El investigador social y la construcción de teoría revolucionaria Puntos clave: Se reconoce al conocimiento sobre el capitalismo y la condición humana como necesarios para el proceso revolucionario, principalmente porque desde un punto de vista objetivo permite tomar determinaciones estratégicas, y desde un punto de vista político permite estimular la consciencia de clases. Los llamados a desarrollar ese conocimiento son los intelectuales sociales revolucionarios. Esta denominación busca ser la continuidad de la experiencia histórica de los intelectuales y los teóricos; sin embargo, hace énfasis en que la producción de conocimiento es praxis y se hace principalmente mediante la investigación política. Los investigadores sociales, en ese sentido, son estrictamente un rol, tal como trabajar en un partido, en una organización o dentro de las formas tradiciones de trabajo. Se debe entender la diversidad de roles Se plantea la necesidad de reconocer una nueva práctica ideológica o cultural principalmente para construir un entendimiento teórico del capitalismo, pero también para aportar dentro de la estrategia para la victoria. Actualmente, en Chile no existen organizaciones que reúnan todas las posibilidades que permite la lucha ideológica y se llama a apuntar a la diversidad de las tareas involucradas en ésta. El conocimiento como herramienta revolucionaria Existe una pregunta central que siempre debe ser respondida ¿Por qué investigar sobre nuestras sociedades y la condición humana? ¿Existe una necesidad primordial de investigar nuestra sociedad para luchar por ella? ¿Cómo el conocimiento de nosotros, la condición de emancipación y la construcción de una sociedad puede aportar a la lucha social? Para aquellos involucrados en la investigación social la respuesta es usualmente obvia, sin embargo encierra una simpatía por lo que se hace, que todos tienen con respecto a sus actividades. Por lo cual, debemos identificar de forma clara qué es lo que se puede conocer y qué utilidad nos plantea, para poder entender a qué rol se convoca cuando se plantea lo que tradicionalmente se conoce como lucha ideológica. En primera instancia, podemos señalar que el capitalismo tiene ciertas regularidades dentro de los procesos que lo conforman (procesos políticos, económicos y culturales). Estos procesos son reales y objetivos; es decir, son independientes de quienes lo observan y son propios del capitalismo. Por ello, el conocimiento de esas regularidades es un marco mínimo para la toma de decisiones de estrategia y táctica. Lamentablemente, muchos de estos procesos no son directamente aprehensibles en nuestra experiencia inmediata (en nuestras posiciones y roles que llevamos a cabo todos los días), sino que las personas debemos usar esas experiencias y generar un conjunto de nuevas experiencias (mediante herramientas de investigación) para poder dar cuenta reflexivamente de cómo estos procesos políticos, económicos y culturales operan (tanto en armonía, como en contradicción), y cómo afectan nuestras vidas y la posibilidad de liberarnos de la explotación y dominación, de la miseria en que vivimos. La realidad externa de estos procesos obliga, pues, a que el conocimiento de estos procesos dé una ventaja estratégica en la toma de decisiones, pero también permite estimular la consciencia de clase, puesto que uno de esos procesos es lo que denominamos la “lucha de clases”, elemento que se expresa tanto de manera evidente (en conflictos sociales) y de forma invisible (sueldos, dominación, ideología, entre otros). Por lo tanto, derrotar y superar el capitalismo es un proceso que necesita de un conocimiento de sus procesos y de sus regularidades. En primera instancia, como un conocimiento predictivo de lo que va a suceder y, en segunda, como una estimulación a la consciencia de clase, basada no tan solo en cómo es la sociedad y cómo puede ser, sino también en cuáles son los parámetros de lo humano y su emancipación. Con respecto a los objetivos de esta tarea, lo primero es entender los fundamentos del capitalismo y participar en la construcción de un movimiento popular. Esos dos objetivos están relacionados, pero no son estrictamente lo mismo. Lo primero habla de las regularidades y su evolución, lo segundo habla de la subjetividad proletaria, las posibilidades de acción colectiva y los efectos sociales de esta acción social en diferentes contextos. El primer objetivo nos lleva a una conciencia teórica de este fenómeno histórico conocido como capitalismo. Es una tarea descubrir cómo funciona y cómo hemos de comprenderlo en su unidad y su variedad, pero también la conciencia de sus fundamentos. Ello obliga a pensar en aquellas sociedades pasadas, presentes y futuras que no han sido capitalistas, especialmente en cómo sus regularidades se conectaban con una ética de lo humano y la posibilidad concreta del desarrollo de ésta. El segundo camino nos lleva a la construcción de una estrategia y un proyecto político, no tan solo como un mecanismo técnico de evaluación y predicción, sino también en la reflexión de la superioridad de la ruta revolucionaria y la meta socialista. Nos lleva a considerar y reflexionar sobre lo moral y lo político en la constitución de un movimiento como fuerza revolucionaria. ¿Quiénes son los llamados a encontrar este conocimiento? Usualmente cuando se piensa en las personas que generan conocimiento, se les denomina teóricos o intelectuales, haciendo referencia a cómo su reflexión autónoma o la iluminación erudita es lo que les da legitimidad como pensadores. Esto provoca una dualidad muy típica de la modernidad entre lo intelectual (como una actividad de la mente) y lo práctico (como una actividad del cuerpo). Sin embargo, nosotros juzgamos que aquellos llamados a producir conocimiento no son intelectuales de por sí, en la medida que existe un privilegio del pensar, sino más bien son investigadores sociales. Éstos están llamados a utilizar su praxis, a investigar, sentir, conocer, medir, conversar, recolectar datos, analizar, revisar la historia, experimentar y una serie más de acciones prácticas, cuyos productos concretos son un conocimiento nuevo y revolucionario Los investigadores sociales revolucionarios están llamados a construir metodologías, teorías, pero también difusión, propaganda y comunicación. Aportar a la construcción de una teoría revolucionaria no significa solo crearla, sino también transformarla mediante la práctica en comunicación, procedimientos reflexivos y sentidos comunes. Inundar el universo de lo posible de pensar. El investigador social no está llamado solo a crear, sino también a estudiar lo que se ha realizado, educar y comunicar. Se orientará a generar consistencia y comunicar los hallazgos producidos colectivamente. A su vez, promoverá la identidad revolucionaria y un nuevo sentido común. Para esto, identificará las diversas formas de comunicar que tiene disponible e, incluso, creará nuevas. Los investigadores sociales están llamados a entender el mundo de lo ideológico y cultural. Su materia prima son las ideas, ya sea que se extraigan de otras personas o de la observación directa. Los investigadores sociales deben promover y explotar la cultura en todas sus facetas para hacer posible el movimiento social, es decir, no solo ser un analista, sino también puede ser un educador, un artista o un filósofo. Es por lo mismo, que se deben considerar las posibilidades de la cultura dentro del siglo XXI, cuyas plataformas de producción, almacenaje y comunicación se van multiplicando y diferenciado continuamente. En ese sentido el investigador siempre tiene una extracción de clase; creció en un hogar cuyos jefes de familia estaban insertos en algún punto de la estructura productiva (en su mayoría) o en algún lugar de las otras estructuras (productoras de sentidos o políticas). Esa herencia marca la vida del investigador, tal y cual marcaría la de cualquier persona. Esa experiencia de vida asigna cierta orientación en la vida que se concretiza en interés para actuar. Pero al mismo tiempo, los roles actuales que toman las personas manifiestan un interés social y económico, externo y real que intelectual con los heredados culturalmente mediante la familia. Esta dualidad de intereses marca al intelectual militante. Estos toman el rol de investigador social, alejado del trabajo manual tradicionalmente entendido, sin embargo, siguen participando con el movimiento popular. Esto esta fundamentalmente basada en una alianza de intereses producidos por los roles (entre los trabajadores manuales y los investigadores sociales), experiencia de vida e intereses familiares, y finalmente, voluntad política basada en la emancipación humana. Así, hay que entender que los intelectuales y los trabajadores, de forma ontológica, no son dos categorías diferentes, ni disociadas; sino formas de clasificar a las personas para la revolución de forma diferente. Esto no quiere decir que quienes tengan habilidades o se sientan llamados por esta vocación de conocimiento e investigación tengan una sola misión en la lucha política. El movimiento social y revolucionario lo integramos como personas y como participantes a través de roles y éstos son parte de nuestra totalidad como personas y sujetos revolucionarios. En consecuencia, debe haber una organización que reflexione de la mejor forma en cómo obtener los resultados que necesitamos, usualmente conocida como una división social del trabajo político. Pero no es la única forma en que nos vinculamos con esta unidad o el movimiento social, también tenemos una clase, un territorio y una participación política. Nadie nace o muere siendo intelectual, teórico o investigador. Reducir la complejidad de la participación de las personas a esta categoría es asumir que el trabajador material solo puede ser eso, y no dirigente, o que el dirigente no puede ser investigador, etc. El proceso y el producto de la investigación social revolucionaria Como señalamos en un principio, se debe diferenciar el conocimiento del capitalismo que se produce por el hecho de vivir en él y luchar en él, con aquél que es producto de la abstracción, la investigación y la reflexión de estos momentos particulares y su análisis. Si bien la tarea de construcción de conocimiento se alimenta de luchas inmediatas (i.e. los sindicatos, el movimiento estudiantil, luchas por la contaminación y en general, las luchas sociales, económicas y políticas del pueblo trabajador), ésta no puede ser llevada a cabo solamente con las experiencias que encontramos en aquéllas. Es por ello que es necesario generar conocimiento teórico de la totalidad, a partir de estas luchas particulares. Este trabajo de producción de conocimiento tiene el mismo nivel de particularidad que el trabajo en las luchas inmediatas. Esta distinción no sucede porque los trabajadores sean inherentemente incapaces de hacer esa reflexión, sino que su praxis está orientada con otros objetivos, cuyos productos no son el conocimiento científico de la realidad; de hecho, en cualquier momento un trabajador puede ser parte de la construcción de la consciencia teórica. Como se señala anteriormente, no es que sea un espíritu el que habilite a los investigadores a ser investigadores, sino que es una dedicación especifica en praxis humana, una persona que el día anterior era trabajador manual, mediante la preparación que tienen todos los investigadores, perfectamente puede modificar su rol principal en el movimiento, como ha sucedido en la historia de las luchas sociales. Estas luchas inmediatas y el conocimiento producido por éstas, son experiencias enriquecedoras, tanto en el plano subjetivo como el plano objetivo. Nos ayudan a entender cómo las personas viven/sufren el capitalismo, pero también cómo operan estos procesos. Sin embargo, trabajar solo con esas impresiones no nos permite conocer la totalidad, y sin un conocimiento de la totalidad (de las operaciones del capitalismo en toda la formación social histórica), el proceso de consciencia de clase se obstaculiza. En ese sentido, la consciencia de clase no es solamente el reconocimiento de los procesos que llevan a la situación de ésta, sino también a cómo superar tal condición, en concreto, qué estrategias se pueden tomar y cuáles son sus consecuencias. El proceso de consciencia de clase anteriormente descrito, debido a su complejidad, no es un proceso individual, sino colectivo y, por ende, está condicionado a qué tan buenos son los análisis y evaluaciones que realicen diferentes instancias y personas, las cuales mediatizan este conocimiento no experiencial. La experiencia directa es la principal fuente de conocimiento y conciencia que tienen las personas con respecto a su realidad y su posición dentro capitalismo. Sin embargo esta experiencia directa puede ser engañosa en muchos sentidos pudiendo ser fenómenos ideológicos, hegemónicos, de engaño u ocultamiento, pero por otro lado, pueden ser simplemente conclusiones erróneas sobre experiencias más inmediatas. La consciencia teórica sobre el capitalismo debe apuntar a eso, a esclarecer los procesos experienciales y conectarlos con los procesos orgánicos del capitalismo que, en la mayoría de los casos, suceden a las espaldas de las personas, incluso de aquellos que orientan su praxis a entender nuestras sociedades. ¿Pero para producir qué? En primera instancia, se debe pensar la teoría revolucionaria no como un producto contemplativo, sino como una práctica específica, como un producto de la acción política de investigar. La teoría revolucionaria se construye a partir de lo que se investiga, debe responder y orientarse a problemas prácticos políticos; sin perjuicio a lo anterior, además debe ser capaz de acumular y contextualizar conocimientos antes producidos de forma de iluminar una variedad de problemas. La teoría revolucionaria es una construcción que no solo trata de cómo se construye un camino hacia el socialismo, de la crítica general al capitalismo o de cómo no se alcanza la potencialidad de lo humano (tecnológica y moral); sino también trata de evaluar cada coyuntura como un paso a disputar el socialismo y la constitución de un movimiento popular para la construcción de éste. La teoría revolucionaria tiene por objetivo entender los procesos actuales y cómo se puede actuar sobre ellos. La “actualidad” es un proceso que mezcla aspectos estructurales producto del capitalismo, con las agencias individuales o colectivas de diferentes actores. No se puede entender cada situación como una reproducción, como una pieza que cae en una máquina perfecta de dominación, sino más bien como la acción presente de distintos agentes en condiciones que ellos no eligieron. La teoría revolucionaria debe tener las herramientas e identificar las tendencias, pero también debe poder integrar las contingencias y evaluar las posibilidades de acción. En ese sentido, debemos entender que las realidades estructurales del capitalismo son regularidades sociales e históricas y no leyes de la historia. Se debe entender no tan solo la contingencia como cambiante, sino también la estructura como un proceso que es impactado por las agencias individuales o colectivas. Bajo esa orientación práctica de entender la teoría, no se puede olvidar el marco marxista como el núcleo fundamental de la reflexión revolucionaria. Es éste el que establece los fundamentos para poder entender el fenómeno del capitalismo, sin embargo esto no quiere decir que se admita como un canon o un dogma. El trabajo ideológico obliga a pensar en nuevas formas los problemas viejos y, con mayor esfuerzo, en nuevas formas para los problemas nuevos. ¿Por qué es importante pensar en este ejercicio de incorporar lo viejo con lo nuevo? Pues existe una serie de problemas clásicos para la lucha revolucionaria, en donde encontramos que no existe una articulación acabada de las posibles respuestas. Entre esos problemas destacamos tres: el uso político y organizado de la violencia; las bases de lo que comprendemos como humano; y la enajenación, explotación y dominación, tanto en sí mismos como en sus relaciones, como una variedad de fenómenos vividos. Consideramos que son preguntas que quedan abiertas y es tarea de la llamada teoría revolucionaria tratar de responder a ellas. Finalmente, el problema central de la teoría revolucionaria es restablecer una comprensión global de lo que es y cómo se pueden relacionar el sujeto, su clase y la revolución socialista. El saber cómo los sujetos se relacionan con su clase, pero también con su mundo de la vida, sienta las bases para preguntarnos cómo avanzamos a la revolución socialista y cómo ésta es resistida por otras clases. Lo “intelectual” en Chile A manera de una revisión rápida, podemos enumerar las instituciones que, hoy por hoy, se encargan de la producción intelectual y académica: universidades, centros de pensamiento, la iglesia, los medios de comunicación masiva (televisión, diario, radio, cine), la escuela y el arte. Estas instituciones pueden distinguirse en dos tipos: en primer lugar, las que están dedicadas a la producción de sentido y códigos y, en segundo lugar, las que tienen por objetivo hacer circular estos códigos y comunicaciones. Dentro del primer grupo podemos identificar a los centros de pensamiento, algunas universidades, la iglesia y el arte (entendido en su amplio espectro). Y dentro de las instituciones que circulan ideas y convenciones se encuentran los medios de comunicación masiva, la escuela, la iglesia en su dimensión predicadora y las universidades en su dimensión docente. Dentro de las instituciones que se dedican a la producción de sentido, encontramos dos criterios para la producción de éste: por un lado, están las que se abocan a la producción de verdades empíricas, es decir, a la investigación científica y, por otro lado, las que se abocan a la producción de verdad en términos normativos. En el primer grupo se encuentran las universidades que realizan investigación y los centros de pensamiento. En el segundo grupo encontramos a la iglesia, el arte y algunos centros de pensamiento que se abocan también a temas valóricos o políticos desde una apuesta valórica y una tendencia política. En términos del carácter de la producción académica que hoy se realiza, podemos dar cuenta que hoy se encuentran ausentes, en la gran mayoría de las instituciones, teorías que tengan como objetivo la superación del capitalismo como modelo de sociedad, tanto económico como normativo. Con ello relegan la práctica académica a observaciones de carácter empírico, sin visión de la totalidad social y con el horizonte de solucionar las consecuencias no deseadas del modelo, tales como la pobreza, la desigualdad, etc. Las instituciones que hoy apuestan por la producción de conocimiento científico, como planteábamos, son principalmente las universidades y los centros de pensamiento. Con respecto a las universidades, existe un pequeño número que se dedica una parte de su institución a la investigación. El resto se caracteriza por ser ‘universidades docentes’ en donde la producción de sentido no es particularmente creativa ni activa, sino que estas universidades tienen roles puramente reproductivos, asociados a ciertos establishment de diferentes tendencias políticas y, por otro lado, son expresión del actual negocio de la educación superior. En las universidades que sí se dedican a la investigación observamos dos realidades. Por un lado, no tienen criterios claros de investigación, lo que las deja a la merced de intereses mercantiles o intereses individuales de cada académico (mediante la lógica de fondos concursables para investigación). Y por el otro, investigaciones que, si bien no presentan un marcado carácter mercantil, son ejercicios contemplativos de la realidad, no enmarcado en ningún proceso de intervención y, por lo tanto, tampoco se orientan a la transformación social. Sin embargo, existen grupos de investigadores, teóricos o intelectuales, principalmente de izquierda, que siguen preocupados por las luchas sociales. Actualmente el problema con ellos es que no presentan una reflexión continua sobre el rol de la lucha ideológica, se quedan encerrados en formas de comunicación compleja y sin potencial de expansión; erran en los espacios en que discuten; fallan al identificar la jerarquía de los problemas a tratar; caen en modas express, que ayudan a vender libros, pero no a formar pensamiento social, o no saben cómo tratar temas ajenos al marxismo o al anarquismo clásico. Evidentemente, estos errores que se cometen no niegan la importancia y la potencialidad de todo el conocimiento generado, sino que incluso llevan a pensar en la necesidad profunda de colaboración entre diferentes sujetos políticos que permita expandir rápidamente nuestra comprensión sobre el capitalismo chileno y su superación revolucionaria. Proyectándonos como organización Fragua busca insertarse en la lucha ideológica con el objetivo de aportar en la construcción de los cimientos teóricos y los conocimientos necesarios para las luchas del movimiento popular. Cuando se dice lucha ideológica, refiere a la necesidad de producir ideas, formas de comunicación y articulación directa con el movimiento popular, con el fin de conocer al capitalismo en sus diferentes dimensiones, y las formas de superarlo para permitir la emancipación del ser humano y su desarrollo pleno. Fragua como organización se plantea a sí misma como una organización colectiva y colaborativa, sin caer en la tentación del mesianismo, a pesar de lo apremiante y tentador que es una lectura política aislada. Es por esto que entre los principios básicos de funcionamiento, se considera necesaria la necesidad de producir y comunicar nuevos conocimientos tomando en cuenta las experiencias concretas del movimiento popular, los diálogos entre las diferentes reflexiones aliadas de la clase trabajadora y la observación crítica de nuestras teorías y prácticas políticas. Para cumplir lo que se propone, se requiere al menos trabajar en tres líneas: investigación, participación y comunicación. La primera con el objetivo de encontrar, pensar y discutir conocimientos y teorías pertinentes sobre las estructuras del capitalismo, pero también sobre la subjetividad y los movimientos políticos. La segunda (Participación) busca participar activamente con el movimiento popular y la clase trabajadora, incentivando el aprendizaje y la incorporación de la experiencia concreta en el que hacer teórico, como al mismo tiempo las orientaciones teóricas y metodológicas en la experiencia concreta. Es decir, no tan solo combatir en el plano de las ideas, sino también ser capaces de transformar las teorías (o la praxis teórica) en prácticas políticas y de organización. La tercera área (Comunicación) busca ser capaces de encontrar las mejores plataformas para transmitir las ideas producidas en Fragua, con el objetivo de establecer una base de conocimiento, memoria y moral revolucionaria.