Predicando el evangelio sin autoexaltacion

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Predicando el evangelio sin
Auto Exaltación
1 Corintios 1:10-17
¿Cuales son las Razones?
c
reo que uno de los pecados en el cual muchos podemos caer, sino es que ya hemos
caído y que además es rotundamente desaprobado por Dios, es la exaltación
personal. Hubo un hombre que cuando hablo al pueblo, la gente le gritaba: “¡voz de
Dios, y no de hombres!” Al poco tiempo murió “Por cuanto no dio la gloria a Dios”
(Hechos 12:20-23) El diccionario define la exaltación como: “Alabanza excesiva,
generalmente de una persona o de sus cualidades, Elevar a alguien o algo a gran auge o
dignidad” Pero aquí estamos hablando de una exaltación personal, algo que tu haces. Cosa
reprobada por Dios. Pablo dice que algunos predican el evangelio de una manera negativa,
“por envidia o por contienda no sinceramente”. (Filipenses 1:15-17) Yo me atrevo a decir
que algunos predican el evangelio por vanagloria, por una exaltación personal. Pero la
iglesia que Cristo edifico debe predicar el evangelio sin exaltación personal.
No solo lo hace, sino que debe hacerlo. Pero, ¿Por qué?
I). Porque Cristo fue quien murió.
A. El sacrifico fue de Cristo.
Si alguien merece toda la gloria y toda la honra es Jesús, quien fue el que se
sacrifico por nosotros. Nosotros no creamos la salvación solo la aceptamos. Nosotros
no damos la salvación solo la predicamos. Nosotros no condicionamos la salvación,
Cristo es el que murió. Jesús es el autor y consumador de la salvación a través de
sus propia sangre. El fue el que se sacrifico. Pablo escribió con razón: “Quiero
decir, que cada uno de vosotros dice: Yo soy de Pablo; y yo de Apolos; y yo
de Cefas; y yo de Cristo. 13 ¿Acaso está dividido Cristo? ¿Fue crucificado
Pablo por vosotros? ¿O fuisteis bautizados en el nombre de Pablo?” (1
Corintios 1:12-13) Pablo les deja en claro que todos fuimos redimidos de la misma
manera, por la crucifixión. Y por la misma persona, Jesucristo.
Ni el más grande siervo de Dios y el más sencillo han muerto para rescatar un alma
del pecado solo Jesús.
B. El sacrificio de Cristo es incomparable.
La iglesia de Cristo ha tenido muchos hombres y mujeres que a través de la historia
murieron por predicar a de Cristo. Solo por mencionar algunos:
1. Esteban. Evangelista y miembro de la iglesia de Cristo en Jerusalén. Muerto
a pedradas en la misma ciudad a manos de los judíos. Hechos 7:59-60
2. Jacobo hijo de Zebedeo. Apóstol de Cristo decapitado en Jerusalén por
mandato del rey Agripa. Hechos 12:1-2
3. Pedro. Apóstol de Cristo crucificado con la cabeza hacia abajo por mandato
del emperador. Juan 21:15-19
4. Pablo. Apóstol de Cristo y predicador a los gentiles, decapitado en Roma a
manos de las autoridades romanas. 2 Timoteo 4:6-8
Estos solo son algunos casos pero hay muchos mas. Pero la diferencia entre
la muerte de ellos y la muerte de Cristo es:
a) Ellos murieron por la causa de Cristo. Pero Cristo murió no por nuestra
causa, porque no teníamos ninguna, sino por nuestra condición.
b) Ellos murieron por su fe en Cristo. Pero Cristo murió no por su fe en
nosotros, sino por su amor a nosotros.
c) Ellos murieron por ser cristianos. Pero Cristo murió para hacer
cristianos.
No debemos pues de exaltarnos a nosotros mismos cuando
predicamos porque el que murió fue Jesús.
II). Porque los predicadores antiguos no lo hicieron.
“Pues si anuncio el evangelio, no tengo por qué gloriarme; porque me es impuesta
necesidad; y ¡ay de mí si no anunciare el evangelio!” (1 Corintios 9:16)
A. Nunca usaron nombres especiales.
De los 9 escritores del Nuevo testamento ninguno se identifico con nombres
especiales o títulos que no les correspondían. Nunca como el reverendo, el ungido, o
el arzobispo. De hecho algunos ni siquiera se identificaron. Solo para que la
atención fuese puesta en el mensaje. El que era apóstol se identificaba como tal y
los que no eran, solo se identificaron como siervos.
Me llama la atención de 2 escritores del Nuevo Testamento, que si alguien tenia de
que gloriarse eran ellos y no lo hicieron. Ambos eran hermanos de Jesús, Santiago y
Judas. Pero ninguno de los 2 se presento como tal, sino solo como siervos. Bueno,
solo Judas que se presento como hermano de Santiago. ¿Por qué no lo hicieron?
Porque ellos sabían su propia condición, ellos eran siervos. Cuando nos exaltamos a
nosotros mismos es porque hemos olvidado nuestra propia condición. Cosa que no
debería de pasar.
B. Nunca se auto nombraron cabezas de algún movimiento religioso.
Pablo escribiendo a los corintios dice: “Porque he sido informado acerca de
vosotros, hermanos míos, por los de Cloé, que hay entre vosotros
contiendas.12 Quiero decir, que cada uno de vosotros dice: Yo soy de Pablo;
y yo de Apolos; y yo de Cefas; y yo de Cristo”(1 Corintios 1:11-12) Cuando ellos
decían “yo soy de” significaba, “yo pertenezco a”. “Yo soy de los de” Cuando Pablo
dice que fue “informado por los de Cloé”, significa que estos predicadores no tenían
conocimiento que los corintios los habían hecho cabezas de sus partidos. En
realidad ni Pablo, ni Apolos, ni Cefas, ni usted, ni yo podemos ser cabezas. Tenemos
cabezas físicas pero no podemos ser cabezas porque simplemente no tenemos
cuerpo. El único que tiene cuerpo es Cristo y ese cuerpo es la iglesia. (Efesios 5:23)
La cabeza de la iglesia no se encuentra en Utah, o en Roma, o en Nueva York, o
España ni siquiera en México, sino en el cielo a la diestra de Dios. Así que, ¿De que
exaltarnos? Los predicadores antiguos no lo hicieron nosotros tampoco debemos
hacerlo.
III). Porque somos simplemente medios.
A. Se ve en que somos enviados de Cristo.
Pablo dijo: “Pues no me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el evangelio…”
(1 Corintios 1:17) No nos representamos a nosotros mismos sino, aquel que nos
envió. Predicar el evangelio es uno de los deberes fundamentales para todo cristiano
que ha nacido de nuevo. Pues Cristo nos ha enviado a ello. ¿Qué es un enviado?
Simplemente eso, un enviado. Un medio para lograr un determinado fin. En este
caso predicar el evangelio. Nosotros somos los pregoneros, pero Cristo es el Rey.
Nosotros somos los mensajeros, pero Cristo es el Mensaje. Nosotros somos la
trompeta, pero Cristo es el que da el sonido. Debemos estar conscientes que somos
solo medios de Dios. Nada más ni nada menos.
B. Se ve en que somos servidores de Dios.
Pablo bien dijo: “¿Qué, pues, es Pablo, y qué es Apolos? Servidores por
medio de los cuales habéis creído; y eso según lo que a cada uno concedió el
Señor. 6 Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios. 7 Así
que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento”
(1 Corintios 3:5-7) Dios es el amo, nosotros su siervos. Dios manda y nosotros
obedecemos. Dios dice y nosotros actuamos. Jesús dijo: “El discípulo no es más
que su maestro, ni el siervo más que su señor”. (Mateo 10:24) Entonces, ¿Por
qué la altivez, la arrogancia, la vanagloria o la exaltación personal? Recodemos que
solo somos siervos. Con corbata y saco pero siervos.
C. Se ve en que somos contenedores del evangelio.
Pablo bien dijo. “Pero tenemos este tesoro (El evangelio) en vasos de barro, (O
sea en nosotros) para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de
nosotros…” (2 Corintios 4:7) Eso es lo que somos, vasijas hechas de arcilla cocida.
Utensilios débiles, frágiles, humildes, de poca duración y de poco valor. Así es el
vaso humano en contraste con el tesoro depositado. Sin embargo, Dios quiso que
nosotros fuéramos el recipiente, los contenedores del mayor mensaje jamás dado, el
mensaje de salvación. Así que si somos algo no lo somos por nosotros mismos, sino
por lo que Dios ha depositado en mí.
IV). Porque es el evangelio el poder de Dios.
“Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a
todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego”. (Romanos 1:16)
A. El evangelio es el que convence.
Jesús ya había anunciado que cuando viniera el Espíritu Santo convencería “al
mundo de pecado, de justicia y de juicio” (Juan 16:8) Pero, ¿Como lo haría? A
través de la predicación de la Palabra. Solo así fue convencidos los judíos en el día
del pentecostés, con la predicación de la Palabra de Dios que Pedro predico. El
texto dice: “Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los
otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?” (Hechos 2:37) Solo al oír
la palabra de Dios fueron convencidos. No les convenció las experiencias o
testimonios de Pedro. Sino la Palabra de Dios. A veces las congregaciones saben
más de la vida del predicador que de la Palabra de Dios. Vida, que ha sido
evidenciada en sus propias predicaciones. Lo que convence a la gente no es lo que
hemos vivido nosotros sino lo que ha hecho Cristo.
B. El evangelio es el que convierte.
Pablo bien dijo: “Pues no me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el
evangelio; no con sabiduría de palabras, para que no se haga vana la cruz de
Cristo. (1 Corintios 1:17) Note que Pablo no dice: “con palabras de sabiduría”, sino
“con sabiduría de palabras”. Cosa que es muy diferente.
1. Predicar “con sabiduría de palabras” era: Utilizar los métodos de oratoria de
los maestros griegos, La retorica griega que le exigía al orador que
presentara con destreza los argumentos filosóficos a favor de algún punto de
vista particular.
2. Pero predicar “con palabras de sabiduría” era predicar el mensaje que viene
del cielo. Las palabras que salen de la boca de Dios.
Este tipo de predicaciones no producían alabanzas a Pablo pero eso a el no le
importaba. Cuando el siervo de Dios trata de adornar el mensaje de Dios con
sabiduría humana, para lograr conmover a la gente a la conversión, lo que esta
haciendo es quitar la vista de la gente en Dios para que lo miren a el. Es hacer que el
evangelio perdiera su efecto en las vidas de las personas.
Es muy triste oír o ver predicadores en los pulpitos en las iglesias que sean
convertidos en hombres espectáculos. Sean convertido en predicadores de
entretenimiento, los ojos de la gente están sobre ellos y no sobre el mensaje.
Supuestamente predican la Palabra de Dios cosa que en realidad falta en sus
exposiciones. Recordemos que el poder de conversión esta en el evangelio no en
nosotros.
C. El evangelio es el que salva.
Todavía esta vigente ese maravilloso poder de Dios para salvar a la gente. No ha
perdido su fuerza a través de los tiempos. Sigue siendo tan poderoso el día de hoy
como lo fue en el primer siglo. En realidad no hay otro. No hay sustitutos ni
remplazos. Solo el evangelio es el único poder de Dios para salvar a la gente.
Muchas veces tratamos de salvar a la gente con nuestros propios medios
creyéndonos más sabios que Dios. Lo hacemos con cantos espirituales o coros, es
decir, con “conciertos cristianos” con ropa o comida, con una casa, e incluso hasta
con dinero. Pero lo sustitutos no tienen efectividad, porque no son el medio para
salvarlos. El hombre tiene que ser atraído, convencido, convertido y salvado por el
único poder de Dios que existe: El evangelio.
Conclusión
Hemos visto que debemos predicar el evangelio sin exaltación personal. Porque
Jesús fue el que murió. Porque los predicadores antiguos no lo hicieron. Porque
somos simplemente medios. Y porque el del poder es el evangelio. ¿De que manera
estamos predicamos? No basta con predicar lo correcto, sino hay que predicar de la
manera correcta. ¿Lo esta haciendo usted? Si lo esta haciendo, lo felicito por eso.
Pero si no, lo invitamos a que reflexione sobre su condición y le de lugar a Cristo.
Porque: “Dios resiste a los soberbios, Y da gracia a los humildes”. Así que la
invitación para todos son las palabras de Pedro: “Humillaos, pues, bajo la
poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo…” (1 Pedro
5:5-6)
Juan Ramón Chávez Torres
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