Tácticas de la industria tabaquera contra las polı́ticas de salud públicaV Yussuf Saloojee1 y Elif Dagli2 Las tácticas empleadas por la industria tabaquera para hacer frente a las medidas gubernamentales de regulación de sus productos comprenden campañas de relaciones públicas, la compra de la opinión de cientı́ficos o expertos de otros campos para crear controversia en torno a resultados confirmados, la financiación de partidos polı́ticos, la contratación de grupos de presión para influir en la formulación de polı́ticas, el uso de grupos «tapadera» e industrias conexas para oponerse a las medidas de lucha antitabáquica, las presiones para lograr que en lugar de medidas legislativas enérgicas se adopten códigos voluntarios o leyes más laxas, y la corrupción de funcionarios públicos. Documentos internos de la industria tabaquera, antes secretos, atestiguan una conspiración de 50 años para «oponerse a las medidas de restricción del consumo de tabaco, restablecer la confianza de los fumadores y seguir defendiendo la exención de responsabilidad para sus productos». Estos documentos muestran que toda la industria incurrió en colusión en cuestiones legales, polı́ticas y sociales de importancia para ella, y dejan claro que no está dispuesta a actuar de manera ética o responsable. Es necesario, pues, algún tipo de intervención social a fin de que la salud pública prevalezca sobre los intereses empresariales. Para reducir la influencia polı́tica de la industria tabaquera se le deben imponer diversas condiciones, entre ellas las siguientes. En todos los mercados se debe informar sobre lo que sabı́an las compañı́as acerca de la nocividad y el poder adictivo del tabaco, ası́ como sobre el momento en que se obtuvo esa información y sobre la manera en que se respondió a ella. Se le debe exigir a la industria que garantice los derechos básicos de los consumidores reconocidos internacionalmente. Deben disolverse las asociaciones comerciales y otros grupos establecidos por la industria con el fin de engañar al público. Estas recomendaciones deberı́an figurar en el Convenio Marco de la OMS para la Lucha Antitabáquica. Artı́culo publicado en inglés en el Bulletin of the World Health Organization, 2000, 78 (7): 902–910. ¿Quién decide las polı́ticas de salud? El tabaco es uno de los principales peligros para la salud y una mercancı́a importante. Si no fuera nocivo para la salud, no habrı́a motivo para combatir su consumo. Por otra parte, si el mercado del tabaco fuera pequeño, también lo serı́a la oposición a su regulación. Como consecuencia del conflicto de intereses entre la salud y la prosperidad empresarial, las polı́ticas públicas relativas al tabaco se han ido formulando de manera ad hoc, y son hoy el resultado de distintas presiones, provenientes en particular de la industria tabaquera y de los grupos de defensa de la salud pública. La industria tabaquera ostenta un récord formidable de resistencia a la legislación y de desarrollo de nuevos mercados para sus productos. Pese a la contracción de sus mercados clave en los paı́ses de ingresos altos, ha logrado aumentar sus ventas en los paı́ses de ingresos medios y bajos. Como señaló un diario sudafricano: «Resulta lamen- V Este artı́culo está basado en una comunicación presentada en la International Conference on Tobacco and Law de la OMS, celebrada en Nueva Delhi del 7 al 9 de enero de 2000. 1 Executive Director, National Council Against Smoking, Sudáfrica (correspondencia: PO Box 23244, Joubert Park, 2044, Sudáfrica); (e-mail: [email protected]). 2 Professor of Paediatrics and Head, Department of Pulmonology, Marmara University, Estambul, Turquı́a. Boletı́n de la Organización Mundial de la Salud Recopilación de artı́culos No 4, 2001 table que el crecimiento de esta industria se produzca allı́ donde los gobiernos son menos hostiles y la población está menos informada sobre los efectos nocivos del tabaco» (1). Cuatro fabricantes de cigarrillos dominan aproximadamente las tres cuartas partes del mercado mundial: Philip Morris, British American Tobacco (BAT) y Japan Tobacco son empresas transnacionales; la Corporación Nacional China del Tabaco es un monopolio que produce alrededor del 30% de los cigarrillos del mundo, pero destinados en su mayor parte al consumo interno (2). No obstante, China está preparándose para convertirse en uno de los principales exportadores de tabaco. El futuro de la industria tabaquera reside en los paı́ses en desarrollo. Entre 1986 y 1996, las exportaciones de cigarrillos desde los Estados Unidos de América aumentaron en un 260%. En la actualidad, Philip Morris obtiene más beneficios vendiendo cigarrillos en el extranjero que en los Estados Unidos de América (3). BAT vende aproximadamente el 70% de sus cigarrillos en África, Asia, América Latina y Europa oriental. En un folleto de BAT se afirma lo siguiente: «En el decenio de 1990 han surgido nuevas oportunidades para el Grupo, especialmente en Europa central y oriental, ası́ como en Extremo Oriente, con la apertura de mercados antes cerrados a los fabricantes de tabaco occidentales.» BAT ha comprado fábricas en Hungrı́a (1992), Ucrania (1993), la Federación de Rusia (1994), # Organización Mundial de la Salud 2001 19 Tabaco Uzbekistán (1994), Polonia (1995) y la República Checa (1995) (4). Al preguntársele si era ético tener como objetivos comerciales a los pobres del mundo, un directivo de Rothmans Export Ltd (empresa ahora integrada en BAT) respondió: «Serı́a una estupidez no prestar atención a un mercado en crecimiento. No puedo responder al dilema moral. Nuestro negocio consiste en complacer a nuestros accionistas» (5). Esta concepción limitada de la actividad empresarial, que supone comprometerse exclusivamente con los accionistas en lugar de responsabilizarse ante todos los interesados, incluidos los consumidores, significa que cualquier cosa es aceptable en defensa de los beneficios empresariales. La industria tabaquera tiene un objetivo: vender el mayor número posible de cigarrillos, y para lograrlo está dispuesta a derribar cualquier obstáculo. Los fabricantes han hecho caso omiso del daño causado por los cigarrillos y llevan decenios esforzándose por silenciar las crı́ticas, distorsionar las pruebas cientı́ficas, influir en la opinión pública, controlar las polı́ticas públicas y coordinar su estrategia ante los tribunales. Los millones de páginas hechas públicas a raı́z de los pleitos contra la industria tabaquera nos brindan la posibilidad de conocer su forma de actuar. Estos documentos, disponibles en Internet, nos trasladan a las salas de juntas de las tabaqueras de los Estados Unidos de América y de su centro coordinador, el Tobacco Institute. Manipulación del consentimiento A principios del decenio de 1950, la industria tabaquera de los Estados Unidos se vio acosada por la inquietud de la población respecto de la inocuidad de sus productos, consecuencia de nuevas pruebas médicas que relacionaban de manera concluyente el hábito de fumar con el cáncer (6). La preocupación creciente en los medios de comunicación y el mundo cientı́fico por el papel de los cigarrillos como causantes de enfermedades habı́a reducido la confianza de los consumidores. El descenso de las ventas, unido a la amenaza de pleitos interpuestos por fumadores enfermos, condujo a lo que los documentos de la industria describen como «la emergencia de 1954». Las tabaqueras reaccionaron movilizando sus recursos colectivos para recuperar el control de la situación y defenderse en tres frentes principales, a saber, los tribunales, la polı́tica y la opinión pública (7). En diciembre de 1953, los directores de todas las empresas fabricantes de cigarrillos de los Estados Unidos de América, excepto una, consultaron a Hill and Knowlton, una empresa de relaciones públicas. En una memoria redactada después de esta reunión se señalaba que la tarea fundamental consistı́a en poner freno al pánico de la población, y que el único problema residı́a en consolidar su confianza y generar un clima público de tranquilidad (8). 20 El objetivo era preservar los beneficios empresariales, no proteger a la población. No se trataba de determinar y suprimir los efectos nocivos de los cigarrillos, sino de disipar la inquietud del público y de tranquilizar a los fumadores sugiriéndoles que no era necesario que modificaran en nada su conducta en relación con el tabaco. Se trataba también de oponerse a la regulación gubernamental y de evitar litigios. En 1962, una memoria interna indicaba que se habı́a hecho frente con eficacia a la emergencia de 1954 y que esta experiencia habı́a conducido a la industria tabaquera a percatarse de la existencia de un problema de relaciones públicas de cuya resolución dependı́a su supervivencia (9). La campaña de relaciones públicas iniciada en la década de 1950 sigue hoy dı́a en plena actividad. En respuesta a la confirmación cientı́fica de la nocividad del humo de tabaco ambiental para los no fumadores, una memoria de 1987 expuso que la industria debı́a oponerse a las restricciones al consumo de tabaco, recuperar la confianza de los fumadores y seguir defendiendo la exención de responsabilidad por sus productos. Estas medidas suponı́an dos requisitos: cambiar radicalmente la opinión cientı́fica y popular de que el humo de tabaco ambiental es nocivo para la salud, y restablecer la aceptabilidad social del hábito de fumar (10). Movilización de los recursos empresariales En la reunión de 1953 se propuso que las empresas tabaqueras dejaran de lado sus diferencias en el plano de la competencia y que se pusieran de acuerdo en cuestiones legales, polı́ticas y sociales de importancia para toda la industria, ası́ como que fundaran y financiaran conjuntamente un centro para promover sus intereses generales en materia de relaciones públicas. En 1954 la industria creó el Tobacco Industry Research Council. Su tarea consistı́a en tranquilizar a la población respecto a si la industria podı́a investigar responsablemente el problema del tabaquismo y la salud, ası́ como resolver cualquier problema que pudiera surgir. Sin embargo, la verdadera función del Council era «sofocar los incendios allı́ donde se declararan». En lugar de apoyar una verdadera investigación cientı́fica de los problemas, invirtió millones de dólares en publicitar investigaciones que pretendı́an demostrar que el tabaco no causaba cáncer. Su verdadero propósito era sembrar deliberadamente la confusión entre la población acerca de los riesgos del hábito de fumar. «La duda es nuestro producto» proclamaba un documento interno de la industria tabaquera en 1969. «Si se vierten dudas sobre la solidez de las pruebas cientı́ficas, la población no sabrá qué creer.» A finales de la década de 1950, la mayor parte de la industria aceptaba ya que fumar causaba cáncer de pulmón: en 1958, tres cientı́ficos británicos se reunieron con directivos y cientı́ficos de la industria Boletı́n de la Organización Mundial de la Salud Recopilación de artı́culos No 4, 2001 Tácticas de la industria tabaquera tabaquera estadounidense e informaron de lo siguiente: «Salvo en un caso, las personas con las que nos hemos reunido creı́an que fumar causaba cáncer de pulmón»; en abril de 1970, en una memoria interna de Gallaher Limited, una empresa tabaquera británica, se comentaba lo siguiente a propósito de estudios en perros que enfermaron de cáncer tras haber sido expuestos a humo de tabaco: «El trabajo de Auerbach demuestra de manera fehaciente que fumar causa cáncer de pulmón» (11). Sin embargo, en 1969 se redactó el siguiente texto publicitario para la empresa Brown & Williamson Tobacco: «Hace 10 años se difundió la noticia alarmante de que la cera de los envases de leche causaba cáncer; lo mismo se dijo acerca del uso del yodo para broncearse. Estas teorı́as eran tan válidas como la que afirma que los sapos causan verrugas, y como las tácticas alarmistas de hoy en torno a los cigarrillos. Porque nadie ha podido aportar pruebas concluyentes de que fumar cigarrillos provoque cáncer. Ni cientı́ficas ni biológicas, ni clı́nicas ni de otro tipo.» La estrategia de la industria no exige su victoria en los debates que ella misma genera. Le basta con alimentar y perpetuar el espejismo de la controversia a fin de enturbiar las aguas en torno a los hallazgos cientı́ficos que representan una amenaza para ella. De esta forma, tranquiliza a los fumadores y les ayuda a racionalizar y reprimir sus preocupaciones en materia de salud. Además, el argumento de la falta de pruebas encuentra eco entre los periodistas y gobiernos amistosos o ingenuos, y proporciona una excusa para que los gobiernos o la sociedad no emprendan acciones enérgicas contra el tabaco. La industria tabaquera posee una extraordinaria capacidad para promover las investigaciones que le son favorables, para desprestigiar aquellas que amenazan sus intereses, y para sembrar la incertidumbre y utilizarla en su provecho. Se rebaja a los crı́ticos calificándolos de bienintencionados, pero mal informados, o de cruzados y fascistas de la salud. La industria sigue generando controversia en torno a los hallazgos cientı́ficos relativos a casi todos los aspectos del tabaco y de la lucha contra su consumo, entre ellos la inhalación pasiva de humo, la adicción, los costos médicos y sociales del hábito y la incitación a fumar en los anuncios publicitarios. Fabricación de dudas En una reunión celebrada en 1988, se informó a la industria tabaquera del Reino Unido de que Philip Morris planeaba invertir «grandes sumas de dinero» en debates cientı́ficos sobre los riesgos de la inhalación pasiva de humo de tabaco para la salud. Su propósito era «coordinar y pagar a cientı́ficos a escala internacional para mantener viva la controversia sobre el humo de tabaco ambiental». Una memoria de la BAT, sin pretender siquiera simular que la investigación serı́a objetiva y neutral, declaró que las propuestas cientı́ficas serı́an filtradas por abogados Boletı́n de la Organización Mundial de la Salud Recopilación de artı́culos No 4, 2001 para eliminar los aspectos delicados. La idea era que grupos de cientı́ficos llevaran a cabo investigaciones o fomentaran la controversia de manera que los encargados de las relaciones públicas en los paı́ses respectivos pudieran utilizar la información o comercializarla (12). La coordinación de la campaña mundial se encomendó a Covington & Burling, un bufete de abogados de Washington, DC. En 1990, este bufete declaró que entre sus contactos polı́ticos y cientı́ficos figuraban un asesor de un comité de la Cámara de los Comunes del Reino Unido, el director ejecutivo de una importante sociedad cientı́fica interesada por los lugares de trabajo y cuestiones conexas, asesores de la Comunidad Europea, y antiguos miembros de grupos de trabajo del Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer. Dichos grupos evaluaron los riesgos de cáncer atribuidos a diversas sustancias y productos y, gracias a su trabajo, el bufete pudo proporcionar a General Foods mucha información sobre la evaluación del riesgo cancerı́geno del café llevada a cabo por el Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer. Uno de los consultores era asesor médico de varios gobiernos de Oriente Medio. Otros ocupaban cátedras en destacadas universidades y escuelas técnicas (13). El informe sostenı́a también que entre los consultores habı́a un editor de la revista The Lancet, y que los consultores del bufete habı́an creado la única sociedad cientı́fica interesada por la calidad del aire en espacios cerrados, Indoor Air International. Este organismo se concibió para respaldar la postura de la industria tabaquera en lo relativo a la inhalación pasiva de humo de tabaco y para intentar por todos los medios trasladar la responsabilidad de las enfermedades que padecen las personas que trabajan en oficinas del consumo de tabaco al diseño y la ventilación de los edificios. Tras investigar la aseveración, The Lancet refutó la insinuación de Covington & Burling de que uno de sus editores habı́a actuado como consultor de la industria tabaquera. En 1995, Indoor Air International pasó a llamarse International Society of the Built Environment. Muchos de sus miembros no conocı́an sus orı́genes secretos (14). Los documentos revelan el cı́nico intento de Philip Morris de infiltrarse en instituciones respetadas y subvertir el proceso cientı́fico. Refiriéndose a Indoor Air International, el Director Cientı́fico de Philip Morris Europa alardeó de que ningún otro recurso habı́a ofrecido a la industria tabaquera un mejor acceso a la comunidad cientı́fica, al gobierno y a las instancias decisorias en materia de cuestiones y normas sobre a la calidad del aire de lugares cerrados. Protección de los derechos empresariales La industria tabaquera ha recurrido a una combinación de dinero, anticipación de las posibles áreas problemáticas, alianzas, grupos «tapadera» y tráfico 21 Tabaco de influencias para defender sin tregua sus intereses económicos (recuadro 1). No sólo ha opuesto resistencia a las leyes restrictivas, sino que ha intentado reestructurar las leyes nacionales e internacionales para ampliar sus derechos y reducir sus responsabilidades como empresa. Acopio de información estratégica Las compañı́as tabacaleras han desarrollado redes mundiales para detectar, vigilar y seguir la pista de las Recuadro 1. Tácticas de la industria tabaquera Táctica Objetivo Acopio de información estratégica Vigilar las actividades de los oponentes y las tendencias sociales para prever futuros retos. Moldear la opinión pública recurriendo a los medios de comunicación para promover posturas favorables a la industria. Utilizar las contribuciones a las campañas para obtener votos y favores legislativos de los polı́ticos. Cerrar tratos e influir en los procesos polı́ticos. Reclutar expertos supuestamente independientes y crı́ticos con las medidas de lucha antitabáquica. Inducir a creer que existe un apoyo público espontáneo y de raı́z popular. Movilizar a granjeros, minoristas y agencias publicitarias con el propósito de influir en la legislación. Utilizar el poder legal y económico para hostigar y atemorizar a los oponentes. Comprar amistades y respetabilidad social en el mundo de las artes, el deporte y los grupos culturales. Oponerse a las leyes. Corromper los sistemas polı́ticos para que la industria pueda eludir la ley. Debilitar las polı́ticas de impuestos sobre el consumo de tabaco y aumentar ası́ los beneficios. Utilizar los acuerdos comerciales para forzar la entrada en mercados cerrados. Establecer empresas conjuntas con monopolios estatales y presionar luego a los gobiernos para que privatice dichos monopolios. Relaciones públicas Financiación polı́tica Cabildeo (lobbys) Programa de consultorı́a Grupos de defensa de los derechos de los fumadores Creación de alianzas Intimidación Filantropı́a Litigios Soborno Contrabando Tratados internacionales Acuerdos de fabricación conjunta 22 fuerzas externas hostiles. Su objetivo es localizar, analizar y neutralizar todo grupo, asunto o tendencia que pueda perjudicar la imagen de la industria, sus beneficios o su capacidad de actuar. «En resumidas cuentas, si no nos enteramos a tiempo de que se está produciendo una batalla local, no podremos emplear nuestros recursos para hacer frente a resoluciones injustas» (15). El sistema de alerta temprana de la industria está constituido por sus propios empleados, sus distribuidores en el mercado mayorista y minorista, y sus aliados en las empresas de publicidad y de relaciones públicas. Esta red interviene en las tareas siguientes: señala en cada paı́s a las organizaciones que encabezan el movimiento de lucha antitabáquica y sus actividades; supervisa las conferencias y el material escrito para identificar las cuestiones que más interesan a dicho movimiento; y determina qué paı́ses están estudiando la promulgación de leyes contra el consumo de tabaco. La industria ha creado también grupos de reflexión para trascender los asuntos que preocupan actualmente a cientı́ficos y médicos y apuntar las tendencias que dominarán la investigación en el futuro. Su finalidad es determinar cuáles serán los principales retos médicos y cientı́ficos que deberá afrontar la industria tabaquera en el futuro. Control de la agenda Pese a que la industria tabaquera invirtió mucho dinero en sembrar dudas acerca de la nocividad del tabaco, reconoció que a la larga no podrı́a convencer a la opinión pública en materia de salud. Por ello, ha intentado controlar el debate público trasladándolo del ámbito de la salud a otro más favorable. Ha descubierto cuestiones que preocupan a la población y para las cuales puede recabar apoyo, por lo que se ha erigido en su adalid. Se describe a sı́ misma, pues, como un puntal de la economı́a al proporcionar puestos de trabajo e ingresos por impuestos. Es ésta una reivindicación que los ministros de economı́a y la opinión pública consideran convincente en tiempos de austeridad económica. El vicepresidente de Philip Morris lo resumió con las palabras siguientes: «Los argumentos basados en la contribución económica constituyen la piedra angular de las relaciones públicas de la industria tabaquera. Los datos relativos a los ingresos de las explotaciones agrı́colas, los puestos de trabajo, los impuestos, la balanza comercial, etcétera, constituyen el catecismo de los grupos de presión de la industria.» La industria tabaquera enarbola también ideologı́as libertarias que defienden la libertad de expresión y elección, y utiliza el argumento del rechazo al Estado paternalista para ridiculizar las medidas de protección de la salud. El Banco Mundial ha refutado los argumentos económicos de la industria tabaquera y ha declarado que muy pocos paı́ses perderı́an puestos de trabajo por la reducción del consumo de tabaco. El dinero que no se gastara en el tabaco podrı́a invertirse en Boletı́n de la Organización Mundial de la Salud Recopilación de artı́culos No 4, 2001 Tácticas de la industria tabaquera cualquier otro ámbito para crear puestos de trabajo en otros sectores de la economı́a (16). Los legisladores de muchos paı́ses han rechazado también la postura seudolibertaria de la industria tabaquera. El derecho de los Estados a proteger la salud pública ha prevalecido sobre la libertad para promover productos nocivos (17). Tráfico de influencias En septiembre de 1999, un editorial del New York Times expuso las observaciones siguientes: «Coincidiendo con el acoso de los últimos años a la industria tabaquera, el Estado de Nueva York ha regalado a los fabricantes de cigarrillos una zona de seguridad legislativa. No se han aplicado impuestos extraordinarios sobre los cigarrillos desde 1993, ni tampoco gravámenes suplementarios a compañı́as tabacaleras que en otros lugares han debido hacer frente a aranceles y controles sobre sus peligrosos productos. Un ambiente tan favorable al humo no surge por casualidad. De hecho, la industria tabaquera, y en particular Philip Morris, ha estado asediando a los legisladores del Estado con regalos y agasajos, incluidas cenas y entradas a acontecimientos deportivos como las 500 millas de Indianápolis. Ahora, Philip Morris se ha visto obligada a reconocer que violó la ley de lobbys del Estado de Nueva York al minusvalorar (sic) los obsequios que hizo en la ciudad de Albany. Puede que la empresa no hubiese reconocido nunca este hecho de no haber sido porque los registros sobre los gastos en el Estado de Nueva York figuraban entre los documentos hechos públicos a raı́z de litigios contra el consumo de tabaco en otros lugares del paı́s» (18). Los Estados Unidos son el paı́s donde más manifiesta es la importancia de las contribuciones a las campañas polı́ticas, de los lobbys y de la influencia en los medios de comunicación por parte de las empresas de relaciones públicas. En Washington DC, los miembros de los lobbys de defensa de intereses especiales superan a los congresistas en una proporción de 38 a 1 (19). Además, en todo el paı́s, los 170 000 profesionales de las relaciones públicas superan en unos 40 000 al número de periodistas. Las empresas de relaciones públicas generan datos, opiniones, análisis de expertos, encuestas de opinión y peticiones para sus clientes empresariales. En un estudio del año 1990 se comprobó que casi el 40% de las noticias de un diario representativo de los publicados en los Estados Unidos procedı́a de comunicados de prensa (20). Además de alimentarse con propaganda de la industria tabaquera, hay secciones de los medios de comunicación que son cómplices voluntarias de ésta por propio interés. Los medios que más dependen de la publicidad de tabaco son los que menos probabilidades tienen de informar negativamente sobre cuestiones relacionadas con el tabaco. «Los medios de comunicación aprecian el dinero que reciben por nuestros anuncios,» afirma una memoria de Philip Boletı́n de la Organización Mundial de la Salud Recopilación de artı́culos No 4, 2001 Morris, «y son un aliado que podemos y debemos explotar» (21). Un ejemplo de cómo utiliza Philip Morris los medios de comunicación para derrotar una ley contra el consumo de tabaco se dio en la Argentina. El 30 de septiembre de 1992, el Parlamento argentino aprobó una ley que prohibı́a los anuncios de tabaco y restringı́a su consumo en lugares públicos. Sin embargo, el 5 de octubre, la industria tabaquera convocó una sesión de trabajo a puerta cerrada con propietarios de medios de comunicación, figuras del deporte, ejecutivos de empresas de publicidad y otras partes interesadas para crear un clima en el que el veto presidencial fuera polı́ticamente aceptable. El resultado fue que entre el 1 y el 15 de octubre aparecieron en diarios y revistas 129 artı́culos, de los que 105 eran favorables a los argumentos de la industria tabaquera. El 13 de octubre, el presidente Menem vetó la ley (22). Cuando el propio interés no es suficiente para obtener una cobertura favorable en los medios de comunicación, la industria tabaquera no teme recurrir a la coacción. En 1996, R&R Tobacco, el mayor fabricante de cigarrillos de Sudáfrica, retiró todos sus anuncios del diario The Star a raı́z de un editorial que apoyaba la regulación de la publicidad del tabaco. Ésta fue una clara advertencia a los medios de comunicación para que no se opusieran a los intereses de la industria tabaquera. La industria tabaquera ha utilizado también su poder económico para anular la promulgación de leyes. En los Estados Unidos de América, declaró haber gastado más de US$ 43 millones durante la primera mitad de 1998 en presionar contra la legislación federal antitabáquica patrocinada por el senador John McCain. La campaña publicitaria de la industria tabaquera contra el proyecto de ley fue, en palabras de la decana de la facultad de Comunicación de la Universidad de Pensilvania, Kathleen Hall Jamieson, la más cara de las campañas prolongadas de defensa de intereses emprendidas en los Estados Unidos. Añadió que los anuncios publicitarios deformaban los hechos y confundı́an a la población. Pero sus argumentos quedaron prácticamente sin respuesta por parte de los grupos de protección de la salud en el importantı́simo campo de batalla de la televisión. Recurriendo a su táctica clásica basada en trasladar el debate del ámbito de la salud a las consideraciones sobre el excesivo peso del Estado, de la burocracia y de los impuestos, la industria consiguió que el proyecto de ley saliese derrotado, pese a que era ampliamente apoyado por el Congreso y por la opinión pública. En respuesta a las acusaciones de que las presiones ejercidas contra la ley McCain constituı́an un abuso masivo de poder empresarial, un portavoz de Philip Morris declaró: «El sistema polı́tico estadounidense se basa en el ejercicio libre y abierto de las libertades amparadas por la Primera Enmienda. Philip Morris es un ciudadano activo que participa en el proceso polı́tico mediante la manifestación de nuestras opiniones sobre cuestiones que afectan a nuestros negocios» (23). Por otra parte, un comenta23 Tabaco rista de televisión realizó la cruda interpretación que sigue de la Primera Enmienda: «Usted puede decir lo que quiera, pero si de verdad desea que le escuchen, tendrá que soltar mucho dinero» (24). En el recuadro 2 se reproduce un documento de la industria en el que se exponen abiertamente los objetivos y técnicas utilizados por la industria tabaquera para contrarrestar las acciones de sus opositores. Códigos voluntarios y leyes preventivas Cuando la presión aumenta y la promulgación de leyes parece inevitable, la primera lı́nea de defensa de la industria tabaquera consiste en proponer un acuerdo voluntario, sobre todo en lo relativo a la publicidad del tabaco. La industria afirma que bastará con la autorregulación en lugar de una legislación estatal, y da garantı́as tanto de que todos los fabricantes acatarán lealmente las disposiciones del acuerdo voluntario como de que la propia industria velará por su correcto cumplimiento. Este proceder tiene la doble ventaja de hacer que parezca que la industria comprende el problema, y de presentar a quienes proponen la ley como bienintencionados, pero equivocados. Estos acuerdos les parecen atractivos a los gobiernos, pero han fracasado repetidas veces por la sencilla razón de que no están pensados para tener éxito. Las sanciones por infracciones son escasas o faltan por completo. Los términos empleados en los acuerdos parecen impresionantes, pero en la práctica permiten interpretaciones que favorecen a la industria tabaquera. Los acuerdos no cubren algunos de los peores excesos de la industria. Por ejemplo, pueden prohibir los anuncios dirigidos a los niños, pero permitir el patrocinio de acontecimientos deportivos y conciertos de rock (25). En 1967, el senador Robert Kennedy hizo el siguiente comentario sobre los acuerdos voluntarios con la industria tabaquera: «Durante algunos años hemos presenciado la farsa de una pretendida autorregulación. Los códigos de dicha autorregulación han sido muy ineficaces, y abrigo pocas esperanzas de que la situación cambie» (26). La industria también presiona para que se promulguen leyes preventivas que protejan sus intereses. El Tobacco Institute alardeó de que en 1989 habı́a promovido 53 leyes que amparaban los derechos de los fumadores en 28 Estados. En total, logró que se aprobaran 53 leyes que protegı́an los derechos de los fumadores en 28 Estados (27). Estos proyectos de ley están pensados para proteger los derechos de los fumadores al solicitar que se dispongan en edificios de propiedad pública áreas en las que esté permitido fumar, lo que convierte el consumo de tabaco fuera de las horas de trabajo en un derecho civil para los empleados, e impide que los gobiernos locales aprueben ordenanzas antitabáquicas más enérgicas. Una razón para la 24 Recuadro 2. Algunas tácticas explicadas por un grupo de trabajo de la industria tabaquera (15 ) Contramedida básica de tipo 1: contramedidas referidas a leyes concretas Breve descripción Este tipo de contramedida, muy tradicional, se lleva a cabo cuando los grupos responsables de legislar estudian leyes concretas. Las contramedidas adoptan la forma de cabildeo. Objetivos y grupos a los que va dirigida Los objetivos consisten por lo general en bloquear, invalidar, modificar o retrasar la ley en trámite. En algunas situaciones más complejas, la industria toma iniciativas para derogar o enmendar a su favor la legislación, en particular la relacionada con los impuestos. Los grupos que están en el punto de mira de este tipo de contramedidas son los legisladores y sus colaboradores, ası́ como los grupos de defensa de intereses de otras industrias que podrı́an convertirse en aliados temporales de la industria tabaquera. Técnicas utilizadas Se utilizan todas las armas del arsenal de los grupos de presión, como las declaraciones testimoniales, los documentos de posición, las cartas o contactos y, la más básica de todas, es decir, el debate personal entre los representantes de la industria y los legisladores. Contramedida básica de tipo 5: contramedidas relativas al clima de la opinión pública Breve descripción Es muy probable que la importancia de este tipo de contramedidas aumente en los próximos años, porque la industria se enfrenta a una hostilidad cada vez mayor por parte de la opinión pública. Hasta la fecha, la industria no se ha dirigido demasiado a la población general para plantearle cuestiones relacionadas con el hábito de fumar. Sin embargo, incluso las mejores iniciativas en terrenos como los de la legislación, la reglamentación y las campañas electorales pueden estar condenadas al fracaso si la opinión pública sigue aumentando la presión sobre las válvulas de seguridad de carácter legislativo y regulador utilizadas tradicionalmente por la industria tabaquera. Objetivos y grupos a los que va dirigida Algunos de los objetivos clave consisten en convencer a la población general de lo siguiente: . Su salud no corre peligro por el hecho de que otros fumen. . Fumar es una elección personal. . La mejor forma de tratar los problemas relacionados con el consumo de tabaco es la acción privada voluntaria, no los decretos públicos. . Los fumadores son miembros constructivos de la sociedad. . El fanatismo de los antifumadores es el germen de todos los problemas sociales del consumo de tabaco. En esta área, las contramedidas van dirigidas a los segmentos de fumadores y no fumadores de la población general, no ası́ a los antifumadores, ya que la experiencia ha demostrado que con ellos no se consigue gran cosa. Técnicas empleadas La industria instila sus opiniones en los medios de comunicación general y en los programas de entretenimiento. En algunos casos utiliza medios y técnicas más especializados para llegar a grupos sociales de liderazgo, los denominados precursores, que tienden a moldear la opinión pública. Los métodos adoptan concretamente la formadepublicidadpagada,aparicióndeportavocesdelaindustria en los medios de comunicación, editoriales y noticias cuidadosamente redactados, reuniones informales con periodistas y muchas otras técnicas tradicionales de relaciones públicas. Boletı́n de la Organización Mundial de la Salud Recopilación de artı́culos No 4, 2001 Tácticas de la industria tabaquera defensa de los derechos de los fumadores por parte de la industria tabaquera fue expresada por un cientı́fico de RJ Reynolds en una memoria interna: «Para nuestra industria, los efectos presentes y futuros del problema del humo de tabaco ambiental están claros. Las restricciones al consumo de tabaco limitan el tiempo de que disponen los consumidores para disfrutar de nuestros productos. En pocas palabras, un cigarrillo que no se fuma es un cigarrillo que no se vende.» Con gran habilidad, la industria ha sabido también sacar provecho de las propias normativas antitabáquicas. Aceptó por fin colocar etiquetas de advertencia en los paquetes de cigarrillos vendidos en los Estados Unidos, y lo hizo en parte para evitar una legislación estatal de etiquetado más lesiva, pero también para protegerse frente a los pleitos en demanda de indemnizaciones por la muerte o la incapacidad de individuos fumadores. Las etiquetas advierten de los riesgos que entraña el consumo de tabaco, por lo que, ante cualquier efecto nocivo, se puede decir que los fumadores consienten en dañar su propia salud. Apertura de mercados por medio de sanciones comerciales y corrupción Históricamente, los Estados Unidos han visto en los paı́ses con bajos ingresos un valioso mercado para la exportación y han contribuido a abrirlo a los cigarrillos estadounidenses. Esta ayuda adoptó la forma de coacción en la década de 1980, cuando se recurrió a la amenaza de las sanciones comerciales para abrir mercados en China (provincia de Taiwán), el Japón, la República de Corea y Tailandia (28). Entre 1975 y 1985, las compañı́as tabacaleras estadounidenses presionaron al Japón y a otros paı́ses de la región del Pacı́fico Occidental para que retiraran las barreras comerciales a la importación de cigarrillos extranjeros, pero tuvieron poco éxito. En 1986, el Gobierno de los Estados Unidos se hizo cargo de este asunto a instancias de la industria tabaquera. Amenazó con represalias en forma de aranceles a las exportaciones japonesas de productos textiles y repuestos de automóviles si no se ampliaba el acceso de los fabricantes estadounidenses de cigarrillos a los mercados japoneses. Para proteger sus exportaciones, el Gobierno japonés capituló y retiró los aranceles y otras restricciones que afectaban a los cigarrillos extranjeros. En un año, el Gobierno de los Estados Unidos logró lo que la industria tabaquera no habı́a conseguido en 10 años. Durante el mes siguiente a la decisión tomada por el Japón, la República de Corea y Tailandia abrieron también sus mercados al tabaco estadounidense (28). En el Reino Unido, The Observer reveló en 1996 que BAT estaba ganando influencia sobre la distribución de la ayuda británica a paı́ses extranjeros como parte de una campaña para proteger sus lucrativos mercados en el mundo en desarrollo. Una investigación de ese diario descubrió una red de Boletı́n de la Organización Mundial de la Salud Recopilación de artı́culos No 4, 2001 vı́nculos entre la compañı́a tabacalera, organismos oficiales de ayuda internacional y parlamentarios muy conocidos, destinada a impulsar los objetivos de la empresa en los paı́ses en desarrollo. En el centro de la red de ayuda de BAT en el extranjero se encontraba su nuevo presidente, lord Cairns. El año anterior habı́a sido nombrado presidente de Commonwealth Development Corporation, un organismo que realiza inversiones por valor de US$ 1500 millones en los paı́ses pobres (29). Las compañı́as tabacaleras estadounidenses han utilizado métodos todavı́a más cuestionables para aumentar su influencia en otros paı́ses. En la década de 1970, RJ Reynolds pagó US$ 6 millones en concepto de sobornos a funcionarios de segundo rango de gobiernos extranjeros (30). Philip Morris ha admitido haber realizado pagos a funcionarios de gobiernos extranjeros «con objeto de acelerar los trámites administrativos». Documentos internos de la empresa revelaron que se pagaron US$ 16 000 a un funcionario de hacienda de la República Dominicana a cambio de una resolución favorable, y que en los últimos años se habı́an dedicado US$ 12 000 a forzar la promulgación de una ley importante. Las contribuciones a la campaña presidencial se elevaron a US$ 200 000 aproximadamente (31). En fechas más recientes, Philip Morris se ha visto implicada en un grave escándalo relacionado con la financiación de la campaña electoral del mayor partido polı́tico de la República Checa, la Alianza Cı́vica Democrática. En 1998, Philip Morris y dos compañı́as checas canalizaron presuntamente donaciones a la Alianza a través de una empresa ficticia. Cuando el escándalo estalló, el ministro de medio ambiente se vio obligado a presentar la dimisión (32). Probablemente nunca llegue a conocerse toda la magnitud de la corrupción. La coartada general utilizada por las empresas consiste en afirmar que, al sobornar a los funcionarios, lo que hacen es adaptarse a las normas éticas locales. En realidad, contribuyen a socavar la estabilidad de las instituciones polı́ticas y la economı́a en su propio beneficio. Enfrentamiento inminente con la Organización Mundial de la Salud En mayo de 1999, la Asamblea Mundial de la Salud autorizó por unanimidad a la OMS a llevar adelante el Convenio Marco para la Lucha Antitabáquica (CMLAT). Será el primer tratado de salud pública del mundo, y podrı́a tener una repercusión histórica en el consumo del tabaco a nivel mundial. Aunque según se prevé no será adoptado hasta por lo menos el año 2003, el CMLAT ya ha sido atacado por las compañı́as tabacaleras. Lo consideran un desafı́o sin precedentes a la libertad de la industria para seguir haciendo negocio. Las primeras y previsibles andanadas fueron las siguientes: 1) «No se ha consultado a la industria tabaquera.» Esa petición de diálogo permite a la industria presentarse como responsable, adaptable y comprensiva. Sin 25 Tabaco embargo, el objetivo es oponerse a la regulación de sus productos; se busca el diálogo para promover la inacción y mermar la eficacia de las medidas propuestas. 2) «El verdadero plan es prohibir los productos del tabaco.» El CMLAT no plantea prohibir el tabaco, pero la industria tabaquera gusta de alimentar el espectro de la prohibición. Un documento de la industria recomienda la retórica de la prohibición por ser un instrumento eficaz para oponerse a las medidas antitabáquicas. La intención es describir a la OMS como fanática, cuando en realidad esta Organización está proponiendo lı́mites responsables a la comercialización, venta y distribución de un producto que mata cada año a cuatro millones de personas. 3) «La OMS está generando más burocracia y reglamentación en un área normativa en la que los gobiernos nacionales tienen competencia.» Las multinacionales han desarrollado una táctica común de todo el sector para oponerse a las legislaciones y regulaciones gubernamentales, pero rechazan sin embargo que la OMS formule una respuesta internacional a un problema igualmente internacional. Conclusión En algún momento del siglo XXI, la batalla entre la salud pública y la prosperidad empresarial deberá inclinarse a favor de la primera. Cabe prever que los costos económicos, sociales y sanitarios seguirán aumentando hasta que ningún gobierno podrá negar o ignorar el daño causado. Cuando esto ocurra, la epidemia de tabaquismo deberı́a terminar. Queda por saber con qué rapidez se llegará a ese punto y qué precio se habrá pagado en vidas humanas. Los medios para combatir la epidemia están a nuestro alcance. Según el Banco Mundial, para lograr una reducción eficaz de la demanda, los gobiernos pueden elevar los impuestos sobre los cigarrillos, prohibir los anuncios y las promociones de productos del tabaco, y proporcionar información sobre los riesgos del hábito de fumar para la salud. El Banco ha instado a todos los paı́ses a que adopten esas medidas y ha indicado que no es probable que una polı́tica general de lucha antitabáquica perjudique a las economı́as. Sin embargo, no basta con disponer de polı́ticas eficaces: es indispensable la voluntad de la sociedad para aplicarlas. Se debe convencer a los gobiernos con recursos financieros limitados de que las polı́ticas de lucha antitabáquica conducirán a un crecimiento y un desarrollo sostenibles. También es necesario persuadir a los gobiernos para que otorguen prioridad a la prevención de la epidemia en los paı́ses en donde su repercusión aún no se ha manifestado plenamente. La dificultad de estas tareas se ve agravada por las actividades de la industria tabaquera. La lección 26 evidente de los últimos 50 años es que la industria no está dispuesta a actuar responsablemente. Sin embargo, conserva una pátina de respetabilidad. Se presenta a sı́ misma como una fuente de ingresos, proveedora de puestos de trabajo, patrocinadora de las artes y los deportes, defensora de la libertad y suministradora de placer. No se la percibe como traidora de la confianza de sus clientes, como una influencia corrupta sobre los gobiernos o como responsable de inducir una adicción en los niños. Para poder desarrollar actividades eficaces de lucha antitabáquica hay que garantizar primero la veracidad y transparencia de la información sobre el producto de la industria. Se deberı́a imponer a las compañı́as tabacaleras las condiciones siguientes: 1) En todos los mercados deberı́a hacerse público lo que las empresas tabaqueras sabı́an sobre la nocividad y la capacidad adictiva del tabaco, el momento en que lo supieron y cómo respondieron. 2) Habrı́a que garantizar a los fumadores los derechos básicos del consumidor reconocidos internacionalmente, incluidos los siguientes: el derecho a la seguridad tanto para los usuarios como para los no usuarios; aunque no existe el cigarrillo inocuo, deberı́a intentarse una estrategia de reducción de la nocividad procurando limitar todo lo posible la toxicidad de los productos del tabaco; el derecho a estar plenamente informado, incluido el derecho a no recibir información falsa; el derecho a elegir, incluido el derecho a dejar de utilizar el producto (es decir, a recibir ayuda para superar la adicción); el derecho a ser escuchado; el derecho a la compensación por daños; el derecho a un entorno sano. 3) Deberı́an declararse todas las contribuciones a los polı́ticos y los partidos, y deberı́an revelarse todas las sumas pagadas a miembros de lobbys, consultores y otros grupos con el propósito de influir en las polı́ticas públicas. 4) Deberı́an disolverse todas las asociaciones comerciales de la industria tabaquera y otras agrupaciones creadas con la finalidad de engañar a la población acerca del daño que causa el hábito de fumar. 5) Deberı́a velarse por el cumplimiento de las leyes anticorrupción y antimonopolio. 6) No deberı́an concederse exenciones fiscales a actividades como la defensa de intereses, la publicidad, las contribuciones a los partidos polı́ticos o las presiones de lobbys, puesto que no deberı́an considerarse costos normales de la actividad empresarial. 7) No deberı́an organizarse misiones gubernamentales para oponerse a la reglamentación antitabáquica adoptada por los responsables de la salud pública de otros paı́ses. 8) Las ayudas al desarrollo no deberı́an destinarse nunca a financiar una mayor producción de tabaco. 9) No deberı́a utilizarse ningún acuerdo mundial de comercio para fomentar el debilitamiento de las disposiciones de salud pública sobre el tabaco. n Boletı́n de la Organización Mundial de la Salud Recopilación de artı́culos No 4, 2001 Tácticas de la industria tabaquera Referencias 1. 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