La Negación - Sigmund Freud 1925 La manera como nuestros pacientes producen sus ideas, durante el trabajo analítico, nos da la ocasión a algunas interesantes observaciones. “Ud., ahora pensará que quiero decir algo ofensivo, pero yo realmente no tengo esa intención”. Comprendemos, esto es el rechazo precisamente de una idea emergente por medio de la proyección. O: “Ud. pregunta quien puede ser esa persona del sueño, la madre no es”. Nosotros corregimos: por consiguiente es la madre. Nos tomamos la libertad, junto a la interpretación, de retirar la negación y volver a tomar el puro y limpio contenido de las ideas. Eso es, como si el paciente hubiera dicho: “Para mi en verdad se me ocurre la madre en esa persona, pero no tengo ganas de dejar pasar esa idea “. En ocasiones se puede solicitar una aclaración sobre lo inconciente reprimido cómodamente facilitado de esta manera. Preguntamos: “¿Que entiende Ud. por lo más inverosímil de todo, en aquella situación? “. “Piense Ud., ¿Que puede situar en aquel entonces como algo extraño y ajeno?”. Cae el paciente en la trampa y nombra eso en lo que menos puede creer, entonces ha confesado casi siempre lo correcto. Un bonito contraejemplo de esta tentativa, surge a menudo en el neurótico obsesivo, quien está ya conducido en la comprensión de sus síntomas. “He tenido una nueva representación obsesiva”. “Se me ha ocurrido al instante con este fin, ella podría tener determinada significación” “Pero no, eso no puede ser cierto, porque no puede a mi habérseme ocurrido.” Lo que él rechaza de la fundamentación oída de la cura, es naturalmente el sentido correcto de la nueva representación obsesiva. Una representación o contenido de pensamientos reprimidos pueden pues, penetrar en la conciencia bajo la condición de dejarse negar. La negación es la manera, de tomar conocimiento de lo reprimido, a decir verdad ya un levantamiento (Aufhebung) de la represión, pero ninguna liberal aceptación de lo reprimido. Se ve, como aquí se separan la función intelectual del proceso afectivo. Con la ayuda de la negación, se anula solo una consecuencia del proceso de la represión, la de que ese contenido de representación no llegue a la conciencia. Esto resulta una forma de aceptación intelectual de lo reprimido, con la persistencia de lo esencial de la represión. (1*) En el curso del trabajo analítico, creamos a menudo otra variante muy importante y bastante extraña, de la misma situación. Logramos también vencer la negación e imponer la total aceptación intelectual de lo reprimido, - el proceso represivo mismo no esta con ello todavía levantado. (Aufgehoben). Puesto que la tarea de la función intelectual del juicio es afirmar o negar contenidos del pensamiento, nos guía a una saliente observación de la procedencia psicológica de esa función. Negar algo en el juicio, es decir en el fondo: “eso es algo que yo preferiría reprimir”. La condena es la sustitución intelectual de la represión, su NO, un signo distintivo de la misma, un certificado de origen, algo así como el “made in Germany”. Por medio del símbolo de la negación se libera el pensar de las limitaciones de la represión y enriquece su contenido, de los cuales para su rendimiento no podrá ya prescindir. La función del juicio tiene esencialmente dos decisiones que tomar: ella debe a una cosa negarle o no, una propiedad y ella debe a una representación admitir o impugnar su existencia en la realidad. La propiedad sobre la que se debe decidir pudo haber sido primitivamente buena o mala, útil o dañina. En el lenguaje apretado de los mayores impulsos orales –trieb: eso quiero comer o quiero eso escupir, y en una transferencia mas amplia: eso quiero en mi introducir y eso fuera de mi expulsar. Por lo tanto: eso debe en mí o fuera de mi estar. El primitivo Yo –placer quiere, como en otro lugar he concluido, todo lo bueno a sí introducir, todo lo malo de si arrojar. Lo malo, lo que es al yo desconocido y lo que se encuentra afuera, le es a él finalmente idéntico. La otra decisión de la función del juicio, sobre la real existencia de una cosa representada, es un interés del definitivo Yo-real, que se desarrolla desde los comienzos del Yo-placer. (Prueba de realidad). Ahora ya no se trata más, de si algo percibido (una cosa) en el Yo debe ser incluido o no, sino si algo presente como representación en el Yo, también en la percepción (realidad) pueda ser vuelto a encontrar. Esto es, por lo visto, de nuevo una pregunta del afuera y del adentro. Lo no-real, solo representado, subjetivo, es sólo interior, lo otro, real, esta presente también en el afuera. En este desarrollo es la consideración al principio del placer lo que se ha dejado a un lado. La experiencia ha enseñado, que no es solamente importante, si una cosa (objeto de satisfacción) tenga el buen atributo y merezca por lo tanto la acogida en el Yo, sino también, si eso en el mundo exterior está y entonces uno, según su necesidad pueda apoderarse de ella. Alrededor del progreso a comprender, debe uno recordar, que todas las representaciones proceden de percepciones, son repeticiones de la misma. Así es que primitivamente la existencia de la representación es una garantía para la realidad de lo representado. La oposición entre lo subjetivo y lo objetivo no se sostiene desde los inicios. Al colocarse de este modo, que el pensar posea la capacidad de que algo alguna vez percibido por medio de su reproducción en la representación, se actualice de nuevo, mientras que el objeto en el exterior nunca más exista para ser tomado. La primera y última finalidad de la prueba de realidad no es por lo tanto, el encontrar una representación correspondiente al objeto en la percepción real, sino reencontrarlo, convencerse de que todavía existe. Una ulterior contribución a la separación entre lo objetivo y subjetivo promueve a otra diferente capacidad en la actividad del pensar. La reproducción de las percepciones en la representación no son siempre leales repeticiones, ellas pueden omitir modificaciones, estar alteradas por fundir elementos diferentes. La prueba de realidad tiene luego que controlar que amplitud abarcaron esas desfiguraciones. Reconocemos como condición para la instalación de la prueba de realidad que el objeto se ha perdido, del que se ha tenido la primera real capacidad de satisfacción. El juzgar es la acción intelectual, sobre la cual la opción motora decide poner fin al aplazamiento debido al pensamiento y del pensar al acto conduce. También sobre al aplazamiento he tratado en otro lugar. El es como una prueba a considerar, un tanteo motor con insignificantes descargas. Reflexionemos: ¿donde tuvo el yo un semejante tanteo antes, en que lugar empleo la técnica que el ahora aplica a los procesos del pensamiento? Eso sucedió en el extremo sensorial del aparato anímico, mediante la percepción de los sentidos. Según nuestra suposición, la percepción no es un proceso puramente pasivo sino que el yo envía periódicamente pequeñas cantidades de ocupación al sistema perceptivo, por medio de las cuales prueba las excitaciones del exterior, para volver a arrastrar de nuevo semejantes tanteos de avance. El estudio del juicio nos abre quizá por primera vez el examen en el origen de una función intelectual por el juego de las primarias triebe. El juzgar ha tenido lugar como oportuno desarrollo posterior del primitivo principio del placer, la inclusión en el Yo o la expulsión fuera del Yo. Su polaridad parece corresponder a las dos conocidas por nosotros grupos de trieb. La afirmación como sustituto de la unión pertenece al Eros, y la negación – sucesora de la expulsión – al trieb de destrucción. La generalizada negación del placer, el negativismo de algunos psicóticos es a comprender probablemente como señal de la mezcla de trieb por la retirada de componentes libidinosos. El resultado de la función del juicio haría posible solo de esta manera, con la creación del símbolo de la negación del pensar, un primer grado de independencia del efecto de la represión por consiguiente también ha permitido el forzamiento del principio del placer. Concuerda muy bien, esta concepción de la negación, con que uno no descubre en el análisis ningún NO del inconciente, y que el reconocimiento de lo inconciente por parte del yo se exprese en una fórmula negativa. No hay mayor prueba del éxito del descubrimiento del inconciente, como cuando el analizado responde con la oración: No pensé eso, o: Yo no había (nunca) pensado eso. (*1) Ese mismo proceso esta en el fondo del conocido proceso del “nombrar”: “Que lindo, hace mucho tiempo que no tengo mis migrañas” Este es entonces el primer aviso del ataque, el acercarse a lo que ya se siente, pero en el cual no se quiere creer. Traducción: Cecilia Solari.