Leche: una fama injustificada

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alimentación
Leche: una fama
injustificada
Los rumores que circulan en torno a posibles perjuicios asociados
al consumo de leche no tienen fundamento científico
L
a leche es un alimento nutritivo
que puede formar parte de toda
dieta saludable. Según la Sociedad
Española de Nutrición Comunitaria y
la Sociedad Española de Medicina de
Familia y Comunitaria, los niños deben consumir de 2 a 3 raciones diarias
de lácteos (de 200 ml cada una); los
adultos, entre 2 y 4 raciones (de 250
ml cada una) y las personas mayores,
3 raciones al día (también de 250 ml
cada una). Si el consumo de leche no
desplaza a la ingesta de alimentos de
origen vegetal poco procesados, como
frutas frescas, hortalizas, frutos secos
o legumbres, todo serán beneficios.
No obstante, y a pesar de sus beneficios para la salud, hay una larga lista
de falsas creencias en torno a la leche.
Algunas de ellas están tan arraigadas
en el imaginario popular que no hay
manera de que se extingan. Repasamos algunas de ellas:
Intolerancias y alergias. Si alguien padece una alergia a las
proteínas de la leche, debe retirar
los lácteos de su dieta, sin duda.
Pero ello no significa que quien
tome leche acabará tarde o temprano por presentar una alergia.
La alergia a las proteínas de los
lácteos, que debe diagnosticar un
alergólogo, es más común en la
infancia, pero afecta a menos del
5 % de los bebés, y además suele
desaparecer al año de edad.
Es muy importante no confundir la
intolerancia a la lactosa con una
alergia a las proteínas lácteas. En
el primer caso se producen síntomas gastrointestinales que suelen
ser leves y pasajeros, mientras en
el segundo caso existirán síntomas
graves (si la persona alérgica consume lácteos), que pueden incluso
comprometer la vida.
Leche y mucosidades. Mención
aparte merece la falsa creencia de
que los lácteos producen mucosidades. Se desmintió en una investigación publicada en 2005 en
la revista Journal of the American
College of Nutrition. La conclusión
de sus autores -investigadores
de la Unidad de Alergología del
Hospital Universitario de Zurichfue: “Las recomendaciones de
abstenerse de tomar productos
lácteos en base a la creencia
de que inducen los síntomas
del asma no tienen sustento
en la literatura científica”.
Leche, descalcificación y osteoporosis. Las controversias relacio-
nadas con la leche llegan incluso
a cuestionar su papel en la salud
ósea. Hoy por hoy, es fácil leer en
fuentes poco informadas que la leche descalcifica. Si bien en la mayor parte de los casos no se aporta
bibliografía científica que sustente
semejante contradicción (no se debe olvidar que los lácteos son la
principal fuente de calcio en nuestra dieta), en ocasiones se adjuntan
estudios con conclusiones como la
de que, en los países donde se
consumen más lácteos, existen más
fracturas óseas.
Sin embargo, cualquier científico
añadiría que en los países occidentales no solo se consumen más
lácteos, también se dan otros factores, que son los auténticos responsables de las mayores tasas de
fracturas óseas y de osteoporosis
observadas: tabaquismo, sedentarismo, menor exposición al sol (que
permite la síntesis de vitamina D,
imprescindible para el metabolismo óseo), más tasas de alcoholismo, un consumo de sal mucho
más elevado o un mayor consumo de fármacos.
Si bien la clave de la prevención
de las fracturas no reside en consumir altas cantidades de lácteos
(seguir un buen estilo de vida es
mucho más importante), un consenso español publicado en 2013 en la
revista Nutrición Hospitalaria llegó a la conclusión de que la leche
desempeña un papel “crucial” para cubrir nuestras necesidades de
calcio, un mineral importante en la
configuración de nuestros huesos.
Leche y tasas de mortalidad. La
más sonora de las falsas creencias
relacionadas con la leche es la que
sostiene que consumir este alimento produce cáncer, causa diabetes
o genera enfermedades cardiovasculares. Lo han revisado en una
reciente investigación la doctora
Susanna C. Larsson y sus colaboradores (revista Nutrients). Concluyen que el consumo de leche no se
ha vinculado con mayores tasas de
ninguna de las tres enfermedades
descritas, ni tampoco con un aumento en el riesgo de mortalidad
por cualquier otra causa.
Desde luego, no podemos olvidar
que existen en el mercado muchos
derivados de la leche a los que se
han añadido elevadas cantidades
de azúcar (flanes, natillas, helados
u otros postres lácteos). Tales productos presentan un perfil nutricional muy diferente al de la leche
sola. Así, mientras la leche puede
formar parte de nuestra alimentación cotidiana, el consumo de estos
productos -dado su elevado aporte
calórico- es mejor que sea ocasional.
Un producto
no estacional
La leche es uno de los alimentos
más consumidos en España. En
los desayunos y las meriendas,
con café, cacao o cereales, como
ingrediente de muchas comidas
y también de otros productos
alimentarios (como los yogures o
el queso), la leche está presente
en la vida cotidiana de casi todas
las familias del país.
A diferencia de los productos estacionales, la leche es un alimento
que se puede adquirir durante
todo el año. Esto influye en el
precio, aunque -tal como se ha
visto este verano con las reivindicaciones de los ganaderos- no es
el único factor.
La geopolítica incide en los
precios. El fin de las cuotas
lácteas para la leche de vaca de
la Unión Europea -que llevaban
tres décadas vigentes-, la crisis
económica en China y el veto ruso
a la importación de productos de
Occidente -que ya supera el año
de duración- son factores muy
serios que explican parte de lo que
ocurre con el sector ganadero de
España. Y a ello hay que sumar,
desde luego, la sobreproducción
de leche en Europa y la caída de
precios, que dificulta a los productores locales competir con la
oferta de los vecinos.
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