Los girasoles ciegos - Página web del profesor Juan Manuel Infante

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Reseñas y artículos sobre la novela
Los girasoles ciegos
Alberto Méndez
Anagrama, Barcelona, 2004
Vencidos victoriosos
Herme G.Donis
Casi todo resulta sorprendente en este libro que la editorial
Anagrama publicó en enero de 2004. Su autor, Alberto Méndez,
tenía 63 años cuando ve publicada esta primera obra y muere
once meses después sin apenas saborear el éxito que tras su
muerte tendría el libro. Durante los meses posteriores a su
publicación, y a pesar de las buenas críticas que la novela recibe,
las ventas de ésta se hacen casi de una forma clandestina.
Algunos comentaristas de radio dan la voz de alerta sobre las
cualidades de Los girasoles ciegos. Recomiendan su lectura con
pasión y, a partir de ahí, el boca a boca termina por convertirlo en un libro de referencia
obligada. Como consecuencia, las ventas comienzan a dispararse (baste decir que a fecha de
hoy la editorial ya ha lanzado al mercado ocho ediciones (unos 28.000 ejemplares, según el
editor) y el libro consigue primeramente, y en vida de su autor, el Premio Setenil de relatos y
posteriormente (ya fallecido Alberto Méndez) los importantes Premios de la Crítica y Nacional
de Narrativa. Pendiente quedó el Premio del Gremio de Libreros de Madrid, ya que éste solo
se concede a autores vivos. Pero lo más importante de todo es que Méndez ha contado con
un favor que es el mejor de los premios para cualquier creador: la entrega incondicional de los
lectores. Casi dos años después de su publicación, el libro aún se sigue recomendando en
público y en privado y pocos dudan en saludarlo como una de las obras más importantes
publicadas en los últimos tiempos.
¿Pero quién fue Alberto Méndez y qué es Los girasoles ciegos? Alberto Méndez Borra nació
en Roma en 1941. Su padre, el poeta y traductor, José Méndez Herrera, trabajaba en aquel
momento en la ciudad italiana para la FAO (Organización de Naciones Unidas para la
Agricultura y la Alimentación). Muchos lectores puede que recuerden a este último sobre todo
como traductor habitual de la editorial Aguilar, para la que tradujo muchas obras de autores
tan importantes como Irving, Stevenson, Eliot, Dikens, Chesterton, Bernard Shaw, Tennessee
Williams, etc, llegando a conseguir en 1962 el Premio Nacional de Traducción por su
versiones de las obras teatrales de Shakespeare. Alberto Méndez, hombre de izquierdas,
(milita en el Partido Comunista hasta 1982) estuvo siempre vinculado, de una u otra manera,
al mundo de la edición. En su lucha contra el franquismo crea, entre otras, la editorial política
“Ciencia Nueva” que clausura Manuel Fraga Iribarne en su época de ministro de la dictadura
franquista. Asimismo, llega a ser un alto ejecutivo de la editorial Montena y se dedica a
labores de guionista (colaboró en programas dramáticos de RTVE y fue guionista con Pilar
Miró) y traductor a veces en solitario y otras en compañía de su hermano Juan Antonio, como
ocurre con el libro del marxista italiano Galvano della Volpe Lo verosímil fílmico y otros
ensayos, del que el propio Méndez es prologuista.
Últimamente la narrativa se ve inundada de textos referentes a la Guerra Civil Española. Ante
este auge son muchas las voces que se alzan bien para celebrarlo o para recordarnos que
después de tantos años la palabra “reconciliación” sea aún tan difícil de aceptar. Pero libros
como Los girasoles ciegos nos ofrecen unas lecturas fascinantes que, lejos de soliviantar
sensibilidades, vienen a poner de manifiesto que es necesario conocer la historia para
entender el presente y proyectar el futuro.
Los girasoles ciegos es un libro de cuentos articulado a lo largo de cuatro historias cuatro derrotas, dice el autor- que transcurren entre el período quizá más duro de la
posguerra, que va desde 1936 a 1942, y que siendo totalmente independientes están
hábilmente entrelazadas entre sí. Sus personajes son seres vencidos. Seres que se
encuentran en un camino sin retorno recorriendo una senda de dolorosa entrega e ignorantes
de en qué momento su ya maltrecha existencia dará de bruces contra el polvo.
El primer relato, o primera derrota, nos habla del capitán Alegría. Oficial del ejército
fascista, Carlos Alegría se rinde a los republicanos cuando las tropas golpistas están entrando
en Madrid. Postura que, lógicamente, no es entendida por ninguno de los dos bandos, pero
que el oficial explica que toma, entre otras muchas razones aparentemente arbitrarias, porque
sus correligionarios no querían ganar la guerra, sino matar al enemigo. Su entrega le acallará
la mala conciencia de haber sido miembro de un ejército que, para vencer, ha tenido que
cometer tantas atrocidades y crímenes.
La segunda derrota, quizá el relato más logrado y sobrecogedor de los cuatro, nos
cuenta el breve periplo de un joven poeta que huye de los vencedores hacia las
montañas asturianas en compañía de su mujer embarazada. En medio de la soledad y el
frío la muchacha da a luz a un niño y muere tras el parto. A través de un diario íntimo, donde
el adolescente deja escrito su miedo, se nos va poniendo en antecedentes de la vana lucha
que emprende el joven padre para salvar la vida de su hijo.
El tercer relato, o tercera derrota, gira alrededor del soldado republicano Juan Serna.
Cuando el presidente del tribunal que debe juzgarle y su mujer se enteran de que el soldado
enemigo conoció y vio morir a su hijo (un ser abyecto que fue fusilado por sus múltiples
delitos) le conminan a que hable y hable sobre ese hijo. Intentando arañar unos días más a la
existencia, convierte al joven traidor en el héroe que quieren los padres. Mas la impostura
pronto le asquea y cuenta la verdad. Verdad que indefectiblemente le llevará a la muerte.
La historia, o la cuarta derrota, que cierra el libro transcurre en la opresiva vida
cotidiana del nuevo régimen. En ella se habla de Ricardo, un “topo” al que toda la
familia protege entre miedos y silencios. Desde el armario en el que vive encerrado
contempla impotente y horrorizado el acoso libinidoso que sufre su mujer por parte de un
diácono, profesor del hijo del matrimonio. El final es dramático y desolador.
Alberto Méndez nos ha dejado con su única obra no sólo un extraordinario ejemplo de
composición literaria, sino -y a pesar, de la crudeza de todas las situaciones- una continua
muestra de sensibilidad, que puede conmover a todo tipo de lectores. Sencilla, realista y a la
vez cargada de simbolismos, Los girasoles ciegos es una obra sobre la memoria. Sobre una
memoria colectiva que debe tener definitivamente su asentamiento en el lugar que le
corresponde. Porque superar la tragedia de aquella España de represión, marchas militares y
ruido de sables, exige, como se dice en la cita inicial de Carlos Piera, asumir, no pasar página
o echar en el olvido.
[http://www.literaturas.com/v010/sec0601/libros/resena-05.htm]
Reseña en el diario El País.
Alberto Méndez o la dignidad de los vencidos
FERNANDO VALLS 15/10/2005
El Premio Nacional de Literatura de 2005, fallado la semana pasada, ha recaído en Los
girasoles ciegos, de Alberto Méndez. Un libro de cuentos sobre la Guerra Civil que ha
gozado desde su publicación de plena aceptación entre la crítica y el público. Historias de
derrota que activan la memoria.
Cuando un peculiar libro de cuentos, como es Los girasoles ciegos, contra todo
pronóstico comercial razonable, gana el Premio de la Crítica, el Premio Nacional de
Literatura, agota seis ediciones (unos quince mil ejemplares, según su editor), y
consigue vender los derechos de traducción a Alemania, Francia, Italia y Serbia, es que
algunas virtudes especiales debe tener. Y claro que las tiene: la emoción que produce su
lectura y la indiscutible calidad literaria.
El caso es que en una sociedad en la que las novelas insustanciales ocupan tanto
espacio mediático, hasta el punto de que apenas dejan sitio para los empeños literarios
discretos, más honestos y ambiciosos, como el de Alberto Méndez, es un auténtico
milagro que un jurado tan estrambótico como el reunido en el Ministerio de Cultura
(hay entre sus miembros honrosas excepciones, claro está; en esto el actual Gobierno
no ha logrado distinguirse del anterior) haya acertado plenamente. Lo que no significa
que no hubiera otros libros merecedores de reconocimiento, como las novelas de Javier
Marías y Luis Mateo Díez, e incluso las memorias de Carlos Castilla del Pino. Hay, por
tanto, que alegrarse, y mucho, pues la decisión del año pasado, junto con la forma en
que se compuso también entonces el jurado, habían dejado el prestigio del galardón
bastante mermado.
¿Por qué tachaba antes Los girasoles ciegos de libro de cuentos peculiar? Pues porque
de entre las diversas maneras en que puede organizarse un volumen de cuentos, el
autor había optado por la que quizá fuera la más compleja, la que denominamos "ciclo
de cuentos", una modalidad a la que también pertenecen, por mencionar un par de
buenos ejemplos, Dublineses, de Joyce, y los Cuentos del Barrio del Refugio, de José
María Merino. En estos libros de relatos, las piezas, aunque mantengan su valor
independiente, aparecen asimismo trabadas, generando otra unidad de sentido
distinta.
Pero también es éste un libro de narraciones sobre la Guerra Civil y sus consecuencias
políticas y sociales, el último eslabón de una ya riquísima tradición literaria que ha
tenido en Max Aub y Juan Eduardo Zúñiga, por sólo citar nombres indiscutibles,
algunos de sus mejores cultivadores. Al leerlo por primera vez recordé una frase de
Cervantes que le gustaba citar al autor de La gallina ciega: "Con ser vencidos llevan la
victoria".
Si no recuerdo mal, el libro de Alberto Méndez apareció en la editorial Anagrama en
febrero de 2004, cosechó numerosas y excelentes críticas (de Santos Sanz Villanueva,
Ángel Basanta, Juan Antonio Masoliver, Antonio Garrido, Pilar Castro, Pedro M.
Domene y Francisco Solano, entre otros), y obtuvo en diciembre el Premio Setenil, que
gracias a la iniciativa y al excelente olfato literario de Manuel Moyano y Ramón
Jiménez Madrid, se concede en Molina de Segura (Murcia) al mejor libro de cuentos del
año.
Cuando el 10 de abril se falló el Premio de la Crítica, el libro continuaba en la primera
edición, la segunda apareció unas semanas después y desde entonces no han dejado de
sucederse de manera imparable. Lo recuerdo bien porque he observado en diversas
ocasiones cómo Marta Ramoneda, de la librería La Central, de Barcelona, quien utilizó
el libro de Méndez en el Taller de Lectura que coordina en el Raval, y un cliente
habitual con pinta de profesor latoso, cantaban alborozados la aparición, una tras otra,
de las sucesivas ediciones... Éste es, por tanto, el típico caso de un libro que funciona
por el boca a boca, por la recomendación de los lectores, tras la llamada de atención
que supuso el Premio de la Crítica.
Quién fue Alberto Méndez
Ya se ha recordado hace poco en estas mismas páginas, su militancia en el partido
comunista, y su vinculación con el mundo editorial, […].
Dos meses antes de morir, en un correo electrónico que le envió a un amigo, Alberto
Méndez afirmaba: "Mi vida ha sido, y así pretendo que sea, una vida oscura y
oscurecida por mi dedicación al trabajo y a la familia. El resto ha sido mi militancia
política, la clandestinidad, y una obcecación tan fracasada como enfermiza por
contribuir a la caída de la dictadura. Lo malo es que, además de no caer, me arrojó
encima toda la excrecencia que dimanaba".
No menos interés tiene un breve texto que compuso con motivo de la concesión del
Premio Setenil, titulado En torno al cuento. En él, además de señalar a Borges,
Cortázar y Carver como sus cuentistas preferidos, apuntaba las virtudes y defectos del
género. Así, señala que el cuento se caracteriza por su capacidad sintética y desarrollo
vertiginoso, porque sólo utiliza los elementos esenciales de la narración: planteamiento
sucinto, enredo esquemático, personajes paradigmáticos y desenlace sorpresivo.
Cuando todo ello se logra, comenta, se consigue la dosificación y el equilibrio interno
adecuado que convierten al cuento en un género absolutamente moderno.
No quiero concluir sin referirme al libro, aunque ya haya sido suficientemente
explicado y valorado. En Los girasoles ciegos se narran cuatro historias de horror y
desolación, en las que se ahonda en las razones de la derrota, no en vano los subtítulos
de los cuentos aluden a ella. Son relatos para activar la memoria, contra el olvido, y en
defensa de la idea de que en una guerra entre hermanos, al fin y a la postre, todos son
perdedores. Quizá por ello los personajes a los que se les proporciona voz, siempre
seres anónimos, aparezcan desorientados, perdidos, como los "girasoles ciegos" del
título, como el Hermano Salvador de la última pieza del conjunto. La cita inicial de
Carlos Piera nos incita a asumir la historia, a no olvidarla, a cumplir con el
correspondiente duelo que supone el reconocimiento público.
Éste es, por tanto, uno de esos pocos libros que puede satisfacer a todo tipo de lectores.
Por un lado, es sencillo y profundo a la vez; realista, pero cargado de simbolismo. Por lo
que no me parece arriesgado repetir la propuesta que hace ya varios meses les hice a los
lectores de la revista Quimera, sin que mi economía haya sufrido hasta ahora merma
alguna por ello. Estoy tan seguro de que van a disfrutar y a emocionarse con la lectura
de estos cuentos que me comprometo a devolverles el dinero a todos aquellos que se
sientan decepcionados con su lectura. Es una oferta sin riesgo alguno.
Fernando Valls es profesor de literatura española contemporánea en la Universidad
Autónoma de Barcelona y director de la revista Quimera.
http://www.elpais.com/articulo/ensayo/Alberto/Mendez/dignidad/vencidos/elpbabens/20051015elpbabens_6/Tes
laopinióndemalaga.es » Luces de Málaga
Libros
Relatos de la Guerra Civil
Enrique Benítez, 18-07-2009
Si tenemos que escribir sobre libros de relatos ambientados en la Guerra Civil
Española, es de obligada referencia el libro de Alberto Méndez ´Los girasoles ciegos´
(Anagrama, 2004).
Los girasoles ciegos. Se trata de un libro mucho más conocido, que incluso ha
sufrido –eso dicen– una adaptación cinematográfica –con Maribel Verdú y Javier
Cámara, desaprovechados– y que se convirtió en el fenómeno editorial del año de su
publicación: nada menos que casi 250.000 ejemplares lleva vendidos Anagrama –es
decir, Jorge Herralde– de esta primorosa colección de solo cuatro relatos, que triunfó
póstumamente a su autor –fallecido antes de conocer su éxito– y que hacen de este
libro el de más ventas de su editorial de entre los autores originales en castellano.
El acierto de Alberto Méndez está en la rara perfección de sus relatos, y en la
habilidad con que están entrelazados. Todos están relacionados, aunque no lo
parezca hasta que nos adentremos en su lectura, y de nuevo hay en ellos un esfuerzo
por destacar lo mejor de los seres humanos sorprendidos por el conflicto, antes que
relamerse en la vileza y dejarse llevar por el maniqueísmo más sencillo.
De los cuatro episodios que componen la narración completa, sin duda el más emotivo
es el segundo, ´Manuscrito encontrado en el olvido´. No quiero anticiparme, como
hacen los grandes críticos –grupúsculo al que no pertenezco– y contarles su
desenlace. Sólo quiero decirles que es muy difícil leer este relato sin sentir la
necesidad de hacer una pausa, respirar fuerte y acariciar el pelo de nuestros hijos, si
los tenemos, para seguir amándolos, para que sigan estando.
http://www.laopiniondemalaga.es/secciones/noticia.jsp?pRef=2009071800_11_275465__Luces-deMalaga-Relatos-Guerra-Civil
LOS GIRASOLES CIEGOS de Alberto Méndez
Editorial: Anagrama, 2004,155 páginas
El libro contiene cuatro relatos centrados en la Guerra civil española y en los años
inmediatamente posteriores:
“Primera derrota: 1939 o Si el corazón pensara dejaría de latir”: la historia de un militar
durante la Guerra civil española, del bando franquista en la batalla de Madrid, que se
rinde a los republicanos en cuanto supo que éstos iban a rendir sus armas a su bando.
“Segunda derrota: 1940 o Manuscrito encontrado en el olvido”: el diario de un hombre
que huye de las tropas franquistas. Que, en su viaje hacia Francia, se ve atrapado en una
cabaña en las montañas entre Asturias y León, alejada de todo, donde ve morir a su mujer
en el parto, quedándose al cuidado de su bebé, sin ayuda ni medios, .
“Tercera derrota: 1941 o El idioma de los muertos: relato sobre una cárcel franquista, de
la vida en ella, de la derrota y de los hilos alargados de la guerra, de la muerte, de los
fusilamientos, del final, de la nada…
“Cuarta derrota: 1942 o Los girasoles ciegos”: historia de “un topo” -un republicano
oculto en un escondite de su casa-, y de su familia, en la ciudad de Madrid en los años
posteriores al fin de la guerra civil; contada a través de los ojos de su hijo y de un
sacerdote que circula por los alrededores de la vida de su familia.
“Los girasoles ciegos” habla de derrotas en la derrota, habla de personas concretas, de
desastres individuales debajo del gran caos de la pérdida de la guerra. De pequeños
retales que no aparecen dentro de la gran tela quemada, pero que son parte de ella.
Se rompieron las cuerdas de los violines cuando la orquesta desapareció, nadie dio parte
de ello, nadie reclamó por su suerte, nadie pareció notar que nada había, pero las
cuerdas de los violines se rompieron, nadie las volverá a oír sonar. Ellos, los
protagonistas, eran cuerdas que sonaban como el pulso del corazón; sus vidas, sus
familias, sus hijos, fueron la orquesta que sonaba con ellos, la música ya no sólo era la
defensa de sus ideas republicanas, sino de la razón justa, de la que ellos sentían como la
recta, la que debía ser. La huida, la cárcel, no son más que el rumbo hacia la nada, el
camino hacia el llanto del moribundo, al quejido del niño que va a morir, la nieve que lo
tapa todo, las rejas que no volverán a cerrarse, el paredón que no volverás a mirar, el
trigo donde no volverás a esconderte… y, al final, el abismo que ves derrumbarse delante
y te arrastra. Te lleva sin miramientos, sin posibilidad de salvación.
Pero Méndez, no sólo habla de republicanos en el límite, en el momento justo en el que
están a punto de romperse, sino que también habla de un capitán del bando nacional, que
ve que las cosas no son así, no debían serlo, y descubre que su bando debe ser el otro,
pero no por razones políticas, su punto de vista moral le dice que aquel debe ser su lado,
puesto que ve que su bando no quiere ganar la guerra sino matar al enemigo. Pero en su
caso la derrota es doble derrota, ya que no es de ningún bando; es traidor para unos y
enemigo para los otros. Es él en realidad el reflejo real de un pueblo que lucha contra sí
mismo.
Pero “Los girasoles ciegos” también incluyen a los vencedores: al que se ensaña, al
dominante que cree disponer sobre la vida y la muerte, al dueño de la represión, a la
madre de la venganza, al sacerdote de la iglesia de la muerte. Los vencidos deben serlo
dos veces para orgullo del patrón de la guerra. La muerte acompaña a los palios y las
botas, la vida parece olvidar a los vencidos.
Los cuatro relatos están unidos íntimamente en la trama y en el tema entre ellos. Y si la
derrota amarga tuviera un lado aun más apesadumbrado, éste sería el que cuenta
Méndez. Nada es posible en la caída, ya ni el destino puede salvarte, es imposible hacer
nada contra él.
“Los girasoles ciegos” es un libro que lejos de componerse de unos relatos al uso sobre la
guerra civil, es una reflexión sobre los hombres, sobre los perdedores de aquella guerra,
sobre el ser humano como individuo, como pieza única del engranaje de la historia,
protagonista de la suya propia, mínima gran epopeya. La belleza de lo sobrecogedor, una
vez más, aparece en este libro, tanto en las formas en las que está escrito, como en la
inteligencia de lo que cuenta y cómo lo cuenta. Nada es tan contradictorio como ello,
pero para conocer, hay que saberlo todo. Es una obra para que no haya olvido, para que
nada caiga entre los silencios de la imprudente indiferencia.
wineruda
http://wineruda.blogsome.com/2008/03/19/los-girasoles-ciegos-de-alberto-mendez/
'LOS GIRASOLES CIEGOS' DE MÉNDEZ
La posguerra en cuatro actos
ESTHER L.CALDERÓN
Podríamos decir simplemente que Méndez ha escrito
un libro con cuatro historias sobre la posguerra:
Enseguida caeríamos en tópicos. Hay una tendencia
al hablar de la Guerra Civil que desemboca
irremediablemente en esos lugares comunes. Sin
embargo, en „Los girasoles ciegos‟, no hay
vencedores y vencidos, separados tajantemente
por la línea de la derrota (o la victoria, que es lo
mismo pero no es igual), sino que hay personas de
carne y hueso, con sus contradicciones a flor de piel.
El espacio que sí comparten todos los personajes,
(pero que ya no es un tópico) es el haber perdido
algo entre tanto ruido de contienda.
Alberto Méndez, pretendía, con este su primer libro,
hacer un homenaje a la memoria. Recoger el
ronroneo de esas historias que se han seguido
contando en bajito durante años, para que no
cayesen en el olvido. Historias reales que sirven de
punto de partida, pero en las que, rápidamente, la
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literatura y la imaginación reclaman su sitio. Hay
pues, una mezcolanza de hechos verídicos y aportaciones de Méndez, con lo que,
de primeras, el escritor logra su objetivo: Dejar constancia, pero literariamente.
El Capitán Alegría
Si ponemos nombres, encontramos personajes que no son planos y situaciones
maniqueas que se esfuman. Enseguida nos topamos con el capitán Alegría, que sólo
vio la guerra desde la Intendencia Nacional pero que decide entregarse al ejército
Republicano enemigo justo un día antes de que éste perdiese Madrid. ¿Por qué?
Tarda en explicarse, las consecuencias de su decisión le van sobreviniendo sin
oponer resistencia. El capitán Alegría, triste, alegará al ser juzgado: “No quisimos
entonces ganar la guerra (...) queríamos matarlos”.
Y antes de ser fusilado, escribe varias cartas (de nuevo la memoria pide paso,
quiere dejar constancia), una de ellas a Franco: “Le he escrito no para implorar su
perdón, ni mostrarme arrepentido, sino para decirle que lo que yo he visto otros lo
han vivido y es imposible que quede entre las azucenas olvidado”. Pero no acaban
ahí sus peripecias, la bala que iba dedicada a Alegría, le roza el cráneo y el capitán
despierta en una fosa común. La vida le obliga, y él se deja llevar para volver a
caer prisionero, esta vez en su propio ejército.
Cuatro cuentos, dos a dos
Los personajes se entrecruzan en los cuentos dos a dos, lo cual da cierta
continuidad al libro. El final de Alegría lo descubriremos en el tercero, ya que
comparte cárcel con Juan Senra, el soldado republicano que va rascando días a la
vida, por la coincidencia de haber conocido a Miguel Eymar, hijo del coronel
encargado de decidir si es mandado al paredón o no. Mientras pueda seguir,
imaginativa y éticamente, inventándose historias sobre Miguelito para el coronel y
su esposa, Juan seguirá vivo.
Por otro lado, el segundo y el cuarto tienen a Elena cono hilo conductor. Elena,
amada de un poeta de 17 años que muere en la huida tras dar a luz en el segundo
cuento, y en el cuarto y último (que da título al libro) hija de un intelectual
republicano, escondido en un armario hasta poder huir con su esposa y su hijo.
Lenguajes distintos
Los relatos sorprenden pues por su originalidad. Hay rojos, fachas, curas, secretos,
prisioneros, hay huidas y represalias... es decir, situaciones típicas hablando de una
posguerra, pero sin tópicos del malo malísimo y el bueno buenísimo dependiendo
del bando.
El lenguaje utilizado cambia de un relato a otro. Alegría se abandona a lo que le va
sucediendo, no alza la voz para justificarse: Se asume muerto en breve. En el
segundo cuento, el poeta es en realidad un proyecto de vate. A sus 17 años, está
en pleno proceso de madurez literaria y vital, y leyendo sus letras a lápiz, vemos
los escritos de un adolescente. Atropellados, cargados de dramatismo, con juegos
de palabras repetitivos y párrafos embrollosos.
Agilidad por alternancia de narradores
El cura del cuarto cuento habla con sentencias aprendidas, con directrices. Las
mismas que hacen más grande aún su lucha entre deseo y fe. Hombre o religioso,
placer o deber. Si se sale de lo aprendido, sus esquemas y, por ende el mundo, se
derrumban. Sin embargo, como acto reflejo o quizás por el vértigo de caer en el
olvido, todos ellos escriben.
Méndez intercala pasajes escritos por los propios protagonistas, con narrador en
tercera persona o documentos oficiales asépticos, lo que proporciona gran ligereza
a los cuentos. Tenemos así entre manos un libro entretenido, con tintes sepia en el
modo y en el argumento, en el fondo y en la forma. A pesar de la crudeza de
muchas de las situaciones narradas, desprende sensibilidad.
http://www.elmundo.es/elmundolibro/2004/04/08/narrativa_espanyol/1081419421.html
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