Revista KARPA 3.2 Journal of Theatricalities and Visual Culture California State University - Los Ángeles. ISSN: 1937-8572 “EL CINTURÓN DE CASTIDAD: UNA APROXIMACIÓN TEÓRICOPERFORMÁTICA A LA PROHIBICIÓN DEL PLACER Y EL AUTOPLACER FEMENINO” (This pdf version contains no images. For the original article go to http://www.calstatela.edu/misc/karpa/Karpa3.2/Site%20Folder/julia.html) Julia Antivilo Peña Universidad de Chile Abstract: This essay discusses the metonymy of the chastity belt understood as prosthesis of selfcensorship installed in the mind of Latin American women from colonial times to the present. The article proposes a double-sided approach to this phenomenon from text and performativity, thus it includes a photo-performance series that complements the reflection on the need to get rid of symbolic chastity belts imbedded in dominant cultural impositions related to heteronormativity, and the objectification of the female body. This analysis departs from the history of mentalities, the history of the body, a feminist perspective, and conceptual art. “Estoy oyendo los grilletes forjados por la mente” William Blake A modo de introducción Este ensayo constituye un primer acercamiento a la idea de la metonimia (1) del cinturón de castidad como prótesis de autocensura en las mentalidades de las mujeres latinoamericanas, la cual habría sido implantada tras la conquista hispano lusitana y desplegada como un proceso de larga duración que se mantendría hasta hoy. El análisis de la idea de la metonimia pretende esbozar una propuesta, a través del texto y de la performatividad, que invita a romper con estas prótesis de autocensuras de nuestras mentalidades. La performatividad (2) de esta invitación abre reflexiones en torno a una ética del placer que permita a las mujeres latinoamericanas la reapropiación de nuestros cuerpos. La metonimia será trabajada desde la Historia de las Mentalidades y del Cuerpo, también desde el arte conceptual y a partir de un análisis feminista. Aclaro que el presente ensayo hace parte de una reflexión más amplia sobre la problemática simbólica del cinturón de castidad y que en este caso nos circunscribiremos a los procesos históricos referidos al cuerpo en relación con una propuesta de performance visual. Este estudio está orientado desde la Historia de las Mentalidades ya que tal perspectiva nos permite entender procesos de larga duración con el fin de explicar muchas de las experiencias colectivas de las y los sujetos sociales. Este trabajo nos ayudará a entender las dinámicas que aún se mantienen desde la colonia en las mentalidades de las mujeres y en las relaciones de estas con sus cuerpos, al igual que concebir al cuerpo femenino como una prolongación del cuerpo social. Antivilo Peña, Julia. “El cinturón de castidad: una aproximación teórico-performática a la prohibición del placer y el autoplacer femenino” Karpa 3.2 (2010): n. pag. http://www.calstatela.edu/misc/karpa/Karpa3.2/Site%20Folder/julia.html Esta disciplina empuja al diálogo entre lo individual y lo colectivo, desde “el punto de conjunción (…) del tiempo largo y de lo cotidiano, de lo inconsciente y lo intencional, de lo estructural y la coyuntura” (Le Goff 85).(3) En particular, nos interesa este enfoque para indagar en las mentalidades desde la historia del cuerpo de las mujeres, con el fin de visualizar que entre las mentalidades y los cuerpos, en este caso de los femeninos, existe una determinación–-a partir de una construcción cultural patriarcal—que limita ambas dimensiones de las sujetos. En la Historia de las Mentalidades encontramos orientaciones teórico metodológicas para trabajar desde la historia del cuerpo. Una de ellas es plantear al cuerpo como una herramienta mental que trabaja desde su existencia como palabra, a través del lenguaje, por el cual se entregan formas de ver, sentir, pensar y organizar la realidad. Otra es el análisis del cuerpo como medio de comunicación del cual arrancan los sistemas de información y educación, que trasmiten valores, signos y significantes. Una y otra nos definen al cuerpo como un constructo social y cultural, que por tanto, devela todas las estructuras que pesan sobre él, ya sean, económicas, demográficas, simbólicas u otras (Ver David Le Breton: La sociología del cuerpo).(4) David Le Breton nos dice que al estar constituidos social y culturalmente nuestros cuerpos, “su representación, lejos de ser unánimes en las sociedades humanas, es asombrosa desafortunada y plantea muchos problemas epistemológicos. El cuerpo es una falsa evidencia: no es un dato evidente, sino el efecto de una elaboración social y cultural” (Le Breton 28). Me interesa abrir preguntas en relación a cómo, a través de las mentalidades, se ha hecho del cuerpo femenino el depositario de muchas de las formas de violencia patriarcal, especialmente de la simbólica, fortaleciendo así a la dominación masculina. Para responder cuestiones como ésta, nos podemos servir de la violencia simbólica, la cual se refiere a la adhesión que el o la dominada siente que, por obligación, debe conceder al dominador y por consiguiente, a la dominación (Bordieu 51). Históricamente son los cuerpos femeninos o feminizados los receptores principales de la violencia patriarcal y este ensayo se ocupa de este tema, pero habría que aclarar que hay casos en que los sujetos masculinos pueden ser también objeto de abuso o rechazo social si no se adaptan a los roles patriarcales dominantes. Los actos de conocimiento y reconocimiento entre dominadores y dominadas son desencadenados por la fuerza del poder simbólico con el cual “adoptan a menudo la forma de emociones corporales –vergüenza, humillación, timidez, ansiedad, culpabilidad- o de pasiones y de sentimientos –amor, admiración, respeto (...) un cuerpo que rehúye las directrices de la conciencia y de la voluntad mantiene las censuras inherentes a las estructuras sociales” (Bordieu 55). (5) La construcción sociocultural del cuerpo femenino con sus “constantes o continuadores” conforma los procesos de larga duración en la historia del cuerpo de las mujeres latinoamericanas, pesando en las mentalidades femeninas estrechamente en relación con sus cuerpos, mediante un riguroso control desplegado a través de la censura y de la autocensura, instalando la lógica que niega la propiedad del cuerpo y también con ello el placer sexual femenino. Por otro lado, ha acelerado la consolidación del patriarcado en muchas sociedades indígenas americanas. No partimos de la base que el patriarcado no haya existido en América indígena antes del colonialismo hispanolusitano, sino que podemos reconocer, a través de la censuradora mirada occidental cristiana, que antes de la conquista la relación con los cuerpos pudo ser diferente y Antivilo Peña, Julia. “El cinturón de castidad: una aproximación teórico-performática a la prohibición del placer y el autoplacer femenino” Karpa 3.2 (2010): n. pag. http://www.calstatela.edu/misc/karpa/Karpa3.2/Site%20Folder/julia.html diversa. De todos modos, existe un antes y un después en la historia de los cuerpos femeninos tras la invasión. Con el fin de materializar la metonimia del cinturón de castidad como forma de censura y autocensura en las mentalidades de las mujeres latinoamericanas, la noción de prótesis la utilizaremos como ortopedia mediante la cual se corrige artificialmente la falta de un órgano o parte de él. En este caso, se instala en la mente de las mujeres un artilugio de control no sólo de las mentalidades sino también los cuerpos. En las mentalidades, en tanto cultura y modo de pensar que caracteriza a una persona, sexo, pueblo o generación, esta prótesis actuaría para el control de toda posibilidad de que las mujeres dispusieran de sus cuerpos. Así como un frenillo es una prótesis que corrige a los dientes chuecos, o los anteojos corrigen la visión incorrecta, el cinturón corrige al cuerpo femenino que “por naturaleza sería proclive a los deleites de la carne”, ya que fue construido a partir de la idea que es carne que corrompe, que llama al pecado. Esta construcción posee una connotación que habla sobre lo monstruoso, especialmente en directa relación con su sexualidad. De ahí nace la idea y la imagen de la vagina como un foso sin fondo, la perdición (McDonald ), la entrada al infierno e incluso se la representa dentada (Creed). Debido a estas analogías de los deseos sexuales femeninos, trabajaremos esta ortopedia desde lo monstruoso, lo feo y lo inasimilable. Como hemos mencionado este trabajo no pretende solo quedarse en las letras sino busca dar un paso más allá, discurre entre el texto y la performatividad. Es por eso que construimos un cinturón de castidad (6) para apelar desde el arte conceptual en el que el pensamiento o la idea en sí misma tiene toda validez estética. También lo hacemos para, desde el arte corporal, materializar la metonimia expresada en las imágenes fotográficas, las cuales registran el montaje de la representación de la problemática que mueve este ensayo. (7). Finalmente, nuestra propuesta consistiría en arrancar el cinturón de castidad que nos ha sido implantado, con el fin de reflexionar en torno a una ética del placer. (8) El cinturón de castidad en Europa y su connotación simbólica El origen del cinturón de castidad lo podríamos hallar en lo que han llamado como la base de la cultura occidental: el mundo griego. Su sentido tendría un origen mítico relacionado con el nudo de Hércules, cinturón de virginidad, hecho de lana, que debía ceñir la mujer griega al llegar a la pubertad y que solo el marido desataría en la noche de bodas. El sentido de esta prenda lleva implícito el valor masculino de la fuerza, representado en Heracles o Hércules—según la tradición latina—símbolo de la virilidad, ideal supremo en toda sociedad patriarcal. La mitología señala que Hércules tuvo que cumplir doce trabajos para ganarse la inmortalidad. El octavo encargo fue arrebatarle a la reina de las amazonas, Hipólita, su ceñidor de oro. En tal osadía no sólo le arrebató el cinturón sino también la vida. Tras este relato debemos recordar también a las amazonas y qué significaba, asimismo, ese cinturón. Sabemos que estas mujeres fueron mujeres libres y tenían sexo con hombres ocasionalmente y, para muchas, solo para procrear. Además como guerreras no solo podían caer muertas en una batalla sino también—y como pasa en cualquier conflicto armado—podían ser violadas. Por lo tanto, sus ceñidores venían a ser una especie de cinturón feminista de anticoncepción y antiviolación (Sau). Antivilo Peña, Julia. “El cinturón de castidad: una aproximación teórico-performática a la prohibición del placer y el autoplacer femenino” Karpa 3.2 (2010): n. pag. http://www.calstatela.edu/misc/karpa/Karpa3.2/Site%20Folder/julia.html Podemos leer en el mito que no solo fue un trabajo de Hércules para ganar la inmortalidad, sino fue el triunfo de la fuerza masculina, llámese poder patriarcal, sobre la fuerza femenina. Esta última, entendida no solo como fuerza física sino también como autodeterminación, como poder ser y hacer lo mismo que los hombres, o sea, ser iguales. La lectura de la antigüedad clásica en el mundo medieval a través de sus ideólogos católicos conquistó, en el cinturón, otro artilugio represor de los cuerpos, especialmente determinados para el cuerpo femenino. La construcción del cuerpo femenino en Occidente la podemos ver en la obra del enciclopedista católico medieval Isidoro de Sevilla titulada Etimologías, en la que se refiere a que uno y otro sexo se diferencian por la fortaleza del cuerpo del varón y por la debilidad del de la mujer. Asimismo, él aclara de modo contradictorio el por qué de la de condición de las mujeres, señalando que se dice mulier (mujer) atendiendo al sexo y no a la corrupción de la integridad, para, posteriormente, afirmar que la mujer es pasional, que quiere decir fácil de corromperse y corromper. Prosigue diciendo que la acepción que utiliza el término mujer viene de femina, “que antiguamente era vira, por la misma razón, que se dice sierva, de siervo; fámula, de fámulo, así se dice vira, de viro [y para finalizar agrega que] Algunos dicen que de aquí viene el nombre virgen”. A su vez, señala que fémina “es dicha así por las partes del muslo (fémur) en las que se distingue el sexo; otros dicen que la etimología hay que buscarla en el griego ab ignea vi, de la fuerza del fuego, porque las mujeres son más concupiscentes que los hombres, y lo mismo ocurre con los animales” (Isidoro de Sevilla). Las mujeres serían, por lo tanto, seres que tendrían una atracción “natural” hacia los bienes sensibles y, de forma especial, una inclinación a los placeres sexuales. Por tal razón, era una necesidad para la sociedad el gobierno de su cuerpo. De ahí que se planteara la idea que las mujeres estuvieran guiadas por el cuerpo y no así por la mente. Así, el alma en las mujeres—que estaba en absoluta relación con la mente—para los ideólogos misóginos de la iglesia católica tuvo por siglos dudosa existencia. Por otro lado, las noticias en torno a este artilugio desde su materialidad nos hablan de que habría sido muy utilizado por los caballeros cruzados quienes obligaban a sus mujeres a la abstención sexual mientras ellos se iban a matar moros en nombre de la religión. El cinturón de castidad también fue conocido como “cinturón bergamasque” porque se relacionaba su procedencia con la región de Bérgamo, Italia, lo que no es para nada extraño pues bastantes buenos artistas del metal italianos del siglo XVI procedían de esta región. Es famosa la historia de un celoso italiano del siglo XV apodado el “Tirano de Padua”, cuyo nombre fue Francisco Carrara, de quien se decía que era tan celoso que hacía llevar cinturón de castidad hasta a sus amantes. Uno de sus cinturones se exhibe en el Palacio Ducal de Venecia. (9) El uso de los cinturones de castidad también tuvo fines antimasturbatorios, tanto para mujeres como para hombres. El cinturón como herramienta antimasturbatoria se siguió utilizando hasta mediados del siglo XIX, recomendado por médicos para combatir el onanismo. Para la inquisición, el cinturón de castidad era una herramienta disciplinaria que avalaba la piadosa iglesia católica, quizás la institución del llamado Occidente más decidora en cuanto a curtir al cuerpo como una cárcel. En algunos conventos fue utilizado como cilicio para combatir las tentaciones de la carne. Pero, sin dudas, fueron los confesores quienes impusieron a muchas mujeres utilizarlos como penitencia. Las jovencitas fueron obligadas a usarlo para evitar que Antivilo Peña, Julia. “El cinturón de castidad: una aproximación teórico-performática a la prohibición del placer y el autoplacer femenino” Karpa 3.2 (2010): n. pag. http://www.calstatela.edu/misc/karpa/Karpa3.2/Site%20Folder/julia.html perdieran la virtud, o sea la castidad; las casadas tendrían que usarlo para conservar el honor, no solo el propio solamente sino también el del marido. Desde el medioevo el cinturón de castidad arraigó la idea de la servidumbre sexual exclusivamente femenina y la prohibición del autoplacer. El simbolismo que envuelve al cinturón de castidad lleva consigo no solo la castidad obligatoria, sino además la prohibición del placer y del autoplacer. Aunque el aparato materialmente ya no se usa, su pervivencia simbólica se ve hoy día en el llamado al control de las pasiones—ya que el peso de la responsabilidad social en cuanto al sexo y la reproducción se achaca principalmente a la mujer—y la imposibilidad legal de las mujeres de decidir en cuestiones que solo debían concernirnos a nosotras mismas, debido a que están en relación directa con nuestros cuerpos. Esta imposición no viene solo de las religiones sino también de los Estados. Un ejemplo son problemáticas como la despenalización del aborto en la que curas, políticos y hasta militares pueden opinar y decidir sobre el cuerpo de las mujeres. La represión al cuerpo femenino internaliza a los artículos materiales de censura, como los cinturones de castidad, y los transforma en prótesis de las mentalidades. Creo que es la peor condena de todas, pues la autocensura con respecto al placer sexual femenino las ha hecho—en muchas ocasiones—falsear orgasmos y también conservar un rol pasivo (cargando estigmas como el de “románticas”, tan alimentados por la música comercial al estilo de Ricardo Arjona, entre otros, por las telenovelas y los cuentos de princesas con finales “felices” y sin sexo) no solo a nivel de relaciones de parejas sino también socioculturalmente. (10) En síntesis, el cinturón de castidad en las mentalidades de las mujeres enclaustró el deseo, lo hizo no solo para mantener la fidelidad, el honor de los hombres sino además para imposibilitar la masturbación, o sea, el autoplacer. Ya que la mujer simboliza el pecado de la carne, el cuerpo femenino es transformado en un objeto. Por un lado de la maldad y por otro, de la santidad. Este último ideal solo se logra si se siguen las normas censuradoras del mismo, razón que explica que las dos últimas mujeres a las que el fallecido Papa Juan Pablo II diera la calidad de santas fueran una que se dejó morir y no quiso abortar cuando estaba en riesgo su vida y la del feto, y la segunda, una mujer que no se divorció nunca del marido, quien finalmente la mató tras años de violencia contra ella. Así, el ideal mariano, a través de la exaltación de la maternidad sería el único camino para ser “mujeres de bien”. Pensamiento que impone el matrimonio heterosexual, el hogar y la obligatoriedad maternal como una de las formas exclusivas de realización personal femenina, junto con la vida monjil. El cuerpo femenino en América: un antes y un después “¿Y as pecado con muger estando ella como animal en cuatro pies, o tu la pusiste asi queriendo pecar con ella?” “¿Palpaste o trataste las vergüenzas de algun varon; salio por esto su simiente; palpaste a ti mesma, o a otra persona?” (11) El cuerpo y la sexualidad en las sociedades indígenas americanas (y africanas) antes de la conquista, sin dudas fue diversa y muy diferente—y me atrevería a inferir que pudo ser también poco coincidente—con la que se impondrá tras la invasión hispano-lusitana que intenta homogeneizar a los cuerpos y la sexualidad como prolongación de la sociedad misma. Cabe señalar que las principales fuentes documentales para incursionar en la sexualidad y en la relación Antivilo Peña, Julia. “El cinturón de castidad: una aproximación teórico-performática a la prohibición del placer y el autoplacer femenino” Karpa 3.2 (2010): n. pag. http://www.calstatela.edu/misc/karpa/Karpa3.2/Site%20Folder/julia.html con sus cuerpos del mundo prehispánico están escritas con las plumas de los conquistadores.(12) Además en general es un área sobre la que no se han desarrollado muchas investigaciones. (13) Tras la conquista, el imperio español y el lusitano plasmaron su hegemonía a través de la violencia física y simbólica. La física, amparada en una superioridad de armas, y la simbólica, mediante el lenguaje, la cultura y la religión. Todo sistema de opresión es intrínsecamente homogeneizante de la sociedad que subordina, por lo tanto, instala todo un aparataje institucional y simbólico a partir de su propio imaginario de lo que es el mundo de los/as subyugados/as y del que quiere construir. A pesar del ideario homogeneizante, el resultado de la ruptura, será otra cosa, no la que se esperaba (Lander). La conquista desde el primer momento apela al discurso de los géneros sexuales para legitimar y enmarcar su historia. Las espadas son antropomorfizadas, constituyen símbolos fálicos que penetran la otredad (Restrepo 70). Se conquista para colonizar el cuerpo de los y las otras, primeramente por la fuerza para posteriormente hacerlo a través de la educación (Araya). Las relaciones sociales de corte señorial y patriarcal que van a caracterizar a la sociedad americana desde el siglo XVI al XIX son las que establecen la bases culturales sobre las cuales se cimenta todo el sistema de dominación en la historia americana. Una sociedad de superiores e inferiores, donde las mujeres siguen siendo, con pequeñas diferencias según la casta, subyugadas. Para la permanencia de esta estructura social fue necesario instalar la idea de amenaza constante del orden jerárquico establecido. La amenaza siempre ha sido el otro, el diferente, que, a su vez, es invariablemente deficiente, inferior, vicioso y salvaje además de todos aquellos apelativos que justifican la dominación y el control. La teoría social en que se fundamenta la sociedad colonial reposa en el cuerpo social en estrecha relación con el cuerpo femenino, como ideario político, a través del concepto de castidad, el cual explica el dilema, también político, en torno al mestizaje. La castidad en tanto pureza asienta las normas que resguardan a las élites. La pureza es estabilidad, asegura que no se contamine, que no se corrompa. De aquí arranca que a la sociedad mestiza se la catalogara en castas con el fin de ordenar las mezclas, o sea a los no puros, los contaminados. El mestizaje perturbaría el orden simbólico ideal ya que se abomina de los híbridos y otras confusiones como las mujeres. Si es la sangre la que permite mantener el orden sin mezcla, sin corrupción, son las mujeres una herramienta necesaria para la manutención del orden social y simbólico. Ellas engendran, ellas tienen en sí la corrupción en sus vientres y el antídoto a ella si los defienden. (…) Porque la castidad es una ‘virtud que modera las pasiones de la parte concuspicible en orden a los actos venéreos y deleites carnales’, es la virtud que permite al cuerpo tener una honra que por naturaleza no tiene: ‘por la honra que al cuerpo da la castidad se debe estimar más que por la vida’. Las mujeres son la puerta de entrada y de salida de los órdenes que estructuran la sociedad colonial en tanto sociedad de castas (Araya "La pureza del cuerpo y la carne", 222). Con la colonia se impondrán ideas como que la sexualidad es solo para la procreación, implantando la obligatoriedad de la heterosexualidad en América. Asimismo el pensamiento que el cuerpo es algo sucio que debe estar oculto, siendo que la práctica en el mundo indígena fue diversa. Para las mujeres se instala como regla el ideal occidental, el cual “regirá" y “corregirá” a la indígena, la negra, la criolla y la mestiza. Apreciaciones finales Antivilo Peña, Julia. “El cinturón de castidad: una aproximación teórico-performática a la prohibición del placer y el autoplacer femenino” Karpa 3.2 (2010): n. pag. http://www.calstatela.edu/misc/karpa/Karpa3.2/Site%20Folder/julia.html Sin dudas, estamos planteando un problema que es difícil de divisar: ¿cómo y cuándo estrictamente se construye una prótesis de autocensura en las mentalidades de las mujeres latinoamericanas?. Pero al menos podemos husmear en los mecanismos del poder patriarcal que definen las tecnologías de género que ayudan a formarlas. En consecuencia, la construcción performativa de la metonimia del cinturón de castidad la planteo para resolver en parte este problema. La materialización, mediante la representación irónica y paródica de esta propuesta de acción performática—con una técnica fotográfica, como es la coloración manual de las fotografías en blanco y negro—sostiene y suaviza, contradictoriamente, el mensaje directo de esta invitación.(15) Por otro lado, si bien podríamos pensar que esta idea que planteo puede hoy no ser una realidad para todas las mujeres, debido a la diversidad y heterogeneidad que representan las mujeres latinoamericanas, considero que aun persisten en muchas las prótesis de autocensura. A esas mujeres que todavía falsean orgasmos y también conservar un rol pasivo no solo a nivel de relaciones de parejas sino también socioculturalmente va dirigido este trabajo, y también a quienes se creen que no las tienen. Esta prótesis, como elemento continuador del orden colonial no sólo actúa en la autocensura de las mujeres con respecto a su sexualidad, pues muchas mujeres aun no saben ni siquiera qué es el placer ni el autoplacer. La propiedad de nuestros cuerpos no nos pertenece y la decisión de qué hacer de ellos siempre está en manos de los otros con poder de decidir destinos colectivos, dícese hombres, blancos y ricos, llámese Estado, militares, poder judicial o iglesias. Por tal razón, creo necesario reflexionar en torno a una ética del placer, en la que partiendo desde una epistemología feminista se haga explícita una filosofía moral y ética más idónea para las mujeres latinoamericanas. Para ello, podríamos comenzar con la tarea de romper el cinturón de castidad que nos han implantado en las mentes femeninas desde la colonia. Un paso fundamental es, precisamente, develar su existencia. Tal es el objetivo de los foto-performances de este trabajo. Como dije al principio, el presente texto es apenas un fragmento de una disertación más amplia, la cual culmina en una reflexión sobre la necesidad de desmontar los andamiajes culturales que limitan nuestras posibilidades de ser y amar, y que señalan la abstención sexual o la heterosexualidad con fines reproductivos como única posibilidad legítima para las mujeres. En este caso particular, me ha interesado tejer una relación entre la reflexión teórica desde la Historia de las Mentalidades y el feminismo, que aunada a la fuerza el arte conceptual, se manifiesta como metonimia visual de una ideología castradora que lleva varios siglos de existencia en nuestro continente. NOTAS: (1) La metonimia es una figura retórica que consiste en trasladar el significado de una palabra a otra palabra distinta, aunque juntas poseen una relación de cercanía de significado ya conocida. La metonimia es evocar sin contar. Esconder para aumentar la participación del lector. Involucrar sin explicar. La metonimia no es una metáfora, pues esta última nos ofrece una analogía literaria entre dos términos casi distantes en su significado, en el tiempo y en el espacio. En cambio, la metonimia fusiona dos palabras (una explícita y otra implícita), que comparten un nexo de unión Antivilo Peña, Julia. “El cinturón de castidad: una aproximación teórico-performática a la prohibición del placer y el autoplacer femenino” Karpa 3.2 (2010): n. pag. http://www.calstatela.edu/misc/karpa/Karpa3.2/Site%20Folder/julia.html en el significado entre ambas y que por separado no se daría. David Torres: “Dos significados distintos, unidos en una relación”, en Revista Electrónica de Curiosidad Literaria. Avión de papel, mayo 2002, en sitio www.aviondepapel.com (2) Las instalaciones/foto-performances fueron concebidos como parte del ensayo, pues se hizo todo pensando en materializar la metonimia. Fueron realizados ocupando fuera del horario, el taller de escultura de una universidad chilena bastante conservadora. Se omite su nombre por obvias razones. (3) Ver también Peter Burke: Formas de Historia Cultural. En síntesis, es la historia de lo que cambia con mayor lentitud, como por ejemplo las mentalidades que condenan y autocondenan a las mujeres a la subordinación. La Historia de las Mentalidades es también una opción veraz de reconocer los variados tipos de relaciones que se dan en el modo de pensar de las colectividades. Los fenómenos analizados por esta disciplina podríamos denominarlos como elementos “constantes o continuadores” que trazan procesos de larga duración, lógicamente con todos los matices que enriquecen o desdibujan el objeto de estudio (que son los modos de pensar y sentir de las colectividades) según los contextos históricos por los que experimenta el imaginario colectivo. Hablamos de autocensura que es la que internaliza en las mentalidades de los y las individuos la situación de subordinación, haciendo de estos procesos duraderos en el tiempo. Con todo, la censura se sitúa en la dimensión del discurso concreto cultural patriarcal definiendo la violencia directa y simbólica que cae sobre las mujeres, y que ellas internalizan o rechazan dentro de la relación consciente y/o inconsciente. (4) También ver en Roy Porter: “Historia del cuerpo”, en la obra ya citadad de Peter Burke: Formas de Historia Cultural. Además algunos trabajos desde la historia del cuerpo se recopilan en tres tomos que coordinan Michel Feher, Ramona Naddaff y Nadia Tazi en Fragmentos para una Historia del cuerpo. (5) Las fotos del ensayo no tienen nombre pero se pueden ver como tres grandes series. La primera es la crucifixiòn, la segunda el matrimonio y la tercera el viajero. Aparecen en ese orden en el ensayo. (6) Debo de agradecer a la artista Jessica Torres quien sin ella no se hubiese podido realizar el cinturón. Su gran destreza y profesionalismo fue parte clave en las horas de taller que estuvimos trabajando en la construcción del cinturón de castidad que construimos. (7) La producción fotográfica del registro de la materialización de este trabajo fue un trabajo en conjunto con la fotógrafa Zaida González. Además contó con la colaboración del artista visual Rubén Castillo. Haga click aquí para ver breve biografía de ambos. (8) Todos los cinturones que recreamos a partir de modelos históricos fueron confeccionados en fierro forjado y no fueron realizados en serie. Primero hicimos el que tiene argollas en las piernas, que es aquel con el que más se relaciona este ensayo. Luego vinieron otros cinturones de castidad, también de fierro forjado al igual que las máscaras infamantes, cepos de madera con incrustaciones de fierro forjado, llamados los violines de las comadres y los columpios del placer que son columpios vibradores, y un corpiño antiagarrones que da golpes de corrientes a quien toque las tetas o dé un agarrón de quien lo lleve puesto. Todas estas creaciones posteriores fueron para otra muestra que incluyó también series de fotos, instalación y performance, y se llama de forma homónima "Malignas influencias" presentada en el Museo Histórico Nacional en Antivilo Peña, Julia. “El cinturón de castidad: una aproximación teórico-performática a la prohibición del placer y el autoplacer femenino” Karpa 3.2 (2010): n. pag. http://www.calstatela.edu/misc/karpa/Karpa3.2/Site%20Folder/julia.html Santiago del 8 al 31 de marzo de 2007. Otro de los cinturones que se crearon de modo posterior al ensayo ha sido bastante utilizado en performances, especialmente por parte de un personaje que he creado llamado LA DAMA. La puedes ver en la web www.malignasinfluencias.com (9) El Museo de la Inquisición situado en Santillana del Mar, en Santander, España, posee varios modelos de cinturones de castidad de diferentes materiales como hierro, cuero y combinaciones de ambos. (10) Muy a pesar del movimiento feminista que como movimiento social y político lleva su tiempo insistiendo para cambiar esta pasividad. (11) El confesionario de Lima, Serra, 1607. Citado por Martine Azoulai: “Manuales de confesión americanos: prácticas y costumbres amorosas de los indígenas, siglos XVII y XVIII”, en Cuadernos para la Historia de la evangelización en América Latina. (12) Otras fuentes posibles para indagar son las artes y artesanías de los pueblos originarios que muestran mucha iconografía erótica como parte de la cotidianeidad de sus vidas. (13) Sin embargo, ver a Víctor Manuel Patiño: Historia de la Cultura Material en la América Equinoccial (Tomo 7) Vida Erótica y Costumbres Higiénicas. (14) La dirección de la producción fotográfica de este trabajo estuvo a cargo de la fotógrafa Zaida González, que domina ampliamente la técnica de coloración manual de fotos en blanco y negro que se presentan en este ensayo. BIBLIOGRAFÍA Araya, Alejandra. “Aproximación hacia una historia del cuerpo. Los vínculos de dependencia personal en la sociedad colonial: gestos, actitudes y símbolos entre élites y subordinados". Historia de las Mentalidades: Homenaje a Georges Duby. Santiago: Universidad de Chile, 2000. ---. "La pedagogía del cuerpo en la educación novo-hispánica". Estudios Coloniales. Ed. Julio Retamal. Santiago:UNAB, 2002. ---. “La pureza del cuerpo y la carne: el cuerpo de las mujeres en el imaginario político de la sociedad colonial”. Revista de Historia Social y de las Mentalidades, en prensa. 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