La ciencia lo avala: reírse mejora la salud

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PSICOLOGÍA
LA RISA
La ciencia lo avala:
reírse mejora la salud
LAS CARCAJADAS PROVOCAN EFECTOS POSITIVOS,
TANTO FÍSICOS COMO PSICOLÓGICOS, Y SON UN HÁBITO
SALUDABLE QUE CONVIENE PONER EN PRÁCTICA CADA DÍA
Umberto Eco urdió toda una trama policíaca entre los muros de una abadía
en la Alta Edad Media para exponer el
poder de la risa. En ‘El nombre de la rosa’ se suceden incluso crímenes para
ocultar al pueblo la defensa que supuestamente hiciera Aristóteles sobre
la bondad de las carcajadas. Esto es,
por supuesto, ficción, pero no está
exenta de realidad, ya que hubo tiempos y lugares –aún los hay– en los que
lo sensato y maduro era permanecer
serio, taciturno, incluso hosco. La risa
y un buen humor frecuente se asociaban a la frivolidad y la inmadurez.
Afortunadamente, las investigaciones,
como aquella que imaginara el escritor
y semiólogo italiano, han avalado algo
que la sabiduría popular intuía y hoy la
ciencia demuestra: reír es saludable.
La risa está localizada en la zona
prefrontal de la corteza cerebral,
la parte más evolucionada del
cerebro. En esta zona, según
los expertos, reside la creatividad, la capacidad
para pensar en el futuro y la moral. Sin
embargo, conforme cumplimos
años y se nos
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supone más sabios, perdemos la espontaneidad de dejarnos llevar por la risa,
de buscar la carcajada o de encontrar la
parte cómica a las situaciones. Por eso,
hay veces que conviene aprender a reír,
o a recordar cómo se reía.
La risa como terapia
Sigmund Freud atribuyó a las carcajadas el poder de liberar al organismo
de energía negativa. Esta capacidad
fue científicamente demostrada cuando se descubrió que el córtex cerebral
libera impulsos eléctricos negativos un
segundo después de comenzar a reír.
En lógica relación con esta evidencia,
en los últimos lustros se ha afianzado
la risa como terapia.
Cuando reímos, el cerebro emite una
información necesaria para activar la
segregación de endorfinas, específicamente las encefalinas. Estas sustancias, que poseen unas propiedades
similares a las de la morfina, tienen la
capacidad de aliviar el dolor, e incluso
de enviar mensajes desde el cerebro
hasta los linfocitos y otras células para
combatir los virus y las bacterias. Las
endorfinas desempeñan también otras
funciones entre las que destaca su papel esencial en el equilibrio entre el to-
PAUTAS PARA PODER REÍR
En algunos casos contados
habrá que acudir a centros
en los que se practique la
risa y el buen humor como
método terapéutico, pero lo
habitual será autoadministrarse la risa buscando
ocasiones para ello.
■ Lo primero es trabajar
■ Intentar encontrar
la actitud ante la vida:
con una sonrisa.
cada vez nuevas
posibilidades y no
amargarse con los
problemas.
■ Esforzarse en ver
siempre la “botella
medio llena y no
medio vacía”.
■ Evitar esa actitud de
“tener un problema
para cada solución”.
■ Leer libros de humor.
■ Ver películas y obras
de teatro cómicas.
■ Intentar reírse de
uno mismo en la
intimidad. Hacerlo en
sociedad es ya para
niveles avanzados.
PSICOLOGÍA
Una de las líneas de trabajo en algunos centros de psicoterapia es la risoterapia, que consiste en estimular la
producción de distintas hormonas que
genera el propio organismo con ejercicios y juegos grupales. Su cometido es
el de potenciar el sistema inmunitario
en general y facilitar la superación de
diferentes bloqueos. Se utilizan técnicas que ayudan a liberar las tensiones
del cuerpo y así poder llegar a la carcajada, como la expresión corporal, el
juego, la danza y ejercicios de respiración o masajes. Se trata de lograr reír
de una manera natural y sana, de que
las carcajadas salgan de lo visceral e
irracional, como en los niños. En el
fondo, a lo que se aprende es a orientar
la percepción de las situaciones para
que al verse en ella nos riamos, con
nosotros mismos y con los demás.
Reírse es una función biológica necesaria para mantener el bienestar físico y mental. Es una forma excelente
para lograr la relajación, abrir nuestra
capacidad de sentir y de amar.
■ Frecuentar
programas de TV que
fomentan la risa,
sobre todo cuando
es un buen humor
que no se hace a
costa de nadie.
El buen humor no
tiene por qué ser
cáustico o
destructivo, aunque
como muchos
manjares pueda
picar un poco.
Efectos psicológicos
de la risa
• Ejercicio: con cada carcajada se ponen
en marcha cerca de 400 músculos, incluidos algunos del estómago que sólo se
pueden ejercitar con la risa.
• Elimina el estrés: se producen ciertas
hormonas (endorfinas y adrenalina) que
elevan el tono vital y nos hacen sentir
más despiertos.
• Limpieza: se lubrican y limpian los ojos
con lágrimas. La carcajada hace vibrar la
cabeza y se despeja la nariz y el oído. Además, elimina las toxinas, porque con el
movimiento el diafragma produce un masaje interno que facilita la digestión y ayuda a reducir los ácidos grasos y las
sustancias tóxicas.
• Alivia la depresión: nos hace ser más
receptivos y ver el lado positivo de las
cosas.
• Oxigenación: entra el doble de aire en los
pulmones, dejando que la piel se oxigene
más.
• Analgésico: durante el acto de reír se liberan endorfinas, los sedantes naturales
del cerebro, similares a la morfina. Por
eso, cinco o seis minutos de risa continua
actúan como un analgésico. De ahí que se
utilice para terapias de convalecencia
que requieren una movilización rápida del
sistema inmunológico.
• Previene el infarto: el masaje interno que
producen los espasmos del diafragma alcanza también a los pulmones y al corazón, fortaleciéndolos.
• Proceso de regresión: puede generar
un retroceso a un nivel anterior de funcionamiento mental o emocional, generalmente como un mecanismo para
aliviar una realidad que se percibe como dolorosa o negativa.
• Exteriorización: a través de la risa las
personas exteriorizan emociones y sentimientos. A veces es percibida como una
energía que urge por ser liberada, sobre
todo cuando necesitamos reír y la situación social no lo permite.
También debemos hacer hincapié en
los factores sociales de la risa, como su
carácter contagioso, la salvación de
situaciones socialmente incómodas y
el poder comunicativo del humor. Éstos
revisten una importancia terapéutica
especial ante disfunciones de tipo social.
• Facilita el sueño: las carcajadas generan
una sana fatiga que elimina el insomnio.
REIRSE ES UNA FUNCIÓN
BIOLÓGICA NECESARIA
PARA MANTENER EL
BIENESTAR FÍSICO
Y MENTAL
25
NOVIEMBRE 2005 ¬
no vital y la depresión. De ellas depende
algo tan sencillo como estar bien o estar mal. Como se puede comprobar,
aprender a reír es algo más importante
de lo que parece a simple vista.
Efectos físicos
de la risa
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El humor cambia el cerebro
Efe (9 de abril de 2013).- El sentido del humor no solo nos alegra la existencia y hace más
llevaderas las adversidades, sino que a largo plazo termina modificando nuestro cerebro de
forma positiva, además de convertirse en un eficaz recurso para fortalecer el corazón y
protegernos de algunas enfermedades, según recientes estudios científicos.
Es lo que afirma la catedrática de Bioquímica y Biología molecular Natalia López Moratalla,
de la Universidad de Navarra, UNAV, que en una conferencia sobre Humor y cerebro feliz,
señala que el sentido humorístico responde a un mecanismo cerebral “precioso”, que está
siendo investigado por la neurociencia y se origina en un región llamada “central de detección
de errores”.
Al detectar el error, el cerebro obtiene una “recompensa” a través de la liberación de
dopamina, una hormona que genera una sensación de regocijo que se termina
somatizando en una carcajada que, a su vez, fortalece el corazón y genera respuestas
somáticas (corporales) saludables, ha indicado la catedrática de la UNAV.
Según López Moratalla, el mecanismo cerebral del humor es muy complejo e innato en
el ser humano y “se expresa de igual forma en todas las culturas, en todas las edades. La
risa significa alegría y felicidad universalmente y en todas las épocas”.
No obstante existen algunas diferencias entre el sentido del humor de hombres y
mujeres, ya que la parte cognitiva del mismo es igual, pero no la parte emocional, según
indica esta experta.
También hay algunas diferencias entre los adolescentes y los adultos, ya que los
primeros “tienen muy poco sentido del humor”, porque captar lo ilógico y lo absurdo
“requiere un trabajo de parte del lóbulo frontal que, justamente, madura muy tarde”.
Además, dado que el sentido del humor necesita una buena gestión de las emociones y
los adolescentes tienden a procesarlas de forma desproporcionada porque “esperan
muchísima recompensa de cosas que no son para tanto”, los jóvenes en general tienen
menos sentido del humor”.
La risa es “convivencia” porque “las personas que nos hacen reír nos hacen felices, no
tanto porque nos hacen pasar un buen rato, sino porque cuando nos reímos, aunque las
cosas estén muy negras, todo se relativiza un poco y eso fortalece mucho el cuerpo
también”, ha destacado la catedrática de la UNAV.
“La risa y el buen humor son biológicamente útiles”, según un informe de la UNAV que
recoge las investigaciones del profesor británico Richard Wiseman y su Laboratorio
de la Risa, así como estudios coordinados por López Moratalla, junto con Carlos
Bernar y Enrique Sueiro, especialistas en Comunicación Audiovisual y Biomédica,
respectivamente.
Según López, Bernar y Sueiro, “por eso los científicos recomiendan reírse, al menos, 15
minutos al día. Cuando los sentimientos negativos perduran mucho tiempo producen
agotamiento y perjudican al organismo”.
“El humor y la felicidad son genuinamente humanos y se asocian a llevarse bien con
uno mismo y con el entorno. Para ello importan, sobre todo, el sentido de la vida y las
relaciones con los demás. Si uno puede reírse de los impedimentos para ser feliz, es que
los puede superar”, afirman los expertos de la UNAV.
Según estos investigadores, los cambios producidos por la sonrisa ocurren en el nivel
químico del organismo y provocan cierto bienestar físico durante un día. El sistema
inmunológico (defensas orgánicas) también mejora con las sonrisas, las cuales
asimismo pueden ayudar a frenar las enfermedades cardiacas, según este estudio
recogido por la revista electrónica de ciencia Tendencias 21.
Para los expertos de la citada universidad californiana, este efecto saludable se debe a
que sonreír estimula la producción de las beta-endorfinas, unas sustancias que actúan
como neurotransmisores cerebrales y son consideradas como la morfina natural del
organismo, dado su efecto analgésico sobre las respuestas del sistema nervioso al dolor,
además de ayudar a regular el sistema inmunológico.
Al comentar el estudio de centro universitario la Sociedad Fisiológica Americana
(APS) ha señalado que no hay duda de que sonreír sienta bien, pero incluso también
resulta beneficiosa la sensación previa a la sonrisa alegre, por ejemplo cuando nos
disponemos a ver una película que nos gusta. “Ambas sensaciones positivas generan
efectos sorprendentes en el sistema neuroendocrino”, según la APS.
Según el trabajo, dirigido por el investigador Lee Berk, con solo anunciarles que
verían un vídeo de humor, en la sangre de los participantes aumentaba en un 27% la
cantidad de beta-endorfinas y en un 87% otras hormonas relacionadas con el
crecimiento, comparado con otros integrantes del grupo a los que no se les anunciaba
nada. Asimismo, un equipo de cardiólogos del Centro Médico de la Universidad de
Maryland (EE.UU.) ha hallado que tener un sentido del humor activo podría prevenir
enfermedades cardiacas debido a que la sonrisa impacta en la funcionalidad de los vasos
sanguíneos, facilitando la fluidez circulatoria de la sangre.
En un estudio que es el primero de su tipo, otro equipo de la Facultad de Medicina de la
Universidad estadounidense de Stanford, ha comprobado que el humor activa partes
del cerebro relacionadas con la resistencia y el bienestar en los niños.
“El humor es un componente muy importante de la salud emocional, ya que mantiene
las relaciones, desarrolla la función cognitiva e incluso quizás la salud médica”, ha
asegurado el autor principal del estudio, el doctor Allan Reiss, del Centro de
Investigación en Ciencias Interdisciplinarias del Cerebro de Stanford.
La seducción y el sentido del humor
El sentido del humor es uno de los ingredientes más importantes no solo en el éxito con
las mujeres, sino también en la vida en general. El ser humano está irremediablemente
atraído hacia todo lo que es cómico, gracioso y divertido, nada es más mágico que una
buena carcajada, sobre todo cuando comprendemos la inteligencia que se esconde detrás
del humorismo. No es por casualidad que en francés la palabra esprit (espíritu) se utiliza
para expresar a la vez la inteligencia y el sentido del humor. El humorismo es una
especie de arte y es una de las formas más altas de inteligencia humana. De hecho, los
humanos son los únicos seres de esta tierra que son capaces de reír. Se trata de una
experiencia exclusivamente humana. Y es una de las más excitantes.
El reír es sinónimo de alegría, de buen humor, pero sobre todo de felicidad. Cuando
reímos nunca somos infelices aunque con una vida llena de problemas. Hacer reír es,
pues, una forma de distribuir felicidad. ¿Y qué buscan más las mujeres en un hombre,
sino la felicidad? Se dice que cuando hacemos reír a una mujer ya la tenemos la mitad
conquistada. Se podría discutir sobre la validez de esta tesis, sin embargo no es tan
infundada.
Este capítulo se dedica, pues, al sentido del humor y a todas sus implicaciones en la
seducción. Antes de continuar, vamos a hacer una corta digresión sobre la naturaleza del
reír, poniendo bien en claro todos sus matices.
La naturaleza del reír y los mecanismos de la comicidad.- Ante todo, hay
que marcar la diferencia entre risa y reír. La risa es un reflejo, un movimiento de
músculos causado sin intención por el sistema nervioso. La manifestación más básica de
la risa es provocada por las cosquillas. El objetivo de la risa es -hablando
fisiológicamente- de hacer mover el cuerpo, sacudiéndolo para causar la caída de lo que
en el cuerpo causaba esta sensación. A este estadio, la risa es una experiencia que está
en el límite de lo desagradable y en un nivel de reacción animal.
La risotada es una reacción instintiva y es gobernada por la parte más primitiva de
nuestra mente. Como ya hemos dicho, el hombre es el único ser de esta tierra capaz de
reír. Es verdad que la risa es propia también de los monos, pero ellos solo ríen por las
cosquillas o por el efecto del alcohol. En estos animales, la risa no es una emoción. Los
humanos y los monos tienen mecanismos neuromusculares distintos. Solo los
mecanismos humanos permiten la palabra y un grado de inteligencia bastante alto para
que la estructura harmónica de la risotada sea posible con toda la complejidad que
conocemos.
Pero ¿cuáles son los mecanismos exactos de la comicidad? Existen varios, como el
elemento de la sorpresa, la incongruencia, el absurdo, el ridículo, el juego de palabras,
el doble sentido, el equívoco, la exageración, la mímica, la paradoja, la ironía, la
circunstancia, la vulgaridad, la agresividad, el sexo, la contraposición de palabras
asociadas con sentidos diferentes y hasta el cinismo, como la literatura ha ampliamente
demostrado.
Existen también situaciones donde el reírse tiene un sentido solo en un contexto. Por
ejemplo, un grupo de amigos, por el hecho mismo de estar juntos tienen más tendencia a
reírse por eventos o situaciones que en sí no deberían tener características humorísticas,
pero las tienen por las circunstancias del compartir. Claro, todo eso tiene validez solo
para los que forman parte del grupo y no para los que están afuera de este contexto (si
usted está sentado a una mesa y cerca hay un grupo de amigos que ríen ruidosamente,
usted muy probablemente se molestará).
La risotada no tiene solamente un efecto benéfico ya que, aparte de proporcionar
bienestar, libera las tensiones, aumenta las complicidades, disminuye las hostilidades y
aumenta el deseo de compartir y de sentirse bien juntos. Es un poco como el orgasmo
pero menos intenso, menos extenuante y más duradero.
Cada uno de nosotros tiene distintas actitudes frente a la risa. Esto depende sobre todo
del propio nivel intelectual, de las disposiciones personales y del ambiente cultural
donde uno ha crecido. Por ejemplo, las personas más sencillas ríen sobre todo por
cualquier vulgaridad y son a menudo incapaces de coger el sentido de un número más
amplio de estímulos humorísticos, como los chistes complejos o las paradojas.
La importancia del sentido del humor en la seducción.- Una de las
habilidades más importantes que el seductor debería desarrollar -por arriba de su
aspecto, de su peso, de su edad o de sus ingresos económicos, etcétera- es el sentido del
humor. Si usted logra provocar la risa a una mujer, hacerla reír constantemente y hacerla
sentirse bien a través de todo su cuerpo, ella lo adorará. Garantizado. La risa tiene
también un efecto afrodisiaco sobre las mujeres y usted no tiene idea de cómo hace caer
las inhibiciones. La idea mental de que el seductor debería siempre tener presente por
cada contacto con alguna mujer es de ser presumido y divertido, impredecible, sin
tregua. Uno de los sentidos del humor más exitosos consiste en decir cosas chistosas,
pero con un tono de la voz y una expresión facial completamente serios, de estos
humorismos que dejan en la duda, y al mismo tiempo dan a entender que se trata de una
broma. Pero, para aprender realmente a ser divertido, no es suficiente tomar unos
consejos. Es un arte que usted debe desarrollar en el pleno sentido de la palabra, no solo
con la lectura, sino sobre todo con la práctica.
Seducción-rápida.com
Nueve razones para sonreír
EL HUFFINGTON POST | Alicia de la Puente, 3 de octubre de 2014
¿Hay diferencia entre una sonrisa verdadera y una falsa? Pues sí, y la primera es, a todas
luces, mucho mejor. En la sonrisa genuina y espontánea, la expresión es mucho más
simétrica (y más bonita) que en la forzada. Además, la sonrisa verdadera activa una
serie de músculos en la zona de la boca y los ojos de manera inconsciente, algo que la
fingida no provoca.
Este descubrimiento no es nuevo, lo hizo Guillaume Duchenne en el siglo XIX. Desde
entonces, no han dejado de conocerse ventajas de sonreír. Aquí tienes unas cuantas:
1. ES FALSO QUE PRODUCE MÁS ARRUGAS
“No es cierto que quien sonría más tendrá más arrugas que quien no lo haga”, afirma
Gloria Martínez Ayala, psicóloga. Explica que, durante la sonrisa genuina, se contraen
entre 12 y 15 músculos faciales de los ojos y de la boca, por lo que la piel está “más
tonificada” y su aspecto general “es mejor”.
La especialista asegura que, aunque es verdad que al sonreír se generan “arruguitas”
alrededor de los ojos (como las llamadas patas de gallo), no son comparables a las que
provoca, por ejemplo, fruncir el ceño.
2. RELAJA Y DESESTRESA
Según el psicólogo Antoni Martínez, al sonreír nos encontramos “mejor”. Esto ocurre
porque esta expresión facial, entre otras cosas, reduce el cortisol u hormona del estrés.
“Es una especie de válvula que, junto al ejercicio, ayuda a liberar tensiones. Por eso, en
los hospitales cada vez están implantando más técnicas de risoterapia. Disminuye tanto
la ansiedad como el estrés”, apunta Gloria.
3. ABRE LOS CANALES DE COMUNICACIÓN CON LOS DEMÁS
Una de las cualidades más llamativas que tiene la sonrisa es que actúa como pegamento
social. “Abre los canales de comunicación con otras personas y hace que nos sintamos
mucho más cómodos y abiertos”, detalla Antoni.
Cuando sonreímos, continúa, la persona que tenemos enfrente constata que “venimos
con intenciones amistosas” y descarta las pretensiones “ofensivas o negativas”, por lo
que se muestra, también, más sonriente. En este caso, da igual que la sonrisa sea
genuina o no (aunque siempre es mejor que lo sea). “En las charlas, en las reuniones...
se utiliza mucho. Solo hay que fijarse en los comerciales”, expone el psicólogo.
4. NOS HACE MÁS ATRACTIVOS PARA OTR@S
“Además, la gente que sonríe nos resulta más atractiva”, añade Antoni. Gloria incide
también en que “una expresión sonriente siempre se valora a nivel social y cultural”.
Para ella, este gesto tiene el poder de aumentar el aprecio que los demás puedan sentir
hacia alguien, o de mejorar la imagen que tienen de él.
5. SUBE LA AUTOESTIMA
Pero no solo eso. La sonrisa ayuda a que uno mismo se vea mejor. Para comprobarlo,
Antoni propone sonreír frente a un espejo: “Al principio se hace raro, pero pasados uno
o dos minutos, conectamos con nosotros mismos”.
La clave para el psicólogo es que este gesto con uno mismo funciona “igual que sonreír
a otro”, pero con el propio reflejo.
6. AUMENTA LA FELICIDAD Y LA DURACIÓN DE LA VIDA
Esta expresión también genera neurotransmisores como la dopamina, que tienen un
efecto positivo sobre nuestro estado de ánimo, según indica Gloria. La sonrisa libera
endorfinas, las llamadas hormonas de la felicidad. “Cuando sonreímos, el cerebro
interpreta que estás contento y libera sustancias capaces de alegrarte, como demuestra
una gran recopilación de estudios“, justifica Antoni.
En una de estas investigaciones, relata, los participantes “debían sostener” durante un
rato un lápiz con la boca, de forma que se les dibujara una falsa sonrisa. Al terminar, la
mayoría de ellos confirmó que les había mejorado el humor. En el sentido contrario, un
estudio reciente ha demostrado que la gente que se inyecta bótox en las patas de gallo y
pierde la capacidad de sonreír con naturalidad tiene más tendencia a deprimirse.
Además, diversas investigaciones sostienen que el estrés (que se reduce al sonreír)
acorta la vida. “Los que se ríen viven más, son más felices”, defiende Gloria,
apoyándose en un estudio de Psichological Science.
7. CALMA EL DOLOR
Otro de sus efectos más importantes es el “analgésico”, tal como resalta Gloria. “Hay
estudios y ensayos hechos en pacientes con enfermedades crónicas que avalan que el
dolor disminuye con la sonrisa”, explica.
La psicóloga invita a hacer esta prueba: “Imagina que te duele la cabeza a un nivel 8
sobre 10 y, por tanto, no te apetece ver la televisión. Pero hay una película de risa y
decides verla. Si te ríes y echas unas carcajadas, probablemente el dolor baje a 6 o 5 de
10, porque cambias el foco de atención y liberas una serie de sustancias”.
8. ACTIVA LA CIRCULACIÓN Y ELEVA EL RITMO CARDIACO
“Al reír a carcajadas se activan los músculos del cuerpo, como el abdomen o el
costado”, comenta Gloria. Asimismo, afirma que se “agita” el ritmo cardiaco y se
“activa” la circulación.
“Una sesión de 15 minutos de carcajadas podría equivaler a un paseo en bici de ese
tiempo”, detalla.
9. PUEDE LUBRICAR LOS OJOS Y AYUDAR A LA DIGESTIÓN
La risa también puede tener más efectos positivos, siempre vinculados a su
expresividad. “A veces, al reír a carcajadas, lloramos y se lubrican los ojos”, pone como
ejemplo Gloria.
“Algunos expertos dicen que, con el masaje interno que se produce, se ayuda a la
digestión”, agrega la psicóloga.
Para experimentar todos los efectos, Gloria aconseja una sonrisa verdadera. Y recuerda
que, como demostró Duchenne, ambas pueden distinguirse.
La risa verdadera es muy beneficiosa
para nuestra salud mental y física
Europa Press (Madrid, 28 de abril del 2015).- Cuando la risa es verdadera, puede ser
muy beneficiosa para la salud tanto desde el punto de vista mental porque reduce el
estrés, eleva el estado de ánimo y, en general, fomenta el bienestar psicológico, y desde
el punto de vista físico porque reír estimula el sistema inmune, incrementa el umbral del
dolor y es muy saludable porque acelera el ritmo cardiaco y aumenta el aporte de
oxígeno al cerebro.
Según explican desde la Sociedad Española de Neurología (SEN), algunos estudios han
llegado a firmar que las personas risueñas tienen un 40 por ciento menos de problemas
vasculares y que viven 4 años y medio más de media. Por otra parte, diversos estudios
han demostrado que el humor puede ayudar a ser más inteligentes, porque es una forma
de ejercitar el cerebro.
Habitualmente, la risa es considerada un fenómeno biológico normal y saludable. Sin
embargo, la risa en casos excepcionales puede ser debida al síndrome de la risa
patológica, en tal caso es debido al estrés, la ansiedad, la tensión o como consecuencia
una lesión neurológica.
“La risa puede constituir un síntoma indicativo de patología cerebral, sobre todo si se
presenta sin un estímulo específico, no se relaciona con un cambio afectivo o si su
intensidad y duración están fueran de control. Es lo que se conoce como síndrome de la
risa patológica, que también se puede trasformar en llanto o alternar ambos procesos”,
señala el doctor Manuel Arias Gómez, coordinador del Grupo de Estudio de
Humanidades e Historia de la SEN.
Enfermedades como el síndrome de Angelman, esquizofrenia, demencia, pero también
epilepsia, ictus, esclerosis múltiple, ELA, Parkinson o tumores cerebrales, entre otros,
pueden ser causas del síndrome de la risa patológica que puede manifestarse o bien
como un inmotivado sentimiento de regocijo o como una disociación emocional
voluntaria.
Las nuevas técnicas de neuroimagen ha permitido conocer que el procesado del humor
tiene lugar en tres etapas, que implican a varias regiones encefálicas: percepción de la
incongruencia sorpresiva por parte de la región prefrontal dorsolateral y la unión
temporoparietal del hemisferio dominante; activación del circuito de la recompensa y
liberación de dopamina y cese de la desinhibición frontal no dominante que conduce a
la risa.
“Cuando en lugar de la racionalidad cognitiva que nuestro cerebro espera percibir, lo
realmente percibido es una incongruencia, se origina una controversia que, al ser
detectada por el cerebro, éste se auto-recompensa. Y lo hace liberando dopamina, un
neurotransmisor que nos produce sensación placentera. Es decir, el humor está
íntimamente ligado al sistema de la recompensa que también se activa con la comida, el
sexo, las relaciones sociales y en las adicciones”, explica Arias Gómez.
Neurológicamente esto es posible porque los músculos de la cara pueden ser movidos
por dos partes diferentes partes del cerebro. “Por un lado, las áreas motoras del cerebro,
que son capaces de producir gestos conscientes y, por otro, las zonas cerebrales
responsables de las emociones que, en esta ocasión de forma involuntaria, también
conectan con los músculos de la cara para producir expresiones que reflejan una
emoción”, añade el coordinador del Grupo de Estudio de Neurogeriatría de la SEN, el
doctor Marcos Llanero Luque.
Por otra parte, el humor está íntimamente ligado al desarrollo cognitivo; por eso, las
personas de edades distintas se ríen de cosas distintas. “También está relacionado con la
época y la cultura en la que vivamos y, por supuesto, con el carácter de cada individuo
en particular. Además, las técnicas de neuroimagen también han visto que hombre y
mujeres tienen distintas formas de procesar el sentido del humor”, afirma.
Como curiosidad, las mujeres se ríen más y disfrutan más del humor porque la risa
activa más en ellas dos áreas concretas del cerebro: las del lenguaje y las de memoria a
corto plazo que, a su vez, tiene que ver con la forma en la que se gestionan las
emociones; la inteligencia fluida y la capacidad creativa son capacidades que nos
ayudan a tener un mayor sentido del humor; y los bebés comienzan a esbozar sonrisas a
las cinco semanas de vida.
Introducción
El chiste ha muerto. Incluso tuvo una necrológica, escrita por
Warren St. John y publicada en el New York Times el 22 de mayo de
2005. «El chiste tuvo una muerte solitaria», escribió St. John. «No
asistió ningún allegado».
El escenario, tal como lo denominan los poetas de salón, fue
una noche oscura y tormentosa. La ciudad de Nueva York estaba
siendo asolada por casi diez centímetros de nieve, con unas ráfagas
de viento que superaban los ciento veinte kilómetros por hora y
temperaturas muy por debajo de cero. La ciudad todavía se estaba
recuperando de una ventisca aún más intensa de apenas dos sema­
nas atrás, y el alcalde Robert Wagner se había visto obligado a de­
clarar el estado de emergencia. Hasta que no aclaró y las máquinas
quitanieve acabaron de verter la nieve en el East River, todas las
tiendas de Nueva York permanecieron cerradas. Al mismo tiempo,
un joven cómico llamado Lenny Bruce esperaba en un hotel de la
calle Oeste 47, preguntándose si alguien podría superar esas terri­
bles condiciones meteorológicas e ir a ver su espectáculo. No se
permitía el tráico rodado, por lo que pocas eran las opciones de
ir al centro a ver a un humorista.
La medianoche del 4 de febrero de 1961 fue el comienzo de la
prolongada muerte del chiste tradicional. Al inal de esta noche,
la carrera de Bruce, y también el destino del humor profesional,
no volverían a ser los mismos.
Bruce ya se había ganado reconocimiento con sus actuaciones
de humorista de club, con sus punzantes comentarios sobre la raza,
11
Ja
la religión y la hipocresía sexual. No contaba chistes, y a mucha
gente sus historias no le divertían especialmente. Más bien resulta­
ban escandalosas, parecían menos un espectáculo cómico que un
comentario social. Bruce no era un humorista como Bob Hope o
Sid Caesar; sus funciones poseían poca estructura y no había duda
de que estaban poco ensayadas. Al igual que los músicos de jazz
perfeccionan su arte no centrándose en canciones concretas sino
puliendo su uso del instrumento, Bruce se estaba convirtiendo en
un maestro del pleonasmo, el relato y la observación intempestiva.
La actuación en el Carnegie Hall sería su obra maestra.
Al principio del espectáculo, Bruce comentó la abundancia de
público, preguntándose qué ocurriría si, en lugar de hacer su fun­
ción cómica, simplemente interpretara un prolongado solo de
violín. A continuación comenzó su actuación, y arrancó con una
serie de observaciones y anécdotas al azar que, si se pusieran sobre
el papel, resultarían incomprensibles. Se planteó qué ocurriría si
Jesús y Moisés visitaran la catedral de San Patricio y vieran el ta­
maño del anillo del cardenal. Teniendo en cuenta que la tierra
gira sin parar, cuestionó que la gente que moría a mediodía pu­
diera ir al cielo, o que aquellos que morían de noche pudieran ir
al inierno. Cuando se oyó una interferencia en el micrófono se
puso a buscar por el escenario el origen del ruido, y comentó lo
divertido que sería que los altavoces simplemente recogieran el
sonido de algún chaval que practicaba el piano detrás del telón.
Al igual que Charlie Parker con el saxofón o Miles Davis con la
trompeta, su instrumento era el micrófono, e improvisaba sobre
cualquier cosa que se le pasara por la cabeza, lo que provocaba
enormes carcajadas a pesar de que casi no contaba «chistes» tra­
dicionales. «No existe el bien y el mal», dijo durante la actuación,
«sólo mi bien y su mal».
Durante las siguientes dos horas, Bruce compartió sus observa­
ciones acerca de la religión, los prejuicios e incluso acerca de las
mujeres que tenían pelo en las axilas, y aunque tampoco dijo nada
novedoso, era la primera vez que alguien actuaba con tanta soltura.
Al igual que otros humoristas de su generación, rechazaba la idea
de contar chistes a la manera convencional en favor de un enfoque
12
Introducción
más personal, abandonando los comentarios ingeniosos y embar­
cándose en monólogos llenos de angustia en los que arrastraba las
palabras de un modo que a veces rozaba el galimatías. No era el
más gracioso de los cómicos de su tiempo. Ni mucho menos: gran
parte de su humor resultaba incomprensible para el público, por
la simple razón de que no se molestaba en acabar la mayoría de sus
frases. Tampoco era el más inteligente. Más bien, era simplemente
el más creativo y más personal, como ese chaval de la escuela por el
que casi todos habrían votado si se hubiera molestado en presen­
tarse. Era al mismo tiempo un genio y un completo desastre.
«La risa es involuntaria», dijo durante su actuación. «Intenta
ingir cuatro carcajadas en una hora. Es agotador, tío. No puedes.
Se ríen porque es divertido. [Ahora pone una voz rígida y formal.]
Tienen experiencia en el campo que se está satirizando». En otras palabras,
el humor sucede cuando conectamos con otras personas y compar­
timos su brega y su confusión. De hecho, el 4 de febrero de 1961
toda carcajada era involuntaria.
No obstante, el momento exacto de la muerte del chiste, su sen­
tencia deinitiva, no tuvo lugar hasta el inal de su actuación. Bruce
anunció que quería acabar su espectáculo con un chiste tradicional,
con su desarrollo y su frase inal. La gente se reiría y daría saltos
hasta el techo, una música coral celebraría su alegría, y su trabajo
sería tan perfecto que ni tendría que volver a salir a saludar. El chis­
te sería suiciente.
Diecinueve minutos más tarde todavía seguía contando el mis­
mo chiste.
Aunque al inal el chiste suscitó enormes carcajadas y aplausos,
la reacción no procedía del propio chiste, que era bastante soso:
en él, un hombre se dormía en un avión con la bragueta abierta y
sus partes íntimas a la vista. No, el público prorrumpió en un es­
truendoso aplauso porque comprendió que algo insólito acababa
de ocurrir. Habían presenciado una nueva forma de humor.
Un poco más tarde, Bruce sería arrestado por obscenidad, y hu­
moristas como George Carlin y Richard Prior ocuparían su lugar
como pioneros del humor, interactuando con el público de una
manera desconocida para las generaciones anteriores. El humor
13
Ja
profesional gozaría de la misma buena salud que antes, aunque
para nadie sería ya lo mismo.
«Yo no soy ningún humorista», dijo posteriormente Bruce. «El
mundo está enfermo y yo soy el médico. Soy un cirujano que utili­
za el escalpelo para los falsos valores. Yo no actúo. Simplemente
hablo. Simplemente soy Lenny Bruce».
Soy demasiado joven para haber visto actuar en directo a Lenny
Bruce, pero me encanta su trabajo, y a menudo me ha impulsado
a preguntarme: ¿por qué nos parecen graciosas las cosas? Es una
cuestión tan ilosóica como cientíica: ¿por qué algunos comenta­
rios, entre ellos chistes, ocurrencias o historias largas, provocan
alegría y risas, y otros no? O, para ser más concretos, ¿por qué reac­
cionamos igual ante una ocurrencia de Lenny Bruce y ante otra de
Henny Youngman? Youngman fue un cómico que pronunció la
frase lapidaria «Llévese a mi mujer... por favor», el típico chascarri­
llo que hoy en día no abunda pero que en su tiempo hacía que el
público se tronchara. Puede que el humor se haya adaptado a los
gustos modernos, al igual que otras formas de entretenimiento,
pero eso no explica por qué algo divertido para una persona no lo
es para otra, ni por qué algo que resulta hilarante durante una dé­
cada resulta trillado y rancio en otra.
Creo que la respuesta a estas cuestiones reside en el hecho de
que el humor, en última instancia, no se reduce a juegos de pala­
bras o chascarrillos. Aunque los chistes tradicionales ahora no abun­
dan gracias a artistas como Bruce, el humor permanece vivo y las
goza de buena salud porque es un proceso que releja la época y
necesidades de su público. Consiste en la elaboración social o psi­
cológica de ideas que nuestra mente consciente no puede manejar
con facilidad.
Como neurocientíico cognitivo que lleva más de una docena
de años de experiencia en el estudio de cómo funciona el cerebro,
he aprendido que comprender el humor exige reconocer la enor­
me complejidad del cerebro humano. Si el cerebro fuera un go­
bierno, no sería una dictadura, ni una monarquía, ni siquiera una
democracia. Sería una anarquía. Se ha dicho que el cerebro se pa­
14
Introducción
rece mucho a la presidencia de Reagan, caracterizada por innume­
rables módulos que interactuaban, todos ellos de manera indepen­
diente bajo la supervisión de un remedo de ejecutivo central.
Opiniones políticas aparte, casi todos los cientíicos estarían de
acuerdo con esta valoración. De hecho, el cerebro es tremenda­
mente complejo: se compone de partes conectadas con otras partes,
que a su vez se conectan con otras, y en el sistema no existe ningu­
na «parte inal» que decida lo que decimos o hacemos. De hecho,
nuestro cerebro actúa dejando que las ideas compitan y discutan
para conseguir nuestra atención. Este enfoque tiene sus ventajas,
como por ejemplo permitirnos razonar, solucionar problemas e
incluso leer libros. Sin embargo, a veces conduce al conlicto, por
ejemplo cuando intentamos sostener dos o más ideas contradicto­
rias al mismo tiempo. Cuando eso ocurre, a nuestro cerebro sólo
se le ocurre una cosa: reírse.
A menudo consideramos la mente humana como una computa­
dora en la que entran datos a partir de su entorno y que actúa ba­
sándose en nuestros objetivos inmediatos. Pero este enfoque es
erróneo. Más que funcionar de una manera lógica y controlada, el
cerebro lleva a cabo múltiples tareas. No se bloquea cuando se to­
pa con una ambigüedad, sino que, al contrario, utiliza la confusión
para alcanzar un pensamiento complejo. Cuando el cerebro se en­
cuentra con metas o informaciones opuestas, utiliza el conlicto
para generar soluciones novedosas, a veces mediante la producción
de ideas que a nadie se le habían ocurrido antes. El humor se da
porque disfrutamos con ese proceso, y por eso la mente aburrida
es una mente sin humor. Nos resulta placentero abrirnos paso en­
tre la confusión, y nos reímos cuando se nos ocurre una solución.
Uno de los retos que surgen al considerar el humor como un
fenómeno social y psicológico es que no resulta fácil de medir. Ca­
si todos los cientíicos preieren centrarse en la risa, que es un com­
portamiento concreto. A resultas de ello, la risa ha sido relativa­
mente bien analizada; los estudios muestran que tenemos más
tendencia a compartir la risa que ninguna otra respuesta emocional,
lo que signiica que, de media, nos reímos entre quince y veinte
minutos al día. Hay mucha variación, desde luego. Las mujeres
15
Ja
suelen reírse menos a medida que envejecen, pero no los hombres.
Y solemos reírnos más por la tarde y por la noche, aunque esa ten­
dencia es más marcada entre los jóvenes.1
No debería sorprendernos, por tanto, que los primeros intentos
de comprender el humor se dedicaran a estudiar la risa. Aristóteles
dijo que los humanos son la única especie que se ríe, y que los be­
bés no tienen alma hasta que no proieren su primera risita. Y por si
eso no fuera suiciente, añadió que todos los bebés se ríen por pri­
mera vez en el día cuarenta de su existencia. Friedrich Nietzsche
describió la carcajada como una reacción a la soledad existencial.
Freud tenía una visión más positiva (algo insólito en él), y airmaba
que la risa libera la tensión y la energía psíquica. El problema de
todas estas deiniciones, claro, es que no sirven para nada. No hay
manera de medir la energía psíquica ni la soledad existencial, ni la
habrá. Quizá por eso a Thomas Hobbes le agradaba confundir aún
más las cosas al caliicar la risa como «el deleite que surge al descu­
brir de repente alguna eminencia en nosotros».
La risa, algo que podemos observar y medir, es desde luego ini­
nitamente interesante, pero el humor revela más acerca de nuestra
humanidad, de cómo pensamos y sentimos y de cómo nos relacio­
namos con los demás. El humor es un estado de ánimo. Y de eso
trata este libro.
¡Ja! trata de una idea. La idea es que el humor y su síntoma más
corriente —la risa— son productos derivados de poseer un cerebro
que se basa en el conlicto. Al manejar constantemente la confusión
o la ambigüedad, nuestra mente se adelanta a los acontecimientos,
comete errores y, generalmente, se atasca en su propia complejidad.
Pero eso no es malo. Por el contrario, nos proporciona adaptabili­
dad y un motivo constante de risa.
La razón por la que Lenny Bruce estuvo tan divertido aquella
noche, al igual que Pryor una década después y Louis C. K. hoy en
día, es que cada uno encontró una manera de abordar las princi­
pales preocupaciones de su tiempo. Para Bruce, ello conllevaba
contar historias sobre la hipocresía del sexo, los prejuicios y las
drogas, permitir que el humor arrojara luz sobre temas que, al me­
16
Introducción
nos a inales de la década de 1950, no se comentaban de manera
abierta. Ser divertido era su manera de ayudar al público a enfren­
tarse a la vida en una época llena de cambios. De hecho, aunque
el chiste tradicional puede que haya muerto (o, para ser más exac­
tos, esté gravemente enfermo), el humor goza de la misma salud
que siempre porque la necesidad de relacionarnos con los demás
es intemporal.
A lo largo de las siguientes doscientas y pico páginas mostraré
que el humor va estrechamente asociado a casi todos los aspec­
tos de la cognición humana. Por ejemplo, los mismos procesos que
despiertan nuestro humor también contribuyen a la percepción, la
creatividad, e incluso a la salud psicológica. Los estudios indican
que el uso del humor en entornos cotidianos —por ejemplo, cuando
contestamos a los correos electrónicos utilizamos imágenes descrip­
tivas— está estrechamente emparentado con la inteligencia. 2 En
resumen, cuanto más listos somos, más probable es que comparta­
mos un buen chiste. Ni siquiera tenemos que ser extrovertidos para
apreciar el humor. Lo importante es que seamos capaces de disfru­
tar de una buena carcajada.
Durante años, los cientíicos han sabido que el humor mejora
nuestra salud, y ahora, al considerarlo como un riguroso ejercicio
de la mente, comprendemos por qué. El humor es como el ejerci­
cio del cerebro, y al igual que el ejercicio físico refuerza el cuerpo,
ver las cosas desde una perspectiva divertida es la manera más sa­
ludable de mantener nuestra agudeza cognitiva. Esto también ex­
plica por qué presenciar las actuaciones cómicas de Robin Williams
mejora nuestra capacidad para solucionar los pasatiempos de aso­
ciación de palabras; la mente tiene que estar funcionando de ma­
nera constante, exigente, sorprendida. Las actuaciones de Williams
obligan a nuestro cerebro a llevar a cabo nuevas asociaciones y a
afrontar la confusión de frente.
Aunque en este libro abordaremos cómo incorporar más el hu­
mor en su vida, es importante observar desde el principio que la
meta no es aprender cómo hacer reír a la gente ni contar el chiste
perfecto. Tampoco quiero prometerles que al inal de este libro
habrá aprendido a ser una persona más divertida. Mostraré que la
17
Ja
clave para ser gracioso no consiste en aprender trucos ni memo­
rizar chistes, sino, más bien, en comprender de manera más pre­
cisa que el humor es nuestra respuesta natural a vivir en un mun­
do lleno de conlictos. Entonces se darán cuenta de por qué el
humor no sigue guiones ni reglas sencillas, y por qué no hay un
solo chiste que le agrade a todo el mundo. El humor es idiosincrá­
sico porque depende de aquello que hace que todos seamos únicos:
cómo nos enfrentamos a la discrepancia que reina en nuestro com­
plejo cerebro.
Algunas personas han argumentado que el estudio del humor
no tiene mucho sentido, pues es demasiado misterioso para com­
prenderlo. El escritor estadounidense E. B. White escribió incluso
que analizar el humor es como diseccionar una rana: interesa a
poca gente, y el sujeto siempre muere al inal. En algunos aspectos
es cierto, puesto que el humor cambia constantemente, y, al igual
que la rana en la mesa de disección, si no lo sujetamos resulta bas­
tante escurridizo. Pero actualmente los cientíicos están descubrien­
do que el humor es nuestra respuesta natural al conlicto y a la
confusión, un tema que sin duda merece nuestra atención. ¿Qué
mejor manera de comprender nuestras motivaciones que averiguar
cómo enfrentarnos a la incertidumbre?
Otro argumento habitual en contra del estudio del humor es
que no sólo es una ciencia, sino también un arte. Joel Goodman,
director de una organización llamada The Humor Project, airmó
en una ocasión que la gente aprendía a ser divertida del mismo
modo en que un músico llega al Carnegie Hall. Es decir, siguen la
«regla de las cinco pes»: practican, practican, practican, practican
y practican. Es cierto que el humor es tan complejo (y lo que pro­
voca una risa tan diverso) que no hay regla que pueda aplicarse a
más de una situación. Sin embargo, el humor posee algunos ingre­
dientes muy claros, que la ciencia comienza ahora a revelar. Éstos
explican los juegos de palabras, los acertijos e incluso los chistes de
abogados. Y todos se basan en el conlicto y la resolución de la am­
bigüedad dentro de nuestros cerebros enormemente modulares.
Comenzaré presentando las últimas investigaciones acerca del
humor, mostrando que sólo gracias a un cerebro indeciso podemos
18
Introducción
disfrutar en un mundo exigente cognitiva y emocionalmente. Esto
suscita la pregunta de: ¿Qué es el humor? ¿Qué es, y por qué resul­
ta tan placentero? Como veremos, el humor posee varias fases: co­
mienza con predicciones prematuras acerca del mundo y acaba
resolviendo las interpretaciones erróneas que resultan inevitables.
Sin este principio y este inal, no nos reímos. Y si hay demasiadas
cosas entremedio también se pierde la gracia.
La siguiente pregunta es: ¿Para qué existe el humor? ¿Qué propósito
tiene el humor, y por qué necesitamos un cerebro tan complicado?
¿No sería más fácil que nuestra mente fuera como una computa­
dora y más predecible? En absoluto. En primer lugar, las computado­
ras fallan constantemente, sobre todo si se enfrentan a la ambigüedad.
Cuando una computadora se confunde, hay que apagarla y volverla
a encender. El cerebro, por el contrario, debe seguir funcionando
incluso cuando se topa con lo inesperado. En segundo lugar, ¿cuán­
do fue la última vez que una computadora escribió un soneto acep­
table o compuso una canción pegadiza? La simplicidad tiene un
costo.
La última pregunta es: ¿Y qué? En otras palabras, ¿cómo pode­
mos utilizar el conlicto interno para mejorar nuestras vidas, y cómo
podemos ser personas más divertidas? Aunque éste no es un libro
de autoayuda, mostraré cómo mejorar su humor afecta su salud, le
ayuda a llevarse bien con los desconocidos e incluso le hace más
inteligente. Casi todos los aspectos de nuestra vida mejoran si nos
centramos en el humor. Este libro explica por qué.
Aunque mi formación como neurólogo cognitivo ciertamente
me ha ayudado a escribir este libro, he procurado que la parte cien­
tíica resultara accesible al lector medio. Uno de los aspectos más
estimulantes de cualquier ciencia emergente es que al principio
todo el mundo es un experto y un lego. Aunque muchos cientíicos
llevan el tema por caminos poco habituales —pienso ahora en el
estudio reciente de unos investigadores de la Universidad de Louis­
ville acerca del humor en el escritor francés Albert Camus—,3 la
investigación sigue siendo tan nueva que resulta fácil de seguir.
También ayuda el hecho de que el humor no se haya convertido
hasta hace muy poco en un tema reconocido de estudio en campos
19
Ja
académicos como la lingüística, la psicología y la sociología. Mi ob­
jetivo en este libro es actuar de traductor, y quizá también de me­
diador, y extraer hallazgos interesantes de cada uno de estos cam­
pos. Y combinarlos para crear un campo completamente nuevo: la
humorología.4
Por último, debería mencionar que mi meta al escribir este libro
no es ser gracioso, aunque si alguna vez caigo en ello, tampoco me
importa. De hecho, creo que nuestro desmesurado deseo de ser
graciosos es el mayor impedimento en la investigación sobre el hu­
mor. Los cientíicos del humor son famosos por su seriedad en su
trabajo, como debería ser, pues el tema exige precisión y rigor aca­
démico. Pero como el tema es el humor, mucha gente lo ve como
una oportunidad para contar chistes. Y ése es el problema. Parafra­
seando a Victor Raskin en su prefacio al primer número de The
International Journal of Humor Research, los psiquiatras no intentan
parecer neuróticos ni delirantes cuando describen la esquizofrenia;
así pues, ¿por qué los investigadores del humor deberían intentar
ser graciosos? Es un buen argumento, y pretendo respetarlo.
Y ahora, pasemos a una epidemia de carcajadas, a una película
de catástrofes y al chiste más guarro del mundo.
20
Razones científicas para reír
Sarah Romero
Adelgaza. Un equipo de científicos de la Universidad Vanderbilt en Nashville,
Tennessee (EE.UU.) concluyó que reírse durante 15 minutos al día puede ayudar
a perder peso, ya que la risa hace que el corazón lata más rápido, trabajando a la
vez una serie de músculos, lo que redunda en un aumento del gasto de energía.
Además, la vibración del diafragma provoca un masaje interno tanto en el
estómago como en el hígado, generando jugos gástricos que reducen los ácidos
grasos y nos ayudan a eliminar toxinas del organismo. Podemos llegar a perder 2
kilos al año con nuestro aporte de risa diario.
Provoca sensaciones de felicidad. Lo decía Erasmo de Rotterdam: “Reírse de
todo es propio de tontos, pero no reírse de nada lo es de estúpidos”. Y es que la
risa nos aporta felicidad. Nuestro córtex cerebral libera impulsos eléctricos que
obstruyen el paso de pensamientos negativos justo un segundo después de que
empecemos a reír. Otro de los expertos que indagó sobre el tema fue Sigmund
Freud quien fue el primero en atribuir a la risa el poder de desechar de forma
natural la energía negativa de nuestro cuerpo.
Combate el insomnio. Las virtudes de la risa son claras y todos los expertos
coinciden. Con una carcajada se activan los casi 400 músculos que hay en el
rostro, algo que sucede si tenemos un semblante serio. Además, gracias a la risa
logramos desterrar nuestros miedos y nuestras preocupaciones, que son los que
normalmente nos asaltan por la noche cuando lo que intentamos es dormir
plácidamente. La risa nos hace estar relajados, tranquilos y, en general, sentirnos
bien. Para dormir de un tirón, nada mejor que la risa.
Alivia los dolores. En la Edad Media los bufones también se calificaban como
auténticos sanadores gracias a su contribución al humor de los habitantes, ya
que la risa ayuda a segregar catecolaminas y dopaminas. El mejor ejemplo del
Medievo fue Bernardino II Matello quien, a base de risas, consiguió que el
hermano de Isabel de Este -gran mecenas de las artes-, Alfonso (esposo de
Lucrecia Borgia), sanara por completo. “Es imposible que imagine nadie el recreo
y placer que me ha proporcionado este bufón, él ha sido la causa de que la carga
de mi enfermedad pareciese más ligera”, explicaba en su carta el recuperado
Alfonso en el siglo XV.
Actúa contra los problemas cardiovasculares. Muchas son las sustancias que
se liberan cuando nos reímos: las endorfinas, la adrenalina, la dopamina y la
serotonina. Además, a nivel psicosomático, una gran cantidad de dolencias
cardíacas tienen su centro neurálgico en la tristeza, que provoca que el corazón
se contraiga. Si sonreímos y nos reímos, el corazón se relaja y se ensancha.
Mejora la piel. Según un estudio del Hospital Sisol de Surquillo, el buen humor
ayuda a cuidar nuestra piel. ¿De qué forma? Mientras la tristeza hace que las
defensas del cuerpo bajen y seamos más propensos a enfermar, la risa hace que
nuestro cuerpo se enfrente mejor al entorno y esté más protegido y nuestra piel
se verá con mejor color y más sana. Además, si nos reímos a carcajadas nuestro
corazón bombeará sangre a mayor velocidad con lo que es probable que
también sudemos o incluso lloremos. Todo ello nos ayuda a mejorar el aspecto
de nuestra piel gracias a las toxinas que eliminamos de esta manera.
Reduce el estrés. Y es que la risa salva vidas. Ya hemos hablado de las
hormonas que segregamos cuando nos reímos. Entre otras, las endorfinas, esas
hormonas que potencian nuestro sistema inmunitario, causan un aumento de la
sensación de bienestar y nos ayudan a combatir el estrés. Es una auténtica
píldora natural contra el estrés. Así que el refrán de “al mal tiempo buena cara”
ya tiene una base científica también. Un estudio llevado a cabo por las psicólogas
Tara Kraft y Sarah Pressman, de la Universidad de Kansas (EE.UU.) y publicado en
la revista Psychological Science, concluyó que la risa tiene un efecto en el cuerpo a
un nivel químico, que provoca en quien sonríe un bienestar físico de 24 horas de
duración.
Previene las contracturas. Y es que al reír relajamos prácticamente toda
la musculatura de nuestro cuerpo, ya que nuestros movimientos se vuelven
totalmente espontáneos. Este nivel de relajación ayuda a prevenir las
contracturas.
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