El valor del decir NO - Topología En Extensión de Buenos Aires

Anuncio
El valor del decir NO
Hace treinta años ya, inicié mi formación de post-grado en la Residencia de
Psicopatología del Hospital de Niños “Ricardo Gutiérrez” de la ciudad de Buenos Aires.
Se nos proponía la lectura, en el afán de acceder a distintas perspectivas, la lectura de
autores como Mahler, Spitz, Klein Bion, Anna Freud. Se nos sugería que a Freud lo
estudiáramos en grupos de estudio por fuera del hospital y nos proponían la
necesariedad del análisis personal. Lacan no figuraba entre las opciones, era el auge del
kleinismo fundamentalmente en la práctica con niños.
Con el transcurrir de los años y la lectura de Lacan me dí cuenta que en esos autores se
trataba de qué es un niño para el psicoanálisis, es decir de un intento de ubicar al sujeto
que habita la infancia, en la estructura, en tanto el niño no es una forma laxa del adulto.
Me voy a referir a Spitz ya que la negación es uno de sus tres organizadores de la
subjetividad, junto con la sonrisa social y la angustia del octavo mes.
En la clase del 3 de Febrero de 1962, a propósito de la aparición del libro de Spitz, “No
and Yes, On the genesis of Human Communication escrito en 1957, Lacan comenta que
es un libro que se sitúa en la cadena de toda una serie de trabajo fundados sobre la
observación directa del recién nacido, el niño infans, es decir hasta el límite de la
aparición del lenguaje articulado como tal. “En el interior de ese campo, Spitz pretende
encontrar el pattern del No, en tanto que forma semántica, en un cierto número de
gestos y primero en el rooting, el gesto de oscilación de la cabeza que hace el niño en la
aproximación del seno.” … “ en último término el gesto lateral de la cabeza, es en
suma el gesto de aproximación, de espera de la satisfacción de lo que se trata.” “Yo
estoy muy lejos de ser severo con Spitz, y es por el contrario su defensa la que tomo, no
digo que tenga razón, pero lo que plantea es muy fuerte y pleno de importancia”
…”Uno se sorprende que lo articule de manera aislada, a partir de un caso y no de una
manera general. “…”Evoqué y denuncié la sustitución a toda la topología freudiana de
un término como el ego, lamentable en alguien tan profundamente nutrido del
pensamiento analítico como Spitz.”
En efecto, Spitz fue analizante de Freud. Desconozco si Spitz escuchó la sugerencia de
Lacan pero lo cierto es que en 1965 publicó “The First Year of Life”, obra en la cual el
valor del decir NO, como organizador adquiere un valor constitutivo indispensable de la
subjetividad y con una lectura más desarrollada de la operatoria en cuestión.
El decir No del niño es para Spitz, el primer concepto inequívoco usado por el niño
alrededor de lo quince meses. El niño parece rechazar lo que manifiestamente quiere.
Esa actitud aparentemente caprichosa significa su esfuerzo por afirmar su deseo en
relación a la demanda del adulto, aún cuando esto implique una pérdida de satisfacción
inmediata. No se trata solamente de un signo de un intento de autonomía del niño, es el
organizador mismo de la autonomía. El niño ha ingresado en una zona de prohibiciones,
fruto del cambio drástico que implica la bipedestación. Usando el No en contra de sus
propios intereses, el niño crea un clivaje entre él mismo como objeto observado y él
como observador. El niño al decirle No a aquellos con quienes tiene una relación
primaria de dependencia produce un corte radical en esa relación de dependencia y
establece la separación. A partir de allí el niño tendrá que establecer nuevas formas de
relación con esas personas, a las que Spitz califica como altamente enriquecedoras.
Spitz recurre para la lectura de este organizador a nociones como frustración, retorno de
la agresividad del ello e identificación al agresor en un movimiento dialéctico con cierta
precisión lógica. Pero esto le impide, en mi opinión ubicar que la operatoria entre el A
encarnado en los adultos y el niño como sujeto se realiza en el campo del lenguaje, en
tanto ambos son sujetos de la función de la palabra.
Es gracias a ello que se plasma el saludable drama del malentendido entre quien encarna
al A y el niño, surge el equívoco en su dimensión fundante y presupone la Bejahung del
No en su dimensión de lo no permitido para la preservación del cuerpo del niño que
gracias a ello, entre otras operatorias subsidiarias de la constitución de la imagen
narcisística, ha devenido propio y como tal deberá circular en la escena.
Todo esto ocurriría en el mejor de los casos. Esta dialéctica requiere que el adulto esté a
la altura de las circunstancias.
En los tiempos que corren, lo imposible de la crianza ha quedado reducido a la
incompetencia. La insolvencia del adulto frente a este drama subjetivo fundante,
seguramente muestra el triunfo de fantasmas inoculados por el discurso actual el cual
vaticina que el “capricho” conducirá a inevitables desviaciones, lindantes con la moral
insanity, puesto que de lo que se trata para prevenirlos es la prestigiosa “puesta de
límites”.
Las maniobras que resultan de este discurso pregnante presente casi unánimemente en
quienes realizan una praxis con niños generan efectos desvastadores para el niño que
como sujeto busca sin auxiliares competentes ubicarse en la estructura.
Podemos releer a Spitz, reformular sus planteos pero afirmo que estaba mejor orientado
que todos aquellos psi que lo han puesto en el museo reconociéndolo por el mérito de
haber denunciado el síndrome del hospitalismo. Tal vez releerlo sería algún punto de
inicio para detener la fabricación industrial de niños condenados a la psicosis, que es
¿por qué no? una nueva forma de hospitalismo. Un artificio ilegítimo.
e
Descargar