en su sensación al hielo y la nieve; en su estado más brillante es dominante y fuerte. Los sentimientos generados por esta gama son opuestos a los generados por los colores ardientes; actúa aminorando el metabolismo y Descripción cromática de la personalidad. Lucas Raspall. (Material protegido por derechos de autor, 2009). aumentando nuestra sensación de calma. Los tintes fríos en sus matices claros expresan frescura, descanso, soledad, mientras que los más oscuros insinúan misterio, reserva, pesadez y melancolía. La gama cálida da sensación de actividad, alegría, dinamismo, confianza y amistad. Los colores que la componen son el amarillo, el rojo, el naranja y el púrpura, en menor medida. El rojo y el naranja son los colores con mayor potencia de excitación. El rojo de máxima saturación, en su estado más intenso, remite al color más ardiente en el círculo cromático. Los colores abrasadores se proyectan hacia fuera y atraen la atención, son fuertes y agresivos y parecen vibrar dentro de su espacio propio. Los pigmentos cálidos en sus matices claros sugieren amabilidad, delicadeza y regocijo, mientras que los más oscuros denotan poder y riqueza. La gama luminosa (gama luminosa vs. gama oscura -imagen 5-) inspira limpieza, juventud y jovialidad y está compuesta por los colores llamados claros, como los amarillos, verdes y naranjas. Los colores claros como verdes livianos, marfil, crema y beige son confortables y tienen leve acción estimulante. Pueden sugerir también liviandad, descanso, suavidad y fluidez. La gama oscura deja la sensación de seriedad y madurez, como es el caso de los tonos rojos, azules y negro. Puede volcar también la impresión de una emoción concentrada, severa y dramática. En la gama positiva o activa propuesta por Goethe (gama activa vs. gama pasiva -imagen 6-) se distinguen los colores amarillo, el naranja y el rojo amarillento como aquellos que causan una actitud animada, emprendedora y activa. La gama negativa o pasiva es aquella que parece adaptarse a un humor intranquilo, en algunos momentos frágil, dócil y maleable, y en otras circunstancias llena de emoción, apasionada e indomable. Está compuesta por el azul, el rojo azulado, el rojo y todos sus intermedios. LA PROVOCACIÓN DE GOETHE “Cuando el ojo ve un color se excita inmediatamente, y ésta es su naturaleza, espontánea y de necesidad, producir otra en la que el color original comprende la escala cromática entera. Un único color excita, mediante una sensación específica, la tendencia a la universalidad. En esto reside la ley fundamental de toda armonía de los colores” (Goethe, 1999). En un claro paréntesis frente a la Teoría Tradicional del Color, aunque son innegables algunos de los aportes del alemán a su desarrollo, intentaré ahora bajar algunos de los productos de su intempestivo trabajo. Johann Wolfgang Goethe, nacido en Frankfurt en 1749, aceptó la invitación a filosofar que le proponían los colores y diseñó una teoría propia con la que intentó ir más allá de la racionalista mirada newtoniana, desafiándola en un escrito de doscientas páginas en 1810 e iniciando una crítica a la ingenuidad del moderno pensamiento científico de la época. Reconocía ya desde fines del siglo XVIII que las ciencias necesitaban ser organizadas de modo interdisciplinar para conseguir el estudio exhaustivo de un fenómeno, en un sofisticado pluralismo que Descripción cromática de la personalidad. Lucas Raspall. (Material protegido por derechos de autor, 2009). combatía el reduccionismo vigente. Y en este punto residía su mayor objeción a la mirada newtoniana, criticando la falta de profundidad e invitando a la liberación de las predisposiciones conceptuales para el abordaje de una teoría repleta de problemas, sumando en la Teoría de los Colores la inspiración y la inmediatez sensual de la poesía con el cultivo de la racionalidad que constantemente se pone a prueba a sí misma. Novelista, dramaturgo, poeta, científico, geólogo, botánico, anatomista, físico, historiador de ciencias, pintor, arquitecto, diseñador, economista, director de teatro, filósofo humanista y uno de los personajes más influyentes de la historia, estudió entonces las alteraciones fisiológicas y psicológicas de las personas ante los diferentes colores, completando aquello que el físico sólo había vislumbrado. La Teoría de los Colores de Goethe (de título original en alemán “Zur Farbenlehre”) no es una óptica, sino una morfología de los colores, nacida del conocimiento espontáneo que la naturaleza ofrece; es un ejemplo de su opinión filosófica: el color es un símbolo de lo que sucede en nuestro alma. Este interés en la reacción humana frente a la percepción cromática vincula directamente sus investigaciones con la vigente psicología del color, dando lugar a lo que constituyó las bases de la cromoterapia según Goethe. Su sistema se desarrolla a partir del contraste elemental entre los colores claros y los oscuros: el amarillo es comparable a la claridad, evocando vida, actividad y esfuerzo, mientras que el azul lo es a la oscuridad, determinando un sentimiento de inquietud, endeblez y nostalgia. El amarillo se relaciona con efecto, luminosidad, claridad, fuerza, calor, proximidad e impulso, mientras que el azul con examen, sombra, oscuridad, debilidad y alejamiento (Goethe, 1999). Su perspectiva muestra el vínculo del “efecto sensual-moral” de los colores aislados sobre el sentido visual, y por medio de éste sobre el humor, que luego sería polarizado en las gamas activa o positiva y pasiva o negativa. El contenido conciente de las cualidades sensuales de cada matiz afianza sus interpretaciones en el área de la psicología, devolviendo el romanticismo la calidad simbólica de los colores. Pero Goethe no quería quedarse en esa postura parcial, sino que quería hacer ciencia, presentando firmes nexos entre el efecto sensual moral y lo racional, territorio de la física. Así, su exquisita descripción contiene algunas de las primeras y más precisas descripciones de la sombra coloreada, la refracción y el acromatismo/hipercromatismo. Define de un modo distinto el espectro luminoso, aseverando que cuando un haz de luz está rodeado de oscuridad, se encuentran tonos amarillo-rojizos en la parte superior y azul-violáceos en la parte inferior, a la vez que el verde en el centro aparece sólo cuando los bordes violáceos se superponen a la parte rojaamarilla. Cuando un haz de oscuridad está rodeado de luz, en cambio, encontramos tonos azul-violáceos en el borde superior y amarillo-rojizos en la inferior (imagen 7). Goethe condiseraba que su teoría era una explicación más general y que las observaciones de Isaac Newton eran casos especiales dentro de su teoría. Si bien la obra del alemán no recibió mucha aceptación entre la comunidad física, su trabajo no sólo rompió radicalmente con las teorías ópticas newtonianas de su tiempo, sino también con toda la metodología de la ilustración concerniente al reduccionismo científico. A pesar de esto, es hoy de común acuerdo que hay que distinguir entre el espectro óptico tal y como lo observó Newton y el Descripción cromática de la personalidad. Lucas Raspall. (Material protegido por derechos de autor, 2009). fenómeno de la percepción humana. Considerada por el mismo Goethe como su mayor logro, la Teoría de los Colores funda una innegable inspiración de la ciencia holística. PSICOLOGÍA DEL COLOR “Los colores actúan sobre al alma, en ella pueden excitar sensaciones, despertar emociones e ideas que nos calman o nos agitan y provocan la tristeza o la alegría” (Goethe, 1999). El color es sin dudas un medio muy valioso para transmitir sensaciones, por lo que el buen artista logrará plasmar una experiencia interna al utilizar el color con buen conocimiento de su naturaleza y efectos. Nada puede expresar quizás con tanta sensibilidad y hablar tan fielmente de la personalidad de un artista y de las cualidades e intenciones de su mente creadora, como la composición de su paleta, el uso y distribución de sus colores y la música que en su inacabable combinación resuena. El objetivo primordial de la psicología de los colores es la determinación de relaciones lo más claras posibles entre los colores como signos o manifestaciones y los acontecimientos psíquicos asociados a ellos. La evaluación de los significados de los colores ha sido profundamente estudiada, acercando rigurosos criterios investigadores como Heiss & Halder (autores del Test Piramidal del Color, 1979) o Max Lüscher (autor del examen clínico psicométrico Test de Lüscher, 1969). Desde el punto de vista psicológico, finalmente, parece haber general acuerdo sobre el hecho de que cada uno de los colores posee una expresión específica. No obstante la obvia imposibilidad de asociación entre una sensación y un color que para todos resulte veraz, existen algunos consensos que, salvando también la ausencia de importantes factores intervinientes como son el contexto en que el color se encuentra, el valor y el grado de saturación, entre otros, permiten relacionar el azul con el frío y el rojo con la calidez, por nombrar solamente un par de ejemplos. Para complicar más el asunto, un color determinado no impresionará a la misma persona siempre de la misma manera, sino que el impacto tendrá relación estrecha con el estado de ánimo. Siguiendo esta línea general y superficial de análisis, los colores cálidos son generalmente considerados como estimulantes, alegres y hasta excitantes y los fríos como tranquilos, sedantes y en algunos casos deprimentes. Algunas investigaciones han demostrado que son corrientes estas percepciones en la mayoría de los individuos, determinadas por reacciones inconcientes ligadas a diversas asociaciones que tienen relación con la naturaleza, sensaciones irreflexivas incluidas en el bagaje genético que acumula miles de años de evolución de nuestra especie. Así como los colores expresan estados anímicos y emociones de muy concreta significación psíquica, también ejercen una acción fisiológica determinada, por lo que puede asociárselos a reacciones y funciones específicas. Intentaré repasar ahora algunas de las cualidades vinculadas a los tres colores primarios, los tres secundarios, al blanco, al gris y al negro, resaltando solamente aquellas que tienen mayor consenso, y pisando fuerte Descripción cromática de la personalidad. Lucas Raspall. (Material protegido por derechos de autor, 2009). fundamentalmente las vívidamente literarias descripciones de Goethe. Comenzando arbitrariamente por el amarillo, seguirán luego el orden presentado en la rueda cromática. Amarillo: es el color de mayor relación con la precisión en lo intelectual y puede ser asociado con una gran lucidez y creatividad. Vasili Kandinsky, artista ruso maestro de la acuarela abstracta, relacionaba el amarillo con cualidades imaginativas. Es el color del sol y de la luz radiante, y simboliza acción, poder, arrogancia, fuerza, voluntad, constancia y estímulo. Así como puede indicar envidia, avaricia e hipocresía, también puede vinculárselo al buen humor, al entusiasmo, la pasión mesurada y la primavera. Max Lüscher lo reconocía como un color que irradia serenidad y alivio. Es un color medido que puede sugerir, cuando es suave, delicadeza, generando un clima de bienestar, grato, cómodo y distendido, y cuando es fuerte, saturado y brillante, peligro. Mezclado con negro constituye un matiz verdoso muy poco apacible que sugiere enemistad, disimulo, crimen, brutalidad, recelo y bajas pasiones. Mezclado con blanco puede expresar cobardía, debilidad o miedo y también riqueza, cuando tiene una leve tendencia verdosa. Se lo considera como estimulante de los centros nerviosos, por lo que se lo suele asociar a la intelectualidad y al pensamiento claro. Pero hay que tener en cuenta que es uno de los colores que, cuando es intenso y brillante, más puede fatigar a la vista, pudiendo llegar a ser aplastante al causar una estimulación excesiva de los ojos, por lo que un entorno amarillo brillante provoca sensación de irritabilidad en las personas. Naranja: mezcla de amarillo y rojo, tiene las cualidades de éstos, aunque en menor grado. Es algo más cálido que el amarillo y actúa como estimulante y tonificador. Sugiere informalidad, visceralidad, alegría, sociabilidad, amistad y se destaca sobre el entorno que lo rodea; posee una fuerza activa y expansiva. Simboliza optimismo, entusiasmo, estímulo y vigor, y, cuando es muy encendido o rojizo, euforia, exaltación, ardor y pasión. En ocasiones resulta demasiado atrevido y puede crear una impresión impulsiva que parece llegar a ser agresiva. El naranja también puede indicar tentación lujuriosa, orgullo y ambición. Mezclado con el negro sugiere engaño, conspiración e intolerancia, y cuando es muy oscuro, opresión. Mezclado con blanco constituye un rosa carne que tiene una calidad muy sensual. Rojo: este primario simboliza fuego, sangre, calor abrasador, revolución, alegría, acción, fuerza, agitación, pasión y sexo. Asimismo se vincula con la guerra, disputa, agresividad, desconfianza, destrucción, impulso, crueldad y rabia. Se lo relaciona inequívocamente con una personalidad extrovertida, que vive hacia afuera, que tiene un temperamento vital, ambicioso y material, que se deja llevar por el impulso más que por la reflexión. De acuerdo a Kandinsky, las vibraciones de este color se relacionan por excelencia con lo altamente emocional. Según Max Lüscher (1969) el rojo es la expresión de la fuerza vital y cumbre de la excitación vegetativa: “El rojo eleva el pulso, la presión sanguínea y la Descripción cromática de la personalidad. Lucas Raspall. (Material protegido por derechos de autor, 2009). frecuencia respiratoria (...) con lo cual tiene el significado del anhelo y todas las formas del apetito. El rojo es el impulso para causar efectos, para conquistar el éxito y para codiciar con ansias lo que brindan la intensidad y la abundancia de vivencias. El rojo es el impulso, la voluntad vital de conquista y la potencia, desde la fuerza instintiva sexual hasta la transformación revolucionaria”. Según Halder, el rojo es la medida de la excitabilidad emocional. Mezclado con blanco es frivolidad, inocencia y alegría juvenil, y en su mezcla con el negro estimula la imaginación y sugiere dolor, dominio y tiranía. El rojo está relacionado con la sangre y el fuego y sugiere calor y excitación; es el color del movimiento y la vitalidad: fisiológicamente ejerce un efecto tonificante, aumenta la tensión muscular, activa la respiración, estimula la presión arterial, acelera la circulación y promueve el impulso, la acción y el combate. Es un color muy sobresaliente que roba la atención y suele incitar a tomar una acción, busca la autoridad y la dominación; su poderosa intensidad, más aún cuando impera en la superficie, cansa rápidamente y agota por su enorme potencial de excitación. Moviliza hacia los sentimientos enérgicos y la excitación sexual, también hacia la pasión violenta, el enfado, la cólera y la ira. Violeta: resultante de la mixtura entre los primarios rojo y azul, y conciliando los dos extremos del espectro propuesto por Goethe como colores negativos o pasivos, significa profundidad, tristeza, nostalgia, débil vitalidad, conformismo, desasosiego, melancolía, aflicción y hasta martirio. Con menor frecuencia se lo asocia a la tolerancia, la madurez y la experiencia. El violeta también se liga a la intuición y esconde un lado enigmático, lleno de misticismo. Es el color de la fantasía y de los estados de sueño, y puede sugerir pesadillas o locura. Suele evocar un clima de frivolidad, artificialidad y engaño. En su variación al púrpura, convoca autoridad, realeza, dignidad, suntuosidad, abundancia y sofisticación. Mezclado con negro es deslealtad, desesperación y miseria; mezclado con blanco, rigidez y dolor, aunque en sus matices claros el violeta puede sugerir también delicadeza. Según el Test Piramidal del Color, el violeta es un color mezcla que presenta dos caras, ya que en este tinte conviven tanto fenómenos inhibidores como elementos estimulantes. Así, el violeta representa a la vez intranquilidad e inestabilidad internas, que puede ser tanto un signo de alteraciones como un indicador de tendencias evolutivas y de desarrollo (Heiss & Halder, 1979). Lüscher añade que este matiz puede significar la indecisión vacilante, ya que funde lo conquistador impulsivo del rojo y el repliegue del azul. Azul: es el más frío e inmaterial de los colores. Como tinte que pinta el cielo y del mar, significa serenidad, fidelidad y verdad. Como color que matiza la distancia y el infinito se arrima a la frialdad y al control. Está entonces vinculado con sentimientos de sosiego, comodidad y tranquilidad que, en exceso, parecen acercarse al frío, rigor, tirantez, tristeza, anestesia emocional, frigidez, vacío, miedo y desvaríos. Se lo asocia con los introvertidos y reservados, personalidades concentradas en una vida interior; está vinculado con la circunspección, la inteligencia y las emociones profundas pero reposadas, calladas. Román Reyes lo entiende como el color detrás del que se esconden los amores secretos. La racionalidad cerebral es la esencia energética que este Descripción cromática de la personalidad. Lucas Raspall. (Material protegido por derechos de autor, 2009). color despertaba para Kandinsky. Halder, al comienzo de su investigación, consideró al azul oscuro como el color de la intraversión, de la dedicación al interior propio, del repliegue hacia la propia persona y del mundo de las vivencias individuales. “Esta forma de intraversión conduce a un gobierno de las emociones” (Heiss & Halder, 1979). Mezclado con blanco es cielo, pureza, frescura y fe. Mezclado con negro, desesperación, fanatismo e intolerancia. Un azul turquesa, por ejemplo, es más inquieto que el azul ultramar, ya que en el primero hay participación del amarillo. Fisiológicamente regula y reduce el pulso, la presión sanguínea, la frecuencia respiratoria y las funciones del estado de vigilia, alcanzando una tranquilidad difícil de perturbar (Lüscher, 1969). También parece influir sobre el apetito, disminuyéndolo, probablemente porque no hay ningún alimento azul en la naturaleza. También puede facilitar el descanso, aunque la sensación es distinta de la calma de los verdes. En grandes extensiones no fatiga los ojos. Verde: es un color de gran equilibrio porque sus compuestos se sitúan en un punto transicional en el espectro de los colores vinculados a la emoción mesurada (cálidos amarillos) y el juicio (fríos azules); esta combinación de energía y uniformidad lo ubica como un color de tensión elástica. Significa juventud, esperanza, razón, lógica y realidad. Por esto se lo asocia con las personas superficialmente inteligentes y, según Kandinsky, ecuánimemente estructuradas y organizadas. También sugiere humedad, frescura, vegetación y fertilidad; simboliza la naturaleza y el crecimiento. Halder describe a las tonalidades del verde como un momento de estabilidad y una conseguida regulación de las fuerzas. Puede ser interpretado como una señal de integración, como signo de sensibilidad madura y de la compensación entre el mundo exterior y el interior. Para Lüscher, por su lado, el verde azulado, uno de los elegidos para su test, es la expresión de la defensiva ante los cambios, signo de estabilidad y autoconfirmación, de perseverancia acentuada y de tensión de la voluntad con un propósito. Esta aparente disidencia entre ambos autores se explica en la elección de una fría forma de verde en el test de Lüscher, distinto del escogido por Halder, lo que realza notablemente la tenacidad con la que defiende una postura. Cuando su valor se oscurece, y de acuerdo a particulares modos de composición, puede sugerir también angustia y ansiedad, al mismo tiempo que suele ser señalado como el color de los celos, de la degradación moral y hasta de la locura. El verde, color vinculado directamente a la naturaleza, a los prados húmedos y al aire libre, es fresco, tranquilo y reconfortante. Suele ser destacado como el color más descansado para el ojo humano. Sugiere calma y frescura, es tranquilizador, libera el espíritu y equilibra las emociones. Blanco: es el color que mayor sensibilidad posee frente a la luz. Es la suma o síntesis de todos los colores (desde el punto de vista aditivo) y el símbolo de lo absoluto; entrega la sensación e idea de unidad, integridad, modestia, pureza, inocencia, perdón, paz, suavidad, limpieza y pulcritud. Es aceptación incondicional, a la vez que, en un sentido más negativo y pesimista, puede Descripción cromática de la personalidad. Lucas Raspall. (Material protegido por derechos de autor, 2009). representar frialdad, poca vitalidad, vacío y ausencia. Reforzando la ya mencionada influencia subjetiva de la individualidad y de la colectividad en las culturas, podemos entender esta descripción del blanco en el marco de la cultura occidental, mientras en otras culturas los colores pueden expresar sentimientos totalmente opuestos a los antes indicados: en Japón, por ejemplo, el color blanco simboliza la muerte. Mezclado con cualquier color reduce su cromo y cambia sus potencias psíquicas, la del blanco es siempre positiva y afirmativa. Gris: formado por la transición entre el blanco y el negro, es el producto de la mezcla de ambos en distintas proporciones. Las gamas blanco-gris-negro son, en realidad, «colores sin color». Simboliza neutralidad; es una fusión de alegrías y penas, del bien y del mal. Genera sensación de duda, de indecisión, de resignación y, finalmente, de desánimo y tristeza, aunque más leve que un azul oscuro o negro. De acuerdo a los escritos de Lüscher, no es ni tenso ni aliviador y refleja una falta de compromiso: simboliza el deseo de no darse a conocer, de mantenerse protegido frente a toda influencia. Halder coincide con estos postulados, afirmando que el gris indica una diestra conducta evasiva, una inclinación a la fuga de los compromisos emocionales. Disminuye la saturación de cualquier color en su fusión, casi sin ninguna otra función aparente más que ésta, como carente de personalidad propia. Es un tinte que busca igualar todas las cosas, hacerlas más parejas. Parece libre de cualquier tendencia psíquica, aunque a veces sugiere una leve atenuación de las reacciones psicológicas. Negro: es la ausencia del color, la ausencia de luz; no es un color en absoluto, no tiene tono ni intensidad. Simboliza el error, el mal, la noche, el abismo, las tinieblas, la muerte y el duelo. Significa rigor, prudencia y seriedad, pero también misterio, tristeza, luto, inconsciencia y odio. Frecuentemente es considerado como expresión de negación. Es el color de la disolución, de lo impuro, de lo imperfecto; busca el respeto en el aislamiento, por una reconocida falta de capacidad de integración. Halder lo evoca en el Test Piramidal del Color como una tendencia a bloquear y rechazar los sentimientos afectivos, mientras que Lüscher lo ve como una parada final, un límite absoluto: es el rechazo a la aceptación que en el blanco alcanza su apogeo en absoluta libertad y sin defectos (Lüscher, 1969). 3- PERSONALIDAD: UNA COMPLEJA MEZCLA DE COLORES PENSANDO UN COLORIDO ENFOQUE “En vez de rendirnos frente a este eclecticismo incierto, debemos preguntarnos si existe alguna teoría capaz de reflejar la personalidad como el patrón de variables que abarca la constelación completa de la persona” (Millon & Davis, 2001). Descripción cromática de la personalidad. Lucas Raspall. (Material protegido por derechos de autor, 2009). Si comprendemos que la personalidad es una globalidad de ámbitos que inevitablemente interactúan entre sí, entonces localizar sus principios organizadores es una tarea posible. No obstante, la propia materia de estudio es desde la largada una limitación a la universal validez de la teorización, ya que comprende en su seno fenómenos tan cercanos a las ciencias más duras como a las más blandas, estrechándose en su intención las manos de la biología con las de la psicología, la sociología y la filosofía. A su vez, es sabido que las leyes físicas, de naturaleza definida y atemporal, logran superar los avatares del tiempo (son sólo las explicaciones las que pueden cambiar), pero eso no puede ser esperable en las disciplinas sociales, tan abiertas, imprecisas y siempre dependientes del momento histórico y del marco cultural. Aún así, espero a lo largo de este texto poder conectar con suficiente coherencia y solidez esas visiones parciales que pretenden mantenerse ajenas entre sí, integrando una descripción que las contenga, sin presentarse como una perspectiva más, otra paralela a las demás pero sin contacto con ellas, sino entrecruzándolas y aunándolas. Por supuesto que para intentarlo deberé desafiar las naturales objeciones a los encontronazos epistemológicos que no dudarán en mostrar sus asperezas, suavizándolas en la necesaria conciliación de aspectos tan diversos como los involucrados en este objeto de estudio. Pero confieso que trascender los enfoques particulares no es una empresa sencilla y, con certeza, no puedo asegurar que lo logre. El andamiaje elegido para sostener la integración de los puntos de vista involucrados en mi propuesta serán las premisas básicas del modelo evolutivo, con sus sentidos de supervivencia, adaptación y prolongación de la vida como proclama. Los retos que propone la clarísima distinción de este paradgima, como hemos repasado anteriormente, los fundo aquí en un solo concepto que los amalgama, explicando de mejor manera la intención de este capítulo: la adaptación. Esta tarea entiende la superación de las necesidades primarias y la homeostasis con el entorno ecológico, reconociéndose aquí por supuesto los requerimientos psicosociales, asegurando la supervivencia y favoreciendo la continuidad de la especie. Y en este sentido refuerzo el concepto de adaptación viable (más que adaptación válida) para leer las líneas que desfilan a lo largo del libro, evitando el filtrado de connotaciones ideológicas y estigma social vinculadas a los criterios de normalidad y enfermedad. Luego, el representacionismo, como proceso en el que significan todas las imágenes mentales (en general, sin referencia al sólo aspecto visual), hará de los procedimientos cognitivos lo propio del adaptacionismo para la teoría evolutiva: así, el sistema de otorgamiento de sentidos emocionales y racionales a las situaciones, personas y cosas será la clave para adaptarse al mundo construido. Menos dramático que el brillante psicoanálisis, menos científico que el producto de la severa escuela del conductismo, menos inteligentemente fundamentado que el cuidado enfoque eysenckiano, menos minucioso que el extraordinario desarrollo de Millon, menos obediente que el metódico abordaje de Beutler, menos preciso que el magistral avance de Güidano, menos pragmático que el cosmopolita DSM IV, pero, al menos, con la misma buena intención de generar una explicación que pueda resultarle útil, o cuanto menos interesante, a quien esté leyendo, voy a dar inicio formal al capítulo, reflexionando en una proposición que intenta reunir a las restantes concluyendo en un nuevo Descripción cromática de la personalidad. Lucas Raspall. (Material protegido por derechos de autor, 2009). enfoque, evitando que su producto sea solamente una nueva visión paralela del mismo fenómeno. De a poco empezaré a describir las pautas para entender esta particular exposición que busca enriquecer el objeto de estudio con los inacabables matices que el arte nos ofrece. Entre colores primarios, disímiles saturaciones, privados sentimientos, públicos comportamientos y gamas contenidas en posibles realidades, la nominación de un estado de las cosas buscará ser simbolizada con los valores del arte, perpetuando en los infinitos colores la identificación y descripción de una personalidad. Sabemos que, así como la materia es incolora y que el color sólo comporta su apariencia, la personalidad tampoco tiene un tinte: el observador sólo puede explicar su forma de percibir los rayos luminosos difundidos por el cuerpo indagado. De este modo, al igual que la determinación social del conocimiento tiene el objetivo de ordenar las cosas por y para el uso que nosotros les damos, la impresión generada en este acto de contemplar nos permite clasificar las distintas formas de personalidad. La imposición de estos juegos conceptuales que enmarcan nuestra realidad esconde entonces el secreto mismo de esta teoría, restringiendo ahora el interés en el aislamiento y reserva de tintes, brillos y valores para filtrar y clasificar las distintas formas de personalidad. A priori vale señalar que el resultado de la utilización de esta rueda cromática de la personalidad no es nunca un color sino una gama, más o menos definida. Este recortado abanico muestra un tinte dominante que se ubica en el centro de su banda cromática, citando las cualidades imperantes que gobiernan la personalidad. Del mismo modo que en un cuadro, la presencia de matices por fuera de la gama seleccionada en la paleta es no sólo una posibilidad sino una necesidad, que con pequeños detalles y puntos precisos acercan el resultado a la infinita diversidad de la naturaleza, añadiendo una cuota de dramatismo en la obra terminada. La gama de personalidad evidencia entonces: un tinte dominante que gobierna la composición por su amplia proporción de uso (ligado a los esquemas preponderantes), ubicado en el centro del dinámico sector escogido para señalar sus modos; colores mediadores, allegados al matiz y cualidad dominante; y otros tónicos o complementarios, opuestos en la rueda cromática, dueños de cualidades que suelen brillar por su ausencia en la organización observada (pautas infradesarrolladas). Aparecerán en primer orden los meridianos, arbitrarias y absurdas construcciones teóricas que trazarán un corte diametral de la rueda cromática. En su nítida distinción, el primer meridiano quiebra la continuidad circular en dos medias lunas que se interesan por valores disímiles. Cada una de ellas es dueña de un atributo polar, antagónico al de la opuesta, difuminando para sus costados cualidades de decreciente intensidad que buscan fundirse en lo más suave del semicírculo opuesto. Tras la selección de uno de ellos, de acuerdo a las características identificables en la dimensión que la titula, el dibujo del segundo meridiano exige una nueva decisión. Con la misma mecánica, esta línea que cruza a la anterior, determina una división que permite la identificación ahora con un cuarto del semicírculo ya escogido. La tercera dimensión, denominada eje en cruz, buscará por su lado especificar aún más el Descripción cromática de la personalidad. Lucas Raspall. (Material protegido por derechos de autor, 2009). sector enfocado: así, el cuarto seleccionado reducirá su superficie en un intento de conseguir mayor precisión. Antes o después -el orden de los factores no altera el producto- podrán ser identificadas las cualidades básicas predominantes de la personalidad, señaladas en los tres colores primarios como hielo (azul), fuego (rojo) o equilibrio/estabilidad (amarillo). Cada uno de estos títulos abarca un espectro de atributos ilustrados desde la sublime sensibilidad de Goethe en su Teoría de los Colores, añadiendo los valores de otros autores y los propios. Toda personalidad es construida obligadamente por los tres colores primarios: no existe, por ejemplo, la posibilidad de un rojo absoluto, sin presencia de cuotas de amarillo y azul. Los tres fundamentales están siempre presentes, aunque en variables proporciones en la mezcla, permitiendo sólo un señalamiento de mayor proximidad a la cualidad hielo, fuego o equilibrio, vinculado a las secuencias predominantes de emoción, pensamiento y conducta. Finalizado este rápido esquema orientador e ilustrativo de la personalidad en estudio, se considerarán otras cualidades del color. La saturación tiene estrecha relación con el grado de pureza del tinte seleccionado. Una gran proporción de azul, claramente superior a la mínima participación de los otros primarios, deja una impresión de azul puro, recordando que la saturación de un color va disminuyendo en la medida en que éste es ensuciado por otros. Como resaltara anteriormente, no es factible encontrar un color en la naturaleza que sea absolutamente puro; no es posible tampoco determinar una personalidad que muestre un repertorio de ideas, afectos y comportamientos tan estrecho y rígido como para ser simbolizado con tanta pureza. La última cualidad del color ponderada en esta revisión es el tono o valor del resultado de la mezcla, en función de la claridad u oscuridad, de la cantidad de blanco o negro que se añada en la paleta. Aquí reside una cuarta dimensión no considerada directamente en las particularidades manifiestas por el cruce de los meridianos, que otorga una significación aparte de los atributos antes señalados. Así, el tono agregará una calificación a los matices advertidos, adjetivando con mayor precisión la disposición global. En la anunciada invitación a jugar, podrán reconocerse por fuera de la rueda algunos pensamientos, emociones y comportamientos, todos entreverados en complejos esquemas de procesamiento que hacen a particularidades del sentido de sí mismo. Sumando dificultad a la comprensión del objeto de estudio, estos fenómenos se disponen en los márgenes del contorno circular, como desprendidos de un efecto centrífugo. Con cierto desorden y arbitrariedad, confeso de antemano para evitar irreprimibles objeciones, se disponen cercanos a los terrenos de la rueda que más los contienen. No obstante, su presencia ligada a gamas más o menos definidas no quita la posibilidad de su utilización en áreas disímiles del aro. Es un criterio estadístico, en referencia a la frecuencia de su aparición, el que termina determinando la posición que les atribuyo en la periferia del círculo cromático. Finalmente, y con la misma mecánica que los esquemas recién repasados, los dispositivos adictivos participarán con la inequívoca intención de mantener el resultado de la mezcla sin alteraciones, estable, imperturbable. La síntesis de las ideas, las sensaciones, las emociones, los afectos y las conductas transforma su nominación a trampa adictiva solamente cuando su utilización Descripción cromática de la personalidad. Lucas Raspall. (Material protegido por derechos de autor, 2009). denote una repetitiva disposición que escapa del poder de la voluntad, un fenómeno recursivo que eluda el análisis, una extrema rigidez que busque prescindir de alternativas, y una sustancial dificultad de cambio. Su producto, invariablemente, hace a una debilidad de la personalidad que entiende un severo obstáculo a la adaptación flexible, perpetuándose en reconocidos rasgos, hábitos y vicios que tenazmente se afirman en la personalidad. Los dispositivos adictivos no son fenómenos señalados en la rueda graficada, ya que ellos no son más que los esquemas mencionados con un alto drive y una elevada cuota de agarrotamiento que, a pesar de un reconocido o no resultado desfavorable o maladaptativo, no puede ser modificado. Su presencia es un disparador a apretar el mismo pomo de color de manera recurrente, impidiendo el cambio de tinte y la variación de la gama, manteniendo su cualidad con inusual perseverancia y, considerando otra de las cualidades descritas, sosteniendo una saturación llamativamente exagerada. Del mismo modo que en el resto del libro, no pretendo superar otras teorías u ordenamientos en cuanto al acabado y minucioso estudio de sus elementos constituyentes sino, por el contrario, acercar la intuición y sensualidad del arte a una disciplina que parece querer emanciparse, renunciando con implícita cobardía a la sabia invitación de Goethe a articular asignaturas para observar la totalidad de un fenómeno. Siempre más cercana a los flexibles contornos de la pintura que a las duras aristas de la ciencia, la paleta de esta colorida propuesta dejará lugar a la riqueza, al ingenio y a la creatividad del artesano, para elegir los matices que plasmarán aquello que observa en la naturaleza: en este caso, en una forma de personalidad, sin posibilidad alguna de que el resultado no sea siempre distinto de otros. Es obvia la confesión de asumidas falencias y puntos a discutir (¡y por suerte esto siempre va a ser así!), por lo que sin mayor cautela comenzaré a volcar un colorido abordaje que se ajusta con comodidad a la silueta de este informal libro. LOS CRUCES DE LOS MERIDIANOS Ese conjunto de esquemas de procesamiento y características distintivas que hace a los rasgos, la actitud y conducta de cada personalidad determina las condiciones de los vínculos interpersonales, los modos de comunión con el entorno en el que actúa y la relación particular de la persona consigo mismo, distorsionando todas estas formas de alianza de acuerdo a las posibilidades de su organización. Su estilo de afrontamiento varía en función a los atributos y valencias de cada una de sus dimensiones de estudio. Estas extensiones serán ahora facilitadas por ejes que cruzan la rueda cromática y reconocen y separan características diametralmente opuestas de una misma cualidad. Como primera medida entonces, para ubicar de modo rápido la gama con la que mejor podríamos describir a una persona, encontramos estas distinciones, dibujadas por el cruce de los tres meridianos. Los atributos apreciados en cada uno de los sectores marginados varían en su forma e intensidad, en su calidad y su cantidad, y, tras la combinación con otras particulares cualidades, en su expresión final. Y si bien sus formas saben Descripción cromática de la personalidad. Lucas Raspall. (Material protegido por derechos de autor, 2009). distinguir características específicas de cada organización de personalidad, la relativamente estable noción de rasgo que ellos bosquejan puede dejar lugar a variaciones inconstantes compatibles con el concepto de estado. De este modo, las cuotas de cada uno de los fenómenos señalados detrás de cada cisura pueden ser modificadas en cortes puntuales transversales de su biografía, sin cambiar el cuadro general, las formas, pero sí su grado de funcionalidad o disfuncionalidad. El primer meridiano (imagen 8) nace de un color primario, el amarillo, para terminar su recorrido en uno secundario, el violeta, por supuesto, encontrando una estación de paso obligado en el centro del círculo, en ese punto donde se trenzan estos tres ejes. El segundo meridiano (imagen 9) une dos colores terciarios: el azul verdoso (color intermedio ubicado entre el azul y el verde) y el rojo anaranjado (situado en la rueda entre el rojo y el naranja). El tercer meridiano (imagen 10) es aquel descrito por Goethe, que separa los pasivos de los activos. En su teoría conecta el rojo con el azul, haciendo del centro de la rueda el tercer vértice del triángulo que identifica los colores negativos o pasivos. Pero en mi propuesta es necesaria una modificación que pierde la precisión del impacto cromático en la sensibilidad del observador, pero que suma practicidad, celo y detalle a esta descripción de la personalidad. Una vez dibujadas las líneas del alemán, debe pensarse un trazo imaginario (el del segundo meridiano) que adquiere las características de un espejo: las dos mitades separadas por esta banda reflejarán así la una a la otra. La disección enseñada por Goethe, ese triángulo que liga centro con rojo y azul, se refractará en otro trilátero cuyos vértices serán el centro, el naranja y el verde. Entonces este meridiano, denominado eje en cruz, quedará finalmente constituido por tres líneas rectas que van de lado a lado y se cruzan en el centro de la rueda. Una une el rojo con el verde, la otra el azul con el naranja, y la restante el azul verdoso con el rojo anaranjado. El primer meridiano (imagen 8) separa dos medias lunas, tal como lo hace también el segundo, pero esta línea conlleva la distinción del clima de los colores, discriminando así la gama fría de la cálida. Como ya hemos visto, los matices de un lado y del otro del eje poseen características diferentes que imprimen en el observador una sensación cualitativamente distinta. Ahora las ligaré más firmemente al examen de la personalidad. La gama cálida encuentra a aquellas personas con tendencia a la sociabilidad y gregarismo, con ganas y necesidad de relacionarse con otros. Son individuos que suelen tener el sentido de exploración más manifiesto, representado en su costado más exagerado en interminables búsquedas de emociones que encuentran en el objetivo apuntado el inicio de una nueva partida. Comenzando su sendero en el amarillo del equilibrio, sus tonos van aumentando de temperatura a medida que se acercan al fuego; así, por ejemplo, el adjetivo sociable muta en frenéticamente gregario y espontáneo en histriónico y exhibicionista. El rojo se viste de polo en cuanto al ardor del color, así como también al calor de la personalidad. En este punto suelen detectarse cualidades agobiantes y asfixiantes de expresión emocional, tanto como de demanda de contención y urgencias afectivas. Presentan una clara tendencia a amplificar Descripción cromática de la personalidad. Lucas Raspall. (Material protegido por derechos de autor, 2009). aspectos perceptuales y afectivos de la experiencia, manteniendo así su sentido de realidad. Son muy sensibles a sus vivencias internas, emociones, motivaciones y necesidades, orientando la mira casi de manera excluyente hacia el interior. No es frecuente que su conciencia por las experiencias del otro gane el foco de atención, menos cuanto más se acerca al violeta y un poco más cuado se corre hacia el amarillo. Enardecidos de entusiasmo, sus intereses pocas veces se limitan a actividades solitarias o individuales, sino que necesitan de un público o personas que lo sigan o acompañen; raramente orientan su tiempo hacia las tareas o intereses particulares. Finalizando el viaje imaginario iniciado en el amarillo, tras el encuentro del punto máximo de temperatura en el rojo, el sendero de los cálidos lleva hasta el violeta, que suma a estos encendidos sentidos una dificultad para hacerlos consistentes en la propia trama narrativa, desordenando el producto y haciéndolo desconcertante. Las personas que habitan la gama cálida son fácilmente equiparables con los extravertidos descritos por Eysenck en una de las dimensiones de estudio de su teoría de la personalidad, que aquí comportará parte de las luego definidas infraestructuras. La predominancia de los colores cálidos, por ejemplo, no excluye mezclas con los colores fríos, de hecho éstos son necesarios para producir sombras y para matizar algunas composiciones excesivamente puras. Esta combinación, sin embargo, no resta protagonismo a la tendencia cálida del conjunto, a la vez que la enriquece y permite posibles notas de contraste que dramatizan y realzan el resultado. Los colores cálidos están cortados por el segundo eje (imagen 11), que separa a los luminosos de los oscuros, y por el tercer eje (imagen 12), que señala la posibilidad de que los cálidos y oscuros o cálidos y luminosos sean, a su vez, activos o pasivos. La gama fría, en cambio, hospeda a aquellos individuos de estilo más intelectual que afectivo, más cerebrales que viscerales, esas personas que expresan un restringido y contenido abanico de emociones, más controlados en la manifestación de sus afectos. Estas personas parecen ser más duras, menos conmovibles y mucho más reservadas, permitiéndose expresiones pasionales solamente en contadas ocasiones y con personas determinadas, cuando no por algún raro accidente que le quita el pie del freno cognitivo al mundo emocional. En general se trata de personas que escogen largamente las actividades individuales, aquellas en las que puede manejarse y arreglárselas solo, y, preferentemente, las de corte intelectual. No busca tener muchas amistades y no goza de las reuniones sociales, pero tampoco es un ermitaño ni un desadaptado. De la misma forma que en cualquiera de los otros atributos señalados en los distintos cortes, cada cualidad, en sí misma, es dueña también de un abanico que presenta mayores y menores intensidades: así, la reserva de los tonos fríos se puede transformar en una glacial pared que parece castigar al otro implicado en un vínculo, de igual modo que una sutil preferencia por solitarias actividades puede virar en una supremacía casi excluyente. No es su objetivo destacarse en los grupos de gente y menos aún transformarse en el centro de atención. Las caricaturas de este tipo podrían ser, sólo ilustrativamente, un erudito, un pensador, un investigador, un filósofo o quizás un músico. Este sector del círculo nace, para comprender mejor la descripción Descripción cromática de la personalidad. Lucas Raspall. (Material protegido por derechos de autor, 2009). cromática propuesta, en el amarillo y viaja por todas las tonalidades intermedias hasta el violeta. Su punto de partida no es un dato irrelevante, ya que, al tratarse del color asignado al equilibrio y la estabilidad (esto será mejor explicado en el punto siguiente) considera el sitio menos exagerado y más adaptativo del continuo de los colores fríos. Este recorrido, que no tiene correlato con la Teoría del Color, ya que ésta no hace la presente distinción, encuentra en el azul el más frío de sus tintes, aquel que de manera más sobresaliente expresa las cualidades atribuidas a la gama. En cambio, a medida que se acerca más al amarillo, sus cualidades se ven más disipadas, mostrando rasgos más tibios. El hielo del azul congela la gama, y en el resto del sendero hasta el violeta, no gana en frío sino en desorganización, en desorden emocional. Esta media luna se condice con los intravertidos de Hans Eysenck, con quienes comparte muchas características y, posiblemente, una base biológica o de temperamento determinada, como señalara también en la franja cálida. Si consideramos ahora el cruce del segundo eje (imagen 11), veremos entonces que los colores fríos pueden ser luminosos u oscuros, de acuerdo a su ubicación con respecto al azul verdoso como frontera. Mil veces más haré esta aclaración, y espero no hostigar al lector, pero es sumamente necesaria: los límites señalados por cada una de las rectas que cruzan la rueda deben ser vistos con absoluta flexibilidad y comprendiendo que, así como en el arte, en el estudio de la personalidad estas distinciones nunca serán tan netas y precisas, sino más difusas y movibles, cuando no hasta confusas. Los fríos y luminosos, del mismo modo que los fríos y oscuros, pueden a su vez ser distinguidos en activos o pasivos de acuerdo al lado en que se encuentren del límite presentado por el tercer eje (imagen 12). Antes de pasar al segundo meridiano, refuerzo un punto de singular importancia: la nota más atenuada de frío o calor es el amarillo, ese tono donde nacen tanto la gama fría como la cálida. A medida que éstas se alejan de su dominio, caminando el contorno de la rueda hacia el violeta, sus temperaturas se hacen más extremas. Los fríos encuentran su punto más gélido en el azul, al mismo tiempo que los cálidos hallan su sitio más abrasador en el rojo. Siguiendo sus respectivos viajes hacia el violeta, y terminando así el recorrido del perímetro, la pérdida de la capacidad de integración y la incoherencia aparecen como cualidades que se suman a la exaltada temperatura manifiesta, dificultando la noción de equilibrio o estabilidad. El segundo meridiano (imagen 9), a su vez, abre el mar de las personalidades en dos aguas: las luminosas y las oscuras, gamas que obtienen su nombre de acuerdo a la cualidad de luz que obtienen sus colores integrantes. La selección formada por los oscuros se condice con aquella dimensión señalada por Eysenck como neuroticismo, siendo ésta señalada como otra infraestructura de la personalidad en mi propuesta. Un alto nivel de neuroticismo se pinta aquí con tonalidades oscuras, mientras que un bajo nivel de este elemento utiliza tintes luminosos. En esta partición, si bien las cualidades agrupadas detrás de la línea divisoria hablan de características de rasgo, de formas estables y hasta relativamente perennes, un efecto embolsa poder: sus atributos saben modificar grandemente sus intensidades, fundamentalmente del lado de los Descripción cromática de la personalidad. Lucas Raspall. (Material protegido por derechos de autor, 2009). oscuros. Así, estados puntuales transitorios se convierten en un gobierno que parece condenar los rasgos habitualmente dominantes en fenómenos solamente secundarios. Pero por ahora dejo pendiente esta observación, para ser aclarada en el momento más pertinente. Los colores luminosos conforman un reino del cual el amarillo es el rey. Como centro de su poblado, el color del sol abre sus rayos hacia uno y otro lado del semicírculo, perdiendo intensidad mientras los tintes se alejan más de su núcleo, viajando hacia los extremos del meridiano. Así, el rojo anaranjado y el azul verdoso, tienen menos luz que el naranja o el verde, por ejemplo, mostrando en sus particulares características menor proporción de equilibrio y estabilidad, del mismo modo que van sumando también otras cualidades. Estas valencias sugieren mayor calidez o frío a medida que su travesía se orienta hacia el rojo anaranjado o azul verdoso, inclinando la aún vigente ecuanimidad hacia los estilos más pasionales o cerebrales respectivamente. En la gama de los luminosos, entonces, cuanto más se aprieta el pomo del amarillo, mayor equilibrio tiene la mezcla de la personalidad, ganando en armonía y nivelando la proporción de esquemas de procesamiento de tipo racionales y emocionales. La música de este contrapeso resulta en una melodía suave, tranquila, tenue, sin mayores sobresaltos, una cadencia que raramente encuentra grandes sorpresas. Su amplia capacidad de abstracción, su pensamiento claro y su pasión mesurada generan habitualmente un clima de bienestar, relajado y distendido. Pero si su prolija armonía llega a hacerse casi invariablemente inalterable y excesivamente previsible, reconociendo en la humana estabilidad la posibilidad y necesidad de ciertos desniveles en circunstancias puntuales que la exijan, entonces es probable que un amarillo saturado esté impregnando toda la muestra. De no ser así, entonces es probable que esa falsa ecuanimidad esté escudada detrás de tonos lindantes con el hielo. Los colores oscuros presentan un gobierno de leyes opuestas al anterior. Su primer mandatario es el violeta, color complementario en la rueda cromática al rey de los luminosos. También el rigor de su constitución va perdiendo intensidad mientras los matices se separan de su cetro. De este modo, para un lado o para el otro de este violeta saturado, los matices disipan la carga de violeta para llegar en sus extremos al rojo anaranjado y al azul verdoso, pasando por el rojo y el azul como estaciones intermedias en cada uno de los senderos. Por el contrario de los luminosos, que se jactan de ser equilibrados y estables, los oscuros son más inestables e inseguros, cargando de tinta sus cualidades tanto más cuando se acercan al violeta. En este punto de máxima oscuridad en la gama presentada y prestada a la descripción cromática, otras cualidades suelen hacerse aparentes como resultado de una profunda inestabilidad del sentido de sí: la oscilación entre supravaloraciones narcisísticas e infravaloraciones melancólicas ilustran una destacada volatibilidad. La inhibición y la excitación en todos los niveles de expresión del aparato psíquico son fenómenos que conviven permanentemente, sin conciliaciones, peleando por un lugar. Son en el mismo día tanto autónomos e independientes, sin querer ni precisar nada de nadie, como absolutamente dependientes y necesitados de un apoyo y consejo excesivo. Al encontrarse en el punto medio entre el hielo y el fuego, pueden presentar manifestaciones emocionales tan altamente expresadas, como gélidas respuestas que disfrazan su enorme y Descripción cromática de la personalidad. Lucas Raspall. (Material protegido por derechos de autor, 2009). contenida carga afectiva en la cuidadosa y sesuda elección de sus palabras. Los estados de ánimo pueden fluctuar de un lado al otro, en fugaces trances desde lo eufórico hasta lo depresivo. Finalmente, esta desintegración de la propia identidad y estas alternancias en los niveles de la autoestima los hacen más intranquilos de sus capacidades que sólidos y seguros. En circunstancias puntuales, todas las cualidades residentes en este espacio parecen ganar en intensidad, incrementando sus fenómenos en un espiral que aparenta ser irrefrenable: aquí se entra en una escalada que, de manera pasajera, sabe modificar la forma global de la personalidad, llegando en ocasiones a grados llamativos de desorganización. Bajo este denso manto de desconcierto las desbordadas emociones se confunden y aturden al individuo que, preso de este trance de perturbación, no puede discriminar entre sus propias sensaciones y las contingencias externas, entre las valoraciones internas y los juicios foráneos. La capacidad de abstracción y juicio parece debilitarse dejando sitio a un nivel más concreto que imposibilita una visión panorámica de la experiencia y la posibilidad de arrinconar los problemas puntuales. Así, vestido de violeta saturado, sometido y azorado por el capricho de sus desenfrenadas emociones y sus inconsecuentes pensamientos, por momentos disparatados y hasta absurdos, la contradictoria e incoherente amalgama de vehementes cualidades cálidas y frías es una condena transitoria que dificulta una conveniente adaptación. En cambio, la insondable sensación de pérdida de control deja lugar a una mayor participación de la razón cuando, por propias aptitudes o por el solo paso del tiempo, lo excesivo de sus anárquicas emociones se disuelve y permite al sistema hallar una explicación suficiente de su experiencia. La inestabilidad se va perdiendo a medida que el violeta se diluye al caminar por el perímetro de la medialuna, encontrando mayor equilibrio y definiendo con un poco más de precisión su tendencia fría o cálida, de acuerdo a la elección del sendero que lo guía al azul verdoso o al rojo anaranjado respectivamente. A su vez, tanto los oscuros como los luminosos podrán ser valorados como positivos o negativos por el tercer quiebre (imagen 12), el del eje en cruz, adquiriendo detalles dispares. El tercer meridiano (imagen 10), por su lado, separa también propiedades disímiles; así, los colores positivos o activos tendrán particulares diferencias con sus pares del otro lado de la rueda, los negativos o pasivos. A diferencia de los demás cortes, esta distinción creada por Johann Goethe, que va del centro del círculo al rojo y al azul, suma en mi propuesta otras características. Si continuamos la línea que une el rojo con el centro (como un radio del círculo) hasta el verde, entonces quedará plasmada una recta que cruza de lado a lado la rueda transformando la noción geométrica de radio en diámetro. Otro eje perpendicular al primero unirá dos puntos distantes entre sí, el azul con el naranja, una secante que muestra en la cruz resultante cuatro ángulos, dos agudos y dos obtusos. Como anticipara en párrafos anteriores, puede notarse que los sectores definidos son una imagen reflejada de un espejo que une ilusoriamente el rojo anaranjado con el azul verdoso. Esta adición de mi autoría, pidiendo disculpas a la falta que origina en la teoría de los colores del famoso pensador alemán, tiene solamente una intención práctica que facilita la comprensión y mayor precisión de la descripción cromática de la personalidad. Descripción cromática de la personalidad. Lucas Raspall. (Material protegido por derechos de autor, 2009). Ensayaré una explicación que aclare esta transitoria confusión. Goethe ofreció esta «V» imaginaria para separar las gamas positiva o activa de la negativa o pasiva, sentenciando los atributos ya señalados para cada una de ellas. Tras el trazado de esta figura, invito a repetirla del lado opuesto, con un vértice clavado nuevamente en el centro. El resultado es el de una cruz que abre la rueda en cuatro porciones dispares, dos grandes y dos chicas. Este meridiano debe proyectarse sólo una vez que los dos primeros hayan sido ya bosquejados en la rueda. De acuerdo a la suma de los dos primeros ejes, una persona va a ser ubicada en un cuarto de la rueda, entre las coordenadas que separan estos dos carriles. Hasta aquí las posibilidades son solamente cuatro, de acuerdo a las gamas elegidas: cálidos y luminosos, cálidos y oscuros, fríos y luminosos o fríos y oscuros. Ahora es tiempo de trazar la tercera línea y ubicar la personalidad en los dos sectores remanentes dentro del cuarto ya elegido. Este corte en cruz abre cada uno de los cuartos que generan los dos primeros meridianos en dos terrenos que permiten mayor precisión de las cualidades hasta entonces elegidas. Así, esta doble frontera separa cuatro espacios, que se reducen en dos en función de las características que describen, de acuerdo al sentimiento de valía personal, de autoestima y confianza en sí mismo, enlazados finalmente con los conceptos de autodirección, autotrascendencia (que modelan el carácter según Cloninger) y persistencia (relativo al temperamento, de acuerdo a los escritos del norteamericano). En esta partición se homologan también las polaridades activa y pasiva de Millon (2001), una de cada lado, uno de los tres grandes aspectos que permiten, de acuerdo a sus escritos, el análisis de los distintos tipos de personalidad. Por el lado de los negativos o pasivos están entonces las personas que tienen bajos estos sentidos, con mayor inclinación a la dependencia de otros, a la búsqueda de apoyo y toma de decisiones en otros de supuestas mayores capacidades. Pierden en autonomía e independencia y se sienten más inseguros y vulnerables que el resto. A la vez suelen ser más inconstantes y abandonan sus emprendimientos precozmente, al no confiar en su sentido de autodirección. Les resulta más difícil enfocar la atención y delimitar los problemas presentes con la mira puesta en hallar una resolución, lo que señala un estilo atencional difuso. Coincidente con lo último mencionado, suelen recostarse en orientaciones temporales que viajan al pasado, donde residen preocupaciones y reproches por lo no vivido o aprendido, mientras que les es más difícil sopesar el presente y prever las consecuencias futuras del actual comportamiento. Puede notarse también que de su sector se van desprendiendo solapadamente emociones más aciagas, desfavorables o desafortunadas, esto referido solamente en el sentido en que son percibidas internamente, como ajenas al placer, pero de ninguna manera inútiles, perjudiciales o nefastas; ni mejores ni peores, aclaro. Así, tanto los cálidos como los fríos de la gama oscura, pueden presentar en su inseguridad, inestabilidad y falta de confianza, oscilaciones del sentido de sí mismo que llevan a la ocasional emergencia de sentimientos más cercanos a la inutilidad, culpa, falta de valor, autodesprecio y disposiciones depresivas. Pero, como en las otras especificaciones, todo y nada, siempre y nunca, son calificativos prohibidos. Lo negativo de una gama fluctúa de acuerdo a un rango de Descripción cromática de la personalidad. Lucas Raspall. (Material protegido por derechos de autor, 2009). posibilidades más o menos intensas de cada atributo señalado, por ejemplo, de confiado a crédulo y compasivo, de afable a condescendiente, de cooperador y solícito a indulgente y devoto, de dócil a servil, o de dubitativo a indefenso, atemperando o exagerando el mote de la cualidad en función de una menor o mayor percepción de necesidad y dependencia de un otro fuerte y capaz. Es posible que con incrementada frecuencia las magnitudes más exorbitadas de cada una de las condiciones aquí detalladas se reconozcan del lado de los oscuros del segundo corte. En general, estos estados suelen ser más breves y superficiales en la medialuna luminosa (separada por el segundo eje) que los manifestados en las gamas oscuras, al encontrarse sus tendencias siempre más cercanas a la nivelación del equilibrado amarillo. Esta precisión hacia los tonos negativos que presta el tercer eje, acentúa entonces estos caracteres cuando se traten de personalidades dentro de la gama de los oscuros, sean cálidos o fríos, potenciándose y coronándose en inclinaciones hielo o fuego un profundo desequilibrio que empuja el sistema a la desorganización. Por el otro lado, los matices más positivos o activos pintan a las personas que son más seguras de sí mismas, con mayor autoestima y confianza en sus capacidades. Son en general individuos más independientes, emprendedores, competitivos y con tendencia a la búsqueda de dominancia. Como fuera apuntado anteriormente, también en esta delimitación existe un rango que se balancea entre importes leves, moderados y excesivos. Así, de seguro y confiado puede virarse hacia arrogante y rígidamente autónomo, de competitivo a ambicioso, de crítico hasta rivalizante y desdeñoso, o de dominante a controlador y dictatorial. En líneas generales, pero no de manera uniforme e inequívoca, abundantes cuantías de los elementos en este sector apreciados suelen estar más presentes en los cortes oscuros, mientras en los luminosos las dosis de estas cualidades suelen ser más leves y mesurados. De este lado del corte son más frecuentes las emociones de carga positiva como la satisfacción y la plenitud, sostenidas en la posibilidad de perpetuar la voluntad y la constancia. Es por estas cualidades que su estilo atencional es focalizado, sin presentar dificultades para concentrarse en un problema y su posible resolución, y su orientación temporal no suele demorarse en rumiar sobre el pasado sino que coteja las contingencias presentes con los objetivos futuros. Son personas persistentes en sus tareas y fines, afirmados en una sólida constancia construida sobre su seguridad y confianza en sí mismos. En ocasiones, esta tendencia también puede perder el equilibrio. Aún así, está claro a esta altura que de ambos lados de la línea que divide se pueden encontrar emociones y estados similares; lo que cambia es fundamentalmente la proporción en la que hacen su aparición en el escenario de la experiencia. Refuerzo algunos puntos más de este complejo meridiano en cruz. En la división que marca el segundo meridiano (imagen 12), la que señala las gamas de colores luminosos y oscuros, hay una distinción importante de destacar: en el abanico de los luminosos existe una proporción dominante de matices positivos con respecto a los negativos del tercer cruce. Esto se corresponde con una mayor probabilidad de presentar las cualidades señaladas del lado de las positivas del tercer eje en los espectros luminosos de la personalidad, sumando cuatro porciones de las seis que propone esta mitad de la rueda, y dejando Descripción cromática de la personalidad. Lucas Raspall. (Material protegido por derechos de autor, 2009). solamente dos fracciones negativas. Por el contrario, en aquellos inestables del lado oscuro de la rueda cromática, de acuerdo a la segunda dimensión presentada, la chance de ubicar las disposiciones de la rama negativa del eje de Goethe es mayor a su par opuesta. De este modo, cuatro lotes negativos dominan la estadística contra los dos positivos que admite la medialuna de los oscuros. Con respecto a la división trazada por el primer meridiano, la sumatoria de los segmentos positivos es igual a la de los negativos, pero con una distribución despareja a lo largo de su superficie que concentra las cualidades negativas o pasivas tras los márgenes del rojo y del azul, en el recorrido que parte desde el amarillo contorneando hacia uno y otro lado. Dicho de otra manera, alrededor del violeta se condensan preferentemente las constituciones más negativas o pasivas. LAS CUALIDADES DE LOS COLORES PRIMARIOS De acuerdo a la Teoría Tradicional del Color, como ya he expuesto, existen tres colores fundamentales a partir de los cuales pueden formarse los restantes tintes encontrados en la naturaleza. En este punto haré referencia en forma exclusiva a la primera cualidad del color, a aquella que lo define como tal: el matiz o tinte. No existe la posibilidad de concebir una personalidad formada con uno solo de estos primarios, ya que, en más o en menos, una carga de cada color es siempre obligada. Si la proporción de azul (cerebralidad) es muchísimo mayor a la del rojo y el amarillo, entonces puede ser aparente para el observador una gama monocromática como la del período azul de Picasso, que no dejaba de tener otros tonos logrados a partir de la mezcla con los otros primarios. También hemos visto que los detalles de estos otros distintos al tono dominante resaltan aún más su presencia. Mucho rojo (visceralidad) en la composición de un cuadro genera, en cambio, una sensación cualitativamente distinta, con destellos de mayor intensidad en la medida en que otros tonos refresquen su presencia y dominio en la mezcla. El amarillo (equilibrio), por su lado, es el que se encuentra en el medio de ambos, separado de ellos de manera equidistante. Es el elegido en mi descripción cromática de la personalidad como aquel que también se encuentra en su cualidad en un punto de contrapeso, de ecuanimidad. Haciendo de las dos líneas que unen el centro del círculo con el rojo y con el azul, una barrera impermeable, entonces la única vía que permite la conexión del rojo con el azul es a través del amarillo (imagen 13). Disfrazado de mediador, será el punto en el que la cantidad de los otros primarios es templada y balanceada. En la medida en que el amarillo se abra camino hacia uno u otro lado, su carga de rojo o azul se hará más significativa, virando hacia el naranja y el verde respectivamente, para llegar finalmente a tintes más saturados de los primarios que conforman los otros vértices. El viaje virtualmente interrumpido desde el rojo hasta el azul encuentra en esta teoría una fusión de ambos matices en forma desordenada, no como un tono homogéneo y continuo sino como una apariencia lograda solamente por la visión a la distancia, como si fueran píxeles que en la medida en que se acerca el ojo pueden diferenciarse Descripción cromática de la personalidad. Lucas Raspall. (Material protegido por derechos de autor, 2009). mejor en secuencias de rojo y azul alternados; hielo y fuego conviven y se turnan entre sí sin ligarse. En realidad, todos los colores que pierden la pureza del primario serán compuestos de este modo, pero a fines prácticos de la descripción de la personalidad, y ya no de la teoría del color, la intención es señalar este efecto de heterogeneidad en aquella recta trazada solamente entre el rojo y el azul, y no en aquellas sostenidas entre el rojo y el amarillo, y entre éste y el azul. El rojo es el nombre de la visceralidad y el fuego (imagen 14). Su color enciende al máximo los atributos distinguidos en la gama de los cálidos, incinerando con sus ardientes cualidades los papeles de los restantes elementos de la paleta. Cuando su saturación y pureza lo definen con total nitidez, entonces su tinte visceral domina el estilo en la gran mayoría de las circunstancias, perturbando con seguridad otras alternativas de afrontamiento de las situaciones. Cuanto más se acercan los colores al fuego, más se queman con estas propiedades de cargada intensidad. El rojo está lleno de amor y pasión, así como de ira, agresión y guerra. El humo de sus brasas funde estos elementos y los presenta de manera alterna en períodos de tiempo indeterminables, tan breves como una fusa o tan largos como las todas las composiciones de Mozart juntas. En la hoguera del fuego reside una fuente de incansable fuerza, acción y agitación, siempre encendida por ese peón de la impulsividad, pieza rebelde remota al relegado cerebral tablero de ajedrez. La reflexión raramente sofoca su inacabable y ambiciosa llama, así como suele ser baja la predisposición para las tareas solitarias o intereses intelectuales. El rojo como color, y el fuego como cualidad, roban la atención y no tardan en dominar la escena, pero con frecuencia y sin demora suelen agotar con su exaltada potencia a todo observador, que pasará de ser objeto de amor de su pasión al blanco de su cólera. Su opuesto no es el azul, bandera del hielo en este estudio de la personalidad, sino el verde, aquel que le es complementario en la rueda cromática de Chevreul. Esto puede ser entendido ya que el azul le es semejante en cuanto a la intensidad y pureza de sus atributos. Y es quizás esta característica una de las más importantes a la hora de definir una cualidad de color primario, sea ésta fuego/visceralidad (rojo), hielo/cerebralidad (azul) o equilibrio/estabilidad (amarillo). Como he intentado señalar, el amor y el odio se funden en el fuego, por lo que su luz no se hace antitética en la calidad del sentimiento sino en la intensidad de la emoción, y en la menor participación del juicio en su pigmento. El verde, como hemos ya repasado, es un color de mayor equilibrio y armonía por su situación transicional en el espectro de los colores vinculados a la emoción y al juicio, pero su mayor proximidad en la rueda cromática con el azul lo acerca a las nociones de razón, lógica y realidad. El ruso Kandinsky no dudaba en señalarlo como una esencia energética estructurada y organizada. Es vinculado directamente a la naturaleza, a la humedad y al aire libre; es fresco y reconfortante. Pero de acuerdo a la composición, y en situaciones particulares, este color puede sugerir también angustia y ansiedad, sobre todo cuando su tinte se inclina más hacia el lado de los oscuros del tercer meridiano. Descripción cromática de la personalidad. Lucas Raspall. (Material protegido por derechos de autor, 2009). El azul nomina a la cerebralidad y al hielo; es, como ya hemos revisado en la Teoría Tradicional del Color, el más frío e inmaterial de los colores. Simboliza cualidades cercanas a la serenidad, la paciencia y la frialdad. En su costado más frío parece vincularse con sensaciones de pasividad, anestesia emocional, frigidez y vacío. Su gélido efluvio parece congelar la posibilidad de disfrute con los otros, creando un mundo volcado hacia el interior. Introvertido y tímido, representa una forma de personalidad centrípeta que poco manifiesta hacia fuera, reservando con recelo sus profundas emociones, siempre calladas y atenuadas en su reflejo social. Estos atributos lo acercan con firmeza a la cualidad de cerebralidad, recostándose con claridad sus preferencias en actividades individuales y preferentemente intelectuales. Si bien aparenta tranquilidad, su calma es muy distinta a la del verde, más relacionada con la falta de sinceridad en la exposición de sus afectos, o en un aplanamiento aparente, que con un sosiego real. Su complementario es el naranja, color opuesto en la escala cromática. Resultado de la mezcla de amarillo y rojo, tiene cualidades atenuadas de estos dos: es tan dueño de una dosis de mesura como de una cuota de pasión, ambos atributos opuestos al hielo. Puede indicar informalidad, visceralidad y sociabilidad, de fuerza centrífuga. Su expansividad se diferencia notablemente de lo centrípeto y retraído del hielo, aunque también separado de la notable exaltación del pasional rojo. Del mismo modo, a pesar de no llegar a la extraordinaria intensidad del fuego, puede crear una impresión impulsiva por su espontaneidad. Del mismo modo que en la díada rojo-verde como complementarios, el naranja sabe distinguirse como antagónico del hielo más por su ligereza que por las cualidades de su dominio. El amarillo pinta las cualidades de equilibrio y estabilidad. Este color es asociado frecuentemente con la inteligencia, la imaginación y la creatividad; en función de los atributos de la personalidad, esta inteligencia, tanto emocional como estrictamente intelectual, permite mayor flexibilidad y equilibrio entre las polaridades del fuego y del hielo. Sugiere estímulo, entusiasmo, acción, ingenio, voluntad y constancia para trazar objetivos y consolidar los proyectos. Su posición entre los otros dos colores primarios simboliza la independencia de sus excesos, dominándolos con su sentido de equilibrio y manteniéndolos en las proporciones necesarias para generar comodidad y bienestar. Su tendencia es hacia la superficialidad y la falta de intensidad, contrapeso que lo aleja de la profundidad y exceso del fuego y del hielo, pero que a la vez le impide saborear la vehemente pasión de sus frutos. Sabe leer el peligro y responder con creatividad y delicadeza. Su color complementario en la rueda cromática, aquel que más contrasta con su tinte, es el violeta, resultado de la mezcla de rojo y azul. El violeta está lleno de excesos, oscilaciones y perturbación. Independientemente de la forma de los atributos que componen su naturaleza, su resultado es siempre exagerado y desorganizado. Es generalmente asociado, del lado de los azules, con profunda tristeza, melancolía, aflicción y hasta martirio, desorganizando la experiencia en su punto más antagónico con el amarillo. Señalado como de débil vitalidad y conformismo, el violeta confunde el autocontrol y la temperancia con la pasividad y la sumisión, alejándose siempre del equilibrio. Este color esconde Descripción cromática de la personalidad. Lucas Raspall. (Material protegido por derechos de autor, 2009). también un lado enigmático y místico, donde la fantasía se pierde en los estados del sueño para acercarse a las pesadillas y a la locura. Asimilado muchas veces con el engaño, este matiz, cuando se acerca al rojo parece evocar cierta (falsa) tranquilidad, disimulando la frivolidad, la deslealtad, la artificialidad y el implícito severo egoísmo de su inestimable e inocultable pasión. Cuando llega a instancias de verdadera desesperación, su rigidez y falta de creatividad lo sumergen en un desorden y desequilibrio que lo hacen sentir miserable. Finalmente, el punto neto de cada cualidad en su estado puro es una utopía que presta su letra a esta teoría descriptiva, pero, a fines prácticos, es conveniente considerar siempre los intermedios. Estos colores, que no serán más precisados por dificultades técnicas que exceden las intenciones de esta propuesta (denominados anteponiendo el color primario y seguido por el secundario adyacente: rojo-naranja, por ejemplo), son dueños de cualidades cercanas a los contiguos, con elementos propios pero siempre coherentes con sus colindantes. La franja que se dispone alrededor del rojo, y con tendencia hacia el naranja, contiene a los viscerales. La banda que rodea al azul, volcada fundamentalmente hacia el verde, a los cerebrales. En torno al amarillo domina el equilibrio, de igual manera hacia uno u otro lado. El espacio pendiente entre el rojo y el azul, involucra cualidades de ambos confundidas en un clima de mayor desorganización, inestabilidad y desequilibrio. OTROS ATRIBUTOS DEL COLOR: TONO Y SATURACIÓN - Los cambios del tono o valor La cantidad de luz u oscuridad, esa segunda cualidad de un color que es convenida por la carga de blanco o negro y su proporción, permite distinguir el color o gama elegida como claro, medio u oscuro. Su posición en la escala blanco-(gris)-negro mostrará respectivamente valores más altos o más bajos de acuerdo al grado de reflexión de la luz: de este modo un tono claro, independientemente del matiz o color, reflejará más la luz que uno oscuro, que parecerá absorverla. Llevado al campo de estudio de este ensayo, el tono o valor de una gama tiene relación con esa dimensión que Hans Eysenck proponía como psicoticismo, con puntos en común con la esquizotaxia que fuera inicialmente presentada por Meehl, en la década del ´60. Este concepto, referido en su origen como un defecto integrativo neural, fue ulteriormente utilizado para describir la labilidad premórbida que se encuentra en la base de la esquizofrenia. Algunos de los elementos que pretendo señalar en las variaciones del tono subyacen a esta condición de peculiaridad, continuidad entre el comportamiento normal y el psicótico, considerando también la conducta psicopática. En esta descripción, el mayor valor de un color o claridad, considera un bajo nivel de esta dimensión, mientras que un menor valor, menor claridad o mayor oscuridad, relfexionará sobre mayores condiciones de psicoticismo. Así, un alto valor (más carga de blanco) tiene mayor grado de reflexión de la luz (en la Descripción cromática de la personalidad. Lucas Raspall. (Material protegido por derechos de autor, 2009). teoría de los colores) y de la realidad (en la descripción de la personalidad). Cuanto más negro se aporte a la mezcla, desvinculado esto de esa primera cualidad del color que hace referencia al tinte, será creciente la participación de las cualidades asignadas a esta medida, que tienen como cara visible una interpretación cuanto menos muy particular de la realidad y, por momentos, hasta extravagante. Sin más demoras, intentaré describir los contornos de este atributo de peculiaridad, que hacen referencia, cuando se encuentran en un alto nivel, fundamentalmente a una irregular apreciación de la realidad (tomada aquí sin paréntesis, para ilustrar mejor la condición) y una llamativa interpretación/explicación de las contingencias internas y externas. También aluden al descontrol de los impulsos, la falta de empatía, lo inconmovible, la agresividad, la conducta antisocial, un incierto grado de inadecuidad en la expresión de las emociones y los afectos, el defecto en la esfera volitiva y la constancia, la despreocupación por el sentido común y las convenciones, lo excéntrico, peculiar y desconcertante. La menor fluidez en las relaciones interpersonales y su confeso desinterés, la escasa competencia social y la tendencia al aislamiento contribuyen a la observación de la rareza de este modo, que de ninguna manera se presenta como un camino obligado hacia la psicopatía o la psicosis (ni mucho menos), sino que comparte con ellos más o menos características descriptivas. Como fuera señalado ya en nutridas ocasiones, la adición de azabache no se mide con la vara de todo o nada, siempre o nunca; de esta manera, la reserva puede girar hacia la desvinculación y la evitación de las personas, como la inhibición y retracción puede mutar en insensibilidad. A medida que el tinte negruzco incrementa su dosis, también el perfil antagonista gira hacia rencoroso y hostil, del mismo modo que la desconfianza se transforma en suspicacia, resentimiento y paranoia. Este rasgo puede entenderse en parte como un bajo sentido de cooperación, como lo propusiera Cloninger (una de las tres dimensiones que definen el carácter), reflejando un particular modo de adaptación interpersonal que parece ubicar al sí mismo como una parte ajena a la sociedad, desconociendo o indiferentemente descuidando cualidades como la tolerancia, el altruismo, la empatía y la caridad. De este modo, la adición de color negro a la gama elegida en el círculo cromático sugiere un mayor grado de peculiaridad, de confusa o desacertada impresión de la realidad (en un criterio estadístico de esta noción), de desinterés por alcanzar un relativo consenso con los demás en los modos de sentir su experiencia o de explicarla. La suma de blanco vale ser considerada en esta teoría como la carencia de negro, y no en sí mismo como un color. Esta condición, por el contrario, evidencia una tendencia a la normalidad, a la falta de las características mencionadas con anterioridad. Este gesto dice sin dudas mucho de la personalidad, y su guiño no es menor a la hora del análisis de los modos con que una persona se relaciona consigo mismo, con los demás y con el entorno que crea y en el que vive. Es factible que esta modalidad sea tan constante como el resto de las características hasta aquí descritas, pensada como una noción de rasgo, pero también puede ser que tenga que ver con formas de funcionamiento puntuales y transitorias en la biografía de un individuo, destacadas aquí bajo el manto de estado. En esos Descripción cromática de la personalidad. Lucas Raspall. (Material protegido por derechos de autor, 2009). lapsos, reversibles y discontinuos, las propiedades apuntadas en otros cortes pueden realizar un giro cuando se añade negro a la mezcla. En esta instancia, a diferencia de lo apreciado en las cualidades cerebralidad, visceralidad y ecuanimidad, la elección del tono tendrá mucho que ver con el corte transversal en la historia, considerando oportunamente las circunstancias que se están sucediendo en esos momentos del reloj de arena. - Los cambios de la saturación o intensidad Creo haber ya anticipado alguna de las notas que ahora intentaré pormenorizar. Esta cualidad, definida como la tercera en lo que hace a la descripción del color, suma un detallista capricho de esta particular forma de desmenuzamiento de la personalidad. Una gran pureza de color está definida por un potencial cromático completo e inalterado. Es mayor la intensidad de un matiz en la medida en que éste sea menos ensuciado o mezclado con otros, aunque sea esto tan difícil de detectar en la naturaleza como en una persona. Quiero decir, es poco frecuente distinguir un color notablemente puro en la mezcla de una personalidad, lo que estaría indicando de alguna manera un clarísimo predominio de un carril preciso, dueño de una emoción, un surco ideico y un comportamiento determinados. Esta pétrea supremacía corresponde al par antitético de la flexibilidad (y por ende al de salud), por lo que, en su casi excluyente participación, comporta una alarma o hasta un indicador de impedimento al restar elasticidad y alternativas a los modos de funcionamiento. Y si bien es absolutamente imposible una descripción en función de un solo matiz puro e inalterado, es útil la reflexión a la hora de la lectura de una organización que parece ser gobernada casi de manera autárquica por un cargado pigmento único. En cambio, la menor saturación de un color entiende proporciones más equitativas de colores diversos en la mezcla de la personalidad, involucrando modos y esquemas de funcionamiento dispares, más abiertos y flexibles. LOS ESQUEMAS DE PROCESAMIENTO BUSCAN SU MATIZ Ya se ha explicado el modo de elección del sector de la rueda cromática que mejor parezca describir una personalidad determinada, en base a la consideración de los meridianos. A partir de aquí, ya se pueden reconocer algunas cualidades combinadas en los aspectos de la paleta como cálidos o fríos (allegados a la disímil cuota de extraversión/intraversión), claros u oscuros (concernientes al grado de equilibrio y armoniosidad de sus componentes) y positivos o negativos (relativos al sentimiento de valía personal, de autoestima, de confianza en sí mismo, de autodirección y de persistencia). Pero así como una sola flor es dueña de un interminable juego de colores y luces, la personalidad no lo es menos. Luego de haber elegido uno de los sectores de la rueda cromática, otras características del color serán entonces sopesadas para ajustar un poco más la observación: el tono o valor de la gama perfilada apreciará el valor de peculiaridad (término ligado al psicoticismo de Eysenck), mientras que la saturación se limitará a reparar en la pureza del color y al eventual predominio de un pigmento que pretenda excluir a los otros de la Descripción cromática de la personalidad. Lucas Raspall. (Material protegido por derechos de autor, 2009). paleta (patente de los dispositivos adictivos). Arrimada de este modo la mirada a una personalidad, quedan aún muchos elementos por definir. Hasta aquí, y aunque no haga falta precisarlo, el desarrollo volcado hace únicamente a una descripción estática de la personalidad. Este inventario de características y elementos no da cuenta de lo explicativo, de lo relativo a los motivos de su particular detalle. Como sucede con la mayoría de los abordajes de la personalidad como objeto de estudio, los modos de gestación de esta organización no son considerados, pero existen excepciones. Quizás pueda enumerar solamente unas pocas teorías de la personalidad que, con coherencia intrínseca, intentan explicar cómo es que se llega a conformar una disposición determinada: el psicoanálisis, aunque con el tiempo me haya distanciado de algunas de sus explicaciones, y el posracionalismo, enfoque con el cual me siento actualmente más ligado, son dos de mis preferidas. De un modo distinto, el modelo eysenckiano, por su parte, intenta dar explicaciones desde un punto de vista biologicista, pero su réplica se parece más a la justificación de un cuadro que a una interpretación de los motivos por los cuales se generó. Sus disímiles lenguajes y casi antagónicas epistemologías parecen exigir una suerte de incompatibilidad, pero, en cambio, resulta exquisita la labor de compaginación que persigue sus puntos de contacto. A partir de este punto, algunos de los conceptos presentados comenzarán a explicar el sistema interno que diagrama la individual configuración de la personalidad, habiendo sujetado ya los fundamentos de cada diseño en la dinámica vincular temprana. Los colores primarios y secundarios se presentan como las aristas de un hexágono que mucho dicen del individuo, cualidades indefinidas que encierran un claro predominio de determinadas disposiciones, percepciones, emociones, pensamientos y comportamientos. Todos éstos se fusionan en distintas combinaciones que hacen al diagramado de los singulares esquemas de procesamiento. Y cada uno de estos recurrentes esquemas explica la tendencia a la finalización de dispares situaciones en una misma secuencia determinada, como si las variables mediadoras (intervinientes) entre el estímulo y la respuesta ajustaran el contorno del primero (variable independiente) a las formas del segundo (variable dependiente). Los invito a pensarlo así, aceptando a priori que la repetición de esa secuencia, de alguna manera, cancela una necesidad. Y ahora vamos a cuestionar ese «a priori» y a pensarlo con mayor recato y sensatez. Un nuevo dato en este recorrido es ahora vital de ser considerado para intentar acercarse a un criterio más explicativo de la personalidad, aunque sin ninguna garantía de precisión. La emoción es el núcleo de este punto (aunque de ninguna manera excluye la participación de las otras esferas referidas), el nexo entre lo descriptivo y lo explicativo, el corazón de la trampa adictiva y la reina de la posibilidad de cambio. Y si bien las emociones son entidades independientes de las diferentes gamas de personalidad y pueden aparecer indistintamente tanto en una como en otra, existen ciertas recurrencias en el modo de sentir frente a disímiles situaciones que marcan una tendencia emocional. También habitan ciertas características propias de cada persona en el modo de sentir una emoción y de explicarla. De esta manera, podemos notar que la lectura que una persona hace de sus emociones puede acercarse más a Descripción cromática de la personalidad. Lucas Raspall. (Material protegido por derechos de autor, 2009). una óptica sensorial, racional o de estados corporales, teniendo mayor o menor conciencia inmediata de su impresión en el alma. Si bien son solamente unas pocas las emociones descritas como básicas, pasibles de ser contadas con los dedos de las manos, éstas dan lugar, de acuerdo al cortejo cognitivo que busca estabilizarlas, a tantas otras, ahora más complejas. Su inicial asalto, desprovisto de conciente sentido, llevará entonces a una particular lectura que encuentra en el depósito de la memoria una explicación. Su descripción encierra palabras que sopesan el exabrupto emocional y lo reducen tendenciosamente a vagas a exaltaciones del tono afectivo, intelectualizados esclarecimientos o imprecisas sensaciones corporales, exposiciones que se alejan de la experiencia para acercarse a la interpretación de la vivencia. Así, en torno a cada una de las contadas emociones básicas se abre un abanico de posibilidades, con distintos matices y significados. Por ejemplo, la rabia es una emoción no desconocida para ningún ser humano, sea cual fuere su virtual ubicación en la rueda cromática de la personalidad. Pero su tonalidad varía notablemente: la calidad y claridad de su percepción, la delimitación de su intensidad, la capacidad de contención de su inmediata manifestación, la particular explicación de su origen, la concepción de su naturaleza y su singular tendencia de conducta hacen de ésta una entidad siempre diferente. No será igual, seguramente, si se percibe como el chispazo que arranca el irrefrenable motor de la violencia o como un nudo en el estómago, opuestas condiciones de apreciación de esta emoción. Tampoco se parecerá si alude en su percepción a una inmerecida agresión a su inmaculada persona o a un justo agravio a su inútil existencia, esquemas recostados sobre distintos perfiles de atribución del conflicto. De este modo, son los distintos estilos de personalidad los que modelan las emociones con un criterio que es coherente al sentido de su sistema, encontrándose en las explicaciones de la experiencia las palabras que intentan definir su cualidad e intensidad. Voy a pormenorizar un poco más esta ilustración, ya que la comprensión de esta sentencia es decisiva para mantenerse en la senda propuesta en este módulo. Enfocando ese giro que hace el sentido de atribución interna, la irritación o el fastidio percibidos bajo el manto de la rabia, serán seguramente explicados en forma de reproches hacia sí mismo y en sentimientos de culpa que agudizan aún más su baja autoestima y el desprecio de su persona. Esta modalidad de afrontamiento internalizante, siempre muy autocrítica e hipervigilante, hallará justificada entonces la implementación de respuestas autopunitivas, mesuradas o francamente exageradas, llegando a la contemplación de ideas suicidas. La inusual obstinación de sus pensamientos, puede así verse respaldada en esa necesidad de sentir ira hacia sí mismo, buscando constantes humillaciones y reacciones negativas de las personas que refuercen la calidad de esa experiencia. En orientaciones de personalidad hacia la atribución externa del problema, por el contrario, ante la percepción de esta clase de emoción la escalada puede llegar a una actividad psicomotriz muy incrementada que busca hacer justicia contra el culpable. Su final comportamiento podrá encontrar a la silenciosa y calculada venganza en los más cerebrales y fríos de sus protagonistas, mientras que en los más emocionales e impulsivos podrá desencadenar una reacción violenta inmediata, un estallido de ira. Tampoco la conducta reactiva a la percepción de la rabia será igual en todos aquellos que Descripción cromática de la personalidad. Lucas Raspall. (Material protegido por derechos de autor, 2009). se manifiesten hacia afuera: aquellos que encuentren en su exteriorización un obstáculo en el objetivo de su sendero de autodirección y autotrascendencia preferirán callarlo, mientras que sujetos más impulsivos y con una lectura más difusa y débil de la meta no encontrarán en la apagada pasión de la meta una mordaza. En individuos que utilicen una óptica de estados corporales internos en la lectura de las emociones será factible notar un persistente dolor de estómago, que no reconoce en la experiencia la posibilidad de haber padecido una injusticia. No será entonces admisible en su discurso una descarga hacia otra persona por la solapada agresión perpetrada ni hacia sí mismo por callar. Finalmente, puede evidenciarse que, definidos todos sus profundos matices de una forma más superficial como rabia, en un artilugio artificial y casi arbitrario del lenguaje, su pigmento será modificado, del mismo modo que su tono y saturación, de acuerdo a la precisión que la personalidad haga de su potestad. De esta manera, cada uno de los modos de sentir una emoción, de explicarla y de organizar un comportamiento en función de su contenido, volcará sus tintes en la paleta que pinta la personalidad. Y de la misma forma, pero en sentido inverso, cada gama de personalidad tenderá a generar recursivamente un tipo predeterminado de emociones que, en busca del inapelable requisito de afianzar con coherencia y consistencia una trama narrativa, gatillará el inicio de una secuencia ya conocida. La insistente agitación de este melodrama hará de determinados esquemas de procesamiento un fiel esclavo que sabrá siempre responder a las exigencias del sí mismo. Y es este carácter autoorganizante de la experiencia el carril explicativo de la fundación de un modo de personalidad como sistema: la realidad va sucediendo de acuerdo a la propia lectura, observación siempre sesgada por las necesidades de las singulares cualidades emocionales y racionales de la organización. Así, las escenas que suceden en la tira de una persona no son simplemente situaciones azarosas e imprevisibles que se van interponiendo en el correr de la vida, como obstáculos en una carrera, sino que los actos son programados en forma dinámica en la constante interacción con los otros actores y con uno mismo. La modalidad de funcionamiento que permite señalar una personalidad en el cuadrante cálido, oscuro y negativo, por ejemplo, no es una foto solamente favorecida por un caprichoso y efímero guión, sino que es generado por un sistema dominado por la abrasadora cualidad visceral del fuego (rojo), con notas acercadas a la inconsistencia y falta de integración de la identidad, con tendencia clara a una dificultad o imposibilidad de encontrar un equilibrio en el sentido de sí, oscilando permanentemente en sensaciones de autodesprecio y supravaloración, de inutilidad y eficacia, con enormes trabas a la autodirección y a la trascendencia en una meta. Sólo con un sistema gobernado por estas leyes (esquemas preponderantes y dispositivos adictivos) una personalidad podrá ser pintada en forma perenne con estos tonos, saturados e irreprimibles. Y estas normas no son diagramadas sino desde los primeros momentos de ensamblado de la personalidad, en los que estos dictámenes alcanzaban los objetivos planteados. Cierro con una última distinción: la presencia de esquemas de procesamiento preponderantes es absolutamente esperable, ya que su estampa es la que define todo estilo de personalidad. Lo que sucede con los dispositivos adictivos (esquemas rígidos, irreflexivos, automáticos e irreprimibles) es que el fin adaptativo de su estatuto, en algún momento de su Descripción cromática de la personalidad. Lucas Raspall. (Material protegido por derechos de autor, 2009). biografía redactado, parece haber caducado, quizás porque han cambiado los actores de reparto, porque se ha modificado la manera de observarse, porque se han hecho mucho más complejas las carencias a suspender, porque se ha reformado el guión, o acaso por todas ellas juntas, calificando hoy la persistencia de estas herramientas de manejo como inútiles, insuficientes o aberrantes, pero, en última instancia, siempre maladaptativas. LOS DISPOSITIVOS JUGANDO EN LA PALETA La trampa adictiva no es más que una estrategia de procesamiento que, por alguna razón, se vuelve perniciosa. El dispositivo es una secuencia patológica y patologizante que camina los mismos pasos que los esquemas apuntados como normales; solamente es por su forma y resultado cambia su destino nosológico. Y no es el resultado medido en términos de la conducta emergente su principal característica, sino su insensata recursividad cuando se lo mira en la línea del tiempo. Por otro lado, es la inflexibilidad de su talante el corazón de su destino maladaptativo, rigidez que impide un dócil acomodamiento a las presentes circunstancias, funcionando de la misma manera casi en forma independiente a la calidad y cantidad del estímulo. A pesar de sus justos calificativos de patológico, por cuanto su mecanismo es severo e inquebrantable, y patologizante, por su capacidad de generar un daño que excede su espacio, la trampa adictiva es finalmente un mecanismo que persigue el objetivo mismo de todo esquema preponderante de la personalidad: la adaptación. Dentro de cada uno de los espacios señalados por los ficticios meridianos, ejes que arbitrariamente intentan señalar imposibles puntos de corte, podemos ubicar un puñado de dispositivos adictivos gatillo que generan ante un estímulo determinando una explosión y un inevitable corrimiento, torciendo inexorablemente sus tendencias hacia un lugar ya conocido y transitado. Cada uno de estos fusibles es el catalizador de un movimiento de ideas, emociones y comportamientos, de final traducción interpersonal, intrapsíquica y biológica. Como se ha remarcado ya con los esquemas de procesamiento de tipo normales, los dispositivos adictivos advierten en las emociones un lugar de privilegio, pero también existen indudablemente otros elementos que hacen más complejo su funcionamiento y comprensión. El motivo de la génesis de cada particular dispositivo puede hallarse solamente en la dinámica de las relaciones primarias. Y en este sentido, dado que la experiencia está atrás en la historia del consultante, este encuentro es siempre un trabajo de exploración, observación, interpretación y redimensionamiento de lo sucedido. Originada y modelada por las singulares vivencias del individuo, la trampa adictiva, cuando ésta puede ser identificada, puede ser ahora visualizada en su modo de funcionamiento. Intentaré entonces graficar tibiamente su recorrido en la rueda cromática, plasmando su obstinado fin de conservar la gama alcanzada, confundiendo con su inflexible metodología la atención y percepción, los matices emocionales, los contenidos de pensamiento y los ulteriores comportamientos. Cada meridiano es, como hemos visto, un eje que separa dos polos opuestos de un continuo con un sentido determinado. Al mismo tiempo, otro eje Descripción cromática de la personalidad. Lucas Raspall. (Material protegido por derechos de autor, 2009). imaginario se ubica en este plano bidimensional cortándolo y generando una separación en el área cruzada. A partir de un núcleo común, el centro de la rueda, parecen así abrirse diversos meridianos que, a pesar de mostrarse como ejes independientes, terminan siendo siempre absolutamente interdependientes. En ese punto de intersección se encuentra la caja negra que los conductistas se propusieron no considerar, esa que por primera vez el psicoanálisis abrió de par en par. La psicología de la conducta, en sublevación al flamante modelo freudiano, negó la importancia de la subjetividad y, retirándole todo rigor científico, con ironía relegó su potestad a los magos. En abierto disenso a la psicología de la conducta que buscaba imponerse desde la década del ´20, de la que él se desprendía, Eduard Tolman consideraba que el propósito revestía un aspecto objetivo de la conducta, y dio curso a la distinción de las variables intervinientes entre el estímulo y la respuesta. En última instancia, toda escuela, y cada observador en particular, que se animó a mirar el interior de la caja negra notó una cosa incuestionable: su lenguaje no era claro. Ciencia o no, el análisis de su contenido es, a mi criterio, indispensable, pero es cierto que los afectos, emociones, ideas, recuerdos y experiencias no hablan un idioma despejado, por lo que el trabajo de quien busque indagar su tesoro consistirá en una suerte de interpretador de jeroglíficos, y nunca más que eso. En uno de sus incandescentes destellos, yo creí ver una trampa adictiva, como si fuera un torpe mecanismo recurrente... (Freud había visto ya algo similar, y él era sin dudas mucho menos miope que yo). Como si se tratara de un nivelador de burbuja de aire (artefacto utilizado comúnmente en albañilería), en la esencia de esta caja negra imaginaria viajan de una punta a la otra estas escasas burbujas que parecen señalar una ubicación al modo de coordenadas. En las infinitas combinaciones posibles de movimiento en el espacio, las burbujas van adoptando posiciones determinadas en cada uno de los ejes trazados, dibujando su perfil y preferente destino en el mapa de la personalidad que esboza el círculo cromático. Un disparo será generado por una situación externa, un estímulo cualquiera, en ese indefinido núcleo central de donde parten las ramificaciones que llevan el nombre de los meridianos. Y si bien la particular circunstancia existe en sí misma, nada significa si no encuentra quien le dé un significado, falta que reluce en la simplista óptica conductista. A partir de esta inflexión la situación ya pierde toda posibilidad de objetividad para empantanarse en el terreno de la subjetividad de quien la lee, procesador ubicado en un lugar preferencial del núcleo. La interpretación de este estímulo, con toda la puesta en marcha que esto supone, generará desde leves e imperceptibles movimientos hasta grandes sacudidas que llevarán la nunca calma agua de este artefacto y sus dimensiones a tendenciosas oscilaciones de las burbujas que la navegan. Bien puede ser que este navío se desplace casi sin poder ser detectado, como también puede darse que inicie un más o menos veloz viaje entre los polos de su hoja de ruta, escribiendo a puño y letra en su bitácora las propias explicaciones de su nuevo destino. Por supuesto, tras el desencadenante, la cara de esta situación ya no será la misma; sus facciones habrán tomado los rasgos propios de la estación en la que sus burbujas se encuentren. La noción de trampa adictiva enseña que, por más diversos que puedan parecer los estímulos desencadenantes, un modo de lectura, interpretación y posterior Descripción cromática de la personalidad. Lucas Raspall. (Material protegido por derechos de autor, 2009). respuesta será claramente predominante, en forma más o menos independiente del disparador, ya que se trata de un engranaje, de un mecanismo, y no de una respuesta particular. Y si bien esta cualidad propia de todo esquema de procesamiento es la que define la estabilidad de la personalidad, en estos casos su particular corrimiento destaca menor flexibilidad, mayor necedad y, generalmente, menor conciencia de situación, provocando finalmente una dificultad en la adaptación y una calificación con valencias negativas de la experiencia vivida. Aquí, el nivelador de burbuja ilustra un momento en que la caja negra es sacudida y, casi independientemente del tipo de golpe, el movimiento de la rueda cromática señala un repetido destino para la burbuja, marcando nuevamente una reiterativa posición en el círculo que dibuja las gamas de la personalidad. Es entonces el dispositivo adictivo, como una compleja estrategia de funcionamiento, el fenómeno que recurrentemente escoge los mismos tonos de paleta, impidiéndole al artista salir de una determinada gama. Incluso cuando la situación así lo convoque, la posibilidad de cambio se verá siempre dificultada por su persistente vinculación con los pocos tonos que integran su estructura, generando interpretaciones y comportamientos que otorguen consistencia al sentido de sí mismo y coherencia a su trama narrativa. A mayor obstinación de un esquema, y alcanzando así la rigidez necesaria que lo califica con el mote de adictivo, mayor será la recidiva a determinados espacios de la rueda, reduciendo el abanico de posibilidades (emocionales, de pensamiento y conductuales) a una cualidad pintada con un saturado color. Pero así como en la vida, en el arte de la psiquiatría, no hay cuadros (el deslumbrante resultado de la obra acabada: la personalidad) buenos o malos, pinturas bien o mal hechas, imágenes lindas o feas... eso dependerá de cada observador: éste sabrá decir si lo que le toca ver (vivir) se ve (siente) bien o no. Sin desconocer que en este punto quedan aún muchos puntos confusos, voy a seguir adelante, ya que en las páginas siguientes estos conceptos serán más profundamente desarrollados. BAJO EL MISCROSCOPIO: LAS INFRAESTRUCTURAS Pudo traslucirse en puntos anteriores que existen estructuras que subyacen al campo que surcan los meridianos y otras cualidades del color. De este modo, los lotes separados por el primer meridiano como cálido y frío esconden la dimensión de extraversión/intraversión del alemán Hans Eysenck. Bajo las tierras divididas como oscuras o luminosas por el segundo meridiano descansa, por su lado, la dimensión de neuroticismo. El eje en cruz trazado por el tercer corte, encubre una infraestructura más imprecisa y de menor anclaje biológico que las anteriores, relativa a las subjetivas valencias de autoestima y su final orientación hacia la autodirección y autotrascendencia del norteamericano Cloninger. El psicoticismo de Eysenck es la infraestructura que pinta con negro la cualidad de peculiaridad, enterrando en las posibilidades dispares de la carga de azabache en la mezcla, el cofre del valor o tono. Los colores cálidos de la inicial división de Oswald, los veo bajo el microscopio emparentados con los extravertidos de Eysenck. Así, sus pigmentos Descripción cromática de la personalidad. Lucas Raspall. (Material protegido por derechos de autor, 2009). amarillentos, rojizos y tierra muestran al zoom una mayor inhibición cortical vinculada a una baja activación del sistema activador reticular ascendente (SARA), resultando su acción en una menor planificación de la respuesta frente a un estímulo dado. En el polo opuesto, los fríos quedan ligados a los intravertidos, revelando contrarias evidencias bajo la lente. Las cualidades tendientes a la desorganización alineadas en los altos niveles de neuroticismo, por su lado, habitan la gama de los oscuros, dejando paso a los equilibrados luminosos para los bajos niveles de esta dimensión. Los oscuros de este campo se traducen biológicamente en un alto tono del componente simpático del sistema nervioso autónomo (SNA), que se muestra vulnerable a disparar inusuales descargas ante estímulos leídos desde su subjetividad como de tensión, preocupación o peligro. Los señalamientos de Cloninger sobre ciertas propiedades del carácter podrían barnizar en subidos escalones de autodirección y autotrascendencia a los positivos o activos de la franja pensada por Goethe, guiados por un alto sentimiento de valía personal hacia el objetivo señalado por las cualidades de las otras gamas. Entretanto, sus negativos o pasivos quedarían relegados a pobres cuotas de estos atributos. A pesar de la posibilidad de entramado con la facultad de persistencia, asimismo señalada por Cloninger como la cuarta a ser considerada en el estudio del temperamento, dominio de predisposiciones estables asociadas a definidos sistemas cerebrales, en este escalón puede destacarse con claridad una menor traducción en el idioma de la biología y una baja heredabilidad. Finalmente, elevadas cuotas de psicoticismo hacen a tonos oscuros, de bajo valor y absorción de la luz, mientras que pobres niveles de este señalamiento describen a los tonos claros, de alto valor y reflexión de la luz. Puesta debajo del microscopio, esta infraestructura muestra en uno de los extremos de su dimensión el producto de un sistema nervioso central (SNC) que fracasa en el reflejo de la realidad objetiva, es decir, que se separa de la apreciación regular de las situaciones (en términos estadísticos de normalidad) y dificulta el cumplimiento de sus funciones de adaptación al medio. Biológicamente se trataría de un particular desequilibrio del sistema, manejado por un patrón de covariación de medidas de arousal incoherente. Con excepción de la distinción delimitada por el eje en cruz, el resto de las divisiones encuentra en su infraestructura una explicación en el terreno de las neurociencias, nociones escritas con la tinta de la biología. Pueden así ser consideradas como una base que sostiene lo fenomenológico, dueña de aquellas complejas estrategias llevadas a cabo en el terreno de las moléculas, células, sistemas y demás. Su invisible trabajo culmina en singulares formas de percepción de las experiencias y conductas abiertas que permiten al observador aglomerar fenómenos para llegar a una descripción de la personalidad, construcción teórica necesaria para ordenar nuestro accionar. De este modo, enmarañados circuitos neurológicos, caprichosos neurotransmisores y eléctricos impulsos que pretenden despolarizaciones e hiperpolarizaciones servirán como sustrato biológico-científico, de acuerdo al trabajo de los autores que pertinentemente sean señalados, a las gamas que la pintura presta para este desarrollo. Pero como sus intenciones exceden la somera presentación que en este capítulo me propuse, dejaré pendiente para la Descripción cromática de la personalidad. Lucas Raspall. (Material protegido por derechos de autor, 2009). segunda parte del libro su profundización. Eso sí, una reflexión es a estas alturas inevitable. El bagaje de miles de años de aprendizaje que arrastra en forma codificada el mapa genético implica que esta forma de predestinación sabe del fin: es en este sentido teleonómica. Y el hecho de que exista un trazado del camino de antemano, una receta del destino de la morfogénesis es un dato muy significativo: da por supuesto que existe un objetivo determinado, un proyecto que debe ser cumplido. En esa dirección corre el modelado de la personalidad, encajando sus formas con esa meta impuesta; pero las mudas trazas orgánicas gozan de la siempre variable impronta de las experiencias y de la posibilidad de cambio. 4- ANEXO: GRÁFICOS Presento en este último apartado algunos gráficos que, a pesar de su primitivo y heterogéneo concepto de diseño, soportan lo transmitido en el texto. Este anexo está aún en proceso en la edición final del libro. La Teoría Tradicional del Color Im. 1: la rueda cromática Im. 2: dominante, tónico y mediador Im. 3: sustractivo y aditivo Descripción cromática de la personalidad. Lucas Raspall. (Material protegido por derechos de autor, 2009). Im. 4: gamas fría y cálida Im. 5: gamas luminosa y oscura Im. 6: gamas negativa y positiva Im. 7: el espectro luminoso según Goethe Descripción cromática de la personalidad. Lucas Raspall. (Material protegido por derechos de autor, 2009). Personalidad: una compleja mezcla de colores Im. 8: Gamas de los colores cálidos y fríos Im. 9: Gama de los colores luminosos y oscuros Descripción cromática de la personalidad. Lucas Raspall. (Material protegido por derechos de autor, 2009). Im. 10: Colores negativos y positivos Im. 11:Primer y segundo meridiano Descripción cromática de la personalidad. Lucas Raspall. (Material protegido por derechos de autor, 2009). Im. 12: El corte de los ejes en cruz Im. 13: Las cualidades de los colores primarios Descripción cromática de la personalidad. Lucas Raspall. (Material protegido por derechos de autor, 2009). Im. 14: De acuerdo a los colores primarios Descripción cromática de la personalidad. Lucas Raspall. (Material protegido por derechos de autor, 2009).