Causa ESMA Requerimiento VIII (c. 1510 4°)

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Ministerio Público Fiscal de la Nación
J.12, S.23. Expediente nro.14.217/2003. “E.S.M.A. s/delito de acción pública”.
Fiscalnet nro. 21.566/2003
FORMULO REQUERIMIENTO DE ELEVACIÓN A JUICIO
Señor juez:
Eduardo Raúl Taiano, titular de la Fiscalía Nacional en lo Criminal y Correccional
Federal nro. 3, en los autos de referencia, respetuosamente me presento ante V.S. y digo:
I.-
Que en tiempo y forma contesto la vista que me fue conferida en los
términos del artículo 346 del Código Procesal Penal de la Nación y, por considerar que la
instrucción de los hechos por los cuales V.S. me corriera la presente vista está completa, a
solicitar su elevación a juicio oral y público. Ello sin perjuicio de la solicitud de ampliación
de las indagatorias correspondientes, presentada por el suscripto el pasado 8 de octubre -lo
cual tendía a formular una cabal imputación sobre la totalidad de los hechos que
damnificaron a las víctimas mencionadas en el presente requerimiento-, a la cual V.S. no
hizo lugar mediante proveido de fecha 25 de octubre de 2010.
II.- CONDICIONES PERSONALES DE LOS IMPUTADOS
Se formula el presente requerimiento en relación con las siguientes personas
imputadas en los hechos que constituyen el sustrato fáctico de la presente acusación, a
saber:
1) JORGE EDUARDO ACOSTA, alias “Tigre”, “Santiago”, “Aníbal” o
“Capitán Arriaga”, argentino, nacido el 27 de mayo de 1941, hijo de Jorge Eduardo y María
Rosalía Villani, de estado civil casado, titular del D.N.I. nro.5.190.338, Capitán de Corbeta
retirado de la Armada Argentina.
2) ALFREDO IGNACIO ASTIZ, alias “Cuervo”, “Rubio”, “Ángel”, “Gonzalo”,
“Gustavo Niño” o “Alberto Escudero”, argentino, nacido el 8 de noviembre de 1951 en Mar
del Plata, Provincia de Buenos Aires, titular del D.N.I. nro.10.225.161, ex integrante de la
Armada Argentina.
3) MANUEL JACINTO GARCIA TALLADA, argentino, titular de la L.E.
nro.4.457.395, nacido el 22 de septiembre de 1924 en la ciudad de Lincoln, Provincia de
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Buenos Aires, de estado civil casado, hijo de Manuel y Luisa Tallada, Contralmirante
retirado de la Armada Argentina.
4) ANTONIO PERNÍAS, alias “Trueno”, “Martín” o “Rata”, argentino, titular del
D.N.I. nro.8.351.107, nacido el 17 de diciembre de 1946 en la ciudad de Córdoba,
provincia homónima, de estado civil casado, hijo de Salvador y Magda Elena Basterreix,
Capitán de Fragata retirado de la Armada Argentina.
5) ALBERTO EDUARDO GONZÁLEZ, alias “Gonzalez Menotti”, “Luis” o
“Gato”, argentino, titular de la L.E. nro.8.333.649, nacido el día 26 de octubre de 1950 en
esta ciudad, divorciado, Capitán de Corbeta retirado de la Armada Argentina, hijo de
Francisco Alberto y de Inés Edith Di Lorenzo.
6) JORGE RAÚL GONZÁLEZ, argentino, titular del D.N.I. nro.5.121.456,
nacido el día 16 de febrero de 1929, de estado civil casado, Contralmirante retirado de la
Armada Argentina, hijo de Toribio y de Carmen Rodríguez.
7) JORGE CARLOS RADICE, alias “Ruger”, “Gabriel” o “Juan Héctor Ríos”,
argentino, titular del D.N.I. nro.8.659.467, soltero, nacido el 4 de noviembre de 1951 en la
ciudad de Buenos Aires, hijo de Augusto Carlos y Filomena Celestina Barbiero, oficial
retirado de la Armada Argentina.
8) FRANCISCO LUCIO RIOJA, alias “Fibra”, argentino, de estado civil
divorciado, nacido el 13 de diciembre de 1943 en esta ciudad, titular del D.N.I.
nro.4.423.104, hijo de Ricardo Celestino (f) y Marta Facio (f), Capitán de Navío retirado de
la Armada Argentina.
9) JUAN CARLOS ROLÓN, alias “Juan” o “Niño”, de nacionalidad argentina,
nacido el 6 de octubre de 1948 en Capital Federal, titular del D.N.I. nro.5.400.031, hijo de
Eduardo Walter y Marta Susana Tassier, de estado civil casado, Capitán de Fragata retirado
de la Armada Argentina.
10) NÉSTOR OMAR SAVIO, alias “Norberto”, “Halcón”, “Pantera” o
“Ladrillo”, titular del D.N.I. nro.4.547.881, argentino, de estado civil casado, nacido el día
16 de abril de 1946 en Capital Federal, hijo de Carlos (f) y Yolanda Adamonte (f), Capitán
de Fragata retirado de la Armada Argentina
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11) ERNESTO FRIMON WEBER, alias “220”, “Armando”, “Rogelio”, “Dos
veces” o “Boero”, argentino, nacido el 22 de julio de 1931, titular de la L.E. nro.4.068.120
Comisario retirado de la Policía Federal Argentina, hijo de Ernesto (f) y María Micaela
Vichi.
12) HUGO ENRIQUE DAMARIO, alias “Jirafa” y “Carlos”, argentino, casado,
titular del D.N.I. nro.4.638.267, nacido el 25 de diciembre de 1944, en La Plata, Provincia
de Buenos Aires, hijo de Sabino Juan y de Julia Lamas González, Capitán de Navío
retirado de la Armada Argentina.
13) VÍCTOR FRANCISCO CARDO, alias “Pedro” o “Morrón”, argentino,
nacido el 2 de febrero de 1948 en Obispo Trejo, Provincia de Córdoba, titular de la L.E.
nro.8.354.845, hijo de Francisco (f) y Rosa Ignacia Gaido, de estado civil casado,
Suboficial Mayor retirado de la Armada Argentina.
14) OSCAR ANTONIO MONTES, argentino, titular del D.N.I. nro.4.213.485,
viudo, nacido el 17 de marzo de 1924 en Capital Federal, hijo de Florentino y de Estela
Curtis, Vicealmirante retirado de la Armada Argentina.
15) ROGELIO JOSÉ MARTÍNEZ PIZARRO, alias “Tomy”, argentino, casado,
titular de la L.E. nro.8.000.357, nacido el 23 de abril de 1948 en la ciudad de Córdoba,
Provincia de Córdoba, hijo de Horacio Martínez y de María Pizarro, Capitán de Fragata
Médico de la Armada Argentina.
16) EUGENIO BAUTISTA VILARDO, argentino, casado, titular del D.N.I.
nro.4.251.385, nacido el 13 de julio de 1937 en Capital Federal, hijo de Carmelo y de
Filomena Alo, Capitán de Navío de la Infantería de Marina de la Armada Argentina.
17) EDGARDO AROLDO OTERO, titular del D.N.I. nro.5.552.993, argentino,
nacido el 19 de octubre de 1927 en San Cristóbal, Pcia. de Santa Fe, casado, hijo de
Arsenio y de Magdalena Fontana, contraalmirante retirado de la Armada Argentina, con
domicilio en Teodoro García 1963, piso 7, dpto. “B” de esta ciudad.
18) RANDOLFO LUIS AGUSTI SCACCHI, titular del D.N.I. nro.5.190.333, de
nacionalidad argentina, nacido el 6 de junio de 1941, en Rosario, provincia de Santa Fe,
casado, hijo de Randolfo Enrique Agusti y de Ana Catalina Scacchi, Capitán de Navío (RE)
de la Armada Argentina.
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III.- RELACIÓN DE LOS HECHOS
A) CONTEXTO
GENERAL EN QUE TUVIERON LUGAR LOS HECHOS QUE AQUÍ SE
VENTILAN
1) Consideraciones preliminares
Antes de comenzar el relato concreto del hecho que se le imputa a los encartados,
y por los cuales requeriré su elevación a juicio oral, es preciso hacer unas aclaraciones, a fin
de contextualizar los acontecimientos que son materia de esta acusación.
Los delitos que se analizarán fueron cometidos desde el aparato del Estado e
implicaron no sólo la reiterada violación de los derechos humanos, sino también, por su
escala, volumen y gravedad, crímenes contra la humanidad de acuerdo al derecho
internacional. En tal sentido, los crímenes de lesa humanidad constituyen delitos de derecho
internacional y de ello se deriva que su contenido, su naturaleza y las condiciones de su
responsabilidad se encuentran establecidos por el derecho internacional, con independencia
de lo que pueda regularse en el derecho interno de los Estados.
Son varios los documentos y sentencias a los que puede recurrirse para demostrar
la existencia y la manera en que operaron las Fuerzas Armadas dentro del sistema
clandestino. Se tomarán aquí los que se consideran de mayor trascendencia y que ilustran
mejor la situación.
En la sentencia pronunciada el 9 de diciembre de 1985, en la denominada “Causa
nro. 13”, la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional Federal, en
pleno, sostuvo que “...puede afirmarse que los comandantes establecieron secretamente un
modo criminal de lucha contra el terrorismo. Se otorgó a los cuadros inferiores de las
fuerzas armadas una gran discrecionalidad para privar de libertad a quienes aparecieran,
según la información de inteligencia, como vinculados a la subversión; se dispuso que se
los interrogara bajo tormentos y que se los sometiera a regímenes inhumanos de vida,
mientras se los mantenía clandestinamente en cautiverio; se concedió, por fin, una gran
libertad para apreciar el destino final de cada víctima, el ingreso al sistema legal (Poder
Ejecutivo Nacional o Justicia), la libertad o, simplemente, la eliminación física...”.
En esa sentencia, también se tuvo por acreditado que, para llevar adelante el plan
criminal, las Fuerzas Armadas dispusieron de centros clandestinos de detención, como fue
el caso de la Escuela Superior de Mecánica de la Armada, en el ámbito de la Armada
Argentina.
Por otra parte, el 2 de diciembre de 1986, se conoció la sentencia de la Cámara
Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional Federal en pleno, en la “Causa nro.
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44”. En tales actuaciones, se juzgaron delitos ocurridos en el ámbito de la provincia de
Buenos Aires, cometidos por personal de las Fuerzas Armadas y de seguridad.
Con relación a las órdenes dictadas para llevar adelante el plan criminal, se
estableció que éstas eran impartidas por el Comandante de la Zona I y, siguiendo la cadena
de mandos, por el jefe de la Policía de la provincia de Buenos Aires y por el Director
General de Investigaciones. También, concordantemente con lo que se había determinado
en la “Causa nro. 13”, se afirmó que se había otorgado a los cuadros inferiores de las
fuerzas una gran discrecionalidad para privar de la libertad a quienes aparecieran como
vinculados a la subversión, se había dispuesto que a los capturados se los interrogara bajo
tormentos, se había sometido a los detenidos a regímenes de vida inhumanos, y se había
concedido a los cuadros inferiores gran libertad para disponer el destino final de cada
víctima (eliminación física, puesta a disposición del Poder Ejecutivo Nacional o la
libertad).
El 2 de marzo de 1987, la misma Cámara en la causa nro. 450/86, decretó la
prisión preventiva con miras a la extradición de Carlos Guillermo Suárez Mason. Allí, el
tribunal afirmó que en el período de facto coexistieron dos sistemas jurídicos: un orden
normativo que cubría formalmente la actuación de las Fuerzas Armadas y un orden
predominantemente verbal, secreto y en el que sólo se observaba parcialmente el orden
formal. En este último, todo lo referente al tratamiento de personas sospechosas respondía a
directivas que consistían en detener y mantener ocultas a dichas personas, torturarlas
básicamente para obtener información y, eventualmente, matarlas haciendo desaparecer el
cadáver o bien fraguar enfrentamientos armados como medio para justificar tales muertes.
Mediante la sanción del decreto nro. 187/83 (B.O. 19/12/83), el Poder Ejecutivo
Nacional dispuso la creación de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas
(denominada CONADEP.), con el objeto de esclarecer los hechos relacionados con la
desaparición de personas ocurridos en el país.
Entre las funciones específicas y taxativas de la Comisión, se encontraban las de
recibir denuncias y pruebas sobre hechos relacionados con la represión ilegal y remitirlas
inmediatamente a la justicia, averiguar el destino o paradero de las personas desaparecidas,
determinar la ubicación de niños sustraídos de la tutela de sus padres o guardadores a raíz
de acciones emprendidas con el motivo alegado de reprimir el “terrorismo”, etc.
Los motivos que impulsaron al Poder Ejecutivo Nacional a crear esta Comisión
fueron expresados en los considerandos del decreto, entre los que cabe destacar los que a
continuación se transcriben: “[q]ue el Poder Ejecutivo Nacional, a través de una serie de
proyectos de leyes y decretos, ha materializado ya su decisión de que las gravísimas
violaciones a los derechos humanos cometidas en nuestro pasado reciente sean investigadas
y eventualmente sancionadas por la justicia. Que como se ha dicho muchas veces, la
cuestión de los derechos humanos trasciende a los poderes públicos y concierne a la
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sociedad civil y a la comunidad internacional. Que con respecto a esta última su interés
legítimo está contemplado en los proyectos enviados al Honorable Congreso, de aprobación
de una serie de pactos internacionales sobre derechos humanos, los que incluyen la
jurisdicción obligatoria de un tribunal internacional competente en la materia. Que con
relación a la sociedad civil, debe satisfacerse ese interés legítimo de intervenir activamente
en el esclarecimiento de los trágicos episodios en los que desaparecieron miles de personas,
sin que esa intervención interfiera con la actuación de los órganos constitucionales
competentes para investigar o penar estos hechos, o sea, los jueces...”.
Es importante subrayar aquí que este organismo no cumplió ningún rol
jurisdiccional, es decir, no determinó responsabilidad alguna sobre las personas que podían
ser consideradas autores, cómplices o encubridores de delitos. Sólo se limitó a reunir
información sobre la base de las potestades que ya fueron señaladas. Las funciones de la
CONADEP estuvieron delimitadas desde el propio decreto que la creaba.
En cumplimiento de su misión, la Comisión formó 7380 legajos, los que
comprendían las denuncias de los familiares de los desaparecidos, el testimonio de personas
liberadas de los centros clandestinos de detención y declaraciones de miembros de las
fuerzas de seguridad que intervinieron en el accionar represivo.
Además de recibir declaraciones, la Comisión realizó inspecciones en distintas
partes del territorio nacional, recabó información de las fuerzas armadas y de seguridad y
de diversos organismos públicos y privados.
En el informe final de la CONADEP, producido en septiembre de 1984, se estimó
que el número de personas que continuaban en situación de desaparición forzosa alcanzaba
los 8960. Se indicó que dicho número no podía considerarse definitivo, dado que se había
acreditado que eran muchos los casos de desapariciones que no habían sido denunciados.
Se concluyó en que dicha metodología (la desaparición forzada de personas) se generalizó a
partir de que las fuerzas armadas tomaron el control absoluto de los resortes del Estado; que
comenzaba con el secuestro de las víctimas, continuaba con el traslado de las personas
hacia alguno de los 340 centros clandestinos de detención existentes, donde eran alojadas
en condiciones infrahumanas y eran sometidas a toda clase de tormentos y humillaciones.
Asimismo, la práctica de la tortura, por sus métodos y por el sadismo empleado, se llevó a
cabo de un modo desconocido hasta el momento en otra parte del mundo: existieron varias
denuncias acerca de niños y ancianos torturados junto a un familiar para que éste
proporcionara la información requerida por sus captores. Finalmente, las personas detenidas
eran generalmente exterminadas con ocultamiento de su identidad, destruyéndose el cuerpo
-muchas veces- para evitar la identificación.
En un punto de las conclusiones, se recalcó que “[e]sta Comisión sostiene que no
se cometieron ‘excesos’, si se entiende por ello actos particularmente aberrantes. Tales
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atrocidades fueron práctica común y extendida y eran los actos normales y corrientes
efectuados a diario por la represión”.
Terminó sus conclusiones indicando que la destrucción o remoción de la
documentación que registró minuciosamente la suerte corrida por las personas
desaparecidas dificultó la investigación (cfr. para todo lo afirmado: Nunca Más. Informe de
la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas, Eudeba, Buenos Aires, 1985, 11ª
edición).
La situación de la instauración en el país de un sistema clandestino de represión
fue evaluada también por la Organización de Estados Americanos (en adelante, OEA).
Al respecto, merece un tratamiento especial el “Informe sobre la situación de los
derechos humanos en Argentina”, producido por la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos (en adelante, CIDH) aprobado en su 667ª sesión del 49º período de sesiones,
celebrada el 11 de abril de 1980. Este documento elaborado en el marco de la OEA
mientras todavía el gobierno de facto usurpaba el poder, constituyó una pieza fundamental
en la documentación de la situación que atravesaban los derechos fundamentales durante la
última dictadura militar argentina. Dicho informe consta de once capítulos identificados
bajo los siguientes títulos: “El sistema político y normativo argentino”; “El derecho a la
vida”; “El problema de los desaparecidos”; “El derecho a la libertad”; “Derecho a la
seguridad e integridad personal”; “Derecho de justicia y proceso regular”; “Derecho a la
libertad de opinión, expresión e información”; “Derechos laborales”; “Derechos políticos”;
“Derecho a la libertad religiosa y de cultos” y “Situación de las entidades de derechos
humanos”.
En esta resolución, interesa destacar lo informado por la CIDH con relación a lo
que se denominó “el problema de los desaparecidos” y a la práctica de la tortura, dado que
muestran de una manera palpable cómo funcionó el sistema clandestino de represión.
Respecto al primer tema, la Comisión sostuvo que “[e]l origen del fenómeno de
los desaparecidos, la forma en que se produjeron las desapariciones y el impresionante
número de víctimas alcanzadas están íntimamente ligados al proceso histórico vivido por
Argentina en los últimos años, en especial a la lucha organizada en contra de la subversión
(...) Según los muchos testimonios e informaciones que la Comisión ha recibido pareciera
existir una amplia coincidencia de que en la lucha contra la subversión se crearon
estructuras especiales, de carácter celular, con participación a diferentes niveles de cada una
de las ramas de las Fuerzas Armadas, las que estaban compuestas por comandos de
operación autónomos e independientes en su accionar. La acción de estos comandos estuvo
dirigida especialmente en contra de todas aquellas personas que, real o potencialmente
pudiesen significar un peligro para la seguridad del Estado, por su efectiva o presunta
vinculación con la subversión (...) Parece evidente que la decisión de formar esos comandos
que actuaron en el desaparecimiento y posible exterminio de esas miles de personas fue
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adoptada en los más altos niveles de las Fuerzas Armadas con el objeto de descentralizar la
acción antisubversiva y permitir así que cada uno de los comandos dispusiera de un
ilimitado poder en cuanto a sus facultades para eliminar a los terroristas o a los sospechosos
de serlo. La Comisión tiene la convicción moral que tales autoridades, de un modo general,
no podían ignorar los hechos que estaban ocurriendo y no adoptaron las medidas necesarias
para evitarlos (...) Incluso durante la visita de la Comisión a la Argentina, se llevó a cabo un
típico operativo de aquéllos que anteceden a un desaparecimiento al secuestrarse por los
agentes de seguridad a toda una familia, lo que motivó la inmediata intervención de la
Comisión ante las autoridades argentinas (...) Cualquiera que, en definitiva, sea la cifra de
desaparecidos, su cantidad es impresionante y no hace sino confirmar la extraordinaria
gravedad que reviste este problema. Por otra parte, la falta de aclaración del problema de
los desaparecidos ha afectado a numerosas familias de la comunidad argentina. La
incertidumbre y privación de todo contacto con la víctima ha creado graves trastornos
familiares, en especial en los niños que, en algunos casos, han sido testigos de los
secuestros de sus padres y los maltratos que éstos fueron objeto durante los operativos.
Muchos de esos niños no volverán a ver nunca a sus padres y heredarán así, por el recuerdo
de las circunstancias de su desaparecimiento, una serie de trastornos psicológicos. Por otro
lado, numerosos hombres y mujeres entre los 18 y 25 años, están siendo afectados por la
angustia y la marcha del tiempo sin conocimiento de la suerte de sus padres o hermanos.
Los cónyuges, los hombres y mujeres que han sido violentamente separados, viven en
medio de graves perturbaciones afectivas, acentuadas por los diversos problemas
económicos y jurídicos que tal separación les depara. Hay muchos hombres o mujeres que
no saben actualmente si son viudos o casados. Muchos de ellos, no recuperarán la paz, la
armonía o la seguridad en sí mismos por el desgaste que les ha producido el tratar de llevar
adelante un hogar donde cada día se siente la ausencia física y moral del padre o de la
madre. Éstos y otros problemas no pueden ser resueltos mientras no se aclare definitiva y
responsablemente la situación de todas esas miles de personas desaparecidas” (cfr., Nunca
más, ob. cit., pp. 146-9).
En el Capítulo V, apartado “D”, la CIDH se refirió a la práctica de apremios
ilegales y torturas en los siguientes términos: “[m]uchos son los medios que para la
aplicación de apremios ilegales y para la ejecución de la tortura tanto física, como psíquica
y moral, se habrán puesto en práctica en lugares especiales de detención donde las personas
fueron llevadas para interrogatorios y que se conocen como chupaderos, e inclusive, en
algunos casos, en los propios centros carcelarios del país. Estos procedimientos de tortura
se prolongaron en muchas ocasiones hasta por varios meses en forma continua, en las
llamadas sesiones para interrogatorios. Entre esas modalidades, analizadas y escogidas por
la Comisión de los muchos testimonios que obran en su poder, figuran las siguientes:
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a) golpizas brutales en perjuicio de los detenidos, que han significado en muchas
ocasiones quebradura de huesos y la invalidez parcial; en el caso de mujeres embarazadas
la provocación del aborto, y también, según determinadas alegaciones, han coadyuvado a la
muerte de algunas personas. Este tipo de palizas han sido proporcionadas con diferentes
clases de armas, con los puños, patadas y con instrumentos metálicos, de goma, de madera
o de otra índole. Hay denuncias que refieren casos en que la vejiga ha sido reventada y han
sido quebrados el esternón y las costillas o se han producido lesiones internas graves;
b) el confinamiento en celdas de castigo, por varias semanas, de los detenidos, por
motivos triviales, en condiciones de aislamiento desesperante y con la aplicación de baños
de agua fría;
c) la sujeción de los detenidos, maniatados con cadenas, entre otros lugares en los
espaldares de camas y en los asientos de los aviones o de los vehículos en que han sido
trasladados de un lugar a otro, haciéndolos objeto, en esas condiciones, de toda clase de
golpes e improperios;
d) simulacros de fusilamiento y en algunos casos el fusilamiento de detenidos en
presencia de otros prisioneros, inclusive de parientes, como ha sucedido, entre otras
denuncias, en Córdoba, Salta y en el Pabellón de la Muerte de La Plata;
e) la inmersión mediante la modalidad denominada submarino, consistente en que
la víctima se le introduce por la cabeza, cubierta con una capucha de tela, de manera
intermitente, en un recipiente de agua, con el objeto de provocarle asfixia al no poder
respirar, y obtener en esa forma declaraciones;
f) la aplicación de la llamada picana eléctrica, como método generalizado,
sujetándose a la víctima a las partes metálicas de la cama a efectos de que reciba elevados
voltajes de electricidad, entre otras zonas del cuerpo, en la cabeza, las sienes, la boca, las
manos, las piernas, los pies, los senos y en los órganos genitales, con el complemento de
mojarles el cuerpo para que se faciliten los impactos de las descargas eléctricas. De acuerdo
con las denuncias, en algunos casos de aplicación de picana se mantiene un médico al lado
de la víctima para que controle la situación de la misma como consecuencia de los ‘shoks’
que se van produciendo durante la sesión de tortura;
g) la quemadura de los detenidos con cigarrillos en distintas partes del cuerpo,
hasta dejarlos cubiertos de llagas ulcerosas;
h) la aplicación a los detenidos de alfileres y otros instrumentos punzantes en las
uñas de las manos y los pies;
i) las amenazas o consumación de violaciones tanto de mujeres como de hombres;
j) el acorralamiento de los prisioneros con perros bravos entrenados por los
captores, hasta llegar al borde del desgarramiento;
k) el mantenimiento de los detenidos encapuchados por varias semanas acostados
y atados de pies y manos mientras reciben golpes;
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l) la suspensión de los detenidos, amarrados o esposados de las manos y sujetos
por barras metálicas o de madera u otros artefactos del techo, manteniéndoles los pies a
pocos centímetros del suelo, el que se cubre con pedazos de vidrio. También casos en que
las víctimas son colgadas de las manos o de los pies produciéndoles fracturas de la cadera o
de otras partes del cuerpo;
m) el mantenimiento de los detenidos por prolongadas horas completamente
parados;
n) la aplicación de drogas a los detenidos, o de suero e inyecciones como
consecuencia de las prolongadas torturas cuando han perdido el conocimiento;
o) el procedimiento de requisas de los presos, que se lleva a cabo en forma
minuciosa y con abusos en todas partes del cuerpo, produciendo la consiguiente
humillación; y
p) la aplicación del llamado cubo, consistente en la inmersión prolongada de los
pies en agua bien fría y luego en agua caliente”.
La CIDH concluyó en que, durante el período que comprendió el informe
(1975/1979), se cometieron graves y numerosas violaciones de fundamentales derechos
humanos reconocidos en la Declaración Americana de Derechos y Deberes del Hombre, y
en particular: “a) al derecho a la vida, en razón de que personas pertenecientes o vinculadas
a organismos d seguridad del Gobierno han dado muerte a numerosos hombres y mujeres
después de su detención; preocupa especialmente a la Comisión la situación de los miles de
detenidos desaparecidos, que por las razones expuestas en el informe se puede presumir
fundadamente que han muerto; b) al derecho a la libertad personal, al haberse detenido y
puesto a disposición del Poder Ejecutivo Nacional a numerosas personas en forma
indiscriminada y sin criterio de razonabilidad (...); c) al derecho a la seguridad e integridad
personal, mediante el empleo sistemático de torturas y otros tratos crueles, inhumanos y
degradantes, cuya práctica ha revestido características alarmantes”.
Asimismo, puede decirse que estos procedimientos clandestinos operaron como
verdaderos juicios ilegítimos, donde se procedía a la identificación de personas, se las
arrestaba, se las conducía a un lugar de detención, se las interrogaba generalmente mediante
la imposición de tormentos, se evaluaban sus dichos, se confrontaban las declaraciones con
las de otras personas en la misma situación, y finalmente se producía una decisión
(sentencia) que podía consistir en la libertad de la persona, en su eliminación física o en la
derivación a un centro de detención previsto por el sistema legalizado.
Para ilustrar este tipo de procedimientos, resulta elocuente lo relatado por Carlos
Muñoz (Legajo CONADEP nro. 704) sobre lo ocurrido en el centro clandestino de
detención que funcionaba en la E.S.M.A.: “[e]n febrero le ofrecen al dicente trabajar en
fotografía, ya que ése es el trabajo que sabía hacer, por lo cual lo trasladan al
Laboratorio...Todos los casos están archivados en microfilms describiendo desde el
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procedimiento, luego antecedentes y sentencia. Junto a los datos del procedimiento había
dos ítems finales: traslado-libertad...” (Nunca más, ob. cit., p. 275).
Por lo expuesto, sólo resta concluir en que durante el período en que el último
gobierno de facto ejerció todos los poderes públicos, se instaló en el país un sistema de
represión clandestino en el que se produjeron una enorme cantidad de delitos que deben ser
considerados crímenes contra la humanidad.
2) La Escuela de Mecánica de la Armada
A raíz de la organización estructural adoptada por el gobierno de facto, el país se
dividió en cinco zonas, subdivididas a su vez en subzonas, cada una de las cuales se
correspondía con un Cuerpo del Ejército.
Así, el Comando de la Zona I dependía del Primer Cuerpo del Ejército, su sede
principal estaba en la ciudad de Buenos Aires, y comprendía las provincias de Buenos
Aires y La Pampa y la ciudad de Buenos Aires; el Comando de la Zona II dependía del
Segundo Cuerpo del Ejército con sede en Rosario, Santa Fe, y comprendía las provincias de
Formosa, Chaco, Santa Fe, Misiones, Corrientes y Entre Ríos; el Comando de la Zona III
dependía del Comando del Tercer Cuerpo del Ejército y abarcaba las provincias de
Córdoba, Mendoza, Catamarca, San Luis, San Juan, Salta, La Rioja, Jujuy, Tucumán y
Santiago del Estero, mientras que la sede principal se encontraba en la ciudad de Córdoba;
el Comando de la Zona IV dependía del Comando de Institutos Militares y su radio de
acción abarcaba la guarnición militar de Campo de Mayo, junto con algunos partidos de la
provincia de Buenos Aires; el Comando de la Zona V dependía del Quinto Cuerpo del
Ejército y abarcaba las provincias de Neuquén, Río Negro, Chubut y Santa Cruz y algunos
partidos de la provincia de Buenos Aires (esta descripción ha sido tomada de fojas 8359 y
ss. de la sentencia del 2 de diciembre de 1.986, pronunciada en la “Causa nro. 44”, del
registro de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional Federal).
La Zona I estuvo a cargo del Primer Cuerpo del Ejército, comandado
sucesivamente por los Generales Carlos Guillermo Suárez Mason, Leopoldo Fortunato
Galtieri, José Montes, Antonio D. Bussi, Cristino Nicolaides y Juan C. Trimarco.
La Subzona Capital estuvo a cargo, sucesivamente, de los Generales de Brigada
Jorge Olivera Rovere, José Montes, Andrés A. Ferrero, José R. Villarreal, Mario A. Piotti y
Julio Fernández Torres.
En este marco, la E.S.M.A. -ubicada en la Avenida del Libertador nro. 8209, de
esta ciudad- funcionó como centro clandestino de detención, torturas y exterminio, bajo el
comando de la Zona I, Subzona Capital Federal, Área III-A, durante el período en el que la
dictadura militar ejerció el máximo poder en el país.
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Habida cuenta su dependencia de la Armada, la E.S.M.A. estaba bajo la
responsabilidad de las diversas instancias de la cadena de mando del arma, en cuya cabeza
se encontraron los sucesivos comandantes en jefe de la fuerza, quienes, a su vez, integraban
las Juntas Militares.
La E.S.M.A. fue el asiento del grupo de tareas 3.3/2. Asimismo, funcionó en ese
lugar el grupo de tareas 3.3.3, integrado por miembros del Servicio de inteligencia Naval
(S.I.N.).
En este sentido, las dependencias del casino de oficiales de la E.S.M.A. eran las
instalaciones utilizadas como base operativa por el G.T. 3.3/2 y empleadas parcialmente
por otros grupos represivos.
Más allá de que al día de la fecha la Escuela de Mecánica de la Armada no
presenta rastros -al menos evidentes- de la organización estructural y edilicia que se había
montado para llevar a cabo las operaciones de detención, tortura y confinamiento de las
personas secuestradas, los relatos de los sobrevivientes que han permanecido detenidos allí
permiten ubicar en el espacio, y dentro de las dependencias de la E.S.M.A., los distintos
sectores donde el G.T. 3.3/2 desarrollaba sus tareas.
En la planta baja, se encontraban las oficinas destinadas a la administración,
inteligencia y planificación operativa. Estos espacios eran denominados los “Jorges” y el
“Dorado”.
Al sótano se llegaba a través de una escalera procedente de la planta baja, cerrada
por una pesada puerta de hierro, custodiada del lado exterior por un guardia armado, que
era el encargado de abrirla para permitir el acceso y de controlar todos los movimientos de
entrada y salida.
En el sótano se disponían varios cuartos, cuya ubicación y uso era muy variable
debido a que estaban construidos con materiales livianos, lo que facilitaba su montaje y
desmontaje de acuerdo a las necesidades del momento.
Los cuartos principales se encontraban asignados a:
a) interrogatorio y tortura: cuartos numerados del 12 al 15, provistos de un catre de
hierro al que era atado el prisionero, una repisa donde se ubicaba el aparato de picana
eléctrica y sillas para los interrogadores;
b) enfermería: cuarto amplio, en cuyo interior había dos camas y dos pequeños
armarios de vidrio, cerrados con candado, que contenían algunas medicinas. En este lugar
se atendían, por ejemplo, a los secuestrados que llegaban heridos y a las embarazadas en el
momento del parto;
c) laboratorios fotográficos: contaban con uno o dos laboratorios;
d) baño: pequeño recinto construido con madera, sobre una tarima;
e) dormitorio de los guardias y otros cuartos de construcción precaria donde,
durante un tiempo, trabajaron algunos prisioneros en tareas de archivo, biblioteca, etc.
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
Junto a las celdas de interrogatorio, sobre un pasillo que ostentaba la leyenda
“Avenida de la Felicidad”, había una mesa para el guardia encargado de la custodia interna;
allí se encontraba el tocadiscos o radio que funcionaba al máximo volumen durante las
sesiones de tortura. Ese lugar contaba con largos bancos, donde los prisioneros esperaban
ser interrogados.
En la entrada al tercer piso, un guardia armado registraba todos los movimientos
de entrada y salida, al tiempo que comandaba la apertura de la puerta de hierro por la que se
ingresaba. Ese nivel constaba de dos alas, adonde se accedía por una escalera que
atravesaba todo el edificio.
“Capucha” era la denominación del sector que se encontraba en el ala izquierda, en
forma de “L”, atiborrado de compartimentos que se utilizaban para mantener a los
prisioneros acostados en el suelo, encapuchados, engrillados y separados entre sí por
tabiques de aglomerado. Junto a las paredes, había algunos pequeños cuartos de
construcción
precaria,
provistos
de
compartimentos
superpuestos
-denominados
“camarotes”- asignados al alojamiento de prisioneros. Este lugar estaba iluminado
artificialmente, en forma continua.
La ventilación, también muy escasa, provenía de dos ruidosos extractores. Las
condiciones higiénicas eran muy deficientes. El pronunciado declive del techo de todo este
sector hacía que las vigas de hierro que lo sostenían llegaran casi al piso, sobre el lado
orientado hacia Avenida del Libertador, lo que dificultaba más aún el movimiento de los
detenidos.
A fines de 1977, la “pecera” fue ubicada en el extremo del ala derecha del tercer
piso, que había sido usada anteriormente como el lugar de depósito de los bienes saqueados
en las viviendas de los secuestrados (denominado “pañol grande”). Se trataba de un largo
pasillo en el que trabajaban los prisioneros sometidos al “proceso de recuperación”. El
recinto estaba controlado por un circuito cerrado de televisión, la iluminación era artificial,
la ventilación provenía de ventanillas altas y de algunos extractores. Funcionaban allí la
biblioteca, la sala de télex, las oficinas de trabajo y los archivos periodísticos. El acceso a la
pecera era controlado por un guardia.
Entre las dos alas del tercer piso había un hall, cuya puerta de acceso era
custodiada desde el lado exterior por un guardia armado, que anotaba los movimientos
internos. Frente a la puerta, salía la angosta y empinada escalera de un solo tramo que
conducía a “capuchita”. Junto al hall, salía un corredor hacia la derecha. Sobre uno de sus
lados se alineaban: el cuarto de las embarazadas, el baño de uso común para la mayoría de
los detenidos (contaba con dos lavatorios, dos duchas, dos w.c. y desde una ventana se
veían las canchas de tenis que pertenecían al casino de oficiales), el hueco que contenía el
motor del ascensor y un baño más pequeño. Frente a estas instalaciones, se disponían dos o
tres cuartos.
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
A “capuchita” se ingresaba por la puerta de entrada al altillo, y se subía una
escalera hasta una pequeña puerta que conducía a ese sector. Allí, permanecían detenidos
prisioneros que soportaban condiciones de vida aún peores que los alojados en “capucha”.
Era el sitio donde se encontraba el tanque de agua que abastecía al edificio. El piso era de
baldosas color rojo y se alineaban dos hileras perpendiculares de cuchetas (alrededor de
veinte en total). Las ventanas, continuamente cerradas y opacadas, estaban ubicadas en la
orientación hacia la Avenida del Libertador y la calle Pico. Frente a la escalera, estaba la
mesa del guardia de turno. La ventilación era escasa y la temperatura extrema en invierno y
en verano. Se la iluminaba siempre artificialmente. Ese vestíbulo relativamente hermético
conducía a dos cuartos, preparados para torturas e interrogatorios. Este cubículo, cuya única
ventilación provenía de un extractor que daba a la ya poco aireada “capuchita”, era usado
por los grupos ajenos al G.T. para torturar a sus prisioneros. Las dos celdas -construidas
con tabiques de cartón aglomerado- eran de pequeñas dimensiones y contaban, como las del
sótano, con un catre de hierro y la picana eléctrica. Este recinto estaba ubicado frente a una
hilera de cuchetas dispuestas a un metro de distancia de ese lugar. Más tarde, en uno de los
cuartos de interrogatorio -ya desprovisto de su anterior mobiliario- se realizaban las tareas
de archivo periodístico.
También varios testigos indicaron que, durante la primera semana del mes de
febrero de 1978, el cubículo fue destruido a fin de cambiar la fisonomía del lugar, con
motivo de la visita que realizaron periodistas extranjeros. “Capuchita” continuó usándose
como lugar de alojamiento de prisioneros.
3) El Grupo de Tareas 3.3/2
La fuerza efectiva del G.T. 3.3 estaba compuesta por el personal que integraba las
dotaciones de la Escuela de Mecánica de la Armada y la Escuela de Guerra Naval, el que
era reforzado por personal de otros destinos dependientes del Comando de operaciones
Navales, cuando la situación así lo imponía, en forma transitoria y rotativa.
Se estructuró en tres sectores: “inteligencia”, “operaciones” y “logística”.
La sección “inteligencia” era la encargada de evaluar la información obtenida, para
lograr la ubicación y señalamiento de las personas a secuestrar. Los oficiales de inteligencia
planificaban los operativos de secuestro, tenían a su cargo a los prisioneros durante toda su
permanencia en la E.S.M.A., realizaban los interrogatorios e intervenían en la decisión de
los “traslados”, es decir de la desaparición física de los secuestrados.
La Cámara de este fuero, al confirmar el procesamiento de algunos de los
imputados en el marco de la causa nro. 7694/99 caratulada “Astiz Alfredo y otros s/delito
de acción pública” del registro de la Secretaría nro. 23 de este Tribunal (ver resolución de
fs. 864/925) tuvo por probado, con el carácter provisorio propio de una resolución de esta
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
naturaleza, que en determinado momento histórico el sector llamado “inteligencia” estaba
comandado por Jorge Acosta (“Tigre”, “Santiago” o “Aníbal”) y que formaban parte de él
Francies Whamond (“Pablo” o “Duque”), Antonio Pernías (“Rata”, “Martín” o “Trueno”) y
el oficial Raúl Enrique Scheller (“Mariano” o “Pingüino”).
Asimismo, numerosos testigos han señalado que Alfredo Astiz, Juan Carlos Rolón,
Ricardo Miguel Cavallo (a partir de 1979), Randolfo Agusti Scacchi, Orlando González,
Antonio Rosario Pereyra, Juan Arturo Alomar, Adolfo Miguel Donda, Jorge Manuel Díaz
Smith, Carlos Daviou y Alberto Eduardo González, entre otros, también formaban parte de
este sector.
Por su parte, la sección “operaciones” tenía a su cargo la ejecución concreta de los
secuestros, robos de automóviles y saqueos de viviendas. Operaba con los datos que le
brindaba “inteligencia”.
Así, mientras los detenidos eran torturados, un grupo operativo estaba siempre
dispuesto para salir a secuestrar a otras personas en caso de obtenerse nuevos datos.
Integraban este sector Ricardo Guillermo Corbetta, Hugo Enrique Damario,
Ricardo Jorge Lynch Jones, Paulino Oscar Altamira, Julio César Binotti, Daniel Néstor
Cuomo, Juan de Dios Daer, Daniel Humberto Baucero, Rodolfo Oscar Cionchi, Miguel
Ángel García Velasco y Ricardo Miguel Cavallo (entre 1976 y 1979), y miembros de la
Policía Federal Argentina, del Servicio Penitenciario Federal, de la Prefectura Naval
Argentina, del Ejército y de la Fuerza Aérea, entre los que puede mencionarse a Ernesto
Frimón Weber, Juan Carlos Fotea, Claudio Orlando Pittana, Carlos Orlando Generoso, Juan
Antonio Azic, Héctor Antonio Febres, Julio César Coronel y Carlos Guillermo Suárez
Mason.
Por último, la sección “logística” se ocupaba del apoyo y aprovisionamiento de los
grupos operativos y del desarrollo de la infraestructura del G.T. 3.3/2, lo que incluía el
mantenimiento y refacción del edificio y la administración de las finanzas.
En este sector se destacaron Jorge Radice, Carlos José Pazo, Néstor Omar Savio,
Héctor Francisco Polchi, Omar Alfonso Eyzaguirre, Guillermo Horacio Pazos y Alejandro
Spinelli, entre otros.
Además en la E.S.M.A. funcionaba, a la par con el G.T. 3.3/2, el G.T. 3.3/3,
manejado operativamente por el Servicio de Inteligencia Naval. Allí se desempeñaron,
entre otros, el teniente de navío Francisco Lucio Rioja, Oscar Rubén Lanzón, Pablo García
Velasco y Hugo Héctor Siffredi.
El centro clandestino de detención también contó con la participación de diversos
profesionales de la salud entre los que cabe mencionar a Rogelio José Martínez Pizarro,
Carlos Octavio Capdevila y Jorge Luis Magnacco.
Finalmente, conjuntamente con los oficiales que ejercían funciones en cada sector
del G.T., en la E.S.M.A. prestaban sus servicios suboficiales que recibían las
15
Ministerio Público Fiscal de la Nación
denominaciones de “Pedros”, “Verdes” y más tarde “Pablos” y “Pablitos”. Éstos
generalmente eran suboficiales o estudiantes de la Escuela y su función era la custodia de
los secuestrados, traslado de las comidas desde la cocina hasta el sótano o a “capucha”,
vigilancia de los desplazamientos de los prisioneros al baño y participación como personal
operativo en secuestros y “paseos”. Asimismo, en numerosas ocasiones tuvieron
intervención en los interrogatorios donde las víctimas eran sometidas a torturas. Estas
guardias respondían a un jefe; desempeñaron tal función Víctor Francisco Cardo, Víctor
Roberto Olivera y Carlos Galián, en cuyo carácter eran encargados de recibir a los
prisioneros cuando ingresaban al centro clandestino y de prepararlos para ser
inmediatamente torturados.
Sin embargo, no debe olvidarse que como señaló Graciela Beatriz Daleo en su
testimonio que en copia obra a fs. 113/4 de la causa nro. 1376/04, “ninguno de los
departamentos que funcionaban en la E.S.M.A. (‘logística’, ‘inteligencia’ y ‘operativo’) era
estanco. De esta manera, miembros del grupo de tareas que integraban el sector de
inteligencia (que asumía las tareas de investigación, torturas, etc.), también salían a
secuestrar”.
B) DESCRIPCIÓN DE LOS HECHOS MATERIA DE ACUSACIÓN
103) TALBOT WRIGHT, Héctor Eugenio
Héctor Eugenio Talbot Wright, apodado “Juan”, marido de Adriana Lesgart e
importante miembro en la organización Montoneros, fue privado ilegítimamente de su
libertad con violencia, abuso de sus funciones y sin las formalidades prescriptas por la ley,
el día 16 de octubre de 1976, en la calle Peña de la ciudad de Buenos Aires, por integrantes
del G.T. 3.3/2. Durante dicho operativo, fue herido de gravedad.
Las heridas producidas a Talbot Wright en dicho operativo determinaron su
deceso, mientras se hallaba en poder de sus captores.
Héctor Eugenio Talbot Wright aun permanece desaparecido.
En relación con los hechos descriptos, García Tallada, Jorge González y
Montes, impartieron las órdenes que concretamente permitieron a sus subordinados
mencionados más abajo privar ilegítimamente de la libertad a la víctima y finalmente
matarla cuando aquello no fue posible. Además, recibían informes sobre los operativos del
grupo de tareas y avalaban lo realizado por sus subordinados, practicando periódicos
controles de su actuación y visitas a la E.S.M.A.
Jorge Eduardo Acosta ordenó y ejecutó la totalidad de los hechos padecidos por
la víctima. Tanto Acosta como Astiz, Alberto González y Rolón (en su carácter de
integrantes del Sector de Inteligencia del Grupo de Tareas 3.3/2) planificaron el operativo
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
de secuestro de la víctima, en el cual fue herido de gravedad a raíz de lo cual finalmente
falleció durante su cautiverio.
En lo que respecta a Radice, Savio y Weber, integraban el Sector de Operaciones
y de Logística del Grupo de Tareas 3.3/2 cuando sus integrantes privaron ilegítimamente de
la libertad a la víctima en el operativo en el que resultó gravemente herida, a raíz de lo cual
falleció durante su cautiverio, mientras que Rioja era miembro del S.I.N. y Martínez
Pizarro también integraba el grupo de tareas en su calidad de médico; hechos en los que
también participó Cardo como integrante del grupo.
170) LABAYRÚ, Silvia
Silvia Labayrú fue privada ilegítimamente de su libertad con violencia, abuso de
funciones y sin las formalidades prescriptas por la ley, el 29 de diciembre de 1976 a la
tarde, mientras caminaba por la calle Azcuénaga casi llegando a la esquina de Juncal,
Ciudad de Buenos Aires, por varios integrantes del Grupo de Tareas 3.3/2 vestidos de civil,
los que interceptaron su paso, la golpearon y, tras reducirla, la introdujeron en un
automóvil. Al momento de su detención, estaba embarazada de cinco meses.
Fue conducida a la E.S.M.A., donde se la mantuvo clandestinamente en cautiverio
y se la sometió a condiciones inhumanas de vida (bajo a las paupérrimas condiciones
generales de alimentación, higiene y alojamiento que existían en el lugar, descriptas en el
apartado III-A del presente). Asimismo, fue atormentada mediante la exhibición del
cadáver de su cuñada María Cristina Lennie -secuestrada en ese centro clandestino de
detención-, fue torturada para obligarla a proporcionar información y fue amenazada para
que prestara cooperación con sus captores y para que concurriera con el teniente Alfredo
Astiz a las reuniones que mantenían los familiares de desaparecidos y otras personas
interesadas en averiguar el destino de esas personas, en el marco de la infiltración del
mencionado marino que culminó con el secuestro, los tormentos y la muerte de doce
personas vinculadas con ese grupo, entre el 8 y el 10 de diciembre de 1977. En esa
dependencia naval, era conocida por el apodo de “Mora”.
Durante su cautiverio en la E.S.M.A., dio a luz una niña -Vera- que fue entregada
a su familia. En esa oportunidad, fue asistida por el Dr. Magnacco y, previamente, por un
enfermero que la atendió cuando rompió bolsa en la sala de tortura que llevaba el letrero
“Avenida de la Felicidad”. Al parto concurrió Norma Susana Burgos.
Mientras perduró su cautiverio en la E.S.M.A., fue obligada a efectuar diversas
tareas que le indicaban sus aprehensores, sin recibir remuneración alguna.
17
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Finalmente, recuperó su libertad el 16 de junio de 1978, y luego de una semana
viajó a Madrid, España, con su hija en un vuelo de la compañía “Varig”, con pasajes
suministrados por sus captores.
En relación con los hechos descriptos, Agusti Scacchi (en su carácter de integrante
del Sector de Inteligencia del Grupo de Tareas 3.3/2) participó en la planificación del
operativo de secuestro de la víctima y la mantuvo privada de su libertad en forma
clandestina en la E.S.M.A. y en otros lugares bajo el control del G.T., así como también la
atormentó mediante la imposición de los mecanismos de tortura descriptos.
217) BORRERO, Marta Ofelia
Marta Ofelia Borrero, militante de la organización Montoneros a quien apodaban
“Violeta” o “La karateka”, fue privada ilegítimamente de su libertad con violencia, abuso
de sus funciones y sin las formalidades prescriptas por la ley, junto a Hilda Adriana
Fernández (caso nro. 207), el 21 de enero de 1977, frente a la confitería “Azteca” -ubicada
Gavilán y Rivadavia, de esta ciudad de Buenos Aires-, por personal vestido de civil que se
encontraba armado y se movilizaba en dos vehículos “Ford Falcon” e integraba el G.T.
3.3/2.
Luego, fue trasladada a la Escuela de Mecánica de la Armada, donde se la
mantuvo clandestinamente detenida y fue atormentada mediante la imposición de
condiciones inhumanas de vida (sometida a las paupérrimas condiciones generales de
alimentación, higiene y alojamiento que existían en el lugar, descriptas en el apartado III-A
del presente).
Al día de la fecha, permanece desaparecida.
Pernías (en su carácter de integrante del Sector de Inteligencia del Grupo de
Tareas 3.3/2) participó en la planificación del operativo de secuestro de la víctima y la
mantuvo privada de su libertad en forma clandestina, así como también la atormentó
mediante la imposición de los mecanismos de tortura descriptos.
En lo que respecta a Damario (integrante del Sector de Operaciones y de
Logística del Grupo de Tareas 3.3/2) y Martínez Pizarro (médico integrante del grupo de
tareas, que también realizaba algún control sobre la salud de los cautivos) la mantuvieron
privada de su libertad en forma clandestina, así como también la atormentaron mediante la
imposición de las condiciones inhumanas de alojamiento descriptas.
Idéntica responsabilidad le cabe atribuir a Vilardo, toda vez que recibía informes
sobre la situación de las personas detenidas en la E.S.M.A., realizaba periódicas visitas a
dicho establecimiento y estaba en permanente contacto con detenidos que eran obligados a
trabajar en el Ministerio de Relaciones Exteriores.
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
888) MACHI de DUARTE Alcira Enriqueta
Alcira Enriqueta Machi de Duarte, arquitecta que militaba en Montoneros y
apodaban “Julia” o “Pelusa”, fue privada ilegítimamente de su libertad con violencia, abuso
de sus funciones y sin las formalidades prescriptas por la ley, en una fecha comprendida
entre noviembre y diciembre de 1980.
Posteriormente, fue conducida a la Escuela de Mecánica de la Armada, donde se la
mantuvo clandestinamente detenida y fue atormentada mediante la imposición de
condiciones inhumanas de vida (sometida a las paupérrimas condiciones generales de
alimentación, higiene y alojamiento que existían en el lugar, descriptas en el apartado III-A
del presente).
También habría permanecido en cautiverio bajo un tratamiento similar en el centro
clandestino denominado “Olimpo” y en aquel que funcionaba en la Guarnición de Campo
de Mayo.
Aún permanece desaparecida.
En relación con los hechos descriptos, Otero impartió las órdenes que
concretamente permitieron a sus subordinados privar ilegítimamente de la libertad a la
víctima, mantenerla en ese estado y atormentarla. Además, recibía informes sobre la
situación de la víctima y avalaba lo realizado por sus subordinados, practicando periódicos
controles de lo realizado por éstos y visitas a la E.S.M.A.
IV.- ELEMENTOS DE PRUEBA
Las pruebas recabadas durante el curso de la investigación, en relación con los
hechos narrados, permiten afirmar, con el alcance de este acto procesal, que los imputados
son penalmente responsables de los delitos que se les imputan, los cuales deberán ser
ventilados en el juicio oral correspondiente.
En el presente acápite, se hará referencia a las pruebas que dan cuenta de los
hechos materia de acusación y del contexto general en el cual éstos se desarrollaron.
El valor trascendente de los testimonios introducidos en un proceso como el
presente radica -conforme lo advirtió la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y
Correccional Federal en pleno, en la denominada “Causa nro. 13”- en “la manera
clandestina en que se encaró la represión, la deliberada destrucción de documentos y de
huellas y el anonimato en que procuraron escudarse sus autores”, por lo que “no debe
extrañar, entonces, que la mayoría de quienes actuaron como órganos de prueba revistan la
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calidad de parientes o de víctimas. Son testigos necesarios” (cfr. La Sentencia, Tomo I,
Imprenta del Congreso de la Nación, 1987, p. 294).
ENUMERACIÓN DE LAS PRUEBAS POR CASO
103) TALBOT WRIGHT, Héctor Eugenio
La testigo Lila Victoria Pastoriza refirió que el apodo de Talbot Wright era
“Juan”. Indicó además que era marido de Adriana Lesgart y que lo mataron cuando el
Grupo de Tareas de la E.S.M.A. intentaba secuestrarlo en la calle Peña de la ciudad de
Buenos Aires, a fines de 1976 (ver testimonio a fs. 33.213/7).
Por su parte, la testigo Marta Remedios Álvarez declaró que, según creía, Talbot
Wright había llegado muerto a la Escuela de Mecánica de la Armada, y que era un
importante miembro en la organización montoneros (ver testimonio a fs. 36.54/60).
Miguel Ángel Lauletta mencionó que Talbot Wright (Juan) “cayó” en una cita el
16 de octubre de 1976 y, según creía, lo mataron. Además lo recordó como un enlace
internacional (ver testimonio a fs. 29.375/6).
En el testimonio presentado conjuntamente por María Alicia Milia, Ana María
Martí y Sara Solarz de Osatinsky, el 12 de octubre de 1979 en la Asamblea Nacional
francesa, recordaron que Talbot Wright habría llegado muerto a la E.S.M.A. En el mismo
sentido, Graciela Daleo y Andrés Ramón Castillo indicaron que la víctima llegó muerta a
la Escuela de Mecánica de la Armada (mencionado a fs. 116 del legajo nro. 16 ó 32,
caratulado “Castillo, Andrés Ramón s/víctima priv. legal de la libertad”), y también lo hizo
Norma Susana Burgos (ver legajo CONADEP nro. 1293).
Por último, obran constancias del testimonio del padre de la víctima, Arturo
Roberto Talbot Wright, dando cuenta de la desaparición de Héctor Eugenio Talbot
Wright el día 16 de octubre de 1976, cuando realizó el trámite correspondiente para obtener
la declaración de fallecimiento presunto de su hijo (ver constancias aunadas en el legajo
SDH nro. 1225).
170) LABAYRÚ de LENNIE, Silvia
La Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional Federal, en
relación con el caso nro. 684 de la sentencia dictada en la causa nro. 13/84 (La Sentencia,
op. cit., Tomo II, pág. 675/677), consideró probado que “el 29 de diciembre de 1976, en
horas de la tarde, Silvia Labayrú de Lennie fue privada de su libertad mientras caminaba
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
por la calle Azcuénaga casi esquina Juncal de la ciudad de Buenos Aires, por varias
personas vestidas de civil las que le interceptaron el paso, la golpearon y tras reducirla la
introdujeron en un automóvil... se la mantuvo clandestinamente en la escuela de Mecánica
de la Armada... durante su cautiverio Silvia Labayrú de Lennie fue sometida a torturas...
recuperó su libertad...el 16 de junio de 1978... fue obligada exclusivamente mientras estuvo
alojada en las dependencias de la Escuela de Mecánica de la Armada, a efectuar diversas
tareas que le indicaban sus aprehensores sin recibir remuneración alguna... fue obligada a
acompañar al Teniente Alfredo Astiz en su intento de infiltración en organizaciones de
defensores de los derechos humanos... fue obligada a cooperar con sus captores facilitando
la individualización y captura de elementos presuntamente subversivos”.
Lo probado por la Cámara Federal concuerda con los testimonios de la propia
damnificada, a saber: declaración del 31 de julio de 1984, prestada ante la CONADEP
como así también los datos brindados en el Legajo CONADEP nro. 6838; declaración vía
exhorto diplomático prestada el 2 de agosto de 1985 en el marco de la causa nro. 13/84 (que
obra a fs. 11.400/28 y ss. del Cuerpo LVI de la causa en cuestión, que obra en la Cámara
Nacional en lo Criminal y Correccional Federal); su testimonio que obra a fs. 9406/12 de la
causa 10.326/96, prestada en el Juzgado Central de Instrucción Nº 5 de Madrid, España,
ante el juez Baltasar Garzón el 8 de marzo de 2001; declaración del 26 de octubre de 2004,
prestada ante el juez instructor en Madrid, Reino de España, en el marco de la presente
causa (ver fs. 12.177/86 de las presentes actuaciones y fs. 1401/10 de la causa nro.
1.376/04), y declaración testimonial brindada el día 18 de febrero de 1985 (fs. 1105/6 y
1158 del legajo 48/59, original agregado en el Anexo II, Cuadernillo de prueba “C” y fs.
8121/30 de la causa nro. 18.967/2003 de ese Juzgado).
La testigo, apodada “Mora”, manifestó haber sido secuestrada el día 29 de
septiembre de 1976 y luego conducida a la Escuela de Mecánica de la Armada, donde
permaneció clandestinamente detenida más de un año y medio, es decir, hasta el mes de
junio de 1978 cuando fue liberada.
Agregó que, en diciembre de 1977, fue llevada y obligada a desempeñar funciones
de secretaria, en un lugar donde se había montado una empresa audiovisual, en la calle
Besares 2025 de esta ciudad (vivienda que supo, a partir de los dichos de otros
sobrevivientes, que había sido apropiada a un detenido). Indicó que la primera vez que
concurrió a ese sitio, estaba todavía armándose, en lo cual trabajaban algunas de las
personas que estaban secuestradas en la E.S.M.A., utilizadas como mano de obra esclava. A
esa empresa, fue llevada entre diciembre de 1977 y junio de 1978.
Explicó que mientras permaneció prisionera en la Escuela de Mecánica de la
Armada conoció a Alfredo Astiz, quien prestaba servicios como oficial de operaciones del
G.T. 3.3/2. A él le fue encomendada la tarea de infiltrarse en los grupos de familiares de
desaparecidos y organismos de defensa de los derechos humanos, a fin de averiguar si en su
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interior existían organizaciones o grupos subversivos. Efectivamente, durante su cautiverio
en la E.S.M.A., Labayrú comprobó que Alfredo Astiz se infiltró en un grupo de familiares
de desaparecidos, bajo el nombre de Gustavo Niño, haciéndose pasar como hermano de un
desaparecido. Tal tarea de infiltración duró varios meses y se cumplió inclusive en las
reuniones que organizaba la propia Iglesia Católica, sobre todo las de los Obispos Novak y
Raspanti, obispo de Quilmes, con quien además había trabajado la hermana Alice Domon.
Específicamente, ante la Comisión Nacional de Desaparición de Personas, Silvia
Labayrú manifestó que entre los meses de octubre y noviembre de 1977, Astiz comenzó a
concurrir a las misas, manifestaciones y reuniones de carácter público organizadas en esa
época por los familiares de desaparecidos, bajo la falsa identidad de Gustavo Niño,
supuesto hermano de un verdadero desaparecido. Para hacer más creíble la coartada de
Astiz, el Servicio de Inteligencia del Grupo de Tareas decidió que debía ser acompañado en
algunas ocasiones por una persona secuestrada. Esa iniciativa se basaba en el hecho de que
Astiz había realizado un relevamiento suficiente de las acciones relacionadas con los
derechos humanos y las desapariciones, para poder pasar a otro tipo de acción como, por
ejemplo, participar los días jueves en las manifestaciones que se realizaban en la Plaza de
Mayo, donde fue acompañado alguna vez por una secuestrada. Más tarde, la secuestrada
que acompañaba a Astiz fue la testigo. Le dijeron que había sido elegida por su aspecto
físico y por su edad, dado que eran signos adecuados para hacerse pasar por hermana menor
de Astiz. Además, sucedió en esa función a la esposa de un conocido dirigente político que
podía ser reconocida. En cambio, Labayrú no presentaba ese riesgo.
La testigo señaló haber acompañado a Alfredo Astiz dos o tres veces a reuniones
en la Iglesia Santa Cruz, a una en un domicilio en el barrio de La Boca y en una
oportunidad concurrió a la Plaza de Mayo, mientras éste se encontraba infiltrado.
Labayrú manifestó, entre otras cosas, que en su condición de detenida y rehén, era
obligada a participar en las reuniones y en los encuentros en la Plaza de Mayo junto con
Astiz. Estimó que ello se debió, posiblemente, a su parecido físico con Astiz, que le
permitía pasar como su hermana. Sin embargo, aclaró que en muchas ocasiones Astiz
realizó su trabajo de infiltración solitariamente. A raíz de tal actividad, el Grupo de Tareas
perpetró los secuestros de las personas individualizadas por Astiz.
Agregó que estas operaciones fueron decididas por el Servicio de Inteligencia de la
E.S.M.A. -dirigido por el capitán de corbeta Jorge Acosta-, en función de las informaciones
proporcionadas por Alfredo Astiz.
La testigo recordó que, muchas horas antes de que Astiz la llevara a la reunión en
el barrio de La Boca, le dijeron que iba a ser sometida a un simulacro de secuestro.
También le dijeron que se realizarían otros secuestros de padres relacionados con el grupo
de la iglesia Santa Cruz. Dicha información también había sido dada a conocer a varios
detenidos secuestrados por los mismos oficiales, difundiendo además los argumentos
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conocidos de los que se valían para justificar sus actos. Para el caso, dijeron que esos
padres debían ser detenidos porque pertenecían a una organización subversiva. Más tarde,
supo por los mismos oficiales que algunos no eran militantes pero que debían ser detenidos
por su fuerte influencia y combatividad, como el caso de Azucena Villaflor de De Vincenti.
La testigo agregó que, si bien no presenció los interrogatorios bajo tormentos de
los detenidos, observó a las dos religiosas francesas -Alice Domon y Leónnie Duquet
(secuestrada con posterioridad a la primera de las nombradas)-cuando volvían de las
sesiones de tormento, apreciando en ellas los rasgos comunes de todas las personas
torturadas con corriente eléctrica. Pudo reconocerlas, porque se quitaban las capuchas para
poder comer y por su acento francés. Aseguró que el capitán Acosta había estado a cargo
del interrogatorio y la tortura en estos casos.
Asimismo, manifestó que el Grupo de Tareas recibió llamados telefónicos del
Ejército para saber si ellos eran los autores de los hechos. En virtud de tales circunstancias,
los oficiales del grupo de tareas decidieron encubrir su responsabilidad y acelerar el
“traslado” de los prisioneros, intentando inclusive hacer creer que las religiosas habían sido
secuestradas por un grupo de Montoneros, a cuyos fines organizaron un montaje
fotográfico (que fue luego distribuido a la prensa) y redactaron un comunicado en el que se
las condenaba a muerte, aclarando que esto último no se llevó a la práctica porque no lo
consideraron conveniente.
En la misma dirección, el testigo Alberto Girondo señaló que, en noviembre de
1977, por medio de Martín Gras (ambos prisioneros de la E.S.M.A.) supo que otra
secuestrada de nombre Labayrú había sido forzada a infiltrarse con familiares de
desaparecidos junto con el teniente de fragata Alfredo Astiz (declaraciones de fecha 6 de
diciembre de 1984 y 5 de diciembre de 2003, obrantes a fs. 230/74 y 1195vta. del legajo
nro. 48/59 y fs. 7907/09 de la causa nro. 18.967/2003 de ese Juzgado).
Asimismo, Ana María Martí, en la declaración brindada en la ciudad de Ginebra,
el día 14 de enero de 1985 (fs. 1172vta. del legajo nro. 48/59), recordó que mientras
permaneció prisionera en la E.S.M.A., conoció a la detenida Silvia Labayrú, quien fue
amenazada para colaborar con los militares, especialmente con el teniente Alfredo Astiz,
que era uno de los oficiales más activos. De este modo, Labayrú debió infiltrarse con Astiz
en un grupo de familiares de desaparecidos, haciéndose pasar por su hermana. Ese grupo
estaba encargado de recaudar fondos para publicar una solicitada en los diarios, reclamando
la aparición de sus familiares desaparecidos. Asimismo, en su declaración del 7 de julio de
1998, prestada en Berna, Suiza, en el marco de la causa nro. 10.326/96 caratulada
“Nicolaides, Cristino y otros s/sustracción de menores” (ver fs. 14.708 y ss de la causa
14.217), recordó haber visto embarazada en la E.S.M.A. a Silvia Labayrú, así como
también pudo verla después del parto. Refirió que ella tenía un “tratamiento de favor” y
que, cuando tuvo familia, su hijo fue devuelto a su familia.
23
Ministerio Público Fiscal de la Nación
Por otra parte, Mercedes Inés Carazzo en las declaraciones testimoniales de
fechas 4 de abril de 1997 y 21 de septiembre de 1998 (fs. 269/70 del CUERPO II del
“INCIDENTE DE BÚSQUEDA E IDENTIFICACIÓN DE: ALICE DOMON, LÉONIE
DUQUET, EDUARDO GABRIEL HORANE Y OTROS”, y fs. 485/502 del cuerpo III del
mismo incidente), recordó haber visto a Silvia Labayrú durante el cautiverio de ambas en la
E.S.M.A., cuyo parto presenció el día 27 ó 28 de abril de 1977. Declaró que, en esa
ocasión, Silvia Labayrú dio a luz a una niña a quien llamó Vera. Por otra parte, declaró en
la causa Nº 1376/04 de ese Juzgado que el 27 de abril de 1977 asistió al parto de “Silvina
Labayrú” (SIC), en el que había participado un médico de nombre Magnacco. Además, en
la ampliación de su declaración testimonial del 21 de diciembre de 2004, en el marco de la
causa Nº 1.374/04, nombró a Silvia Labayrú como una de las personas que había visto
durante su detención (desde el 21 de octubre de 1976 hasta alrededor de septiembre de
1977).
Norma Susana Burgos, en su declaración de fojas 5897/5934 del Tomo 19, 20 y
21 de la documentación remitida por el Juzgado Central de Instrucción nro. 5 de la
Audiencia Nacional de Madrid, en relación con el Sumario nro. 19/97, manifestó que,
durante su cautiverio en E.S.M.A., hubo alrededor de una docena de partos, uno de los
cuales asistió personalmente, el de Silvia Labayrú (“Labailu” -SIC-).
Las circunstancias del nacimiento de su niña fueron relatadas por Silvia Labayrú
en su declaración de fojas 1401/10 de la causa nro. 1.376/04 de la Secretaría nro. 23 del
Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional Federal nro. 12.
Marta Remedios Álvarez tuvo familia en la E.S.M.A. Posteriormente, dos
policías y un oficial de la Armada la condujeron al Registro Civil de Olivos y anotaron a su
hijo bajo el nombre de Federico Emilio Francisco Mera, antes de entregárselo a sus
abuelos. Refirió que en el caso de Silvia Labayrú se siguió el mismo procedimiento
(declaración de fojas 6921/6928 y 14.111/5vta.).
Por lo demás, fueron muchas personas sobrevivientes de la E.S.M.A. que dijeron
haber visto a Silvia Labayrú, a saber: Ricardo Héctor Coquet (ver su declaración ante la
Cámara Federal prestada el 10 de febrero de 1987), Martín Tomás Gras (ver el ANEXO
IV, fotocopias extraídas de la causa 12.703 del Juzgado Federal 2, Secretaría 4, que
estuvieron incorporadas a la causa 6.511, del Juzgado Federal 5, Secretaría 15, su
declaración testimonial prestada en la ciudad de Madrid, el 6 de agosto de 1985, vía
exhorto diplomático, en el marco de la causa 13/84, que obra en el legajo Nº 71,
correspondiente a Martín Tomás Gras y su declaración del 8 de noviembre de 2004, en la
causa principal), Graciela Beatriz Daleo y Andrés Ramón Castillo (presentación obrante
en el Anexo documental del legajo nro. 32, pertenciente a “Castillo, Andrés Ramón y
Daleo, Graciela Beatriz”), María Inés del Pilar Imaz de Allende (ver su testimonio ante la
Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas del 13 de agosto de 1984, obrante en
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
el legajo nro. 111), Miguel Ángel Lauletta (ver su declaración testimonial del 18/08/2004,
fs. 11.738 y ss. de la causa 14.217) y Pilar Calveiro (ver el listado que confeccionó de
“Personal represivo que operaba en la Escuela de Mecánica de la Armada” que obra en el
legajo Nº 73 y que está agregado a fs. 7961 y ss. de la causa 14.217).
Elisa Tokar, en su testimonio del 25 de junio de 1998, prestado en el marco de la
causa Nº 10.326 caratulada “Nicolaides, Cristino y otros s/sustracción de menores”, del
registro del Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional Federal Nº 7 (ver las copias de
su testimonio a fs. 7261/7266 y 14.741 y ss. de las presentes actuaciones), declaró haber
visto a Silvia Labayrú “circulando por la E.S.M.A.” y que, para ese entonces, ya no estaba
más embarazada. Supo que Labayrú había estado alojada en los camarotes ubicados al lado
de “capucha”.
También es preciso tener en cuenta los testimonios prestados por Sandra Lennie,
Nelva Zuccarino de Lennie y Santiago Lennie (legajo Nº 15/17 y 30, correspondiente a
Nelva Berta Zucarinno, Santiago Alberto Lennie, Sandra Lennie y María Cristina Lennie,
que corre por cuerda). Concretamente, Nelva Berta Zucarinno de Lennie declaró en
diversas ocasiones: el 27 de agosto de 198... (ilegible) ante la Comisión Nacional sobre la
Desaparición de Personas y el 16 de febrero de 1987 ante la Cámara Federal (ver fs. 60 del
legajo en cuestión). En ambas ocasiones, además de denunciar la desaparición de su hija
María Cristina Lennie, refirió que Silvia Labayrú, mientras estuvo cautiva en la E.S.M.A.,
había visto el cadáver de María Cristina. Además agregó que, durante su propia detención,
la de su esposo Santiago y de su hija Sandra, había visto a Silvia Labayrú -su nuera- y que
estaba también allí cautiva.
Los respectivos testimonios de Sandra Lennie del 11 de febrero de 1987 (ver fs. 57
y ss del legajo en cuestión) y de Santiago Alberto Lennie (ver fs. 65 y ss del legajo), son
contestes con los de la Sra. Zucarinno.
Asimismo, la testigo Nilva Berta Zucarinno de Lennie declaró que mientras
permaneció en la E.S.M.A. pudo mantener contacto con Silvia Labayrú, esposa de su hijo
Alberto Guillermo Lennie, que por entonces tenía un embarazo de siete meses. Ella le
confirmó que estaban en la Escuela de Mecánica de la Armada.
Indicó que su nieta Vera Lennie nació el día 28 de abril de 1977 en la Escuela de
Mecánica de la Armada, y que tomó el primer contacto con la bebita cuando se la
entregaron nueve días después de su nacimiento, el día 2 de mayo de 1977.
Relató que la pequeña fue anotada en el Registro Civil por su legítima madre
Silvia Labayrú, y por el capitán Alfredo Astiz, que había fraguado un documento para
ahcerse pasar por Alberto Guillermo Lennie.
Nilva Berta Zucarinno de Lennie también señaló que Astiz estuvo presente en el
bautismo de la niña y luego, junto a la madre llevó a la pequeña a su casa. Recordó que
llegaron muy contentos comentando que casualmente el mismo cura que había bautizado a
25
Ministerio Público Fiscal de la Nación
la nena también había bautizado a Silvia Labayrú recomendándole, entre broma y broma,
que trate de que la nena no fuera tan bandida como la mamá. Dejaron a la nena en la puerta
de calle, siguiendo en el mismo coche que habían venido.
La testigo también mencionó que en varias oportunidades, su nuera se presentaba
en su casa para visitar a su hija Vera, señalando que la persona que la acompañaba y
vigilaba era el oficial de marina Astiz. La segunda vez que tomó contacto con Astiz fue
cuando éste devolvió una camioneta para transporte escolar que era de su hijo Alberto
Guillermo Lennie que habían secuestrado en ocasión de un allanamiento realizado en la
casa de una hermana de la testigo. Por sugerencia del propio Astiz concurrieron a la
Comisaría 19, para formalizar una especie de presentación respecto del hallazgo de la
camioneta, manifestando que la habían llamado por teléfono diciéndole que en un
determinado lugar encontraría el vehículo con las llaves puestas. La tercera vez que vió a
Astiz fue en el mes de junio de 1979 cuando éste se presentó en su domicilio de la calle
Virrey Loreto. Ese día, junto a su esposo viajaban a España precisamente para tomar
contacto con su nietita Vera y su hijo. Astiz permaneció en su casa dos horas. Comentó de
su estadía en Sudáfrica y aportó detalles de la experiencia que vivió allí. Además preguntó
por la salud de su nuera y su hijo. Su impresión es que Astiz con su visita cumplía una
nueva vigilancia. La testigo también conoció a Antonio Pernias en la ciudad de San Pablo,
Brasil, cuando éste se presentó allí junto a otros oficiales de la Escuela de Mecánica de la
Armada a fin de procurarle a Alberto Guillermo Lennie un pasaporte para que pudiera
viajar a España (ver declaraciones brindadas por Nilva Berta Zucarinno de Lennie el 27 de
agosto de 1984 ante la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas y el 16 de
febrero de 1987 ante la Cámara Federal a fs.2 y 60 del legajo Nº 15/17 y 30,
correspondiente a Nilva Berta Zucarinno, Santiago Alberto Lennie, Sandra Lennie y María
Cristina Lennie, que corre por cuerda).
Por otra parte, el testigo Santiago Alberto Lennie manifestó que a raíz de la
entrega a él y a su esposa, de la hija de Silvia Labayrú y de su hijo Alberto Guillermo
Lennie, pudo conocer al oficial de marina Alfredo Astiz. Indicó que Astiz en una
oportunidad se presentó en su domicilio para pedirle disculpas por lo que había le pasado a
él y su familia. Agregó que en una ocasión, estando en la casa de los padres de Silvia
Labayrú en Pocitos, Uruguay, se presentó ésta acompañada por un oficial de la Marina
presentado como Pernias, persona a quien volvió a ver nuevamente en la ciudad de San
Pablo, Brasil, acompañando a su nuera. Era al parecer quien la vigilaba (ver declaración
brindada por Santiago Alberto Lennie el día 18 de febrero de 1987 a fs.65/67 del legajo Nº
15/17 y 30 correspondiente a Nilva Berta Zucarinno, Santiago Alberto Lennie, Sandra
Lennie y María Cristina Lennie, que corre por cuerda).
De la investigación desarrollada por Uki Goñi en su libro se desprende que:
“…Vera Lennie nació el 28 de abril de 1977. A diferencia de la suerte corrida por otras
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
detenidas, este alumbramiento y las particulares circunstancias que lo rodearon
evidenciaron el especial trato que comenzaba a recibir Labayrú a manos de los marinos. No
hubo complicaciones. Se dice que los marinos, al ver que la chiquita había nacido rubia,
festejaron con champagne…”.
“…’Mi nuera Silvina quería que Vera esté conmigo’, dice Berta. ‘Pero los marinos
de la ESMA la querían entregar a mis consuegros, los Labayrú. Así que fuimos a una
rotonda, y ahí estaban el señor Labayrú con su esposa en un auto y otros autos que daban
vueltas y vueltas. Primero le pasaron la nena a ellos. Vi a Silvina en otro auto, con cara de
una amargura infinita y tratando de no mirar. Por la ventana de mi auto me la pasaron a
Vera a mí’...”
“La entrega de la beba fue el preludio de una relación enfermiza que Astiz
mantuvo con los Lennie hasta prácticamente 1980…”
“’Astiz traía y llevaba a Vera de la ESMA a mi casa. Silvina a veces también
estaba en una quinta que tenían los marinos. Astiz la llevaba de día para que esté con la
madre y después la traía de vuelta para pasar la noche conmigo’, cuenta Berta…”.
“’Por eso lo conocemos tan bien’, agrega Santiago…”.
“Vera Lennie fue separada de su madre por primera vez en esa rotonda a los nueve
días de vida. Fue el comienzso de un secuestro que se repetía cada vez que Astiz sacaba y
entraba a la beba del campo de muerte de la Armada. Astiz construyó un cerco de terror
alrededor de los Lennie. Con documentos fraguados en los talleres de la ESMA se hizo
pasar por el marido de Labayrú y así engaño al sacerdote que la bautizó…”
“’Que no le salga mala como la mamá’, les guiñó el sacerdote a Labayrú y a Astiz
mientras echaba el agua bendita…”.
“’Eso lo dijo el cura porque, no sé como, Silvina consiguió que fuera el mismo que
la había bautizado a ella. Creo que Astiz nunca se enteró de ese detalle’, relata Berta…”.
“Después del bautismo, Astiz llevó a Vera a lo de Lennie, la entregó en la puerta,
sin entrar, y partió rápidamente en el auto en que había venido con Silvina. Fue la primera
ocasión en que Berta lo conoció…”.
“Habían secuestrado a su nuera embarazada. Los habían llevado a ellos mismos a
la ESMA y torturado a su hija en su presencia. Los habían tenido bajo libertad vigilada en
el Ayacucho Palace Hotel mientras los empujaban a entregar a su hija María Cristina para
matarla. La vida de su nieta recién nacida pendía de un hilo que controlaba Astiz. El terror
apenas comenzaba…”.
“El jueves 26 de mayo el teniente y Silvina Labayrú se presentaron ante la
circunscrpción 8° del Registro del Estado Civil para formalizar el acta de nacimiento de
Vera Lennie. Una vez más, Astiz porta el documento fraguado que le permite pasar por el
marido de la desaparecida. La falsificación estuvo a cargo de Miguel Ángel Lauletta, un
27
Ministerio Público Fiscal de la Nación
oficial montonero experto en fabricar documentación que, una vez capturado por la ESMA,
fue obligado a poner sus habilidades al servicio de la Marina…”
“’Yo hice varios documentos falsos para Astiz’, recuerda. ‘El de Lennie se usó
solamente para anotar a la hija de Silvina’…”.
“El acta de nacimiento delata la crueldad de las circunstancias. La beba es anotada
como Vera Cristina, recordando a María Cristina, recientemente muerta durante el
procedimiento que comandó el propio Astiz. Con una vuelta de tuerca, la fecha de
nacimiento es cambiada del 28 de abril al 18 de mayo, el día de la muerte de María
Cristina. Como en el caso de la Estanciera, Astiz parece ensayar una suerte de
compensación, la nieta por la hija. El lugar de nacimiento también es falseado, de la ESMA
a un departamento de los Labayrú en la Avenida del Libertador. Y Astiz presenta un
certificado del médico Jorge A. Vázquez confirmando las circunstancias falsas del
nacimiento…”.
“Coincidentemente, Jorge Alberto Vázquez es el nombre de otro sobreviviente de
la ESMA, médico y oficial montonero, llevado por primera vez al campo de concentración
a fines del 76, también obligado a prestar colaboración a los marinos…”.
“El acta fue rubricada por Elena Marta Mitjans, oficial público del Registro, quien
se sorprende ante las molestias innecesarias desde el punto de vista legal que se tomó Astiz
para certificar el nacimiento…”.
“’Por esa oficina entraban unas 50 o 60 actas todos los días que eran atendidas por
mesa de entradas y yo simplemente las firmaba al final de la tarde. En todo caso, no hacía
falta la firma ni el documento del padre. Los hijos nacidos de matrimonio los puede anotar
cualquier persona, el empleado de la clínica, el portero del hospital, es lo mismo. Lo único
que se precisa es el certificado médico y la libreta de matrimonio y, firme el que firme, los
hijos de la mujer casada se presumen que son el marido, es una presunción de la ley’…”.
“El increíble acta de nacimiento existe aún en los asientos del Registro Civil.
Exactamente 18 años después, el 26 de mayo de 1995, la Municipalidad de la ciudad de
Buenos Aires me entrega una copia fiel de la misma en la ventanilla de su Archivo General
de la calle Jean Jaurés. Le pido a Berta Lennie que confirme su declaración ante la Conadep
de que la firma A. Lennie que figura al pie fue efectivamente fraguada por Astiz. Luego de
un largo silencio, asiente silenciosamente que no es la firma de su hijo. Y nunca pudiera
haberlo sido…”
“’Yo ya me había ido del país en marzo’, dice el verdadero Alberto Lennie” (Goñi,
Uki, Judas. La verdadera historia de Alfredo Astiz, el infiltrado, Ed. Sudamericana, Buenos
Aires, 1996, pp. 32-34/35 y 38/39).
217) BORRERO, Marta Ofelia
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
Resulta de fundamental interés para el caso la presentación efectuada por los
padres de Hilda Adriana Fernández (caso 207), Pilar Sánchez y Carlos Fernández,
incorporada al legajo Conadep nro. 518, donde afirmaron haber tomado conocimiento
telefónicamente, a través de una persona que dijo ser compañera de estudios de su hija, que
el 21 de enero de 1977 ésta había sido secuestrada en la confitería “Azteca” del barrio de
Flores, de esta ciudad.
Además, en ese mismo legajo, obra un escrito presentado por Noemí Margarita
Fernández Durán, hermana de la damnificada Fernández, quien afirmó que su familiar
había sido secuestrado junto con su amiga Marta Ofelia Borrero, con quien había acordado
encontrarse en el local señalado. Además, indicó que ambas militaban en el área de prensa
de “Montoneros Zona Oeste” (cfr. fs. 32.635).
Por otro lado, se cuenta con la información aportada por la Federación de
Asociaciones Gallegas en su solicitud para ser tenido por parte querellante en estas
actuaciones, en la que se afirma que, según datos aportados por la familia de Fernández, un
hombre que iba a encontrarse el día del hecho con ambas jóvenes, al no arribar éstas al bar
señalado, inquirió al respecto a su encargado. Frente a ello, éste le habría respondido que,
momentos antes de abrir el local, había observado a “dos jóvenes mujeres, con intención de
entrar al establecimiento, que las mismas siguieron y cuando volvieron a pasar por delante,
mirando hacia adentro, se les pusieron a la par dos automóviles marca Ford Falcon, de los
cuales bajaron varios hombres que las rodearon, introduciéndolas en los vehículos en
contra” de su voluntad (cfr. fs. 37.091/4).
Marta Remedios Álvarez recordó la presencia de Hilda Fernández Durand en la
Escuela de Mecánica de la Armada, durante el mes de enero de 1977 (declaración de fojas
14.111/5vta.).
888) MACHI de DUARTE Alcira Enriqueta
María Susana Machi indicó que su hermana Alcira Enriqueta, apodada “Julia” o
“Pelusa”, era una arquitecta que militaba en la organización Montoneros y que había
permanecido detenida por razones políticas “en el penal de Villa Devoto”, entre agosto de
1975 y 1978.
Puntualmente, con relación al suceso investigado, señaló que “[a] partir de
noviembre-diciembre de 1980, tanto mi familia como yo, dejamos de tener noticias de ella,
y todas las gestiones que se realizaron para dar con su paradero fueron infructuosas”.
Afirmó haber tenido “conocimiento de la desaparición de su hermana a través de
compañeros residentes en México [donde ésta había vivido hasta febrero o mayo de ese
29
Ministerio Público Fiscal de la Nación
año] que Alcira había sido detenida en noviembre (aproximadamente) de 1980. Según los
compañeros, Alcira estaba viviendo (en Capital o Gran Bs. As.) con un matrimonio que
tenía 2 hijos quienes habrían sido detenidos con Alcira. Cabe destacar que se consultaron
listas y testimonios en la Comisión que arrojan la presunción que la pareja podría ser
Alfredo Luis De Lillo (2719) y su esposa [Mirtha Haydee Milobara Copes] (2720), basado
en la similitud de fechas y que se trataba de un matrimonio con dos hijos” (Legajo
CONADEP nro. 6261).
La hipótesis planteada podría ser acertada dado que este grupo familiar fue
secuestrado previo al 23 de diciembre de 1980, al arribar aeropuerto internacional de
Ezeiza, en un vuelo procedente de México. De hecho, en la fecha señalada, luego de haber
estado a cargo de dos matrimonios en forma sucesiva, los hijos de De Lillo y Milobara
Copes fueron entregados -junto con sus valijas, que contenían vestimenta y juguetes- a sus
abuelos paternos, en la ciudad bonaerense de Chivilcoy, por tres personas vestidas de civil
que se identificaron como pertenecientes a las fuerzas de seguridad. Cabe señalar que a uno
de estos matrimonios se le entregó un número de teléfono de referencia en caso de
problemas con los niños, que posteriormente se pudo determinar que correspondía al
Ejército (Legajos CONADEP nros. 2719 y 2720).
En relación con su cautiverio en la Escuela de Mecánica de la Armada, de acuerdo
la presentación de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre -obrante a fs.
41.149vta.-, en reiteradas oportunidades Víctor Melchor Basterra se refirió a esta víctima
como “María”, a quien describió como de “baja estatura, de rostro colorado y redondo” y
precisó que fue llevada a la ESMA desde “Campo de Mayo, donde vio cerca de 50
personas detenidas, entre ellas Petrus o Domingo Campiglia” (ver también “Testimonio
sobre el Centro Clandestino de Detención de la Escuela de Mecánica de la Armada…”,
brindado por este testigo y glosado a su Legajo CONADEP nro. 5011).
Esta información, a su vez, resulta coincidente con aquella que surge del Anexo
del Informe de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas denominado
“Víctimas de desaparición forzada o ejecución sumaria. Listado alfabético A-N 24/03/7610/12/83”, donde la damnificada figura como “Alcira Enriqueta Machi Boero” (cotejar en
http://www.derhuman.jus.gov.ar/anm); y de los listados aportados por Miguel Ángel
Lauletta (fs. 16.908/9) y Alfredo Manuel Juan Buzzalino (fs. 14.221 y 14.224/8).
V.- CALIFICACIÓN LEGAL
A) LA APLICACIÓN DEL DERECHO INTERNACIONAL
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
Toda vez que considero que los hechos que aquí se investigan constituyen
crímenes de lesa humanidad, para su adecuada valoración jurídica, no puede prescindirse
del estudio de las reglas que el derecho de gentes ha elaborado en torno a este tipo de
crímenes.
Según el corpus iuris del Derecho Internacional, un crimen de lesa humanidad es
en sí mismo una grave violación de los derechos humanos y afecta a la humanidad toda. En
el caso Fiscal c. Erdemovic el Tribunal Penal Internacional para el enjuiciamiento de los
presuntos responsables de las violaciones graves del derecho internacional humanitario
cometidas en la ex Yugoslavia desde 1991 (en adelante, TPIY) indicó que “los crímenes de
lesa humanidad son serios actos de violencia que dañan a los seres humanos al golpear lo
más esencial para ellos: su vida, su libertad, su bienestar físico, su salud y/o su dignidad.
Son actos inhumanos que por su extensión y gravedad van más allá de los límites de lo
tolerable para la comunidad internacional, la que debe necesariamente exigir su castigo.
Pero los crímenes de lesa humanidad también trascienden al individuo, porque cuando el
individuo es agredido, se ataca y se niega a la humanidad toda. Por eso lo que caracteriza
esencialmente al crimen de lesa humanidad es el concepto de la humanidad como víctima”
(TPIY, Fiscal c. Erdemovic, Case No. IT-96-22-T, Judgment, 29 de noviembre de 1996,
párr. 28).
Aunque no siempre los contornos de esas figuras aparecen claramente
determinados en los diversos instrumentos en los que han sido incluidas, está claro ya desde
la Segunda Guerra Mundial que el asesinato, el secuestro, la tortura, los tratos crueles e
inhumanos, perpetrados a gran escala y de acuerdo a un plan sistemático o preconcebido y
llevado a cabo por funcionarios estatales y/o con aquiescencia estatal son “crímenes contra
la humanidad”, esto es: “crímenes de derecho internacional”.
En primer lugar, se puede destacar que ya en los procesos de Nüremberg se
reconocía la existencia de una norma consuetudinaria que reprimía los crímenes de guerra y
los crímenes contra la humanidad.
Sobre este punto, Gil Gil sostiene que “la figura de los crímenes contra la
humanidad ha ido evolucionando desde su aparición en el estatuto de Londres de 1945 y
pertenece hoy al derecho internacional consuetudinario” (Gil Gil, Alicia, Posibilidad de
persecución en España de violaciones a los derechos humanos cometidos en Sudamérica,
en Cuadernos de Doctrina y Jurisprudencia Penal, Ad-Hoc, Nº 8-C, Buenos Aires, 1999, p.
512).
En este sentido, la evolución del derecho internacional ha llevado a lograr que el
reconocimiento consuetudinario que existía de la prohibición de cometer crímenes de lesa
humanidad, con posterioridad, fuese codificado en numerosos tratados de derechos
humanos. Como bien advierte el ex juez de la Corte Interamericana de Derechos Humanos
(en adelante Corte IDH), Cançado Trindade, “la conceptualización doctrinal de los
31
Ministerio Público Fiscal de la Nación
llamados crímenes contra la humanidad, -victimizando en escala masiva seres humanos, en
su espíritu y en su cuerpo- tiene sus orígenes, bien antes de la Convención contra el
Genocidio de 1948, en el propio derecho internacional consuetudinario, sobre la base de
nociones fundamentales de humanidad y de las exigencias de la conciencia pública” (Corte
IDH, Caso Bámaca Velásquez. Sentencia de 25 de noviembre de 2000. Serie C No. 70,
voto razonado del juez A. A. Cançado Trindade, párr. 18).
Luego de confirmar los Principios de Derecho Internacional reconocidos por el
Estatuto del Tribunal de Nüremberg y las sentencias del Tribunal, mediante la adopción de
la Resolución 95 (I), la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (en
adelante, ONU) se abocó a la tarea de elaborar una Convención sobre Genocidio que
consagre en el derecho positivo la prohibición de ese crimen. El acuerdo al que arribó la
comunidad internacional sobre la materia se encuentra plasmado en la Convención para
Prevenir y Sancionar el Delito de Genocidio, que fue adoptada el 9 de diciembre de 1948.
Con relación al valor jurídico de este tratado que prohíbe la comisión del crimen
de genocidio, que puede considerarse como una especie dentro del género que constituirían
los crímenes contra la humanidad (cfr. Fierro, Guillermo J., La ley penal y el derecho
internacional, 2ª edición, TEA, Buenos Aires, 1997, p. 395), la Corte Internacional de
Justicia tuvo la oportunidad -al poco tiempo de la entrada en vigor de dicha Convención- de
efectuar algunas consideraciones en el marco de la Opinión Consultiva Reservas a la
Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio dictada el 28 de mayo
de 1951. Allí, el Tribunal sostuvo que los principios que subyacen la Convención son
reconocidos por las naciones civilizadas como obligatorios para todos los Estados, incluso
sin que exista una relación convencional.
El fenómeno de adopción de la Convención sobre Genocidio se produjo
simultáneamente con la aprobación -el 10 de diciembre de 1948- por parte de la Asamblea
General de la ONU de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en cuyo
Preámbulo se afirma que “el desconocimiento y el menosprecio de los derechos humanos
han originado actos de barbarie ultrajantes para la conciencia de la humanidad”. En
consecuencia, la Declaración enumera un conjunto de derechos que se reconocen a la
persona humana como tal.
Entre las disposiciones que más interesan a los efectos de los hechos que en este
dictamen nos ocupan, pueden citarse las siguientes:
Art. 2. 1. “Toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en esta
Declaración, sin distinción alguna de.... opinión política o de cualquier otra índole...”.
Art. 3. “Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su
persona”.
Art. 5. “Nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o
degradantes”.
32
Ministerio Público Fiscal de la Nación
Art. 9. “Nadie podrá ser arbitrariamente detenido, preso ni desterrado”.
Art. 12. “Nadie será objeto de injerencias arbitrarias en su vida privada, su familia,
su domicilio o su correspondencia, ni de ataques a su honra o a su reputación. Toda persona
tiene derecho a la protección de la ley contra tales injerencias o ataques”.
Bobbio sostiene que “la Declaración Universal representa la manifestación de la
única prueba por la que un sistema de valores puede considerarse humanamente
fundamentado y por tanto reconocido: y dicha prueba es el consenso general sobre su
validez” (Bobbio, Norberto, “Presente y futuro de los derechos humanos”, en El problema
de la guerra y las vías de la paz, Gedisa, Buenos Aires, p. 131).
Como puede observarse, la Declaración Universal de los Derechos Humanos
“...enuncia un conjunto de bienes a los que ‘todo ser humano tiene derecho’ en las
condiciones establecidas en su art. 20. Junto a las cláusulas de esa estructura, se incorporan
otras en las que se describen actos de los que ‘nadie puede’ ser objeto. La mayor precisión
de éstas las hace más valiosas como instrumentos de enjuiciamiento de conductas estatales,
en tanto la oposición a ellas surge sin necesidad de mediación” (Marcelo Sancinetti y
Marcelo Ferrante, El derecho penal en la protección de los derechos humanos, Editorial
Hammurabi, Buenos Aires, 1999, p. 384).
De esta manera, no se requiere un gran esfuerzo para advertir la contradicción
manifiesta entre las prácticas desarrolladas en el marco del sistema clandestino de represión
implementado por las autoridades de facto que gobernaban el Estado argentino y la
enunciación de los actos de los que “nadie puede” ser objeto, según la Declaración
Universal de los Derechos Humanos de 1948.
En líneas generales, si bien el contenido del derecho internacional humanitario y
del derecho internacional penal ha surgido, en primer término, como costumbre
internacional y luego, como consecuencia del proceso de codificación del derecho
internacional ha pasado a formar parte del derecho internacional convencional, con la
Declaración Universal de Derechos Humanos se ha observado el proceso inverso. Así,
“...en el momento de su adopción, la Declaración adelanta una opinio juris -conciencia de
obligatoriedad, expresión del deber ser- a la que la práctica internacional debe adecuarse
con miras a la cristalización, en algún momento posterior, de una costumbre internacional.
Trátase de una inversión en el orden en que cronológicamente suelen darse los elementos
constitutivos de la norma consuetudinaria internacional” (Mónica Pinto, Temas de
Derechos Humanos, Editores del Puerto, Buenos Aires, 1997, pp. 35 y 36).
Como se desprende del célebre caso Filartiga v. Peña Irala de la Corte de
Apelaciones de los Estados Unidos, Circuito Segundo del 10 de junio de 1980, “desde la
adopción de la Declaración Universal de Derechos Humanos y la Declaración sobre
Protección de Toda Persona frente a la Tortura, ambas adoptadas sin ningún voto en contra,
los Estados Miembros de la ONU no pueden alegar que no saben qué derechos humanos se
33
Ministerio Público Fiscal de la Nación
comprometieron a promover”. En esta dirección se señaló que “la Asamblea General de la
ONU en la Res. 2625 (XXV) del 24 de octubre de 1970 ha declarado que los preceptos de
la Carta recogidos en dicha Declaración Universal constituyen principios fundamentales del
Derecho Internacional”, añadiendo que la Declaración es una manifestación imperativa de
la comunidad internacional, que crea una expectativa de adhesión, y a medida que la
práctica de los Estados gradualmente justifica dicha expectativa, puede llegar a ser
reconocida por la costumbre como expresión de normas vinculantes para los Estados. En
este sentido, son muchos los comentaristas y doctrinarios que han llegado a la conclusión
de que la Declaración Universal, si bien no era obligatoria al momento de su adopción, toda
vez que las resoluciones de la Asamblea General tienen el valor jurídico de
recomendaciones, se ha convertido en su conjunto en parte obligatoria del derecho
internacional consuetudinario y por ende, es vinculante para los Estados.
Por otra parte, un año después de la adopción de la Declaración Universal, el 12 de
agosto se adoptaron los cuatro Convenios de Ginebra de 1949 que regulan los problemas
humanitarios directamente derivados de los conflictos armados ya sean éstos de carácter
internacional o no, protegiendo a las víctimas de dichos conflictos así como a los bienes
afectados, y limitando el derecho de las partes en el conflicto a elegir libremente los medios
y métodos de combate (ratificados por nuestro país mediante el decreto-ley 14.442 del 9 de
agosto de 1956, ratificado por ley 14.467). En ellos también se estableció claramente el
principio de la responsabilidad de los individuos, entre otros principios de vital importancia
para el derecho penal internacional.
Asimismo, se determinaron un catálogo de conductas consideradas “infracciones
graves” del derecho internacional humanitario, respecto de las cuales se estableció la
obligación para los estados parte de imponer sanciones penales adecuadas a las personas
que hayan cometido o hayan dado la orden de cometer alguna de las conductas que revistan
tal carácter.
Como consecuencia de ello, se dispuso que cada Parte contratante tendrá la
obligación de buscar a las personas acusadas de “infracciones graves” y de llevarlas ante
sus tribunales nacionales fuere cual fuere la nacionalidad de ellas o bien, si el estado que
tiene en poder a personas acusadas lo prefiere, puede entregarlas a otra parte contratante,
para su debido enjuiciamiento, “siempre que esta última parte haya formulado contra las
personas de referencia cargos suficientes” (ver arts. 49, 50, 130 y 147 de los Convenios I a
IV, respectivamente).
Se consideran “infracciones graves” cualquiera de los siguientes actos cometidos
contra las personas o bienes que los convenios protegen: homicidio intencional, tortura o
tratos inhumanos, incluso las experiencias biológicas, el causar intencionalmente grandes
sufrimientos o realizar atentados graves a la integridad física o a la salud y la destrucción y
34
Ministerio Público Fiscal de la Nación
apropiación de bienes, no justificadas por necesidades militares y ejecutadas en gran escala
de manera ilícita y arbitraria.
Cabe señalar que, más allá del enorme valor contractual que poseen los convenios
(ya que a la fecha, más de 130 estados los ratificaron), también se ha reconocido el carácter
consuetudinario de sus disposiciones, en tanto expresan los principios generales esenciales
del derecho internacional humanitario (Corte Internacional de Justicia, Affair des activés
millitaires au Nicaragua, Reports 1986, parág. 218; citado en “Priebke”, J.A. 1996-I, p.
331 y ss., voto del Dr. Bossert, consid. 46, p 352).
En consecuencia, es posible afirmar que en las cuestiones centrales reguladas por
los Convenios puede observarse, como sucede en el caso de otros instrumentos, una
coincidencia sustancial entre el contenido de las disposiciones contractuales y el que cabe
asignarle al derecho consuetudinario referido a la materia y que integra el llamado derecho
de gentes.
Al respecto, debo señalar que una de las características del derecho de gentes
radica en su “carácter no derogable” que se relaciona con la aceptación por parte de la
comunidad internacional de la existencia de ciertos principios y normas jurídicas de
carácter imperativo para los Estados, que rigen aun contra su voluntad, y de los que éstos
no pueden sustraerse.
Esta concepción se plasmó en los arts. 43, 53 y 64 de la Convención de Viena
sobre el Derecho de los Tratados, concluida el 23 de mayo de 1969 (ratificada por la
República Argentina el 3 de octubre de 1972, mediante el decreto-ley 19.865).
El artículo 53 de la Convención citada dispone que “…una norma imperativa de
derecho internacional general es una norma aceptada y reconocida por la comunidad
internacional de Estados en su conjunto como norma que no admite acuerdo en contrario y
que sólo puede ser modificada por una norma ulterior de derecho internacional general que
tenga el mismo carácter”.
El reconocimiento de la categoría de “crímenes contra la humanidad” así como su
“estatuto jurídico” surge, además de todos los instrumentos, resoluciones, fallos y opiniones
doctrinarias ya citadas, de una innumerable cantidad de otros pronunciamientos en igual
sentido. Entre esos instrumentos se encuentra la Resolución 3074 (XXVII) de la Asamblea
General de las Naciones Unidas, del 3 de diciembre de 1973, titulada “Principios de
cooperación internacional en la identificación, detención, extradición y castigo de los
culpables de crímenes de guerra, o de crímenes de lesa humanidad”, en la que se afirma la
necesidad de juzgar y sancionar penalmente a los autores de crímenes de guerra y de lesa
humanidad.
Por otra parte el proceso de codificación de estas conductas prohibidas ya por el
derecho consuetudinario al momento de los hechos que aquí se analizan continuó con
posterioridad.
35
Ministerio Público Fiscal de la Nación
Así, tanto en el artículo 5 del Estatuto del TPIY [creado por el Consejo de
Seguridad mediante Resolución 827 (1993) del 25 de mayo de 1993], como en el artículo 3
del Estatuto del Tribunal Penal Internacional para el Enjuiciamiento de los presuntos
responsables de Genocidio y otras violaciones graves del Derecho Internacional
Humanitario cometidas en el territorio de Rwanda y de los ciudadanos rwandeses
presuntamente responsables de genocidio y otras violaciones de esa naturaleza cometidas
en el territorio de estados vecinos entre el 1º de enero de 1994 y el 31 de diciembre de 1994
[creado por el Consejo de Seguridad mediante Resolución 955 (1994) del 8 de noviembre
de 1994] se tipificaron como delitos de lesa humanidad las conductas aquí analizadas.
Con posterioridad, el Proyecto de Código de Crímenes contra la Paz y la
Seguridad de la Humanidad de 1996 también sancionaba este tipo de prácticas y el 17 de
julio de 1998, las mutaciones progresivas de la sociedad internacional permitieron
finalmente la adopción en Roma, del Estatuto de la Corte Penal Internacional.
En lo que aquí interesa, el artículo 5 del Estatuto de Roma dispone que “el
Tribunal tiene competencia para juzgar los crímenes más graves de trascendencia para la
comunidad internacional en su conjunto: el crimen de genocidio, los crímenes de lesa
humanidad, los crímenes de guerra y el crimen de agresión”, entendiéndose por “crimen de
lesa humanidad”, conforme lo establece el artículo 7 del tratado, “cualquiera de los actos
siguientes cuando se cometa como parte de un ataque generalizado o sistemático contra una
población civil y con conocimiento de dicho ataque: a) Asesinato; b) Exterminio; c)
Esclavitud; d) Deportación o traslado forzoso de población; e) Encarcelación u otra
privación grave de la libertad física en violación de normas fundamentales de derecho
internacional; f) Tortura; g) Violación, esclavitud sexual, prostitución forzada, embarazo
forzado, esterilización forzada o cualquier otra forma de violencia sexual de gravedad
comparable; h) Persecución de un grupo o colectividad con identidad propia fundada en
motivos políticos, raciales, nacionales, étnicos, culturales, religiosos, de género definido en
el párrafo 3, u otros motivos universalmente reconocidos como inaceptables con arreglo al
derecho internacional, en conexión con cualquier acto mencionado en el presente párrafo o
con cualquier crimen de la competencia de la Corte; i) Desaparición forzada de personas; j)
El crimen de apartheid; k) Otros actos inhumanos de carácter similar que causen
intencionalmente grandes sufrimientos o atenten gravemente contra la integridad física o la
salud mental o física”.
En otro orden de ideas, no quiero dejar de mencionar dos de los últimos
pronunciamientos de la Corte Interamericana de Derechos Humanos que son sumamente
importantes para esta causa por los motivos que detallaré seguidamente: el Caso Almonacid
Arellano y otros y el Caso Goiburú y otros.
Al respecto, debo recordar que como ha afirmado la Corte Suprema de Justicia de
la Nación, la jurisprudencia de la Corte IDH “constituye una imprescindible pauta de
36
Ministerio Público Fiscal de la Nación
interpretación de los deberes y obligaciones que establece la Convención Americana sobre
Derechos Humanos” (Fallos: 328:2056; 318:514, 326:2805, entre otros).
Asimismo, no debe olvidarse que la propia Corte Interamericana ha señalado que
“la obligación de cumplir con lo dispuesto en las decisiones del Tribunal corresponde a un
principio básico del derecho de la responsabilidad internacional del Estado, respaldado por
la jurisprudencia internacional, según el cual los Estados deben cumplir sus obligaciones
convencionales internacionales de buena fe (pacta sunt servanda)” (Inter alia, Corte IDH,
Caso Baena Ricardo y otros. Competencia. Sentencia de 28 de noviembre de 2003. Serie C
No. 104, párr. 61; Caso Bulacio. Sentencia de 18 de septiembre de 2003. Serie C No. 100,
párr. 117 y Responsabilidad Internacional por Expedición y Aplicación de Leyes
Violatorias de la Convención [arts. 1 y 2 Convención Americana sobre Derechos
Humanos]. Opinión Consultiva OC-14/94 del 9 de diciembre de 1994. Serie A No. 14, párr.
35).
En el primero de los casos, el Tribunal analizó si para el 17 de septiembre de 1973,
fecha en que el señor Luis Alfredo Almonacid Arellano -militante del Partido Comunistafue ejecutado extrajudicialmente por un grupo de carabineros, el asesinato constituía un
crimen de lesa humanidad, y bajo qué circunstancias.
En consonancia con lo manifestado en los párrafos anteriores, la Corte afirmó que
“el desarrollo de la noción de crimen de lesa humanidad se produjo en los inicios del siglo
pasado. En el preámbulo del Convenio de la Haya sobre las leyes y costumbres de la guerra
terrestre de 1907 (Convenio núm. IV) las potencias contratantes establecieron que ‘las
poblaciones y los beligerantes permanecen bajo la garantía y el régimen de los principios
del Derecho de Gentes preconizados por los usos establecidos entre las naciones
civilizadas, por las leyes de la humanidad y por las exigencias de la conciencia pública’.
Asimismo, el término ‘crímenes contra la humanidad y la civilización’ fue usado por los
gobiernos de Francia, Reino Unido y Rusia el 28 de mayo de 1915 para denunciar la
masacre de armenios en Turquía” (Corte IDH, Caso Almonacid Arellano y otros. Sentencia
sobre Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 26 de
septiembre de 2006 Serie C No. 154, párr. 94).
El juez Cançado Trindade añadió que “en los albores del Derecho Internacional, se
acudió a nociones básicas de humanidad para regir la conducta de los Estados. Lo que, con
el pasar del tiempo, vino a denominarse ‘crímenes contra la humanidad’ emanó,
originalmente,
del
Derecho
Internacional
consuetudinario,
para
desarrollarse
conceptualmente, más tarde, en el ámbito del Derecho Internacional Humanitario, y, más
recientemente, en el del Derecho Penal Internacional. Aquí nos encontramos en el dominio
del jus cogens, del derecho imperativo. En la ocurrencia de tales crímenes victimizando
seres humanos, la propia humanidad es del mismo modo victimizada” (Ídem, voto razonado
del juez A. A. Cançado Trindade, párr. 28).
37
Ministerio Público Fiscal de la Nación
Más adelante, el Tribunal destacó que “el asesinato como crimen de lesa
humanidad fue codificado por primera vez en el artículo 6.c del Estatuto del Tribunal
Militar Internacional de Nüremberg, el cual fue anexado al Acuerdo para el establecimiento
de un Tribunal Militar Internacional encargado del juicio y castigo de los principales
criminales de guerra del Eje Europeo, firmado en Londres el 8 de agosto de 1945 (el
‘Acuerdo de Londres’) (...) De forma similar, el delito de asesinato fue codificado en el
artículo 5.c del Estatuto del Tribunal Militar Internacional para el juzgamiento de los
principales criminales de guerra del Lejano Oriente (Estatuto de Tokyo), adoptada el 19 de
enero de 1946” (Ídem, párr. 95).
Sobre este punto, la Corte recordó que “el Tribunal Militar Internacional para el
Juzgamiento de los Principales Criminales de Guerra indicó que el Estatuto de Nüremberg
‘es la expresión de derecho internacional existente en el momento de su creación; y en esa
extensión es en sí mismo una contribución al derecho internacional’. Con ello reconoció la
existencia de una costumbre internacional, como una expresión del derecho internacional,
que proscribía esos crímenes” (Ídem, párr. 97).
Por otra parte, en el segundo de los casos señalados se analizó si las detenciones
ilegales y arbitrarias, torturas y desapariciones forzadas del doctor Agustín Goiburú,
ocurrida el 9 de febrero de 1977 mediante una acción coordinada entre las fuerzas de
seguridad paraguaya y argentina en el marco de la Operación Cóndor y de los señores
Carlos José Mancuello Bareiro y los hermanos Benjamín y Rodolfo Ramírez Villalba ocurridas el 25 de noviembre de 1974- también constituían crímenes de lesa humanidad.
Luego de pronunciarse de manera afirmativa, el magistrado Cançado Trindade
señaló que “los crímenes contra la humanidad son perpetrados por individuos pero
siguiendo políticas estatales, con la impotencia, o tolerancia, o connivencia, o indiferencia
del cuerpo social que nada hace para impedirlos; explícita o implícita, la política de Estado
está presente en los crímenes contra la humanidad, inclusive contando con el uso de
instituciones, personal y recursos del Estado. No se limitan a una simple acción aislada de
individuos alucinados. Son fríamente calculados, planificados y ejecutados” (Corte IDH,
Caso Goiburú y otros. Sentencia sobre Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 22 de
septiembre de 2006. Serie C No. 153, voto razonado del juez A. A. Cançado Trindade, párr.
40). En este sentido, concluyó que “la tipificación de los crímenes contra la humanidad es
una gran conquista contemporánea, abarcando no sólo el Derecho Internacional de los
Derechos Humanos sino también el Derecho Penal Internacional, al reflejar la condenación
universal de violaciones graves y sistemáticas de derechos fundamentales e inderogables, o
sea, de violaciones del jus cogens” (Ídem, párr. 41).
Por último, debo hacer una breve mención sobre la evolución del concepto de
tortura en las últimas décadas que resultan de especial relevancia para esta causa.
38
Ministerio Público Fiscal de la Nación
En efecto, Cançado Trindade ha manifestado que “se ha conformado, hoy día, un
verdadero régimen jurídico internacional contra la tortura. Lo conforman las Convenciones
de Naciones Unidas (de 1984, y su reciente Protocolo de 2002) e Interamericana (1985) y
Europea (1987) contra la Tortura, además del Relator Especial contra la Tortura (desde
1985) de la Comisión de Derechos Humanos (CDH) de Naciones Unidas, y del grupo de
Trabajo sobre Detención Arbitraria (desde 1991) de la misma CDH (atento a la prevención
de la tortura)” (Corte IDH, Caso Tibi. Sentencia de 7 de septiembre de 2004. Serie C No.
114, voto razonado del juez A. A. Cançado Trindade, párr. 25).
Es más, la Corte IDH ha sostenido que “existe un régimen jurídico internacional
de prohibición absoluta de todas las formas de tortura, tanto física como psicológica,
régimen que pertenece hoy día al dominio del ius cogens” (Corte IDH, Caso Lori Berenson
Mejía. Sentencia de 25 de noviembre de 2004. Serie C No. 119, párr. 100; Caso De la Cruz
Flores. Sentencia de 18 de noviembre de 2004. Serie C No. 115, párr. 125; Caso Tibi, cit.,
párr. 143; Caso de los Hermanos Gómez Paquiyauri. Sentencia de 8 de julio de 2004. Serie
C No. 110, párr. 112; Caso Maritza Urrutia. Sentencia de 27 de noviembre de 2003. Serie
C No. 103, párr. 92), a lo que agregó que “la prohibición de la tortura es absoluta e
inderogable, aun en las circunstancias más difíciles, tales como guerra, amenaza de guerra,
lucha contra el terrorismo y cualesquiera otros delitos, estado de sitio o de emergencia,
conmoción o conflicto interior, suspensión de garantías constitucionales, inestabilidad
política interna u otras emergencias o calamidades públicas” (Corte IDH, Caso Lori
Berenson Mejía, cit., párr. 100; Caso De la Cruz Flores, cit., párr. 125; Caso de los
Hermanos Gómez Paquiyauri, cit., párr. 111; Caso Maritza Urrutia, cit., párr. 89).
En igual sentido se han pronunciado el Comité de Derechos Humanos (Comité de
Derechos Humanos, Observación General Nº 20. Reemplaza a la observación general 7,
prohibición de la tortura y los tratos o penas crueles, 1992, párr. 3; Observaciones del
Comité de Derechos Humanos al Estado de Egipto (CCPR/CO/76/EGY), 2002, párr. 4), el
Comité de las Naciones Unidas contra la Tortura (Comité contra la Tortura, Examen de los
Informes presentados por los Estados Partes de conformidad con el artículo 19 de la
Convención. Conclusiones y Recomendaciones del Comité contra la Tortura al Estado de
España -CAT/C/CR/28/1-, párr. 7; Conclusiones y Recomendaciones del Comité contra la
Tortura al Estado de Egipto -CAT/C/CR/29/4-, párr. 4), el Alto Comisionado de las
Naciones Unidas para los Derechos Humanos (Alto Comisionado de las Naciones Unidas
para los Derechos Humanos, Digest of jurisprudence of the UN and regional organizations
on the protection of human rights while countering terrorism, p. III.B), el Relator Especial
sobre la Tortura (E/CN.4/2002/137, párr. 15) y el Tribunal Penal Internacional ad hoc para
la ex-Yugoslavia, el cual sostuvo que la prohibición de la tortura, efectuada de modo
absoluto por el Derecho Internacional tanto convencional (bajo determinados tratados de
derechos humanos) como consuetudinario, tenía el carácter de una norma de jus cogens
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
(Cfr. TPIY, Caso Furundzija, asunto nro. IT-95-17/1, Chambre de Première Instance II,
Jugement 10/12/1998, párrs. 137-139, 144, 153 y 160).
Por su parte, la Corte Europea de Derechos Humanos, en el caso Soering, afirmó
categóricamente que la prohibición absoluta -inclusive en tiempos de guerra y otras
emergencias nacionales- de la tortura y de los tratos o penas inhumanos o degradantes, en
los términos del artículo 3 de la Convención Europea de Derechos Humanos, demuestra
que esta disposición incorpora uno de los "valores fundamentales de las sociedades
democráticas" (cfr. Corte Europea de Derechos Humanos, Soering versus Reino Unido,
Sentencia del 07 de julio de 1989, párr. 88), y añadió que “esta prohibición es
independiente de cuál haya sido la conducta de la víctima” (Corte Europea de Derechos
Humanos, Chahal v. Reino Unido, Sentencia de 15 de noviembre de 1996, párr. 79; Ocalan
c. Turquía, Sentencia de 13 de marzo de 2003, párr. 218 y Tomasi v. France, Sentencia de
27 de agosto de 1992, párr. 115).
Por lo tanto, quiero concluir este apartado advirtiendo que se ha conformado un
verdadero régimen jurídico internacional de prohibición absoluta de todas las formas de
tortura que deben respetar aún aquellos Estados que no han ratificado la Convención
Americana sobre Derechos Humanos o ninguna de las tres Convenciones contra la Tortura
mencionadas (Cfr. Corte IDH, Caso Maritza Urrutia, cit., voto concurrente del juez A. A.
Cançado Trindade, párr. 4).
B) LA
TIPIFICACIÓN EN EL DERECHO INTERNO DE LOS CRÍMENES CONTRA LA
HUMANIDAD
Los tipos penales vigentes en la legislación argentina ya prohibían, y continuaron
haciéndolo, las conductas que integraron el plan sistemático de represión y son aptos para
subsumir los hechos y determinar la pena que les cabe a los autores y partícipes en los
crímenes contra la humanidad cometidos en nuestro país.
En este sentido, cabe destacar que los crímenes cometidos en la E.S.M.A.
importaron una multitud de actos ilícitos tales como privaciones de la libertad, torturas,
homicidios, robos, extorsiones, apropiación de niños, etc., llevados a cabo en forma
sistemática y a gran escala y perpetrados desde el poder estatal, que, naturalmente, estaban
abarcados por los tipos penales vigentes dado que afectaron a los bienes jurídicos más
esenciales.
Esta subsunción en tipos penales locales de ningún modo contraría ni elimina el
carácter de crímenes contra la humanidad de las conductas en análisis (cuestión que
establece el derecho de gentes a través de normas de ius cogens), ni impide aplicarles las
reglas y las consecuencias jurídicas que les cabe por tratarse de crímenes contra el derecho
de gentes.
40
Ministerio Público Fiscal de la Nación
Es cierto que los tipos penales vigentes en nuestro país tal vez no captan en toda su
dimensión la gravedad de los hechos dado que, en muchos casos, no valoran especialmente
aquellas circunstancias que hacen que se consideren crímenes contra el derecho de gentes
(por ejemplo, el hecho de cometerse a gran escala y de modo sistemático, desde posiciones
oficiales, etc.), aunque algunas de esas características pueden estar mencionadas como
circunstancias agravantes en nuestra legislación.
Sin embargo, esta falta de referencia específica a esas circunstancias en los tipos
penales existentes que, según el derecho de gentes, elevan la gravedad de algunas
conductas y las convierten en crímenes contra la humanidad, no obsta a que el núcleo de
esas conductas sí esté abarcado por diversos tipos penales de nuestra legislación y, en
consecuencia, sean aptos para juzgar los hechos y determinar la pena aplicable.
En síntesis, las conductas delictivas cometidas en el ámbito de la E.S.M.A. se
encontraban prohibidas por la legislación penal argentina vigente al momento de los
hechos, así como también se hallan reprimidas por la legislación vigente actualmente en la
materia. En consecuencia, dado que no se da un supuesto de ausencia de ley penal al
respecto, cabe aplicar esos tipos penales para juzgar estos crímenes, toda vez que ellos
permiten concretar su persecución y, en caso de condena, determinar la pena que cabe
imponerles a quienes sean hallados culpables.
C) LA IMPRESCRIPTIBILIDAD DE LOS DELITOS DE LESA HUMANIDAD
Como consecuencia lógica del proceso de codificación de la prohibición de los
crímenes de lesa humanidad y la necesidad de castigar penalmente a sus autores para
impedir la perpetuación de la impunidad, en 1968, fue aprobada por la Asamblea General
de las Naciones Unidas la “Convención sobre la imprescriptibilidad de los crímenes de
guerra y de los crímenes de lesa humanidad”, mediante la Resolución 2391 (XXIII) del 26
de noviembre de ese año.
El artículo I del mencionado tratado expresa que los crímenes de guerra y los
crímenes de lesa humanidad “...son imprescriptibles, cualquiera sea la fecha en que se
hayan cometido”.
Esto se debe, como señala Paul Ricoeur, a que “[l]a imprescriptibilidad suspende
el principio de prescripción, impidiendo que este sea invocado dado que constituye -por sí
mismo- un obstáculo al ejercicio de la acción pública (...) el principio de imprescriptibilidad
autoriza a perseguir indefinidamente a los autores de estos crímenes horribles (…) Existe
una presunción que consiste en que la reprobación de estos crímenes no conoce límite en el
tiempo dada su gravedad extrema y la perversidad del plan llevado a cabo” (Cfr. Ricoeur,
Paul, La mémoire, l'histoire, l'oubli, Éd. du Seuil, París, 2000, pp. 611 y 612).
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
En el Preámbulo de dicha Convención se advierte -con relación a los crímenes de
lesa humanidad- que no son oponibles las normas de derecho interno relativas a la
prescripción de los delitos ordinarios, en tanto impiden el enjuiciamiento y castigo de sus
responsables. Se reconoce, en consecuencia, que resulta necesario y oportuno afirmar el
principio de la imprescriptibilidad de los crímenes de guerra y de lesa humanidad,
asegurando su aplicación universal.
Al respecto, recuerda Ferrante que “[d]urante el debate se impuso la posición
según la cual el principio de imprescriptibilidad de los crímenes de guerra y de lesa
humanidad ya entonces existía en el derecho internacional, por lo que la Convención no
podía enunciarlo sino, más bien, afirmarlo” (Sancinetti y Ferrante, ob. cit., pp. 428 y 429).
Por ello, además de “afirmar” el principio de la imprescriptibilidad, la Convención
compromete a los Estados a adoptar todos los procedimientos constitucionales, legislativos
o de otra índole que fueran necesarios para que la prescripción de la acción penal o de la
pena no se aplique a los crímenes de lesa humanidad (art. IV).
La existencia de una norma consuetudinaria o de un principio general de derecho
en cuya virtud los crímenes contra el derecho de gentes deben considerarse
imprescriptibles, más allá de la existencia de una obligación convencional para los estados
que han suscripto tratados al respecto, surge, además de lo ya expuesto, de un conjunto de
resoluciones adoptadas luego de la aprobación de la Convención de 1968 en el marco de la
ONU. En ellas, la Asamblea General de la ONU exhortó a los estados miembros a observar
los principios afirmados en la “Convención sobre la imprescriptibilidad de los crímenes de
guerra y de los crímenes de lesa humanidad”, incluso cuando no fueran parte en ella.
Así, exhortó a los estados “...a cumplir el ‘deber de observar estrictamente’ sus
disposiciones y, por último, afirmó que ‘la negativa de un Estado a cooperar con la
detención, extradición, enjuiciamiento y castigo de los culpables de crímenes de guerra o
crímenes de lesa humanidad es contraria a los propósitos y principios de la Carta de las
Naciones Unidas, así como a las normas de derecho internacional universalmente
reconocidas’ (cfr. Asamblea General de las Naciones Unidas, Res. A/24/2583 (XXIV) del
15/12/69, Res. A/25/2712 (XXV) del 15/12/70 y Res A/25/2840 (XXV) del 18/12/71,
relativas a la ‘Cuestión del castigo de los criminales de guerra y de las personas que hayan
cometido crímenes de lesa humanidad’)” (voto del Dr. Bossert, en “Priebke”, JA 1996-I,
pp. 331 y ss., consid. 87).
De acuerdo a los precedentes señalados, puede afirmarse entonces que ya para la
época de la sanción de la Convención sobre imprescriptibilidad de 1968, la
imprescriptibilidad de estos delitos ya se había establecido como una norma del derecho
internacional general vigente más allá de la existencia de un vínculo contractual que la
ratificara.
42
Ministerio Público Fiscal de la Nación
Con posterioridad a esa fecha, la vigencia de la imprescriptibilidad como norma
del derecho internacional general se ha consolidado notablemente al ser incluida en forma
casi constante en diversos instrumentos internacionales referidos a crímenes contra el
derecho de gentes.
En consecuencia, la imprescriptibilidad de los crímenes contra la humanidad debe
ser reconocida en nuestro medio en tanto constituye una de las reglas esenciales que el
derecho de gentes les adjudica a tales crímenes y, por lo tanto, su aplicación viene impuesta
en virtud de que las normas y principios referidos a delitos contra el derecho de gentes
forman parte de nuestro ordenamiento jurídico interno conforme lo dispone el artículo 118
de la Constitución Nacional.
En otro orden de ideas, la Corte Interamericana de Derechos Humanos ha sido
contundente en su jurisprudencia constante en materia de imprescriptibilidad de las graves
violaciones a los derechos humanos.
Así, en el Caso Barrios Altos manifestó que “son inadmisibles las disposiciones de
amnistía, las disposiciones de prescripción y el establecimiento de excluyentes de
responsabilidad que pretendan impedir la investigación y sanción de los responsables de las
violaciones graves de los derechos humanos tales como la tortura, las ejecuciones sumarias,
extralegales o arbitrarias y las desapariciones forzadas, todas ellas prohibidas por
contravenir derechos inderogables reconocidos por el Derecho Internacional de los
Derechos Humanos” (Corte IDH, Caso Barrios Altos. Sentencia de 14 de marzo de 2001.
Serie C No. 75, párr. 41).
Por otra parte, en el Caso Bulacio, el Tribunal al referirse al instituto de la
prescripción señaló que “de acuerdo con las obligaciones convencionales asumidas por los
Estados, ninguna disposición o instituto de derecho interno, entre ellos la prescripción,
podría oponerse al cumplimiento de las decisiones de la Corte en cuanto a la investigación
y sanción de los responsables de las violaciones de los derechos humanos” (Corte IDH,
Caso Bulacio, cit., párr. 117).
En este sentido, Cançado Trindade agrega que “en una etapa de mayor desarrollo
de la conciencia humana, y por consiguiente del propio Derecho, resulta indudable que la
realización de la justicia se sobrepone a todo y cualquier obstáculo, inclusive los que se
desprenden del ejercicio abusivo de reglas o institutos del derecho positivo, haciendo así
imprescriptibles los delitos contra los derechos humanos” (Ídem, voto razonado del juez A.
A. Cançado Trindade, párr. 38).
Por último, en el Caso Almonacid Arellano y otros, en un contexto similar al aquí
analizado, la Corte IDH sostuvo que “el Estado no podrá argüir ninguna ley ni disposición
de derecho interno para eximirse de la orden de la Corte de investigar y sancionar
penalmente a los responsables de la muerte del señor Almonacid Arellano (…) además, el
Estado no podrá argumentar prescripción, irretroactividad de la ley penal, ni el principio ne
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
bis in idem, así como cualquier excluyente similar de responsabilidad, para excusarse de su
deber de investigar y sancionar a los responsables” (Corte IDH, Caso Almonacid Arellano y
otros, cit., párr. 151).
Además, manifestó que “por constituir un crimen de lesa humanidad, el delito
cometido en contra del señor Almonacid Arellano, además de ser inamnistiable, es
imprescriptible (...) los crímenes de lesa humanidad van más allá de lo tolerable por la
comunidad internacional y ofenden a la humanidad toda. El daño que tales crímenes
ocasionan permanece vigente para la sociedad nacional y para la comunidad internacional,
las que exigen la investigación y el castigo de los responsables. En este sentido, “la
Convención sobre la imprescriptibilidad de los crímenes de guerra y de los crímenes de lesa
humanidad” claramente afirmó que tales ilícitos internacionales ‘son imprescriptibles,
cualquiera que sea la fecha en que se hayan cometido’” (Ídem, párr. 152).
Dado que Chile no ratificó aún la Convención sobre imprescriptibilidad de 1968,
la Corte agregó que “la imprescriptibilidad de los crímenes de lesa humanidad surge como
categoría de norma de Derecho Internacional General (ius cogens), que no nace con tal
Convención sino que está reconocida en ella. Consecuentemente, Chile no puede dejar de
cumplir esta norma imperativa” (Ídem, párr. 153).
Por otra parte, la jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia de la Nación
también reafirma el carácter imprescriptible de este tipo de delitos.
Así, en el caso “Priebke”, el Tribunal entendió que no puede oponerse la
prescripción cuando se trata de delitos de lesa humanidad (considerandos 4º y 5º). Sobre la
base de la incorporación de los postulados modernos referidos a crímenes contra el derecho
de gentes al derecho interno argentino, sostuvo que los hechos no debían considerarse
prescriptos para nuestro país.
Este criterio fue reiterado por la Corte en el caso “Arancibia Clavel”, al indicar
que, frente a la comisión de esta clase de hechos, el Estado estaba obligado a garantizar el
ejercicio de los derechos humanos mediante la investigación y sanción de quienes afecten
tales derechos (considerando 35 y 36 del voto de los jueces Zaffaroni y Highton de
Nolasco, considerando 23 del voto del juez Petracchi y considerando 67 del voto del juez
Maqueda).
Finalmente, idéntico fue el criterio que sostuvo en el caso “Simón” (Fallos:
328:2056). Allí, la jueza Argibay manifestó que “en el caso de crímenes contra la
humanidad el Estado argentino ha declinado la exclusividad en el interés en la persecución
penal para constituirse en el representante del interés de la comunidad mundial, interés que
esta misma ha declarado inextinguible” (considerando 16).
Por su parte, en su voto el Dr. Boggiano advierte que “la calificación de delitos de
lesa humanidad está sujeta a los principios del ius cogens del derecho internacional y no
hay prescripción para los delitos de esa laya (Fallos: 318:2148). Este es un principio
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
derivado tanto del derecho internacional consuetudinario cuanto del convencional, la
Convención de la Imprescriptibilidad de Crímenes de Guerra y de Lesa Humanidad y la
Convención interamericana sobre Desaparición Forzada de Personas. En suma, los delitos
de lesa humanidad nunca han sido prescriptibles en el derecho internacional ni en el
derecho argentino. En rigor, el derecho internacional consuetudinario ha sido juzgado por
esta Corte como integrante del derecho interno argentino (Fallos: 43:321; 176:218;
316:567)” (considerando 40). En idéntico sentido, agregó que “el artículo 118 de la CN
incorpora al orden interno las normas imperativas del derecho internacional como
integrantes del principio de legalidad, por lo que complementa el principio establecido en el
artículo 18 de la CN” (considerando 49).
D) SOBRE EL CARÁCTER DE DELITOS DE LESA HUMANIDAD DE LOS HECHOS AQUÍ
VENTILADOS Y SU IMPRESCRIPTIBILIDAD
Los hechos delictivos que les reprocho a los imputados en este requerimiento
constituyen crímenes contra la humanidad y, por lo tanto, no son susceptibles de prescribir
de acuerdo con los principios del derecho de gentes que nuestro ordenamiento jurídico
interno recoge y cuya aplicación al caso se impone.
Siguiendo a Cançado Trindade, “estamos ante una violación particularmente grave
de múltiples derechos humanos. Entre éstos se encuentran derechos fundamentales
inderogables, protegidos tanto por los tratados de derechos humanos como por los de
Derecho Internacional Humanitario. Los desarrollos doctrinales más recientes en el
presente dominio de protección revelan una tendencia hacia la ‘criminalización’ de
violaciones graves de los derechos humanos, como las prácticas de tortura, de ejecuciones
sumarias y extra-legales, y de desaparición forzada de personas. Por ende, las prohibiciones
de dichas prácticas nos hacen ingresar en la terra nova del jus cogens internacional” (Corte
IDH, Caso de la “Panel Banca” (Paniagua Morales y otros). Sentencia de 8 de marzo de
1998. Serie C No. 37, voto razonado del juez A. A. Cançado Trindade parr. 15).
Entiendo que no puede soslayarse el carácter que imprime a estos delitos la
categoría de lesa humanidad, atento a que se trata de maniobras delictivas que formaron
parte de una secuencia y de una metodología sistemática diagramada por el Estado con
finalidad persecutoria y no de simples e independientes hechos violatorios de la propiedad.
Es en este aspecto en que resulta indudable que nos encontramos frente a crímenes de lesa
humanidad y, en consecuencia, imprescriptibles.
En ese orden, como ya dije, la persecución emprendida contra las víctimas
comprendió medidas estatales que afectaron simultáneamente los derechos a la vida,
integridad personal, libertad personal e igualdad ante la ley de un sinnúmero de ciudadanos
argentinos. Se trata de violaciones de parte del Estado argentino a los derechos consagrados
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
en los Arts. I, II, IX y XXV de la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del
Hombre de Bogotá 1948, plenamente vigente al momento de la comisión de los hechos.
Al respecto, constituye un antecedente jurisprudencial de importancia la sentencia
en la “Causa nro. 13”, en la que, la Corte Suprema de Justicia de la Nación en forma
unánime consideró probado que en el territorio nacional se había llevado adelante un plan
sistemático de represión, ordenado para luchar contra la “subversión terrorista”, así como
que “...las órdenes impartidas dieron lugar a la comisión de un gran número de delitos de
privación ilegal de la libertad, tormentos y homicidios, fuera de otros cometidos por los
subordinados, que pueden considerarse -como los robos producidos- consecuencia del
sistema adoptado...” (Fallos: 309:1689, voto del vocal José Severo Caballero).
Por su parte, la calificación de los ilícitos perpetrados por el terrorismo de Estado
como crímenes de lesa humanidad fue efectuada, en nuestro país, por la Sala I de la Cámara
Nacional en lo Criminal y Correccional Federal de la Capital Federal el 9 de septiembre de
1999, en el marco de la causa Nº 10.326/96 caratulada “Nicolaides Cristino y otros s/
sustracción de menores”, donde se investiga la existencia de un plan estatal para la
sustracción de menores.
Por último, en el fallo “Simón” los jueces de la Corte Suprema analizaron en
profundidad el carácter de crímenes de lesa humanidad de los delitos aquí examinados. Así,
mientras que el Dr. Boggiano sostuvo que “se persigue a Simón por crímenes contra el
derecho de gentes” (considerando 38), la jueza Highton de Nolasco advirtió que “los
hechos contemplados en las leyes 23.492 y 23.521 eran considerados crímenes contra la
humanidad por el derecho internacional de los derechos humanos vinculante para la
Argentina, con antelación a su comisión, de lo que se deriva como lógica consecuencia la
inexorabilidad de su juzgamiento y su consiguiente imprescriptibilidad” (considerando 32).
Finalmente, la jueza Argibay expresó que “el criterio más ajustado al desarrollo y estado
actual del derecho internacional es el que caracteriza a un delito como de lesa humanidad
cuando las acciones correspondientes han sido cometidas por un agente estatal en ejercicio
de una acción o programa gubernamental” (considerando 10).
En suma, los delitos contra la humanidad contemplan los homicidios, torturas y
privaciones ilegales de la libertad por motivos políticos llevadas a gran escala y de forma
sistemática, como los ocurridos en la Argentina.
Por lo expuesto, considero que los delitos enrostrados a los imputados respecto de
los cuales estoy requiriendo la elevación del proceso a juicio, en tanto crímenes de lesa
humanidad o delitos contra el derecho de gentes, integran el derecho interno argentino por
imperio del artículo 118 actual de la C.N. (ex art. 102, en la versión constitucional de 1853)
y que en dicha calidad son imprescriptibles, respondiendo a todos los caracteres que éstos
presentan y que fueron indicados en el primer acápite.
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
E) LA ADECUACIÓN TÍPICA DE LAS CONDUCTAS EXAMINADAS
Por los fundamentos que brindaré a continuación, entiendo que corresponde
calificar los hechos objeto de este requerimiento como constitutivos de los delitos de
privación ilegítima de la libertad agravada por la condición de funcionarios públicos de los
imputados, por haberse cometido con violencia y por haberse prolongado por más de un
mes (art. 144 bis inc. 1 y último párrafo en función del art. 142 incisos 1 y 5 del Código
Penal de la Nación, según la redacción de la ley 14.616) e imposición de tormentos con el
propósito de obtener información o quebrantar la voluntad de los detenidos, agravados por
haber sido cometidos en perjuicio de perseguidos políticos (art. 144 ter, párrafos 1 y 2 del
Código Penal de la Nación, según la redacción de la ley 14.616), en concurso real entre sí
(artículos 2 y 55 del Código Penal de la Nación).
1) Las privaciones ilegales de la libertad
En cuanto a la privación ilegítima de la libertad de las víctimas de este caso,
considero que la figura contenida en el artículo 141 del Código Penal de la Nación
constituye la base de una serie de disposiciones en las cuales, como núcleo central, se
encuentra el hecho de privar ilegalmente de la libertad personal a otro.
Conforme expone Soler, “...el art. 141 se refiere a cualquier privación de la
libertad personal. Por esta figura, la persona es entendida en el sentido físico, de manera
que la libertad que aquí se toma en consideración es la libertad de movimientos, tanto en el
sentido de poder trasladarse libremente de un lugar a otro, libertad de la que se priva a un
sujeto mediante el acto de encerramiento, como en el sentido de privar a alguien de la
libertad de ir a un determinado lugar del cual el autor no tiene derecho alguno para
excluirlo (…) el hecho está tan estrechamente vinculado con el consentimiento que, para
constituirse, debe haber existido, cuando menos en algún momento, el disenso positivo (…)
la especial característica de este bien jurídico tutelado hace forzoso que este hecho asuma
los caracteres del delito permanente. En realidad, el hecho comienza en un momento
determinado; pero los momentos posteriores son siempre imputables al mismo título del
momento inicial, hasta que cesa la situación creada. La duración larga o breve es
indiferente, salvo algunos casos en que el lapso actúa como específica circunstancia de la
calificación (…) La figura genérica que acabamos de exponer no exige el empleo
específico de un medio determinado, o que el autor se proponga un determinado fin, o que
la privación de la libertad recaiga sobre determinada persona, o que le cause a ésta algún
daño especial distinto de la ofensa misma a la libertad, o que la situación se prolongue más
o menos tiempo. Todas estas circunstancias constituyen motivos calificados de agravación,
previstos en el artículo 142, en el cual después de repetirse la figura del art. 141 (con la
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
supresión del adverbio “ilegalmente”), se enumeran las circunstancias que elevan la escala
penal de uno a cuatro años (…) La primera calificación se produce ‘si el hecho se cometiere
con violencia o amenazas’, 142, 1ro.. Es claro el sentido de las dos primeras circunstancias.
El concepto de violencia es genérico y, según sabemos, no absorbe en sí más que aquellas
lesiones necesariamente presupuestas por la figura, toda vez que generalmente ha de
tratarse de violencias sobre el cuerpo de la víctima” (Soler, Sebastián, Derecho Penal
Argentino, Tomo IV, Editorial Tea, Buenos Aires, 1992, pp. 35-40).
Por otra parte, la detención ilegal prevista en el inciso 1ro. del artículo 144 bis, en
cuanto reprime al “funcionario público que, con abuso de sus funciones o sin las
formalidades prescriptas por la ley, privase a alguno de su libertad personal”, requiere los
principios del tipo básico del artículo 141, dado que el delito consiste en privar a alguien de
su libertad personal.
Enseña Soler que, según la Comisión de 1891, esta disposición se hace necesaria
para “asegurar la garantía declarada por el artículo 18 de la Constitución Nacional, de que
nadie puede ser arrestado sino en virtud de una orden escrita de autoridad competente”. La
ley reprime el hecho cometido con abuso de funciones. Este abuso puede asumir tanto un
aspecto diremos jurisdiccional, como un carácter sustancial. Hay abuso en el primer sentido
cuando ordena o dispone la privación de la libertad un funcionario público que no tiene
facultades para ello. Pero el hecho de tener facultades genéricas no quiere decir que el
funcionario munido de ellas sea dueño de tomar cualquier medida. El hecho de éste puede
ser sustancialmente abusivo también, como ocurre cuando un comisario envía al calabozo a
un citado no infractor, no detenido en virtud de alguna expresa disposición procesal
(testigo). También es ilegal la privación cumplida sin las formalidades prescriptas por la
ley. El funcionario genéricamente competente que en el caso concreto no abuse de su
función, puede aun incurrir en este delito si no observa las formalidades debidas, por la
sencilla razón de que esas formalidades, algunas de carácter constitucional, son garantías
preestablecidas contra el abuso (orden escrita) (cfr. Soler, Sebastián, ob. cit., pp.50 y 51).
Por su parte, Donna expresa que “...todo funcionario tiene señaladas atribuciones y
marcada la extensión de las mismas con límites más o menos precisos. Para que sus
mandatos sean obedecidos tiene también fuerza a su servicio, pues si careciere de la misma
no daría órdenes obligatorias, y sus mandatos no pasarían de ser insinuaciones o consejos.
Cuando el funcionario procede dentro de sus facultades, nada hay que observar, pero
cuando sin tenerlas procede y aplica los medios que le han sido dados para el ejercicio
legítimo, comete el delito que el inciso 1º del artículo 144 bis se refiere. En el segundo
caso, la privación de la libertad se produce sin las condiciones establecidas por la ley. En
este sentido los códigos de procedimientos establecen las condiciones en que se puede
proceder a la detención de una persona, y tanto aquéllos como los diversos reglamentos
policiales contienen reglas referentes a este punto. Un funcionario que proceda sin ajustarse
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
a esas normas, que sirven para tutelar la libertad personal frente a la arbitrariedad siempre
posible, incurrirá en delito. El tercer caso, se refiere a aquél en que la libertad se ha
restringido sin las formalidades requeridas por las leyes. Las leyes de forma contienen
disposiciones relativas a los requisitos a emplearse cuando se trata de limitar la libertad
individual. Esas formalidades deben cumplirse por el funcionario encargado en cada
caso…”.
En cuanto al bien jurídico tutelado, el autor explica que “[l]a libertad individual se
encuentra garantizada contra procedimientos arbitrarios por la Constitución Nacional, más
aún con la incorporación en la Constitución de 1994, en el artículo 75, inciso 22, de los
tratados internacionales que protegen las garantías individuales contra cualquier acto
funcional o particular vulnerante (…) Vale la pena hacer en este punto una reflexión sobre
el abuso de los funcionarios y la libertad del individuo. El poder tiende, normalmente, a
sobrepasar los límites legales, y los funcionarios públicos, especialmente en la Argentina,
más. La libertad de las personas es lo que el Estado debe garantizar, de modo que si el
abuso proviene del propio Estado la cuestión reviste una gravedad que es intolerable para el
orden jurídico (…) más aún después de lo ocurrido en la Argentina en el período de la
dictadura militar, en donde estos principios fueron sistemáticamente violados. Ahora bien,
el concepto de ‘arrestado’, utilizado por el artículo 18 de la Constitución Nacional, debe
entenderse como sinónimo de privado de libertad de locomoción y libertad física,
abarcando las formas de coerción personal previstas en los ordenamientos rituales (códigos
de procedimiento penal) y que importan: detención, citación compulsiva, arresto, prisión
preventiva e internación. En estos casos, como bien se sabe, la orden de detención debe ser
por escrito y ser emitida por el juez. Por eso, cuando se habla de autoridad competente, el
término debe referirse, sin duda alguna, al del ‘juez natural’, consagrado también por el
artículo 18 de la Constitución Nacional, en consonancia con otras normas de organización
del Poder Judicial de la Nación y las provincias (arts. 5°, 75, inc.12 y 118). Por lo expuesto,
son los jueces ‘la autoridad competente’ para extender la orden escrita que puede privar de
libertad a una persona” (Donna, Edgardo Alberto, Derecho Penal. Parte Especial, Tomo IIA, Editorial Rubinzal-Culzoni, Buenos Aires, 2001, pp. 170-177).
En base a dichas consideraciones doctrinarias y con respecto al encuadre jurídico
que cabe atribuir a los hechos delictivos imputados a los encartados, entiendo que la
conducta penal desplegada por los acusados es aquélla prevista en el artículo 144 bis, inciso
primero del Código Penal de la Nación (según ley 14.616).
Asimismo, entiendo que se deben aplicar las agravantes establecidas en el último
párrafo de la misma norma, según ley nro. 14.616, dado que concurre con la agravante
contemplada en el inciso 1 del artículo 142, toda vez que las privaciones de la libertad se
cometieron con violencia.
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
En lo referente a este punto, Núñez explica que el autor usa violencia para cometer
la privación de la libertad cuando para hacerlo aplica a la persona de la víctima o despliega
amenazadoramente contra ella una energía física o un medio físicamente dañoso o doloroso
(cfr. Núñez Ricardo C., Derecho Penal Argentino. Parte Especial, tomo V, Editorial
Bibliográfica Argentina, Buenos Aires, p. 39).
Asimismo, media violencia cuando ésta se aplica sobre el cuerpo de la víctima o
sobre terceros que intentan impedir la misma, sea mediante el empleo de energía física o
por un medio que pueda equipararse (cfr. Creus, Carlos, Derecho Penal. Parte Especial,
Tomo I, Astrea, Buenos Aires, 1992, p. 301).
En efecto, se encuentra acabadamente probado conforme detallara en los acápites
IV y V del presente requerimiento que, para lograr la captura de las víctimas, el grupo
operativo perteneciente al grupo de tareas 3.3/2, integrado por los encartados, tuvo que
ejercer violencia física contra ellas, ya sea cuando las detuvieron en sus domicilios o fueron
interceptadas en la vía pública y reducidas por medio de la aplicación de violencia física en
forma directa. Es decir, que revistiendo la calidad de funcionarios públicos conforme las
previsiones del art. 77 del Código Penal, llevaron a cabo las conductas aquí reprochadas
mientras desempeñaban su actividad funcional en el marco operativo del grupo de tareas
con asiento en el centro clandestino de detención más paradigmático de la última dictadura
militar en la República Argentina.
Asimismo, la privación ilegítima de la libertad sufrida por las víctimas,
manifiestamente en contra de su voluntad, no obedeció a órdenes emanadas de autoridad
competente y fue cometida con abuso en las facultades que los encartados poseían al
momento de sucederse los hechos.
Como se ha descripto en innumerables oportunidades, era quehacer común del
grupo de tareas que funcionaba en la E.S.M.A. desplegar clandestinos operativos para
secuestrar personas, interrogarlas bajo tormentos, apoderarse de sus bienes materiales, y en
algunos casos hasta de sus propios hijos.
La clandestinidad con que los imputados realizaron las capturas, el ocultamiento
de la existencia misma de los centros clandestinos de detención, la ausencia de órdenes
escritas (o bien su ocultamiento y/o destrucción en caso de haber existido) son claras
evidencias no sólo de la ilegalidad de las detenciones y cautiverios, sino de la consciencia
de esa ilicitud por parte de todos los responsables de los crímenes objeto de investigación.
En este sentido, en la sentencia recaída en la causa Nº 13/84, “Videla, Jorge Rafael
y otros”, se sostuvo que “[l]as víctimas eran presos en la terminología legal, toda vez que
fueron aprehendidos y encerrados por funcionarios públicos (…) La circunstancia de que
esas detenciones no hubiesen sido llevadas a cabo de acuerdo con las prescripciones legales
(…) no cambia la categoría de ‘presos’” (C.C.C.F., causa 13/84, “Videla, Jorge Rafael y
otros”, resuelta el 9 de diciembre de 1985, considerando 5º).
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
En el mismo sentido los miembros del Tribunal Oral en lo Criminal Federal nro.5
de esta ciudad sostuvieron, en la sentencia condenatoria recaída contra Julio Héctor Simón,
que “la ilegalidad de la privación de la libertad sufrida por las víctimas de autos surge
inequívocamente de las condiciones de su inicio y, aún más, de su desarrollo. En cuanto al
primero, fueron realizadas totalmente al margen del orden legal vigente y obedecieron a
órdenes emanadas de autoridades ilegítimamente constituidas. En definitiva, la situación
fue diametralmente opuesta a la normada por el artículo 18 de nuestra Carta Magna en
cuanto exige orden escrita de autoridad competente...” (T.O.C.F. nro.5, causas nros. 1056 y
1207, resuelta el 11 de agosto de 2006).
Por último, en los casos analizados se ha demostrado que la privación de la
libertad de las víctimas ha durado más de un mes, por lo que también concurre la agravante
contemplada en el inciso 5° del artículo 142. En efecto, considero aplicable esta agravante a
los casos de las personas que estuvieron cautivas durante ese tiempo, según declararon sus
compañeros de cautiverio, y actualmente se encuentran en condición de “desaparecidos”; y
a los de las personas de las cuales se desconoce el tiempo en que permanecieron en la
E.S.M.A. o que, si se conoce, no alcanza al mes, pero que hasta la fecha se encuentran
“desaparecidos”. Respecto de esta última categoría de casos, considero que la privación
ilegítima de la libertad de la persona debe computarse hasta tanto sus restos mortales sean
habidos o se establezca, de acuerdo con los testimonios de las personas con quienes
compartieron cautiverio o los dichos de los propios imputados, que efectivamente han
fallecido.
2) Los tormentos
Cabe ahora realizar algunas consideraciones generales en torno a la calificación
legal de las violaciones a la integridad física, psíquica y moral de las víctimas de este caso.
Ya la Constitución Nacional en su artículo 18 emplea la palabra "tormentos" al
declarar abolidos para siempre la pena de muerte, toda especie de tormentos y azotes.
Conforme expone Donna, “lo que se protege, nuevamente, son las garantías que
toda persona detenida tiene, que surgen del artículo 18 de la Constitución, en cuanto
prohíbe toda especie de tormento y los azotes, y que determina de un modo taxativo el
límite de la coerción penal (…) La doctrina es unánime en aceptar que el tipo penal exige
dolo directo, ya que es imposible apremiar a un tercero con ninguna otra intención que no
sea la de este tipo de dolo (…) Resulta sujeto activo de este delito cualquier funcionario
público; lo que se exige del funcionario es que cometa el hecho ilícito en un ‘acto de
servicio’, es decir que debe estar en actividad funcional al momento de la comisión”
(Donna, Edgardo Alberto, ob. cit., pp. 177-180).
51
Ministerio Público Fiscal de la Nación
Por su parte, Soler afirma que "[e]n general, es tortura toda inflicción de dolores
con el fin de obtener determinadas declaraciones. Cuando esa finalidad existe, como simple
elemento subjetivo del hecho, muchas acciones que ordinariamente podrían no ser más que
vejaciones y apremios, se transforman en torturas (…) será necesario distinguir lo que es
nada más que una vejación o un apremio de lo que constituye tormento, porque las escalas
penales son distintas. En esta última hipótesis la calificación estará dada por la intensidad y
por la presencia de dolor físico o de dolor moral, pero no fundado ni en la sola condición de
detenido –en sí misma penosa- ni en la pura humillación traída necesariamente por toda
vejación o todo apremio” (Soler, Sebastián, ob. cit., pp. 54-56).
En este sentido, la Corte Interamericana de Derechos Humanos ha señalado
recientemente que “los elementos constitutivos de la tortura son los siguientes: a) un acto
intencional; b) que cause severos sufrimientos físicos o mentales, y c) que se cometa con
determinado fin o propósito” (Corte IDH, Caso Bueno Alves. Sentencia de 11 de mayo de
2007. Serie C No. 163, párr. 79).
Al respecto, la Corte Europea de Derechos Humanos ha subrayado que “entre los
elementos de la noción de tortura del artículo 1º de la Convención contra la Tortura y Otros
Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes, está incluida la intervención de una
voluntad deliberadamente dirigida a obtener ciertos fines, como obtener información de una
persona, o intimidarla o castigarla” (Corte Europea de Derechos Humanos, Mahmut Kaya
v. Turkey, Judgment of 28 March 2000, párr. 117).
Asimismo, el magistrado Cançado Trindade advierte que “la práctica de la tortura,
en toda su perversión, no se limita a los padecimientos físicos infligidos a la víctima, busca
el aniquilamiento de la víctima en su identidad e integridad” (Corte IDH, Caso Tibi, cit.,
voto razonado del juez A. A. Cançado Trindade, párr. 21).
Por ello, la tortura no solamente puede ser perpetrada mediante el ejercicio de la
violencia física, sino también a través de actos que produzcan en la víctima un sufrimiento
físico, psíquico o moral agudo (cfr. Corte IDH, Caso Cantoral Benavides. Sentencia de 18
de agosto de 2000. Serie C No. 69, párr. 100).
En este sentido, la Corte IDH ha destacado que someter a una persona a actos de
violencia psíquica al ser expuesta a un contexto de angustia y sufrimiento intenso de modo
intencional al haber sido preparados e infligidos deliberadamente para anular la
personalidad y desmoralizar a la víctima, constituye una forma de tortura psicológica, en
violación del artículo 5.1 y 5.2 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos (cfr.
Corte IDH, Caso Maritza Urrutia, cit., párr. 94).
En los casos objeto de análisis en el presente dictamen, se ha acreditado que
durante la privación de la libertad que sufrieron las víctimas, fueron sometidas a distintos
tipos de maltrato y tormentos psíquicos y físicos para obtener información o simplemente
para infligir dolor. Éstos incluyeron: incomunicación arbitraria; pasajes de corriente
52
Ministerio Público Fiscal de la Nación
eléctrica en todo el cuerpo; golpizas; el sometimiento a condiciones inhumanas de
alojamiento en el ámbito de la E.S.M.A. (específicamente en el sector denominado
“capucha”) donde no podían sustraerse de percibir los lamentos o quejas provenientes de
las torturas que padecían otros compañeros de cautiverio, algunos de los cuales integraban
su grupo de pertenencia.
Por lo tanto, considero que las características de la conducta desplegada por los
imputados indican que su accionar excedió al previsto en el tipo penal básico de las
vejaciones previstas en el art. 144 bis inc. 2 del C.P., debido a la especial violencia que
introdujo en los hechos ilícitos que se les enrostra.
Efectivamente, “[e]l empleo de violencias o amenazas, como medio para la
comisión del delito, evidencia en quien a ellos acude una más relevante peligrosidad, digna,
por lo tanto, de ser reprimida con una mayor pena que la del delito simple” (Molinario,
Alfredo J. y Aguirre Obarrio, Eduardo, Los Delitos, Tomo II, Editorial Tea, Buenos Aires,
1996, pp. 58 y 59).
De acuerdo a la descripción contenida en la figura legal, que hace referencia
simplemente al acto de imponer cualquier especie de tormento, la consumación de este
delito resulta independiente de que se obtenga la declaración pretendida y de todo propósito
probatorio o procesal que se le pudiera otorgar. El maltrato material o psíquico constituye
un tormento cuando es infligido intencionalmente para torturar a la víctima a fin de causarle
dolor, o para ejercer venganza o represalias o con cualquier otra finalidad malvada.
Además, resulta de especial relevancia para esta causa la afirmación de Fontán
Balestra en el sentido de que “[h]abrá, sin duda, casos típicos de tormentos, cuando se haga
uso de los llamados genéricamente instrumentos de tortura, entre los que hoy desempeña
papel preponderante, por su eficacia y ausencia de rastros, la `picana eléctrica´..." (Fontán
Balestra, Carlos, Tratado de Derecho Penal. Parte Especial, Tomo V, Editorial Abeledo
Perrot, Buenos Aires, 1969, pp. 299 y 300).
En igual sentido, en la sentencia recaída en la causa nro. 13/84 se determinó que
hechos de iguales características a los examinados “...constituyen el delito de imposición de
tormentos, previsto en el art. 144 ter primer párrafo, del Código Penal, según texto
introducido por la ley 14.616, vigente a la época de comisión de los hechos, por resultar
más benigno que el actual, que obedece a la ley 23.077 (artículo 2 ibídem)”.
Asimismo, se sostuvo que “[l]a exigencia de que los sufrimientos sean causados
con un propósito determinado -obtener información o quebrantar la voluntad- (...) se ve
satisfecha, pues ellos fueron llevados a cabo con las finalidades señaladas” (C.C.C.F., causa
nro. 13/84, “Videla, Jorge Rafael y otros”, resuelta el 9 de diciembre de 1985, considerando
5º).
Por otra parte, cabe poner de resalto que en la E.S.M.A. se aplicó un método
inédito de tormento: la “capucha”.
53
Ministerio Público Fiscal de la Nación
Así, luego de obtenida la información urgente en la sesión de “ablande” que
incluía el sometimiento a los tormentos señalados precedentemente, los secuestrados eran
recluidos en un cubículo de madera que los mantenía absolutamente aislados -sin
posibilidad de comunicarse ni mantener ningún tipo de contacto con otras personas,
excepto con sus aprehensores-, encapuchados, esposados y engrillados, durante períodos
prolongados. En esta situación de “capucha”, las condiciones de higiene eran pésimas, así
como también eran paupérrimas las condiciones de ventilación, iluminación, alimentación y
alojamiento. Este trato fue descripto a lo largo del presente requerimiento, como
sometimiento a “condiciones inhumanas de vida”.
Este tormento se realizaba con la finalidad de “ablandar” al detenido, hacerlo
“reflexionar”, para luego exigirle que “colaborara”, brindando información o “marcando” a
otras personas en expediciones de “rastrillaje” a bordo de automóviles.
Como consecuencia de lo señalado, comparto lo sostenido por los Dres. Strassera
y Moreno Ocampo en el sentido de que “la condición de ‘capucha’ excedía en mucho el
mero depósito del secuestrado y constituía una etapa de vejamen psíquico y físico para
obtener mayor cantidad de información, lo que descarta la posible calificación de apremios
y vejámenes y conduce sin más a la de tormentos” (M.C. Tarrio y Huarte Petite, “Torturas,
detenciones y apremios ilegales”, pp. 96 y 97).
Sobre este punto en particular, resultan relevantes algunos pronunciamientos del
Comité contra la Tortura de Naciones Unidas. Así, sostuvo que “las celdas de aislamiento
de 60 x 80 centímetros, en las que no hay luz ni ventilación y sólo se puede estar en ellas de
pié o agachado, constituyen en sí mismas una forma de instrumento de tortura” (cfr.
O.N.U., Asamblea General. Informe del Comité contra la Tortura sobre Turquía.
Cuadragésimo octavo Período de Sesiones, 1994, A/48/44/Add.1, párr. 52). En otro
informe, consideró que el régimen de privación sensorial aplicado sobre presos de un centro
de detención en Perú causaba “…sufrimientos continuos e injustificados que
constitu yen tortura” (cfr. O.N.U., Asamblea General. Investigación del Comité contra
la Tortura en relación con el artículo 20: Perú. Quintuagésimo sexto Período de Sesiones,
2001, A/56/44, párr. 186). Por último, destacó que “el régimen de prohibición casi
absoluta de comunicarse aplicado sobre presos de un centro de detención causa
sufrimientos continuos e injustificados que constituyen tortura” (Ídem).
Por último, considero que el trato dispensado a las víctimas de este caso durante su
permanencia en la E.S.M.A., que consistió en la permanente violación de su integridad
física, psíquica y moral, fue intencionalmente infligido por sus autores como medio central
para alcanzar la dominación total de los detenidos.
Como afirmaba Hannah Arendt, este fenómeno -característico de los regímenes
totalitarios como el argentino durante el período 1976/83- sólo es posible si todas y cada
una de las personas pudieran ser reducidas a una identidad nunca cambiante de reacciones y
54
Ministerio Público Fiscal de la Nación
esto sólo se alcanza eliminando su espontaneidad como expresión del comportamiento
humano y transformando a la personalidad humana en una simple cosa (cf. Hannah Arendt,
Los orígenes del totalitarismo, Alianza, Madrid, 1998, p. 533).
Arendt sostenía que la dominación total se consigue matando, en primer lugar,
matando a la personalidad jurídica, es decir, colocando a ciertas categorías de personas
fuera de la protección de la ley (Ídem, p. 543). En este sentido, el fracaso de los habeas
corpus interpuestos por los familiares de las víctimas demuestra que los “desaparecidos”
quedaban al margen de la ley y a merced de sus captores.
El segundo paso consiste en la eliminación de la persona moral, haciendo
imposible el martirio. Al respecto, afirma que “los campos de concentración, tornando en sí
misma anónima la muerte (haciendo imposible determinar si un prisionero está muerto o
vivo), privaron a la muerte de su significado como final de una vida realizada (...)
arrebatando al individuo su propia muerte, demostrando que nada le pertenecía y que él no
pertenecía a nadie”, a lo que agregó que “el terror totalitario obtuvo su más terrible triunfo
cuando logró apartar a la persona moral del escape individualista y hacer que las decisiones
de conciencia fueran absolutamente discutibles y equívocas. Cuando un hombre se enfrenta
con la alternativa de traicionar y de matar así a sus amigos o de enviar a la muerte a su
mujer y a sus hijos, de los que es responsable en cualquier sentido; cuando incluso el
suicidio significaría la muerte inmediata de su propia familia, ¿cómo puede decidir?”
(Ídem, 549).
Los hechos del presente caso son una acabada muestra de cómo la dictadura
militar, en general, y la Armada Argentina, particularmente en los diferentes Centros
Clandestinos de Detención que manejaba, sometieron a los detenidos-desaparecidos a este
proceso de pérdida de su persona moral, siendo la ESMA su máxima expresión.
Finalmente, como señalara la autora citada “una vez que ha sido muerta la persona
moral, lo único que todavía impide a los hombres convertirse en cadáveres vivos es la
diferenciación del individuo, su identidad única” (Ibídem).
Los métodos para tratar con esta unicidad son numerosos, algunos de los cuales
fueron bien descritos por el Tribunal Oral en lo Criminal Federal nro.5 de esta ciudad, al
condenar a Julio Héctor Simón: “[s]e ha logrado determinar a través de los trabajos
realizados por el antes citado organismo [la CONADEP], el proceso judicial que implicó el
juzgamiento de los Comandantes Militares, conocido popularmente como el ‘Juicio a las
Juntas’ y las causas judiciales que se instruyeron para la investigación y juzgamiento de
hechos como el que nos ocupa -entre las que destaca la sentencia dictada en la causa nro.
44, ‘Camps’, por el pleno de la Excma. Cámara del fuero-, que la ‘desaparición’ comenzaba
con el secuestro de una persona y su ingreso a un centro clandestino de detención mediante
la supresión de todo nexo con el exterior; el secuestrado llegaba al centro encapuchado o
‘tabicado’ situación en la que generalmente padecía todo el tiempo que estuviera alojado en
55
Ministerio Público Fiscal de la Nación
el centro de que se trate, así la víctima podía ser agredida en cualquier momento sin
posibilidad alguna de defenderse; se utilizaron números de identificación que eran
asignados a cada prisionero al ingreso al campo. A su vez, se les ordenaba, ni bien
ingresaban, que recordasen esa numeración porque con ella serían llamados de ahí en
adelante, sea para hacer uso del baño, para ser torturados o para trasladarlos; la
alimentación que se les daba era, además de escasa y de mala calidad, provista en forma
irregular, lo que provocaba un creciente desmejoramiento físico en los mismos; la
precariedad e indigencia sanitarias contribuían también a que la salud de los detenidos se
deteriore aún más, lo cual debe ser considerado junto con la falta de higiene existente en los
centros y la imposibilidad de asearse adecuadamente” (T.O.C.F. nro.5, causas nros. 1056 y
1207, resuelta el 11 de agosto de 2006).
Como se desprende de la declaración de aquellas personas que lograron salir vivas
de su cautiverio en la E.S.M.A., el mecanismo descripto también fue utilizado con especial
saña en este campo de concentración.
Por ende, al someter a una persona a este tipo de trato, la destrucción de la
individualidad casi siempre es exitosa y el ideal de dominación totalitaria queda logrado.
En síntesis, concuerdo con lo señalado por el titular del Juzgado Nacional en lo
Criminal y Correccional Federal nro. 3 al momento de dictar el procesamiento de los
imputados en la causa nro. 14.216/03, en el sentido de que “[las] técnicas o procedimientos
que rodeaban el cautiverio, deben ser analizados en su sumatoria y como tal, generaron un
cuadro de padecimiento extremo en los cautivos (...). Por ende, al tiempo de valorar las
condiciones de detención de todas y cada una de las víctimas aquí mencionadas, hay que
tener en cuenta los efectos acumulativos de estas condiciones y los efectos que generan en
una persona la combinación y sumatoria de las diversas modalidades de maltrato y
degradación humana. En definitiva, todo el conjunto abyecto de condiciones de vida y
muerte a que se sometiera a los cautivos, si son analizados desde sus objetivos, efectos,
grado de crueldad, sistematicidad y conjunto, han confluido a generar el delito de
imposición de tormentos de una manera central, al menos conjunta con la figura de la
detención ilegal, y de ningún modo accesoria o tangencial a ésta” (Juzgado Nacional en lo
Criminal y Correccional Federal nro. 3, Causa nro. 14.216/03 caratulada "Suarez Mason y
otros s/privación ilegal de la libertad", auto de procesamiento de 20 de octubre de 2005).
En particular, la dinámica del Grupo de Tareas 3.3/2 se basó en el pseudo estudio
de los secuestrados para advertir quiénes podrían ser incorporados a un supuesto “proceso
de recuperación”, en consonancia con las aspiraciones políticas del Almirante Massera. En
tal contexto, se seleccionaban secuestrados para realizar trabajos a favor de los integrantes
del Grupo de Tareas 3.3/2, teniendo en cuenta las habilidades y capacidades personales de
cada uno. Esas tareas debían ser realizadas por los detenidos en forma compulsiva, sin
recibir ninguna remuneración a cambio, incluso con los grilletes puestos. En algunos casos
56
Ministerio Público Fiscal de la Nación
consistían en tareas de mantenimiento (de reparación de objetos, limpieza, construcción,
etc.) o administrativas (orden de archivos, transcripciones, etc.), mientras que en otros
fueron trabajos de investigación sobre la difusión de las noticias nacionales en el exterior o
preparación de material para favorecer la propaganda de las Juntas Militares en el exterior.
En cualquier caso, los secuestrados debían realizar tales trabajos simulando algún
consenso para evitar ser incluidos en los “traslados” (vuelos de la muerte) semanales.
Resulta evidente el deterioro psíquico que generó tal proceder en las personas, ya
que no sólo se las obligaba a realizar trabajo esclavo sino que las tareas favorecían a sus
captores y al sistema represivo instaurado en el centro clandestino de detención, pese a lo
cual debían aparentar cierto contento o, por lo menos, neutralidad con tal inhumana
imposición.
En consecuencia, considero que los trabajos no remunerados impuestos a los
secuestrados fueron otro modo de tormento psíquico implementado en su contra, que
agravó las condiciones de vida dentro del campo de exterminio que funcionó en la
E.S.M.A., lo que cual debe ser especialmente valorado al momento de resolver, en
definitiva, sobre esta cuestión.
En otro orden de ideas, debo destacar que se encuentra acreditado prima facie que
la persecución iniciada contra las víctimas de este caso -y que culminó con su posterior
detención, tortura y, en algunas ocasiones, su eliminación física- fue concebida en razón del
signo político elegido por éstas.
Efectivamente, “[p]erseguido político no es sólo el imputado de un delito por
causa política, sino también el individuo arrestado o detenido por motivo político, como es
el de ser opositor al régimen establecido o a las personas que ejercen el gobierno” (Núñez,
Ricardo C., ob. cit., p. 57).
En consecuencia, entiendo que las violaciones a la integridad física, psíquica y
moral de las víctimas enumeradas en la presente requisitoria, encuadran en el supuesto de
agravación de la pena previsto en el art. 144 ter, párrafos 1 y 2 del Código Penal de la
Nación, según texto introducido por la ley 14.616, vigente a la época de comisión de los
hechos, por resultar la ley penal más benigna.
3) Concurrencia de delitos
En la presente causa, hay una pluralidad de conductas que concurren en una misma
valoración judicial del caso. La verificación de acciones independientemente ejecutadas
imponen evaluar su contenido de disvalor, de acuerdo a los injustos previstos en los tipos
penales mencionados, sin superposición alguna, lo cual habilita la introducción de la
herramienta dogmática del art. 55 del Código Penal.
57
Ministerio Público Fiscal de la Nación
Es por ello que las conductas tipificadas anteriormente concurren materialmente
entre sí, en cada caso.
VI.- AUTORÍA Y RESPONSABILIDAD
A) Consideraciones generales
Antes de enunciar el grado de responsabilidad que por los hechos investigados
cabe atribuir a los imputados, resulta fundamental realizar algunas consideraciones
generales en torno a sus respectivas intervenciones delictivas en los hechos ilícitos traídos a
estudio.
En primer lugar, se encuentra probado que los acusados participaron en los hechos
aquí examinados con libertad y discernimiento, en tanto, si bien pudieron negarse a realizar
los actos delictivos solicitados persistieron en su comisión.
A su vez, no existió ninguna imposición coactiva por parte de los mandos
superiores de la Armada, y los encartados no actuaron con error sobre la antijuridicidad de
las conductas encomendadas, las que se realizaban guardando el más absoluto hermetismo
y negando ante autoridades y familiares toda información relacionada con el paradero y
posterior destino de los secuestrados y desaparecidos. Estuvieron dispuestos en todo
momento a realizar voluntariamente las acciones delictivas, a ejecutar cualquier orden, por
aberrante que fuera, sin oponer reparo alguno y sin titubear ante la grave dimensión de los
hechos. Precisamente, tal ilícito proceder reprocho a los encartados en el presente
requerimiento.
Asimismo, resulta conveniente señalar que la presente acusación se ocupa de sólo
una parte de los hechos que ocurrieron dentro del ámbito de la Escuela de Mecánica de la
Armada, los cuales deben entenderse dentro del contexto general descripto en el acápite III
del presente dictamen.
En este sentido, es preciso tener en cuenta que el plan clandestino de lucha contra
los entonces denominados “elementos subversivos” demandó la utilización de la estructura
jerárquica existente en la Escuela de Mecánica de la Armada. Allí, se organizaron “grupos
de tareas” para la ejecución de las denominadas “órdenes de batalla”, con el apoyo
constante del Servicio de Inteligencia Naval.
Los hechos que constituyen el objeto de esta acusación se cometieron a través de
la utilización de la estructura militar y siguiendo las órdenes impartidas por los
Comandantes de las Juntas, transmitidas por quienes se desempeñaron en la respectiva
cadena de comando y ejecutadas generalmente por quienes contaban con menos jerarquía
dentro del escalafón militar, organizados en grupos operativos que cumplían diferentes
funciones de manera rotativa y de acuerdo a un plan de “división de trabajo”.
58
Ministerio Público Fiscal de la Nación
No debe olvidarse que el principal objetivo de las Fuerzas Armadas que tomaron
el poder político el 24 de marzo de 1976 consistió en imponer el terror generalizado a
través de la tortura masiva y la eliminación física o desaparición forzada de miles de
personas que se opusieron a las doctrinas emanadas de la cúpula militar (cfr. “Plan General
del Ejército”, el “Plan de Seguridad Nacional” y la “Orden Secreta” de febrero de 1976, así
como los Reglamentos ya existentes y otros dictados en su consecuencia, que evidencian el
funcionamiento concreto de tal estructura represiva).
Asimismo, en la causa nro. 13/84 quedó debidamente acreditado que los
Comandantes en Jefe de la Armada Emilio Eduardo Massera y Armando Lambruschini
ordenaron un modo de combatir al terrorismo consistente en: aprehender sospechosos;
mantenerlos clandestinamente en cautiverio bajo condiciones inhumanas de vida;
someterlos a tormentos para obtener información y luego ponerlos a disposición del Poder
Ejecutivo Nacional o, en su gran mayoría, eliminarlos físicamente.
De esta forma, se empleó la organización militar para cometer un sinnúmero de
delitos, poniéndose en marcha una maquinaria clandestina de represión que actuaba al
margen de la ley, mediante la cual los sujetos que ocupaban las más altas jerarquías
cometían crímenes sin tener que supeditar su realización a la decisión autónoma del
eventual ejecutor, que a su vez actuaba con libertad y responsabilidad, pues no se
encontraba coaccionado ni engañado.
Considero que a los efectos de determinar la responsabilidad de los encartados, en
primer lugar, debe tenerse en cuenta lo dispuesto en la Ley nro. 16970 (Ley de Defensa
Nacional), sancionada y promulgada el 6 de octubre de 1966 y vigente al momento de los
hechos, donde se determinaba quiénes eran los responsables de establecer las políticas y
estrategias directamente vinculadas con la Seguridad Nacional, formular planes nacionales
de corto, mediano y largo plazo e impartir las directivas a las que debían ajustarse todos los
sectores de la comunidad nacional en lo relativo a la acción para la seguridad (artículo 8,
incs. a, c, d y e).
En este sentido, disponía que el Presidente de la Nación -en su carácter de Jefe
Supremo de la Nación y Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas- era la máxima
responsabilidad en la dirección superior de la defensa nacional y que el Consejo Nacional
de Seguridad (CO.NA.SE.) y su Secretaría, el Comité Militar (C.M.) y la Central Nacional
de Inteligencia (C.N.I.) dependían de él en forma directa e inmediata (artículos 9 y 11).
A los fines de este requerimiento, resulta relevante advertir que el Comité Militar,
presidido por el Presidente de la Nación, estaba integrado por el Ministro de Defensa y la
Junta de Comandantes en Jefe, formada por los Comandantes en Jefe de las Fuerzas
Armadas, y su competencia comprendía: a) Planear la estrategia militar y la conducción
estratégica de las operaciones militares; b) Asignar responsabilidades operativas y
logísticas a cada fuerza armada, de acuerdo con la planificación estratégica; c) Establecer
59
Ministerio Público Fiscal de la Nación
comandos conjuntos y específicos y d) Formular la doctrina conjunta de las Fuerzas
Armadas, y las políticas para el adiestramiento conjunto (artículos 19 y 20).
Por ende, toda vez que el esquema de poder descripto en la Ley de Defensa
Nacional se mantuvo hasta iniciada la presidencia de facto de Reynaldo Benito Bignone disolviéndose en ese entonces la Junta de Comandantes en Jefe- no puede quedar duda de
que los Comandantes en Jefe de cada una de las Fuerzas Armadas, el Presidente de la
Nación -designado por la Junta Militar- y el Ministro de Defensa fueron los encargados de
llevar a cabo las funciones mencionadas en el párrafo anterior, teniendo en todo momento
el poder de decisión y control sobre el modo, tiempo, lugar y personas que intervendrían en
las operaciones militares destinadas a “aniquilar a la subversión”, lo que los convierte en
los máximos responsables de los delitos cometidos durante el terrorismo de estado.
El cargo de Comandante en Jefe de la Armada durante la última dictadura militar
fue ocupado sucesivamente por Emilio Eduardo Massera (18/12/75-15/09/78), Armando
Lambruschini (15/09/78-11/09/81), Jorge Isaac Anaya (11/09/81-01/10/82) y Rubén Oscar
Franco (01/10/82-01/2/84).
Por su parte, como Comandante en Jefe del Ejército se desempeñaron Jorge Rafael
Videla (18/12/75-01/08/78), Roberto Eduardo Viola (01/08/78-28/12/79), Leopoldo
Fortunato Galtieri (28/12/79-17/06/82) y Cristino Nicolaides (18/06/82 hasta diciembre de
1983), mientras que Orlando Ramón Agosti (18/12/75-25/01/79), Omar Rubens Graffigna
(25/01/79-17/12/81), Basilio Lami Dozo (17/12/81-17/08/82) y Augusto J. Hughes
(17/08/82 hasta diciembre de 1983) fueron los Comandante en Jefe de la Fuerza Aérea.
Asimismo, la Presidencia de la Nación de facto fue ocupada por Jorge Rafael
Videla (29/03/76-29/03/81), Roberto Eduardo Viola (29/03/81-11/12/81), Carlos Alberto
Lacoste (11/12/81-22/12/81), Leopoldo Fortunato Galtieri (22/12/81-17/06/82) y Reynaldo
Benito Bignone (01/07/82 - 10/12/83).
Finalmente, el cargo de Ministro de Defensa Nacional -hasta 1981- y Ministro de
Defensa -con posterioridad- fue ocupado por el brigadier José María Klix (29/03/7606/11/78), el contralmirante David Horacio de la Riva (06/11/78-29/03/81), el
contralmirante Norberto M. Couto (29/03/81-12/12/81), Amadeo Ricardo Frúgoli
(22/12/81-17/06/82) y Julio J. Martínez Vivot (01/07/82-10/12/83).
En otro orden de ideas, la Ley de Defensa Nacional creaba como organismo de
trabajo del Comité Militar, un Estado Mayor Conjunto integrado por personal de las tres
Fuerzas Armadas que dependía de la Junta de Comandantes en Jefe. Además, disponía que
el Jefe del Estado Mayor Conjunto se desempeñaba como Secretario en las reuniones del
Comité Militar (artículos 21 y 23).
Similar función le atribuía al Jefe del Estado Mayor Conjunto el Reglamento para
el funcionamiento de la Junta Militar, el Poder Ejecutivo Nacional y la Comisión de
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
Asesoramiento Legislativo, cuyo artículo 1.3.4 establecía que “el cargo de Secretario de la
Junta Militar será ejercido por el Jefe del Estado Mayor Conjunto”.
En el cargo de Jefe del Estado Mayor Conjunto se desempeñó, entre otros, Julio A.
Torti (17/12/76-19/12/77).
Al igual que ocurría dentro de cada una de las fuerzas, el Estado Mayor Conjunto
de las Fuerzas Armadas estaba integrado por un Jefe de Operaciones, un Jefe de
Inteligencia y un Jefe de Logística, encargados de brindar asesoramiento al Jefe del EMC y,
por ende, también responsables de la redacción de los planes y directivas a las que debían
ajustarse todos los sectores de la comunidad nacional en lo relativo a la acción para la
seguridad, elaborados entre el 24 de marzo de 1976 y el 10 de diciembre de 1983.
En cuanto a la obtención de información e inteligencia necesarias para el
planeamiento de la estrategia militar y de la conducción estratégica de las operaciones
militares, se establecía que el Estado Mayor Conjunto fuera asistido por los servicios de
inteligencia de las tres Fuerzas Armadas (artículo 24).
Al mismo tiempo, el Jefe del EMC también recibía información en lo concerniente
a la seguridad nacional de la Central Nacional de Inteligencia. Entre las funciones de dicho
organismo se encontraba realizar y centralizar las actividades de inteligencia necesarias
para el planeamiento de la política y estrategia nacional inherentes a la seguridad nacional,
formular la doctrina nacional de inteligencia y mantener enlace técnico funcional con los
organismos de inteligencia e información de los comandos en jefe (artículo 25).
Lo señalado es conteste con lo afirmado en el “Informe Rattenbach” emitido el 2
de diciembre de 1982 por la Comisión de Análisis y Evaluación de las responsabilidades
políticas y estratégicas militares en el Conflicto del Atlántico Sur. Allí se afirmó que “la
producción de la inteligencia (…) es responsabilidad de los organismos de inteligencia de
cada una de las Fuerzas Armadas y del Estado Mayor Conjunto quienes, por otra parte,
integran la CNI” y que el Jefe del Estado Mayor Conjunto es el Secretario del Comité
Militar y el titular del máximo organismo de nivel conjunto de las FF.AA. (párrs. 717 y
813).
En otro orden de ideas, para determinar la responsabilidad de cada uno de los
imputados por los hechos que aquí se investigan, también es necesario tener en cuenta lo
dispuesto en el Plan de Capacidades (PLACINTARA), C.O.N. nro. 1/75 “S” contribuyente
a la Directiva Antisubversiva COAR nro. 1/75 “S”, que modificó la estructura jerárquica y
funcional de la Armada Argentina.
En este sentido, el máximo responsable de la fuerza continuaba siendo el
Comandante en Jefe de la Armada que formaba un Estado Mayor cuyo Jefe establecía
relaciones funcionales con los distintos Comandos, que dependían jerárquicamente del
Comandante en Jefe de la Armada.
61
Ministerio Público Fiscal de la Nación
Las fechas de actuación consideradas en el presente requerimiento han sido
reconstruidas y consignadas a partir de la compulsa de los legajos personales de servicios
de las personas que a continuación se nombrarán, y de diversas actuaciones, declaraciones e
informes glosados en autos, sin perjuicio de las imprecisiones que puedan surgir de su
cotejo.
En el cargo de Jefe del E.M.G.A. se desempeñaron Armando Lambruschini
(26/12/73-15/09/78), Antonio Vañek (22/09/78-05/02/80), Jorge Isaac Anaya (18/02/8011/09/81) y Alberto Gabriel Vigo (14/09/81-20/09/82), sin perjuicio de que este último
continuó desempeñando el cargo anterior de Comandante de Operaciones Navales.
Uno de estos Comandos, el Tercero, era el de Operaciones Navales. Del
Comandante de Operaciones Navales, dependían jerárquicamente todas las Fuerzas de
Tareas. El nombrado estaba encargado de formar un Estado Mayor, cuyo Jefe establecía
relaciones funcionales con los distintos Comandantes de las Fuerzas de Tareas. En el cargo
de Jefe del Estado Mayor del Comando de Operaciones Navales se desempeñaron Manuel
García Tallada (14/04/76-04/01/77), Rubén Oscar Franco (19/07/77-20/01/78), Leopoldo
Alfredo Suárez del Cerro (20/01/78-30/01/79) y Rodolfo Antonio Remotti (26/02/7914/02/80).
Por su parte, en el cargo de Comandante de Operaciones Navales se desempeñaron
Luis Mendía (30/01/75-04/01/77), Antonio Vañek (04/01/77-22/09/78), Julio A. Torti
(22/09/78-05/02/80), Pedro Santamaría (05/02/80-22/12/80), Alberto Gabriel Vigo
(26/12/80-14/09/81), Juan José Lombardo (14/12/81-27/09/82) y Rodolfo Antonio Remotti
(desde el 27/09/82).
De las once Fuerzas de Tareas existentes, las más importantes con relación a los
hechos que aquí se investigan fueron la Fuerza de Tareas 3 (Agrupación Buenos Aires) y la
Fuerza de Tareas 4 (Prefectura Nacional Naval).
El Comandante de la Fuerza de Tareas 3, que a la vez era el Jefe de Operaciones
del E.M.G.A., como ya señalé dependía jerárquicamente del Comandante de Operaciones
Navales. En dicho cargo, se desempeñaron Oscar Antonio Montes (20/01/76-30/05/77),
Manuel García Tallada (30/05/77-19/12/77), Julio Antonio Torti (19/12/77-21/09/78),
José Néstor Estévez (figura “A.C.” en el informe de fs. 1879 de la causa, y a fs. 35 de su
legajo entre 21/09/78-18/12/78), Carlos Alberto Andrés Bonino (18/12/78-26/01/79),
Humberto Barbuzzi (15/02/79-14/12/79), Rubén Oscar Franco (como subjefe entre el
04/12/78 y el 07/02/80), Juan José Lombardo (20/02/80-19/12/80), Edgardo Aroldo Otero
(como subjefe a cargo entre el 26/12/80 y el 01/02/82), Leopoldo Alfredo Suárez del Cerro
(26/12/80-10/12/81), Guillermo Costa (figura AC de la Jefatura de Operaciones del
E.M.G.A 27/04/82-14/07/82), José María Arriola (Comandante de la Fuerza de Tareas 3,
27/04/82-14/07/82), Edgardo Aroldo Otero (14/7/82-29/12/82), Mario Pablo Palet
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
(10/12/82-20/10/83) y Miguel Ángel Alberto Rodríguez (20/10/83-14/12/83) (legajos de
servicios y conceptos de los imputados ante la Armada Argentina e informe de fs. 1879/81).
Dentro de la Fuerza de Tareas 3, se encontraban incluidas las siguientes
dependencias: el Batallón de Seguridad de la sede del Comando General de la Armada, la
Base Aeronaval Ezeiza, el Arsenal de Artillería de Marina de Zárate, el Apostadero Naval
San Fernando, el Apostadero Naval Buenos Aires, la Escuela Nacional de Náutica, el
Arsenal Naval Azopardo y, por último, la Escuela de Mecánica de la Armada.
Por su parte, la Fuerza de Tareas 4 correspondía a la Prefectura Naval Argentina.
En el cargo de Prefecto Nacional Naval, se desempeñaron Manuel García Tallada
(20/01/75-14/04/76), Pedro Santamaría (14/04/76-05/02/80) y José Suppicich (05/02/8001/03/82).
Respecto a las relaciones existentes entre Fuerzas de Tareas, el PLACINTARA
disponía que los efectivos y medios que una Fuerza de Tareas asignaba a otra quedaban
bajo control operacional de esta última hasta el cumplimiento de la tarea para la que fueron
requeridos (fs. 29). Asimismo, cuando para el cumplimiento de una misión debían
ejecutarse operaciones efectivas, la unidad, organismo o fracción de los mismos que debía
ser empleada quedaba subordinada operativamente al Comando de la Fuerza de Tareas con
prioridad sobre todo otro tipo de dependencia o relación, desde que se iniciaba el
alistamiento inmediato para cada acción hasta que la misma fuera completada (fs. 29).
Asimismo, el Comandante de la Fuerza de Tareas 3 y el Prefecto Nacional Naval
mantenían relaciones funcionales por medio de enlaces, labor que dentro de la Fuerza de
Tareas 3 cumplieron, entre otros, los prefectos Gonzalo Sánchez, Héctor Febres, Roberto
Carnot, Jorge Manuel Díaz Smith y Juan Antonio Azic.
Al estar la E.S.M.A. incluida dentro de la Fuerza de Tareas 3, su Director, que
también era el Comandante del Grupo de Tareas 3.3, dependía jerárquicamente del
Comandante de la Fuerza de Tareas 3. En el cargo de Director de la E.S.M.A., se
desempeñaron Rubén Jacinto Chamorro (22/12/75-02/05/79), José Suppicich (02/05/7928/01/80), Edgardo Aroldo Otero (23/01/80-26/12/80), José María Arriola (26/12/8010/12/82) y Héctor Horacio González (10/12/82-08/03/85).
A la vez, la Escuela de Mecánica de la Armada dependía administrativamente de
la Dirección General de Instrucción Naval (actualmente Dirección de Educación Naval),
organismo dependiente de la Dirección General del Personal Naval (DGPN). En el cargo de
Director General del Personal Naval se desempeñaron Carlos Jaime Fraguio (10/02/7615/09/76), Horacio González Llanos (15/09/76-07/12/77), Jorge Isaac Anaya (07/12/7707/02/80), Rubén Oscar Franco (07/02/80-05/01/82), Rodolfo Antonio Remotti (09/12/8120/09/82) y Carlos Alberto Andrés Bonino (20/09/82-20/12/83).
Por su parte, como Director General de Instrucción Naval se desempeñaron César
A. Guzzetti (desde 1975-29/04/76), Edgardo J. Segura (29/04/76-06/09/76), Roberto
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
Ernesto Otto Wulff de la Fuente (06/09/76-28/01/77), Luis Pedro Horacio Sánchez Moreno
(28/01/77-01/04/79), Juan Carlos Malugani (30/03/79-12/09/79), Jorge Isaac Anaya
(12/09/79-07/02/80), Alberto César Barbich (07/02/80-29 ó 30/03/81), Rodolfo Antonio
Remotti (29/01/81-02/12/81), Edmundo Juan Schaer (02/12/81-20 o 17/09/82) y Carlos
Alberto Andrés Bonino (20/09/82-29/12/83).
Sin perjuicio de que la Jefatura del Servicio de Inteligencia Naval debía
asesoramiento directo al Comandante en Jefe de la Armada, de acuerdo al PLACINTARA,
el SIN tenía la función de desempeñarse como el órgano de inteligencia de la Fuerza de
Tareas nro. 3 (fs. 42 de dicho documento). En este contexto, los miembros del SIN que se
desempeñaron en la E.S.M.A. dependieron funcionalmente del Comandante del Grupo de
Tareas 3.3/2 y/o del Jefe del GT 3.3/2.
Por último, el Subdirector de la E.S.M.A., que también era Jefe del Estado Mayor
del G.T. 3.3 y Jefe de la Unidad de Tareas 3.3/2, dependía del Director de la E.S.M.A. y,
formalmente, era el superior jerárquico de los Jefes de Inteligencia, Operaciones y
Logística del G.T. 3.3/2, más allá de que en el caso particular del capitán Acosta
numerosos testigos señalaron el trato directo que éste tenía -en la práctica- con el Almirante
Massera. En dicha función se desempeñaron Olegario Salvio Menéndez (24/03/7612/07/76), Jorge Raúl González (desde el 12/07/76 hasta agosto de 1978, aunque estas
fechas no son concluyentes, ya que aún no se cuenta con el legajo de servicios de este
imputado ante la Armada Argentina), Jorge Vildoza, Horacio Estrada y José María Arriola
(14/02/80-26/12/80).
Finalmente, se establecía que entre las Fuerzas Armadas se debían realizar los
acuerdos necesarios a efectos del cumplimiento de la misión de “aniquilar a la subversión”,
procurando el mejor aprovechamiento de los medios disponibles. Para ello, se disponía que
en todos los casos se buscaría acordar localmente el máximo apoyo entre las Fuerzas,
compatible con su capacidad operacional y, eventualmente, con la concurrencia de otros
efectivos procedentes de áreas donde no se apreciara la necesidad de su intervención. En el
marco de esta tarea conjunta de las Fuerzas Armadas, se preveía el intercambio de Oficiales
de Enlace entre las Fuerzas (fs. 27 del PLACINTARA).
Estos acuerdos implicaban la cooperación entre las Fuerzas Armadas a nivel
nacional, ya sea para la participación en operativos de secuestro de personas o en la entrega
de detenidos. En este sentido, era común que personas detenidas por otra fuerza, luego
fueran llevadas a la Escuela de Mecánica de la Armada.
Por otra parte, numerosos detenidos en la ESMA fueron obligados a realizar
trabajos a favor de los integrantes del Grupo de Tareas 3.3/2, teniendo en cuenta las
habilidades y capacidades personales de cada uno. Esas tareas debían ser realizadas por los
detenidos en forma compulsiva, sin recibir ninguna remuneración a cambio e incluso con
los grilletes puestos.
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
Uno de los destinos donde se llevaron adelante este tipo de trabajo fue el
Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, donde estuvieron bajo la supervisión de, entre
otros, el Director General de Prensa y Difusión Roberto Pérez Froio y su ayudante Eugenio
Bautista Vilardo.
Ahora bien, el Grupo de Tareas 3.3/2 se estructuró en tres sectores: “Inteligencia”,
“Operaciones” y “Logística”.
La sección “Inteligencia” fue la encargada de evaluar la información obtenida,
para lograr la ubicación y señalamiento de las personas a secuestrar. Los oficiales de
Inteligencia planificaron todos los operativos de secuestro, tuvieron a su cargo a los
prisioneros durante toda su permanencia en la E.S.M.A., manteniéndolos ilegalmente
privados de su libertad en condiciones inhumanas de vida, llevaron adelante los
interrogatorios donde practicaron sistemáticamente la tortura e intervinieron en la decisión
de los “traslados”, es decir, la desaparición física de los secuestrados.
La Cámara de este fuero, al confirmar el procesamiento de algunos de los
imputados en el marco de la causa nro. 7694/99 caratulada “Astiz Alfredo y otros s/delito
de acción pública” del registro de la Secretaría nro. 23 de este Tribunal (ver resolución de
fs. 864/925), tuvo por probado, con el carácter provisorio propio de una resolución de esta
naturaleza, que en determinado momento histórico el sector llamado “Inteligencia” estaba
comandado por Jorge Acosta (“Tigre”, “Santiago” o “Aníbal”) y que formaban parte de él
Francies Whamond (“Pablo” o “Duque”), Antonio Pernías (“Rata”, “Martín” o “Trueno”)
y el oficial Raúl Enrique Scheller (“Mariano” o “Pingüino”).
Asimismo, de las probanzas recolectadas durante la instrucción también se
desprende que Alfredo Astiz, Juan Carlos Rolón, Oscar Rubén Lanzón, Ricardo Miguel
Cavallo, Randolfo Agusti Scacchi, Orlando González, Antonio Rosario Pereyra, Juan
Arturo Alomar, Carlos Daviou, Alberto Eduardo González, Jorge Manuel Díaz Smith,
Miguel Ángel Benazzi Berisso y Carlos Octavio Capdevila también formaban parte de este
sector.
Por su parte, la sección “Operaciones” tenía a su cargo la ejecución concreta de los
secuestros, robos de automóviles y saqueos de viviendas. Operaba con los datos que le
brindaba “Inteligencia”.
Así, mientras los detenidos eran torturados, un grupo operativo estaba siempre
dispuesto para salir a secuestrar a otras personas en caso de obtenerse nuevos datos.
Nuevamente según la Cámara del fuero, esta sección se encontraba dividida en
miembros permanentes y rotativos, comandada por Enrique Yon y Jorge Perren, y entre sus
integrantes se encontraba Pablo Eduardo García Velasco.
Integraban este sector Ricardo Guillermo Corbetta, Hugo Enrique Damario,
Ricardo Jorge Lynch Jones, Daniel Humberto Baucero, Rodolfo Oscar Cionchi, Miguel
Ángel García Velasco, y miembros de la Policía Federal Argentina, del Servicio
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
Penitenciario Federal, de la Prefectura Naval Argentina, del Ejército y de la Fuerza Aérea,
entre los que puede mencionarse a Ernesto Frimón Weber, Juan Carlos Fotea, Claudio
Orlando Pittana, Carlos Orlando Generoso, Juan Antonio Azic, Héctor Antonio Febres,
Julio César Coronel y Carlos Guillermo Suárez Mason, aunque muchos de ellos también
fueron vinculados con la custodia de detenidos y la ejecución de torturas.
Por último, la sección “Logística” se ocupaba del apoyo y aprovisionamiento de
los grupos operativos y del desarrollo de la infraestructura del G.T. 3.3/2, lo que incluía el
mantenimiento y refacción del edificio y la administración de las finanzas.
Justamente, el financiamiento del G.T. 3.3/2 no sólo se basaba en los fondos que la
superioridad de la Armada le destinaba, sino también en el saqueo y robo sistemático de las
pertenencias de los detenidos-desaparecidos (muebles, electrodomésticos, objetos
personales, ropa, dinero, etc.), la mayoría de las cuales eran depositadas en el “pañol
grande” ubicado en el tercer piso de la E.S.M.A.
Asimismo, algunos automóviles que pertenecían a los detenidos fueron utilizados
en los operativos de secuestro de otras personas y sus inmuebles transferidos a poder de los
secuestradores mediante la falsificación de documentos, asumiendo algún miembro del
G.T. la identidad del propietario, o mediante la firma bajo tormento de títulos y/o boletos de
compraventa.
En este sector se destacaron, entre otros, Jorge Radice, Carlos José Pazo, Néstor
Omar Savio, Héctor Francisco Polchi, Omar Alfonso Eyzaguirre, Guillermo Horacio
Pazos y Alejandro Spinelli, entre otros.
Sin embargo no debe olvidarse que, como señaló Graciela Beatriz Daleo en su
testimonio que en copia obra a fs. 113/4 de la causa nro. 1376/04, “ninguno de los
departamentos que funcionaban en la E.S.M.A. (‘logística’, ‘inteligencia’ y ‘operativo’)
era estanco. De esta manera, miembros del grupo de tareas que integraban el sector de
inteligencia (que asumía las tareas de investigación, torturas, etc.) también salían a
secuestrar”.
Del mismo modo, como relataré a continuación, miembros del sector operativo
participaron en los interrogatorios de los detenidos y contribuyeron a mantener las
condiciones inhumanas de detención que éstos padecían.
Además en la E.S.M.A. funcionaba, a la par con el G.T. 3.3/2, el G.T. 3.3/3,
manejado operativamente por el Servicio de Inteligencia Naval. Allí se desempeñaron,
entre otros, el teniente de navío Francisco Lucio Rioja, Pablo García Velasco y Hugo
Héctor Siffredi.
El centro clandestino de detención también contó con la participación de diversos
profesionales de la salud cuya función consistía en tomar parte en las sesiones de tormentos
que sufrieran los detenidos, autorizando su continuación o suspensión, realizar algún
control sobre la salud de los detenidos, aplicarles inyecciones de pentotal antes de ser
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
“trasladados”, asistir mínimamente a las detenidas embarazadas y participar en su parto,
todo lo cual se llevaba a cabo en un ámbito sumamente precario para la salud. Entre los
médicos que formaron parte del GT 3.3/2 se encuentran Rogelio José Martínez Pizarro,
Carlos Octavio Capdevila y Jorge Luis Magnacco.
Finalmente, conjuntamente con los oficiales que ejercían funciones en cada sector
del G.T., en la E.S.M.A. prestaban sus servicios suboficiales que recibían las
denominaciones de “Pedros”, “Verdes” y más tarde “Pablos” y “Pablitos”. Éstos
generalmente eran suboficiales o estudiantes de la Escuela y su función era la custodia de
los secuestrados, traslado de las comidas desde la cocina hasta el sótano o a “capucha”,
vigilancia de los desplazamientos de los prisioneros al baño y participación como personal
operativo en secuestros y “paseos”. Asimismo, en numerosas ocasiones tuvieron
intervención en los interrogatorios donde las víctimas eran sometidas a torturas. Estas
guardias respondían a un jefe; desempeñaron tal función Víctor Francisco Cardo, Carlos
Galián y Víctor Roberto Olivera, en cuyo carácter eran encargados de recibir a los
prisioneros cuando ingresaban al centro clandestino y de prepararlos para ser
inmediatamente torturados.
Habiendo explicado cuáles eran las relaciones jerárquicas y funcionales dentro de
la estructura de la Armada de la República Argentina y del Comité Militar creado por la
Ley nro. 16970, y quiénes se desempeñaron en cada cargo en el período en que se
produjeron los hechos de este requerimiento, pasaré a analizar la responsabilidad de cada
uno de los imputados en particular.
Para ello, más allá de la autonomía que tenían los integrantes del Grupo de Tareas
3.3/2 para cumplir sus funciones, no debe olvidarse que como consecuencia de las
relaciones jerárquicas y funcionales que existían, subsistía, en todo momento, el deber de
informar a los mandos superiores las tareas realizadas.
A manera de ejemplo, mencionaré algunos deberes que se desprenden de la lectura
del PLACINTARA.
En primer término, se establecía que los Comandos de las Fuerzas de Tareas
coordinarían directamente en los niveles respectivos las operaciones de apoyo entre Fuerzas
de Tareas, debiendo informar al Comando de Operaciones Navales de su ejecución (fs. 28).
Como Comandante de la Fuerza de Tareas 3 (en virtud de su actuación como Jefe de
Operaciones del Estado Mayor General de la Armada) se desempeñaron Franco, Rodríguez
y Otero. Como Comandante del Comando de Operaciones Navales cumplió funciones
Vigo.
Asimismo, los Comandantes de las Fuerzas de Tareas debían informar al
Comandante de Operaciones Navales cuando hubiera novedades en las operaciones
realizadas y los resultados obtenidos (fs. 31).
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
En igual sentido, los Comandantes de las Fuerzas de Tareas que detenían a
personas a raíz de operaciones por ellas desarrolladas debían comunicarlas por la vía más
rápida al Comandante de Operaciones Navales, quien a la vez debía comunicar al
Comandante en Jefe de la Armada las personas detenidas transitoriamente y liberadas (cfr.
fs. 99/101). Como Comandante en Jefe de la Armada se desempeñó Franco.
Por último, diariamente, a las 24:00 hs., debía elevarse por despacho un informe
sobre las bajas producidas el día anterior (fs. 92).
De este modo, queda demostrado que los mandos de la Armada tenían un
conocimiento, a través de los periódicos informes que se realizaban, de las actividades que
llevaba adelante el Grupo de Tareas 3.3/2. Por ende, no sólo conocían la identidad de
aquellas personas que habían sido detenidas, sino que también estaban al tanto de la
información que se obtenía por medio de la tortura de los detenidos en la E.S.M.A. y de las
condiciones inhumanas de detención a las que eran sometidos. Finalmente, conocían el
destino que les deparaba a quienes eran “trasladados”.
Esta circunstancia es mucho más clara en aquellos casos en que los imputados
concurrían asiduamente a la E.S.M.A. o tenían contacto directo con los integrantes del
grupo de tareas que se desempeñaba en ese centro clandestino de detención, o con personas
que allí se encontraban privadas de su libertad, por ejemplo, cuando estas últimas eran
obligadas a ir a trabajar al Ministerio de Relaciones Exteriores.
Esta conclusión es corroborada por los testimonios de las propias víctimas y de la
gran mayoría de los imputados que revistieron cargos importantes dentro de la Armada
Argentina, quienes nunca dudaron que lo que se dio en llamar “la lucha contra la
subversión” fue siempre conducida a través de la cadena de comando y jerarquías.
En efecto, Lisandro Raúl Cubas declaró que Miguel Ángel Lauletta le había
contado que había planillas con todos los datos de los detenidos -interrogatorios, secuestros,
personal interviniente- que le remitían semanalmente al I Cuerpo del Ejército (declaración
testimonial a fs. 124/140 de la causa nro. 1376/04).
Por su parte, Oscar Antonio Montes aseguró que durante el lapso en que se
desempeñó como Comandante de la Fuerza de Tareas 3 recibía todos los informes escritos
y verbales de sus subordinados, además de realizar frecuentes inspecciones en las
dependencias bajo su supervisión. Asimismo, manifestó que “como en cualquier situación
bélica los comandantes subordinados tenían la adecuada libertad de acción en las
decisiones tácticas. De todo lo actuado en detalle me enteraba por sus informes y por las
inspecciones que realizaba personalmente” (declaración sin juramento a fs. 2037/49 de las
presentes actuaciones, sin destacar en el original).
En otra de sus declaraciones, Montes también señaló que “los informes que
pasaban los grupos de tareas al Comandante de la Fuerza de Tareas, y nosotros a su vez, a
nuestro superior, eran informes semanales sobre los acontecimientos ocurridos, ya sea
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
enfrentamientos, ya sea número de detenidos y cualquier otra novedad de importancia que
pudiera ser de utilidad para el superior”. Además, reconoció haber inspeccionado el casino
de oficiales de la ESMA durante su mando (declaración sin juramento a fs. 1938/45). Al
respecto, agregó que “hacía frecuentes inspecciones o visitas a la Escuela de Mecánica,
visitas no periódicas, algunas de ellas anunciadas, otras no anunciadas y que podían ser
de tarde, de noche (…) En las visitas me explicaban las operaciones que se iban a hacer”
(declaración indagatoria a fs. 2899/2902).
Esta circunstancia fue ratificada por el fallecido Luis María Mendía al declarar
que “todos los viernes debía informarse al Consejo de Guerra las operaciones
antisubversivas de todas las Fuerzas realizadas durante la semana de viernes a viernes. En
consecuencia, todas las Fuerzas de Tareas debían informarme por despacho, creo que era
los jueves (...) de todos los despachos recibidos hacíamos uno global detallando lugares,
fuerzas, zonas, etc. y se informaba al Comandante en Jefe, a quien mantenía informado
frecuentemente de la evolución de las operaciones” (declaración informativa a fs. 399/418).
También manifestó que “se efectuaban visitas e inspecciones periódicas anunciadas o
sorpresivas” y que “[e]n el año 1976, cuando ejercí mi comando estuve en el casino de
oficiales de la Escuela de Mecánica” (declaraciones sin juramento a fs. 1966/74 y
1897/1910).
Similar testimonio dio Antonio Vañek. Al respecto, sostuvo que “cada Fuerza de
Tareas mandaba, no recuerdo si semanalmente o quincenalmente un despacho indicando
la cantidad de procedimientos que realizaba, si hubo detenidos y la información sobre su
accionar”. Además, el imputado reconoció haber realizado esporádicas visitas a las Fuerzas
de Tareas “cuando mis obligaciones operativas lo permitían, pero mi costumbre era llamar
más o menos cada dos o tres meses a los Comandantes de las Fuerzas de Tareas a Puerto
Belgrano para que en conjunto se transmitieran las experiencias que habían” (declaración
informativa a fs. 419/28). En otra declaración recordó que “[s]emanalmente recibía un
informe de las Fuerzas de Tareas que estaban subordinadas, se hacía el resumen y se
elevaba al Comando en Jefe de la Armada (…) Todas las semanas se comunicaban al
Comando de Operaciones Navales los detenidos en operaciones para ejercer la
supervisión de la acción planeada y llevar la estadística de lo que está sucediendo” y que
“[l]as veces que visité la Escuela de Mecánica no fueron muchas (…) visité el Casino”
(declaración sin juramento a fs. 1911/21).
Finalmente, expresó que “[c]uando recibí el Comando mantuve informado a todo
mi personal en todos los niveles jerárquicos de todo lo relacionado con el enemigo
subversivo, las situaciones estratégicas y tácticas que se vivían, los procedimientos, las
bajas, los resultados de las distintas acciones. Se efectuaban Mensajes Navales periódicos
redactados en base a un informe tipo indicando la cantidad de procedimientos, bajas y
detenidos. Este parte llegaba a mí vía Comando y yo los elevaba al Jefe del EMGA. Otro
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
sistema era el establecido a través de la supervisión de la acción por los distintos
Comandos” (declaración sin juramento a fs. 1999/2004).
En igual sentido, Manuel Jacinto García manifestó que en su carácter de
Comandante de la Fuerza de Tareas 3 efectuaba frecuentes inspecciones a los Grupos de
Tareas y recibía tantos informes como resultaba necesario, puesto que ejercía la supervisión
en su ámbito en todos los niveles, a lo que agregó que “recibía informes muy frecuentes e
inspeccionaba personalmente varias veces los grupos de tareas que comprendían la F.T.
Además recibía partes de cada una de las operaciones e informes verbales” (declaración
sin juramento a fs. 2052/7vta.). Por otra parte, destacó que “[d]urante el período en que
cumplí mis funciones visitaba al comando de la fuerza de tareas en su central de
operaciones, es decir, en la planta baja de la casa de oficiales de la Escuela de Mecánica
de la Armada. La periodicidad de las informaciones que se elevaban era semanal y eran
informaciones bastante completas que se le daban al Comando de Operaciones Navales,
no recuerdo fehacientemente qué datos contenía esta información pero eran realmente
completas. Ejercía el control -propio de mi Jefatura- sobre los grupos de tareas
entrevistando a los comandantes de grupo de tareas, los cuales me informaban de los
problemas que tenían y me daban un concepto general de las operaciones que habían
realizado” (declaración sin juramento a fs. 1930/8).
En relación con las inspecciones a la ESMA, al momento de ser indagado expresó
que “[s]e trataba de hacer la mayor cantidad de visitas factibles con el tiempo disponible,
pero siempre dentro de una norma que me había autoimpuesto en el sentido de no demorar
más de una semana en efectuar una visita a la sede o al Comando del GT” (fs. 2905/8).
Similar testimonio brindó Julio Antonio Torti, al afirmar que “[l]a Armada
conocía el accionar antisubversivo en todos sus escalones. Esta información servía
inclusive como una forma de perfeccionar las propias medidas defensivas adecuándolas a
las diferentes tácticas que se empleaban. En todos los niveles se efectuaban vía comando
informes periódicos independientemente de aquellos que la urgencia hubiera requerido
efectuar (…) sin perjuicio de ello efectué visitas e inspecciones (...) La supervisión era la
normal y de práctica reglamentaria en uso de la Armada. Informes escritos y verbales,
partes, exposiciones informativas e inspecciones y visitas. Durante las visitas e
inspecciones que efectué a los distintos grupos y/o fuerzas sólo observé ocasionalmente un
número sumamente reducido de personas demoradas en averiguación de antecedentes o
detenidos por breves lapsos debido a la investigación que pudiera estar desarrollándose”
(declaración sin juramento a fs. 1975/81).
Pedro Santamaría, a su vez, declaró que “debía informar al Comandante de
Operaciones Navales semanalmente. Durante los cuatro años de mis tareas como Prefecto
Nacional, creo haber concurrido a la Escuela de Mecánica”, lo cual reiteró en otra
oportunidad: “he efectuado visitas, inspecciones coordinadas o no. No recuerdo la
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periodicidad pero fueron varios los recorridos que efectué a mis Comandos subordinados.
En tales visitas se me informaba del estado de la situación subversiva y del accionar del
GOEA” (declaraciones sin juramento a fs. 1922/30 y 1988/96).
Igualmente, Humberto José Barbuzzi manifestó que “[t]odas las semanas los
G.T. producían un parte pormenorizado que sintetizaba a nivel de Fuerza para su
elevación al CON y éste al CEJA. Las inspecciones y/o visitas se realizaban
periódicamente, tanto por las inspecciones en sí (aspecto reglamentario), como para el
aspecto conducción del personal que intervenía en estas tareas inherentes a una guerra.
Algunas de estas visitas eran presididas por mí, y otras acompañando a autoridades
navales. En cuanto a informes, además de los periódicos, los recibía a través de mensajes
navales, partes escritos y verbales las veces que las circunstancias lo exigían” (declaración
sin juramento a fs. 2071/83).
Acorde a lo señalado, Rubén Oscar Franco declaró que “[t]odas las novedades,
en general, eran informadas por los G.T. en forma detallada o pormenorizada y,
semanalmente, en forma resumida era elevada por los distintos escalones hasta el nivel del
CEJA. Las novedades sobre detención y demoras eran informadas, normalmente de
inmediato, a la Fuerza por mensaje”. La supervisión de sus subordinados la ejerció “por
contacto directo entre Comandantes, partes diarios, semanales, mensuales, contactos
telefónicos y también visitas anunciadas o sin aviso”. Sobre este último punto, dijo haber
efectuado dos visitas a los componentes de la F.T. 3 (declaraciones a fs. 2084/93 y 2925/7).
Las visitas y controles de los altos mandos de la Armada a la Fuerza de Tareas 3 y
al Grupo de Tareas 3.3/2 también fueron reconocidas por Alberto Gabriel Vigo a fs.
2005/13 (“he inspeccionado en distintas oportunidades las diferentes F.T.”), Rodolfo
Antonio Remotti (fs. 2022/7), Leopoldo Suárez del Cerro a fs. 2096/2101 y 2930/2
(“[h]e inspeccionado todos los G.T. subordinados, no recuerdo cuántas veces, pero fueron
las necesarias para estar debidamente informado” y “[p]uedo asegurar que hice todas las
inspecciones, visitas, recibí todos los partes e informes necesarios que me permitieron
supervisar la acción planeada en el GT 3.3”), José Néstor Estévez (fs. 2915/7) y Juan
José Lombardo a fs. 2119/26 y 2935/40 (“[n]o recuerdo cuántas visitas o inspecciones
efectué, pero fueron varias: fui a la ESMA, a Zárate, a Azul, etc.” e “[h]ice visitas junto al
Almirante Anaya, hice otra visita con el Almirante Santamaría y una o dos visitas yo
solo”).
Asimismo, quienes estuvieron destinados en la E.S.M.A. también reconocieron la
existencia de visitas y controles de sus superiores jerárquicos.
En efecto, Rubén Jacinto Chamorro declaró que las operaciones de inteligencia
encubiertas se desarrollaron de acuerdo a las órdenes recibidas mediante la cadena de
comando. Así también, indicó que en la E.S.M.A. funcionaba una central de operaciones
con equipos de comunicación provistos por la Armada, a través de los cuales el Grupo de
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
Tareas se comunicaba inmediatamente con la Central de Operaciones del C.E.J.A. (donde
estaba el Comandante de la Fuerza de Tareas 3), con los equipos instalados en las unidades
móviles de las Unidades de Tareas, con las patrullas del Área 3 Alfa del Comando Subzona
Capital Federal del Primer Cuerpo del Ejército y con la Policía Federal Argentina. Así,
manifestó que la E.S.M.A. expedía los pedidos de áreas libres y los solicitaba a la Fuerza de
Tareas 3, que a su vez tramitaba tal requerimiento ante el Cuerpo del Ejército respectivo
(ver declaración de fs. 2140/74vta., el subrayado no corresponde al texto original).
Chamorro también sostuvo que se comunicaba la salida y destino de los detenidos
por la cadena de mandos pertinente y destacó al ser indagado que “en repetidas
oportunidades fui llamado por el Comandante de Operaciones Navales -Almirante Vañeka Puerto Belgrano a hacer exposiciones ante los Comandos Superiores de la Armada, de la
Flota de Mar, de Infantería de Marina y de Aviación Naval sobre las actividades de la
Escuela de Mecánica (…) No tengo dudas que la Marina sabía perfectamente, por lo
menos a nivel de sus Comandos Superiores y yo diría a nivel de Oficiales Subalternos
hasta Teniente de Fragata, qué es lo que la Escuela de Mecánica estaba haciendo y por
qué lo hacía (...) La Escuela de Mecánica y el Grupo de Tareas 3.3 recibieron las visitas e
inspecciones de sus superiores jerárquicos en diversas oportunidades. En otras ocasiones
yo personalmente concurrí o fui citado para dar parte del desarrollo de nuestras
actividades” (ver fs. 357/76).
Finalmente, al ampliar su declaración indagatoria expresó que “[l]as instalaciones
de la U.T.3.3.2 fueron visitadas en reiteradas ocasiones por diferentes autoridades tales
como el Comandante en Jefe de la Armada, Jefes del EMGA, Comandantes de Operaciones
Navales. Aparte de ellos, varios oficiales Almirantes concurrían a los mismos fines.
Cuando se trataba de una primera visita anunciada, normalmente se les efectuaba una
exposición de los aspectos de mayor interés de las operaciones, puesta en situación y
características del enemigo, procedimientos utilizados, material y personal capturado y
una recorrida por la totalidad de las instalaciones. Además de las autoridades navales
fueron a la ESMA varias veces autoridades del Ejército, Fuerza Aérea y de Seguridad y
Policiales (...) Fui frecuentemente inspeccionado por toda la cadena de Comando superior
a mí: COARA, Jefes del EMGA, CON y Comandante de la F.T. 3” (fs. 2140/74).
En consonancia, José Antonio Suppicich, quien también se desempeñó como
Director de la E.S.M.A., aseguró que las novedades eran inmediatamente informadas al
Comandante de la Fuerza de Tareas 3, amén de la síntesis semanal correspondiente;
precisamente a dicho Comando se transmitían los pedidos de áreas libres y que “[l]a
Escuela y el G.T. y sus instalaciones fueron inspeccionados por toda la cadena de
Comando y también visitados por autoridades, en particular, por aquellas que tenían
personal en comisión (…) Había un flujo permanente de información al Comando de la
F.T. 3” (declaración sin juramento obrante a fs. 2177/95vta.), a lo que añadió que
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
“[f]inalizada la operación se confeccionaba el parte correspondiente y las novedades eran
elevadas vía Comando” (declaración indagatoria a fs. 2943/6).
Por último, Jorge Eduardo Acosta dijo que “[a]l Señor Jefe del Estado Mayor de
la Armada lo acompañé a visitar las instalaciones de la Escuela de Mecánica de la
Armada, él de uniforme de Capitán de Fragata porque el Almirante Chamorro no lo podía
acompañar en ese momento, era a la noche, a las 22 horas, para verificar el desempeño de
los oficiales rotativos que él había mandado” (declaración sin juramento a fs. 3135/40),
agregando -al ser indagado- que “[n]o pasaba una semana sin tener una visita de
conducción, de verificación y exposición. Las tenían a su cargo el Comandante en Jefe de
la Armada, Jefe del Estado Mayor, Jefe de Operaciones, Oficiales del Ejército (...) casi
todas las autoridades de la Armada, de cualquier escalón. Cada dos meses pasaban un
conjunto de señores. Los Comandantes de esos señores iban a ver qué pasaba en la ESMA,
qué hacían esos señores, de uniforme, una visita de inspección, de conducción de ese
oficial” (ver fs. 3934/84).
Finalmente, el pleno conocimiento de los altos mandos de la Armada y del Ejército
sobre las actividades realizadas en la E.S.M.A. y su total respaldo a los delitos allí
cometidos queda manifiestamente al descubierto en virtud de las condecoraciones que
recibieron aquellas personas que integraron el Grupo de Tareas 3.3/2.
En este sentido, a fs. 2576 de la causa nro 14.217/03 se encuentra agregada copia
de un oficio enviado el 20 de agosto de 1986 al Jefe del Estado Mayor General de la
Armada donde se le requería que informase si Salvio Menéndez, Jorge Vildoza, Jorge
Acosta, Jorge Perren, Enrique Yon, Raúl Scheller, Antonio Pernías, Alberto González,
Juan Carlos Rolón, Néstor Savio, Adolfo Donda, Miguel Benazzi, Alfredo Astiz,
Ricardo Miguel Cavallo, Héctor Febres y Gonzalo Sánchez habían sido condecorados con
motivo de su desempeño en “la guerra contra la subversión”.
En aquella oportunidad, el Vicealmirante Arosa informó que efectivamente el
personal indicado fue condecorado con las siguientes distinciones: Medalla al “Heroico
Valor en Combate”: Salvio Menéndez, Jorge Acosta, Jorge Perren, Enrique Yon, Raúl
Scheller, Antonio Pernías, Alberto González, Juan Carlos Rolón, Néstor Savio, Adolfo
Donda, Miguel Benazzi, Alfredo Astiz, Héctor Febres y Gonzalo Sánchez; Medalla al
“Honor al Valor en Combate”: Jorge Vildoza y Medalla “Operaciones de Combate”: Rubén
Chamorro y Ricardo Cavallo (fs. 2607/8 de la causa nro 14.217/03).
Con posterioridad, del análisis de los legajos de servicios de imputados en estas
actuaciones, esta Fiscalía recopiló información que permitía asegurar que el personal
señalado en el informe citado en el párrafo anterior no fue el único distinguido por la
Armada Argentina por su desempeño en el GT 3.3/2.
Así, a fs. 19 del legajo de servicios de Rogelio Martínez Pizarro consta que por
Res. nro. 745/78 “S” COAR, se le otorgó la distinción de “Heroico Valor en Combate”
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
(medalla). Idéntica distinción recibió el 28 de septiembre de 1978 por orden del
Comandante en Jefe de la ARA Juan Carlos Fotea, integrante de la Policía Federal
Argentina (fs. 40 del Legajo de Servicios nro. 156.157 perteneciente al imputado, expte.
DGP 6126/78).
En cuanto a los miembros del Ejército que cumplieron funciones en el GT 3.3/2,
debe señalarse que el 6 de junio de 1979 el Comandante en Jefe del Ejército autorizó a Julio
Coronel, Roberto Roualdes, Antonio Guillermo Minicucci y José Eugenio Acosta, entre
otros, a aceptar la medalla Distinción “HONOR AL VALOR EN COMBATE” que le fuera
conferida por el Comandante en Jefe de la Armada el 10 de septiembre de 1978 con motivo
de haberse destacado en hechos de acción de guerra durante su colaboración con el Grupo
de Tareas 3.3 (cf. BPE 4254).
Pese a los reiterados pedidos de informe efectuados por esta Fiscalía y el Juzgado
a su cargo a la Armada Argentina con la finalidad de que aportara copia de todas las
resoluciones donde se hubieran otorgado condecoraciones a integrantes de la Armada
Argentina, la Prefectura Naval Argentina, el Ejército Argentino, el Servicio Penitenciario
Federal y la Policía Federal Argentina, por su actuación en el Grupo de Tareas 3.3/2 que
funcionaba en la E.S.M.A., dicha fuerza hasta el momento solo ha aportado resoluciones
donde se condecoraba a personal fallecido o a quienes participaron del conflicto del
Atlántico Norte, de escasa relevancia a los fines de esta investigación. Similar resultado se
obtuvo del Ministerio de Defensa.
Sin embargo, a partir de la documentación aportada por el imputado Capdevila que
se encuentra agregada a fs. 51.440/3 de la causa nro 14.217/03 ya no existen dudas de que
la lista de personal condecorado que se desempeñó en el GT 3.3/2 en operaciones de
combate contenía más personas que las que se había logrado determinar hasta ese
momento.
En efecto, el imputado aportó copia de la Res. nro. 745/78”S”-COAR, de fecha 12
de septiembre de 1978, mediante la cual el Comandante en Jefe de la Armada, Almirante
Emilio Eduardo Massera, ordenó entregar en una ceremonia presidida por él las
distinciones que a continuación se detallan:
- “Heroico Valor en Combate”: entre los que se destacan los imputados Salvio
Menéndez, Francis Whamond, Jorge Acosta, Jorge Perren, Antonio Pernías, Néstor
Savio, Jorge Radice, Ernesto Weber, Roberto González, Juan Carlos Linares, Juan Carlos
Fotea y Pedro Salvia.
- “Honor al Valor en Combate”: entre los que se destacan los imputados Jorge
Vildoza, Ricardo Jorge Lynch Jones, Carlos Pazo, Randolfo Agusti Scacchi, Carmelo
Spatoco, Francisco Rioja, Enrique Yon, Raúl Scheller, Carlos Damario, Juan Carlos
Rolón, Adolfo Donda, Miguel Benazzi, Miguel Ángel García Velasco, Rogelio Martínez
Pizarro, Carlos Carella, Pablo García Velasco, Alfredo Astiz, Alberto González, Rodolfo
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
Cionchi, Alejandro Spinelli, Domingo Mazzola, Carlos Generoso, Roberto Naya, Héctor
Febres y Gonzalo Sánchez.
- “Operaciones de Combate”: entre los que se destacan los imputados Adolfo
Arduino, Luis D’Imperio, Ricardo Miguel Cavallo y Hugo Berrone.
- “Esfuerzo y Abnegación”: entre los que se destacan el imputado Oscar Hermelo.
De este modo, estas condecoraciones prueban no solo la participación de los
nombrados en el GT 3.3/2 sino también el pleno conocimiento de los altos mandos de la
Armada, la Prefectura, la Policía Federal, el Servicio Penitenciario Federal y el Ejército
sobre las actividades realizadas en la E.S.M.A.
B) Corresponde, a continuación, hacer referencia a la participación y
responsabilidad de cada uno de los imputados en los hechos por los que requeriré la
elevación a juicio.
En primer lugar, me referiré a la participación de los imputados Otero, Montes,
García Tallada y Jorge González en los hechos por los que requeriré la elevación a juicio.
Edgardo Aroldo Otero se desempeñó como jefe de planeamiento naval de la
Jefatura de Operaciones del Estado Mayor General de la Armada entre el 21 de abril de
1977 y el 26 de enero de 1979. Luego, desde el 23 de enero de 1980 hasta el 26 de
diciembre de ese año, cumplió funciones como director de la Escuela de Mecánica de la
Armada, mientras que entre el 26 de diciembre de 1980 y el 1ro. de febrero de 1982 se
desempeñó como subjefe de la Jefatura de Operaciones del Estado Mayor General de la
Armada. A partir de esa última fecha y hasta el 27 de abril de 1982 estuvo a cargo como
jefe de la Comisión Coordinadora de Reestructuración Naval (CORENA). Posteriormente,
entre el 14 de julio de 1982 y el 29 de diciembre de ese año, cumplió funciones como jefe
de la Jefatura de Operaciones del Estado Mayor General de la Armada.
Oscar Antonio Montes desde el 20 de enero de 1976, en su carácter de
Vicealmirante, se desempeñó como Comandante de la Fuerza de Tareas 3 - Jefe de
Operaciones del Estado Mayor General de la Armada hasta el 30 de mayo de 1977, cuando
se hizo cargo del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto. Allí, se desempeñó hasta el 6
de noviembre de 1978 cuando renunció. A partir del 1ro. de noviembre del mismo año
solicitó licencia y pase a situación de retiro, que efectivizó el 1ro. de febrero de 1979.
Manuel Jacinto García Tallada, desde el 20 de enero de 1975 hasta el 14 de abril
de 1976, se desempeñó como Prefecto Nacional Naval. Luego fue Jefe del Estado Mayor
del Comando de Operaciones Navales (BNR 36/76) hasta el 4 de enero de 1977. Desde el 4
de enero de 1977 hasta el 30 de mayo de 1977 fue Director de la Escuela de Defensa
Nacional, dependiente del Ministerio de Defensa. Seguidamente se desempeñó como
Comandante de la Fuerza de Tareas 3 - Jefe de Operaciones del E.M.G.A. hasta el 19 de
diciembre del mismo año, fecha en la que inició los trámites para pasar a situación de retiro.
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
Jorge Raúl González se desempeñó, aproximadamente entre julio de 1976 y
1977, como Subdirector de la Escuela de Mecánica de la Armada y Jefe del G.T. 3.3/2.
En primer término, debe prestarse especial atención a las declaraciones de los
propios imputados en relación con los hechos que aquí se investigan, como así también a
los de otros coimputados; todos ellos se refirieron al desempeño funcional y jerárquico que
les correspondía.
Así, García Tallada sostuvo que, en su carácter de Comandante de la Fuerza de
Tareas 3 efectuaba frecuentes inspecciones a los Grupos de Tareas y recibía tantos informes
como resultaba necesario, puesto que ejercía la supervisión en su ámbito, en todos los
niveles, a lo que agregó que “recibía informes muy frecuentes e inspeccionaba
personalmente varias veces los grupos de tareas que comprendían la F.T. Además recibía
partes de cada una de las operaciones e informes verbales” (ver declaración sin juramento
que luce a fs. 2050/7vta.).
Por otra parte, destacó que recibía partes de cada una de las operaciones e
informes verbales y que “[d]urante el período en que cumplí mis funciones visitaba al
comando de las fuerza de tareas en su central de operaciones, es decir, en la planta baja
de la casa de oficiales de la Escuela de Mecánica de la Armada. La periodicidad de las
informaciones que se elevaban era semanal y eran informaciones bastante completas que
se le daban al Comando de Operaciones Navales, no recuerdo fehacientemente qué datos
contenía esta información pero eran realmente completas. Ejercía el control -propio de mi
Jefatura- sobre los grupos de tareas entrevistando a los comandantes de grupo de tareas,
los cuales me informaban de los problemas que tenían y me daban un concepto general de
las operaciones que habían realizado” (declaración sin juramento a fs. 1930/8).
Finalmente, mencionó que se había autoimpuesto como norma no demorar más de
una semana en efectuar una visita a la sede o al Comando del GT (fs. 2905/8).
El encartado Montes también manifestó -al prestar declaración sin juramento- que
durante el lapso en que se desempeñó como Comandante de la Fuerza de Tareas 3 recibía
todos los informes escritos y verbales de sus subordinados donde se mencionaban
enfrentamientos, número de detenidos y cualquier otra novedad de importancia, además de
realizar las inspecciones pertinentes en las dependencias bajo su supervisión. Asimismo,
declaró que “[d]e todo lo actuado en detalle me enteraba por informes y por las
inspecciones que realizaba personalmente” (ver fs. 2037/49).
Al mismo tiempo, reconoció haber inspeccionado el casino de oficiales de la
E.S.M.A. durante su mando y que en las frecuentes inspecciones o visitas a la Escuela de
Mecánica le explicaban las operaciones que se iban a hacer (declaración indagatoria a fs.
2899/2902).
Por otra parte, Santamaría negó haber desempeñado alguna función
correspondiente a los planes elaborados para la lucha antisubversiva, toda vez que desde
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
marzo de 1976 y por espacio de cuatro años, ejerció el comando de la Prefectura Naval
Argentina, organismo que según el imputado no tenía vinculación ni operativa ni
administrativa con el Grupo de Tareas 3.3 o con la Escuela de Mecánica de la Armada.
Señaló que las relaciones de Comando eran las siguientes: el Grupo de Tareas 3.3 dependía
del Comandante de la Fuerza de Tareas 3 y este último del Comandante de Operaciones
Navales, pero la Prefectura Naval Argentina, no tenía ninguna relación ni operativa ni
administrativa en esa línea de comando. Aclaró que en la Escuela de Mecánica estaban
destinados desde el año 1975 dos oficiales y un suboficial de la Prefectura (declaración
indagatoria de fs. 22.637/68).
En consonancia, Vañek declaró que tenía la responsabilidad de la verificación del
cumplimiento de las órdenes existentes en la Armada (declaración sin juramento a fs.
1911/21).
El nombrado agregó que cada Fuerza de Tareas mandaba un despacho indicando la
cantidad de procedimientos que realizaba, si había detenidos, la información sobre su
accionar y admitió haber realizado esporádicas visitas a las Fuerzas de Tareas, además de
citar cada dos o tres meses a los Comandantes de las Fuerzas de Tareas a Puerto Belgrano
para que en conjunto transmitieran sus experiencias (declaración informativa a fs. 419/28).
En último lugar, manifestó haber visitado la Escuela de Mecánica y, en particular,
el Casino de Oficiales y que semanalmente recibía un informe de las Fuerzas de Tareas
subordinadas, hacía un resumen y lo elevaba al Comando en Jefe de la Armada. Allí,
comunicaba al Comando de Operaciones Navales los detenidos en operaciones para ejercer
la supervisión de la acción planeada (declaración sin juramento a fs. 1911/21).
En igual sentido, Humberto José Barbuzzi manifestó que “[t]odas las semanas
los G.T. producían un parte pormenorizado que sintetizaban a nivel de Fuerza para su
elevación al CON y éste al CEJA” (declaración sin juramento a fs. 2071/83).
Por su parte, Chamorro también afirmó que se comunicaba la salida y destino de
los detenidos por la cadena de mandos pertinente y destacó que en repetidas oportunidades
fue llamado por el Comandante de Operaciones Navales -Almirante Vañek- a Puerto
Belgrano a hacer exposiciones ante los Comandos Superiores de la Armada, de la Flota de
Mar, de Infantería de Marina y de Aviación Naval sobre las actividades de la Escuela de
Mecánica.
También expresó que las instalaciones de la U.T.3.3.2 fueron visitadas en
reiteradas ocasiones por diferentes autoridades tales como el Comandante en Jefe de la
Armada, Jefes del EMGA, Comandantes de Operaciones Navales donde se les efectuaba
una exposición de los aspectos de mayor interés de las operaciones, puesta en situación y
características del enemigo, procedimientos utilizados, material y personal capturado y una
recorrida por la totalidad de las instalaciones, así como también señaló haber sido
77
Ministerio Público Fiscal de la Nación
frecuentemente inspeccionado por toda la cadena de Comando superior a él: COARA, Jefes
del EMGA, CON y Comandante de la F.T. 3 (fs. 2140/74).
Por último, Suppicich declaró que las novedades eran inmediatamente informadas
al Comandante de la Fuerza de Tareas 3, amén de la síntesis semanal correspondiente y que
la Escuela y el G.T. y sus instalaciones fueron inspeccionados por toda la cadena de
Comando y visitados por aquellas autoridades que tenían personal en comisión.
Todas estas manifestaciones son ratificadas por personas que estuvieron detenidas
en la ESMA y tuvieron algún tipo de contacto con los imputados.
En efecto, tal como surge del relato de Horacio Domingo Maggio, Montes siguió
visitando (como Ministro de Relaciones Exteriores y Culto) las instalaciones de la Escuela
de Mecánica de la Armada, donde fue visto en varias oportunidades (ver fs. 4/9 del legajo
nro. 9 correspondiente a Jaime Said). En dicha denuncia, Maggio también dijo que “en
varias oportunidades se hicieron presentes a los efectos de ‘visitar’ las instalaciones:
‘Negro’ o ‘Coara’, nombre con que se lo llama a Massera; el Ministro de Relaciones
Exteriores Montes (...) y otros que por sus uniformes y distintivos parecían oficiales de alta
graduación”.
Por otra parte, Graciela Beatriz García refirió que “durante el período que fue
sometida al régimen de libertad vigilada fue obligada a trabajar en Cancillería junto con
Elisa Tokar, Cristina Vieyra y Marta Álvarez, siendo que el Secretario de Prensa de
nombre Pérez Froio y el Canciller Oscar Montes tenían conocimiento de su condición”
(ver declaración de fs. 16.177/82).
En otra de sus declaraciones, García destacó que a fines de 1977 la llevaron a la
Cancillería, a la Oficina de Prensa, donde le presentaron al canciller Montes (declaración
de 12 de agosto de 2005 agregada al Legajo SDH nro. 3426).
En igual sentido, Beatriz Elisa Tokar señaló que en mayo de 1978 fue llevada a
realizar tareas de oficina al Ministero de Relaciones Exteriores a cargo del Almirante
Montes, donde fue “utilizada” para seleccionar y archivar las notas publicadas sobre
Argentina en los medios de comunicación de todo el mundo. Al respecto, sostuvo que por
las características de las notas, éstas eran pagadas por el almirante Montes, con fondos
reservados. Asimismo, sostuvo que el Canciller Montes -Ministro de Relaciones
Exteriores- y Anaya, ambos almirantes de la Marina, conocían perfectamente la existencia
de un Centro Clandestino en la E.S.M.A. (declaración a fs. 14.741).
Alfredo Manuel Juan Buzzalino también declaró haber visto en la E.S.M.A. a
Massera, Vañek, Montes y Carpintero (declaración testimonial a fs. 14224/8vta.).
Rosario Evangelina Quiroga, por su parte, mencionó que a partir de la asunción
como Ministro del contralmirante Montes, varios miembros del G.T. se incorporaron como
funcionarios al Ministerio de Relaciones Exteriores, entre ellos, el capitán de fragata (RE)
Whamond (Legajo CONADEP nro. 6975).
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
El nexo existente entre el Ministerio a cargo de Montes y el GT 3.3/2 también fue
reconocido por Alberto Eduardo Girondo (Legajo CONADEP nro. 7190) -quien
mencionó al vicealmirante Montes como uno de los oficiales superiores que concurrían
asiduamente a la E.S.M.A.- y Lisandro Raúl Cubas -quien identificó a Montes entre los
altos mandos navales que visitaron el campo de concentración de la E.S.M.A.-. El
nombrado igualmente declaró que “el Capitán de Navío Gualter Allara, Subsecretario de
Relaciones Exteriores durante la gestión como Canciller de Montes, estuvo en el sótano de
la E.S.M.A. en enero de 1977 con Pernías planificando asesoramiento para cambiar la
‘imagen del país’ y la campaña del Beagle” (Legajo CONADEP nro. 6974).
Graciela Beatriz Daleo, asimismo, afirmó que “el contralmirante Torti, el
capitán de navío Walter Allara -subsecretario de Relaciones Exteriores al tiempo de que
Montes se desempeñaba como Canciller-, el capitán de navío Carpintero -secretario de la
Presidencia de la Nación entre los años 1976 y 1977-, el capitán de navío Corti encargado de prensa del comando en Jefe de la Armada- y el capitán de navío Pérez Froio
-se desempeñaba en la Secretaría de Prensa del Ministerio de Relaciones Exteriores-,
conocían la existencia del campo de concentración de la E.S.M.A.”, a lo que agregó que los
oficiales de inteligencia Whamond y González Menotti trabajaron en el Ministerio de
Relaciones Exteriores junto a Montes (declaración en causa nro. 10.326/96 caratulada
“Nicolaides Cristino y otros s/sustracción de menores”, de trámite por ante la Secretaría
nro. 13 del Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional nro. 7).
En igual sentido, Martín Tomás Gras Craviotto declaró que “era muy frecuente
la visita de altos oficiales de las Fuerzas Armadas, en carácter de gira de inspección. Es
conveniente hacer notar que tanto los oficiales de la E.S.M.A. como los altos mandos de la
Marina, se encontraban particularmente orgullosos de la eficacia represiva alcanzada por
el GT 3.3.2, lo que lo convertía en un lugar de exhibición obligatoria ante los mandos de
las diferentes fuerzas y según versiones, ante autoridades militares extranjeras. Entre los
oficiales de marina de alta graduación que recuerda, menciona al en esos momentos
COARA, Almirante Emilio Eduardo Massera, al en ese momento Ministro de Relaciones
Exteriores y Culto, Vicealmirante Montes, al Subsecretario de Relaciones Exteriores,
Capitán de Navío Walter Allara, al en ese momento Jefe de la Flota de Mar y luego
COARA, Vicealmirante Jorge Anaya, al Capitán de Navío asignado a la Presidencia de la
Nación Pablo Carpintero” (ver declaración ante el Sr. Embajador de la República
Argentina en Madrid del 6 de agosto de 1985, en el marco de la causa nro. 13/84).
Por último, Marta Remedios Álvarez también declaró que la Escuela de
Mecánica de la Armada recibía la visita frecuente de altos oficiales de la Marina tales como
Carpintero, Massera, Vañek y otros, entre ellos el Ministro de Relaciones Exteriores Oscar
A. Montes. Además manifestó que era periódica la visita de distintos oficiales superiores a
79
Ministerio Público Fiscal de la Nación
la E.S.M.A., quienes miraban dónde se torturaba, dónde estaban los detenidos y les hacían
preguntas de carácter personal (declaración testimonial a fs. 14.111/5vta.).
Por otra parte, en virtud de lo señalado, también entiendo que mientras García
Tallada se desempeñó como Jefe del Estado Mayor del Comando de Operaciones Navales,
Director de la Escuela de Defensa Nacional del Ministerio de Defensa y Comandante de la
Fuerza de Tareas 3, Santamaría ocupó el cargo de Comandante de Operaciones Navales y
Vañek ocupó los cargos de Comandante de Operaciones Navales y Jefe del E.M.G.A., a
raíz de la posición que ocupaban en la cadena de mandos de la Armada y de las
inspecciones que realizaban a la E.S.M.A., siempre estuvieron en condiciones de revisar y
retransmitir las órdenes que recibían de sus superiores a sus subordinados. Asimismo, dado
que todas las decisiones urgentes adoptadas por sus subordinados y los partes relativos a los
secuestros, las medidas adoptadas respecto de los detenidos y sus condiciones de detención
y la decisión de terminar con sus vidas o concederles la libertad eran comunicadas a García
Tallada, Santamaría y Vañek, y que éstos, a su vez, las elevaban de acuerdo a la cadena de
mandos prevista para la lucha contra la “subversión”, considero que se los debe considerar
coautores de todos los delitos imputados.
Lo mismo se aplica al imputado Montes, dado que no sólo realizó visitas
periódicas a la E.S.M.A. -aun cuando se desempeñó como Ministro de Relaciones
Exteriores- sino que, en su carácter de Comandante de la Fuerza de Tareas 3 y luego
Ministro de Relaciones Exteriores, todas las decisiones urgentes adoptadas por sus
subordinados y los partes relativos a los secuestros, las medidas adoptadas respecto de los
detenidos, sus condiciones de detención, la decisión de terminar con sus vidas o
concederles la libertad y los trabajos no remunerados que eran obligados a realizar eran
comunicados inmediatamente a Montes y éste a su vez elevaba esa información de acuerdo
a la cadena de mandos prevista para la lucha contra la “subversión”, por lo que se lo debe
considerar coautor de todos los delitos imputados.
Por otra parte, Jorge González en su condición de Subdirector de la ESMA y Jefe
del G.T. 3.3/2 también estaba en condiciones de revisar y retransmitir las órdenes que
recibía de sus superiores a sus subordinados, por lo que igualmente debe ser considerado
coautor de todos los delitos por los que requiero la elevación a juicio.
En este sentido, el contraalmirante Raúl Jorge González reconoció que
“[d]urante el año 1976, fui Jefe del Estado Mayor de la Flota de Mar, 1977 y 1978 SubDirector de la Escuela Mecánica de la Armada y 1979 Secretario General del Estado
Mayor General de la Armada (…) esa escuela tenía una cantidad de alumnos que oscilaba
en los cinco mil hombres, más dos mil de dotación. Eran siete mil personas, cuya
conducción, formación técnica profesional, disciplina, formación física, todo lo que
requería esa población que vivía en la Escuela estaba bajo mí responsabilidad (…)
Durante mí permanencia en la Escuela de Mecánica las únicas visitas que yo pude
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
corroborar del Almirante Massera, fueron de inspección y durante ceremonias”.
Asimismo, al ser preguntado si tenía conocimiento de a qué lugar se trasladaba a los
detenidos para efectuar la investigación militar después de cumplida la detención,
respondió que “[p]or el hecho de estar en la Escuela de Mecánica, podía observar algo
(…) evidentemente por estar en la Escuela tenía conocimiento de que había un lugar
afectado al efecto (…) la planta baja del edificio de oficiales, en un ala de la planta baja”
(declaración testimonial de fs. 143/50 de la causa nro. 13/84).
Por su parte, Salvio Olegario Menéndez, que había cumplido la misma función
que González, declaró que “Hasta mediados de febrero aproximadamente del año 1976, fui
comandante del buque de desembarco CÁNDIDO DE LA SALA. A posteriori fui trasladado
a la Escuela de Mecánica de la Armada, donde permanecí hasta el día 12 de julio de 1976,
si mal no recuerdo, de allí fui trasladado al hospital Churruca, de allí al hospital Naval
Buenos Aires (…) Las internaciones fueron como consecuencias de heridas sufridas en
combate (…) En un combate militar (…) Contra enemigos terroristas (…) Yo me
desempeñé como subdirector de la Escuela Mecánica de la Armada y en esa condición al
ponerse en vigor los planes operativos de la Armada cubrí el cargo de Jefe de Estado
Mayor del Grupo de Tareas correspondiente (…) puedo decir que yo cumplía las órdenes
de operaciones vigentes en la Armada en ese momento para el destino que me estaba
desempeñando (…) durante el lapso que me desempeñé en el cargo de subdirector de la
Escuela de Mecánica, pues en el lapso en que esa tarea coincidió con la guerra
antiterrorista fui herido en dos oportunidades, una la que le mencioné y otra un mes antes
que me mantuvo un lapso de diez días también fuera de servicio (…) Ese interrogatorio lo
llevaba a cabo personal de inteligencia en los locales de inteligencia que había sido
asignado en las unidades (…) en el caso que yo puedo explicitarme, es el caso de la
Escuela de Mecánica, que es el que conozco. La Escuela de Mecánica dentro de su área de
operaciones y un área de inteligencia que era donde en caso de haber personal demorado
que debía ser interrogado, el interrogatorio (…) La Escuela de Mecánica de la Armada
había habilitado preventivamente para esas tareas, un sector en un ala lateral al edificio
de la casa de oficiales (…) fui herido dos veces en combate, en una primera oportunidad
fui herido en una acción que se desarrolló en la si mal no recuerdo la calle Cabildo al
acercarnos a un edificio donde fuimos recibidos a balazos y donde al intentar entrar para
poder controlar ese recibimiento, me arrojaron una granada, que mató a un oficial mío y
que me hirió a mí. En el otro caso en idénticas circunstancias al ir a realizar una
averiguación, en un domicilio y tocar el timbre fuimos recibidos a balazos (…) La fecha de
esta última oportunidad si yo mal no recuerdo, fue 12 ó 13 de julio del año 1976 (…) El
lugar, si mal no recuerdo fue en la calle Santa Fe y Oro, y la fecha creo en la madrugada
del 12 ó 13 de julio, dentro de esa fecha (…) Yo operaba, salía con la fuerza operativa y no
llevaba detenidos (…) Mi superior directo, el director de la Escuela Mecánica (…) Capitán
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
Chamorro por entonces (…) Él no firmaba las órdenes de detención, daba las órdenes
pertinentes para efectuar los operativos” (fs. 132/43 de la causa nro. 13/84).
En igual sentido, César Olleros, padre de una detenida-desaparecida de la ESMA,
declaró que “en el edificio central de la ESMA, entrando por la parte de atrás, hay una
oficina de recepción donde tiene un conmutador y ahí reciben prácticamente todo lo que
está vinculado con el Director, nos hacen pasar a mi Sra. y a mí a esa sala y cuando
pasaron 10 minutos viene un oficial y nos invita a pasar y nos lleva a lo que podría ser el
despacho del Director (…) era un despacho importante que daba a la calle, en la parte
central del edificio y bien podría ser el despacho de CHAMORRO, se presenta el director o
la persona que nos recibe, nos da la mano nos hace sentar y nos pregunta el motivo de la
visita. Como al saludarme no me mencionó su nombre, y yo no sabía si era CHAMORRO,
le dije directamente que yo venía a hablar con el director de la ESMA Rubén Jacinto
CHAMORRO. Bueno me dice, puede hablar conmigo yo soy el subdirector (…) el director
anterior de la ESMA era MENÉNDEZ y este es el que suplantó a MENÉNDEZ (…) fui solo
de vuelta a la ESMA una hora después (…) llego a la sala de recepción ya conocida y a los
poquitos minutos entra el Subdirector y me dice ‘¿Cómo le va Sr., trajo la carta?’ ‘Sí, traje
la carta’. ‘Démela’. Le digo ‘No, ya se la he entregado’ (…) uno de los jóvenes que estaba
ahí, dice ‘sí, efectivamente me la ha entregado a mí’. ‘¿Y qué hizo con la carta?’. ‘Se la
llevé al Contralmirante Chamorro’. Este hombre casi se desmaya” (fs. 5774/81 de la causa
nro. 13/84).
En lo atinente a la participación del capitán de corbeta Jorge Acosta en los hechos
por los que requeriré la elevación a juicio, si bien entre el 28 de febrero de 1975 y el 7 de
octubre de 1979 fue el Jefe de Inteligencia del GT 3.3/2 (cf. fs. 121 de su legajo de
servicios), en virtud de las funciones que desempeñó dentro de la estructura jerárquica
organizada para el cumplimiento del plan clandestino de represión adquirió una
importancia tal que muchos detenidos lo consideraron el auténtico Jefe del G.T. 3.3/2,
teniendo de este modo, la misma responsabilidad que el Director y el Subdirector de la
E.S.M.A.
En este sentido, la injerencia y el poder de decisión de Acosta sobre las
actividades del Grupo de Tareas se reflejaron en los dichos de las personas que
permanecieron clandestinamente detenidas en la E.S.M.A.
Al respecto, María Eva Bernst de Hansen declaró acerca de las facultades
decisorias que poseía Acosta dentro de la E.S.M.A., en tanto fue quien resolvió que
finalizara su “interrogatorio” y se la subiera a “capucha”, por entender que “era una perejil
y que no sabía nada” (Legajo CONADEP nro. 2453) y Ana María Martí manifestó que
luego de ser torturada y mientras se encontraba atada a la cama, ingresó a la habitación
Acosta vistiendo el uniforme azul de la Marina, e impartió instrucciones para que la
cubrieran, finalizara la tortura, la desataran, vistieran y llevaran a los pisos superiores, a lo
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
que agregó que “una vez vino Vildoza, alias ‘Gastón’, quien si bien era superior de Acosta,
el que en realidad mandaba era Acosta” (fs. 14708).
En el mismo sentido, María Alicia Milia manifestó que “Acosta era el jefe del
grupo de tareas G.T. 3.3/2 (...) la armonización de estos tres grupos [operativo, de
logística y de inteligencia] efectivamente la tenía el capitán de corbeta Jorge Acosta, quien
funcionaba como interrogador, cazador de hombres, torturador, etc. indistintamente, pero
siempre como jefe” (declaración prestada en la Embajada Argentina en España, vía exhorto
diplomático, el 5 de agosto de 1985, en el marco de la causa nro. 13/84, ver Legajo nro.
71).
Asimismo, en el marco de la causa nro. 761, Carlos Gregorio Lordkipanidse
relató una conversación que mantuvo con Acosta, en la que éste le había comentado, en
relación con el secuestro de las monjas francesas, que “él había dado la orden de
mandarlas para arriba” (declaración de fojas 2/7vta. del Legajo nro. 134).
En esa dirección, María Inés Imaz de Allende, Ricardo Héctor Coquet,
Enrique Mario Fukman y Andrea Marcela Bello también sindicaron a Acosta como
quien se hallaba a cargo de los detenidos en la E.S.M.A., indicando que se desempeñaba
como jefe de inteligencia, agregando la última que según su parecer Acosta era el jefe de
toda la organización (ver fojas 162/6 del Legajo nro. 76); la primera, “que era el jefe del
lugar (...) [y] que por dichos de Cubas, se enteró que éste había sido torturado por Acosta”
(ver Legajo nro. 111), y el segundo que “en realidad el jefe [del grupo de tareas] era
Acosta” (declaración de fs. 3/8 del Legajo nro. 124). Por último, María Amalia Larralde
narró que Acosta “era el que controlaba todo lo que ocurría con respecto a los detenidos”
(ver Legajo nro. 64).
A mayor abundamiento, el ex almirante Massera reconoció que Acosta se
encargaba de todo lo que sucedía dentro del ámbito de la E.S.M.A. (específicamente, lo
dijo en respuesta a una pregunta que se le formulara sobre el destino de las monjas
francesas), que Acosta era el jefe de Astiz, y que era posible que Acosta haya decidido la
ejecución de ese grupo debido a la presión internacional ejercida para que aparecieran con
vida sus integrantes. Finalmente, admitió que el secuestro de ese grupo fue un operativo
organizado por la Armada, que estuvo a cargo de Acosta.
Estos testimonios son contestes con lo afirmado por Miriam Lewin en el sentido
de que “más allá de los grados, el Capitán Jorge Eduardo Acosta era el máximo
responsable y decidía todo lo que ocurría dentro del Grupo de Tareas. Reportaba
directamente al Almirante Massera, por encima del Contralmirante Chamorro y otros
oficiales de mayor grado que él” (declaración testimonial de fs. 853/5 de la causa nro.
7694/99).
Silvia Labayrú manifestó que creía que “ninguno de los operativos se llevaba a
cabo sin la autorización de Acosta (…) era probable que ante la ausencia de Acosta, otro
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
oficial de inteligencia podía comunicar al sector operativo el procedimiento a efectuar,
aunque con la salvedad de que no puede afirmar con qué margen de autonomía se
desempeñaría dicho oficial de inteligencia respecto de su superior Acosta” (fs. 12.177/86).
Por su parte, Alberto Eduardo Girondo expresó en una de sus declaraciones
testimoniales que “Jorge Eduardo Acosta era el jefe de inteligencia del G.T., en los hechos
era el que dirigía el G.T. aunque por grado no le correspondía, pero en la práctica lo
dirigía (…) tenía personal superior al que respondía, pero tenía evidentemente carta
blanca, para dirigir las operaciones” (fs. 12085/91).
Girondo también señaló que el sector inteligencia del Grupo de Tareas 3.3/2 era el
encargado de la ubicación y señalamiento de los “blancos”, es decir, de los futuros
secuestros, basándose en diversas fuentes y en la información obtenida mediante la tortura
de los prisioneros. Los oficiales de inteligencia tenían a su cargo a los prisioneros durante
toda la estadía de éstos en la Escuela de Mecánica de la Armada. Ellos eran los
responsables de los interrogatorios, intervenían en la decisión de los traslados, en los
operativos de secuestro, algunos de los cuales comandaban. De ellos surgió la mayor parte
de las iniciativas que emprendió el grupo de tareas desde su formación hasta mediados de
1978, momento en el que según declaración de los oficiales, ya habían realizado más de
3500 secuestros.
Finalmente, el nombrado identificó entre las personas que lo interrogaron y
golpearon al capitán de fragata Acosta. Mencionó que los oficiales de inteligencia eran los
responsables de los interrogatorios. Además especificó que no sólo los oficiales de
inteligencia torturaban en la E.S.M.A., sino que también lo hacían todos los miembros fijos
del G.T. y los encargados de logística (declaración de fs. 279/93 del Legajo nro. 62 y fs.
230/74 del Legajo nro. 48/59).
También resulta valioso e ilustrativo el testimonio prestado por Graciela Beatriz
García (fs. 8346/51). En lo que aquí interesa, refirió que “Jorge Eduardo Acosta era jefe
del Sector Inteligencia y en los hechos era el conductor del grupo. Dentro de los oficiales,
él era el que daba todas las órdenes, el que ordena cada actividad”. Agregó que no creía
que “nadie haya hecho algo sin tener la orden o el permiso de Acosta”. Señaló también que
todos los operativos, traslados y robos que se realizaban se hacían por orden directa de
Acosta. De hecho, señaló al nombrado como quien dirigía todo lo que sucedía y quien
organizó la apropiación de los bienes de los detenidos.
Algo similar declaró Norma Susana Burgos: “Acosta en la práctica dirigía la
E.S.M.A., no volaba una mosca adentro sin que él lo supiera, pero él respondía a sus
mandos naturales como Massera y Chamorro. Diseñaba todo, quién vivía, quién no, a
quién se secuestraba, a quién y cómo se torturaba” (declaración testimonial de fs.
12.166/75). Añadió que solían estar presentes durante las sesiones de tortura el teniente de
fragata Alfredo Astiz y el capitán Acosta (documentación remitida por el Juzgado Central
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
de Instrucción nro. 5 de la Audiencia Nacional de Madrid, en relación con el Sumario nro.
19/97, fs. 5897/5935).
Por su parte, Lila Victoria Pastoriza manifestó que por comentarios de los
prisioneros y de los guardias supo que el capitán Acosta, amén de ejercer la máxima
autoridad dentro del Grupo de Tareas, participaba activamente en las sesiones de tortura.
Junto al imputado Pernías condujo los interrogatorios durante los cuales se les aplicaron
descargas de corriente eléctrica directamente sobre sus cuerpos desnudos y se golpeó
brutalmente al grupo de personas secuestradas en la iglesia Santa Cruz. La testigo también
señaló que “la E.S.M.A. estaba a cargo de Chamorro. El Jefe del Grupo de Tareas G.T. 3
era Vildoza, aunque quien tenía el mando real del Grupo G.T. 3.2 era Jorge ‘Tigre’
Acosta” (declaración testimonial en causa nro. 10.326/96, caratulada “Nicolaides Cristino y
otros s/sustracción de menores”, de trámite por ante la Secretaría nro. 13 del Juzgado
Nacional en lo Criminal y Correccional nro. 7).
En otra de sus declaraciones, Pastoriza declaró que tanto por comentarios de los
prisioneros -entre ellos, Mario Galli- como de los guardias, se enteró que Scheller, Benazzi,
Pernías y el “gordo Juan Carlos” también participaban de las sesiones de tormentos. En
este sentido, manifestó que “dentro del grupo de tareas había integrantes que se ocupaban
de inteligencia quienes participaban en los interrogatorios y torturas y otros que
realizaban operativos, aunque estos últimos también a veces participaban en sesiones de
tormentos” (ver declaración de fecha 11 de febrero de 1987 agregada al Legajo nro. 74).
En el marco de la causa nro. 10.326/96, caratulada “Nicolaides Cristino y otros
s/sustracción de menores”, de trámite por ante la Secretaría nro. 13 del Juzgado Nacional en
lo Criminal y Correccional nro. 7, Lisandro Raúl Cubas indicó que “Chamorro era el
Director de la E.S.M.A. y quien estaba a cargo del centro de detención, pero que el jefe
operativo y el que tenía más relación con los prisioneros era el Capitán Jorge Acosta,
hasta mediados del año 1978, en que se hizo cargo el Capitán Vildoza (...) Acosta era
quien más autoridad tenía dentro de la E.S.M.A., y quien tomaba las decisiones. [L]os
rangos oficiales en la E.S.M.A. muchas veces estaban solapados”. Cubas también declaró
que pudo identificar a tres de las personas que intervinieron en su secuestro: “...Teniente de
Navío Miguel Ángel Benazzi, alias ‘Manuel’ o ‘Salomón’; Subcomisario Roberto González,
alias ‘Gonzalito’ o ‘Federico’; y Sargento Juan Carlos Linares, alias ‘gordo Juan Carlos’”
(declaración de fs. 3/19 del Legajo nro. 96 que corre por cuerda y presentación de fs. 9362
de estos autos).
En igual dirección, Rosario Evangelina Quiroga refirió que Jorge Eduardo
Acosta había participado “activamente en secuestros, interrogatorios y torturas, ejerciendo
en la práctica la jefatura del Grupo de Tareas. Secundó el proyecto político de Massera,
para cuyo cumplimiento acumuló, a partir del saqueo de los bienes de los secuestrados
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
grandes sumas de dinero, con las cuales también aumentó su fortuna personal” (ver fs.
7529 de la causa nro. 7694/99).
Con respecto a quiénes integraban cada sector, Graciela Beatriz Daleo señaló que
Acosta comandaba “Inteligencia”. Esto implicaba presenciar o dirigir las torturas a las que
eran sometidos los detenidos. Asimismo, en relación con su caso particular declaró que “en
la ‘13’ se reanudaron los interrogatorios, participando entonces también el Capitán de
Corbeta Jorge Acosta, alias ‘Tigre’, ‘Santiago’ o ‘Aníbal’. Cerca de la noche me
esposaron nuevamente con los brazos a la espalda, me colocaron grilletes en los tobillos y
con los ojos cubiertos por el antifaz me llevaron al tercer piso, a la ‘capucha’”
(declaración a fs. 3 del Legajo nro. 20 que corre por cuerda).
Emilio Dellasoppa, por su parte, sostuvo que “Acosta venía a ser en cierta forma
el coordinador del grupo, estaba en todo. Arriba de ellos quienes comandaban al grupo
eran Chamorro y Massera” (ver testimonio de fs. 2644/9 de la causa nro. 7694/99). Agregó
que durante las torturas a las que fue sometido estaban presentes en la habitación Jorge
Eduardo Acosta, Antonio Pernías, González Menotti y Manuel Benazzi, quienes lo
increpaban para que les entregara una cita con su responsable que era el Dr. Zabala
Rodríguez a quien finalmente llamó por teléfono a tales efectos
Al respecto, Miguel Ángel Lauletta (ver fs. 846/51 de la causa nro. 7694/99)
sostuvo que “[p]rácticamente era Acosta el único que ordenaba la confección de
documentos. Savio también se encontraba a cargo de la logística en este sentido, pero era
claro que Acosta tenía poder de conducción sobre éste”.
Declaró también que mientras lo obligaron en la E.S.M.A. a trabajar para sus
captores había enseñado a la esposa de Acosta a confeccionar documentos falsos con
motivo del viaje que iban a realizar a Sudáfrica. Señaló que Jorge Eduardo Acosta era el
único que les ordenaba la confección de documentos cuando se organizó el laboratorio
fotográfico y de fotomecánica.
Martín Tomás Gras Craviotto, por otra parte, declaró que “fue esposado a un
camastro y obligado a tenderse en el. En el recinto se escuchaban permanentemente
música de todo tipo y grabaciones con los goles de Boca Juniors, relatados por el
comentarista José María Muñoz. Poco después le fue sacada la capucha y comenzó a ser
interrogado por tres personas que más tarde sabría que eran los capitanes de Corbeta
Whamond, Acosta y el teniente de navío Miguel Angel Benazzi Berisso alias ‘Manuel’, ‘El
turco Salomón’. Estas tres personas antes de proceder a interrogarlo le describieron las
‘reglas de juego’ existentes en la E.S.M.A. Le indicaron que ellos querían conocer varias
informaciones que él, como militante peronista, podía brindarle, ya que en la E.S.M.A. se
utilizaba la tortura sistemática contra los prisioneros. Señalaron que estaba comprobado
que no hay quien pueda resistir a la tortura sistemática. Que a lo sumo podría resistir los
primeros días pero luego finalmente hablaría y que ello no podría garantizar cual sería el
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
estado físico y las secuelas: parálisis de algún miembro, impotencia sexual, etc., cuando no
la muerte, que en E.S.M.A. tenían todo el tiempo necesario” (ver Anexo 1del Legajo nro.
71).
Agregó que se le colocaron grilletes sujetos a sus tobillos, cuya cadena tenía unos
veinte pequeños eslabones, lo que permitía solo un dificultoso desplazamiento. Gras fue
torturado mediante palizas y aplicaciones de la “picana eléctrica” durante unas dos
semanas consecutivas, con breves intervalos los primeros días y luego con intervalos
mayores. El testigo recordó que Benazzi ponía especial énfasis en la aplicación de la picana
y sus descargas eléctricas en las encías y ojos, mientras Acosta mostraba su predilección
por la aplicación de electrodos en los testículos.
En otra de sus declaraciones afirmó que pudo identificar como responsables de su
secuestro a los oficiales de Marina Chamorro, Vildoza, Acosta, Perren, Pernías, Yon,
Benazzi, D’Imperio, González Menotti, Rolón y Whamond (declaración obrante a fs.
97/110 del Legajo nro. 71 que corre por cuerda).
Asimismo, atestiguó que “[t]uve el dudoso honor de que este oficial jefe [Acosta]
le dijera al primer interrogador [Benazzi] que se hacía cargo del interrogatorio y durante
un período prolongado difícil de calcular fue el que utilizó la picana sobre mí. Referente al
uso de estos instrumentos de tortura mi experiencia es bastante intransferible. Llega un
momento que se pierde totalmente el sentido del tiempo y lo que está pasando, el dolor
parece no interrumpirse y se pierde la lógica de los sentidos, no se escucha lo que se habla
(...) Habiéndose retirado Acosta volvió Venaci, continuó la sesión de tortura y me explicó
que el interrogatorio estaba a cargo de su jefe pero que él me interrogaba, no me
interrogaba simplemente usando la jerga de la E.S.M.A., me maquinaba, para que yo no
me confundiera y creyera que él era un blando y que era incapaz de torturar” (cfr.
transcripciones de las declaraciones testimoniales del 15 de noviembre de 2007 de la causa
nro. 1238 del T.O.F. 5).
Finalmente señaló como responsables directos de la estructura represiva que
funcionaba en el casino de oficiales de la Escuela de Mecánica de la Armada, entre otros a:
1) Jorge Eduardo Acosta -señalándolo como el verdadero cerebro del grupo- (testimonio
brindado ante la CONADEP, CASOS 48 A 59 “DOMON, Alicia Ana María” ANEXO II,
CUADERNILLO DE PRUEBA “C”, sin foliatura correlativa).
En igual sentido se pronunció Juan Alberto Gaspari: “[e]l Jefe del Campo era
‘el Tigre’ Acosta” (ver fs. 920/3 de la causa nro. 7694/99), a lo que agregó que “recuerda
la actuación de Jorge Acosta, en el carácter de Jefe de Inteligencia de la E.S.M.A., quien
decidía la suerte de los detenidos allí secuestrados ‘verdadero patrón de la E.S.M.A.’,
viéndolo entrar y salir de la ‘pieza de las embarazadas’ reiteradamente y que los otros
Oficiales lo llamaban ‘El Tigre’, ‘Santiago’ o ‘Aníbal’, deseando resaltar que el nombrado
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
Acosta ‘prácticamente imponía su voluntad sobre todo lo que ocurría en el campo de
concentración’” (declaración testimonial a fs. 12.593/7 de estas actuaciones).
Marta Remedios Álvarez declaró, entre otras cosas, que el 12 de julio de 1976,
Salvio Menéndez fue herido en un enfrentamiento; entonces Jorge Acosta bajó al sótano y
dijo “ahora soy yo el jefe”, refiriéndose al grupo de tareas de la Escuela de Mecánica de la
Armada (fs. 8204/10).
Por su parte, María Amalia Larralde señaló que con posterioridad a su secuestro,
luego de un trayecto aproximado de 15 a 20 minutos, arribaron a un lugar al que más
adelante identificó como la E.S.M.A., donde fue alojada en un pequeño cuarto ubicado al
parecer en un sótano. Poco rato después se hizo presente un grupo de personas, entre ellas
el teniente de navío Scheller, el teniente de navío Benazzi, el teniente de navío Rolón y
“Matías” quienes la interrogaron acerca de su identificación y actividades, acotando que a
tal efecto le había sido sacada la capucha. Añadió que al rato llegó el capitán de corbeta
Perren, quien la obligó a ponerse nuevamente la capucha, tras lo cual ingresó al cuarto una
persona al que los demás llamaban “señor” y que luego supo que se trataba del capitán de
corbeta Jorge Eduardo Acosta, quien la interrogaba amenazándola y zamarreándola. A la
mañana siguiente, declaró, “entra el Teniente Benazi quien atándome desnuda a la cama
comienza a aplicarme la picana eléctrica por todo el cuerpo. Fuera de la pieza, una radio
sonaba a todo volumen. Como se escuchaba el ruido de una sierra, Benazzi me dice que me
iba a serruchar los brazos luego de darme ‘máquina’. Se trataba de otra intimidación más,
pues me enteré después que la citada sierra la utilizaban para hacer trabajos con madera.
Benazzi prefería torturarme en la zona pélvica, los pechos y la boca, esta última para
impedir que gritara. Periódicamente interrumpía la tortura, salía un rato de la pieza para
volver a entrar más tarde y continuar picaneándome. Luego de varias sesiones de tortura,
Benazzi me desata de la cama y luego me hace vestir. Hizo entrar a dos guardias que me
llevaron a lo que allí se llamaba ‘capuchita’, varios pisos más arriba, dentro del mismo
edificio del Casino de Oficiales (...) Concluida la nueva sesión de tortura, me llevan otra
vez a ‘capuchita’. No había pasado mucho rato cuando la guardia me vuelve a buscar para
reconducirme al sótano. En la pieza de la tortura se presentan el Capitán Acosta y el
Capitán Vildoza para interrogarme” (declaración testimonial a fs. 12.107/53).
En relación con las sesiones de tormento que padeció, Larralde acotó que, si bien
se hallaba con los ojos vendados, pudo identificar al torturador por su voz y por ver por
debajo del antifaz que cubría sus ojos y que durante la tortura escuchaba que entraban y
salían personas, enterándose posteriormente que Acosta y Astiz habían presenciado la
sesión de tortura (declaración testimonial del 5 de febrero de 1987 en causa nro. 761).
Sobre este caso en particular, Alfredo Julio Margari escuchó los gritos de dolor
de Larralde provenientes de una sala de tortura ubicada en el sótano, viendo al citado
Acosta que entraba y salía en dicho momento de esa habitación (ver Legajo nro. 64).
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
Además, Sara Solarz de Osatinsky declaró ante la Comisión Nacional sobre la
Desaparición de Personas que “siempre encapuchada y sin retirarme las esposas, me
cortaron la ropa con una tijera y ya totalmente desnuda me ataron con los brazos y piernas
abiertas a una camilla metálica (...) en ese momento que me retiran la capucha y puedo ver
a dos hombres sentados, vestidos de civil: el Capitán Jorge Acosta y el Teniente Antonio
Pernías. Me preguntan si sé dónde estoy, les contesto que me da lo mismo y responden
riéndose que me encuentro en manos de la ‘célebre’ Escuela de Mecánica de la Armada.
Comienza el interrogatorio. Para demostrarme con qué me van a torturar el Capitán
Acosta apoya la picana eléctrica a la camilla que transmite electricidad a todo mi cuerpo y
veo una inmensa cantidad de chispas que salen por todos lados. Me aplican la picana en
todo el cuerpo y al poco rato hacen llamar al médico, Martínez, alias ‘Tomy’ quien me
revisa y da el visto bueno de continuar con la tortura. Ante mi negativa de proporcionarles
información continuaron un tiempo imposible de precisar” (documentación remitida por el
Juzgado Central de Instrucción nro. 5 de la Audiencia Nacional de Madrid, en relación con
el Sumario nro. 19/97, fs. 5662/6). Estos dichos son contestes con lo afirmado por la
víctima ante la Fiscalía de la República en el Tribunal de Roma el 21 de octubre de 1991,
oportunidad en que hizo referencia a Acosta y lo definió como “el responsable de todo, o
sea de lo que se hacía en el campo. Él me dijo una vez que era directamente el responsable
de la vida y de la muerte de todas las personas que se encontraban en ese campo, él fue
también uno de mis torturadores” (fs. 8314/5).
En esta dirección, Carlos Alberto García manifestó que “si bien se encontraba
con los ojos cubiertos, por efecto de la tortura en varias oportunidades la capucha que lo
cubría se corrió lo que le permitió conocer a sus torturadores, como asimismo por sus
voces, siendo ellos el oficial de la Armada Pernías apodado ‘Trueno’, el oficial Scheller
apodado ‘Mariano’ o ‘Pingüino’, el citado Astiz, el oficial Acosta apodado ‘Tigre’ quien
luego se enteró ejercía autoridad dentro del grupo, el oficial Whamond apodado ‘Duque’.
Aclara que tiene la certeza que todas las personas antes mencionadas estuvieron presentes
durante su tortura” (declaración de fs. 198/9 del Legajo nro. 44 que corre por cuerda).
Por último, Federico Ramón Ibáñez también expresó en su testimonio que en
copia obra a fs. 5932/5 de la causa nro. 7694/99 que “quien más se contactaba conmigo en
relación a este tema [la falsificación de documentación] era Radice y ocasionalmente
Acosta. Igualmente, este último en razón de las preguntas que me hacía me permite
entender que tenía un absoluto conocimiento del tema. Además Radice dependía de él,
entre otras cosas ya que éste lo mencionaba siempre como su jefe”.
Todos estos testimonios demuestran, acabadamente, el absoluto dominio que tenía
Jorge Eduardo Acosta sobre lo que sucedía en el marco de la Escuela de Mecánica de la
Armada.
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
De este modo, en el presente caso existen pruebas de que Acosta, como cabecilla
del Grupo de Tareas, fue responsable junto a los demás integrantes del sector inteligencia
(Astiz, Pernías, Alberto González, Scheller, Orlando González, Daviou, Rolón y Cavallo,
entre otros) de la diagramación y organización del operativo, que culminó con la detención
de la víctima. En tales hechos, también tuvieron amplia actuación los demás integrantes del
grupo de tareas.
El imputado tomó parte en forma directa en los interrogatorios y tormentos de las
víctimas y en el mantenimiento de las condiciones inhumanas de detención a las que fueron
sometidas durante su cautiverio en el casino de oficiales de la Escuela de Mecánica de la
Armada. Por último, también era quien decidía, junto a los demás integrantes del Sector de
Inteligencia y los jefes de los demás sectores, el destino de cada uno de los detenidos, ya
sea su liberación o su “traslado”.
Por ello, en su calidad de jefe del Grupo de Tareas 3.3/2, en virtud de las funciones
que desempeñó dentro de la estructura jerárquica organizada para el cumplimiento del plan
clandestino de represión, tuvo el dominio funcional de todos los hechos a través del
dominio de la voluntad de quienes ejecutaron directamente las acciones criminales
investigadas, aunque el nombrado no hubiera ejecutado de mano propia la totalidad de los
hechos que se le endilgan.
Por ende, considero que debe ser considerado coautor de todos los delitos que se le
imputan.
En relación con Randolfo Luis Agusti Scacchi, el análisis de todos los elementos
que obran en las presentes actuaciones permite concluir en que realizó tareas de Inteligencia
en la E.S.M.A., por lo menos en el período comprendido entre enero y abril de 1977,
aunque también se advierte su participación anterior a esa fecha. Sus funciones consistían
en el diseño de estrategias y procedimientos para la lucha contra la subversión y en la
instrucción del personal que se desempeñaba en la ESMA sobre estas estrategias y
procedimientos. Por este motivo, entiendo que también deberá ser considerado coautor de
los delitos que le imputo.
En efecto, el nombrado fue destinado a la E.S.M.A. por sus superiores,
cumpliendo tareas para el C.A.O.I.M., debido a su instrucción y formación. Para cumplir
tales funciones, fue especialmente propuesto, tal como se desprende de la Ficha de Censo
de fecha 10 de julio de 1976 que obra a fs. 104 (ó 218) de su Legajo de Conceptos. En esa
oportunidad, el Capitán de Fragata de Infantería de Marina Jorge Raúl Ranni apuntó que
“[e]s conveniente su permanencia como Segundo Comandante para dar continuidad en la
Unidad. Si por su jerarquía no le correspondiera ese puesto, entiendo debe ser dado de
pase al C.A.O.I.M. para aprovechar su experiencia” (el resaltado me pertenece). Cabe
destacar que, en ese momento, Agusti tenía el cargo de Teniente de Navío y su destino era
el Batallón de Infantería de Marina nro. 2; además, ya había realizado un curso en
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
investigación operativa y se desempeñaba como “Jefe S-2/3 – Cargo Navegación e
Hidrografía. Oficial Enlace OCESIM” (Oficina Central de Estudios de Infantería de
Marina).
Por otra parte, cabe destacar lo referido por Ranni en la calificación
correspondiente al período comprendido entre el 02/01/76 y el 21/11/76. Así, el 23 de
diciembre de 1976 manifestó que “su desempeño en funciones administrativas, en
actividades de instrucción y adiestramiento y en actividades operativas ha sido
sobresaliente. Sus amplios conocimientos profesionales, su criterio y su imaginación le
facilitarán la rápida y eficiente solución a los problemas que se le presenten. Como
integrante del Estado Mayor se destacó por su asesoramiento oportuno y leal, arrimando
siempre soluciones aptas, factibles y aceptables. Preocupado y estudioso de los problemas
profesionales [ha] propuesto reiterada y honestamente soluciones para lograr una mayor
racionalización y eficiencia en la Unidad y en la I.M. en general. (...) De firmes
convicciones actúa motivado por principios irreversibles en la lucha contra la subversión
destacándose por su valor, su capacidad organizativa y su talento innato para la
conducción del personal –atributos que lo llevaron a ser seleccionado como jefe de
Equipos Especiales” -el destacado me pertenece- (fs. 103).
A ello debe sumarse que en la Foja de Conceptos correspondiente al período
comprendido entre el 10/01/77 y el 12/4/77 se consignó que Randolfo Luis Agusti Scacchi
se desempeñó en el cargo de “Profesor del CAOIM de las materias Planeamiento y
Conducción Terrestre. 4 meses”. En esa oportunidad fue calificado por el Capitán de
Fragata Gabino Alberto Cueli, quien destacó que era “…un Oficial excepcional. Sus sólidos
conocimientos profesionales, unidos al resto de sus cualidades de conductor, le han
permitido alcanzar en su tarea como profesor resultados sobresalientes. Goza de gran
prestigio ante sus subordinados y superiores. En todo momento ha estado dispuesto para
cumplir todas las tareas que se le han encomendado, alcanzando siempre resultados
altamente satisfactorios.” Llama poderosamente mi atención que haya sido calificado
solamente por una persona obviando la cadena de mando correspondiente, que no se haya
consignado ni el lugar ni la fecha de la calificación, como así tampoco se incorporó el sello
de la dependencia correspondiente.
Asimismo, en el resumen de servicios que obra en la Foja de Conceptos de Agusti
Scacchi, se encuentra consignado que el nombrado tuvo asignada como destino la Escuela
de Oficiales de la Armada entre el 10 de enero y el 12 de abril de 1977. En los casilleros
correspondientes a las Unidades y Escuelas de I.M. se observa a simple vista que los datos
que allí obraban fueron borrados, y que posee anotaciones efectuadas en lápiz. Además,
resulta relevante que figura como empleo “TNIM” y, en observaciones, a la originalmente
consignada “BNR 133/76” se le agregó “Profesor CUINA” o “COINA”.
91
Ministerio Público Fiscal de la Nación
Sobre el particular debo mencionar que la Armada, a través de la Infantería de
Marina, instruyó a los miembros del grupo de tareas. Al respecto resultan ilustrativos los
dichos de Antonio Pernías, quien declaró: “...Recuerdo que al inicio de las operaciones a
mediados de 1976, los procedimientos se iban ajustando a los conocimientos profesionales
y a la experiencia adquirida en el accionar contra el enemigo; luego y aproximadamente a
fines de 1976, o inicio del 1977 con la asignación de Oficiales Rotativos provenientes de
diferentes destinos de la Armada, el entonces Teniente de Navío de I.M. Randolfo Agusti
(oficial rotativo en comisión, y de gran solvencia profesional) bajo la supervisión del Jefe
de Operaciones se implementaron procedimientos operativos, ajustados para diferentes
situaciones, supongo que en base a la experiencia adquirida y la Reglamentación
disponible en aquel entonces. De acuerdo a constancias incorporadas a la Causa
761(cuerpo XI fojas 4 a 9), y firmadas por el entonces Jefe de Estado Mayor general de la
Armada, los Oficiales Rotativos que serían asignados a los diferentes Grupos de Tareas
de la Armada, recibían instrucción acorde según un programa desarrollado en el Centro
de Adiestramiento de Infantería de Marina, mediante un ciclo de cursos anuales,
especificándose la cantidad de efectivos asignados a cada uno de ellos. La documentación
y reglamentación empleada no estuvo a mi alcance pero supongo que el Jefe de
Operaciones debería tener conocimiento. En cuanto a la detención, registro,
interrogatorio, alojamiento de prisioneros y destino final, desconocía por mi jerarquía la
bibliografía utilizada…” (fs. 18.826/18.881 de estos actuados -el destacado me pertenece-).
Por otra parte, el propio Agusti Scacchi reconoció haber dictado cursos dentro de
las instalaciones de la E.S.M.A., como así también haber tenido encuentros con Chamorro
en los que hablaron acerca de la instrucción de un Grupo Operativo que la superioridad
había organizado con la Escuela de Mecánica de la Armada para combatir a la subversión.
El hecho de que Agusti -quien en el período que se le imputa tenía el cargo de teniente de
navío- haya mantenido una conversación con Chamorro en dichos términos -teniendo en
cuenta que éste era capitán de navío y director de la E.S.M.A.-, en función de la estructura
jerárquica que caracteriza a las Fuerzas Armadas, solamente puede explicarse en virtud de
lo manifestado por el capitán de fragata Ranni, en la Ficha de Censo ya citada.
De todo lo expuesto resulta válido concluir en que los cursos dictados por Agusti
Scacchi dentro de la Escuela de Mecánica de la Armada no eran otros que los dispuestos
por la Infantería de Marina para diseñar estrategias y procedimientos en la lucha contra la
subversión e instruir a los miembros del Grupo de Tareas que allí operaba.
Además, los dichos de Randolfo Luis Agusti Scacchi en cuanto a su absoluta
desvinculación con las actividades del grupo de tareas que operaba en la E.S.M.A., se ven
desvirtuados por las constancias que obran en su Foja de Conceptos. En efecto, como
señaló esta Fiscalía en el escrito de fecha 7 de octubre del año en curso, a fs. 118 del Legajo
de Conceptos se encuentra agregado un oficio de fecha 4 de diciembre de 1978 suscripto
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
por el Agregado Naval Argentino en la Embajada en Estados Unidos -Contraalmirante Juan
José Lombardo-, dirigido al Sr. Director General del Personal Naval, en el que manifiesta:
“Por último, y si el citado Jefe [Agusti Scacchi] depende de este Agregado interpreto que,
... para poder ejercer una adecuada conducción debe ser evacuada la inquietud,
comunicándome la resolución del Señor Comandante en Jefe u otra disposición
administrativa que establezca el otorgamiento de la distinción de referencia.” Cabe
destacar, en referencia a dicha solicitud, que a fs. 117 del mismo legajo obra una nota
confidencial fechada el 20 de diciembre de 1978, dirigida al Señor Jefe de la División
Armamento, en la que el Capitán de Navío Alberto Oreste Moschini manifiesta que a dicha
requisitoria (la del Contraalmirante Lombardo) debía contestarse que “Por razones estrictas
de seguridad de la información, no se enviará al causante, ni a esa Agregaduría Naval,
ninguna información complementaria a la que le efectuó telefónicamente el Capitán
ACOSTA al Capitán AGUSTI SCACCHI” (en ambas citas el destacado me pertenece).
Por otra parte, llama la atención que no pudo hallarse en el Legajo de Agusti o en
su Foja de Conceptos ninguna otra constancia que haga referencia a la condecoración
mencionada. Sin embargo, a fs. 7vta. de esta última se puede observar, en la sección
correspondiente a Menciones honoríficas por comisiones desempeñadas, que la anotación
inicial fue borrada y tachada, y sobre aquella -posteriormente- se pegó una nota impresa en
computadora que reza “Decreto Nº 268 del PODER EJECUTIVO NACIONAL, de Fecha 1º
de Octubre de 1983. ARTÍCULO 2º.- Extiéndase el ‘Diploma de Homologación’ ‘La
Nación Argentina al Valor en Combate’ como análoga a la condecoración ‘Honor al Valor
en Combate’ otorgada a nivel institucional”. Asimismo cabe destacar que en el reverso de
dicha foja se advierte, a simple vista, el relieve correspondiente a la inscripción original
manuscrita (borrada y tachada), donde resulta posible leer “.../78-...” en el primer renglón y
“VALOR EN COMBATE...” en el segundo. A raíz de ello, esta Fiscalía solicitó la
realización de la pericia correspondiente, cuya práctica fue oportunamente ordenada por
V.S. Las conclusiones de dicho estudio pericial indicaron, entre otras cosas, que “…invirtiendo la visión de los relieves- es posible detectar formas que podrían interpretarse
como posibles lecturas ‘18’ o ‘/8’ o ‘14/18’; y, en la línea de relieves que se encuentra por
debajo: la posible expresión ‘VALOR EN COMBATE’…Por otra parte, en cuanto a lo
que aparece como escritura manuscrita en tinta azul, observable por vía de la iluminación
diascópica que permite una semitransparencia; sólo surge la tenue imagen de caracteres
tipo cursivo, que podrían estimarse como ‘distinción de’…” (peritaje caligráfico obrante a
fs. 59.761/59.770 de la causa nro. 14.217/03)
A ello debe agregarse que Ricardo Héctor Coquet, en la declaración testimonial
que prestó el 10 de febrero de 1987 (obrante en el legajo nro. 124/7), aportó un listado de
personal de la E.S.M.A. cuyos nombres le había proporcionado Acosta a efectos de
preparar los diplomas con que fueran condecorados por el Almirante Massera -que se
93
Ministerio Público Fiscal de la Nación
agregó a dicha declaración-, en el que se encontraba incluido el CCBIM CD Randolfo Luis
Agusti Scacchi. Esta información se ve corroborada por la copia de la resolución COAR
nro. 745/78 “S” aportada por Carlos Octavio Capdevila en su declaración indagatoria
(Anexo I, que obra a fs. 51.440/4 de los autos principales). En esta resolución de fecha 12
de noviembre de 1978, el Almirante Emilio Eduardo Massera, comandante en jefe de la
Armada, resolvió otorgar la distinción Honor al valor en combate a Randolfo Luis
Agusti Scacchi. Esta distinción también fue otorgada a muchos de los imputados en los
presentes actuados, como por ejemplo Vildoza, Lynch Jones, Pazo, Rioja, Yon, Damario,
Scheller, Donda, Rolón y Benazzi, entre otros.
Por otra parte, se destaca que el resto de su carrera giró en torno a este tipo de
tareas, al punto que, cuando volvió de Panamá, fue designado supervisor del equipo de
análisis y asesoramientos especiales en la Unidad Subsecretaría Operativa de la Secretaría
de Información Pública de la Presidencia de la Nación (resolución nro. 87/0200/80, que se
encuentra transcripta a fs. 12vta. de la Foja de Conceptos de Agusti Scacchi).
Asimismo, cabe mencionar los diversos testimonios que dieron cuenta de la
presencia de Agusti Scacchi en la E.S.M.A.
Alfredo Manuel Buzzalino manifestó que “Agusti era teniente de navío…de la
misma promoción que ACOSTA, era de los más inteligentes, decía ‘que tenían que morir
todos. Dejar un liberado era sufrir sus consecuencias 20 años después’” (Legajo SDH nro.
3316). Asimismo, a fs. 14.224 y ss. de los autos principales, agregó que el teniente de navío
Agusti concurría asiduamente a la E.S.M.A.
Por otra parte, Marta Remedios Álvarez -que estuvo secuestrada en la E.S.M.A.
desde el 26 de junio de 1976 hasta el mes de junio de 1979- en el escrito que obra a fs.
28.033/5 de los autos principales manifestó que el “Tano” Randolfo Agusti era uno de los
miembros del S.I.N. que se encontraba en forma permanente en esa dependencia naval. En
el escrito que obra a fs. 28.038/41, Graciela García refirió que entre los que se
encontraban en forma permanente en la E.S.M.A. estaba el “Tano” Randolfo Agusti del
S.I.N. Asimismo, en la declaración que obra a fs. 10.349/50 de la causa nro. 7694/99,
agregó que “Ese tipo ‘Espejaime’ era terrible. Igual el que le decían ‘el Tano’ de apellido
Agusti, el cual era un cuadro del S.I.N. formado en Panamá que consta en su declaración
anterior”.
Respecto a esta última declaración, no comparto las conclusiones a las que arribó
la Excma. Cámara Federal de Apelaciones al analizar tal testimonio. Al respecto, cabe
aclarar que si bien García hizo referencia a Agusti en el marco de su relato del viaje a Paso
de los Libres, no dijo que éste haya viajado a Paso de los Libres con ella sino que la llevó
un integrante de Prefectura -“Espejaime”- y unos verdes que estaban a su cargo. Luego
agregó que “Espejaime” era terrible y que también lo era la persona a la que le decían “el
Tano”, de apellido Agusti. Por lo tanto, en función de los términos en que fue realizada la
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
declaración de la testigo, entiendo que la mención a Agusti tuvo únicamente la finalidad de
destacar su crueldad con los detenidos y, de ninguna manera, García afirmó que Agusti la
haya acompañado a Paso de los Libres.
Además, analizando los dichos de la testigo en su conjunto, si García manifestó
que fueron “Espejaime” y otros verdes que estaban a su cargo los que la llevaron, no resulta
verosímil considerar que dentro de ese grupo de “verdes” -que tenían los cargos más bajos
dentro de la ESMA- se encontraba un cuadro del S.I.N. formado en Panamá como ella
misma refirió que era Agusti.
Por este motivo resulta irrelevante la fecha en la que se efectuó ese viaje a la
frontera, como así también el período en el que compartieron cautiverio Graciela García,
Jorgelina Ramus, Sara Solarz de Osatinsky y Ana María Martí (que por otra parte no fue
incluida como una de las prisioneras llevadas a Paso de los Libres; por el contrario, García
refirió que fue junto con Ramus y Solarz, con el argumento de buscar al compañero de
Martí). Ello en virtud de que García no declaró que “el tano” Agusti haya participado de
ese viaje. La mención de Agusti por parte de García en esa oportunidad tiene como
finalidad resaltar la crueldad de Espejaime, efectuar un paralelismo entre ambos, no
vincular al primero con el viaje a la frontera. Si a ello se suma que la testigo declaró que “el
tano” se había formado en Panamá, entiendo que claramente “el tano Agusti” al que se
refiere Graciela García es Randolfo Luis Agusti Scacchi.
Entiendo que también deberán ser considerados coautores de todos los delitos que
les imputo Alfredo Astiz, Antonio Pernías, Juan Carlos Rolón, Enrique Scheller,
Alberto González, Ricardo Miguel Cavallo, Adolfo Donda, Oscar Rubén Lanzón y Carlos
Daviou, todos ellos integrantes del Sector de Inteligencia del Grupo de Tareas 3.3.2/SIN y
Carlos Octavio Capdevila, médico que actuaba en tareas represivas dentro del Grupo de
Tareas 3.3/2.
En efecto, se han recolectado pruebas que acreditan que los integrantes del Sector
de Inteligencia del G.T./SIN fueron responsables junto a Acosta/D´Imperio como
cabecillas, de la diagramación y organización de los operativos que culminaron con las
detenciones de las víctimas.
Asimismo, los integrantes del Sector de Inteligencia del G.T./SIN tomaron parte
personalmente en los interrogatorios y tormentos de las víctimas y en el mantenimiento de
las condiciones inhumanas de detención a las que fueron sometidas durante su cautiverio en
el casino de oficiales de la Escuela de Mecánica de la Armada. Por último, también
decidieron junto a Acosta y D´Imperio y los jefes de los demás sectores el destino de cada
uno de los detenidos, ya sea su liberación o su “traslado” u homicidio.
Al respecto, los legajos ante la Armada de los imputados acreditan su desempeño
en la ESMA, así como también la abundante prueba testimonial colectada en autos permite
reconstruir el lapso durante el cual integraron activamente el G.T.3.3/2.
95
Ministerio Público Fiscal de la Nación
En efecto, son vastos los testimonios que dan cuenta de lo señalado.
Alberto Girondo señaló que “en el sector inteligencia del grupo de tareas 3.3/2,
Astiz era el encargado de la ubicación y señalamiento de los ‘blancos’, es decir, de los
futuros secuestros, basándose en diversas fuentes y en la información obtenida mediante la
tortura de los prisioneros. Los oficiales de inteligencia tenían a su cargo a los prisioneros
durante toda la estadía de éstos en la Escuela de Mecánica de la Armada. Ellos eran los
responsables de los interrogatorios, intervenían en la decisión de los traslados, en los
operativos de secuestro, algunos de los cuales comandaban. Algunos de los integrantes de
este grupo fueron los tenientes Antonio Pernías (a. ‘Trueno’), García Velasco (a. ‘Dante’),
Alberto González (a. ‘Gato’), Scheller (a. ‘Mariano’), Juan Carlos Rolón (a. ‘Juan’) (...)
De ellos surgió la mayor parte de las iniciativas que emprendió el grupo de tareas desde su
formación hasta mediados de 1978, según declaración de los oficiales en relación con que
habían realizado más de 3500 secuestros” (Legajo CONADEP nro. 7190).
El dicente también mencionó que durante su permanencia en la E.S.M.A. veía a
Alfredo Astiz prácticamente todos los días, dado que era uno de los que tenía más relación
con los prisioneros. Dijo que Astiz fue uno de los responsables de su secuestro y que
comandaba el operativo en el que fueron detenidas las monjas Duquet y Domon. A su vez,
el teniente Pernías, oficial de inteligencia, tomó a su cargo la conducción de los
interrogatorios que comenzaron inmediatamente en esos cuartos de tortura. Otros oficiales
que participaron en esos interrogatorios fueron el propio Astiz y Scheller (alias “Mariano”
o “Pingüino”) (declaraciones de fs. 230/74 y 1195vta. de los Legajos 48/59 y fs. 7907/9 del
expediente principal).
Además, indicó que “Antonio Pernía fue la persona que lo interrogó, dejando
constancia que en su caso particular, debiendo ser por su estado de salud, jamás lo
picanearon, sin perjuicio de que sí lo golpearon y lo amenazaban. También menciona que
Pernía era segundo en la práctica de Acosta, con quien tenía enfrentamientos, dejando en
claro que Pernía era más duro con el sistema de interrogatorio que Acosta” (fs.
12.085/91).
Martín Gras señaló como responsables directos de la estructura represiva que
funcionaba en el casino de oficiales de la Escuela de Mecánica de la Armada, entre otros, a
Alfredo Astiz -quien participó en distintas operaciones de infiltración, una de ellas en
perjuicio de las Madres de Plaza de Mayo que concluyó con el secuestro y asesinato de dos
religiosas y trece familiares de desaparecidos-, Antonio Pernías -un descollante miembro
de los grupos operativos y responsable directo del asesinato de las monjas francesas Domon
y Duquet y de trece familiares de desaparecidos integrantes del grupo Madres de Plaza de
Mayo-, Alberto Eduardo González -quien participó en el secuestro de las monjas
francesas y familiares de desaparecidos-, Juan Carlos Rolón -torturador- (testimonio
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
brindado ante la CONADEP, CASOS 48 A 59 “DOMON, Alicia Ana María” ANEXO II,
CUADERNILLO DE PRUEBA “C”, sin foliatura correlativa).
Asimismo, en el ANEXO IV “Fotocopias extraídas de la causa nro. 12.703 del
Juzgado Federal 2, Secretaría 4”, que estuvieron incorporadas a la causa nro. 6511 del
Juzgado Federal nro. 5, Secretaría 15, manifestó haber permanecido en la sala de torturas
alrededor de un mes.
Por último, afirmó que “[a]sistieron a los interrogatorios, pero con participación
menor, el Teniente de Navío Antonio Pernía, oficial de Inteligencia, apodado ‘Trueno’,
‘Rata’ o ‘Martín’ (...) el Teniente de Fragata -en ese entonces- González Menotti, alias
‘Luis’ o ‘El Gato’ (…) estos oficiales, en principio constituían, dentro de la jerarquía del
Grupo de Tareas 3.3.2, el grupo de oficiales de inteligencia, es decir, los que centralizaban
los interrogatorios, las torturas y las informaciones obtenidas mediante estos
procedimientos” (ver Legajo nro. 71 correspondiente a Martín Tomás Gras).
Por su parte, Norma Susana Burgos identificó como miembros del Grupo de
Tareas 3.3/2, entre otros, a Alfredo Astiz (a. “Rubio”, “Ángel”, “Cuervo”, “Gonzalo” y
“Alberto Escudero”), teniente de fragata, oficial de operaciones y torturador, participante de
varias operaciones de infiltración como la que condujo al secuestro de las monjas francesas
y el fallido intento de penetrar los círculos de exiliados en Francia; Antonio Pernías (a.
“Rata”, “Trueno”, “Martín”), teniente de navío, activo miembro de los grupos operativos y
torturador, responsable del asesinato de las monjas francesas; Alberto Eduardo González
(a. “Gato” y “Luis”), teniente de fragata, oficial de inteligencia, torturador, participó en
operaciones como el asesinato de las monjas francesas y fue funcionario en el área de
prensa del Ministerio de Relaciones Exteriores; Juan Carlos Rolón (a. “Niño” y “Juan”),
teniente de navío, oficial de inteligencia del G.T. y torturador; Miguel Ángel Benazzi (a.
“Manuel” y “Salomón”), teniente de navío, oficial de inteligencia, tuvo a su cargo la
conferencia de Prensa fraguada de González Langarica que se dio en España. Estuvo en el
Centro Piloto Parías hasta que regresa a Argentina, haciéndose entonces cargo de
Inteligencia del GT (marzo 78) (informe presentado por Norma Susana Burgos, CASOS 48
A 59 “DOMON, Alicia Ana María” - ANEXO II, CUADERNILLO DE PRUEBA “A” sin
foliatura correlativa).
Además, indicó que se hallaban presentes durante las sesiones de tortura el
teniente de fragata Alfredo Astiz y el capitán Acosta, mientras que Pernías ingresaba cada
tanto para ver lo que sucedía con ella (documentación remitida por el Juzgado Central de
Instrucción nro. 5 de la Audiencia Nacional de Madrid en relación con el Sumario nro.
19/97, fs. 5897/5935).
Finalmente, señaló en referencia a Pernías que “era oficial de inteligencia,
recalcando que era experto tirador, lo cual le consta porque él se lo hizo saber ya que le
relató que se coloca de rodillas y a doscientos metros lo hería en una pierna si quería, lo
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
cual fue posteriormente demostrado por una persona secuestrada en un operativo que el
nombrado participó, no recordando el nombre del damnificado, creyendo que es alguien
que se encuentra vivo. Refiere también que se especializaba en torturar, sobre todo en
aplicar la picana. Explica que subía del sótano atormentado, luego de torturar, con una
camisa de color celeste con marcas de sudor en las axilas y contaba las sesiones de
tortura” (fs. 12.166/75).
Ana María Martí y Sara Solarz de Osatinsky indicaron como partícipes en la
operación que terminó con las detenciones de los familiares de desaparecidos a “Alfredo
Astiz, Alfredo González Menotti (González), Schelling (Scheller), Antonio Pernías...”
(presentación efectuada ante la CONADEP, CASOS 48 A 59 “DOMON, Alicia Ana
María” ANEXO II, CUADERNILLO DE PRUEBA “C”, sin foliatura correlativa).
Por su parte, Marta Remedios Álvarez manifestó haber sido secuestrada el día 26
de junio de 1976 por Antonio Pernías y Néstor Savio, entre otros. Al llegar a la E.S.M.A.,
fue desnudada y atada al elástico metálico de una cama por Whamond, Pernías, Linares y
Weber (alias “220”) y cuatro personas más que comenzaron a torturarla, aplicándole
pasajes de corriente eléctrica. Entre los oficiales que en forma permanente estaban en la
E.S.M.A. mencionó, entre otros, a Acosta, Pernías, Alberto González y Scheller en el
sector de inteligencia (declaración testimonial de fs. 8204/10 en la causa nro. 18.967/03).
Carlos Gregorio Lordkipanidse relató que fue “luego de retirar al bebé [su
hijo], el tormento siguió en manos de Astiz, asistido por Raúl Scheller (...) fue golpeado e
introducido en un pequeño cuarto donde lo ataron a una cama metálica, le sacaron la
capucha y pudo ver en la habitación una gran cantidad de personas entre las que se
hallaban Peyón, Astiz (apodado ‘Gonzalo’), un Oficial de la Marina apodado ‘Manuel’, el
Capitán Acosta (apodado ‘Santiago’, quien era el jefe del grupo), otro apodado
‘Gerónimo’, dos integrantes de la Prefectura apodados ‘el Gordo Daniel’ y ‘Espejaime’, y
un policía apodado ‘Federico’. Allí, fue torturado mediante la aplicación de corriente
eléctrica en el estómago, siendo el encargado de tal mecanismo el citado Astiz, mientras
que el resto del grupo permanecía observando. Mientras duró dicha sesión, escuchaba los
gritos de su esposa que estaba siendo sometida a idéntico tormento en un cuarto vecino”
(presentación de fs. 8961/70 y declaración de fojas 2/7vta. del Legajo nro. 134). Junto con
Alfredo Julio Margari (ver declaración de fecha 6 de febrero de 1987 del mismo legajo),
identificaron a Astiz como uno de los torturadores que operaban en esa dependencia naval,
circunstancia esta última que también fuera relatada por Graciela Beatriz Daleo (ver
Legajo nro. 13).
Asimismo, deben tenerse en cuenta los testimonios de Adriana Rosa Clemente
(ver Legajo nro. 131), Andrea Marcela Bello (ver Legajo nro. 76), María Eva Bernst de
Hansen -quien señaló que Astiz se desempeñaba en Inteligencia con los Grupos
Operativos- (ver Legajo nro. 61), Miriam Lewin (ver Legajo nro. 44), Lila Victoria
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
Pastoriza (ver Legajo nro. 40) y Enrique Mario Fukman (ver Legajo nro. 69) quienes
reconocieron por fotografía al Oficial de Marina Astiz como uno de los integrantes de esa
fuerza que se encontraba entre el personal de la Escuela de Mecánica de la Armada cuando
ellos permanecieron cautivos en dicho lugar.
Igualmente, Carlos Alberto García relató que desde el sector 4 que se hallaba en
el subsuelo podía ver la sala de torturas, indicando que entre los torturadores estables estaba
Alfredo Astiz y Enrique Scheller (ver Legajo nro. 44). Agregó que fue conducido a la sala
de torturas nro. 13, ubicada en el sótano del casino de oficiales, donde fue interrogado y
torturado mediante la aplicación de pasajes de corriente eléctrica y golpes en presencia de
Alfredo Astiz, Antonio Pernías, Raúl Scheller y algunos miembros del S.I.N., entre otros
(presentación efectuada a fojas 8961/70 y 7778/80).
Lázaro Gladstein sostuvo que “aproximadamente a los diez días de ser
secuestrado, es conducido nuevamente al sótano, esta vez a otra sala distinta a pocos
metros de la primera, donde es atado a una cama elástica, desnudado y sometido a pasajes
de corriente eléctrica en diversas partes de su cuerpo, agregando que en esta oportunidad
se hallaba con los ojos descubiertos (...) se hallaban presentes otras personas más entre las
cuales individualizó al Teniente Astiz” (declaración de fojas 2/4 del anexo del caso nro. 76).
Por su parte, María Inés del Pilar Imaz de Allende señaló a Alfredo Ignacio
Astiz como una de aquellas personas que la mantuvieron en cautiverio. En idéntico sentido,
María Eva Bernst de Hansen mencionó a Alfredo Ignacio Astiz como uno de los
responsables de su privación de libertad, a quien conoció con el apodo “Rubio”, del que
sabía que trabajaba en el grupo operativo de inteligencia. Luego, se enteró que Acosta y
Astiz también habían presenciado su tortura.
Beatriz Elisa Tokar reconoció entre las personas que estaban en la sala donde la
torturaban a Alfredo Astiz, Francies Whamond -quien sistemáticamente le aplicaba golpes
de puño en la cara-, Raúl Scheller, Antonio Pernías (presentación efectuada a fojas
8961/70).
Asimismo, Carlos Muñoz mencionó que cuando se hallaba detenido en la Escuela
de Mecánica de la Armada pudo ver a uno de sus captores, el que luego supo que era el
Teniente Alfredo Astiz. Estas manifestaciones las realizó en la audiencia ante la Cámara
Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional Federal de la Capital Federal, así
como en el anexo III de la causa nro. 9600 del Juzgado en lo Criminal y Correccional
Federal nro. 3.
Víctor Aníbal Fatala relató que sus captores fueron el teniente de fragata Alfredo
Astiz y el teniente de fragata “Tomás” (declaración de fojas 2/5vta. del Legajo nro. 128).
Por su parte, Ana María Martí declaró que en la E.S.M.A. “Pedro Bolita” le dijo que ya
no tenía derecho a decir su nombre pero que en lo sucesivo debía anunciarse
exclusivamente por el número 914. La arrojó sobre la cama. La ató a la misma y vino otro
99
Ministerio Público Fiscal de la Nación
hombre. Supo luego que se trataba del teniente Pernías. El nombrado comenzó a
interrogarla y quería que reconociese que era la esposa de un tal De Dios y que se llamaba
Lucile. Martí trató de hacerle comprender que no era Lucila De Dios y finalmente dijo que
puesto que yo no quería reconocer nada, iba a torturame.
La testigo declaró que el 18 de marzo de 1977 al momento de ser secuestrada fue
colocada en el asiento trasero de un automóvil. “A su lado iba el que luego reconoció como
el Teniente Alfredo Astiz (…) fue trasladada a un lugar que inmediatamente supo que se
trataba de la Escuela de Mecánica de la Armada pues se lo dijo el teniente Antonio Pernía
(...) A continuación la ataron desnuda al elástico con los brazos y piernas abiertos y le
sacaron la capucha y entonces vio a una persona de civil que luego supo era el teniente
Antonio Pernía (...) Entre las personas que dijo recordar, además de Pernía y Acosta, hizo
referencia también al Capitán Alfredo Astiz y al Teniente ‘Mariano’ (apodo) Schilling
(muy alto, morocho, de tez más bien mate, de ojos y pelo oscuro)” (declaración testimonial
del 30 de julio de 1985, prestada en Berna, Suiza, vía exhorto diplomático en el marco de la
causa nro. 13/84).
Ana María Isabel Testa declaró que “dentro del personal que actuaba en
E.S.M.A., recuerda que en dos oportunidades vio a Pernía, apodado ‘Martín’, quien para
esa época ya no estaba en la E.S.M.A., de quien se comentaba que había sido encarnizado
torturador” (ver declaración testimonial de fojas 2/5 del Legajo nro. 130).
Por su parte, Graciela Beatriz Daleo relató que “me sacaron del coche y me
introdujeron, en medio de golpes y amenazas, en el sótano del edificio. Me llevaron al
cuarto de torturas número 13. Allí me quitaron la ropa y me ataron con sogas por las
muñecas y los tobillos a un catre metálico. Las ligaduras me produjeron profundas
lastimaduras en brazos y piernas (...) Me sacaron la capucha, y pude entonces ver a dos
hombres, que se identificaron como ‘Trueno’ y ‘Duque’. Estos me anunciaron que sería
interrogada sobre mi militancia, mis compañeros, etc., y que debía acceder a sus
requerimientos. De no hacerlo, sería torturada (...) Más adelante supe que ‘Trueno’ era el
apodo del Teniente de Navío Antonio Pernías, que respondía también a los alias de
‘Martín’ o ‘Rata’ (...) Como yo me negué a proporcionarles ningún tipo de información me
encapucharon nuevamente y comenzaron entonces a aplicarme descargas eléctricas en
todo el cuerpo, especialmente en las zonas más sensibles, con un aparato denominado
‘picana’. Las aplicaciones de ‘picana’ -a la cual ‘Trueno’ subía y bajaba el voltaje-, se
alternaban con golpes fundamentalmente en el estómago. Al caérseme en varias
oportunidades la capucha, producto de las contorsiones de mi cuerpo provocadas por la
electricidad, pude confirmar que la persona que se dedicaba a esta tarea era el Teniente de
Navío Pernías (...) En varias oportunidades me mojaron el cuerpo para favorecer la
conductividad de la electricidad y provocarme mayores dolores (...) La aplicación de la
‘picana’ se interrumpió varias veces. En una de esas oportunidades fue introducida en la
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
habitación Anita Dvatman, persona de mi conocimiento que sabía que había desaparecido
tiempo atrás y cuya detención había sido negada por las Fuerzas Armadas. Pude verla ya
que me sacaron la capucha (...) A las 19 horas aproximadamente, me desataron, me
vistieron, me esposaron los brazos a la espalda y me cubrieron los ojos con un tabique o
antifaz. Me subieron nuevamente a un automóvil mientras el Teniente Pernías me
anunciaba que ante mi silencio había decidido fusilarme (...) Tras un corto recorrido en
auto, que supongo que se realizó dentro del perímetro de la E.S.M.A., me bajaron del
mismo y me llevaron a un lugar donde había césped. Allí insistió Pernías para que
entregara datos sobre mis compañeros. Como me negué nuevamente, me ‘invitó’ a que
dijera mi última voluntad ya que iba a morir. Yo pedí que me quitaran el tabique para
poder ver cómo me mataban. Pernías se negó. Tres veces los secuestradores dispararon
sus armas, que obviamente, no hicieron blanco en mí. Me obligaron luego a arrodillarme
en el piso y colocaron un arma contra mi sien. Dispararon al aire con otra (...) Durante las
aplicaciones de descargas eléctricas, Pernías ordenaba a los guardias que estaban frente a
la habitación que subieran el volumen de la radio para acallar mis gritos de dolor”
(declaración de fojas 3 del Legajo nro. 20).
En la audiencia del día 13 de febrero de 1987 celebrada en la causa nro. 13/84 de
la Cámara Federal de Apelaciones en lo Criminal y Correccional de Capital Federal, Daleo
declaró haber visto lesiones por la aplicación de la picana eléctrica en una nalga de Alicia
Milia de Pirles -quien ya estaba en la E.S.M.A. cuando ella llegó-, en oportunidad en que
ésta se las mostró y le manifestó que el autor había sido Pernías.
Finalmente, señaló que Acosta presenciaba o dirigía las torturas a las que eran
sometidos los detenidos que, a su vez, eran ejecutadas por Pernías y Whamond.
Graciela García Romero manifestó que fue interrogada por el oficial Pernías,
quien le propinó golpes en la cara, e interrogada por Whamond, a. “Duque” y González, a.
“Gato”. Asimismo, fue sometida a un simulacro de fusilamiento (declaración obrante a fs.
16177/82 y 8346/51).
Al respecto, agregó que “el oficial Pernías comienza a darle trompadas en la
cara. También le dice ‘Negrita siempre tan impuntual’, mientras le seguía pegando. Luego
este oficial le mostró a la testigo un organigrama de la estructura de Montoneros con el
espacio que a ella le correspondía y todos lo que estaban a su alrededor ya marcados (...)
Pernía la sigue golpeando mientras le va sacando la ropa. La sigue interrogando con
golpes hasta que le dice que tiene un documento de la E.S.M.A. (...) El sector de
Inteligencia también estaba integrado por ANTONIO PERNÍA ‘Trueno’ o ‘Rata’ (...)
GONZÁLEZ MENOTTI ‘Gato’, que estuvo en E.S.M.A. desde 1976 hasta que la testigo
fue sacada de E.S.M.A. (…) RAÚL ENRIQUE SCHELLER o ‘Mariano’” (declaración de fs.
11.761/6).
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
Lidia Cristina Vieyra fue conducida a la E.S.M.A. donde permaneció
clandestinamente detenida bajo condiciones inhumanas de vida y fue torturada. La víctima
aseguró que participó en estos hechos el teniente de la Armada Antonio Pernías
(presentación de fs. 10.050/vta.).
Asimismo, Oscar De Gregorio le relató a Rosario Evangelina Quiroga que
fue sometido a una delicada operación para salvarle la vida a pedido del teniente de navío
Pernías, alias “Trueno”, con el objeto de intentar arrancarle la información que buscaban.
En esa operación se le colocó un ano contra natura puesto que los intestinos habían sido
perforados varias veces (testimonio de Rosario Evangelina Quiroga de fs. 47/103 del
Legajo nro. 96).
Además, Andrés Ramón Castillo relató que Alberto González era uno de los
oficiales de inteligencia preferidos del “Tigre” Acosta y que al principio de su cautiverio
estuvo bajo el control de García Velasco y, aproximadamente en el mes de diciembre de
1977 o enero de 1978, pasó a estar a cargo de su persona el oficial de inteligencia Juan
Carlos Rolón (declaración testimonial de fs. 8149/53).
Por otro lado, aseveró que dentro de la E.S.M.A. escuchó decir que “Trueno”
Pernías había torturado personalmente a la monja secuestrada el 8 de diciembre de 1977,
dado que se había presentado en la oficina sudoroso e irritado, alteración propia de los
torturadores luego de haber aplicado tormentos.
Por su parte, Ricardo Coquet señaló entre los responsables de su cautiverio al
oficial González Menotti, el teniente Radice, el subcomisario Ernesto Weber apodado
“220”, entre otros. A la vez, indicó que en la E.S.M.A. lo desnudaron y lo esposaron a un
colchón elástico, sacándole la capucha, por lo que vio a varios sujetos que luego identificó
como el teniente Pernías (apodado “Martín” o “Trueno”), quienes lo interrogaron mientras
le aplicaban golpes y pasajes de corriente eléctrica, en especial el teniente Pernías. En
cuanto al episodio del grupo de personas que actuaban en la Iglesia de la Santa Cruz,
recordó haber escuchado ese día los gritos de torturas, al tiempo que veía a Febres, Astiz y
Pernías permanentemente entrar y salir de la sala donde dichas personas eran torturadas
(declaración de fs. 3/8 del Legajo nro. 124).
María Amalia Larralde manifestó haberse enterado que su sesión de tortura fue
presenciada por Astiz y Acosta, luego de lo cual fue conducida a un altillo que llamaban
“capuchita”, sitio amplio dividido con tabiques donde alojaban a otros prisioneros. Por otra
parte, declaró que entre los meses de enero o febrero de 1979 el Teniente González
Menotti intentó abusar sexualmente de ella, ante cuya resistencia se presentó un guardia
que provocó que el agresor desistiera de su acción. Además, indicó que en la E.S.M.A. fue
interrogada por un grupo de personas entre quienes se hallaban el teniente de navío
Scheller, el teniente de navío Rolón y el capitán de corbeta Ricardo Corbetta (a. “Matías”)
mientras que Jorge Cafatti fue torturado por Perren junto con Scheller, aproximadamente en
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
octubre de 1978 (declaración testimonial de fojas 135/41vta. del Legajo nro. 64 y denuncia
de fojas 8808/18vta. de estos autos).
Asimismo, aludió a Astiz, Pernías y Scheller como torturadores (fs. 12107/53) y
manifestó que “dentro de la E.S.M.A. la tortura era una cosa cotidiana sabiendo por
dichos de algunos oficiales, entre ellos Astiz o en algunos casos por haberlos visto, que los
torturadores eran Pernía que era Teniente de Navío y se apodaba ‘Martín’ (...) el teniente
Astiz apodado ‘Rubio’, ‘Ángel’, el teniente Alberto González Menotti llamado ‘Gato’; otro
oficial de Prefectura apodado ‘Claudio’” (ver fs. 135/6 del Legajo nro. 164).
En declaraciones prestadas ante la ONU y el Juzgado Federal nro. 7, Alberto
Girondo manifestó que “todo interrogatorio y estas medidas de desinformación [se refiere
al secuestro de familiares de desaparecidos y dos religiosas francesas en diciembre de
1977] fueron conducidas por TF Pernía con la asistencia del TF Scheling”. Asimismo,
Girondo hizo referencia a Scheller al prestar declaración ante el juez español Baltazar
Garzón.
En el testimonio conjunto de los ex-detenidos-desaparecidos Graciela Beatriz
Daleo y Andrés Ramón Castillo sobre el campo de concentración clandestino de la
Escuela de Mecánica de la Armada Argentina (fojas 7/71 del Legajo caratulado “Castillo,
Andrés Ramón s/víctima privación ilegal de la libertad”), se destaca al “Teniente de Navío
Antonio Pernía: Oficial de inteligencia. Alias ‘Rata’, ‘Trueno’ y ‘Martín’. Participó
activamente en secuestros, interrogatorios y torturas. Miembro muy activo de los grupos
operativos. Participó en operaciones que tuvieron gran trascendencia: secuestro y
asesinato de las monjas francesas y familiares de desaparecidos; asesinato de cinco curas
palotinos; acciones que se llevaron, o intentaron llevar, adelante en el exterior: Centro
Piloto París, intento de asesinato de Broner; Teniente de Navío Scheller o Schelling:
Oficial de Inteligencia. Alias ‘Mariano’, ‘Pingüino’, ‘Miranda’. Participó activamente en
secuestros, torturas e interrogatorios y al Teniente de Fragata Alfredo Astiz: Oficial de
Operaciones. Alias: ‘Rubio’, ‘Cuervo’, ‘Ángel’, ‘Gonzalo’, ‘Alberto Escudero’. Participó
activamente en secuestros, torturas e interrogatorios, y en trabajos de infiltración, como el
que llevó adelante en el seno de grupos de familiares de desaparecidos que fueron
secuestrados en diciembre de 1977 junto a las dos monjas francesas, en la Iglesia de Santa
Cruz”. Agregaron los testigos que “[d]ardos envenenados fueron empleados a título
experimental por el Teniente de Navío Antonio Pernía al menos sobre un secuestrado,
Daniel Schapira. Éste recibió la descarga de un dardo disparado con una pistola y durmió
durante más de un día”.
Por su parte, Silvia Labayrú recordó como integrantes del sector “Inteligencia”,
entre otros, a Jorge Eduardo Acosta, al teniente de navío Scheller o Schelling (alias
“Mariano” o “Pingüino”), al teniente de navío Antonio Pernías y al teniente de fragata
Alfredo Astiz (alias “Rubio”, “Ángel” y “Cuervo”) (declaración en el marco del debate de
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
la causa 13/84; Cuerpo LVI de la causa originariamente instruida por el Consejo Supremo
de las Fuerzas Armadas en cumplimiento del decreto 158/83 del P.E.N., que obra en la
Cámara Nacional en lo Criminal y Correccional Federal).
Juan Alberto Gaspari mencionó entre las personas que “manejaban la obra
cautiva”, entre otros, al teniente de fragata Alfredo Astiz y al teniente de navío Antonio
Pernías. Además, con relación a Scheller, cabe destacar que hizo referencia a “Raúl
Schilling, quien en épocas de la represión fue oficial de inteligencia con grado de Teniente
de Navío en la E.S.M.A.” (declaración en causa nro. 10.326/96, caratulada “Nicolaides
Cristino y otros s/sustracción de menores”, de trámite por ante la Secretaría nro. 13 del
Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional nro. 7).
María Alicia Milia de Pirles en su declaración prestada en la Embajada
Argentina en España, vía exhorto diplomático (ver Legajo nro. 71) señaló que “[e]l grupo
de inteligencia estaba formado por oficiales de inteligencia cuya función principal era
obtener datos de los recién caídos, para lo cual se utilizaban todos los métodos incluyendo
la tortura, de una u otra forma el secuestrado tenía que hablar. Los más conspicuos de este
grupo, de acuerdo a lo que la declarante sabe, eran el Teniente de Navío ANTONIO
PERNÍA, el Teniente de Navío MIGUEL ÁNGEL BENAZZI, el Teniente de Navío
SCHELLING, el Teniente de Fragata GONZÁLEZ MENOTTI, el Teniente de Navío JUAN
CARLOS ROLÓN (…) pudo identificar a muchos de los responsables de su secuestro, a
pesar de que a otros le ha sido imposible identificarlos por sus nombres verdaderos. De los
responsables directos que recuerda cita los siguientes oficiales de Marina: JACINTO
CHAMORRO, VILDOSA alias ‘GASTÓN’, JORGE ACOSTA, JORGE PERREN alias
‘PUMA’, ANTONIO PERNÍA, alias ‘RATA’, YON alias ‘COBRA’, BENAZZI alias
‘SALOMÓN’ o ‘MANUEL’, D´IMPERIO alias ‘ABDALA’, GONZÁLEZ MENOTTI alias
‘GATO’, JUAN CARLOS ROLÓN alias ‘JUAN’ o ‘NIÑO’”. La testigo recordó que el
Teniente Pernías, tras una larga charla, trató de inducirla a la colaboración con las fuerzas
represivas: “...[v]olvió a aparecer Pernía, quien a medida que me picaneaba iba perdiendo
la compostura que había demostrado en la primera entrevista”.
Por su parte, María del Pilar Imaz de Allende “[p]reguntada si recuerda al
personal, sus nombres y apellidos y que estaban a cargo de los detenidos manifiesta que:
eran Pernía oficial de inteligencia al que apodaban ‘Trueno’ (...) un Oficial de la Marina
apodado Mariano (…) otro oficial de apellido Astiz (...) por dichos de Milia de Pirles que
había sido torturada por Pernía y éste también había torturado a Carlos García; también
Graciela Daleo le comentó que Pernía la había torturado” (fs. 1/4 y 8/11 del Legajo nro.
41 ó 111).
En relación con Astiz, Cristina Clelia Salguero en su declaración testimonial
prestada ante la Secretaría de Derechos Humanos del Ministerio de Justicia y Derechos
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
Humanos el 12 de marzo de 2007 (agregada a fs. 25.272/4 de las presentes actuaciones)
señaló que fue quien más la había amenazado.
Asimismo, Ana María Soffiantini refirió que en su secuestro, que tuvo lugar el
16 de agosto de 1977 alrededor del mediodía en la esquina de Juan B. Justo y Carabelas de
esta ciudad, habían participado el capitán Astiz y “Mariano” entre otros (declaración
testimonial del 3 de abril de 1995, prestada ante la Dirección Nacional Técnica y de
Prevención de la Subsecretaría de Derechos Humanos y Sociales del Ministerio del Interior,
fotocopia agregada en el incidente de búsqueda e identificación de Mónica Candelaria
Mignone, que corre por cuerda).
Finalmente, Marcelo Camilo Hernández también identificó entre sus
aprehensores al capitán Acosta, Whamond, Rolón y Pernías (declaración testimonial de fs.
1897/1900 en la causa nro. 7694/99).
Por otra parte, debo advertir que el imputado Juan Carlos Rolón en su
declaración sin juramento reconoció que “[m]e hice cargo de la operación que motivó la
detención de Gras y Gasparini” (ver fs. 3111/3), recordando también el imputado Alberto
Eduardo González haber visto en la E.S.M.A. a Lisandro Cubas y a Gasparini
(declaración sin juramento de fs. 3132/4).
Entre los numerosos testigos que recordaron a Rolón, alias “Niño” y “Juan”, como
integrante del GT 3.3/2 se encuentran Nilda Noemí Actis Goretta -quien lo señaló como
un oficial de Inteligencia torturador- (Legajo CONADEP nro. 6321), Cristina Inés Aldini
(fs. 18.065/6 y transcripciones de las declaraciones testimoniales del 1ro. de noviembre de
2007 de la causa nro. 1238 del T.O.F. 5), María Eva Bernst de Hansen (Legajo
CONADEP nro. 2453), Pilar Calveiro de Campiglia -quien mencionó que tenía mucho
contacto con los secuestrados asignados a la pecera- (Legajo CONADEP nro. 4482), Nilda
Haydée Orazi González (declaración en causa nro. 10.326/96, caratulada “Nicolaides
Cristino y otros s/sustracción de menores”, de trámite por ante la Secretaría nro. 13 del
Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional nro. 7), Mercedes Inés Carazzo (fs.
12.417/8), Ricardo Héctor Coquet (Legajo CONADEP nro. 2675), Jaime Feliciano Dri quien sostuvo que lo conoció personalmente y que era un oficial de Inteligencia
interrogador- (Legajo CONADEP nro. 6810), Carlos Alberto García (fs. 7772/4), Liliana
Noemí Gardella (fs. 12.403/6), Silvia Labayrú -que sabe que Rolón prestó funciones
durante el año 1977 en el sector operativo- (fs. 12.177/86) y Alfredo Julio Margari (fs.
7788).
Asimismo, Marta Remedios Álvarez declaró que “el encargado de la pecera era
Juan Carlos Rolón” y que “Astiz, que tenía buena relación con Rolón, iba a la pecera y le
informaba cómo iba la infiltración en el grupo [de la Iglesia Santa Cruz], que iban a sacar
una solicitada en el diario La Prensa y que estaban juntando el dinero necesario para ello.
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
Ello provocó que se disponga la detención de los integrantes de este grupo de familiares”
(declaración testimonial a fs. 14.111/5).
Víctor Melchor Basterra afirmó que “Juan Carlos Rolón, oficial ARA, nombre
de guerra ‘Niño’, ‘Juan’, participó desde la formación del GT como operativo, a veces
dirigiendo grupos. De febrero de 1977 hasta marzo del ‘78 estuvo destinado en Puerto
Belgrano, Bahía Blanca. Regresó después a la E.S.M.A. como oficial interrogador.
Torturador. Se presume que desde fines de 1978 es funcionario del M.RR.EE.” (Legajo
CONADEP nro. 5011).
En cuanto a Rolón, Norma Susana Burgos refirió que “era oficial de
inteligencia, torturaba y salía en los operativos, pero era fundamentalmente de la
inteligencia” (fs. 12.166/75).
Lila Pastoriza manifestó que “[a]demás del Capitán D´IMPERIO que nos
condujo a Ezeiza y controló nuestra partida, algunos oficiales del GT3 (entre ellos los
tenientes de navío ROLÓN y PERREN) llevaron a despedirnos a detenidas a su cargo
(como NORMA BURGOS, ALICIA MILLIA de PIRLES y SARA S. OSATINSKY) de modo
que constataran que habíamos sido liberadas” (Legajo CONADEP nro. 4477).
Asimismo, unos de los testimonios más importantes contra Rolón que demuestra
el gran poder de decisión que tenía sobre la vida de los detenidos en la E.S.M.A., es el de
Andrés Ramón Castillo quien declaró que “nos llevan a una quinta, que luego reconocí
dónde está. Está en Del Viso y es según dijeron propiedad del padre de Pernía (…) Había
habido traslados, quedaban pocas personas en capucha, me refiero que yo no expliqué
esto, en capucha estábamos los que cumplíamos algún tipo de tareas en lo que ellos
denominaban la pecera y otras que no las cumplían pero que después comenzaron a
cumplirlas o estaban ahí (…) nos llevan a esa quinta a la mañana temprano y nos traen a
la noche. Yo vuelvo en un coche creo que con otros dos detenidos en la parte de atrás y
adelante venía ‘Niño’ y otra persona que no recuerdo si era oficial o suboficial. Él venía
hablando, contando cosas, por ejemplo, él era hijo de un marino y que su abuelo había
despilfarrado una fortuna y cuando pasaron por San Isidro comentó que todo esto era de
mi abuelo y se despilfarró la fortuna. Lo único que quedó de él es una Avenida que lleva su
nombre. Al otro día o pensando en el lugar recuerdo que ahí había dos avenidas que eran
Fondo de la Legua y la Avenida Rolón. Como no me parecía que su abuelo se pudiera
llamar Fondo de la Legua, le dije: ‘te llamás Rolón’. Y él me reconoció que se llamaba
Rolón, me preguntó cómo me había dado cuenta, le conté, se reía y nada más (…) me
llevan al segundo piso a una especie de celda, un calabozo de un metro por dos metros, ahí
me va a ver Rolón y me dice que la situación mía es grave, que Acosta ha decidido
matarme porque dice que yo no estoy recuperado. Rolón tenía conmigo, entre todo lo que
se pueda decir entre un secuestrador y un secuestrado, tenía una buena relación,
charlábamos, me ha contado cosas personales de su vida, que se había separado de su
106
Ministerio Público Fiscal de la Nación
primera mujer, por qué se separó, que se volvió a casar, los problemas que tenía, era
hincha de River, yo también, me traía la revista River, me contaba de fútbol, me hablaba de
cosas que le sucedían y me dice que Acosta me quiere matar y que él estaba haciendo todo
lo posible para que no me matara (…) permanezco así durante 30 días, totalmente aislado,
solamente Rolón venía a verme cada dos o tres días y me decía ‘la situación sigue así’ e
incluso me acuerdo que para Navidad o Año Nuevo me lleva un pedazo de pan dulce que
me dijo que había hecho su cuñada. Él estaba un poco yo creo que tocado por mi situación.
Yo en muchas oportunidades había hablado de lo que sucedía en la E.S.M.A. para que todo
esto, toda esta salvajada, vuelvo a pensar que este Oficial, con esto no quiero excusar toda
su responsabilidad, tenía cargo de conciencia. Recuerdo que en una oportunidad él estaba
de guardia. Él era Oficial de Inteligencia. Cuando había detenidos le tocaba torturarlos, él
me comenta ‘estoy de guardia, han caído detenidos y no me banco darles máquina, voy a
pasar la guardia sin novedad’. Yo me acuerdo que le dije cuando pases la guardia va a
venir otro que va a hacer lo mismo. No me dijo nada, pero tenía problemas, tenía
dificultades para hacer estas cosas. Después me dijo ‘lo tuyo va saliendo bien’ y así me iba
contando cómo estaba sucediendo todo. Luego me dijo que no me iban a matar, me dio una
explicación de por qué no me iban a matar, me dijo que él había pedido que no me
mataran (…) la última semana de febrero viene Perren y me comunica que voy a salir en
libertad, que tengo que ir fuera del país y que me van a decir a qué país tengo que ir.
Luego me viene a ver Rolón y me dice que el país que tengo que irme es Venezuela,
entonces me dice cosa que yo desconocía que para Venezuela hace falta una visa y que él
me va a llevar a ver a Monseñor Grasseli, que me va a conseguir la visa para ir a
Venezuela. Así es que un día de semana vamos a una dependencia de la Iglesia que queda
en la calle Suipacha entre Santa Fe y Marcelo T. de Alvear y ahí me está esperando una
persona que luego se da a conocer como Monseñor Grasselli que estaba aguardando a
Rolón. Rolón va conmigo, vamos los dos solos en un coche. Él cuando lo ve a Monseñor
Grasselli se da a conocer, con su grado y con su nombre real, le explica cuál es la
situación, que necesita una visa para mí, que yo soy una persona que la Armada va a
liberar. Monseñor Grasselli dice que como no, consigue la visa, luego me llevan de nuevo
a la E.S.M.A. En ese tiempo Monseñor Grasselli consigue la visa. Yo desconocía qué día
viajaba. Luego un día me dicen ya la fecha que creo que es el 3 de marzo, una cosa así, y
me dicen que voy a ver a mi familia. Yo tenía un pequeño bolso con una muda y alguna
ropa. ‘Lleváte todo porque no volvés’. Me llevan con todo a la casa de un familiar para
que me quede unos días. Ya tenía la fecha del viaje, me dicen a mí y a mis familiares que
no me dejen salir de casa, cosa que hago, no me muevo de ahí adentro y el día del viaje me
viene a buscar Rolón con un coche, me lleva al Aeropuerto, me acompaña hasta hacer los
trámites. Yo tengo el pasaje, recuerdo que Rolón cuando me entrega el pasaje me dice
‘tiene el número de cuenta corriente de la Armada, cuando la situación del país mejore,
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
vas a poder volver, porque esta es una prueba de si la Armada te tuvo detenido y te deja en
libertad es porque no tiene de qué acusarte, guarda este pasaje’ (…) Siempre se comentó,
que existía una reunión de los Oficiales de Inteligencia donde para producirse un traslado
hacía falta la unanimidad. Esto me lo dijo Rolón. En realidad me dijo Rolón que no se
cumplía porque cuando se proponía un traslado generalmente nadie se oponía pero Rolón
me dijo que esto, que era algo así como una Ley o algo así, él se valió de eso para que
cuando se decide mi traslado, él lo pospone y luego con el tiempo logran que salgan en
libertad” (declaración testimonial en la causa nro. 13/84, fs. 5830/65).
Ratifica estos dichos Alberto Girondo, quien refirió que a Juan Carlos Rolón lo
recuerda bien a partir del año 1978 y que era oficial de Inteligencia y tenía a su cargo
ciertos prisioneros, como ser Andrés Castillo (declaración de fs. 12.085/91).
Igualmente, Castillo refirió que “hasta el mes de enero de 1979 que es liberado,
Rolón solía visitar la E.S.M.A.” (fs. 12.051/4). Finalmente, junto a Graciela Daleo
declararon que “[a]l llevarse a cabo operaciones de envergadura solía estar a cargo de
ésta un oficial de Inteligencia. Tal es el caso del intento de secuestro de Fernando Vaca
Narvaja, miembro de la Conducción Nacional de Montoneros, comandada por el Teniente
de Navío Juan Carlos Rolón en enero de 1977” (fojas 7/71 del Legajo caratulado “Castillo,
Andrés Ramón s/víctima privación ilegal de la libertad”). También mencionaron que el
grupo de tareas 3.3/2 intentó, aunque sin éxito, capturar a Jaime Feliciano Dri, a cuyos
efectos viajaron a Paraguay el Prefecto Febres, el Subprefecto Carnot, el Teniente de Navío
Scheller y el Teniente de Navío Benazzi, entre otros (ver fs. 70/129 del Legajo
correspondiente a los casos 16 y 32, caratulado “Castillo, Andrés Ramón s/víctima
privación ilegal de la libertad”). Lo mismo ocurrió en el mes de septiembre de 1978,
cuando personal del Grupo de Tareas 3.3/2 realizó un operativo en la ciudad de Madrid con
el objetivo de asesinar al dirigente montonero y ex diputado nacional por el Partido
Peronista, Armando Croatto. Ese grupo fue comandado por el Teniente de Navío Miguel
Ángel Benazzi.
Daleo añadió que “[e]l grupo de inteligencia se encargaba de hacer inteligencia
de los interrogatorios, les controlaban el proceso de recuperación (...) otros oficiales que
pertenecieron a ese grupo eran el teniente Rolón (…) que a los pocos días de irme a
Venezuela llegó, fue a Caracas, después a Venezuela, un prisionero, Antonio LA TORRE,
acompañado por el teniente ROLÓN y no recuerdo qué otra persona a preguntar por mí
(…) el oficial que estaba a cargo de la ‘pecera’, que era el teniente ROLÓN, después que
se fue esta visita [Lambruschini], nos dijo que el visitante ese que vino es seguramente el
próximo comandante en jefe del arma o de la Marina. Sí, comandante en jefe de la
Marina” (declaración testimonial en la causa nro. 13/84, fs. 5781/5830).
Por último, mencionó que el teniente de navío Juan Carlos Rolón, oficial de
inteligencia, estuvo en el Grupo de Tareas desde 1976 hasta mediados de 1977, volviendo
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
al Grupo de Tareas en marzo de 1978 cuando se hizo cargo de la Pecera (declaración en
causa nro. 10.326/96, caratulada “Nicolaides Cristino y otros s/sustracción de menores”, de
trámite por ante la Secretaría nro. 13 del Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional
nro. 7).
Lisandro Raúl Cubas, por su parte, recordó al teniente de navío JUAN ROLÓN,
alias “Niño” y “Juan”, hijo de un Capitán de Corbeta retirado tras un incidente personal con
el Almirante Rojas, como una persona de “unos 30 años, 1.75 de alto, cabello negro
ondulado peinado a la gomina con raya, tez blanca, sin señas particulares (…) Días antes
de producirse mi liberación el teniente de navío JUAN CARLOS ROLÓN me manifestó al
saber que viajaría para Venezuela que él había estado allí en el año 1977 y que como no
habían podido cumplir con lo que venían a hacer, habían aprovechado el tiempo para
concurrir a las carreras de caballos en el Hipódromo de Caracas y me ratificó lo de lo
‘endemoniado del tráfico’ aquí en Caracas” (declaración testimonial del 19 de julio de
1985 que obra a fs. 15 del Legajo nro. 96).
Agregó el testigo que recordaba haber visto a Rolón en la E.S.M.A. desde el mes
de enero de 1977. Estaba permanentemente destinado allí. Declaró: “[c]on total certeza
puedo afirmar que en el mes de octubre de ese año, cuando se construyó la pecera, se le
destino a Rolón una oficina en dicho lugar y era el responsable de los detenidos que allí se
encontraban. Hasta mi liberación, el día 19 de enero de 1979, Rolón ocupó ese lugar y
cargo. Es más, en los meses de noviembre y diciembre de 1978 se encargó de conseguirme
la visa para que yo pudiera viajar a Venezuela. Como ejemplo de lo que digo se puede
citar el día en que Rolón, como oficial que me tenía a cargo, me llevó aproximadamente en
el mes de abril de 1978 a una conferencia de prensa que diera Menotti, del cual obra una
foto en la que se puede advertir mi presencia y la de este hombre” (declaración testimonial
de fs. 7526/8 en la causa nro. 7694/99). Respecto a esa conferencia de prensa manifestó que
accedió a ello pensando que no se salía de los límites que se había fijado de no
colaboración efectiva y con la idea de no hacer el reportaje como ellos querían. El teniente
de navío Juan Carlos Rolón y el teniente de navío González Menotti (que trabajaba en el
área de prensa del Ministerio de Relaciones Exteriores) lo llevaron a la Fundación Salvatori
donde estaba concentrado el seleccionado nacional donde se realizó la conferencia de
prensa. El reportaje salió publicado en la revista oficial del Ministerio de Relaciones
Exteriores. En la fundación Salvatori pudo reconocer a miembros del G.T. 3.3/2 de la
E.S.M.A. que trabajaban en tareas de mantenimiento y vigilancia, entre ellos, al suboficial
Víctor Cardo.
Rosario Evangelina Quiroga, también señaló que “[d]esde fines del mes de abril
de 1978, fecha en que me llevaron a Pecera, puedo afirmar que Rolón prestaba servicio en
la E.S.M.A. Justamente este hombre estaba a cargo de los detenidos de este sector y fue
uno de los pocos oficiales a los que conocíamos por su apellido. Rolón cumplió tareas en
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la E.S.M.A. hasta el día de mi liberación, 19 de enero de 1979, como oficial de
inteligencia” (declaración testimonial de fs. 7529/30 en la causa nro. 7694/99).
Asimismo, Enrique Mario Fukman mencionó que el teniente de navío Rolón,
que se desempeñaba en Inteligencia y le decían “Juan”, había expresado en la Isla durante
la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos que el “Topo” Sanz había
sido asesinado tirado al río desde una lancha (documentación remitida por el Juzgado
Central de Instrucción nro. 5 de la Audiencia Nacional de Madrid, en relación con el
Sumario nro. 19/97).
Martín Tomás Gras Craviotto también declaró que “lo conoce a Rolón el día en
que lo secuestran ya que él comandó el operativo. Que luego lo volvió a ver a mediados del
año 1977. Su nombre de combate era ‘Niño’. A su entender es muy probable que en el
inicio del año 1977 Rolón fuera un oficial operativo rotativo, para luego convertirse en
oficial de Inteligencia del Grupo de Tareas. Que lo vio dentro de la E.S.M.A. con seguridad
durante un largo período del año 1978” (declaración testimonial de fs. 12.028/31).
Por su parte, Amalia María Larralde dijo que al llegar a la E.S.M.A. fue alojada
“en un pequeño cuarto ubicado al parecer en un sótano y que poco rato después se hacen
presentes un grupo de personas, entre ellas el teniente de navío Scheller, el teniente de
navío Benazzi, el teniente de navío Rolón, además del citado Matías, quienes la interrogan
acerca de su identificación y actividades, acotando que a tal efecto le había sido sacada la
capucha (…) Que a fines de agosto de 1978 vi secuestrados en la E.S.M.A. a Mirta Capa,
quien fue torturada por Rolón, lo que le fuera comentado por la nombrada” (declaraciones
testimoniales prestadas el 5 de febrero de 1987 en la causa nro. 761 y fs. 12.154/64 de estas
actuaciones).
Miguel Ángel Lauletta, a fs. 846/51 de la causa nro. 7694/99, manifestó que
“JUAN CARLOS ROLÓN era delgado, de un metro setenta y cinco de estatura, pelo
castaño peinado para atrás, en una época usó como un bigotito, luego se afeitó, era un
poco mayor que ASTIZ. Era más bien de cara alargada”. A fs. 7533/5 de la misma causa
agregó que “a fines del año 1976, ROLÓN estaba destinado a la E.S.M.A. como operativo
y se le hizo documento a nombre de MIÑO para llevar a cabo un secuestro de una persona
llamada JULIO BRONER en Venezuela aproximadamente en esa fecha (...) Recuerdo que
ROLÓN continuó siendo operativo aún cuando YON asumió como jefe de ese sector,
aproximadamente en el mes de marzo de 1977 (...) Aproximadamente a mediados de 1977,
supe que ROLÓN junto con GONZÁLEZ MENOTTI habían sido destinados a la Pecera.
Si bien yo en ese entonces no tenía acceso habitual a ese lugar, luego de una autorización
que me diera PERNÍAS accedí a dicho lugar y corroboré que tanto ROLÓN como
GONZÁLEZ MENOTTI tenían sus oficinas allí (…) Recuerdo haberlo visto a ROLÓN en
este lugar al menos hasta fines del año 1978”.
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
En su testimonio conjunto, María Alicia Milia, Sara Solarz de Osatinsky y Ana
María Martí (fojas 1536/64) agregaron que el teniente de navío Juan Carlos Rolón,
oficial de Inteligencia cuyos nombres de guerra utilizados fueron “Niño” y “Juan” tenía
aproximadamente 30 años y participó en los inicios del GT como integrante de los “grupos
de chupe”. A veces había estado a cargo de columnas operativas. Desde febrero de 1977
hasta marzo del 78 estuvo destinado en Puerto Belgrano. Volvió a la E.S.M.A. como oficial
de Inteligencia, cumpliendo entonces su rol de interrogador y torturador de militantes
populares. Se presume que desde fines de 1978 se desempeñó como funcionario del
Ministerio de Relaciones Exteriores.
En efecto, Beatriz Elisa Tokar declaró que a mediados de 1979 el almirante
Montes dejó la Cancillería y el manejo de las relaciones exteriores pasó a manos de la
Fuerza Aérea. Los marinos se fueron y así también las ex prisioneras que colaboraban con
ellos. El único que siguió pasando esporádicamente por ahí fue el teniente Juan Carlos
Rolón quien “tenía su oficina en la Cancillería” (documentación remitida por el Juzgado
Central de Instrucción nro. 5 de la Audiencia Nacional de Madrid, en relación con el
Sumario nro. 19/97, fs. 29.224 y ss.).
Solarz de Osatinsky y Lidia Cristina Vieyra también mencionaron a Rolón
entre los oficiales permanentes del GT (declaraciones testimoniales a fs. 12.300/22 de la
causa nro. 10.326/96, caratulada “Nicolaides Cristino y otros s/sustracción de menores”, de
trámite por ante la Secretaría nro. 13 del Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional
nro. 7 y transcripciones de las declaraciones testimoniales del 8 de noviembre de 2007 de la
causa nro. 1238 del T.O.F. 5).
Carlos Muñoz agregó que “[c]ierto día de fines de abril de 1979 se enteró por
dichos de los torturadores de la detención de una ‘madre de Plaza de Mayo’, una mujer
mayor que por haber aparecido en una fotografía junto a Juan Pablo II en Roma (Italia)
representando a las madres de detenidos desaparecidos era sindicada por la Armada como
el contacto entre la conducción de la agrupación subversiva ‘Montoneros’ y las madres de
mención. Que esa presunción llevó a que la mujer fuera intensamente torturada, durante
varios días, por el Teniente de Navío Juan Carlos Rolón (a) ‘Juan’, Jefe de Inteligencia, el
Tte. de Navío Dunda (a) ‘Gerónimo’ o ‘Palito’, Jefe de Operaciones de los ‘grupos de
tareas’ y por el Capitán de Corbeta Luis D`Imperio, jefe general de todo el grupo de tareas
‘G.T. 3-3-2’. El dicente pudo ver cuando la mujer, tras una de las sesiones de tortura, era
extraída de la ‘huevera’ ya que no podía andar por sus propios medios atento el flagelo
inferido. Que los guardias la llevaron al tercer piso a un sitio identificado como ‘el ocho’.
Esto lo supo por comentarios de otros detenidos, ya que el dicente, para dormir, era
trasladado a ese mismo piso tercero. Que sobre la intensidad del castigo inferido a la
señora detenida, quien resultara ser ‘Thelma’ como se la llamaba allí o bien Thelma Jara
de Cabezas, tuvo el dicente -y otros detenidos aplicados a tareas de ‘logística’- una
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
macabra aunque ya acostumbrada comprobación: dado que el lugar en el que comían
entre tareas contaba con un televisor, se hacía evidente la interferencia producida por la
puesta en marcha de la ‘picana’” (ver declaración de fs. 48/9 de la causa caratulada
“Varela Cid Eduardo s/ denuncia. Jara de Cabezas Thelma” -Legajo nro. 21- que corre por
cuerda).
Por último, en el marco de la causa nro. 1238 que tramitó ante el T.O.F. 5, el 25 de
octubre de 2007 Miriam Liliana Lewin declaró que “allí en la pecera el responsable era
el oficial de apellido Rolón. Tenía una oficina al comienzo de ‘la Pecera’. Le decían ‘la
Pecera’ porque estaba constituido por paneles transparentes que permitían que el oficial
nos vigilara a todos y estaba dividido por un pasillo. Había una biblioteca, varias oficinas,
al fondo a la derecha estaba la oficina de prensa, una salita con teletipos y a la izquierda
un archivo. Allí se tipeaban materiales, se escribían editoriales para Canal 13 que en ese
momento dependía de la Marina. También había una conexión muy fluida con Radio
Difusión Argentina al Exterior y se proveía material y después, avanzado el setenta y ocho,
se empezó a hacer una síntesis de prensa que se elaboraba para el Almirante Massera.
También hay algunos secuestrados que eran obligados a escribir monografías sobre temas
que le interesaban al Almirante y todo esto era supervisado por Rolón. Allí en la pecera
trabajaban Alberto Girondo, Graciela Daleo, Susana Burgos, Nilda Orazi, Sara Osatinsky,
Ana María Martí, María Alicia Milia de Pirles (...) Gasparini, Martín Gras, Antonio
Nelson Latorre, Elisa Tokar (…) todos teníamos un trabajo asignado que iba desde el
mantenimiento y el acrecentamiento del archivo que estaba a cargo de María Imaz de
Allende, pasando por el mantenimiento de la biblioteca a cargo de Nilda Orazi, traspasar a
máquina algunos textos como hacían Elisa Tokar y Graciela Daleo y en mi caso era
redacción de notas periodísticas y traducción de textos del ingles y el francés. El horario
de trabajo era muy largo. A mí personalmente algunas veces me hacían levantarme para
preparar una síntesis de prensa o terminar una traducción que se necesitaba muy
temprano. Nosotros no teníamos por supuesto libertad para transitar por el edificio. Todo
esto quedaba en un ala del tercer piso y nosotros podíamos transitar entre ese ala que se
llamaba ‘pecera’ y ‘capucha’ donde algunos de nosotros dormíamos en el piso, otros en
camastros y otros en lo que ellos llamaban camarotes que eran cubículos muy, muy
pequeños adonde se apilaban una, dos o tres camas. Estos lugares eran móviles, o sea, a
medida que se desocupaba algún camarote había alguno que dormía (…) al lado de donde
nosotros estábamos como miembros de este ‘staf’ que era este grupo de trabajos forzados,
digo de trabajos forzados porque no era una elección, era eso o la muerte, uno no podía
negarse a trabajar, había otro grupo de secuestrados que transitaban lo que era la regla
en la E.S.M.A., que era secuestro, tortura, capucha y traslado. Nosotros sabíamos bien lo
que era ‘el traslado’ porque había habido algunos secuestrados que por error habían sido
llevados en un traslado y después vueltos. Nosotros sabíamos que a pesar de que se nos
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
quería hacer creer que los trasladados eran llevados a algún otro centro de recuperación
que quedaba en el sur o algo por el estilo sabíamos que esas limpiezas que generalmente se
realizaban los miércoles, que era literalmente una limpieza, arrasaban con todo ser
humano que estaba allí en capucha cuando ellos lo determinaban, a veces cuando se les
agotaba la capacidad física y a veces cuando lo disponían porque nosotros sabíamos que
los mataban (…) lo que después se pudo corroborar era nuestra creencia, que les
inyectaban un tranquilizante y que los arrojaban desde aviones al mar. La estructura de
mando de la E.S.M.A. no era rígida en el sentido que, por ejemplo, Chamorro tenía mayor
grado que Acosta pero el que realmente disponía de la vida y de la muerte y nos lo hacía
sentir de todos nosotros era ‘el tigre’ Acosta. Ellos se llamaban a sí mismos con nombres
de animales o con pseudónimos. Por ejemplo, Acosta era ‘Santiago’, ‘Aníbal’ o ‘Tigre’,
después estaba ‘Mariano’ o ‘Pingüino’ que fue el responsable de mi caso durante mi paso
por la E.S.M.A., Scheller, después estaba Rolón, el ‘Puma’ que era Perren, después
Donda, ‘Palito’, ‘Jerónimo’, estaba Febres por supuesto, ‘Selva’, ‘el gordo Daniel’, se
comentaba y esto era vox populi allá adentro que era el que tenía contacto con las
secuestradas embarazadas, que les hacía armar el ajuar, que les hacía escribir una carta a
sus familias diciéndoles que criaran a los bebés que daban a luz hasta que ellas pudieran
recuperar la libertad y que después él salía de la E.S.M.A. con los bebés. Por lo menos
algunos compañeros lo habían visto (...) Había empezado a hacer un relato de los oficiales
y suboficiales del grupo de tareas. En principio estaba el ‘Tigre’ Acosta, obviamente
Chamorro que era el director de la Escuela, después había nombrado a Donda, a
‘Mariano’, había personal de la Policía, por ejemplo, ‘Federico’ de apellido González,
Juan Carlos Linares que le decían el ‘gordo Juan Carlos’, después había otro oficial de la
marina Whamond, Benazzi, González Menoti, Astiz, por supuesto. Tenían todos distintas
funciones dentro del grupo de tareas aunque muchas de estas funciones eran móviles, por
ejemplo, a pesar de que Febres pertenecía a Inteligencia lo hemos visto salir a operar en
secuestros, participar en torturas (…) en mi caso el que determinaba esas tareas era a
veces el ‘Tigre’ Acosta directamente, o sino Rolón”.
Lewin agregó que “el teniente ROLÓN que estaba a cargo de la pecera, era alias
JUAN o NIÑO, tenía charlas con nosotros y comentaba que MASSERA quería ser
presidente; qué pensábamos nosotros de él; hacía comentarios sobre las intenciones
políticas de MASSERA” (declaración testimonial en la causa nro. 13/84, fs. 5709/56).
En cuanto a Alberto González, alias “Gato” o “Menotti”, los testigos Liliana
María Andrés (Legajo nro. 61), Maria Eva Bernst de Hansen (Legajo CONADEP nro.
2453), Mercedes Inés Carazzo (fs. 12417/8), Cristina Aldini (cfr. transcripciones de las
declaraciones testimoniales del 1ro. de noviembre de 2007 de la causa nro. 1238 del T.O.F.
5), Lila Pastoriza -quien lo señaló como uno de los interrogadores y torturadores de JUAN
GASPARINI en enero de 1977- (Legajo CONADEP nro. 4477), Ana María Soffiantini
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
(cfr. transcripciones de las declaraciones testimoniales del 13 de noviembre de 2007 de la
causa nro. 1238 del T.O.F. 5), Carlos García (fs. 7772/4), Susana Jorgelina Ramus quien afirmó que González Menotti estaba en operativos, generalmente en interrogatorios(declaración del 17 de febrero de 1998 ante la Cámara Nacional de Apelaciones en lo
Criminal y Correccional Federal de la Capital Federal), Liliana Noemí Gardella (fs.
12403/6), Ana María Martí -quien lo recordó como un oficial de inteligencia torturador
que trabajaba en el Ministerio de Relaciones Exteriores- (testimonio ante el Embajador de
la Republica Argentina en España del 30 de octubre de 1984, Legajo CONADEP nro.
4442), Nilda Haydee Orazi (Legajo CONADEP nro. 3596), Carlos Gregorio
Lordkipanidse (Legajo nro. 134), Alfredo Julio Margari (fs. 7792/94) y Miriam Liliana
Lewin (declaración en causa nro. 10.326/96, caratulada “Nicolaides Cristino y otros
s/sustracción de menores”, de trámite por ante la Secretaría nro. 13 del Juzgado Nacional en
lo Criminal y Correccional nro. 7) lo reconocieron como un importante integrante del sector
inteligencia del GT 3.3/2.
Asimismo, Emilio Enrique Dellasoppa manifestó que “[d]urante las sesiones de
tortura estuve encapuchado. Sin embargo pude saber que estaban el Tigre Acosta,
‘Trueno’, ‘el Gato’ y ‘Manuel’. Allí lo que me decían era que lo único que les interesaba
era que les entregara a mi responsable que era el Dr. Zabala Rodríguez (…) El día 10 de
enero llegan Gasparini y Hernández. Entonces Lauletta me comentó que había caído todo
el Departamento de Finanzas de Montoneros. Me comentó que la gente de la E.S.M.A. la
noche anterior estaba comiendo un asado por ahí cuando se enteraron que había caído
una pareja en el Tigre que al interrogarla surgió la dirección de la oficina donde
funcionaba el Departamento de Finanzas de Montoneros. Por tal motivo montaron una
ratonera en la que participaron entre otros ‘el Gato’ y ‘Dante’. El ‘Gato’ era de
inteligencia pero ‘Dante’ era operativo (…) ‘El Gato’ era el oficial que interrogaba a
Gasparini (…) le preguntaba constantemente a Gasparini si en ese local o en otros había
más cajas fuertes con dinero” (fs. 2644/9 de la causa nro. 7694/99).
Marta Remedios Álvarez declaró que Acosta, Radice, Savio, Paso y González
Menotti eran los que participaban en las operaciones de carácter económico del grupo de
tareas, a lo que agregó que González Menotti, Acosta y Radice concurrían diariamente a
la casa ubicada en la calle Besares nro. 2025, planta baja, de la ciudad de Buenos Aires que
había sido apropiada a un detenido de quien no conoce su identidad (declaración de fojas
6921/8 y 14.111/5vta.).
En igual sentido, Norma Susana Burgos refirió que Acosta, Radice, González
Menotti pertenecían a un grupo “selecto” que había montado, a los efectos de la
falsificación de documentos y el desapoderamiento de los bienes de los detenidos, los
elementos necesarios para llevar ello a cabo, aclarando que al principio era rudimentario,
siendo a lo largo del tiempo desarrollado con extrema profesionalidad (declaración
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
testimonial de fs. 12.166/75) y Marcelo Camilo Hernández mencionó que “[e]n las
conversaciones que mantenían alrededor de los bienes obtenidos o de dinero generalmente
participaban los mismos que eran el Tigre Acosta, Whamond, Pernia, Rolon, Menotti y
Radice” (fs. 1897/1900 de la causa nro. 7694/99). Similar testimonio prestaron Juan
Gaspari al afirmar que “[l]os que andaban con documentaciones sobre estos temas [la
apropiación de bienes de secuestrados] son estos cuatro: Radice, González Menotti,
Daniel Berrone y Miguel Ángel Benazzi (‘Salomón’ y ‘Manuel’)” (fs. 920/3 de causa nro.
7694/99) y Miguel Ángel Lauletta quien en su declaración obrante a fs. 1366/72 de la
causa nro. 1376/04 sostuvo que “los secuestrados eran desapoderados de sus bienes. Para
ello se confeccionaba la documentación que resultaba necesaria para concretar ese fin con
nombres verdaderos o falsos de los secuestrados. Los oficiales encargados de esta
operatoria eran Díaz Benazzi y González Menotti, y posteriormente se incorporó Jorge
Radice”.
Víctor Melchor Basterra manifestó que “[e]ntre fines de 1982 y principios de
1983 me entero de que se forma un organismo interno de la Armada al que denominaban
COPECE. Aunque desconozco el significado de la sigla, supe que la tarea era la de
acumular y clasificar datos concernientes a la represión. Este organismo funcionó un
tiempo en la casa de oficiales y luego, según comentarios, me enteré de que lo habían
trasladado a un edificio recién construido situado en las inmediaciones del puerto. Estaba
integrado por ex miembros del Grupo de Tareas como el capitán Acosta, el capitán
Scheller, el teniente o capitán González Menotti, alias Luis o Gato y otros” (Legajo
CONADEP nro. 5011).
En el epígrafe de la foto de González que aportó a la CONADEP, se señala:
“[o]ficial de Inteligencia. Torturador. Participó en operativos, actuó en el secuestro de las
monjas francesas y familiares de detenidos desaparecidos. Luego en el área de prensa del
M.RR.EE. Integró el Centro Piloto París. Se desempeñó como asesor en la Embajada
Argentina en Londres”.
En este sentido, Mercedes Inés Carazzo manifestó que fue torturada durante dos
días por Francis William Whamond (a) Duque y Benazzi (testimonial de fs. 12041/3) y que
estando en el Centro Piloto París en una oportunidad se hacieron presentes Jorge Acosta,
González Menotti, otro al que llamaban Sergio y el Turco Benazzi, jactándose de haber
detenido a las monjas francesas y al pelado Dri (declaración de fs. 12.417/8).
Lisandro Raúl Cubas recordó al “oficial llamado González Menotti que se
apodaba Gato. Era un oficial de Inteligencia del cual no puedo dar muchas precisiones en
torno a la actividad que haya desplegado. Sí recuerdo claramente que este oficial tenía a
su cargo a Silvina Labayru. Esto me lo dijo justamente esta chica ya que en oportunidad de
tratar de apoyarla y consolarla, ya que se encontraba embarazada, me hizo esa referencia.
Otro dato que puedo aportar es que recuerdo que Gato en un principio iba a ser el oficial
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
de inteligencia que se iba a infiltrar en el grupo de los familiares de los desaparecidos.
Finalmente, por una serie de internas, terminó siendo Astiz quien cumplió con esta función.
También tengo el recuerdo de que este oficial fue uno de los que participó en el secuestro
de la Iglesia Santa Cruz” (fs. 1364/5 de la causa nro. 1376/04). Agregó el testigo que el
teniente de navío González Menotti tenía entre 25 y 27 años, de 1,75 de estatura, cabello
castaño ondulado, nariz fina y recta (fs. 124/40 de la citada causa) participó activamente en
secuestros, interrogatorios y torturas.
Rosario Evangelina Quiroga mencionó haberlo visto en la E.S.M.A. varias veces
(fs. 9353) mientras que Graciela García Romero manifestó que los oficiales Whamond y
González Menotti, “Gato”, se presentaron en la sala de interrogatorios, añadiendo que el
último estuvo en E.S.M.A. desde 1976 hasta que la testigo fue sacada de allí (fs. 11.761/6).
Además, Alberto Girondo aseguró que “Alberto González Menotti, era uno de
los oficiales de inteligencia de G.T. Es decir, participaba de algunos de los secuestros y de
algunos de los interrogatorios” (fs. 12.085/91) y Martín Tomás Gras (declaración obrante
a fs. 97/110 del Legajo nro. 71) y Lidia Vieyra (declaración del 27 de enero de 1984
prestada mediante escritura nro. 37 ante el escribano Losada) lo identificaron como uno de
los responsables de sus secuestros.
Por su parte, Silvia Labayrú sabe que González se desempeñó en la E.S.M.A. en
el año 1977 como oficial del grupo de inteligencia en una línea inferior a Acosta que
también formaban Antonio Pernías y Coronel (fs. 12.177/86).
En este sentido, Andrea Marcela Bello expresó que “había un pizarrón blanco
de los que se borran con agua y que se escriben con fibrón y lo que ellos armaban ahí eran
grupos de cómo iban a secuestrar. El efecto de ese pizarrón era decir, ‘bueno ahora
secuestramos a fulano, mengano’, iban quedando los nombres anotados y lo recuerdo
claramente porque además yo estaba en ese pizarrón (…) el pizarrón era parte de la
oficina de inteligencia (…) los oficiales estaban ahí, en inteligencia, los mismos auxiliares
de inteligencia González, escribían, borraban, cambiaban” (cfr. transcripciones de las
declaraciones testimoniales del 30 de octubre de 2007 de la causa nro. 1238 del T.O.F. 5).
Amalia María Larralde también recordó que uno de los primeros encargos que le
hicieron fue resumir unos libros de aviación naval ya que dos tenientes de la aviación naval
que operaban en el grupo (teniente González Menotti y Wis Navarro) querían hacer un
libro firmado por ellos (fs. 12.107/53).
Agregó la testigo que “…en ese mismo mes de octubre [de 1978] secuestraron a
tres abogados. Uno no me acuerdo el nombre, el otro era Díaz Lestrem y el otro era
Horacio Pesci. A ellos los tortura González Menotti muy fuerte” (cfr. transcripciones de las
declaraciones testimoniales del 30 de octubre de 2007 de la causa nro. 1238 del T.O.F. 5).
Al respecto, en el marco de la causa nro 761, Larralde manifestó que “en una oportunidad,
a fines de octubre de 1978, vio a un abogado, Díaz Lestrem, en un cuarto donde se
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
torturaba, escuchando sus gritos de dolor, viéndolo después en malas condiciones físicas,
sabiendo que el autor de dichas torturas fue el capitán González Menotti. Que alrededor
del 20 de noviembre vio al citado Díaz Lestrem que salía del tercer piso vestido con saco y
corbata, aparentemente para ser liberado, escuchando al día siguiente que había sido
encontrado muerto. Que junto con el citado había dos abogados más, uno de ellos Eduardo
Pesci, quien también fue torturado por González Menotti, lo que le consta por lo mismo
que en el caso anterior (…) dentro de la E.S.M.A. la tortura era una cosa cotidiana
sabiendo por dichos de algunos oficiales, entre ellos ASTIZ o en algunos casos por
haberlos visto, que los torturadores eran el teniente Alberto González Menotti llamado
GATO (…) Que con respecto a las torturas de Díaz Lestrem le consta que el autor fue
González Menotti ya que lo vio salir del cuarto de torturas y porque la propia víctima se lo
refirió, lo mismo ocurre con el abogado Pesci” (declaración testimonial de 5 de febrero de
1987).
Sobre este caso, agregó Lisandro Raúl Cubas que el doctor Guillermo Díaz
Lestrem llega secuestrado a la E.S.M.A. junto con otro abogado, el doctor Pesci que fue
funcionario de la U.N.B.A. (Universidad Nacional de Buenos Aires) durante el rectorado de
Ernesto Villanueva. Los secuestran en octubre de 1978. A ambos los vio en la E.S.M.A.
Estaban en “capuchita” aunque podían acercarse a ellos cuando los bajaban al baño. Díaz
Lestrem estaba muy delgado y físicamente mal. Un día lo hicieron vestir bien, le dieron sus
documentos y lo trasladaron individualmente. Otros prisioneros lo vieron salir con vida. Al
día siguiente al leer los diarios se enteraron que fue hallado muerto en Palermo a
consecuencia de haber ingerido una pastilla de cianuro. El oficial que tenía a su cargo el
tratamiento de estos dos abogados era el teniente de fragata Alberto González Menotti (cf.
Legajo nro. 96, pertenciente a “Cubas, Lisandro y Quiroga, Rosario”).
Por otra parte, Miguel Ángel Lauletta declaró que “González Menotti era un
oficial operativo, apodado ‘Gato’. La primera vez que lo veo en un operativo fue el día 20
de octubre de 1976, en lo que se llamó las citas nacionales. Digo que lo vi porque a mí me
habían llevado para ver si podía reconocer a gente de documentación de Montoneros. Era
una cita en la zona sur del Gran Buenos Aires. Una vez que se llegó a la cita, González
Menotti descendió de uno de los vehículos llevando la contraseña usada en la
organización. Al rato aparecieron en la cita dos personas, un hombre y una mujer con
contraseñas también. Viendo que pasaba el tiempo y no llegaba nadie más a la cita se le
dio la voz de alto a estas dos personas que salieron corriendo y González Menotti disparó
con su arma de puño e hirió de muerte al hombre, mientras que la mujer fue abatida por
Savio con un tiro de escopeta” (declaración testimonial de fs. 7533/5).
Finalmente, Adriana Ruth Marcus manifestó que “[e]n marzo de 1979, nos
dijeron que alguna de las mujeres que estábamos allí debía acompañar al ‘Gato’ (Alberto
González) y a ‘Jerónimo’ o ‘Palito’ (Adolfo Donda) a México. Fui yo, porque las demás
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
tenían hijos. Me hicieron un pasaporte a nombre falso y estuve allí unos 10 días. Los
marinos armaron varios operativos, aparentemente para ubicar a Jaime Dri, que se había
escapado de la E.S.M.A., pero no lograron su cometido” (fs. 10.782).
En relación con ese viaje agregó: “…yo estaba absolutamente rehén y en sus
manos porque no tenía siquiera mi propio documento, tenía un documento falso, ellos
obviamente también y tenía que estar permanentemente con ellos. No tenía posibilidades
sin ser controlada por ellos. Siempre tuve la sospecha pero nunca supimos verdaderamente
para qué había sido este viaje, no sé si fue una fantasía, una sospecha o qué, pero había
una idea de que se estaba intentando ubicar a Jaime, pero realmente nunca lo pudimos
saber a ciencia cierta” (cfr. transcripciones de las declaraciones testimoniales del 25 de
octubre de 2007 de la causa nro. 1238 del T.O.F. 5).
Recordó también que Acosta hacía levantar por las noches a algunas mujeres, las
hacía vestirse femeninamente y las llevaba a comer al Restaurante “El Globo”, junto con
Astiz, Scheller, “Manuel” y “El Gato” (fs. 6176/78); también era llevada todos los días a
trabajar forzosamente al sótano de la E.S.M.A. por donde circulaban los represores
“Mariano” (Scheller) y “Manuel” (Miguel Ángel Benazzi) (ver fs. 10.782).
En otro orden de ideas, Susana Jorgelina Ramus mencionó que “[e]ntre lo
oficiales que se encargaban del traspaso de los bienes, la testigo indicó a ‘Selva’, Acosta,
Radice y Cavallo” (declaraciones testimoniales de fs. 970vta./975vta., 1696/7 y 2284/vta. y
testimonio de fojas 1718/22 de la causa nro. 14.217/03). Similar testimonio prestó Adriana
Marcus: “[e]n la casa de Zapiola tuve que seleccionar artículos de los diarios junto con
Amalia Larralde y otros tres secuestrados. Los viernes pasaba el hijo de Massera, Radice y
Ricardo Cavallo para buscar los informes que se confeccionaban allí para Massera y su
proyecto político. Frecuentemente venían Acosta, Astiz, Cavallo y otros represores, a
supervisarnos. También nos controlaban llamando por teléfono. En el garaje de la casa
había una biblioteca llena de libros secuestrados a los detenidos”.
En este sentido, Lázaro Jaime Gladstein (ver fojas 168/169 del legajo nro. 64)
manifestó que “aproximadamente a los diez días de ser secuestrado, es conducido
nuevamente al sótano, esta vez a otra sala distinta a pocos metros de la primera, donde es
atado a una cama elástica, desnudado y sometido a pasajes de corriente eléctrica en
diversas partes de su cuerpo, agregando que en esta oportunidad se hallaba con los ojos
descubiertos. Que los autores materiales de dicho procedimiento fueron el Oficial de
Marina Scheller, apodado ‘Mariano’ o ‘Pingüino’ y un suboficial de Prefectura de
apellido Azic, conocido como ‘Fredy’ o ‘Claudio’. Que además, en esta segunda sesión se
hallaban presentes otras personas más entre las cuales individualizó al Teniente Astiz y al
menos al citado Donda…”. Agregó que “el comentario general era que Dunda, Giba y el
Capitán Acosta eran las personas que más torturaban”.
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
En lo que respecta a Radice, Savio, Weber, Suárez Mason, Generoso, Coronel,
Damario, Pittana, Miguel Ángel García Velasco, Fotea, Azic, Cuomo, Daer, Altamira y
Lynch Jones integrantes del Sector Operaciones y Logística del Grupo de Tareas, les
imputo haber mantenido privadas de su libertad a la víctima consignada en el presente
requerimiento y haberle impuesto condiciones inhumanas de alojamiento mientras
permanecieron detenidas en cautiverio dentro del casino de oficiales de la Escuela de
Mecánica de la Armada, por lo que deben ser tenidos como coautores de tales delitos.
Asimismo, integraban el Sector de Operaciones del Grupo de Tareas 3.3/2 cuando sus
integrantes intentaron ocasionarle la muerte a la víctima y robaron el vehículo necesario
para trasladarla a la E.S.M.A., por lo que deben ser considerados partícipes necesarios de
ambos delitos toda vez que realizaron -en la medida de la función que desempeñaban
dentro de la E.S.M.A.- un aporte sin el cual el hecho principal que llevaron adelante los
nombrados no hubiera podido cometerse (cfr. Bacigalupo, Enrique, ob. cit., p. 530).
En este sentido, Zaffaroni sostiene que “el partícipe actúa afectando el mismo bien
jurídico que el autor, pero sólo que no lo hace en forma directa, sino por medio del hecho
antijurídico del autor” (Zaffaroni, Alagia, Slokar, ob. cit., p. 760).
En primer término, deben tenerse en cuenta los legajos de servicios de los
imputados. Así, consta que Savio se desempeñó en la E.S.M.A. desde el 7 de mayo de 1973
hasta el 13 de agosto de 1979, siendo enviado luego a España por el término de dos años
(cf. fs. 94 de su legajo de servicios) y Damario se desempeñó como oficial de operaciones
en la E.S.M.A. entre el 25 de enero de 1977 y el 11 de abril de 1979, siendo designado en el
año 1978 como funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores, en el área de prensa
(cf. fs. 76/7 de su legajo de servicios).
La fecha de actuación de cada uno de los nombrados en el G.T. 3.3./2 también se
estableció a partir de los siguientes testimonios.
Alberto Girondo indicó a Radice y Savio (a. “Norberto”) como integrantes del
Grupo de Tareas 3.3/2. Además especificó que no sólo los oficiales de Inteligencia
torturaban en la E.S.M.A., sino que también lo hacían todos los miembros fijos del G.T. y
los encargados de Logística, algunos de ellos en forma frecuente como (...) el comisario
“Boero” (Weber, a. “220”) (declaraciones de fs. 230/74 y 1195vta. de los Legajos 48/59 y
fs. 7907/9 del expediente principal).
Asimismo, Graciela Beatriz Daleo indicó que el sector “Logística” estaba
integrado por Jorge Carlos Radice, Carlos José Pazo (jefe de dicho sector hasta
septiembre u octubre de 1978), Alejandro Spinelli y Néstor Omar Savio.
Martín Gras señaló como responsables directos de la estructura represiva que
funcionaba en el casino de oficiales de la Escuela de Mecánica de la Armada, entre otros, a
Ernesto Frimón Weber -asesino y torturador-; Jorge Carlos Radice -eximio tirador con
armas largas, asesino nato y francotirador durante los operativos-; Néstor Omar Savio;
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
Juan Carlos Rolón -torturador- y Julio César Coronel (testimonio brindado ante la
CONADEP -CASOS 48 A 59 “DOMON, Alicia Ana María” ANEXO II, CUADERNILLO
DE PRUEBA “C”, sin foliatura correlativa-).
En igual sentido, Norma Susana Burgos indicó como miembros del Grupo de
Tareas 3.3/2, entre otros, a: Ernesto Frimón Weber (a. “Armando”, “220” y “Rogelio”),
quien enseñó el uso de la picana eléctrica, asesino y torturador profesional; Jorge Carlos
Radice (a. “Ruger” y “Gabriel”), teniente de fragata, oficial de logística, contador, eximio
tirador con armas largas y secretario del almirante Massera y Néstor Omar Savio (a.
“Norberto” y “Halcón”), teniente de fragata, oficial de logística, se enriqueció con el botín
de guerra robado a los secuestrados (Informe presentado en CASOS 48 A 59 “DOMON,
Alicia Ana María” - ANEXO II, CUADERNILLO DE PRUEBA “A” sin foliatura
correlativa).
Al respecto, Sara Solarz de Osatinsky declaró que “Juan Carlos Linarez iba
conduciendo el vehículo en el que la introducen en el momento en que la secuestran. En el
vehículo estaban Gonzalo Sánchez y uno al que le decían ‘Fragote’. Que el que le pegó en
la cabeza con la llave inglesa fue Radice, quien días más tarde le reveló que había sido él
quien la había lesionado abriéndole la cabeza. También estuvo Astiz en el secuestro dentro
de la camioneta SWAT desde donde vigilaban hacia el exterior, vigilando. Que la
colocaron en ‘capucha’ y días después cuando ingresaron a sacarle la fotografía, pasaban
todos los que participaron en el operativo y se identifican como los que habían participado
en su secuestro. Como se había desvanecido por el golpe, no le colocaron capucha.
Comenzó entonces a despertarse en el automóvil, donde estaba acostada en el piso boca
arriba y pudo ver las caras de los que tripulaban en el vehículo. Que la llevan a la
E.S.M.A. de donde la bajan ya con capucha. La conducen al sótano. La hacen bajar unos
escalones. La conducen a la pieza conocida como ‘13’ ubicada en un lugar con un cartel
que decía ‘Av. De la Felicidad’” (declaración testimonial de 14 de junio de 2007).
El propio imputado Jorge Carlos Radice declaró que “[m]i tarea consistía en una
doble función operativa y administrativa tal cual lo refieren la doctrina en vigencia de la
Armada. Dicha tarea la cumplía dentro del grupo de tareas que funcionaba en la Escuela
de Mecánica de la Armada. En cuanto a la función operativa era la misma que la
declarada en la causa nro. 13, consistía en operar armas largas. Es decir, que cuando
‘salía’ el grupo de tareas a cumplir con un operativo en la calle, el declarante era el
encargado de llevar las armas largas y utilizarlas en caso de ser necesario. Precisó que
utilizaba un fusil de francotirador con mira telescópica. Con relación a las características
de los operativos a los que el declarante fue enviado, tenían rasgos en común como por
ejemplo: ‘cerco, techo y allanamiento’. Aclara que con ‘cerco’ se refiere ‘al conjunto de
personal responsable de cerrar un perímetro, como puede serlo una manzana’, con ‘techo’
al ‘empleo de armas largas desde una altura’ y con ‘allanamiento’ o ‘choque’, al que
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
‘ejecutaba la operación más cercana al blanco’. Aclara que no fue a todos los operativos
que hacía la E.S.M.A., estimativamente podría decir que iba a tres operativos por semana.
Que con relación a si se trataba de operativos de envergadura aclara que por la cantidad
de personas que participaron en el mismo, sí se trataban en altísimo porcentaje de
procedimientos de envergadura, siempre y cuando ésta se entienda en los términos de la
cantidad de personas intervinientes y desplazamiento de las mismas. El declarante cumplía
las misiones asignadas en los operativos mientras estuvo en la E.S.M.A. (...) Recuerda a
Marcelo Cerviño como un blanco de inteligencia, y que murió en combate, ya que cuando
se le impartió la voz de alto dio la vuelta y disparó tres tiros, siendo obviamente abatido
por la diferencia potencial de fuego de parte de quienes habían impartido la voz de alto
(...) Su apodo en la E.S.M.A. era ‘Gabriel’ o ‘Ruger’, aclarando que había otras personas
con esos mismos apodos y que lo utilizaban indistintamente. En lo concerniente a las
funciones operativas, aclara que siempre intentaba repeler la agresión hiriendo a las
personas con la orden de no darles muerte, pero obviamente no era lo mismo que ocurriera
esto de día que de noche. (...) Que no sólo intervino en operativos que implicaban
allanamientos en domicilios sino también en operativos realizados en la vía pública de día
o de noche sobre cualquier ‘blanco’, es decir una persona que podía ser detenida. El
declarante siempre se colocaba a la distancia, es decir en terrazas, fuera del teatro
inmediato de operaciones. Intervino en innumerables operativos en la provincia de Buenos
Aires y algunos menos en Capital Federal. Que puede recordar uno ocurrido en 1976 en el
canal San Fernando, en el que cree recordar que murieron todos, que no eran muchos, no
sabe si hombres o mujeres. También recuerda el operativo que vincula a Juan Julio Roque,
ocurrido en una casa de la zona oeste de la provincia de Buenos Aires sobre la calle Los
Ceibos, donde se produjo la muerte de dos personas y se incautó documentación de los
subversivos que supone fue llevada a la E.S.M.A. Antes de ir a un operativo los de
inteligencia le exhibían fotos del lugar a donde iban a operar (...) desconoce el destino de
los cuerpos y que no había un lugar específico para alojar a los cuerpos de estas personas
e ignora qué pasaba con ellos (...) Aclara que efectivamente dentro de la E.S.M.A. había
personas privadas de su libertad pero se va a referir exclusivamente a aquéllas que
estaban en un sector especial, que eran quienes iban a ser liberados en el futuro. Sólo a
estas personas el declarante tenía acceso, por su jerarquía y función, y en muchísimas
ocasiones salía con los detenidos del ámbito de la E.S.M.A. para proveerlos de ropa y
elementos ordenados por la superioridad, como por ejemplo libros, medicamentos, etc. (...)
Que sí vio detenidos en el ámbito de la E.S.M.A., específicamente en lo que llama el Casino
de Oficiales (...) Algunos de ellos los vio con esposas colocadas, otros con grilletes y otros
con sus ojos tapados o tabicados (...) Recordó a Mercedes Carazo como una mujer muy
inteligente que vio en la E.S.M.A. (...) En la E.S.M.A. trabajaban quienes identifica como
‘Jirafa’, ‘León’, Astiz, Chamorro, Acosta, Perrén, Rioja, D´Imperio, Roberto González y
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
Linares de la Policía Federal, el teniente Pernías, el capitán Scheller y Weber ‘le suena’
pero no sabe qué era” (declaración brindada sin prestar juramento de decir verdad el día 26
de febrero de 1998 obrante a fs. 373/88 del CUERPO II del “INCIDENTE DE
BÚSQUEDA E IDENTIFICACIÓN DE: ALICE DOMON, LÉONIE DUQUET,
EDUARDO GABRIEL HORANE Y OTROS”).
Marta Remedios Álvarez manifestó, entre otras cosas, haber sido secuestrada el
día 26 de junio de 1976 por Antonio Pernías y Néstor Savio, entre otros. Fue llevada a la
Escuela de Mecánica de la Armada donde permaneció clandestinamente prisionera hasta
que comenzaron sus salidas en agosto o septiembre de 1978 y la última vez que durmió allí
fue en junio de 1979. Al llegar a la E.S.M.A. fue desnudada y atada al elástico metálico de
una cama por Pernías, Linares y Weber (alias “220”) y cuatro personas más que
comenzaron a torturarla aplicándole pasajes de corriente eléctrica. Entre los oficiales que en
forma permanente estaban en la E.S.M.A. mencionó, entre otros, a Acosta, Pernías,
Alberto González y Scheller en el Sector de Inteligencia; a Perren, Radice, Savio (alias
“Halcón” o “Pantera”) -que era el segundo de Perren-, Astiz y Weber en el Sector de
Operaciones (declaraciones testimoniales fs. 14.111/5vta. y 14.131/2).
También Carlos Alberto García reconoció como partícipe de su secuestro a
Néstor Omar Savio (presentación obrante a fs. 7772/4). Asimismo, manifestó “[q]ue al
producirse su secuestro en octubre de 1977 es golpeado y conducido a E.S.M.A. por un
grupo de personas armadas, algunos de cuyos integrantes más adelante descubrió su
identidad, tratándose del Teniente Astiz, el Comisario Wheber apodado ‘220’, Juan Carlos
Linares, apodado el ‘gordo Juan Carlos’ y otro apodado ‘Federico’. Que llegado a la
Escuela es conducido al sótano a una sala donde es atado a una cama metálica y torturado
durante dos días, mediante la aplicación de golpes, pasajes de corriente eléctrica y
quemaduras con cigarrillos. Que aproximadamente veinte días después de su secuestro es
obligado a acompañar a un grupo integrado entre otros por Wheber y el gordo Juan
Carlos al domicilio de un amigo suyo Alfredo Margari, a quien secuestran y conducen a
E.S.M.A.” (declaración de fs. 198/9 del Legajo nro. 44 que corre por cuerda).
El propio Weber reconoció haberse desempeñado como oficial de enlace entre la
E.S.M.A. y la Policía Federal, teniendo especialmente a su cargo la diagramación de las
rutas de acceso a los sitios donde debía concurrir el grupo operativo dado su conocimiento
específico en la materia. Amén de ello, también se hallaba entre sus funciones la de avisar a
la seccional policial correspondiente acerca de los operativos que realizaría el grupo de
tareas a los efectos de gestionar, de este modo, una “zona liberada” que otorgara libertad de
acción a los secuestradores. Su vinculación concreta con estos casos se encuentra
acreditada por su condición de integrante del sector operativo del grupo de tareas en esa
época y por su probada participación en las torturas infligidas a los distintos detenidos. Al
respecto, debe tenerse en cuenta que en general los interrogatorios los llevaban adelante los
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
oficiales del sector de inteligencia, excepto cuando un integrante del grupo operativo había
participado en el secuestro concreto y tenía algún conocimiento especial sobre el caso
(declaración indagatoria de fs. 8997/9001 de la causa nro. 18.918/03).
Sobre la función y existencia dentro del GT 3.3/2 de enlaces de otras fuerzas es
importante destacar lo manifestado por los altos mandos de la Armada.
Así, Oscar Antonio Montes reconoció que “[e]n el G.T. 3.3 hubo personal en
comisión como enlaces pertenecientes a otras F.T. y de Seguridad. Ello era fundamental
para una adecuada coordinación y rápido encaminamiento de toda necesidad de mutuo
apoyo” (declaración sin juramento de fs. 2037/49) y José Antonio Suppicich manifestó
que “[e]n el G.T. 3.3 revistaron en comisión personal de otras Fuerzas de Seguridad y
Policiales, a veces en forma esporádica, en carácter de enlace con la Fuerza respectiva”
(declaración sin juramento de fs. 2177/95).
Asimismo, Rubén Jacinto Chamorro declaró que “hubo personal en comisión
con funciones primarias de enlace pertenecientes a otras FF.AA./FF.SS. básicamente para
asegurar una adecuada y rápida coordinación”, a lo que agregó que “el intercambio de
información con otras FF.AA. y/o de Seguridad o Policiales era amplio y se hacía por la
cadena de mando mediante la comunidad informativa y de ser necesario en forma
horizontal mediante los oficiales de enlace respectivos” (ampliación de declaración
indagatoria a fs. 2140/74).
En igual sentido, Manuel Jacinto García (fs. 2052/7), José Néstor Estévez (fs.
2059/66), Humberto José Barbuzzi (fs. 2071/83) y Rubén Oscar Franco (fs. 2084/93)
afirmaron que en los G.T. habían oficiales de enlace de otras FF.AA., de Seguridad y
Policiales.
Por último Juan Antonio del Cerro, al prestar declaración sin juramento a fs.
76/86 del incidente de búsqueda de Mónica Candelaria Mignone reservado en autos, indicó
que cada Grupo de Tareas estaba integrado por delegados de cada una de las Fuerzas, tales
como Ejército, Marina, Fuerza Aérea, Policía Federal, Servicio Penitenciario y Secretaría
de Inteligencia del Estado. Además, mencionó que cuando llevaban adelante los
procedimientos tenía que haber personal de la Policía Federal que oficiara de enlace con las
Fuerzas para avisar a las Comisarías de la jurisdicción que habría un procedimiento en
determinado lugar. Explica que cuando debían “penetrar” en un domicilio muchas veces lo
hacían con una cobertura de tipo “oficial”, por ejemplo de la Municipalidad que permitiera
ingresar al domicilio, pero igualmente implicaba un alto riesgo para el personal
interviniente ya que la mayoría de las veces fracasaba porque la maniobra era descubierta y
empezaban los tiros desde adentro del inmueble.
En otro orden de ideas, Ricardo Coquet también señaló al subcomisario Ernesto
Weber (apodado “220”), al teniente Savio (apodado “Norberto”) y a “Fragote” del
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
Servicio Penitenciario como miembros del Grupo de Tareas 3.3/2 (declaración de fs. 3/8
del Legajo nro. 124).
Del mismo modo, Lila Pastoriza en su declaración de fecha 11 de febrero de 1987
expresó que tanto por comentarios de los prisioneros como de los guardias, se enteró que
“220” -Weber- también participaba de sesiones de tormentos. En igual sentido se
pronunció Beatriz Elisa Tokar al reconocer entre las personas que estaban en una sala [de
torturas] de la E.S.M.A. a Ernesto Weber (presentación efectuada a fs. 8961/70).
A su vez, María Amalia Larralde relató que fue privada ilegítimamente de su
libertad el día 15 de agosto de 1978, y que en ese procedimiento, fue introducida en un
automóvil donde fue golpeada, esposada y encapuchada por “Matías” (capitán de corbeta
Ricardo Corbeta), “Osvaldo” y “220” (oficial de Policía Weber). Ya en la E.S.M.A. fue
interrogada acerca de su identidad y actividades por un grupo de personas entre quienes se
hallaban el teniente de navío Scheller, Benazzi, el teniente de navío Rolón y el capitán de
corbeta Ricardo Corbeta (“Matías”). Asimismo, recordó que, aproximadamente a fines de
1978, en un procedimiento muy grande, “Matías”, disfrazado de cura, “entregó” a una
persona de apellido Menéndez, habiéndose comentado luego que Vildoza lo había matado.
Un procedimiento similar fue llevado a cabo respecto de un muchacho apodado “Ñato”,
cuyo cadáver fue trasladado a la E.S.M.A. (declaración de fojas 135/41vta. obrante en el
Legajo nro. 64).
Por su parte, en el operativo donde fueron secuestrados Adolfo Kilmann, Rita
Irene Mignaco de Otero, su marido Javier Otero y Marta Remedios Álvarez (26 de junio de
1976) participaron “Juan Carlos Linares, Néstor Sabio (SIC), Antonio Pernía, ‘Angosto’,
un suboficial del servicio penitenciario de nombre Generoso al que le decían ‘Fragote’,
‘Lobo’ que era Policía Federal, Roberto Gonzalez” (cf. declaración testimonial de Marta
Remedios Álvarez de fs. 14.111/5).
Esta circunstancia fue corroborada por quienes fueron secuestrados en dicho
operativo. Rosario Evangelina Quiroga expresó que fue conducida a una residencia en la
localidad de Carrasco, donde permaneció durante dos días. Allí, se la torturó mediante la
aplicación de golpes y del método conocido como “submarino”. Posteriormente, la llevaron
a una habitación, le sacaron la venda de los ojos y le presentaron a varios oficiales
argentinos, entre los que pudo reconocer al teniente de navío Raúl Scheller (alias
“Mariano”), al mayor del Ejército Juan Carlos Coronel (alias “Maco”) y al miembro del
Servicio Penitenciario conocido bajo el alias “Fragote” (denuncia de fojas 8808/18),
quienes “se presentan y me dicen que me van a trasladar a Argentina en ese mismo
momento. Luego supe que se trataba de miembros del G.T.3.3.2 que nos fueron a buscar a
Uruguay”. Asimismo, señaló que en mayo de 1977 un grupo operativo formado por el
teniente Astiz, el comisario Roberto González y el mayor del Ejército Juan Carlos Coronel
asesinaron al periodista y escritor Rodolfo Walsh y que Pernías, el teniente de navío
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
Rolón, el mayor del Ejército Juan Carlos Coronel y 6 ó 7 personas más intentaron
secuestrar o atentar contra la vida del dirigente empresarial argentino Julio Broner,
residenciado en Venezuela (fs. 8481).
Ricardo Héctor Coquet también indicó que Coronel participó en las torturas a las
que fueron sometidos los integrantes del grupo de familiares de desaparecidos y miembros
de organizaciones de derechos humanos secuestrados en la Iglesia Santa Cruz (declaración
de fs. 3/8 del Legajo nro. 124). Añadió que se escucharon los gritos de los torturados y
vieron a Febres, Astiz, Pernías y a un oficial del Ejército que tenía un defecto en una
pierna y a quien le decían “Maco” que permanentemente entraban y salían de la sala donde
dichas personas eran torturadas.
Por su parte, Lydia Cristina Vieyra declaró que fue detenida el 11 de marzo de
1977 saliendo del restaurante Pipo de la calle Montevideo, altura Corrientes, de esta ciudad,
por alrededor de tres hombres armados quienes la introducen en un Falcon. Cuando bajó
del auto, la encapucharon y esposaron. De allí la llevaron a un sótano donde funcionaba la
sala nro. 13 o sala de tortura donde le sacaron la capucha y la interrogó un oficial de
nombre Pernías. Luego de ello la desnudaron y colocaron en un catre metálico e ingresó un
oficial apodado “Dante” quien la torturó. Asimismo, recordó que el jefe del operativo era
un oficial del Ejército al que le decían “Maco” respecto de quien supo se llamaba Juan
Carlos Coronel (declaración en causa nro. 10.326/96, caratulada “Nicolaides, Cristino y
otros s/sustracción de menores”, de trámite por ante la Secretaría nro. 13 del Juzgado
Nacional en lo Criminal y Correccional Federal nro. 7). En otra de sus declaraciones,
manifestó que los secuestradores de Ariel y Luis Daniel Aisemberg fueron un oficial
apodado “Maco” y otro apodado “El Alemán” (cf. Legajo nro. 106).
También resulta valioso el testimonio de Ana María Martí en el marco del juicio
oral seguido contra Héctor Febres ante el TOF 5 (causa nro. 1238), oportunidad en la que
manifestó: “en esa sala de tortura entraron Antonio Pernías, el ‘Tigre’ Acosta, un médico,
y otro marino de apellido García Velasco que le decían ‘Dante’, yo estoy casi segura que
es Pablo García Velasco … después entró García Velasco, que fue el quien me aplicó la
picana eléctrica de una manera absolutamente salvaje, es muy difícil hablar de esto, me
aplicó la picana en todo el cuerpo, incluso en la vagina y nunca he encontrado palabras
para trasmitir el dolor que esto produce, porque es un dolor inexistente en otros momentos
de la vida, y parte lo que me perturbó mucho fue que por lo menos en mi caso la
electricidad hace que el cuerpo sea una cosa totalmente separada del cerebro, o sea el
cerebro no puede controlarlo, mas el cuerpo actúa solo se retuerce, salta, una especie de
monstruo que lo ataca a uno y es su propio cuerpo una experiencia muy muy en todo caso
para mí traumática y yo perdí el conocimiento varias veces y a veces me sacaban la
capucha porque no podía respirar … perdí el conocimiento varias veces, me han dejado de
a ratos sola, cuando tomaba conocimiento escuchaba los gritos de alguien que estaban
125
Ministerio Público Fiscal de la Nación
torturando al lado, volvía Velasco, me tiraba agua, me volvía a dar picana por todas
partes” (testimonio brindado el día 13 de noviembre de 2007 en el juicio oral seguido
contra Héctor Febres ante el TOF 5, en la causa nro. 1238).
En otro orden de ideas, la participación de Hugo Enrique Damario en diferentes
operativos de secuestro de personas fue destacada por Miriam Lewin quien manifestó que
“el sector operaciones tenía como tronco central de su actividad hacer las operaciones
concretas de secuestro, diseñar lo que se llamaban paseos, salir a la calle, eran los
cazadores de hombres. En este sector estaba, por ejemplo, Alfredo Astiz, estaba Damario,
estaba Corveta. Había permanentes y había rotativos. Como expliqué antes los
permanentes estuvieron asignados largo tiempo al Grupo de Tareas. Los rotativos estaban
dos o tres meses porque el objetivo era que todos los miembros de la fuerza naval
participaran del pacto de sangre que establecían con su participación en todos estos
crímenes” (cfr. transcripciones de las declaraciones testimoniales del 25 de octubre de 2007
de la causa nro. 1238 del T.O.F. 5).
En igual sentido, Carlos Alberto García mencionó haber visto en reiteradas
oportunidades a Hugo Damario, oficial integrante del Sector Operaciones (fs. 7772/4).
También recordaron a Damario (“Jirafa”) como integrante del Grupo de Tareas
Miguel Ángel Lauletta (declaración testimonial de fs. 1195/1201 en la causa nro.
19.303/03), Amalia María Larralde (declaración testimonial de fs. 1426/72 de la causa
nro. 1376/04), Alfredo Virgilio Ayala (declaración testimonial de fs. 3312 de la causa nro.
1376/04), Alfredo Manuel Buzzalino (Legajo SDH nro. 3316), Graciela Daleo
(declaración en causa nro. 10.326/96, caratulada “Nicolaides, Cristino y otros s/sustracción
de menores”, de trámite por ante la Secretaría nro. 13 del Juzgado Nacional en lo Criminal
y Correccional Federal nro. 7) y Alfredo Julio Margari (fs. 7788).
Por su parte, la versatilidad e importancia de Damario en la E.S.M.A. fue señalada
por Lisandro Raúl Cubas quien destacó que “Damario secuestró, torturó e intervino en
desapariciones” (denuncia de fojas 8808/18vta.), Ricardo Héctor Coquet, que recordó
que estaba incluido en una lista de represores a los que Massera debía condecorar hecha por
datos dados por Acosta (Legajo nro. 124) y Lidia Cristina Vieyra al afirmar que el
imputado se movía libremente en la E.S.M.A. (cfr. transcripciones de las declaraciones
testimoniales del 8 de noviembre de 2007 de la causa nro. 1238 del T.O.F. 5).
Finalmente, otros integrantes del GT 3.3/2 como Adolfo Scilingo y Jorge Radice
reconocieron que Damario integró dicha unidad represiva. Según Scilingo, era jefe de
personal del grupo y ordenaba a quién se le daba intervención. A él lo hizo ir a la quinta de
Del Viso para instalar un equipo de alarmas (denuncia de fojas 8808/18vta.), mientras que
Radice lo incluyó entre quienes trabajaban en la E.S.M.A., identificándolo como “Jirafa”
(declaración sin juramento de fs. 373/88 del CUERPO II del “INCIDENTE DE
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
BÚSQUEDA E IDENTIFICACIÓN DE: ALICE DOMON, LÉONIE DUQUET,
EDUARDO GABRIEL HORANE Y OTROS”).
Asimismo, Beatriz Elisa Tokar, Martín Tomás Gras (testimonio brindado ante
la CONADEP -CASOS 48 A 59 “DOMON, Alicia Ana María” ANEXO II,
CUADERNILLO DE PRUEBA “C”, sin foliatura correlativa-), Graciela Daleo y Andrés
Castillo (fojas 7/71 del legajo caratulado “Castillo, Andrés Ramón s/víctima privación
ilegal de la libertad”), Graciela García Romero (fs. 16177/82) y María Alicia Milia de
Pirles (Legajo CONADEP nro. 5307) han señalado que Damario se desempeñó durante
1978 como funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores.
Razonamiento similar al de los integrantes del Sector de Operaciones y Logística
del GT 3.3/2, entiendo que debe seguirse con relación a la conducta delictiva desplegada
por el imputado Rioja, desde el lugar que ocupaba en el Servicio de Inteligencia Naval.
Al momento de los hechos, Rioja ostentaba el cargo de teniente de navío de la
Armada Argentina. Desde el mes de febrero de 1976 hasta febrero de 1978 se desempeñó
en el S.I.N., siendo desde enero de 1977 hasta febrero de 1978 y, posteriormente, desde
febrero de 1980 hasta febrero de 1981 Jefe de División de dicho organismo (cf. fs. 76/7 de
su legajo de servicios).
Respecto a su participación en el GT 3.3/3 resulta fundamental el testimonio de
Lila Victoria Pastoriza quien señaló que “se me sometió a interrogatorio alternativamente
en los cuartos numerados como 13 y 14 ubicados en el sótano del casino de oficiales del
mencionado establecimiento militar. Allí supe por boca del oficial ‘Fibra’ que había sido
secuestrada por el Servicio de Informaciones Navales (S.I.N.). El jefe del grupo era
entonces el capitán ‘Abdala’ (que luego me enteré que se trataba del Capitán de Corbeta
Luis D’Imperio). Los interrogatorios iniciales estuvieron a cargo de estos oficiales y, en
ocasiones, participaron algunos suboficiales de Inteligencia (...) En ese período (que duró
aproximadamente ocho días) se sucedieron las constantes preguntas, las amenazas de
muerte y tortura, las promesas condicionadas de vida, la continua presión acerca de la
vida de mis familiares y, en una oportunidad, la tortura física. El mencionado ‘Fibra’ fue
el principal interrogador y quien tuvo a su cargo la aplicación de picana eléctrica la noche
siguiente al día de mi captura” (denuncia ante la CONADEP, agregada al Legajo nro. 74
que corre por cuerda).
Posteriormente, en su declaración de fecha 11 de febrero de 1987, Pastoriza
expresó que las “torturas consistieron en pasajes de corriente eléctrica, siendo sus autores
dos personas, ambos integrantes del S.I.N. Uno, cree, Teniente al cual apodaban ‘FIBRA’
y el otro apodado ‘el Negro’. Agrega que en el momento de padecer dichos tormentos se
encontraba con los ojos descubiertos. Que solamente en esa oportunidad fue sometida a
tormentos. Que recuerda que el que le pasaba la picana por distintas partes de su cuerpo
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
era ‘Fibra’, mientras que el ‘Negro’ se ocupaba de pasarle una substancia, aparentemente
un líquido”.
Asimismo, “pudo saber Pastoriza que también participó [refiriéndose a Rioja] en
un operativo realizado en la empresa Inter Press Service donde fue secuestrado personal
de la agencia, luego liberado y Patricia Villa de Suárez, quien al igual que su esposo
Eduardo Suárez -también secuestrado por Rioja-, permanece desaparecida”.
También, refirió la testigo que en la noche del 8 de noviembre de 1977 Rioja
obligó al secuestrado Roberto Cigliutti a que firmara un documento necesario para vender
un departamento de su propiedad, asegurándole que haciendo esto sería liberado -hecho que
nunca sucedió-, que torturó a Galli y que intervino en los tormentos y en la desaparición de
Adolfo Infante Allende.
Por último, indicó que Viviana Esther Cohen le contó que había sido torturada por
Rioja en el lugar conocido como “casa del S.I.N.”, y que Edgardo Moyano, además de ser
torturado por Rioja y otros, fue herido de un tiro en la cara y recluido en la E.S.M.A. hasta
el mes de febrero de 1978 cuando fue asesinado, de acuerdo a los dichos de varios
represores (presentación de fojas 8961/70).
Similar testimonio prestó Carlos García cuando indicó que Moyano le había
contado que uno de los oficiales que lo torturaba con asiduidad, además de haberlo hecho
durante los primeros días de su cautiverio, era Francisco Rioja (integrante del S.I.N.), en el
sector denominado “capuchita”, donde era golpeado y sometido a descargas eléctricas
(presentación obrante a fojas 8961/70), agregando que estando en el subsuelo, en el sector
4, podía ver la sala de torturas, cuyos torturadores estables eran, entre otros, “Fibra” (fs.
7772/4)
Graciela Beatriz Daleo y Andrés Ramón Castillo manifestaron que Moyano fue
interrogado por un oficial del S.I.N. “...muy alto, muy flaco, chupado, huesudo, pelo negro,
oficial de inteligencia apodado ‘Fibra´...” (fojas 7/71 del legajo caratulado “Castillo,
Andrés Ramón s/víctima privación ilegal de la libertad”).
Daleo también afirmó que vio “en enero de 1978 en ‘Capucha’ a Edgardo
Moyano con el cuerpo lleno de moretones y el cuerpo inflamado; también vio a éste con
lesiones de picana y pudo notar que el mismo era torturado con picana ya que se le aplicó
la misma en ‘Capuchita’ y al aplicarse la picana descendía la intensidad de la luz. De esto
se enteró por haber visto que lo llevaban a ese lugar y de inmediato comenzaba el
problema de la luz. Por otra parte, MOYANO le comentó que había sido torturado por
FIBRA” (Legajo CONADEP nro. 4816).
Por último señaló que “uno de los represores (ahí eran todos asesinos,
torturadores terribles) que más terrible fama tenía era uno que formaba parte del S.I.N.,
alias ‘Fibra’, y lo menciono porque sabemos que hacia fines del '77 -calculo noviembre del
'77- este asesino cuyo nombre legal es Francisco Lucio Rioja fue destinado a Mar del
128
Ministerio Público Fiscal de la Nación
Plata. Creo que es una forma de ponerle nombre y apellido a los represores de Mar del
Plata (…) compañeros más viejos que yo calculan que en octubre, noviembre del '77 este
asesino fue destinado a Mar del Plata. De todos modos, él volvía porque yo, que fui
secuestrada el 18 de octubre del '77, recuerdo -porque además me lo dijeron los
compañeros- que ese ‘Fibra’... Ahí había asesinos que nos hacían temblar sólo con
nombrarlos y había otros -no porque pensáramos que no eran asesinos no nos hacían
temblar- que nos hacían temblar un poco menos. Pero ‘Fibra’ era de esos que con sólo
nombrarlo despertaba pánico. Yo lo vi una sola vez o un par de veces. Calculo yo que
desde el '78, estando en ‘La Pecera’, este tipo fue de los que fue a hacer estas ‘visitas
guiadas’, a mirar a los ‘bichos’ y uno de los compañeros me dijo -así como quien anuncia
una catástrofe- ‘ese es Fibra’ (...) Los compañeros relatan de este asesino que él llegaba
con la patota, iban a ‘La Capuchita’ y al igual que los del Grupo de Tareas 3.3.2.
torturaban en el sótano. La sala de tortura estaba en el sótano pero también tenían una
sala de torturas en ‘Capuchita’. Digamos que torturaban ahí nomás; los compañeros
estaban tirados en el piso y ‘Capuchita’ era un recinto mucho más pequeño y recuerdo
algo muy significativo y terrible. Cuando llegaba la patota del S.I.N., no necesariamente
sabíamos que había llegado la patota del S.I.N. porque los veíamos, pero sí sabíamos que
había llegado la patota del S.I.N. porque cuando ellos torturaban eran tan terribles las
descargas eléctricas que las luces generalmente de ‘Capucha’ pero también a veces las de
‘La Pecera’ se prendían y se apagaban. Relato esto porque yo había visto antes de ser
secuestrada la película ‘Sacco y Vanzetti’ y hubo algo que no entendí en ese momento y lo
entendí después a partir de esto. En ‘Sacco y Vanzetti’ cuando uno de ellos está esperando
ser ejecutado porque al otro lo están ejecutando, recordaba que se prendía y se apagaba la
luz del lugar donde el otro estaba esperando y era por la descarga eléctrica. Eso era lo que
pasaba en la E.S.M.A. cuando llegaba la patota del S.I.N.” (declaración ante el Tribunal
Oral Federal de Mar del Plata del 22 de abril de 2002).
Por su parte, Sara Solarz de Osatinsky, María Alicia Milia de Pirles y Ana
María Martí declararon que Moyano había sido secuestrado por el Servicio de Inteligencia
Naval (S.I.N.) en el mes de agosto de 1977, salvajemente torturado, alojado en el área
denominada “capucha”, traslado a la zona de “capuchita” en el mes de enero de 1978
donde fue torturado por el Oficial del S.I.N. conocido como “Fibra” y, finalmente,
regresado a “capucha” destrozado por los golpes y la picana eléctrica (fojas 1536/64).
Milia de Pirles agregó que Rioja participó de su detención y que “el represor
identificado como oficial de la Armada del Servicio de Información Naval, apodado
‘Fibra’, la identidad real es la de Teniente de Navío Rioja” (documentación remitida por el
Juzgado Central de Instrucción Nro. 5 de la Audiencia Nacional de Madrid, en relación con
el Sumario nro. 19/97).
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
Asimismo, Marta Remedios Álvarez manifestó haber visto a Víctor Eduardo
Seib atado a una cama mientras era interrogado por “Fibra” (oficial Rioja). Asimismo,
declaró haber visto en la E.S.M.A. en forma permanente entre otras personas a “Fibra” que
era Rioja (declaración testimonial a fs. 14111/5).
Liliana Noemí Gardella también relató que fue conducida a la E.S.M.A. por el
oficial “Fibra”, donde fue sometida a condiciones inhumanas de vida (fs. 14327/35).
Similar testimonio prestó Liliana Bar al afirmar que “fue trasladada a un box donde había
un escritorio y fue interrogada por primera vez por dos hombres que se identificaban como
‘Fibra’ y ‘Trueno’, que le preguntaron sobre sus vinculaciones con el senador Solari
Irigoyen”, agregando que todo el tiempo de su desaparición permaneció con los ojos
vendados, esposada y engrillada” (Legajo CONADEP nro. 592).
Por su parte, Martín Tomás Gras acompañó un listado de oficiales de la Armada
que integraron el Grupo de Tareas. Entre ellos mencionó al teniente de navío Rioja, alias
“Fibra”, como un oficial que era un feroz interrogador (Legajo nro. 71 y 18).
Rioja también fue visto en la E.S.M.A. por Miguel Angel Lauletta (fs.
11738/45), Elisa Beatriz Tokar, Ricardo Héctor Coquet (Legajo nro. 124), Amalia
Larralde, Alfredo Julio Margari (fs. 7788) y Rosario Evangelina Quiroga (fs. 105 del
Legajo de documentación de la causa “Antokoletz, Daniel”) quien expresó que “Rioja
participó activamente en secuestros, interrogatorios y torturas, tareas en las que
demostraba especial ferocidad”.
Por su parte, Pilar Calveiro de Campiglia manifestó que en la “Casa del S.I.N.”,
ubicada en Panamericana y Thames, entre el 12 de septiembre de 1977 y el 17 de octubre
de 1977 vio a “Fibra”, teniente de navío Rioja (Legajo CONADEP nro. 4482).
En el mismo sentido, Alfredo Manuel Juan Buzzalino (fs. 14224/8) relató que
fue secuestrado por un grupo armado compuesto por más de diez personas el 25 de junio de
1976 alrededor de las 7 u 8 de la mañana en el departamento de la calle Seguí y Scalabrini
Ortiz. Recordó que uno de los individuos que intervino en el procedimiento que finalizó en
su secuestro fue Rioja, de apodo “Fibra”. Relató además que fue ingresado a un lugar
donde se escuchaba la música en un volumen muy fuerte y a pesar de ello se escuchaban
gritos. Fue torturado mediante pasajes de corriente eléctrica, indicando que quienes
controlaban la picana eran el mencionado Rioja y otro más de apellido Carella y que
mientras lo torturaban se reían y tomaban whisky.
El nombrado también señaló que al ser detenido sufrió “una gran golpiza ya que
no pudieron sacarlo caminando porque encontraron unos papeles de citas. Se llevaron
todas las cosas de valor” (Legajo SDH nro. 3316).
Miriam Lewin recordó, a su vez, que “entre los detenidos se sindicaba al citado
Pernías, a Juan Carlos Linares y a un oficial del S.I.N. de apellido Rioja, apodado ‘Fibra’,
eran las personas que más se encarnizaban durante la tortura” (Legajo nro. 44).
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Finalmente, el imputado Jorge Carlos Radice declaró que en la E.S.M.A.
trabajaban quienes identificó como “Jirafa”, “León”, Astiz, Chamorro, Acosta, Perrén,
Rioja, D´Imperio, Roberto González y Linares de la Policía Federal, el teniente Pernías y
el capitán Scheller (ver declaración brindada sin prestar juramento de decir verdad a fs.
373/88 del CUERPO II del “INCIDENTE DE BÚSQUEDA E IDENTIFICACIÓN DE:
ALICE DOMON, LÉONIE DUQUET, EDUARDO GABRIEL HORANE Y OTROS”).
Por su parte, Silvia Labayrú de Lennie declaró que “García Velasco, González
Menotti, Pernías y Díaz Benazzi estuvieron en la ESMA en 1977” (declaración testimonial
de fs. 7650/9 de la causa nro 7694/99).
En relación con la responsabilidad de Cardo, corresponde seguir igual
razonamiento que el efectuado en los casos de quienes prestaron funciones en los Sectores
de Operaciones y de Logística, dado que contribuyó a mantener a las víctimas privadas de
su libertad en las instalaciones de la E.S.M.A. en forma clandestina y tuvo un rol activo en
las sesiones de torturas que se aplicaban en dicho centro de detención, en tanto era quien
preparaba a los secuestrados para ser atormentados. Por estos motivos, entiendo que debe
ser considerado coautor de los delitos de privación de la libertad y tormentos.
En efecto, desde el año 1974 hasta julio de 1979, Cardo cumplió funciones en la
Escuela de Mecánica de la Armada (cf. fs. 3 de su legajo de servicios). Entre 1976 y 1979,
en su carácter de cabo principal, fue encargado de los guardias, comúnmente denominados
en el centro clandestino de detención como “Pedros”.
Conforme lo declarado por Sara Solarz de Osatinsky ante la Comisión Nacional
sobre la Desaparición de Personas, “[e]l día 14 de mayo de 1977, a las 11 de la mañana,
mientras esperaba un colectivo en la esquina de las calles Bruix y Directorio (Capital
Federal), un grupo de hombres, cuyo número no puedo precisar, se abalanzó sobre mí
tomándome de los brazos y los pies; desesperada comencé a gritar ‘me secuestran’ (...) me
condujeron a una sala de torturas que luego supe se trataba de la nro. 13, ubicada en el
sótano del casino de oficiales de la E.S.M.A. Allí, siempre encapuchada y sin retirarme las
esposas, me cortaron la ropa con una tijera y ya totalmente desnuda me ataron con los
brazos y piernas abiertas a una camilla metálica. La persona que me ata a la camilla es
Víctor Cardo (alias Morrón). Es en ese momento que me retiran la capucha y puedo ver a
dos hombres sentados, vestidos de civil: el Capitán Jorge Acosta y el Teniente Antonio
Pernía” (ver el anexo 2, obrante a fojas 12/3 del Legajo nro. 23 que corre por cuerda).
También surge de la declaración de Lisandro Raúl Cubas que “[e]n la Fundación
Salvatori pude reconocer a miembros del G.T. 3.3.2. de la E.S.M.A. que trabajaban en la
misma en tareas de mantenimiento y vigilancia. Pude reconocer al Sub-oficial Víctor
Cardo” (ver fs. 25 del Legajo de documentación de “Antokoletz, Daniel”).
131
Ministerio Público Fiscal de la Nación
Por su parte, Rosario Evangelina Quiroga recordó “[a]l Suboficial Victor Cardo.
Ejercía de ‘Pedro’ y estuvo en la concentración del seleccionado nacional durante el
mundial de fútbol de 1978”.
Resulta oportuno mencionar que dentro de la Escuela de Mecánica de la Armada
existía un grupo de guardias denominados “Pedros” además de otros que se llamaban
“Verdes”, los cuales en su mayoría eran alumnos de la E.S.M.A. El jefe de turno de los
guardias, llamado “Pedro”, era el encargado del movimiento de los prisioneros entre el
sótano y “capucha”, de la disciplina en “capucha”, de las comidas, etcétera. Los “verdes” según lo manifestó la propia Quiroga- “fueron aleccionados e incitados por los oficiales a
actuar con la máxima ferocidad y crueldad hacia los secuestrados. Algunos de ellos se
distinguieron realmente en su función de verdugos, martirizando y humillando a los
prisioneros engrillados, encapuchados y esposados” (ver declaración a fs. 104 del Legajo
de documentación de la causa “Antokoletz, Daniel”)
Alberto Girondo, a su vez, en la declaración presentada ante la Comisión de
Derechos Humanos de las Naciones Unidas que obra agregada en el Legajo nro. 63,
manifestó que “[l]os ‘verdes’ participaron en ciertas operaciones de gran envergadura que
requerían la intervención de fuerzas más importantes”.
De los testimonios aportados por Graciela Daleo y Andrés Ramón Castillo se
desprende cuál era la tarea y la función de los Suboficiales dentro de la Escuela de
Mecánica de la Armada: “el resto del personal afectado al G.T. 3.3/2 eran suboficiales de
la Armada. Su función era la de custodia de los secuestrados, traslado de las comidas
desde la cocina hasta el sótano o a la ‘capucha’, vigilancia de los desplazamientos de los
prisioneros al baño y participación como operativos en secuestros y ‘paseos’. El suboficial
a cargo de las guardias recibía el nombre de ‘Pedro’ (luego cambiado por el de ‘Pablo’) y
debía su denominación a que estaba encargado de portar las llaves de los grilletes. El
‘Pedro’ tenía como auxiliar a un ‘ayudante de Pedro’ (luego ‘Pablito’) y bajo su mando
una dotación de ‘verdes’ (...) En los primeros tiempos del funcionamiento del ‘chupadero’
de la E.S.M.A. muchos secuestrados murieron a consecuencia de los castigos infligidos por
los guardias que luego se jactarían de ello. En varias ocasiones, habiendo un gran número
de prisioneros tendidos en el piso del sótano, los verdes se dedicaron a hacer recorridos en
moto sobre sus cuerpos”. Agregaron que un detenido-desaparecido de profesión marinero
afiliado al Sindicato de Obreros Marítimos Unidos (SOMU) les contó que fue llevado al
sótano y recibió la aplicación de la inyección. Cuando iban a subirlo a un camión, el
“Pedro” Morrón ordenó que lo llevaran de vuelta a “Capucha” donde durmió durante
más de 24 horas” (ver fs. 90 y 32 de los Legajos nros. 16 y 32).
También Miguel Ángel Lauletta en su declaración de fs. 11738/45 de la causa
principal aludió a los guardias de la E.S.M.A. Describió el edificio de la Escuela, los
sectores denominados “capucha” y “capuchita” y respecto a los guardias dijo que
132
Ministerio Público Fiscal de la Nación
“[c]ualquier tipo de movimiento o intento de comunicación con otros prisioneros era
severamente castigado por los guardias que recorrían el lugar. Algunos de ellos estaban
completamente desequilibrados como el que llamaban el ‘Pato’, que en una oportunidad le
gritaba a un prisionero ‘¿Quién soy?’. Cuando el prisionero le contestó ‘sos el Pato’
comenzó a golpearlo gritándole ‘No. Soy Dios’. Entrando a ‘capucha’ sobre la izquierda y
antes de doblar hacia la segunda parte de la ‘L’ había una pieza cerrada con alambre
tejido donde se tiraba ropa con la que los prisioneros se cambiaban por orden de algún
suboficial encargado de la guardia (a todos ellos se los llamaba ‘Pedros’ y a los guardias
genéricamente ‘Verdes’)”.
El testigo Carlos Alberto García declaró que en la Escuela de Mecánica de la
Armada fue recibido, entre otros, por el suboficial Víctor Cardo, quien lo golpeó
reiteradamente (fs. 8961/70 de la causa principal).
Nilda Noemí Actis Goretta recordó a “Víctor Cardo (a) ‘Morrón’, ‘Víctor’. Se
desempeñó como ‘Pedro’. Estuvo afectado al grupo logístico. Fue visto en Inglaterra junto
con el Tte. Alberto González” (Legajo CONADEP nro. 6321). Martín Gras añadió que
“Morrón” o “Víctor” tenía “[e]statura media, casi pelirrojo. Piernas muy combadas.
Oriundo de Córdoba. Padre de mellizos nacidos en 1977. Otro hijo suyo nació en 1972.
Estuvo como custodia en la concentración del seleccionado argentino de fútbol durante el
campeonato mundial de 1978. Como ‘Pedro’ estuvo en muchos traslados” (testimonio
brindado ante la CONADEP, CASOS 48 A 59 “DOMON, Alicia Ana María” ANEXO II,
CUADERNILLO DE PRUEBA “C”, sin foliatura correlativa).
Lidia Vieyra sostuvo que “[e]l personal de guardia del lugar en que estuvo
detenida eran estudiantes de la Escuela y además dirigiendo la guardia existían cuatro
personas con seudónimos de ‘PEDRO MORRÓN’, ‘PEDRO LA BRUJA’, ‘PEDRO LEE’ y
‘PEDRO BOLITA’, suboficiales con grado” (declaración testimonial ante escribano Losada
mediante escritura nro. 37 del 27 de enero de 1984).
Por su parte, Andrés Castillo recordó que “escuchaba gritos desgarradores, luego
volvió García Velazco y me dijo ‘esto que está ocurriendo aquí al lado te va a suceder a
vos si no cantás todo lo que tenés que cantar’ y así sucedió en varias oportunidades. Luego
volvieron y comenzó nuevamente lo mismo que había sucedido antes, empezaron a
hacerme preguntas, me decían que la persona que había estado antes al lado había
cantado todo y empezaron nuevamente a pegarme, luego me dejaron. Supongo que pasé la
noche o parte de la noche, desconozco los tiempos. No había luz de día, era todo artificial.
Luego volvieron, no recuerdo, siempre en varias oportunidades y siempre me repetían lo
mismo. Después de eso apareció una persona a quien la denominaban ‘Pedro’ o ‘Morrón’.
Esa persona me dijo que a partir de ese momento ‘sos un número 313’. Permanecí en esta
situación aproximadamente cuatro o cinco días” (declaración testimonial a fs. 5830/65 de
la causa nro. 13/84).
133
Ministerio Público Fiscal de la Nación
Alfredo Ayala declaró que “estaba otra vez todo encapuchado. Pasaron dos
horas y este ‘Mariano’ llama al ‘Verde’. En ese momento aparece una persona media, con
el pelo rubio, medio colorado, chueco, canchero y que tenía un jean todo con radio y se
presenta y me dice que él es el ayudante de los ‘Verdes’. O sea, se presenta como ayudante
y dice que si estaba bien, bueno, dice que se llama ‘Morrón’, que le dicen ‘Morrón’ y llama
a otro ‘Verde’. Le dice que me lleve a ‘capucha’ y que me haga bañar y que me prepare.
Me mandan a ‘capucha’ a que me prepare y me llevan otra vez por ese pasillo y subo otra
vez las escaleras, me meten en un ascensor y calculo que serán un piso, dos pisos, calculo,
dos pisos, más o menos y me hacen subir el último piso por la escalera. Llego a una
entrada donde había otro ‘Verde’ con una mesita delante de otro portón de hierro. Ahí
empiezo otra tortura porque con la capucha puesta y con las esposas y con los grilletes me
empiezan a golpear, a empujar. Me empiezan a poner cosas por debajo de la capucha, un
cablecito, un alambre, me pinchan con otro alambre, empiezan a golpear (...) me ponen al
lado de la puerta de hierro y me empiezan a golpear con como unas cachiporras que ellos
tenían, de goma creo que eran. Empiezan a golpear la puerta fuertemente al lado de mis
oídos y me hacen asustar porque yo estaba encapuchado, no sabía, esperaba los golpes de
cualquier lado. Me llevan y me ponen al lado de un bañito, un baño que tenía una parte
que era un inodoro y después tenía otra parte que era una ducha que estaba separada por
una paredita y una cortina muy rudimentaria de plástico celeste. Me sacan las esposas y
los grilletes y me hacen sacar toda la ropa. Me vuelven a poner desnudo los grilletes y las
esposas y me tiran abajo de la ducha sin sacarme la ‘capucha’ y así fue la primera vez que
me bañan, digamos, estoy así debajo de la ducha mucho tiempo y todo esto con risas,
cargadas, empujones. Me sacan y me dejan un rato a mí, me sacan las esposas, me hacen
poner la ropa y me hacen caminar un pasillo largo y me tiran arriba de una colchoneta
con unos tabiques más o menos de ochenta, noventa centímetros de alto, o sea, cuando
llego a la punta de la cucheta me tiran y me pego la cabeza contra unos parantes que
estaban cruzados ahí y me lastiman la frente con eso, caigo arriba de la cucheta y, no sé,
estuve un montón de tiempo ahí entrellorando” (cfr. transcripciones de las declaraciones
testimoniales del 7 de noviembre de 2007 de la causa nro. 1238 del T.O.F. 5).
En este sentido, Ricardo Héctor Coquet afirmó que “me llevaron a ‘capucha’,
que era en el segundo piso y ahí como había peleado en la calle me pusieron unas esposas
atadas atrás y me pusieron un antifaz y una capucha, me engrillaron y el ‘Pedro’ de
guardia que era el ‘Pedro Morrón’, pelo enruladito y colorado me dijo, ‘vos sos el caso
ocho, nueve, seis. Recordá este número porque vas a ser llamado de esta manera y cuando
digan ocho, nueve, seis, tenés que pararte al lado de tu cucheta y esperar las instrucciones
que te den’. Me ataron también a una bala de cañón por unos días” (cfr. transcripciones de
las declaraciones testimoniales del 30 de octubre de 2007 de la causa nro. 1238 del T.O.F.
5).
134
Ministerio Público Fiscal de la Nación
Finalmente, también mencionaron a Cardo entre los “Pedros” que se
desempeñaron en la E.S.M.A. Alfredo Manuel Buzzalino (Legajo SDH nro. 3316),
Alfredo Margari (fs. 7788 de la causa principal), Pilar Calveiro de Campiglia (Legajo
CONADEP nro. 4482) -agregando que era casi pelirrojo-, Graciela Daleo (declaración
ante el Tribunal Oral Federal de Mar del Plata del 22 de abril de 2002), Jaime Feliciano
Dri (Legajo CONADEP nro. 6810), Miriam Lewin (fs. 7849 de la causa principal), Sara
Solarz de Osatinsky, María Alicia Milia de Pirles y Ana María Martí (fojas 1536/64 de
la causa principal), Beatriz Elisa Tokar, Carlos Muñoz -quien lo reconoció como
integrante del operativo que culminó en su detención- (Legajo CONADEP nro. 704), Lila
Victoria Pastoriza, Nilda Haydee Orazi González (declaración en causa nro. 10326/96,
caratulada “Nicolaides Cristino y otros s/sustracción de menores”, de trámite por ante la
Secretaría nro. 13 del Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional nro. 7) y Mercedes
Inés Carazo (fs. 12041/3).
Por otra parte, entiendo que Rogelio José Martínez Pizarro, quien se desempeñó
como médico en la E.S.M.A. y en el Hospital Naval de Buenos Aires, también debe ser
considerado coautor de los delitos de privación ilegal de la libertad y tormentos que le
imputo.
Martínez Pizarro, quien al igual que los restantes médicos que integraron el GT
3.3/2 utilizó el alias “Tomy”, nació en la ciudad de Córdoba y se especializó en el área de
Dermatología. Desde enero de 1977 hasta marzo de 1978 estuvo a cargo del Consultorio
nro. 3 de la E.S.M.A. Posteriormente, se desempeñó en la División Clínica Médica del
Hospital Naval de Buenos Aires (fs. 76/7 de legajo de servicios).
En lo concerniente a la participación del imputado en los hechos por los que
requeriré la elevación a juicio, a los testimonios ya mencionados deben agregarse el de
Sara Solarz de Osatinsky quien manifestó que “en junio de 1977, María del Carmen
Moyano de Poblete siente las primeras contracciones y es descendida al sótano del campo
de concentración de la E.S.M.A. donde se encontraban tanto las salas de tortura como la
enfermería. Ya en la enfermería María del Carmen se ve enfrentada a tener su hijo en
presencia de profesionales asistentes del campo de concentración, el Dr. Magnasco,
médico ginecólogo del Hospital Naval de Buenos Aires, el Dr. Martínez, médico de piel del
mismo hospital y un enfermero del que desconocemos su nombre. Esto produce en ella un
choque tan violento que pide a gritos la presencia de una compañera. Es en ese momento y
ante la imposibilidad de María del Carmen de dar a luz que los militares acceden a su
petición (…) fui conducida engrillada a ayudar a María del Carmen. Ella no aguantaba el
ruido de mis cadenas cuando me desplazaba en torno a ella; comienza entonces a suplicar
que me las quiten, cosa que le fue negada” (declaración ante la Comisión de Derechos
Humanos de Naciones Unidas, Ginebra, febrero de 1983, obrante a fs. 7/9 del legajo nro.
72).
135
Ministerio Público Fiscal de la Nación
Junto a Ana María Martí refirieron que “el Dr. Magnacco (médico ginecólogo
del Hospital Naval de Buenos Aires) y el Dr. Martínez, médico dermatólogo del mismo
hospital, asistieron [a Pegoraro] en el parto en el que dio a luz a una niña en la pieza
donde estaban recluidas las embarazadas” (fojas 118/9 del Legajo caratulado “Luca de
Pegoraro, Inocencia s/denuncia” que corre por cuerda y declaración de Sara Solarz de
Osatinsky de fs. 12.300/22 de la causa principal).
Solarz de Osatinsky también declaró que, mientras la torturaban, Acosta -que le
aplicaba la picana- comenzó a desesperarse porque no gritaba y le preguntó por qué no
gritaba, qué pasaba y ella dijo que no sentía nada debido a todo lo que había sufrido.
Entonces Acosta llamó al Tomy Martínez. Agregó “[q]ue cree que este Tomy era
Martínez Pizarro y no Capdevilla. Dice que vio fotografías de ambos y que si bien había
similitudes fisonómicas entre ambos, el que llevaron a su presencia mientras la torturaban
fue Martínez Pizarro que era médico dermatólogo. El Tomy Martínez indicó luego de
revisarla que podían continuar con la tortura. Este Tomy, tiempo después le dice que ‘a mí
nunca me pueden acusar de torturador porque nunca torturé a nadie’ y le pudo contestar
que dando la venia para que continuaran torturándola había sido él, con lo cual, para ella
también era torturador”. Asimismo, refirió que “[e]n relación a la muerte de Arrostito
refiere que el ‘Tomy’ Martínez le pone una inyección y después muere. Que la llevaron al
Hospital Naval acompañada por Jorgelina Ramus. La declarante refiere que Martínez le
pone una inyección en el camarote y a los pocos momentos se advierte que ‘algo pasa’. Ahí
la bajan y la llaman a Jorgelina Ramus para que la acompañe al Hospital Naval, adonde
llega muerta” (declaración testimonial de fs. 27.260/7 de la causa principal).
Además, aseguró que “[e]l primer ginecólogo que atendía a los partos era el Dr.
Martínez, oriundo de la ciudad de Córdoba” (documentación remitida por el Juzgado
Central de Instrucción nro. 5 de la Audiencia Nacional de Madrid, en relación con el
Sumario nro. 19/97).
Ana María Martí también recordó al imputado Martínez Pizarro. En su
declaración ante el Tribunal Oral Nacional en lo Criminal Federal nro. 5 dijo “después
entró García Velazco que fue quien me aplicó la picana eléctrica de una manera
absolutamente salvaje. Es muy difícil hablar de esto. Me aplicó la picana en todo el cuerpo
incluso en la vagina y nunca he encontrado palabras para transmitir el dolor que esto
produce…Yo perdí el conocimiento varias veces y a veces me sacaban la capucha porque
no podía respirar. Entró este médico que le decían ‘Tomi’ (…) en ese momento ‘Tomi’ les
decían a los médicos (…) era un señor con una cara de terrible, de piel blanca, más bien
bajito, pelo lacio, tenía una tonada cordobesa y en otro [momento] más adelante me dijo
que era dermatólogo, pero no sé quién es (...) Esto duró muchísimas horas, a mí me
parecieron siglos, perdí el conocimiento varias veces. Me han dejado de a ratos sola.
Cuando tomaba conocimiento escuchaba los gritos de alguien que estaban torturando al
136
Ministerio Público Fiscal de la Nación
lado. Volvía Velasco, me tiraba agua, me [volvía] a dar picana por todas partes y después
hay un momento que no es por el paso del tiempo sino que nunca lo tuve, nunca supe bien
qué me pasó, cómo fue que de la sala de tortura llegué a la ‘capucha’. A veces tengo
imágenes que no son las mismas. Lo que sí me acuerdo perfectamente que en un momento,
el primer momento que recuerdo de ‘capucha’ era que estaba sentada en una silla delante
de un inmenso ventilador que era un extractor de aire que estaba en el ángulo que da hacia
la ‘capucha’ con el médico que había estado en la sala de tortura. Estaba sin la capucha
porque yo [me] ahogaba. Creí que me moría. No podía respirar y el médico se quedó
conmigo un rato muy largo. Fue ahí que me dijo que me calmara, que respirara hondo y
que no tomara agua porque como había tenido mucha descarga de electricidad en mi
cuerpo el agua podía producir un efecto nefasto” (cfr. transcripciones de las declaraciones
testimoniales del 13 de noviembre de 2007 de la causa nro. 1238 del T.O.F. 5).
La dicente agregó que mientras la torturaban “cree que se desmayó, y había un
médico al que le decían Tommy. Que este Tommy supo que se trataría de un médico de
apellido Martínez, de origen cordobés, bajo, de cutis blanco, con cara de buena persona,
joven, delgado. Que después supo que a todos los médicos les decían ‘Tommy’, como a
todos los jefes de las guardias les decían ‘Pedro’ (...) Que el médico entraba a cada rato,
la revisaba y les decía que podían seguir” (declaración en causa nro. 10.326/96, caratulada
“Nicolaides Cristino y otros s/sustracción de menores”, de trámite por ante la Secretaría
nro. 13 del Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional nro. 7).
Andrés Ramón Castillo, por su parte, declaró que “[m]ás adelante pude
identificar como participantes en el operativo de mi secuestro [19 de mayo de 1977] a los
siguientes miembros del GT 3.3/2 (…) ‘Tommy’, médico naval” y que “Arrostito fue
asesinada el 15 de enero de 1978 mediante la aplicación de una inyección que le
suministró el médico ‘Tommy’” (fs. 7/71 del Legajo caratulado “Castillo, Andrés Ramón
s/víctima privación ilegal de la libertad”).
Ricardo Héctor Coquet coincidió en que “[l]os ‘Tomis’ eran médicos navales
que revisaban a los torturados para que no se ‘queden’ en la tortura y revisaba algún
herido de bala o hacían curaciones menores. También asesinaban haciendo ‘parodias’ de
curaciones como lo hicieron con Norma Arrostito y el ‘Sordo’ Sergio. Ponían durante los
traslados, junto con los enfermeros, inyecciones de Pentotal a los secuestrados que iban a
ser trasladados (…) Norma Arrostito, en enero de 1978, fue asesinada por orden de Acosta
por el médico naval Rogelio Martínez Pizarro con una inyección de cianuro. Fue
conducida a alguna parte haciendo la parodia de que iba a algún centro asistencial porque
se había descompuesto gravemente” (mención realizada por Coquet a fs. 58 del legajo SDH
2675). Similar testimonio brindó a fojas 3/8 del legajo nro. 124, cuando sostuvo que los
“Tomy” estaban presentes en las sesiones de tortura, recordando particularmente a uno de
apellido Martínez Pizarro.
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
Del legajo nro. 8 ó 96 y las declaraciones de Lisandro Raúl Cubas y Rosario
Evangelina Quiroga a fs. 9353 de la causa principal y fs. 1364/5 en la causa nro. 1376/04
se desprende que “el 15 de enero de 1978, el médico ‘Tomy’ le aplicó [a Arrostito] una
inyección a raíz de la cual murió. La vimos salir de ‘Capucha’ totalmente hinchada y de
color violeta”. A ‘Tommy’ lo recuerdan como un dermatólogo del Hospital Naval de
aproximadamente 35 años, nacido en Córdoba, que había estudiado en la Universidad
Católica Argentina junto con Fernando Vaca Narvaja. Su primer apellido era Martínez.
Cubas agregó que “los médicos eran ‘Tomy’ y vio a un médico de 1,65 o 1,70 de altura, tez
blanca, pelo negro, frente ancha y que a principios de ’77 tenía una cita para tratar de
capturar a Fernando Vaca Narvaja, pero no lo logró. Lo escuchó decir ‘pensar que éramos
compañeros del Liceo’ o del secundario”.
Testimonio similar brindaron Norma Susana Burgos (documentación remitida
por el Juzgado Central de Instrucción nro. 5 de la Audiencia Nacional de Madrid, en
relación con el Sumario nro. 19/97, fs. 5897/5935) y Jaime Feliciano Dri (Legajo
CONADEP nro. 6810).
Finalmente, Horacio Domingo Maggio declaró que “‘Tony’ era un médico
cordobés (…) se les inyectaba un somnífero, los envolvían en una lona y los tiraban al mar
desde helicópteros. ‘Tony’ se encargaba de ello” (fs. 2777/81) lo cual fue reconocido por
Adolfo Scilingo, quien denunció la presencia en la E.S.M.A. de un médico apodado
“Tomy”, de apellido Martínez, quien impartía atención médica a los secuestrados cuando
eran trasladados en los vuelos, prestando guardia en ese lugar.
Cabe destacar que durante el período en que Montes se desempeñó en el
Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto fueron numerosos los integrantes del Grupo de
Tareas 3.3/2 que también cumplieron funciones allí.
En efecto, corresponde observar la actuación de Eugenio Bautista Vilardo, quien
se desempeñó en dicho ministerio entre el 01/07/76 y el 10/01/79 (cf. fs. 95 de su legajo de
servicios). El nombrado, entre los años 1977 y 1978 concurría frecuentemente a la
E.S.M.A., donde veía a los prisioneros. Asimismo, mientras se hallaba afectado a dicho
Ministerio, fue asignado al Centro de Difusión Argentina en París en “misión transitoria” a
partir del 15/02/78 hasta el 01/12/78 (DGPN 30/78 y Resol. 99/78 y 219/78 del Ministerio
de Relaciones Exteriores y Culto).
Resta mencionar que son contestes los testimonios de aquellas personas que
tuvieron que cumplir funciones en el Ministerio de Relaciones Exteriores y/o estuvieron
detenidas en la E.S.M.A. acerca de la presencia de los miembros del Grupo de Tareas 3.3/2
en esa dependencia, como así también sobre la participación de Vilardo en los delitos que
se le imputan.
En primer término, Marta Remedios Álvarez manifestó que “a mí me llevan a
Relaciones Exteriores a fines del 78. Trabajo dos meses y un chofer nos lleva y nos trae a
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
E.S.M.A. Ahí trabajamos con Graciela García, allí se la conocía como Graciela Bompland,
ella estaba desde mucho antes. El jefe era el capitán Pérez Froio, trabajamos en Prensa en
el subsuelo. Whamond trabajaba también ahí. A veces iba Spinelli que era un capitán
retirado (…) En el tema del Centro Piloto París estaban Pernías (…) y el capitán Yon que
está muerto. Creo que después fue Benazzi” (declaración prestada el 4 de octubre de 1995
ante la Dirección Nacional Técnica de Prevención de la Subsecretaría de Derechos
Humanos y Sociales, de fs. 7267/74). La testigo agregó que “el Capitán Pérez Froio (…)
sabía su condición de detenida en la E.S.M.A.” (declaración a fs. 14111/5 de los autos
principales).
Por su parte, Beatriz Elisa Tokar declaró que “un día de mayo me dicen, bueno
vamos a Relaciones Exteriores. Yo no tenía ropa adecuada pero fui vestida con la ropa que
tenía y me presentan el que va a ser mi nuevo lugar. Me llevan, me presentan ahí al
Capitán Pérez Frorio (SIC) que era el responsable de prensa del Ministerio de Relación de
la Secretaria de Prensa y Difusión adentro de la Cancillería, me presentan a Fani
Rubinstein que era, no sé qué era profesionalmente pero ahí era la encargada de
Relaciones Públicas, me presentan a otra compañera que después supe era también
secuestrada, detenida que era Graciela García, que yo la conocí también ahí en el
Ministerio y después me asignan un lugar de trabajo que iba a ser la Secretaría de
Difusión donde una de mis sorpresa fue que el jefe de difusión era Francis Wamon
[Whamond], que era mi torturador. Después me presentan, me muestran otras oficinas. Ahí
veo al teniente Damario que es otro de los personajes que se presentó el veintiuno de
septiembre o el veintidós en mi secuestro como Jirafa y al teniente Spinelli que estaba
digamos en Cancillería, lo que era la Secretaría de Prensa y Difusión (…) donde estaba
asignada la Secretaría de Prensa y Difusión era un sótano, debajo del sótano había como
otro pequeño sótano donde ahí estaba el teniente Spinelli que le decían Felipe (…) me
dicen que habían asignado dos guardias también en la puerta, o sea que, cuando a mí me
llevaban a Cancillería, me llevaban a mí y a dos verdes, vestidos de verde, vestidos de
fajina y que se quedaban en la puerta hasta que en los traslados me llevan a casa, me
llevaban a veces a casa (…) y a veces me llevan a la E.S.M.A. Yo no tenía precisión ni de
cómo ni de cuándo me iban a llevar, cuándo iba a mi casa y cuando volvía a la E.S.M.A.
(...) cuando empieza el Mundial me dicen que no iba a volver al Ministerio de Relaciones
Exteriores y me dejan otra vez en la Pecera y me vuelven a asignar el mismo lugar en
capucha, en la misma cucha (…) cuando termina el Mundial, lo primero que hacen es
volverme a llevar al Ministerio de Relaciones Exteriores, ya con los verdes no vestidos de
verdes sino ya con ropa de civil en la puerta de lo que es el sótano donde funcionaba la
Secretaría de Prensa y Difusión (…) Pérez Froio me llamaba constantemente para nada,
para hablar de nada en la habitación o en la oficina que tenía asignada Fani Rubistein o
139
Ministerio Público Fiscal de la Nación
Graciela García” (cfr. transcripciones de las declaraciones testimoniales del 6 de
noviembre de 2007 de la causa nro. 1238 del T.O.F. 5).
En otra declaración, la dicente añadió que a mediados de abril de 1978, le fue
comunicado por Acosta que sería llevada a realizar tareas de oficina al Ministerio de
Relaciones Exteriores a cargo del Almirante Montes, lo que sucedió en mayo de ese año.
Allí fue “utilizada” para seleccionar y archivar las notas publicadas sobre Argentina en los
medios de comunicación de todo el mundo. También debió armar libros con fotos de
Argentina, lujosamente encuadernados, que luego se enviaron a las embajadas argentinas
en todos los países. Al respecto, Tokar sostuvo que, por las características de las notas,
éstas eran pagadas por el almirante Montes, con fondos reservados. Finalmente, recordó
que el director de Prensa y Difusión de la Cancillería, el capitán de la Marina Pérez Froio,
conocía perfectamente su situación, pues incluso visitaba el centro de detención de la
ESMA (cf. declaración testimonial en causa nro. 10326/96 caratulada “Nicolaides Cristino
y otros s/sustracción de menores”, de trámite por ante la Secretaría nro. 13 del Juzgado
Nacional en lo Criminal y Correccional nro. 7).
Al momento de declarar ante la Audiencia Nacional de Madrid manifestó que,
según Acosta, Pérez Froio no era demasiado confiable y que el “Tigre” Acosta iba muy a
menudo a la Cancillería, ya fuera del horario habitual de oficina. También mencionó que el
teniente Rolón tenía su oficina en la Cancillería y que iba y venía (documentación remitida
por el Juzgado Central de Instrucción nro. 5 de la Audiencia Nacional de Madrid, en
relación con el Sumario nro. 19/97, obrante a fs. 29.224 y ss.).
Graciela García Romero también declaró que a fines de 1977 la llevaron a la
Oficina de Prensa de la Cancillería, donde la recibió Pérez Froio y el segundo de él, de
quien no recordaba el nombre; la bautizaron con el nombre de Bonpland, porque era un
marino francés y le presentaron al canciller Montes. Comenzó a trabajar en una oficina
pegada a la de ellos. Su trabajo se limitaba a un trabajo administrativo, contestar cables, etc.
Más tarde, también entraron a trabajar allí Elisa Tokar, Cristina Vieyra y Marta Álvarez; un
“verde” la llevaba a dormir a la E.S.M.A. (Legajo SDH nro. 3426).
En su declaración a fs. 16177/82 de los autos principales, agregó que “el
Secretario de Prensa de nombre Pérez Froio y el canciller Oscar Montes tenían
conocimiento de su condición”.
En igual sentido, Martín Tomás Gras expresó que “a la Armada le había tocado
Relaciones Exteriores. Personal de Relaciones Exteriores utilizaba a las capacidades de la
E.S.M.A. como una estructura de apoyo (…) por la E.S.M.A. pasaron una serie de figuras,
desde el en su momento Canciller Vicealmirante Montes hasta el Capitán de Fragata
Pérez Froio, el capitán de navío Walter Alara que era el Subsecretario de Relaciones
Exteriores (…) que manejaba el tema del área de prensa de Cancillería (...) Alara, Pérez
Froio y Vilardo eran de trato recurrente en la E.S.M.A. De ahí todo el tema de análisis de
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
prensa extranjera que le comenté a usted en su momento fue una de las actividades
centrales en el grupo de detenidos. Ellos estaban muy preocupados por la campaña de
denuncia del exterior, sobre todo a medida que se aproximaba la fecha del Mundial de
Fútbol del setenta y ocho. En ese marco, la E.S.M.A. organiza actividades en el exterior.
La primera de ellas, el denominado Centro Piloto París. Era un centro de propaganda que
combinaba lo que en jerga de inteligencia es propaganda blanca y propaganda negra. Es
decir, propaganda blanca es la vinculación con periodistas, actividades de prensa y
militación de formadores de opinión; propaganda negra son las operaciones de
intoxicación de prensa. A partir de esa estructura se intentan realizar también operaciones
militares en el exterior básicamente, insisto, teniendo como base París pero extendiéndolo
también a algunas actividades a Roma y a Madrid. El que manejaba la parte de
propaganda blanca en el Centro Piloto durante un período fue el capitán Vilardo. Estaba
asignado a Cancillería y en períodos sucesivos estuvieron allí el en su momento capitán de
corbeta Perren, Jorge Perren, el en esos momentos teniente de navío Antonio Pernía,
Rata, Trueno o Martín, teniente de navío Yon, nombre de combate Cobra” (cfr.
transcripciones de las declaraciones testimoniales del 11 de noviembre de 2007 de la causa
nro. 1238 del T.O.F. 5).
El nombrado también afirmó que “comienzan a visitar el campo de la E.S.M.A.
altos oficiales que ocupan cargos políticos de relevancia, tales como el Capitán de Navío
Gualter Allara, Subsecretario (Viceministro) de Relaciones Exteriores, el Jefe de Prensa de
la Cancillería Argentina, Capitán de Fragata Pérez Froio, su ayudante inmediato, Capitán
de Corbeta Vilardo y un experto en derechos humanos de la cancillería, el embajador
Arlia. Como resultado directo del estrechamiento de relaciones, oficiales del GT son
designados para desempeñarse en funciones de la Cancillería, en especial vinculadas con
prensa y propaganda” (testimonio brindado ante la CONADEP, CASOS 48 A 59
“DOMON, Alicia Ana María” ANEXO II, CUADERNILLO DE PRUEBA “C”, sin
foliatura correlativa, el subrayado no aparece en el original).
Graciela Beatriz Daleo, en este sentido, declaró que “el Oficial de inteligencia
WHAMOND, pasó a trabajar al Ministerio de Relaciones Exteriores, al igual que
ALBERTO GONZÁLEZ MENOTTI. Que el contralmirante TORTI, el capitán de navío
WALTER ALLARA -subsecretario de Relaciones Exteriores al tiempo de que MONTES se
desempeñaba como Canciller- el capitán de navío CARPINTERO -secretario de la
Presidencia de la Nación entre los años 1976 y 1977-, el capitán de navío CORTI encargado de prensa del comando en Jefe de la Armada- y el capitán de navío PÉREZ
FROIO -se desempeñaba en la Secretaría de Prensa del Ministerio de Relaciones
Exteriores-, conocían la existencia del campo de concentración de la E.S.M.A., e incluso
hubo prisioneros, como es el caso de Elisa Tokar que fueron utilizados como mano de obra
esclava en el Ministerio de Relaciones Exteriores” (declaración testimonial en causa nro.
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
10.326/96 caratulada “Nicolaides Cristino y otros s/sustracción de menores”, de trámite por
ante la Secretaría nro. 13 del Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional nro. 7).
Por lo expuesto, considero que Vilardo deberá ser considerado coautor de los
delitos que en este requerimiento se le imputan, tal como se le enrrostran a aquellos
integrantes del Sector de Operaciones y Logística del Grupo de Tareas 3.3/2.
En síntesis, le imputo a:
1) MANUEL JACINTO GARCIA TALLADA, ser coautor de los delitos de
privación ilegítima de la libertad triplemente agravada por la condición de funcionario
público, por haberse cometido con violencia y por haber durado más de un mes, e
imposición de tormentos con el propósito de obtener información o quebrantar su voluntad,
agravados por haber sido cometidos en perjuicio de perseguidos políticos, cometidos en
perjuicio de la víctima correspondiente al caso nro. 103, en concurso real (artículos 2, 45,
55, 144 ter párrafos 1 y 2 y 144 bis inc. 1 y último párrafo del Código Penal de la Nación,
según la redacción de la ley 14.616).
2) OSCAR ANTONIO MONTES, ser coautor de los delitos de privación ilegítima
de la libertad triplemente agravada por la condición de funcionario público, por haberse
cometido con violencia y por haber durado más de un mes, e imposición de tormentos con
el propósito de obtener información o quebrantar su voluntad, agravados por haber sido
cometidos en perjuicio de perseguidos políticos, cometidos en perjuicio de la víctima
correspondiente al caso nro. 103, en concurso real (artículos 2, 45, 55, 144 ter párrafos 1 y
2 y 144 bis inc. 1 y último párrafo del Código Penal de la Nación, según la redacción de la
ley 14.616).
3) JORGE RAÚL GONZÁLEZ, ser coautor de los delitos de privación ilegítima
de la libertad triplemente agravada por la condición de funcionario público, por haberse
cometido con violencia y por haber durado más de un mes, e imposición de tormentos con
el propósito de obtener información o quebrantar su voluntad, agravados por haber sido
cometidos en perjuicio de perseguidos políticos, cometidos en perjuicio de la víctima
correspondiente al caso nro. 103, en concurso real (artículos 2, 45, 55, 144 ter párrafos 1 y
2 y 144 bis inc. 1 y último párrafo del Código Penal de la Nación, según la redacción de la
ley 14.616).
4) JORGE EDUARDO ACOSTA, ser coautor de los delitos de privación ilegítima
de la libertad triplemente agravada por la condición de funcionario público, por haberse
cometido con violencia y por haber durado más de un mes, e imposición de tormentos con
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
el propósito de obtener información o quebrantar su voluntad, agravados por haber sido
cometidos en perjuicio de perseguidos políticos, cometidos en perjuicio de la víctima
correspondiente al caso nro. 103, en concurso real (artículos 2, 45, 55, 144 ter párrafos 1 y
2 y 144 bis inc. 1 y último párrafo del Código Penal de la Nación, según la redacción de la
ley 14.616).
5) ALFREDO IGNACIO ASTIZ, ser coautor de los delitos de privación ilegítima
de la libertad triplemente agravada por la condición de funcionario público, por haberse
cometido con violencia y por haber durado más de un mes, e imposición de tormentos con
el propósito de obtener información o quebrantar su voluntad, agravados por haber sido
cometidos en perjuicio de perseguidos políticos, cometidos en perjuicio de la víctima
correspondiente al caso nro. 103, en concurso real (artículos 2, 45, 55, 144 ter párrafos 1 y
2 y 144 bis inc. 1 y último párrafo del Código Penal de la Nación, según la redacción de la
ley 14.616).
6) ANTONIO PERNÍAS, ser coautor de los delitos de privación ilegítima de la
libertad triplemente agravada por la condición de funcionario público, por haberse
cometido con violencia y por haber durado más de un mes e imposición de tormentos con el
propósito de obtener información o quebrantar su voluntad, agravado por haber sido
cometidos en perjuicio de perseguidos políticos, cometidos en perjuicio de la víctima
correspondiente al caso nro. 217, en concurso real (artículos 2, 45, 55, 144 ter párrafos 1 y
2 y 144 bis inc. 1 y último párrafo del Código Penal de la Nación, según la redacción de la
ley 14.616).
7) ALBERTO EDUARDO GONZÁLEZ, ser coautor de los delitos de privación
ilegítima de la libertad triplemente agravada por la condición de funcionario público, por
haberse cometido con violencia y por haber durado más de un mes, e imposición de
tormentos con el propósito de obtener información o quebrantar su voluntad, agravados por
haber sido cometidos en perjuicio de perseguidos políticos, cometidos en perjuicio de la
víctima correspondiente al caso nro. 103, en concurso real (artículos 2, 45, 55, 144 ter
párrafos 1 y 2 y 144 bis inc. 1 y último párrafo del Código Penal de la Nación, según la
redacción de la ley 14.616).
8) JUAN CARLOS ROLÓN, ser coautor de los delitos de privación ilegítima de la
libertad triplemente agravada por la condición de funcionario público, por haberse
cometido con violencia y por haber durado más de un mes, e imposición de tormentos con
el propósito de obtener información o quebrantar su voluntad, agravados por haber sido
cometidos en perjuicio de perseguidos políticos, cometidos en perjuicio de la víctima
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correspondiente al caso nro. 103, en concurso real (artículos 2, 45, 55, 144 ter párrafos 1 y
2 y 144 bis inc. 1 y último párrafo del Código Penal de la Nación, según la redacción de la
ley 14.616).
9) NÉSTOR OMAR SAVIO, ser coautor de los delitos de privación ilegítima de la
libertad triplemente agravada por la condición de funcionario público, por haberse
cometido con violencia y por haber durado más de un mes, e imposición de tormentos con
el propósito de obtener información o quebrantar su voluntad, agravados por haber sido
cometidos en perjuicio de perseguidos políticos, cometidos en perjuicio de la víctima
correspondiente al caso nro. 103, en concurso real (artículos 2, 45, 55, 144 ter párrafos 1 y
2 y 144 bis inc. 1 y último párrafo del Código Penal de la Nación, según la redacción de la
ley 14.616).
10) JORGE CARLOS RADICE, ser coautor de los delitos de privación ilegítima
de la libertad triplemente agravada por la condición de funcionario público, por haberse
cometido con violencia y por haber durado más de un mes, e imposición de tormentos con
el propósito de obtener información o quebrantar su voluntad, agravados por haber sido
cometidos en perjuicio de perseguidos políticos, cometidos en perjuicio de la víctima
correspondiente al caso nro. 103, en concurso real (artículos 2, 45, 55, 144 ter párrafos 1 y
2 y 144 bis inc. 1 y último párrafo del Código Penal de la Nación, según la redacción de la
ley 14.616).
11) ERNESTO FRIMON WEBER, ser coautor de los delitos de privación
ilegítima de la libertad triplemente agravada por la condición de funcionario público, por
haberse cometido con violencia y por haber durado más de un mes, e imposición de
tormentos con el propósito de obtener información o quebrantar su voluntad, agravados por
haber sido cometidos en perjuicio de perseguidos políticos, cometidos en perjuicio de la
víctima correspondiente al caso nro. 103, en concurso real (artículos 2, 45, 55, 144 ter
párrafos 1 y 2 y 144 bis inc. 1 y último párrafo del Código Penal de la Nación, según la
redacción de la ley 14.616).
12) HUGO ENRIQUE DAMARIO, ser coautor de los delitos de privación
ilegítima de la libertad triplemente agravada por la condición de funcionario público, por
haberse cometido con violencia y por haber durado más de un mes e imposición de
tormentos con el propósito de obtener información o quebrantar su voluntad, agravado por
haber sido cometidos en perjuicio de perseguidos políticos, cometidos en perjuicio de la
víctima correspondiente al caso nro. 217, en concurso real (artículos 2, 45, 55, 144 ter
144
Ministerio Público Fiscal de la Nación
párrafos 1 y 2 y 144 bis inc. 1 y último párrafo del Código Penal de la Nación, según la
redacción de la ley 14.616).
13) FRANCISCO LUCIO RIOJA, ser coautor de los delitos de privación ilegítima
de la libertad triplemente agravada por la condición de funcionario público, por haberse
cometido con violencia y por haber durado más de un mes, e imposición de tormentos con
el propósito de obtener información o quebrantar su voluntad, agravados por haber sido
cometidos en perjuicio de perseguidos políticos, cometidos en perjuicio de la víctima
correspondiente al caso nro. 103, en concurso real (artículos 2, 45, 55, 144 ter párrafos 1 y
2 y 144 bis inc. 1 y último párrafo del Código Penal de la Nación, según la redacción de la
ley 14.616).
14) ROGELIO JOSÉ MARTÍNEZ PIZARRO, ser coautor de los delitos de
privación ilegítima de la libertad triplemente agravada por la condición de funcionario
público, por haberse cometido con violencia y por haber durado más de un mes, e
imposición de tormentos con el propósito de obtener información o quebrantar su voluntad,
agravados por haber sido cometidos en perjuicio de perseguidos políticos, en forma
reiterada -2 hechos- cometidos en perjuicio de las víctimas correspondientes a los casos
nros. 103 y 217, en concurso real (artículos 2, 45, 55, 144 ter párrafos 1 y 2 y 144 bis inc. 1
y último párrafo del Código Penal de la Nación, según la redacción de la ley 14.616).
15) VÍCTOR FRANCISCO CARDO, ser coautor de los delitos de privación
ilegítima de la libertad triplemente agravada por la condición de funcionario público, por
haberse cometido con violencia y por haber durado más de un mes, e imposición de
tormentos con el propósito de obtener información o quebrantar su voluntad, agravados por
haber sido cometidos en perjuicio de perseguidos políticos, cometidos en perjuicio de la
víctima correspondiente al caso nro. 103, en concurso real (artículos 2, 45, 55, 144 ter
párrafos 1 y 2 y 144 bis inc. 1 y último párrafo del Código Penal de la Nación, según la
redacción de la ley 14.616).
16) EUGENIO BAUTISTA VILARDO, ser coautor de los delitos de privación
ilegítima de la libertad triplemente agravada por la condición de funcionario público, por
haberse cometido con violencia y por haber durado más de un mes e imposición de
tormentos con el propósito de obtener información o quebrantar su voluntad, agravado por
haber sido cometidos en perjuicio de perseguidos políticos, cometidos en perjuicio de la
víctima correspondiente al caso nro. 217, en concurso real (artículos 2, 45, 55, 144 ter
párrafos 1 y 2 y 144 bis inc. 1 y último párrafo del Código Penal de la Nación, según la
redacción de la ley 14.616).
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Ministerio Público Fiscal de la Nación
17) EDGARDO AROLDO OTERO, ser coautor de los delitos de privación
ilegítima de la libertad triplemente agravada por la condición de funcionario público, por
haberse cometido con violencia y por haber durado más de un mes e imposición de
tormentos con el propósito de obtener información o quebrantar su voluntad, agravados por
haber sido cometidos en perjuicio de perseguidos políticos, cometidos en perjuicio de la
víctima correspondiente al caso nro. 888, en concurso real (artículos 2, 45, 55, 144 ter
párrafos 1 y 2 y 144 bis inc. 1 y último párrafo del Código Penal de la Nación, según la
redacción de la ley 14.616).
18) RANDOLFO LUIS AGUSTI SCACCHI, ser coautor de los delitos de
privación ilegítima de la libertad triplemente agravada por la condición de funcionario
público, por haberse cometido con violencia y por haber durado más de un mes, e
imposición de tormentos con el propósito de obtener información o quebrantar su voluntad,
agravados por haber sido cometidos en perjuicio de perseguidos políticos, cometidos en
perjuicio de la víctima correspondiente al caso nro. 170, en concurso real (artículos 2, 45,
55, 144 ter párrafos 1 y 2 y 144 bis inc. 1 y último párrafo del Código Penal de la Nación,
según la redacción de la ley 14.616).
VII.- PETITORIO
Por los motivos expuestos, y en virtud de que la investigación está completa con
respecto a los hechos aquí analizados, solicito la correspondiente elevación a juicio oral de
estas actuaciones, en relación con los encartados enumerados en el acápite II.
Fiscalía Federal nro.3, 4 de noviembre de 2010.
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