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A
arte
tras la máscara
Texto por ANDRÉS PUCH
CARLOS FRANCO ES UN REFERENTE DE LA PINTURA ESPAÑOLA DE LAS DOS ÚLTIMAS
DÉCADAS. ARTISTA EN CONTINUA EVOLUCIÓN, SU OBRA ES UNA BÚSQUEDA ENTRE
BANQUETES, HARENES Y PAISAJES DE LOS RESORTES MÁGICOS E INCONSCIENTES DE
LA REALIDAD HUMANA. LA “MASCARA” QUE OCULTA LA RAZÓN DEL MITO SIEMPRE “A
LA MANERA” DE LOS GRANDES MAESTROS. MARLBOROUGMT PRESENTA EN MADRID
SU OBRA MÁS RECIENTE.
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A
rtista autodidacta, Carlos Franco pertenece a
una generación de pintores, junto a Carlos
Alcolea, Rafael Pérez Minués, Guillermo Pérez
Villalta y Luciano Martín, con Luis Gordillo y
Juan Antonio Aguirre como precursores, que en
el marco de la denominada “Nueva Figuración
Madrileña” se alejó de los esquemas informalistas que habían dominado la escena artística
de los sesenta con el grupo “El Paso” y sus
secuelas, reivindicando el “viejo oficio de la
pintura” y el “caballete”. Estos pintores renovaron el panorama de los setenta al introducir las
corrientes frescas del “pop art” británico, influyendo decisivamente en el desarrollo del arte
de los años ochenta.
La obra de Carlos Franco no se puede encasillar
fácilmente, y aunque comparte rasgos comunes
con los pintores de su generación, tiene unas
notas personales de gran originalidad, manteniendo un diálogo fluido entre abstracción y
figuración con una abierta tendencia a introducir elementos surrealistas. Su interés por la mitología, la magia, las culturas primitivas y el psicoanálisis hacen que su obra evolucione continuamente, explorando temáticas y técnicas con
elasticidad, desde el uso de pinturas fluorescentes a las posibilidades de la tecnología digital. El
recorrido que inició en sus primeras exposiciones,
Pamplona 1971, Madrid 1972, ha sido extraordinario y jalonan un viaje en el que el artista ha
mantenido una búsqueda de un sentido mágico
de la realidad, cargada de elementos simbólicos
de la mitología clásica y las culturas primitivas. El
interés por los clásicos grecolatinos se materializa en la una edición ilustrada de la Eneida de
Virgilio en 1988, obras como “Isquia presintiendo a Diana”, “Dionisios despejándose de la tiara”
o “El mandado de Venus”, y sobre todo en su obra
más importante hasta el momento, la fachada de
la “Casa de la Panadería” de la Plaza Real de
Madrid. Un fantástico telón, en el que conviven
tritones y cariátides con un embozado goyesco.
Maridaje entre pasado y presente, entre arquitecturas imperiales y el Madrid cosmopolita de
finales del siglo XX.
Dentro de su heterogénea obra destaca una
interesante producción que se agrupa en torno
a tres temáticas, el Harem, los paisajes y el banquete, en las que agudiza el sentido alegórico y
“manierista”, que le permite unir artistas tan
diversos como el Greco, Picasso, Rubens, Bacon,
o Dufy, de su pintura. El Harem representa un
espacio irracional y sensual, ya desvelado por
Ingrés, en el que reflexiona sobre el egoísmo del
deseo y la mirada en obras como “Fuego
Externo del Harem” o “Noche de Luna en el
Harem”. Su interpretación del paisaje esta ligada a los espacios abiertos, y a la experiencia
personal de un grave accidente que le mantuvo
postrado en una habitación, el paisaje que vislumbraba a través de la ventana es para Carlos
Franco la libertad, un espacio físico y emocional libre de las cadenas de la inmovilidad. En
arte
estos paisajes la pincelada cobra gran importancia y aplica, ampliando ese horizonte de
libertad, nuevas tecnologías para reproducir
digitalmente las imágenes. Sus series ayudarán
a revalorizar este género desahuciado y desterrado por las vanguardias. El banquete, también
es un genero que cuenta con importantes antecedentes, sirva recordar “Las Bodas de Canna”
de Verones, “Almuerzo Campestre” de Manet, o
“La Última Cena” de Leonardo. Carlos Franco
profundiza en el carácter ritual del banquete
que une lo divino y lo humano en la comunión
cristiana o en los ritos de las culturas, representando la comida como ofrenda, como comprobamos en “La Cena de Pascua”, “Cena bajo los
cocos” o “Cena de difuntos”, entre otras.
En su obra más reciente la fusión de elementos y
culturas, de estilos y técnicas, de abstracción y
figuración, enriquecen su pintura que gira en
torno a su concepto de “mesticismo”, propuesta
en la que reclama la fusión de lo profano y lo
sagrado, y reconoce el aporte e influencia en el
arte occidental de las artes primitivas. Brasil, país
que ya visitó en 1981 para participar en la Bienal
de Sao Paulo, y especialmente Bahía es el lugar
que representa para Carlos Franco este “mesticismo” donde la magia, el erotismo y el misticismo dominan los rituales poblados de ritmos africano y los sonidos del candoble como se observa
en el cuaderno de serigrafías “Aratabá-becum”.
SU INTERPRETACIÓN
DEL PAISAJE
ESTÁ LIGADA
A LOS ESPACIOS
ABIERTOS Y A
LA EXPERIENCIA
PERSONAL DE
UN GRAVE
ACCIDENTE QUE
LE MANTUVO
POSTRADO EN
UNA HABITACIÓN
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