EL JEREZ EN LA LITERATURA El Jerez y los escritores viajeros “¡Viva el vino de Jerez! Jerez es una ciudad que debería estar en el Paraíso” “Lucrecia Borgia” de Victor Hugo. 1833 SECCIONES página principal imágenes curiosas galería gráfica diseño gráfico etiquetas y flamenco don quijote y el jerez literatura del jerez artistas del jerez jerezan@s en el cine rodajes en jerez cines de jerez enlaces de interés Es una evidencia, y los ejemplos son abundantes, que Jerez ejerció desde principios del siglo XIX una especial atracción en los escritores europeos y norteamericanos, y muy especialmente entre los británicos. Estos últimos fueron los primeros en difundir por medio de sus escritos la belleza de su paisaje, los encantos de sus mujeres, la amabilidad de sus gentes y, ¡cómo no!, destacaron la fama de su producto más representativo, su vino, el jerez. George Gordon Byron, más conocido como Lord Byron (1788-1824), habría pasado en Jerez unos días del mes de julio de 1809 alojado en la casa de su pariente, Arthur Gordon Smythe, sita en Plaza San Andrés. En una carta que dirige a su madre el 11 de agosto cuenta exaltado lo más curioso de su estancia: “At Xeres, where the sherry we drink is made” ("En Jerez, donde se elabora el sherry que bebemos"). No en vano nuestros vinos se venían comercializando con Inglaterra desde la Edad Media. Varios son los factores que pudieron influir para que Jerez fuera incluida en los planes de viaje de estos escritores. Entre estos habría que tener en cuenta el momento histórico que vivió España durante las guerras napoleónicas, y la ayuda que recibió de Inglaterra para expulsar al invasor francés. Además, Cádiz, destacado enclave en la comunicación marítima por donde salía y entraba la mayor cantidad de mercancías y viajeros, se convirtió en el adalid europeo de la resistencia heroica contra Napoleón, reafirmando con la Constitución de 1812 las nuevos ideales que pregonaba el liberalismo. Galdós en su Episodio Nacional, “Cádiz”, reflejará, años después, esta situación al exclamar Lord Gray, trasunto del Lord antes mencionado: “Si Dios no hubiese hecho a Jerez, ¡cuán imperfecta sería su obra!”. El mismo Pérez Galdós (1843-1920) vendría a Jerez, quedando impresionado ante las bodegas de González Byass , ya que unos años después de su visita, en 1877, escribiría su cuento “Theros”, donde nos narra su llegada en tren a la ciudad: “Llevabale sin duda tan aprisa el exquisito olor de las jerezanas bodegas, que más cerca estaban a cada minuto, y por último la maquinaria dio resoplidos estrepitosos, husmeó el aire, cual quisiera oler el zumo almacenado entre las cercanas paredes y se detuvo ”. Otro elemento a tener en cuenta sería la existencia del enclave colonial Otro elemento a tener en cuenta sería la existencia del enclave colonial de Gibraltar, en manos de los británicos desde 1782. El Peñón era parada obligatoria de los barcos ingleses camino a su posesiones del Mediterráneo y Oriente. En el caso del escritor Anthony Trollope (18151882), funcionario del servicio postal británico, aprovecharía su misión de inspección en Gibraltar para pasar una semana de vacaciones entre Cádiz y Sevilla, incluyendo Jerez. Esto era a finales de abril de 1858, y así nos lo cuenta en su historia, escrita en 1861, “John Bull on Guadalquivir”: “Me llevó (su anfitrión en la zona fue un tal Thomas Johnson, un inglés afincado en Jerez y relacionado con el comercio del vino) por barco y por tren a Xeres, y después probé media docena de diferentes vinos como agasajo habitual de su hospitalidad”. El amplio periodo de tiempo que permanecieron los árabes en Andalucía y el lagado cultural y artístico que nos dejaron, se convirtió en un revulsivo en las mentes inquietas de los jóvenes románticos europeos. Un interés que heredarían los jóvenes intelectuales americanos, imbuidos de nuevos deseos de aventura. Un ejemplo de lo expuesto es el escritor americano Washington Irving (1783-1859), autor de “Cuentos de la Alhambra”. En 1828 fue invitado de una destacada familia portuense dedicada a los vinos, teniendo la oportunidad de pasear por la campiña jerezana y escribir: “Dios quiera que pueda vivir todo el tiempo para beber todo este vino...”. Sus viajes por nuestro país fueron estudiados por Claude G. Bowers en su libro, “Las aventuras españolas de Washington Irving”. Un siglo más tarde, otro compatriota suyo, Paul Bowles, recordaría su paso por las bodegas de González Byass, al poner en boca de uno de los personajes de “El cielo protector”, la siguiente frase: “...recordó las frescas bodegas de Jerez donde le habían ofrecido un Tío Pepe”. Al transporte marítimo, cada vez más rápido y seguro, protegido por la flota inglesa, se uniría el ferrocarril a mediados del XIX, lo que hizo que productos y personas desembarcaran con fluidez en nuestra provincia. Esto facilitó el asentamiento en la ciudad de nuevas familias extranjeras con intereses en el sector, por lo que lo mejor de nuestros vinos llegaba a todos los mercados del mundo, y con ellos la imagen idealizada de la ciudad que los producía. En el primer periodo de esta crónica de viajeros ilustres dedicados a las letras que se deleitaron paseando por Jerez y bebiendo nuestro vino hay que destacar al autor francés, Theóphilo Gautier (1811-1872), que en su libro de viajes, “Voyage en Espagne”, publicado en 1845, cinco años después de su venida a Jerez, manifestará su asombro por los toros y los vinos: “Marchamos por avenidas de toneles colocados en cuatro o cinco filas superpuestas. Tuvimos que probar todo aquello, por lo menos de las clases principales, de las que hay infinitas”. A Gautier le seguiría otro compatriota de fama mundial, Alejandro Dumas (1802-1870). Dos años antes de que pisara nuestra tierra había escrito, en 1844, su popular novela “El Conde de Montecristo”. Curiosamente las referencias al jerez en esta famosa historia son variadas, así cuando a uno de los personajes se le ofrece un jerez, variadas, así cuando a uno de los personajes se le ofrece un jerez, exclama: “vuestro vino de España es excelente”. No es de extrañar, por tanto, su interés por estar en la ciudad que elaboraba el mejor vino del mundo, dejando para la posteridad su libro de viajes, “De París a Cádiz”. En uno de esos momentos escribió: “Jerez, símbolo de la alegría y del espíritu español”. La representación internacional se amplia, en 1862, con Hans Christian Andersen (1805-1875) y Edmundo De Amicis (1846- 1908 ), en 1871. El famoso autor danés de cuentos, Andersen , que durante casi cuatro meses recorrió gran parte de España recala en la provincia de Cádiz, a la que dedica los capítulos X y XII de su libro de viajes, “Viaje por España”. Edmundo De Amicis, que alcanzó gran fama con su novela “Corazón”, dejó plasmada su crónica de viajes en su obra: “España. Viaje durante el reinado de D. Amadeo I” (1873). En el capítulo X se detalla su paso por la provincia de Cádiz, dejando referencia a los vinos de la tierra. De los españoles, menos motivados por el turismo en aquella época, destaca nuestro admirado Leopoldo Alas, “Clarín” (1852-1901). En una de las botas existentes en González Byass podemos aún contemplar, como en un singular libro de visitas, su firma y la fecha, 14 de enero de 1883. En 1890, al escribir su novela “Su único hijo”, los recuerdos de ese instante lo plasmó en este párrafo: “Sin saber porqué, se acordó de haber oído describir las bodegas de Jerez y las soleras de fecha remota, que ostentaban en la panza su antigüedad sagrada”. En este periodo viene también un importante representante de las Letras de España, el autor de “El sombrero de tres picos”, Pedro Antonio de Alarcón (1833-1891). Como los otros, escribiría sus recuerdos de idas y venidas por el país en un libro titulado, “Viajes por España”, editado en 1883. Mientras visita las espléndidas bodegas del Marqués de Misa, en 1877, la inspiración le sugiere el famoso soneto: “Detente pasajero; aquí reposa / el Adán de los vinos jerezanos, padre de tantos ínclitos ancianos/”, y cierra el poema así: “Si las cuitas del mundo te hacen guerra,/ Cátalo media vez, ¡oh, peregrino!, / Y jurarás que el cielo está en la tierra”. Continuando con nuestros paisanos literatos, y ya en pleno siglo XX, un nombre hace temblar todavía los cimientos más profundos de bodegas y casas señoriales del Jerez más tradicional, Vicente Blasco Ibáñez (1867-1928). Blasco Ibáñez vendría a Jerez en julio de 1904 con la intención de buscar documentación para su novela “La bodega”, incluida en su serie denominada sociales, y aprovechar, como diputado a Cortes que era, para conocer algunos de los pueblos de la provincia. Aunque en mayo de 1902 acompañó a Lerroux a Jerez para participar en un mitin, este primer contacto no le permitió llegar a conocer las circunstancias sociales y económicas en las que vivía el jornalero jerezano. De sociales y económicas en las que vivía el jornalero jerezano. De informarle en detalle se encargarían, en 1904, dos grandes personajes de la ciudad, el cirujano, Fermín Aranda, y el sindicalista, Manuel Moreno Mendoza, que llegaría a ser alcalde de Jerez en la corporación municipal republicana. En uno de los párrafos de “La bodega”, publicada en 1905, se puede leer: “¡Ah, Jerez! ¡Jerez! ¡Ciudad de millonarios, rodeada de una horda inmensa de mendigos!..Lo extraño es cómo estás ahí tan blanca y tan bonita, riendo de todas las miserias, sin que te hayan prendido fuego”. Un aspecto totalmente distinto reflejaría, un siglo después, el escritor cartagenero, Arturo Pérez Reverte, buen aficionado a los distintos tipos de jereces que suele catar en los bares de Jerez. En “La reina del sur”, la descripción es más relajada: “Estaban en Jerez, tapeando tortillitas de camarones y Tío Pepe en el bar de la Carmela”. Parecidas motivaciones que las de Blasco Ibáñez indujo al escritor soviético, Ilyá Ehrenburg (1891-1875), a incluir en su itinerario español a la ciudad de Jerez. Ehrenburg, acompañado de su esposa, y del dramaturgo alemán, Ernst Toller, arribaron a Jerez el 13 de noviembre de 1931, alojándose en el hotel Los Cisnes, igual que hiciera Blasco Ibáñez en 1904. Pasearon por el centro de la ciudad, contemplando el monumento a Miguel Primo de Rivera en la Plaza del Arenal, desde donde se dirigieron a las bodegas de González Byass y probar sus vinos, para más tarde entrar en contacto con organizaciones obreras y sindicales. La II República hacía algo más de siete meses que había sido proclamada en España. De su experiencia jerezana nos habla Ehrenburg en su libro de memorias “Gentes, años y vida”. Para finalizar, nos detendremos en dos distinguidos escritores ingleses, por supuesto, que eligieron Jerez atraídos, especialmente, por la fama de sus caldos: William Somerset Maugham (1874-1965), y Aldous Huxley (1894-1963). Somerset Maugham., fascinado por Andalucía, y concretamente por Sevilla, donde residió entre finales del XIX y principios del XX, quedó marcado por su folklore, su gastronomía, sus gentes, y su arte. Tal es así que una vez de vuelta a Inglaterra no pudo menos que escribir, en 1905, un libro donde recogió su peregrinar por las provincias de Andalucía Occidental: Granada, Córdoba, Sevilla, Málaga y Cádiz. A Jerez le dedica el capítulo XXXVII de “Andalusía. The Land of Blessed Virgin”, donde su admiración por la ciudad y sus pobladores no tiene límites: “Una pequeña ciudad en mitad de una fértil planicie. Limpia, confortable y amplia”. Rindiéndose a una evidencia: “Jerez la Blanca es, desde luego, el hogar del sherry”. Aldous Huxley, famoso novelista, ensayista y poeta inglés vendría a corroborar lo dicho por Maugham veinticinco años después. Acompañado de su esposa, llegaría a Jerez en su “Bugatti” rojo, adaptado para las largas piernas del escritor por el propio Ettore Bugatti, adaptado para las largas piernas del escritor por el propio Ettore Bugatti, en los primeros días de noviembre de 1929. Sería su segundo viaje a España de los tres que realizaría. Huxley aprovecha su participación en el Congreso de Cooperación Intelectual que se celebra en Barcelona a mediados de octubre para hacer una amplia gira de un mes por el país. La estancia de Huxley en Jerez está documentada en la biografía que sobre el autor de “Un mundo feliz”, escribiera Doireann MacDermott en 1978, además de una carta, de fecha 1 de diciembre de 1929, que Huxley dirige a su padre desde Suresnes, una vez de vuelta de su viaje por España. En esta, le escribe a su padre: “Luego paseamos por Jerez - ¡qué jerez, dicho sea de paso! - . Ni siquiera en All Souls se bebe algo que sea la mitad de bueno que lo que uno toma por unos peniques en la copa que te sirven en los hoteles y cafés de este lugar”. A ambos, con una exquisita formación universitaria al mejor estilo inglés, se le puede aplicar lo que Frank McCourt cuenta en su libro de memorias, “Lo es: Una memoria”: “En las novelas inglesas los estudiantes de Oxford y Cambridge estaban siempre reunidos en el despacho del profesor sorbiendo jerez mientras discutian de Sófocles”. Ficción y realidad, razón y sentimientos unidos para hacernos entender algo más las grandes virtudes del jerez, pregonando a la ciudad, durante siglos, como uno de los lugares más atractivo para el turista más selecto. !"#