Jeremías (cf. Jer 1,5) y Juan el Bautista (Le 1,15). Estos, según

Anuncio
84
P.ll. Los grandes dogmas y títulos muríanos
Jeremías (cf. Jer 1,5) y Juan el Bautista (Le 1,15). Estos, según
Santo Tom ás, fueron santificados y confirmados en gracia antes
de nacer, pero sólo con relación al pecado mortal, no al venial 25.
C
a p ít u l o
4
L A V IR G IN ID A D P E R P E T U A D E M A R IA
O tro gran privilegio que hemos de examinar con relación
a M aría, la M adre de Jesús, es el de su perpetua virginidad.
Com o veremos en seguida, es dogma de fe que la M adre de
Dios fue perpetuamente virgen, o sea antes del nacimiento de
Jesús, en el nacimiento y después del nacimiento.
Santo Tom ás divide esta cuestión en cuatro artículos, de­
dicados, respectivamente, a los tres aspectos de la virginidad
de M aría (antes, en y después del nacimiento de Jesús) y al
voto con que ratificó su propósito de conservarse virgen du­
rante toda su vida. Vamos a exponer esta sublime doctrina
mariana en forma de conclusiones l .
1.
D o c tr in a d e fe
i.a L a Santísima Virgen M aría concibió m ilagrosam ente
a Jesús por obra y gracia del Espíritu Santo, conservando in­
tacta su perfecta virginidad. (De fe divina, expresamente defi­
nida.)
61.
Com o es sabido, la virginidad consiste en la perfecta
integridad de la carne. En la mujer supone la conservación in­
tacta de la membrana llamada himen.
H ay que notar que en la integridad de la carne pueden dis­
tinguirse tres momentos:
a) Su mera existencia sin propósito especial de conservarla
(v.gr., en los niños pequeños).
b) Su pérdida material inculpable (v.gr., por una operación
quirúrgica, por violenta opresión no consentida, etc.).
c) El propósito firme e inquebrantable de conservarla siempie
por motivos sobrenaturales.
25
Cf. III 27,6c et ad i. Según la moderna exégesis, la consagración de Jeremías en el seno
de su madre parece referirse únicamente a la vocación a la misión profética, no a la infusión
de la gracia santificante (cf. Biblia Nácar-Colunga, nota a Jer 1,5). Otra cosa hay que decir
de Juan el Bautista, que fue verdaderamente santificado en el seno de su madre, como dice
expresamente el Evangelio (Le 1,15).
» Cf. nuestra obra Jesucristo y la vida cristiana (BAC, Madrid 1961) n.205-207.
C.4. Virginidad perpetua de Marta
85
Lo primero no es ni deja de ser virtud: está al margen de
ella, pues es algo puramente natural, no voluntario. Lo segun ­
do es una pérdida puramente material, perfectamente com pa­
tible con lo formal de la virtud, que consiste en lo tercero 2.
Esta última es la propia de la Santísima Virgen María.
Esto supuesto, he aquí las pruebas de la conclusión:
a) L a S a g r a d a E s c r i t u r a . La virginidad de María en la
concepción del M esías fue vaticinada por el profeta Isaías ocho
siglos antes de que se verificase:
«He aquí que concebirá una virgen y dará a luz un hijo, cuyo nom­
bre será Emmanuel» (Is 7,14).
Que esa virgen es M aría y ese Emmanuel es Cristo, lo dice
expresamente el evangelio de San Mateo:
«Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que el Señor había
anunciado por el profeta, que dice: «He aquí que una virgen conce­
birá y dará a luz un hijo, cuyo nombre será Emmanuel, que quiere
decir «Dios con nosotros» (Mt 1,22-23).
El mismo San M ateo nos dice expresamente que la Santísi­
ma Virgen concibió del Espíritu Santo sin intervención alguna
de su esposo San José:
«La concepción de Jesucristo fue así: Estando desposada M aría,
su madre, con José, antes de que conviviesen, se halló haber con­
cebido María del Espíritu Santo» (Mt 1,18; cf. v.20).
Con ello se cumplía también el hermoso vaticinio de Ezequiel que la tradición cristiana ha interpretado siempre de la
perpetua virginidad de María:
«Esta puerta ha de estar cerrada. No se abrirá ni entrará por ella
hombre alguno, porque ha entrado por ella Yahvé, Dios de Israel» (Ez
44 i2)b) E l m a g i s t e r i o d e l a I g l e s i a . En el Símbolo de los
Apóstoles figura expresamente este dogma de fe: Y nació de
Santa María Virgen (D 4).
En el concilio de Letrán (a. 649) se definió el siguiente
canon:
«Si alguno no confiesa, de conformidad con los Santos Padres, que
la santa Madre de Dios y siempre virgen e inmaculada María, pro2 Cf. Ií-ll 152,1c ad 3 et acl 4.
86
P.1L Los grandes dogmas y títulos maríanos
píamente y según la verdad, concibió del Espíritu Santo, sin coope­
ración viril, al mismo Verbo de Dios, que antes de todos los siglos
nació de Dios Padre, e incorruptiblemente le engendró, permane­
ciendo indisoluble su virginidad incluso después del parto, sea conde­
nado» (D 256).
c)
L a r a z ó n t e o l ó g i c a . Oigamos al Doctor Angélico ex­
poniendo hermosamente los argumentos de altísima conve­
niencia que descubre la razón teológica 3:
«Absolutamente hemos de confesar que la Madre de Cristo con­
cibió virginalmente. Lo contrario fue la herejía de los ebionitas y de
Cerinto, que enseñaban ser Cristo un puro hombre que fue conce­
bido como todos los demás.
La conveniencia de la concepción virginal de Cristo es manifiesta
por cuatro motivos:
1)
P o r l a d i g n i d a d d e s u P a d r e c e l e s t i a l , que le envió al
mundo. Siendo Cristo verdadero y natural Hijo de Dios, no fue
conveniente que tuviera otro padre fuera de Dios, para que la dig­
nidad de Dios Padre nc se comunicara a otro.
2)
P o r l a p r o p i a d i g n i d a d d e l H i j o , que es el Verbo de Dios.
El verbo mental es concebido sin ninguna corrupción del corazón;
aún más, la corrupción del corazón impide la concepción de un
verbo perfecto. Pero como la carne humana fue tomada por el Ver­
bo para hacerla suya, fue conveniente que fuera concebida sin co­
rrupción alguna de la madre.
3)
P o r l a d i g n i d a d d e l a h u m a n id a d d e C r i s t o , que venía
a quitar los pecados del mundo. Era conveniente que su concepción
nada tuviera que ver con la concupiscencia de la carne, que proviene
del pecado.
4) P o r e l f i n d e l a e n c a r n a c i ó n d e C r i s t o , ordenada a que
los hombres renaciesen hijos de Dios, «no por voluntad de la carne
ni por la voluntad del varón, sino de Dios» (Jn 1,13), esto es, por la
virtud del mismo Dios, cuyo ejemplar debió aparecer en la misma
concepción de Cristo».
2.a L a Santísima V irgen María perm aneció virgen intac­
ta en el nacim iento de su divino Hijo Jesús y después de él du­
rante toda su vida. (De fe divina expresamente definida.)
62.
Hemos recogido en la conclusión anterior el testimo­
nio de la Sagrada Escritura y la definición dogmática de la Igle­
sia en el concilio de Letrán. La virginidad perpetua de M aría
consta también por las declaraciones de los papas San Siricio
(D 91), San León III (D 314a nota) y Paulo IV (D 993). H ay
3 Cf.
IÍI 28,1.
87
C.4. Virginidad perpetua de María
otros muchos testimonios de la Iglesia en los que se habla de
María «siempre virgen» 4.
L a razón teológica encuentra argumentos de altísima con­
veniencia. Por de pronto no hay dificultad alguna en que una
mujer pueda milagrosamente dar a luz sin perder su virginidad.
En la concepción y nacimiento de Cristo, todo fue milagroso y
sobrenatural. Hermosamente explica el gran teólogo Contenson de qué manera pudo realizarse esta maravilla 5:
«Así como la luz del sol baña el cristal sin romperlo y con impal­
pable sutileza atraviesa su solidez y no lo rompe cuando entra, ni
cuando sale lo destruye, así el Verbo de Dios, esplendor del Padre,
entró en la virginal morada y de allí salió, cerrado el claustro virginal;
porque la pureza de María es un espejo limpísimo, que ni se rompe
por el reflejo de la luz ni es herido por sus rayos».
Por su parte, el Doctor Angélico expone las razones por
las que la Santísima Virgen debió conservar perpetuamente su
virginidad y la conservó de hecho. He aquí sus palabras 6:
«Sin duda de ninguna clase hemos de rechazar el error de Elvidio,
que se atrevió a decir que la Madre de Cristo, después de su naci­
miento, había convivido con San José y tenido otros hijos de él.
Esto no puede admitirse de ninguna manera, por cuatro razones
principales:
1) P o r q u e s e r í a o f e n s i v o p a r a C r i s t o , que por la naturaleza
divina es el Hijo unigénito y absolutamente perfecto del Padre (cf.
Jn 1,14; Heb 7,28). Convenía, por lo mismo, que fuese también hijo
unigénito de su madre, como fruto perfectísimo.
2)
P o r q u e s e r í a o f e n s i v o p a r a e l E s p í r i t u S a n t o , cuyo sa­
grario fue el seno virginal de María, en el que formó la carne de
Cristo, y no era decente que fuese profanado por ningún varón.
3)
P o r q u e o fe n d e r ía l a
d ig n id a d
y
s a n tid a d d e l a
M ad re
Dios, que resultaría ingratísima si no se contentara con tal Hijo
y consintiera en perder por el concúbito su virginidad, que tan mila­
grosamente le había sido conservada.
4)
A l m ism o S a n Jo s é , finalmente, habría que imputar una
gravísima temeridad si hubiera intentado manchar a aquella de quien
había sabido por la revelación del ányel que había concebido a Dios
por obra del Espíritu Santo.
De manera que absolutamente hemos de afirmar que la Madre
de Dios, así como concibió y dio a luz a Jesús siendo virgen, así
también permaneció siempre virgen después del parto».
de
4 C f. D 13 2 0 1 S 21 4 218 227 255S 344 4 2 9 , etc.
5 C o n t e n s o n , Theologia mentís et cordia (e d . V iv e s , París 1875) l . i o d .6 c .2 p . 2 0 1 .
6 C f. III 28,3.
P.ll. Los grandes dogmas y títulos mar/anos
63.
Estas razones, en efecto, son tan claras y evidentes,
que bastarían para darnos la plena seguridad de la perpetua
virginidad de M aría aunque no hubiera sido definida expresa­
mente por la Iglesia.
Sin embargo, para mayor abundamiento, vamos a resolver
las dificultades que plantean ciertas expresiones del Evangelio
que no parecen armonizarse con la perpetua virginidad de
María.
D if ic u l t a d .
Dice San Mateo: «Antes que conviviesen
(María y José) se halló haber concebido María del Espíritu
Santo» (M t 1,18). La expresión «antes que conviviesen» parece
sugerir que convivieron después.
R e s p u e s t a . Según muchos intérpretes, San Mateo no se refiere
a la convivencia marital, sino tan sólo a la convivencia en una misma
casa, ya que la Virgen estaba únicamente desposada con San José
(cf. Mt 1,18), pero no se había celebrado todavía el matrimonio
propiamente dicho. En todo caso, como dice San Jerónimo, de esa
expresión no se sigue necesariamente que después convivieran, pues
la Escritura se limita a decir qué es lo que no había sucedido antes
de la concepción de Cristo 7.
D if ic u l t a d .
D ice el propio San Mateo: «No la conoció
(José a M aría) hasta que dio a luz un hijo, y le puso por nom ­
bre Jesús» (M t 1,25). La expresión «hasta que» parece signifi­
car otra vez que después del nacimiento de Jesús la conoció
maritalmente.
R e s p u e s t a . Esa expresión «hasta que» tiene el mismo sentido
que el «antes que» de la dificultad anterior. San Mateo en ese lugar
se propone mostrar que Cristo fue concebido, no por obra de va­
rón, sino por virtud del Espíritu Santo, sin decir nada de lo que a su
nacimiento siguió, ya que su intención no era narrar la vida de
María, sino el modo milagroso con que Cristo entró en el mundo.
Nada más.
San Lucas escribe en su evangelio: «Y dio a
luz a su hijo primogénito, y le envolvió en pañales y le acostó
en un pesebre, por no haber sitio para ellos en el mesón»
(Le 2,7). L a expresión «hijo primogénito» parece sugerir que
después tuvo M aría otros hijos.
D
if ic u l t a d
.
R e s p u e s t a . Es estilo de las Sagradas Escrituras llamar pri­
mogénito no sólo a aquel que es seguido de otros hermanos, sino
7 Cf. S a n J e r ó n i m o , Com. in Mt. 1; M L 26,25.
C.4. Virginidad perpetua de Marta
89
al que es el primero en nacer, aunque sea hijo único. Por eso dice
San Jerónimo: «Todo unigénito es también primogénito, aunque
no todo primogénito sea unigénito. Primogénito no es sólo aquel
después del cual hay otros, sino también aquel después del cual
no hay ninguno».
D if ic u l t a d .
En la Sagrada Escritura se nos habla varias
veces de los hermanos y hermanas de Jesús (cf. M t 13,55-56;
L e 8,19; lo 2,12; A c t 1,14; 1 Cor 9,5). Luego M aría tuvo otros
hijos además de Jesús.
R e s p u e s t a . Es muy frecuente en la Sagrada Escritura usar
los nombres hermano y hermana en sentido muy amplio, para de­
signar cualquier especie de parentesco. Así Lot, que era hijo de un
hermano de Abraham (Gén 12,5), es llamado hermano de este pa­
triarca (Gén 13,8); Jacob es llamado hermano de Labán, que en
realidad era tío suyo (Gén 29,15); la mujer esposa es llamada her­
mana del esposo (Cant 4,9); igual nombre reciben los hombres de
la misma tribu (2 Sam 19,12-13) o del mismo pueblo (Ex 2,11), etc.,
y en el Nuevo Testamento es muy frecuente llamar hermanos a
todos los que creen en Cristo.
Los llamados hermanos y hermanas del Señor no eran hijos de
María, cuya perpetua virginidad está fuera de toda duda. Tampo­
co es creíble que fueran hijos de San José habidos en otro matri­
monio anterior, pues la tradición cristiana atribuye a San José una
castidad perfectísima e incluso una pureza virginal, por la que me­
reció ser escogido por Dios para esposo y custodio de la pureza
inmaculada de María. Lo más probable es que esos hermanos y
hermanas del Señor fueran primos suyos, por ser hijos de algún
pariente de María o de algún hermano de San José 8.
2.
E l v o to d e perpetua virg in id a d
L a mayoría de los Santos Padres y expositores sagrados
creen que María ratificó con un voto, desde jovencita, su pro­
pósito de mantenerse virgen durante toda su vida. Vamos a
exponer esta doctrina en una conclusión clara y sencilla.
L a Santísima V irgen M aría ratificó con un voto su propó­
sito de conservarse virgen perpetuamente. (Sentencia más pro­
bable y común.)
64.
He aquí los principales argumentos en que se apoya
la conclusión:
8
Cf. III 28,3 a d 5; S u á r e z , o .c ., d .5
p . 2 . ‘ c . 7 c u e s t.5 (e d . 2 .a, BAC, p 4 7 2 - 7 6 ) .
s e c t.4
(e d .
BAC,
p . 19 4 -2 12 );
A lastruey, o .c .,
P.1L Los grandes dogmas y títulos marianos
90
a) L a S a g r a d a E s c r i t u r a . Lo insinúa claramente en las
palabras que dirigió María al ángel de la anunciación:
«¿Cómo podrá ser esto, pues yo no conozco varón?» (Le 1,34).
Esas palabras, como dice San Agustín y toda la tradición
cristiana, 110 tendrían sentido si la Virgen no hubiera tomado
la determinación de mantenerse siempre virgen, toda vez que
estaba desposada ya con San José. Precisamente por su propó­
sito de perpetua virginidad pregunta al ángel de qué manera
se verificaría el misterio de la encarnación que acaba de anun­
ciarle. M aría no duda, no pone condiciones: simplemente pre­
gunta qué es lo que lien e que hacer teniendo en cuenta su pro­
pósito de virginidad perfecta. Claro que de aquí no se sigue
que la Virgen hubiera ratificado con un voto este propósito de
perpetua virginidad. Pero lo descubre sin esfuerzo la razón teo­
lógica, como vamos a ver.
L a r azó n t e o l ó g ic a .
gumento de razón 9:
b)
Santo Tom ás expone el fácil ar­
«Las obras de perfección son más laudables si se hacen en vir­
tud de un voto. Pero como en la Madre de Dios debió resplande­
cer la virginidad en su forma más perfecta, fue muy conveniente
que su virginidad estuviera consagrada a Dios con voto».
A cerca de este voto de M aría hay que notar lo siguiente:
i.° No fue un voto absoluto, sino condicionado a la voluntad
de Dios. Escuchemos a Santo Tomás:
«Como parecía contrario a la Ley divina no procurar dejar des­
cendencia sobre la tierra, por eso la Madre de Dios no hizo el
voto absoluto, sino condicionado, si a Dios placía. Mas luego que
conoció que era a Dios agradable, hizo el voto absoluto, y esto
antes de la anunciación del ángel» 10.
Con todo, si el ángel le hubiese manifestado de parte de
D ios que el modo de la concepción de Cristo había de ser el
normal en un matrimonio— lo cual implicaría la dispensa de
su voto por parte de D ios— , la Virgen hubiera acatado esta
divina voluntad pronunciando su sublime «He aquí la esclava
del Señor, hágase en mí según tu palabra» (L e 1,38).
Es cierto que algunos Santos Padres opinaron que María
9 i i i 2 8 ,4 .
10 Ibid., ad i.
C.3. La maternidad divina de Marta
91
hubiera renunciado a la divina maternidad si con ello hubiese
tenido que sufrir quebranto su virginidad. Pero otros m uchos
lo niegan rotundamente, y esta opinión parece mucho más ra­
zonable. Porque, en primer lugar, nada se puede poner por
encima de la voluntad de Dios, que es adorable en sí misma,
y, en segundo lugar, ello hubiera implicado un gran error en
María al estimar en más su propia virginidad que la m aterni­
dad divina— que vale infinitamente más— , y hasta una gran
falta de caridad para con nosotros al preferir su virginidad a la
redención de todo el género humano. N o es creíble ninguna
de las dos cosas en la Santísima Virgen, cuya alma, ilum inadí­
sima por el Espíritu Santo, sabía distinguir perfectamente lo
mejor, y cuyo corazón ardía en el más puro amor a D io s y a los
hombres que se ha albergado jamás en ningún corazón hum ano.
La divina Providencia supo arreglar las cosas de m anera tan
maravillosa y sublime, que la Santísima Virgen pudo ser M a ­
dre de D ios sin perder el tesoro de su perpetua virginidad.
2.° Este voto lo hizo, probablemente, de acuerdo con San
José y juntamente con él.
Santo T om ás expone la rar/ji probable en la siguiente
forma H :
«En la Antigua Ley era preciso que así los hombres com o las
mujeres atendiesen a la generación, pues el culto divino se propa­
gaba por ella, hasta que Cristo naciese de aquel pueblo. N o es,
pues, creíble que la Madre de Dios hubiera hecho un voto absolu­
to de virginidad antes de desposarse con San José; porque, aunque
lo deseara, se encomendaba sobre ello a la voluntad divina. M as
una vez que recibió esposo, según lo exigían las costumbres de
aquel tiempo, junto con el esposo hizo voto de virginidad».
C
a p ít u l o
5
L A M A T E R N ID A D D IV IN A D E M A R IA
65.
Com o vimos al exponer el principio primario y fun ­
damental de toda la mariología, la maternidad divina de M a ­
ría es la clave que lo explica todo. T odos los dones, gracias y
privilegios excepcionales que le fueron concedidos a M aría por
la divina liberalidad, lo fueron en atención a este hecho colo­
sal e incomprensible: María M adre de Dios.
11 Ibid., c .; cf. a d 3.
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