El buscador de tesoros artísticos y naturales halla en Tarragona el mejor botín, con joyas como la antigua ciudad de Tarraco, el monasterio de Poblet o encantadoras calas. Que Tarragona sea conocida como Costa Daurada no es simple casualidad. El reflejo del sol sobre la arena de sus playas les da una suave tonalidad dorada, que le han valido a las diez comarcas de la provincia catalana esta distinción. La Costa Daurada tiene 81 km de litoral, con más de 60 playas. Con el resplandeciente mar Mediterráneo como telón de fondo, la oferta playera abarca desde grandes arenales hasta encantadoras calas como Cala Jovera, Cala de les Sirenes o Cala de la Roca Plana. Pero la Costa Daurada también es historia, arte, monumentos, deportes, enoturismo, oleoturismo, turismo gastronómico y familiar, tradición, naturaleza... Ciudad de Tarragona El estilo que define a la ciudad de Tarragona está íntimamente ligado a su historia. La villa, capital durante mucho tiempo de la Hispania Citerior romana, esconde infinidad de restos monumentales de aquella época, que le valieron la declaración en el año 2000 de Ciudad Patrimonio de la Humanidad por parte de la Unesco. En total, trece monumentos son los que configuran el conjunto romano de la antigua ciudad de Tarraco que han merecido tan insigne reconocimiento: el Pretorio, la Torre de los Escipiones, el Teatro Romano, el Anfiteatro, el Arco de Barà, el Acueducto de las Ferreres, las Murallas, el Circo, la Necrópolis Paleo-Cristiana, el Museo, el Fórum Municipal y las Villas Romanas dels Munts en Altafulla y Centcelles en Constantí. Las murallas son una de las construcciones más espectaculares de aquella época que aún permanece en pie. Se trata del único resto conservado del periodo republicano romano y el más antiguo de toda la Península Ibérica. Su extensión llegó a ser de 4,5 km, de la que hoy se conserva algo menos de la cuarta parte. En lo que respecta al anfiteatro, éste tiene forma elíptica, con 109,5 m de longitud y 86,5 m de anchura, y se caracteriza por ser un tipo de edificio muy escaso en nuestro país. El pretorio, antigua sede administrativa, palacio real, cuartel militar, presidio y ahora museo, se comunica con el circo mediante túneles abovedados. Este último también tiene en su haber el ser una de las mejores construcciones de este tipo que permanece en la península. Roma y su estética regresan cada año a Tarragona con la celebración de Tarraco Viva, un festival de reconstrucción y divulgación histórica creado en 1999, que recrea cada temporada la vida en la ciudad hace dos mil años. Actos de diversa índole se celebran en infinidad de escenarios, animando al turista a viajar al pasado recordando a Roma y su cultura. Aunque la mejor forma de acercarse al proceso de romanización de la Península Ibérica es visitando el Museo Arqueológico de Tarragona, con un material que demuestra la importancia histórica y monumental de Tarraco. En la parte más elevada de la ciudad está la catedral. El edificio, cuyas obras empezaron en 1171, no fue consagrado hasta 116 años después. En 1348 la peste impidió acabarla, como queda patente al observar la fachada. El templo fue iniciado en estilo románico, pero se finalizó en clave gótica. Románicos los laterales, el estilo gótico está presente en el cuerpo central con un gran rosetón del mismo estilo de fino calado. La catedral presenta planta basilical de tres naves, crucero y ábside. Sobre el crucero está el cimborrio original, y las vidrieras también son las propias del siglo XVI. A partir del siglo XIII se edificaron las capillas de las naves laterales, en estilo algunas de ellas plateresco y barroco, lo que da un matiz añadido al atractivo que tiene esta mezcla de estilos. En El Serrallo, el encantador y típico barrio de pescadores, abundan los restaurantes que sirven pescado y marisco de la tierra, fresco y recién capturado. También se pueden adquirir productos frescos de temporada en los mercados de la ciudad, como el Central, situado próximo al paseo principal de Tarragona, la Rambla Nova, la arteria comercial por excelencia. Reus A tan sólo 14 km de la ciudad de Tarragona se levanta Reus, capital de la comarca del Baix Camp y una de las urbes culturalmente más destacables de toda Cataluña. Su atractivo se reparte entre el ingente número de construcciones modernistas y el resto de notables edificaciones levantadas siglos atrás. Fundada por los romanos, Reus fue arrasada y posteriormente repoblada en tiempos de los árabes. El despegue económico de lo que es hoy una activa e industrializada urbe tuvo lugar a finales del siglo XVIII, momento en el que la exportación de tejidos y aguardientes por el puerto de Salou sentó las bases de la riqueza local. Prueba de ello es que Reus llegó a tener consulado en 12 países europeos. Pese a que en la actualidad su importancia mercantil ha disminuido, la ciudad continúa destacando, y no sólo desde un aspecto exclusivamente económico. Reus ha visto nacer a personajes de la talla del general Joan Prim, cuyo monumento se eleva en la plaza que lleva su mismo nombre; al genial arquitecto Antonio Gaudí, al pintor retratista Mariano Fortuny y al filósofo Gabriel Ferrater. Desde una perspectiva urbanística, Reus tiene un escueto núcleo histórico al que se suman varios ensanches. De todos ellos los más interesantes son los que se construyeron en los siglos XVIII y XIX. Del pasado medieval de la villa queda constancia en los restos, algunas bóvedas, del antiguo castillo de Reus, el del Cambrer, el único vestigio en pie de aquella época. Pero, al margen del legado modernista, el conjunto arquitectónico más importante de la ciudad lo constituye el conocido como Prioral Campanar i Peixateries Velles. Se trata de la Iglesia Prioral de Sant Pere, levantada en el siglo XVI mediante una sola y esbelta nave con capillas laterales, además de una portada renacentista y un campanario gótico tardío. Las Peixateries Valles se adosaron al conjunto en 1852. En la plaza del Mercadal, el centro de la ciudad antigua, se despega un interesante conjunto de callejuelas con peculiares y llamativas casas como es el caso de la Casa Espuni, de estilo renacentista, o la Abadía, edificio del siglo XVII. Es, concretamente, entre la plaza del Mercadal y la de Sant Pere en donde aparece el Carrer Major, al que se asoma una institución muy singular en la ciudad: la Sociedad Cultural Centre de Lectura, fundada en 1859. Se trata de una rica biblioteca que está instalada en un edificio remodelado en las primeras décadas del siglo XX siguiendo un patrón renacentista. Entre sus dependencias cuenta, además de con la biblioteca, con el Teatro Bartrina y algunas salas de exposición. La plaza Prim es uno de los rincones más dinámicos y activos de la ciudad. En torno a ella se alzan edificios singulares como es el caso del Teatro Fortuny. Fuera de lo que está considerado el núcleo urbanístico, también merece la pena visitar el Palacio Bofarull, de 1760, con una llamativa fachada churrigueresca y actual sede del conservatorio de música, además de otros singulares edificios como la Casa Marc y el palacete de Cal Boule. La grandiosidad de este último está fuera de toda duda al contemplar el esplendoroso jardín que rodea a la gran mansión. Ambas edificaciones son loables ejemplos de la buena arquitectura de la villa. Reus modernista La constatación de que el despegue económico de una ciudad tiene repercusiones inmediatas en su desarrollo cultural y, por tanto, arquitectónico es evidente en Reus. El activo pulso económico que vivió la urbe durante el XIX se detecta en la acumulación de edificios modernistas, que son las auténticas joyas de la ciudad. Es el caso de la casa Navàs, levantada en 1901 por el arquitecto Lluís Domènech i Montaner, en la plaza del Mercadal. Tiene un aire auténtico de palacio gótico veneciano. Esta impresión la producen el balcón esquinero, el porche de la planta baja y la fachada, con esculturas de Gaudí, primo de Domènech. Su interior, lejos de decepcionar, hace que aumente el interés por el edificio al conservar íntegramente la decoración y el mobiliario de la época. Del mismo autor es el sanatorio psiquiátrico Institut Pere Mata, a las afueras de Reus. El edificio no sólo debe su prestigio al eminente valor arquitectónico, sino que también está reconocido por haber sido una de las primeras instituciones sanitarias de nuestro país en organizar las salas en pabellones independientes. En este caso, los pabellones presentan claras influencias islámicas con bellísimos mosaicos florales. También del primo de Gaudí son la casa Rull, construida con un balcón esquinero y un pequeño jardín, y la casa Gasull, con ventanales decorados con mosaicos y esgrafiados. Pero el estilo modernista no termina aquí. Aún nos quedan ejemplos tan significativos como los levantados por Juan Rubio i Bellver, los laboratorios Serra y la casa Quadrada, y los edificados por Pere Caselles: las casas Punyed y Homdedéu. Sin embargo, los mayores esfuerzos de la ciudad han ido dirigidos a ensalzar la figura de su hijo más ilustre, Gaudí, con la inauguración en 2007 del Gaudí Centre Reus, un centro de interpretación dedicado a la vida y obra del arquitecto. La visita permite al viajero impregnarse de la obra del reusense más universal, sumergirse en su mundo y su creatividad. Otro centro cultural de primer orden es el museo de Reus, que agrupa los museos de arqueología Salvador Vilaseca y de Arte e Historia de Reus. Al margen ya de lo que está considerado el centro de la ciudad y muy próximo a la estación de ferrocarril, se sitúa el Barrio Gaudí¸ un barrio de viviendas sociales que el arquitecto Ricardo Bofil construyó en 1967 en honor al genial arquitecto. Ruta del Císter En la Edad Media, los monjes cistercienses comprobaron y apostaron por la belleza de esta tierra. Bernardo de Claraval, el más influyente de todos ellos, “amaba los valles”, y sus seguidores encontraron aquí un entorno ideal para la construcción de sus monasterios: Santes Creus y Poblet. El primero, rodeado de olivos, almendros y viñas, está situado en la comarca interior de Alp Camp. Además del monasterio, posee otros conjuntos monumentales importantes como el antiguo barrio judío de Valls y la iglesia gótica de Sant Joan. Fundado en 1158, el monasterio de Santes Creus se convirtió en un relevante centro de estudio y colonización, además de un centro cultural de primer orden, con una gran biblioteca y una notable actividad humanística. Su conjunto sigue a la perfección los cánones que regían la vida benedictina. En su interior pueden contemplarse edificios románicos como la sala capitular; otros de transición del románico al gótico, como la iglesia del monasterio; y un tercer grupo de estilo gótico ojival y flamígero, como el primer claustro. El que cumple a rajatabla todos los preceptos dispuestos por los monjes blancos es el monasterio de Poblet. Está ubicado en un entorno natural privilegiado y dispone de un conjunto monumental excepcional. Su visita en un viaje a Tarragona es obligada. Los muros trazan en la abadía de Santa María de Poblet un triple recinto al que se accede por sendas puertas, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Dentro, el visitante encontrará construcciones de enorme interés como la capilla gótica de Sant Jordi, la de Santa Caterina, el palacio del abad, el palau del Rei Martí, el claustro y la pieza más sobresaliente del monasterio, su iglesia. De tiempos de Alfonso I (1162-1196), está considerada la quintaesencia de la arquitectura cisterciense. Entre románica y gótica, nada enturbia ni molesta el rezo y la meditación al estar excluida de cualquier ornamentación que distrajese, en tiempos, la oración de los monjes. El templo cuenta con tres naves con transepto, dos ábsides, deambulatorio y cinco capillas radiales. Dos enormes arcos rebajados que cubren ambos lados del crucero soportan el Panteón Real. Muy cercana al monasterio está la villa de Montblanc, en donde las murallas y los edificios de los siglos XIV y XV, que salpican el casco urbano, y las calles parecen preparados para representar una obra medieval. Si buscamos la mejor panorámica de Montblanc, lo más apropiado es subir hasta el mirador del Pla de Santa Bárbara, bajo el que se extiende toda la población cuajada de monumentos y sorprendentes rincones como la iglesia arciprestal de Santa María, en cuyo interior guarda un retablo gótico de piedra policromada con la Mare de Déu del Cor, imagen igualmente gótica. El órgano, de 1607, pasa por ser uno de los más opulentos de Cataluña. Espacios naturales En un primer vistazo existen cuatro lugares de sonada calidad medioambiental y merecido prestigio: las Montañas de Prades, la Sierra del Montsant, el Macizo de Els Ports y la extensa llanura del Delta del Ebro (estos dos últimos situados en les Terres de l’Ebre). Sendos espacios naturales enriquecen el paisaje tarraconense, dotándole de sorprendentes rincones. Las Montañas de Prades, situadas al oeste de la provincia, están protegidas bajo la figura de Paraje de Interés Turístico al tratarse de un amplio conjunto montañoso, cuya riqueza natural está en la extensión de sus bosques, con grandes encinares y pinedas de pino blanco en las partes bajas y pino rojo en las altas. Desde la cima del Tossal de la Baltasana, el pico más alto, se otea una magnífica vista de la Cataluña central. Algo más al oeste se alza la Sierra del Montsant, conocida como La Montaña de la Paz, un espacio cerrado y compacto de laberínticos barrancos que ha preservado su naturaleza intacta durante siglos. Con aproximadamente 20 km de largo, sus austeras formaciones rocosas esconden curiosas plantas y todo tipo de formas de vida. Sobresalen tres especies endémicas de invertebrados cavernícolas: el colémbolo Pseudosinella tarraconensis y los coleópteros Anillochlamys catalonicus y Duralius bertae bertae. Asimismo, se ha descrito la presencia de 1.220 especies vegetales distintas. La tranquilidad y el sosiego que brinda su agreste paisaje sólo pueden ser descubiertos accediendo por contados y empinados pasos. Las abruptas montañas tienen también un claro protagonismo en el Macizo de Els Ports, ubicado al suroeste de la provincia, en les Terres de l’Ebre. En este descomunal paisaje montañoso modelado por la caliza de sus rocas, la vegetación mediterránea se esparce por sus rincones ofreciendo un impactante contraste. Entre los animales más emblemáticos del macizo destaca la cabra hispánica, que vive perfectamente adaptada a estas aristas pétreas. Abundan también las aves rapaces: buitre, águila dorada, águila calzada, águila real y águila perdicera. Pero, sin lugar a dudas, la gran llanura inundada que produce el Delta del Ebro es el mejor ejemplo de la soberbia naturaleza tarraconense. Con una superficie total de 7.736 hectáreas, está considerado el hábitat acuático más relevante del Mediterráneo occidental, después de la Camarga francesa, y el segundo de España, tras el Parque Nacional de Doñana. El Delta del Ebro, declarado Parque Natural, ofrece un aspecto peculiar, caracterizado por unas tierras completamente llanas. En el interior existen zonas de cultivos hortícolas y de frutales, además de amplios y extensos arrozales. En la parte litoral se localiza uno de los paisajes lacustres más importantes del Mediterráneo, con enormes lagunas flanqueadas de carrizales y juncares, mientras que en la periferia del delta existen grandes extensiones de suelos salinos y desiertas playas arenosas. Pero el Delta del Ebro es, ante todo, un paraíso ornitológico en el que se pueden contemplar más de 300 especies de aves. Turismo familiar y gastronómico El reconocimiento como complejo lúdico de primer orden ha hecho que PortAventura traspase nuestras fronteras y reciba anualmente la visita de miles de visitantes, españoles y extranjeros, dispuestos a disfrutar al máximo en un centro lleno de atracciones con una amplia oferta de espectáculos. PortAventura Park engloba un parque temático, un parque acuático y cuatro hoteles de cuatro estrellas. El parque se distribuye en seis mundos (Mediterrània, Far West, Polynesia, China, México y Sésamo Aventura) con infinidad de atracciones, además de ofrecer 40 espectáculos diarios. Port Aventura es un lugar mágico para los niños, pero Salou -donde se encuentra- no es solo conocida por este complejo, sino también por ser un tradicional destino de vacaciones en familia. Sobre todo por sus amplios arenales, y sus otras oportunidades de ocio y cultura, tanto en la propia localidad como en otros municipios cercanos, como la ciudadela ibérica de Calafell o la propia Tarragona. En la Costa Daurada, la oferta de actividades divertidas y deportes de aventura para los niños es amplísima, y los alojamientos, restaurantes e infraestructuras están concebidos pensando en toda la familia que visita Tarragona para disfrutar y, además, comer bien atraídos por una gastronomía exquisita que combina los productos del mar y del campo. Un gran número de productos típicos tarraconenses figuran en la lista de honor de la gastronomía catalana. Los aficionados a la buena mesa pueden saborear una calçotada en marzo, un buen Civet de Senlar en invierno o un rossejat de fideos todo el año, o endulzar el paladar con el Menjar Blanc de Reus. Estos sabores se pueden degustar en los restaurantes de las grandes poblaciones o en los alojamientos rurales situados en los rincones más hermosos de la provincia, que ofrecen aire puro, tranquilidad, silencio y, en la mayoría de las ocasiones, unos generosos desayunos de elaboración artesana. Enoturismo y oleoturismo La misma calidad que tienen los productos de esta tierra es la que exhiben sus bodegueros, con vinos excelentes y muy variados. Alrededor de los vinos catalanes hay toda una filosofía de vida y del viaje, que el turista puede descubrir a través del enoturismo. Cataluña presenta once denominaciones de origen, además de la DO del cava, que se pueden descubrir saboreando el vino en su lugar de elaboración, alojándose en las casas de turismo rural y hoteles situados en fincas en las que se elabora el vino, o visitando los centros divulgativos que existen en las zonas productoras. Los vinos de la DOQ Priorat y la DO Montsant son reconocidos internacionalmente por su excelente calidad. Enólogos y turistas de todo el mundo se acercan a estas tierras tarraconenses para visitar la bodega de Capçanes donde, entre otros caldos, se elabora vino kosher. Vecinas de El Priorat son las denominaciones de origen Conca de Barberà, Terra Alta y Tarragona, con propuestas variadas y divertidas vinculadas al vino. En la Conca de Barberà es acertado visitar las bodegas construidas a comienzos del siglo XX por el arquitecto Cèsar Martinell como las de las cooperativas de Pira, Montblanc, Barberà de la Conca o Roquefort de Queralt. Merece la pena viajar algo más al sur hasta la DO Tarragona para visitar la bodega Muller de Reus o la Tous Andreu, en El Pont d’Armentera, y conocer el Museo del Vino de la Granja Montalà, localizado en Valls. En Cataluña se produce con mimo el vino, y también el aceite. Fruto de este esmero, hay aceites de una calidad única, reconocida y amparada por las denominaciones de origen que ofrecen visitas a los campos de olivos y catas para que los paladares distingan entre las diferentes variedades de aceitunas. En total, Cataluña cuenta con 40 productores de aceite de oliva extra virgen de 18 comarcas con productos turísticos de calidad, que el viajero puede descubrir a través de las rutas del aceite disfrutando, además, de la naturaleza, la gastronomía y el patrimonio cultural a partes iguales. En tierras tarraconenses están las denominaciones de origen de Siurana, Terra Alta y Oli Baix-Ebre Montsià. En todas las cooperativas de la DO Siurana, el turista puede comprar el aceite Siurana, afrutado y de baja acidez, además de realizar las visitas guiadas en las que se muestra el proceso de tratamiento de las aceitunas hasta convertirse en aceite. En la de Cambrils, por ejemplo, existe un reciento abierto para que el viajero observe un molino en funcionamiento, visite una agrotienda o un pequeño museo con prendas y muelas antiguas. El olivo ha sido desde siempre el árbol más característico de las comarcas que constituyen la DO Terra Alta, repleta de árboles centenarios. Cerca de Horta de Sant Joan, el viajero puede comprar aceite recién prensado en la Cooperativa Pinell de Brai, levantada en 1918, y contemplar los singulares arcos elípticos y azulejos del interior con escenas sobre la vendimia y las prensas de aceite. La Denominación de Origen Protegida Baix Ebre-Montsià es la que más aceite produce de toda Cataluña. El olivo domina buena parte del paisaje de esta tierra en donde, de nuevo, el viajero tiene la opción de dirigirse a las cooperativas para comprar aceite y ver los molinos en funcionamiento. http://clubcliente.aena.es