¿Qué Naturaleza Humana Tomó Jesús? No caída

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¿Qué Naturaleza Humana Tomó Jesús?
No caída
¿Qué términos griegos subyacen en las palabras claves y frases en la discusión? ¿Cuál fue la misión principal de Cristo? ¿Qué límites impone su misión
principal sobre la naturaleza humana que Él tomó en la Encarnación?
Por Benjamín Rand
L
a teología adventista del séptimo día
presenta dos puntos de vista alternativos acerca de la naturaleza humana de Jesucristo. Cristo tuvo una naturaleza pecaminosa debido a que Él tuvo
una madre pecaminosa como el resto de
nosotros, o Él tuvo una naturaleza sin pecaminosidad porque, a diferencia de nosotros, Él tuvo a Dios como su Padre 1. El
primer punto de vista enfatiza su identidad
como hombre, la segunda se enfoca en
su carácter único como hombre. Algunos
intentan conciliar ambos puntos de vista
diciendo que Jesús tuvo una naturaleza
física pecaminosa pero su nacimiento
humano fue como nuestro nuevo nacimiento –nacido del Espíritu. Ellos dicen
que Jesús comenzó en Belén, del mismo
lugar donde nosotros comenzamos cuando somos nacidos de nuevo. Otros sugieren que el paralelo se desploma bajo investigación. Ellos creen que Jesús fue
tanto pecaminoso como no pecaminoso
en su naturaleza humana, pecaminoso
solo en que Él tomó una naturaleza física
debilitada por el pecado, pero sin pecaminosidad en que Él nunca se convirtió en
pecado al nacer.
¿Debemos sencillamente elegir
nuestra opción? ¿Realmente importa que
punto de vista tomemos? ¿Es esta simplemente una división académica, sin significados prácticos? Yo creo que debemos entender la naturaleza humana de
Benjamín Rand es un pseudónimo
Traducido por Eric E. Richter
Cristo para realmente apreciar lo
que Él soportó, cómo solo Él puede ser
nuestro Salvador, cómo Él puede ser
nuestro ejemplo, nuestra absoluta necesidad de su substitución durante todo el
trayecto hasta el reino de los cielos, y
nuestra urgente necesidad de una perspectiva Cristo céntrica, no centrada en el
hombre. Estas implicaciones prácticas se
vuelven obvias mientras exploramos la
evidencia bíblica.
Primero, un panorama general. 1.
Nos limitaremos a la información bíblica,
partiendo de la premisa de que toda verdad doctrinal es obtenida de la Escritura2.
2. Nos enfrentaremos con el significado
lingüístico y teológico de las palabras
griegas sarx, hamartia, isos, homoioma,
monogenes, y prototokos. 3. Al permitir
que la escritura interprete la escritura,
penetraremos al significado verdadero de
la humanidad de Cristo como “descendiente de Abraham” (Heb. 2:16) y “descendiente de David” (Rom. 1:3). Notaremos la armonía entre estos pasajes y los
términos griegos que estudiamos. 4. Luego echaremos un vistazo a la misión de
Cristo para salvar al hombre. A lo largo de
la investigación documentaremos la
abrumadora evidencia bíblica de que Jesús de hecho si tomó una naturaleza sin
pecaminosidad en su nacimiento (espiritualmente) mientras poseyó una naturaleza física similar a las personas de su
tiempo. 5. Esto nos obligará a preguntarnos, entonces, ¿realmente él nos entien-
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de? O, dicho de otra manera, ¿es Él un
lejano ser extraterrestre que tuvo una
ventaja injusta sobre nosotros? ¿Fue
realmente tentado en todas las cosas como nosotros? ¿Puede realmente ser un
sumo sacerdote compasivo? Si el debate
cristológico debe ser fructífero y edificar la
fe, primero debe claramente definir términos en una manera que sea basada en la
Escritura o que sea fiel a ella3.
La Palabra se hizo carne
La Biblia dice “La Palabra [Cristo]
se hizo carne” (Juan 1:14). ¿Qué significa
la palabra griega “carne”? ¿Nos dice si la
naturaleza humana de Cristo fue pecaminosa o pura? Sarx aparece en 151 ocasiones en el Nuevo Testamento4. El libro
A Greek-English Lexicon de Arndt y Gringrich le da ocho significados: (1) El material que cubre un cuerpo [1 Cor. 15:39];
(2) el cuerpo mismo como substancia
[cap. 6:16]; (3), “un hombre de carne y
hueso” [Juan 1:14]; (4) “naturaleza humana o mortal, de ascendencia terrenal”
[Rom. 4:1]; (5) “corporalidad, limitaciones
físicas , la vida aquí en la tierra” [Col.
1:24]; (6) “el lado externo o exterior de la
vida” [2 Cor. 11:18]; (7) “el instrumento
voluntario de pecado” [Rom. 7:18]; (8) la
fuente de la sexualidad [Juan 1:13]. Solo
uno de estos (el número 7) tiene algo que
ver con el pecado. Por lo tanto, sarx no
necesariamente significa “pecaminoso”5.
En griego, la palabra usual para
pecado es hamartia6 y no sarx. El diccionario teológico de Schweitzer indica que
sarx puede designar una esfera terrenal
(ver 1 Cor. 1:27), no necesariamente “pecaminosa y hostil hacia Dios, sino simplemente… limitada y temporal”7. También dice que sarx puede significar un
objeto de confianza (ver Rom. 2:28). Aquí
“lo que es pecaminoso no es la sarx sino
la confianza en ella”8. Schweitzer concluye, “Cuando sarx es entendida en un sentido teológico pleno, como en Gálatas
5:24, denota el ser del hombre, el cual es
determinado, no por su substancia física,
sino por su relación con Dios”9.
¿Cuándo Dios se convirtió en carne simplemente recibió un cuerpo humano? Cristo dijo de su encarnación “A ti
no te complacen sacrificios ni ofrendas;
en su lugar, me preparaste un cuerpo”
(Heb. 10:5 NVI). Estando de acuerdo Pablo escribió: “Cristo fue revelado en un
cuerpo humano” (1 Tim. 3:16 NTV). La
palabra griega para “cuerpo” es soma,
pero la palabra “cuerpo” (NTV) en 1 Timoteo 3:16 no es soma sino sarx. Simplemente significa “encarnación” no “pecaminoso”.
¿Cómo, por lo tanto, entendemos
estas palabras: Dios envió a su “Hijo en
semejanza de carne de pecado y… condenó al pecado en la carne” (Rom. 8:3)?
Primero, consideremos lo que Pablo pudo
haber escrito, (1) Dios envió a su hijo en
carne pecaminosa o (2) en semejanza de
carne. Lo primero significaría que su carne fue pecaminosa, y lo segundo diría
que Él solo parecía estar en la carne, pero en realidad fue algún ser extraterreste
(cf. 1 Juan 4:1-3, un texto malinterpretado
por algunos)10.
Pablo no dijo ninguna de estas opciones. Él se enfocó en Cristo viniendo en
la semejanza de la carne pecaminosa. La
palabra clave es “semejanza”. Dos palabras griegas son traducidas como “semejante”; isos, que significa “mismo” como
en Hechos 11:17, donde “Dios les dio el
mismo [isos] don” y homoioma usada en
Romanos 8:3, que significa “similar” (debido a que era humano) pero no “lo mismo” (porque no era pecaminoso). La Escritura es consistente en este punto. De
esta manera Filipenses 2:7 dice de Jesús
que Él se hizo “semejante [homoioma] a
los seres humanos”11. Hebreos 2:17 dice:
“Por eso era preciso que en todo se asemejara (homoioo) a sus hermanos, para
ser un sumo sacerdote fiel y misericordioso” (NVI)
¿Acaso estas palabras griegas y
estos pasajes sugieren que Jesús fue solo similar a los demás humanos al tener
un cuerpo humano físico debilitado por el
pecado, pero no era igual a otros huma-
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nos porque solo Él era punto en su relación espiritual con Dios? Elena de White
si piensa esto12. La evidencia bíblica que
hemos observado hasta ahora apoya esta
conclusión.
¿Por qué solo similar y no igual?
Del material bíblico provienen dos
principios que nos guían en nuestra búsqueda. El primero es: Quién es Jesucristo
determina el grado de su identidad con
nuestra naturaleza humana. En otras palabras, Él fue más que el bebe de María.
Él fue Dios. Al volverse hombre Él no dejo
de ser Dios13. Esto significa que su eterna
relación intacta con Dios no se rompió al
convertirse en humano. La Encarnación
no fue solo otro nacimiento humano. Fue
Dios atravesando el abismo provocado
por el pecado, y dentro de su mismo ser
formó un puente entre Dios y el hombre.
Dios de nuevo trabajó creativamente sobre el planeta, tal como en el Edén. Ya
sea usando polvo del suelo, o el seno de
María, la vida vino de Él. Ambos constituyeron un milagro nunca conocido antes ni
repetido después. La Divinidad pura de
estos eventos no debe perderse en comparaciones superficiales con otros humanos. Todos los demás tienen dos padres
humanos. Pero no Adán ni Cristo. El
hombre vino al mundo mediante una de
estas tres maneras: creación, nacimiento
o Encarnación.
El segundo principio es: la misión
de Cristo debe determinar el grado de su
identificación con la humanidad. Para ser
nuestro salvador, Jesús debía convertirse
en uno con nosotros. Pero Él no podíais
más allá de los requerimientos de su misión, Él no podía convertirse en un pecador (en naturaleza o acto). Al igual que en
el sistema de sacrificios, la misión de
Cristo solo podía ser cumplida mediante
un Cordero sin mancha, ni tacha, ni ninguna otra cosa.
El pecado original
En este debate debemos tomar en
serio la devastadora naturaleza del pecado. Todo los bebes son egoístas incluso
antes de saber que es lo que constituye el
pecado. ¿Cómo Jesús podría haber sido
diferente si nació con una naturaleza pecaminosa?
La Biblia da dos definiciones de
pecado, una en término de conducta, y
una en términos de relaciones. De esta
manera, “el pecado es la transgresión de
la ley [ilegalidad]” (1 Juan 3:4), y “lo que
no proviene de la fe es pecado” (Rom.
14:23). Ambos estaban presentes en el
pecado original en el Edén. Adán y Eva
desobedecieron el mandato de Dios de no
comer la fruta del árbol prohibido (Gén.
3:2-6), y ellos dudaron de la palabra de
Dios. Él había dicho, “No lo coman o morirán”. Eva pensó que era agradable a los
ojos y codiciable para obtener sabiduría.
Así que dieron ese paso y comieron. ¿Por
qué? Dudar de Dios nos lleva a desobedecerle. Dudar de alguien es dejar de
confiar o tener fe en él –una relación rota.
El tentador provocó que le creyeran más
a él y a sus sentidos que a Dios. De esta
relación rota, él consiguió que rompieran
el mandato de Dios. El pecado original fue
primero una relación rota. Definir el pecado simplemente “como violar la ley o actos equivocados” es mirar solo la manifestación externa. En su raíz, el pecado es
una relación rota entre el pecador y
Dios14.
Cristo vino al mundo a restaurar la
relación, no a continuar en la separación.
De esta manera, Él vino semejante a nosotros (como humano, físicamente hablando) pero no igual a nosotros (en una
relación rota con Dios, espiritualmente
hablando). Emmanuel, o “Dios con nosotros” significa que él cruzó el abismo entre
Dios y el hombre, terminó con el alejamiento al venir del lado de Dios al nuestro. Pero él reestableció la conexión solo
porque en la Encarnación permaneció en
una relación intacta con Dios —Él permaneció espiritualmente puro.
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Romanos 5:12-14 es considerado
como “uno de los lugares más difíciles de
la escritura”15 y se dice que “los detalles
de la exégesis de Romanos 5:12-21 son
debatidos”16 pero creo que la analogía
entre Adán y Cristo es la más clara que
se encuentra en la Biblia. Lenki está en lo
correcto al declarar: “Es tan vital porque
va hasta el fondo d el pecado y de la liberación del pecado. Todo lo demás que se
dice en las Escrituras de alguno de ellos o
de ambos se basa en lo que está revelado aquí como el fondo absoluto”17. Noten
lo que dice: “Por tanto,… el pecado entró
en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron. Pues si por la transgresión de uno
solo reinó la muerte, mucho más reinarán
en vida por uno solo, Jesucristo… sí que,
como por la transgresión de uno vino la
condenación a todos los hombres, de la
misma manera por la justicia de uno vino
a todos los hombres la justificación de
vida. Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron
constituidos pecadores, así también por la
obediencia de uno, los muchos serán
constituidos justos.” (Rom. 5:12-19 NVI)
Presten atención a los paralelos
repetidos tres veces entre los dos Adanes. La muerte, o la condenación, no solo
pasa a cada persona debido a su propio
pecado. Si lo hace así, pero en un sentido
más profundo, la muerte pasa a cada humano debido del pecado de Adán, o una
relación rota con Dios. (Que el pecado de
Adán afecta a toda la raza es mencionado
cinco veces en los versículos 15-19).
Simplemente no es verdad que el pecado
no está presente sino hasta el primer acto
de pecado de la persona. Los hombres
nacen siendo pecadores. “La muerte
reinó” (vers. 14) desde el pecado de
Adán. Los bebés mueren antes de pecar
conscientemente. Separados del dador de
Vida, la muerte, no la culpa, pasó desde
Adán a toda la raza18. Por esto es que
Cristo vino a restaurar la conexión, a traer
vida eterna. El paralelismo en Romanos
5:12-14 es crucial para entender su significado: “Así como el pecado termina en
muerte, así también la justicia en vida”19.
Si el pecado de Adán es la fuente de
muerte para todos los hombres, y lo fue
en el momento en que fue cometido, antes de que cualquier hombre haya nacido20 entonces la pureza de Cristo es la
fuente de toda justificación. Él fue similar
a nosotros, dado que nació dentro de las
limitaciones físicas humanas, pero igual a
nosotros, porque no nació como un pecador en una relación rota con Dios.
El hecho bíblico de que el pecado
es pasado desde Adán a cada bebe que
nace (no la culpa de Adán, sino la muerte,
el resultado de su pecado) significa que el
pecado no puede ser definido sencillamente como un “acto”21. Esa es una definición demasiado superficial. Aunque el
pecado incluye las elecciones equivocadas, y por lo tanto hechos, e incluso pensamientos (ver Mateos 5;28), también
incluye la naturaleza22. Si no hubiéramos
nacido pecadores, entonces no necesitaríamos un Salvador sino hasta nuestro
primer acto o pensamiento de pecado.
Una idea tal representa erróneamente las
trágicas consecuencias del pecado y la
misión de Cristo, como el único Salvador
de todos los seres humanos (Juan 14:6,
Hechos 4:12). También significa que si
Jesús vino con una naturaleza pecaminosa pero resistió el pecado, entonces tal
vez alguien más podría hacer lo mismo, y
esa persona no necesitaría que Jesús la
salve. Necesitamos entender que ambos
aspectos del efecto del pecado—muerte
corporal y culpa personal— necesita un
Salvador. Necesitamos a Jesús como
sustituto para toda nuestra vida, y no solo
desde la primera vez que nos rebelamos
conscientemente.
Pecadores desde el nacimiento
Todos los seres humanos, exceptuando a Cristo, nacieron como pecadores. David dijo: “Yo sé que soy malo de
nacimiento; pecador me concibió mi madre.” (Sal. 51:5 NVI). Pero aun así David
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5
podía decir de Dios: “Pero tú me sacaste
del vientre materno” (Sal. 22:9); “Tú
creaste mis entrañas; me formaste en el
vientre de mi madre.” (Sal 139:13 NVI).
¿Son estas declaraciones contradictorias
entre sí? ¿David nació como pecador, si o
no? Estos versículos hablan de dos lados
de una misma verdad, ambas igual de
bíblicas. Mientras que el primero habla de
la condición de David como pecador desde el nacimiento, los otros hablan del
amor salvador de Dios en ese estado.
Entonces, ¿Cómo interpretamos el
texto “El hijo no llevará el pecado del padre, ni el padre llevará el pecado del hijo”
(Eze. 18:20)? La Biblia también dice “visito la maldad de los padres sobre los hijos
hasta la tercera y cuarta generación de
los que me aborrecen” (Éx. 20:5; cf. Cap.
34:7; Núm. 14:18; 1 Re. 21:29). ¿También
estos son contradictorios? Una vez más,
ellos constituyen dos lados de una misma
verdad, igual de bíblicas. El primero dice
que el comportamiento de uno resultará
en vida o muerte, mientras que el segundo declara que el pecado de una persona
afectará a su posteridad también. Por esto es que la Biblia afirma: “Los malvados
se pervierten desde que nacen; desde el
vientre materno se desvían los mentirosos” (Sal. 58:3 NVI), “rebelde desde que
naciste” (Isa. 48:8 DHH) y “lleno del Espíritu Santo, aun desde el vientre de su madre” (Lucas 1:15), una vez más miremos
los dos lados, tanto la condición humana
desde el nacimientos así como también la
misericordia de Dios hacia uno en ese
estado. En contraste, Jesús no solo estuvo lleno del Espíritu Santo desde el nacimiento sino que, a diferencia de todos los
demás, nació del Espíritu Santo. A diferencia de los demás, Él también fue Dios.
¿Qué significa que Él tuvo una Inmaculada Concepción?
La teología católica debido a que
es agustiniana, cree que todos nacen con
pecado original23. Es decir, todos vienen a
este mundo con la culpa del pecado de
Adán, porque todos estaban seminalmente presentes en Adán, y por lo tanto,
comparten su culpa. Debido a esto Jesús
vendría a este mundo con la culpa del
pecado original. Para evitar este problema, la teología católica inventó la Inmaculada Concepción. Esta doctrina postula
que María nació sin mancha de pecado.
Pero si Dios puede realizar un acto salvífico así por un ser humano, ¿por qué no
por todos?. Esto le hubiera evitado a Cristo toda la angustia de volverse humano.
Además, si María se volvió inmaculada
sin Cristo, esto cuestiona la misión de
Cristo.
La Biblia no dice nada de una Inmaculada Concepción, sino que proclama
una concepción milagrosa. Jesús fue único. Fue debido a que era único como Dios
que su nacimiento fue puro En este punto
la teología católica pasa por alto lo que
Jesús fue. No es necesario encontrar en
María la razón por la cual Cristo era único. Su carácter único provino de su individualidad como Dios. Ahora vamos a la
información bíblica acerca de su carácter
único.
Jesús como un hombre único.
Jesús fue diferente a los demás
humanos en el centro de su consciencia.
Esto determinó todo lo demás. Ningún
otro ser humano vivió antes de su nacimiento ni tomó la decisión de nacer para
complacer al Padre. La consciencia de
Cristo estuvo siempre centrada en Dios.
Él vino a hacer la voluntad del Padre
(Heb. 10:9), glorificarlo a través de su vida, y finalizar la obra que Él le dio para
hacer (Juan 17:4). Ningún otro bebé, niño
o adulto ha vivido en una entrega absoluta a Dios y al hombre. Tanto sus actos
puros como su naturaleza espiritual pura
manifestaron su orientación intacta hacia
Dios. Su unión con Dios determinó el grado de su unión con el hombre.
La palabra griega monogenes, traducida como “unigénito” en la Reina Valera, en realidad significa “único en su tipo”.
Monogenes viene de monos, “uno”, y genos, “tipo” o “clase”. Monogenes no debe
ser confundido con monogennao, el cual
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deriva de monos, “uno” y gennao, “engendrado”. Monogennao significa “unigénito”.
Monogenes es usado nueve veces
en el Nuevo Testamento, cinco veces con
Jesús (Juan 1:14, 18; 3:16, 18;1 Juan
4:9). Su uso en las otras cuatro referencias arroja luz acerca de lo que la palabra
significa cuando es usada con Jesús.
Primero, el hijo muerto de la viuda de
Nain que era todo lo que ella tenía (Lucas
7:12). Segundo, Jairo pudo haber tenido
muchos hijos, pero fue su única hija quien
murió (cap. 8:42). Tercero, el endemoniado era el único hijo de su Padre en esta
condición (cap. 9:38). En estos tres pasajes monogenes no significa unigénito, sino
el “único hijo de su tipo”. Este hecho es
aun más claro en el cuarto ejemplo, Hebreos 11:17. Allí Isaac es llamado monogenes cuando, de hecho, él fue el segundo en nacer (Ismael fue el primer hijo de
Abraham). Sin embargo, él fue único en
su tipo, dado que solo él fue el hijo de la
promesa.
Cuando se usa con Jesús, monogenes siempre tiene esta connotación de
singular, único en su tipo. Él fue el Hijo de
la promesa, único en misión y nacimiento
así como también en su vida. Su nacimiento único consistió no solo en la forma
en la que Él nació (sin un padre humano),
sino en con qué naturaleza nació (sin pecado humano).
Él fue único en su tipo dado que
fue el único hombre que también fue Dios.
Él fue el único hombre que nació mediante el Espíritu, sin un padre humano. Él fue
el único hombre que existió eternamente
como Dios antes de convertirse también
en hombre. Y de esta manera fue únicamente independiente de sus padres para
tener vida. Y Él fue el único hombre que
fue similar pero no igual a los demás humanos.
Su carácter único provenía de
quien era. Quien era Él hizo la diferencia
de todos los demás seres humanos. Poseyendo la humanidad física debilitada
por el pecado de su tiempo, Él vino con
una relación eterna y pura con Dios. Prestarle atención a Cristo como monogenes,
hubiera salvado a muchos del panteísmo
Kellogg, Jones, Waggoner) y del movimiento de la carne santa (Donnell, Asociación de Indiana)24.
La Biblia requiere que el carácter
único de Jesús sea nuestro punto de partida en la Cristología. Él no es solo otro
hombre, sino Dios hecho hombre. “La Palabra se hizo carne” (Juan 1:14 NVI). Este
movimiento hacia la humanidad es el contexto del cual se desvela el significado del
Dios-hombre. Algunos descuidan esto,
eligiendo empezar con la generación final
y su manifestación posterior al tiempo de
prueba. Ellos razonan que si esa generación ya no cometerá actos pecaminosos
aun teniendo naturalezas pecaminosas,
entonces Cristo debe haber sido puro en
una naturaleza pecaminosa también.
¿Cómo podría acaso esa generación final
hacer las cosas mejor que Cristo? Esto es
cristología escatológica, o una lectura de
la naturaleza humana de Cristo desde el
futuro. Esto permite que la realidad exterior a Cristo nos hable acerca de Cristo.
Pero Cristo, no la escatología, debe ser
nuestro punto de partida. Necesitamos
una escatología cristológica en vez de
una cristología escatológica.
Los errores teológicos de Schweitzer y Barth deberían ser una advertencia
para nosotros y guiarnos en esto. Tanto
Schweitzer como Barth (en sus primeros
escritos) comenzaron con escatología y
leyeron la cristología desde el futuro, con
resultados devastadores. El Jesús de
Schweitzer terminó como un hombre engañado25 y el Cristo de Barth como un
“completamente otro” Dios26, dos énfasis
exagerados opuestos que no le hacen
justicia a Jesucristo.
El pensamiento cristológico necesita comenzar con el carácter único de Jesús como Hijo de Dios, en vez de con su
similaridad a los hombres como Hijo del
Hombre. Además, epistemológicamente,
no podemos movernos de los humano a
lo divino, sino de lo divino a lo humano. Al
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determinar la naturaleza humana del
hombre Jesús, monogenes debe ser el
punto de partida y el centro de la cristología.
Prototokos o “primogénito” es usado con Jesús siete veces (ver especialmente Heb. 1:6; Rom. 8:29; Col. 1:15, 18:
Rev. 1:5). “Primogénito” no se refiere tanto a tiempo, sino a importancia. Así como
en la cultura hebrea el primogénito recibía
privilegios familiares, así también Jesús,
el “primogénito” entre los hombres, recuperó los privilegios que el hombre perdió
en la Caída. De esta manera, “unigénito”
y “primogénito” no deben ser interpretados literalmente cuando se aplican a Jesús. Más bien, ellos implican que Él fue
singular, único en su clase. Su misión fue
la de convertirse en el nuevo Adán, el
nuevo primogénito, o cabeza de la raza.
Esto lo calificó para ser nuestro representante, sumo sacerdote, e intercesor en la
gran controversia.
Jesús es nuestro ejemplo en vida,
pero no en nacimiento. Si Él fuera nuestro
ejemplo en su nacimiento, entonces tal
vez algunas otras personas podrían alcanzar una vida perfecta sin necesidad de
un Salvador. Este pensamiento yace en el
corazón de la teología de Friedrich Schleiermacher. Él creía que Jesús fue solo
cuantitativamente y no cualitativamente
diferente de otros humanos. ¿Acaso Él no
nació como todos los demás? ¿Acaso no
fue la completa consciencia de la presencia de Dios y su sentimiento de absoluta
dependencia de Dios lo que lo hizo diferente de los demás? Aún así alguien vendrá en el futuro que lo trascenderá27. Esta
clase de formas de pensar nos advierten
que es peligroso olvidar la distinción bíblica entre el nacimiento de Cristo el de todos los demás humanos.
La teología de Karls Barth también
contiene problemas acerca de la naturaleza de Cristo en su nacimiento28. Aunque
Él cree que Jesús es verdaderamente
Dios, él nunca permite que las consecuencias bíblicas de eso controlen su entendimiento de la encarnación. Él declaró
que el niño Jesús nació con carne pecaminosa29. La única manera en la que
Barth podría evitar las consecuencias de
esto era decir que Cristo asumió la naturaleza pecaminosa dentro de su naturaleza divina en una manera tal que las tentaciones y el pecado era una imposibilidad30.
La información bíblica nos lleva en
dirección opuesta del pensamiento de
Schleiermacher y Barth. Jesús hombre es
único. Él es nuestro sustituto en vida. Él
cubre nuestros caracteres imperfectos
con su carácter humano perfecto. Su carácter es nuestro manto de justicia, el vestido de boda sin el cual no podemos entrar en el reino. Él es nuestro sustituto en
la muerte. Él murió para pagar el precio
del pecado en nuestro lugar para que así
podamos tener vida eterna. Pero Él también es nuestro sustituto en el nacimiento.
Él nació puro para que podamos satisfacer nuestra primera necesidad de Él como
Salvador, cuando nacemos pecadores.
La Biblia no coloca valor salvífico
en nuestro primer nacimiento. De hecho,
claramente declara: “el que no naciere de
nuevo, no puede ver el reino de Dios”
(Juan 3:3). Solo Jesús hombre no necesitó un nuevo nacimiento. Eso lo ubica en la
clase única solo para él.
Cristo de la línea Davídica y
Abrahámica31.
De la información bíblica que hemos estudiado hasta ahora, ¿qué podemos concluir que significan las siguientes
expresiones: “Él tomó sobre sí la descendencia de Abraham” (Heb. 2:16), y “fue
hecho de la descendencia de David de
acuerdo a la carne (Rom 1:3; Juan 7:42; 2
Tim. 2:8)? ¿Acaso estos pasajes declaran
que Jesús tomó una naturaleza pecaminosa que proviene de Abraham y David?
A la luz del contexto bíblico general, estos
textos no están considerando la naturaleza sino la misión de Cristo. No están relacionados con el tipo de carne en el cual Él
nació (pecaminosa o pura). Sino más
bien, mantienen que, como judío (hebreo
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8
2:16), y como Rey verdadero (Rom. 1:3),
Jesús vino como el cumplimiento del pacto. Dios llamó a Abraham para formar a
un pueblo mediante el cual Él pudiera
bendecir a todas las naciones (Gén.
22:18). Similarmente, Jesús vino mediante María para salvar a las naciones (Mat.
1:18, 21; cf. Juan 3:16). La misión, y no la
naturaleza, es el contexto.
Israel, en el período del Antiguo
Testamento, y los judíos cristianos en los
días del Nuevo Testamento, consideraban
a Abraham como el “padre” de la iglesia
de Dios en su primera forma (ver Isa.
51:2; Rom. 4:12 y Santiago 2:21 y sus
contextos). Así que Mateo, escribiendo a
los judíos, comienza la genealogía de Jesús con Abraham (Mat. 1:1). Y el autor de
Hebreos, también escribiendo a los judíos, dice que Jesús “tomó sobre sí la
descendencia de Abraham” (Heb. 2:16).
Que Jesús está ubicado en la línea del
pacto abrahámico no niega la actualización del mismísimo propósito de esa línea
del pacto al convertirse en el segundo
Adán. De hecho, el mismo libro que menciona la conexión de Cristo con David,
también lo presenta como el segundo
Adán (ver Rom. 5:12-21)
¿Acaso la substitución incluye convertirse en exactamente igual a nosotros
en el nacimiento? ¿Podría Jesús realmente habernos salvado si no se convirtió en
uno de nosotros en naturaleza pecaminosa? ¿Realmente bajó al pozo en donde
estamos para poder sacarnos? Abajo en
el pozo Él tomó carne humana real solo
hasta el grado que su unión con el Padre
permaneció intacta. En otras palabras, Él
no podría haber sido pecaminoso por naturaleza, porque por definición una naturaleza tal es el resultado de la separación
de Dios. La unión con Dios y la naturaleza
espiritual pecaminosa están tan separadas entre sí como lo están el cielo y el
infierno. Decir que Él se identificó con nosotros pero permaneció leal a Dios es
interpretar erróneamente la terrible naturaleza del pecado. El pecado significa
separación de Dios. O Jesús mantuvo
una relación ininterrumpida con el Padre,
o Él la abandonó y se sumergió en nuestro alejamiento.
Jesús fue nuestro sustituto y nuestro ejemplo, en ese orden. Hay una prioridad de sustituir sobre el ejemplo, así como hay una prioridad de Dios sobre el
hombre, y del Salvador sobre el salvo. Es
importante que lo notemos. La cristología
nunca debe empezar con el ejemplo y
esperar hacerle justicia a su sustitución.
Sino que debe tomar el camino que lleva
de la sustitución al ejemplo. Necesitamos
su sustitución: necesitamos su divinidad
eterna, su nacimiento sin pecado, su vida
sin pecado, su muerte perfecta, su resurrección, su intercesión sacerdotal, y su
segunda venida. También lo necesitamos
para ejemplificar la dependencia total en
Dios.
El hecho de que Él nació sin pecado en ninguna manera sugiere que guardar la ley no es importante para el resto
de nosotros que nacimos pecadores. No
es verdad que la creencia en la naturaleza pura de Cristo significa que nadie más
puede o debe intentar guardar la ley. Jesús no es nuestro sustituto para que podamos vivir como queramos.
Tentado como nosotros
Hemos visto que la información bíblica presenta a un Jesús humano único
que no pudo haber tenido una naturaleza
pecaminosa. La pregunta persiste: ¿Entonces realmente él podía entendernos?
O él es un ser lejano que tuvo una ventaja
injusta sobre nosotros? ¿Realmente Él
puede ser un sumo sacerdote compasivo? En resumen, ¿fue tentado en todo de
la misma manera en que nosotros?
Nuestra Cristología afecta nuestro
entendimiento de las tentaciones de Cristo. Por cientos de años la cristología clásica consideraba que Jesús vivió sobre la
tierra como Dios. Él tenía poderes que no
están disponibles naturalmente para los
demás hombres. No es de extrañar que la
tentación no se considerara que fuera una
prueba difícil para Él. Aunque Anselmo
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(1033-1109) fue el primer erudito significativo en enfocarse en Cristo viviendo
sobre la tierra como hombre (él escribió
Cur Deus Homo), otros subsecuentemente continuaron pasando por alto la realidad de su experiencia. Así la creencia de
Calvino era que Jesús permaneció en el
trono de los cielos mientras vivía sobre la
tierra (extra Calvinisticum), la de Lutero
era que las naturalezas humanas y divinas se mezclaron (communicatio idiomatum), y Barth creía que la humanidad
asumida estaba envuelta dentro de una
divinidad impregnable (ganz anderer),
todas estas creencias hacen que las tentaciones de Cristo sean irreales y que le
sea imposible pecar. E. J. Waggoner, al
igual que Barth, creyó que Jesús poseyó
carne pecaminosa pero no pudo pecar
debido a que era divino32. ¿Qué tiene de
bueno una naturaleza pecaminosa como
la nuestra si Él tuvo una naturaleza divina
diferente a la nuestra? Una cancela a la
otra, impidiendo que Él sea realmente
tentado. Por contraste, la Biblia declara
que Él “ha sido tentado en todo de la
misma manera que nosotros, aunque sin
pecado” (Heb. 4:15). “En todo” no significa las mismas tentaciones (plural), sino la
misma tentación (singular). Por ejemplo,
Jesús nunca fue tentado a mirar TV, fumar marihuana o romper el límite de velocidad. Pero Él fue tentado a abandonar su
dependencia en Dios. Satanás empleó
diferentes medios para el mismo fin. Porque el objetivo de todas las tentaciones
es romper la relaciones de uno con Dios.
Las tentaciones de Cristo fueron
más grandes que las nuestras, porque
alguien que nunca cedió podía sentir
realmente toda su fuerza33. B. F. Westcott
lo expresó de esta manera: “La compasión con el pecador en sus pruebas no
depende de la experiencia del pecado,
sino en la experiencia de la fuerza de la
tentación al pecado, la cual solo el puro
puede sentir en toda su intensidad. Aquel
que cae se rinde antes del último esfuerzo”34.
Pero ¿acaso “en todo” incluye “en
la misma manera”?35. Santiago escribe:
“cada uno es tentado cuando sus propios
malos deseos lo arrastran y seducen”
(Santiago 1:14 NVI). Las propensiones
malignas (una tendencia al pecado) son
adquiridas mediante dos maneras: pecando y naciendo como un pecador. Cristo no hizo ninguna. Él nació siendo un
“santo niño” (Lucas 1:35 NVI), y Satanás
no encontró ningún mal en Él (ver Juan
14:30). “Tentado en todo de la misma
manera que nosotros” debe ser entendido
a la luz de la luz bíblica ya considerada.
Esta indica que Él, un ser humano único,
fue tentado en todo como nosotros. De
nuevo, la tentación básicamente involucra
un intento de Satanás de romper la relación de uno con Dios.
Es impensable que Jesús se separe de su Padre en el mismo acto de venir
a hacer su voluntad. Las dos opciones se
excluyen mutuamente. Su carácter único
en su nacimiento no es motivo para decir
“Trampa –tu realmente no te volviste como uno de nosotros. ¡Lo tuviste más fácil!
¿Quién no podría resistir las tentaciones
si tuviera una naturaleza pura como la
tuya?” ¿Cómo más podría haber sido?
Cualquier supuesta desventaja que Jesús
tuvo no fue para si mismo. Su misión salvadora determinó el grado de su identificación con nosotros.
Aun así, decir esto nos trae a una
paradoja. Permanecer diferente a nosotros no le dio una desventaja; fue en
realidad desventajoso para él. Porque si
el impulso de la tentación es conseguir
que uno confíe en sí mismo en vez de en
Dios, ¿Quién tuvo una tentación más
grande, Jesús, que tenía a su propia divinidad en la cual confiar, o nosotros que
no tenemos nada comparable?
La desventaja de Cristo en la tentación procedió de su carácter único. Y en
esto se basa nuestra salvación. Solo Jesús sintió toda la fuerza del odio satánico,
porque la controversia de Satanás esta en
contra de Cristo no contra algún otro humano. Todo el infierno se desató contra
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este dependiente hombre Jesús, y además, Jesús no podría obtener perdón si
fuera vencido. ¡Imaginen la presión cuando a cada momento, cada acto tenía tales
consecuencias para sí mismo y para todo
el mundo!
Si Jesús debía tener carne pecaminosa para entender nuestras luchas a
partir de la experiencia, entonces ¿cómo
podría Él compadecerse con la escoria de
la raza? ¿cómo podría salvar a la generación hundida en dos mil años más de degeneración genética? Si tomar nuestra
naturaleza pecaminosa fue un prerrequisito para ser tentado como nosotros, entonces Él tendría que haber venido como
contemporáneo al último hombre nacido.
Pero incluso si Jesús fuera una persona
de la última generación, sus contemporáneos estarían aun más degradados debido a sus propios pecados. Si la naturaleza pecaminosa es un elemento necesario
para ser tentado como nosotros, entonces
Cristo no fue tentado como nuestra generación ni como aquellos degradados mediante sus pecados personales. Pero si su
carácter único hizo que su tentación fuera
más grande, entonces Él no necesitaría
nuestra naturaleza caída para ser tentado
como nosotros.
No hasta que su muerte hiciera que
Aquel que “no conoció pecado” se convirtiera en “pecado por nosotros” (2 Corintios
5:21). Nunca antes de ese momento el
pecado trajo separación de su Padre, lo
cual provocó que dijera “Dios mío, Dios
mío, ¿Por qué me has desamparado?”
(Mat. 27:46). Jesús hombre se volvió pecado por nosotros en misión en su muerte, y no en naturaleza en su nacimiento.
Doxología
La teología es una búsqueda humana para entender la auto-revelación de
Dios. La cristología es el centro y el corazón de la teología, porque Jesucristo es la
revelación más grande de Dios al hombre.
Él es también la mejor revelación del
hombre auténtico al hombre. Jesucristo
fue único no solo como Dios con nosotros
sino también como hombre con nosotros.
Él fue divinidad pura unida con carne humana debilitada por el pecado, pero
igualmente puro en ambas naturalezas. Él
fue Dios con nosotros, pero vivió como
hombre con nosotros en un autovaciamiento completo (ver Fil. 2:7). Aunque permaneció siendo Dios, Él abandonó el uso de sus atributos divinos, viviendo como un hombre auténtico totalmente
dependiente de su Padre en los cielos.
¡Oh, que maravilla, habitantes del cosmos
tan remoto! ¡Asómbrense, oh ángeles del
cielo! ¡Adórenle, Oh pecadores sobre la
tierra! ¿Qué otro humano, nacido de mujer, puede comparársele en naturaleza y
obras? ¿Quién entregó tanto por tan poco? ¿Quién más se limitó a un cuerpo
humano cuando Él existió antes en todo
lugar? ¿Quién más eligió permanecer limitado para siempre? ¿Quién más se metió entre el cáncer terminal del pecado
para traer curación radical y sin infectarse
a sí mismo? ¿Quién más se podría haber
convertido en un doctor humano mientras
se distanciaba de la plaga que afectaba a
la humanidad?
¿Cómo podría Jesús ser mi ejemplo en todo esto? ¿Cómo podría imitarlo?
¿Cómo podría yo ser eterno, ser Dios, ser
puro al nacer, puro como un bebe, y puro
a lo largo de mi vida? ¿Cómo podría vencer todo lo que Él venció? Y cuando Él
finalmente venció a Satanás mediante su
muerte en el Calvario –lo cual tuvo consecuencias cósmicas y salvíficas- ¿cómo
podría seguirlo? Si, anhelo ser cómo él,
pero admito que Él es único para siempre.
Como Pedro yo confieso “¡apártate de mí,
porque soy un pecador!” (Lucas 5:8). Aun
así en su misericordia Él dice: “Vengan a
mi” (Mat. 11:28). Él me atrae mediante su
carácter único. Yo desesperadamente
necesito aquello que lo hace diferente de
mi.
El cristianismo no es solo ser como
Él. El cristianismo es vida en Él. Somos
justos solo en Cristo, nunca en nosotros
mismos. Las buenas nuevas es más que
solo “imítame”. Es siempre primero y más
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importante: “Aférrate a mi”, “Permanece
en mi” (Juan 15:4), “Cristo en ustedes, la
esperanza de gloria” (Col. 1:27) y “aceptos en el Amado” (Efe. 1:6).
La verdadera cristología termina,
no en debate, sino en adoración agradecida y obediencia gozosa. Al contemplarlo
no solo lo alabamos sino que nos hacemos como Él (ver 2 Cor. 3:18). Al ver su
amor para con nosotros, su amor único
como un hombre único, nos galvaniza;
añoramos ser llenos con Él más que ser
como Él. Este enfoque es crucial. Es sobre Él y sus obras, y lejos de nosotros
mismos y nuestras obras. Nosotros no
solo le seguimos, sino que tenemos comunión con él. No se trata solo de reglas,
sino de relación. No solo una práctica,
sino una Persona. Porque el Cristianismo
es Cristo hasta la médula. De esta comunión viene una maravilla asombrosa ¡nos
hacemos como Aquel a quien admiramos
más! Es un efecto colateral natural de
anhelar que Él habite en nuestro interior.
La cristología llega a su climax en la exclamación: “ya no vivo yo, sino que Cristo
vive en mí” (Gál. 2:20). Solo en esta unión
dependiente Jesús puede ser nuestro
modelo, nunca en su naturaleza al nacer.
1
Ver E. C. Webster, Crosscurrents in Adventist Christology (Berne, Switzerland: Peter Lang Pub., Inc.
1984), por una evaluación comparativa de la Cristología
de H. E. Douglass, E. Heppenstall, E. J. Waggoner, y E.
G. White. Aquellos que se enfocan en la naturaleza
pecaminosa de Cristo incluyen (alfabéticamente): T. A.
Davis, Was Jesus Really Like Us? (Washington,
D.C.:Review and Herald Pub. Assn., 1979); H. E.
Douglass y Leo Van Dolson. Jesus: The Benchmark of
Humanity (Nashville: Southern Pub. Assn., 1977).
Aquellos que se enfocan en la naturaleza sin pecaminosidad incluyen (alfabéticamente): N. R. Gulley, Christ
Our Substitute (Washington. D.C.: Review and Herald
Pub. Assn., 1982); E. Heppenstall, The Man Who Is
God (Washington, D.C.: Review and Herald Pub. Assn..
1977); H. K. LaRondelle, Christ Our Salvation (Mountain View, Calif.: Pacific Press Pub. Assn. , 1980). La
Cristología Clásica tiene tres grandes énfasis, Jesús
como (1) demasiado divino, la opinión mayoritaria por
cientos de años, visto en la teología Atanasia-Calvinista
extra Calvinisticum, en la cual la divinidad de Cristo
permaneció en el trono de los cielos mientras que su
humanidad vivió sobre la tierra; (2) demasiado humana,
Arrianos; o (3) una mezcla divino-humana como la de
la communicatio idiomatum de Lutero. Cada una de las
dos opiniones principales en el Adventismo consideran
que Cristología de la otra hace a Jesús o demasiado
humano o demasiado divino. Esto tiene influencias
obvias en cómo Él es considerado como nuestro ejemplo al superar las tentaciones.
2
Por un estudio en el corpus de Elena de White ver
Norman R. Gulley, “Behold the Man,” Adventist Review, June 30, 1983. Hay una necesidad seria por un
estudio teológico y hermenéutico de los escritos de
Elena de White en general, y de su cristología en particular. Es necesario realizar más investigaciones para ver
si el respaldo de Elena de White de la teología de Jones
y Waggonner particularmente apoyó sus nuevos énfasis,
lejos del ser humano y más cerca de Cristo, y no necesariamente un respaldo de cada detalle de su Cristología, como la naturaleza pecaminosa de Jesús. (Ver Age
Rendalen, “The Nature and Extent of Ellen White’s
Endorsement of Waggoner and Jones” [research paper,
Andrews University Library, 1978].) El hecho de que la
cristología de Jones y Waggoner se volvió más panteísta también tiene que tenerse en cuenta. El Panteísmo es
la identificación de Dios con la creación, la cual puede
ser considerada la conclusión lógica de intentar hacer al
hombre Jesús, en naturaleza, completamente similar a
otros hombres. El uso del término de Elena de White
“naturaleza pecaminosa” y sus sinónimos, necesitan ser
definidos en el contexto de su uso en su tiempo, así
como dentro del contexto histórico de cada manuscrito,
carta o artículo. Las compilaciones extraídas de muchas
fuentes usualmente fracasan al dar un lugar apropiado al
trasfondo histórico. Es obvio que muchas disertaciones
doctorales serían útiles aquí. Un hecho es seguro: el
estudio de la Cristología debe empezar con la información bíblica. Después uno puede ir a leer el corpus de
Elena de White. Elena de White nunca pretendió que se
siga el procedimiento inverso, ya que no es fiel a la
presuposición adventista del séptimo día de que la
Biblia es la base de todas las doctrinas adventistas del
séptimo día.
3
Definir los términos es crucial en este debate. De la
información bíblica que se ha considerado, podemos
notar que: 1. Cristo fue único como ser humano (similar, pero ni idéntico). Por lo tanto, Por lo tanto, yo defino su naturaleza humana a lo sumo como físicamente
afectada por el pecado, pero absolutamente sin pecaminosidad espiritualmente. Él tuvo la altura de un hombre
de su tiempo, Él se cansó, sintió hambre y dolor. Pero
espiritualmente Él mantuvo una comunión intacta con
Dios mientras tuvo la naturaleza anterior a la Caída de
Adán. 2. Su nacimiento mediante el Espíritu fue único.
No puede ser comparado con nuestro nuevo nacimiento
mediante el Espíritu, porque nosotros hemos pecado
antes de nuestro nuevo nacimiento, mientras que Él fue
santo antes de su nacimiento. Nuestro nuevo nacimiento
proviene del contexto de lo corruptible. Su nacimiento
proviene dentro del contexto de lo santo. 3. La doctrina
del pecado (harmartiología) yace detrás del debate sobre
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12
la naturaleza de Cristo (Cristología). Cuando se entiende el pecado como una relación rota se hace imposible
una naturaleza pecaminosa para Jesús en su nacimiento.
Porque no podía existir una demostración más grande
de la unión con Dios que ir hasta el punto al que Cristo
llegó para hacer la voluntad de Dios (Heb. 10:7-9).
Ambas escuelas de Cristología dentro de la Iglesia Adventista del Séptimo Día necesitan usar términos como
carne, pecado, parecido, similar, único, Concepción
Inmaculada, pecado original, descendiente de Abraham,
y descendiente de David de la misma manera en la que
son usados por los escritores bíblicos o explicados en
este artículo. Si esto se hace, entonces se establecería
una verdadera comunicación entre ellos (ellos estarían
hablando de las mismas cosas) y muchas de las diferencias se disiparían.
4
Englishman’s Greek Concordance of the New Testament (London: S. Bagster and Sons, 1903), pp. 680,
681.
5
Reinhold Niebuhr incorrectamente cree que sarx, en
los escritos de Pablo, es el “principio del pecado” (The
Nature and Destiny of Man [New York: Charles Scribner’s Sons, 1949], p. 152).
6
Hamartia y sus cognates se encuentra 174 veces en el
Nuevo Testamento, más de cincuenta en los escritos de
Pablo. Adikia es una palabra legal, más especializada,
que significa “no justo” (el opuesto a “justicia”
dikaiosune). Paraptoma viene de parapipto, “caer al
lado”. Ver ed., Colin Brown, The New International
Dictionary of New Testament Theology (Grand Rapids:
Zondervan, 1978), vol. 7, p. 573. Para más información
general sobre hamartia y sus usos, ver Kittel’s Theological Dictionary of the New Testament(Grand Rapids:
Eerdmans, 1964), vol. 1, pp. 308-311; W. E. Vine,
Expository Dictionary of New Testament Words (London: Oliphants, 1946), vol. 4, pp. 32-34.
7
G. W. Bromiley, trans. (Grand Rapids: Eerdmans,
1971), p. 126. Para el artículo completo ver páginas
124-144.
8
Ibid., p. 130.
9
Ibid., p. 134.
10
1 Juan 4:1-3 no habla acerca de qué tipo de naturaleza
humana (pecaminosa o pura) tomó Jesús, sino de la
naturaleza humana misma. Los gnósticos, y más tardes
los docetistas, creyeron que Él realmente no se volvió
humano, sino simplemente parecía ser humano. Este
pasaje clasifica esta negación de su genuina humanidad
como anticristo.
11
Aquí similaridad no significa que no era un ser humano Sino más bien, como un ser humano Él fue solo
similar a todos los demás humanos.
12
“Al tomar sobre sí la naturaleza humana en su condición caída, Cristo no participó ni en lo más mínimo en
su pecado. Él estuvo sujeto a las flaquezas y debilidades
por las cuales el hombre está rodeado… Él fue tocado
con el sentimiento de nuestras flaquezas, y fue en todo
tentado como nosotros. Pero aun así Él “no conoció
pecado”… No deberíamos tener la menor duda de la
perfecta ausencia de pecaminosidad de la naturaleza
humana de Cristo” (Elena de White en Signs of the
Times, 9 de Junio de 1898 (citado en el SDA Bible
Commentary, vol. 5, p. 1131). “Él tomó su posición
como la cabeza de la humanidad al tomar la naturaleza
pero no la pecaminosidad del hombre” (Elena de White
en Signs of the Times, 19 de Mayo de 1901 (citado en
el SDA Bible Commentary, vol. 7, p. 912)
13
Él preservó su divinidad a través de la Encarnación.
Permaneció inamovible dentro de las limitaciones de la
kenosis que él escogió (Fil. 2:6-8)
14
“El punto de vista del Nuevo Testamento del pecado
es el lado contraria y negativo de la idea de un pacto, y
por eso es a menudo expresado en término legales” —
The New International Dictionary of New Testament
Theology, vol. 3, p. 578. “Hamartia es usada siempre
en el Nuevo Testamento como el pecado del hombre, el
cual en última instancia está dirigido contra Dios” —
Ibid., p. 579. “En el cuarto Evangelio hamartia designa… un acto pecaminoso particular, un estado e incluso
un poder que penetra al hombre, y al mundo –tomado
como un todo- lejos de Dios” —S. Lyonnet and L. Sabarin, Sin, Redemption, and Sacrifice: A Biblical and
Patristic Study, vol. 48 of Analecta Biblica (Rome:
Biblical Institute Press), p. 39.
15
R. Govett, Govett on Romans (Florida: Conley and
Schoettle Pub. Co., 1981), p. 134.
16
E. F. Harrison, ed., Baker’s Dictionary of Theology,
(Grand Rapids: Baker Book House, 969), p. 488.
17
R.C.H. Lenski, Interpretation of Romans (Columbus,
Ohio: Wartburg Press, 1945), p. 366.
18
John Murray, The Epistle to the Romans, en The New
International Commentary on the New Testament
(Grand Rapids: Eerdmans, 1971), vol. 1, p. 183. Leer
también pp. 178-209 on “The Analogy.”
19
Govett, op. cit., p. 142.
20
Lenski, op. cit. , p. 364.
21
Varias palabras griegas terminan en ma en Romanos5. La terminación ma significa “resultado”. Dos de
estas palabras son caída y gracia, y comparan los resultados del pecado de Adán con la salvación de Cristo.
Ambos resultaron pasaron a la raza humana de estos dos
Adanes igualmente independientemente de la obra del
hombre, el cual es el tema central de la Epístola de
Pablo.
22
Hay once palabras en hebreo que tienen la connotación de diferentes matices de pecado (ver nota 23).
23
Para un estudio detallado sobre el pecado, ver G. C.
Berkouwer, Sin (Grand Rapids: Eerdmans, 1971), y Piet
Schoonenberg, S. J. , Man and Sin: A Theological View
(South Bend, Ind.: University of Notre Dame Press,
1965). Y sobre el “pecado original” católico ver R. C.
Broderick, The Catholic Encyclopedia (Nashville:
Thomas Nelson Pub. Co., 1976), p. 440; Baker’s Dictionary of Theology, pp. 486-489; George Vandervelde,
Original Sin: “Two Major Trends in Contemporary
Roman Catholic Reinterpretation” (Lanham, Md.: University Press of America, 1982); y John Murray, The
Imputation of Adam’s Sin (Grand Rapids: Eerdmans,
1959).
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13
24
Tanto el panteísmo como el movimiento de la carne
santa fracasaron al darle un lugar apropiado a Jesús
como monogenes. Panteísmo identifica exageradamente
a Dios con el hombre, removiendo la posibilidad del
carácter único. El movimiento de la carne santa se enfocó en ser como el Jesús puro y nuevamente su carácter
único no recibió un lugar apropiado.
25
Albert Schweitzer, The Quest of the Historical Jesus
(London: Adam and Charles Black, 1954), pp. 254, 358,
368ff.
26
Karl Barth, Church Dogmatics, 4 vols. (Edinburgh: T.
& T. Clark, 1936-1969), vol: 1, pt. 2, p. 50; vol. 2, pt. 1,
p. 63; The Humanity of God (London: Collins, 1961),
pp. 44ff.
27
Friedrich Schleiermacher, The Christian Faith (Edinburgh: T. & T. Clark, 1928).
28
“Lo que Dios es en su revelación, lo es antecedentemente y eternamente en su propio ser trinitario interior”
es la presuposición “revelada” básica detrás de la teología de Barth. En este contexto su logos ensarkos, siguiendo la cristología enhipostática, considera que la
humanidad de Cristo ha existido solo en la divinidad
eterna de Cristo. Esto a veces se acerca a presentar una
humanidad eterna de Jesús (ver Church Dogmatics, vol.
3, pt. 2, pp. 484ff., 493.) Él también sugiere que Jesús
no es solo un hombre (homo) sino la humanidad (humanun) (ibid., vol. 4, pt. 2, pp. 48ff.).
29
Ibid., vol 1, pt. 1, p. 191; vol. 3, pt. 2, p. 51; vol. 4, pt.
1, pp. 69, 88, 90, 93-95, 98, 100, 203.
30
Ibid., vol. 1, pt. 2, pp. 158ff., 191; vol. 3, pt. 2, p. 51.
31
Los Evangelios revelan el contexto del pacto en el
cual Jesús y sus contemporáneos vivieron. Abraham fue
el padre de los fieles hijos de Israel, que esperaban que
el Mesías viniera como el “hijo de David” o de la línea
davídica. La canción de María reconoce esto (Lucas
1:55) y también lo hace la de Zacarías. Él menciona que
la salvación ha llegado a la casa de David (vers. 69),
porque Dios ha recordado su pacto con Abraham (vers.
73). El ciego clama que Jesús es el “hijo de David”
(Mat. 9:27; 12:22, 23; 20:30ff; Marcos 10:46, 47) Los
maestros de la ley lo llamaron “Hijo de David” (Marcos
12:35). Durante su entrada triunfal a Jerusalén, la multitud clamó hosannas al “hijo de David” (Mat. 21:9).
Cristo llamó a la mujer encorvada “hija de Abraham”
(Lucas 13:16). En la historia del rico y Lázaro, el mendigo fue llevado al lado de Abraham después de su
muerte (cap. 16:22), la vida eterna es ilustrada por Jesús
como una participación en el festejo del reino con
Abraham (Mat. 8:11). Mientras que los judíos declaraban que Abraham era su padre (Juan 8:33-39), Jesús fue
más allá de la línea del pacto, declarando “Antes que
Abraham fuese, yo soy.” (vers. 58). Dos cosas deben
mantenerse en equilibrio: de Jesús se dice que provine
de Abraham solo porque Él es el Mesías prometido, que
trae cumplimiento a las promesas del pacto. Y de Jesús
se dice que fue antes de Abraham porque antecedente y
eternamente Él es Dios.
32
E. J. Waggoner, en Signs of the Times, Jan. 21, 1889;
cf. Christ and His Righteousness (Oakland, Calif.: Pacific Press Pub. Co., 1890), p. 28ff.
33
F. F. Bruce, Commentary on the Epistle to the Hebrews (London: Marshall, Morgan and Scott, 1974), pp.
87ff.
34
Citado en Commentary on the Epistle to the Hebrews,
p. 88.
35
Dietrich Bonhoeffer aparentemente lo piensa así. Ver
Temptation (New York: Macmillian, 1955), p.16.
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