Sucesos de aquel inexorable del Beaterio de Toluca

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UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DEL ESTADO DE MÉXICO
SECRETARIA DE RECTORÍA
DIRECCIÓN DE IDENTIDAD UNIVERSITARIA
COLEGIO DE CRONISTAS
“SUCESOS DE AQUEL INEXTINGUIBLE
DEL BEATERIO DE TOLUCA:
EL ÁRBOL DE LA MORA”
M. EN E.S. ELENA GONZÁLEZ VARGAS
CRONISTA DE LA FACULTAD DE QUÍMICA
“Sucesos de aquel inextinguible
del Beaterio de Toluca:
el Árbol de la Mora”
M. en E.S. Elena González Vargas
Cronista de la Facultad de Química
Árbol de la Mora de la Universidad Autónoma del Estado de México, en
1833 ya formabas parte del patrimonio natural de la construcción llamada
Beaterio de la ciudad Toluca de 1736. Recibiste sonriente a la comunidad
del Instituto Literario de 1828, viste su anhelo de dar y recibir educación
integral en las ciencias, las artes y las humanidades. De ella supiste tu
nombre universal Morus nigra L, al saber la nomenclatura científica
botánica de Carlos Linneo, así como tu sitio de origen en la cultura persa.
Como ser biológico siempre te respetó la comunidad institutense. Nunca
hubo intención de desterrarte, sigues vivo aún en el siglo XXI. Entonces
en el amanecer diario te deleitabas el escuchar de su alumnado juvenil
interno, el himno y la oración del Instituto Literario de 1851. Más y más le
sonreíste al enterarte de que formaba parte del reglamento interno de su
primera Ley Orgánica. Y les llegaste a sacudir tus frutos, las moras, al
son del viento transportador del sonido gutural de los versos hímnicos:
I
II
III
Ya que el sol por el
Que nuestra lengua
Nuestros corazones
Oriente
modere
sean
asoma el brillante disco los pecaminosos dichos
templados, rectos y
roguemos a Dios
y nuestra vista se
limpios
humildes
aparte
y la abstinencia refrene
nos conceda hoy sus
de cuanto ofrece
los carnales apetitos.
auxilios.
peligro.
IV
V
Para que cuando la noche
La gloria sea a Dios Padre
suceda al día en su giro
con su unigénito Hijo
testifique la conciencia
como al Espíritu Santo
que a Dios no hemos ofendido
por los siglos de los siglos
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del Beaterio de Toluca:
el Árbol de la Mora”
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Tus sonrisas fueron risas de alegría al observar que tu agrado se
convertía en legado cultural de la comunidad institutense. Ahora, 1887,
éste se quedaba plasmado en el Estandarte del Instituto Científico y
Literario creado por ella misma. Todos los ojos de las hojas de tus ramas
ahora miraban la luz radiante de la estrella pitagórica hacia el panal con
sus abejas; asimismo escuchaban el lema: Patria, Ciencia y Trabajo,
pronunciado con sentimiento de pertenencia de la comunidad.
Pero tu espacio físico alrededor de tu tallo, también, acogía a aquel
alumno inspirado en crear versos, referencias de vivencias del propio
Instituto Científico y Literario. El catedrático ingeniero Rafael García
Moreno, lo hizo para su apreciado amigo ingeniero Silviano Enriquez
Correa, quien fenece el 22 de julio de 1900. Unos de sus versos dicen:
Oh maestro, de la cátedra sagrada
tú fuiste el sacerdote esclarecido
rayo de sol que emerge la alborada
y que despierta, esplendoroso el
nido.
Fuiste cóndor que dominó el
espacio
sublime apóstol de virtud ejemplo
Abeja que construye su espacio
para que alumbre en las crujías del
templo.
O aquel alumno de Jilotepec, a quien recibiste a sus 12 años para realizar
los estudios integrales de preparatoria de 1880 a 1885. Un joven
estudiante muy pero muy lector de obras literarias clásicas, inquieto,
visionario y orador, Andrés Molina Enríquez. Quien en los primeros años
del siglo XX publica su obra Los grandes problemas nacionales, donde
residen los principios de la propiedad de la tierra y que quedaron en el
artículo 27 de la Constitución de los Estados Unidos Mexicanos de 1917.
Árbol de la Mora, en el otoño de 1927 tus ramas expresaron regocijo al
identificar a aquel joven orador institutense y toluqueño de voz cimbrante.
Aún más se entusiasmaron cuando recordaron su triunfo de ganador del
himno “La Flor de Oro” de la efeméride Juegos Florales del Centenario
de la Consumación de la Independencia Nacional, y que su propuesta
fue escuchada por el general Obregón, se hizo el traslado de los restos
de los héroes insurgentes de la Catedral Metropolitana al Monumento de
la Independencia del Paseo de la Reforma de la ciudad de México.
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el Árbol de la Mora”
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¡Uy! se dijeron tus ramas, se trata del gran maestro Horacio Zúñiga
Anaya. Ahora está inspirado y dedicado en realizar la composición del
Himno para el festejo conmemorativo del Centenario de la Proclamación
del Instituto Científico y Literario del Estado de México del próximo 3 de
marzo de 1928.
Tus ramas se miraron entre sí para decirse vamos a enviarle vientos
saludables que penetren hasta lo recóndito de sus células. Sorpresa
mostraron al mirarlo acompañado de un señor cuyas manos movía en el
aire armoniosamente.
Quasi se duermen despiertas cuando escuchan sus composiciones como
el vals Amor infinito, la mazurca Carmencita, el himno de los bomberos
de la Cervecería de Toluca.
Entonces se percataron tus ramas otoñales de que la composición
literaria del Himno del ahora gran maestro Horacio Zúñiga estaría
acompañada de la composición musical de aquel personaje. ¿Quién es?,
se cuestionaban.
Su pregunta tuvo respuesta hasta la celebración del festejo
conmemorativo de los 100 años del Instituto Científico y Literario del
Estado de México. Ese señor era don Felipe Mendoza López, originario
de Tenancingo, ganador del primer premio con la composición Victoria
de las fiestas patrias del Centenario de la Independencia Nacional.
En ese día 3 de marzo de 1928, tus ramas invernales se sintieron
galardonadas por la presencia de muchísima gente. Pero se intensificó
su ánimo en el instante en que percibieron los sonidos guturales e
instrumentales del Himno entonado por primera vez en el recinto
educativo. Sobre todo con la composición que dice:
¡Instituto perínclita cumbre
donde el alba es faisán de arrebol,
con tu enjambre de abejas de lumbre
liba el alma de auroras de sol!
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Árbol de la Mora te mostrabas atónito completamente. No sólo por la
celebración sino porque escuchaste los comentarios de tus institutenses
reconocedores de sus alumnos, que, ahora en 1928, son personajes
profesionales como el médico originario de Acambay, Maximiliano Ruiz
Castañeda.
Una de tus ramas cuestiona ¿qué ha hecho? Sencillo, su vocación de
investigador biomédica junto con la del suizo Hermán Mooser y el
norteamericano Hanz Zinsser, la llevó a salvar muchas vidas de México
y del mundo con la prevención de la enfermedad “Tifo mexicana” a través
de vacunas y sueros hiperinmunes, tras demostrar el agente causal, la
bacteria Rickettsia prowaseki.
Como subdirector del Instituto Nacional de Higiene y jefe del
departamento de investigaciones médicas del Hospital General de
México, creó el procedimiento inmunológico de reacciones antígenoanticuerpo llamado Fijación de Superficie. Ofrece resultados confiables y
de costo reducido. También es dueño de la técnica de cultivo de la
bacteria de la enfermedad Brucelosis, mundialmente conocida como
“Castañeda Medium”, y, en su pueblo natal mazahua, montó el
procedimiento “Autovacuna” a partir de la orina individual, aún vigente.
¡Que institutense y puma de México! Su amor a la Patria es irreprochable.
Vino tranquilidad. Sólo que año con año Árbol de la Mora mirabas a
nuevos jóvenes adolescentes y catedráticos. Escuchabas las pláticas de
aquellos visionarios, dignos de estudiar en tu recinto, como el catedrático
abogado Enrique González Vargas con los alumnos Adolfo López
Mateos y Remedios Albertina Ezeta. El tema de interés se refería al
contenido del artículo 3o de la Magna Constitución de 1917,
particularmente, su apartado VII relacionado a Universidades e
Instituciones de Educación Superior con respecto a la facultad y la
responsabilidad de gobernarse así mismas, la libertad de cátedra e
investigación.
La atención de tus ramas se intensificó hacia ellos al escuchar el caso de
la autonomía de la Universidad Nacional de México de 1929. Aún más en
el instante de surgir las preguntas ¿el Instituto Científico y Literario del
Estado de México también puede ser autónomo? ¿es capaz de crear más
carreras profesionales y convertirse en Universidad Pública para la
sociedad?
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Tal fue el efecto de las charlas creativas institutenses que tus ramas
mismas aprendieron a hacerlo entre ellas. Pero las ideas con el
conocimiento, alimentados del estado anímico, no sólo quedó grabado
en la memoria de estos alumnos sino que se divulgó hacia generaciones
venideras con la participación de la sociedad de alumnos.
En esos últimos años treinta y primeros cuarenta, tus ramas escuchan un
bum detonante. Es la voz de la palabra de alumnos institutenses
destacados como Carlos Mercado Tovar, José Yurrieta Valdés y Felix
Vallejo Martínez. Su voz unida a la de sus profesores, los abogados
Enrique González Vargas y Juan Josafat Pichardo. También, observan
que su palabra la plasman en el proyecto de la autonomía del Instituto
Científico y Literario. Escuchan que van a presentarlo al gobernador
Isidro Fabela Alfaro. También observan su confianza en él al repetir su
gran desempeño de escritor, diplomático internacional del gobierno
federal desde Venustiano Carranza, 1914-1920, hasta Manuel Ávila
Camacho, 1940-1946, y un gran defensor de la soberanía de México.
¡Oh Árbol de la Mora! presenciaste la satisfacción imperecedera de tus
institutenses inquietos con el logro de la autonomía del Instituto.
Reunidos, uno de ellos dio lectura al decreto de la Gaceta de Gobierno
del sábado 15 de enero de 1944. Se trataba del decreto número 34 de la
XXXVI Legislatura Constitucional estatal correspondiente a la Ley
Orgánica del ahora Instituto Científico y Literario Autónomo del Estado
de México (ICLA).
Tal fue el impacto que te causó este hecho memorable que a tus moras
las soltaste para que las apeteciera tu comunidad institutense.
Sin embargo, el viento primaveral grato de ese año te hizo llegar la noticia
conmovedora, recibirías al nuevo Director del ICLA 1944-1946. Nada
más y nada menos se refería a aquel alumno institutense orador de
Atizapán de Zaragoza. Ahora, es el abogado Adolfo López Mateos.
Te percataste de su interés de colaborar cuando en tu sombra se
escuchaban más alumnos institutenses. Unos dedicados al estudio de la
Pedagogía Superior, más los de Jurisprudencia. Años después los de
Comercio y Administración, Enfermería, Medicina e Ingeniería.
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Te regocijabas Árbol de la Mora al mirarlos dedicados al estudio, a la
lectura de obras literarias, a expresar con libertad y soltura sus ideas,
pensamientos, conocimientos y sus sentimientos de fraternidad,
estéticos, musicales y otros.
Además, tu organismo vegetal total siempre les repetía el acto
irrelevante: El distintivo propio del ICLA, constituido de los elementos
simbólicos del estandarte de 1887 encerrados en la circunferencia
llamada con el término prehispánico “chimall” o “chimalli”. Nuevo símbolo
de pertenencia de la identidad institutense.
También, ¡Árbol de la Mora! en los primeros años cincuenta fuiste testigo
de la organización de un grupo de alumnos practicante de la oratoria, con
cargamento de consciencia de actos inclinados hacia la rebeldía con
causa. Se trataba del grupo del profesor abogado pumita Juan Josafat
Pichardo Cruz. Aunque años después viviste el disgusto de ver a
alumnos rebeldes sin causa, sin responsabilidad, de sublevación.
Rápidamente te aprendiste su pseudónimo “Los Vampiros”.
El acto rimbombante de este grupo para la comunidad institutense y la
sociedad toluqueña, fue la noticia de inadmisión de director del ICLA de
alguien desconocido, es decir, no institutense. Así se le expresó
fuertemente al licenciado Mario Colín Sánchez, en febrero de 1952. Árbol
de la Mora huías de ver la huelga. Supiste la consecuencia, el director
presenta su renuncia en junio.
Árbol de la Mora ahora acogías a alumnos con ideas visionarias de
progreso y a aquellos practicantes de la ociosidad. Tus miradas se iban
más hacia los primeros, más admitías a los otros. Te alegraste al saber
que tu nuevo director 1954-1956, el abogado Juan Josafat Pichardo, la
mencionaba como el estilo político del ICLA.
En los meses invernales de 1955 estiraste tus ramas hasta donde te fue
posible. Lo hiciste para escuchar a la comisión meritoria de representar
al ICLA ante el gobernador, el ingeniero agrónomo Salvador Sánchez
Colín. Supersonreíste al identificar a tu apreciado catedrático Enrique
González Vargas conversando con Juan Josafat Pichardo C. y el
ingeniero catedrático José Yurrieta Valdés.
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Tu curiosidad por saber la verdad de la comisión, te hizo saber que se
trataba del proyecto de la ley de convertir el ICLA en Universidad Pública
del Estado de México. Esto con la mira de preparar profesionales a
desempeñarse en ciudades de progreso. Nuevamente te mostraste
alegre de percatarte que tus ilustres institutenses mostraron templanza a
la comunidad y al gobierno de la entidad.
Otra vez tus moras de primavera de 1956 se lucieron ante tu comunidad,
principalmente, el 21 de marzo. Una fecha célebre para los institutenses
y la sociedad de la entidad. Refiere a la entrada en vigor de la Ley
Orgánica de la Universidad Autónoma del Estado de México del decreto
número 70, presentada por el gobernador Salvador Sánchez Colín a la
XXXIX Legislatura que da su aprobación el 16 de marzo.
¡Oh Árbol de la Mora! desde esa fecha aprendiste a pronunciar
gratamente términos como comunidad universitaria, consejo
universitario, rector, escuela, facultad, investigación científica y
tecnológica, posgrado, difusión cultural.
Más en los años cincuenta y los sesenta no te cansabas de observar la
multitud de jóvenes universitarios apoyándose en los pilares de tus 100
arcos de planta básica y alta. ¡Ah! expresaste al oír la palabra
descentralización asociada a facultad y a regiones pobladas y
productivas del Estado de México.
Así te impactaste de la tristeza de tus jóvenes universitarios de
preparatoria y de carrera de despedirse de ti y del edificio del ICLA. Su
residencia estaba en otros terrenos universitarios del municipio de
Toluca: Área de aviación o de Paseo Colón, Cerro de Coatepec, el
Cerrillo de Tlachaloya o campos de investigación de Santa Elena.
A la vez de momentos tristes hubo de contento con la noticia de que los
campus de la famosa UAEM, ofrecían a la juventud la carrera profesional
de Medicina, Odontología, Enfermería, Química, Ingeniería,
Jurisprudencia, Contaduría y Administración de Empresas, Ingeniero
Agrónomo, Medicina Veterinaria y Zootecnia, Filosofía y Letras, Historia,
Ciencias Políticas y Administración Pública. Además, varias de ellas
iniciaron los estudios de posgrado con estudios de especialidad y de
maestría.
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Árbol de la Mora, también, aprendiste que la comunidad universitaria no
sólo radicaba en la casona de los 100 arcos, sino que residía en otras
regiones de la entidad. Fue de tu conocimiento el saber que la Escuela
Preparatoria moraba tanto en la ciudad de Toluca como en el municipio
de Texcoco, de Tlalnepantla, de Amecameca, de Sultepec.
Así todo tu organismo vegetal comprendió la descentralización de la
educación universitaria en el Estado de México.
De pronto despertaste al oír voces, te dijiste qué pasa. Entonces te
percataste de la llegada y salida de personal académico y administrativo
del edificio anexo a la casona de 100 arcos, el de la avenida Valentín
Gómez Farías. Recordaste que en él moró la Escuela de Odontología de
1964 a 1976 y desde 1958 la primera Escuela Preparatoria.
Tu atención hacia esa gente te hizo saber que en dicho edificio anexo se
realizaban actividades administrativas de la UAEM. Y en la casona de los
100 arcos había personal de la secretaría académica, secretaría de
rectoría y coordinación de difusión cultural.
A ti ¡Árbol de la Mora! te fue fácil recordar que dicho edificio anexo fue
aposento administrativo hasta el año 2005, cuando el rector doctor en
química Rafael López Castañares dejó concluido el edificio de la avenida
I. López Rayón 510 Sur para los asuntos administrativos de la UAEM.
Y en este lugar, años subsecuentes empezaste a saborear el jardín
neoclásico y la plaza “Benito Juárez García”. Sólo que fue inevitable tu
melancolía al mirar el trabajo albañil de la construcción del cuarto torreón,
oriente-sur, de la casona de los 100 arcos, concluida en mayo de 2013.
A tus ramas les es imposible agrandarse para alimentarse del vergel
neoclásico.
Pero rápidamente te alegraste con el recuerdo de aquel joven
universitario inquieto, espontáneo, talentoso, dedicado a la poesía y al
teatro en atril de los años setenta. Es nada más y nada menos que Marco
Antonio Morales Gómez. Él vivió el escenario del teatro universitario de
cámara del universitario oriundo de Colorines, Esvón Gamaliel Calvillo
Pérez. Actor creativo del teatro que no miente sobre la realidad, sino que
la desnuda para descubrir la identidad del país y de la patria chica.
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Fue formidable y grandioso tu recuerdo inmediato de que Marco Antonio
Morales como secretario académico dio inicio al desarrollo de las
humanidades con el teatro, la música, la literatura, la oratoria, edición y
publicación de obras, el deporte y más. Aunque te cimbraste de emoción
al remembrar que él visualizó la importancia de la difusión de los
símbolos históricos de la UAEM.
Hubo momentos en que te miraba y se inspiraba para dejar plasmado las
actividades sustanciosas de la Difusión Cultural y Extensión en la nueva
Ley de la Universidad Autónoma del Estado de México del 27 de febrero
de 1992 que el Rectorado del maestro en ciencias Efrén Rojas Dávila
realizó. Quedó en el artículo 16, en síntesis dice que la difusión cultural y
extensión universitaria consistirá en la actividad de la Institución que
relaciona Universidad y sociedad, y pone a disposición de ésta el
resultado de su trabajo académico al ser creadora de cultura.
Tanto así fue el ímpetu sociocultural de él en la comunidad universitaria
que te solicita permiso a ti ¡Oh Árbol de la Mora! para ser el emblema de
su Rectorado 1993-1997 de la Máxima Casa de Estudios, la UAEM.
Fue maravilloso para ti ¡Oh Árbol de la Mora”, saber la inmediatez de
recibir atención a todas tus necesidades básicas y de crearse tus hijos
en laboratorio de cultivo de tejidos vegetales de la Facultad de Ciencias
Agrícolas, con la custodia del ingeniero agrónomo Francisco Escobedo
González. Cada uno de ellos formó parte del patrimonio natural y cultural
de cada espacio universitario de la UAEM.
Te cuestionabas qué voy a hacer con todos ellos. Sencillo voy a activar
la memoria genética de su ácido desoxirribonucléico (ADN) de todos los
símbolos históricos y recuerdos inolvidables del Beaterio Decimonónico,
llamado Casona de los 100 arcos o Edificio de Rectoría en siglo XX. Así
serán el patrimonio cultural y de identidad de los universitarios de los
espacios en la entidad mexiquense. Que formidable te dijiste al ver la
oportunidad de que te conocieran a igual que el árbol de encina, de laurel
y de olivo; sus ramas son elementos sustanciosos de la bandera de
México.
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Expresas júbilo al escuchar la lectura de la sección Identidad Institucional
del Plan General de Desarrollo de la UAEM 1993-1997. Dice “Se
constituirá y fortalecerá la identidad institucional como fuente de
postulados, valores y creencias que orienten y conduzcan la vida
institucional que se llevará a cabo con compromisos tales como promover
y rescatar los hechos históricos, las tradiciones y el anecdotario;
preservar, rescatar y divulgar tanto los valores universitarios, como la
filosofía y postulados de la Universidad Pública Mexicana”.
Después elevas tus ramas para escuchar la creación de la figura del
“Colegio de Cronistas UAEM” del rector ingeniero Uriel Galicia
Hernández, en 1998. Es conformado por el cronista de cada uno de los
espacios universitarios, un total de 45. Y es el órgano colegiado como
principal promotor de la identidad institucional universitaria que va a
coordinar el director de Identidad Universitaria, perteneciente a la
Secretaría de Rectoría.
Entonces ¡Oh Árbol de la Mora con tus hijos! te repites el pensamiento
escuchado de tu alumno institutense decimonónico, 1887, Margarito
González: Institutenses soldados de Minerva, hoy recibís, a semejanza
de nuestros libertadores, la nueva sacrosanta insignia, que significando
la Patria, la Ciencia y el Trabajo, será el pendón bajo cuya equidad
combatiréis con tesón los innumerables obstáculos que suelen
presentarse en la investigación de la verdad.
Ahora sí a cultivar el principio de las pertenencias socioculturales y
políticas de la UAEM, dices Árbol de la Mora con tus hijos al Colegio de
Cronistas. Inicia con participar en el Reglamento del Escudo, Lema,
Himno, Símbolos e Imagen Institucional de la UAEM. Así recibe la
aprobación del H. Consejo Universitario con el decreto de su sesión
extraordinaria del 30 de mayo de 2006 y es publicada en el órgano oficial
Gaceta Universitaria.
¡Oh Árbol de la Mora con tus hijos! Continuamente refrescas tu memoria
para grabar los innumerables hechos relevantes e históricos de todas tus
casas de estudio, plasmados como crónicas de obras editadas en
imprenta, digital y en la página web principal de la UAEM. También, la
sesión ordinaria mensual o extraordinaria del Colegio de Cronistas
llevada a cabo en alguno de tus espacios universitarios, son 192 sesiones
de 1998 a agosto de 2014.
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Pero tus raíces y las de tus hijos se engrandecen al escuchar cimbrarse
año con año tu sala “Ignacio Manuel Altamirano” y tu Aula Magna “Adolfo
López Mateos” con la palabra de tus concursantes universitarios de
oratoria. Asimismo con los concursos del conocimiento de símbolos y
valores, conferencias, mesas redondas, realizados en los planteles de tu
Escuela Preparatoria, Organismos Académicos, Centros Universitarios,
Unidades Académicas Profesionales, Centros Académicos, Centros de
Investigación e Institutos.
En siglo XXI aprendiste Árbol de la Mora con tus hijos mucho de la
Identidad Universitaria transmitida con los medios de comunicación
modernos, tales como grabaciones audio de cronistas para radio
Universidad 99.7 y entrevistas digitales, conferencias y eventos del
Colegio de Cronistas a larga distancia.
Tu memoria grandiosa no se olvida del año 2005 porque el doctor en
administración pública José Martínez Vilchis, Rector UAEM, recibe la
invitación del presidente de la Asociación Mexiquense de Cronistas
Municipales, A.C. (AMECRON) y de la Asociación Nacional de Crónicas
de Ciudades Mexicanas, A.C. (ANACCIM), el abogado Justino Antonio
Mondragón, para participar el Colegio de Cronistas en el XXVIII Congreso
de la ANACCIM, del 27 al 30 de julio, en varias ciudades municipales del
Estado de México.
A partir de ese año siempre participa la UAEMex en los Congresos de la
ANACCIM a través de las crónicas de integrantes del Colegio de
Cronistas. Tal es tu conmoción, Árbol de la Mora con tus hijos, al
enterarte que la UAEMex recibe premios anualmente de esta asociación
civil mexicana.
A igual que todo árbol ícono, tú Árbol de la Mora y tus hijos en el siglo
XXI tu comunidad universitaria los reconoce. Sabe que sus raíces son
percepción del hondo sentido de la Tierra, o sea, el Alma Mater de tu
UAEM. Pensamiento de un seguidor de Federico Nietzche escuchado en
tu Aula Magna.
El persa Zaratustra dijo “¡Yo os muestro al superhombre! El superhombre
es el sentido de la Tierra. Que vuestra voluntad ordene, ¡que el
superhombre sea el sentido de la Tierra!. Surgimos de la Tierra,
regresamos a ella y le pertenecemos.
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Un superhombre institutense dijo “Esta Universidad va a vivir mucho.
Hagamos votos porque sea vigorosa y fuerte, que no la manche la
torpeza, que sea blanca y cándida y que todos sus hijos expresemos
Salve, Madre, eres Nuestra. Fue tu Director del ICLA 1944-1946, don
Adolfo López Mateos.
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“2014, 70 Aniversario de la Autonomía ICLA-UAEM”
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