LA UNIVERSIDAD FUTURA

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Augusto PEREZ LINDO
LA UNIVERSIDAD FUTURA: DE LA UTOPÍA AL REALISMO POSIBILISTA
In: RED ARGENTINA DE POSTGRADOS EN EDUCACIÓN SUPERIOR
(2011). Ensayos e investigaciones sobre la problemática universitaria. San
Luis: Universidad Nacional de San Luis. Cap. I, pp.15-28
La conciencia como tal, y en su nivel crítico, es activa y
transformadora del mundo y, por ello mismo, prospectiva. La noción
misma de la educación como un proceso dinámico, dialéctico, se
cimenta, pues, en su prospectividad, y permite pensarla como una
programación del futuro y, como la realización de un proyecto de
hombre y de sociedad.
Ricardo Nassif (1983) Teoría de la educación. Madrid: Cincel, p.262
1. El futuro de la universidad argentina
Para muchos investigadores sociales la Argentina ha sido un enigma en
los últimos cincuenta años. ¿Cuánto podría acertar un filósofo y universitólogo
en una prospectiva de la universidad argentina? Sabemos que los fenómenos
sociales tienen un alto margen de imprevisibilidad pero también sabemos que
existen constantes que hacen posible el análisis de lo social. Lo que vamos a
intentar es una combinación de dos enfoques para atisbar el futuro de la
universidad argentina.
Empezaremos con una perspectiva utópica enunciado imaginariamente las
realizaciones que nos gustaría haber alcanzado para el 2025. Allí colocaremos
las reformas y objetivos de mejoramiento que muchos han estado proponiendo
desde 1983 en adelante. Luego pasaremos a otro escenario donde partiremos
de las proyecciones que pueden permitirnos las tendencias actuales visibles a
través de ciertos indicadores estadísticos.
Tendremos en cuenta, por supuesto, los datos básicos del sistema
universitario argentino, pero tampoco dejamos de lado nuestro conocimiento de
las estructuras institucionales y de los procesos a los que hemos dedicado
algunos libros y artículos. Nos interesa conocer el potencial del sistema, pero
también sus limitaciones, sus problemas críticos. Nos interesa saber de los
contextos pero también de los proyectos que surgen de nuestra realidad
nacional.
1
Como se trata de un ejercicio prospectivo no pretendemos realizar un
diagnóstico sino que buscamos anticipar las posibilidades de una realidad en
movimiento que en parte depende de las intenciones de los actores y en parte
de los contextos. Lo que quiere decir que el futuro depende tanto de una teoría
de las intenciones como de una teoría de las posibilidades. Dentro de estos
límites trataremos de presentar una serie de escenarios que permitan pensar el
futuro de la universidad argentina.
2. La universidad inteligente del 2025
Comenzaremos entonces con un relato imaginario. Érase una vez en el
2025 una universidad con capacidad de pensamiento estratégico que había
logrado movilizar todo su potencial educativo, científico, cultural y tecnológico
para servir a un modelo de desarrollo con uso intensivo del conocimiento.
Para ese entonces el sistema de educación superior argentino
comprendía todas las instituciones de nivel terciario y había abandonado hacía
tiempo el modelo binario (“universitario” - “no universitario”) que había durado
hasta el 2015. La matrícula ascendía a más de 5 millones de estudiantes y la
población del país era de unos 47 millones de habitantes. 1
En el conjunto de la población económicamente activa (PEA), de alrededor
de 18 millones de individuos, el conjunto de los poseían estudios de educación
superior abarcaba a más de 4 millones de personas, o sea, alrededor de un
22% de la PEA.2 Sumando los estudiantes y los graduados en el mercado de
trabajo existían cerca de 9 millones de personas con educación superior. Un
verdadero cambio en el perfil educativo de la población y de la fuerza de
trabajo. Una sociedad que avanzaba hacia el rango de una comunidad
educada.
La universalización del acceso a la educación superior, siguiendo una
tendencia nacional e internacional, había llevado a una tasa de escolarización
superior del 85%. Como se había mejorado drásticamente el rendimiento
académico de los estudiantes entre 2015 y 2025 se pasó de una tasa de
graduación del 30% a una del 60 %, casi a la par con los países europeos pero
aún por debajo de los asiáticos. Esto quiere decir que cada año se graduaban
más de 250.000 jóvenes.
Una fuerte política de inversiones en los posgrados y en la investigación
había permitido que existieran centros de excelencia en ciencias sociales, en
1
Fuente: INDEC (1996). Proyecciones de población por sexo y grupos de edad: urbano-rural y
económicamente activa (1990-2025). Buenos Aires, SAD7, INDEC; TORRADO, S. (2004). “Argentina:
escenarios demográficos 2025”. Buenos Aires: Documento de la SECYT
2
Ver: PEREZ LINDO, A. (2009). “Prospectivas de la educación superior argentina 2020”. Buenos Aires:
SECYT
2
humanidades, en ciencias naturales, en ingeniería, medicina y casi todas las
disciplinas en distintos lugares del país. Esto fue producto también de acuerdos
inteligentes entre las universidades para valorizar sus áreas más destacadas.
Lo significativo de esta situación es que había sido el resultado de una
apuesta entre la clase política, los empresarios, los universitarios y los
científicos para estimular al máximo el potencial académico en todas las
direcciones pero definiendo áreas de problemas a resolver vinculadas con el
proyecto de desarrollo nacional. En este mismo sentido se había establecido
mediante estudios precisos el impacto que la producción de conocimientos
tenía para el crecimiento económico y el bienestar social. De modo que ya no
se hablaba del “gasto universitario” sino de la “inversión inteligente”.
En este contexto la profesión académica era muy cotizada y muy exigente.
Todos los profesores universitarios y muchos de la escuela secundaria, tenían
su doctorado y también una carrera bien remunerada que les permitía
dedicarse totalmente a una actividad educativa o científica. El 60% de los
profesores tenían dedicación exclusiva. Los profesores que alternaban la
docencia con otras profesiones tenían la oportunidad en sus trabajos para
concentrarse periódicamente en su actividad pedagógica.
La universidad argentina había pasado de graduar a unos 700 doctores
por año en 2010 a graduar 5.000 doctores en el 2025. Esto fue el resultado de
un proceso que ya estaba en marcha hacia el 2010 pero que se fue acelerando
en la medida en que el número de posgraduados creó una masa crítica en las
distintas universidades modificando el perfil académico. Esto fue posible
gracias a una inteligente políticas de becas del Ministerio de Educación y de las
universidades.
Además, había ocurrido otro cambio que favoreció el surgimiento de la
universidad inteligente para el desarrollo. Las grandes empresas comenzaron a
interesarse en la economía del conocimiento con lo cual se vieron llevadas a
ofrecer becas para jóvenes investigadores y fondos para avanzar en temas
estratégicos como la biotecnología, la gestión de sistema de información, la
ingeniería molecular, las nanotecnologías y otras cosas. Las empresas pasaron
a aportar el 40% del gasto en Ciencia e Innovación Tecnológica.
Hacia el 2015 el conjunto de las universidades públicas había decidido
crear la Universidad Virtual Argentina (UVAR. Com) con todos los cursos y
ofertas de carreras a distancia y virtuales que tenían en sus instituciones. Con
la UVAR que tenía 800.000 alumnos en 2025 la inscripción de estudiantes
extranjeros llegó a más de 120.000.
En torno a la UVAR se había producido una simbiosis virtuosa con distintos
grupos de diseñadores, pedagogos creativos, informáticos, cineastas,
divulgadores científicos y otros especialistas que producían materiales
3
pedagógicos audiovisuales y virtuales para todo el sistema educativo argentino
y para América Latina. La UVAR había aprendido de las experiencias de la
UNED española, de la Open University pero también del Canal Encuentro que
fue un antecedente muy valioso.
En aquel entonces (2025) las universidades estaban totalmente
informatizadas, algo que ya había acontecido en muchos sectores de la
sociedad (desde 2015 se utilizan en todas las provincias programas de
“gobierno virtual” que permitían resolver por computadora o por celular los
trámites administrativos o las consultas ciudadanas). Consecuentemente había
cambiado el modelo de gestión estableciendo mecanismos más transparentes
y rápidos. Los miembros de la comunidad universitaria podían disponer de
toda la información e inclusive participar de las asambleas abiertas que se
realizaban a través de las redes virtuales. La democracia directa era un hecho.
Al mismo tiempo que las tecnologías de la información y la comunicación
permitían simplificar los trámites administrativos y los mecanismos de decisión,
la universidad adoptó una fuerte política de inclusión social dirigida a los
jóvenes pero también a los viejos. El gobierno había establecido un gran
número de becas para permitir que los jóvenes se formaran e integraran a
través de los centros de educación superior. Las actividades deportivas y
artísticas eran florecientes. Habían surgido varios “semilleros” de deportistas,
artistas y jugadores de futbol. Lo que comenzó siendo una gran inversión social
terminó siendo también una actividad exitosa capaz de generar recursos
propios a las universidades. La meta del gobierno era que todos los jóvenes de
18 a 26 años tuvieran la oportunidad de proseguir estudios superiores o al
menos de integrarse de alguna manera a través de la educación superior.
La enseñanza universitaria había cambiado sustancialmente. La conexión
directa entre los sistemas de información y la mente de los individuos (que se
había resuelto en la década anterior) hacía que no fuera necesario que los
profesores repitieran lo que estaba en la bibliografía. Los alumnos podían
“bajar” los libros de las computadoras a su memoria conectándose a través de
los dispositivos neuro-electrónicos.
¿Entonces para qué estaban los profesores? Fueron los primeros en
celebrar estos avances que los dispensaban de la transmisión de
informaciones y de la repetición de consignas. Los profesores se dedicaban a
enseñar a pensar, a analizar y resolver problemas, a diseñar nuevos proyectos
o a investigar más a fondo cuestiones que antes no eran accesibles a los
estudiantes. Las clases eran al mismo tiempo presenciales y virtuales
dependiendo de las necesidades el recurso a las TICs , al contacto visual o la
comunicación personal. El desarrollo de la nueva pedagogía multimodal tuvo
lugar desde el 2015 cuando se generalizó la obligación para todos los
profesores universitarios de realizar una especialización pedagógica.
4
Las características de esta formación también eran diferentes a las
especializaciones en docencia superior que se habían ensayado desde el
principio del siglo XXI. Las ciencias de la educación habían alcanzado un alto
nivel científico y pedagógico con especialistas en ciencias cognitivas, en
inteligencia artificial, en pedagogía virtual, en pedagogías lúdicas, en teorías de
la inteligencia, en currículo multimodal y otros temas. Los profesores
universitarios compartían los mismos problemas con docentes primarios y
secundarios porque a la universidad llegaban alumnos a partir de los 12 años.
Este fue el límite que impuso el Ministerio de Educación cuando comenzaron a
llegar al nivel superior un número significativo de menores de 17 años.
El nuevo modelo de universidad inteligente había dejado atrás las carreras
mono-disciplinarias. Se había perfeccionado el Modelo de Bolonia imponiendo
un primer ciclo de dos años con formación científica y humanística para luego
dejar abierto los diferentes caminos para componer carreras con un currículo
abierto. Los que deseaban especializarse podían concentrarse en áreas
específicas durante el segundo ciclo de tres años luego del cual obtenían el
título de Magister. La mayoría continuaba tres años para alcanzar el doctorado.
Esto se había convertido en el trayecto estándar de los estudiantes
universitarios.
La transnacionalización de la enseñanza universitaria se manifestaba de
varios modos. Primero porque en el sistema había más de 120.000 estudiantes
extranjeros. Segundo porque más de dos millones de argentinos se
desplazaban para trabajar en el exterior. Tercero porque los intercambios de
todo tipo y los sistemas de información ponían en juego el conocimiento de
idiomas. Normalmente los estudiantes que llegaban al doctorado tenían que
saber español, portugués e inglés. Pero muchos aprendían otros idiomas:
chino, árabe, hindi, francés, alemán, japonés, ruso. Los programas de
“inserción virtual” y de “conectividad neuro-electrónica” permitían aprender de
manera muy rápida los idiomas.
El Mercosur Educativo había avanzado hacia la construcción del Sistema
Sudamericano de Educación Superior que permitía la movilidad académica de
estudiantes y profesores en toda la región. Estaba basado en currículo
comunes por competencias, en un régimen de evaluación institucional que
había comenzado en el Mercosur Universitario y en acuerdos
interinstitucionales sobre estándares comunes.
A pesar de que la informatización y la virtualización habían llegado muy
lejos la preferencia de los estudiantes y profesores era por la convivencia en el
campus universitario. En un mundo donde mucho de lo real se había vuelto
virtual, las comunidades universitarias redescubrieron el valor de las relaciones
interpersonales. Se habían construido ciudades universitarias confotables y
5
ecológicas. El campus se había convertido en centro de convivencia, de
intercambio personal, de participación social.
3. El horizonte posibilista
Partiendo de la realidad próxima nuestra prospectiva se modifica bastante.
De acuerdo con el Anuario de Estadísticas Universitarias 2008 editado por
la Secretaría de Políticas Universitarias en Argentina existían 107
universidades, 48 estatales, 57 privadas y 2 internacionales. (En 2010 se
crearon siete nuevas universidades nacionales). La matrícula nos daría un total
de 1.600.555 estudiantes de los cuales en el sector estatal 1.283.482 y en el
sector privado 317.040. Para una población de 38 millones de habitantes la
tasa bruta de escolarización universitaria para los jóvenes entre 18-24 años nos
daría 34,5%.
Ahora bien, el panorama se complica si consideramos de manera conjunta
todas las instituciones de educación superior, como se hace en la mayoría de
los países. En este caso la tasa bruta de escolarización superior nos daría un
46,9%, por encima de la media de América del Sur.
En 2005, de acuerdo a la Cámara Argentina de Institutos de Educación
Superior (CADIES) hubo 2.130.367 alumnos matriculados en la Educación
Superior de los cuales el 46% estaba en las universidades públicas, el 11% en
las universidades privadas y el 30% en los IES (Institutos de Educación
Superior). Cabe agregar que sobre 1849 Institutos de Educación Superior un
46% son de naturaleza estatal y un 54% privados. También es importante
destacar que la tasa de graduación de los IES se acerca al 40% con lo que
duplica a la tasa de graduación de las universidades nacionales (19%).
Con este cuadro inicial vemos que el sistema de educación superior
argentino se encuentra muy diversificado en su ofertas y muy extendido en
todo el territorio del país. Prácticamente está preparado para una cobertura
universal para los jóvenes entre 17-24 años.
Si proyectamos esta población hacia el 2025 veremos que de acuerdo a
las previsiones del INDEC habría para ese año 3.566.000 jóvenes de 15-19
años y 3.552.000 jóvenes de entre 20-24 años. Si la tasa de escolarización
superior llegara al 70%, algo que resultaría coherente con las tendencias
actuales, entonces la población estudiantil tendría que estar cerca de los 5
millones de personas escolarizadas. ¡Estaríamos más que duplicando la actual
matrícula de educación superior en unos 15 años!
A su vez, hay que tener en cuenta también dos nuevos factores: el
primero, el acceso cada vez más temprano a la educación superior por parte de
una franja de la población joven; el segundo, el acceso tardío a la educación
superior por parte de personas jubiladas o de la tercera edad.
6
¿Qué respuesta se puede dar a esta explosión de la demanda educativa
superior? La expansión institucional, o sea, la apertura de más universidades e
institutos, es una de ellas. De hecho esto acontece por acomodamiento político
o de mercado a la demanda. Otra respuesta: el desarrollo de ofertas a distancia
o virtuales. Esta estrategia se encuentra poco elaborada, de hecho tanto el
Ministerio de Educación, como la CONEAU, han sido más bien restrictivos.
Para pensar la expansión en cualquier hipótesis es preciso contar con
los docentes necesarios. Y eso es lo que falta. No hay suficientes profesores
para la educación superior y no hay suficientes perfiles académicos entre el
cuerpo de profesores para sostener al mismo tiempo la expansión, el desarrollo
de los posgrados y la actividad científica. Hacia 2008 el conjunto de los
docentes de las universidades nacionales alcanzaba a 171.421 (50% mujeres)
y la franja de los profesores con doctorado no alcanzaba al 14%. Entonces se
necesita un esfuerzo extraordinario para llevar este porcentaje a por lo menos
el 40%.
La post-graduarización no es una pretensión elitista o una simple presión
de las tendencias de la educación superior en América Latina y el mundo.
Argentina se encuentra rezagada en este proceso. Lo que justifica el
fortalecimiento de los posgrados es por un lado la explosión de los
conocimientos y por otro lado la cientificación de la sociedad.3 Es decir, se
necesitan cada vez más conocimientos científicos y tecnológicos para ubicarse
en la sociedad del conocimiento.
Argentina tenía en 2008 unos 80.160 alumnos en los posgrados, de los
cuales 12.715 en los doctorados, 31.796 en las maestrías y 35.649 en las
especializaciones. El sector público tenía el 75% de la matrícula contra el 24%
del sector privado. La tasa de graduación gira en torno del 10%. En 2008 se
contabilizaron 7.632 graduados, de los cuales 746 doctores, 2.427 magister y
4.459 especialistas. 60% de los centros estatales y 38% de los centros
privados.
Estas cifras indican un progreso importante y en los umbrales del 2025
se podría llegar a más de 140.000 alumnos en el sistema de posgrado. Hay sin
embargo dos incógnitas. La primera es la tasa de graduación que es bajísima.
Tiene que ver con el hecho de que no existen programas de becas que
permitan una dedicación exclusiva de los estudiantes del posgrado. El caso de
los becarios del CONICET muestra que la situación puede mejorar
sustancialmente con otras políticas. Estos becarios, muy seleccionados y de
edades inferiores a 35 años, tienen una tasa de graduación superior al 70%
porque reciben becas significativas y exigencias para el cumplimiento de sus
obligaciones académicas.
3
Ver: NOVOTNY, H.; SCOTT, P. & GIBBONS, M. (2001) Re-Thinking Science. Knowledge and the Publica
in an Age of Uncertainty. Oxford: Blackwell
7
La segunda incógnita tiene que ver con el financiamiento. El posgrado
requiere una estrategia combinada de estímulos económicos, evaluación de
calidad y desarrollo institucional. El hecho es que en la actualidad el nivel de
posgrado no tiene “ciudadanía” en las universidades públicas. Sus profesores y
sus alumnos no forman claustro. Los programas de posgrados no tienen
presupuesto del Ministerio de Educación y en consecuencia deben arancelarse
para encontrar el autofinanciamiento. Con este “techo” el posgrado argentino
seguirá rezagado y lo está con respecto a países de América del Sur sobre los
cuales tenía hace dos décadas ventajas comparativas.
Para enfrentar este y otros problemas es evidente que la Secretaría de
Políticas Universitarias tiene que impulsar políticas públicas efectivas. Quiere
decir: con financiamiento y voluntad de implementación. Entre los temas que
merecerían una agenda con fuerte consenso de la comunidad universitaria y
del poder político podemos enunciar los siguientes:
1º. El problema de la formación de más de 100.000 docentes de la
educación superior para llegar exitosamente al 2025; esto requiere
articular a todas las facultades y carreras de ciencias de la educación y
establecer programas de becas;
2º. El problema de los bajos rendimientos de los alumnos de grado y de
posgrado que requiere mejoramientos institucionales, becas y
estrategias pedagógicas;
3º. El desarrollo del sistema de educación superior a distancia, a través
de las redes de universidades e institutos de educación superior; sería
necesario crear una sub-secretaría de educación a distancia, como ha
hecho Brasil; se necesitan inversiones para formar especialistas, para
producir materiales pedagógicos asegurar la conectividad universal;
4º. Las políticas de inclusión social a través de la educación superior que
implican no solamente dotaciones de becas de estudio sino también
articulación con las políticas sociales a través del deporte, la actividad
artística y las incubadoras de micro-emprendimientos;
5º. Las políticas de fortalecimiento de los posgrados dándoles el
reconocimiento institucional y presupuestario que corresponde.
La adopción de políticas generales para el sistema de educación
superior argentino requiere grandes dosis de consenso, de cooperación, de
articulación entre todos los sectores, públicos y privados, universitarios y no
universitarios, profesores, autoridades y estudiantes. La función mediadora y
facilitadora del Estado resulta esencial, pero no resuelve todas las cosas. Se
requiere la iniciativa de los mismos actores institucionales como ocurrió con el
8
Proceso de Bolonia (1999-2010) donde las mismas universidades determinaron
las reformas que los estados europeos luego respaldaron.
Para conseguir esto es necesario superar la partidización e
ideologización de las políticas públicas de Educación Superior a fin de que las
mismas instituciones puedan converger voluntariamente y con una perspectiva
de largo plazo en el trazado de los lineamientos estratégicos para el futuro. El
Estado y el Gobierno en ejercicio deben participar y comprometerse a respaldar
los objetivos que surjan del consenso inter-institucional. Este proceso podría
comenzar ahora, en cualquier momento. Existe un Consejo de Universidades
(públicas y privadas) que podría tomar la iniciativa de convocar a los actores
institucionales para definir las respuestas a los problemas arriba mencionados
y otros.
Pero, el camino que algunos buscan de resolver las cuestiones a través
de una nueva ley de educación superior resultaría inadecuada. Primero porque
atribuye al Congreso Nacional una competencia académica que no tiene.
Segundo porque tiende a confundir una política de educación superior, que es
dinámica, con una legislación que fosiliza las estructuras. Tercero porque
soslaya la competencia y la participación de todos los actores de la educación
superior.
En el horizonte posibilista debemos considerar el Mercosur Universitario
y la globalización académica. En la actualidad se ha avanzado en la
compatibilización de diplomas, en el reconocimiento recíproco de titulaciones,
en la adopción de mecanismos de evaluación institucional y en un régimen de
acreditación de carreras profesionales (agronomía, medicina, ingeniería). En la
práctica no todos los países del área organizaron sus agencias evaluadoras,
los mecanismos de evaluación institucional difieren, existe resistencia para el
reconocimiento automático de diplomas o para la acreditación regional de
profesionales.
Es evidente que hace falta un nuevo impulso tanto para el Mercosur
como para la integración universitaria sudamericana. Este proceso, por otro
lado, depende de las políticas de integración económica y política que están
sometidas a altibajos. La profundización y extensión de las experiencias de
intercambio académico en América del Sur podría fortalecer la integración.
Argentina está recibiendo más de 40.000 estudiantes sudamericanos por año
sobre un total de 60.000 estudiantes extranjeros en la educación superior.
9
4. Seamos prácticos: enfrentemos lo imposible
El movimiento universitario de mayo de 1968 en París desafió a la clase
dirigente francesa con una ironía: “seamos realistas, pidamos lo imposible”. En
Argentina de 2010 cuando vemos en el horizonte que podemos duplicar la
matrícula de la educación superior en poco más de una década el problema es
que lo imposible se va a hacer realidad y nosotros no estamos preparados
para enfrentarlo.
Esta es la historia de un tsunami social que podemos prever e inclusive
aprovechar para el desarrollo pero que puede convertirse en una catástrofe si
dejamos que surja, en mayor escala, un proletariado universitario sin destino.
Este es un fenómeno que están tratando de enfrentar en España, Francia,
Egipto, Túnez y otros lugares.
El potencial científico y universitario que la Argentina posee ya es suficiente
para crear una economía de conocimiento intensivo que valorice la educación,
la ciencia y la tecnología. Este modelo es absolutamente necesario si se quiere
aprovechar la reserva de recursos humanos altamente calificados que el
sistema de educación superior está formando.
No hay que olvidar que el desaprovechamiento actual de personas
altamente calificadas es muy alto. En 2006 se calculaba que sobre 11.000
doctores en todas las disciplinas que se habían formado en Argentina unos
5.500 trabajaban en el extranjero. Para ese entonces el número de personas
con educación superior que habían emigrado al extranjero estaba cerca de los
100.000. Este “brain-drain” es responsabilidad de las clases dirigentes
argentinas que no saben cómo aprovechar los talentos disponibles. Hay que
asumir asimismo que es alto el grado de subocupación de los profesionales,
científicos y técnicos dentro de los organismos del Estado, principales
empleadores de este personal.
Viendo las cosas desde este punto de vista lo “realista” no es
reproducir el modelo de desarrollo actual sino contar con el potencial
inteligente de que disponemos para crear una sociedad y una economía
inteligentes y solidarias. O sea, con un pleno aprovechamiento del potencial
educativo, científico y tecnológico.
Y si algunos pueden pensar que esto es “irrealista” o “voluntarista” tienen
que considerar por lo menos que lo “imposible”, o sea, la “explosión educativa
y social” tendrá lugar en muy pocos años porque las nuevas generaciones no
podrán aceptar un destino de frustración o exclusión una vez que han luchado
para progresar a través del conocimiento.
10
Bibliografía
-
FERNANDEZ LAMARRA, N. (2003) La Educación Superior argentina
en debate. Buenos Aires: Eudeba.
LEHER, R. (comp.) (2010). Por una reforma radical de las
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PEREZ LINDO, A. (2003) Universidad, conocimiento y
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PEREZ LINDO, A. (2010). ¿Para qué educamos hoy? Filosofía de la
educación para un nuevo mundo. Buenos Aires: Biblos
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y la postuniversidad. Buenos Aires: Ariel
RAMA, C. (2010) La universidad latinoamericana en la encrucijada
de sus tendencias. Montevideo: UDE
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EUDEM
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