Revista KARPA 3.2 Julia Antivilo Peña

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Revista KARPA 3.2
Journal of Theatricalities and Visual Culture
California State University - Los Ángeles. ISSN: 1937-8572
“EL CINTURÓN DE CASTIDAD: UNA APROXIMACIÓN TEÓRICOPERFORMÁTICA A LA PROHIBICIÓN DEL PLACER Y EL AUTOPLACER
FEMENINO”
(This pdf version contains no images. For the original article go to
http://www.calstatela.edu/misc/karpa/Karpa3.2/Site%20Folder/julia.html)
Julia Antivilo Peña
Universidad de Chile
Abstract: This essay discusses the metonymy of the chastity belt understood as prosthesis of selfcensorship installed in the mind of Latin American women from colonial times to the present. The article
proposes a double-sided approach to this phenomenon from text and performativity, thus it includes a
photo-performance series that complements the reflection on the need to get rid of symbolic chastity belts
imbedded in dominant cultural impositions related to heteronormativity, and the objectification of the
female body. This analysis departs from the history of mentalities, the history of the body, a feminist
perspective, and conceptual art.
“Estoy oyendo los grilletes forjados por la mente”
William Blake
A modo de introducción
Este ensayo constituye un primer acercamiento a la idea de la metonimia (1)
del cinturón de castidad como prótesis de autocensura en las mentalidades de las mujeres
latinoamericanas, la cual habría sido implantada tras la conquista hispano lusitana y desplegada
como un proceso de larga duración que se mantendría hasta hoy.
El análisis de la idea de la metonimia pretende esbozar una propuesta, a través del texto y de la
performatividad, que invita a romper con estas prótesis de autocensuras de nuestras mentalidades.
La performatividad (2) de esta invitación abre reflexiones en torno a una ética del placer que
permita a las mujeres latinoamericanas la reapropiación de nuestros cuerpos. La metonimia será
trabajada desde la Historia de las Mentalidades y del Cuerpo, también desde el arte conceptual y a
partir de un análisis feminista. Aclaro que el presente ensayo hace parte de una reflexión más
amplia sobre la problemática simbólica del cinturón de castidad y que en este caso nos
circunscribiremos a los procesos históricos referidos al cuerpo en relación con una propuesta de
performance visual.
Este estudio está orientado desde la Historia de las Mentalidades ya que tal perspectiva nos
permite entender procesos de larga duración con el fin de explicar muchas de las experiencias
colectivas de las y los sujetos sociales. Este trabajo nos ayudará a entender las dinámicas que aún
se mantienen desde la colonia en las mentalidades de las mujeres y en las relaciones de estas con
sus cuerpos, al igual que concebir al cuerpo femenino como una prolongación del cuerpo social.
Antivilo Peña, Julia. “El cinturón de castidad: una aproximación teórico-performática a la prohibición del placer y el
autoplacer femenino” Karpa 3.2 (2010): n. pag.
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Esta disciplina empuja al diálogo entre lo individual y lo colectivo, desde “el punto de conjunción
(…) del tiempo largo y de lo cotidiano, de lo inconsciente y lo intencional, de lo estructural y la
coyuntura” (Le Goff 85).(3)
En particular, nos interesa este enfoque para indagar en las mentalidades desde la historia del
cuerpo de las mujeres, con el fin de visualizar que entre las mentalidades y los cuerpos, en este
caso de los femeninos, existe una determinación–-a partir de una construcción cultural
patriarcal—que limita ambas dimensiones de las sujetos. En la Historia de las Mentalidades
encontramos orientaciones teórico metodológicas para trabajar desde la historia del cuerpo. Una
de ellas es plantear al cuerpo como una herramienta mental que trabaja desde su existencia como
palabra, a través del lenguaje, por el cual se entregan formas de ver, sentir, pensar y organizar la
realidad. Otra es el análisis del cuerpo como medio de comunicación del cual arrancan los
sistemas de información y educación, que trasmiten valores, signos y significantes. Una y otra
nos definen al cuerpo como un constructo social y cultural, que por tanto, devela todas las
estructuras que pesan sobre él, ya sean, económicas, demográficas, simbólicas u otras (Ver David
Le Breton: La sociología del cuerpo).(4)
David Le Breton nos dice que al estar constituidos social y culturalmente nuestros cuerpos, “su
representación, lejos de ser unánimes en las sociedades humanas, es asombrosa desafortunada y
plantea muchos problemas epistemológicos.
El cuerpo es una falsa evidencia: no es un dato evidente, sino el efecto de una elaboración social
y cultural” (Le Breton 28).
Me interesa abrir preguntas en relación a cómo, a través de las mentalidades, se ha hecho del
cuerpo femenino el depositario de muchas de las formas de violencia patriarcal, especialmente de
la simbólica, fortaleciendo así a la dominación masculina. Para responder cuestiones como ésta,
nos podemos servir de la violencia simbólica, la cual se refiere a la adhesión que el o la dominada
siente que, por obligación, debe conceder al dominador y por consiguiente, a la dominación
(Bordieu 51). Históricamente son los cuerpos femeninos o feminizados los receptores
principales de la violencia patriarcal y este ensayo se ocupa de este tema, pero habría que aclarar
que hay casos en que los sujetos masculinos pueden ser también objeto de abuso o rechazo social
si no se adaptan a los roles patriarcales dominantes.
Los actos de conocimiento y reconocimiento entre dominadores y dominadas son desencadenados
por la fuerza del poder simbólico con el cual “adoptan a menudo la forma de emociones
corporales –vergüenza, humillación, timidez, ansiedad, culpabilidad- o de pasiones y de
sentimientos –amor, admiración, respeto (...) un cuerpo que rehúye las directrices de la conciencia
y de la voluntad mantiene las censuras inherentes a las estructuras sociales” (Bordieu 55).
(5) La construcción sociocultural del cuerpo femenino con sus “constantes o continuadores”
conforma los procesos de larga duración en la historia del cuerpo de las mujeres latinoamericanas,
pesando en las mentalidades femeninas estrechamente en relación con sus cuerpos, mediante un
riguroso control desplegado a través de la censura y de la autocensura, instalando la lógica que
niega la propiedad del cuerpo y también con ello el placer sexual femenino. Por otro lado, ha
acelerado la consolidación del patriarcado en muchas sociedades indígenas americanas. No
partimos de la base que el patriarcado no haya existido en América indígena antes del
colonialismo hispanolusitano, sino que podemos reconocer, a través de la censuradora mirada
occidental cristiana, que antes de la conquista la relación con los cuerpos pudo ser diferente y
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diversa. De todos modos, existe un antes y un después en la historia de los cuerpos femeninos tras
la invasión.
Con el fin de materializar la metonimia del cinturón de castidad como forma de censura y
autocensura en las mentalidades de las mujeres latinoamericanas, la noción de prótesis la
utilizaremos como ortopedia mediante la cual se corrige artificialmente la falta de un órgano o
parte de él. En este caso, se instala en la mente de las mujeres un artilugio de control no sólo de
las mentalidades sino también los cuerpos.
En las mentalidades, en tanto cultura y modo de pensar que caracteriza a una persona, sexo,
pueblo o generación, esta prótesis actuaría para el control de toda posibilidad de que las mujeres
dispusieran de sus cuerpos. Así como un frenillo es una prótesis que corrige a los dientes chuecos,
o los anteojos corrigen la visión incorrecta, el cinturón corrige al cuerpo femenino que “por
naturaleza sería proclive a los deleites de la carne”, ya que fue construido a partir de la idea que
es carne que corrompe, que llama al pecado. Esta construcción posee una connotación que habla
sobre lo monstruoso, especialmente en directa relación con su sexualidad. De ahí nace la idea y
la imagen de la vagina como un foso sin fondo, la perdición (McDonald ), la entrada al infierno e
incluso se la representa dentada (Creed). Debido a estas analogías de los deseos sexuales
femeninos, trabajaremos esta ortopedia desde lo monstruoso, lo feo y lo inasimilable.
Como hemos mencionado este trabajo no pretende solo quedarse en las letras sino busca dar un
paso más allá, discurre entre el texto y la performatividad. Es por eso que construimos un
cinturón de castidad (6) para apelar desde el arte conceptual en el que el pensamiento o la idea en
sí misma tiene toda validez estética.
También lo hacemos para, desde el arte corporal, materializar la metonimia expresada en las
imágenes fotográficas, las cuales registran el montaje de la representación de la problemática que
mueve este ensayo. (7).
Finalmente, nuestra propuesta consistiría en arrancar el cinturón de castidad que nos ha sido
implantado, con el fin de reflexionar en torno a una ética del placer.
(8) El cinturón de castidad en Europa y su connotación simbólica
El origen del cinturón de castidad lo podríamos hallar en lo que han llamado como la base de la
cultura occidental: el mundo griego. Su sentido tendría un origen mítico relacionado con el nudo
de Hércules, cinturón de virginidad, hecho de lana, que debía ceñir la mujer griega al llegar a la
pubertad y que solo el marido desataría en la noche de bodas. El sentido de esta prenda lleva
implícito el valor masculino de la fuerza, representado en Heracles o Hércules—según la
tradición latina—símbolo de la virilidad, ideal supremo en toda sociedad patriarcal. La mitología
señala que Hércules tuvo que cumplir doce trabajos para ganarse la inmortalidad. El octavo
encargo fue arrebatarle a la reina de las amazonas, Hipólita, su ceñidor de oro. En tal osadía no
sólo le arrebató el cinturón sino también la vida. Tras este relato debemos recordar también a las
amazonas y qué significaba, asimismo, ese cinturón. Sabemos que estas mujeres fueron mujeres
libres y tenían sexo con hombres ocasionalmente y, para muchas, solo para procrear. Además
como guerreras no solo podían caer muertas en una batalla sino también—y como pasa en
cualquier conflicto armado—podían ser violadas. Por lo tanto, sus ceñidores venían a ser una
especie de cinturón feminista de anticoncepción y antiviolación (Sau).
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Podemos leer en el mito que no solo fue un trabajo de Hércules para ganar la inmortalidad, sino
fue el triunfo de la fuerza masculina, llámese poder patriarcal, sobre la fuerza femenina. Esta
última, entendida no solo como fuerza física sino también como autodeterminación, como poder
ser y hacer lo mismo que los hombres, o sea, ser iguales.
La lectura de la antigüedad clásica en el mundo medieval a través de sus ideólogos católicos
conquistó, en el cinturón, otro artilugio represor de los cuerpos, especialmente determinados para
el cuerpo femenino.
La construcción del cuerpo femenino en Occidente la podemos ver en la obra del enciclopedista
católico medieval Isidoro de Sevilla titulada Etimologías, en la que se refiere a que uno y otro
sexo se diferencian por la fortaleza del cuerpo del varón y por la debilidad del de la mujer.
Asimismo, él aclara de modo contradictorio el por qué de la de condición de las mujeres,
señalando que se dice mulier (mujer) atendiendo al sexo y no a la corrupción de la integridad,
para, posteriormente, afirmar que la mujer es pasional, que quiere decir fácil de corromperse y
corromper. Prosigue diciendo que la acepción que utiliza el término mujer viene de femina, “que
antiguamente era vira, por la misma razón, que se dice sierva, de siervo; fámula, de fámulo, así se
dice vira, de viro [y para finalizar agrega que] Algunos dicen que de aquí viene el nombre virgen”.
A su vez, señala que fémina “es dicha así por las partes del muslo (fémur) en las que se distingue
el sexo; otros dicen que la etimología hay que buscarla en el griego ab ignea vi, de la fuerza del
fuego, porque las mujeres son más concupiscentes que los hombres, y lo mismo ocurre con los
animales” (Isidoro de Sevilla).
Las mujeres serían, por lo tanto, seres que tendrían una atracción “natural” hacia los bienes
sensibles y, de forma especial, una inclinación a los placeres sexuales. Por tal razón, era una
necesidad para la sociedad el gobierno de su cuerpo. De ahí que se planteara la idea que las
mujeres estuvieran guiadas por el cuerpo y no así por la mente. Así, el alma en las mujeres—que
estaba en absoluta relación con la mente—para los ideólogos misóginos de la iglesia católica tuvo
por siglos dudosa existencia.
Por otro lado, las noticias en torno a este artilugio desde su materialidad nos hablan de que habría
sido muy utilizado por los caballeros cruzados quienes obligaban a sus mujeres a la abstención
sexual mientras ellos se iban a matar moros en nombre de la religión.
El cinturón de castidad también fue conocido como “cinturón bergamasque” porque se
relacionaba su procedencia con la región de Bérgamo, Italia, lo que no es para nada extraño pues
bastantes buenos artistas del metal italianos del siglo XVI procedían de esta región.
Es famosa la historia de un celoso italiano del siglo XV apodado el “Tirano de Padua”, cuyo
nombre fue Francisco Carrara, de quien se decía que era tan celoso que hacía llevar cinturón de
castidad hasta a sus amantes. Uno de sus cinturones se exhibe en el Palacio Ducal de Venecia. (9)
El uso de los cinturones de castidad también tuvo fines antimasturbatorios, tanto para mujeres
como para hombres. El cinturón como herramienta antimasturbatoria se siguió utilizando hasta
mediados del siglo XIX, recomendado por médicos para combatir el onanismo.
Para la inquisición, el cinturón de castidad era una herramienta disciplinaria que avalaba la
piadosa iglesia católica, quizás la institución del llamado Occidente más decidora en cuanto a
curtir al cuerpo como una cárcel. En algunos conventos fue utilizado como cilicio para combatir
las tentaciones de la carne. Pero, sin dudas, fueron los confesores quienes impusieron a muchas
mujeres utilizarlos como penitencia. Las jovencitas fueron obligadas a usarlo para evitar que
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perdieran la virtud, o sea la castidad; las casadas tendrían que usarlo para conservar el honor, no
solo el propio solamente sino también el del marido. Desde el medioevo el cinturón de castidad
arraigó la idea de la servidumbre sexual exclusivamente femenina y la prohibición del autoplacer.
El simbolismo que envuelve al cinturón de castidad lleva consigo no solo la castidad obligatoria,
sino además la prohibición del placer y del autoplacer. Aunque el aparato materialmente ya no se
usa, su pervivencia simbólica se ve hoy día en el llamado al control de las pasiones—ya que el
peso de la responsabilidad social en cuanto al sexo y la reproducción se achaca principalmente a
la mujer—y la imposibilidad legal de las mujeres de decidir en cuestiones que solo debían
concernirnos a nosotras mismas, debido a que están en relación directa con nuestros cuerpos. Esta
imposición no viene solo de las religiones sino también de los Estados. Un ejemplo son
problemáticas como la despenalización del aborto en la que curas, políticos y hasta militares
pueden opinar y decidir sobre el cuerpo de las mujeres.
La represión al cuerpo femenino internaliza a los artículos materiales de censura, como los
cinturones de castidad, y los transforma en prótesis de las mentalidades. Creo que es la peor
condena de todas, pues la autocensura con respecto al placer sexual femenino las ha hecho—en
muchas ocasiones—falsear orgasmos y también conservar un rol
pasivo (cargando estigmas como el de “románticas”, tan alimentados por la música
comercial al estilo de Ricardo Arjona, entre otros, por las telenovelas y los cuentos de princesas
con finales “felices” y sin sexo) no solo a nivel de relaciones de parejas sino también
socioculturalmente. (10)
En síntesis, el cinturón de castidad en las mentalidades de las mujeres enclaustró el deseo, lo hizo
no solo para mantener la fidelidad, el honor de los hombres sino además para imposibilitar la
masturbación, o sea, el autoplacer. Ya que la mujer simboliza el pecado de la carne, el cuerpo
femenino es transformado en un objeto. Por un lado de la maldad y por otro, de la santidad. Este
último ideal solo se logra si se siguen las normas censuradoras del mismo, razón que explica que
las dos últimas mujeres a las que el fallecido Papa Juan Pablo II diera la calidad de santas fueran
una que se dejó morir y no quiso abortar cuando estaba en riesgo su vida y la del feto, y la
segunda, una mujer que no se divorció nunca del marido, quien finalmente la mató tras años de
violencia contra ella. Así, el ideal mariano, a través de la exaltación de la maternidad sería el
único camino para ser “mujeres de bien”. Pensamiento que impone el matrimonio heterosexual, el
hogar y la obligatoriedad maternal como una de las formas exclusivas de realización personal
femenina, junto con la vida monjil.
El cuerpo femenino en América: un antes y un después
“¿Y as pecado con muger estando ella como animal en cuatro pies,
o tu la pusiste asi queriendo pecar con ella?”
“¿Palpaste o trataste las vergüenzas de algun varon;
salio por esto su simiente; palpaste a ti mesma, o a otra persona?” (11)
El cuerpo y la sexualidad en las sociedades indígenas americanas (y africanas) antes de la
conquista, sin dudas fue diversa y muy diferente—y me atrevería a inferir que pudo ser también
poco coincidente—con la que se impondrá tras la invasión hispano-lusitana que intenta
homogeneizar a los cuerpos y la sexualidad como prolongación de la sociedad misma. Cabe
señalar que las principales fuentes documentales para incursionar en la sexualidad y en la relación
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con sus cuerpos del mundo prehispánico están escritas con las plumas de los conquistadores.(12)
Además en general es un área sobre la que no se han desarrollado muchas investigaciones.
(13)
Tras la conquista, el imperio español y el lusitano plasmaron su hegemonía a través de la
violencia física y simbólica. La física, amparada en una superioridad de armas, y la simbólica,
mediante el lenguaje, la cultura y la religión. Todo sistema de opresión es intrínsecamente
homogeneizante de la sociedad que subordina, por lo tanto, instala todo un aparataje institucional
y simbólico a partir de su propio imaginario de lo que es el mundo de los/as subyugados/as y del
que quiere construir. A pesar del ideario homogeneizante, el resultado de la ruptura, será otra cosa,
no la que se esperaba (Lander).
La conquista desde el primer momento apela al discurso de los géneros sexuales para legitimar y
enmarcar su historia. Las espadas son antropomorfizadas, constituyen símbolos fálicos que
penetran la otredad (Restrepo 70). Se conquista para colonizar el cuerpo de los y las otras,
primeramente por la fuerza para posteriormente hacerlo a través de la educación (Araya).
Las relaciones sociales de corte señorial y patriarcal que van a caracterizar a la sociedad
americana desde el siglo XVI al XIX son las que establecen la bases culturales sobre las cuales se
cimenta todo el sistema de dominación en la historia americana. Una sociedad de superiores e
inferiores, donde las mujeres siguen siendo, con pequeñas diferencias según la casta, subyugadas.
Para la permanencia de esta estructura social fue necesario instalar la idea de amenaza constante
del orden jerárquico establecido. La amenaza siempre ha sido el otro, el diferente, que, a su vez,
es invariablemente deficiente, inferior, vicioso y salvaje además de todos aquellos apelativos que
justifican la dominación y el control.
La teoría social en que se fundamenta la sociedad colonial reposa en el cuerpo social en estrecha
relación con el cuerpo femenino, como ideario político, a través del concepto de castidad, el cual
explica el dilema, también político, en torno al mestizaje. La castidad en tanto pureza asienta las
normas que resguardan a las élites. La pureza es estabilidad, asegura que no se contamine, que no
se corrompa. De aquí arranca que a la sociedad mestiza se la catalogara en castas con el fin de
ordenar las mezclas, o sea a los no puros, los contaminados. El mestizaje perturbaría el orden
simbólico ideal ya que se abomina de los híbridos y otras confusiones como las mujeres. Si es la
sangre la que permite mantener el orden sin mezcla, sin corrupción, son las mujeres una
herramienta necesaria para la manutención del orden social y simbólico. Ellas engendran, ellas
tienen en sí la corrupción en sus vientres y el antídoto a ella si los defienden. (…) Porque la
castidad es una ‘virtud que modera las pasiones de la parte concuspicible en orden a los actos
venéreos y deleites carnales’, es la virtud que permite al cuerpo tener una honra que por
naturaleza no tiene: ‘por la honra que al cuerpo da la castidad se debe estimar más que por la
vida’. Las mujeres son la puerta de entrada y de salida de los órdenes que estructuran la sociedad
colonial en tanto sociedad de castas (Araya "La pureza del cuerpo y la carne", 222).
Con la colonia se impondrán ideas como que la sexualidad es solo para la procreación,
implantando la obligatoriedad de la heterosexualidad en América. Asimismo el pensamiento que
el cuerpo es algo sucio que debe estar oculto, siendo que la práctica en el mundo indígena fue
diversa. Para las mujeres se instala como regla el ideal occidental, el cual “regirá" y “corregirá”
a la indígena, la negra, la criolla y la mestiza.
Apreciaciones finales
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Sin dudas, estamos planteando un problema que es difícil de divisar: ¿cómo y cuándo
estrictamente se construye una prótesis de autocensura en las mentalidades de las mujeres
latinoamericanas?. Pero al menos podemos husmear en los mecanismos del poder patriarcal que
definen las tecnologías de género que ayudan a formarlas. En consecuencia, la construcción
performativa de la metonimia del cinturón de castidad la planteo para resolver en parte este
problema.
La materialización, mediante la representación irónica y paródica de esta propuesta de acción
performática—con una técnica fotográfica, como es la coloración manual de las fotografías en
blanco y negro—sostiene y suaviza, contradictoriamente, el mensaje directo de esta
invitación.(15)
Por otro lado, si bien podríamos pensar que esta idea que planteo puede hoy no ser una realidad
para todas las mujeres, debido a la diversidad y heterogeneidad que representan las mujeres
latinoamericanas, considero que aun persisten en muchas las prótesis de autocensura. A esas
mujeres que todavía falsean orgasmos y también conservar un rol pasivo no solo a nivel de
relaciones de parejas sino también socioculturalmente va dirigido este trabajo, y también a
quienes se creen que no las tienen.
Esta prótesis, como elemento continuador del orden colonial no sólo actúa en la autocensura de
las mujeres con respecto a su sexualidad, pues muchas mujeres aun no saben ni siquiera qué es el
placer ni el autoplacer. La propiedad de nuestros cuerpos no nos pertenece y la decisión de qué
hacer de ellos siempre está en manos de los otros con poder de decidir destinos colectivos, dícese
hombres, blancos y ricos, llámese Estado, militares, poder judicial o iglesias.
Por tal razón, creo necesario reflexionar en torno a una ética del placer, en la que partiendo desde
una epistemología feminista se haga explícita una filosofía moral y ética más idónea para las
mujeres latinoamericanas. Para ello, podríamos comenzar con la tarea de romper el cinturón de
castidad que nos han implantado en las mentes femeninas desde la colonia. Un paso fundamental
es, precisamente, develar su existencia. Tal es el objetivo de los foto-performances de este
trabajo.
Como dije al principio, el presente texto es apenas un fragmento de una disertación más amplia,
la cual culmina en una reflexión sobre la necesidad de desmontar los andamiajes culturales que
limitan nuestras posibilidades de ser y amar, y que señalan la abstención sexual o la
heterosexualidad con fines reproductivos como única posibilidad legítima para las mujeres. En
este caso particular, me ha interesado tejer una relación entre la reflexión teórica desde la Historia
de las Mentalidades y el feminismo, que aunada a la fuerza el arte conceptual, se manifiesta como
metonimia visual de una ideología castradora que lleva varios siglos de existencia en nuestro
continente.
NOTAS:
(1) La metonimia es una figura retórica que consiste en trasladar el significado de una palabra a
otra palabra distinta, aunque juntas poseen una relación de cercanía de significado ya conocida.
La metonimia es evocar sin contar. Esconder para aumentar la participación del lector. Involucrar
sin explicar. La metonimia no es una metáfora, pues esta última nos ofrece una analogía literaria
entre dos términos casi distantes en su significado, en el tiempo y en el espacio. En cambio, la
metonimia fusiona dos palabras (una explícita y otra implícita), que comparten un nexo de unión
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en el significado entre ambas y que por separado no se daría. David Torres: “Dos significados
distintos, unidos en una relación”, en Revista Electrónica de Curiosidad Literaria. Avión de papel,
mayo 2002, en sitio www.aviondepapel.com
(2) Las instalaciones/foto-performances fueron concebidos como parte del ensayo, pues se hizo
todo pensando en materializar la metonimia. Fueron realizados ocupando fuera del horario, el
taller de escultura de una universidad chilena bastante conservadora. Se omite su nombre por
obvias razones.
(3) Ver también Peter Burke: Formas de Historia Cultural. En síntesis, es la historia de lo que
cambia con mayor lentitud, como por ejemplo las mentalidades que condenan y autocondenan a
las mujeres a la subordinación. La Historia de las Mentalidades es también una opción veraz de
reconocer los variados tipos de relaciones que se dan en el modo de pensar de las colectividades.
Los fenómenos analizados por esta disciplina podríamos denominarlos como elementos
“constantes o continuadores” que trazan procesos de larga duración, lógicamente con todos los
matices que enriquecen o desdibujan el objeto de estudio (que son los modos de pensar y sentir de
las colectividades) según los contextos históricos por los que experimenta el imaginario colectivo.
Hablamos de autocensura que es la que internaliza en las mentalidades de los y las individuos la
situación de subordinación, haciendo de estos procesos duraderos en el tiempo. Con todo, la
censura se sitúa en la dimensión del discurso concreto cultural patriarcal definiendo la violencia
directa y simbólica que cae sobre las mujeres, y que ellas internalizan o rechazan dentro de la
relación consciente y/o inconsciente.
(4) También ver en Roy Porter: “Historia del cuerpo”, en la obra ya citadad de Peter Burke:
Formas de Historia Cultural. Además algunos trabajos desde la historia del cuerpo se recopilan
en tres tomos que coordinan Michel Feher, Ramona Naddaff y Nadia Tazi en Fragmentos para
una Historia del cuerpo.
(5) Las fotos del ensayo no tienen nombre pero se pueden ver como tres grandes series. La
primera es la crucifixiòn, la segunda el matrimonio y la tercera el viajero. Aparecen en ese orden
en el ensayo.
(6) Debo de agradecer a la artista Jessica Torres quien sin ella no se hubiese podido realizar el
cinturón. Su gran destreza y profesionalismo fue parte clave en las horas de taller que estuvimos
trabajando en la construcción del cinturón de castidad que construimos.
(7) La producción fotográfica del registro de la materialización de este trabajo fue un trabajo en
conjunto con la fotógrafa Zaida González. Además contó con la colaboración del artista visual
Rubén Castillo. Haga click aquí para ver breve biografía de ambos.
(8) Todos los cinturones que recreamos a partir de modelos históricos fueron confeccionados en
fierro forjado y no fueron realizados en serie. Primero hicimos el que tiene argollas en las piernas,
que es aquel con el que más se relaciona este ensayo. Luego vinieron otros cinturones de castidad,
también de fierro forjado al igual que las máscaras infamantes, cepos de madera con
incrustaciones de fierro forjado, llamados los violines de las comadres y los columpios del placer
que son columpios vibradores, y un corpiño antiagarrones que da golpes de corrientes a quien
toque las tetas o dé un agarrón de quien lo lleve puesto. Todas estas creaciones posteriores
fueron para otra muestra que incluyó también series de fotos, instalación y performance, y se
llama de forma homónima "Malignas influencias" presentada en el Museo Histórico Nacional en
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Santiago del 8 al 31 de marzo de 2007. Otro de los cinturones que se crearon de modo posterior
al ensayo ha sido bastante utilizado en performances, especialmente por parte de un personaje que
he creado llamado LA DAMA. La puedes ver en la web www.malignasinfluencias.com
(9) El Museo de la Inquisición situado en Santillana del Mar, en Santander, España, posee varios
modelos de cinturones de castidad de diferentes materiales como hierro, cuero y combinaciones
de ambos.
(10) Muy a pesar del movimiento feminista que como movimiento social y político lleva su
tiempo insistiendo para cambiar esta pasividad.
(11) El confesionario de Lima, Serra, 1607. Citado por Martine Azoulai: “Manuales de confesión
americanos: prácticas y costumbres amorosas de los indígenas, siglos XVII y XVIII”, en
Cuadernos para la Historia de la evangelización en América Latina.
(12) Otras fuentes posibles para indagar son las artes y artesanías de los pueblos originarios que
muestran mucha iconografía erótica como parte de la cotidianeidad de sus vidas.
(13) Sin embargo, ver a Víctor Manuel Patiño: Historia de la Cultura Material en la América
Equinoccial (Tomo 7) Vida Erótica y Costumbres Higiénicas.
(14) La dirección de la producción fotográfica de este trabajo estuvo a cargo de la fotógrafa Zaida
González, que domina ampliamente la técnica de coloración manual de fotos en blanco y negro
que se presentan en este ensayo.
BIBLIOGRAFÍA
Araya, Alejandra. “Aproximación hacia una historia del cuerpo. Los vínculos de dependencia
personal en la sociedad colonial: gestos, actitudes y símbolos entre élites y subordinados".
Historia de las Mentalidades: Homenaje a Georges Duby. Santiago: Universidad de Chile, 2000.
---. "La pedagogía del cuerpo en la educación novo-hispánica". Estudios Coloniales. Ed. Julio
Retamal. Santiago:UNAB, 2002.
---. “La pureza del cuerpo y la carne: el cuerpo de las mujeres en el imaginario político de la
sociedad colonial”. Revista de Historia Social y de las Mentalidades, en prensa. Las citas dentro
de la misma corresponden al Diccionario de Autoridades, Tomo Segundo, 1729, p. 222.
Azoulai, Martine. “Manuales de confesión americanos: prácticas y costumbres amorosas de los
indígenas, siglos XVII y XVIII”. Cuadernos para la historia de la evangelización en América
Latina 2 (1987).
Blanco, Jessie. "Amor y Libertad'. 2 de diciembre de 2008
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