DOS COSAS BIEN DIFERENTES… 1. Cual será el papel de las

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DOS COSAS BIEN DIFERENTES…
1. Cual será el papel de las fuerzas armadas en el post conflicto?, o
2. Cual debe ser el papel de las fuerzas armadas en el post conflicto…?
Jorge Castellanos Pulido
Indepaz, Bucaramanga Diciembre 12 de 2014
En los dos casos la respuesta está condicionada por distintos factores y actores en el
escenario de disputas por el poder político y el proyecto de Estado que propugnan desde el
poder dominante y las fuerzas rebeldes reconocidas en las mesas de diálogo.
Independiente del marco normativo formal establecido para un Estado social y
democrático de derecho, existen en el caso de Colombia elementos estructurantes en la
política interna colombiana y las fuerzas militares que determina los comportamientos de
las fuerzas militares, como por ejemplo, la definición del enemigo en el campo militar, el
carácter de conflicto armado irregular, interno y difuso, las concepciones de seguridad
nacional, las funciones específicas en condiciones de conflicto armado, entre otras.
Vivimos en un país altamente militarizado y vigilado…miles de cámaras ocultas,
micrófonos, informantes, inteligencia tecnológica, chuzadas… sobre la sospecha de que
cualquier civil es un guerrillero en potencia o encubierto, un enemigo del estado…con esta
concepción las fuerzas armadas abandonaron el espíritu y esencia al servicio de una
sociedad civilista, para convertirse en estructura contrainsurgente en pie de guerra, con
autonomía y grandes recursos y privilegios que generan preguntas acerca de quién es
subordinado de quien…el poder civil es autoridad sobre los militares? O los militares sobre
el poder civil… y bajo qué circunstancias.
Varias generaciones de la sociedad colombiana organizada en partidos y movimientos
sociales, sindicatos, campesinos, asociaciones estudiantiles, docentes, indígenas, afros, etc,
hemos vivido en ese ambiente de tensiones y confrontaciones sociales, políticas,
económicas en las cuales es evidente un tratamiento militar a las movilizaciones sociales,
con señalamientos estigmatizantes de ser parte de una estrategia de los actores armados
insurgentes y como tal en medio de la represión a las protestas y propuestas por las
libertades y acciones populares por los derechos efectivos propios de una sociedad
democrática que predica la libertad, la igualdad, los derechos humanos, la responsabilidad
del estado,…y la participación ciudadana,
La formación militar está firmemente cohesionada como espíritu de cuerpo frente a una
supuesta campaña subversiva y como tal la institución militar se defiende colectivamente
de las denuncias por sus actuaciones individuales y colectivas señaladas y denunciadas
repetidamente en todo el territorio nacional por el abuso de la fuerza y las múltiples
violaciones de ddhh.
En el actual contexto de diálogos en la habana del alto gobierno con las FARC EP y otros
exploratorios con el ELN, para poner fin al conflicto armado, es apenas obvio que nos
preguntemos por cual va a ser el papel de las fuerzas militares en el caso de que felizmente
se llegue a un acuerdo y se de paso a una nueva realidad del ejercicio ciudadano de la
política sin la presencia de confrontaciones y actores armados, con seguridad y teniendo
en cuenta contando con un nuevo mapa político con nuevos actores que surjan de las
negociaciones de paz y la dejación de armas.
Pero al tema de lo que será el futuro de las Fuerzas Armadas se ha sumado un nuevo
elemento planteado por las Farc: “el pie de fuerza también debe ser reducido.”
Quienes más se deben estar haciendo esta pregunta son los mismos militares activos
y los poderes económicos que controlan el gobierno y las instituciones.
Como jefe de estado el Presidente Santos reiteró que el futuro de las Fuerzas Militares y
la Policía no es materia de discusión en los diálogos de paz que se llevan a cabo en La
Habana. "El tema de las Fuerzas Militares no se ha tocado, ni se va a tocar. El tema de
la organización de nuestras Fuerzas Armadas, de nuestra Policía, de ese futuro, no se
ha tocado, ni se va a tocar. Ese tema lo estamos discutiendo entre nosotros".
Sin embargo el presidente Santos ya ha manifestado de los posibles cambios al interior
de las fuerzas militares, de concretarse un acuerdo de paz con las Farc, de esta manera,
las Fuerzas Militares empezarían un proceso de transformación para convertirse en un
aparato armado diferente al que conoce hoy el país.
Diferentes medios de comunicación ya han dado cuenta de las conversaciones entre el
Presidente de la República, el Ministro de Defensa y comandantes de las distintas
fuerzas, que plantean para sus hombres escenarios como vigilancia a minería ilegal,
control del medio ambiente, ayuda en inundaciones, avalanchas, crecidas de ríos e
incendios forestales, y monitoreo de volcanes. Eso, claro, sin dejar de mirar ni un
momento el cumplimiento de su objetivo principal, que es derrotar a los grupos
subversivos.
Para expertos investigadores de la Universidad Nacional “Es claro que las fuerzas
armadas no pueden continuar con una política contra insurgentes y hay que comenzar
a pensar en un Ejército y Policía sin guerra. Su papel será vital para la pacificación del
país.” Sin embargo, una de las mayores preocupaciones de la Fuerza Pública y de la
Policía es la reducción de sus uniformados y de su presupuesto en un nuevo escenario
de posconflicto.
La experiencia internacional que han vivido otros países latinoamericanos que salen de
la guerra nos muestran “que el tamaño de las Fuerzas Armadas se reduce de manera
significativa, no es el caso de la Policía que debe enfrentar a las bandas criminales
emergentes y al seguimiento de factores de violencia propios de las dinámicas de
inclusión de los procesos de desarrollo” (Carlos Medina Gallego, integrante del Grupo
de Investigación en Seguridad y Defensa (GISDE), del Centro de Pensamiento y
Seguimiento al Proceso de Paz de la Universidad Nacional de Colombia)
Alejo Vargas, director del Centro de Pensamiento y de Seguimiento al Proceso de Paz y
profesor titular de la Facultad de Derecho, asegura que “es una fantasía para aquellos
que creen que al otro día de firmada la paz se van a reducir la fuerzas militares, y el
presupuesto se va a pasar para educación. En un escenario de 5 a 10 años no van haber
cambios sustanciales y posteriormente van a suceder procesos de reconversión por un
lado, seguramente disminución de fuerzas militares, y por el otro aumento de fuerzas de
policía y, muy probablemente, en términos globales disminución de porcentaje del
presupuesto de seguridad y defensa. Pero eso no es una tarea de corto plazo”.
Sin embargo es evidente que se prevén cambios en las estructuras orgánicas de las
fuerzas de policía y militares, empezando por la naturaleza de la policía nacional que
debe recuperar su esencia civil desde el ministerio del Interior para ocuparse de
labores de seguridad ciudadana, protección a comunidades contra el delito común,
…mientras las fuerzas militares deberán retomar la labor principal de defensa de la
soberanía nacional ante el cambio o desaparición del enemigo interno con la
disminución progresiva de la amenaza insurgente.
Surge una preocupación común desde distintas miradas y es que, incluso llegando a un
acuerdo de paz, persistirán dos amenazas para el país que deben ser atendidas con
cuidado y firmeza: el narcotráfico y los grupos de la guerrilla que van a seguir
delinquiendo en el posconflicto con perfil de bandas criminales.
Para María Victoria Llorente, directora ejecutiva de la Fundación Ideas para la Paz, la
reducción de las Fuerzas Militares es algo que hay que considerar, pero no en lo
inmediato ni mucho menos en función de una exigencia de las Farc.
“Si se logra firmar la paz con las Farc y logramos que dejen las armas, y hacemos lo
mismo con el ELN, pues sin duda el país va a tener que revisar todo el tema de
seguridad”, dice, y agrega que esa revisión pasa por analizar cómo va a ser el reparto
entre militares y policías. Ella piensa que, a diferencia de lo que pasaría con las Fuerzas
Militares, la Policía sí debería tener un incremento de personal porque se requiere para
brindar seguridad ciudadana.
Para el analista John Marulanda la reducción de las Fuerzas Militares no lo puede hacer el
Estado porque las Farc lo pidan. Prevé, eso sí, una reasignación de tareas a la Fuerza
Pública, por ejemplo, la de los ingenieros militares a obras públicas. Igualmente, las
tropas destacadas al cuidado de la infraestructura petrolera podrían dedicarse a otras
actividades, incrementando el esquema de seguridad fronteriza con Venezuela, Ecuador,
Perú, Brasil y Panamá”, dice.
En otras palabras, todo el potencial humano y tecnológico que está en manos de las
Fuerzas Militares se pondría más al servicio del desarrollo del país que a la
confrontación interna.
Para Carlos Eduardo Maldonado, Profesor Titular Facultad de Ciencia Política y
Gobierno, Universidad del Rosario, Se están produciendo serias transformaciones al
interior de las fuerzas armadas y de policía en Colombia. Estos cambios tendrán una
profunda incidencia sobre el Estado en general tanto como sobre la sociedad.
En su análisis allí confluyen tres factores: En primer término, el resultado favorable de
las negociaciones en La Habana, que señalan la formalización del inicio de la paz, y con
ello, el comienzo del postconflicto.
En segundo lugar, el trabajo cada vez creciente en torno a la importancia de la
investigación y el desarrollo (I&D) al interior de las fuerzas militares y de policía. Y
tercero, la transformación en curso dado el hecho de que cada vez más numerosos
oficiales de distinto grado adelantan estudios de Maestría y Doctorado, lo cual está
generando un proceso –incipiente aún- de transformación con respecto a las formas
tradicionales de mando, ascenso y reconocimiento, avistando desde ya al paso siguiente:
el tránsito a la sociedad del conocimiento.
La llegada del así llamado postconflicto significa un giro radical de la vocación
tradicional de las fuerzas militares y de policía, atávicamente dedicadas a la guerra, al
conflicto interno, al concepto de “enemigo”. Los acuerdos y el fin del conflicto
implicará por consiguiente un giro importante con respecto a la ciudadanía en general,
en el que el principal motivo puede no ser ya la sospecha y el recelo, la persecución por
sorpresa y la cacería de brujas, por ejemplo, sino la construcción de confianza, y situar
en el primer plano la protección de la vida y los derechos humanos.
Por su parte el brigadier general (ra) Jaime Ruiz Barrera* presidente de Acore, afirma
que Se equivocan quienes creen que en caso de un eventual postconflicto nuestras
Fuerzas Armadas deben ser restructuradas en cuanto a su pie de fuerza y en cuanto a
las funciones constitucionales que les compete en materia de soberanía nacional, tanto
en el frente interno como en el frente externo y en asuntos policivos de seguridad y paz
ciudadana.
Afirma que “el alto mando militar y policial, previendo este eventual postconflicto, ha
anunciado que en el momento actual ya existen distintos planes …Para cumplir con
este propósito, el esfuerzo principal estará a cargo de unidades de ingenieros militares
y otras especializadas en acción cívica militar y policial.”
No nos preocupa el postconflicto. Nos preocupa sí, que fuerzas oscuras conformadas
por grupos políticos de extrema izquierda radical que han venido actuando exitosamente
en contra de la institucionalidad y de los pilares básicos de nuestra democracia, resulten
en esta etapa fortalecidas y se consoliden abiertamente como amenaza permanente
contra el país, y particularmente contra el estamento armado de la República.
Afirma que existe una guerra política contra las fuerzas militares, por la acción
sistemática y persistente de diferentes ONGs que habitualmente se identifican como
supuestas defensoras de derechos humanos, y por otras de carácter eminentemente
político, comprometidas directamente con corrientes neocomunistas y con movimientos
socialistas o progresistas de reciente aparición,...Por lo que concluye que no deben
realizarse cambios en las estructuras de la institución militar.
Mauricio Uribe López, Profesor universitario considera que durante mucho tiempo,
a los militares se les entregó el manejo de lo que se solía llamar “el orden público”. El
país renunció a que las cuestiones de la defensa y la seguridad formaran parte del debate
nacional. El papel de los militares como administradores del conflicto no sólo debilitó el
control civil sobre sus funciones sino que terminó convirtiéndolos –por cuenta de su
aislamiento en una especie de gremio.
Desafortunadamente, ese tipo de liderazgo convirtió a las políticas de seguridad en una
fuente adicional de inseguridad sobre todo para los movimientos sociales que defienden
la paz y los derechos humanos, comunidades campesinas más pobres y organizaciones
de oposición, como quedó en evidencia con el dantesco episodio de los mal llamados
“falsos positivos”.
La perspectiva de un postconflicto debería conllevar un debate sobre la reforma
estructural del conjunto de las Fuerzas Armadas. Tras los acuerdos de paz en
Centroamérica, las Fuerzas Militares nicaragüenses pasaron de 100 mil a 15 mil
hombres, el número de soldados activos en El Salvador pasó de poco más de 63 mil en
1991 a 31 mil en 1993, y a 15 mil en 2003. En Guatemala, el ejército se redujo primero
de 60 mil a 31 mil hombres y luego, a 16.500 en 2005. En los tres casos también se
disminuyó significativamente el presupuesto destinado a la defensa.
En un análisis más realista se necesitarán muchos más y mejores policías y unas Fuerzas
Militares con un tamaño menor para un país que ojalá, ya no esté en guerra. Los
militares deben permitir por un lado, ajustar el tamaño y los recursos de la fuerza
pública a las necesidades del postconflicto y, por el otro, garantizar que los soldados y
oficiales que han prestado sus servicios durante la guerra, tengan opciones productivas y
alternativas dignas para servirle a un país en paz.
La opinión de Jorge Mario Eastman ex viceministro de Defensa y del Interior se centra
en afirmar que la reducción del pie de fuerza no debe ser la clave de la transformación
de la Fuerza Pública, sino un cambio en los roles y misiones de las Fuerzas Militares y
la Policía y cómo vamos a financiarlo.
El posconflicto va a ser largo y difícil y va requerir una presencia militar muy
importante para garantizar la no repetición de nuevas formas de guerrillas o paras, y
para llevar el estado a esa Colombia excluida, desde ingenieros militares para hacer
carreteras que no van a hacer los empresarios…, hasta buques hospitales donde no
llegan ni van a llegar las EPS.
Las Fuerzas Militares posconflicto serán más profesionales, y tendrán un rol misional
fundamental en la construcción del país marginado. No tendremos Gaulas militares ni
soldados saludando en las carreteras, ni Policías con escuadrones móviles de
carabineros o haciendo inteligencia afuera del país.
Por su parte, Andres Julian Rendón ex secretario de gobierno de Antioquia considera
que el gasto en Defensa y Seguridad sólo podrá reducirse después de dos décadas de no
encontrar desafío alguno por parte de Grupos Armados Ilegales (GAI). Además
visualiza una transformación de las Fuerzas Armadas en 2 sentidos: 1) Para las Fuerzas
Militares (FFMM); y 2) Para la Policía Nacional (PN):
1. Incrementar el personal de las FFMM a 300.000 unidades profesionales permanentes:
Llevar el Ejército a 230.000 efectivos; sostener la FAC en 15.000; y llevar a la Armada
a 55.000 integrantes.
• En la actualidad, las FFMM de Colombia cuentan con cerca de 266 mil hombres y
mujeres.
• El desafío del control territorial se mantendrá aún después de un eventual proceso de
paz.
• Colombia tiene un poco más de 7.000 km de frontera terrestre y cerca de 3.000 km de
frontera marítima (1.600 km Caribe; 1.300 km Pacífico) en las que hace poca presencia.
• Es vastas regiones de la Nación se requiere la Consolidación del Estado en toda su
magnitud: seguridad, justicia, infraestructura, desarrollo económico. Los Ingenieros del
Ejército Nacional mucho pueden ayudar en las tareas de infraestructura.
• La Armada Nacional no tiene el pie de fuerza necesario (hoy sólo cuenta con cerca de
33.000 efectivos) para controlar los ríos (Vgr: en el Cauca y el Nechí sólo hace
presencia las Bacrim) ni los mares del país.
• La FAC (hoy alrededor de 14.000 unidades) ha sido determinante para neutralizar
cabecillas de las Farc y lo podrá seguir siendo en el futuro cuando a las FFMM se les
permita atacar a cualquier GAI (Bacrim, por ejemplo).
• Las FFMM pueden desempeñar un papel importante en la prevención y atención de
emergencias.
2. Pasar la Policía Nacional a depender del Ministerio del Interior; llevarla a todos los
Corregimientos del país; y preservar siempre el indicador de 1 Policía por cada 250
habitantes (aumentar sus efectivos para llevarla a 200.000 unidades permanentes).
• La Policía Nacional (PN) cuenta con menos de 170.000 unidades (1 Policía / 289
habitantes).
• Para que la PN alcance el estándar internacional de 1 Policía / 250 habitantes es
necesario llegar rápidamente a las 190.000 unidades.
• La PN sufre un déficit de unidades investigativas importante, lo cual afecta la
capacidad de disuasión del sistema penal oral acusatorio, donde la investigación
criminal es clave para la consecución de pruebas.
• Es necesario que las unidades investigativas y de inteligencia, las cuales requieren de
la mejor tecnología, siempre sean del orden del 10% del pie de fuerza total. El resto de
unidades deberá dedicarse a la vigilancia y a generalizar el “Plan Cuadrantes”.
• Pasar la PN al Ministerio del Interior implica darle más autonomía presupuestal y
recuperar su civilidad.
A MANERA DE CONCLUSIONES: La seguridad y el futuro de las Fuerzas Militares
y de Policía deben ser asuntos de toda la sociedad. Las políticas que definan estos
aspectos cruciales para la vida de la sociedad deben ser abordadas como cualquier otra
política pública, con un enfoque basado en derechos y por lo tanto sometidos a los
criterios de transparencia y participación. Desde luego la urgente depuración de las
fuerzas militares y de policía son una medida pertinente que no requiere de los acuerdos
de la habana sino de la responsabilidad del mismo estado para garantizar la confianza y
credibilidad en la fuerza pública militar y de policía.
De esta manera el país y sus diversas expresiones sociales partidistas, académicas,
comunitarias, regionales, tienen que entrar en un debate público abierto acerca de
estos temas trascendentales y fundantes de una nueva realidad de construcción social
de paz.
Lo primero que hay que señalar sobre el tema de la terminación de la guerra, es que un
eventual acuerdo de paz con las Farc, no significa el inicio de una etapa de
postconflicto. En Colombia ya hemos tenido varios acuerdos de paz y todos ellos han
sido parciales en el sentido de que no han involucrado a la totalidad de los actores
armados. A pesar de la innegable importancia y necesidad de un acuerdo con las Farc,
éste sería también un acuerdo parcial. Para poder empezar a hablar de postconflicto es
indispensable, al menos, firmar también la paz con el ELN y el EPL.
Es claro que la firma de acuerdos para poner fin al conflicto armado interno no es la
paz deseada en sí misma, pues hay consenso de que es apenas un elemento central
para dar inicio a la construcción de la paz, en la cual la ciudadanía debe ser el
principal protagonista sobre las reformas, los cambios y los alcances de nuevas
instituciones y políticas públicas que garanticen remover las causas del conflicto y
establecer una agenda con un plan de paz de mediano y largo plazo que empiece a
reconocer a las regiones y territorios que más han sufrido el conflicto.
En conclusión, aún en "pos conflicto", Colombia necesita incrementar el número de
hombres en las Fuerzas Armadas para consolidar definitivamente la seguridad, amén de
modificar sus roles. De otro lado, es preciso sostener por varias décadas el gasto en
Defensa y Seguridad, afianzando la inversión en capital humano, en tecnología, en
movilidad y en infraestructura
Además la construcción de paz desde los territorios debe garantizar capacidad para
disolver los grupos de justicia privada y paramilitares que continúan actuando
impunemente, que atienda y resuelva las demandas de justicia social de los millones
de excluidos, a las reformas políticas y económicas que intervenga y sobre la
concentración de la tierra y el poder en pocas manos, que brinde sin temores una
participación democrática con garantías. Un proceso político democratizador de largo
aliento que brinde esperanza a las próximas generaciones de vivir dignamente en un
país sin guerra y sin violencias. Empecemos la discusión…
Cátedra de Paz – UIS – diciembre 12 de 2014.
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