res tanquetas del Ejército macedonio descienden del montañoso distrito de Lipkovo. Unas horas antes, un grupo de cuarenta paramilitares armados con fusiles y uniformes del Ejército de Liberación Nacional (más conocido como UCK macedonio) han asaltado a un destacamento de montaña en la aldea de Gosince, golpeando a los cuatro policías que se encontraban en su interior y confiscando todo el depósito de armas. En los escasos postes eléctricos que flanquean la pista que conduce al lugar del ataque, aún se aprecian las pintadas del UCK frescas. Al observarlas, un conductor se detiene y da media vuelta, asegurando que «lo sucedido es algo puntual y aquí no tenemos miedo, pero es mejor esperar a que se aclaren las cosas». Más abajo, a un lado del pedregal que sube a esta inhóspita zona, triángulo fronterizo entre Macedonia, Serbia y Kosovo, se encuentra un policía vestido de paisano controlando el escaso tránsito de vehículos que se aventura montaña arriba. Siendo «étnicamente albanés», tal y como se reconoce, «pero trabajando en la nueva policía macedonia», este funcionario de mediana edad aporta cierta perspectiva en un país en el que los macedonios (cristianos ortodoxos de origen eslavo) chocan de forma cíclica con los albaneses (predominantemente musulmanes y originarios de Albania). «Soy albanés, pero también ciudadano de Macedonia, que a fin de cuentas es mi país. Formo parte de la nueva policía, que es mixta y, por supuesto, aconfesional. Para mí, este incremento de la violencia por parte de comandos proalbaneses tiene poco que ver con lo que sucedió primero en Kosovo o más tarde aquí durante la guerra de 2001 entre albaneses y macedonios. Esto me resulta inquietante». Más inquietante si cabe es el episodio sucedido el pasado 9 de mayo, cuando a orillas de este mismo distrito, en la ciudad de Kumanovo, cuarenta y cuatro paramilitares del UCK combatieron a las fuerzas especiales macedonias en un barrio repleto de civiles durante casi dos días, dejando un saldo de ocho policías y catorces insurgentes muertos. T «Seríamos como Serbia y Montenegro». El joven país balcánico, que en el año 1991 realizó una pacífica transición de la República Federal Socialista de Yugoslavia a la actual República de Macedonia, tiene varios conflictos enquistados en su interior. Sin ir más lejos, el propio término “Macedonia” sigue siendo motivo de disputa con Grecia, que no tolera a un país vecino que lleve el nombre de su provincia homónima. No en vano, organismos internacionales como Naciones Unidas aún la llaman Antigua República Yugoslava de Macedonia, por lo que la fragilidad es una característica presente en casi todas las esferas de este pequeño 1 8 zazpika estado que muchos académicos consideran «fallido». Sin mar, aislada entre las montañas de Albania, Kosovo, Serbia, Bulgaria y Grecia, la tierra de Alejandro Magno es hoy una candidata oficial a la Unión Europea que también ha realizado esfuerzos para intentar entrar en la OTAN. Con dos millones de habitantes, de los cuales un cuarto son étnicamente albaneses, el país ha superado importantes crisis, siendo de guerra abierta la vivida entre enero y agosto de 2001, cuando parte de la población albanesa, inspirada por la experiencia insurgente del UCK en la vecina Kosovo, se levantó en armas contra la mayoría eslava que conforma