Reflexiones sobre la educación de Miguel Soler Roca Carlos Tünnermann B. Para el momento en que se inicie el análisis de la problemática general del Sistema Educativo de Nicaragua, pueden resultar muy útiles las lúcidas reflexiones del educador Miguel Soler Roca, ex Subdirector General Adjunto de la Unesco, gran amigo de Nicaragua desde hace muchos años. El profesor Soler Roca, en la década de los años ochenta, hizo varias misiones de la Unesco a nuestro país y brindó importantes asesorías, especialmente en los campos de la Educación Rural y de Adultos. Está considerado como uno de los más eminentes educadores que han pasado por la Unesco, donde siempre gozó de toda la confianza de los Directores Generales, dada su reconocida capacidad. Actualmente, ya jubilado, es el principal animador de la Casa Nicaragua de Barcelona y de la solidaridad con los programas de educación popular en nuestro país. Las once reflexiones que a continuación resumimos están expuestas en un folleto publicado por el profesor Soler Roca en el 2003, por las revistas “Quehacer Educativo” y “Surco”, de Montevideo, Uruguay, bajo el título: “Reflexiones Generales sobre la Educación y sus Tensiones”. En primer lugar, Soler Roca sostiene que la educación es un fenómeno que se da en sociedad y, por lo mismo, recibe todas las influencias del contexto social, pero puede ser un factor transformador de ese contexto, o simplemente adaptarse a él. Por otra parte, la educación es tarea de todos. A todos nos concierne. “Esto significa que conviene que todo cambio, toda reforma, resulten de un debate y, si es posible, de un ejercicio de búsqueda de consenso”. A este respecto, el Informe a la Unesco sobre la Educación para el siglo XXI, advierte: “Ninguna reforma de la educación ha tenido nunca éxito contra el profesorado o sin su concurso”. “La educación, afirma Soler Roca, es un derecho de todos y debe poder ser ejercido a lo largo de la vida”. No existe una edad exclusivamente dedicada al aprendizaje y otra en la que lo aprendido se aplique al trabajo y la vida personal. Todos seguimos aprendiendo y estos nuevos aprendizajes constituyen también un derecho. Particularmente importante, en tiempos de globalización, es la tesis de Soler Roca sobre la historicidad del hecho educativo: “Todo trabajo educativo es un trabajo situado. Debe atender las necesidades del desarrollo de seres concretos, miembros de un grupo humano determinado, en un lugar geográfico y ecológico sin igual, en un momento histórico preciso, en un ámbito político, social, cultural, lingüístico con características que le son propias”. La historicidad del hecho educativo no significa aislamiento, pero sí implica la defensa de la identidad nacional y de sus valores frente al peligro de una homogeneización cultural mundial promovida por los medios de comunicación transnacionales. Retomando el pensamiento de Paulo Freire, Soler Roca reconoce la politicidad del hecho educativo. “Del mismo modo, nos dice Soler Roca, que “cada pueblo ha de definir su proyecto político de sociedad, debe disponer también de su proyecto educativo, de una filosofía educativa, una política educativa. Y esta política educativa ha de guardar la necesaria coherencia con la política general. Todo gran cambio de orientación política determina ajustes más o menos profundos en la política educativa y en el servicio educativo”. En seguida, Soler Roca se refiere a la concepción sistémica de la educación: “La diversidad de situaciones no quiere decir que la educación pueda tener lugar en el desorden de principios y de gestión o en el vacío axiológico. Si se reconoce que la sociedad ha de tener, siempre respetando la pluralidad de opiniones, un proyecto político y una política educativa, es preciso que la educación sea organizada como un sistema nacional en cuya concepción y gestión todos puedan opinar y participar, pero del cual el responsable inexcusable ha de ser el Estado y sus diferentes administraciones”. Toda educación promueve valores. Las políticas educativas son establecidas conforme a los valores que predominan en la sociedad. El hecho de que la educación pública sea laica, por precepto constitucional, no significa que sea carente de valores. Al respecto dice Soler Roca: “Se puede ser laico y vivir conforme a valores surgidos de nuestra común condición de seres humanos y no necesariamente de la condición de adeptos a tal o cual confesión religiosa”. La educación laica puede y debe ser portadora de valores éticos y morales indispensables para su carácter formativo. Lo que hace de la educación algo más que una simple instrucción es, precisamente, el hecho de que está impregnada de valores. A la educación hay que asignarle, en todos sus niveles, los recursos necesarios, considerándola como una inversión prioritaria para la sociedad. Pero en América Latina, como promedio, solo se destina el 4,6% del P.I.B., porcentaje inferior al promedio mundial que es 4,8% del PIB. Desde 1979 existe compromiso, asumido por todos los gobiernos de América Latina, de asignarle a la educación por lo menos entre el 7 y el 8% del P.I.B, lo cual aún no se ha cumplido. Las últimas reflexiones de Soler Roca se refieren a los llamados “temas transversales” de los currículos, asociados a problemas hoy día ineludibles, como son los relacionados con los Derechos Humanos, la preservación de un medio ambiente saludable, la solución pacífica de los conflictos, de tolerancia, etc... Las lúcidas reflexiones del educador Soler Roca concluyen con la afirmación de que el alumno es el centro del proceso educativo, pero que el educador es también esencial: “El protagonista fundamental de todo proceso educativo es el educando. En definitiva, la medida del éxito de toda acción educativa la dan los cambios que ésta produce en la mente del alumno”. Pero, agrega, “sin ninguna duda, el segundo actor de la obra educativa es el educador, entendiendo este término en el sentido más amplio posible. Es, para mí, el factor de calidad más importante del proceso educativo”.