“El diálogo y la concertación como vía de solución de los problemas

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“El diálogo y la concertación como vía de solución de los problemas nacionales y de consolidación de la democracia” VIII Conversatorio “Santiago: Pensar para proponer” Oficina Senatorial de Santiago, martes 19 de noviembre de 2013 Santiago de los Caballeros, República Dominicana Por Mons. Agripino Núñez Collado Agradezco la invitación del senador de la provincia de Santiago, licenciado Julio César Valentín, con la propuesta de que les hable sobre diálogo, concertación y democracia. Para responder a esa solicitud, me voy a permitir compartir con este distinguido auditorio algunas de las experiencias sobre lo que hemos llamado “la cultura del diálogo y la concertación” en nuestro país. La iniciativa de crear un espacio que facilitara el diálogo entre los diferentes sectores sociales de la República Dominicana, surgió como respuesta para enfrentar las dificultades que gravitaban en la sociedad, en la década de los ochenta, y que impedían el avance de la Nación. Realidad dominicana en el decenio de los 80 A principio de los años 80 se presentó una grave crisis social en la República Dominicana, debido, en gran medida, a las políticas económicas restrictivas, diseñadas y aplicadas con el propósito de alcanzar la estabilidad financiera. 1
Esta crisis social se puso de manifiesto en varios acontecimientos y aspectos que desestabilizaron la sociedad dominicana y debilitaron el tejido social. Entre ellos, cabe recordar los siguientes: la acentuación de la crisis económica, hasta llegar a situaciones preocupantes; el descenso en el debate político y la discusión pública de los problemas; el sectarismo de las partes en conflicto que agudizaba cada vez más las divergencias; y el creciente deterioro de la convivencia nacional, que desencadenó, en 1984, una angustiosa poblada que produjo decenas de muertes. En enero de 1985, los Obispos dominicanos hicieron pública una Carta Pastoral, en la que reflexionaban y mostraban preocupación por la situación nacional imperante. Al mismo tiempo, invitaban a los distintos sectores sociales a establecer un diálogo orientado a la unidad de propósitos, de decisiones y responsabilidades comunes, que coadyuvara a la solución de los grandes problemas que afectaban al país y amenazaban la convivencia nacional. Asimismo, puntualizaba algunos aspectos que hacían necesario el diálogo, entre ellos: la definición de objetivos y metas nacionales más allá de los intereses partidarios; la atención a los pobres, golpeados por la carencia de bienes de primera necesidad, la falta de empleo y de ingresos mínimos; la definición de estrategias sociales, económicas y políticas acordes con las posibilidades nacionales y la realidad del mundo exterior, que en ese momento atravesaba por situaciones similares a las nuestras. Esa Carta Pastoral, que fue al mismo tiempo un llamado a la esperanza, sirvió de base para que la hoy Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, con el apoyo 2
de la Conferencia del Episcopado Dominicano, asumiera la tarea de organizar el diálogo social. El primer encuentro, de lo que se denominó “Diálogo tripartito”, se llevó a cabo los días 6, 7 y 8 de marzo de 1985, en Jarabacoa, bajo la moderación de la Iglesia y convocado por quien les habla. Este encuentro tuvo la finalidad de crear las condiciones para que las partes implicadas se conocieran y en un espacio de entendimiento se plantearan los problemas existentes, a fin de llegar a posibles acuerdos futuros. El mismo contó con la representación, al más alto nivel, del sector productivo: Gobierno, empresarios y trabajadores. También, con la asesoría de los destacados iuslaboralistas, doctor Juan Antonio Sagardoy (uno de los abogados que participaron en los Acuerdos de la Moncloa, en Madrid, España); Emilio Morgado Valenzuela, de la Organización Internacional del Trabajo (OIT); Néstor de Buen Lozano, de México; y seis de los más connotados iuslaboralistas dominicanos, entre ellos, el doctor Rafael Alburquerque y el doctor Lupo Hernández Rueda. A pesar del manifiesto recelo y desconfianza de los actores participantes, incluso, entre los miembros de un mismo sector, quienes tenían sus propias crisis internas, se logró mantener un ambiente de serenidad y objetividad. En ese momento existían seis centrales sindicales. Tiempo después, vimos con satisfacción la creación del Consejo Nacional de la Unidad Sindical, el cual agrupa a las tres principales organizaciones sindicales del país. 3
Entre los logros de este primer encuentro, cabe destacar que, por primera vez, los sectores involucrados tuvieron la oportunidad de plantear sus reclamos en un ambiente libre de presiones. Además, la disposición de las partes de continuar el proceso de diálogo, con la presencia facilitadora de la Iglesia; y el propósito de elaborar una agenda de trabajo con los asuntos fundamentales a tratar en las reuniones siguientes. La Conferencia del Episcopado Dominicano delegó en su Secretario General, Monseñor Francisco José Arnáiz, y en el Rector de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, la representación de la Iglesia. A partir de ese momento se realizaron nuevas sesiones de trabajos, todas en el seno de la Madre y Maestra, en su actual Campus Santo Tomás de Aquino. En la primera reunión, después del encuentro de Jarabacoa en marzo de 1985, se acordaron los 14 puntos de la agenda a tratar en la mesa del diálogo y la concertación. En un segundo encuentro, llevado a cabo los días 22 y 23 de marzo de ese año, se conocieron los dos primeros puntos de la agenda, referentes al salario y a la seguridad social. En el mismo participaron ampliamente los diferentes sectores y, además, un asesor de la Organización Internacional del Trabajo, experto en materia de seguridad social. Un elemento nuevo que se introdujo a las discusiones, el cual produjo un cambio de actitud en los participantes, fue el anteproyecto de ley sobre salario mínimo 4
presentado en ese momento ante el Congreso Nacional. Esta circunstancia hizo aún más complejo el arribar a acuerdos satisfactorios en esa primera etapa de diálogo. La segunda etapa del Diálogo Tripartito tuvo lugar en el mes de octubre de 1986. Este fue un año de elecciones y el resultado de las mismas implicó un cambio en la administración del Estado. Por consiguiente, fue necesario iniciar un proceso de socialización sobre la importancia del diálogo entre las nuevas autoridades del Estado. En 1988, las principales demandas del movimiento laboral se centraron en un aumento salarial, la consagración de la libertad sindical con la consiguiente inamovilidad de los dirigentes y la solución al problema del desahucio. Para entonces, nuevos actores habían surgido en el escenario nacional, como las organizaciones populares y los comités de amas de casa, que exigían un espacio de participación en los sectores político y social. En ese contexto, el 26 de mayo de 1988, se firmó el primer acuerdo del Diálogo Tripartito entre el Gobierno, los empresarios y los dirigentes sindicales. El objetivo inmediato fue enfrentar el alto costo de la vida y adoptar medidas antinflacionarias para estabilizar la economía y coadyuvar al desarrollo económico y social. Los principales puntos de ese acuerdo fueron, entre otros: Un aumento del salario mínimo que entonces era de ciento veinticinco (RD$125.00) pesos; la revisión de la Ley 5911 del Impuesto sobre la Renta, para beneficiar a los sectores de más bajos ingresos; la revisión de los artículos 69 y 78 del Código de Trabajo, y el aumento del monto de la pensión de los jubilados y la ley de seguridad social 5
La inflación en el decenio de los años 80 y 90 A finales del decenio de los ochenta, la República Dominicana vivió un período de crisis, como consecuencia de un proceso de inflación incontrolado y un desabastecimiento de los productos de primera necesidad. El gobierno se encontraba sin posibilidad de acceso a recursos frescos, debido, a su desinterés por buscar entendimiento con los organismos internacionales. Prácticamente, se le habían cerrado todas las fuentes de financiamiento externo. Además, el gobierno se enfrentaba a todas las consecuencias negativas derivadas del déficit en el suministro de energía eléctrica y de combustibles. Esta situación produjo una agitación social que ponía en riesgo la estabilidad política, mermaba la producción y perjudicaba el desempeño de las actividades propias de la nación. Ante estas circunstancias, visité al entonces presidente de la República, doctor Joaquín Balaguer, para presentarle mi preocupación por la situación en que se encontraba el país, así como la percepción generalizada de que “no había gobierno”. Le hablé, además, de la importancia de que se dirigiera a la nación, puesto que en otros momentos de dificultades la gente respondía positivamente a sus palabras y estas calmaban a la población. También le sugerí que pensara en la posibilidad de crear una comisión, de crisis. Como respuesta, el doctor Balaguer dijo: “Cuando un presidente habla a la nación, debe tener cosas que ofrecer, y yo tengo las manos vacías; ayúdeme a hacer reuniones con grupos de personas que no pasen de doce (12)”. Inmediatamente fijó 6
la fecha para una reunión y, ante la interrogante de quiénes participarían en la misma, expresó: “Usted los elige”. Esa misma tarde reuní, en la residencia de la Rectoría de la ciudad de Santo Domingo, a veinte empresarios y luego de compartir impresiones sobre la solicitud del Presidente de la República, se hizo la selección de los doce que la semana siguiente acudimos a una primera reunión en el Palacio Nacional. En ese momento, el gobierno había recrudecido los controles bancarios y puesto en marcha lo que se denominó “Operación Duarte”, con la finalidad de que la moneda dominicana recuperara el valor perdido. Como medida, se estaban cerrando bancos de cambio y persiguiendo personas que las autoridades suponían que tenían certificados de depósitos en bancos del exterior. Por esta razón, en esa primera reunión le dije al Presidente Balaguer: “En nombre de Duarte se están violando los derechos de la gente que tiene ahorros en el exterior”. Inmediatamente, el doctor Balaguer dispuso que se suspendiera ese operativo, y luego de un prolongado intercambio, propuso que se creara una comisión para que presentara sugerencias de las medidas a tomar y pidió que el sector privado nombrara sus representantes. Allí mismo, el doctor Balaguer designó al ingeniero Carlos Morales Troncoso, Vicepresidente de la República; a Luis Toral, Gobernador del Banco Central; al doctor Héctor Pérez Reyes, Secretario de Estado sin cartera; y al señor Juan José Arteaga, Asesor Económico del Poder Ejecutivo. 7
Por el sector privado, se designó al ingeniero José del Carmen Ariza, Presidente del Consejo Nacional de Hombres de Empresa, y los también empresarios José Vitienes, José León Asensio, Pedro Rodríguez Echavarría, George Arzeno Brugal y al economista Carlos Despradel. Por disposición del doctor Balaguer, esa comisión estaba coordinada por quien les habla. Los medios bautizaron esa comisión como el Grupo de los Diez. Los comisionados celebramos varias reuniones con el sector de la banca y organismos internacionales. Se insistió en la necesidad de que el gobierno debía entenderse con estos, debido a las razones que generaron el aislamiento económico, pues el doctor Balaguer pensó que podía reactivar la economía mediante el gasto público en inversiones, siguiendo el viejo esquema de las construcciones. Llegó un momento en que los barcos venían con combustibles y regresaban porque no había divisas para pagar. Finalmente, el grupo consiguió que la banca privada le facilitara al gobierno un préstamo de 20 millones de dólares y, en uno de los encuentros con el doctor Balaguer, él aceptó una sugerencia para que se impusiera un costo realista al cambio del dólar en el Banco Central. En ese momento, la prima oficial estaba al siete por uno y, en el mercado negro, al dieciséis por uno. La comisión sugirió al presidente Balaguer que oficializara el cambio al trece o catorce por uno. Él decidió que fuera al doce por uno. Ese mismo día se hizo el anuncio en el Palacio Nacional y, al día siguiente, había largas filas de ciudadanos en el Banco Central, cambiando dólares por pesos. 8
Estas dos medidas, el préstamo y la prima realista de cambio, contribuyeron a mejorar la situación, pues el gobierno empezó a tener dólares para las importaciones y decidió conversar con los organismos internacionales. Dos procesos de concertación, con la mediación de la Iglesia, contribuyeron, además, a superar la crisis económica que afectaba al país en ese momento. Uno fue el "Pacto de Solidaridad Económica", suscrito el 8 de agosto de 1990 en el Palacio Nacional, y, el otro, el "Acuerdo entre el Gobierno de la República y los representantes de los sectores laborales organizados y de agrupaciones comunitarias", firmado el 8 de septiembre del mismo año. "Pacto de Solidaridad Económica" En el año 1990, además de realizarse un proceso electoral que originó sus propias crisis, el país vivió tensiones sociales que requirieron el esfuerzo de muchos sectores para conjurar la amenaza de una peligrosa inestabilidad de imprevisibles consecuencias. Se requería la búsqueda de soluciones radicales en las áreas de las finanzas públicas y del sistema monetario, así como también “el sacrificio y el esfuerzo conjunto de todos los sectores de la vida nacional". A pesar de la gravedad de la crisis, el diálogo pudo realizarse y se llegó a los acuerdos básicos que recogió el Pacto de Solidaridad Económica. El Gobierno hizo sus compromisos en lo relativo a la política financiera y monetaria, y los empresarios aceptaron contribuir a reducir la inflación y mejorar los niveles 9
salariales. Por su parte, las organizaciones laborales, de profesionales, de servicios y comunitarias, se comprometieron a contribuir en forma efectiva a la armonía obrero-­‐patronal, a mantener sus servicios, a incrementar la productividad, a defender el orden público y a propiciar la paz social. Con la finalidad de adecuar el sistema aduanero a las necesidades y avances experimentados en el comercio internacional, se eliminó el régimen arancelario existente. Mediante Decreto No. 339, del 13 de septiembre de 1990, se creó un nuevo reglamento para el arancel aduanero, con carácter provisional. Finalmente, el 4 de agosto de 1993, se promulgó la “Ley de Aduana de la República Dominicana”. “Acuerdo entre el Gobierno, sindicalistas y agrupaciones comunitarias” El día que se firmó el Pacto de Solidaridad Económica, los sindicalistas y una serie de organizaciones populares y de amas de casas, habían anunciado una huelga por tiempo indefinido. Al final del acto, le sugerí al Presidente Balaguer que invitara a las organizaciones convocantes a conversar con él en el Palacio Nacional y me respondió: “Dígale a los medios que en los próximos días voy a recibirlos con usted”. El domingo siguiente, El Nacional publicó en la primera página un editorial de una línea: “Sindicalistas vayan al Palacio Nacional con Agripino”. Un mes después del "Pacto de Solidaridad Económica", se firmó en el Palacio Nacional un nuevo acuerdo entre el gobierno, con el objetivo de “consagrar iniciativas conducentes a mejorar las condiciones de vida de los trabajadores y de amplios sectores de medianos y de bajos ingresos”. 10
Entre los veinte puntos contemplados en el acuerdo, se incluyó una serie de medidas de tipo salarial, de legislación laboral y de protección al consumidor, entre otras. En el número cinco del acuerdo se establecía el apoyo del Poder Ejecutivo a las iniciativas del sector sindical “encaminadas a modificar, entre otras disposiciones, los artículos 69 y 78 del Código de Trabajo y de otras leyes relativas a la materia laboral, luego de realizados los estudios correspondientes”. Otra conquista importante de los trabajadores, en ese momento, fue la liberación del Impuesto sobre la Renta a los salarios hasta tres mil (RD$3,000.00) pesos. Este hecho benefició a más del ochenta por ciento (80%) del sector asalariado, incluidos los Secretarios de Estado, cuyo salario era de RD$3,000.00 pesos. Con los ajustes económicos implementados por el gobierno, así como las reformas arancelaria y tributaria, acordadas por el Gobierno y los empresarios, y sometidas a grandes debates en las cámaras legislativas, se fortaleció la recuperación económica del país. En cuanto al compromiso de reformar algunos artículos del Código de Trabajo, el Presidente Balaguer fue más allá de las peticiones de los sindicalistas, y nombró una comisión integrada por tres destacados juristas para que revisaran todo el Código. Esta comisión estuvo integrada por el entonces Secretario de Trabajo, doctor Rafael Alburquerque, y los doctores Lupo Hernández Rueda y Milton Ray Guevara. El 11
Proyecto de Código preparado por esos distinguidos juristas, fue enviado por el Poder Ejecutivo al Congreso Nacional como Proyecto de Ley. La negociación en torno al Código de Trabajo se hizo más compleja en 1991, cuando se presentaron en el Congreso Nacional otros dos Proyectos de Código distintos al que había enviado el Poder Ejecutivo: Uno, preparado por los empresarios, y otro por la Cámara de Diputados, de la cual eran miembros varios importantes dirigentes sindicales. El proyecto presentado por el sector sindical había sido aprobado en primera lectura. Los dirigentes de los tres partidos políticos mayoritarios, a petición de la dirigencia empresarial y de sindicalistas, acordaron que el Código se discutiera en la PUCMM con la mediación de los representantes de la Iglesia. Luego de intensas jornadas en la PUCMM, los empresarios, sindicalistas y representantes del Gobierno llegaron a acuerdos sobre los 738 artículos del nuevo Código. En el ámbito del diálogo, ese largo y difícil camino de la concertación en torno al nuevo Código de Trabajo, culminó en junio de 1992, cuando fue promulgado en el Palacio Nacional por el Presidente Joaquín Balaguer, en presencia de los sectores participantes en el diálogo. Esa fue la más importante conquista de la incipiente cultura del diálogo, en beneficio de la paz social y del sector de los trabajadores. Este código, reformado en su totalidad por disposición del presidente Balaguer, fue reconocido por la 12
Organización Internacional del Trabajo (OIT) como uno de los mejores del continente. Aspectos políticos En el orden político, a partir de 1978, cada proceso electoral generó su propia crisis, muchas de las cuales pudieron ser superadas gracias al diálogo y la concertación. Para las elecciones de 1990, en todas las encuestas aparecía como potencial ganador el Partido de la Liberación Dominicana. No obstante, cuando la Junta empezó a emitir boletines, las informaciones del centro de cómputos de la Junta Central Electoral daban por ganador al Partido Reformista Social Cristiano. Finalmente, fue declarado ganador el Partido Reformista Social Cristiano. Durante los meses posteriores, el Partido de la Liberación Dominicana, cuyo candidato era el Profesor Juan Bosch, estuvo denunciando y calificando de ilegítimo al Gobierno del doctor Balaguer. La Junta Central Electoral 1987-­‐1990 estaba integrada por el doctor Froilán Tavárez, presidente; doctora Olga Seijas Herrero, miembro; y el doctor Rubén S. García Godoy, miembro. En las elecciones de 1994 se produjo la peor crisis electoral vivida en la República Dominicana, la cual amenazó la estabilidad institucional del país. Esto no ocurrió, por la conciencia que ya existía en los dirigentes políticos de la necesidad del diálogo y del acuerdo como la mejor manera de preservar la paz y de fortalecer la democracia, con miras al desarrollo nacional. 13
Semanas antes de las elecciones del año 1994, había un clima tenso de confrontación entre las dos principales fuerzas políticas de ese momento, el Partido Reformista Social Cristiano (PRSC) y el Partido Revolucionario Dominicano (PRD). Se había generalizado entre los partidos políticos de oposición la desconfianza, la incertidumbre y la falta de credibilidad en la Junta Central Electoral, la cual fue integrada por consenso de los partidos políticos, quienes acordaron llevar a cinco el número de magistrados. El propósito era tener un representante por cada uno de los partidos mayoritarios y dos representantes independientes. De mutuo acuerdo, fueron seleccionados como “independientes” el doctor Manuel García Lizardo, Presidente, y el licenciado José Henríquez Almánzar. Los demás integrantes del organismo electoral fueron el doctor Fulgencio Robles López (PRD), el licenciado Pompillo Bonilla Cuevas (PLD), el licenciado Luis Dhimes Pablo (PRSC). Este último fue sustituido, posteriormente, por el doctor Leonardo Matos Berrido. En la cúpula de ambos partidos existía el temor de que el mismo día de las elecciones se generara un conflicto, incluso armado, pues ambos partidos se sentían previamente en condiciones de ganar las elecciones. Sobre todo, que el candidato presidencial del Partido Reformista Social Cristiano (PRSC), el doctor Joaquín Balaguer, contaba con el respaldo de las instituciones armadas; y el Partido Revolucionario Dominicano (PRD), como el principal partido de oposición, tenía simpatizantes en las instituciones castrenses y una buena parte de su militancia estaba armada. 14
El doctor José Francisco Peña Gómez, quien era un gran visionario y un hombre de paz, en la primera semana de mayo me planteó que “tratara de buscar la manera de que se firmara un pacto de civilidad”. Según me expresó, estaba preocupado por lo que pudiera ocurrir el día de las elecciones, ya que su gente estaba armada y la del doctor Balaguer también. Providencialmente, ese fin de semana, el candidato del Partido Reformista Social Cristiano, el Presidente Balaguer, tenía campaña en la ciudad de Santiago. El sábado por la mañana, el señor Guaroa Liranzo me visitó en la residencia del campus de la Madre y Maestra en Santiago y me planteó inquietudes similares a las que tenía el doctor Peña Gómez. Cuando le referí la conversación sostenida esa misma semana y la sugerencia del doctor Peña Gómez de que se firmara un pacto de civilidad, don Guaroa Liranzo, quien estaba acompañado del señor Ángel Lockward, me dijo con entusiasmo: “Hablaré con el Presidente Balaguer para que usted lo visite hoy mismo”. Efectivamente, en horas de la tarde conversé con el Presidente Balaguer y su respuesta fue: “Dígale que prepare el borrador”. En los primeros días de la semana siguiente, el doctor Peña Gómez me presentó el borrador, al cual, el doctor Balaguer solo le hizo observaciones de forma, no de fondo. El día 10 de mayo de 1994, en el campus universitario Santo Tomás de Aquino, los candidatos presidenciales, doctor Joaquín Balaguer del Partido Reformista Social Cristiano (PRSC); doctor José Francisco Peña Gómez del Partido Revolucionario Dominicano (PRD); licenciado Jacobo Majluta Azar del Partido 15
Revolucionario Independiente (PRI); el doctor Rafael Alburquerque del Partido del Pueblo, y el licenciado Antonio Reynoso del Movimiento Independencia Unidad y Cambio (MIUCA); en presencia de los integrantes de la Junta Central Electoral de ese año, que la presidía el doctor Manuel García Lizardo y con una amplia representación del sector empresarial, sindical y sectores sociales, firmaron el Pacto de Civilidad. Este Pacto de Civilidad señalaba, entre otras cosas, el compromiso de los signatarios a “instruir a sus militancias para que no se produzca ninguna celebración anticipada de la victoria antes de que se hagan públicos los avisos oficiales de resultados de la Junta Central Electoral”. De común acuerdo designaron una comisión de seguimiento integrada por los doctores Manuel Ramón Ruiz Tejada, Germán Emilio Ornes C., Manuel Bergés Chupani, don Rafael Herrera C. y, como representantes de la Iglesia, Monseñor Francisco José Arnáiz y quien les habla. Este Pacto de Civilidad sirvió de base para alcanzar el Pacto por la Democracia en agosto de ese año. El 16 de mayo, a las 8:00 de la mañana, me llamó doña Peggy Cabral de Peña Gómez para decirme, a nombre del candidato presidencial del PRD, que en varios lugares la gente del PRD estaba impedida de votar porque no aparecían en el padrón electoral. En el transcurso del día se produjeron varios incidentes en distintos puntos del país. A las 6:00 de la tarde, hora de cierre de los colegios electorales, el doctor José Francisco Peña Gómez, en lugar de invitar a su gente a las protestas callejeras como querían algunos de sus seguidores, se presentó, acompañado de sus más cercanos 16
colaboradores, al campus de la PUCMM en Santo Domingo, donde estábamos reunidos los integrantes de la comisión de seguimiento. Allí nos planteó de manera firme sus quejas y protestas porque, según afirmaba, había sido “víctima de un fraude colosal”. A partir de ahí, la comisión de seguimiento, durante poco más de dos meses, estuvo recibiendo quejas y documentos de ambos partidos, el Reformista Social Cristiano y el Revolucionario Dominicano. Se produjo una situación de incertidumbre y se generalizó la preocupación de que el país pudiera caer en un vacío institucional, lo cual fue superado por el acuerdo de los tres partidos políticos mayoritarios: PRSC, PRD Y PLD. Ese acuerdo lo posibilitó el encuentro en la Biblioteca Nacional, el 10 de agosto de 1994, de los doctores José Francisco Peña Gómez y Joaquín Balaguer, teniendo como testigos al Embajador John Graham, cabeza de la misión de observadores de la Organización de Estados Americanos, y a quien les habla. El Pacto por la Democracia implicó una reforma constitucional acelerada para oficializar, constitucionalmente, los acuerdos principales a los que llegó el liderazgo político. Si bien ese acuerdo dejó quejas en parte de los seguidores de ambos partidos, la creación del Consejo Nacional de la Magistratura, que dio origen a la independencia del Poder Judicial, fue, sin duda, uno de los logros más importantes del Pacto por la Democracia. 17
En dicho pacto se consignó, también, que se conformaría una nueva Junta Central Electoral para la realización de las próximas elecciones. En el Senado de la República, durante varias sesiones, no lograban acuerdos para la integración de la nueva Junta Central Electoral que, de conformidad con el Pacto por la Democracia, debía estar designada antes del 30 de octubre de 1994. El vocero del Partido Revolucionario Dominicano en el Senado, ingeniero Ramón Alburquerque, me solicitó que integrara una comisión que ayudara a los Senadores en la tarea de formar la nueva Junta Central Electoral, pues el tiempo se agotaba. Atendiendo a tal solicitud, se creó una Comisión Consultiva del Senado, integrada por los señores José Miguel Bonetti G., José Vitienes Colubi, María Isabel Gassó y quien les habla. Luego de varios encuentros con representantes de los tres partidos mayoritarios se logró por consenso del liderazgo político conformar la Junta Central Electoral que presidió el doctor César Estrella Sadhalá. Recordemos que las elecciones de 1996 culminaron sin ningún tipo de cuestionamientos. Pocos días antes de que concluyera la fecha límite para formar la Junta Central Electoral, desde mi oficina y con la presencia del doctor Ronald Reid Cabral, el licenciado Hatuey De Camps y parte de los miembros de la Comisión Consultiva, por la vía telefónica, conversamos con el doctor Peña Gómez, quien se encontraba en la ciudad de Miami en tratamiento médico, y con el doctor Balaguer en el Palacio Nacional, y se consensuó la integración de esa Junta. 18
La actual composición de la Junta Central Electoral y su división en dos cámaras es fruto de los acuerdos de los partidos políticos para superar la crisis que se había generado en torno a ese importante organismo electoral. Declaración de Compromiso Otro logro del diálogo y la concertación fue la Declaración de Compromiso del Presidente de la República, ingeniero Hipólito Mejía, y del Presidente electo, doctor Leonel Fernández Reyna, para la reforma tributaria firmada el 22 de junio de 2004, con la presencia de todos los sectores sociales, del cuerpo diplomático y de don Felipe González, expresidente del gobierno español. El entonces Presidente Mejía y el Presidente electo Fernández solicitaron al coordinador del Diálogo Nacional, gestionar la conformación de una comisión mixta de técnicos del Gobierno y técnicos del Presidente electo, con el propósito de evaluar la situación de la economía nacional y de elaborar una propuesta de Reforma Fiscal, exigencia del Fondo Monetario Internacional para enfrentar la crisis económica imperante. (Recuérdese la crisis bancaria y la situación de la Corporación Dominicana de Electricidad). Como resultado de las discusiones, con la participación de técnicos de ambas Cámaras Legislativas designados por sus respectivos presidentes, el 28 de septiembre de 2004 fue promulgada la Ley No. 288-­‐04 sobre Reforma Tributaria. Esta modificó aspectos tales como los del anticipo, impuesto sobre la renta, a la propiedad inmobiliaria, infracciones y multas, entre otros. 19
Cabe señalar que en ese momento el PRD tenía la mayoría congresional, pero el liderazgo político de ese partido honró el compromiso que había contraído el Presidente Mejía. En el año 2003, algunos partidos políticos y sectores sociales demandaban con insistencia al Gobierno del Presidente Mejía que se abriera al diálogo para buscar solución a la preocupante crisis económica de ese año. El Presidente Mejía mediante Declaración Pública, el 15 de octubre de 2002, aceptó convocar a un Diálogo Nacional y, entre otras cosas, señalaba: “He solicitado, y él ha aceptado de buena voluntad, a Monseñor Agripino Núñez Collado, su colaboración para que dé los pasos necesarios a fin de determinar la Agenda con los temas prioritarios que servirán de referencia a esta iniciativa”. Con la puesta en marcha de esa iniciativa de diálogo, el 8 de septiembre de 2003, en el campus universitario Santo Tomás de Aquino, se firmó la Declaración de Compromiso como una proclamación de fe en el sistema democrático y como “la vía más idónea para el desarrollo político, económico y social anhelado por el país.” Esta Declaración de Compromiso incluyó una serie de consideraciones relativas a la demostración de “apego a la democracia que durante tres décadas había tenido el país, manteniendo la fe en el ejercicio ciudadano de elegir y ser elegido a través del voto popular”. La creciente insatisfacción de la ciudadanía por el funcionamiento de las instituciones públicas, según aparecía en diferentes encuestas de opinión, se veía 20
como un serio problema para la consolidación de la democracia en la República Dominicana. Un aspecto que incidía también en ese problema era la débil cultura democrática, que distorsionaba el funcionamiento de las instituciones y la aplicación efectiva de las normas que les regían. Se puso de manifiesto, también, un fenómeno crítico: el de la corrupción y su impunidad. La recurrencia de casos en esta materia vulneraba la ética, erosionaba el Estado de Derecho y aumentaba la desconfianza de la ciudadanía en las instituciones públicas y privadas. Se señalaba en esa Declaración que el entorno mundial y nacional exigían la adopción de políticas económicas que posibilitaran la estabilidad macroeconómica, fortalecieran las condiciones de competitividad y recuperaran el ritmo de crecimiento de la economía. El contenido de esa Declaración constituye un importante documento en el que se toca lo político, lo institucional, lo electoral, lo económico y lo social. Y fruto de ese acuerdo fueron los años siguientes de crecimiento y estabilidad macroeconómica que tuvo el país. Esa Declaración de Compromiso fue firmada por el entonces Presidente de la República, ingeniero Hipólito Mejía, y por los presidentes de los tres partidos políticos mayoritarios, doctor Leonel Fernández Reyna del Partido de la Liberación Dominicana, licenciado Hatuey De Camps del Partido Revolucionario Dominicano y 21
el ingeniero Eduardo Estrella en representación del Presidente del Partido Reformista Social Cristiano. Firmaron, además, la licenciada Elena Viyella de Paliza, Presidenta del Consejo Nacional de la Empresa Privada (CONEP); el licenciado Rufino Álvarez, Presidente del Consejo Nacional de la Unidad Sindical; y como testigos: Monseñor Ramón Benito de la Rosa y Carpio, Presidente de la Conferencia del Episcopado Dominicano; Monseñor Francisco José Arnáiz y quien les habla. En atención al tiempo, omito entrar en los diferentes diálogos realizados por iniciativa del Presidente Leonel Fernández en el año 1998, la cumbre por los acuerdos realizados con la Ley de Seguridad Social y la cumbre de 2008 para el análisis de la crisis económica mundial. Asimismo, los diferentes diálogos para superar huelgas en los sectores de salud y educación. Asimismo, solo señalo de paso la iniciativa del Presidente Fernández de crear, en el año 2005, el Consejo Económico Social e Institucional (CESI), con el cual “Se reconoce el Diálogo Nacional como instancia válida de concertación y articulación de esfuerzos, conformado por los diferentes sectores de la sociedad civil, el Gobierno y los Partidos Políticos. El Consejo Económico, Social e Institucional procurará complementar y fortalecer el Diálogo Nacional”, y la nueva Constitución proclamada el 26 de enero de 2010 le da rango constitucional al Consejo Económico y Social. La Ley de Estrategia Nacional de Desarrollo 2010-­‐2030, también establece una serie de pactos: Pacto Fiscal, Pacto Eléctrico y Pacto Educativo por una Educación de Calidad. Todos deben consensuarse en el seno del Consejo Económico y Social. 22
Justamente ahora se está trabajando con amplia participación de todos los sectores en los aspectos que debe incluir un Pacto Nacional para la Reforma Educativa. Conclusión Todas las iniciativas comentadas anteriormente, han sido producto del recurso del diálogo y la concertación entre los diferentes sectores de la sociedad, como ejercicio democrático para arribar a los acuerdos necesarios a fin de dar respuesta a las exigencias de la sociedad e impulsar el desarrollo de la Nación. Gracias a la actitud y a la disposición de parte de la dirigencia política, de sentarse a la mesa del diálogo siempre que fue necesario, el país ha evitado la ruptura del tejido social e institucional, aun en situaciones en que parecía que nos abocábamos a lo peor. Incluso, en los momentos más difíciles, los partidos políticos han aceptado el diálogo como la vía para resolver los conflictos y han sabido reconsiderar posiciones que parecían inflexibles para buscar el bien común. La concertación social es, en la sociedad moderna, el instrumento más apropiado para enfrentar las situaciones de crisis permanentes. En la concertación se reconoce que ningún sector social, por sí solo, puede resolver los problemas. Este es el procedimiento indicado para identificar y determinar políticas y estrategias, en un esfuerzo mancomunado de los actores representativos de la sociedad, en la búsqueda de consensos mínimos que permitan superar los conflictos y diseñar estrategias para impulsar el desarrollo. Para finalizar, quiero enfatizar y repetir lo que he dicho en muchas ocasiones y en diferentes escenarios: “La paz sociopolítica de que disfruta el país se debe, precisamente, a que el liderazgo nacional ha tenido la capacidad y la conciencia de reconocer que en las situaciones de conflicto, el acuerdo siempre será mejor que la confrontación”. 23
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