dos de sus cincuenta hijas las Nereidas, que entretenían el ocio de sus padres con sus melodiosos cantos y alegres danzas. El adorno, predilecto de estas Ninfas marinas era un voluptuoso trage de finísimo cendal, engalanando sus largas y tendidas cabelleras de ricas perlas, entrelazadas con las preciosas Flores de la Adelfa, cuyo rojo color era de especial agrado de la Oceánida. Dos de entre las bellas hermanas eran las encargadas de recojer las indicadas Flores con destino al palacio de cristal: la hermosa Tetis y la agraciada Galatea. La primera tuvo necesidad de abandonar m u y luego tan inocente ocupación, puesto que debia llenar una misión mas elevada. Galanteada por los tres númenes mas poderosos del Olimpo, desdeñaba á todo mortal; sin embargo, tuvo de Peleo al invulnerable Aquiles, que, si vencedor mas tarde del troyano y esforzado Héctor, fue víctima del cobarde raptor de Elena, origen de la guerra mas célebre que con tanta poesía cantó el divino Homero. Habia dispuesto el destino que el Laurel-Rosa dejara de ser el constante adorno de las hijas de Doris: Galatea, que empleaba la mañana en recojer las preciosas flores, pero siempre huyendo de la importuna persecución del seductor Polifemo, se alejó u n día con su amante Acis hasta la entrada de u n a solitaria gruta, donde con frecuencia pasaban momentos de venturosa dicha. Observados por el celoso monstruo, arrojó desde la escarpada roca que le servia de atalaya una enorme piedra, que concluyó con la vida del hijo de Simetea, quien, trasformado enrió, fertiliza las Adelfas de sus orillas solitarias, mientras la infor-