Historiadores versus merodeadores

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ÁMBITO FARMACÉUTICO
Historia de la farmacia
Historiadores
versus merodeadores
¿Sobrevivirán los historiadores?
La historia de la farmacia surge en
el siglo XIX como respuesta a los cambios
profesionales que supuso la
industrialización. Era entonces poco
más que un conjunto de semblanzas
profesionales. Un siglo después es una
disciplina desarrollada por los historiadores
de la ciencia y de la farmacia, amenizada
con las aportaciones espontáneas
de los aficionados y coleccionistas.
ace algunos años publiqué un artículo sobre el previsible desarrollo de la historia de
la farmacia, a la vista de su envejecimiento
conceptual y metodológico. Desde entonces, la situación ha empeorado y se ha agrandado el
abismo entre los historiadores y los merodeadores aficionados a la historia. Citaba entonces a Huzinga: «No
pocas veces el historiador se lanza a buscar la materia
sin un buen planteamiento previo del problema que le
preocupa. Y así descubre materiales que a nadie interesan. Los almacenes de la ciencia están abarrotados de
materiales críticos elaborados que esperan años y años la
mano que los construya. Se editan fuentes que no son
tales fuentes, sino simples charcos (...) cuando la pregunta no es clara, jamás se obtiene como respuesta un
verdadero conocimiento. A la vaguedad de la pregunta
corresponde siempre la vaguedad de la respuesta». Citaba también a Laín, para quien la historia de la medicina
tiene tendencia a convertirse en una disciplina orquídea, exquisita pero inútil, aquejada de un triple mal,
que se detecta igualmente en la historia de la farmacia:
el diletantismo irresponsable, el gremialismo y la actividad de los profesionales jubilados.
H
Albarelo catalán azul del siglo XV.
JUAN ESTEVA DE SAGRERA
CATEDRÁTICO DE HISTORIA DE LA FARMACIA. FACULTAD DE FARMACIA. UNIVERSIDAD DE BARCELONA.
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VOL 23 NÚM 9 OCTUBRE 2004
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Qué se pregunta a los documentos
Las cosas, lejos de mejorar, han empeorado, y abundan
más que nunca los estudios basados en documentaciones incompletas y sin importancia, los inventarios inacabables, las relaciones de utensilios, medicamentos y
enfermedades, sin que de todo ello se obtenga información alguna de valor. Es una historia trasnochada,
que da a luz un determinado documento sin preguntarle nada, que informa de un tiempo demasiado corto,
carente de significación, que testimonia de un incidente trivial de la profesión, que reproduce un inventario,
una visita de boticas, un contrato ante notario, un examen, un cuaderno de notas, un epistolario, una nómina, una lista de asistentes a una reunión colegial o las
anotaciones en un recetario. Para que la historia exista
es necesario que la documentación estudiada sea fiable,
significativa y completa. Y, sobre todo, que se esté dispuesto a interrogarla.
Contenidos y obstáculos
Los contenidos a desarrollar por la historia de la farmacia son las relaciones del medicamento con su entorno: las modificaciones sociales producidas por los
medicamentos y la influencia de varios factores en el
uso de los fármacos: el pensamiento científico, la
concepción de la enfermedad y de su tratamiento, la
tecnología, el desarrollo económico y comercial, el
azar, la política, la religión y la ética. Se trata de saber qué fármacos se emplearon en cada época y por
qué, de aclarar la razón de que se emplease esa farmacia y no otra, y estudiar las técnicas de preparación, conservación y dispensación de los medicamentos. También hay que valorar la eficacia de los
fármacos en la época en que fueron utilizados y ahora, así como la opinión que la sociedad ha tenido de
los medicamentos y de sus profesionales.
Los historiadores de la farmacia desarrollan estos
temas en condiciones difíciles: los farmacéuticos suelen preferir la historia corporativa a la científica, y la
historia de la farmacia, como disciplina universitaria,
está vinculada a un área de conocimiento que incluye
farmacia clínica, biofarmacia, farmacoterapia, tecnología industrial, legislación, deontología, planificación y gestión. En minoría absoluta, está integrada
en departamentos que contemplan la historia como
una rareza o una disciplina irrelevante. En los tribunales y comisiones se mezclan historiadores con farmacéuticos clínicos y tecnólogos, y son determinantes los intereses de grupo. Por si el panorama no fuera lo suficientemente oscuro, se añade la labor de
zapa realizada por los merodeadores, los historiadores
aficionados y ocasionales, ubicados algunos de ellos
en los departamentos universitarios, donde su actividad suele ser letal.
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Albarelo palermitano del siglo XVII.
Los archivistas son algo más dañinos que los
coleccionistas, porque sus admiradores, que
son legión, les consideran expertísimos
investigadores y sagaces historiadores
Frascos de vidrio franceses del siglo XVIII.
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Historia de la farmacia
Trivialidad, coleccionismo,
emotividad
Farmacia Au Mortier d’Argent, ubicada en la parisina
calle Saint-Denis.
Los males que aquejan a la historia de la farmacia
son muchos. En primer lugar, el coleccionismo, fruto de laboriosas recopilaciones: albarelos, morteros y
libros antiguos, sellos, monedas y carteles. Este tipo
de merodeador no es especialmente dañino si no se
confunde a sí mismo, y tampoco nadie lo confunde,
con un historiador. Los coleccionistas suelen agruparse bajo la denominación de amigos de la historia
o alguna otra denominación semejante, muchas veces en ámbitos locales que refuerzan sus lazos y les
facilita el intercambio de datos sobre sus respectivas
colecciones.
La segunda plaga es el archivismo, que permite a los
aficionados aportar datos triviales sobre el pasado de sus
municipios: boticarios del pasado, farmacias antiguas,
anécdotas corporativas. Este tipo de merodeador prolifera en las ciudades de pequeño y mediano tamaño y
genera una abundante literatura al amparo de instituciones oficiales y crediticias. Son algo más dañinos que
los coleccionistas, porque sus admiradores, que son legión, les consideran expertísimos investigadores y sagaces historiadores.
Uno de los merodeadores y saboteadores
más dañino es aquel que se proclama
seguidor y discípulo de un supuesto maestro
y se propone seguir sus pasos
Cuerno de rinoceronte de 68 cm.
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El tercer depredador de la historia de la farmacia es
el documentalista incontinente, que reproduce prolijos
documentos sin elaboración alguna, sobre reuniones
de farmacéuticos, actos colegiales, asambleas, inventarios, actividades científicas inconexas, recetarios y noticias de prensa. Es un depredador de altura, trabajador
infatigable carente de método, que merodea por los
archivos, a los que en ocasiones despuebla de los documentos originales, para dar a luz voluminosos estudios con anexos interminables.
Otro merodeador es el aficionado despistado, una figura entrañable, apenas perjudicial, que ofrece colaboraciones espontáneas, fruto de observaciones bienintencionadas y casuales.
A continuación están los sentimentales, los historiadores emotivos, guiados por el amor a la profesión y
dedicados a glosar a los antepasados ilustres. Los lectores suelen muchas veces preferirlos a los historiadores
serios, que les parecen aburridos y pedantes. Uno de
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Otro merodeador es el aficionado
despistado, una figura entrañable, apenas
perjudicial, que ofrece colaboraciones
espontáneas, fruto de observaciones
bienintencionadas y casuales
los merodeadores y saboteadores más dañino es aquel
que se proclama seguidor y discípulo de un supuesto
maestro y se propone seguir sus pasos. Se cumple aquí
una ley inexorable: el entusiasmo está en relación inversamente proporcional con la valía real del maestro,
al que se cita continuamente para justificar los trabajos
realizados. Este merodeador se considera muchas veces
un humilde continuador de la obra del maestro y afirma que éste le encargó proseguir sus trabajos, por lo
que está convencido de que sus aportaciones, si bien
modestas, no debieran ser criticadas. Lógicamente, en
ocasiones el maestro no dijo nada ni encargó cosa alguna, pero sus discípulos enaltecen su figura, incluso si
se trata de un incompetente y un déspota. Los maestros ridículos tienen centenares de ridículos seguidores, que veneran al maestro y son especialmente dañinos cuando proliferan en exceso. Si su número es reducido forman parte de la sal y la pimienta de las
disciplinas históricas, en especial de las sectorizadas y
locales.
Una curiosa composición con motivos farmacéuticos:
cinco morteros en bronce del siglo XVII y una iguana.
Otro saboteador es el amante de las generalizaciones. La complejidad de los hechos estudiados se sustituye
por una serie de estereotipos
que lo explican todo y nada al
mismo tiempo. Su contribución sólo es dañina en cuanto
sus generalizaciones impiden
discernir aquello que realmente sucedió, que es sustituido
por una generalización. Ésta
puede ser incluso útil, pero su
efecto nocivo consiste en que
aplicada de forma mecánica y
sistemática distorsiona los hechos y su comprensión. Como
todos los grandes errores, éste
tiene aspectos muy prácticos y
permite realizar una exposición didáctica, coherente y divulgativa de la historia, materia de difícil transmisión sin el
empleo de las generalizaciones. Es un vicio tan extendido
Juegos de pesas originarios de Nuremberg (s. XVIII).
que llega a confundirse con el
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Historia de la farmacia
¿Existe el futuro?
Los merodeadores e intrusos asolan
sistemáticamente todas las disciplinas
históricas y es fácil reconocerlos e
identificarlos en la historia de la farmacia,
que sazonan con la exaltación profesional, la
nostalgia del pasado, el coleccionismo
compulsivo y nostálgico, una cierta
tendencia a la desmesura y al entusiasmo
que se deriva de la evocación romántica de
unos tiempos que se supone mejores. No
faltan tampoco quienes subliman en la
historia todas sus carencias. El falseamiento
histórico interviene en apoyo de la
evocación nostálgica y aporta pruebas que,
convenientemente manipuladas, parecen dar
la razón a las tesis de los merodeadores, si
bien la lectura objetiva de los textos
desmorona sus imprudentes fantasías.
Así se cocina la historia de la farmacia, con la
variopinta contribución de los numerosos y activos merodeadores y saboteadores, que rebasan
en número, actividad y reconocimiento al re-
¿Sobrevivirán los docentes,
divulgadores e investigadores y podrán
ser considerados historiadores, o la
disciplina caerá definitivamente en
manos de los aficionados?
oficio del historiador, que tiende a ordenar en exceso
una documentación unas veces demasiado escasa y
otras excesiva y caótica.
Otro intruso es el observador de nimiedades, que a
él se le antojan trascendentes: las reimpresiones, los
errores tipográficos, los índices de los libros y sus modificaciones en las diferentes ediciones, las dedicatorias
y prólogos, las anotaciones en los márgenes de los textos, las inscripciones en los morteros, la heráldica farmacéutica, los asistentes a las reuniones, los cambios
de sede de las instituciones, el personal auxiliar, las fotografías, los trajes, cualquier vestigio de los tiempos
pasados. Su detallismo le convierte en un ayudante de
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La Triada Hermética o Elogio de la Vía Húmeda,
alegoría alquímica del siglo XVII.
ducido número de historiadores, que sobreviven en departamentos universitarios ajenos
cuando no hostiles a la historia. ¿Sobrevivirá la
historia de la farmacia como disciplina histórica? ¿Sobrevivirán los docentes, divulgadores e
investigadores y podrán ser considerados historiadores, o la disciplina caerá definitivamente
en manos de los aficionados? Sinceramente, no
lo sé, nadie lo sabe. Cuanto puede decirse es
que de momento, y de forma más bien milagrosa, los historiadores de la farmacia todavía
resisten. ■
los historiadores, si bien él abriga la sospecha de que el
verdadero historiador es él, por la exactitud y minuciosidad de los datos que aporta a unos profesionales que
en su opinión se benefician desconsideradamente de
sus detalladas investigaciones.
Bibliografía
1. Esteva J. El envejecimiento conceptual y metodológico de la Historia
de la Farmacia. Bol Soc Esp Hist Farm 1987;38:27-32.
2. Huizinga J. El concepto de historia y otros ensayos. Madrid: Alianza
Editorial, 2001.
3. Esteva J. Op. cit. p. 31.
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