El Padre Miguel Hidalgo (fragmento) — José Clemente Orozco

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El Padre Miguel Hidalgo (fragmento)
— José Clemente Orozco
Pharus Academiæ
El Padre Miguel Hidalgo, mural en el
Palacio de Gobierno de Guadalajara, Jal.
Mur al ubicado en la escaler a central del Palacio del Gobierno de
Guadalajara, fue pintado en 1937.
El Palacio de gobierno, se construyó sobre un terreno que perteneció a la
familia del alarife Martín Casillas y comenzó a utilizarse en 1650, aunque era
un lugar modesto hecho de adobe. Un temblor en 1750 hizo que la edificación
se viniera abajo y tiempo después el gobernador de la Nueva Galicia, José de
Basarte, mandó levantar un nuevo edificio, que fue terminado en 1774.
Hecho con piedra dorada de Huentitán, el edificio es de estilo barroco y
en su interior se puede admirar uno de los mejores murales de José Clemente
Orozco, que muestra al Padre Miguel Hidalgo ya que en ese lugar refrendó la
abolición de la esclavitud anunciada el 16 de septiembre.
Este es el decreto que se recuerda en el mural de José Clemente Orozco.1
1 La Independencia de México,
Instituto Nacional de Estudios
Históricos de la Revolución
Mexicana, Secretaría de
Gobernación, México, 1992.
«Don Miguel Hidalgo y Costilla, Generalísimo de América, etc.
»Desde el feliz momento en que la valerosa nación americana tomó las
armas para sacudir el pesado yugo que por espacio de tres siglos la tenía oprimida, uno de sus principales objetos fue exterminar tantas gabelas con que
no podía adelantar su fortuna; mas como en las críticas circunstancias del
día no se pueden dictar las providencias adecuadas a aquel fin, por la necesidad de reales que tiene el reino para los costos de la guerra, se atiende por
ahora a poner remedio en lo más urgente por las declaraciones siguientes:
»Que todos los dueños de esclavos deberán darles la libertad, dentro del
término de diez días, so pena de muerte, la que se le aplicará por transgresión
de este artículo.
»Que cese para lo sucesivo la contribución de tributos respecto de las castas que lo pagaban y toda exacción que a los indios se les exija.
»Que en todos los negocios judiciales, documentos, escrituras y actuaciones, se haga uso del papel común quedando abolido el de sellado.
»Que todo aquel que tenga instrucción en el beneficio de la pólvora, pueda
labrarla, sin más obligación que la de preferir al gobierno en las ventas para
el uso de sus ejércitos, quedando igualmente libres todos los simples de que
se compone.
»Y para que llegue a noticia de todos y tenga su debido cumplimiento, mando se publique por bando en esta capital y demás villas y lugares conquistados,
remitiéndose el competente número de ejemplares a los tribunales, jueces y
demás personas a quienes corresponda su cumplimiento y observancia.
Dado en la ciudad de Guadalajara, a 6 de diciembre de 1810.»
—Miguel Hidalgo, Generalísimo de América.
Por mandato de Su Alteza, Lic. Ignacio Rayón, Secretario.
La abolición de la esclavitud no fue aplaudida ni comprendida, se acusó a
Hidalgo de haber «perjudicado a los amos sin distinción de criollo ni de gachupín», así como de no señalar indemnización a los dueños. Hidalgo dijo:
«que siendo como los clamores de la naturaleza, el vender a los hombres,
quedan abolidas las leyes de la esclavitud no sólo en cuanto al tráfico o comercio que se hacía de ellos, sino también por lo relativo a las adquisiciones...
deberán los amos, sean americanos o europeos, darles libertad dentro del término de 10 días, so pena de muerte, que por la inobservancia de este artículo
se les aplicará».
El 6 de diciembre reafirmó la orden de dar libertad a los esclavos.
José Clemente Orozco nació el 23 de noviembre de 1883 en Cd. Guzmán,
Jalisco.
Creador de una obra pictórica esencialmente mural, destacó entre sus
temas los de contenido social y sobre la política del México post revolucionario,
en una postura radical que mostraba su inconformidad por la situación del
país.
En 1906 comenzó sus estudios de pintura en San Carlos y en 1910 participó en una exposición organizada por la Sociedad de Alumnos, Pintores y
Escultores de la Academia.
En 1921 junto con Diego Rivera y otros más fundó el Grupo Solidario
del Movimiento Obrero y en 1922 pintó sus primeros murales en la Escuela
Nacional Preparatoria. Hizo uno más en 1925 en la Casa de los Azulejos y otro
en 1926 en la Escuela Industrial de Orizaba.
Entre 1927 y 1934 vivió en los Estados Unidos y pintó murales en varias
escuelas. En 1934 pintó un mural en el Palacio de Bellas Artes, y luego estuvo
en Guadalajara entre 1936 y 1939 donde decoró la Universidad, el Palacio de
Gobierno y el Hospicio Cabañas.
El mural del Padre Miguel Hidalgo cubre 1,132 pies cuadrados.
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Diciembre 2010
Año iv
Directorio / Contenido
Rector
C.P. David Gómez Fuentes
Vicerector académico
Dr. Alejandro Montano
vi
Prólogo
Rodolfo Vega Ga llegos
10
La independencia en el Nuevo Santander
Emilio la m a drid
Comité editorial
José Villaseñor
Alberto Bazaldúa
44
El entorno digital
Ernesto Peña A lonso
60
Enrico Martínez
Tejedores del Tiempo:
La representación del tiempo propuesta por los medios
de comunicación desde la Teoría Crítica
Jenn y Segov ia no García
Emilio Lamadrid
Francisco Gámez
Diseño
Ernesto Peña
Form ación
María José Orellana García (ldg 50.)
Michelle Cházaro
R ev isión y corrección de estilo
Martín Castillo
Pharus Academiæ, Revista de divulgación e investigación del Instituto de Estudios Superiores
de Tamaulipas. Número 6, año iii. Este número
se terminó de editar en mayo de 2010, el tiraje
total de esta edición es de 1 000 copias.
Reserva de derechos: 04-2008-062316205000-102
74
La educación de la Nueva Era
José Luis Villaseñor Dáva los
84
La Danza del Adiós
Fr a ncisco Gá mez Va ldés
104
La otra historia de México, Hidalgo e Iturbide,
La gloria y el olvido
Emilio La m a drid Sá nchez
Pharus Academiæ
Prólogo
Reflexionar en los tiempos que transcurren y en los hechos que nos ha tocado
vivir, viene a mi memoria una frase lanzada con mucha sabiduría hace ya
mucho tiempo por el Dr. Luis Garibay, brillante Rector de la Universidad Autónoma de Guadalajara: «las partes están terminando con el todo».
Los Priis, los Panes, el Poder ejecutivo, el Poder legislativo, el poder judicial,
el Gobierno del Distrito Federal, las diferentes Iglesias, los Gobernadores, los
poderes de los estados, los presidentes municipales, las organizaciones no
gubernamentales, los concanacos, los canacintra, los coparmex, los grandes,
medianos y pequeños medios de comunicación, las asociaciones de universidades, todos están integrados por gentes muy brillantes, muy especiales, muy
inteligentes, yo diría demasiado inteligentes, todos tienen razón, su razón,
para defender una posición, su posición, en contra de las posiciones de los
otros grupos de poder y todos ellos utilizan cada vez más fuerza, más poder, más empecinamiento, más recursos, para aniquilar las posiciones de los
otros grupos antagónicos.
Cada grupo busca y lucha encarnizadamente por defender y conseguir sus
objetivos de grupo, de tal manera que todos los recursos con que cuentan,
mucho de ello lamentablemente, se utiliza para defender sus trincheras, destruir los argumentos de otros grupos, conseguir ganar, olvidando tristemente
los objetivos que como país deberíamos de tener.
Muchas veces he deseado que fueran menos inteligentes, más limitados,
menos egoístas, pero que caminaran en la misma dirección.
Que triste es sentir que como mexicanos no podamos subordinarnos a
una idea de País, no podamos ponernos de acuerdo en un modelo de país
en que todos trabajemos para lograrlo, que triste es que eso no nos importa
ni pensar en ello, que triste es que todo el potencial individual y grupal lo
estemos desperdiciando en destruirnos unos a otros para conseguir egoístamente una riqueza, un poder, un orgullo individual, tirando a la basura los
sueños de muchos mexicanos y condenando a nuestra nación a un destino
que da miedo imaginar.
Hemos, hasta ahora, fracasado en la construcción o reconstrucción de
nuestro país. A pesar de todos los avances de la ciencia y la tecnología cuyo
crecimiento geométrico nos ha asombrado, no hemos podido formar a los
07
hombres y mujeres, que olvidando objetivos individuales, construyan y trabajen en la integración de una sociedad que vele por el bienestar de hombres y
mujeres de todos los niveles sociales.
Hemos olvidado que estamos en la misma barca, y que si esta sigue hacienda agua en algunas de sus partes, tarde o tempranos todos, todos, nos
hundiremos vergonzosamente en el fondo de nuestros egoísmos.
No podría reflexionar sobre nuestras carencias sin proponer, sin exhortar,
sin sugerir, algo que debemos hacer para tratar de revertir esta obscuridad
que esconde tenebrosamente el futuro.
Al analizar los múltiples problemas que tenemos como sociedad, siempre
buscamos quienes son culpables y exigimos responsabilidad y acción inmediata a los demás. Lo cierto es, que todos y cada uno de nosotros somos responsables de lo que padece nuestro país, somos culpables porque hemos hecho cosas indebidas o hemos dejado de realizar acciones que hemos debido
hacer.
No podemos cambiar la política, la economía, las empresas y todas las organizaciones, sin cambiar a las personas que trabajan en ellas.
Reconociendo nuestra culpabilidad individual, tenemos que empeñarnos
en ser personas con virtudes y colaborar para que otros también lo sean. Primeramente debemos, todos, todos, todos, de tratar de ser mejores, tratar de
hacer más cosas buenas, tratar, sabiendo que esto es bastante difícil, de cambiar, de renovarnos, transformarnos en hombres y mujeres que intentemos
vencer el mal con el bien.
No busquemos cambiar a los demás, empeñémonos en cambiarnos a nosotros mismos, mas tarde veremos que cambiando un poco, cambiara nuestra familia, nuestra empresa y cambiaremos México. Solo así será posible.
Que así sea.
Diciembre 2010
Año iv
Pharus Academiæ
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Diciembre 2010
Año iv
«La cultura engendra progreso y sin ella no cabe exigir de
los pueblos ninguna conducta moral.»
— José Vasconcelos
Pharus academiæ
La independencia en el Nuevo Santander
¿Qué es la historia sino una fábula consensuada?
—Napoleón
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Emilio La m a drid Sá nchez
Periodista, editorialista y
ensayista, ha publicado una novela
histórica Santa Anna de Tampico,
saga de una familia, investigador
en el iest, Coordinador del
Consejo de la Crónica Municipal
para el Municipio de Tampico.
La historia como ciencia es invento relativamente reciente. Hace algunos milenios el registro de la historia humana era más bien una acumulación
de mitos mezclados con hechos reales. Era difícil dilucidar en donde empezaban la realidad y donde se intervenían la tradición, la invención, las fábulas,
los sueños y los delirios.
En la historia patria, y aún en la matria, que diría Don Luis González, los
personajes históricos son más producto de la leyenda y de la fábula que de un
trabajo metódico y organizado en busca de la verdad. La verdad, que podríamos decir hoy, está más que devaluada, no se nos presenta sino de refilón y
solo nos plantea ángeles hieráticos o demonios encarnados, no los seres humanos llenos de virtudes y defectos que actuaron en un medio y un tiempo
incomprensibles para el hombre de esta época.
Buscar la verdad en medio de dos siglos de mitos es asaz difícil. Es necesario introducirnos a terrenos minados en los que todo puede suceder. Desde
encontrar héroes desconocidos en absoluto hasta descubrir ángeles que al
perder sus alas, se convirtieron en demonios.
Este es un intento inicial de búsqueda de información relacionada con el
evento que celebramos en este año: el inicio de la revolución de independencia, en el antecedente inmediato de Tamaulipas, la colonia del Nuevo Santander.
Diciembre 2010, número 7
Antecedentes
Las provincias americanas de un imperio en el que no se ponía el sol, desde la Nueva España hasta el virreinato del Río de la Plata, eran un inmenso
polvorín desde mediados del siglo xviii. La decadencia del imperio español
que dejó paso a nuevos modos de control y dominación por países tradicionalmente enemigos de la Iberia del siglo xvi. Los cambios ocurridos en el
modo de gobernar, —del paternalismo de los Habsburgo al mercantilismo de
los Borbones— había creado enorme disgusto en las sociedades y aún en los
gobernantes de los inmensos territorios convertidos en colonias productoras
de dinero para la nueva familia real y sus favoritos.
Por otra parte, las nuevas ideas surgidas del siglo de las luces y el enciclopedismo francés pusieron las bases para la emancipación de las trece colonias de América del norte del yugo inglés —no imposición sin representación— que crean el primer gobierno no monárquico en un mundo que aún
creía que el rey lo era por la gracia de Dios.
El éxito económico del gobierno de Estados Unidos, el expansionismo comercial e ideológico que creció exponencialmente en los primeros años del
siglo xix aunados a la compra del enorme territorio de la Luisiana a Napoleón
Bonaparte en 1803, lanzó el poderío norteamericano hacia el sur y fue el punto de partida de la ambición yanqui por los territorios norteños de la Nueva
España, escasamente poblados y peor defendidos.
Todo ello crea el caldo de cultivo pre revolucionario que pondrá fin a la
dominación española en América continental.
La organización y el régimen federal presidencialista, se convirtieron en
modelo para los países que emergerían del moribundo imperio español, cuyo
esfuerzo colonizador se había agotado y que, con decisiones como la expulsión de la Compañía de Jesús de todos sus territorios, la modificación de la
relación metrópoli-provincias a un colonialismo furibundo, propician el debilitamiento de la estructura imperial.
La corrupción de las funciones políticas, administrativas y religiosas y la
explotación inmisericorde del estamento popular, pusieron fin al poderío español, permitiendo —por ausencia— que las ideas del modernismo entraran
en todos los estamentos de las sociedades hispanoamericanas cuyo fin previsible será la emancipación.
Para la Nueva España la ruptura del molde colonial, fue difícil y dolorosa.
Dejar el régimen virreinal español y acercarse —en una imitación extra lógica, que diría Antonio Caso— al sistema federal inspirado en el gobierno de
Estado Unidos, propició enormes conflictos políticos y sociales, cuyos efectos
podríamos asegurar persisten doscientos años después.
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Los movimientos independentistas
Más que un movimiento claramente ideológico, la Independencia mexicana
fue respaldada por intereses económicos y políticos de las élites locales. Con
las Reformas borbónicas, las provincias nororientales de la Nueva España,
empezaron a experimentar los cambios ordenados por el gobierno español,
como el establecimiento de la Alcabala 1.
Antiguamente, esta zona había quedado exenta del impuesto general
sobre las ventas y transacciones, debido a su situación fronteriza, en la que
quedaba en manos de los vecinos la defensa del Imperio contra las tribus bárbaras del norte novohispano y contra los aventureros europeos que por ese
tiempo se introducían en esos territorios.
Los impuestos y empréstitos forzosos con que el gobierno español agobió
a los habitantes de la región y las reformas —territoriales, administrativas,
económicas, políticas y eclesiásticas— en conjunto, estaban destinadas a
1 Alcabala. (Del árabe hispánico alqabála).
Tributo del tanto por ciento del precio
que pagaba al fisco el vendedor en el
contrato de compraventa y ambos
contratantes en el de permuta.
Pharus academiæ
12
transformar la recaudación fiscal en una fuente productiva de ingresos para
la Corona. Con el deseo de maximizar sus entradas y hacer más eficiente la
administración colonial, durante el siglo xviii, el gobierno español dio inicio
a una serie de exacciones crecientes y continuas que se agudizaron al menos
en dos ocasiones: entre 1777 y 1785, y entre 1808 y 1817.
A partir de 1762, alentados por el gobierno Borbón, los comerciantes peninsulares que pronto se integraron a la élite local, empezaron a comprar los
cargos vendibles de regidor especializado, que eran los más redituables. Anteriormente, los criollos habían dominado los cabildos. Los primeros atisbos
de división entre criollos y peninsulares, fueron perceptibles desde el año de
1777. Al tiempo de la visita del primer comandante general de las Provincias
Internas, don Teodoro de Croix, su capellán privado —fray Agustín de Morfi— dejó constancia del distanciamiento que por entonces ocurría entre ambas facciones.
El enorme crecimiento que, durante las últimas décadas del siglo xviii
experimentó el aparato burocrático de los Borbones, posibilitó que muchos
cargos recién creados fuesen ocupados por peninsulares. Algunos de estos
nuevos cargos fueron: la Administración de Correos y Alcabalas Provinciales,
el Estanco y las Cajas Reales.
En 1777, en la mitad norteña de la Nueva España, de la que formaba parte
indisoluble el Nuevo Santander, fue establecida la Comandancia General de
Provincias Internas, a la manera de un segundo virreinato, de tipo militar,
con un gobierno semiautónomo, en el que el jefe político máximo no era el
virrey, sino el comandante general. La autoridad de éste sólo era rebasada
en asuntos hacendarios por el intendente de San Luis Potosí. En 1783 se creó
también una Pagaduría —lo que revela una efímera bonanza por esos años—
que tuvo a su cargo el control de los monopolios del tabaco, del papel sellado,
de la pólvora y de los naipes, así como el pago de los haberes de los soldados
destacados en presidios y misiones adscritas a la Comandancia de las Provincias Internas de Oriente que, el año de 1780, creó dos compañías de Dragones
provinciales de Santiago, una fija y otra volante, con la misión de resguardar
las fronteras del Imperio, privilegiándose a los comerciantes peninsulares con
la oportunidad de adquirir los cargos oficiales de mayor rango dentro de ellas.
La Intendencia de San Luis Potosí y el Nuevo Santander
Alejandro de Humboldt, en su famoso «Ensayo Político sobre el Reino de
la Nueva España» que escribió en 1803 después de su viaje de estudios por
Iberoamérica, puntualiza las hondas diferencias económicas entre las clases
sociales y las castas. Señaló el estancamiento económico por los monopolios
y las injustas leyes fiscales. Concluyó Humboldt confiando que los mestizos
y criollos, «en medio de su larga opresión lleguen a participar de todos los
beneficios que son consiguientes a los progresos de la civilización y de las
mejoras del orden social».
En el trabajo de Humboldt, la población total de la Nueva España, era de 5,
837,000 habitantes y el Nuevo Santander tenía 38,000.
En 1810 el Nuevo Santander sufría aún la inestabilidad de una colonización
en proceso y de una pacificación por ser alcanzada, pues, además de los asaltos de tribus nómadas, los nativos del territorio supuestamente «reducidos»,
se encaramaban en las montañas y desde allí atacaban los pequeños pueblos.
Para 1810, la provincia tenía 56,937 habitantes de los que 14,639 eran españoles, 28,825 formaban parte de las castas y 13,251 eran indios. Al consumarse
la independencia de 1821, la población total ascendía a 67,434 habitantes.
El territorio de la colonia se extendía en una superficie de 5,193 leguas cuadradas, con una densidad de población de 7 habitantes por legua cuadrada
(menos de un habitante por kilómetro cuadrado)
Ese era el Nuevo Santander al que, en 1808, llega noticia de los sucesos ocurridos en la capital de la Colonia, causados por la noticia de la abdicaciones
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sucesivas de Carlos iv y Fernando Séptimo, y la proclamación como rey de
España de José, hermano mayor de Napoleón Bonaparte.
Desde ese momento, grupos importantes de criollos, comerciantes y grandes hacendados, reafirmaron su convicción de que era imprescindible la independencia, preparando el ambiente para los acontecimientos que se desarrollarán en el virreinato a partir de Dolores.
Era evidente que las condiciones económicas, sociales y políticas en Nueva
España, como en todo el continente hispano americano, propiciaban un ambiente de rebelión. Los esfuerzos que hizo el despotismo ilustrado de Carlos
III, remediaron en muy pequeña parte los graves problemas que se acumulaban en el imperio.
El levantamiento de Dolores
El grito de Dolores fue el arranque del fin de la colonia. La lucha que sostuvieron las fuerzas realistas fue cruel, y dentro de las filas españolas destacaron Calleja e Iturbide. Los insurgentes iniciaron la guerra de independencia
respaldados por la situación social de la Nueva España, llena de injusticias y
desigualdades por una parte y privilegios por la otra. Las fuerzas insurgentes
estallaron con vigor popular, pero fueron víctimas de la improvisación y la
falta de preparación militar, por lo que al enfrentar a fuerzas entrenadas y dirigidas por militares de carrera, tuvieron necesariamente que ser destruidas.
En las Provincias Internas de Oriente, por su poca población y escasas vías
de comunicación, la dominación española estaba respaldada por las tropas y
el los estamentos eclesiástico y de los hacendados. La clase media, compuesta
principalmente por comerciantes y los escasos miembros de las profesionales
liberales, difícilmente podía organizar la insurgencia, por lo que iniciar cualquier movimiento revolucionario sólo era posible con la ayuda de las tropas
destacadas en pueblos y villas, a pesar de que el pueblo humilde detestaba la
sujeción en que se encontraba.
2 Vito Alessio Robles, Coahuila y Texas
en la Época colonial, Editorial
Cultura, México 1938 p. 631.
«La inquietud en Saltillo y en todas las provincias internas era grande»,
dice Vito Alessio Robles y agrega «que se tenían noticias de una marcha
triunfal de Hidalgo, semejante a la de un alud gigantesco, que crecía más y
más a medida que avanzaba hacia el corazón del virreinato sin que nada pudiera contenerlo en su carrera devastadora»2.
El brigadier Félix María Calleja, inspector de las tropas milicianas de Nuevo Santander, informó el 22 de septiembre de 1810 al gobernador Iturbe de la
insurrección del padre Hidalgo, y le ordenó formar un cuerpo de doscientos
cincuenta hombres equipados con bastimentos para veinte días y habilitados
con dos caballos por individuo.
Calleja ordenó que las tropas reunidas de Coahuila, Nuevo León y algunas
de Nuevo Santander se marcharan a San Luis a las órdenes del capitán Pedro
de Herrera y Leyva. Por su parte el gobernador Iturbe se dirigió al gobernador de Nuevo Reino de León, Manuel de Santa María, proponiendo que el comandante Nemesio Salcedo congregase todas las fuerzas de las Provincias
Internas de Oriente y dirigiera las operaciones, sugiriendo que las provincias
del citado Nuevo Reino y de Nuevo Santander coordinaran sus actividades de
defensa para el caso de ser invadidas por las fuerzas insurgentes.
Los soldados y hacendados concentrados en San Luis con los tres cuerpos
integrantes de la Décima Brigada, acamparon en la hacienda de la Pila desde
donde Calleja marchó el 24 de octubre de 1810 hacia el interior con un ejército de
tres mil seiscientos hombres que destruyó virtualmente las fuerzas insurgentes.
13
Pharus academiæ
El 15 de octubre, el gobernador de la provincia reunió en San Carlos un
nuevo grupo de milicias y ordenó integrar otro cuerpo de trescientos hombres que «deberán estar prontos y dispuestos para marchar a primera orden
a donde la necesidad lo exija»3.
3 Copia en el Archivo Municipal
de Jiménez (año de 1810).
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Mapa de Nuevo Santander 1792
El estallido de la rebelión en el Nuevo Santander
En 1810, gobernaba la provincia del Nuevo Santander el coronel Manuel Iturbe. Noticias y partes oficiales recibidos durante los primeros meses del año
1810, presagiaban los acontecimientos por venir.
Por ejemplo, el gobernador de Tejas informó a Iturbe en oficio del 26 de
febrero de dicho año, tener
«noticia segura y por sujeto autorizado de que en la Nueva Orleáns se trama por algunos españoles mal contentos con nuestro gobierno y mezclados
con franceses y americanos de formalizar una revolución en este reino…».
En el mismo oficio recomienda volver a adoptar la regla de pasaporte obligatorio a los viajeros de aquellos lares, lo que Iturbe dio por aceptado al disponer en Nuevo Santander se requiriese a todo viajero proveniente de Tejas la
presentación de pasaporte autorizado por el comandante militar o el gober-
Diciembre 2010, número 7
nador de la provincia, y a la vez ordenó se exigiese a las personas que saliesen
con ese rumbo que llevaran pasaporte extendido por los capitanes y justicias
de sus respectivos territorios. Se ordenó también que se aprehendiera y examinara escrupulosamente a todo viajero procedente de Tejas que no trajera
documentación.
Otras comunicaciones relativas a la posibilidad de que «se presente algún
barco con gente desconocida…»4, llegaron al gobernador. En el mismo mes de
enero se recibió en la capital del Nuevo Santander, San Carlos, copia del oficio
que envió Luis de Onís, embajador de España en Estado Unidos al virrey, en
el que expresaba el temor de que «varias personas de Luisiana se internen en
nuestras posesiones por los puntos del Nuevo Orleans, Nacogdoches y Natchitoches…» recomendando vigilar la conducta de dicha gente en caso de que
entrasen a territorios dominados por España y evitar que fomenten «ideas
subversivas del buen orden»5.
4 Oficio dirigido por el gobernador Manuel
de Iturbe a los alcaldes del Nuevo
Santander de fecha enero 7 de 1810. Archivo
Municipal de Jiménez, Tamaulipas.
5 Copia en el Archivo Municipal
de Jiménez, Tamaulipas.
José Bernardo Gutiérrez de Lar a, héroe desconocido
Cuando las noticias de la rebelión alcanzaron Nuevo Santander, Jose Bernardo Gutiérrez de Lara, se unió rápidamente a la causa en Revilla, (hoy Ciudad
Guerrero, Tamaulipas), y empezó a enviar por correo propaganda impresa de
su propio peculio, a Aguayo, (hoy Ciudad Victoria), y a Béjar, capital de Tejas.
El trabajo voluntario que desarrollaba y su influencia familiar y personal hicieron mucho para que cundiera la revolución en ambas provincias.
José Bernardo fue a Saltillo en marzo de 1811 a ofrecer personalmente sus
servicios a Mariano Jiménez, a quien Ignacio Allende ordenó dirigirse al Norte. Con una tropa de siete mil hombres y 28 piezas de artillería, pero se topó
con el ejército realista; sin embargo, para su buena suerte muchos de los hombres del enemigo, inconformes con el gobierno español, desertaron y se unieron a la causa de la Independencia.
Gutiérrez de Lara se encontró con Hidalgo y los jefes revolucionarios en la
Hacienda de Santa María donde les ofreció su ayuda, su fortuna personal, y,
si fuera menester, su vida.
Conocedores de la actividad de Gutiérrez de Lara por las tácticas empleadas en el Río Grande, lo llevaron con ellos a Monclova y lo nombraron teniente
coronel del Ejército de América.
Al mismo tiempo, le dieron su primera comisión. Debía volver a Nuevo
Santander para organizar una fuerza patriota y tomar prisionero a todos los
Realistas que pudiera.
Por esos días, Hidalgo recibió noticias de que habían sido capturados en
Béjar, los agentes que había despachado para pedir ayuda a los Estados Unidos. Los patriotas necesitaban con urgencia armas, municiones y el reconocimiento de los Estados Unidos. Bernardo desplegó la audacia que marcó toda
su vida: se ofreció a ir como plenipotenciario a los Estados Unidos. Con la
encomienda de Allende, Jiménez e Hidalgo, viajó a Tejas, donde a la cabeza
de quinientos aventureros ocupó en 1812 Nacogdoches, Trinidad y Bahía del
Espíritu Santo.
Poco después, lo veremos como primer gobernador de Tejas cuando la declaró independiente.
La rebelión en el Nuevo Santander
15
José Bernardo Gutierrez de Lara Uribe
6 Zorrilla, Juan Fidel Tamaulipas y la guerra
de Independencia: acontecimientos,
actores y escenarios, Ciudad Victoria,
Tamaulipas, Gobierno del Estado de
Tamaulipas, Comisión Organizadora
para la Conmemoración en Tamaulipas
del Bicentenario de la Independencia
y Centenario de la Revolución
Mexicana, 2008. P. 66 y siguientes.
En este momento seguimos un texto de Juan Fidel Zorrilla:6
«En la madrugada del once de noviembre de 1810, dos patrullas de los lanceros de San Carlos a las órdenes del capitán Joaquín Sevilla de Olmedo y los
legos Luis Herrera y Juan Villerías, dieciséis hombres a caballo y un puñado
Pharus academiæ
de sediciosos que estaban presos en el convento del Carmen y fueron liberados, tomaron la plaza de San Luis Potosí, allanando la cárcel municipal, liberando a los presos y ocupando los cuarteles de la muy noble y leal ciudad. El
mismo once de noviembre se apoderó de Zacatecas el insurgente José Rafael
de Iriarte, apodado el cabo de Leitón, quien después de asegurar la plaza se
presentó en San Luis el día catorce con grupos indígenas de Colotlán. Tres
días de fiestas tuvieron en San Luis las fuerzas de Iriarte y las de Herrera y
Villerías. Después de estos festejos el citado Iriarte y sus oficiales invitaron a
Herrera, Lanzagorta, Sevilla y Villerías a un convite en el que aprehendieron a
los tres primeros logrando escapar Villerías ‘con cincuenta hombres’.
»Leitón, sus oficiales y tropas saquearon San Luis, tanto a las cajas reales
como a los particulares y al estanco de tabaco».
16
Después del saqueo libertó a los presos, nombró mariscal a Herrera y designó coroneles a Sevilla y Lanzagorta.
El gobernador de Coahuila, Antonio Cordero, intentó atacar la plaza de
San Luis para entregarla a las fuerzas realistas, pero fue sorprendido por Mariano Jiménez y derrotado el 7 de enero de 1811 en el lugar llamado Puerto de
Carneros, donde fue aprehendido. Durante este periodo las persecuciones de
españoles, los asaltos a las haciendas y a los viajeros en los caminos fueron
cotidianos, hasta que evacuaron San Luis el mariscal Herrera, el brigadier
Blancas, 2,500 hombres de a caballo y 500 de a pie con dirección a río Verde.
La fuga de los insurgentes fue el 25 de febrero y el 5 de marzo ocupó Calleja la
ciudad, restableció «en su puesto al intendente Acevedo y mandó fusilar por
infidentes a un licenciado Trelles, que se había escondido y a cuatro individuos más. Algunos otros fueron, por lo mismo, públicamente azotados. Y en
persecución de Herrera despachó a un batallón de infantería de la Corona,
el regimiento de dragones de Puebla, dos escuadrones de San Luis, y cuatro
cañones al mando del coronel don Diego García Conde»7.
Herrera y Blancas entraron a río Verde y se retiraron a valle del Maíz, donde estuvieron el 20 y 21 de marzo siendo atacados la madrugada del 22 por las
fuerzas de García Conde, quien dominó la situación en unas cuantas horas,
huyendo los insurgentes con rumbo a Nuevo Santander con la intención de
refugiarse en la villa de Aguayo que estaba a la sazón en manos de fuerzas
sublevadas.
7 Velázquez, op. cit. t. iii, p. 56.
¿Qué er a lo que sucedía en el Nuevo Santander? ¿En la villa
de Aguayo?
De acuerdo a documentos y relatos de la época, los acontecimientos de
Nuevo Santander ocurridos después de la insurrección de Dolores, empezaron con el pronunciamiento de los capitanes Guerra y Benavides, al mando
de la guarnición de la villa de Aguayo proclamando la independencia, que
ocurre también en la villa de Padilla en el cuartel de las tropas provinciales
de la segunda compañía volante de Nuevo Santander y en San Carlos, Santo
Domingo de Hoyos y la mayoría de las poblaciones de Tamaulipas.
No hay noticia cierta de cuándo fue la proclamación de independencia en
Aguayo, pero Zorrilla supone que fue en el mes de enero de 1811 ya que existen
documentos de los meses de octubre y diciembre de 1810 que prueban que el
gobernador Iturbe despachaba en la capital de San Carlos durante ese tiempo8.
Los acontecimientos que tuvieron lugar en el Nuevo León y Coahuila se reflejaron en Nuevo Santander en el mes de enero de 1811 después de las batallas
de Aguanueva (7 de enero) y Puerto de Carneros (20 de enero) ganadas por
Mariano Jiménez, recién nombrado por Hidalgo teniente general de América.
Jiménez entro a Saltillo el 8 de enero y dice Alessio Robles que «envió fuerzas a Monterrey, Parras, Monclova y otros lugares de Nuevo Santander»9.
8 Contrato de venta de media porción de tierra
celebrado entre Bernardino Rodríguez
y Bernardo Zaldívar otorgado el 16 de
diciembre de 1810 en la villa de los Cinco
Señores del Nuevo Santander. Copia del
Archivo Municipal de Jiménez. Oficio
enviado por Francisco de la Serna al
teniente y justicia José Ignacio Alcalá de la
Villa de Santander el 24 de octubre de 1810.
9 Alessio Robles, op. cit. p. 634.
Diciembre 2010, número 7
En Monterrey el gobernador Manuel de Santa María, proclamó la independencia el 17 de enero. Dice Robles, que de inmediato se extendió al Nuevo Santander, y también a Tejas donde el capitán Juan Bautista Casas aprehendió en
Béjar (San Antonio) al gobernador Manuel María Salcedo y al coronel Simón
de Herrera. El capitán Casas era originario de Croix, Nuevo Santander, villa
que después adoptó su nombre.
Las Provincias Internas de Oriente estaban en esos días de enero de 1811 en
manos insurgentes. Dice Lucas Alamán:
«Todo el país que se extiende desde San Luis hasta la frontera de los Estados Unidos, obedecía a Hidalgo, sin enemigo alguno en todo él, pues Jiménez
rechazó y obligó a retirarse en el puerto de Carneros al capitán D. José Manuel
de Ochoa, que con algunas tropas de provincias internas se acercó a impedir
el progreso de la revolución»10.
En Nuevo Santander, cuando el gobernador coronel Manuel Iturbe, reunió
tropas para combatir la rebelión, los militares se declararon a favor de la Independencia y se apoderaron de la capital, San Carlos en ese entonces, dando
lugar a que el gobernador de Iturbe e Iraeta acompañado de algunos oficiales
y civiles huyera a Altamira confiando recibir tropas de refuerzo para restablecer la situación.
El 4 de diciembre de 1810, Bernardo Gómez de Lara, más conocido como el
«Huacal», Mateo y Lucas Zúñiga y Martín Gómez de Lara, ocuparon el cuartel de Tula, dominando la situación. Esta ocupación fue temporal, ya que en
mayo de 1811, fue re-ocupada por tropas realistas al mando de Joaquín de
Arredondo. La caída de Tula constituye la primera de una cadena de derrotas,
en las que son ejecutados los jefes insurgentes, oriundos de Tula, Bernardo
Gómez de Lara, Juan Nepomuceno Jiménez y Juan Bautista de las Casas.
10 Lucas Alamán, Historia de Méjico,
T. I, México, Editorial Jus, p. 82.
17
Los conatos de Independencia en Nuevo Santander, Nuevo
León, Coahuila y Tejas 
Luego que el virrey Venegas supo que Hidalgo y sus compañeros, derrotados
en Calderón, habían resuelto introducirse por Tejas en los Estados-Unidos,
se resolvió impedirlo ocupando anticipadamente por fuerzas españolas el
territorio por donde se proponían salvar la frontera: al efecto formó en Veracruz una división compuesta de cerca de quinientos hombres de todas armas
a las órdenes del coronel D. Joaquín de Arredondo, que viajarían por mar y
desembarcarían en Matagorda, fondeadero de la provincia de Tejas. Como la
navegación por estas costas era poco común en aquella época, los marinos
españoles pusieron mil dificultades haciendo ver los riesgos que corría la expedición en barras peligrosas y desconocidas. El virrey que no tenía mucha
gente disponible entendió la dificultad para equipar otra división, ordenó que
fuese sólo hasta el Pueblo Viejo de Tampico, y ordenó a Arredondo que tomara la delantera a Hidalgo e impedir su evasión.
La expedición salió de Veracruz el 3 de marzo en el bergantín de guerra
Regencia y las goletas San Pablo y San Cayetano. Estos buques fondearon sin
contratiempo el 19 en la barra de Tampico y el 20 desembarcó toda la tropa
que se alojó en Pueblo Viejo donde descansó ocho días, pasados los cuales
hizo su primera jornada para Altamira. A la llegada de Arredondo a ese punto
se le unieron tropas adictas al gobierno y las que habían tomado partido por
los insurgentes y se contra pronunciaron. En principios de abril emprendió
Arredondo su marcha para Aguayo y antes de llegar a la villa supo en la hacienda del Cojo de la prisión de Hidalgo y sus compañeros; aunque con esto
había cesado el motivo principal de la expedición, no le faltó en que ocupar la
tropa que mandaba. Casi de inmediato, Arredondo puso en suplicio a Herrera
11 Mora, José María Luis Méjico y
sus revoluciones Tomo cuarto,
Librería de Rosa, Paris 1856.
Pharus academiæ
y sus compañeros entregados por los que con ellos se habían pronunciado, y
reforzada su división muy considerablemente con las tropas locales y algunos
voluntarios se dispuso a acabar con los insurgentes que existían por aquellos
lugares, sofocando los conatos que había habido de sublevación contra el gobierno español. Los tres más visibles eran, Fray Juan Villerías, Mateo Acuña,
y Bernardo Gómez de Lara el Huacal.
Arredondo salió de Aguayo el 4 de mayo a perseguirlos; formó dos partidas
de caballería, una destinada a Palmillas contra Acuña, y la otra para perseguir a Villerías que estaba en Rio-Blanco con algunos cañones y una tropa
de gente mal armada. Él encabezó el resto de la fuerza en el paraje llamado
Salto, a una jornada sobre el camino de Aguayo a Tula. La partida destacada
contra Acuña se encontró en Los Ébanos con trescientos hombres los que a la
18
Mapa de Tamaulipas
primera carga se pusieron en fuga, perdiendo equipaje y provisiones de boca
Arredondo, con la ventaja obtenida continuó para Jaumave y Palmillas que
fueron abandonados por los insurgentes al aproximarse la división. En Palmillas se mantuvo Arredondo por algunos días para aguardar la tropa que había
sido enviada contra Villerías, y mandó guerrillas a despejar toda la región.
El día 10 llegó la noticia de la derrota de Villerías en Tanque Colorado en la
que el fraile perdió ocho cañones, mucho parque, algunos muertos y prisioneros, todo lo cual se llevó al campo de Arredondo. Algunos de los insurgentes
fueron fusilados, otros azotados y se puso libertad a otros.
El resto de las fuerzas de Villerías se dispersó, y el mismo fue apresado y
muerto en Matehuala por una partida de milicianos del Mineral del Catorce.
Diciembre 2010, número 7
Reunidas con Arredondo las partidas que había enviado contra los insurgentes, avanzó con todas las fuerzas sobre la villa de Tula, última población
de la provincia de Nuevo Santander, confinante con el Valle del Maíz perteneciente a la provincia de San Luis.
El 9 de mayo salió de Palmillas y al día siguiente acampó en la Noria: esa
misma tarde fueron atacadas las avanzadas de Arredondo por Acuña que obtuvo algunas ventajas, pero que acosadas por una partida de caballería se
retiró. Al amanecer de 21 llegó la división española a Tula: los insurgentes
hicieron una defensa debilísima y enseguida que inició el ataque huyeron, dejando prisioneros, entre ellos Acuña que fue pasado por las armas.
Quedaban todavía en los campos de las inmediaciones de Tula algunas
pequeñas partidas armadas, pero en pocos días fueron destruidas por Arredondo que los persiguió hasta en la sierra.
El 4 de junio Arredondo partió de regreso a Aguayo donde instaló su cuartel general, por ser la más central de la provincia. Antes de llegar supo Arredondo que entre Labradores y Rio Blanco había insurgentes, e inmediatamente destacó una fuerza considerable para que los persiguiese
El 9 de junio Bernardo Gómez de Lara, El Huacal, con unos trescientos
hombres se presentó en Matehuala; donde no había guarnición y tomando
a los vecinos desprevenidos, se apoderó del pueblo sin dificultad. La división
que había destacado Arredondo se aproximó para atacar a Matehuala al
amanecer del día 21. Arredondo sorprendió al Huacal que huyó, pero más adelante fue hecho prisionero y ejecutado en la cárcel de San Miguel el Grande.
Arredondo acabó con las pocas partidas que restaban de insurgentes por
los pueblos de Reinosa, San Fernando y Camargo, y concluidas las operaciones militares se dedicó a perseguir civil y criminalmente a los que en la provincia eran o se sospechaba eran afectos a la insurrección.
En esta expedición hizo sus pinitos militares D. Antonio López de Santa Ana que después haría tanto ruido en México y que siempre hablaba con
entusiasmo de las prendas de Arredondo como jefe militar y político para el
ejercicio de la autoridad en ambos ramos.
Año de 1811
En las Norias de Baján fueron aprehendidos Miguel Hidalgo y los principales
insurgentes. Los religiosos que los acompañaban como capellanes del ejército, franciscanos, mercedarios y carmelitas, todos residentes en San Luis Potosí, fueron enviados a Durango para procesarlos. De la ejecución sólo se libró
fray Gregorio de la Concepción, quien fue deportado a un convento en Ceuta.
José Mariano Jiménez fue ejecutado en junio de 1811 en Chihuahua, Rafael
Iriarte no fue aprehendido en Baján, pero los propios insurgentes lo fusilaron
poco después en Saltillo.
La división que mandaba el coronel D. Joaquín de Arredondo era la fuerza
realista en Nuevo Santander. En 1811 contaba con mil seiscientos tres hombres de infantería, y poco más de seiscientos de caballería y artillería. Los
insurgentes se hallaban esparcidos, desde la villa de Cadereyta, parte de la
provincia de San Luis y la del Nuevo Santander por toda la extensión de la
Sierra Gorda: sus fuerzas consistían en partidas de guerrilla más o menos numerosas, y su jefe principal que se titulaba gobernador de la provincia era D.
Felipe Landaverde, hombre recomendable por su probidad. Por febrero de ese
año, Arredondo que se hallaba en Aguayo, tuvo aviso de que los insurgentes,
bajando de la Sierra Gorda, habían derrotado en el rancho de la Plazuela, a las
orillas de Rio Verde, una partida considerable de urbanos de este pueblo, que
con dos cañones que perdieron en la acción, salieron a embarazarles el paso.
Esta ventaja dejaba descubierta mucha parte de la provincia de San Luis, de
la cual se podía con facilidad pasar a la de Nuevo Santander. Así lo entendió
19
Pharus academiæ
Arredondo, y para precaverse contra semejante resultado, determinó avanzar
el mismo sobre la provincia de San Luis con el grueso de sus fuerzas, dejando
el gobierno de la colonia del Nuevo Santander al capitán de milicias D. Juan
Fermín de Juanicotera.
Acontecimientos importantes en 1811 en Nuevo Santander fueron las derrotas de los insurgentes Luis Herrera y Blanca, el 12 de abril de 1811, y la de
Juan de Villerías en Estanque Colorado, el 19 de mayo de ese año. La insurgencia en Tamaulipas tuvo un fuerte brote popular en las zonas de Tula y
Palmillas, en donde la insurrección de Aguayo tomó la forma de una rebelión
militar, en tanto que la de Tula fue una genuina revolución.
Los insurgentes Luis Herrera y José Ignacio Villaseñor, son fusilados en
Villa de Aguayo por orden de don Joaquín de Arredondo.
Año de 1812
20
José Julián Canales, indio insurgente que en 1812 envió de Linares una carta
al Presbítero Juan B. Cantú y otra a la Junta Gubernativa del Nuevo Reino de
León, en las que les participaba haberse rebelado a favor de la Independencia,
y haber tomado la plaza de Santa Anna de Camargo, en rebeldía contra el rey
de España, Fernando vii, pidiendo instrucciones según proceso de Infidencias.
Era indio principal de la Misión de Santa Ana de Camargo y Capitán de los
Carrizos, lanzó una proclama el 8 de abril de 1812, intimando a los vecinos de
su villa a despertar «de aquel pesado sueño», pues de otra manera «nunca se
conseguirá la tranquilidad de nuestras familias, la quietud de nuestra patria
y la severidad de nuestro reino».
No se tienen noticias del destino final de José Julián Canales.
Por otra parte, se conoció la posible intromisión norteamericana en informe enviado al virrey de la Nueva España, en el que analiza la ambición yanqui
a la luz de los acontecimientos previos y da a conocer los límites fronterizos
que ambicionaba el gobierno de los Estados Unidos de Norte América. Por su
interés lo reproducimos completo.12
12 «1812 Informe de Luis de Onís acerca de la Expansión Territorial de los
Estados Unidos:
1° de Abril de 1812
»Luis de Onís al virrey, sobre el plan de gobierno de los Estados Unidos,
para anexar el territorio que adquieran. Abril 1º en Filadelfia.
»Excelentísimo señor: Muy señor mío. Cada día se van desarrollando más
y más las ideas ambiciosas de esta República y confirmándose sus miras hostiles contra la España: Vuestra Excelencia se halla enterado ya por mi correspondencia, que este gobierno no se ha propuesto nada menos que el de fijar
sus límites en la embocadura del río Norte o Bravo, siguiendo su curso hasta
el grado 31 y desde allí tirando una línea recta hasta el mar Pacífico, tomándose por consiguiente las provincias de Texas, Nuevo Santander, Coahuila,
Nuevo México y parte de la Provincia de Nueva Vizcaya y la Sonora. Parecerá un delirio este proyecto a toda persona sensata, pero no es menos seguro
que el proyecto existe, y que se ha levantado un plan expresamente de estas
provincias por orden del gobierno, incluyendo también en dichos límites la
isla de Cuba, como una pertenencia natural de esta República. Los medios
que se adoptan para preparar la ejecución de este plan, son los mismos que
Bonaparte y la república romana adoptaron para todas sus conquistas; la
seducción, la intriga, los emisarios, sembrar y alimentar las disensiones en
nuestras provincias de este continente, favorecer la guerra civil, y dar auxilios
Luis de Onis
Diciembre 2010, número 7
en armas y municiones a los insurgentes: todos estos medios se han puesto
en obra y se activan diariamente por esta administración contra nuestras
posesiones. Suscitóse como Vuestra Excelencia sabe, por estos americanos,
la revolución en la Florida occidental; se enviaron emisarios para hacer que
aquellos incautos habitantes formasen una constitución y declarasen su independencia; y verificado esto, hicieron entrar tropas bajo el pretexto de que
nosotros no estábamos en estado de apaciguarlos, y se apoderaron de parte
de aquella provincia, protestando en virtud de mis representaciones y de los
papeles que hice publicar bajo el nombre de «un celoso americano», que no
por eso dejaría de ser la Florida objeto de negociación: trataron de corromper
al brigadier Folck, gobernador de Panzacola, y a otros jefes, sin fruto; dieron
posteriormente órdenes al general Mathews, gobernador de la Georgia, para
que sedujese a los habitantes de la Florida oriental y a la tropa, ofreciendo cincuenta fanegadas de tierra a los que se declarasen por este gobierno, pagarles
sus deudas y conservarles sus sueldos. En virtud de mis oficios, se ha calmado
un poco este medio inicuo, pero no se ha abandonado: se protege abiertamente por la administración a todo español descontento, y al paso que en el país
se le desprecia, y aun se rehúsa su admisión en toda sociedad, sin distinción
de clase ni partido, se le estimula por aquélla para que se sirva de todas sus
conexiones en los países españoles a fin de fomentar la independencia. No hay
paraje quizá en nuestras Américas, en donde no haya emisarios napoleónicos y de este gobierno: éstos se unen en todas partes para fomentar la guerra
civil y la independencia, pero con distintas miras; pues Napoleón quiere que
le sirvan estos americanos para su proyecto, y ellos fingiendo que trabajan
por él, obran para sí: son infinitos los socorros en armas que han enviado a
Caracas y Buenos Aires, y es sabido que la independencia de Cartagena fue
de resultas de un armamento de fusiles que llevaron de aquí los diputados
cartagineses Omaña y La Lastra, y verosímilmente de las instrucciones que
les sugirió este gobierno. En el día, ha comisionado esta administración a un
abogado de Nueva Orleans, de mucha fama, para que se ponga en relación
con los insurgentes de ese reino; les ofrezca todo género de auxilios en dinero,
armas y oficiales, para hacer la guerra a las tropas del rey, y entre la caterva de emisarios que tiene sembrados por aquél país, ha pasado ya uno hacia
Natchitóchez, para escoger el punto donde pueda hacerse con seguridad el
depósito de todos estos auxilios.
»Al paso que este gobierno emplea todos estos ardides para conseguir el
objeto de revolucionar la América, acaba de consagrarse por un acto del Congreso, la reunión a la provincia o Estado de Nueva Orleans, de la parte de
Florida que media entre el Misisipi al río Perla, y para salvar en cierto modo
un hecho tan escandaloso y la representación que hice en nombre del rey,
cuando supe que iba a tratarse de ello, han añadido otra vez la cláusula de que
no por eso dejará de ser objeto de negociación; bien que indicando bastante
claro que la negociación nunca podría versar sobre devolución del territorio,
si no sobre compensación. Para dar un aspecto de la mejor inteligencia con
la España, y de sus deseos de conservar con ella la paz y buena armonía que
existe, afectan dar la mayor atención a las repetidas representaciones que he
hecho contra los corsarios que se arman en estos puertos, y se han dado efectivamente las órdenes más ejecutivas, para que se cele el abuso que se hace de
estas costas para introducir los géneros robados, y para aprovisionarse para
el corso; se han hecho ya algunos ejemplares contra los corsarios franceses, y
ha habido una presa española conducida a estos puertos devuelta al propietario, deduciendo los derechos del pleito y la mitad de su valor, que se ha dado
a los apresadores, pero en medio de esto, no debe perderse de vista que los
decretos del Congreso, para levantar setenta y cinco mil hombres de tropa,
con el pretexto de tornar el Canadá, son real y verdaderamente destinados
para fomentar nuestras disensiones y para aprovechar las circunstancias que
21
Pharus academiæ
se presenten, a fin de ir ejecutando el plan que he manifestado a Vuestra Excelencia con respecto a nuestras posesiones, ya sea por medio de conquista,
ya sea por el de inducirlas a que entren en esta confederación.
»He creído de mi deber dar a Vuestra Excelencia todas estas noticias, para
que no perdiendo de vista unas ideas tan perjudiciales a la seguridad de ese
precioso reino, confiado al celo de Vuestra Excelencia, se sirva adoptar las
medidas de precaución que le dicte su ilustrado talento, para destruir tan
infernales tramas, hijas de la política de Bonaparte y connaturalizados ya en
este suelo republicano, más que en ninguno otro de la Europa.
»El consuelo que podemos tener contra tan perversos designios es, que
esta administración falta de medios para armar y mantener el ejército que ha
decretado, y amenazada de una guerra contra la Inglaterra, retrocederá de
sus proyectos siempre que en su ejecución halle la más mínima resistencia,
y que sólo se contentará con emplear el medio bajo de la intriga, seducción,
y fomento de nuestras disensiones, fácil de contener con una bien meditada
energía, para castigar severamente a los que se empleasen en estos manejos,
y con una actividad infatigable para descubrirlos.
»Dios guarde a Vuestra Excelencia su vida muchos años. Filadelfia, 1° de
abril de 1812.—
Excelentísimo Señor.
Besa la mano de Vuestra Excelencia su más atento servidor.
—Luis de Onís.
Año de 1813
22
Don José Bernardo Maximiliano Gutiérrez de Lara, por instrucciones de Miguel Hidalgo en la lucha insurgente en Tejas, asedia y toma la plaza de San
Antonio de Béjar, apoderándose también del Álamo y apresa a los jefes rendidos. Al ser rechazados por los realistas, los atacantes buscaron refugio en la
Sierra de los Picachos, en el Nuevo Reino de León, de donde fueron desalojados tras el combate de La Chorreada.
Pese a las derrotas, los rebeldes lograron recuperarse. Un gran número de
indios carrizos se unió a ellos y, ya reagrupados, instalaron su cuartel en la
Congregación del Refugio, al mando de Felipe Garibay, al que se unió José
Antonio Guerra, capitán de las milicias de Aguayo, uniéndose también Antonio Baca Cevallos y José María García Salinas. Aunque los realistas eran
menores en número, su organización y entrenamiento militar eran muy superiores a los insurgentes, los que fueron derrotados en el paraje del Mogote,
a 30 kilómetros de la Congregación del Refugio. Enseguida fue reinstalada la
autoridad colonial.
Año de 1814
El 4 de mayo de 1814 el rey Fernando vii declaró nula la Constitución de Cádiz.
Al haber sido nombrado Félix María Calleja virrey de la Nueva España, a
partir de 1814, la insurgencia tomó un giro distinto. En febrero Calleja ordenó
por bando que cuando se delatara a los que habían participado en las distintas gavillas, se les fusilara sumariamente. El proceso continuó durante 1815 y
se calcula que fueron fusilados más de 400 insurgentes.
En el Nuevo Santander la situación era de calma.
Año de 1815
El 11 de agosto de 1815 se restableció el virreinato de Nueva España, disolviendo las diputaciones provinciales.
Félix María Calleja
Diciembre 2010, número 7
La Sierra Gorda fue un territorio en el que las ideas insurgentes tuvieron
entusiasta acogida: en 1815, pueblos como Xichú, Casa Viejas y Tierra Blanca
juraron en sus festividades públicas la Constitución de Apatzingán.
El proceso en la Huasteca fue diferente. El movimiento insurgente se organizó principalmente en el sur de la región Huasteca potosina: al norte de
El Higo en el río de Tantojón, en Tancanhuitz, Tamazunchale, Huehuetlán,
Xilitla, Tamasopo, Sierra Gorda, Xichú. Sin embargo, los grupos realistas de
Valles, Aquismón y Tamazunchale no permitieron que, al menos en los años
de 1811 a 1813, el movimiento se extendiera por toda la región, lo que provocó
que la insurgencia huasteca se desplazara hacia la zona de Huejutla en la actual huasteca hidalguense.
Entre los insurgentes huastecos destacados tenemos a Julián de Villagrán,
quien incluso se denominó emperador de la Huasteca. Otros rebeldes de los
que se conserva memoria fueron Juan Antonio Sánchez, Francisco Peña, José
Andrés de Jáuregui y Lobatón, José Francisco Sánchez, Felipe Maya y Rafael
Durán. Otros de los que se conserva memoria fueron Francisco Peña, José
Andrés de Jáuregui y Lobatón.
Entre los jefes realistas que se reconocen en la región están Alejandro Álvarez de Güitián, Andrés Jáuregui, José Pablo Jonguitud, el capitán fray Pedro
Alcántara Villaverde, Onofre Altamirano, Cayetano Quintero, el cura Octaviano Riojas, interino de Tamazunchale, Andrés Gallardo, José María Rivera,
José Manuel Enríquez, Manuel Vázquez, José María González, Pedro Barrenechea, Antonio Cortés, Joaquín Valenzuela y Emeterio Subero. La destrucción
de pueblos enteros para abatir la insurgencia en la Huasteca fue una de las
huellas más desoladoras de estos primeros años de la insurgencia.
Hacia 1813 se formaron milicias con las compañías realistas de la Villa de
los Valles, llamadas Compañías de Valles, bajo el mando del capitán fray Pedro Alcántara Villaverde quien después sería ministro en Aquismón y maestro en Huehuetlán.
Años de 1816 y 1817
Francisco Javier Mina conoció en Londres al fraile regiomontano Servando
Teresa de Mier, con quien proyectó una expedición naval militar a México,
con el propósito de contribuir a la lucha de Independencia. En mayo de 1816,
Mina, fray Servando y 32 oficiales italianos, españoles e ingleses zarparon de
Liverpool con destino a América.
El Caribe fue una maldición para Javier Mina y su gente. En alta mar los
atrapó un fuerte temporal seguido por una calma chicha, y, cual si fuera poco,
la fiebre amarilla no tardó en declararse en la pequeña escuadra: Murieron
ocho de los expedicionarios, entre ellos uno de los médicos, el doctor Daly.
Los sobrevivientes del terrible mal, a duras penas disponían de alientos
para la ejecución de las maniobras indispensables, al extremo de que las tres
embarcaciones, casi a la deriva, tomaron treinta días para llegar a la pequeña
isla de Galveston, cerca a la Costa de Tejas.
Las autoridades españolas en todo el Caribe, estaban en estado de alerta
—no sólo de las depredaciones que los corsarios causaban al comercio español— sino también previendo la aproximación de Javier Mina.
«Apodaca comisionó para destruir a los invasores al Comandante de las
Provincias Internas de Oriente, Joaquín Arredondo, quien inició la concentración de su ejército, y solicitó ayuda económica y militar de la capital y ciudades vecinas para hacer frente a la nueva situación».
Un marino Francés, Louis-Michel Aury, corsario al servicio de los patrio-
Francisco Javier Mina
23
Pharus academiæ
24
tas, que pululaba por las costas del virreinato, con los pomposos títulos de
gobernador de Tejas y general de sus ejércitos, ofreció a Mina la Isla de Galveston para establecer su campamento. No sólo lo recibió bien sino que gracias a
la influencia que tenía el francés en Nueva Orleans, la expedición pudo abastecerse de dinero, barcos, bastimentos y medicinas. Restablecidos, se improvisó un campamento al sur de un fuerte que Aury había comenzado a construir en la isla y no tardaron en unírsele algunos oficiales norteamericanos.
Se prepararon armas y municiones, se distribuyeron uniformes, se organizaron los cuadros de los regimientos que luego habían de llenarse de los
voluntarios mexicanos hasta el efectivo de una división... el mayor José Sardá
fue puesto al frente del futuro primer regimiento de línea. El uniforme de este
cuerpo era como el de los tiradores del ejército de los Estados Unidos, detalla
William Davis Robinson.13
Armados y dispuestos los tres buques que habían adquirido, embarcados
los trescientos hombres que componían el contingente de la expedición, y escoltado por la flota de Aury, dio Mina orden de partir hacia las costas de la
provincia de Nuevo Santander.
La situación seguía siendo crítica. No podían desembarcar en los poblados; las provisiones comenzaron a escasear en modo alarmante:
«cada hombre recibía por toda ración diaria medio bizcocho, algunas almendras y algunos sorbos de agua» —da testimonio W. D. Robinson.
La época era la más ardiente del año; en su mayor parte los voluntarios
no estaban acostumbrados a sufrir aquellos calores infernales. No habiendo
recibido noticias fijas a cerca del punto en que podrían reunirse con alguna
parte de las tropas de Victoria y sabiendo que toda la costa estaba en posesión de los realistas, Mina resolvió dirigirse a Soto la Marina, a la orilla del río
Santander. La idea era acertada. Era el punto en que menos podían esperarlo
los realistas, los cuales creían que su intención era desembarcar al norte de la
Veracruz para unirse con Victoria.
Demasiado lento el viaje, el agua se agotó y hubieron de proveerse valiéndose de una estratagema. Sardá fue el ejecutor de ella. En la desembocadura
del río Bravo había una guardia al mando de un sargento apostada por los
realistas para evitar que los corsarios desembarcasen en aquel lugar. Un testigo presencial narra lo ocurrido.
El mayor Sardá y algunos oficiales voluntarios bajaron a tierra para saber si era realizable el proyecto. Como la flota enarbolaba bandera española
y Sardá lo era, los guardias creyeron que eran buques españoles destinados a
Veracruz. Los botes se acercaron a tierra y tomaron agua y los soldados realistas de la guardia vendieron a los marineros cabezas de ganado del mucho
salvaje que hay en el país. La barra de Río Grande no es profunda, y por consiguiente costó mucho trabajo poder embarcar todo. Un bote de la escuna14 del
Comodoro se fue a pique y se ahogó un oficial español llamado Dallares. Este
joven que Mina protegía y que había salido de Inglaterra en compañía del general fue uno de los pocos españoles que permanecieron adictos hasta el fin.
Mina lo apreciaba mucho y le fue muy doloroso el accidente que lo privó de
tan buen amigo. Cuatro hombres de la expedición desertaron y se metieron
en los bosques: después se presentaron al enemigo a quien dieron noticia de
todo cuanto sabían.
La expedición provista de agua y víveres, se hizo a la mar para dirigirse a
Soto la Marina, en la estrecha y difícil barra del río Santander, y allá llegaron
los barcos desde el 11 de abril, fecha en que arribó la Cleopatra. Reunidos al
cabo se efectuó el desembarco. Descargados los pertrechos, anclados los buques en el mar, pero al arrimo de la costa15, Mina y su división —nombre que
se daba a la fuerza expedicionaria— emprendieron la marcha hacia la villa de
Soto la Marina, situada a ocho leguas de la desembocadura, sobre el río.
13 Robinson, William Davis, Memorias de la
revolución de México: y de la expedición
del general Francisco Javier Mina, a que
se han agregado algunas observaciones
sobre la comunicación proyectada sobre
los dos océanos, Pacífico y Atlántico,
escritas en inglés, traducidas por José
Joaquín de Mora R. Ackermann, 1824
14 Escuna, (Del port. escuna). 1. f. Mar. goleta.
15 Al arrimo de la costa. 1. loc. adv.
En las proximidades de... 2.
loc. adv. Al amparo de ...
Diciembre 2010, número 7
El mayor José Sardá, como jefe de la vanguardia encabezaba a la gente.
La guardia de honor de Mina, la caballería y una parte de los regimientos le
seguían. Los expedicionarios llegaron sin novedad y tomaron posesión de la
villa.
La guarnición y algunas familias realistas se habían retirado del lugar;
pero el cura salió a recibirlos con señales de entusiasmo y allí les esperaban
algunos españoles, algunos indios y muchos mexicanos para unirse con ellos.
Desde Inglaterra Javier Mina había traído consigo una pequeña imprenta, la cual instaló en el propio cuartel general para imprimir las proclamas
que pensaba esparcir por todo el país dando cuenta de su deseo de libertar a
México.16
Los insurgentes de Soto la Marina dividieron sus fuerzas en dos: una para
habilitar y defender el fuerte y la plaza. La otra se dirigió el 24 de mayo de 1817
al interior al mando de Mina, al que se incorporaron 300 voluntarios tamaulipecos. Por primeras providencias y para obtener caballada, asaltaron la Hacienda el Cojo del coronel realista Cayetano Quintero —heredad que después
fue del General Manuel González— .
El héroe navarro cae en seis meses
Javier Mina, cuya movilidad era proverbial, dejó en Soto la Marina cien hombres a las órdenes del mayor José Sardá, a quien nombró comandante del
fuerte y conminó a que se sostuviera de todos modos hasta que él regresara
«asegurándole que volvería dentro de poco tiempo y obligaría al enemigo a
levantar el sitio, si se atrevía a ponerlo durante su ausencia». Luego, al frente
de trescientos hombres, se puso en marcha.
Ninguno de aquellos dos españoles rebeldes debió de pensar que el apretón de manos amigas sería el último y la separación definitiva.
Con aquella minúscula fuerza iba a desafiar todo el poderío de los virreyes
de Nueva España. ¿Se daba cuenta de su verdadera situación? Al aventurarse
hacia el corazón de México era evidente que se lanzaba a una de las más audaces empresas militares que jamás se han concebido.
El virrey don Juan Ruiz de Apodaca se dispuso a batirlo y comenzó a preparar sus fuerzas con calma. Mandó vigilar la costa a la fragata Sabina y dos
goletas, y envió contra el caudillo navarro a los regimientos de Navarra y Zaragoza, precisamente, reforzándolos con los dragones de San Carlos, San Luis
y Realistas a las órdenes del mariscal de campo don Pascual Sebastián de
Liñán.
Si Liñán era hombre de talento, Mina no lo era menos; y si los soldados
de Liñán se batían admirablemente, los aventureros de Mina luchaban como
fieras.
En junio Mina pasó cerca del río Mante, por la localidad de El Abra, luego
por la misión de San Baltasar (hoy Antiguo Morelos), al norte de la Villa de
los Valles, y el día 11 se hallaba en el Valle del Maíz, de donde siguió hacia la
hacienda de Peotillos, La Hedionda (Moctezuma), hacienda de Espíritu Santo,
Real de Pinos, para seguir hacia El Sombrero, cerca de Lagos, a reunirse con
Pedro Moreno. Pasaron por la Sierra de Tanchipa y marcharon hasta Guanajuato, donde Mina cayó prisionero en la ranchería de Venadito, y fusilado
en el Cerro del Bellaco.
La temeridad de la empresa se presentó en toda su amplitud ante el arrojado cabecilla hispano y sus ilusiones comenzaron a disiparse. Sin conocimiento del terreno ni de la magnitud de sus adversarios, se batió, heroicamente
durante seis meses haciendo destrozos en las tropas del rey, mas lo esperaban, al término de ellos, el desastre y la muerte.
Sorprendido en el cortijo de Venadito por los realistas, Mina con veinticin-
16 Mina y sus hombres ocuparon la pequeña
población de Soto la Marina localizada
corriente arriba del río instituyendo
autoridades civiles; asimismo se instaló
la primera imprenta de Tamaulipas. J.
Samuel Bangs, originario de Boston, fue
el impresor bajo la dirección del doctor
Joaquín infante, de la Habana. Esta
imprenta fue la primera que operó en
Tamaulipas, Nuevo León, Coahuila y Tejas.
La primera Proclama de Francisco Xavier
Mina informa sobre sus antecedentes
revolucionarios, sus ideas políticas y los
propósitos de su expedición al desembarcar
en el Nuevo Santander y la emite en Soto
la Marina, 25 de abril de 1817 la cual
termina con los siguientes dos párrafos:
Mexicanos: permitidme participar de
vuestras gloriosas tareas, aceptad los
servicios que os ofrezco en favor de
vuestra sublime empresa y contadme
entre vuestros compatriotas. ¡Ojalà
acierte yo a merecer este título, haciendo
que vuestra libertad se enseñoree o
sacrificándole mi propia existencia!
Entonces, en recompensa, decid a vuestros
hijos: «Esta tierra fue dos veces
inundada en sangre por españoles
serviles, vasallos abyectos de un rey;
pero hubo también españoles liberales
y patriotas que sacrificaron su reposo
y su vida por nuestro bien.»
25
Pharus academiæ
co hombres fueron aprehendidos por el coronel don Francisco de Orrantía y
llevados al campamento de Remedios.
Liñán era amigo de Mina, a quien había conocido en la guerra contra Napoleón, y quiso salvarle. Propuso a los sitiados en el fuerte de Remedios que si
entregaban la plaza perdonaría la vida de Javier; ellos no aceptaron. Y allí, en
un altozano, a la vista de todos, suspendidas las hostilidades, en un silencio
profundo, fue fusilado por la espalda, el héroe de Navarra y México a las cuatro de la tarde del 11 de noviembre de 1817.
El fusilamiento de Mina fue considerado por el gobierno español como suceso de tanta importancia, que el virrey don Juan Ruiz de Apodaca, recibió en
galardón el título de Conde del Venadito. A Liñán y Orrantía se dieron decoraciones militares, y el dragón que se apoderó de Mina fue nombrado cabo,
concediéndosele además una pensión.
Ataque del fuerte por Arredondo. Defensa heroica de la
guarnición.
26
Pero volvamos a Soto la Marina. Aquel era el único foco de resistencia importante que tenían los rebeldes en el Nuevo Santander. Sardá se había desempeñado hábilmente en su comandancia. Con febril actividad empezóse una
pequeña fortificación dirigida por un capitán de ingenieros apellidado Rigau.
«No hubo hombre que no trabajara con ahínco en aquella obra que se levantaba al este de la población y a la orilla del río». En pocos días estuvo concluida y
recibió para su defensa las piezas de campaña, los obuses y morteros.
Como era necesario disciplinar ante todo a los reclutas, adiestrar a los
voluntarios mexicanos que se habían presentado, «Sardá que no tenía duda
ninguna de que el fuerte iba a ser atacado con fuerzas muy superiores a las
que él disponía para defenderlo, se dio por entero a esta tarea en la que era
tan experto».
No erró los cálculos. Contra él enfilaron a poco tiempo las tropas del rey.
Después de diez y ocho días de trabajo, de espera, de incertidumbre, el enemigo presentóse a tambor batiente. El comandante general de las provincias
orientales del reino de México, don Joaquín Arredondo, lugarteniente de Liñán, apareció al cabo dispuesto a poner sitio al fuerte que la diligencia de
Sardá había acondicionado rápidamente con baterías de varios cañones,
abastecido con trigo de los alrededores y llenados los graneros con cuantas
provisiones pudo conseguir.
Continuemos con el relato de Robinson: La fuerza que quedó bajo las órdenes de Sardá no pasaba de ciento treinta y cinco hombres. El 3 de Junio despachó una partida al mando del capitán Andreas para traer trigo que hacía falta. Regresaba el 8 con veintitrés mulas cargadas de grano, cuando se encontró
con un cuerpo de doscientos y veinte realistas. Los patriotas sostuvieron la
acción en que todos, excepto tres, fueron muertos o hechos prisioneros. Estos
fueron pasados por las armas, habiendo evitado únicamente el capitán Andreas esta suerte, con la condición de servir la causa realista. De resultas de
este hecho quedó reducida la fuerza.
Para contrarrestar esta fuerza formidable, el mayor Sardá tenía solamente
113 hombres, de los cuales noventa y tres componían la guarnición y los otros
veinte guardaban los almacenes. El Coronel Myers de Artillería, y el comisario Bianchi, habían presentado su dimisión, y el capitán D’agasan, oficial francés, había sucedido al primero. Las piezas montadas en el fuerte se reducían
a tres de campaña, dos obuses, un mortero de once pulgadas y media y tres
carronadas. Una parte del fuerte estaba enteramente abierta por no haber
habido tiempo de formar un reducto.
El coronel Perry había marchado a la barra a recoger armas y municiones.
El mayor Sardá esperaba que volviera a unirse con sus compañeros. Por des-
Diciembre 2010, número 7
gracia se frustraron sus esperanzas. Si los cincuenta y tres americanos que
abandonaron la causa con Perry, hubieran vuelto al fuerte, es muy probable
que la resistencia hubiera sido más larga. Confirma esta conjetura, no solo el
valor de los pocos hombres que hicieron la defensa, si no la falta de talento y
de dirección de los sitiadores.
La artillería montada en el fuerte se reducía a tres piezas de campaña, dos
obuses, un mortero de once pulgadas y media y tres carronadas. Una parte
de él estaba enteramente abierta por no haber tenido tiempo de formar un
reducto. Pero la guarnición continuó trabajando día y noche para completar
la fortificación, manteniendo, al mismo tiempo un fuego muy vivo, siempre
que el enemigo se presentaba, y para no perder tiempo, se destinaron algunos
hombres a cargar los fusiles en tanto que los otros los disparaban. «Mil fusiles cargados y con bayoneta armada, estaban constantemente listos para en
caso de asalto».
El día 6 que los enemigos se acercaban, y Sardá dispuso que la gente trabajase en la fortificación. Aunque el trabajo era fatigoso por el calor, no se oyó
la menor protesta entre los soldados. Todos se preparaban a sostener un sitio.
Las mujeres de los paisanos tomaron parte en aquella tarea, y además mataban ganado y salaban la carne. Los marineros acarreaban los bastimentos
que se habían dejado en la playa.
El patriotismo de los sitiados era grande. La pequeña guarnición se defendía con valor y con buen éxito.
El miedo había hecho un boquete en las almas: fray Servando Teresa de
Mier sin gran capacidad para el heroísmo, virtud que siempre era propenso a
confundir con el suicidio, fue el primero en escapar.
Dos oficiales importantes —los capitanes Andreas y La Salas— desertaron
infortunadamente. La ocurrencia inspiró mucho recelo porque ambos estaban muy enterados de los pormenores de la situación del fuerte y podían dar
noticias que acelerarían su reducción. Pero el ánimo de los sitiados no decayó.
Una flotilla española, apareció dos veces a la boca del rio, pero sin acercarse a tierra. El 11 se acercaron las tropas realistas, y ocuparon el rancho de
San Jose, a una legua de la fortaleza. Constaban del batallón Fernando vii; un
regimiento europeo de infantería, con fuerza de 360 hombres; el Fijo de Vera
Cruz con 350; 280 de infantería con 19 piezas y 1200 de caballería, todos al
mando de Arredondo.
Finalmente el día 12, el enemigo, abrió fuego desde una batería distante,
en la orilla opuesta del rio, y lo mantuvo hasta el 14 sin hacer daño notable.
El capitán Andreas, a quien se había perdonado la vida a condición de ser
útil a la causa realista, escribió al capitán La Sala, oficial más antiguo de ingenieros, y al capitán Maetternich, del primer regimiento, invitándolos a desertar y pasarse al ejército real; y así lo hicieron el día trece. Esta ocurrencia no
solo excitó la indignación de la guarnición, sino que le inspiró mucho recelo,
porque el capitán La Sala estaba enterado de todos los pormenores de la situación del fuerte y podía dar noticias que acelerarían su reducción. El mayor
Sardá congregó a consejo de guerra, y después de una corta conferencia, los
oficiales cruzaron las espadas y juraron defender aquellos muros hasta el último extremo.
El pueblo de Soto la Marina había sido quemado, y destruido casi todo lo
que podía servir de abrigo a los sitiadores, pero a la derecha había algunas
malezas, en que se habían ocultado 300 hombres de caballería para apoderarse del ganado que estaba paciendo cerca del fuerte. Veintiséis hombres de
infantería con un cañón salieron a desalojarlos, atacaron al enemigo y lo pusieron en fuga. Esta acción animó a los soldados, les inspiró confianza en sus
propias fuerzas y desprecio por el enemigo.
La guarnición continuó trabajando día y noche en completar la fortificación, manteniendo, al mismo tiempo un fuego muy vivo, siempre que el ene-
27
Pharus academiæ
28
migo se acercaba, y para no perder tiempo se destinaron algunos hombres a
cargar los fusiles, en tanto que los otros disparaban. Mil fusiles cargados y
con bayoneta armada, estaban constantemente listos en caso de asalto.
En la noche del 14, el enemigo siguiendo el consejo de La Sala puso una
batería a la orilla izquierda del rio, a tiro de fusil de la fortaleza, y a las tres
de la madrugada del 15, rompió un fuego terrible. Al rayar el día colocó siete
cañones a la orilla izquierda, quedando así la guarnición entre dos fuegos,
expuesta a una destrucción inevitable. El enemigo ubicó a la orilla del rio la
infantería ligera a fin de evitar que la guarnición se proveyera de agua. El
tiempo era cálido, y poco después de amanecer el calor era insoportable. Con
esta circunstancia y el continuo trabajo de la tropa, una sed insoportable atacó a los sitiados, y aunque el rio estaba a pocos pasos, tan nutrido era el fuego
contrario, que ni aun los hombres más valientes se atrevían a acercarse a la
orilla. Entonces fue cuando una heroína mejicana, viendo que los hombres
empezaban a desmayar, salió intrépidamente del fuerte, y en medio de un
diluvio de balas, pudo, sin recibir daño alguno, llevarles agua.
Por la tarde la artillería del fuerte estaba o desmontada o inutilizada; se
había agotado la metralla y las obras tenían una brecha abierta. Ya se oía el
toque de asalto y se divisaban las columnas que marchaban resueltas a emprenderlo. Este era el momento crítico en que la guarnición debía aumentar
su denuedo, y. en efecto, se dispuso a resistir con firmeza o morir. Se formó un
repuesto de fusiles cargados, se volvieron a montar algunos cañones y se les
cargó hasta la boca con balas de fusil. El único obús que había quedado útil,
tenía más de novecientas. El enemigo se aproximó a paso acelerado, presentando un frente formidable al cual no parecía posible resistir. La guarnición
lo dejó acercar a distancia de cien pasos, y entonces disparó una descarga
cerrada, acompañada del grito ¡Viva la libertad!, ¡Viva Mina!
Incapaz de sufrir tan vigorosa resistencia, el enemigo retrocedió en la
mayor confusión y desorden. Se rehízo después de un rato y volvió al ataque
precedido por caballos que lo protegían del fuego, y que, después de muertos,
servían para llenar los fosos. La guarnición aguardó como había hecho antes: el enemigo se acercó con la misma resolución, pero fue del mismo modo
rechazado. En esta acción, Arredondo estuvo próximo a perder la vida, habiéndole pasado muy cerca una bala de cañón. La tercera tentativa, hecha del
mismo modo que las anteriores tampoco alcanzó el éxito.
De este modo unos pocos valientes, encerrados en una fortaleza atacada
por todos puntos, se defendieron contra fuerzas tan superiores. Sin embargo,
por heroica que fuese esta defensa, la guarnición era demasiado débil para
sostener por más tiempo una lucha tan desigual, sin reposo, ni refresco, porque el trabajo incesante y la sed los había abatido extraordinariamente.
La artillería era casi del todo inútil; los más de los artilleros habían perecido y la infantería estaba tan fatigada que apenas había hombre que pudiese
sostener el peso del fusil. En esta deplorable situación, los reclutas se alarmaron y algunos de ellos huyeron del fuerte. El fuego cesó algún tiempo por
ambas partes, como si hubiera habido un mutuo convenio. Las pérdidas que
habían experimentado las tropas reales, les indicaba el peligro que corrían
caso de intentar otro ataque contra una plaza defendida por hombres que
habían dado tantas pruebas de valor y constancia.
A la una y media envió Arredondo un parlamento, exigiendo la rendición
del fuerte a discreción. Se le respondió que esta proposición era inadmisible,
y que podía, si lo juzgaba a propósito, aventurar otro ataque para tomar la
plaza de asalto. El mayor Sardá reunió entonces a los reclutas que aun quedaban y les preguntó si querían seguir la suerte de los extranjeros que estaban
resueltos a morir antes que ceder a vergonzosas condiciones. «Estamos prontos a morir con vos» fue la respuesta. Hubo otro parlamento, con la oferta de
respetar la vida de los individuos de la guarnición. La respuesta fue la misma
Diciembre 2010, número 7
que se había dado al primero.
Tres veces —relata un contemporáneo— emprende Arredondo el ataque
con doblado furor, y tres veces es dolorosamente escarmentado, habiendo de
replegarse dejando el campo cubierto de cadáveres.
Por tres veces repite su hazaña infundiendo con su ejemplo el mayor entusiasmo entre los sitiados,
«que hacían prodigios de valor, luchando sin cesar con una audacia milagrosa contra un enemigo tan formidable.
»Cuatro días duró la lluvia de fuego realista sobre la pequeña fortaleza de
Soto la Marina, sin que la presencia de los muertos, esparcida por distintos
lugares del reducto, ni la deserción de los oficiales, quebrantara la voluntad
de Sardá, dispuesto a morir sin renunciamiento alguno —escribe un testigo
irrecusable— Que su temple se fortalecía ante la constatación de la cobardía
de algunos militares nos lo pregona el acto magnífico, con tono de teatro romántico, realizado después de las deserciones.
»El mayor Sardá convocó todos los oficiales a un consejo de guerra, y después de una corta conferencia, estos cruzaron las espadas en alto y sonando
los filos de las unas en contra de las otras, juraron defender los muros hasta
la última extremidad».
El padre Mier, con precisión estimable, confirma en sus Memorias el arrojo
de Sardá:
«El comandante de la plaza, que era un catalán honrado y valiente, me dijo
que no rendiría el fuerte confiado por su general sin batirse primero para capitular con honor. Así lo hizo cuatro días desde el 11 de junio, y hubiera durado
más la resistencia, si muertos tres artilleros, los demás, que eran franceses, no
se hubieran pasado casi todos al enemigo».
Debido a las deserciones y las bajas los realistas perdían mucha gente en
aquellos ataques, y al cabo decidió Arredondo enviar un parlamentario al
fuerte, exigiendo la rendición incondicional. En peligro de morir en la acción
había estado él varias veces; manifiesto era su deseo de rematar la contienda
cuanto antes.
Reunió Sardá a los soldados que le quedaban y les preguntó si querían
acompañarle en la resistencia o si preferían entregarse. Contestáronle que
estaban resueltos a morir con él.
Volvióse entonces hacia el parlamentario y le expresó con voz llena:
—«Decid a vuestro jefe que intente su tercer ataque».
Segunda vez un mensajero realista pidió a la guarnición que se rindiera,
asegurando, en esta ocasión, que sería respetada la vida de los sitiados. El
resultado fue igualmente negativo, pero el rechazo más enfático.
—«Aquí tenéis a los extranjeros que de distintos países han venido a defender vuestra causa, —dijo a sus tropas— ellos piensan morir antes de ceder
a las vergonzosas proposiciones del enemigo. ¿Y vosotros?».
Una exclamación unánime de solidaridad —refiere un autor— juntó todos
los propósitos de los hombres del Fuerte, de los soldados de la libertad, porque
aún los que no sabían exactamente lo que defendían, qué ambicionaban, qué
se buscaba en aquella lucha desigual, se encontraron atraídos por la fuerte
solidaridad de la sangre, del dolor y de la muerte.
—«Estamos prontos a morir...»
Ante tal decisión, presentóse otro tercer mensaje, y durante la conferencia, un ayudante de estado mayor de Arredondo dijo que su general sentía
sobremanera sacrificar unos hombres que habían dado tan extraordinarias
pruebas de valor, y que estaba autorizado a convenir las condiciones más generosas y honorificas. En virtud de esto, y después de una pequeña discusión,
29
Pharus academiæ
se propuso y entregó al oficial la más honrosa capitulación, capitulación sin
ejemplo en aquel país.
El texto de ella bien merece la pena de ser reproducido:
«Primero: Comprende esta capitulación todos los individuos que componen la guarnición del Fuerte de Soto la Marina y los que se hallan en la actualidad en el río y en la barra. Serán prisioneros de guerra y se les concederá
un sueldo correspondiente a sus grados. Los oficiales estarán bajo palabra de
honor.
Segundo: La propiedad particular será respetada.
Tercero: Los extranjeros serán enviados a los Estados Unidos en la primera
ocasión. Los naturales del país se retirarán a sus casas y no tendrán que padecer por su anterior conducta.
Cuarto: La guarnición dejará las armas después de haber salido del fuerte
con los honores de guerra».
30
Aceptadas las condiciones, el oficial español, en presencia de toda la guarnición, dijo que estando autorizado por el general Arredondo para acceder
a los artículos que le pareciesen convenientes, empeñaba su palabra de honor, en nombre de su jefe, que las condiciones de la capitulación que tenía en
las manos, serian escrupulosamente observadas. El mayor Sardá estaba bien
persuadido de que la palabra de un oficial realista solemnemente empeñada,
ofrecía mayor seguridad que un documento escrito y firmado por un hombre
sin honor, porque si había interés en violar el contrato, nada era mas fácil que
romper un documento: por consiguiente manifestando una ciega confianza
en el honor del oficial, era más probable que sería observada la capitulación.
Por esto no insistió en que la firmase el general Arredondo.
Terminado este negocio, cesaron las hostilidades, y aquella misma tarde,
la guarnición salió del fuerte con los honores de la guerra. Componíase, en
total de treinta y siete hombres, los cuales dejaron las armas a quinientos
pasos del enemigo. Los que estaban en la barra y en el rio, quedaron también
prisioneros.
Firmado el documento al atardecer del día 15 de junio de 1817, la guarnición
sale con los honores de la guerra:
Así se entregó el pequeño fuerte de barro de Soto la Marina —concluye
reflexionando William Davis Robinson—, después de haber sostenido valientemente un ataque vivísimo. Si se hubiera hecho semejante defensa en
cualquier parte del mundo civilizado, hubiera ocupado un lugar distinguidísimo en las gacetas y anales militares de la edad presente, o al menos, el
comandante y los soldados hubieran sido respetados en sus personas y no se
hubieran violado de un modo pérfido y cruel los términos de la capitulación...
«Los hombres del fuerte, después de cuatro días de lucha sin descanso,
presentaban un triste aspecto: sucios, con los ojos hundidos en las órbitas, la
mayor parte ensangrentados, sedientos...
»¡Sólo eran treinta y siete soldados los que restaban del centenar largo de
sitiados!
»Al verlos salir tambor batiente y con sus armas, los aguerridos cuadros
del Rey no pudieron contener su admiración y espontáneamente les honraron
con los saludos de ordenanza.
»Cuando el general Arredondo —relata un testigo— vio aquella escasa
porción de hombres salir del fuerte, se acercó al comandante y le preguntó:
—¿Es esta toda la guarnición?
—Toda, —respondió lacónicamente el comandante.
—¿Es posible? —exclamó Arredondo volviéndose con la mayor extrañeza
al comandante de Fernando vii”.
Diciembre 2010, número 7
»Hubo un largo silencio; hubiérase dicho que Arredondo iba a abrazar a
Sardá y a devolverle la espada, pero en la guerra de la independencia de México, contienda cruel en la que se fusilaba a los prisioneros, o se les torturaba,
no cabían estos sentimientos».
La perdida de los realistas fue de trescientos muertos y un número correspondiente de heridos. El importante repuesto de armas y de pertrechos que
cayeron en sus manos, los consolaron algún tanto del gran daño que había
recibido. Los dos primeros días, los héroes estuvieron perfectamente libres,
y todo indicaba buena fe por parte de los realistas. Los oficiales, en general,
felicitaron al mayor Sardá y a su tropa por el éxito de la última acción y les
dijeron que el general Arredondo acababa de recibir proclamas del virrey, en
que prometía la real amnistía a todos los individuos de la expedición de Mina
que la abandonasen: que a ellos se darían pasaportes para los Estados Unidos
y el dinero necesario para el viaje; por consiguiente, que no debían tener el
menor recelo acerca del cumplimiento de la capitulación.
Estas promesas fueron de poca duración. El tercer día empezaron los realistas a violar el tratado. Se puso guardia a los prisioneros, y algunos de ellos
fueron destinados a enterrar los muertos y demoler las obras. Poco días después, una partida suelta de patriotas de la división, que había sido cogida el
tres de Junio y tratada con la mayor humanidad por D. Felipe La Garza, fue
conducida al frente del campo, y pasados por las armas todos los que la componían. Para esta atrocidad no se dio otro pretexto sino que no estaban inclusos en la capitulación. Uno de estos desgraciados fue el teniente Hutchinson,
ciudadano de los Estados Unidos de América; sus heridas eran de tanta gravedad que no podía tenerse en pie, de modo que le dispararon estando acostado. Este suceso hizo ver a los individuos de la guarnición que no tenían que
contar con la observancia de nada de cuanto se les había ofrecido.
Entre los años de 1818 y 1821 el Nuevo Santander no hubo más
guerr a
La consumación de la Independencia
Para 1821 la conspiración recobró fuerza en Nuevo Santander al recibirse la
invitación de Zenón Fernández, quien se adhirió a la causa de Iguala en Río
Verde. El alcalde de Aguayo, José Antonio Fernández de Córdova, acompañado por los vecinos de la Villa, invito al gobernador José Ma. Echegaray a
secundar el movimiento de Independencia, renunciando a la gubernatura, y
designando una junta de notables como gobernador a Felipe de la Garza, empezando así en Tamaulipas una vida soberana y libre.
La independencia se proclamó en nombre del Departamento del Nuevo
Santander, aunque por la costumbre se le designaba en documentos oficiales como provincia, siendo facultada para nombrar diputados provinciales
y para que gobernara una diputación provincial. Felipe de la Garza gobernó
la entidad hasta el 26 de septiembre de 1822, siendo reemplazado por Pedro
José Lanuza, por la protesta e intento de rebelión contra el autoritarismo del
emperador Iturbide. Fue designado por el congreso constituyente del estado,
el coronel José Bernardo Gutiérrez de Lara.
En el Acta Constitutiva de la Federación, expedido el 31 de enero de 1824,
firmó como diputado único de Tamaulipas, Pedro Paredes y Serna quien también fue primer senador del estado juntamente con Antonio Quintero. El siete
de julio de 1824 se instala en Padilla «El Congreso Constituyente del estado
libre, independiente y soberano de las Tamaulipas», designado gobernador
al coronel José Bernardo Gutiérrez de Lara el quince de julio. La división tri-
31
Pharus academiæ
partita de los poderes, quedo señalada desde un principio disponiéndose la
formación de la constitución del estado y la organización.
Algunos Personajes en la Independencia del Nuevo Santander
Mateo Acuña (¿-1811)
Nació en Tula, Tamaulipas. En noviembre de 1810 encabezó el movimiento
insurgente en Tula, a lado de Lucas Zúñiga, y de los hermanos Martín y Bernardo Gómez de Lara, a quien se le conocía como el huacal. De origen campesino y escasos recursos, vendió sus bueyes y aperos de labranza para comprar
armas y participar en la insurgencia. Sumó a la causa al gobernador Reyes
Pérez, jefe de los indios de la misión Mascorro. Al arribar a Tula, el realista
Joaquín de Arredondo, Mateo Acuña y Bernardo Gómez de Lara se enfrentaron a las fuerzas realistas y perdieron la batalla. Mateo Acuña fue hecho
prisionero, y después lo ahorcaron el 22 de mayo de 1811.
Joaquín de Arredondo y Mioño
32
Joaquín de Arredondo, siendo coronel del Regimiento de Infantería Fijo de
Veracruz, fue enviado por el virrey a Nuevo Santander a combatir la sublevación que puso la provincia dentro del territorio dominado por los insurgentes.
Como comandante de las Provincias Internas de Oriente de 1813 a 1821, gobernador de Nuevo Santander y jefe victorioso de las fuerzas realistas de esa
colonia en las campañas de 1811 y 1812, y después en Tejas y Soto La Marina,
fue uno de los hombres fuertes del bando español en la guerra de independencia.
Se dice de él que «no obedecía órdenes ningunas ni de la corte ni del virrey,
y cuando Apodaca dejaba el puesto a Venegas se fue diciendo que en México
quedaban dos virreyes, en el centro Vengas y en el norte don Joaquín de Arredondo».
Samuel Bangs
El padre Mier trajo en la expedición un arma poderosa: la imprenta, adquirida en Londres. A su paso por los Estados Unidos trajo también al impresor,
Samuel Bangs. De esta prensa salieron bandos, proclamas y todo género de
propaganda a favor de la causa. A la caída de Mina, el brigadier Joaquín de
Arredondo capturó esta pieza y la trasladó a Monterrey. No sólo la prensa
fue capturada, también fue capturado fray Servando y conducido a México.
Tratado inhumanamente en el camino, se rompió un brazo, el mismo que se
había fracturado en las nevadas calles de Londres. Confinado en un calabozo,
la Inquisición le sometió a un largo proceso; se trataba de un enemigo temible
y se acordó remitirle nuevamente a España.
Francisco de Beranguer
Brigadier español de la Real Armada. Tuvo el mando de la fragata Sabina y
de las escunas armadas Belona y Proserpina, flotilla que atacó el 17 de mayo
de 1817 a los barcos de Cleopatra y Ellen Tooker de la expedición del general
Francisco Javier Mina, frente a la desembocadura del río Soto la Marina. El
barco Cleopatra fue incendiado y la Ellen Tooker huyó a salvo. El virrey Apo-
Diciembre 2010, número 7
daca recomendó al rey el reconocimiento del mérito de Beranguer por haber
dejado a las fuerzas insurgentes de Mina sin apoyo naval.
Ildefonso Blancas
Religioso lego insurgente. Fray Luis de Herrera lo nombró su brigadier durante los días de la revolución de independencia en San Luis Potosí. A Ildefonso
Blancas se le calificó como «un hombre feroz por su cara y por sus hechos»,
conociéndosele por el gafo.
Juntamente con Herrera y las fuerzas insurgentes que evacuaron la ciudad
de San Luis Potosí ante la llegada del ejército de Calleja, atacaron Santa María
del Río y derrotaron a los realistas al mando de Juan Antonio Reyes e Ignacio Iragoni, fusilando a los españoles y azoando a los criollos prisioneros. Al
retirarse de Santa María del Río pasaron a Río Verde y Valle del Maíz donde
fueron sorprendidos y derrotados por García Conde. Huyeron los insurgentes
potosinos hacia Nuevo Santander con sus fuerzas derrotadas, sabedores de
que la guarnición de Aguayo (hoy Ciudad Victoria) había proclamado la independencia.
En Aguayo tomaron Herrera y Blancas el mando, pero unos cuantos días
después Joaquín de Arredondo comandando el regimiento fijo de Veracruz,
ocupó la plaza, aprehendió a los rebeldes y ordenó el fusilamiento de los jefes
insurgentes Blancas, Herrera, Marín, Villaseñor y otros, quienes fueron ejecutados el 6 de abril de 1811.
Juan Bautista de las Casas.
Militar y caudillo insurgente. Nació en Croix, hoy Villa de Casas, población
donde desempeño el cargo de Capitán y Justicia Mayor. Encabezó la conspiración independentista contra el Gobernador de Tejas, Manuel María de Salcedo. En la madrugada del 22 de enero de 1811, apoyado por cuatro sargentos y
gente del Cuartel de la Villita, dirigió un asalto a la Casa de Gobierno de Béjar
aprehendiendo al citado gobernador y a sus cercanos colaboradores, entre
ellos Simón de Herrera, comandante de milicias y fuerzas auxiliares. Ordenó que Salcedo y Herrera fueran encadenados y humillados en presencia de
la tropa, remitiéndolos resguardados a Monclova donde fueron confinados y
enviados a la hacienda de Valle de Santa Rosa, de donde después escaparon y
se reincorporaron a las fuerzas realistas de Ignacio Elizondo, que capturaron
a los caudillos de la insurgencia en las Norias de Baján.
La insurrección de Juan Bautista de las Casas se extendió por la provincia
de Tejas, pero una contrarrevolución dirigida por el Subdiácono de la Iglesia
de San Fernando, Juan Manuel Zambrano, obligó a De las Casas a rendirse
sin resistir, el dos de marzo del mismo año, estableciéndose nuevamente el
dominio realista en Tejas. De las Casas fue enviado a Monclova donde se le
fusiló, y su cabeza fue llevada a Béjar para exponerla en la plaza pública al
ludibrio17 popular.
Félix Rafael de Cevallos.
Oficial en el ejército de Joaquín Arredondo, originario de Santander, España.
que al mando de una escolta de veinticinco hombres condujo con grillettes a
Fray Servando desde Soto la Marina hasta Atotonilco el Grande. El viaje lo hizo
en un macho aparejado y de su custodio dijo el ilustre nuevoleonés que «parece
tiene orden de matarme a fuerza de insultos, afrentas y maltratamientos».
33
17 Ludibrio, (Del lat. ludibrium). 1. m.
Escarnio, desprecio, mofa.
Pharus academiæ
En Pachuca fue cambiada y reducida la escolta que trasladó a Fray Servando, primero al castillo de Perote y después al tribunal de la inquisición en
México. «Es mucho», dijo el patriota, «que yo haya escapado de este tigre con
solo un brazo estropeado». Posteriormente el virrey premió al capitán Cevallos, confiriéndole el grado de capitán de granaderos en Saltillo.
José Daisemberg
Oficial del ejército fijo de Veracruz que al mando del coronel Joaquín de Arredondo acudió a Nuevo Santander a reducir las rebeliones insurgentes que
obligaron al gobernador Manuel de Iturbide e Iraeta a huir hacia Altamira a
principios de 1811.
Daisemberg comandaba una brigada de dicho ejército compuesta de ciento veinte infantes, los que juntamente con ciento cuarenta hombres de caballería al mando del entonces capitán Felipe de la Garza, batieron y derrotaron
a fuertes grupos de insurgentes en Valle del Maíz, Alaquines, Romeral, Ciénaga de Cárdenas y Amoladeras, durante el mes de septiembre de 1811, campaña
que dirigió el coronel realista Cayetano Quintero.
José Ramón Díaz de Bustamante y Berroterán (1756-1813)
34
Nació en el pueblo de Nuestra Señora de Guadalupe de Nueva Vizcaya. Se
incorporó al ejército realista y estuvo comisionado en Nuevo Santander en la
época de la guerra de las provincias internas de oriente con el popular apodo
de Capitán Colorado. En 1771 el rey le encomendó la jefatura de la tercera compañía de Nuevo Santander con residencia en la villa de San Agustín de Laredo, donde fue también justicia mayor. Intervino en diversas acciones contra
lipanes y comanches en el norte.
Lucas Alamán lo conoció en 1808 en la casa de su cuñado el gobernador
de Nuevo Santander Manuel de Iturbe e Iraeta en San Carlos, describiéndolo como «muy grueso, de pelo rubio y de singular calma, contando siempre
aventuras de las guerras con los indios, lo que hacía con mucha gracia y con
tantas exageraciones, que en la familia quedó por mucho tiempo en decir,
cuando alguna parecía muy abultada: eso será como en los cuentos del capitán Colorado».
Al iniciarse la guerra de independencia fue invitado por la insurgencia,
pero permaneció leal a los realistas; acudió de Laredo a Monclova con 170
hombres el 20 de marzo de 1811, llegando a su destino ocho días después con
prisioneros y dinero que rescató de una partida de insurgentes sorprendidos
en el Real de Bocas de Leones, hoy Villa Aldama.
Fue gobernador provisional de Nuevo Santander en el año de 1792 y a principios de 1813, la primera vez supliendo a Manuel de Escandón, Segundo Conde de Sierra Gorda y la segunda al comandante Joaquín de Arredondo. El Comandante de las Provincias Internas lo nombró gobernador del Nuevo Reino
de León, ocupando el cargo en abril de 1813, habiendo muerto en funciones de
gobernador el veintidós de dicho mes y año. Fue también comandante de la
Villa de Reynosa en 1812.
Pablo Erdozain.
Nació en la Villa de Urroz, España. Se alistó en la expedición del general Francisco Xavier Mina a México, acompañando a éste en su incursión desde Soto
la Marina a Guanajuato. Se distinguió en el sitio del fuerte de los Remedios,
Diciembre 2010, número 7
lugar donde fue herido y perdió un brazo.
En 1819 obtuvo el indulto de las autoridades realistas y en 1829, viviendo retirado en
Acámbaro, ofreció sus servicios al gobierno frente a la descabellada expedición española al mando de Isidro Barradas. Murió en la ciudad de México en 1847.
José Antonio Fernández de Córdova (1788- ?)
Político y militar. Nació en Ciudad Victoria en 1788, siendo hijo de Nicolás Fernández
y María de Córdova. Fue alcalde de la Villa de Aguayo, encabezando en julio de 1821 la
conspiración y movimiento que proclamaría el Plan de Iguala obligando al gobernador
José María Echeagaray a renunciar el 7 de dicho mes, para ser designado como primer
gobernador de Nuevo Santander, ya independiente, al Coronel Felipe de la Garza.
Teniente Gabet.
Militar francés incorporado a la expedición del general Mina que desembarcó en Tamaulipas. Formó parte de la división que salió de Soto la Marina con dirección al interior al país. Murió cruzando el río Guayalejo frente a la antigua población de Horcasitas,
ahogado al caer con su caballo en la corriente el 7 de junio de 1817.
Felipe de la Garza Cisneros
Militar y político tamaulipeco. Hijo de Evaristo de la Garza y de Tomasa Cisneros, nació
en Soto la Marina, Tamaulipas. Sirvió al ejército realista como oficial durante la guerra
de independencia.
En enero de 1811 se incorporó como capitán, en Padilla, a la comitiva, oficiales y soldados que encabezados por el gobernador Manuel de Iturbe e Iraeta, el teniente Ramón
Perea, el capitán Juan Fermín de Juanicotena y el comandante Joaquín Vidal de Lorca,
huían hacia Altamira por la sublevación de la tropa que proclamó la independencia en
Aguayo, Padilla y otras poblaciones del centro de Nuevo Santander.
En Altamira, Iturbe y sus oficiales se pusieron al servicio del comandante Joaquín
de Arredondo participando en las diversas acciones que redujeron a los insurgentes de
Tula, de San Luis Potosí y del norte. De la Garza prestó eficaces servicios en la campaña
de exterminio de los insurgentes en Nuevo Santander.
De la Garza concurrió al sitio de Soto la Marina en 1817 donde capituló una pequeña
guarnición que dejó el general Francisco Javier Mina al mando del mayor José Sardá.
En 1821 cuando se proclamó el Plan de Iguala, al renunciar al gobierno de Nuevo
Santander José María Echeagaray, una junta de vecinos de Aguayo designó a Felipe de
la Garza, primer gobernador del Nuevo Santander independiente.
El 26 de noviembre del mismo año, se declaró en contra de los actos de Agustín de
Iturbide, levantándose en armas en favor de la libertad de los diputados presos y por la
moderación de la monarquía.
El 14 de julio de 1824 aportó a Soto la Marina la goleta Spring de la que desembarcó
Carlos Beneski con el ex-emperador Agustín de Iturbide y pidió entrevistarse con Don
Felipe de la Garza para solicitar permiso de desembarcar, supuestamente a un inglés
amigo suyo. De la Garza reconoció de inmediato a Iturbide y lo hizo prisionero y lo
trasladó a Padilla custodiado por sesenta hombres. El Congreso ordenó a Felipe de la
Garza que cumpliera el decreto del 28 de abril, y fusilara a Iturbide, lo que hizo a las 6
de la tarde del día 19 de julio.
En 1832 falleció de tuberculosis en Soto la Marina, dejando una fortuna estimada en
ciento cincuenta mil pesos en terrenos, ganado y créditos.
35
Pharus academiæ
Maximino González.
Insurgente originario del Real de Borbón, hoy Villagrán, conocido por el apodo de Botas. Se incorporó a principios de 1811 a las fuerzas de Juan Villerías;
fue hecho prisionero por los realistas, procesado por infidencia y se le ahorcó
el 9 de enero de 1812.
José Antonio Apolinario Gutiérrez de Lara (1770-1843)
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Hermano mayor de José Bernardo, nació en Revilla. Cursó sus primeros estudios en su pueblo natal y después en el Seminario de Monterrey, donde recibió
el grado de bachiller en Derecho Canónico y Derecho Civil y se ordenó sacerdote. Vista la abierta simpatía por la insurgencia de los hermanos, puestas de
manifiesto en una carta al teniente general Mariano Jiménez, la respuesta de
éste y la persecución de que fue objeto la esposa y familia de su hermano, se
vio obligado a ocultarse en la casa de un pariente cercano, don José Antonio
Benítez en Linares y más tarde en la montaña.
El comandante Joaquín de Arredondo y Mioño y el obispo diocesano don
Primo Feliciano Marín de Porras le concedieron el indulto en lo civil y eclesiástico. El 22 de noviembre fue levantado el embargo que existía sobre sus
bienes. Vuelto del indulto pasó un tiempo en Valle de Pilón (Montemorelos) y
de allí pasó a ocupar la Rectoría del Seminario. En este cometido le sorprende
la consumación de la independencia.
El 22 de enero de 1822 viajó en compañía del padre Miguel Ramos Arizpe
para representar a la Provincia de Nuevo Santander ante el Primer Congreso
Constituyente, como partidario del Iturbide libertador, pero enemigo de la
forma de gobierno del Imperio, porque simpatizaba con las ideas republicanas.
Abrigaba la intención de regresar a su provincia, «por el bien de su salud»,
como claramente se lo dice a su hermano don Bernardo (carta del 12 de julio
de 1823). A su regreso fue nombrado Presidente de la Asamblea Legislativa
(legislatura) habiéndole tocado participar en el caso de Iturbide en el que salvó su voto condenatorio, convirtiéndose en «padre conciliador» (confesor) de
Iturbide hasta el suplicio.
José Antonio Gutiérrez de Lara, escribió numerosas cartas y proclamas,
entre ellos: Proyecto de Colonización; Exposición a don Agustín de Iturbide
(1822); Proclama a los habitantes de Santander (1822); Exposición al mi Ayuntamiento y demás ciudadanos de Revilla (1825); Se desea felicidad (1842).
José Bernardo Maximiliano Gutiérrez de Lara Uribe
Nació el 20 de agosto de 1774, en Revilla, Nuevo Santander —hoy Ciudad Guerrero, Tamaulipas—. A José Bernardo le correspondió manejar la herencia, ya
que su hermano mayor José Antonio abrazó el sacerdocio. Estas condiciones
lo condujeron a iniciarse en las faenas del campo y lo capacitaron para realizar sus primeros negocios; ahí fue donde descubrió, junto con otros vecinos
del lugar dedicados al pastoreo, cómo las disposiciones virreinales restringían las ventajas comerciales que ellos podían lograr por la venta de ganado,
principalmente el ganado caballar, que era muy bien cotizado por los comerciantes de Estados Unidos comprobando cómo eran objeto de explotación
por el gobierno colonial, mediante alcabalas, tributos, estancos y otros «que
los ha mantenido por siglos, encadenados en la más ignominiosa de las esclavitudes».
Diciembre 2010, número 7
La inquietud generalizada de los criollos que se sentían en desventaja con
el proceder del gobierno que colocaba únicamente a los españoles peninsulares en los principales cargos públicos, negándoles a ellos —los españoles
nacidos en la Nueva España—, la oportunidad de figurar como autoridades
de verdadera importancia política.
Así las cosas, llegó la noticia de que el cura Miguel Hidalgo y Costilla,
desde Dolores, Guanajuato, llamó al pueblo, bajo el amparo de la Virgen de
Guadalupe, a revelarse contra la crítica situación que se vivía en el virreinato
a causa del gobierno ilegítimo que surgió como consecuencia del golpe de
estado de 1808, a fin de preservar el poder para Fernando vii, que había sido
hecho prisionero por franceses que no practicaban la religión del reino, es
decir, la católica.
La noticia se difundió y los ánimos se enardecieron, derivado de esto, los
hermanos Gutiérrez de Lara se transformaron en promotores libertarios, proyectando en los demás su espíritu de amor al terruño buscando la forma de
reclutar gente para luchar por un mejor gobierno.
Al saber que Miguel Hidalgo y algunos fieles a la causa iban hacia el norte,
tratando de llegar a los Estados Unidos para gestionar la ayuda del gobierno
republicano de ese país, en La Hacienda de Santa María es entrevistado por
José Bernardo acompañado por sus hermanos el bachiller José Antonio y Enrique.
Don Bernardo dice: «Estoy a sus órdenes. Ofrezco mis servicios, mi hacienda toda y derramar mi sangre si es preciso por la causa de la Insurrección».
Tanto a Hidalgo como a Allende, los animó el encuentro con Gutiérrez de
Lara. Miguel Hidalgo le confirió a don Bernardo el grado de teniente coronel
y el de general en jefe de las Provincias del Norte, con el encargo de sublevar
a la gente y como enviado especial de los insurgentes ante el gobierno norteamericano para solicitar un empréstito para armas y municiones, ya que
don Ignacio Aldama y su secretario fray Juan de Salazar, a los que se les había
confiado esa encomienda, habían sido aprehendidos en San Antonio de Béjar
en Tejas.
A pesar de que la muerte de Hidalgo lo exoneraba del compromiso pactado, continuó adelante con su encomienda a fin de cumplir con la palabra
empeñada a don Miguel Hidalgo.
En febrero de 1812 inició el viaje de regreso a su tierra natal, después del
festejo que el Presidente del Senado de los Estados Unidos le ofreció el 7 de ese
mes y año. Sin embargo, su deseo de incorporarse a los suyos allá en Nuevo
Santander, no se hizo realidad sino hasta 1824 cuando llegó a Revilla y a la
villa de Padilla, que en ese entonces era la capital del Nuevo Santander y el
lugar donde radicaba el Primer Congreso Constituyente del Estado Libre y
Soberano de las Tamaulipas.
Don Bernardo toma posesión del gobierno del Estado de las Tamaulipas el
día 19 de julio de 1824.
Hennessy
Se supone que inglés aunque hay quien dice que era norteamericano, fue médico de la expedición del general Mina cuando desembarcó en la desembocadura del río Soto la Marina. Atendió a los enfermos de fiebre amarilla en el
trayecto de Puerto Príncipe a Galveston.
Se incorporó a la división del propio Mina que salió a Soto la Marina el 24
de mayo de 1817 dirigiéndose al interior del país. Estuvo con insurgentes en el
Fuerte de los Remedios sitiado por los realistas y formó parte de los comisionados por el oficial Young para capitular, parlamentando con el realista. Al
intentar salir del fuerte murió el primero de enero de 1818.
37
Pharus academiæ
Anselmo Hinojosa
Originario de Soto la Marina, Tamaulipas. Estando en Estados Unidos se incorporó a la expedición del general Mina como conocedor de la región del
desembarco.
Fray Luis Herrera.
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Lego de San Juan de Dios, héroe de la independencia de San Luis Potosí y
Tamaulipas. Se incorporó a las fuerzas de Miguel Hidalgo en Celaya el 20 de
septiembre de 1810 para servir como cirujano del ejército. En viaje a San Luis
Potosí fue aprehendido y recluido en el Convento del Carmen. Fue liberado
por Fray Gregorio de la Concepción la noche del 10 de noviembre, cuando estalló la sublevación insurgente en San Luis, ciudad de la que se apoderaron
los rebeldes.
Después de diversas incidencias violentas en San Luis Potosí y ante el embate de Calleja, abandonaron la ciudad insurgentes al mando de Herrera e
Ildefonso Blancas perseguidos por el Coronel Diego García Conde, quien los
siguió hasta Valle del Maíz donde los batió y derrotó. De Valle del Maíz salieron los insurgentes hacia Aguayo, hoy Ciudad Victoria por el camino de Tula
a unirse a la guarnición de dicha población que proclamó la independencia.
Los hombres de Herrera y Blancas reforzaron a los rebeldes de Aguayo a
fines de marzo de 1911, pero el coronel Joaquín Arredondo con su ejército y
los remanentes de los cuerpos coloniales de Nuevo Santander ocupó la villa
el 12 de abril de 1811. El día 17, Arredondo ordenó el fusilamiento de los jefes
insurgentes, y que Herrera, Blancas y Villaseñor, fueran colgados en horcas
levantadas para ese fin.
Hooper
Norteamericano que sirvió en las filas del grupo expedicionario del general
Mina. Al salir Mina de Soto la Marina, quedó como auxiliar del mayor Sardá.
Al capitular la guarnición fue aprehendido y se le condujo a San Juan de Ulúa,
Se desconoce su ulterior destino.
Hutchinson.
Teniente norteamericano que formó parte de la expedición del general Mina.
Después de la capitulación de Soto la Marina, Hutchinson estando herido
gravemente, fue fusilado con veintiocho de sus hombres al sorprenderlos una
partida de realistas, al mando de Felipe de la Garza, que aseguró que se encontraban fuera de los lugares convenidos en la capitulación.
Joaquín Infante
Cubano con título de doctor que se alistó como auditor de la división en la
expedición de Francisco Xavier Mina. Desembarcó con las fuerzas expedicionarias en Soto la Marina el 21 de abril de 1817.
Infante como jefe de Samuel J Bangs, escribió el Boletín de la División Auxiliar de la República y escribió una marcha triunfal para estimular a los mexicanos a sumarse a Mina, primeros documentos impresos en Tamaulipas.
Diciembre 2010, número 7
Cuando Mina se internó al país para llevar adelante su notable campaña, Infante
permaneció en el Fuerte de Soto la Marina. Sobrevivió y cayó prisionero. Fue trasladado
a Ulúa y después a los presidios españoles de España y Africa.
Manuel Iturbe e Iraeta.
Gobernador del Nuevo Santander. Sustituyó al gobernador Pedro de Alba, interino por
la muerte de Francisco Ixart, Manuel de Iturbe e Iraeta tomó posesión del cargo de gobernador de Nuevo Santander el 18 de septiembre de 1804. Cuando fue gobernador tenía
el grado de teniente coronel, era de Guanajuato y estaba casado con María de la Luz
Alemán. Gobernó la colonia con prudencia.
Tuvo conocimiento de la insurrección de Dolores y se enfrentó a las sublevaciones independentistas en Aguayo, Padilla, San Carlos y otras villas del centro de la provincia en
enero de 1811 que lo obligaron a huir de Padilla hacia Altamira, con un reducido número
de sirvientes y colaboradores, Ramón Perea, Miguel Paredes, Felipe de la Garza, entonces capitán y la unidad militar de la segunda compañía volante de Nuevo Santander al
mando de Joaquín Vidal de Lorca. Estas fuerzas recibieron apoyo militar del Coronel
Joaquín Arredondo, comandante del regimiento fijo de Veracruz, quien por órdenes del
virrey, acudió con su tropa hacia Altamira a prestar auxilio al gobierno de Iturbe quien,
y con su ayuda redujo a los rebeldes la región de Tula en breve plazo.
Dejó el gobierno de Nuevo Santander en manos del comandante Arredondo el 15 de
abril de 1815, después de lo cual fue ascendido al grado de coronel y se le nombró gobernador de Colotlán.
Juan Nepomuceno Antonio Jiménez Garza. (1781-1811).
Nació en la villa de Santander, hoy Jiménez, el primero de septiembre de 1781; sus padres
fueron Manuel Jiménez y Dominga Garza.
Nada se sabe sobre su vida antes de febrero de 1811, cuando Mariano Jiménez, lugarteniente de Miguel Hidalgo en el noreste novohispano, lo nombró comandante de
las fuerzas del Nuevo Santander que acababan de adherirse a la causa insurgente en
Padilla. No obstante, cuando dichas tropas se trasladaron a la villa de Aguayo donde se
reunieron con los insurgentes potosinos comandados por Fray Luis de Herrera, Ignacio
Villaseñor e Ildefonso Blancas; Juan Nepomuceno Jiménez que ostentaba el grado de
coronel otorgado por Mariano Jiménez, entregó el mando a brigadier Blancas en razón
de su mayor rango. Dicha renuncia al mando también pudo estar motivada por algunas
desavenencias que probablemente tuvo con los líderes de las tropas neo santanderinas,
que se negaban a reconocer la autoridad de Mariano Jiménez.
A principios de abril, cuando se supo del desembarco de Joaquín de Arredondo en
Tampico, los milicianos de la villa de Aguayo decidieron congraciarse con las autoridades virreinales. Para ello apresaron a los insurgentes potosinos y se los entregaron a
Arredondo quien fusiló a Fray Idelfonso Blancas, Ignacio Villaseñor y fray Luis Herrera
el 17 de abril de 1811 en la plaza central de la villa de Aguayo.
Arredondo ordenó a Jiménez que reuniera caballos y se los llevara a la villa de Aguayo
a donde se presentó con los animales la tarde del día de la ejecución. Unos días después
el fraile Juan Villerías, que operaba en el territorio de Nuevo León, lo invitó a conspirar
contra Arredondo. El plan consistía en atacar al comandante realista al internarse en
la Sierra desde dos flancos; Villerías atacaría por el lado de Jaumave y los milicianos
neo santanderinos por la retaguardia. Jiménez aceptó y durante un juego de cartas,
invitó a otros oficiales a unírsele. Uno de ellos, Gordiano del Castillo, lo denunció ante
Arredondo quien de inmediato ordenó su aprehensión junto con la de Antonio Boeta y
Viviano Farías.
El 4 de mayo, Juan Nepomuceno Jiménez fue ahorcado en el paraje conocido como
El Salto. Su cuerpo estuvo pendiendo del árbol hasta el día 7, cuando el capitán Miguel
39
Pharus academiæ
de la Garza lo bajó y trasladó a la villa de Aguayo donde fue sepultado ese
mismo día.
Madame Lamar
Mujer francesa que viajó en la expedición de Francisco Javier Mina a México
en 1817. Se ignora su nombre completo, pero se afirma que nació en París y
vivió un tiempo en Cartagena, Colombia. Desembarcó con la expedición en
Soto la Marina y permaneció en ella cuando se dividieron las fuerzas insurgentes.
Al capitular el fuerte de Soto la Marina fue aprehendida y trasladada a Veracruz, destinándola al servicio de un hospital curando heridas y atendiendo
enfermos, durante el traslado de presos de Soto la Marina a Altamira y Tampico y de este lugar a Veracruz. Finalmente logró fugarse en un barco dejando
sendas cartas para el comandante del puerto y el virrey, recriminando a las
autoridades españolas el no haber cumplido las capitulaciones con jefes y la
tropa.
Mayor Maillefer
Suizo incorporado a la expedición de Mina. Sirvió en Francia como oficial
de dragones y posteriormente en España. Fue comandante de la caballería
de Mina (90 dragones) en la batalla de la hacienda de San Juan de los Llanos,
acción en la que murió el 29 de julio de 1817.
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Juan Manuel Maldonado (1793-1854)
Nació en Croix, hoy Villa de Casas. Fue soldado virreinal de las Milicias de
Nuevo Santander de 1806 a 1812, sirviendo como cabo en el regimiento de
lanceros del Río Bravo. Asistió a la campaña de Simón de Herrera contra los
angloamericanos en Luisiana donde fue hecho prisionero, pero se fugó en 1813
participando en la batalla de Medina, en Texas. Formó parte de los sitiadores
del fuerte de Soto la Marina en 1817 al mando del comandante Joaquín de
Arredondo.
A las órdenes del teniente coronel Pedro Lemus en julio de 1821 se adhirió
en Monterrey al Plan de Iguala. En 1822 proclamó el Plan de Casa Mata. En
1824 se le reconoció el grado de alférez y fungió como sargento en Lampazos.
Intervino en las acciones contra Barradas en Tampico en 1829 y en las batallas de Texas de 1835, donde destacó por su valor. Fue proveedor del ejército
dirigido por el general Mariano Arista y en los años 1843-1844 desempeñó la
comandancia militar de Soto la Marina.
Participó en las primeras batallas libradas contra los norteamericanos
durante la guerra de intervención y obtuvo el grado de coronel. Murió en la
ciudad de Saltillo, siendo secretario de la comandancia militar del Estado de
Coahuila
Nicholson
Norteamericano agregado a la expedición del general Mina lo acompañó en
su incursión y sobrevivió al propio Mina y a Pedro Moreno. Fue aprehendido
Diciembre 2010, número 7
en las inmediaciones de Pátzcuaro, donde fue fusilado por los realistas junto
con el oficial Yurtis.
Isidora Ovalle.
Heroína tamaulipeca de la guerra de independencia. El 20 de mayo de 1815 fue
ejecutada en la Villa de Aguayo por los realistas quienes le siguieron proceso
de infidencia. Isidora Ovalle juntamente con José Pineda, Francisco Barques,
Manuel Antonio Sánchez, Juan Vicente Izaguirre, Nicolás Delgado y Felipe
Noriega, fueron aprehendidos y después decapitados, enviándose sus cabezas
a diversos lugares de la municipalidad de Santa Bárbara, hoy Ocampo, para
escarmiento de los insurgentes.
El historiador Toribio de la Torre dijo «Que esta heroína mexicana no tuvo
más motivo para tanta infamia que haber auxiliado con bastimentos y todo
lo compactible a sus sexo a los independentistas, según confesión que hicieron al tiempo de fusilarlos sin que les valiese tan notoria inocencia…»
Perry.
Coronel norteamericano que acompañó a José Bernardo Gutiérrez de Lara
durante la insurrección de Texas y estuvo en la derrota de Álvarez de Toledo
en el río Medina. En la expedición del general Mina a México mandaba un
cuerpo de cien hombres, todos norteamericanos.
Pocos días después del desembarco del ejército expedicionario, Perry, al
mando de una partida, derrotó a gente del ranchero realista Ramón de la
Mora; pero al tratar de recoger el botín llegó el coronel Felipe de la Garza y
los obligó a retirarse.
Estando en Soto la Marina, aprovechando la ausencia del general Mina y
del coronel Young, convenció a 51 soldados a su mando, entre ellos el mayor
Gordon, a retirarse y desertar. Ya para llegar a Matagorda, Perry y su gente
atacaron la posición fortificada de Bahía, y en julio de 1817 murieron todos los
desertores en esta acción y Perry, en la desesperación de la derrota, se suicidó.
Cayetano Quintero Romero
Militar realista dueño de la hacienda del Cojo.
Estuvo a las órdenes de Joaquín de Arredondo desde 1811. Derrotó al lego
insurgente Juan Villerías en la acción de Estanque Colorado el 9 de mayo de
1811. Derrotó en Ciénaga de Cárdenas al indio Rafael a Camacho y Desiderio
Zárate.
Para agosto había pacificado la Huasteca.
Al consumarse la independencia Cayetano Quintero era residente en Altamira, y se le adjudicaron dos solares al fundarse Tampico en 1823.
Juan Quintero Romero
Hermano de Cayetano. Ascendió al grado de teniente coronel en las fuerzas
realistas durante las acciones de guerra en 1811 en el Nuevo Santander. Joaquín Arredondo le concedió el grado de teniente coronel.
Juan Quintero hizo importantes donativos de metálico y caballada a los realistas. El teniente coronel Quintero y su esposa María Gertrudis Barberena declararon en la causa que siguió el tribunal de la inquisición contra fray Servando.
41
Pharus academiæ
Juan José Vázquez Borrego Imperial
Héroe de la insurgencia. Fue hijo de José Vázquez Borrego y Josefa Imperial,
fundadores de la hacienda de Dolores en la jurisdicción de Laredo en la margen izquierda del río Bravo. Era sacerdote, se adhirió a la causa de la independencia y fue ejecutado en Chihuahua el año de 1811.
Su hermano Macario también se adhirió a la causa de la independencia,
pero se sumó a la traición de Elizondo.
Juan Villerías
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(¿?, 1775 - Real de Catorce, San Luis Potosí; 1811). Insurgente mexicano pertenecía a la orden de San Juan de Dios. En 1810 se levantó en armas en San
Luis Potosí, pero hostigado por Rafael Iriarte se retiró a Guanajuato, donde
se entrevistó con Ignacio Allende, quien lo destacó en las tropas de Mariano
Jiménez. Al abandonar la ciudad rumbo a Guanajuato, se llevó cerca de 100
rehenes europeos. La violencia del ataque de los insurgentes provocó que la
opinión pública se inclinara en favor de Calleja y la causa realista.
Participó en la acción de Aguanueva y realizó la campaña en Nuevo León.
Tras la captura de los líderes insurgentes se incorporó a las fuerzas de Ignacio
López Rayón, con quien participó en la batalla de Piñones para luego distanciarse de él.
Fue a Nuevo Santander, donde sufrió sucesivas derrotas a manos del realista Joaquín de Arredondo.
Volvió a San Luis Potosí, donde fue abatido y muerto en combate por el ex
insurgente José María Semper.
Guilford Young
Norteamericano que vino con Francisco Javier Mina al mando de la llamada
Guardia de Honor del Congreso Mexicano, integrado en buena parte con oficiales y técnicos que reclutó en los Estado Unidos. Fue de los constructores
del fuerte de Soto la Marina. Con el grado de coronel avanzó con Mina al interior del país, distinguiéndose por su valor en combate en las acciones de Peotillos y San Juan de los Llanos. Fue nombrado inspector de las tropas insurgentes del Bajío; estaba en el Fuerte del Sombrero asediado por los realistas e
intentó una capitulación honrosa que no fue aceptada. Murió decapitado por
una bala de cañón el 15 de agosto de 1817.
Yurtis
Norteamericano que vino con la expedición de Mina. Tuvo una actuación
destacada en la incursión de Mina al interior del país, fue aprehendido y fusilado en Pátzcuaro en junio de 1818.
Diciembre 2010, número 7
Bibliogr afía
Alamán, Lucas; Historia de Méjico, T. I, México, Editorial Jus, p. 82.
Covián Martínez, Vidal Efrén; Compendio de Historia de Tamaulipas.
de la Torre, Toribio et al; Historia general de Tamaulipas, México, Instituto de Investigaciones
Históricas de la uat, 1986.
Mora, José María Luis; Méjico y sus revoluciones Tomo cuarto, Librería de Rosa, Paris 1856.
Robinson, William Davis; Memorias de la revolución de México: y de la expedición del general
Francisco Javier Mina, a que se han agregado algunas observaciones sobre la comunicación proyectada sobre los dos océanos, Pacífico y Atlántico, escritas en inglés, traducidas por José Joaquín
de Mora; R. Ackermann, 1824
Robles, Vito Alessio; Coahuila y Texas en la Época colonial, Editorial Cultura, México 1938
Zorrilla, Juan Fidel y Carlos González Salas, Diccionario biográfico de Tamaulipas, Ciudad
Victoria, Universidad Autónoma de Tamaulipas/Instituto de Investigaciones Históricas, Tamaulipas, 1984.
Zorrilla, Juan Fidel; Tamaulipas y la guerra de Independencia: acontecimientos, actores y escenarios, Ciudad Victoria, Tamaulipas, Gobierno del Estado de Tamaulipas, Comisión Organizadora para la Conmemoración en Tamaulipas del Bicentenario de la Independencia y Centenario
de la Revolución Mexicana, 2008.
43
Pharus academiæ
El entorno digital (2a parte)
Introducción
44
Ernesto Peña A lonso
Licenciado en Diseño Gráfico por la Universidad
Autónoma de Tamaulipas. Maestro en Diseño
de la información por la Universidad de las
Américas, Puebla.
¹ Al año 2002, de acuerdo con la fecha
de publicación del artículo.
El uso de la pantalla como sustrato de lectura y su competencia
frente al papel impreso se habían discutido en diversas investigaciones dispersas, generadas desde momentos tan tempranos como mediados de los
años 60.
Uno de los esfuerzos más importantes por unificar toda la información generada hasta ese momento se dio con el artículo de Andrew Dillon publicado
en 1992 en la revista Ergonomics, llamado «Reading from paper versus screens:
a critical review of the empirical literature». En consecuencia, este documento
y los resultados presentados han sido la base de muchos argumentos a favor
y en contra de la lectura en pantalla.
Se podría pensar que dada la velocidad con la que evolucionan los medios
digitales, muchos de los resultados presentados por Dillon perdieron por
completo su pertinencia desde 1992; sin embargo, su investigación sigue siendo usada como base argumentativa de artículos más recientes. Una cuestión
presente en el mismo trabajo de Dillon y muchos otros de naturaleza similar
es la presentación de dos posibles escenarios: El primero, la absoluta superioridad del papel sobre la pantalla; argumento sostenido no sólo por cuestiones relacionadas con la lectura, sino con la imposibilidad de transportar
una computadora a otros escenarios de lectura, como la playa, una banca o
el transporte público (argumento que queda desmantelado con la aparición
de los lectores de e-paper o «tinta electrónica», que promete una experiencia
«cercana al papel» por sus características técnicas, entre ellas, la portabilidad), o su increíble durabilidad, que se refleja en permanencia de la información. El segundo, que favorece por completo el uso de la pantalla, tanto como
para suponer la desaparición del papel a un plazo tan corto como 10 años¹
(Dillon, 1992, p.2). Este argumento, sin embargo, no confía su superioridad
en la calidad de lectura en los medios electrónicos, sino en la asimilación que
el lector tendría del medio y en otros beneficios propios exclusivamente del
ambiente digital: pagar menos por un documento, descargar en el momento,
almacenar cantidades increíbles de información en un formato portable, opciones de navegación, etc.
Diciembre 2010, número 7
Pero existe una tercer postura, una que Rodríguez de las Heras define como:
«...no precipitarse en la rendición o descalificación ante lo nuevo, sino procurar explorar las posibilidades que la pantalla electrónica puede abrir a la
escritura y la lectura» (Millan, 2002, p.2).
Para analizar esta tercera posibilidad, es necesario explorar las semejanzas
de los medios estudiados a partir de sus características propias, tanto de ergonomía como de usabilidad; un ejercicio que si bien se ha hecho en múltiples
ocasiones, probablemente no haya sido con un ánimo conciliador, dado lo
polarizadas que se encuentran las opiniones de cada uno de los ya planteados escenarios; ni desde la perspectiva o el rigor de la tipografía o el diseño
editorial.
Así pues, los parámetros en los que se presenta esta comparación están
dados por Grace Bernhardt en el documento homónimo de Dillon de 1992,
Reading from paper versus screen, donde lleva a cabo un breve análisis deductivo desde la fuente tipográfica como componente, hasta las particularidades
del sistema, en coincidencia con varios textos sobre tipografía y diseño editorial que son empleados en esta misma investigación. Particularmente útil
para este fin resulta la analogía del texto como un tejido de hilos verticales y
horizontales que presenta Robert Bringhurst en su libro The elements of typographic style (2002). Estos parámetros, en términos generales son:
•
•
•
•
•
•
Fuente (particularidades, elección de la misma)
Línea de texto (particularidades idiomáticas, largo de línea, uso de
guiones)
Interlineado
Cuadro de texto (proporción de acuerdo al formato, cantidad de líneas
por página, interlineado)
Retícula
Formato
45
Generalidades de la pantalla
Una de las grandes diferencias entre la lectura en papel o en pantalla, es
el papel y la pantalla mismas. De acuerdo con diversas investigaciones, la superficie de lectura (independientemente de las capacidades del recurso) es
determinante en factores como la velocidad, la exactitud, comprensión o fatiga (Dillon, 1992). Según Díaz Noci (2000), basado en información que el
mismo Dillon reporta de investigaciones previas a 1990: «La calidad y contraste de un texto digital es al menos 35 veces menor que un texto impreso
[...] la velocidad de lectura en pantalla es un 25% más lenta que en papel»;
Bringhurst por su parte reporta que la resolución de los mejores monitores
de computadora es menor al 25% de la norma para impresoras láser y menos
del 6% de la de composición digital (2002, p. 222). Adicional a esto, habría que
considerar la existencia de reportes de bajo desempeño en tareas de corrección de textos en pantalla (Dillon, 1992); entre muchos otros.
A diferencia que en el papel, donde el sustrato o el método de impresión alteran la calidad y legibilidad del texto presentado, en una pantalla la calidad
de visualización es una constante, sujeta por completo a las características
propias del hardware². En el caso de una pantalla de monitor, sin importar la
calidad del documento presentado, la resolución³, en la gran mayoría de los
casos, es de 72 pixeles por pulgada como estándar. El pixel (abreviación de
picture element) es un elemento cuadrado, lo que obliga a cualquier imagen a
adaptarse a una retícula cuadrangular, (imagen 1) lo cual, si bien no afecta en
² En este contexto, nombre con el que se
designa la dotación física de un equipo de
cómputo en contraposición al software,
que designa la parte de programación.
3 «El grado de detalle visible de una
imagen» de acuerdo con el Diccionario
de la Real Academia Española.
Pharus academiæ
lo más mínimo la visualización de líneas rectas, sí altera drásticamente las
curvas, generando en ellas un efecto «escalera».⁴
Ciertamente, existen recursos para corregir este efecto, uno de ellos es el
antialias, una técnica desarrollada por ibm que corrige las orillas aserradas
de las curvas en pantalla al agregar variaciones en escala de grises, que aunque -según estudios- no reporta beneficios significativos en la lectura, sí lo
hace en la preferencia del lector de pantalla (Dillon, 1992) (imagen 2). Una
forma más sofisticada de antialias y aparentemente mejor, en lo que se refiere
a velocidad de lectura exclusivamente (Dillon, 2006), fue desarrollada por
Microsoft con el nombre de ClearType y puesta a disposición en el 2000 (Microsoft, 2000). A diferencia del antialias desarrollado por ibm, en el cual se
usan pixeles completos en escala de grises para suavizar los contornos, el sistema ClearType utiliza los subpixeles que dan la información de color en rgb⁵
al monitor. Estos subpixeles dividen al pixel verticalmente en tres (uno para el
rojo, otro para el verde y otro para el azul), lo que permite que el suavizado de
los contornos cuadrados tenga un campo de acción más amplio (imagen 3).
Sin embargo, a pesar de todos estos recursos para mejorar la legibilidad en
un medio tan castigado para la lectura, se debe tomar en cuenta que el texto
en pantalla tiene una reducción mínima admisible, antes de que la integridad
de los signos se altere drásticamente y se vea comprometida (o eliminada) su
legibilidad, con o sin efecto antialias; y que esta reducción mínima es superada por mucho por el papel impreso en las peores condiciones (imagen 4).
⁴ Staircasing, en inglés.
⁵ rgb, Siglas de Red, Green, Blue;
Rojo, Verde, Azul, los componentes
del modelo de colores luz.
46
Imagen 1. Grilla de pantalla.
Imagen 4. Impresión en inkjet contra pantalla
Imagen 2. Efecto de antialias.
Imagen 3. Aspecto del subpixel.
Diciembre 2010, número 7
En el caso del e-paper, se busca que las características de la pantalla sean
óptimas para la lectura -en la medida que el medio lo permita-, dado que
es un recurso creado específicamente para este fin. Esto obliga, en primera
instancia, a superar la resolución que ofrece la pantalla de un monitor. En el
e-paper se logra la división del pixel a razón de tres partes verticales por una
horizontal -sentido opuesto al subpixel de las pantallas a color de los monitores convencionales-, consiguiendo una resolución de 170 pixeles por pulgada
(en adelante ppp). Esta extraña proporción en los pixeles resulta conveniente
para la tipografía, puesto que los trazos más delgados en una letra suelen ser
horizontales (Downs, 2005, p. 39) (imagen 5). Dado que al tinta electrónica
no precisa de información de color -esta tecnología es monocromática-, los
pixeles que componen la pantalla son reales, no subpixeles como en el caso de
los monitores.
Imagen 5. Aspecto del pixel en e-paper
Es posible que el e-paper sea la mejor adaptación de una pantalla en favor de
la lectura para este medio, pero no se debe perder de vista que no deja de ser
una adaptación, y el papel impreso no deja de ser el modelo.
La mejora a las condiciones de lectura en el sustrato tiene sus límites, los
límites físicos y técnicos del mismo medio, y a menos que se logre dividir el
pixel como unidad de imagen en las pantallas de nuestras computadoras
personales, las posibilidades de ésta para emular al papel son prácticamente
nulas. Existen, sin embargo, los recursos puramente tipográficos, que pueden
hacer algo por la legibilidad de los signos y, aún más, por lo que podemos entender como leibilidad o lecturabilidad (traducido del inglés readability).
LA LETRA
La letra como signo debe contar con ciertas propiedades formales para ajustarse a los requerimientos de cada medio. La legibilidad no es una propiedad
exclusiva de la letra, sino de la letra en un contexto dado.
Estas propiedades (Jorge De Buen [2005, p. 109] los llama valores) serían
la caja de x, el contraste o modulación, el ancho del signo, y la presencia o
ausencia de serifas o patines (Bringhurst, 2002, p. 223). Si tomamos estos
valores y los aplicamos a diferentes situaciones de lectura, encontraremos
que los mismos cambian de acuerdo a lo complejo que resulte leer en dicha
situación. La pantalla es sólo uno de estas situaciones y tiene sus propios requerimientos, también los tiene la señalización pública, los periódicos y las
novelas de bolsillo.
Tamaño del signo, Caja de x y ancho del signo
Existen muchos criterios para el establecimiento de un tamaño de la letra
«correcto» para lectura en pantalla, la mayoría de ellos inconvenientemente
subjetivos. Se debe entender que el tamaño de letra responde a necesidades
47
Pharus academiæ
físicas del lector, y que esto implica que los criterios deben ser independientes de resoluciones de pantalla o preferencias de sistemas operativos.
Komischke (2009) presenta una solución probable a esta subjetividad a
partir del estándar iso 9241-3 (1992) de requerimientos ergonómicos para
trabajo de oficina con pantallas; que establece que las alturas de los caracteres deben ser preferentemente de 20 a 22 minutos de arco y que el tamaño
mínimo debe ser de 16 minutos de arco (16/60 de grado). En otras palabras,
todo aquello entre los 0,333 grados (20 min de arco) y los 0,367 grados (22 min
de arco) será recomendable de acuerdo con este estándar; siendo 0,267 grados (16 minutos de arco) el mínimo aceptable. Multiplicando la tangente del
ángulo dado, por el rango de distancia mínima entre el usuario y el monitor
(40-60 cm de acuerdo con el estándar 9241-3) se puede calcular el tamaño de
la letra. Por ejemplo, siendo 50 cm la distancia entre el usuario y la pantalla,
el tamaño de la letra será de entre 2,9 y 3,2 mm; un aproximado de entre 8 y 9
puntos de altura desde la línea base, presumiblemente entre 10 y 12 puntos de
medida en pantalla.
48
1 minuto de arco (1/60 de grado)
1 grado (1/360)
Grados de visión
Sin embargo, este criterio aparentemente tan exacto no es suficiente. De
acuerdo con Jorge De Buen (2005) «para estimar el óptimo de legibilidad, x es
más importante que el cuerpo», refiriéndose a lo que él llama cociente kp/x,
donde kp u ojo «es la distancia entre las dos líneas más extremas», (con respecto al límite superior de la k y al límite inferior de la p) y x la distancia entre
la línea base y la altura de la letra x minúscula, lo que determina, de manera
general, la relación de tamaño entre las minúsculas y el resto de los signos (De
Buen, 2005, p. 88)(imagen 6).
ojo
caja de x
Imagen 6. Relación ojo/caja de x o kp/x
Diciembre 2010, número 7
A pesar de esto, la mayoría de las investigaciones sobre legibilidad en pantalla comparan familias tipográficas diferentes, considerando únicamente el
tamaño de la letra (cuerpo) como factor. Wheildon (1986) explica las razones
de considerar la caja de x en vez del cuerpo:
«Cuando una persona lee una línea de texto, el ojo reconoce las letras por la
forma de su mitad superior. Con las letras minúsculas o de caja baja es sencillo porque las mitades superiores son generalmente distintivas y, más importante, permiten un fácil reconocimiento cuando son emarcadas en el espacio
blanco que las rodea. Puestas en mayúsculas o capitales, se le presenta al ojo
un rectángulo sólido, y el reconocimiento de las palabras se convierte en una
tarea más que en un proceso natural».
Una de las raras excepciones se presenta con Dan Boyarski (et al, 1998), el cual
incluye en su investigación criterios tipográficos que explican de un modo
claro los alcances y las limitaciones de la letra en pantalla. Boyarski -el cual
es diseñador, por cierto- menciona algunos factores determinantes en la legibilidad de los monitores, y usa para probar su punto dos fuentes diseñadas
para pantalla: Georgia y Verdana, ambas de Matthew Carter. Boyarski explica:
«Georgia es una fuente con serifas, mientras Verdana es una fuente sin serifas.
Ambas tienen una caja de x relativamente grande cuando se compara con Times. La caja de x en una fuente afecta mucho su legibilidad» (p.87).
Como explica Boyarski, en la tipografía que se utiliza y diseña para lectura en
pantalla, el cociente kp/x debe ser particularmente chico. Con el fin de explicar las proporciones y de unificar criterios, se tomará el cociente kp/x de Univers 55 de Adrien Frutiger como referencia (en vez de Times, como en el caso
de Boyarski) con un valor de 1, un ejercicio que Jorge De Buen denomina índice
U55 (De Buen, 2005, p. 91).
Por otro lado, Bringhurst (2002, p. 223) deja en claro que una buena fuente
de pantalla debe tener contraformas abiertas, al referirse a la cantidad de espacio que contiene el signo; implicando que los signos que componen la fuente
tipográfica no deben ser condensados. Esto no sólo tiene influencia en el signo
mismo, sino en la cantidad de caracteres que pueden componer una línea de
texto en un formato dado: evidentemente, a mayor ancho de los signos, menos
signos por línea.
Si consideramos las situaciones de lectura de la tabla 1 en función a la caja
de x, encontraremos a las fuentes para pantalla en el extremo, en la situación menos favorable para la lectura -probablemente la que requiere más
cuidado con la legibilidad por su medio, «más fugaz incluso que el diario»
(Bringhurst, 2002, p. 223).
49
Pharus academiæ
De derecha a izquierda: Verdana, Univers 55, Times y Georgia.
Valor 1 del índice Univers 55.
Tabla 1. Relación entre el tamaño de la caja de x y su uso.
Contr aste
50
Bringhurst (2008, p. 290) lo define como el grado de contraste entre los trazos
gruesos y finos de una letra como resultado de la modulación, consecuencia
de los movimientos de la péndola⁶ sobre el papel. En términos prácticos, la
diferencia en el grosor de los fustes (trazos verticales de la letra) y las barras
(trazos horizontales) de acuerdo con la nomenclatura de De Buen (2005, pp.
101,102) (imagen). Así, si existe poca o nula diferencia entre estos trazos, la
fuente tendrá un contraste bajo o nulo (Futura), en el caso contrario (Bodoni,
Didot) el contraste será alto.
El mismo De Buen explica que —históricamente hablando— el aumento en
el contraste de las fuentes es consecuencia directa de la mejoría de los papeles
Como explica Boyarski, en la tipografía que se utiliza y diseña para lectura en
pantalla, el cociente kp/x debe ser particularmente chico. Con el fin de explicar las proporciones y de unificar criterios, se tomará el cociente kp/x de Univers 55 de Adrien Frutiger como referencia (en vez de Times, como en el caso
de Boyarski) con un valor de 1, un ejercicio que Jorge De Buen denomina índice
U55 (De Buen, 2005, p. 91).
Para inicios del siglo 20, con las fuentes sin serifas, concretamente con Futura (1924-1926) de Paul Renner, se alcanza el mínimo contraste, una igualdad
óptica entre el grosor de las barras y los fustes, que obedece más al espíritu
modernista de la época que a la legibilidad, ya que ésta también se puede ver
afectada con la ausencia de contraste.
Al igual que en los papeles de baja calidad, las condiciones de la pantalla
impiden que se pueda tener un contraste alto en la tipografía diseñada para
este medio. El contraste requiere una excelente resolución, muy superior a las
propiedades de la pantalla, que es -en pocas palabras-, un sustrato áspero
en términos de lectura. Esta es la razón por la cual, para estas condiciones, a
pesar de las características de legibilidad de las fuentes monocromáticas (De
Buen, 2005), éstas suelen ser las más indicadas para proyección de transparencias, signos de tránsito y pantalla. (Geldermann, 1999, p. 100)
7 Pluma para escribir.
Contrate alto y bajo
Diciembre 2010, número 7
Tabla 2. Relación entre el contraste de las fuentes y su uso. Para fines de esta investigación, se toman como valores de contraste el fuste y la barra de la letra H.
Presencia o ausencia de serifas
El uso del serif o remate para la lectura en pantalla se ha considerado popularmente -si no incorrecto- por lo menos discutible, debido a la proliferación de fuentes diseñadas sin patines desde la primera mitad del siglo
pasado. A las fuentes sin patines se les reconoce «un aspecto moderno, un
énfasis en la forma pura de los caracteres individuales y la omisión de elementos superfluos» (Geldermann, 1999, p. 97). Sin embargo, Boyarski (et al,
1998) prueba que las fuentes con o sin patines son igual de leíbles cuando los
demás valores se encuentran en igualdad de circunstancias (caja de x, contraste), comparando fuentes diseñadas específicamente para su lectura en
pantalla por el mismo diseñador (ver contraste [2.1.3.2]).
El serif, al igual que los demás valores, tiene fines funcionales más que estéticos, que pueden mejorar notablemente la legibilidad aún en situaciones
de lectura en pantalla (Geldermann, 1999, p. 97): El remate logra facilitar la
distinción individual de algunos signos que pueden resultar confusos para
personas con dislexia por ser «reflejos» exactos de otros (la b y la d, o la p y
la q, por ejemplo). Este problema, sin embargo, puede ser resuelto también en
fuentes sin remates cuando se logra hacer una clara diferencia en la forma
pura del signo. La fuente Read Regular de Natascha Frensch (2003) es un
ejemplo de una fuente sans serif diseñada con esta intención.
Los remates logran enfatizar los inicios y fines de cada signo. De acuerdo
con Catich (1968) esta es precisamente la razón de su origen. Los masones
trataban, al grabar la letra en piedra, de seguir los límites de los signos previamente marcados con una línea recta difícilmente controlable con un cincel.
Los remates enfatizan la forma de las palabras. Dado que los lectores experimentados leen grupos de letras e incluso de palabras, y que es la mitad
superior de las minúsculas lo más reconocible de las letras, la forma general
de las palabras cobra mucha importancia y se cree que los remates en las
letras logran facilitar este proceso.
El serif en sí mismo no representa ventajas para la lectura, si se sacrifica
otro valor como el contraste o la caja de x al utilizarlo. Evidentemente, dadas las condiciones de pantalla, su uso requiere de más atención. Bringhurst
(2002, p.223) deja en claro que cualquier fuente que pueda llegar a tener detalles delicados perderá legibilidad en pantalla; los remates corren el mismo
riesgo. Dadas estas circunstancias, el serif de una fuente para pantalla deberá ser cuadrado o muy robusto, cuando esté presente en el diseño.
Boyarski et al concluyen en su estudio de 1998 que, ante todo, las fuentes
que se diseñan para pantalla son las mejores para este propósito. Los valores de dichas fuentes, al igual que Georgia o Verdana, cumplen con ciertas
especificaciones, mismas que pueden —y deben— ser procuradas cuando se
elijan para visualización y lectura de textos en pantalla.
51
Georgia y Baskerville.
Pharus academiæ
Tabla 3. Relación entre el aspecto de las serifas y su uso
Línea de texto
Existen diversas perspectivas sobre la influencia de la línea de texto en factores como la velocidad y comprensión de la lectura en pantalla, respaldadas
por múltiples investigaciones realizadas desde mediados de los años 60 a la
fecha. Mary Dyson, por ejemplo, en su investigación de 2004: How Physical
text layout affects reading from screen, compila y presenta los resultados de
muchos de estos estudios en función de tres variables (p.379):
52
a. Fuente (particularidades, elección de la misma)
b. Cantidad de caracteres por línea, también llamada densidad de caracteres (p.379)
c. Tamaño físico de la línea; ligado directamente al ángulo visual de
lectura.
Desgraciadamente, en la presentación de muchos de los resultados de estas
investigaciones se mantienen factores subjetivos como el tamaño de la letra
(no de su caja de x, que como ya vimos es un factor mucho más determinante)
o como la alteración del signo mismo. Como consecuencia, el análisis comparativo de Dyson (2004) nos muestra que las conclusiones de los estudios analizados en su investigación —en relación con la densidad de caracteres y el
ángulo visual de lectura, específicamente— resultan muy dispares.
Estas diferencias resultan obvias en la recopilación de Van Oostendorp
(2005, p. 286), donde Dyson presenta una tabla comparativa de comportamientos de lectura con diferentes largos de línea en condiciones presumiblemente similares⁷. En este se concluye (en la mayoría de los casos) que las
líneas largas son las de más rápida lectura; excepto acaso por los resultados
de Bernard et al que presenta exactamente lo contrario, o en el mejor de los
casos ninguna diferencia.
Es necesario considerar los objetivos de la lectura de un texto y, si bien la
velocidad es un factor importante, me atrevería a afirmar que es la comprensión del contenido lo que resulta imperativo. En este sentido, Dyson y Kipping
(1998) le atribuyen una mayor facilidad y una notoria preferencia para la lectura de las líneas de texto de 55 caracteres (sin contar espacios), a pesar de
no ser la de más rápida lectura (2004, p. 384). Por otro lado, Dyson y Haselgrove (Dyson, 2004, p. 383) encuentran que esta densidad de caracteres (55 s.
e.) favorece la comprensión aún sobre las líneas de 100 caracteres (las de más
rápida lectura según la misma investigación).
7 Dyson y Kipping (1998) presentan resultados
de comparaciones entre líneas de 25, 55
y 100 caracteres por línea en Arial 10/12;
Bernard et al compara líneas de 45, 76 y 132
caracteres en Arial 12 y un interlineado no
especificado, lo cual definitivamente altera
la percepción del texto. Desgraciadamente,
en ninguno de los estudios se informa
si los espacios son o no contados como
caracteres. En el caso específico del
estudio de D&K, al hacer un conteo manual
sobre la muestra presentada en el cuerpo
de la investigación, podemos concluir
que los espacios no son considerados.
Diciembre 2010, número 7
Columnas
Los textos dispuestos en columnas (formación común en revistas o periódicos en línea) amplían la variedad de situaciones de texto. La más obvia de
éstas, es la reducción de caracteres por columna en proporción inversa a la
cantidad de columnas, factor que depende de la resolución del monitor a un
tamaño de letra fijo. De estos dos factores, el más crítico, dada su afectación
a la leibilidad, es la cantidad de caracteres por columna (Van Oostendorp,
2005, p. 289).
Por otro lado, es poco lo que las investigaciones de este carácter pueden
aportar. Creed et al y Dyson, con 10 años de diferencia, llevaron a cabo investigaciones donde se comparaban textos dispuestos en una y dos columnas
(en el caso de la investigación de Creed) y en una y tres columnas (en el caso
Dyson) con resultados distintos. Estos resultados son presentados por Van
Oostendorp (2005, p. 289):
Aún cuando Dyson concluye que el texto de una sola columna puede ser más
rápido de leer, esto también podría atribuirse a un menor scrolling, situación
que podría tomarle algunos segundos al lector.
Podemos afirmar entonces que las conclusiones de Dyson con respecto a
la longitud de la línea son completamente aplicables a la disposición del texto
en columnas, y estas conclusiones pueden resumirse a la siguiente tabla:
53
Interlínea
Por un lado, las características de diseño de las fuentes diseñadas para pantalla descritas por Bringhurst (2002, p. 223) y mencionadas anteriormente en
este documento (ver Tamaño del signo, Caja de x y ancho del signo), específicamente la caja de x alta y la amplitud de las contraformas, ejercen una
influencia importante en el interlineado o leading⁸.
Ópticamente hablando, dado que su caja de x es mayor, las fuentes tipográficas diseñadas para pantalla suelen percibirse de un mayor tamaño a lo
que su medida ofrece, por ende, requieren de un mayor espacio entre líneas:
«También se requiere aumentar el grueso de la interlínea cuando la palabra
tiene un tamaño de equis mayor de lo normal» (De Buen, 2005, pp. 207-208).
Por otro lado, Dyson (2004) reporta resultados de investigaciones de Kolers et al y de Kruk y Muter donde se concluye que el espacio sencillo (sic.)
requiere de más tiempo de lectura para su total comprensión que el doble
espacio, y que el regreso al inicio de la siguiente línea al término de lectura
de la inmediata anterior resulta más sencillo cuando existe mayor espacio
entre líneas.
8 Del inglés lead, plomo. Haciendo referencia
a la barra de plomo que se usaba para
agregar espacio entre líneas de tipos.
Pharus academiæ
formato (Relación de aspecto)
Se le denomina Relación de aspecto de pantalla (display aspect ratio, también
conocido por sus siglas dar) al largo de una imagen dividido entre su altura;
y es expresado en formato x:y, donde x es el ancho e y es la altura. Dependiendo del modelo, las pantallas de monitor (o televisión) utilizan diversas
proporciones. Las más comunes son:
•
•
4:3 (Sistema pal, vga y todas sus derivaciones)
16:9 (los denominados wide screen o hd ‘high definition’)
Los estándares para pantallas de monitor —exceptuando dispositivos móviles— suelen presentar la información en formato horizontal. Evidentemente,
la cantidad de información a la que el lector puede acceder de una sola vez,
dependerá de la resolución y el tamaño físico del dispositivo, por no mencionar el diseño mismo de la interfaz.
En sus análisis de estudios y literatura sobre lectura en medios electrónicos, Dillon (1992) y Dyson (2004) presentan resultados de la cantidad de
líneas de texto desplegadas en pantalla, como un factor de afectación a la velocidad de lectura y la comprensión del contenido. Estos resultados son presentados por la misma Dyson en el texto de Van Oostendorp (2005, p. 289):
54
Se puede afirmar, en función de estos resultados, que la lectura resulta lenta
cuando las líneas son escasas. Dillon (1992) afirma que los resultados de las
investigaciones llevadas a cabo en este tema sugieren la existencia de un
punto crítico⁹ de cinco líneas de texto, arriba de las cuales se percibe una
mejoría en la experiencia de lectura en pantalla. También da una explicación
a este fenómeno:
9 Critical point en su idioma original.
«Las experiencias con (la lectura en) papel sugieren que el texto debe mostrarse en unidades mayores que esto (cinco líneas). [...] La pérdida de contexto es más factible de ocurrir con textos muy largos y la habilidad de
buscar o de leer superficialmente hacia adelante o hacia atrás en el texto es
mucho más sencilla con 30 líneas o más que en sólo cinco» (p.24).
Probablemente se pueda explicar esta situación con el comportamiento del
ojo en condiciones de lectura y las investigaciones llevadas a cabo por Keith
Rayner (et al, 1998) desde los años 90.
Se sabe que el ojo se compone de tres áreas de visión de acuerdo con la
agudeza de la misma:
•
Fovea. El área de máxima agudeza visual, que comprende aproximadamente dos grados de ángulo de visión. Si tomamos los mismos parámetros usados en la sección de tamaño de letra y el ejercicio de la norma
iso 9241-3 (ver Tamaño del signo, Caja de x y ancho del signo), tendremos que a una distancia de 50 cm, la visión foveal será aproximada-
Diciembre 2010, número 7
mente de 1,75 cm de diámetro, a un tamaño de cuerpo de 12 puntos, el espacio suficiente para 10 caracteres.
•
Zona perifoveal. El área comprendida entre dos y cinco grados de ángulo de visión
en el ojo humano. La zona perifoveal tiene una agudeza inferior a la fovea, pero
proporciona información visual-contextual muy valiosa. Continuando con el modelo antes mencionado, comprendería entre 1,75 y 8,75 cm, a un tamaño de cuerpo
de 12 puntos, el espacio suficiente para aproximadamente 50 caracteres.
•
Periférica. Área comprendida entre los cinco y los cerca de 180 grados de ángulo de
visión total del ser humano, de los cuales sólo 140 son de visión binocular.
Las dos primeras (foveal y perifoveal) se consideran críticas para el ejercicio de la lectura. Por un lado, es dentro del campo de la fovea que los signos son realmente reconocidos y asimilados; por otro lado, Rayner revela la importancia de la zona perifoveal
con sus experimentos de lectura «de ventana», consistentes en aislar las letras posiblemente comprendidas en la fovea, simulando de este modo una lectura no perifoveal.
En estos casos la velocidad de lectura disminuiría considerablemente, debido a que la
distancia entre sacadas sería menor, y el tiempo de cada fijación y la cantidad de regresiones aumentaría (Blanchard, et al, 1989). Las únicas dos posibles explicaciones a
esto serían:
«(1) Que el lector extrae información anormal fuera de la ventana y esto disminuye el procesamiento; (2) que una ventaja restringida no permite una
previsualización de la palabra antes de ser fijada, y por lo tanto, la identificación de la palabra es más lenta cuando la palabra subsecuente es fijada».
Aunado a esto, se debe considerar que la lectura no se da por medio de un
«barrido» continuo de los ojos sobre el texto, sino por pequeños movimientos de avance y retroceso llamados sacadas o movimientos sacádicos¹⁰, de
aproximadamente cinco a nueve posiciones de carácter, y leves pausas llamadas fijaciones¹¹, que suelen ser más largas dependiendo del grado de
concentración que necesita la lectura. Estos movimientos no son siempre
consecutivos; en algunas ocasiones hay regresiones (aproximadamente en el
10% de los casos); en otras, brincos entre palabras subsecuentes; y en otras
más, omisiones (Blanchard et al, 1989).
Dadas estas circunstancias, podemos concluir que durante la lectura, el
texto se va construyendo por palabra, como si se presentara en formato de
diapositivas, no siempre ordenadas y de tiempo variable según la palabra; la
palabra a leer (aproximadamente 10 caracteres en nuestro ejemplo) aparece
perfectamente clara en el centro, y su contexto con una claridad menor, lo
10 Del francés saccade, tirón.
11 Del inglés fixation
55
Pharus academiæ
que permitiría una previsualización de la siguiente palabra a leer, las que ya
han sido leídas y otros factores, como la composición y el tamaño del párrafo,
por ejemplo. La eliminación de esta información contextual disminuiría notablemente la velocidad de lectura.
Scrolling vs. paging
Manipulación del documento
En términos prácticos, podríamos decir que, en documentos digitales, el tamaño de la página se referirá a la cantidad de información que se muestra
en pantalla en una sola exhibición. Existen muchos recursos para cuando la
información total excede a la información desplegada, pero prácticamente
cualquiera de ellos puede quedar en una de dos categorías:
56
•
Scrolling¹²: El contenido se despliega simulando una sola cinta de información, donde sólo una fracción de la misma es presentada en pantalla
y el resto sale de la visión del lector, como en un documento que se desenrolla de un extremo mientras se enrolla en el otro. Este efecto puede
darse en sentido vertical u horizontal, aunque Dillon (1992) reporta una
mayor preferencia entre los lectores por el scrolling vertical.
12 Del inglés scroll, rollo (refiriéndose
al formato de documento usado
hasta antes del siglo viii).
•
Paging¹³: Despliegue del contenido por página, donde en el avance o retroceso en el documento cambia la totalidad de la información contenida.
13 Del inglés page, página.
El uso de uno u otro sistema de navegación del documento tiene —evidentemente— implicaciones en el diseño de la interfaz. Por ejemplo, el uso de un
sistema de scrolling vertical obligaría al diseñador a usar sólo una columna
de texto, ya que de otro modo, el lector se vería forzado a regresar al inicio de
la «cinta» de información. El sistema de scrolling horizontal, por otro lado,
(menos común que el vertical) construye la totalidad del documento por medio de columnas.
El diseño para un sistema paging puede ser más libre y nutrido en recursos
de diseño; ya que dado que cada visualización es independiente, cada una de
ellas puede contar con un diseño propio, si se diera el caso.
De acuerdo con Dillon (1992):
«Existe evidencia que sugiere que los lectores establecen una memoria visual
de la localización de ciertos elementos dentro de un texto impreso, basados
en su posición espacial tanto en la página como en el documento».
Esta conclusión apoyaría el uso del paging sobre el scrolling, dado que la facilidad de mover el cuerpo de texto línea por línea dentro del mismo espacio,
Diciembre 2010, número 7
comprometería esta memoria visual de la que Dillon nos habla. Sin embargo,
a pesar de esto no existen pruebas concluyentes de que alguno de los sistemas resulte mejor que el otro en términos de desempeño, aunque sí en términos de preferencia: aparentemente, los lectores experimentados en la lectura
de documentos digitales prefieren el sistema de scrolling, mientras que los
lectores novatos prefieren el sistema paging, probablemente por la similitud
a la interfaz que ofrece un documento impreso, lo que haría más sencillo su
aprendizaje.
Dillon (1992) agrega como factor a considerar en la elección del sistema de
manipulación del documento, la división de palabras o incluso frases o párrafos entre pantallas; ya que, aún cuando esto no resulta un problema para
la lectura en medios impresos -por el acceso inmediato que tiene el lector a
las páginas subsecuentes o precedentes-, resulta crítico en el seguimiento
de la lectura en pantalla. Dillon (1992) concluye que la división de texto entre
pantallas ocasiona más regresiones del lector hacia pantallas anteriores con
el fin de releer el contenido, esto resulta particularmente problemático en
una interfaz de paginación, y debe ser evitado en la medida de lo posible para
evadir interrupciones en el flujo de la lectura.
57
Pharus academiæ
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Diciembre 2010, número 7
59
Pharus academiæ
Tejedores del tiempo
La representación del tiempo propuesta
por los medios de comunicación desde la Teoría Crítica
60
Jenn y Segov ia no García
Licenciada en Periodismo y Comunicación
Colectiva por la unam, Maestra en
Comunicación Visual por la Universidad
Simón Bolívar y estudiante del Doctorado en
Sociología de la uam.
Docente desde hace cinco años en diferentes
universidades del país como Universidad del
Noreste (Tampico, Tamaulipas), Instituto de
Estudios Superiores de Tamaulipas- Anáhuac
(Tampico, Tamaulipas), Instituto Tecnológico
Latinoamericano (Pachuca, Hidalgo),
Jannette Klein (Distrito Federal), Universidad
Mesoamericana (San Juan del Río, Querétaro),
Universidad Mexicana (Izcalli, Estado de
México) impartiendo clases a nivel licenciatura
y posgrado en las carreras en Comunicación,
Diseño Gráfico, Mercadotecnia, entre otras.
Diseñadora curricular en el Instituto
Politécnico Nacional.
Periodista en la revista Zoo Mascotas y en el
periódico Siglo XXI
Asistente de investigación en la Universidad
Iberoamericana.
Comunicóloga en la Secretaría de Salud.
Resumen
Los medios de comunicación masiva son objeto de reflexión de
diferentes disciplinas entre ellas se encuentra la sociología. Un pensamiento
sociológico que miró de manera dura a los medios y sus efectos en la
sociedad fue la llamada Escuela de Frankfurt o Teoría Crítica. Los autores
que escribieron sobre todas las implicaciones sociales de los medios de
comunicación fueron Theodor Adorno, Max Horkheimer y Walter Benjamín.
Pero la reflexión del presente texto Tejedores del tiempo, no se queda en la
simple presentación de las ideas de los autores sobre todo los medios de
comunicación, sino da un paso más adelante, se sustenta de manera teórica
una representación del tiempo que los mismos medios tejen en sus haceres.
Cabe aclarar que ni Adorno ni Horkheimer ni Benjamín escribieron sobre todo
este asunto, pero entre líneas se puede hacer una interesante interpretación
que abre el camino a futuras reflexiones sobre todo el tiempo y los medios de
comunicación masiva.
Abstract
The media of massive communication are an object of reflection of different
disciplines between them one finds the sociology. A sociological thought at that
I look in a hard way to the means and his effects in the society was Frankfurt’s
so called School or Critical Theory. The authors who wrote especially the social
implications the mass media were Theodor Adorno, Max Horkheimer and
Walter Benjamin. But the reflection of the present text Weavers of the time, it
does not remain in the simple presentation of the ideas of the authors especially
the mass media, but it gives a step hereinafter, there is sustained in a theoretical
way a representation of the time that the same means weave in his works. It is
necessary to clarify that I Do not even Adorno either Horkheimer or Benjamin
they wrote especially this matter, but between lines it is possible to do an
interesting interpretation that opens the way for future reflections especially the
time and the media of massive communication.
Diciembre 2010, número 7
Escuela de Fr ankfurt, Teoría Critica, Institut für die Sozialforschun o Instituto de Investigación Social de Frankfurt, como quiera que se le
llame, es uno de tantos pensamientos filosóficos que influyeron a la teoría
sociológica desde la década de los años 30 del siglo pasado en adelante. Actualmente se podría decir que esta teoría tiene dos generaciones: la primera,
representada por Horkheimer, Adorno, Benjamín y Marcurse, entre otros; y la
segunda, por Habermas, Offe, Negt, Wellmer, Schmidt, etc.
La Escuela de Frankfurt de primera generación desarrolló su trabajo intelectual en torno a diferentes temáticas: «a) el análisis económico de la fase
posliberal del capitalismo, b) la investigación psico-sociológica de la integración social de los individuos, y c) el análisis teórico-cultural del funcionamiento de la cultura de masas» (Honneth, 1990, p. 452). Esta última es de
interés para el presente ensayo, que tiene como objetivo reflexionar acerca
de la representación del tiempo que proponen los medios de comunicación
masiva, desde la Teoría Crítica de la primera generación.
Antes de presentar las suposiciones teóricas de la representación del tiempo propuesta por los medios, es pertinente aclarar algunos aspectos como
la historicidad y la temporalidad de los supuestos teóricos de la Escuela de
Frankfurt, así como describir el imaginario social de los medios de comunicación masiva. Con dicha información, el lector podrá entretejer de manera
más adecuada la representación del tiempo de Theodor Ludwig Wiesengrund
Adorno1, así como de Marx Horkheimer2 y, en menor medida, de Walter Benjamín.3
Para iniciar, Adorno, Horkheimer y Benjamín fueron judíos alemanes
adaptados a la sociedad alemana, de clase media. Vivieron la Primera Guerra
Mundial, las revoluciones comunistas fallidas en su país, el drama del caos
económico, el ascenso de Hitler al poder y el recrudecimiento del antisemitismo, entre otras circunstancias que marcaron sus pensamientos teóricos
pesimistas de la modernidad. En definitiva fueron hombres preocupados por
la situación social que les tocó vivir y a través de sus reflexiones buscaron
explicaciones a la compleja realidad que se les presentó.
Para ahondar más en el horizonte histórico-temporal, a continuación el
lector se encontrará con algunos datos que dibujan de manera más excelsa
aquellos años.
La sociedad alemana de los años 20 del siglo pasado vivió una situación
concreta: por un lado, el triunfo de la revolución bolchevique (1917), es decir,
la primera revolución comunista que triunfó, convirtiéndose en una opción
política, económica y social, y que provocó un replanteamiento del pensamiento en la izquierda alemana; por otro lado, la recién creada República de
Weimar (1919-1933) que después de la Primera Guerra Mundial reorganizó al
país en un Estado nacional, proporcionando cierto orden social. Mientras, en
Frankfurt se reflejó de la siguiente manera:
¹ Adorno, (1903-69) filósofo, sociólogo y
musicólogo alemán, judío de clase media.
En el nazismo se exilió en diferentes
países hasta llegar a EU, donde investigó
los medios de comunicación masiva,
lo que influyó a su regresó a Alemania,
pues reflexionó sobre ellos. Fue amigo de:
Sigfried Kracauer con quien leyó Critica de
la razón pura de Kant; Walter Benjamín,
quien lo estimuló e influyó en su obra sobre
arte y la música; y Max Horkheimer con
quien compartió pensamientos teóricos.
² Horkheimer (1895-1973), filósofo y sociólogo
alemán, judío de clase media. Participó
en la Primera Guerra Mundial, leyó a
Schopenhauer, Hegel, Nietzsche y Freud.
Se interesó por la filosofía marxista y la
psicología. Fue director del Instituto de
Investigación Social. Durante el nazismo
se exilió en Estados Unidos donde
trasladó el Instituto y realizó trabajos
con visión critico-sociológica con base
filosófica de la cultura norteamericana;
después regresó a Alemania.
³ Benjamín (1892-1940), filósofo y crítico
literario alemán, judío de clase media. En
su juventud fue un radical revolucionario
cultural. Cuando estalló la Primera Guerra
Mundial se alistó en el ejército como
voluntario, pero no asistió quizá porque lo
declararon no apto o porque dos amigos
se suicidaron. Leyó a Kant, Hegel, Platón,
Proust, Baudelaire. Se declaró abiertamente
al materialismo, criticó fuertemente a
Hitler, a la teoría fascista, y a la izquierda
de su país. Con el triunfo de Hitler se
exilió a Paris, al huir de los nazis y pensar
que se frustró el escape, se suicidó.
«[…] allí habían surgido diversos foros para la vida cultural mantenidos
por una burguesía acaudalada y de mentalidad abierta: una universidad recién fundada, un periódico liberal, una emisora de radio que acogía con agrado la experimentación y, finalmente, Das Freie Jüdische Lehrhaus (El Centro
Libre de Instrucción Judío); en conjunto, una vida cultural que produjo una
excepcional concentración de energía intelectual.» (Honneth, 1990, p. 447).
El clima intelectual y político se miró de tal manera que en palabras de
Horkheimer
«Hacia el final de la década del veinte, y ciertamente al comenzar la década del treinta, estábamos convencidos de la probabilidad de una victoria
nacionalsocialista, como también del hecho de que podría combatírsela sólo
61
Pharus academiæ
mediante acciones revolucionarias. No creíamos en aquel tiempo que fuera a
producirse una guerra mundial. Pensamos que habría un levantamiento en
nuestro país, y ésta fue la causa de que el marxismo cobrara una significación
decisiva para nuestro pensamiento. […]» (Martin, 1989, p. 10).
62
La anterior cita describe la preocupación y la participación activa de los
intelectuales ante los fenómenos sociales de la época, además de la línea de
investigación con la que iniciaría el Instituto de Investigación Social, es decir,
la revisión de los fundamentos de la teoría marxista, sus limitaciones y sus
alcances ante el presente y futuro capitalista.
Aunado a lo anterior, los intelectuales de la época fueron conscientes del
bagaje teórico del que dispusieron, como los aportes de Emmanuel Kant con
la importancia del sujeto, la autonomía de la voluntad, la pugna entre razón
y pasión, y el reconocimiento de la importancia de la historia; las reflexiones
de Wilhelm Dilthey con la hermenéutica; Henri Bergson con el tema del tiempo; Friedrich Wilhelm Nietzsche con la crítica a la cultura burguesa; Marx
Weber con la racionalidad instrumental; Sigmund Freud con sus estudios de
la libido, los mecanismos de defensa del yo, la sublimación, la represión, la
neurosis, y la hipótesis represiva; y sobre todo del marxismo con temas como
la problemática del trabajo, la idea de la praxis como teoría transformadora,
la alienación, la hipostización y la reificación, entre otros.
Con tal contexto social, económico, político y teórico, los jóvenes intelectuales como Pollock, Weil y Horkheimer emprendieron la aventura de iniciar
un Instituto de Investigación Social con los objetivos de revisar el marxismo,
analizar los fenómenos sociales desde un marxismo mejorado y así explicar
Theodor Ludwig Wiesengrund Adorno
la sociedad del presente y futuro. Para satisfacer tan ambiciosos objetivos necesitaron independencia económica, la cual obtuvieron por medio del padre
de Weil, Hermann Weil, un comerciante judío alemán a quien le presentaron
el proyecto y, ante su agrado, pagó el sostenimiento del Instituto. Además, se
buscó el respaldo de la recién inaugurada Universidad de Frankfurt, quien
les dio cobijo.
«La creación oficial del Instituto tuvo lugar el 3 de febrero de 1923 […]. El
recién completado edificio del Instituto fue inaugurado oficialmente el 22 de
junio de 1924.» (Martin, 1989, pp. 36)
En el Instituto se encontraron intelectuales de diferentes disciplinas como
Leo Löwenthal, filósofo; Erich Fromm, psicólogo; Adorno, filósofo y musicólogo; Herbert Marcuse, filósofo y sociólogo; y Pollock, economista y sociólogo.
Honneth, uno de los directores, afirmó que las premisas teóricas con las que
trabajaron fueron: la dominación del hombre hacia la naturaleza y hacia otros
hombres con fines económicos; en las formas de relación social, supusieron la
existencia de un control instrumental de los dominadores hacia los dominados, tratándolos como objetos o cosas, es decir, se da la cosificación; además,
entendieron la racionalidad instrumental como el
«[…] tipo de pensamiento reificado que surge en concomitancia con el procesamiento humano de la naturaleza; la función principal asignada a este
concepto es explicar el origen y la dinámica del proceso filogenético de desintegración.» (Honnet, 1990, p. 460).
La salida a la dominación con intereses económicos es el uso de la razón:
«Así, frente a la alienación y a la cosificación de la conciencia, tanto individual como colectiva, la Teoría debe actuar desde la negatividad; es decir,
desde un uso crítico de la razón no reconciliada con lo que ‘es’. […]» (Muñoz,
2009, párrafo 26).
Diciembre 2010, número 7
En 1933, con el triunfo de los nazis, el Instituto abiertamente marxista donde trabajaron judíos se vio en serios problemas, por lo que sus miembros se
exiliaron en diferentes países. Esto fue posible gracias a las invitaciones de
amigos, pero también a la familia benefactora Weil, pues ante el exilio realizó una donación extra: «[…] Una contribución adicional de 100,000 dólares,
hecha por Félix Weil cuando se reincorporó al Institut en Nueva York en 1935
[…]» (Martin, 1989, p. 67). Lo anterior permitió seguir manteniendo la independencia económica e intelectual. El historiador Martin Jay consideró que
el hecho de compartir el exilio ayudó a generar el sentido de identidad de los
pensadores de la Teoría Crítica; además opinó:
«Es en realidad su trabajo, enraizado en la tradición central de la filosofía
europea, abierta a las técnicas empíricas contemporáneas y dirigido a cuestiones sociales actuales lo que formó el núcleo de las realizaciones del Institut». (Martin, 1989, p. 68)
El trabajo en el exilio fue complicado, pues se tuvo que ajustar la investigación social, con fundamento filosófico, a la practicidad de las ciencias sociales americanas basadas en técnicas como entrevistas repetidas, encuestas
y grupos de discusión, así como de la estadística; donde la pregunta no es
cómo y por qué se relacionan los miembros de la sociedad con algún candidato político o líder de opinión, sino por qué la gente vota por tal candidato
y cómo hacer para que vote por otro, por qué compra tal artículo y qué se
necesita para que compre más, quién es el líder de opinión y cómo manipula a las masas, etc. Ejemplo de tal choque teórico-cultural, es la experiencia
de Adorno, cuando en 1937 es invitado por Paul Lazarsfeld para realizar una
investigación que tuvo como objetivo conocer los efectos de la radio sobre la
audiencia americana, financiada por la Fundación Rockefeller. En palabras
de Joseph Picó:
«[…] algunos interpretan que el interés sobre la radiodifusión, en es momento, tiene un relación directa con la primera elección política de Roosevelt,
quien pensó dirigirse a través de la radio para contrarrestar la prensa dominada por los republicanos.» (Picó, 1988, p. 31).
Adorno se negó a seguir con el estudio, y antes de irse escribió una carta
a Lazarsfeld donde le explicó en seis hojas que la música dejó de ser un arte
para convertirse en una mercancía sin sentido.
«[…] Fui de despacho en despacho hablando con todos los colegas oyendo palabras como ‘estudios del gusto y del desagrado’, ‘éxito o fracaso de un
programa’, de lo cual yo entendía muy poco. Pero por lo que entendí estaban
interesados en la recogida de datos que se suponían beneficiarían los planes
del departamento en el campo de los medios de comunicación masiva, bien
para la industria o para los departamentos de consulta cultural. Observé por
primera vez ‘la investigación para la administración’, un tipo de ciencia totalmente desconocida para mi […]» (Picó, 1998, p. 33).
Adorno cayó en cuenta que la Fundación Rockefeller pidió analizar a los
radioescuchas desde el mismo sistema comercial, es decir, desde el mercado de la radio predominante en Estados Unidos; sin importar el análisis de
los estímulos sociales y económicos de las personas para escuchar tal o cual
estación ni sus consecuencias culturales y sociales. Para él la investigación
debería llevar otro rumbo, por ejemplo:
63
Pharus academiæ
«[…] determinar en qué medida las reacciones subjetivas de las personas
estudiadas son realmente tan espontáneas y directas como suponen los sujetos; y en qué medida están implicados no solamente los métodos de difusión y el poder de sugestión de los medios, sino también las implicaciones
objetivas del material al que se enfrentan los oyentes. Y finalmente, se ha de
determinar en qué medida juegan las estructuras sociales y la sociedad en su
totalidad.» (Picó, 1998, p. 33).
El enfrentarse a medir cuantitativamente el agrado de los radioescuchas a
través de la medición de una máquina que indicara el gusto o disgusto apretando un botón mientras se escucha una canción, le pareció poco adecuado
para entender la experiencia social del radioescucha, es decir, se resistió a
medir la cultura.
«Mi propia posición en la controversia entre la sociología empírica y teórica, tan a menudo desfigurada en Europa, se puede resumir diciendo que las
investigaciones empíricas no son solamente legítimas sino también esenciales, aún en el campo de los fenómenos culturales. Pero no les debe conferir
autonomía o interpretarlas en clave universal, sino que deben acabar en conocimiento teórico». (Picó, 1998, p. 34).
64
Como es de esperarse, en 1939 la Fundación Rockefeller suspendió la investigación, pues los resultados no fueron los esperados. Por lo anterior, se puede
afirmar que el ajuste intelectual entre los teóricos de la Escuela de Frankfurt
y los teóricos americanos no fue nada fácil. Sin embargo, a su regreso a Alemania llevaron consigo un bagaje que los enriqueció. Para Honneth, la temporalidad de la primera generación de la Teoría Critica terminó en la década
de los 50 «[…] Cuando el Instituto de Investigación Social volvió a establecerse en Frankfurt en 1950, reinició su actividad investigadora sin ninguna
referencia directa a la autocomprensión socio-filosófica de los años treinta y
cuarenta» (Honneth, 1990, p. 473).
Con lo antes expuesto se da por terminada la visualización históricatemporal de la primera generación de la Teoría Crítica. Con la información
proporcionada, el lector está listo para comprender el imaginario social de
los medios de comunicación masiva propuesto por Adorno, Horkheimer y, en
menor medida, Benjamín. Como se mencionó al inicio del presente texto, una
de las líneas de investigación que la Escuela de Frankfurt fue el estudio del
funcionamiento de la cultura de masas:
«[…] Horkheimer había asignado al análisis de la cultura una tarea […]
investigar empíricamente aquellas ‘costumbres sociales’ y ‘estilos de vida’ en
que se expresa la praxis comunicativa cotidiana de los grupos sociales» (Honneth, 1990, p. 454).
Una de las formas de comunicación cotidiana de las personas se da a través de los medios de comunicación masiva. Es decir, el tipo de programas de
radio escuchados, así como revistas y periódicos leídos describen el estilo de
vida de la sociedad y con ello su cultura. Los medios de comunicación son entendidos como «aparatos culturales que median entre las exigencias sociales
conductuales externas y la psique del individuo, que se había convertido en
un objeto manipulable.» (Honneth, 1990, p. 457).
Horkheimer y Adorno rastrearon la era de la industrialización en la que se
desarrollaron los medios de comunicación masiva en oposición al Iluminismo, y determinaron un diagnóstico: «la ciencias pone fin a todo misticismo,
ahora todo sirve para algo» (Horkheimer y Adorno, 1944, p. 12). Con el triunfo
del saber se abrió paso a la era de la industrialización, donde el hombre ma-
Marx Horkheimer
Diciembre 2010, número 7
nipula, transforma y domina a la naturaleza y a los otros hombres para una
mejor vida. En este proceso se da la separación del sujeto del objeto. Además,
el conocimiento está sometido a los fines económicos:
«El industrialismo reifica las almas. Aún antes de la planificación total, el
aparato económico adjunta automáticamente a las mercancías valores que
deciden el comportamiento de los hombres. A través de las innumerables
agencias de reproducción de masas y cultura, se inculcan al individuo estilos
obligados de conducta, presentándolos como los únicos naturales, decorosos y razonables. El individuo cada vez más determinado como cosa, como
elemento estadístico, como success or failure. Su criterio es la autoconservación, el adecuamiento logrado. […]» (Horkheimer y Adorno, 1944, p. 25).
Los medios de comunicación masiva son uno de esos aparatos inventados por el hombre para facilitar la vida, por eso resultan manipuladores, pues
cosifican a los espectadores, es decir, los masifican, ya que los miran como
mercancías, inculcándoles ciertos comportamientos, estilos de vida, valores,
conocimientos y percepciones muy específicas.
Pero antes de seguir con la presentación del imaginario social de los medios de comunicación masiva es necesario aclarar que para Adorno, Horhkeimer y Benjamín los medios no son arte. El arte también dio un giro significativo en la época de la industrialización, que fue motivo de serias reflexiones
de Adorno y, sobretodo, de Benjamín. Sin embargo, se trata de productos
culturales diferentes, incluso existió la distinción entre obra de arte y obra
de entretenimiento. Al sistema de los medios de comunicación masiva se les
debe reconocer como entretenimiento y no como arte.
La radio, el cine y las revistas son un sistema que está inmerso en la reproductibilidad técnica. Para aquellos años la tecnología había avanzado a
tal grado que la producción y reproducción de los medios a bajos costos fue
posible, lo que implicó expandir los públicos y lograr así una masificación que
permitiría bajar aún más los costos y elevar así los beneficios. Cuestión que
estudiaron en Estados Unidos, Harold D. Lasswell, Robert K. Merton y Paul
Lazarsfeld, con el objetivo de medir cuantitativamente la audiencia, la cual
presupusieron como una masa amorfa en la que se puede influir, manipular
y moldear.
«La sociología funcionalista consideraba los medios de comunicación,
nuevos instrumentos de la democracia moderna, como mecanismos decisivos de la regulación de la sociedad y, en este contexto, no podía sino defender
una teoría acorde con la reproducción de los valores del sistema social, del
estado de cosas existentes. […]» (Marttelart y Marttelart, 2005, p. 55).
Las investigaciones en comunicación fueron patrocinadas por el gobierno
con fines políticos o por empresas privadas con fines económicos. En esos
trabajos se aplicaron y perfeccionaron diversas técnicas de recolección de
información como entrevistas, encuestas, grupos de discusión. Asimismo se
ayudaron de la aplicación de la estadística como una herramienta de análisis, y de aparatos tecnológicos como analizadores de programas y máquinas
de perfiles, entre otros. Ejemplo de ello fue la experiencia de Adorno con el
estudio de los radioescuchas que se describió en páginas anteriores. La sistematización, funcionalidad y reconocimiento de las investigaciones fue tal
que incluso llegaron a postular las funciones de los medios de comunicación
en la sociedad:
«a) vigilancia del entorno, revelando todo lo que podría amenazar o afectar al sistema de valores de una comunidad o de las partes componentes;
65
Walter Benjamín
Pharus academiæ
b) la puesta en relación de los componentes de la sociedad para producir
una respuesta al entorno; c) la transmisión de la herencia cultural […] d) el
entretenimiento […]» (Marttelart y Marttelart 2005, p. 35).
Como es de esperarse, los pensadores de la Teoría Crítica, al llegar a Estados Unidos y encontrarse con este tipo de tratamiento de los medios de comunicación, tomaron una postura diferente y realizaron otro tipo de reflexiones. Se puede decir que se abrieron dos líneas de investigación: la americana
con un carácter práctico; y la europea con una visión teórica-critica.
Los medios de comunicación manipulan a los espectadores a través de
la igualación, seriación o estandarización que provocan los medios, es decir,
que todos compren el mismo refresco, que usen la misma marca de detergente, de pasta de dientes o, peor aún, que compren el mismo papel higiénico
pero diferente. La gran oferta de productos y servicios ofrecidos por los medios no son más que parte del proceso de cosificación:
«[…] las diferencias enfáticas como aquellas entre film de tipo A o B, las
historias del semanario de diferentes precios […] sirven para clasificar y organizar a los consumidores, para adueñarse de ellos sin predecir. […] Para todos hay algo previsto, a fin de que nadie pueda escaparse; las diferencias son
acuñadas y difundidas artificialmente. […] Cada uno debe comportarse, por
así decirlo, espontáneamente, de acuerdo con su nivel determinado en forma
anticipada por los índices estadísticos, y dirigirse a la categoría de productos
de masas que ha sido para su tipo. […]» (Horkheimer y Adorno, 1944, p. 35)
66
El trabajo de los medios fue hacer que lo mismo en apariencia fuera diferente y que las personas percibieran que esos productos iguales están fabricados especialmente para cada uno de ellos. El público, al aceptar la igualación,
reduce su espontaneidad, sometiéndose en última instancia a la voluntad de
la dominación de la industria del entretenimiento. Los individuos hacen un
paréntesis en sus vidas, se dejan llevar por los compases de la música, las
imágenes de las revistas, etc. «El mundo entero es pasado por el cedazo de la
industria cultural […]» (Horkheimer y Adorno, 1944, p. 37). Con lo anterior, se
pone en juego lo individual y lo masivo, una de las paradojas que plantean los
medios de comunicación que arrastra la inevitable cosificación del hombre.
Los medios en el manejo de su lenguaje provocan una tensión entre la imagen y la vida cotidiana.
«Todo lo que se dice y la forma en que se es dicho debe poder ser controlado con el lenguaje cotidiano. […] el idioma exige una fuerza productiva excepcional que absorbe y consume enteramente y que ha superado la distracción
entre estilo y artificial […]» (Horkheimer y Adorno, 1944, p. 39).
El lenguaje de los medios es audiovisual: la palabra, la imagen, la fotografía, todo eso que bajo su propia sintaxis envuelve a los consumidores para
convertirlos en mercancías.
«[…] La totalidad de las instituciones existentes los aprisionan de tal forma en cuerpo y alma que se someten sin resistencia a todo lo que se les ofrece
[…] Las masas engañadas creen en el mito del éxito aún más que los afortunados. Las masas tienen lo que quieren y reclaman obstinadamente la ideología
mediante la cual se las esclavizan» (Horkheimer y Adorno, 1944, p. 42)
Pero la pregunta es: ¿por qué o cómo es que los consumidores se dejan seducir de tal manera? Por la técnica, las técnicas de la belleza y de la novedad,
imponen diferentes estereotipos. Por ejemplo, las películas cuentan la misma
Diciembre 2010, número 7
historia del héroe-antihéroe-víctima, pero con diferentes actores, escenarios,
calidades de imágenes, audios, música, incluso hasta temáticas. La industria
del entretenimiento se vale de los avances tecnológicos para tener siempre
la pasividad de los espectadores, y poder mostrarles los estereotipos a seguir
como la maldad, la bondad, la obediencia, votar por tal candidato, comprar
tales productos. El lenguaje de los medios llega a ser tan elaborado que se
vuelve mágico, provocando la opacidad:
«[…] la palabra queda hasta tal punto fijada a la cosas que se torna rígida
como fórmula. Ello igual a la lengua y al objeto. En lugar de llevar al objeto a la
expresión, la palabra exagerada lo opone como caso de un momento abstracto y el resto excluido de la expresión […]» (Horkheimer y Adorno, 1944, p. 61)
Los consumidores perciben a los medios de comunicación como la industria del entretenimiento; incluso ellos mismos se ven así. En 1932, cuando se
fundó en México la xew, la primera estación de radiodifusión de México siguiendo el modelo norteamericano, el dueño de aquella naciente industria,
Emilio Azcárraga Vidaurreta precisó los objetivos: «La xew se había trazado
tres objetivos fundamentales: el entretenimiento, la información y cultura».
(De la Torre, 2004, p. 91) los industriales, los espectadores, la sociedad entera
los mira como diversión. Al respecto Adorno afirmó:
«Pero al mismo tiempo la mecanización ha conquistado tanto poder sobre
el hombre durante el tiempo libre y sobre su felicidad, determina tan íntegramente la fabricación de los productos para distraerse, que no tiene acceso
más que a las copias y a las reproducciones del proceso de trabajo mismo.»
(Horkheimer y Adorno, 1944, p. 44).
La industria del entretenimiento está completamente organizada: Por un
lado, la persona se deja seducir por la técnica y mira pasivamente los contenidos de los medios de comunicación masiva, los cuales además de repetidos,
controlados y poco diferenciados, llegan a ser ofensivos y hasta agresivos.
La violencia se vuelve un placer para el espectador, quien se sorprende de la
transmisión de una guerra desde la comodidad de su sofá, y día a día vuelve a
escuchar la noticia con el afán inofensivo de «estar informado». Por otro lado,
los industriales creen fervientemente en su labor, que les resulta un fabuloso
negocio; los políticos, así como los gobernantes utilizan y se benefician de la
capacidad cosificadora de los medios.
Si el panorama es tan gris, ¿por qué el consumidor del medio sigue leyendo
el periódico y las revistas, y escuchando la radio? Porque estos le han hecho
una promesa: la felicidad. En la narrativa de los medios se muestran múltiples
historias que llevan al camino de la felicidad. Por ejemplo, el rico y el pobre se
enamoran en las telenovelas, y llegan a la felicidad a pesar de todas las personas y circunstancias que están en su contra; lo mismo pasa en las series y en
las caricaturas, unas historias más complejas que otras; y en los concursos
sucede lo mismo, se presenta la posibilidad de volverse rico gracias a un poder
o habilidad especial o por el simple azar. En la publicidad también se muestran historias de éxito, la experiencia de comprarse el mejor carro, el mejor lugar para ir de vacaciones, el mejor vestido, etc. Las técnicas varían dependiendo de la creatividad y del presupuesto. En los noticieros las historias son poco
diferentes, pero al final la búsqueda de la verdad lleva a la felicidad: el ladrón
o político que actúa mal y al final es aprendido para ser juzgado; el mal clima
que destruye, pero se exponen los sobrevivientes agradecidos de salvarse, etc.
«En su estudio sobre los programas musicales en la radio, Adorno criticaba el rango de la música, relegada a la condición de aderezo de la vida co-
67
Pharus academiæ
tidiana, y denunciaba lo que llama felicidad fraudulenta del arte afirmativo»
(Marttelart y Marttelart, 2005, p. 57).
Pero dentro de esta felicidad ofrecida hay un doble discurso:
«La industria cultural defrauda continuamente a sus consumidores aquello que les promete […] La producción en serie pone en práctica automática
su represión […] la ley suprema es que sus súbditos no alcancen jamás aquello
que desean y justamente con ello debe reírse y contentarse […] La frustración
permanentemente impuesta por la civilización es enseñada y demostrada a
sus víctimas en cada acto de la industria cultural sin posibilidades de equívocos. […]» (Horkheimer y Adorno, 1944, p. 46).
68
La narratividad de los medios de comunicación es el discurso de la dominación. Lo maravilloso de su trabajo es que los espectadores no se dan cuentan, lo aceptan sin cuestionar y se mira en los cafés a las señoras hablando de
las telenovelas, en las calles a los jóvenes vestidos, peinados, como el personaje. Es algo tan natural. Los consumidores se cosifican y ellos se dejan llevar
por las embaucadoras imágenes de la seducción que los llevará a la promesa
de la felicidad, aunque en el fondo saben bien que no llegará, incluso parece
ser que no importa la promesa sino el trayecto propuesto: divertirse, en ello
todos están de acuerdo.
Existe la posibilidad de que algunos espectadores se resistan a la manipulación o a la felicidad propuesta, pero estos intentos son en vano porque la
misma industria se encarga de volverlos al mismo sistema. Por ejemplo, si la
gente que se queja por la falta de programas con contenido cultural o análisis
político, entonces se ponen a su disposición revistas y programas de radio
con el tema. La industria tiene tal organización y oferta de programación que
contempla todo tipo de expectativas:
«La industria cultural tiene la tendencia de transformarse en un conjunto de protocolos y justamente por eso es irrefutable profeta de lo que existe.
Erigiendo su opacidad al conocimiento y erigiendo como ideal el fenómeno
mismo de la continuidad omnipresente. […] repite significativamente lo real
[…] la industria está bien provista para rechazar las objeciones dirigidas contra ellas […]» (Horkheimer y Adorno, 1944, p. 51).
Así que no hay forma de escapar de los medios ni de su discurso dominante.
Con lo anterior se describió el trabajo de los medios en los espectadores y
cómo estos lo aceptan, pero ¿qué son los medios para los dominadores? Por
un lado, cumplen la tarea de seguir reproduciendo el mercado; hasta se puede
afirmar que son solidarios con ellos:
«[…] los nazis sabían que la radio daba forma a su causa […] desmesurado hecho de que el discurso penetra por doquier sustituyendo su contenido
[…] ninguno de los escuchas está en condiciones de concebir su verdadero
contacto […] la recomendación se convierte en orden. La apología de las mercancías siempre iguales con etiquetas diversas.» (Horkheimer y Adorno, 1944,
p. 58).
Los dominadores depositan su confianza en que los medios harán de los
espectadores mercancías, incluso los medios mismos serán mercancías que
se sometan a las leyes del mercado, y el intercambio será la promesa de pasividad por felicidad: un nuevo vestido por un estatus de vida. Por otro lado, son
un instrumento de cohesión social que garantiza la reproducción de patrones
Diciembre 2010, número 7
culturales dominantes en cierta sociedad; por ejemplo, los nazis representaron su cultura a través de los medios de comunicación masiva: una nacionalidad ferviente, la imagen de la familia aria perfecta, los judíos como males
causantes de la situación imperante. En conclusión los medios de comunicación son medios de dominación que tienen detrás intereses económicos y de
cohesión social.4 Asimismo y en última instancia, contienen de cualquier manera la conformidad de la personas. Los productos comunicativos están hechos para manipular, a través de un lenguaje que seduce a los espectadores a
continuar con la paradoja del individuo que se masifica y con ello se cosifica.
Con base en lo antes expuesto, el estudio de los productos comunicativos puede mostrar las formas de dominación de una sociedad. Entonces, ¿se
puede conocer una sociedad a través de sus medios? La respuesta podría ser
afirmativa, pero con sus matices: se podría conocer una de las formas en que
está dominada la sociedad:
«Es por ello por lo que a la Teoría Crítica le interesa de una manera tan
esencial la génesis de la Sociedad de Masas y, básicamente, su ideología justificadora: la cultura generada por los mensajes artificialmente construidos de
los sistemas y canales de la comunicación de Masas. La Pseudocultura resulta la estrategia primordial e imprescindible para disolver la conciencia crítica
colectiva y consolidar un orden mitológico de comprensión de la realidad.»
(Muñoz, 2009, párrafo 23).
En definitiva los medios proponen una forma de mirar o, mejor dicho, imponen a los consumidores una forma de observar al mundo desde la comodidad de su hogar, su oficina, su automóvil, etc. Dentro de este juego de la
seducción a través de las múltiples técnicas que generan belleza, novedad y
estereotipos, los medios entretejen una propuesta de la representación social
del tiempo. Para el presente ensayo el tiempo se sustenta a través de la decisión teórica del pasado / presente / futuro: en los medios de comunicación el
pasado está representado por la repetición de los contenidos, de las imágenes que le presentan al espectador, la paradoja de lo mismo pero diferente; el
presente está representado en la pasividad del individuo que se somete a la
dominación y asume las representaciones sociales ofrecidas por los medios,
la paradoja es la individualidad que se masifica; el futuro se representa por
la promesa de la felicidad ofrecida por los medios, la paradoja es lo posible
imposible de alcanzar. Benjamín afirmó:
«Dentro de grandes espacios históricos de tiempo se modifican, junto con
toda la existencia de las colectividades humanas, el modo y la manera de su
percepción sensorial. Dichos modos y manera en que esa percepción se organiza, el medio en el que acontecen, están condicionados no sólo natural, sino
también históricamente. […]» (Benjamín, 1989, p. 4).
Los medios ofrecen al público una representación del tiempo específica,
que encuentra su organización en la repetición y la promesa de felicidad, esto
desde la Teoría Crítica en el momento histórico-temporal que les tocó vivir.
Respecto a la representación del tiempo se cuentan con varias reflexiones,
pues éste ha sido un tema de estudio recurrente desde los griegos; por ejemplo, Platón lo relaciona con la eternidad y Aristóteles con el movimiento, así
como la sucesión temporal. El tiempo tiene diferentes conceptualizaciones:
teológicas, físicas, psicológicas, históricas, biológicas, lógicas, filosóficas, sociológicas, entre otras. Las nociones bajo las cuales el concepto del tiempo se
ha trabajado comúnmente son: antes y después; así como pasado, presente y
futuro. Esta última es la decisión teórica que se emplea en el presente ensayo.
69
Pharus academiæ
A pesar de ello, se reconoce que tiene sus críticas, por lo que Ilya Prigogine
afirmó:
«[…] En realidad, nuestro mundo es mucho más complejo de lo que hemos
llegado a suponer e incluye caos e inestabilidad. Hay pues, que replantear algunos conceptos básicos de la física aceptados hasta ahora como firmes. Una
de esas nociones es la del tiempo, que ya no puede ser pasivo, sino que es
dinámicamente creador» (Ferrater, 1994, p. 3505)
Si la noción del tiempo se puede crear, entonces los medios de comunicación masiva pueden crear su representación del tiempo:
«De cualquier manera, los hombres se esfuerzan por escapar de la irreversibilidad
del tiempo desarrollando una noción que los ayuda a situar el pretérito y el futuro dentro del presente» (Sills, 1977, p. 329).
Si bien la Teoría Crítica no reflexionó sobre la representación del tiempo que proponen los medios de comunicación, dicho supuesto debe ser considerado pues todo
fenómeno o suceso social se desarrolla en un marco temporal. Además, los medios tienen tal organización, como se mencionó anteriormente, que son capaces de proponer o
imponer una organización del tiempo
«Tal organización entraña 1) procedimientos de medición del tiempo, 2) la distribución y regulación del tiempo por los individuos y 3) un conjunto de actitudes hacia el
pasado, el presente y el futuro» (Sills, 1977, pp. 329-330)
70
Este último es el punto que interesa al presente ensayo, las actitudes o representaciones de la distinción antes mencionada, la cual se desenvuelve en los medios de
comunicación como repetición/ aceptación pasiva/ promesa de felicidad.
El tiempo es una experiencia explicita o implícita, los medios de comunicación vistos desde la Teoría Crítica ofrecen una experiencia específica, una organización que
favorece a la cosificación del público. La repetición (del pasado) reduce los esfuerzos intelectuales, así como costos de producción; la promesa de felicidad (del futuro) permite
que la gente no se esfuerce en pensar, pues ya se encuentra atrapada en la manipulación
sin posibilidad de escape; todo ello para encontrarse en la pasividad (del presente) que le
permite al individuo seguir siendo parte del sistema social y económico prevaleciente,
es decir, le permite consumir, seguir estereotipos, patrones de belleza, enterarse de las
novedades, etc. Incluso se puede afirmar que la representación del tiempo de los medios
de comunicación masiva es el tiempo público de las masas, que marca el ritmo en que
la sociedad se integra.
El sociólogo Jack Goody afirmó: «[…] Parece, pues, que los cambios importantes en
los conceptos y la organización del tiempo siguen, en lugar de preceder, a las innovaciones tecnológicas» (Sills, 1977, p. 331). La mediación de los aparatos tecnológicos de comunicación abren el espacio para la representación del tiempo en la mente de los consumidores, un tiempo que no se mide en días, semanas, años, horas, minutos, segundos,
sino un tiempo específico para el mercado creado por los medios de comunicación:
«Así es como resulta perceptible que la naturaleza que habla a la cámara no es la
misma que la que habla el ojo. Es sobre todo distinta porque en lugar de un espacio
que trama el hombre con su consciencia presenta otro tramado inconscientemente»
(Benjamín, 1989, p. 14).
Los medios de comunicación proponen a las masas una forma de entender el tiempo, éste transcurre con un ritmo cauteloso, casi imperceptible para el espectador que
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entreteje y sostiene representaciones sociales específicas de acuerdo con la
sociedad y temporalidad de la que se trate.
Cabe aclarar que la representación del tiempo antes descrita es diferente
al tiempo de ocio, tiempo libre o tiempo de entretenimiento, el cual se relaciona con los medios de comunicación pero tiene otras características que
serían tema de otro ensayo.
Para concluir las suposiciones teóricas respecto a la representación del
tiempo, propuesta por los medios de comunicación masiva desde la Teoría
Crítica de la primera generación, es conveniente dejar en el tintero las siguientes preguntas:
Bajo la lógica de la razón instrumental, la representación del tiempo propuesta por los medios de comunicación, ¿qué fines busca?, las respuestas pueden ser: la cosificación del espectador, la dominación del sistema económico
o quizá la integración social.
¿Cómo darán salida los medios de comunicación a las paradojas planteadas en la representación del tiempo: repetición/diferenciación, individualidad/masificación, posibilidad/imposibilidad? Desde la Teoría Critica una
salida podría ser la razón.
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Pharus academiæ
Referencias
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A riel.
Benjamín, Walter (1989). La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica. Benjamín
Walter. Discursos interrumpidos I. Buenos Aires: Taurus.
De la Torre, Francisco (2004). Taller de Análisis de la Comunicación 1. México: Mc Graw Hill.
Ferrater, José (1994). Diccionario de filosofía. Barcelona: Ariel.
Goody, Paul (1977). Tiempo. En Sills, David. Enciclopedia Internacional de la Ciencias Sociales. (325343) Tomo 10. España: Aguilar.
Honneth, Alex (1990). Teoría Crítica. En Giddens, Anthony y Turnes, Jonathan. La teoría social hoy.
(pp. 445-488). Madrid: Alianza Editorial.
Horhkeimer, Marx y Adorno, Theodor (1944). Dialéctica de la ilustración. España: Trotta.
Marttelart Armad y Marttelart Michele (2005). Historia de las teorías de la comunicación.
Barcelona: Paidós.
Martin, Jay (1989). La imaginación dialéctica. Un historia de la Escuela de Frankfurt. España:
Taurus.
Muñoz, Blanca (2009). Escuela de Frankfurt: Primera generación. En Reyes, Román. Diccionario
Crítico de Ciencias Sociales. Terminología científico-social. Recuperado el 1 de Marzo de 2010.
Disponible en: http://www.ucm.es/info/eurotheo/diccionario/E/ef_1generacion.htm
Picó, Joseph (1998). Teoría y empiríca en el análisis sociológico: Paul F. Lazarsfeld y sus críticos. En
Papers, núm. 54, (pp. 9-48). España: Universidad de Valencia.
www.vidasybiografias.com
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73
Pharus academiæ
La educación de la Nueva Era
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Dr. José Luis Villaseñor Dáva los
Licenciado en Derecho y con Maestría en la
misma disciplina. Doctorado en Educación por
la Universidad de Houston, Texas, ee.uu.
Actualmente funge como Director de
Investigación en el iest, en donde se imparte
además, algunas materias de licenciatura y
posgrado.
«Hijos e hijas de México en América, no busquen en ideologías falaces y aparentemente novedosas la verdad de la vida».
— Papa Juan Pablo ii
Alocución en el Autódromo Hnos. Rodríguez
México, d.f.; enero 24 de 1999
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Advertencia Preliminar
El mensaje del Papa Juan Pablo ii, arriba citado, tiene su fundamento en
otras directivas que anteriormente había ya expresado en otros documentos y otras ocasiones, dirigidos a otros públicos. En un discurso, pronunciado
ante un grupo de obispos norteamericanos en su visita «ad limina», el 28 de
mayo de 1993, dijo:
«…hay una demanda de espiritualidad, como lo demuestra la aparición de
muchos movimientos religiosos y terapéuticos que pretenden dar una respuesta a la crisis de valores de la sociedad occidental… este despertar religioso trae consigo algunos elementos muy ambiguos, incompatibles con la fe
cristiana…» «Las ideas de la New Age a veces se abren camino en la predicación, la catequesis, los congresos y los retiros, y así llega a influir incluso en
católicos practicantes, que tal vez no son conscientes de la incompatibilidad
de esas ideas con la fe de la iglesia».
El mismo Papa, Juan Pablo ii, en su obra Cruzando el umbral de la Esperanza1
nos advierte del renacimiento de antiguas ideas en la forma de la llamada
New Age, la cual puede engañarnos, haciéndonos pensar que se trata de una
renovación de la religión. Se trata de un nuevo modo de practicar la gnosis,
es decir, de aquella postura del espíritu que, en nombre de un profundo conocimiento de Dios, acaba por tergiversar su palabra, sustituyéndola por palabras humanas. Esa gnosis siempre ha convivido con el cristianismo, a veces
bajo la forma de corrientes filosóficas o de modalidades religiosas o pararreligiosas, a veces con una decidida aunque no siempre declarada divergencia
con lo que es esencialmente cristiano.
También el Arzobispo Primado de México, monseñor Norberto Rivera
Carrera, en su carta pastoral intitulada: «Instrucción Pastoral sobre el New
Age»2, se ha pronunciado contra tal movimiento, instruyendo y advirtiéndonos sobre sus desafíos y peligros que representa, no sólo en el campo de la fe
católica, sino de la cultura en general y de la educación en México en particular.
Estas advertencias del jefe de la Iglesia Católica y del arzobispo mexicano,
en este trabajo, las vamos a aprovechar para orientarlas al campo de la educación, que es nuestro campo profesional donde nos movemos.
Por lo pronto, este movimiento ya se encuentra instalado en la misma
unesco, la cual sin mayor pérdida de tiempo, ha elaborado un documento
por medio del Departamento de Actividades Culturales, que formuló el tema
a debatirse en los siguiente términos: «El concepto hombre y la Filosofía de
la Educación en Oriente y Occidente», donde se establece que: «…por la desazón y perplejidad que prevalece entre las grandes civilizaciones de ayer
-Oriente y Occidente- preparadas para dar nacimiento a la única civilización del mañana, amedrentadas por la amenaza de una crisis mundial que
escapa a su capacidad de control»3.
En otras palabras, la unesco se propone lograr de la síntesis de esas dos
civilizaciones, una nueva civilización -y con ello, una nueva religión-, y una
nueva educación, es decir la educación de la New Age.
Definición de la New Age (Era de Acuario)
Es curioso notar que, en las muchas definiciones que se han intentado dar
acerca de este movimiento, la mayoría de ellas se inclinan por definir la New
Age por las dificultades conceptuales que presenta, que no deja de ser un
abuso, más que por la sencillez de una típica delimitación de términos. En
otras palabras, se ha definido a la New Age más bien por lo que carece que por
75
Pharus academiæ
lo que contiene. De acuerdo con esto, podemos decir que la New Age es «una
cosmovisión que comprende elementos de religiones orientales, de nuevas
psicologías y de prácticas ocultas de las ciencias»4.
La razón por la cual a la New Age se le conoce también con el nombre de
Era de Acuario, nos la explica Marilyn Ferguson5, la cual dice:
«Escogí la referencia a Acuario a fin de dejar clara la naturaleza benévola de
ésta unión. Aunque no estoy familiarizada con los arcanos astrológicos me
sentía atraída por el poder simbólico de esta idea difundida en toda nuestra
cultura popular: el que tras una era violenta y oscura, la de Piscis, estamos
entrando en un milenio de amor y de luz, ‘la era de Acuario’, la época de la
‘verdadera liberación espiritual’».
Con la aclaración sobre tal denominación, la «Era de Acuario» nos propone
la impronta zodiacal o astral de dicha época, con la cual se va a inocular a
la nueva educación con una base mántica, carente de realidad y aceptación
científica y experimental. Es decir, la gran mancia, que es la astrología, va a
constituir entre otras, la característica de la educación de la Nueva Era. Con
la diferencia de las dos épocas, la de Piscis y la de Acuario, se va a caracterizar la educación de una era y de la otra, las cuales ofreceremos en apartados
más adelante de este estudio.
El producto de la postmodernidad:
La era de Acuario o New Age.
76
Cuando se habla de postmodernidad, se quiere indicar que la modernidad
ha dejado de existir, por cuanto que desaparece la posibilidad de hablar de la
historia como una entidad unitaria, lo que implicaba la existencia de un centro alrededor del cual se reunían y ordenaban los acontecimientos; así por
ejemplo, nosotros concebimos la Historia en torno al año de nacimiento de
Cristo; o alrededor de Occidente, que representa el lugar propio de nuestra
civilización. Sin embargo, como hoy «todo» es comunicable, un gran número
de subculturas se hace presente, lo cual determina el paso de nuestra sociedad a la postmodernidad. Este producto de los medios de comunicación,
hace posible una autoconciencia perfecta de toda la humanidad; la conciencia entre lo que acontece, la historia y la conciencia del hombre6.
Otros factores que contribuyen a tipificar al hombre postmoderno, que por
principio se le ve carente de ese centro unitario a que nos referimos anteriormente, son los siguientes: narcisismo individualista, nihilismo, pasotismo y
el retorno a lo sagrado7. Este último factor se manifiesta en la participación
de la postmodernidad religiosa de, la tendencia sincretista y asimiladora
que se detecta en la modernidad tardía o reflexión típica de la postmodernidad: una sociedad y cultura «copulativa» del «y», no exclusivista o disyuntiva. Este tipo de religiosidad, mezcla de neo-orientalismo, neomisticismo,
neoesoterismo y el pretendido último paradigma científico, es el que representa mejor esta tendencia postsecular y postmoderna hacia la subjetivación
de la religión -y de la educación-; un redescubrimiento de formas tradicionales, mágico-esotéricas y místicas, con toques ecológicos y terapéuticos8.
Ante la problemática presentada por la sociedad y el hombre postmodernos; la propuesta de solución no se hace esperar, se propone la solución que
ofrece la New Age, la cual, a su vez, incluye como instrumento para la solución, la educación; no la educación «tradicional», sino la propia de la New
Age.
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Fuentes de la educación de la New Age
La connotación que aquí le damos a la palabra fuente, es aquella que nos sugiere la misma etimología de tal palabra, es decir, la de manantial de agua
que brota de la tierra; que metafóricamente aplicada a la educación novoerana quiere indicarse a aquellos hechos, ciencias, literatura, doctrina o
filosofías que generan ese tipo de educación, y que sirven también para identificarla y diferenciarla de otros tipos de educación, en un mismo tiempo y
lugar determinados.
La historia de la Educación de la New Age en México
Es la historia de la política educativa de México, la que nos ofrece información acerca de cómo este movimiento surge en el país, y es comparando las
etapas de desarrollo de la New Age con dicha historia como nos percatamos
que esa seudoreligión y su correspondiente educación han tenido aceptación
en nuestra Patria.
Según un notable estudioso de la New Age, Mássimo Introvigne9, ese fenómeno tiene estructuradas cuatro fases para penetrar en nuestros ambientes:
la primera fase está conformada por la aceptación de Cristo o del Cristianismo y el rechazo de la Iglesia, es decir: Cristo sí, la Iglesia no. Esta etapa
la podemos ubicar en la historia de la política educativa de México, con el
triunfo del liberalismo mexicano, a partir de 1867, y sobre todo con las leyes
conocidas como leyes de reforma. Movimiento y legislación que propiciaran
la formación de las Escuelas Lancasterianas, cuyo método de enseñanza mutua, fue producto de sus creadores; dos presbiterianos ingleses de apellidos
Bell y Lancaster, los que de la India tomaron tal sistema10.
Andrés Bell (+1832) eclesiástico inglés en Madrás, India, y José Lancaster
(+1838), fundaron a fines del siglo xviii nuevos centros educativos aplicando
dicho método, el cual no sólo se difundió en Inglaterra, sino en otras partes
del Europa y también en América Latina, sin ser la excepción México11. Aquí,
la compañía Lancasteriana quedó fundada el 22 de Febrero de 1822, auspiciada por Manuel Cordoniú, Andrés González Millán, Ignacio Rivoll y Pablo
de la Llave12. La mencionada compañía dejó de funcionar en México después
de 68 años de labores, en 1890.
La segunda etapa de penetración de la New Age la identificamos por el
principio de: Dios sí, Cristo no. Etapa en la historia de la política educativa en
México la podemos situar, con el Positivismo Educativo del periodo juarista;
debido a la inspiración de Gabino Barreda, que consolidó educativamente el
triunfo liberal en lo político. Con el positivismo se viene también el principio
del laicismo, implantando a la educación laica desde aquel tiempo hasta la
fecha, junto con los otros dos postulados de aquella enseñanza que también
son conservados hasta la fecha, el de la escuela gratuita y obligatoria; todos
ellos debidamente representados en la Escuela Modelo de Orizaba.
Ese laicismo, educación neutra, ajena a toda religión, ha sido calificado por
Antonio Caso13 como una ideología destructora, que se ha incorporado para
siempre como canon del Derecho Público Nacional, merced a los constituyentes de 1857, en el organismo jurídico patrio. Se trata, como lo dice el mismo
autor citado, del jacobinismo que derribó al altar, como la independencia al
trono español en América. Esta «ideología» es «un género de pseudoliberalismo cuya psicología se identifica en absoluto con la ideología sectaria: el
mismo fondo dogmático, la misma aspiración al dominio exclusivo de la verdad; el mismo apoyo a la fórmula y a la disciplina; el mismo desprecio de la
77
Pharus academiæ
tolerancia, confundida con la apostasía; la misma mezcla de compasión y de
odio para el creyente o para el no creyente»14
La tercera etapa de penetración de la New Age; que se enuncia con el principio de Religión sí, Dios no, la encontramos en la historia de la política educativa, en la etapa de la República emanada de la Revolución, específicamente
en el llamado periodo de la educación socialista, fechada entre 1934 y 1940, en
donde se postulaba la implantación de los principios marxistas-leninistas en
la enseñanza mexicana de todos los niveles. Especialmente en el universitario se dio la lucha contra esta ideología, que quedó sólo mitigada al concluir
el periodo cardenista e iniciar el del General Ávila Camacho.
La cuarta etapa, enunciada bajo el epígrafe: Sacro sí, Religión no, es la propia de la culminación de la New Age. Es la época contemporánea, que está
vigente por los mismos conductos legales que han pavimentado el camino
hasta la época presente, que desemboca con la llamada educación transpersonal, auspiciada por la sep y la unam, en la determinación de planes y programas de estudio para los diferentes niveles de educación; y la Secretaría de
Gobernación, que legítima cualquier secta y luego se le autoriza para enseñar.
Psicología Transpersonal
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Lo transpersonal, explica Laura Boggio Gilot15, quiere decir lo que está más
allá de la persona en cuanto unidad biopsíquica, en un plano espiritual y cognoscitivo que trasciende lo que es racionalmente comprensible. Esta psicología pretende explicar científicamente experiencias y realidades que hasta
hoy han sido patrimonio sólo de la fe; con lo cual se rompe la frontera normalmente puesta entre fe y ciencia. Con ello se realiza una superposición de
religión con psicología; consecuentemente, la religión se ve reducida a una
técnica controlada por quien la pone en práctica o por el terapeuta, o por el
maestro de la secta a la cual se pertenezca.
La psicología transpersonal, al actuar de esa manera, se adhiere a una particular perspectiva metafísica o religiosa, cuando explica que la verdadera
personalidad, el auténtico «uno mismo» o el «self» constituye la unidad del
universo entero; y que en la cumbre de la expansión de la conciencia está la
identificación del individuo con lo divino, su disolverse en él. Con ello -nos
advierte Roberto Bosca- se da fin a la alteridad: el hombre es Dios16.
La emergente psicología transpersonal -cuarta fuerza- se ocupa del estudio empírico y de la instrumentación de los descubrimientos pertinentes,
del devenir, las meta-necesidades del individuo y de la especie, los valores
últimos, la conciencia unitiva, las experiencias cumbre, los valores B, el éxtasis, la experiencia mística, el temor reverencial, el ser, la autorrealización,
la esencia, la beatitud, el prodigio, la trascendencia del sí mismo, y un gran
etcétera. Además, el mismo Charles Tart17 reprocha que, como occidentales,
estimemos en poco el hecho de que existan otras muchas psicologías. Así, el
budismo zen tiene una; otras tantas tienen el yoga, el cristianismo y el sufismo, las cuales «son conocimientos operantes que en cierta medida, pueden ser considerados con independencia del sistema de creencias religiosas
habitualmente asociado a ellos»18.
Es de notar la forma en que operan las citadas psicologías transpersonales; toman de la religión sus respectivas psicologías subyacentes, las separan o desvinculan de la fe o de sus creencias, y luego las autonomizan. Este
es un proceso desnaturalizado de la religión; por una parte, el fundamento
teándrico de la religión católica queda mutilado, y por la otra, llenan el vacío
divino que provocan con una divinización del hombre, al que no se satisface
produciendo la inmanencia.
Diciembre 2010, número 7
Este subjetivismo inmanente y divinizado, o lo que pudiéramos llamar ese
relativismo subjetivo, ya fue superado por Sócrates y Platón desde el siglo iv
antes de Cristo, dentro de la teoría pedagógica de aquel tiempo, por cuanto
demostraron la vinculación del hombre a la verdad absoluta y el logro de ésta
última.
Hay muchos nombres famosos de psicólogos representantes de estas psicologías transpersonales como son Carl G. Jung; Abraham Maslow; Carl Rogers; Charles Tart; David Coleman; etc. Todos ellos han contribuido a crear
las bases psicológicas de la hoy llamada educación transpersonal.
Gnosticismo
Otra de las «cualidades» del hombre postmoderno, es la de ser gnóstico. Este,
es el que posee una revelación y sabe que ha sido salvado gracias a tal conocimiento. Por tanto no cree, sino que sabe; este saber sustituye a la fe19.
Esta gnosis, pretende ser un conocimiento, pero conocimiento esotérico que
se distingue de los demás conocimientos o caminos o medios de conocer,
experimental o racional, considerados incompletos o imperfectos, comunes
a los no iniciados. Este conocimiento no requiere de pruebas o demostraciones porque se basa en una experiencia iniciática que asegura la certeza de
la salvación. Este saber es superior a la fe, porque es adhesión a una verdad
interior a uno mismo y que no se nos propone desde afuera, por una revelación o un mensajero venido de otra parte. Este saber conduce a la verdadera
sabiduría, al conocimiento del verdadero Dios, del Dios bueno20.
Este interiorismo gnóstico, el del conocimiento profundo de sí mismo, que
al fin de cuentas es, según la New Age, el que salva, puede encontrar semejanza con aquel interiorismo platónico pero no con el de San Agustín, porque
para este doctor de la Iglesia, el hombre no se conoce a sí mismo cabal y perfectamente; ese gran santo dice:
«Confesaré, pues, lo que sé de mí y confesaré también qué es lo que no sé de
mí. Porque todo lo que sé de mí, lo sé mediante la luz que Vos me habéis comunicado para que lo sepa; y lo que no sé de mí, estaré sin saberlo, hasta que
estas tinieblas de mi ignorancia se conviertan en luz tan clara como la del mediodía con el resplandor de vuestra divina presencia».21
No deja de ser contrastante a la postura gnóstica, la de San Francisco, «…el
de Asís, precisamente porque se creyó siempre indigno de toda recompensa,
porque descubrió, con el instinto infalible de la fe, el eterno secreto de la perfección: el desprecio de sí mismo. La traducción fiel de la humanidad de los
santos es: asco de sí mismo y de lo que posee».22
Características de la Educación de la New Age
La educación de la era de Acuario es contrastada por Alicia Bailey con la educación de la era pisciana. Esta última, dice la autora citada, ha fomentado en
la raza un sentido profundamente arraigado de ambición material y social,
y también un complejo de inferioridad que irrumpe en rebeldía individual,
explosiones sociales o una fanática actitud autocentrada hacia la vida. Por
tanto, «la raza» debe liberarse a su debido a tiempo, de esas tendencias distorsionadas e ideales retrógrados.23 Continúa expresando la citada escritora
que afortunadamente, la humanidad está despertando y la actual situación
puede considerarse temporaria, ya que la nueva era acuariana -y su educación- proporcionará un cambio profundo y convincente.
79
Pharus academiæ
Tres ciencias principales dominarán con el tiempo el campo de la educación de la nueva era, las cuales no rechazarán a las ciencias modernas, sino
que las integrarán en un todo subjetivo y más amplio, y son:
La ciencia del Antakarana, que empleará sustancia mental para construir el puente entre la personalidad y el alma, y luego entre el alma y la
Triada espiritual.
2. La ciencia de la Meditación, camino que relaciona a la mente individual
eventualmente con la mente superior y luego, con la mente Universal.
3. La ciencia del servicio que surge de las dos ciencias anteriores, y que es
la verdadera ciencia de la creación que constituye un método científico
para establecer la continuidad24.
1.
Esta educación transpersonal, para la perspectiva típica de la Conspiración
de Acuario, es una constelación de técnicas e ideas derivadas de la psicología
transpersonal. La educación transpersonal tiene un sólido arraigo científico» en la teoría de los sistemas, en la comprensión del modo como se integra
cuerpo y mente, en el conocimiento de las dos principales modalidades de la
conciencia y su mutua interacción, y en el potencial de los estados alterados
y ensanchados de conciencia. Subraya la continuidad del saber, más que su
fragmentación en asignaturas, y se apoya en el terrero común de la experiencia humana que trasciende toda diferencia ética y nacional25.
La educación confluente
80
Una de las muchas modalidades de la educación transpersonal es la denominada «educación confluente», debida a la inspiración de Beverly Gaylan26,
consejera en temas de «confluencia educativa» para los colegios de la ciudad
de Los Ángeles. Su teoría parte de la cuestión: ¿Cómo poder fundir una filosofía de amor, de apertura, de fe en el proceso de aprendizaje dirigido desde
el interior, en la expresión creativa y en la responsabilidad personal, con una
tradición que parece oponerse a todo ello? Su respuesta es: «atiende a la necesidad allí donde surge… aprovecha procesos que ayuden al estudiante a reflexionar… hablarles de sistemas que funcionan a base del principio del conMartin Walter advierte que tal procedimiento, fomenta una falsa confianza
en los niños, porque se les enseña que ellos son como Dios, por tanto son divinos y perfectos. Los ejercicios de «imaginación dirigida» fomentados por la
misma Beverly Gaylan, inducen a estados alterados de conciencia, en donde
se admite la presencia de «guías espirituales» que estarían muy contentos de
conocerlos y creeremos todo lo que encontramos en el subconsciente27.
La clarificación de valores
Esta es otra de las modalidades educativas de la era acuariana. El enfoque
de la clarificación de valores pretende ayudar a los jóvenes a contestar algunas de sus interrogantes y a construir su propio sistema de valores (sic). Este
enfoque se fundamenta en los pensamientos de John Dewey y Louis Raths.
Este último se preocupa más que por el conjunto de valores, por el proceso
de valoración, el cual consta de tres principios y siete pasos. Los principios
son: estimación de los propios principios y comportamiento; elección de los
propios principios y comportamiento; y actuación de acuerdo con los propios
principios. Para lograr esto, el maestro usa estrategias materiales y procedimientos que alientan a los educandos a considerar formas alternativas de
pensar y actuar28.
La clarificación de valores, nos advierte Walter Martin, es peligrosa, porque
niega la existencia de los principios morales absolutos, como los referentes a
Diciembre 2010, número 7
la palabra de Dios, o a los principios éticos; porque la suposición fundamental
que se hace en tal clarificación es que no hay verdades absolutas, se considera
que los valores son esencialmente neutrales y -añadiría yo-, subjetivos; cada
alumno debe escogerlos de manera personal. Así, por ejemplo, si los padres se
oponen a que sus hijos fumen, tomen alcohol, se droguen o tengan relaciones
extramaritales, la teoría subyacente a la respuesta que den los hijos a esos padres, será: «Pero ese, es sólo tu juicio de valores, no me obligues a aceptarlos»;
esos son tus valores, yo tengo los míos29.
La Meditación
La meditación, dice Louis Proto30, es el modo tradicional de controlar la mente, el problema es que en nuestro afán de desarrollarla al máximo, omitimos
aprender a desconectarla cuando ya no es necesario. Sin embargo, hablando
de la meditación oriental, se le enseña a la persona a vaciar la mente, con el fin
de alcanzar la «conciencia cósmica», ser uno con todas las cosas. Esto difiere
de la meditación bíblica, que siempre tiene un objetivo, como llenar la mente
con la palabra de Dios.
Otros elementos como el yoga, el universalismo y tantas modalidades que
presenta la educación de la era de acuario, representan riesgos graves para
la educación no sólo en adultos sino también en los niños, porque tienden a
considerar a todo niño como un prodigio reencarnado, que «corre el riesgo
de ser anulado por la aplicación de los métodos educativos tradicionales».
Aclarando esto, como maestro o padre de familia, si uno pretende educar al
niño, dicen los novoeranos: «Ya mutiló su inocencia». De ese modo, se pretende evitar el desarrollo del pensamiento analítico en los niños, potenciando
unilateralmente el desarrollo de la intuición y pretendiendo el empleo en los
niños de técnicas de alto riesgo psicológico, como son el control mental, la
autohipnosis, los sueños o imaginación dirigida, etc. Todo ello tiende a anular
la capacidad de discernimiento crítico y de percepción activa de la realidad
circundante que el niño desarrolla, precisamente a través de la educación recibida31.
81
Pharus academiæ
Referencias
1 Juan Pablo II (1994). Cruzando el Umbral de la Esperanza. Barcelona: Plaza & Janés,
3a Ed., pág. 103.
2 Rivera Carrera, Norberto. Arzobispo Primado de México (1996). Instrucción
Pastoral sobre el New Age. México: Arzobispado.
3 Bailey, Alice A. (1988). La Educación en la Nueva Era. Málaga: Sirio (Original
publicado en New York, usa: Lucis Trust, en 1957), pág. 13.
4 Bosca, Roberto (1996). New Age. La Utopía religiosa de fin de siglo. México: Atlántida
y Océano.
5 Ferguson, Marilyn (1994). La Conspiración de Acuario. Año Cero, Biblioteca
Fundamental. México: Distribuidora Intermex, pág. 20.
6 Vattimo, Gianni (1990). Postmodernidad: ¿Una sociedad Transparente? En torno a la
Postmodernidad. Barcelona: Autrophos, pág. 9.
7 Val, Juan Antonio del (1994). El Cristiano de los años 2,000. Bilbao: Sal Terrae, pág.
146.
8 Mardones, José Ma. (1996). ¿Hacia dónde va la Religión? Postmodernidad y
Postsecularización, Cuadernos de Fe y Cultura. México: UIA, pág. 45.
9 Butera, V. Luis (1996). La Verdad sobre la Nueva Era. México: Valores Culturales, 2a.
Ed., pág. 52.
10 Larroyo, Francisco (1986). Historia General de la Pedagogía. México: Porrúa, 20a.
Ed., pág. 76.
11 Ibídem, pág. 506.
12 Larroyo, Francisco (1986). Historia Comparada de la Educación en México.
México: Porrúa, 19a. Ed., pág. 232.
13 Caso, Antonio (1976). Ideas que constituyen e Ideas que destruyen. México: Obras
completas. unam, Tomo ix, págs. 82-85.
82
14 Rodó, José Enrique (1991). Liberalismo y Jacobinismo. México: Porrúa, «Sepan
Cuantos...», No.87, 8a. Ed., pág. 115.
15 Bosca, Roberto, Op. Cit., pág. 109.
16 Ibídem, pág. 109.
17 Tart, Charles T (1979). Psicologías Transpersonales. Buenos Aires: Paidós, Tomo
I, pág. 13.
18 Ibídem, pág. 109.
19 Leonard, Donald (1997). El New Age. Presentación y juicio cristiano. Roma: Societá
Editrice Romana, pág. 32.
20 Franck, Bernard (1994). Diccionario de la Nueva Era. Navarra: Verbo Divino, págs.
136-137.
21 San Agustín (1965). Confesiones de San Agustín. Madrid: Biblioteca edaf, pág. 239.
22 Papini Giovanni (1994). Los Operarios de la Viña y Otros Ensayos. San Francisco.
México: Porrúa, «Sepan Cuantos...» No.644, pág. 30.
23 Bailey Alice A., Op. Cit., pág. 116-132.
24 Ibídem, pág. 107.
25 Ferguson, M., Op. Cit., pág. 329.
26 Ibídem, pág. 367.
27 Martin, Walter (1991). La Nueva Era (Traducido por Luis Marauri). Nashville, TN:
Caribe. (Original publicado en Minneapolis, usa: Bethany House Publishers, en
1989), pág. 63.
28 Simon Sidney B.; Howe Leland W. y Kirschenbaum (1997). La Clarificación de
Valores. México: Avante, págs. 16-17.
29 Martin, Walter. Op. Cit., pág. 65.
30 Proto, Louis (1997). Aprende a Meditar. México: Océano, págs. 19-21.
31 Boxaidos, Alberto (1997). Crónica de una Revolución Anunciada. «La iv Gran
Revolución Mundial». Guadalajara, Jal. México: Asociación Pro-Cultura Occidental,
a.c., págs.189-192.
Diciembre 2010, número 7
83
Pharus academiæ
La Danza del Adiós
Prólogo
84
Fr a ncisco Gá mez Va ldés
Licenciado en Contaduría por el iest, con
estudios de Literatura por la Universidad
Iberoamericana de Puebla y el cedes del iest.
Periodista, dramaturgo y maestro.
Mi primer encuentro objetivo con el Porfiriato se remonta a principios de la década del 90, en la preparatoria, cuando la maestra de Historia
de México me presentó a un Porfirio Díaz diferente al de la versión oficial, y
por ende, más interesante. La segunda ocasión fue en mi época de universitario, cuando Televisa transmitió su famosa telenovela histórica El vuelo del
águila. Estas dos experiencias -la escolar y la mediática-, me revelaron por
vez primera a un personaje complejo -algo más que el tradicional dictador-,
con variadas dimensiones, al cual se le podía tener admiración y compasión.
Todo esto me llevó a querer saber más de la época, a contemplar fotografías,
a ver películas ambientadas en ese momento histórico, incluso a comprar las
Memorias del propio Díaz. Al ir recabando este conocimiento pensaba en mis
antepasados -algunos de ellos porfiristas-, pensaba en los errores y las víctimas del Porfiriato, pensaba también en sus aciertos y triunfos.
En 2009 la División de Ciencias Económico Administrativas del iest me
invitó a impartir la asignatura de Historia económica mundial. El programa
en cuestión implicaba un recorrido por 2000 años de sistemas económicos en
el Mundo Occidental, además de un poco de Historia de México. La intención
era proporcionar un barniz de cultura general -con una dosis de economíaa los futuros profesionistas de las carreras de negocios. Obviamente, el Porfiriato fue un tema importante en el programa de la materia.
Durante el desarrollo del curso -ya en vísperas del bicentenario de la Independencia y del centenario de la Revolución- me pareció que era necesario
hacer algo con todo este conocimiento. Consideré que el 2010 era la oportunidad perfecta para mostrar una visión más equilibrada sobre Porfirio Díaz y su
época, así como sobre la Revolución Mexicana. Decidí entonces expresar mis
ideas a través de la dramaturgia, una disciplina que me es familiar y cercana.
Diciembre 2010, número 7
Mucho se ha escrito sobre la Revolución: cuentos, corridos, poemas, novelas,
películas, obras de teatro. La mayoría de los escritores, dramaturgos y guionistas han ubicado las acciones de sus historias en campamentos de guerra,
en ciudades de provincia como Zacatecas y Aguascalientes, en la gran Ciudad de México o en algún pueblo abandonado y lejano del Estado de Jalisco.
Mi obra, pensé, debía ubicarse en un escenario diferente, un sitio todavía no
usado o no tan visto en estos relatos; debía ser un lugar cercano e importante
para los que vivimos en el noreste del país. Fue así que nació la posibilidad de
usar Monterrey y a mi familia para la trama de la obra.
En 1914 llegaron a Tampico los Valdés Pedroza, mis antepasados por línea
materna. Oriundos de Monterrey, donde vivieron más de dos décadas, habían huido de su terruño querido por rumores de que Pancho Villa tomaría
la ciudad. La familia estaba compuesta por Aurelio Valdés, inmigrante asturiano, llegado a suelo mexicano a fines del siglo xix, quien casó luego con la
regiomontana Dolores Pedroza. Tuvieron 6 hijos: Gabriel, Margarita, María
del Carmen, Aurelio (en la obra Arturo), Josefina y Enrique (este último, mi
abuelo).
Es poco lo que se sabe de esta familia. A esto contribuyó la temprana muerte
de mi abuelo y la lejanía de sus hermanos en la vida de mi abuela viuda y de
mi madre niña. Con el transcurso de los años mi madre se iría enterando de
situaciones muy interesantes: que su tía Josefina escribía poesía y que ganó
un concurso literario; que sus tías María del Carmen y Margarita eran dos importantes maestras de instrucción primaria y que habían fundado el Colegio
Froebel en Tampico; que uno de sus tíos (Aurelio) se fue con una compañía
de ópera a Sudamérica y que no habían vuelto a saber de él. Estos elementos
dramáticos me parecieron que podrían funcionar para escribir una historia
más grande e interesante, precisamente en la coyuntura en que acaba el Porfiriato e inicia la Revolución.
Insisto, era atractivo ubicar la trama en Monterrey, su condición de privilegiada ciudad industrial la hacía interesante para hablar también de su
burguesía, de su clase media porfirista y de los simpatizantes reyistas -tema
poco tratado. Por un lado todo esto, y por el otro, que mi familia materna
fuera oriunda de aquí (de Monterrey), hicieron que me decidiera por completo. Además, en esta ciudad arrestaron el 7 de junio de 1910 a Francisco I.
Madero, otro elemento interesante para la historia.
El título de la obra, La danza del adiós, se me ocurrió por el famoso Adiós de
Alfredo Carrasco, una danza para piano que siempre que la escucho me evoca
la tranquilidad de la provincia mexicana de principios del siglo x x. Decidí
usar esta composición a lo largo de la obra en distintas situaciones, por eso la
importancia de incluirla en el título. Por otra parte, la palabra adiós también
presenta dos connotaciones más en el texto dramático: el adiós a una época
de paz y el adiós de una familia a su ciudad.
Inicié la investigación previa a la obra en el verano de 2009. Con la ayuda
de mi prima -historiadora, por cierto-, acudí a la biblioteca del Instituto de
Investigaciones Históricas y a la Hemeroteca Nacional de México, ambas en
la unam. Aquí encontré periódicos y revistas de 1910, de la ciudad de Monterrey. El objetivo era ver la vida cotidiana, tomar nota de nombres de lugares,
empresas, espectáculos, sitios de recreo y familias importantes. Ya con estos
datos, mezclados con la historia de mi peculiar familia, la historia de México,
la historia del Porfiriato y la Revolución en Monterrey, me di a la tarea de escribir el texto dramático. El resto fue llenar los espacios vacíos con imaginación, es decir, especular cómo pudo haber vivido la familia Valdés Pedroza
esta época tan intensa en la historia de México.
Francisco Gámez Valdés
85
Pharus academiæ
Personajes
Familia Valdés
Don Aurelio
Doña Dolores
Margarita
Arturo
Carmen
Josefina
Enrique
86
60 años
50 años
24 años
22 años
19 años
17 años
15 años
Otros Personajes
Valentina
Juan
Alfredo
Don Manuel
Don Jacinto
Don Federico
Doña María
Amanda
Paula
22 años
25 años
22 años
32 años
40 años
50 años
40 años
20 años
19 años
La Danza del Adiós
Melodrama en 3 actos
Por: Francisco Gámez Valdés
Primer Acto
Sala de la casa de la familia Valdés. En la habitación hay una serie de muebles de principios del Siglo x x: sillón, sofá, sillas, mesita de centro, grandes
jarrones, todo esto sobre una enorme alfombra; del lado derecho un piano
vertical, al fondo una serie de ventanales cubiertos con cortinajes elegantes.
Hay un acceso hacia la derecha que dará al comedor y cocina. El acceso del
lado izquierdo conducirá hacia la entrada y las habitaciones. Es la casa de
una familia burguesa. (Lados los del público).
La acción transcurre en la tarde del 7 de junio de 1910, en la ciudad de
Monterrey. El acto inicia con Don Manuel, tocando al piano Adiós, de Alfredo Carrasco. Una luz cenital ilumina al pianista, el resto es oscuridad. Poco
antes de terminar la música se ilumina la escena, disminuye el cenital y
descubrimos que hay varios invitados en la sala tomando café y pastel, todos
visten elegantemente. Don Federico está sentado en un sofá, le acompaña
Doña María, su esposa. Doña Dolores y Don Aurelio están ubicados de
manera cercana a estos últimos, él de pie, ella sentada. Margarita y Carmen
están en unas sillas próximas al piano. Arturo y Josefina están en otro sofá.
Don Manuel termina de tocar y todos le aplauden, él agradece y toma asiento. Algunos aprovechan el momento para darle un sorbo al café, servirse de
la cafetera que está en la mesita de centro o comer un poco de pastel.
Diciembre 2010, número 7
Don Manuel:
Carmelita:
Don Aurelio:
Don Manuel:
Don Aurelio:
Doña María:
Don Aurelio:
Doña María:
Don Aurelio:
Doña María:
Don Aurelio:
Doña María:
Margarita:
Doña María:
Don Federico:
Ésta fue para usted, Carmelita. Por este día tan especial.
Gracias.
(Fumando un puro) Bella melodía.
Se llama Adiós. Es una danza lenta de Alfredo Carrasco.
Suena muy mexicana.
(Con burla) ¿Le parece?
Claro que sí.
Don Aurelio, por favor...
¿Qué ocurre Doña María?
Si no hay música mexicana.
¿Por qué dice eso?
Los músicos de este país copian a los europeos.
Eso no es cierto.
Siento contrariarte, querida, pero así es. (Con desdén) Y a esto debo
agregar que, a pesar de nuestros tratos con Europa, seguimos
siendo una nación bárbara y atrasada.
(Un poco molesto) María, por favor…
Entra Valentina a escena por la derecha, viste el clásico uniforme de las criadas de ese entonces, se dirige hacia Doña Dolores y le pregunta algo. Después
de que esta última le da instrucciones sale por donde entró.
Margarita:
Don Federico:
Margarita:
Don Federico:
Doña María:
Don Aurelio:
Doña María:
Margarita:
Doña María:
Don Manuel:
Margarita:
Don Manuel:
Carmen:
Don Manuel:
Don Aurelio:
Don Manuel:
Doña María:
Don Aurelio:
Don Manuel:
(Ligeramente molesta) Me parece que el General Díaz ha hecho
todo lo que ha estado en sus manos para llevar a México al
desarrollo.
Cierto.
Y para que nuestro país participe en el concierto de las naciones
civilizadas.
Muy cierto. Además, esos comentarios están fuera de lugar ahora
que estamos en vísperas de las Fiestas del Centenario.
Dirán lo que quieran, pero en estos momentos México imita a
Francia.
(Apagando el puro) Porque Francia está de moda.
Porque Francia es civilizada y México no.
Perdone, pero discrepo con usted. Para eso estamos las maestras:
para civilizar a nuestros ciudadanos. ¿O qué acaso desconfía de
Don Justo Sierra, nuestro flamante Secretario de Instrucción
Pública y Bellas Artes?
(Evadiendo el comentario) Bueno, bueno, volviendo al tema que
estábamos tratando… Ustedes ya se habrán percatado que la
música «mexicana» parece europea.
En eso le doy la razón. A mí en lo personal me gusta mucho la
música del difunto Ricardo Castro, pero sus composiciones y las
de este caballero… (Tratando de recordar) ¿Cómo se llama…?
¿Quién, Don Manuel?
Ernesto...
¿Elorduy?
Ándele, sí. Ernesto Elorduy.
¿Qué pasa con él?
Su música suena muy europea.
¿Ven a lo que me refiero?
No exagere. Algo habrá de mexicano en sus melodías.
Escuchen ustedes.
Don Manuel interpreta los primeros compases de Nebulosa de Ernesto
Elorduy.
87
Pharus academiæ
Don Manuel:
Don Aurelio:
Don Manuel:
Don Aurelio:
Don Federico:
Don Manuel:
Don Federico:
Don Manuel:
Doña María:
Don Manuel:
Margarita:
Don Manuel:
Doña María:
Don Manuel:
88
Doña María:
Margarita:
Doña María:
Don Manuel:
Don Aurelio:
Don Manuel:
Doña María:
Carmen:
Don Manuel:
Doña María:
Don Manuel:
Doña María:
Don Manuel:
Doña María:
Don Manuel:
Doña María:
Don Manuel:
Doña María:
Don Federico:
Margarita:
Don Manuel:
¿Y bien? ¿Dónde está lo mexicano? No hay un solo motivo popular.
¿Qué obra es esa?
Nebulosa, precisamente de Elorduy.
Tiene razón, suena muy europea.
Me parece que lo europeo es algo que no se puede evitar. La
inspiración para componer está ligada al Viejo Continente. ¡Qué le
vamos a hacer!
Pero podríamos ir produciendo una música y un arte nacional, ¿no
le parece? Ya es tiempo.
Bueno, en eso tiene razón, mi querido amigo.
Déjeme y le digo que ya se están dando los primeros pasos.
¿Ah sí?
Miren… (Con emoción) Hace días conocí en la capital a un músico
que estuvo en Europa. Se llama Manuel Ponce.
¡Su tocayo!
Sí… Fue a formarse con los grandes.
¿Ve? Usted mismo lo ha dicho: «fue a Europa a formarse con los
grandes».
Bueno… Porque indudablemente México aún no es «de los
grandes» en formación musical, pero algún día lo será.
Lo dudo.
Con músicos como Don Manuel, seguramente.
(Con ironía) Sí, claro.
(Ligeramente molesto) Les contaba de Manuel Ponce.
Cuéntenos.
Es un músico joven que está en busca de ensalzar lo mexicano.
Lo veo difícil.
¿Cómo sería eso?
(Conteniendo el enojo) Usando la canción popular.
(Inquieta) ¿Cuál canción popular?
(Fastidiado) La que circula en los campos, la que el pueblo sabe.
Incluso la que se tararea en las tabernas.
¿Qué cosa?
Lo que escuchó.
¿Para que nuestra «música nacional» huela a pulque y a borracho?
(Molesto) No, Doña María. Para que nuestra música nacional
exprese el alma íntima de este país en el que nos tocó vivir.
Pero para eso tiene a Castro, a Jordá, a Elorduy.
(Molesto, alzando la voz) Pero usted misma ha estado «neceando»
que la música de estos hombres no suena mexicana.
(Ofendida) ¡Jesús!
(Un poco molesto) Caballero…
(Acercándose) Cálmese Don Manuel, no vale la pena discutir
Pero Margarita, no es posible…
Margarita tranquiliza a Don Manuel y lo sienta en algún sofá, lejos de Don
Federico y Doña María. Le sirve un café.
Doña Dolores:
Don Aurelio:
Doña Dolores:
(Interrumpiendo de inmediato) Carmen, mejor cuéntanos cómo
estuvo tu examen.
(Conteniendo la risa) Dolores, si esto se está poniendo bueno.
Aurelio, por favor…
Entra Valentina con una licorera en una charola, trae varias copas pequeñas.
Doña Dolores:
Carmen, por favor cuéntanos.
Diciembre 2010, número 7
Carmen:
Doña Dolores:
Don Federico:
Doña María:
Doña Dolores:
Bueno… Yo me sentí un poco nerviosa, porque…
(Interrumpiendo. A todos) ¿Gustan una copita de jerez?
Claro que sí Doloritas. Es una excelente forma de terminar el
ambigú.
(Aparte, a su marido) Y de endulzarme el disgusto.
(A Valentina) Sirve, por favor.
Valentina sirve. Otros más le piden. Ad libitum.
Doña Dolores:
Carmen:
Doña Dolores:
Don Federico:
Arturo:
Don Aurelio:
Carmen:
Don Aurelio:
Carmen:
Margarita:
Carmen:
¿En qué estábamos?
En lo de mi examen.
Cierto. Perdóname mi vida.
Cuente por favor, Carmelita.
Nos decías que te habías puesto nerviosa.
¿Por qué, hija?
Estuvo presente el Secretario de Instrucción en el Estado.
¡Ah que mi hija!, codeándose con gente importante.
Y no sólo eso, sino que me felicitó por… (Recordando con cierto
orgullo) «Por contribuir al desarrollo de los ciudadanos de Nuevo
León».
(Con burla) Les dice lo mismo a todas. Es el protocolo. (Se sienta
junto a Carmen)
¡Cómo eres, Margarita!
Suena el timbre de la puerta.
Doña Dolores:
Valentina:
Josefina:
Arturo:
Don Federico:
Arturo:
Doña María:
Arturo:
Doña María:
Arturo:
(A Valentina) Valentina ve a abrir, por favor.
Sí señora. (Sale)
Por cierto, y perdón que interrumpa. (A don Federico) ¿Dónde
están Amanda y Paula?
(Inquieto) Cierto, ya deberían haber llegado.
No deben tardar. Me parece que iban a tomar una nieve con unas
amigas.
(Ligeramente preocupado) Pero habíamos quedado de vernos aquí.
Algo se les atravesaría.
¿Cómo qué?
(Un poco cortante) No lo sé.
Que extraño.
Entran Amanda y Paula seguidas de Valentina. Esta última retira las tazas y
platos vacíos, así como la cafetera. Entra y sale ad libitum. Arturo no deja de
observar a Amanda, está muy emocionado por su llegada. Amanda trae un
sobre con un gran moño rosa.
Paula:
Don Federico:
Doña María:
Amanda:
Paula:
Bonjour a la maison!
Miren ustedes. Aquí están.
Bonjour, ma fille.
(Con extrañeza) Bonjour a la maison? C’est une erreur. «Bonsoir a la
maison» est meilleur.
(Molesta) Amanda… C’est un expression!
Margarita y Carmen se ven con complicidad. Se dirigen a recibir a las
hermanas.
89
Pharus academiæ
Margarita:
Carmen:
Margarita:
Don Aurelio:
Carmen:
Margarita:
(A Paula) Good afternoon, dear Paula. It’s nice to see you again.
(A Amanda) Good afternoon, dear Amanda. You’re late, as usual.
(A Carmen) Why are they so pretentious? They arrived to our house
speaking French. My God!
Carmen, Margarita… Déjense de cosas y ya hablen bien.
Si lo estamos haciendo muy bien, papá.
Nuestro inglés es impecable. (Con ligera ironía) ¿No le parece Doña
María?
Doña María les dirige una mirada glacial. Amanda saluda a Margarita y a
Carmen de beso. Paula hace lo mismo.
Amanda:
Margarita:
Amanda:
Carmen:
Margarita:
Amanda:
Paula:
Doña María:
Arturo:
Paula:
90
Arturo:
Paula:
Josefina:
Doña María:
Paula:
Don Federico:
Amanda:
Paula:
Don Federico:
Paula:
Amanda:
Don Aurelio:
Don Federico:
Don Aurelio:
Don Federico:
Don Aurelio:
Doña María:
Don Aurelio:
Doña María:
Don Aurelio:
Don Federico:
Don Aurelio:
Don Federico:
Amanda:
Doña María:
Don Federico:
Amanda:
Don Federico:
¡Qué chocantes, Margarita! ¡Qué chocantes!
¿Por qué, Amanda?
Hablarnos sólo en inglés.
Ustedes empezaron.
Nos hablaron sólo en francés.
Pero lo hicimos para practicar.
(Con presunción) Sobre todo yo. Debo practicar antes de que se me
olvide.
Muy cierto. Si no… ¿de qué sirvió tanto gasto en Francia?
¿Cuánto tiempo estuviste en París, Paula?
Paulette, mi querido Arturo, Paulette… Así me decía mi profesor
de francés.
Está bien, Paulette. ¿Cuánto tiempo estuviste allá?
De enero a mayo. Prácticamente acabo de bajarme del barco.
¿Viajaste sola?
(Interrumpiendo) Por supuesto que no. La nana la acompañó.
(A Josefina) Fue maravilloso Josefina. Maravilloso.
(Interrumpiendo) ¿Por qué tardaron tanto? La reunión era a las 5 y
son casi las 6.
Perdone papá, pero había un gentío en la calle. No se podía pasar.
¿Qué día es hoy?
7 de junio. ¿Por qué?
¿No sería alguna fiesta patronal? Me pareció ver a mucho peladito
merodeando por el centro.
¿Alguien sabe qué pasa?
Claro que sí. (Con fastidio) Se trata del nieto de Don Evaristo.
¿Madero, el de Parras?
El mismo.
¡Qué fastidio!
Sigue con su campaña «antirreeleccionista».
¡Qué iluso!
Hoy tenía un mitin.
¡Qué descaro!
Su movimiento, tengo que reconocerlo, ha crecido mucho.
¿Por qué no hace algo Don Porfirio?
Porque Don Porfirio es todo un caballero.
¡Que se deje de caballerosidades! A esos revoltosos hay que
meterlos en cintura.
Papá… perdone que le interrumpa…
Amanda, eso no se hace.
(Un poco molesto) ¿Qué pasa?
Antes de que se me olvide… (Le entrega el sobre con el moño a
Carmen) ¡Muchas felicidades! (La abraza).
¡Cierto!
Diciembre 2010, número 7
Carmen:
Paula:
Carmen:
Paula:
Amanda:
Carmen:
Amanda:
Carmen:
Amanda:
Carmen:
Paula:
Carmen:
Don Aurelio:
Gracias.
¡Felicidades a la nueva maestra! (Abraza a Carmen).
Gracias Paula.
¡Paulette!
Abre tu regalo.
(Abriendo) ¿Qué es?
¿Qué crees que sea?
No tengo idea.
¿Qué es lo que más te gusta, además de la enseñanza?
Claro… Música… Me trajeron una partitura.
Es obvio, ¿no te parece?
(Quitando la envoltura y acercándose al piano) ¿De quién será? Ah…
Ernesto Elorduy.
Otra vez el tipo ese.
Don Manuel muestra interés y se acerca para ver la partitura.
Paula:
Carmen:
Es el compositor de moda, el que se toca en todos los salones
decentes.
(Viendo la partitura) Es un vals…«Toujours»… ¿Qué significa?
Carmen le entrega la partitura a Don Manuel. Éste regresa a su lugar y empieza a analizarla con cuidado.
Paula:
Arturo:
Amanda:
Carmen:
Para siempre. (Se sienta)
(Acercándose con emoción a Amanda) Como nuestro amor.
(Un poco molesta) Eso está por verse…
Eh… nuevamente muchas gracias.
Amanda se aleja un poco de todos. Arturo la sigue.
Doña Dolores:
Don Federico:
Doña Dolores:
Carmen:
(Reaccionando) Carmen, síguenos contando de tu examen.
Pero estábamos hablando del loco de Madero.
¿Para qué amargarnos el ambigú? Carmen, por favor…
(Tomando asiento) Bien, como les decía…
Carmen les explica. Ad libitum. Arturo y Amanda aparte.
Arturo:
Amanda:
Arturo:
Amanda:
Arturo:
Amanda:
Arturo:
Amanda:
Arturo:
Amanda:
Arturo:
Amanda:
Arturo:
Amanda:
Arturo:
Amanda:
¿Qué tienes?
Nada.
A ti te pasa algo.
(Irónica) ¡Qué listo eres!
Amanda, me preocupas.
¡Vaya, parece que sí me tomas en cuenta!
¿A qué te refieres?
Ya me dijeron.
¿Qué cosa?
Ya sabes.
No. ¿Qué?
Lo del teatro.
(Reaccionando con preocupación) ¿Quién te lo dijo?
Eso no importa.
¿Quién te lo dijo?
¿Qué más da? No voy a decírtelo.
Arturo se desplaza de un lado a otro, preocupado.
91
Pharus academiæ
Arturo:
Amanda:
Arturo:
Amanda. Tú no comprendes…
No… Si soy muy tonta.
Lo que yo siento es… No puedo explicarlo.
Amanda se sienta molesta en una silla. Arturo se coloca junto a ella y trata de
dialogar en voz baja. Ad libitum. Suena el timbre.
Doña Dolores:
Valentina:
Doña Dolores:
Valentina:
Doña Dolores:
Carmen:
Don Federico:
Don Aurelio:
Doña María:
Don Aurelio:
Doña María:
Don Aurelio:
Margarita:
Carmen:
Margarita:
92
Don Aurelio:
Margarita;
Doña María:
Margarita:
Doña María:
Margarita:
Carmen:
Doña María:
Margarita:
Doña Dolores:
Margarita:
Carmen:
Don Aurelio:
Doña Dolores:
Don Aurelio:
Doña María:
Don Federico:
Margarita:
Carmen:
Margarita:
Doña María:
Valentina, abre por favor.
Sí,señora.
Y sirve café y pastel a las señoritas Garza.
Sí, señora (Sale a abrir).
Perdonen ustedes.
(Retomando la conversación) Pues así estuvo mi examen.
(A Don Aurelio) ¿Y ahora qué procede?
Hacer méritos y tener buenos contactos.
¿A qué se refiere?
Hay que esperar un poco.
¿Su hija pasará a formar parte de nuestra burocracia?
Tal vez…
Claro que no, papá. Acuérdese que vamos a abrir una escuela.
(A Margarita) ¿Ah, sí?
¡Claro! ¿No te acuerdas de la idea del colegio? Si ya hasta nombre le
habíamos puesto.
¡Ay hija! Como si fuera tan sencillo.
Bueno, no es sencillo, pero…
(Interrumpiendo) Lo que deberían hacer es casarse ya. Dejen de
darle preocupaciones a su padre.
¿Cómo dice?
Está bien que estudien mientras se casan. Pero…
Perdone, ¿y nuestra vocación no cuenta?
¿Dónde queda nuestra contribución para formar a los ciudadanos
de este país?
(Docta) Para eso están los señores, que lo saben hacer bien.
Nosotras, las mujeres, estamos para atender el hogar
Señora…
Margarita, por favor, cambia de tema.
Pero mamá…
¿Y de qué sirvió toda nuestra preparación?
Buen punto. Porque eso a mí me costó.
Aurelio, sólo fue una opinión.
Mujer, yo creo que…
(Interrumpiendo) «Mujer que sabe latín…»
(Molesto) ¡María!
(Molesta) Conozco el dicho señora: «Ni encuentra marido, ni tiene
buen fin».
¿Insinúa que mi hermana y yo no tendremos un buen fin?
(Irónica) Seguramente por nuestra condición de maestras rebeldes.
Además, nos convertiremos en unas «solteronas».
(Titubeando) Yo no quise decir eso.
Entra Don Jacinto acompañado de Valentina. Viste un traje claro, usa un clavel
rojo en la solapa izquierda. Los demás no lo ven por estar concentrados en la
discusión. Don Jacinto observa ésta con interés. Valentina sale de escena hacia
la cocina. Amanda deja solo a Arturo y se acerca al centro de la discusión.
Arturo se queda meditando en su lugar.
Diciembre 2010, número 7
Amanda:
Margarita:
Amanda:
Margarita:
Don Jacinto:
(Interrumpiendo) ¿Y cómo piensan ponerle a su colegio?
(Molesta aún. Reaccionando) ¿Qué cosa, perdón?
El colegio. ¿Cuál va a ser el nombre?
(Conteniéndose) Colegio Froebel. En honor a Don Federico Froebel,
insigne pedagogo alemán.
Buenas tardes. ¿Interrumpo algo?
La mayoría reacciona con sorpresa. Amanda se sienta con su hermana Paula,
lejos de Arturo, quien continúa preocupado. Margarita toma asiento junto a
Carmen.
Don Aurelio:
Don Jacinto:
Don Aurelio:
¡Compadre!
¡Don Aurelio!
¡Qué Don Aurelio ni qué ocho cuartos!
Se acercan y se abrazan. Valentina entra a escena con dos cafés que entrega
a Amanda y Paula. Regresa rápidamente a la cocina. Don Manuel observa a
Don Jacinto y parece reconocerlo. Margarita, a su vez, observa al primero con
mucho interés y sin ser vista.
Don Jacinto:
Don Aurelio:
Don Jacinto:
Doña Dolores:
Don Jacinto:
Doña Dolores:
Don Jacinto:
Doña Dolores:
Don Jacinto:
Doña Dolores:
Don Jacinto:
Carmen:
Don Jacinto:
Carmen:
Don Jacinto:
Carmen:
Don Aurelio:
Don Jacinto:
Don Aurelio:
Doña Dolores:
Don Aurelio:
Doña Dolores:
Don Aurelio:
Don Jacinto:
Perdón, pero no me acostumbro.
Usted aceptó ser padrino de Enrique.
Y no me arrepiento.
(Se levanta a saludarlo) ¡Compadre Jacinto!
Doña… comadre. ¿Cómo le va? (Le besa la mano)
Bien, muy bien. ¿Qué dice la comadre Merceditas?
Ahí está, en casa.
¿Por qué no la trajo?
Se sintió mal. De hecho manda sus disculpas.
Me la saluda mucho.
De su parte… ¿Y bien? ¿Dónde está la nueva maestra?
(Acercándose) Aquí, Don Jacinto.
(También se acerca y le besa la mano) Muchas felicidades,
Carmelita.
Gracias.
Le deseo lo mejor.
Muy amable. (Regresa a su lugar)
Por ahí anda su ahijado.
Qué bueno, me gustaría saludarlo.
(Dando voces) Valentina. ¡Valentina!
¿Qué pasa? ¿Por qué gritas?
Le estoy hablando a Valentina, para que le avise a Enrique que el
compadre está aquí.
Cierto. ¡Valentina! ¡Valentina! ¿Dónde se habrá metido?
Siéntese compadre, se lo ruego.
No se preocupe.
Entra Valentina.
Doña Dolores:
Valentina:
Doña Dolores:
Valentina:
Doña Dolores:
Valentina:
¿Dónde estabas mujer?
Cortando dos rebanadas de pastel para las señoritas Garza. ¿Qué
se le ofrece?
Háblale a Enrique, dile que lo busca su padrino.
Sí, señora. (Se dispone a salir por donde entró)
Y luego traes los pasteles.
Sí. (Sale)
93
Pharus academiæ
Don Aurelio:
Don Jacinto:
Don Aurelio:
Don Federico:
Don Aurelio:
Don Federico:
Don Jacinto:
Don Aurelio:
Don Jacinto:
Doña María:
Don Aurelio:
Paula:
Don Aurelio:
Amanda:
Don Jacinto:
Don Aurelio:
Don Jacinto:
Don Manuel:
Don Jacinto:
Don Manuel:
Don Jacinto:
Don Manuel:
Don Jacinto:
Don Manuel:
94
(A Don Jacinto) Mientras, le presento a mis invitados.
Por supuesto.
Federico, él es Don Jacinto Vidaurri.
Mucho gusto. Federico Garza.
(A Don Jacinto) Es un importante hacendado de la zona de Parras.
Le faltó decir que también soy empresario aquí en Monterrey.
Encantado.
(A Don Jacinto) Ella es su esposa, Doña María Mendirichaga de
Garza.
(Saludándola de beso en la mano) Señora, a sus pies.
Encantada.
Y ellas, sus hijas Paula…
Paulette. Mucho gusto. (Extiende la mano)
Eh… y Amanda.
Mucho gusto. (Extiende la mano)
Señoritas, a sus pies. (Saluda a cada una de beso en la mano)
A los demás ya los conoce.
(Con sorpresa) ¡Don Manuel Peralta, qué milagro que lo veo!
(Reaccionando) Señor diputado, ¿cómo le va?
Muy bien, gracias.
Tenemos pendiente la clase de piano con su niña.
Cuando guste, ahí está en la casa esperándolo, al igual que el
piano.
Excelente. La próxima semana tendrá noticias de mí.
Ya sabe dónde vivimos. Ahí lo esperamos.
Muchas gracias.
Don Manuel prosigue con el análisis de la partitura. Josefina se sienta junto a
Arturo y trata de calmarlo. Ad libitum.
Don Federico:
Don Jacinto:
(A Don Jacinto) Disculpe, pero tengo la sensación de conocerlo de
algún lado.
Tal vez. Estuve muy activo en política el año pasado.
Entra Enrique por el lado derecho. Es un adolescente inquieto. Usa pantalones
cortos. Don Federico, por su parte, trata de recordar.
Enrique:
Don Jacinto:
¡Padrino!
Mi querido ahijado.
Don Jacinto:
Enrique:
Don Jacinto:
Enrique:
Don Jacinto:
Enrique:
¿Cómo estás muchacho?
Contento por la Semana de la Aviación.
¿La Semana de la Aviación? ¿Y eso qué es?
Una exhibición de aeroplanos.
¿Aeroplanos?
Los aparatos que vuelan, padrino. Un amigo me dijo que el año
que viene, la exhibición será aquí en Monterrey.
Está entusiasmado con esas cosas de feria.
¡Qué feria, ni que ocho cuartos!
(Reprendiéndolo ligeramente) ¡Enrique!
Es el futuro… Imagínense viajar a México en aeroplano, en lugar
de tren.
Pues yo jamás me subiría a una cosa de esas.
Ha de ser peligroso, ¿no?
Se abrazan.
Don Aurelio:
Enrique:
Doña Dolores:
Enrique:
Don Aurelio:
Don Jacinto:
Diciembre 2010, número 7
Enrique:
Don Jacinto:
Enrique:
Don Jacinto:
Enrique:
Don Jacinto:
Enrique:
Don Jacinto:
Enrique:
Claro que no. ¡Ha de ser fabuloso volar!
Bueno, tal vez.
¡Seguro que sí!
Por cierto… Te traigo un regalo.
¿Ah sí?
Supe que hace poco cumpliste años.
Sí, quince.
¿Quince? ¡Caray, ya eres todo un hombre!
(Con orgullo) ¡Claro!
La mayoría ríe. Don Jacinto saca unos billetes de su cartera y se los entrega a
Enrique.
Don Jacinto:
Enrique:
Don Jacinto:
Enrique:
Don Jacinto:
Enrique:
Don Jacinto:
Enrique:
Don Jacinto:
Don Aurelio:
Don Jacinto:
Don Aurelio:
Don Jacinto:
Don Aurelio:
Enrique:
Don Jacinto:
Don Aurelio:
Enrique:
Don Jacinto:
Enrique:
Don Jacinto:
Ten. Felicidades.
Muchas gracias. (Lo abraza).
¿Y qué vas a hacer con el dinero?
Continuar con algo que estoy construyendo.
¿Ah sí? ¿Qué es?
Un aeroplano.
¿Un aeroplano?
Tengo varios días en el taller armando uno.
(Preocupado) ¿En serio?
No se preocupe compadre, no es uno de «a de veras». Es pequeño,
casi de juguete.
Ah.
Este muchacho resultó muy bueno para la carpintería.
¡Vaya!
Ve Enrique, continúa con lo que estabas haciendo.
(A Jacinto) ¿No le gustaría verlo?
Pues…
En este momento no puede tu padrino.
Qué lastima.
Tal vez más al rato.
Bueno, ojalá que pueda. Gusto en verlo, padrino.
Que te vaya bien.
Sale Enrique por la derecha. Pausa breve.
Don Jacinto:
Don Aurelio:
Don Jacinto:
Don Aurelio:
¡Ah qué muchacho tan inquieto!
Es la edad… ¿Y cómo le ha ido, compadre?
Bien, gracias. (Intenta sentarse)
Aquí hay un lugar.
Don Jacinto toma asiento cerca de Don Aurelio y conversa ad libitum con él.
Valentina entra con las rebanadas de pastel y las entrega a Paula y Amanda,
luego sale. Arturo deja su meditación y se acerca a Carmen y Margarita, quienes están sentadas cerca de Amanda y Paula.
Arturo:
Carmen:
Arturo:
Carmen:
Arturo:
(Hablando por hablar) ¿Siempre cómo estuvo lo de tu examen
Carmela?
Arturo… Si ya hablé de eso. Todos escucharon el relato.
Pero yo no.
Sólo necesitas saber que me fue muy bien, que me hicieron una
serie de preguntas varios maestros y que al final me entregaron un
documento que dice que ya soy maestra de instrucción primaria.
Ah… Eso es. (A Amanda, entre dientes) Tenemos que hablar.
95
Pharus academiæ
Amanda:
Arturo:
(Entre dientes también) Este no es el momento.
¡Amanda!
Arturo regresa molesto, a sentarse con Josefina. Esta última lo tranquiliza.
Don Federico:
Don Jacinto:
Don Federico:
Don Jacinto:
Don Federico:
Don Jacinto:
Don Federico:
Don Jacinto:
Don Federico:
Don Jacinto:
Don Federico:
Don Jacinto:
Don Aurelio:
Don Jacinto:
96
Don Aurelio:
Don Jacinto:
Don Aurelio:
Don Jacinto:
Don Aurelio:
Don Jacinto:
Don Aurelio:
Don Jacinto:
Don Aurelio:
Don Jacinto:
Don Federico:
Don Jacinto:
Don Aurelio:
Don Jacinto:
Don Federico:
Don Jacinto:
Don Federico:
Don Jacinto:
Don Federico:
Don Jacinto:
Don Federico:
Don Jacinto:
Don Federico:
Don Jacinto:
Don Federico:
(Intempestivamente a Don Jacinto) ¡Ya sé de dónde lo conozco!
¿En serio?
Claro, usted es de los que formaron el año pasado el Comité
Central Reyista; dizque para promover al General Reyes a la
Presidencia de la República.
(Con cierta molestia) No «dizque», la intención era candidatearlo.
(Burlón) Reconocerá, caballero, que su empresa era imposible.
¿Por qué dice eso?
Porque aún no es el momento. Todavía no hay quien le gane una
elección al General Díaz.
¿Y cuándo será el momento? ¿Se puede saber?
No lo sé, pero me parece que México aún no está preparado.
(Con ironía) ¿Para qué? ¿Para la democracia?
(Con cierta molestia) Para cambiar de presidente.
Pues no sé cuándo lo hará. Lleva treinta años con el mismo.
(Conciliador) Caballeros… ¿Tenemos acaso que hablar de política
en este momento?
Hoy día todo es política, compadre. Por no actuar a tiempo, por no
opinar, es que tenemos este gobierno eterno.
Pero, ¿a usted le molesta?
Por supuesto.
Este gobierno le ha dado una carrera política.
Bueno sí, pero…
Varios de sus familiares han sido beneficiados.
Bueno, también es cierto, pero…
No me venga ahora con que muy «reyista».
Pero compadre, el cambio es necesario. El mismo hombre ya no es
posible, está muy viejo.
Y Don Bernardo Reyes seguramente es un muchacho, ¿no?
No, pero sí es más joven.
Será un poco más joven que Don Porfirio, pero de todas maneras
es un anciano.
¡Pero con experiencia!
Don Porfirio tiene aún más experiencia.
(Poniéndose de pie) Don Porfirio mintió.
(Molesto) ¿Cómo es eso, caballero?
Le dijo a un periodista americano, hace dos años, que se retiraría
del poder y que permitiría otros candidatos y otros partidos
políticos.
Bueno… usted sabe cómo es Don Porfirio…
Sí, un mentiroso.
(Molesto) Caballero, no le permito que hable así del señor
Presidente de la República.
Además, le hizo una jugada sucia a Don Bernardo.
(Con ironía) ¡Sí, claro!
¿Por qué envió a nuestro candidato a Europa, justo cuando su
fama estaba creciendo?
Bueno, tengo entendido que se fue a una misión diplomática.
¡No me venga con tonterías! El viejo no quiere dejar el poder.
(Poniéndose de pie) ¡Óigame! ¿Cómo se atreve?
Diciembre 2010, número 7
Se escuchan voces en la calle.
Don Jacinto:
Don Aurelio:
Don Federico:
Don Jacinto:
¿Por qué ha estado acosando entonces a Francisco Madero?
(Conciliador) Caballeros, creo que no es el momento de discutir
estos asuntos.
Madero no es buen candidato, es un iluso.
Cómo sea, pero es otro.
Hay gritos y el sonido de un tumulto. Se escuchan frases como: «Viva Francisco Madero», «¡Suéltenlo!», «¡Déjenlo en paz!», «Abajo la dictadura». Los gritos
se escuchan de tal manera que no opaquen los diálogos. Los invitados están
inquietos.
Doña Dolores:
Don Federico:
Don Aurelio:
Doña María:
Don Jacinto:
Don Federico:
Paula:
Arturo:
Margarita:
Doña Dolores:
Margarita:
Doña Dolores:
Margarita:
Carmen:
Don Aurelio:
Carmen:
Doña María:
Don Federico:
¿Qué pasa allá afuera?
¿Qué escándalo es ese?
Parecen algunos inconformes.
Pero, ¿por qué gritan?
Son los nuevos tiempos. La democracia está naciendo.
(Con burla) La democracia…
Algo dijeron del tal Madero.
¿Qué habrá ocurrido?
Voy a ver. (Se acerca a una de las ventanas)
¡Margarita!
¿Qué pasa, mamá?
Una señorita decente no anda espiando por las ventanas.
Pero debemos saber qué ocurre. No podemos permanecer ajenos.
Te acompaño.
Hijas, ¿es esto necesario?
Me parece que sí, papá. (Se acerca a la ventana)
(Aparte, a Don Federico) Parecen un par de viejas chismosas.
(Aparte) Guárdate tus comentarios. No quiero más problemas.
Los gritos aumentan. Se oyen silbatazos de la policía, cascos de caballos. Doña
María -después de pensarlo un poco- se pone de pie y se acerca a la ventana, la sigue Don Federico. Los demás, viendo la actitud de este matrimonio,
también se acercan a las ventanas de la sala y miran hacia afuera con morbo.
Mientras todos los personajes dan la espalda, entra en escena Valentina a
retirar los platos y tazas que quedan.
Primero observa con extrañeza y curiosidad a todos, pero igual sigue limpiando y retirando los trastes. Los gritos y el escándalo prosiguen y luego disminuyen. Entra en escena Juan por el lado derecho, viste como un obrero, viene un
poco agitado, Valentina no lo ve.
Juan:
Valentina:
Juan
Valentina:
Juan:
Valentina:
Juan:
Valentina:
Juan:
Valentina:
Juan:
(Quedo) ¡Chist, chist! ¡Valentina!
(Reaccionando) ¡Juan! ¿Qué hace aquí? ¿Cómo entró?
(Acercándose a Valentina) Oh… me di mi maña. (La abraza) ¿Cómo
está mi flor? (Intenta besarla) ¿Cómo está mi sol de mayo?
¡Juan! ¡Estese quieto, que nos van a ver!
Claro que no. (Señalando al grupo) Mire, están ocupados.
¿Qué pasa allá afuera?
(Sombrío) La policía está golpeando a varios compañeros.
¿Por qué?
Por protestar.
¿Por protestar?
Sí, por quejarnos, por gritar contra la dictadura. Por exigir que
suelten al Señor Madero.
97
Pharus academiæ
Valentina:
Juan:
Valentina:
Juan
Valentina:
Juan:
Valentina:
Juan:
Valentina:
Juan:
¿Qué lo suelten? ¿Pues qué pasó?
Lo apresaron.
(Muy preocupada) Pero, ¿por qué?
No lo sé… No lo entiendo…
¿Y ahora?
Ya esto harto.
(Preocupada) Juan, váyase, que lo van a ver.
(En aumento) Ya estoy harto de los pinches patrones.
¿Y ellos que tienen que ver?
¡Mucho!
Aparece Alfredo por el lado derecho, viste como un clasemediero y periodista
de ese momento. Se aproxima a Valentina y a Juan con mucho sigilo.
Valentina:
Juan
Valentina:
Juan:
Valentina:
Alfredo:
Pero le dan trabajo, comida y techo.
¡Sí, claro!
Juan, ya váyase.
¡Qué se mueran los ricos!
(Muy preocupada) ¡Cállese, que lo van a oír!
Cálmese compañero. No se ponga así.
Valentina y Juan reaccionan con sorpresa.
Alfredo:
98
Juan
Valentina:
Alfredo:
Valentina:
Juan:
Valentina:
Juan:
Alfredo:
Juan;
Alfredo:
Juan:
Alfredo:
Juan:
Alfredo:
Juan:
Alfredo:
Juan:
Alfredo:
Juan:
Alfredo:
Juan:
Alfredo:
Juan:
Alfredo:
Juan:
Parece magonista, en lugar de maderista. Al rato me va a salir con
la lucha de clases y la dictadura del proletariado.
¿Eh?
(A Alfredo) ¿Y usted quién es? ¿Por dónde entró?
Mi nombre es Alfredo Ceballos, soy periodista y poeta, y entré por
el mismo sitio que su novio o lo que sea. (Señala hacia la derecha)
¡Óigame!
No se preocupe Valentina, es un compañero maderista.
¿Ah sí?
Lo conocí durante el mitin de apoyo al Señor Madero. Es uno
de esos que habla muy elegante y escribe versos… Pero es buena
gente, hasta eso.
¡Vaya! ¡Gracias por el halago!
¿Qué? ¿Ya se fueron?
Todavía hay algunos en la calle.
¡De la que nos salvamos! Si no es porque la puerta de la cocina es
fácil de forzar…
Pero este es el principio del fin.
¿Qué cosa?
Yo creo que a partir de aquí viene la caída del régimen.
¿Usted cree?
¡Claro! Ésta es una medida desesperada. Como Don Pancho
Madero cada vez gana más adeptos… Lo quieren sacar de la
próxima contienda electoral.
¿Y ahora?
Hay que luchar para que lo liberen.
¿Con las armas?
Don Pancho no quiere violencia.
¿Entonces?
De momento debemos usar la ley y la razón.
¡Eso no sirve de nada!
Paciencia.
¡Qué paciencia, ni que niño muerto!
Diciembre 2010, número 7
Suena el timbre. Reaccionan nerviosamente.
Valentina:
Juan
Valentina:
Juan:
Alfredo:
¡Juan, escóndase! ¡Que viene alguien!
¡Chin!… ¿En dónde?
Pues en la cocina… (A Alfredo) Usted también.
Vamos compañero.
Vamos.
Salen rápidamente por la derecha. Vuelve a sonar el timbre. Todos los actores
reaccionan, se dan cuenta de lo morbosos que han sido y tratan de recuperar la
compostura. Regresan a sentarse a sus lugares.
Doña Dolores:
Don aurelio:
¡Valentina!
¡Valentina!
Vuelve a sonar el timbre.
Doña Dolores:
Don aurelio:
Doña Dolores:
¿Dónde se habrá metido?
Debe estar en la cocina. ¿Dónde más?
¡Valentina!
Entra Valenina por la derecha.
Valentina:
Doña Dolores:
Valentina:
Doña Dolores:
Valentina:
Mande usted, señora.
¿Dónde andabas?
E… en el jardín, regando las matas.
Muy bonito, yo aquí desgañitándome y tú por allá entre las flores.
Perdone la señora.
Vuelve a sonar el timbre.
Doña Dolores:
Valentina:
Doña Dolores:
Doña María:
¿Qué esperas para abrir? Tienen ya rato tocando.
Sí, señora. Voy. (Sale por la izquierda)
¡Qué muchacha más atarantada!
(A Doña Dolores) Es lo mismo en todas partes. La servidumbre
está cada vez peor.
Breve pausa.
Margarita:
Doña María:
Margarita:
Doña María:
Don Jacinto:
Doña María:
Don Jacinto:
Paula:
Doña María:
Don Jacinto:
Margarita:
Don Jacinto:
Margarita:
Impresionante, ¿no lo creen?
¿Qué cosa?
El enfrentamiento de hace un momento.
Yo no le veo nada de extraordinario.
Pero, ¿cómo dice eso?
Sólo eran unos revoltosos que alteraban el orden social y que ya los
han metido en cintura.
Señora, por favor…
Los anarquistas en París también hacen manifestaciones de este
tipo.
De seguro es una moda importada.
(Molesto por la respuesta) No lo creo.
Algo no anda bien en este país.
Por supuesto que no.
(Reflexiva) Tal vez sea algo cíclico. Ya ven ustedes que en 1810
estalló la Guerra de Independencia. Ahora en 1910…
99
Pharus academiæ
Josefina:
Carmen:
Arturo:
Don Aurelio:
Margarita:
Don Aurelio:
Margarita:
Don Aurelio:
(Temerosa) ¿Otra guerra tal vez?
Hemos tenido un período de paz muy extenso.
¿Significa que ahora eso se va a terminar?
(Serio) Les voy a suplicar a todos que dejemos el tema político
para otra ocasión. En este momento estamos celebrando algo muy
especial y lo que menos deseo escuchar son malas noticias.
Pero es necesario papá.
(Cortante) Basta, Margarita.
Papá…
(Molesto) ¡Suficiente!… (A los demás) Perdonen ustedes.
Pausa breve. Entra Valentina en medio de un silencio incómodo.
100
Doña Dolores:
Valentina:
Doña Dolores:
Valentina:
Arturo:
Valentina:
Doña Dolores:
Valentina:
Don Aurelio:
Doña Dolores:
Arturo:
Valentina:
Doña Dolores:
Don Aurelio:
Don Federico:
Don Aurelio:
Don Federico:
Josefina:
Arturo:
Carmen:
Don Aurelio:
Arturo:
Valentina:
¿Y bien? ¿Quién era?
Son unos señores.
¿Unos señores? ¿Qué es lo que quieren?
Hablar con el joven Arturo.
(Sorprendido) ¿Conmigo?
Sí, con usted.
¿Por qué no los pasaste?
Quieren que el joven salga.
Que extraño.
¿Qué amistades son esas, Arturo?
¿No te dijeron de dónde venían?
No. Sólo que saliera.
¿No será peligroso?
Mujer, no exageres.
Quizás sea una broma estudiantil.
No lo creo. Ya Arturo terminó la escuela.
Bueno, será una broma entre amigos.
(A Arturo) Tal vez sea tu amigo Zambrano, haciéndose el gracioso.
No lo creo. Él no es de esos.
¿Por qué no vas a ver?
Sería lo mejor.
Tienen razón, vuelvo en un momento.
Con su permiso.
Arturo sale. Valentina regresa a la cocina. Amanda permanece en su lugar con
actitud desconfiada e inquieta.
Don Federico:
Don Aurelio:
Don Federico:
Don Aurelio:
Don Federico:
Don Aurelio:
Don Federico:
Don Aurelio:
Doña Dolores:
Doña María:
Don Aurelio:
Don Federico:
Don Aurelio:
Don Federico:
Don Aurelio:
¿A qué se dedica su hijo Arturo?
Es tenedor de libros. Actualmente me está ayudando con la
contabilidad de la zapatería.
Está preparando al que habrá de sucederlo en el negocio familiar.
Tiene que ser así, ya que Gabriel no quiso.
¿Quién es Gabriel?
Es mi hijo mayor. Actualmente vive en Tampico.
¿Y qué hace allá?
Trabaja para una compañía petrolera.
Es ingeniero.
¿Ya está casado?
Sí, con una muchacha de allá.
¿Y está contento en Tampico?
Mucho.
¿Y le va bien?
A los Valdés siempre nos va bien.
Diciembre 2010, número 7
La charla continúa ad libitum. Después de varios minutos de inquietud Amanda se pone de pie y se dirige hacia donde salió Arturo. Margarita observa esto.
Margarita:
Carmen:
Margarita:
(Aparte, a Carmen) Sospecho que vamos a tener «función de
teatro».
¿Tú crees?
Espera y verás.
Todos los que están en la sala continúan charlando con total libertad e improvisación. Josefina y Paula, por su lado, escuchan con atención la conversación
de Don Aurelio, Don Federico, Doña María y Doña Dolores. Don Manuel, por su
parte, deja la partitura y se une al grupo de Margarita y Carmen, platica con
ellas mostrando cierta atracción por esta última. Amanda regresa a escena
muy molesta.
Doña María:
Amanda:
Paula:
Amanda:
(A Amanda) ¿Qué tienes?
No me siento bien.
¿Qué te pasa Amanda?
Me duele la cabeza.
Entra Arturo de inmediato. Viene muy agitado.
Arturo:
Amanda:
Don Aurelio:
Arturo:
Amanda:
Don Aurelio:
Amanda:
Don Aurelio:
Amanda:
Doña Dolores:
Amanda:
Doña Dolores:
Doña María:
Amanda:
Doña María:
Doña Dolores:
Don Aurelio:
Doña María:
Don Federico:
Doña María:
Amanda:
Doña María:
Amanda:
Doña María y Don Federico:
Don Aurelio:
Doña Dolores:
Arturo:
Amanda, por favor. No te pongas así.
¿Cómo quieres que me ponga?
¡Arturo! ¿Qué está pasando?
(A Amanda) No es lo que parece.
Pues si no es lo que parece, esa mujer «se parece» demasiado a
Columba Quintana.
¿Columba Quintana? ¿La cómica del Teatro Progreso?
La misma.
(Entendiendo) ¿Está allá afuera?
Así es. Viene acompañada de actores y cantantes de la compañía
de dicho teatro.
¿Pero qué están haciendo allá afuera?
Vienen por Arturo.
(Sin entender) ¿Cómo?
(Interrumpiendo) ¿Columba Quintana no fue la que cantó el mes
pasado en La viuda alegre?
Exactamente.
¡Ay, qué gusto! (A Don Aurelio y Doña Dolores) ¿Estuvieron ustedes
en el estreno de esta opereta en Monterrey?
Por supuesto.
Dolores y yo nunca faltamos a las temporadas en el Teatro
Progreso.
¡Fue maravilloso! La historia del Conde Danilo y…
(Interrumpiendo) Más bien, la historia de la viuda rica y sus
pretendientes. Una excelente producción.
Te diré Federico…
(Molesta) ¡Mamá!
¿Qué pasa?
¡Qué Arturo me engaña con la dichosa Columba Quintana!
(Poniéndose de pie) ¿Qué cosa?
(De pie) ¡Arturo!
(De pie) ¿Cómo pudiste?
¡Eso no es cierto!
101
Pharus academiæ
Breve pausa. Se acerca a Amanda.
Arturo:
Amanda:
Arturo:
Amanda:
Don Aurelio:
Arturo:
Doña Dolores:
Arturo:
Don Aurelio:
Doña María:
Arturo:
Doña Dolores:
Don Aurelio:
Arturo:
Amanda, mi mayor pasión, aparte de ti, es el teatro. Eso tú lo
sabes.
¿Y esa mujer?
Llegó por casualidad. No me interesa. Tú eres a quien amo.
(Con pesar) Y al teatro.
(Acercándose) ¿Me pueden explicar qué está pasando aquí?
Papá, mamá, hermanas, estimados invitados… A partir de ahora
me dedico al teatro.
¿Qué cosa?
Quiero ser actor y cantante.
(Molesto) ¿Te has vuelto loco?
¿Un cómico?
(Con decisión) No, un actor.
Hijo, ¿por qué nos haces esto?
Luego hablamos. Éste no es el momento.
Mi decisión ya está tomada. A partir de la próxima semana me
integro a la Compañía del Teatro Progreso.
Hay un silencio tensionante. Don Aurelio observa incrédulo a su hijo. Doña
Dolores está sumamente preocupada, al igual que las hermanas de Arturo.
Carmen:
Don Manuel:
Margarita:
102
(A Don Manuel) ¿Por qué no toca algo Don Manuel?
¿Le parece que sea el momento apropiado?
Éste es el momento.
Don Manuel se sienta al piano, lo piensa un poco y al fin toca el vals de la opereta La Viuda Alegre, de Franz Lehar. Margarita se acerca a Doña Dolores y
la anima a que baile con Don Aurelio. Después de mucha resistencia, los dos se
ponen de pie y bailan con cierto pesar. Carmen, por su parte, hace la invitación
a Doña María para que baile con Don Federico, los dos aceptan. Arturo, viendo
el ejemplo de los mayores, se acerca a Amanda y le pide que baile con él. Ella
también se resiste, pero acaba aceptando. Los demás contemplan a las parejas
bailando. Alfredo asoma la cabeza y observa la escena sin ser visto. Josefina se
da cuenta de su presencia y primero se sorprende, pero después queda prácticamente «flechada». Alfredo la ve y queda prendado de ella; poco a poco se le
acerca, se arrodilla y le besa la mano. Ambos se ponen de pie y bailan con gran
pasión. Súbitamente, las parejas dejan de bailar y se dan cuenta de la presencia de Alfredo.
Don Aurelio;
Telón
(A Alfredo) ¿Quién es usted?
Diciembre 2010, número 7
103
Pharus academiæ
La otra historia de México, Hidalgo e Iturbide,
La gloria y el olvido
La otra historia, la que no divide a sus buenos y malos hijos: Catón
En la contraportada de ‘La otra historia de México, Hidalgo e Iturbide, la gloria y el olvido’, Catón escribe:
Es esta, más que todo, una obra de divulgación.
Fue escrita por un periodista, no por un historiador.
Pero algo tiene de historiador el periodista. A nada aspira el que la
escribió sino a ser acompañado en la aventura por los mismos cuatro
lectores que ya otras veces lo han seguido.
A ellos les dice el autor lo que aquí va a leer no es histórico: es verídico.
104
-Catón
Emilio La m a drid Sá nchez
Periodista, editorialista y ensayista, ha
publicado una novela histórica Santa Anna de
Tampico, saga de una familia, investigador en
el iest, Coordinador del Consejo de la Crónica
Municipal para el Municipio de Tampico.
Armando Fuentes Aguirre, conocido también como Catón, hombre de amplio
verbo y conocimiento, estuvo en el Instituto haciendo lo que sabe hacer tan
bien como escribir: hablar.
A sus «4 lectores» Catón dijo respecto a La otra historia de México, Hidalgo
e Iturbide, La gloria y el olvido: «Lo que van a leer en ese libro no es histórico,
es verídico. Yo propongo una historia que sea un vínculo de unión y la única
forma de conseguir eso es contar la verdad, porque la verdad hace libres y la
libertad une, no separa».
El Lic. Fuentes Aguirre nos explicó que fue el azar el que lo llevó, de ser periodista, escritor, patrón de las artes y cronista de su amada ciudad, Saltillo,
a narrar la otra historia de México, que con habilidad de periodista nos conduce a conocer lo que oculta la historiografía oficial, esa que canoniza héroes
y sataniza villanos.
Y afirma que, contrario a lo que se piensa, «debemos aprender a amar la
historia de México con sus buenos y malos hijos, porque nuestra patria es
noble y generosa y no necesita de mentiras para ser amada».
En el desarrollo de su conferencia, aseguró que pretendería mover la inteligencia y el corazón de sus oyentes en 40 minutos, antes de que moviera otra
parte de su cuerpo sobre los asientos. Con su peculiar humor hizo una com-
Diciembre 2010, número 7
pleta narración de su vida y de como de joven, siendo abogado nunca pensó
ser periodista, así como nunca pensó escribir casi un millar de páginas sobre
la historia de su patria.
Sin embargo, convocó al público a disimular, sí a disimular el hecho de que
quien les habla no es un historiador, sino más bien alguien que de repente
descubrió la historia de su país y quiso compartirla con sus lectores de periódico, para luego reunirla en una compilación con numerosos relatos casi
increíbles pero siempre fidedignos.
Así, Catón reescribe la historia con una versión que llama ‘La otra historia
de México’, que lleva el sello particular de un abogado aficionado a la opera
y con una gran habilidad, asegura, de no saber y hacer creer a todos lo contrario.
Una versión que al reivindicar a Agustín de Iturbide, no vitupera a Miguel
Hidalgo, sin embargo reconoce que en las manos de Iturbide estuvo la emancipación y el nombre del país.
Con esto, Catón el periodista con armas de historiador narra «La otra historia de México», en la que los personajes son humanos y verdaderos modelos
a seguir para nuestra juventud, ejemplo de lo que puede dar la historia cuando
está cercana a la realidad, cuando invita a los lectores a reconocer hasta qué
punto se valora la realidad y que hacemos para encontrar nuestra identidad.
El maestro Fuente Aguirre está convencido de que la historia será un factor
de unión cuando se divulgue con la verdad, utiliza para ello ‘La otra historia
de México, Hidalgo e Iturbide, la gloria y el olvido’, recordando y narrando
pasajes ocultos y desconocidos del nacimiento de México como nación: la
Independencia.
Después de dar a la imprenta ‘La Otra Historia de México: Juárez y Maximiliano, La Roca y el Ensueño’, libro en el que, con el agudo ingenio que lo
caracteriza, nos presenta anécdotas, sucesos y cuestiones que jalonan la historia de la segunda intervención francesa, Catón acometió la tarea de relatar
hechos desconocidos o distorsionados por la historia oficial, de la Independencia de México en su libro «La Otra Historia de México. Hidalgo e Iturbide.
La Gloria y el Olvido».
Durante su exposición y con la amenidad que lo caracteriza, Fuentes Aguirre relató que gracias a una conferencia que dio a un único oyente que contrató sus servicios, tuvo su encuentro providencial con la historia nacional.
El empresario que escuchó su charla, le regaló un estuche con audio casetes de un «Curso de Historia de México», que alguna vez impartió el profesor
zacatecano Eugenio del Hoyo.
Dijo: «Yo no me había interesado por la historia de México, la estudié en la
primaria y la secundaria y aún en el bachillerato de la forma tediosa y aburrida como muchas veces se nos enseña la historia, una sucesión inacabable
de nombres, de fechas, de batallas, de planes, todo en forma inconexa, sin
interés. Por eso, nunca me interesé en estudiar la historia de mi país ni en
conocerla siquiera, pero en un largo viaje en automóvil en el que iba solo, manejando yo mismo, y para entretener el viaje y por curiosidad se me ocurrió
llevar el primer casete del curso y empecé a oír, y aquel relato del maestro del
Hoyo me deslumbró, me sorprendió, era un relato apasionado y apasionante
de la historia de México y visto desde un contexto diferente al que a mí me
habían enseñado en la escuela.
El escritor hizo gala de sus facultades histriónicas al narrar episodios de su
vida personal, que lo llevaron a redescubrir la verdad a través del conocimiento de la historia de México y asentó que las posiciones maniqueas para definir
a personajes como malos o buenos ha llevado a la nación a una profunda división, que le impide afrontar los retos actuales.
«A mí como a todos se me enseñó la versión oficial de la historia, que es una
versión mentirosa, llena de ocultaciones, de deformaciones, una historia que
Catón
105
Pharus academiæ
106
divide a los protagonistas en héroes y villanos, en buenos y malos, que aplica con injusticia absurda la etiqueta
de traidor a muchos. Ahora sé que en nuestra historia ha
habido muchos equivocados, pero ha habido muy pocos
que merecen realmente el nombre de traidor; pueden ser
contados con los dedos de una mano y sobran dedos. Hay
quienes se equivocaron pero su equivocación la más de
las veces fue fruto no sólo de su tiempo, sino de sus circunstancia».
La versión del maestro zacatecano mostraba la historia contada del lado de los vencidos, un relato no de
estatuas y efigies, sino que realzaba a «hombres de carne y hueso capaces de grandeza y capaces también de
mezquindad». Esa experiencia lo llevó a leer e investigar
distintos eventos de la historia nacional y tuvo la idea de
contar todo esto con el lenguaje «de un periodista que
aspira a llegar a lectores que, como yo, no se interesaban
en la historia».
Y si bien en un principio sus editores no se entusiasmaron con la idea de una columna diaria dedicada a «La
otra historia de México», por aquel axioma de que la gente no tiene interés en el tema, la aceptaron cuando «les
informé que no cobraría por ese trabajo. Y para sorpresa
de todos los involucrados, la columna fue un éxito instantáneo, debido a las anécdotas divertidas, trágicas, interesantes, humorísticas e incluso picarescas que incluía
en cada entrega».
«Las anécdotas las encontré en abundancia en la Hemeroteca Nacional, en el Archivo General de la Nación,
en diarios de gente que vivió en el tiempo en que los acontecimientos sucedieron y con eso armé mi gran relato,
que se publicó a lo largo de años y años empezando con
la noche del grito y terminando con la cristiada en el pasado siglo, que es el último gran conflicto armado que ha
dividido al pueblo mexicano».
Que se conozca la verdadera historia de México para
lograr la unidad nacional, es uno de los anhelos más caros de Armando Fuentes Aguirre, ‘Catón’.
El reto es desechar la mentira como objetivo de divisiones es lo que ha motivado al escritor a difundir de
manera periódica y fehaciente, los resultados de sus investigaciones en columnas y libros a lo largo de más de
cuatro décadas.
El libro ‘La otra historia de México, Hidalgo e Iturbide,
la gloria y el olvido’, presenta capítulos de la historia de
México poco conocidos. A lo largo de más de 800 páginas de hechos, profundamente investigados y que se basan siempre en fuentes fidedignas que llevaron a fuentes Aguirre a cuestionar versiones oficiales alrededor de
hechos históricos protagonizados por satanizados oficiales, como Maximiliano de Habsburgo y Don Porfirio
Díaz, a quienes reivindica como apasionados amantes
de nuestro país. México no necesita una historia llena de
mentiras, que nos divida y aleje de quienes lo han amado.
En ‘La otra historia de México, Hidalgo e Iturbide, la
gloria y el olvido’, asegura el autor, he procurado que la
historia sirva para unirnos y no para separarnos porque
la historia mentirosamente contada ha servido para dividirnos. Debemos de aprender a amar a México con la
historia de sus buenos y malos hijos, porque nuestra patria es noble y generosa y no necesita de mentiras para
ser amada».
El libro
‘La otra historia de México, Hidalgo e Iturbide, La gloria
y el olvido’, en cientos de relatos cortos a lo largo de 836
páginas, nos lleva de la mano por todo el proceso de 11
años de guerra y tres años de libertad que dan pábulo al
inicio del libertinaje.
Veamos un poco el inicio del prólogo del Libro:
«En México, el Estado y el gobierno han sido dueños de
muchas, muchas cosas: los ferrocarriles, la electricidad,
los bancos, el petróleo… Han tenido hoteles, líneas aéreas, periódicos que nadie leía -ni usaba–, centros nocturnos y fábricas de bicicletas. Así, no es de extrañar que
en nuestro país el Estado y el gobierno hayan sido también durante muchos años dueños de la historia.»
»La historia de México no pertenece a los mexicanos.
La historia que sabemos, la que en la escuela se nos enseñó, era historia oficial y burocrática, y estaba transida
por lo tanto de la misma falsedad y de la misma mentirosa actitud que informa –que deforma– muchos aspectos
de nuestra vida nacional. Suele decirse que la historia la
hacen los vencedores. En México la deshicieron, y por eso
muchas de sus páginas deben desecharse, pues fueron
escritas por historiadores que practicaban la historia por
dos razones solas: el día 15 y el día último.
»Historia maniquea es todavía la de México. Sus personajes han sido artificiosamente colocados en dos bandos distintos y claramente separados. En uno están los
héroes, absolutamente buenos, inmaculados, impolutos,
hechos de bronce o mármol y con la frase célebre siempre
a flor de labio «Si hubiera parque no estaría usted aquí» y
nadie se preguntaba por qué demonios no había parque
ahí.
»Del otro lado están los malos, los villanos; perversos
ellos, traidores todos.
»–Traidor es la palabra más usada por los historiadores paraestatales– malvado, condenados per saecula
saeculorum al basurero de la historia, que en el caso de
la nuestra, es mas basurero todavía. Buenos absolutamente buenos, y malos absolutamente malos, como en
las películas de vaqueros. Aquellos incapaces, de la menor maldad. Estos señalados por un fatal que les impide
el menor rasgo de bien. Don Vicente Guerrero es bueno,
como lo prueba el hecho de que creó la bandera mexicana
copiándola de la sandía. Iturbide es malo. Peor: pésimo.
Juárez es la absoluta perfección y si no hubiera muerto
todavía viviría. Maximiliano y Miramón son monstruos
abyectos y malvados. Porfirio Díaz es por antonomasia
Diciembre 2010, número 7
El Dictador, y sus glorias de soldado contra la Intervención se mencionan nomás de pasadita. Carranza y Zapata, lo mismo que Obregón y Villa son todos héroes de la
Revolución, sin que se diga de cuál de todas, y callando
púdicamente el hecho de que se mataron con bastante
asiduidad los unos a los otros y los otros a los unos».
Para «Catón» el gran héroe de la Independencia es Miguel Hidalgo y Costilla, pero en actuación está manchada
por las atrocidades que cometió la turba bajo su mando.
«Hidalgo no hizo absolutamente nada, ni siquiera sabemos con certeza si él quería la Independencia de México. El discurso más importante que se dijo en esta nación
fue el que pronunció Hidalgo en el atrio de la parroquia
de Dolores del 15 al 16 de septiembre, pero nadie recogió
sus palabras aunque sí hay testimonios de las palabras
pronunciadas por Cuauhtémoc, por Moctezuma y por
Cortés. No sabemos qué dijo don Miguel Hidalgo cuando
sonó la campana. En cambio sí sabemos que su grito de
batalla era ‘Viva Fernando vii’, que era el rey de España.
¿Podemos pensar que era una guerra de Independencia la que vitoreaba al rey de España? Difícilmente, a
menos que Hidalgo hubiera sido un gran demagogo, que
simuló lealtad al rey para ganar adeptos y después la Independencia, pero no lo podemos saber porque la lucha
de Hidalgo duró apenas unos meses.
A poco de empezada la rebelión, él mismo la arruina
con los terribles excesos, a las matanzas feroces donde
fueron asesinados cientos de mujeres, hombres, niños y
ancianos, exclusivamente por ser españoles. Asesinados
a manos de una turba feroz que no se detuvo ante nada,
que estrellaban contra la pared recién nacidos, que degollaban a mujeres, a ancianos.
Alguna vez en entrevista dijo Catón al reportero: «En
mi libro expongo datos que serían espantosamente inverosímiles si no estuvieran bien documentados, como
cuando Allende planeó asesinar a Hidalgo por permitir
aquellos los excesos de la turba, con lo que Hidalgo convertía un movimiento que Allende creía debería ser limpio, en defensa de la religión y de la paz, en un motín en
el que lo se mataba, se violaba. Y en Guadalajara Allende
preguntó a los canónigos de la Catedral si sería lícito asesinar a Hidalgo y los eclesiásticos le dijeron que no, no
era lícito asesinar a nadie, si él quería quitarse de encima
a Hidalgo tenía que someterlo a un proceso, pero Allende
sabía que si hacía eso la turba lo iba a matar a él. Entonces se resigna y decide hacerlo prisionero antes en Pabellón, Aguascalientes». De tal suerte que cuando Miguel
Hidalgo llega al Saltillo lo hace en calidad de prisionero
de Ignacio Allende.
«¿Esto quiere decir que Hidalgo es un mal personaje?
De ninguna manera, Hidalgo fue un hombre iluminado,
un hombre de cultura, un espíritu refinado que fue víctima de las circunstancias, de la luz pasó a la oscuridad
y luego nuevamente a la luz en el patíbulo. Su muerte es
una muerte ejemplar, incluso hermosa. Hidalgo horas
antes de morir escribe versos de agradecimiento para su
carcelero por las atenciones que había tenido para él y le
deja unos dulces debajo de la almohada de su cama, muere tranquilamente, serenamente, reconciliado con Dios y
con los hombres.»
Fuentes Aguirre destaca el papel que tuvo Agustín de
Iturbide en el nacimiento de México como nación, una
actuación eclipsada por su apego a los españoles y la consecuente reprobación de Estados Unidos, que justamente
en 1823, año de la defenestración del Emperador, veía salir
a la luz pública la Doctrina Monroe: «América para los
Americanos».
Por ejemplo dice Catón en uno de sus relatos:
Iturbide, hacedor de la Independencia
A mí me sorprende mucho que hasta los más fervientes
admiradores de Iturbide lo llamen ‘el consumador de
nuestra Independencia’. Y me asombra porque pasan inadvertido el hecho de que Iturbide no es el consumador
de nuestra Independencia, sino su hacedor, su único, verdadero autor. A Iturbide le debemos nuestra bandera, la
independencia, la libertad y (lo veremos después), los chiles en nogada. Si tuviéramos todo lo que se necesita para
echar por la borda viejos clisés, estereotipos mentirosos,
si de verdad nos apegáramos a la verdad, si hubiera una
sola historia de México y no varias, opuestas y contradictorias, Iturbide, y no Hidalgo, sería llamado ‘El Padre de
la Independencia Mexicana’.
Iturbide no fue ‘consumador’, si consumar significa
sumar algo a lo que otros hicieron de modo que su obra
se complemente y perfeccione. En ese sentido Iturbide
no es de ninguna manera el ‘consumador’ de la obra de
Hidalgo y Allende, de Morelos, de los Bravo y los Rayón,
de Victoria y Guerrero. ¿Cómo podría Iturbide haber sido
consumador de la obra de los antiguos insurgentes, si fue
uno de sus mayores enemigos y junto con Calleja, el que
con más acérrima saña los persiguió?
Lo que sucede es que se habla siempre de ‘la guerra de
Independencia’, y hubo varias, por lo menos dos. Quizá
forzando algo las cosas podrían hallarse ilación entre la
de Hidalgo y la de Morelos, pues después de todo, éste
comenzó a combatir por encargo y nombramiento de
aquél. Ya es un poco más difícil establecer vinculación
directa entre las acciones de Morelos y las de otros caudillos, digamos, por ejemplo Rayón. Y si se consideran las
guerras que por su lado libraban hombres como Victoria
y Guerrero, se encontrará que no sólo eran movimientos
aislados entre sí: a veces eran también distintos en sus
bases y últimos propósitos, y por eso con frecuencia los
insurgentes llegaron a combatirse unos a otros.
Con ninguno de ellos tuvo relación el movimiento de
Iturbide. El antiguo coronel realista, ciertamente, se atrajo a Guerrero, pero eso no significa que se haya sumado
a la original lucha de los insurgentes, con la que nunca
estuvo de acuerdo ni podía estarlo. Estableció alianza
107
Pharus academiæ
108
con Guerrero, sí, pero el que sacrificó posiciones fue don
Vicente, y aunque está prohibido en cosas de historia
hacer hipótesis no es arriesgado suponer que Iturbide se
hubiese salido con la suya aun sin contar con la ayuda,
más bien pasiva, de Guerrero.
Iturbide, así, es algo más que el consumador de nuestra Independencia. Es, ya lo dije, su hacedor. A él se la debemos. A tuertas o a derechas él hizo la independencia
mexicana, tal como podía y debía hacerse en su tiempo.
La mejor prueba de la validez de las ideas y los métodos
de Iturbide es que los hizo realidad. ¿Hidalgo, Padre de la
Independencia? Cabría discutirlo. La insurrección que él
encabezó abortó en unos cuantos meses, en gran parte
por las ineptitudes del propio Hidalgo y por las terribles
matanzas en que degeneró su movimiento, algunas de
las cuales, inútiles para los fines de la guerra, él mismo
permitió. Desde su muerte hasta 1821, las luchas de los
insurgentes por la independencia fueron fracasando un
tras otra, luego de efímeros relámpagos con engañosa
luz de efímera victoria, como los triunfos de Morelos o
de Mina.
Lo demás fue quebranto tras quebranto: muerte para
unos, como Morelos y Mina, Matamoros, Galeana, Torres; prisión para otros: Bravo y Rayón; indulto para muchos: Bustamante, Verduzco, Coss, Quintana Roo; la vida
a salto de mata para los que quedaron: Victoria, Guerrero. Perdóneseme la perogrullada, que se diría salida del
famoso filósofo de Güemes, pero si las cosas hubieran
seguido como estaban, las cosas hubieran seguido como
estaban. Quiero decir que los antiguos insurgentes no
habrían podido por sí mismos hacer la independencia.
Después de tantos años infructuosos estaban en absoluta desventaja, e Iturbide, realista, habría podido fácilmente dar cuenta de los últimos reductos de rebelión que
quedaban. Pero sucedió que Iturbide se hizo insurgente.
Y pudo hacer lo que Hidalgo, Allende, los Aldama, Jiménez, Morelos y todos los demás no pudieron hacer: la Independencia. Aquel 27 de septiembre de 1821 quedaron
rotos para siempre los vínculos de sometimiento que por
trescientos años casi justos habían unido a México con
España.
Ese mismo día, 27 de septiembre de 1821, Agustín Cosme Damián de Iturbide y Aramburu cumplía treinta y
ocho años de edad.
Es un plan maestro en el que Iturbide se puso de acuerdo con españoles y criollos, con mestizos y con indios, y
dio a México lo que probablemente sea el único momento en que todos los mexicanos han estado unidos. Ese
momento es el que dio Iturbide encabezó al entrar a la
ciudad de México con ejército trigarante; entonces todos
los mexicanos, todos los españoles peninsulares, todos
los criollos, todos los mestizos, todos los indios, y todas
las castas, se unieron en una gran celebración porque había nacido una patria nueva y había nacido sin repudiar
a su madre y sin luchar contra ella, por eso al referirnos a
España decimos henchidos de orgullo: «la Madre Patria.
Y ahí nace también la bandera mexicana de los tres colores, representando a las tres garantías, a los tres valores
que Iturbide quería conservar para el pueblo mexicano:
religión, unión e independencia.
Más adelante, relata las incidencias de lo que llama
«el parricidio», el fusilamiento de Don Agustín de Iturbide, aquí cerca, en el viejo Padilla de las Tamaulipas, hoy
hundido bajo las aguas protectoras o encubridoras de la
presa «Vicente Guerrero».
Por su interés, reproducimos algunos de los relatos
que componen esa tristísima historia:
La última voluntad
A lomos de su caballo, en el camino de Soto la Marina
hacia Padilla, Agustín de Iturbide, hacedor de la independencia de México y emperador primero de los mexicanos,
iba recordando los hechos de su vida.
Un oscuro presentimiento lo amagaba. No había tenido el recibimiento que sus amigos le habían dicho al
escribirle sus cartas a Inglaterra. Iba solo, sin más compañía que la de aquel hombre, Beneski, que ni siquiera era
un mexicano. Atrás, sola y sin ningún amparo protector,
quedaban doña María, su esposa encinta, y sus dos pequeños hijos. Adelante lo aguardaba su destino. ¿Sería
de gloria o de tragedia? ¿Tenía frente a sí el triunfo o el
desastre?
Recordó la última página de sus memorias, escritas en
el barco que lo llevaba al destierro, continuadas en Liorna, de donde fue expulsado por las oscuras maquinaciones de la Santa Alianza, terminadas en Inglaterra, único país que ofreció a Iturbide asilo y verdadera libertad.
Las líneas escritas por el caído emperador al final de sus
memorias son en verdad un testamento, un mensaje que
casi parece póstumo dirigido a sus compatriotas mexicanos:
‘...El amor de la Patria me condujo primero a Iguala; él mismo me obligó después á subir al trono, y después á bajar de
un puesto tan peligroso; y ahora que escribo estas líneas no
estoy arrepentido de haber renunciado al cetro y obrado
como obré. Abandoné mi país natal, cuya independencia
había yo asegurado, para pasar á una comarca lejana con
una numerosa familia, educada con delicadeza, á vivir
como extranjero y sin poseer otros recursos que los ya referidos, y con una pensión sobre cuyo pago no debe contar
mucho el que sabe lo que son las revoluciones, y en el estado
en que dejé a México.
‘El día señalado para mi salida de México, el pueblo quiso impedir mi viaje. Cuando el ejército que se había dado
no sé por qué razón el nombre de ejército libertador, hizo
su entrada en la capital, no se vieron ningunas de aquellas demostraciones que indican un recibimiento favorable.
Los oficiales superiores se vieron obligados á hacer tomar
posiciones a las tropas en diversos puntos, y tener cargada
Diciembre 2010, número 7
la artillería para defenderse en caso necesario. En el corto
número de pueblos por donde pasé, fui recibido con repique de campanas, y a pesar de la dureza con que la escolta
trataba a los que se me acercaban, me rodeaba la multitud
para verme y darme las pruebas más sinceras de amor y
respeto. Después de mi salida de México, el nuevo gobierno se vio obligado a recurrir a la fuerza para impedir que
el pueblo hiciese demostraciones honoríficas en mi favor; y
cuando el marqués de Vivanco, como general en jefe, arengó a las tropas que yo había dejado en Tacubaya, tuvo el
disgusto de oírles gritar: Viva Agustín I, y de ver el menosprecio con que le escuchaban. Todo esto, y otros incidentes
demuestran que no fue el voto general el que me obligó a
renunciar la autoridad suprema.
‘El mayor sacrificio que he hecho ha sido el de abandonar para siempre una patria tan amada, que encierra todavía en su seno un padre que adoro, cuya edad avanzada
no me permitió traerle conmigo; una hermana, en la que
nunca puedo pensar sin sentimiento de dolor; parientes y
amigos, compañeros de todas las edades en los días más felices de mi vida. ¡Mexicanos! Este escrito llegará a vuestras
manos; su objetivo principal es manifestaros que vuestro
mejor amigo no ha faltado jamás al amor y confianza que
le habéis prodigado. Mi reconocimiento se medirá por mi
existencia; cuando leáis á vuestros hijos la historia de nuestra patria común, decidles que juzguen con benevolencia al
jefe del ejército de las tres garantías. Si por acaso mis hijos
se encontrasen en circunstancias de necesitar de vuestra
protección, no olvidéis que su padre consagró la más bella
parte de su vida en trabajar por vuestro bienestar. Recibid
mis últimos avisos, y quiera la Providencia colmarnos de
sus beneficios’.
El prisionero
Eran las cuatro de la mañana del 16 de julio de 1824. Envuelto en su capote, usando como almohada la silla de su
caballo, Agustín de Iturbide dormía un sueño inquieto,
recostado en el suelo, al pie de un copudo árbol. Se encontraba a la orilla del camino que conducía de Soto la
Marina al pueblo de Padilla. A su lado, el coronel polaco
Carlos de Beneski dormía también.
La jornada había sido dura para los dos viajeros. Cabalgaron -a veces al paso, al trote a veces- desde las seis de la
tarde hasta bien entrada la noche. Cuando se oscureció
por completo la luz incierta de la luna y la fatiga venció a
los animales, acordaron dormir algunas horas y seguir el
viaje al amanecer. Estaban en la vecindad del rancho Los
Arroyos. Sin embargo, decidieron dormir a campo raso.
Seguramente pasarían menos incomodidades que en los
misérrimos jacales del ranchillo. Por otro lado, estaban
rendidos y no querían quitarle tiempo al descanso buscando habitación. Casi 30 kilómetros habían recorrido.
En medio de su sueño, Iturbide de pronto abrió los
ojos. Conservaba todavía su instinto militar en campaña
y ese instinto le avisaba que una presencia extraña los
amenazaba. Movió a Beneski para despertarlo y le dijo
que tenían gente cerca. Había oído sonar cascos de caballos, le dijo, y ruido de pasos como que se aproximaban.
Beneski se puso de pie y avanzó algunos pasos. Se topó
con tres soldados que le apuntaban con sus fusiles.
Según el relato oficial que hizo De la Garza, al ver a los
soldados Iturbide se embozó en el capote y sin levantarse
les dio la espalda para que no le vieran el rostro. Beneski
les preguntó quienes eran, y por qué motivo les apuntaban así. Uno de los soldados respondió que era gente de
la tropa que guarnecía Soto la Marina, y que su inmediato superior, el cabo Jorge Espino, les había dado orden de
alcanzarlos y llevarlos a la presencia de don Felipe de la
Garza. Beneski se resistió a regresar y comenzó a discutir
con los soldados. Por ningún motivo, les dijo, irían con
ellos como prisioneros, pues él ya había hablado con De
la Garza y tenía su autorización para hacer aquel viaje.
Los soldados vacilaron. Aprovechando la vacilación
Beneski les hizo una propuesta: escribiría una carta, uno
de los soldados la llevaría a De la Garza, y los otros dos
se quedarían con ellos hasta que el general decidiera lo
que había de hacerse. Los soldados conferenciaron brevemente entre sí, y aunque uno de ellos se negaba empecinadamente a hacer el trato que proponía Beneski, los
otros dos aceptaron la proposición.
Don Carlos escribió la carta, y el soldado que serviría
de correo emprendió al galope el camino de regreso. Comenzaban a despuntar por el oriente los primeros resplandores del amanecer.
El relato de De la Garza, lleno de vaguedad y confusiones, sigue. Dice el tamaulipeco que a eso de las diez de la
mañana llegó el soldado con la carta. De inmediato afirma en su narración el general, juntó a los soldados que
pudo reunir y con ellos y con dos oficiales se dirigió hacia
donde Iturbide se encontraba. A las cuatro y media de la
tarde llegó De la Garza al rancho de Los Arroyos.
Encontró a Iturbide en un jacal.
-¿Qué es esto?, -dice que le preguntó- ¿Qué anda usted
haciendo por aquí?
-Aquí me tiene usted, -habría contestado Iturbide-.
Vengo de Londres con mi mujer y dos hijos menores para
ofrecer de nuevo mis servicios a la Patria.
-¡Qué servicios!, -le replicó el general De la Garza-. ¡Si
está usted proscrito y fuera de la ley por el Soberano Congreso de México!
Afirma De la Garza que Iturbide replicó:
-No sé cuál sea la causa, más estoy resuelto a sufrir en
mi País la suerte que se me prepare.
Según el general tamaulipeco, seguidamente se volvió
hacia Beneski y le reprochó el engaño de que lo hiciera
objeto al asegurarle que Iturbide se había quedado en Inglaterra, y que el hombre que lo acompañaba era agente
inglés que trataría con el gobierno lo relativo a una colonización por irlandeses.
109
Pharus academiæ
-Soy, militar, -habría respondido el coronel-, y esas órdenes recibí.
Iturbide intervino al decir de De la Garza y reconoció
que él había dado esa orden ‘para tener el gusto de presentarse antes de ser visto’.
-Pues amigo, -dice De la Garza que dijo a Iturbide-, esa
orden le ha comprometido a usted.
-No puede remediarse, -respondió el infortunado prisionero-.
Y en efecto, nada podía remediarse ya.
Vísper as de muerte
110
Tensas eran las palabras que cruzaban Agustín de Iturbide y don Felipe de la Garza. Si nos atenemos al relato que
de ellas hizo el comandante militar de Tamaulipas, le
reprochó a Iturbide el hecho de haberse disfrazado para
entrar a territorio mexicano. Por el contrario, si hacemos
caso de la versión de Beneski. De la Garza no solo conoció
desde el principio la identidad de Iturbide, sino hasta lo
invitó a entrar en territorio nacional dándole el título de
emperador.
La conducta de don Felipe de la Garza en los siguientes días da sobrados motivos para pensar que mintió. Es
inexplicable que el Congreso no lo haya llamado después
a juicio, pues hizo tales cosas que arrojaron y siguen arrojando tremendas sombras de sospechas sobre él. Seguramente sólo el hecho de haber sido De la Garza el captor
de Iturbide y quien lo condujo al cadalso lo salvó de un
proceso. Tanto temían los diputados a Iturbide, tanto
alivio les causó la muerte, que nadie pensó siquiera en
investigar las causas que condujeron a su aprehensión y
a su fusilamiento.
Sigamos con el relato del tortuoso De la Garza. Pidió a
Iturbide que le entregara los papeles que llevaba, e Iturbide le hizo entrega de una proclama dirigida al pueblo
mexicano, la que había escrito unos días antes de desembarcar en Soto la Marina, y también de un pliego dirigido
al Congreso, aquel en que manifestaba su deseo de colaborar en el establecimiento de cualquier régimen político
que escogiera el pueblo mexicano.
Luego entabló plática Iturbide con los oficiales que acompañaban a De la Garza. Les dijo que había escogido entrar
a México por aquella parte, pues en esa región del País
era precisamente donde se le quería menos, y entrando
por ella había querido evitar que el grito de algún ‘zángano’ (esa palabra usó) comprometiera al mismo tiempo la
paz nacional y su quietud.
Lo interrumpió De la Garza para preguntarle que gente venía con él. Iturbide respondió: su mujer embarazada,
dos niños (los otros seis habían quedado en Londres), dos
capellanes, un sobrino que lo acompañó desde México,
dos impresores extranjeros, dos criadas y dos criados.
Esos eran sus acompañantes. Los demás que en el barco
venían eran el capitán y trece marineros. ¿Armas? Nin-
guna, aparte de las propias del barco: cuatro cañones y
su munición.
En ese momento alguien trajo chocolate a Iturbide,
que lo recibió con gusto:
-Es el primero, -comentó sonriendo-, que tomo desde
que salí de México.
De la Garza, terco, le insistió en que se había disfrazado.
-Yo no me disfracé, -le replicó Iturbide-. Estuve acostado por el mareo continuo de los viajes, y los pañuelos
con que me cubrí cara y cabeza fueron por los mosquitos.
De la Garza, al parecer todavía sin idea clara de lo que
debía hacer, ordenó ensillar.
Iturbide, que llevaba levita y pantalón negro de civil,
montó en su caballo. Don Felipe, al hacer su relato, menciona también la habilidad de jinete de Iturbide: ‘Tomó la
silla, ligero a pesar de ser muy mala, llevando muy bien el
caballo, que no lo era mejor.
Echaron a andar los jinetes, iban adelante unos oficiales. De la Garza e Iturbide juntos enseguida, y atrás
el resto de los soldados. El día era claro y la temperatura
bonancible. Iturbide, paseando su vista por el paisaje, comentó que siempre era amable la vista del suelo natal. De
la Garza; hosco, poseído por oscuros sentimientos que él
mismo no debe haber entendido en este difícil trance, se
encerró en un hosco silencio y se entregó a rumiar sus
cavilaciones y a dar vuelta en la cabeza a toda su confusa balumba de ideas. Nadie hablaba. Parecía aquella una
caravana fúnebre. Y ciertamente lo era.
Hasta ese momento no se había determinado nada
en cuanto a la suerte que correría Iturbide. Los soldados
ignoraban si iban custodiando a un prisionero o dando
escolta a un ciudadano distinguido. Sabían que Iturbide
había perdonado la vida una vez a De la Garza, y trataban
de adivinar que trato le daría éste. ¿Lo llevaba a entregar
a las autoridades?
Por el contrario, correspondiendo al gesto del emperador, ¿lo ayudaría a ponerse a salvo del inicuo decreto que
lo proscribía y condenaba a muerte? Los pensamientos
de los silenciosos jinetes fueron interrumpidos por la voz
de Iturbide. Se volvió hacia De la Garza, que cabalgaba a
su lado, y le preguntó:
-Dígame usted, general: ¿qué suerte me espera?
La sentencia
-¿Qué suerte me espera?
La súbita pregunta de Iturbide interrumpió el largo silencio de los que cabalgaban por aquel solitario camino
tamaulipeco.
El general Felipe de la Garza tardó unos instantes en
responder, y esos instantes les parecieron a todos largos
como siglos. Contestó al fin, con voz que apenas si fue escuchada por Iturbide y por los que estaban más cercanos:
-La muerte, conforme a la ley.
Diciembre 2010, número 7
Aquella respuesta no pareció sorprender al libertador.
-No la sentiré -dijo sin turbarse-, si llevo el consuelo de
que la nación se prepare a la defensa.
De la Garza le preguntó qué quería decir con eso, e
Iturbide con toda calma le comunicó lo que sabía: que en
Europa se urdían tramas para hacer que México volviera
a la dominación colonial; que la Santa Alianza apoyaría
a España en su intento de reconquista; que a él lo habían
buscado para que sirviera de instrumento a esas potencias, y que al negarse lo persiguieron enconadamente,
obligándolo a salir de Liorna en medio de grandes fatigas
y peligros.
No respondió nada el general De la Garza. De su comportamiento posterior puede deducirse que no sabía qué
hacer. Le pesaba inmensamente la responsabilidad que
había caído en sus manos al hacer prisionero a Iturbide.
Seguramente maldecía en su interior las circunstancias
que habían llevado al capitán del ‘Spring’ a echar el ancla en Soto la Marina en vez de hacerlo en cualquier otro
puerto que no perteneciera a su mandato. Permanecía
callado De la Garza. A las palabras de Iturbide no siguió
más que el acompasado sonar de los cascos de los caballos.
La oscuridad nocturna y la incomodidad del camino,
continúa relatando el general, cortaron toda conversación. Bien entrada la noche llegaron los jinetes a Soto la
Marina. Ahí Iturbide fue puesto junto con Beneski en un
cuartucho infame que servía de prisión para borrachos y
rijosos. Ordenó De la Garza que se sirviera de cenar a los
prisioneros, y se les aderezó una mala mesa derrengada.
El coronel polaco se quejó, y no quería sentarse: la mesa
no tenía mantel. Iturbide se sentó, sonriente, y dijo con
buen talante a Beneski:
-Nunca es malo lo que el tiempo ofrece.
Comió tranquilamente el autor de la independencia
nacional, conversando igual que si estuviera todavía en
su rico palacio de Moncada. Lo que más le gustó del magro condumio que se le sirvió fueron los frijoles, que elogió cumplidamente como si fueran manjar exquisito preparado por el mejor cocinero para la mesa del emperador.
Luego, dando las buenas noches a todos, se recostó en un
infame catre de campaña que los carceleros habían llevado al calabozo, y pronto se quedó dormido. Afuera quince soldados y un oficial custodiaban a los prisioneros.
Era la noche del viernes 16 de julio de 1824. Las horas
transcurrieron lentas. Luego llegaron las primeras luces
del amanecer. Iturbide saltó del lecho, pidió agua para
hacer sus abluciones y en seguida solicitó recado de escribir. Le trajeron papel, pluma y tintero, y en la misma
mesilla en la que había cenado se puso a escribir. Lo hizo
sin interrupción hasta las 10 de la mañana. A esa hora le
sirvieron el chocolate, que tomó con la misma tranquilidad con la que había cenado.
Entró un oficial en la celda y le comunicó con voz entrecortada, de parte del general don Felipe de la Garza,
que debía disponerse a morir: sería fusilado a la una de
la tarde. Iturbide se puso en pie sin dar muestra alguna
de inquietud.
-Ya consiguieron los españoles lo que querían -manifestó con un cierto dejo de tristeza en la voz-.
El oficial balbuceó algunas palabras repitiendo la orden de don Felipe de la Garza.
-Dígale usted que obedezco- replicó Iturbide, pero que
me haga la gracia de que venga mi capellán, que está a
bordo.
Iturbide, hombre de grandes desafueros y pasiones
tempestuosas, era al mismo tiempo creyente fervoroso,
y no quería morir sin los auxilios de la religión. El oficial
dijo que consultaría esa petición con sus superiores, y sin
añadir palabra salió del miserable cuarto.
Siguió escribiendo Iturbide. Preparaba un nuevo escrito para el Congreso en el que explicaba otra vez la razón
de su venida a México y manifestaba su esperanza de que
su muerte sirviera al bien de México. Estaba poniendo la
firma al pie del pliego cuando entró el oficial. Turbado,
bajando la vista, informó a Iturbide que el general De la
Garza había denegado su solicitud: no se llamaría al capellán. Moriría Iturbide sin ningún auxilio espiritual.
El fantasma
Se llama Presa ‘Vicente Guerrero’, pero sólo en la papelería burocrática se le dice así. La gente sigue llamando
‘Las Adjuntas’ a esa gran masa de agua en Tamaulipas.
En muchas formas he visto ‘Las Adjuntas’. Con amigos
muy cercanos a los afectos del corazón he pescado en sus
aguas, y otras veces he llevado a mis hijos a que aprendan
algo de la ciencia y el arte de vivir aprendiendo algo de
arte y de la ciencia de pescar. He visto amanecer y anochecer ahí, y he visto la irisada escama del pez y el vuelo
de la paloma de ala blanca, y he visto los dedos esqueléticos de los antiguos árboles cubiertos por las aguas, que
salen a la superficie como si quisieran sentir el soplo del
aire y el calor del sol.
Todo esto he visto en ‘Las Adjuntas’. Y sin embargo, en
medio de todo eso, siempre que voy a ese lugar veo un
fantasma nada más. Es el fantasma de Agustín de Iturbide, verdadero autor de nuestra independencia, único que
en los rigurosos términos de la verdad merece el nombre
de libertador de México.
Flota ese fantasma eternamente sobre el viejo pueblo
de Padilla, sepultado para siempre por las aguas de la
enorme presa, como si cubriendo el escenario del crimen
se hubiese querido borrar la memoria del hombre que ahí
murió.
Padilla, en Tamaulipas, fue fundado el 6 de enero, Día
de Reyes, de 1749 por don José de Escandón. Este señor es
el padre de la Nueva Santander, que ahora es Tamaulipas.
Don José nació en Soto la Marina, de Santander, en España, y por eso puso ese nombre al puerto mexicano.
Muy joven -tenía 15 años apenas- vino a la Nueva Espa-
111
Pharus academiæ
112
ña y se estableció en Querétaro. Tomó la carrera militar,
y se distinguió por su bravura en el combate contra los
indios bárbaros que asolaban la región del sur. Llegó así a
coronel de las milicias queretanas.
Ese cargo tenía en 1740 cuando recibió orden del virrey
Revillagigedo de ir al norte a someter a los indómitos
guerreros que con sus continuas embestidas impedían
la pacificación de vastas regiones pertenecientes a las
Provincias Internas de Oriente. Nueve años -de 1746 a
1755- necesitó don José de Escandón para librar a aquel
inmenso territorio de la amenaza de los indios salvajes.
‘La empresa -dice el diccionario del señor Porrúa- la
llevó a cabo gallardamente’. Trajo al norte familias tlaxcaltecas, igual que antes lo había hecho don Francisco
de Urdiñola para poner en paz tierras que son ahora de
Coahuila. En Tamaulipas fundó Escandón más de veinte
centros de población que encomendó al cuidado de familias de pioneros españoles y de aquellos laboriosos y
pacíficos tlaxcaltecas, y estableció cerca de 60 misiones,
casi todas de franciscanos, que iluminaron con la luz del
Evangelio y de su bondad la oscura calígine de barbarie
de aquellas tierras inexploradas. Fue la empresa de Escandón, según el propio diccionario de Porrúa, ‘una conquista modelo’. Don José de Escandón, que mereció por
sus servicios a la corona el título de primer conde de Sierra-Gorda, fundó, ya se dijo antes, el pueblo de Padilla. Le
puso ese nombre en honor de doña María de Padilla, esposa de aquel tan buen virrey que fue don Juan Francisco
de Güemes y Horcasitas, primer conde de Revillagigedo.
Otro pueblo hay en Tamaulipas que se llama Güemes,
en memoria de este buen gobernante novohispano. De
ahí es el famosísimo filósofo que a todos nos ha ilustrado
con sus verdades de Perogrullo, dichas con tono doctoral
de dómine: ‘Si dos perros persiguen a una liebre y el de
adelante no la alcanza, el de atrás menos’.
El día 5 de julio de 1824 el pueblo de Padilla fue declarado capital del Estado de las Tamaulipas. Cuatro días
después, el 9, se instaló el primer Congreso Constituyente del Estado, atendiendo las instrucciones derivadas del
establecimiento de la nueva república federal. Eran cosas
de política todas esas. Pero inclinaron la balanza del destino y trajeron por consecuencia la muerte del libertador.
El suplicio
Frente al pelotón de fusilamiento la voz de Agustín de
Iturbide, autor de la independencia Mexicana, sonó clara
y entera, tanto que don Felipe de la Garza diría después
que se pudo oír en toda la plaza.
-¡Mexicanos! En el acto mismo de mi muerte os encomiendo el amor a la Patria y la observancia de vuestra
santa religión: ella es quien os ha de conducir a la gloria. Muero por haber venido a ayudaros, y muero gustoso porque muero entre vosotros. Muero con honor, no
como traidor. No quedará a mis hijos y a su posteridad
esta mancha. No soy traidor, no. Guardad subordinación
y prestad obediencia a vuestros jefes: hacer lo que ellos os
mandan es cumplir con Dios. No digo esto lleno de vanidad, porque estoy muy distante de tenerla.
Pareció que iba a añadir algo Iturbide, pero se detuvo.
Inclinó luego la cabeza, y en voz más baja, en tono perfectamente audible, comenzó a rezar el Credo:
-Creo en Dios padre, todopoderoso, creador del cielo y
de la tierra; creo en Jesucristo. Su único hijo...
Terminó el rezo del Credo, y como recogiéndose sobre si
mismo rezó un acto de contrición:
-Yo pecador, me confieso a Dios...
Acabado que hubo la oración, el padre Gutiérrez de
Lara se acercó a él y le puso en los labios un Cristo que llevaba, que Iturbide besó devotamente. Después se puso de
frente al pelotón, e irguiéndose en alto la cabeza, esperó
la descarga con serenidad. La voz de mando de Gordiano
del Castillo fue un triple látigo que golpeó el silencio imponente de la tarde, cuando ya el crepúsculo ponía destellos de sangre y oscuridad en aquella sombría, sangrienta
escena de cadalso.
-¡Preparen!... ¡Apunten!... ¡Fuego!
La descarga cerrada estremeció a todos los que se habían reunido en la plaza de San Antonio de Padilla. Cuando se disipó el humo de los fusiles se vio caído en el suelo
a Iturbide. Había recibido un balazo en la cabeza, las demás en el pecho. Se movió su cuerpo con los espasmos de
la muerte y luego se aquietó.
Gordiano del Castillo se llegó a él y lo examinó brevemente. Agustín de Iturbide estaba muerto. La bala recibida en la cabeza hacía innecesario el tiro de gracia.
Un río de sangre comenzó a manar de las heridas y
formó un charco alrededor del caído cuerpo. La gente
se acercó en silencio a contemplar el cadáver de aquel
que había dado a México la libertad. Hombres y mujeres
lloraban, y algunos veían a Castillo y a sus hombres con
duro rencor en la mirada. El mismo don Felipe de la Garza, a quien en buena parte se debió la muerte de Iturbide,
escribiría después que ‘el sentimiento fue general manifestándolo los semblantes, y durante la noche’. Don Lucas
Alamán, que no profesaba estimación a Iturbide, y que
mucho se esforzó en justificar el crimen cometido en él,
tuvo que reconocer en su relato que el fusilamiento del
libertador se hizo ‘con sentimiento general de todos los
espectadores’.
Pasadas unas horas, cuando la noche había caído ya,
unos hombres vinieron a recoger el cuerpo, cuyas ropas
estaban ya tintas en su sangre, lo metieron en un tosco
ataúd y lo llevaron al sitio donde tenían lugar las sesiones
del Congreso.
Cosas extrañas se veían en Padilla por esos días: ese
lugar servía también para decir misa, pues la iglesia del
lugar estaba en ruinas, y ni siquiera tenía techo. El cadáver de Iturbide fue vestido con el sayal de San Francisco,
Diciembre 2010, número 7
y se le colocó sobre una mesa, alumbrado por la incierta
luz de cuatro cirios.
Toda la noche estuvo ahí. El pueblo espontáneamente
se hizo presente en el velorio, y ni un instante quedó solo
el cadáver. Se oía rumor de rezos y llantos contenidos.
Igual que muchas veces se ha visto a lo largo de la historia
mexicana, el pueblo lloraba la obra de sus gobernantes.
El rostro de Iturbide se veía sereno en la muerte. Yacía
el libertador como en un sueño, y no había quedado en
su expresión ningún rictus de agonía, de desesperación,
de odio o de dolor. Los héroes mexicanos se engrandecen
ante la muerte; se diría que saben morir mejor de lo que
supieron vivir. Hidalgo fue al suplicio con la clara serenidad de un Sócrates, y su muerte fue mucho más que la
muerte de un héroe: fue la muerte de un santo.
Morelos murió recordando los vergeles de su Valladolid, ‘el jardín de la Nueva España’. Maximiliano, (también
él es héroe mexicano) murió con la elegante dignidad de
un gentleman, que lo era, y muy cabal caballero. Iturbide
fue al suplicio con la dolorida resignación de aquel que luchó en vano por un ideal de unión y de verdadera libertad
que a lo mejor murió con él.
Compatriota, llór alo; pasajero, admír alo
Agustín de Iturbide fue a la tumba envuelto en un tosco
sayal. Ni siquiera hubo para él caja mortuoria: su cuerpo
se entregó a la tierra desnuda, y las paladas del sepulturero cayeron sobre él como si el suelo mexicano quisiera
abrazarlo estrechamente. La áspera estameña del humilde hábito de los franciscanos fue al mismo tiempo ataúd
y mortaja para aquel que había vestido el rico armiño del
manto de los emperadores.
En la arruinada iglesia de San Antonio de Padilla, que
ni techo tenía ya, en una fosa que se cavó de prisa, sin
monumento alguno que señalara el sitio en que reposaba
el libertador su sueño eterno, ahí quedó Iturbide olvidado
de todos. Había dado a los mexicanos independencia y
libertad, y ellos lo persiguieron, lo desterraron, lo proscribieron, lo llamaron traidor, lo fusilaron en un cadalso
deshonroso y por fin lo sepultaron y cubrieron de tierra
su cuerpo y de lodo su memoria.
El 19 de abril de 1837 se hizo cargo de la presidencia de la
República don Anastasio Bustamante. A las órdenes del
feroz Calleja había combatido a los primeros insurgentes.
Al proclamar Iturbide su Plan de Iguala, Bustamante se
unió fervorosamente a él y le ayudó a hacer la independencia. Fue funcionario civil y militar en su efímero imperio, y luego de su caída siguió fiel a los sentimientos de
lealtad que le unieron al emperador. Jamás abjuró de su
credo iturbidista. Las variables circunstancias de la política y la guerra lo encumbraron años después, y cuando
la república federal se hizo centralista Bustamante llegó
a la presidencia. Pues bien: una de sus primeras disposi-
ciones fue en el sentido de honrar la memoria de aquel
que nos dio la libertad. Entonces los restos de Iturbide
fueron sacados de la pobre tumba que en Padilla se les
había dado, y con mucha solemnidad y pompa fueron llevados a la ciudad de México, donde se depositaron en la
espléndida Catedral metropolitana. Ahí reposan aún, en
el altar de San Felipe de Jesús, protomártir y único santo
mexicano.
El nombre de Iturbide fue inscrito con letras de oro en
el recinto del Congreso nacional, y ahí estuvo por muchos
años el nombre de quien es el único y verdadero autor de
nuestra independencia. Como en México se hace lo que
los presidentes dicen, como todo mundo va a ‘la cargada’
para obsequiar hasta el mínimo deseo presidencial, tan
pronto don Anastasio Bustamante dijo que Iturbide era
un héroe todos recordaron súbitamente que en efecto lo
era, y se apresuraron a remediar la terrible injusticia causada por los nefastos presidentes anteriores. En la sede
de los congresos locales también se inscribió el nombre
de Iturbide con letras más o menos de oro. A muchas poblaciones se impuso el nombre del libertador, en todas
hubo calle con el nombre de Iturbide (en mi ciudad se llamó así la que ahora lleva el nombre de don Manuel Pérez
Treviño, uno de los fundadores de lo que actualmente es
el pri), y se colocaron por doquier bustos y estatuas de
Iturbide.
Al paso de los años siguió recibiendo, si no homenajes
de apoteosis, sí reconocimiento oficial a su obra de autor
de la independencia nacional. Pero luego empezaron a
soplar vientos, trombas, más bien, de acérrimo liberalismo, y a causa de que Iturbide había postulado la religión
-la católica, claro-, como una de las tres garantías, el
héroe comenzó a ya no ser tan héroe como antes. La fecha oficial para la celebración de nuestra independencia
no fue ya el 27 de septiembre, aniversario de la victoriosa entrada del ejército trigarante a la ciudad de México,
sino el 15 de septiembre, aniversario del grito dado por
Hidalgo. Finalmente, el 7 de octubre de 1921, cien años y
días después de que Iturbide rompió definitivamente el
lazo que nos ligaba a España, el nombre del libertador fue
arrancado de los muros de la Cámara.
Varios diputados hicieron traer coñac de una cercana
cantina para celebrar la patriótica medida, y brindaron,
dijo un cronista de la época, en torno de una charola con
copas mientras las letras iban cayendo una tras otra ‘con
una extraña sonoridad’. Era presidente de la República el
general Álvaro Obregón.
Se puede asesinar a los hombres y arrancar de los muros las letras de sus nombres. Nada, sin embargo, es suficiente para borrar el mérito la memoria de quien dio independencia a un pueblo. Y, niéguelo quien lo niegue, eso
fue lo que hizo Iturbide. Por eso yo siento una profunda
emoción cada vez que leo la expresiva inscripción latina
que está en el piso de la Catedral de México:
‘Agustín de Iturbide. Autor de la independencia mexica-
113
Pharus academiæ
na. Compatriota, llóralo; pasajero, admíralo. Este monumento guarda las cenizas de un héroe. Su alma descansa
en el seno de Dios.’
En Enemigos de sí mismos, Fuentes Aguirre, hace un
resumen apretado y exacto de lo que trajo a México la
guerra de independencia, la gloria para uno y el olvido
para el otro, pero más importante, la mitificación y el vilipendio que dan por resultado un país inacabado, una
nación sin objetivos claros que se construiría a lo largo de ya casi doscientos años, en medio de una guerra
inacabable que crece y se transforma, de guerra civil a
guerra internacional y que, como la marea, lleva y trae
cada cierto tiempo la gloria y el olvido para los próceres
de cada época.
Enemigos de sí mismos
114
Muchos y muy eficaces ayudantes tuvo Poinsett en su
intriga para encender el odio contra los españoles. De
hecho, la malquerencia contra los gachupines tenía ya
raíces entre los criollos mexicanos mucho tiempo antes
de que el labioso norteamericano llegara a nuestro suelo.
Pero pudieron triunfar los manejos de Poinsett gracias a
que los españoles tuvieron en México: los españoles mismos.
Cuando Iturbide hizo la independencia mexicana la
hizo con los españoles. El movimiento que nos dio nación
no veía en los peninsulares a los enemigos enconados
contra los cuales Hidalgo inició su movimiento. Recordemos la frase con que el señor cura de Dolores se lazó
a la lucha, y que es el verdadero Grito de Independencia:
-Señores -dijo a sus amigos mientras se ponía las medias y daba el último trago a su pocillo de chocolate-,
estamos perdidos. No hay más remedio que ir a coger gachupines.
Recordemos, también, cuál fue el grito de batalla de los
informes huestes de Hidalgo:
-¡Mueran los gachupines y abajo el mal gobierno!
Iturbide, en cambio, llamó a los españoles junto a sí, y
con ellos hizo la obra de la independencia. La primera de
las tres garantías en que fincó su plan fue precisamente
la de la unión de españoles y mexicanos, peninsulares y
criollos.
La espléndida coincidencia que logró entre ellos -tan
efímera desgraciadamente-, ha sido uno de los pocos
momentos de verdadera unidad que ha vivido este país.
Jamás, desgraciadamente, los mexicanos volvimos a estar tan unidos como lo estuvimos en aquel luminoso momento en que nacimos a la libertad. Incluso en nuestros
días se dice que México se halla dividido.
Pero España estaba ciega, porque en España reinaba
un necio rey. Por el Plan de Iguala, los mexicanos, victoriosos en la lucha por la independencia, ofrecieron el
gobierno de la nación a un español.
Era ése un magnífico gesto de buena voluntad: el hijo,
emancipado por su mayor edad, ofrecía sin embargo a su
madre el manejo de su casa. En el ofrecimiento de México
había nobleza y gratitud hacia España. Pero había también tino político. Existían todas las condiciones para
que naciera entre España y México un nuevo vínculo que
con el tiempo habría permitido una pacífica transición
hacia modos de gobierno y de vida política más nuevos.
Así sucedió, por ejemplo, entre Brasil y Portugal.
Pero el torpón de Fernando vii, que no sabía más que
besar las botas y cosas peores de los poderosos, danzar
pasos de rigodón y tejer con aguja de crochet, desdeñó
con obtusa soberbia el ofrecimiento de los mexicanos,
desautorizó a don Juan O’Donojú, declaró nulos de todo
derecho el Plan de Iguala y los Tratados de Córdoba y
lanzó muy necias amenazas de reconquista. Con eso dejó
librados a su propia suerte a los españoles que vivían en
México.
Iturbide, fracasada su generosa concepción de que un
príncipe de España -¡hasta en el propio Fernando vii se
llegó a pensar!-, viniera a gobernar este país, se vio constreñido a aceptar la voluntad popular. El pueblo mexicano, resentido con justa causa contra España, sintiéndose
objeto de menosprecio y humillado, llevó a Iturbide al
trono imperial.
Es falso que Iturbide se haya hecho emperador en
contra de la voluntad del pueblo. Muy pocas veces se ha
visto en nuestro país una aceptación tan unánime como
aquélla que tuvo Iturbide al ser coronado emperador. Ya
quisieran para sí esa aceptación algunos presidentes de
la República. Lo mismo entrantes que salientes.
Pero los españoles se habían dividido. Además de la
separación ya existente entre ricos y pobres, ilustrados
e ignorantes, surgieron otras diferencias, especialmente
las nacidas a raíz de la Constitución de 1812, que apartó
radicalmente a liberales de conservadores. Los liberales,
que a través de la masonería escocesa atacaron tan rudamente a Iturbide y junto con los republicanos mexicanos
acabaron por derrocarlo, se dieron cuenta demasiado
tarde de que al atentar contra Iturbide y su garantía de
Unión se habían suicidado.
La historia oficial retrata personajes de bronce y de
mármol, divididos en héroes y traidores, esa es la que no
se narra en las 836 páginas del libro ‘La otra historia de
México, Hidalgo e Iturbide, la gloria y el olvido’.
Y es que queda en claro algo: Armando Fuentes Aguirre
mejor conocido como Catón, en su compilación de relatos no cuenta una historia llena de mentiras, esa historia
que divide lo mexicano, entre liberales y conservadores,
entre jacobinos y clericales, entre buenos y malos mexicanos. El libro procura que la historia sirva para unir y no
para separar, porque la historia mal contada, solo sirve
para dividir.
Recientemente publicado, el libro «La Otra Historia de
México. La Espada y el Espíritu. Díaz y Madero», reafir-
Diciembre 2010, número 7
ma la tesis de que la historia nacional no sólo está llena
de olvidados, también de vituperados, execrados y condenados al basurero de la historia, que hace que los mexicanos no seamos «capaces de superar nuestras rencillas
históricas», por lo que ahora que celebramos el Bicentenario de la Independencia, los mexicanos deberíamos reconciliarnos con nuestra historia.
Afirma Catón: Nosotros seguimos divididos: hispanistas contra indigenistas, liberales contra conservadores,
revolucionarios contra reaccionarios. No hemos podido
superar eso y la historia en nuestro país ha servido para
dividirnos, no para unirnos, por eso en mi relato yo propongo una historia que sea un vínculo de unión y la única
forma de conseguir eso es contar la verdad, porque la verdad hace libres y la libertad une, no separa.
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Pharus academiæ
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y comunidad en general
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Pharus Academiæ
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Los autores aceptan desde el envío de sus trabajos, que los que sean aceptados quedarán a disposición del comité editorial de Pharus Academiæ para su
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Cartas al comité editorial de Pharus Academiæ
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