Parte 1 contra el grupo mafioso opositor. Ellos habían presentado varias denuncias disparatadas en diversas fiscalías en distintas partes del país y, por cierto, si alguien consultaba en las pantallas del Ministerio Público aparecía mi nombre. Eso es lo que se denomina acoso judicial; instrumentalizar al Ministerio Público y al Poder Judicial para hostigar a otra persona. Como la mayoría de fiscales admiten denuncias por ridículas que sean, un ciudadano puede estar meses y años con denuncias abiertas que no dan lugar a acusación ante el Juez, pero tampoco son archivadas como corresponde. Miguel se rió y me dijo que conocía de esos casos y que solo era cuestión de que reuniera las evidencias sobre estas denuncias y se las alcanzara a un oficial de la policía que verificaría si esto significaba un impedimento o podía suscitar un escándalo futuro. En efecto, al día siguiente me llamó un funcionario desde el Palacio de Gobierno y pidió que llevara la referida información. Me sentí tranquilo en varios sentidos. Tenía la información y en esos momentos la mayor parte de las denuncias que habíamos agrupado en una sola fiscalía, habían sido archivadas y solo quedaban dos que estaban en franco estado de abandono, en parte porque al haber vendido la Caja, el motivo real de las denuncias había expirado. También me tranquilizó porque me hizo pensar que el gobierno actuaba con responsabilidad con relación a sus funcionarios, reduciendo el riesgo de que ingresaran personajes discutibles. Finalmente, entendí que el retraso se habría originado por estos motivos y no porque hubiera una oposición desde algún nivel de gobierno con relación a mi nombramiento. Después del trámite pasaron algunas semanas más sin novedades. Como había asumido que pronto ocuparía la presidencia, preferí abstenerme de aceptar algunas consultorías que podían complementar mis ingresos en la Universidad. Conversé entonces con Elena y le manifesté que iba a esperar hasta el domingo 23 de octubre y si hasta entonces no salía el nombramiento, le comunicaría a Juan Rheineck que declinaba. Llegó el domingo 23 y por la noche escribí un correo a Juan pidiéndole que diera por cancelada mi participación. Al día siguiente muy temprano me llamó y, con sarcasmo, me dijo que no podía aceptar mi declinación porque ese mismo día había salido la resolución suprema con mi nombramiento. Fui entonces a la computadora y abrí la página de El Peruano, Normas Legales, y en efecto, allí aparecía mi nombramiento. Ese mismo día había aceptado una entrevista para revisar una anterior consultoría que había hecho con AC Pública del grupo Apoyo. Mientras conducía con destino a Miraflores por el circuito de la Costa Verde, entró en mi celular una llamada. Me detuve considerando que podía ser importante. Al otro lado del teléfono me hablaba Martha Crovetto, la secretaria del gerente general del Agrobanco. Luego de presentarse me contactó con el gerente legal, -32-