un acontecimiento político

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Abel Rodriguez: un acontecimiento político
Van a completarse cuatro años desde que se inició el injusto proceso penal contra Abel
Rodriguez, por la estafa de que fuera víctima en la compra de un lote donde se
construyó uno de los 39 mega colegios que su administración le dejó como legado
pedagógico a la ciudad de Bogotá.
Es mucho tiempo para que tan fragante arbitrariedad no se haya resuelto. Mucho
tiempo de incertidumbre para Abel y su familia y mucho tiempo para que algún sector
de la prensa amiga de la oposición política retardataria, deje una huella de duda sobre
la transparencia de su gestión.
Como colaborador de Abel en la primera parte de su primer período (Subsecretario
Académico 2004-2006) y cómo compañero de viejas lides pedagógicas (en el
Movimiento Pedagógico que él lideró en los años 80 y en la Expedición Pedagógica
Nacional de finales de los 90), puedo decir, no solamente que es una persona
absolutamente transparente, honesta y éticamente impecable, sino que es un
intelectual y político íntegramente comprometido con la causa de la educación,
entendida como un derecho fundamental, y con la causa de los maestros, asumidos
como profesionales capaces, idóneos y responsables.
Pero ¿por qué este juicio tan extraño?, ¿porque se le ha sometido a él y a su causa a
esta larga, engorrosa y fastidiosa investigación?
Lo que se está poniendo en cuestión y lo que se está amenazando con esta
investigación penal, y con las sanciones fiscal y administrativa que se le han aplicado,
es un proyecto político de largo aliento que está ganando cada vez más legitimidad en
el país. Las sanciones y la investigación parecen estar castigando la puesta en
operación de una obra de infraestructura educativa y pedagógica que se puso en
marcha desde la administración pública y comprometió casi un billón de pesos; esto
sin contar el presupuesto invertido en todos los otros programas de su plan sectorial
de educación (para el primer cuatrenio más de 6 billones). Un esfuerzo de esta
naturaleza hecho desde el Estado, desde la administración pública, no había sido
nunca tan ambicioso. Lo que lo hace singular es su nivel de coherencia, la claridad de
su ideario, lo novedoso de su apuesta y la osadía política.
Este proyecto se puso en marcha justo en un momento en el que ganaba más y más
legitimidad la revolución educativa de Alvaro Uribe Vélez, quien estaba empeñado, y lo
estaba logrando, en imponer un modelo de prestación del servicio educativo por
concesión, similar al que se había inventado con la Ley 110 en salud. Esto estaba
suponiendo una progresiva delegación del servicio a los particulares y una
deslegitimación de la capacidad del Estado para administrar directamente la
educación, con idoneidad y alta calidad. Aunque este proyecto se circunscribió al
Distrito Capital, resultaba estratégico y, repito, muy osado, pues había sido el lugar
donde el modelo de la revolución uribista se había experimentado con éxito. Los ojos
de toda la clase política, de los empresarios, de los tecnócratas y de todo el sector
educativo, se posaron sobre este proyecto con inusitado interés, en algunos casos, con
elevada suspicacia y con preocupación en la mayoría. Esto significó un seguimiento
asfixiante a cada una de sus acciones, una vigilancia y una marcación cuerpo a cuerpo,
usando una metáfora futbolística. Esto no podría ser considerado objeto de crítica en
una democracia abierta como la que quisiéramos para Colombia. Lo que resultó
problemático fue la manera como se urdieron toda clase de estrategias para debilitar
el proyecto y evitar que fuera exitoso.
Lograr que desde la gestión pública se ejecutara ese monto tan alto de recursos, que
se lograran poner en funcionamiento casi cuatro decenas de colegios arquitectónica y
pedagógicamente magníficos, funcionando con maestros oficiales altamente
comprometidos; lograr llevar comida caliente a comedores escolares que antes no
existían; movilizar diariamente miles de niños en transporte escolar pagado por el
Distrito; llevar la escuela a la ciudad y la ciudad a la escuela a través de cientos de
actividades científicas, deportivas, artísticas, técnicas y académicas; fortalecer las
bibliotecas escolares, los laboratorios y los centros de informática con proyectos
pedagógicos y didácticos alternativos, y lograr todo esto con el beneplácito y el
entusiasmo decidido de mas de 30 mil maestros, todo esto hablaba de un
acontecimiento realmente peligroso; un acontecimiento social, por su impacto en el
mejoramiento de la calidad de vida (con cifras que ya estaban siendo divulgadas de
manera contundente) y por el entusiasmo de miles y miles de familias; un
acontecimiento político, por lo que significaba como antecedente en las políticas
públicas al desmentir las tesis neoliberales sobre la necesidad de dejarle la labor a los
particulares, un acontecimiento pedagógico, porque estaba haciendo que la escuela se
convirtiera en un espacio capaz de responder a los modos de ser del conocimiento de
estos tiempos y a las expectativas y necesidades de los niños y jóvenes; y finalmente
un acontecimiento histórico, porque como nunca antes en el país se estaba
materializando el Derecho a la educación garantizando la oferta, eliminando las
barreras de acceso, adaptándola a las particularidades y la diversidad de la población
y ganando aceptabilidad con los espacios democráticos que se abrieron en el colegio,
en las comunidades educativas y en las localidades.
Cómo le cuestan a este país los idearios democráticos, cuantas vidas han costado.
Un proyecto como el que Abel encarna desafortunadamente está siendo cuestionado y
amenazado por un juicio penal que se suma a los muchos atentados que han abortado
los idearios progresistas en la historia del país. La causa de Abel es una causa política
y todos quienes estamos aún convencidos que este país se merece un democracia y
una sociedad más justa, estamos implicados, por lo tanto estamos comprometidos con
su defensa.
¿Puede ser una utopía pensar que más temprano que tarde un acontecimiento
histórico haga volver a Abel y a su proyecto, nuestro proyecto, a ganar la legitimidad y
el reconocimiento social que ya podemos presentir en la largas marchas estudiantiles
del año 2011?
Alejandro Alvarez Gallego
Septiembre 23 de 2012
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