Mundo Minor Ð Spansk 3

Anuncio
La leyenda de Mundo Minor
La leyenda de Mundo Minor
1
La leyenda de Mundo Minor
2
La leyenda de Mundo Minor
DEDICATORIA
Los símbolos de este libro están dedicados a...
Franz Kafka, Herman Hesse y J.R.R. Tolkien
que me enseñaron a escribir, junto a....
Carl Gustav Jung
que me enseñó qué era aquello sobre lo que escribía.
3
La leyenda de Mundo Minor
PREFACIO
Una mañana me desperté aturdido y desconcertado después de haber tenido uno
de esos denominados “sueños iniciáticos”. El sueño dejó una impronta tan
profunda en mí que apenas logré pensar en otra cosa durante semanas. Al mismo
tiempo tuve la sensación de que algo grande y trascendental había ocurrido dentro de mí.
En el sueño yo comparecía ante un rey en un salón del trono deteriorado, en un
palacio en ruinas, en una zona decadente de una gran ciudad bulliciosa. El rey
me dió el cometido de hallar aquello que salvaría a su corte, pero cuya naturaleza
todos desconocían. Acompañado por una mujer, abandoné el salón del trono y
me adentré en una enorme sala de suelo ajedrezado. Por doquier yacían traviesas
caídas, cascotes y otros escombros. Entonces oí una voz pidiendo auxilio que
provenía del suelo ajedrezado. Lancé un grito, pero no hubo respuesta. Así que
me resolví a encontrar una forma de llegar a esa persona en apuros, puesto que
me figuré que estaba prisionero bajo piedras derrumbados o algo parecido. En
ese momento mis ojos repararon en una escalera de caracol que conducía bajo
el suelo. Por el hueco de la escalera brillaba con una luz verdosa y anaranjada.
Entonces me desperté.
Al diluirse la primera impresión de sobresalto, la trama del sueño empezó poco
a poco a cobrar vida en algún rincón de mi psique. En el curso de un par de
años la historia había adoptado unos contornos tan definidos que sentí la
necesidad de verterla sobre el papel. A continuación el argumento emprendió
el vuelo. El resultado es, por el momento, el libro que tienes entre las manos,
pero estoy convencido de que el sueño esconde algo más ...........
4
La leyenda de Mundo Minor
Siempre me ha gustado escuchar el idioma español, tanto por su sonoridad
como por su capacidad expresiva. Cuando tuve la oportunidad de aprender a
hablarlo, me apliqué a ello con entusiasmo.
La edición de “La Leyenda de Mundo Minor” que ahora sostienes entre tus
manos vio la luz porque mi profesora de la escuela de idiomas y dos
estudiantes españoles de traducción quisieron, de muy buen grado, hacerse
cargo de ella.
La traducción ha intentado preservar la poesía presente en el texto original
sin traicionar su fidelidad al mismo. Muy a regañadientes debo admitir que,
en ocasiones, ¡el libro español supera al original!
Por estas e incontables otras razones quiero aprovechar la ocasión para dar
las gracias a mis tres traductores:
Nina Andersen
Vanesa Vila Posada
David Fernández Taboada
Por nada menos que un, de verdad, excelente trabajo.
Tom Rausner
5
La leyenda de Mundo Minor
¡Cualquier parecido entre los personajes de este libro y tú
es del todo inevitable!
6
La leyenda de Mundo Minor
LIBRO PRIMERO
El Primer Viaje de Sum
Viajar es vivir...
(H.C. Andersen)
7
La leyenda de Mundo Minor
CAPÍTOLO 1
Quien busca encontrará,
y a quien llama se le abrirá.
(La Biblia, Matías 7:8)
Aquella mañana, Sum se despertó antes de lo que solía. Permaneció
acostado un largo rato y miró hacia el cielo bordado del dosel, que
ocupaba toda su visión cuando yacía boca arriba sobre la enorme
cama de matrimonio. La anterior jornada había decidido levantarse
temprano para salir a explorar una de las regiones más antiguas de
Mundo Minor. Todavía no había estado nunca en ninguno de
aquellos lugares. Ya el día antes había empaquetado todo lo del
viaje, tanto la comida como el equipo, así que sólo tuvo que vestirse.
Sum hizo un esfuerzo y se sentó en la cama. Lentamente se
apercibió de un murmullo leve, casi inaudible. Al principio creyó
que provenía del Manantial Vível, pero el Lago Vível y su géiser
continuo estaban demasiado lejos. Seguro que era sólo el rumor
de Nanalaguna, que se extendía justo bajo la ventana. El Manantial
Vível era el alma misma de Mundo Minor y de él provenía el agua
que los mantenía a todos con vida. Con un suspiro, Sum se
incorporó de un salto y empezó a ponerse la ropa. Finalmente, se
echó la mochila a la espalda y abrió la puerta que daba al pasillo.
Justo ante la puerta se encontró con la Dama Sophia. Surcaban su
figura muchas arrugas y mostraba otras trazas de una edad
avanzada. A pesar de estos sus signos de ancianidad, caminaba
erguida y era amable, risueña y, a ojos de Sum, hermosa.
* Os saludo.
Sum se inclinó, como era costumbre cuando uno se cruzaba con
una noble dama de la corte.
8
La leyenda de Mundo Minor
* Y yo os saludo a vos, joven.
La Dama Sophia irradió su hermosa sonrisa.
* Habéis madrugado, Dama.
* Tanto como vos.
Sophia sonrió otra vez.
* ¿No vendréis acaso de la parte más antigua del Mundo,
Dama?
* Y hacia allí os encamináis vos ahora.
La Dama dibujó una última sonrisa y añadió:
* Deberíais poneros ya en camino y aprovechar las primeras
horas del día.
* Que gocéis de una venturosa jornada.
Sum se inclinó nuevamente. Siguió con la mirada a la Dama Sophia hasta que su vestido de terciopelo verde desapareció doblando
la esquina hacia el salón del trono. Hay algo en verdad extraño en
Sophia, pensó Sum, es como si nadie advirtiese su presencia, nadie
la saluda, nadie la menciona, nadie se ocupa de ella por más que
ella esté siempre presente. A pesar de su rostro surcado de arrugas,
Sum tenía que reconocer que era la mujer más bella y más
distinguida de la corte del Rey Ego.
Sum se sonrió al girarse para proseguir hacia su destino, pero la
sonrisa se le congeló al instante. El deterioro se extendía cada vez
más rápido, demasiado para su gusto. A la izquierda de la puerta
que conducía a la parte más antigua del Mundo, había un trozo de
escayola desconchado y el picaporte de la puerta había comenzado
a oxidarse. La puerta se deslizó con facilidad al apoyar Sum su
9
La leyenda de Mundo Minor
mano sobre el picaporte. A lo largo de las paredes de la parte más
antigua del Mundo estaban las armaduras de siempre, sólo que
un poco más herrumbrosas y polvorientas que antes. Con prontitud,
Sum atravesó la sala y la puerta al otro lado de aquélla.
La sala en la que se encontraba estaba todavía más afectada por
aquel deterioro en continua expansión: una cortina yacía en el suelo
y dejaba que una luz tenue atravesase a duras penas unos cristales
sucios. De nuevo Sum cruzó una puerta y de nuevo fue más
deterioro con lo que se topó, cada vez más acentuado. A medida
que Sum se adentraba en los lugares más recónditos y olvidados
de Mundo Minor, las capas de polvo se volvían más y más gruesas.
Ese polvo que levantaba a su alrededor se depositaba como una
sombra gris sobre él y le escocía la garganta. Finalmente, Sum
comenzó a sentirla como una gran llaga: necesitaba beber algo.
Con cuidado, husmeó el contenido de su botella, pero sin duda el
agua no había sido atacada todavía por el deterioro, o al menos olía
bastante fresca. La comida que Sum llevaba encima también parecía
aún comestible, así que acompañó al agua.
A primera hora de la tarde, Sum llegó a su destino. Aquella estancia
había sido, a todas luces, el salón del trono en un tiempo remoto y
ahora olvidado. Antes de que el deterioro lo alcanzase, había sido
sin duda un lugar magnífico. Ahora el suelo estaba cubierto por
capas de polvo del grosor de una rodilla, que se levantaban en
pequeñas nubes a cada movimiento de Sum. Aquí y allá, en medio
de la lisa cubierta de polvo, surgían restos de muebles, objetos
corroídos y montones putrefactos de...en fin, a saber qué.
Sum extrajo de su mochila una silla plegable que prácticamente
desapareció entre el polvo cuando la apoyó en el suelo. El deterioro
la había atacado tanto que la pintura se estaba desconchando en
varias zonas. Pero él ya venía preparado para eso. De su mochila
10
La leyenda de Mundo Minor
sacó esta vez una antorcha, la prendió y la colocó en un soporte
de la pared.
Bajo ese leve resplandor, Sum se sentó a contemplar en silencio
la nobleza que, a pesar de todo, todavía impregnaba la habitación.
A continuación se hizo una idea precisa de la historia del salón y
a punto estaba de recoger sus enseres para regresar cuando sus
pensamientos se vieron interrumpidos por un sonido. En estos
rincones de Mundo Minor siempre reinaba el silencio, por lo que
oír un ruido era bastante sorprendente. Pero más sorprendente aún
fue que se tratase de... ¡una voz!
* ¡Socorro!
Sin hacer ruido, Sum caminó en la dirección de donde había
venido el sonido, escuchando con cada fibra de su cuerpo.
* ¡Socorro!
La voz venía del suelo, o más bien de algún lugar bajo el suelo...
bajo la plataforma que en un tiempo había servido de pedestal para
un trono. La voz llegaba con claridad; Sum se colocó en ese lugar y gritó con toda la fuerza de sus pulmones:
* ¿Dónde estás?
El grito de Sum levantó tanto polvo que lo hizo estornudar.
* Estoy en el más profundo de los sótanos.
Resonó la respuesta.
* ¿Quién eres?
11
La leyenda de Mundo Minor
Otra vez el polvo hizo que Sum estornudase. No llegó respuesta
alguna. Sum gritó varias veces más, pero se vio obligado a parar
cuando la garganta se le llenó de aquel polvo amargo. En lugar
de gritar, agarró su mochila, e iba a salir corriendo de allí para
encontrar una manera de ayudar a ese supuesto prisionero, pero,
como pudo comprobar, una correa de su mochila nueva había
sufrido un duro ataque del deterioro y se había roto. Con la mochila
bajo el brazo, echó a correr a través de la puerta del Mundo, con
una estela de polvo tras él. Sum continuó corriendo hasta alcanzar
la parte de MundoMinor que estaba habitada en aquel momento.
Aquí encontró los corredores llenos de cortesanos que se dirigían
al salón del trono.
* En buena hora me presento.
Pensó Sum para sí.
* Debe de ser la hora de la audiencia vespertina, así que
tengo la posibilidad de exponer mi hallazgo directamente
ante el mismísimo Rey Ego.
Todavía entre continuos resuellos, Sum se mezcló con la multitud y le fue al paso. Cuando ya llevaban un rato de marcha, se dio
cuenta de que a su lado estaba la Dama Sophia, caminando
ensimismada como solía hacer. Sum le relató en pocas palabras
lo que había descubierto en el viejo salón del trono y, al mismo
tiempo, encontró extraño que ella no pareciese sorprendida ni lo
más mínimo.
* Al que oíste era “El Príncipe Desaparecido”
La Dama miró a Sum con una expresión amistosa, aunque seria,
de sus bellos e inteligentes ojos.
12
La leyenda de Mundo Minor
* ¡¿“El...Príncipe Desaparecido”...?!
Sum le lanzó una mirada inquisitiva a la Dama.
* Un príncipe que desapareció cuando el salón del trono
en el que estuviste se utilizaba aún.
* ¿Cómo...? ¿Desapareció?
* Lo secuestraron los responsables de este deterioro que
ahora persigue a la corte de estancia en estancia por todo
el Mundo.
A Sum le hubiese gustado preguntar más cosas, pero acababan de
llegar al salón del trono y se hallaban justo delante del Rey Ego. El
rey se había puesto en pie cuando la comitiva entró y los contempló
a través de la máscara azul claro que siempre llevaba puesta. La
máscara era oval y tenía una arista afilada que la recorría desde la
frente hasta el mentón. Su superficie era dura como el cristal y
destellaba de tal forma que hacía imposible retener los rasgos
faciales del rey. En pie a su lado estaba, como siempre, su consejero
Egofiliam, que susurraba sin cesar en su oído izquierdo. Entonces
el monarca alzó los brazos y luego los dejó caer de nuevo. Era la
señal: los cortesanos se arrodillaron y se prepararon para dar un
informe sobre su jornada. El Rey Ego descendió del pedestal del
trono e interrogó uno por uno a todos los miembros de la corte. A
todos les preguntaba con rigurosidad, deteniéndose en los detalles
y sin pasar nada por alto. Por último le llegó el turno a Sum.
* ¿Qué has hecho TÚ hoy?
El rey estaba plantado justo frente a Sum, con las piernas separadas
y con los puños apoyados con fuerza en las caderas. Sum alzó la
mirada y observó la máscara centelleante un momento.
13
La leyenda de Mundo Minor
* He estado en la sala más antigua que hasta ahora había
pisado, oh rey. Y allí oí una voz que provenía de los sótanos
del Mundo. Por ello, mi rey y señor, os ruego me deis
licencia para partir y prestar ayuda al dueño de esa voz.
* ¡FUERA, TODA LA CORTE FUERA!
La voz del Rey Ego resonó como el eco de un trueno por todos los
corredores de Mundo Minor.
* PERO TÚ, TÚ TE QUEDAS AQUÍ.
Con su cetro, el rey apuntó al pecho de Sum. Entre animadas
conversaciones y miradas de reojo, llenas de curiosidad y miedo,
los cortesanos abandonaron la sala. Sólo la Dama Sophia
continuaba allí; estaba arrodillada al lado de Sum, y parecía que ni
el rey ni Egofiliam se hubiesen percatado de su presencia. Sum no
sabía por qué, pero se sentía más seguro viéndola cerca, así que él
tampoco dijo nada.
Tan pronto como el último pie hubo abandonado el salón del trono,
el Rey Ego batió palmas. Era evidente que se trataba de una señal
convenida, ya que al instante se aproximaron cuatro sirvientes
fornidos con una larga mesa que colocaron en medio de la sala. El
rey dio otra palmada y en esta ocasión entraron cuatro sirvientas,
portando cada una un plato. La primera llevaba una sopera que
contenía un consomé con un olor delicioso y que depositó en uno
de los extremos de la mesa.
La otra colocó un magnífico asado, servido en una bandeja de oro,
un poco más hacia el centro. La tercera llegó con un pastel
maravilloso, ornamentado con todo lo que se puede emplear para
decorar una tarta. Y por último apareció una trayendo un bol lleno
de frutas de todas las estaciones del año, que posó en el otro extremo
de la mesa. Después volvieron a entrar las sirvientas, esta vez
14
La leyenda de Mundo Minor
portando cuatro platos con su cubertería. Los ubicaron cerca de los
que habían traído antes y se marcharon. Se hizo el silencio durante
un momento, hasta que el Rey Ego señaló la mesa así dispuesta
con un gesto imperioso de la mano. Se sentaron ante el consomé,
que ya estaba servido. Sum tomó asiento en frente del Rey Ego,
junto a la Dama Sophia, y frente a ella estaba Egofiliam. Egofiliam
susurraba afanosamente al oído real, pero cuando el rey señaló la
sopera y dijo:
*
¡COMED!
Se quedó callado un par de segundos para mirar a Sum con
atención. Sum percibió que la máscara del rey relucía más de lo
habitual, pero era difícil de asegurar. Volvió su atención al consomé
y el olor le hizo la boca agua. El sabor le causó no poca sorpresa:
el consomé sabía exactamente igual que el polvo que le había
llenado la nariz, la boca y los ojos en El Deteriorado Salón del
Trono. Muy cerca de su oído, oyó entonces la voz de la Dama
Sophia:
* DE GRANDES CENAS ESTÁN LAS SEPULTURAS
LLENAS.
Sum apoyó la cuchara y notó que el Rey Ego continuaba mirándolo
con atención.
* ¡EL SIGUIENTE PLATO!
La voz del rey retumbó como el estallido de un trueno. Los cuatro
se pusieron en pie, caminaron hasta donde estaba el asado y se
sentaron cada uno frente a un servicio. Sum, que había aprendido
de la experiencia con el consomé, no tocó el asado. Así pudo fijarse
en que los otros tres tampoco comían nada. El rey observaba a Sum,
Sum observaba a las sirvientas que recogían la sopa de la mesa,
15
La leyenda de Mundo Minor
Egofiliam susurraba al oído del rey, y la Dama Sophia permanecía
sentada con las manos en el regazo mirando al frente, como si ella
no tomase parte en nada de lo que sucedía a su alrededor.
* ¡EL SIGUIENTE PLATO!
Esto mismo se repitió con el pastel, con la única variación de que
Sum ahora sí estaba seguro de que la máscara del rey relucía más
de lo normal.
* ¡EL SIGUIENTE PLATO!
Tomaron asiento junto a la fruta. Tampoco persona alguna tocó
la comida esta vez. Todos permanecieron allí, sentados, mientras
la atmósfera se iba cargando más y más de tensión.
* ¿AÚN INSISTES EN PARTIR?
La voz del Rey Ego cogió desprevenido a Sum, que se había
perdido en sus pensamientos. Sum asintió con la cabeza, tomó una
profunda bocanada de aire y dijo:
* Sí, mi rey y señor, mi decisión es firme. Partiré con la
primera luz del alba.
*ENTONCES HAS DE LLEVARTE ESTO CONTIGO.
De su voluminoso manto, el Rey Ego sacó una espada ricamente
ornamentada.
* ME COMPLACERÍA QUE EMPLEASES ESTO, EN
CASO DE QUE FUESE NECESARIO.
Sum se había alzado para tomar el regalo, pero oyó estas palabras
de Sophia en su oído:
16
La leyenda de Mundo Minor
* NUNCA GOLPEES CON UNA ESPADA AJENA.
En lugar de aceptar la espada, como había sido su intención inicial,
Sum hizo una reverencia y dijo;
* Me regocija que mi rey y señor me conceda este honor,
pero desearía partir en paz y desarmado.
* COMO GUSTES.
El fulgor de la máscara se iba haciendo más débil a ojos vista. A
una señal del rey, los comensales se levantaron y cuando dio una
palmada regresaron las sirvientas para recoger el último plato. Acto
seguido, volvieron los mismos sirvientes para llevarse la mesa.
* ERES LIBRE DE PARTIR, Y QUE ENCUENTRES
LO QUE BUSCAS.
Seguido de un Egofiliam que murmuraba fervorosamente, el Rey
Ego abandonó con porte el salón del trono. Sum hizo una reverencia
y se marchó una vez el rey hubo desaparecido de su vista, como
ordenaba la etiqueta. A la Dama Sophia no se la veía por ninguna
parte.
17
La leyenda de Mundo Minor
CAPÍTULO 2
El viaje más largo es el que emprendemos en nuestro interior.
(Proverbio islandés)
Lo primero que Sum vio cuando abrió los ojos la mañana siguiente
fue a la Dama Sophia que, con las manos en el regazo, lo miraba
desde una silla situada junto a la ventana.
* Prepárate, pues hemos de partir.
La Dama Sophia se irguió para dirigirse al cuarto adyacente.
* ¿...heMOS de partir...?
Sum repitió la pregunta para sí mientras miraba con ojos soñolientos
la figura erguida de la Dama doblando la esquina. Cuando Sum
entró en la sala de estar la sorpresa lo paralizó un instante en el
umbral. En medio de la habitación estaba sentada la Dama Sophia
a una mesa redonda colmada con todo con lo que una persona puede
soñar para desayunar.
* Come hasta la saciedad, nos espera un largo viaje.
La Dama hizo un gesto hacia la espléndida mesa.
* Eeeh... ¿Cómo... nosotros?
Sum posó la mirada sobre la rebanada de pan que iba a untar.
* Nosotros, porque, por supuesto, yo me he decidido a
venir.
18
La leyenda de Mundo Minor
La Dama hizo que esa frase sonase como algo verdaderamente
obvio.
* Sí... hummm... claro.
Sum no hizo más preguntas, por lo que el resto del desayuno
transcurrió en un cómodo silencio. Después de comer, se quedaron
sentados un rato disfrutando de la tranquilidad antes de ponerse
en marcha. Sum agarró su mochila, que previamente había
arreglado y llenado con lo necesario, abrió la puerta de la entrada
y la sostuvo para dejar pasar a la Dama.
* Muchas gracias, Sum, pero conozco un camino mejor.
La Dama Sophia, que había permanecido en pie, se giró y caminó
hacia la habitación de Sum. Algo confuso y dubitativo, la siguió.
La Dama rodeó la enorme cama de matrimonio y se dirigió hacia
el gran armario antiguo de cuya existencia Sum se había olvidado.
* ¿Serías tan amable de abrirlo?
* ¿Abrirlo? ... pero seguro que está cerrado con llave...
¿No?
Sum de verdad se sintió un poco estúpido.
* ¿Quién dice que está cerrado? Y si lo estuviese, seguro
que tienes la llave por alguna parte.
La Dama le dedicó una sonrisa tranquilizadora. Sum probó a agarrar el picaporte de latón y tiró despacio. La puerta se abrió. Sum
no recordaba haber abierto nunca ese armario y por lo tanto no sabía
lo que contenía. Sin embargo, si hubiese intentado adivinarlo, nunca
habría imaginado lo que ahora veía.
19
La leyenda de Mundo Minor
* Pero...eso...¿¿qué es eso??
Sum señaló boquiabierto e incrédulo el interior del armario abierto.
* Es la bajada al sótano.
Sum no podía creer lo que veían sus ojos. El armario tenía su buen
metro de profundidad visto desde fuera, pero cuando miró al
interior, una habitación colosal se extendía ante él. Los batientes
del armario eran la puerta a ... ¿¡otro mundo...?! A lo lejos, al fondo
de la habitación, brillaba una tenue luz rojizo-anaranjada que
parecía emanar de una abertura que había en el suelo. Lo primero
con lo que a Sum se le ocurrió comparar el espacio que se abría en
ese armario fue con una catedral. Salvo por la luz rojizo-anaranjada,
que sería todo penumbra, y por las paredes, que estaban demasiado
lejos para verlas, si es que había pared alguna (y de eso Sum no
estaba muy seguro). Se quedó allí, mirando estupefacto.
Una vez pasada la sorpresa inicial, los dos cruzaron la puerta, que
cerraron cuidadosamente tras de sí, y comenzaron a caminar hacia
esa tenue luz. El trayecto duró casi media hora hasta que llegaron
a la fuente que la irradiaba. El fulgor emanaba desde la abertura
de una escalera de caracol que desaparecía bajo el suelo. En la parte
superior había un enrejado de la altura de una cadera y que se abría
donde comenzaban los peldaños de la escalera. Silenciosos,
contemplaron cómo los peldaños desaparecían en recodos cada vez
más pequeños.
* ¡Sígueme!
La Dama pisó el primer peldaño y en pos de ella fue un titubeante
Sum. Recorrían curva tras curva, recodo tras recodo con cada
peldaño que bajaban. El camino se le antojó eterno a Sum y su
percepción del tiempo se deformó por completo. Por fin llegaron
20
La leyenda de Mundo Minor
abajo. La escalera de caracol terminaba en un pequeño cuarto con
forma de cubo que medía tres o cuatro metros de lado y frente a
una puerta verde claro cuyo tercio superior lo formaba un panel de
vidrio esmerilado.
* ¿Serías tan gentil de abrirla?
La Dama Sophia retrocedió un paso. Sum agarró la manilla de la
puerta y, obediente, la accionó. La puerta conducía a una pequeña
habitación oblonga que Sum calculó a ojo que debía medir unos
15 x 3 metros. Desde el suelo hasta la altura de un hombre, las
paredes estaban cubiertas de azulejos blancos y más arriba estaban
pintadas con un vivo tono verde claro. Entraron en un lugar que se
encontraba aproximadamente a dos metros de la pared del fondo,
y frente a ellos otra puerta, situada junto a un radiador, conducía al
exterior de esa habitación. Se habían adentrado unos tres metros
en la habitación cuando Sum divisó dos ancianas señoras vestidas
con abrigos de piel que conversaban animadamente de esto y de lo
otro en el extremo opuesto de la habitación. A causa de la
interrupción se giraron hacia la puerta y en silencio fulminaron a
Sum con un serio reproche en los ojos. Sum bajó la mirada y se
alegró de tener que atravesar la habitación transversalmente.
La siguiente sala era totalmente diversa. Se trataba casi de una gruta
rocosa con paredes cortadas de modo basto y estalactitas colgando
del techo, pero con un suelo llano en su totalidad. Hacía un fresco
agradable. Era evidente que se encontraban en uno de los
almacenes, ya que en las paredes se podían ver pilas de cajas, sacos,
bolsas y otros embalajes, marcados con pequeños letreros que
informaban sobre su contenido. En el suelo de la gruta había
también, como “islas” dispuestas a intervalos regulares, pilas de
cosas amontonadas como las de las paredes, pero en todas
resaltaban la pulcritud y el orden. El lugar estaba iluminado por
antorchas que descansaban en soportes asegurados en las paredes
21
La leyenda de Mundo Minor
o en el suelo, desde donde desprendían una suave luz dorada en
círculos a su alrededor.
De pronto a Sum se le ocurrió que era muy raro que para nada
existiese la más mínima traza del deterioro que reinaba en el resto
de Mundo Minor.
* Echa un vistazo alrededor, yo tengo que encontrar algo.
La Dama Sophia desapareció tras una de las “islas”. Sum dio un
paseo hasta la “isla” más cercana. En una caja situada a la altura
de los ojos se veía una etiqueta de cartón desgastada. Sum la cogió
en la mano, asombrado, y la leyó, pero sin comprender del todo su
significado:
AUTOMÓBILES DE ÉPOCA
Rezaba la nota, breve pero concisa. Sum supuso que solamente
habría información sobre modelos de coches de época, puesto que
la caja medía únicamente unos 0,5 x 1,0 x 1,5 metros. Con una
media sonrisa, soltó la etiqueta y dejó que su mirada deambulase
de etiqueta en etiqueta. El letrero de un saco que estaba en el suelo
volvió a despertar la curiosidad de Sum:
VACACIONES DE VERANO
Sum contempló a conciencia el saco. ¿Qué podría contener? El saco
estaba hecho de un lino poco común por estar tejido muy apretado
y era de un tono beige claro. Sum se puso en cuclillas y lo palpó
con cuidado. Lo que fuese que estaba dentro era de una suavidad
maravillosa, aunque había algunas cosas duras en medio. Estaba
considerando abrir el saco cuando se vio interrumpido por la voz
de la Dama:
* Sum, ¿serías tan gentil de ayudarme?
22
La leyenda de Mundo Minor
La voz de la Dama Sophia estaba a varias “islas” de distancia. Sum
se levantó y caminó hacia el sonido. Al principio no pudo
encontrarla, puesto que de repente no había islas ni antorchas, sólo
una oscuridad abismal. De algún lugar detrás de esa oscuridad oyó
venir la voz de la Dama Sophia:
* Ven Sum, camina hacia el frente.
Sum caminó recto y notó la oscuridad contra su cara; esta sensación
le hizo pensar en la sensación que le proporcionaba bucear entre
el bosque de algas de la orilla del Lago Vível. De pronto emergió
de la oscuridad en un sitio que le recordaba al que habían visto al
otro lado de... la oscuridad. Aquí las “islas” consistían en montones
desordenados de cosas que daban la impresión de haber sido
depositadas despreocupadamente. Gran parte de los montones
contenía principalmente papeles escritos con letra muy apretada
que estaban desgarrados y emborronados. A unos metros vio a
Sophia; ante ella yacía en el suelo una caja oblonga de madera sin
cepillar.
* Era esto lo que estaba buscando, ¿querrías abrirlo?
Sum forcejeó un buen rato antes de conseguir arrancar la tapa de
la caja, ya que los clavos estaban fijados cabeza con cabeza. En la
caja había un cinto, una espada y una daga en sendas fundas, una
cantimplora en un compartimento del cinto y un bolso de cintura.
Bajo todas estas cosas reposaba una capa de un tejido fino y
delicado, pulcramente doblada. Los objetos mostraban señales de
uso, pero en absoluto de desgaste, tan sólo el que cabría esperar
tras haber realizado la tarea para la que habían sido fabricados. Las
armas se deslizaban con suavidad dentro y fuera de sus fundas, y
el cinto se ajustaba al talle de Sum como hecho a medida.
* ¿A quién pertenecieron?
23
La leyenda de Mundo Minor
Sum sintió que podía recordar vagamente haberlas visto antes, pero
su memoria estaba borrosa, como en un sueño. Sus ojos buscaron
la etiqueta en la mano de la Dama.
* En realidad, son tuyas.
La Dama Sophia le tendió a Sum la etiqueta y él intentó leerla.
Alguien había borrado el texto, pero Sum sintió que debería saber
lo que allí estaba escrito. Con un suspiro, le tendió la etiqueta para
devolvérsela. Algo retumbaba bajo la superficie de la conciencia
de Sum, pero no se dejó atraer al exterior. En lugar de ello, preguntó:
* ¿Quién es el que tiene prisionero al príncipe?
* Los Barones de los Emocionantes
* ¿Los qué?
* Los Barones de los Emocionantes. Son siete, además de
su rey.
Sum contempló pensativamente la empuñadura de la espada y
preguntó:
* ¿Cómo podremos liberar al príncipe de ellos? Quiero
decir... si ellos son ocho... nosotros somos sólo... ¿dos?
* El único que puede liberar al príncipe eres tú. Y en lo que
concierne a los barones, te enfrentarás a ellos uno a uno.
Para liberar al príncipe debes derrotar a los barones en
combate.
Los ojos de la Dama penetraron en los de Sum.
* ¿Derrotarlos en combate?
Sum miró incrédulo a la Dama.
24
La leyenda de Mundo Minor
* ¿Cómo podré vencerlos, si ni siquiera todo el ejército del
Rey Ego ha logrado hacerlo?
Sum se sintió de repente muy pequeño.
* El ejército del Rey Ego no tiene ni la más remota idea de
quién es el enemigo, o de dónde encontrarlo. Los barones
se ríen en sus narices.
Sum se sentó sobre la caja donde habían estado las armas, apoyó
la cabeza en sus manos y casi enfermó ante el pensamiento de lo
que lo aguardaba. La Dama Sophia comprendió que Sum precisaba
de un momento de silencio y no dijo más. Con un suspiro, Sum se
incorporó y preguntó en voz baja, al tiempo que luchaba contra una
creciente desesperación:
* ¿Cómo voy a luchar contra ocho enemigos que pueden
asfixiar a todo un reino en el deterioro?
* Yo iré contigo, y haré todo lo que esté en mi mano para
ayudarte.
La voz de la Dama era firme, calma y despreocupada. El modo en
que ella se lo tomaba obró de forma ligeramente tranquilizadora
sobre Sum, aunque no lo libró del todo de especular acerca de qué
clase de ayuda tenía la Dama en mente.
* Si vos os atrevéis, Dama, en absoluto podré yo permitirme
gimotear.
Se irguió con la sensación de ser muy viejo.
* Vamos a tutearnos, llámame sólo Sophia.
Tomó la mano de Sum y le dió un cariñoso apretón.
25
La leyenda de Mundo Minor
* Vale... Sophia.
Sum dió réplica a la sonrisa de Sophia y prosiguieron cogidos de
la mano. A lo largo del camino pasaron de una ”isla” a otra y Sum
comenzó a preguntarse de nuevo qué era aquel lugar... y para qué
se utilizaba.
* Dam... ehhh Sophia, ¿qué es este lugar?
* Es un almacén. Se llama Mente.
* ¿Mente?... ¿Un almacén de qué?
* Del pasado.
Hicieron una pequeña pausa. Sum era incapaz de encontrarle un
sentido a todo aquello, pero preguntó de todas formas:
* Hubo algo... de repente todo se volvió oscuro, ¿qué pasó?
* Fue la especie de telón que separa el almacén ordinario
del oculto.
* Entonces, ¿ahora estamos en el almacén oculto?
* Sí.
* Humm....
Caminaron en silencio un largo rato, al tiempo que Sum rumiaba
sus pensamientos. El único sonido era el de sus pasos y un débil
chisporroteo cuando pasaban junto a alguna de las antorchas
asentadas sobre sus soportes. Poco a poco se fueron espaciando las
”islas” y también les pareció que su altura era menor. Finalmente,
desaparecieron y también las antorchas en las paredes.
* ¿No deberíamos llevarnos una antorcha?
Sum se había detenido junto a la última.
* Buena idea, Sum.
26
La leyenda de Mundo Minor
El viaje continuó en una completa oscuridad, envueltos en la
pequeña burbuja de luz de la llama, hasta que el fondo de la caverna
surgió ante sus ojos. Allí había una puerta estrecha, con una manija
de latón exactamente igual a la del armario de la habitación de Sum.
* Detrás de esta puerta está el verdadero sótano, y también
está completamente a oscuras, de modo que es mejor que
te lleves la antorcha.
Sum contempló la puerta con temor, era como si fuese las fauces
de un monstruo que no hacía sino esperar a engullirlo de un bocado.
Con un esfuerzo se sacudió aquella sensación y asió la manija en
un rápido movimiento. La puerta se abrió con suavidad. Con el
corazón martilleando, aventuró la antorcha en el corredor al que
conducía la puerta. Se adentró allí con cuidado, seguido de Sophia,
que la volvió a cerrar. El pasadizo en el que se encontraban tendría
unos tres metros de ancho y lo mismo de altura. En ambas
direcciones el camino desaparecía en la oscuridad.
* Creo que iremos por aquí.
Susurró Sum, al tiempo que hacía un gesto con la cabeza hacia la
derecha. Por alguna razón que no alcanzaba a comprender del todo,
Sum sencillamente sentía que el de la derecha tenía que ser el
camino correcto.
* Sí, tienes razón.
Sophia replicó en un tono normal, lo que hizo que Sum se
sobrecogiese. Esta reacción provocó su sonrisa y que posase una
tranquilizadora mano sobre su brazo.
* De nada sirve susurrar; lo cierto es que los barones ya
saben que estás aquí.
27
La leyenda de Mundo Minor
* ¿Quieres decir que ya están esperando a que yo vaya
derechito a sus brazos?
* Saben todo lo que sucede en el sótano, es su territorio.
Pero no tienes de qué tener miedo, nunca salen de su
guarida. En los pasadizos estamos seguros.
* ¿Ento-ton-ces, a d-dónde vamos ahora?
La voz de Sum tenía problemas para bordear el nudo de su garganta.
* A la guarida del primer barón.
* ¿A la... guarida... del... primer barón?
* Sí, a la guarida del primer barón.
Sum habría querido protestar, amenazar con dar media vuelta y todo
lo que se le hubiese ocurrido, pero la calma de Sophia, su porte digno
y su fresca sonrisa, en contraste con el peligro mortal que él sentía
cernirse sobre ellos, pareció desarmar a Sum por completo con su
surrealismo grotesco. Emitiendo un suspiro irritado, cedió. Se puso
en marcha con lentitud, pero se detuvo tras dar muy pocos pasos.
En la pared a su izquierda, apareció una abertura. Al principio Sum
creyó que no era más que un pasillo lateral, pero resultó ser un nicho.
El nicho tenía alrededor de veinte centímetros de profundidad y
albergaba un cuadro de 1x1,5 m. La pintura representaba a una persona con un traje elegante, aunque hecho harapos. Lo más llamativo
acerca del cuadro era sin duda el rostro de la persona, que parecía
reflejar un profundo dolor interno. Un poco más adelante, Sum vio
otro nicho.Éste contenía el retrato de otra persona, en un atuendo
un poco distinto, aunque también raído. El rostro de esta persona
reflejaba asimismo sufrimiento, de un modo semejante al primer
cuadro. Sum habría querido preguntarle a Sophia qué representaban
las pinturas, pero estaba demasiado tenso ahora para ello. Marcharon
durante un largo rato y pasaron junto a muchos nichos. La oscuridad,
que envolvía todo lo que no era el círculo de luz de la antorcha, era
tan densa que Sum la sentía como algo casi tangible.
28
La leyenda de Mundo Minor
* Dentro de poco el camino tuerce ligeramente hacia la
derecha, después se ensancha y desemboca en una
caverna rocosa. La caverna no es demasiado grande, pero
está habitada por el primer barón.
Las palabras de Sophia provocaron que un escalofrío recorriese la
espalda de Sum y lo hicieron detenerse.
* Ten calma, en realidad no es tan peligroso.
Sophia palmeó el hombro de Sum para serenarlo.
* ¿Estás segura?
Estaba claro que Sum no lo estaba.
* Claro que estoy segura, lo conozco bien. Es invisible y no
tiene capacidad para hacerte daño, siempre que tú decidas
no permitírselo. Antes de adentrarte ahí tengo un buen
consejo que darte: DONDE HAY VIDA, HAY
ESPERANZA.
De un tierno empujón en la espalda, puso a Sum en marcha. Con
lentitud, con una infinita lentitud, y con el corazón palpitante, Sum
se aproximó a la guarida.
29
La leyenda de Mundo Minor
3. CAPÍTULO
No hay hombre sin enemigo.
(Proverbio árabe)
Al resplandor de la antorcha Sum contempló la guarida que se
hallaba ante él. Ciertamente no era muy grande, puesto que de
hecho podía vislumbrar la salida al otro lado de la caverna. No se
veía a nadie, pero ya Sophia había dicho que el morador era
invisible.
* Aquí tenemos la entrada a la guarida de Fosfagus.
El sonido de la voz despreocupada de Sophia sobresaltó a Sum, lo
cual de nuevo hizo aflorar una sonrisa a los labios de la Dama.
* ¿Qué es ese... Fosfagus...?
Sum se detuvo y dio media vuelta.
* No qué, sino quién. Fosfagus es el nombre del primer
Barón de los Emocionantes, el más débil y el de menor
rango entre ellos.
Permanecieron un rato en silencio. Sum dio un paso hacia la
guarida.
* Recuerda que tienes a Egkratehias... pues ese es el nombre
de tu espada.
Sum asintió, posó su mano sobre la empuñadura de Egkratehias y
penetró en la guarida sosteniendo la antorcha en alto con su mano
izquierda. Había dado tan sólo unos pocos pasos en la caverna
30
La leyenda de Mundo Minor
cuando oyó un estruendo ensordecedor tras él. Se giró más rápido
de lo que él hubiese creído posible, y en ese mismo movimiento
desenfundó a Egkratehias. Lo único que halló ante su vista fue un
pesado portón de madera de roble con refuerzos de hierro donde
antes había estado la entrada por la que acababa de pasar. El ruido
lo había producido el portón al cerrarse de golpe. Aún no se había
recuperado del susto cuando se volvió a oír el mismo estrépito, sólo
que desde el otro extremo de la guarida. Antes de darse la vuelta,
ya sabía lo que eso significaba... ahora estaba atrapado. El estruendo
del portón resonó largo tiempo por los pasadizos del sótano y en
los oídos de Sum.
* ¡Oh, los que entráis, perded toda esperanza, nadie escapa
a mis garras!
Sum se agachó instintivamente cuando una clara, fría y potente voz
desgarró el silencio de la angosta caverna. La calma que lo siguió
fue opresora y antinatural, como la de una tumba. Incluso la luz de
la antorcha se tornó más débil.
* Ehhh...¿qu-quién es?
La voz de Sum temblaba tanto que ni él mismo podía reconocerla.
La única respuesta que obtuvo fue una carcajada lejana y desdeñosa
y, después, silencio. En su impotencia, Sum comenzó a patear el
portón por el que acababa de entrar, pero lo único que consiguió
fue hacerse daño en un pie. Para apaciguar la tormenta que se había
desencadenado en su interior, Sum se puso en cuclillas y se apoyó
contra el portón cerrado. Acostó la espada sobre sus rodillas y se
puso a reflexionar sobre la situación. Durante un largo rato la
desesperación hostigó sus ideas, dispersándolas, pero, tras unos
minutos de intenso esfuerzo, la tormenta de pensamientos amainó
y dejó solamente una brisa suave. Lo último que Sophia había dicho
era que debía recordar que tenía a Egkratehias, la espada, pero, ¿de
31
La leyenda de Mundo Minor
qué podía servirle ahora? Sum la contempló a la luz de la antorcha,
quizás podría...
* ¡NADIE PUEDE ESCAPAR A MIS GARRAS!
La voz fue esta vez más estridente y a Sum le pareció que sonaba
menos segura. Tal vez su dueño había leído los pensamientos de
Sum y que éste había adivinado sus intenciones.
* ¡Eso ya lo veremos!
La voz de Sum temblaba un poco, pero en su interior había surgido
una nueva determinación. Se levantó y se dirigió hacia la salida
con la espada lista. La luz de la antorcha de nuevo brillaba con toda
su intensidad. Se detuvo ante el portón y golpeó con todas sus
fuerzas las duras tablas con Egkratehias. En el momento en el que
la espada acertó en el portón, la caverna volvió a ser sólo una
caverna. Allí donde había estado el portón cerrado, apareció una
sonriente Sophia. Cuando Sum estuvo de nuevo en el pasadizo del
sótano tuvo que sentarse, pues sus piernas eran pura gelatina.
* ¿Tan malo fue?
Sophia contempló a Sum con una expresión indescifrable en su
rostro. Él no respondió, se limitó a observar el suelo al tiempo que
intentaba hacer que su corazón dejase de galopar como un caballo
salvaje. Sophia se sentó en silencio junto a él y acarició
repetidamente una de sus manos. Cuando Sum volvió a ser dueño
de sí mismo, levantó la cabeza e intentó sonreír a Sophia. Tan sólo
consiguió esbozar una mueca indefinible, pero ella comprendió su
intención y le devolvió la sonrisa.
* Lo has hecho bastante bien.
* Por lo menos estoy vivo.
32
La leyenda de Mundo Minor
* Más que eso, ¡has conseguido vencer a uno de los Barones
de los Emocionantes!
* ¿Vencer...? ¿Cómo lo he vencido?
* Descubriste su mezquina artimaña, recobraste el ánimo y
ganaste la batalla.
Se quedaron sentados en silencio durante un rato, después Sum se
levantó lentamente, enfundó a Egkratehias y se dispuso a continuar.
Podía verse que también en este lado de la caverna había nichos en
las paredes, y también aquí había cuadros de figuras atormentadas
vestidas con atuendos harapientos aunque distinguidos. Sin embargo,
esta vez a Sum le dio la impresión de que la naturaleza del tormento
que reflejaban sus rostros había cambiado sustancialmente. Tras
haber pasado junto a un par de ellos, Sum se detuvo y comenzó a
examinar uno. No tenía muy claro en qué consistía el cambio, pero
no había duda alguna sobre él.
* ¿A quiénes representan?
Sum hizo un ademán hacia el nicho.
* Son aquellos que los Barones de los Emocionantes han
tomado prisioneros.
* Tomado prisioneros... ¿cómo?
* Igual que con el príncipe desaparecido, secuestrado y
encerrado. Los que ves aquí son siervos del siguiente barón.
Los que viste antes de la guarida de Fosfagus eran siervos
de Fosfagus.
Sum asintió mientras dejaba que toda esa información se filtrase y
se sedimentase en su conciencia.
* ¿Quién es el siguiente barón?
* Aythadeis.
33
La leyenda de Mundo Minor
* Vaya unos nombres tan particulares que han elegido.
Sum se puso de nuevo en movimiento y avanzaba lentamente
mientras en su interior trabajaba a toda máquina para encontrar el
nexo entre toda la información que paulatinamente iba recibiendo
acerca de los barones.
Había un buen trecho hasta la guarida del siguiente barón y, mientras
caminaba, Sum iba contemplando a los “moradores” de los nichos
para encontrar el denominador común de su situación. Comenzó a
formarse una imagen en su subconsciente, pero no tuvo tiempo de
definirla lo suficiente como para saber qué era antes de que la voz
de Sophia interrumpiese repentinamente sus pensamientos.
* Ya casi hemos llegado. Tienes que estar alerta frente a
Aythadeis porque es muy diferente de Fosfagus. Se puede
manifestar de un sinnúmero de maneras, es un engañador
taimado y astuto. Por eso debes recordar: LA PEREZA ES
LA MADRE DE TODOS LOS VICIOS.
Sum se quedó un poco sorprendido de la solemnidad de estas últimas
palabras de Sophia, pero no dijo nada. En lugar de ello, volvió la
vista hacia la caverna que empezaba a vislumbrarse ante ellos. La
entrada de la guarida de Fosfagus sólo había sido una tosca pared
de roca, pero esta era totalmente distinta. Alrededor de la boca de la
caverna había tallada una cenefa de unos treinta centímetros de
ancho, completamente pulida y ornamentada con relieves. Había
motivos florales, distintas clases de animales, hombres que
practicaban diferentes juegos, pámpanos y muchas otras cosas.
* ¿Te gusta la entrada a mi hogar?
Una voz amable y sedosa se oyó desde el oscuro interior de la guarida.
34
La leyenda de Mundo Minor
* ¿Quién va?
El corazón de Sum se había alojado en su garganta.
* Mi nombre es Aythadeis, no vaciles en entrar... si te
apetece.
Sum adelantó la antorcha y se inclinó sobre el umbral para echar
un vistazo, pero no se atrevió a entrar.
* Puedes estar totalmente tranquilo, no soy tan grosero
como para encerrarte, como esa bestia incivilizada de
Fosfagus.
La voz había tomado un ligero matiz humorístico, como si la idea
que su dueño tenía de Fosfagus fuese la de un mal chiste. Sum
vaciló un instante, pero después entró en la guarida. Al levantar
la antorcha pudo iluminar la zona alrededor de la entrada, pero
no podía verse la salida que sin duda se hallaba en el otro extremo
de la caverna.
* Creo que sé lo que estás pensando... aquí la tienes.
Tras la última palabra, una antorcha se iluminó al final de la
caverna, de modo que podía verse claramente la salida. Sum se
sosegó un poco.
* Me agradaría extraordinariamente que pudieses
quedarte un momento y charlar.
Un sillón de aspecto confortable en extremo apareció de repente
junto a Sum, haciéndolo saltar a un lado.
* Disculpa, en absoluto era mi intención asustarte. Había
35
La leyenda de Mundo Minor
olvidado que acabas de exponerte a Fosfagus y a sus
modales... estrafalarios, por decirlo con delicadeza.
Perdóname.
La voz adquirió un tono afligido y contrito.
* Está bien.
Sum ahora sentía una calma absoluta y consideró si debería
aceptar la oferta. Se le ocurrió que la espada se lo impediría y
decidió negarse cortésmente.
* Muchas gracias, pero prefiero estar de pie.
* Te mereces descansar después de todo por lo que has
pasado. Además, ha sido un largo camino.
Aythadeis parecía sinceramente preocupado por Sum. Se produjo
una pausa y tras ella apareció una bonita mesa delante del sillón.
* Pero en qué estaría pensando, claro que no puedes sentarte con la espada y el cinto puestos. Déjalos sobre la
mesa, de todos modos no vas a necesitarlos mientras
estés aquí.
La voz era nuevamente alegre. Sum contempló la mesa con interés.
Parecía antigua, aunque bien cuidada, y obra de un ebanista
habilidoso. Tanto las patas como el canto mostraban patrones
tallados con esmero, y el tablero estaba forrado con cuero verde
y bordados de oro. A Sum le gustaba la mesa, era el mueble más
hermoso que recordaba haber visto en muchísimo tiempo. Sin
llegar a reparar en lo que estaba haciendo, comenzó a
desabrocharse el cinto. Justo cuando iba a poner sus cosas sobre
la mesa, un pensamiento se delineó en su mente. Sophia había
dicho que Aythadeis se manifestaba bajo incontables formas. Si
36
La leyenda de Mundo Minor
se tomaba al pie de la letra, ¡la mesa bien podría ser su mano!
Entonces Sum habría depositado sus armas libremente en manos
de su enemigo, lo habría perdido todo. Rápidamente volvió a
abrocharse el cinto.
* Bueno, tampoco voy a presionarte, el sillón era sólo un
ofrecimiento.
Con estas palabras, desaparecieron tanto el sillón como la mesa.
* Muchas gracias por el ofrecimiento y por la charla, pero
ya me voy.
Sum puso rumbo hacia la salida, pero había dado tan sólo un par
de pasos cuando una enorme cama cortó de improviso su camino.
Apareció tan de repente que Sum casi cayó en ella de cabeza.
* ¿Y qué hay de un sueñecito? Ahí sí que podrías echarte
a gusto sin problemas con la espada y todo...
La voz era ahora más insistente y cordial.
* ¡No gracias! Lo único que querría es poder continuar
mi viaje.
Sum rodeó la cama, pero el camino fue al instante bloqueado por
una larga mesa de banquete cubierta con todos los platos favoritos
de Sum.
* Entonces toma aunque sólo sea un bocado antes de irte.
La voz empezaba a sonar agitada. Sum, que estaba irritado porque
se había golpeado una pierna con la mesa que había aparecido de
repente, ni siquiera se dignó a echar un vistazo a los platos.
37
La leyenda de Mundo Minor
* ¡No! ¡Sólo quiero que dejes de ponerme impedimentos!
Sum pasó sobre la mesa de un salto, pero en ese mismo instante
se topó con otra. Sobre esa mesa se hallaban todas las bebidas
imaginables.
* ¿ Y un vasito de algo?
La voz se volvió casi suplicante. Esta vez, Sum no respondió, sino
que desenfundó a Egkratehias y golpeó con ella la mesa con todas
sus fuerzas. Ésta desapareció con un grito de dolor que paralizó a
Sum durante un momento. De todas partes comenzaron a llover
sobre Sum sacos, cajas, bolsas y otros embalajes que estaban
llenos hasta reventar de todas las cosas que una persona pueda
desear. Sin embargo, Sum consiguió abrirse paso hasta la salida
de la caverna. Cuando ya estaba fuera, cayó extenuado y soltó la
antorcha. Permaneció echado durante mucho tiempo, jadeando.
Entonces le sobrevino la sed. Sum bebió largo rato y con deleite
de la cantimplora y se la tendió a Sophia.
* ¡Menudo tormento! ¡Éste sí que fue duro!
* Sí, Aythadeis se le mete a uno bajo la piel.
Sophia bebió del recipiente. Su expresión “meterse bajo la piel”
hizo sonreír a Sum. No era en absoluto una exageración. Se dio
cuenta de repente de que Sophia había cambiado. O al menos
creyó que tenía un aspecto distinto del habitual... más joven,
quizás. O tal vez fuese tan sólo el resplandor de la antorcha que
llevaba en la mano, que le jugaba una mala pasada. Sum estaba
exhausto y dejó que la torre de sus pensamientos se derrumbase.
* ¿Tienes hambre?
38
La leyenda de Mundo Minor
Sum asintió. Tenía cada vez más hambre.
* Échale un vistazo a tu bolsa, hay algunos bizcochos.
Sophia puso la antorcha en un soporte de la pared. Sum abrió la
bolsa y encontró algunos bizcochos de apariencia poco apetitosa
aunque, como pudo comprobar, sabían bien. Comieron un par cada
uno y a Sum le sorprendió que fuesen tan saciantes.
* Deberías dormir un poco antes de seguir.
Sophia tomó la cabeza de Sum entre sus manos y la besó en la
frente.
* Sí, no me vendría mal un sueñecito.
Sum suspiró y se sonreíró torcido.
* Acuéstate y duerme, los barones nunca salen aquí fuera.
Sophia lo arropó en su capa y apretó su brazo cariñosamente. Sum
se acomodó y en seguida se quedó profundamente dormido.
39
La leyenda de Mundo Minor
4. CAPÍTULO
Quien se domina a sí mismo,
no necesita dominar a otros.
(Sophia)
Al despertarse, Sum no pudo recordar dónde se encontraba hasta
después de un rato, y cuando lo hizo exhaló un suspiro atormentado.
El combate con Aythadeis estaba grabado a fuego en su retina.
Permaneció echado con los ojos cerrados hasta despabilarse por
completo, mientras sus oídos partían a explorar el silencio. Cuando
por fin se incorporó, no pudo ver a Sophia por ningún lado. Cogió
su cinto, tomó un buen trago de su cantimplora y un par de bizcochos
de la bolsa. Le hicieron tanto bien que se sintió muy recobrado.
Mientras Sum comía, había paseado la vista por los alrededores y
una y otra vez había terminado por fijarse en los relieves. Estos
parecían más antiguos y en peor estado que los de la entrada, pero
también sus motivos eran claramente distintos. Tras reflexionar un
instante, se levantó y comenzó a andar despacio hacia ellos.
* ¡DETENTE!
Sum se quedó petrificado y se giró. A cinco metros por detrás de él
se encontraba Sophia con los brazos en jarras. Aquella había sido
su voz.
* ¡Aléjate de la caverna!
La voz de Sophia era firme y resuelta, sin la calidez a la que Sum
estaba acostumbrado.
* Cálmate, no voy a entrar alegremente en el cubil de la fiera.
40
La leyenda de Mundo Minor
Sum intentó darle un tinte humorístico a su voz, pero fracasó por
completo.
* ¡Quédate aquí!
Sum había dado otro paso hacia la guarida, pero fue detenido por
el látigo de las palabras de Sophia.
* Pero... pero si sólo quería ver los relieves, nada más.
Sum se volvió nuevamente hacia Sophia.
* ¿Por qué crees que esta cenefa está decorada de una forma
tan atrayente?
Sophia cruzó los brazos sobre el pecho y miró a Sum con semblante
interesado aunque serio. Su voz era casi otra vez la misma.
* Es que... pueeees... estooooo... no lo sé.
Sum se dirigió hacia ella.
* En realidad, sólo es para atraerte lo bastante cerca como
para que Aythadeis pueda persuadirte de que vuelvas a
entrar.
Sum rumió las palabras de Sophia y después asintió. Sin duda tenía
razón, porque Sum ya había experimentado lo hábil que era el
morador de la guarida para engatusar.
* De acuerdo, no lo había pensado. Perdona.
* No hay nada que perdonar, pero no sólo tú habrías sufrido
las consecuencias.
41
La leyenda de Mundo Minor
Sophia irradió su cálida sonrisa. Sum se sintió estúpido e ingenuo.
Pero a pesar de ello, le alegró que ella se lo hubiese tomado de esa
forma.
* ¿Has comido ya?
Sophia señaló la bolsa. Sum asintió.
* ¿Quieres comer algo?
* No, gracias, pero sí querría un trago de agua.
Sum la contempló mientras bebía. Le extrañó que todavía quedase
algo en la cantimplora. No era muy grande y ya habían bebido
muchas veces. Cuando ella se la devolvió, Sum comprobó para su
sorpresa que estaba casi llena. Durante el primer trecho marcharon
en silencio. Mientras caminaban, Sum estudiaba los nichos por los
que pasaban para tener una noción de la personalidad del siguiente
barón. Percibió claramente que había una conexión entre los
moradores de los nichos y el barón que los dominaba. Pero era tan
sólo una impresión.
* ¿Cómo se llama el siguiente?
* Epithymhiai.
* ¿Y ése cómo es?
* No es ése, es ésa.
* ¿Los emocionantes también tienen barones-mujeres?
* Por supuesto, lo único que importa entre los barones es el
poder. El que puede ahocicar a más es el más fuerte y
puede manipular a los más débiles.
* Muy bien, entonces, ¿cómo es ELLA?
* Se parece mucho al que acabas de dejar. Es astuta,
maliciosa, caprichosa y además tiene el poder de
impedirte pensar con claridad.
* No suena muy agradable.
42
La leyenda de Mundo Minor
Sum se detuvo delante de un nicho. Se quedó un rato sumido en
profunda meditación mientras contemplaba la imagen, pellizcó su
labio inferior pensativamente y después preguntó:
* ¿Es correcto suponer que los barones serán a cada cual
peor?
* Sí.
Sum exhaló y se puso de nuevo en marcha. Aquello era
exactamente lo que se temía.
* Lo único que tienes que recordar en todo momento es que
tú eres el más fuerte.
Será coser y cantar, se dijo Sum, mientras se ponía de nuevo a
contemplar los nichos junto a los que pasaban.
* Bueno, ¡ya estamos aquí!
Sophia se detuvo y se volvió hacia Sum.
* ¿Estás listo?
Él no había esperado llegar tan pronto allí.
* Nunca se está preparado para encontrarse con
Epithymhiai, esa es una de sus mejores bazas.
Sophia parecía haberle leído el pensamiento, se dijo Sum. Ante
ellos se encontraba la entrada a la guarida de Epithymhiai. No
estaba embellecida con relieves tallados, sino que era de un rosa
tosco y chillón. Mientras Sum observaba este fenómeno, sintió la
mano de Sophia sobre su hombro y oyó su voz cerca de su oreja
izquierda:
43
La leyenda de Mundo Minor
* ES MEJOR NO OBTENER LO QUE SE DESEA QUE
CONSEGUIR LO QUE NO SE QUIERE.
Sophia palmeó a Sum y éste dio un par de pasos hacia la guarida.
Después se detuvo y se giró para preguntar qué significaba aquello.
Pero el resplandor de la antorcha ya no la iluminaba.
* ¡Entra, entra guapo!
Se oyó una tierna voz femenina que provenía de la caverna, que
ahora aparecía iluminada por un débil resplandor rojizo y dorado.
Sum dirigió su atención hacia la guarida, pero permaneció allí de
pie. En medio de la caverna había una enorme cama con dosel,
ornamentada con bordados de toda clase. Estaba envuelta en
cortinas tan sutiles como tela de araña, ancladas a los cuatro postes de las esquinas con lazos de terciopelo amarillo. La cama estaba
cubierta con sábanas y colchas de seda dorada.
* Acércate más, te lo ruego.
A estas palabras siguió una débil risa que le recordaba a campanillas
de plata. Sum dio cuidadosamente un par de pasos hacia el interior
de la caverna y descubrió así que el suelo de la guarida estaba
cubierto de un alfombrado grueso y blando. Las paredes de la
caverna parecían estar recubiertas desde el techo hasta el suelo con
frisos excavados en la roca. Todos representaban a parejas
enamoradas que disfrutaban de la vida en mutua compañía.
* Tómate tu tiempo en ponerte cómodo.
Las campanillas repicaron de nuevo. Sum se había dado la vuelta
ante el sonido de su voz y vio entonces que ya casi estaba junto a
la cama, sólo que no podía recordar haber ido hacia allí. Los
bordados del lecho se asemejaban a los de las paredes, sólo que el
44
La leyenda de Mundo Minor
amor que estos reflejaban era mucho más directo y físico. La persona que estaba en la cama, Epithymhiai, tenía el aspecto de una
hermosa chica, cuyo rostro estaba enmarcado por una cabellera
dorada que se derramaba en rizos sobre sus gráciles hombros. Era
hermosa, más hermosa que cualquier mujer de la corte del Rey Ego.
* Vamos, siéntate un rato.
Epithymhiai palmeó suavemente el lecho, en un movimiento que
hizo asomar uno de sus bien torneados pechos sobre el borde del
edredón. Ella fingió no percatarse de ello. Sum se sentó al extremo
más alejado de la cama al tiempo que luchaba con un niebla que
amenazaba con cubrir sus pensamientos. La advertencia de Sophia
de que Epithymhiai tenía el poder de hacerle olvidar sus
pensamientos continuaba resonando en las tinieblas de su mente
obnubilada.
* Pareces muy nervioso, ¿sucede algo?
Epithymhiai contempló a Sum con una ligera preocupación en su
rostro.
* Es que... eemmmm...debería...
Sum se quedó quieto, le llenaba la cabeza una niebla pegajosa que
hacía que todos sus pensamientos se moviesen a cámara lenta y que
impedían que encontrase las palabras que tenía que usar.
* ¿Y bien?
Aparentaba escuchar con sincero interés.
* E-estoe..ra... est...o
45
La leyenda de Mundo Minor
Sum se detuvo otra vez. De hecho ya no podía acordarse de por
qué se había sentado allí, ni tampoco de quién era la chica de la
cama. El recuerdo de Sophia había sido desterrado al rincón más
remoto de su mente. Sólo guardaba la clara noción de que tenía
que hacer algo, algo que significaba abandonar aquel sitio. Sum
intentó levantarse de nuevo pero su cuerpo se negó por completo a
obedecer. Durante un segundo le vino a la mente que aquel cuerpo
tal vez no fuese el suyo, sino uno que por casualidad había... no,
era demasiado raro.
* Bueno, no debía de ser tan importante.
Ella se incorporó ligeramente apoyándose sobre un codo, de tal
forma que su otro pecho también quedó libre. Sum contempló
embelesado su forma perfecta, hasta que ésta llenó todo el universo
conocido. Lentamente, Epithymhiai extendió un esbelto brazo, lo
apoyó sobre la sábana junto a Sum y comenzó a dibujar círculos
con su dedo índice. Sum se sentía cada vez más pequeño. Los
movimientos de la mano se propagaron a su cuerpo, que comenzó
a temblar con cada uno de ellos. En las profundidades de la
conciencia oscurecida de Sum comenzó a sonar una voz lejana,
primero confusa, pero que se fue haciendo cada vez más nítida. Al
principio Sum no podía recordarla. Pero poco a poco se fue
percatando de que era Sophia. No podía oír lo que le estaba
gritando, pero su clamor disipó un poco las nubes de su mente. Con
un supremo esfuerzo, Sum se incorporó y sacudió la cabeza. La
luz de la estancia había disminuido, pero la que iluminaba a la chica
en la cama ante él se había intensificado. Sum desvió la mirada de
su dedo e intentó concentrarse en su rostro. Cuando ella se dio
cuenta de que Sum había desviado la mirada, replegó su brazo hasta
el borde del edredón. De un tirón brusco retiró el nórdico, revelando
así todo el perfecto esplendor de su cuerpo.
* ¡¡TÓMAME!!
46
La leyenda de Mundo Minor
El grito cogió desprevenido a Sum, quien, a trompicones, intentó
levantarse, pero solamente logró caer sobre sus rodillas. Pero antes
de que pudiese hacer nada, Egkratehias emergió a medias de su
funda, con un sonido que de inmediato devolvió a Sum a la realidad.
Sum se irguió de un salto y gritó:
* ¡Jamás!
Sum desenfundó por completo la espada y con ella en la mano echó
a correr hacia la salida. Ésta estaba bloqueada por una telaraña
pegajosa y fuerte que casi lo atrapa en sus redes. De repente, Sum
sintió un cuerpo duro y escamoso presionarse contra el suyo. Y de
nuevo oyó la exhortación de Epithymhiai, “Tómame”, sólo que
ahora sonaba como el silbido de una serpiente. Haciendo presa
fuertemente en su capa, comenzó a tirar de él hacia atrás, hacia el
interior de la guarida. Sum encontró el cierre de la capa y la dejó
resbalar sobre sus hombros. Epithymhiai la arrojó y trató de agarrar a Sum. Se giró hacia ella al mismo tiempo que blandía a
Egkratehias. La espada golpeó a Epithymhiai con un sonido de
acero contra acero. Al instante la caverna estaba vacía y en la salida
apareció Sophia con la antorcha. Asustado y exhausto, salió de la
guarida dando tumbos.
47
La leyenda de Mundo Minor
CAPÍTULO 5
Buscar un enemigo vencido es ir a buscar la muerte.
(Sophia)
Podía percibirse un reconocimiento evidente en la voz de Sophia
cuando, con una sonrisa, lo alabó por su hazaña. Sum no respondió.
Por una parte no estaba en absoluto de acuerdo, por otra estaba
luchando con una náusea creciente. En lugar de decir algo, se sentó
contra la pared de roca, abrazado a las rodillas, y apoyó sobre ellas
su dolorida cabeza. Sintió cómo el llanto se abría paso desde su
interior. Sophia se percató del estado de ánimo de Sum, se sentó a
su lado sin mediar palabra y posó una mano liviana sobre su
hombro. Sum dio libre curso a las lágrimas, pero sin dejar que
Sophia oyese que estaba llorando. Pasó un largo rato antes de que
la tormenta interior de Sum amainase. Entonces se levantó. Con
todos sus músculos en tensión y sin decir nada comenzó a andar
hacia su capa, que estaba justo en la salida de la caverna.
* ¡Quieto!
La voz de Sophia golpeó de nuevo a Sum como un latigazo y
prácticamente lo paralizó. Perplejo, miró hacia atrás sobre su
hombro con la expresión en su rostro pálido de alguien que acabase
de caer de una nube.
* ¿Por qué insistes en caer en sus garras? Ahora ya deberías
ser más espabilado.
* ¿En sus garras?... pero... pero si yo la... ¡¿maté!?
Sum ya no pudo contenerse más, sollozando cayó sobre sus rodillas.
Sophia dejó que llorase todo lo que quisiese antes de volver a hablar.
Estaban sentados el uno junto al otro y cogidos de la mano.
48
La leyenda de Mundo Minor
* No has matado a nadie.
Sum no respondió al instante, le llevó un largo rato comprender lo
que había dicho Sophia.
* ¿Qué no he matado a nadie? Pero... yo... la golpeé con mi
espada.
La voz de Sum se quebró.
* No se puede matar a los Barones de los Emocionantes,
no de esa forma al menos. No sé si son mortales, tan sólo
que se puede quebrantar su poder.
Sophia pasó el brazo por el hombro de Sum y apoyó allí la cabeza.
Se quedaron un rato más en silencio, hasta que Sum hubo
comprendido exactamente lo que querían decir sus palabras.
* Si hubiese entrado a por la capa...¿qué habría sucedido?
* Entonces te habría atacado de nuevo, aunque de otra
forma. No fue una casualidad que te la quitase.
Sum miró hacia la capa y sacudió la cabeza. Entendía cada vez
menos la tarea que había asumido, razón por la cual agradecía
todavía más la ayuda de Sophia.
* No entiendo de qué va todo esto.
* Y es exactamente por eso que tienes tantos problemas para
vencer a los barones. Si pudieses darte cuenta de que tú
eres el más fuerte y de que tienes derecho a aquello que
ellos te robaron, no tendrías ningún problema en absoluto.
Las palabras de Sophia desconcertaron a Sum, pero no dijo nada.
El caso era que no tenían sentido para él. Se sintió como si estuviese
49
La leyenda de Mundo Minor
sobre la vía de un tren y le hubiesen dicho que podía detener a un
expreso sólo con desearlo.
* Eres hábil a la hora de usar la espada, pero te olvidas de
que también tienes una daga. Pues Thelematos es también
una buena arma.
* Pero la espada llega más lejos que una daga.
* Incluso la mejor espada necesita el apoyo de una daga.
Cuando blandes la espada siempre quedas expuesto. Por
eso siempre tienes que usar una daga para protegerte.
Sum no dijo nada, tan sólo asintió. Podía ver que aquello tenía
sentido.
* Sinceramente, no vas a sobrevivir a tu próximo combate
si te expones tanto como hasta ahora.
Sum tragó saliva, lo que más deseaba hacer era huir gritando, pero
se contentó con suspirar.
* No tengo ni idea de lo que me hablas.
* Por eso los barones pueden dominar todo Mundo Minor.
Quien los conoce a fondo está fuera del alcance de su poder para siempre.
Sophia escudriñó el rostro de Sum para percibir su reacción.
* ¿Qué pasa si te vence uno de los barones?
* Entonces el barón cogería todas tus armas y las guardaría
en su guarida. Después te haría prisionero y te encerraría
en sus dominios.
* Entonces, ¿eres su prisionero de por vida?... quiero decir
que... ¿acabas como los de los nichos... para siempre?
* Serás prisionero hasta que encuentres tus armas y venzas
50
La leyenda de Mundo Minor
al barón en combate. Pero si has sido derrotado una vez,
la siguiente lucha será más difícil.
* Entonces, ¿no estaría todo perdido?
* Casi siempre hay esperanza.
Sum se quedó de nuevo con la mirada perdida, pero preguntó con
algo más de energía en su voz:
* ¿Queda mucho para el siguiente barón?
* Está relativamente lejos.
Sophia sonrió.
* ¿Es ella o es él?
* Él
* ¿Se parece en algo a los anteriores?
* No, para nada, pero es al menos tan peligroso como ellos.
Sólo que sus armas son completamente distintas.
* Prometo que me acordaré de usar la daga esta vez.
* Sí, pero sin duda vas a necesitar también otra cosa. Está
en tu bolsa.
Sum abrió su bolsa con curiosidad y empezó a investigar su
contenido.
* Tienes que encontrar un cajita de madera oscura...
Sophia siguió interesada la pesquisa. Sum extrajo una cajita de
madera desgastada por el uso.
* ¿Ésta?
Sum alzó una cajita redonda de madera hacia ella.
51
La leyenda de Mundo Minor
* Sí, esa es.
Sum observó la caja que estaba en su mano. La madera era de color
marrón oscuro con vetas negras. En la tapa abovedada había
grabadas algunas letras de bello trazo que Sum intentó descifrar.
* Pone “Noëhito”.
Sophia había notado el intento de Sum de leer la inscripción gastada
de la vieja tapa.
* ¿La abro?
* Sí, por supuesto.
Sum examinó concienzudamente la ranura entre las dos partes de
la caja en busca de algún mecanismo para abrirla y finalmente
descubrió que la ranurilla escondía un pequeño botón. Cuando
probó a pulsarlo, la caja se abrió de repente. Su interior estaba
forrado de terciopelo rojo y había algo que Sum no pudo identificar
en ese momento. Brillaba con todos los colores del arco iris a la
lumbre de la antorcha y estaba engarzado en un aro de oro rojizo.
El aro estaba grabado en toda su longitud con unas finas líneas que
formaban un complejo dibujo serpeante. La circunferencia del aro
era como la del círculo que Sum podía formar con sus dedos índice
y pulgar.
* ¿Qué es?
Sum lanzó una mirada inquisitiva a Sophia.
* Noëhito.
* Sí, ya lo sé. Pero, ¿qué es y para qué se usa?
* Es para ver a través de ella, es una lente.
52
La leyenda de Mundo Minor
Sum contempló el objeto en su mano y probó a acercarlo a su ojo
derecho. Todos los detalles de la pared de roca aparecieron claramente, era como si pudiese ver toda la historia de la pared, pero
sin ser capaz de descifrar toda la información que recibía. A título
de prueba dirigió la lente hacia Sophia. Como no se esperaba lo
que vio, se llevó un pequeño susto.
* ¿Pero qué rayos...?
Sum estaba totalmente absorto en lo que contemplaba. A través de
Noëhito veía a Sophia, de eso no había ninguna duda, pero no era
la anciana, aunque hermosa, Sophia. Veía, en cambio, a una joven
indescriptiblemente arrebatadora. Esta visión hacía palidecer el
recuerdo de Epithymhiai, lo desbancaba por completo. Lentamente
bajó a Noëhito mientras miraba a Sophia con la estupefacción
pintada en su rostro. Esta imagen le provocó una risa involuntaria.
Sum levantó la lente otra vez y se entregó al asombro de lo que
veía.
* ¿Continuamos?
La encantadora visión a través de Noëhito sonreía incitantemente.
* Hmmmm.... sí, mejor sí.
Sum no sabía dónde meterse y agachó la cabeza. Rápidamente
guardó la lente en su caja y la dejó caer en la bolsa. Continuaron
en silencio.
* ¿Sophia?
* Sí, qué pasa.
* Esta... ¿Noel...? la lente, sabes... ¿qué es lo que se ve con
ella?
* La verdadera naturaleza de las cosas. Lo siguientes
53
La leyenda de Mundo Minor
barones son tan hábiles en el engaño que necesitarás esta
ayuda para tener una mínima posibilidad de continuar.
De repente Sum se detuvo y empezó hurgar en la bolsa.
* ¿Qué haces?
* Voy a probar una cosa. Estas imágenes... las de los nichos...
hay que verlas con Noelito.
* Noëhito.
* Sí, eso.
Sum se aproximó al nicho más cercano, puso la lente sobre su ojo
y comenzó a examinar la imagen minuciosamente. Parecía muy
detallada cuando la miraba a través de Noëhito, podía ver incluso
la textura de la tela. En realidad, era como estar frente a otra persona. Las facciones atormentadas, el brillo de los ojos, en suma,
todo lo de la persona que había en la imagen, parecía
inquietantemente real.
* La imagen es la misma, excepto que casi parece estar...
viva.
Sum arrastró las palabras. Lo asustaban, sin que entendiese muy
bien por qué.
* Sí, parecen muy vivas cuando se las ve a través de Noëhito.
Pero no es extraño, ¡ya que están vivas!
Sophia había puesto más énfasis en la última frase, lo cual la hizo
permanecer temblando en el aire. Durante un momento Sum sintió
que todo se paraba.
* ¿Cómo que están vivas?
* Sencillamente, son seres vivos, emocionantes que fueron
54
La leyenda de Mundo Minor
hechos prisioneros por los barones y encarcelados en
estos calabozos.
Sophia hizo un movimiento con su mano hacia el nicho más
próximo. Por un momento, Sum fue incapaz de hablar. Lo que su
subconsciente había sólo podido sospechar durante mucho tiempo,
ahora se le acababa de mostrar como un hecho consumado.
* Así que... atrapados vivos.
La voz de Sum se extinguió. Comenzaba a percatarse de la crueldad
inhumana de los barones, conocimiento que lo llenó de indignación,
espíritu de lucha... y miedo. Contempló absorto al morador del
nicho.
* ¿Hay algo que... algo que podamos hacer por ellos?
* Sí, hay algo que TÚ puedes hacer por ellos.
* ¿Lo qué?
* Están capturados por los barones, de modo que cuando
tú vences a un barón sus prisioneros quedan libres.
* Sí, pero YA he vencido a algunos barones.
* En efecto, y sus prisioneros ya están libres.
Sum asintió. Al fin podía ver una finalidad más o menos clara para
el papel que desempeñaba en lo que sucedía a su alrededor. Lleno
de determinación, puso a Noëhito en su caja.
* Sigamos adelante.
Sum prosiguió el viaje con pasos decididos, firmemente resuelto
a ganar el próximo combate. Sophia lo seguía sonriendo.
55
La leyenda de Mundo Minor
CAPÍTULO 6
Ayuda a quien no puede ayudarse.
(Proverbio africano [Kikongo])
El camino hacia la guarida del siguiente barón resultó ser bastante
largo. No hablaron mucho durante la marcha, dado que Sum estaba
completamente absorto en los nuevos pensamientos que se le habían
dado a conocer. Había llegado a comprender que TODO era distinto
de lo que él había creído. La existencia de los barones que tenían
prisioneros a emocionantes que él no conocía era una cosa, pero
algo muy distinto era la fuerza que Sum había percibido en su
interior. Esta fuerza era algo totalmente nuevo cuya existencia Sum
ni siquiera había sospechado. ¡También había comenzado a
especular sobre quién era Sophia en realidad! Parecía saberlo casi
todo, nada con lo que hasta ahora se habían encontrado parecía
haberla sorprendido. Al contrario, se diría que todo era como ella
lo había esperado. Sophia era un misterio nada desdeñable a ojos
de Sum. También estaban las armas que ella había encontrado para
él en la “isla” del almacén “Mente”. Parecían serle muy familiares,
como algo que Sum hubiese poseído siempre pero que hubiese
perdido de vista hacía mucho tiempo. Los pensamientos de Sum
se vieron interrumpidos cuando la entrada de la siguiente guarida
apareció ante su vista. Aquella era muy peculiar. Parecía que el
cantero que había tallado la decoración no había sabido muy bien
cómo configurarla, o que varias personas hubiesen trabajado
independientemente las unas de las otras sin atenerse a un plan
común, de tal suerte que la impresión global era confusa.
* Ya estamos aquí.
Sophia señaló sonriente hacia la entrada de la guarida
56
La leyenda de Mundo Minor
* Sí, ya veo.
Sum observó pensativo el portón del próximo campo de batalla.
Con un suspiro comenzó a buscar a Noëhito en la bolsa.
* Hay algo que quiero decirte antes de que entres ahí.
Sophia posó suavemente una mano sobre el brazo de Sum.
* ¿Sí?
Sum se volvió hacia ella.
* LA DETERMINACIÓN ES BUENA, LA ACCIÓN ES
MEJOR.
* ¿Cómo se llama?
Sum no formuló la pregunta hasta que hubo sopesado un poco las
palabras de Sophia.
* ¡AKATHASTATOS!
El grito provenía de la guarida a sus espaldas. Sum se dio la vuelta
y elevó la vista por encima de la visión caótica del arco de la entrada.
Con Noëhito en su mano izquierda y la mano derecha preparada
para desenvainar a Egkratehias, se aproximó a la caverna. La
apariencia de la entrada le había ofrecido un buen anticipo de lo
que Sum se encontraría al penetrar en la guarida. Todas las paredes estaban plagadas de frisos a medio terminar, relieves
incompletos y nichos a medias. El rasgo constante radicaba,
precisamente, en que parecía que su autor los hubiese abandonado
a toda prisa. Sobre el suelo había varios objetos distintos que
presentaban el mismo rasgo común. Había cestas a medio
entrelazar, dibujos sin terminar, partituras con muy pocos
57
La leyenda de Mundo Minor
compases, escritos apresuradamente, y muchas otras cosas. Todo
en la guarida parecía no concluir. En el extremo más lejano de la
caverna había no menos de seis salidas perfectamente idénticas y
talladas tan caóticamente como la entrada. Sum dio algunos pasos
hacia ellas, pero se detuvo al oír un respiración débil, seguida por
una voz frágil e insegura.
* Eeeeehhh... bienvenido y...eehhh... perdona el... desorden.
* ¿Quién está ahí?
Sum asió la empuñadura de su espada instintivamente. La voz
sonaba muy distinta a la que había gritado el nombre del barón
cuando Sum estaba fuera de la guarida. No había nadie a la vista
en la penumbra de la caverna.
* Pues es que... eeeehhh... quiero decir.... me llamo
Akahastatos.
El comienzo de la frase fue pronunciado con una voz insegura y
huidiza, mientras que el nombre en sí había sido dicho con énfasis
y energía. El efecto era turbador y algo frustrante. Sum empezó
a moverse de nuevo hacia las seis salidas mientras escrutaba en
busca del arma con la que iba a ser atacado.
* No dudes... en utilizar la salida que quieras... si quieres...
La voz se apagó. Sum centró su atención en las salidas para
encontrar la verdadera.
* ¡POR AQUÍ!
Una imperativa voz de mando restalló como un látigo detrás de
Sum. Se giró con la espada desenvainada y el corazón palpitante
para hacer frente a su atacante. No había nadie. La voz había
58
La leyenda de Mundo Minor
venido del pasillo de la guarida por donde Sum había entrado.
* ¡NOOOOOO!¡POR AQUÍ!
La voz sonaba de nuevo a espaldas de Sum, como si proviniese de
una de las seis salidas que tenía detrás.
* ¡NO LO HAGAS!
Era la entrada la que había replicado, y antes de que Sum pudiese
reaccionar los siete corredores habían entablado una ardorosa
discusión con el objeto de hacer a Sum elegir tal o cual camino para
salir. La intensidad del alboroto era enorme. No pasó mucho tiempo
antes de que empezasen a dolerle los oídos y la cabeza a zumbarle
como un barreño lleno de abejas furiosas.
* ¡Quiero salir de aquí!
Sum oyó su propia voz gritar en medio del jaleo de voces.
*¡FUERA, DESAPARECE, LÁRGATE DE AQUÍ!
Las siete voces le gritaron a coro. Sum estaba a punto de echar a
correr hacia la salida más próxima cuando se dio cuenta de que
Noëhito iba a resbalar de su mano. Temblando como un azogado,
acercó la lente a su ojo y miró en torno. A través de Noëhito la
guarida aparecía completamente iluminada, permitiendo así ver con
claridad cada una de las seis salidas. En cinco de ellas se acumulaba
una duna de ese polvo del deterioro que él conocía tan bien de
Mundo Minor. En la última, en cambio, vio a Sophia con una
antorcha alzada en su mano derecha. Sum empezó a correr hacia
esta salida.
* ¡¡Vaya ruido!!
59
La leyenda de Mundo Minor
Sum sacudió la cabeza para expulsar a las voces gritonas.
* Sí, y es tan sólo uno de sus trucos.
* Me hace falta un buen trago de agua.
Sum tomó un largo trago y vertió el resto sobre su dolorida cabeza.
Al mismo tiempo, comprobó que la cantimplora seguía llena a
rebosar.
* ¡Ahhh... qué alivio! ¿Quieres un poco?
Sum tendió la cantimplora a Sophia. Ella la recibió con una sonrisa
y bebió un buen sorbo.
* ¿Continuamos o quieres descansar un poco primero?
Le devolvió la cantimplora.
* Francamente, querría tomarme un respiro antes de
seguir adelante.
Sum se sentó contra la pared e intentó acallar sus sublevados
adentros. Sophia también se sentó y así permanecieron en silencio,
cada uno con sus pensamientos. Después de un rato, Sum apoyó
su mano sobre la de Sophia y le dirigió un cálida sonrisa.
* Estoy listo si tú lo estás.
* Por supuesto; por cierto, no queda mucho para el
próximo barón, si te interesa
saberlo.
* Tanto mejor. ¿Qué sabes de él... o de ella?
Sum se levantó y le tendió una mano para ayudarla a levantarse.
60
La leyenda de Mundo Minor
* Es un él y se llama Thhorybon. Se parece a Akahastastos
en muchos aspectos pero al mismo tiempo es distinto de
él en muchos otros. Con las armas que posees ahora estás
indefenso ante él, por eso necesitas una nueva.
Señaló la bolsa del cinto de Sum.
*¿Está aquí dentro?
Sum ya estaba abriendo la bolsa.
* Sí, es una bola de cristal la mitad de grande que un huevo
de gallina.
Después de un buen rato, Sum alzó una bola brillante.
* Sí, ésa es. Arrójala al suelo.
Sum miró titubeante la bola que relucía bajo el fulgor de la antorcha
y la lanzó contra el suelo. En el momento en el que golpeó el suelo
se produjo un destello breve, como el de un rayo, pero sin producir
sonido alguno. Donde la bola había chocado contra el suelo había
ahora un escudo. Tenía la apariencia de ser de cristal, con un ancho
reborde metálico. Sum supuso que era oro y que estaba fijado al
escudo con remaches que debían de ser de cobre. El escudo era
rectangular, arqueado y tan alto que le llegaba a Sum por el pecho.
Las esquinas estaban redondeadas.
* Éste es Esterisen, tu arma para el próximo combate. En
él de ningún modo podrás emplear tus otras armas sin
exponerte tanto que no muerdas el polvo al instante.
Sum no respondió, sino que se limitó a asentir. Lo cierto es que la
forma de manifestarse del escudo lo había cogido por sorpresa. Lo
61
La leyenda de Mundo Minor
asombró también que fuese tan ligero, ya que, como era de cristal,
Sum había pensado que ni siquiera podría arrastrarlo.
* El ataque de Thhorybon va a se bastante fuerte, pero lo
único que necesitas es cubrirte. Por otra parte, es muy
importante que no te alcance ninguno de sus proyectiles.
* ¿Proyectiles?
Sum miró incrédulo a Sophia. Ella asintió con la cabeza sin decir
nada. Ya cuando doblaban el siguiente recodo se apercibieron del
morador de la próxima guarida. En primer lugar por los alaridos y
gritos estridentes que les llovieron encima y poco después por un
hedor brutal y penetrante, que cargaron sin merced contra sus
indefensos sentidos. No se podía discernir lo que decían los gritos,
pero tanto el tono como todo lo demás en ellos indicaban
sobradamente que no se trataba de cumplidos. Pero lo peor era el
hedor. Sum tuvo que detenerse para sofocar un conato de rebelión
de su estómago.
* ¡Menudo asco, cómo apesta aquí!
Sum crispó su rostro con todos los síntomas de la náusea.
* Sí, pero no dejes que pueda contigo, de lo contrario ya
eres suyo.
Caminaron juntos todo el camino hasta la entrada de la guarida y
allí se detuvieron. Sophia posó una mano sobre el brazo de Sum.
* ES MEJOR POCO Y ORDENADO QUE MUCHO Y
REVUELTO.
Sophia besó a Sum en la mejilla y lo puso en movimiento con un
suave empujón. Cubriéndose con Esterisen, Sum cruzó con cautela
62
La leyenda de Mundo Minor
el umbral hacia la penumbra de la guarida. En ese instante algo
golpeó contra Esterisen, y como el suelo era grasiento y deslizadizo,
Sum a punto estuvo de resbalar. Apenas había recobrado el
equilibrio cuando varios objetos se estrellaron contra el escudo, con
gran fuerza y en rápida sucesión. Apoyando el escudo sobre el suelo
y agarrándolo con las dos manos, Sum pudo echar un vistazo al
interior de la caverna sin resbalar. La guarida estaba hecha de un
lodo de inmundicias, bien sueltas o bien apiladas, según conviniese.
Mientras que la guarida de Akahastastos se caracterizaba por la falta
de compleción en las cosas, ésta lo hacía por la ausencia de
mantenimiento, hasta tal punto que la palabra “descomposición”
era la única posible para describirlo. Las reflexiones de Sum se
vieron bruscamente interrumpidas cuando algo chocó con violencia
contra el escudo, dejando una mancha viscosa justo frente a su
rostro. El impacto hizo vibrar el escudo bajo sus dedos.
* ¡VETE! ¡PIÉRDETE, DÉJAME EN PAZ! ¡FUERA!
¡LÁRGATE POR DONDE HAS VENIDO!
La voz que Sum había oído antes de penetrar en la guarida se alzó
de nuevo, con un tono tal que casi le estallan los tímpanos. Esa voz
provenía de la parte más lejana de la caverna, aquella en donde Sum
también había vislumbrado la salida. La mancha verde y viscosa
que había cubierto la mayor parte de Esterisen se había resbalado
del escudo, de modo que Sum pudo orientarse de nuevo. En la tenue
luz se reveló un anciano flaco y semidesnudo, encogido y que
saltaba de un lado a otro de forma simiesca, al tiempo que ora
profería sus invectivas, ora arrojaba a Sum todo lo que tenía a mano.
Sum no podía dejar de sentir tanto compasión como repugnancia
hacia esta figura grotesca que, a la vez, parecía inquietantemente
familiar. A duras penas, Sum se puso en marcha de nuevo y el miedo
de reconocer el rostro de su adversario le daba escalofríos. Cuando
la figura lo vio avanzar, redobló su ataque. En un corto lapso, Sum
fue bombardeado con adoquines, huevos podridos, patas de silla,
63
La leyenda de Mundo Minor
excrementos, lodo de cloaca, vómito y muchas otras cosas. Sólo
con un supremo esfuerzo logró Sum abstenerse de devolver. En un
momento de desesperación, Sum levantó a Esterisen del suelo y
corrió a toda velocidad hacia la salida, sólo para toparse con un
ataque frontal del viejo. Éste proyectó su flaco cuerpo contra el
escudo de Sum, con una fuerza tan imprevisible que los dos cayeron
en un cenagal viscoso y fétido. Thhorybon apretó su rostro
terroríficamente crispado contra Esterisen y profirió una sarta de
improperios y sonidos bestiales. ¡Sum conocía ese rostro! Este
descubrimiento golpeó a Sum como un mazazo. Sum identificó el
rostro, pero era incapaz de darle un nombre, lo cual lo asustó todavía
más. No sabía decir quién era. Con la fuerza de los despavoridos,
Sum dio un empujón, logró derribar a su atacante y echó a correr
hacia la salida. Sólo evitó que lo golpease un adoquín en la nuca
porque perdió el equilibrio y cayó. Aturdido y asustado, Sum se
desplomó sobre el pasillo liberador del sótano y vomitó. Pasó una
eternidad hasta que Sum se hubo calmado lo suficiente como para
controlar el temblor indomable de su cuerpo. Todos sus sentidos
estaban aún paralizados por el hedor inhumano de la guarida de
Thhorybon, incluso ahora que ya había desaparecido. Lo único que
quería era morir, todo deseo de proseguir su insensato viaje se había
esfumado. Aquella jeta terrorífica que había visto a través de Esterisen continuaba cerniéndose en su interior, al igual que la certeza
de que debería saber quién era. Sophia estaba allí sentada con las
manos sobre su regazo y observaba a Sum, que contemplaba el
suelo de piedra con la mirada perdida, mientras esperaba a que se
recobrase.
* ¿Está muy lejos el siguiente barón?
La voz de Sum era débil e indistinta.
* No, no está muy lejos. ¿No crees que deberías descansar
un rato... y comer?
64
La leyenda de Mundo Minor
Sophia le acarició el cabello. Sum sacó unos bizcochos de la bolsa
y los puso en el suelo, junto a la cantimplora, entre ambos.
Comieron en silencio, Sum con cierta repugnancia, y tras ello se
sumió inmediatamente en un sueño intranquilo.
65
La leyenda de Mundo Minor
CAPÍTULO 7
El arma del miedo es el miedo mismo.
(Sophia)
Cuando Sum se despertó todo su cuerpo estaba dolorido y sintió
como si pesase tres toneladas. Se incorporó a regañadientes y buscó
a Sophia. Estaba un poco más adelante en el pasadizo y lo
contemplaba.
* ¿Has dormido bien?
Sum no respondió, pero sacudió levemente la cabeza. En realidad
había dormido muy mal, pues había revivido su lucha contra
Thhorybon en sueños durante toda la noche, sólo para despertarse
bañado en sudor cada vez que aquél apretaba su rostro
aterradoramente desencajado contra el de Sum, tan sólo separados
por Esterisen.
* Te entiendo muy bien, Thhorybon drena prácticamente
todas las fuerzas de uno.
Sophia se sentó junto a Sum y lo tomó de la mano. Estuvieron
sentados sin hablar durante un largo rato, cada uno sumido en sus
propios pensamientos. Fue Sum quien rompió el silencio.
* Entonces, qué, ¿seguimos?
* Tú decides, seguiremos cuando tú te sientas a la altura
de las circunstancias.
Sum suspiró y se levantó trabajosamente, no se sentía a la altura
de nada, pero era dolorosamente consciente de que no había vuelta
atrás. En el camino hacia la siguiente guarida, Sum estudió con
66
La leyenda de Mundo Minor
cuidado a los moradores de los nichos, que todavía parecían
indistintos y sombríos. Cuando habían pasado junto a una veintena
de nichos, Sum se detuvo y cogió a Noëhito de la bolsa. Con la
lente sobre su ojo, empezó a examinar minuciosamente la imagen
más cercana.
* Va a ser un terrible oponente.
Sum contempló a Noëhito en su mano y dio un resoplido.
* ¿Puedes hacerte una idea de quién es a través de la
imagen?
Sophia estaba ahora detrás de él.
* Bueno... no lo sé muy bien... quizás.
Sum continuó hacia el siguiente cuadro y se puso a investigarlo.
Sophia contempló los esfuerzos de Sum, pero no dijo nada hasta
que bajó la lente de nuevo.
* ¿Qué ves?
Sophia se acercó a Sum.
* No estoy del todo seguro, pero es como si estuviesen...
asustados... aterrorizados... pavor es tal vez la palabra
exacta.
Sum miró de forma inquisitiva a Sophia y asintió levemente.
* Tienes razón, el pavor es su arma. Su nombre es Foboy,
y es un enemigo poderoso.
* No necesitaba encontrarme con él para saberlo.
67
La leyenda de Mundo Minor
Sum fijó la mirada en el suelo al tiempo que su cuerpo temblaba
sin cesar, sacudido por un desagradable escalofrío.
* Te entiendo muy bien, pero tienes una ventaja que él no
te puede arrebatar, trame lo que trame.
Sum se sonrió ante las palabras de Sophia y sacudió la cabeza,
resignado.
* En verdad que tienes una ventaja... ¡Eres el más
fuerte!¡Nunca lo olvides!
* ¡Menudo disparate!
* No, no es un disparate, pero tienes que creer en ti mismo.
Foboy sólo tiene la fuerza que puede extraer de su
oponente, cuanto menos le dejes robarte, más débil será
él... ¡¡y más fuerte serás tú!!
Sophia clavó la mirada en Sum.
* De acuerdo, seguro que tienes razón, la has tenido hasta
ahora.
No les llevó mucho tiempo llegar a la entrada de una enorme
guarida. El interior era negro como el carbón, hasta tal punto que
la oscuridad casi devoraba la luz de la antorcha. El único sonido
que provenía de la tenebrosa profundidad era un silbido débil, casi
inaudible.
* Ya estamos aquí.
Sum hizo un movimiento torpe y desmañado hacia la oscuridad
amenazadora. Sophia se puso detrás de Sum, lo agarró por los
hombros y habló con voz baja aunque firme.
68
La leyenda de Mundo Minor
* UN HOMBRE SIN MIEDO ES SU PROPIA
SALVACIÓN.
* Sí, pero, ¿cómo se puede luchar contra... el miedo?
* Tienes todas las armas que necesitas, empléalas con
sabiduría.
Sum hizo un ademán decidido (al menos tan decidido como su miedo
se lo permitía) y comenzó a moverse lentamente hacia el siguiente
combate. Dio unos pasos y se detuvo, era como si el aire fuese denso
e impenetrable. Aspiró profundamente y continuó. Cuanto más
avanzaba, más le chorreaba el sudor por todas partes. Tenía la
garganta seca. Cuando llegó a la entrada, tomó un trago de la
cantimplora, agarró con firmeza la embrazadura de Esterisen con
la mano izquierda y a Egkratehias con la derecha, puso a Noëhito
sobre su ojo izquierdo como si fuese un monóculo y colocó la daga,
Thelematos, entre sus dientes. Entonces entró en las fauces de la
caverna.
Al momento de haber entrado, un frío glacial golpeó su cuerpo
sudoroso, un frío que lo caló hasta el tuétano. Jadeando, continuó
adelante. El suelo estaba más frío todavía y en seguida perdió la
sensibilidad en los pies. De repente, algo pasó muy cerca del rostro
de Sum y lo hizo estremecerse. Una carcajada fría como la muerte y
casi inaudible se perdió a lo lejos en la oscuridad. Al mismo tiempo
tuvo la sensación alarmante de que no estaba solo. Sum percibió
claramente la presencia de otra persona. Era como si sintiese, más
que oírla, una respiración levemente susurrante junto a su oído y unos
pasos suaves, apenas perceptibles. Empezó a formársele un nudo en
la garganta. De nuevo se oyó una débil carcajada, esta vez junto a su
oído derecho. Sum se detuvo en seco y trazó un círculo con la espada
con la esperanza de golpear a su oponente. Risotadas, está vez un
poco más fuertes y de varias voces. El nudo de su garganta crecía.
Comprendió que estaba a punto de ser presa del pánico, de modo
que bajó la espada. Sum respiró profunda y tranquilizadoramente
69
La leyenda de Mundo Minor
durante unos instantes y se sintió más calmado. Cerrando el ojo
derecho y girando con lentitud sobre sí mismo, Sum exploró la
guarida a través de Noëhito. Era enorme. El suelo no estaba tan
pulido como en las demás cavernas y había largas estalactitas
suspendidas del techo. La guarida estaba completamente vacía,
salvo por Sum y una figura gigantesca situada en el extremo
opuesto, con las piernas separadas y los brazos en jarras. La figura
no se movía pero era obvio que de ella provenía el frío de la guarida.
La carcajada se oyó de nuevo, esta vez un poco más fuerte, y era
del todo evidente que había dos personas que reían, una a cada lado
de Sum.
* Se ve que alguien se divierte.
Sum había sentido una necesidad indomable de hablar, pero se
arrepintió al instante.
* Sí, me divierto bastante.
La voz era un silbido desagradable, que a punto estuvo de penetrar
en los huesos de Sum y congelarlos. Resonaron las carcajadas de
innumerables voces, cercanas y distantes, risas burlonas,
escarnecedoras, incontenibles, ahogadas. Luego, un silencio
absoluto. Durante mucho tiempo, Sum sólo oyó el sonido
amortiguado de sus propios pasos y fue consciente entonces de que
se oía un débil eco, un eco que por momentos sonaba
desacompasado. Aparentemente, alguien caminaba detrás de él...
¿o eran dos?... ¿tres? Las rodillas de Sum eran pura gelatina. Los
bufidos se acercaban de todas partes y junto con ellos un olor a
muerte y putrefacción.
* ¡No vas a salir vivo de esto!
Bufó el propietario de una de las respiraciones.
70
La leyenda de Mundo Minor
* ¡Eso ya lo veremos!
La voz de Sum se quebró, lo cual desencadenó un coro de risas
burlonas. Las carcajadas no provenían de un único sitio, era como
un ejército de seres que lo rodeaban, cada uno con su peculiar y
malévola risotada.
* Te vas a morir de miedo... al final.
Una carcajada estridente y ominosa culminó la frase. Después se
produjo un nuevo silencio. La mano izquierda de Sum apretaba la
daga que había tomado en su mano cuando le había hablado a la
voz. Se la colocó otra vez entre los dientes. Sum estuvo a punto de
caerse al suelo varias veces, en parte porque su cuerpo aterrorizado
se negaba a obedecer a su voluntad y en parte porque el frío de la
guarida arreciaba a medida que se acercaba a la figura. Ésta no se
había movido, sólo se erguía, ancha e imponente, ante la salida de
la guarida.
* ¿QUIÉN ERES?
Sum había retirado a Thelematos de su boca y le había gritado a la
figura. No hubo respuesta. Alrededor de él las voces comenzaron
a reír con carcajadas ahogadas, al tiempo que un viento frío recorría
el cuerpo de Sum de arriba abajo, de una forma que le hizo pensar
en un cadáver arrojado por el mar. Sum se estremeció, tanto de frío
como de un incipiente pánico. El perfil de la figura se delineaba
cada vez más claramente visto a través de Noëhito, pero no se
podían discernir los detalles. Era sólo una silueta, como cuando se
ve una montaña a contraluz. Sum estaba tan cerca de la figura que
su tamaño aparecía redoblado. Se detuvo y repitió la pregunta:
* ¿QUIÉN ERES?
*¿UN GUSANO
TAN
71
DESPRECIABLE
SE
La leyenda de Mundo Minor
INTRODUCE EN MI REINO SIN SABER QUIÉN
SOY?
La voz era un terremoto. Una lluvia de piedras y trozos de roca se
desplomó del techo.
* ¿QUIÉN ERES?
Sum repitió la pregunta, intentando sonar impasible y firmemente
decidido.
* ¡FOBOY!
Esta vez enormes peñascos comenzaron a caer en torno a Sum. Se
vio obligado a aferrarse a su escudo, o de lo contrario los temblores
de las rocas que caían le hubiesen hecho perder el equilibrio.
* Lo único que quiero es atravesar tu reino.
Esta frase de Sum hizo que Foboy profiriese una carcajada con la
que se estremeció toda la caverna, aunque ninguna roca se
desplomó.
*¡SI QUIERES ATRAVESAR MI REINO, ENTONCES
LUCHA!
Con estas palabras, Foboy arrancó una bolsa de su cinto y la arrojó
en dirección a Sum. Cayó a unos diez metros de donde se
encontraba, con la abertura hacia él. En el instante en que la bolsa
golpeó el suelo, brotó de ella un muro de fuego. Sum se hallaba
ahora en una palestra de paredes ígneas, a solas con la bolsa, que
se movía de una forma que daba a entender que algo más estaba a
punto de salir de ella. El clamor de las llamas no podía ahogar la
estentórea carcajada de desprecio de Foboy. Cada fibra del cuerpo
72
La leyenda de Mundo Minor
de Sum estaba en tensión y su vista clavada en la bolsa. Una
serpiente, gruesa como el muslo de un hombre, asomó su horrible cabeza por la abertura, y restalló su lengua bífida hacia Sum.
Un escalofrío lo estremeció. Con sus fríos ojos, penetrantes y
amarillos fijos en Sum, el monstruo se deslizó hacia el exterior
desde la oscuridad de la bolsa, metro a metro. Aquella visión dejó
tiesos todos los miembros de Sum, que se quedó pegado al sitio.
Cuando se había deslizado ya cinco o seis metros y la bestia no
había dado signos de tener fin, se detuvo de nuevo, restalló la
lengua y silbó amenazadoramente. Sum nunca se había sentido
tan solo como en ese momento. La serpiente se estiró todavía otro
metro más fuera de la bolsa. Sum tragó saliva y se preparó para
atacar. Sin duda, su adversario era el más rápido de los dos, los
enormes colmillos de la serpiente chocaron contra el escudo sin
que él hubiese podido percibir siquiera el movimiento. El golpe
fue tan fuerte que Sum tuvo que apoyarse sobre una rodilla para
no caerse. La serpiente se dispuso a atacar por segunda vez, pero
Sum estaba ahora mejor preparado. Sangrando por una herida en
la cabeza y silbando
furiosamente, el reptil se retiró a la oscuridad protectora de la
bolsa. Sum echó un vistazo por el rabillo del ojo a la muralla de
fuego, aún seguía allí. También la bolsa, y otra vez algo se disponía
a salir de ella.
El afortunado resultado del primer asalto le había subido un poco
el ánimo, pero la siguiente criatura de Foboy se lo volvió a echar
abajo. De la bolsa salió una enorme mano enfundada en un
guantelete que sostenía una afilada espada, que destellaba y
relampagueaba a la lumbre de las llamas. La mano blandió la
espada sobre la cabeza de Sum y silbó en el aire, tras lo cual y sin
previo aviso arremetió con tal fuerza que hubiese partido a Sum
en dos de no haber chocado contra el borde superior de Esterisen.
El borde inferior del escudo golpeó el suelo y sólo su talla evitó
que la cabeza de Sum se pusiese al alcance de la espada. El brazo
73
La leyenda de Mundo Minor
con el que Sum había sostenido a Esterisen estaba completamente
paralizado por el mandoble, por lo que se arrodilló para
permanecer a cubierto, con el escudo apoyado sobre el suelo de
la caverna. La colisión no había afectado únicamente al brazo de
Sum, sino que la espada del puño acorazado se había roto por la
empuñadura. Apenas hubo percibido este hecho la conciencia de
Sum, Egkratehias golpeó espontáneamente. La hoja se hundió
hasta la mitad, justo por encima de la muñeca. Con un bramido
de dolor el guantelete arrojó el resto de la espada lejos de sí y se
fue por donde había venido.
Con un sonido tintineante, el arma desapareció del campo de
visión de Sum. Un rápido vistazo le reveló que Esterisen no tenía
ni siquiera un arañazo. La bolsa de Foboy le pareció a Sum más
pequeña que antes y el muro de llamas bastante más bajo. Un
movimiento en la bolsa atrajo nuevamente la atención de Sum.
Pletórico de esperanza y renovado ardor guerrero, se aprestó a
enfrentarse a... lo que fuese que viniera ahora. El siguiente
adversario se detuvo en la abertura de la bolsa y silbó de manera
desagradable, al tiempo que emitía un hedor indescriptible a carne
podrida... de repente se arrastró al exterior, derecha hacia Sum,
una araña de brillo metálico como el de un moscardón, del tamaño
de una pequeña mesa de comedor. Cuando Sum iba a asestarle
un golpe, su enemigo cambió de dirección, de tal forma que la
espada golpeó el suelo, enviando una lluvia de chispas al aire. La
araña aprovechó ipso facto el instante en el que Sum perdió el
equilibrio, saltó, golpeó el escudo y volteó a Sum. El golpe lo dejó
sin aire e hizo que se le oscureciese la vista. Afortunadamente, la
plancha arqueada del escudo era tan grande que no quedó
aplastado, sino que tan solo su respiración se hizo más dificultosa.
Un creciente pánico comenzó a tomar forma en su subconsciente
y explotó en un ataque de claustrofobia. Cuanto más aumentaba
el pánico, más pesada se volvía la araña y más se intensificaba su
hedor. Justo antes de que su miedo se desbocase por completo,
74
La leyenda de Mundo Minor
Sum pensó en lo que Sophia había dicho, antes de entrar en la
guarida de Foboy:
UN HOMBRE SIN MIEDO ES SU PROPIA SALVACIÓN.
El mero hecho de recordar las palabras aligeró el peso de la araña.
Sum comenzó conscientemente a concentrar su pensamiento en
relajarse, en tranquilizar su mente aterrorizada y en lograr dominar
su miedo. A medida que lo iba consiguiendo, disminuía la presión
de la araña, al igual que su talla. Cuando hubo encogido hasta el
tamaño de un plato, Sum volteó, resuelto, a la araña sobre el suelo y
la partió en dos con la espada. En un abrir y cerrar de ojos,
desaparecieron la araña, la bolsa, el muro de llamas y Foboy. La
caverna no era más que... una caverna. Allí donde había estado la
figura de Foboy, Sum veía ahora la salida. Envuelta en el débil
resplandor amarillento de una antorcha, esperaba Sophia.
Tan pronto Sum estuvo fuera otra vez, en el complejo del sótano,
prorrumpió en un llanto convulso, tanto por la impresión que su
encuentro con Foboy le había causado como por la alegría de volver
a ver a Sophia. La Dama lo dejó llorar. Cuando Sum hubo recuperado
un poco el dominio de sí mismo, ella tomó su cabeza entre las manos
y le acarició el cabello con ternura. Sum nunca había estado tan
contento en su vida de ver a otra persona como ahora lo estaba por
Sophia.
* ¿Ya estás mejor?
Sophia sostuvo la cabeza de Sum y le sonrió. Sum afirmó y metió a
Noëhito en su caja con manos temblorosas.
* Come y bebe, si lo necesitas.
Moviéndose con lentitud, Sum se sentó contra la pared y sacó la
75
La leyenda de Mundo Minor
cantimplora. Después de haber bebido largamente, la apartó de su
boca y se la tendió a Sophia en silencio. Ella tomó también un buen
trago, pero cuando fue a devolvérsela, Sum dormía ya, apoyado
contra el muro.
76
La leyenda de Mundo Minor
CAPÍTULO 8
Déjate aconsejar, oblígate a decidir.
(Proverbio ucraniano)
Cuando Sum se despertó estaba completamente descansado. Se
sentía muy feliz y su mente estaba en perfecto equilibrio. Estuvo
un largo rato echado con los ojos cerrados mientras revivía su último
combate. Después, respiró hondo y se sentó. Era obvio que Sophia
se había ido, o al menos no estaba a la vista. En una paz total, Sum
se irguió, se estiró larga y concienzudamente y echó un vistazo en
derredor. Al igual que las otras veces en que había salido de una
caverna, se hallaba en medio de un corredor que se perdía en una
densa oscuridad. Como de costumbre, también había nichos en las
paredes. Sum avanzó para examinar el primero.
La imagen representaba a un hombre joven en un atuendo elegante
que, para variar, no estaba hecho harapos. El mozo exhibía una
postura que Sum interpretó como la de quien espera algo. Su traje
parecía hecho de seda negrísima, ornamentada con estrellas tejidas
con hilo de oro y plata. El rostro, desde el que dos ojos brillaban
hacia Sum, era del mismo color negro que su indumentaria.
* ¡¡Es el príncipe!!
Sum se enderezó de un salto. Su mente no albergaba ninguna duda
de que éste tenía que ser el “Príncipe Desaparecido” que lo había
llamado desde las profundidades en la “Sala del Trono Olvidada”.
El príncipe era prisionero de los barones.
* ¿Y eso qué es?
Sum se aproximó, lleno de asombro, al segundo nicho. Estaba
completamente vacío, al igual que el tercero.
77
La leyenda de Mundo Minor
* ¿Qué puede significar esto?
Sum se rascó la nuca, bostezó y fue más allá para ver si el cuarto
nicho estaba también vacío. Éste estaba más alejado que los
anteriores, de modo que Sum tuvo que caminar un poco más.
Cuanto más se acercaba, mas se sorprendía, pues... ¡no parecía
haber un cuarto nicho! Un tanto desorientado, Sum se dirigió de
nuevo hacia el primero de los nichos vacíos. Tras contemplarlo
un instante, sacó a Noëhito y lo examinó a través de él para
comprobar si había alguna diferencia. ¡Y la había! A través de la
lente no se veía ya un nicho toscamente tallado, sino la imagen
parpadeante y nebulosa de alguien que era, sin lugar a error...
Sophia. Sum bajó a Noëhito y comenzó a mirar alrededor,
indeciso. El corredor tenía el mismo aspecto que antes. Cuando
se hubo recuperado un poco de la sorpresa, Sum respiró, con la
seguridad de que Sophia todavía estaba en libertad. O al menos
era así como interpretaba el hecho de que el nicho, al trasluz de
la lente, solamente contenía una visión nebulosa.
Lleno de temores y con paso inseguro, Sum se detuvo ante el
último nicho. Tenía la inquietante sensación de que sabía lo que
iba a ver allí. Tragó saliva y puso la lente sobre su ojo. Tenía razón.
La nebulosa imagen del tercer nicho representaba al mismísimo
Sum. No había ninguna duda acerca del destino que estaba
proyectado para él, el cuadro lo mostraba con hierros en ambas
manos, ambos pies y también en el cuello. De los grilletes partía
una pesada cadena que conducía a un argolla de hierro anclada
sólidamente a la pared de roca. Era evidente que lo querían
neutralizar por completo.
* ¡Eso no va a suceder!
Sum metió la lente en su caja y se puso a buscar a Sophia. La Dama
seguía siendo invisible, de modo que Sum la llamó en voz alta
78
La leyenda de Mundo Minor
varias veces en la densa oscuridad. La única respuesta que obtuvo
fue un retumbante eco. Tras un momento de duda, se decidió a
continuar solo. No había dado más que unos pasos desde el último
nicho, cuando algo en el suelo llamó su interés. Era un mensaje
escrito con tiza:
* MUCHAS PERSONAS SON SU PEOR ENEMIGO.
Sophia
Sum leyó el mensaje varias veces sin lograr comprender qué
significaba. Puso las palabras a buen recaudo en su memoria.
Después de unos minutos, el pasadizo se perdió en un recodo. Tras
doblarlo se encontró ante la siguiente guarida... la siguiente lucha.
La caverna no era muy grande. Estaba totalmente a oscuras, salvo
por un enorme escritorio, desde donde un lámpara de mesa
despedía un haz oblicuo de luz que iluminaba sus alrededores. En
su trayectoria desde la lámpara, la luz rosácea rozaba en parte un
montón de papeles y en parte a la persona que estaba tras la mesa.
Sin embargo, la luz sólo llegaba hasta su cuello, el rostro
permanecía oculto en la oscuridad.
* Adelante, acércate.
Había algo familiar tanto en la persona como en su voz susurrante.
* ¿Quién eres?
Sum atravesó vacilante el umbral, con su mano sobre la funda de
la espada Egkratehias.
* Un amigo... no, sería mucho decir... mejor dicho, un
aliado.
79
La leyenda de Mundo Minor
El dueño de la voz juntó sus manos bonitas y bien formadas sobre la deslucida mesa de roble.
* ¡No tengo ningún aliado entre los Barones de los
Emocionantes!
* No, que tú sepas.
La voz era suave y agradable al oído. Hubo una pequeña pausa.
Los ojos de Sum intentaron penetrar la oscuridad para determinar
la identidad de la figura, pero ésta se levantó y caminó directamente
hacia la luz de la antorcha de Sum. A medida que se acercaba, se
hacía más y más familiar. Sum se llevó un susto cuando se dio
cuenta de que estaba frente a ...
* ¡¿Egofiliam?!
Sum casi dejó caer la antorcha de pura sorpresa.
* Sí, soy yo, y quiero ayudarte.
De repente, Egkratehias salió a medias de su funda con un
tintineante sonido metálico.
* ¡¡UAAAARGHHHH!!
Temblando y pálido de terror, Egofiliam retrocedió de un salto, al
tiempo que con un dedo huesudo (para el asombro de Sum) señalaba
la espada, que amenazaba con saltar fuera de su funda. Egkratehias
se introdujo como un rayo en su vaina con un chasquido que resonó
por toda la guarida.
* ¿Es absolutamente necesario... q-que lleves esa arma?
La voz de Egofiliam era estridente e histérica.
80
La leyenda de Mundo Minor
* ¡¡SÍ!!
La voz de Sum sonó firme y decidida. Su declaración fue
confirmada por un nuevo aunque más débil chasquido de
Egkratehias, que otra vez se deslizó dentro y fuera de su funda.
* Bueno... vale, vale.
Egofiliam contempló la espada de Sum un instante mientras
hablaba en voz baja consigo mismo. Después comenzó a pasearse
adelante y atrás ante Sum, de una pared a otra. Cada vez que pasaba
al lado de Sum, se apartaba y miraba nerviosamente de soslayo
hacia la espada, que pendía tranquila del costado de Sum.
* ¡Deberías hacer uso de tu fuerza!
Egofiliam hizo un gesto hacia Sum con una mano y tras haberlo
mirado fijamente un instante, continuó:
* Deberías tener un cargo mucho más alto en la corte, y lo
lograrías si trabajases en ello.
En ese momento, Egofiliam hizo una pausa, pero continuó con sus
idas y venidas. Sum no hizo ademán de decir nada, de modo que
Egofiliam prosiguió:
* ¡Podrías llegar a ser el Señor de los Emocionantes sin
dificultades, el legítimo dueño y rey de Mundo Minor!
Sum estaba a punto de protestar pero lo detuvo un movimiento de
rechazo de Egofiliam.
* No dije que fuese una buena idea, sólo que PODRÍAS
conseguirlo. Y quién sabe, tal vez la idea no sea tan
81
La leyenda de Mundo Minor
absurda como parece a primera vista. Has luchado contra seis barones y los has vencido a todos. Fue sin duda
más de lo que yo me hubiese atrevido a esperar, pero lo
lograste y ahora estás aquí.
Egofiliam detuvo su ir y venir y miró con admiración a Sum un
instante. Después retomó su paseo, pero sólo después de haber
echado una rápida y nerviosa mirada a Egkratehias.
* Como sabes, Mundo Minor se ahoga en el polvo del
deterioro. Como también sabes, el Rey Ego ha enviado
equipos de búsqueda en todas direcciones para detenerlo
y, como tú asimismo muy bien sabes, no ha servido
absolutamente para nada. ¿Durante cuánto tiempo se han
estado enviando los equipos de búsqueda reales? ¡Años y
años! ¿No podemos suponer acaso que ya han puesto patas
arriba cada centímetro cuadrado de la parte conocida del
Mundo? ¿Y cuál ha sido el resultado?
Egofiliam detuvo su verborrea un instante, sólo para volver a la
carga:
* Este circo ha durado ya tanto tiempo que cada honrado
miembro de la corte del rey tiene que preguntarse si, al
fin y al cabo, sirven en absoluto de algo estas...
disposiciones.
Egofiliam golpeó con el puño derecho la palma abierta de su mano
izquierda, al tiempo que daba un par de pasos en silencio,
aparentemente sumido en profundos pensamientos. Luego prosiguió:
* El error reside posiblemente en rutinas inveteradas, hábitos
necios. Lo que se necesita es, tal vez, nuevas ideas, sangre
nueva. Hay que hacer tabla rasa, empezar de nuevo. Tene82
La leyenda de Mundo Minor
mos que afrontarlo... ¡el Rey es un inepto! ¡Sí! El Rey Ego
tiene que ser derrocado, se abre el camino de una nueva
transformación. ¡Por eso es ahora, justo ahora, que TÚ
debes intervenir!
Esta última salva culminó con un Egofiliam que, con una firme
expresión en el rostro, dirigió un brazo extendido, terminado en un
dedo desafiante, hacia el pecho de Sum.
* ¿Yo? ¿Por qué? ¿Qué... qué quieres decir con eso?
Sum estaba totalmente aturdido después de aquel torrente impetuoso
y excitado de palabras que acababa de presenciar, en especial porque
había provenido de alguien que normalmente no hablaba con nadie
que no fuese el Rey Ego.
* ¡Tienes que ocupar tu posición natural, ya es hora de que
tus talentos tengan la recompensa que se merecen...! Ven.
Con pasos rápidos y vívidos gestos, Egofiliam se fue hacia la pared
de roca más lejana y golpeó un estalactita. Eso provocó que una parte
de la pared se abriese y revelase una habitación tras ella. La puerta
conducía a una sala enorme que era, a todas luces, una sala del trono.
La cámara estaba escrupulosamente limpia, no había ni rastro del
deterioro. Estaba bañada en centelleante luz solar que se derramaba
desde los enormes cenitales del techo, creando sombras que jugaban
sobre un curso de agua, sobre las hojas de las plantas y las gráciles
esculturas.
* Tienes que liberarnos del azote del deterioro, no vas a ser
el rey de Mundo Minor... ¡No!... ¡VAS A SER
EMPERADOR!
* ¡VIVA EL EMPERADOR, VIVA EL EMPERADOR SUM
EL PRIMERO!
83
La leyenda de Mundo Minor
Un clamor de voces se elevó por doquier en la maravillosa sala del
trono, sin que sus dueños se dejasen ver.
* Hónranos, entra en tu reino, ¡RENDID HOMENAJE AL
EMPERADOR!
Con estas palabras, Egofiliam se arrodilló junto a la puerta abierta
y dio a entender a Sum con la mano que entrase en la cámara. Sum
estaba totalmente deslumbrado por lo que veía. Nunca antes había
visto algo tan hermoso, puro y atrayente. Estaba acostumbrado a
los corredores oscuros, al polvo que lo devoraba todo y al deterioro
furtivo. Puso un pie en el umbral para entrar en su sala del trono.
En ese momento, Egkratehias dio un sonoro chasquido. El sonido
despertó a Sum del trance en el que el torrente de palabras de
Egofiliam lo había sumido. Frente a él, no había una hermosa y
soleada sala del trono, sino un calabozo. De la pared pendía una
pesada cadena que conducía a unos grillete de hierro que,
obviamente, estaban diseñados para cerrarse sobre las muñecas, los
tobillos y el cuello. De repente, Sum tuvo perfectamente claro lo
que había estado a punto de pasar. Casi se había dejado engañar
por la astucia de uno de los Barones de los Emocionantes... ¡había
estado a punto de entrar derechito en el nicho que estaba preparado
para él! Sum se volvió rápidamente y sus ojos se encontraron con
los de Egofiliam. Todo color abandonó al instante su rostro y su
lugar lo ocupó una angustia que Sum nunca hubiese creído posible.
Egofiliam comprendió que había perdido, pero con la fuerza de los
aterrorizados cerró la puerta de roca contra la cabeza de Sum, que
perdió el equilibrio y cayó. Sin embargo, se puso de pie de un salto
y persiguió a Egofiliam, que chillaba desaforadamente, hacia la
salida de la guarida, con la espada en alto. De repente, la caverna
estaba vacía, el pesado escritorio ya no obstaculizaba el camino.
Rápido como un gato, Egofiliam dobló la esquina y salió de la
guarida. Sum le pisaba los talones y estaba dispuesto a perseguirlo
por el pasadizo del sótano que esperaba hallar a la salida. Pero se
84
La leyenda de Mundo Minor
detuvo bruscamente: no había ningún pasadizo. La caverna de
Egofiliam conducía directamente a la última guarida, la que
pertenecía al rey de los Barones de los Emocionantes.
Las dos guaridas estaban separadas por un fino cortinaje, que sólo
permitía a Sum vislumbrar lo que estaba frente a él. En el centro
de la caverna, intensamente iluminada, estaba el rey, poderoso y
fornido. Detrás de él había, arrodilladas, siete figuras borrosas. Uno
de ellos se veía con más claridad que el resto, era Egofiliam. Sum
adivinó que tenían que ser los barones vencidos. El fino telón se
dividió en dos y empezó a abrirse muy lentamente, pero ya entonces
Sum sabía quién era su último oponente.
85
La leyenda de Mundo Minor
CAPÍTULO 9
Cuando los reyes entran en una ciudad, la despojan.
(El Corán)
Sum se quedó inmóvil durante largo rato contemplando a su
oponente, que a su vez lo contemplaba a él. Al mismo tiempo se
elevó un murmullo lastimero de las borrosas figuras de los barones
vencidos.
* Bienvenido a mi reino... mi verdadero reino.
El Rey Ego se reía a media voz. Sum no sintió necesidad alguna
de responderle, estaba FURIOSO. En lugar de ello observó el
centelleo de la máscara del rey. No era ya la máscara de color azul
claro que el rey solía llevar, sino una de un rojo intenso, pero, por
lo demás, idéntica. A pesar del relampagueo de la máscara, no tenía
ninguna duda de que el rostro que se escondía tras ella era el mismo
que el de Thhorybon. Se estremeció.
* ¿Es que ahora ya no respondes cuando te habla tu rey?
Había un tono amenazador muy mal disimulado en la voz del rey.
* Vos ya no sois mi rey, me niego a someterme a uno de los
Barones de los Emocionantes.
La voz de Sum era calma y serena.
* Así que alguien “no quiere someterse a los Barones de los
Emocionantes”...
El rey remedó burlonamente las palabras de Sum, tras lo cual echó
86
La leyenda de Mundo Minor
su cabeza hacia atrás y emitió una atronadora carcajada que llenó
toda la caverna. Después de contemplar a Sum un momento, volvió
a reír. La tormenta de su carcajada resonó por todas partes, por todos
los pasadizos del sótano.
* ¡Nunca veréis otro día en que tengáis poder sobre mí!
Sum posó su mano sobre la funda de Egkratehias y miró fijamente
al rey.
*¡ARREPIÉNTETE DE TUS ARROGANTES PALABRAS!
El Rey Ego dio un paso amenazante hacia Sum, acto que impulsó
a Egkratehias a desenvainarse a medias. Al instante Sum la
desenfundó por completo y se aprestó a luchar. El Rey Ego no tenía,
obviamente, ninguna prisa. En vez de desenvainar el ancho mandoble que tenía en una funda a su espalda, se limitó a emitir su
desagradable carcajada una vez más. Esta frialdad del rey puso
nervioso a Sum y provocó que una marcada inquietud contrajese
cada fibra de su cuerpo. Durante un largo rato se limitaron a
contemplarse mutuamente, inmóviles. Entonces, el rey levantó
despacio su mano derecha y la llevó, con lentitud eterna, hasta el
lado izquierdo de su máscara. De un tirón la arrancó de su rostro.
Sum gritó.
87
La leyenda de Mundo Minor
CAPÍTULO 10
No se puede huir de la propia sombra.
(Refrán Indio [Hindi])
El rostro bajo la máscara del Rey Ego estaba desencajado de odio
y sed de sangre, pero Sum lo conocía demasiado bien. Era el rostro que lo había mirado fijamente a través de Esterisen, el que lo
había perseguido desde que había salido de la guarida de
Thhorybon. Ahora era evidente que todos los barones contra los
que había luchado tenían el mismo rostro...
...era el rostro de Sum. La impresión hizo que los dedos de Sum
se relajasen y con un tintineo, Egkratehias cayó al suelo. Con un
rugido victorioso, el Rey Ego asió la funda de su mandoble con
ambas manos, lo desenvainó y atacó a Sum con la fuerza de un
vendaval.
* ¡SIENTE EL PODER DE DYNAMIS!
Con una carcajada enfermiza, asestó un golpe con Dynamis que
chocó contra Esterisen con tal fuerza que Sum salió despedido
contra la pared de la cueva. Estuvo a punto de perder el sentido.
El rey blandió de nuevo la espada, pero Sum consiguió apartarse,
de modo que Dynamis golpeó la roca. Una lluvia de chispas
iluminó durante un instante la guarida donde se hallaban. Sum se
había recuperado un poco del susto inicial y se dio cuenta de que
el Rey Ego estaba entre él y Egkratehias.
* ¡RÍNDETE, Y SE TE PERDONARÁ LA VIDA!
* ¡Jamás!
Sum sacó la daga Thelematos del cinto y dio un paso adelante
88
La leyenda de Mundo Minor
hacia el rey Ego, quien, sorprendido, hizo lo propio hacia atrás.
Los dos combatientes empezaron una danza en círculos, en la que
se medían mutuamente con la vista para encontrar sus respectivos
puntos débiles. Sum intentó rodear al Rey Ego para llegar a donde
estaba Egkratehias, pero el rey se lo impidió ágilmente. Durante
un largo rato, hubo pocas estocadas y las que se produjeron
provenían principalmente del Rey Ego. Sum tenía una pequeña
parte de su conciencia permanentemente ocupada en comprobar
en dónde estaba su espada, lo cual significó que, de repente, quedó
al descubierto. Al instante, el Rey Ego se puso en acción, pero
Sum logró agachar la cabeza en el último momento y Dynamis
golpeó el borde superior de Esterisen. La colisión hizo que una
esquirla se desprendiese de la hoja de Dynamis.
* ¡NOOOOOOOOO!
Los ojos del Rey Ego se dilataron de miedo hasta hacerse grandes y redondos como dos bolas cuando vio la mella en su arma.
Lleno de pánico se abalanzó sobre Sum con la espada en alto. Sum
se hizo a un lado justo en el momento oportuno y, de un salto,
llegó hasta Egkratehias. Sólo tuvo tiempo para erguirse con la
espada en la mano antes de que su oponente se le echase de nuevo
encima. Dynamis destelló en su trayectoria hacia la cabeza de
Sum, pero fue detenida eficazmente por Egkratehias. En el
instante en el que las hojas se encontraron, todo desapareció en
una explosión de luz.
Cuando Sum volvió en sí, la guarida estaba vacía. No había ningún
indicio del Rey Ego, de Dynamis, ni de los demás barones...
también las armas de Sum habían desaparecido sin dejar rastro.
Cuando Sum se miró a sí mismo, verificó que su ropa también se
había evaporado. Profirió una risa libre, sincera y feliz. Sintió que
había terminado algo, pero que al mismo tiempo algo lo estaba
esperando. Lleno de ánimo, echó a andar por el sótano, que ahora
89
La leyenda de Mundo Minor
estaba iluminado por antorchas dispuestas cada dos metros. En
el resplandor de las antorchas pudo ver que el pasadizo giraba
abruptamente un poco más adelante. Poco después volvía a girar
y ahora estaba iluminado únicamente por el fulgor de... que tenía
que haber al doblar el recodo. Pletórico de fuerza y esperanza,
continuó. Tras la esquina, el pasadizo proseguía unos diez metros
más y después terminaba. En la pared del fondo había un espejo
enorme que casi la cubría por completo desde la rodilla hasta
arriba. Sum contempló la luz áurea y amable que emanaba de la
superficie del
espejo y se regocijó en ella. La luz inundó de lucidez y tranquilidad
todos y cada uno de los rincones del interior de Sum. En el centro
del mar de luz estaba su imagen reflejada. Sum podía ver que en
ella aparecía completamente vestido, mientras que él estaba
desnudo. Se acercó hacia el espejo y su imagen hizo lo mismo.
Ante al espejo había dos escalones que daban a un pequeño podio,
frente al canto inferior. Ambos, Sum y su imagen, ascendieron y
estaban ahora a medio metro cada uno de la superficie del espejo.
Sum contempló con alegría al Príncipe Desaparecido, que había
visto en el primero de los tres últimos nichos. Su rostro era idéntico
al suyo propio, sólo que negro como una noche sin estrellas.
* Llevo mucho tiempo esperando.
El príncipe sonrió cálidamente a Sum.
* Yo llevo mucho tiempo buscando.
Sum le devolvió la sonrisa.
* Ven.
El príncipe dio un paso adelante y tocó por fin la superficie del
espejo.
90
La leyenda de Mundo Minor
* Sí, ya voy.
Sum extendió los brazos a ambos lados, se arrimó al cristal, y cayó.
91
La leyenda de Mundo Minor
CAPÍTULO 11
No se halla en el espejo lo que se ve en el reflejo.
(Proverbio alemán)
En una lluvia de esquirlas de cristal, Sum cayó sobre un alfombra
suave que cubría el suelo de la cámara donde había aterrizado. Se
levantó y sacudió sus ropas, las ropas del Príncipe, tras lo cual se
volvió hacia el lugar en donde había estado el espejo en la cámara.
Sólo había una pared desnuda de mármol. La del otro extremo estaba
cubierta de un cortinaje de terciopelo rojo oscuro y grueso, y tras él
Sum podía oír claramente el sonido de varias voces felices y
expectantes. Se dirigió hacia el cortinaje y estaba a punto de
descorrerlo cuando una voz sonora y solemne sonó tras él.
* ¡Su Majestad el Rey!
Sum dejó que la tela recuperase su sitio detrás de él y pudo ver que
la voz pertenecía a un heraldo. Pudo reconocer al instante el lugar
en el que ahora se hallaba, era la sala del trono donde había oído la
voz del príncipe bajo el suelo. Cuando Sum entró, todos los presentes
se irguieron y comenzaron a lanzar vítores. Sum observó la escena
ante sus ojos e inmediatamente notó que el deterioro había
desaparecido. Entre quienes estaban reunidos en la sala, reconoció
a todos los emocionantes que había visto en los nichos, sólo que
ahora sus rostros estaban liberados del dolor del que eran prisioneros. Sum notó también que estaba en una tarima que se usaba para
el trono y que había ahora dos tronos frente a él. Había alguien
sentado en el de la derecha, pero no podía ver quién. El heraldo
golpeó tres veces en el suelo con su estandarte. La algarabía murió
lentamente y a regañadientes.
* El Rey Sum El Único va a ocupar su trono.
92
La leyenda de Mundo Minor
Anunció el heraldo cuando se impuso el silencio. Sum se sentó y
se giró hacia la persona que ocupaba el otro trono. Allí se topó con
la sonrisa de Sophia, aquella joven y hermosa que había visto a
través de Noëhito.
* Bienvenido a tu legítimo reino, pues bien te lo mereces.
* Me alegro de verte de nuevo.
Sum besó la mano de Sophia.
* ¡El Rey Sum El Único va a recibir la corona Ágape!
Era otra vez la voz del heraldo, clara como una campana. Un paje
hizo entrada portando una gran almohada de seda, sobre la cual
una corona artísticamente labrada descansaba. Se arrodilló ante
Sum y levantó la almohada hacia él. Sum tomó la corona y la puso
sobre su cabeza. El júbilo se desató de nuevo.
* El Rey Sum El Único va a proclamar su motus reginum.
Ante esta última declaración, toda la corte se sumió en un
expectante silencio. Sum se irguió, miró en derredor y dijo:
* COGITO SAPIENS, ERGO SUM.
De nuevo se desató la alegría. Sum acarició el auditorio con la
mirada y tomó la mano de Sophia en la suya.
* Tengo un regalo para ti, Sum.
* Tú eres todo el regalo que quiero.
Sum la besó en la nariz y sonrió. Sophia hizo un movimiento con
la mano, lo que provocó que dos pajes apareciesen con sendos
cojines de seda.
93
La leyenda de Mundo Minor
* Voy a dártelo igual.
Del cojín del primer paje tomó el cetro, que tendió a Sum.
* Este es el cetro Dikaioshynen. Con él podrás gobernar
sabiamente.
Hizo retirarse al paje e hizo una seña al otro. Sobre su cojín de seda
había un gran libro encuadernado en piel, con broches y grabados
de oro.
* Este es El Libro de Mundo Minor, que deberás leer para
gobernar con conocimiento, comprensión y justicia.
Sophia hizo retirarse al paje y se giró hacia Sum.
* Retirémonos.
Sum le tendió la mano y desconvocó a la corte, tras lo cual él y
Sophia se fueron a sus aposentos.
* ¿Son todos los emocionantes libres por fin?
* Sí, y los barones están fuera de Mundo Minor.
* Ahora creo que voy a dormir, pero mañana me pondré a
leer esto.
Sum se estiró y descansó la mirada un instante en El Libro de
Mundo Minor.
* Sí, hazlo.
Sophia sonrió y contempló feliz a su rey.
94
La leyenda de Mundo Minor
LIBRO SEGUNDO
El Libro De Mundo Minor
En un buen libro lo mejor está entre líneas.
(Anónimo)
95
La leyenda de Mundo Minor
PRIMERA PARTE: LOS TIEMPOS ANTIGUOS
El tiempo lo envuelve todo en el olvido.
(Refrán hispano)
La primera y la segunda era de Terra Inkognita permanecen ocultas
en los más oscuros abismos del tiempo. Nada sobrevivió, o si lo hizo
se perdió en el camino, antes de los primeros tiempos de que se tiene
constancia documental. Desde la segunda parte de la tercera edad,
poseemos testimonios coherentes de la marcha de los
acontecimientos. Desde este momento del flujo temporal, aparecen
fragmentos que mencionan a Kreator y a su pequeña compañía.
Como se verá, aparecerán más fragmentos preservados del libro “La
elegía de Kreator”, aunque también están disponibles otras fuentes.
No se ha encontrado vestigio alguno que sugiriese, ni remotamente,
que Kreator tuviese, en esa época, un refugio estable en Mundo.
Todas las fuentes disponibles lo describen a él, e incluso a aquellos
que lo acompañaban, como viajeros. Se piensa que esta itinerancia
no tenía ninguna finalidad en particular en un principio: se trataba
más bien de una especie de viaje de exploración, cuyo único objetivo
era el viaje en sí mismo.
Aparte de Kreator, el grupo sólo consistía originariamente en unos
cinco o seis emocionantes, y sólo uno de ellos conserva su nombre
registrado en los textos antiguos. Se llamaba Erg.
(El número oscila un poco en los diversos textos, pero el más antiguo
se considera el más fiable de todos).
Las descripciones de Kreator difieren muchísimo, pues se ve claramente que están influenciadas por las posturas que respecto a él se
adoptaban en los Mundi en cuyos archivos aparecen recogidas. La
96
La leyenda de Mundo Minor
impresión general que ofrecen las descripciones de lo ocurrido
antes del Proyecto es, a grandes rasgos, positiva. También se puede
indicar que ningún archivo que date de un período anterior al
Proyecto contiene notas sobre el cese de sus actividades. No se
ha hallado ninguna minuta que pueda dilucidar cómo surgió la
idea de poner en práctica el Proyecto, pero existe consenso en que
ocurrió en esa época en que la compañía se encontraba en los
contornos de Mundo Doméstica.
La primera fase del Proyecto consistía en que Kreator y su
compañía explorasen de forma sistemática el terreno de Terra
Inkognita. En aquella época, tal como ahora, Terra Inkognita era
un lugar árido. Todo estaba seco y la superficie de la tierra estaba
sembrada de rocas. Aquí y allá había ora pequeñas colinas, ora
hoyos en el paisaje, aunque éste daba la impresión general de ser
bastante llano, rocoso y monótono. Por esta razón, ningún
habitante de los Mundi de los alrededores se interesaba por lo que
hacía Kreator por aquellos parajes. Ya por aquel entonces, el clima
de Terra Inkognita era inhóspito. De día abrasaba un sol
despiadado desde un cielo desprovisto de nubes, de noche soplaba
un viento helado sobre la superficie de la tierra.
Lo que esa Pequeña Compañía buscaba en aquel vasto e inerte
mundo era el agua. No lo hacían porque faltase el agua potable,
ya que podían conseguir todo lo que deseasen en cualquier
momento en los Mundi que cruzaban. Por otra parte, Kreator había
hecho un descubrimiento: ¡Terra Inkognita no era tan baldía como
se solía asumir! El descubrimiento radicaba en que el helado
viento nocturno depositaba una cantidad bastante reducida de
humedad en la superficie terrestre, especialmente sobre las piedras
y rocas. Cada amanecer, esta humedad se evaporaba a la velocidad
del rayo, excepto por esas gotas que quedaban atrapadas en las
cavidades y entre la tierra suelta. En estas acumulaciones de agua,
y a su alrededor, existía vida. Esta vida estaba compuesta
97
La leyenda de Mundo Minor
principalmente por musgos y otras plantas inferiores, pero también
había animales. La mayoría de los animales eran insectos, si bien,
de igual modo, estaban representadas formas de vida superiores.
A medida que la Compañía aprendía a conocer los hábitos de esas
formas de vida, comenzó a ver más especies. Por ejemplo, se
dieron cuenta de que entre las rocas, o en las grietas, podían crecer
plantas de más de un metro de longitud. También descubrieron
que ninguna forma de vida, independientemente de la especie a
la que perteneciese, podía vivir aislada. Con el paso del tiempo,
el grupo aprendió a conocer todos los territorios de Mundo
Domestica, tras lo cual surgió la idea para la segunda fase del
Proyecto. Una cuestión que habían advertido repetidas veces era
que todas esas formas de vida que encontraban dependían unas
de otras. En consecuencia, decidieron recoger algunos ejemplares
de todas las halladas y reunirlos en alguna parte. Para que esto
fuese factible, debían encontrar un lugar que estuviese lo bastante
protegido y donde existiese la posibilidad de conseguir agua en
cantidades abundantes. Pasó mucho tiempo hasta que encontraron
lo que buscaban: una cuenca en el paisaje que estaba rodeada en
tres de sus lados por una colina lisa y varios peñascos y rocas.
Esta zona quedaba bastante al abrigo durante la noche y gozaba
de algo de sombra durante el día. Pero, lo que era más importante
aún, la multitud de grietas y macizos rocosos causaban que
abundase el agua en la tierra que había entre ellas. Este lugar estaba
situado entre Mundo Ambo y Mundo Domestica, a tres días de
viaje del primero.
Comenzaron con musgos y plantas. Cada miembro de la
Compañía se hizo con una especie, determinó aquel lugar en la
cuenca que mejor la acogería; lo regaba, se aseguraba de que
hiciese sombra durante el día y se acostaban de manera que
guareciesen a las plantas por la noche. Pronto se demostró que la
afluencia abundante de agua ayudaba a las plantas a adaptarse,
98
La leyenda de Mundo Minor
por lo que, poco a poco, consiguieron valerse por sí mismas. De
esta forma, aumentaba el tamaño del jardín, lento pero seguro.
Una vez que el jardín cubrió toda la cuenca, como faltaban todavía
muchas especies tanto animales como vegetales por reunir, la
compañía emprendió la tercera fase del Proyecto. En las tierras
alrededor de ese lugar donde ahora se habían más o menos
asentado, recogieron piedras, rocas y barro. Con estos materiales
comenzaron a construir un muro, tan alto como el hombro de
Kreator y tan ancho como la longitud de su brazo, alrededor de
todo el jardín. Esto requería que hubiese suficiente espacio para
organizar mejor las plantas y para asegurarse de que las especies
que más se necesitaban mutuamente se ubicasen juntas. Al mismo
tiempo, proporcionó las mejores condiciones concebibles para los
animales, que habían comenzado a inmigrar por iniciativa propia.
La interacción entre las formas de vida en seguida se desarrolló
casi a pedir de boca. Como seguían encontrando nuevas formas
de vida, se veían obligados a ampliar el jardín continuamente, pero
el muro debía estar terminado cada noche por culpa del viento,
que de lo contrario abrasaría las plantas. Las ampliaciones se
sucedieron hasta que levantaron un muro nuevo un poco más allá
del existente, tras lo cual el anterior fue demolido. La Pequeña
Compañía construyó:
Acequias,
arriates,
cobertizos,
y otras formas de refugio,
y todo aquello que facilitaba a las especies la interacción.
Poco a poco comenzaron también a hablar sobre asentarse
allí...
para siempre.
(fragmento de “La elegía de Kreator”)
99
La leyenda de Mundo Minor
( Las informaciones de que disponemos no pueden arrojar
luz sobre la duración de estas obras antes de que la catástrofe
ocurriese, pero todas coinciden en que se paralizaron de repente).
Una noche, después de un buen día de trabajo en las obras,
acaeció... la catástrofe. Todos estaban acostados ya y dormían,
pero los despertó un estruendo que hizo temblar la tierra bajo sus
pies. Un destello rojo claro iluminó todo el cielo en el norte y un
instante después llovieron piedras, tierra y peñascos. A
continuación se hizo el silencio. Cuando se sobrepusieron al susto
inicial, se apresuraron a ver qué había ocurrido. No habían llegado
muy lejos cuando una corriente de viento helado les hizo
sospechar que el muro podía haber sufrido daños. A causa de la
oscuridad no fueron capaces de determinar la magnitud de los
desperfectos, pero estaba claro que una gran parte del muro había
sido derribado:
El seto estaba aplastado,
las acequias enterradas,
las plantas barridas por el viento.
Todo aparecía cubierto de restos del muro pulverizado.
(fragmento de “La elegía de Kreator”)
Empleando los cascotes que quedaron esparcidos alrededor, el
grupo se las arregló para reconstruir el tramo de muro derribado
hasta la mitad de su altura anterior. Al terminar ya estaba saliendo
el sol y los daños se hacían visibles. La compañía se dividió en dos
grupos que inspeccionaron el muro, rodeándolo cada uno en una
dirección. No había ninguna otra fisura. El sol revelaba unos daños
todavía mayores de los que la explosión había causado, debidos al
frío viento nocturno que había penetrado sin impedimentos por la
zona norte del jardín y había quemado cualquier vestigio de
vegetación en una gran área. Todos los animales de la zona afectada
100
La leyenda de Mundo Minor
habían, de igual modo, perecido. El día transcurrió hablando sobre lo que había sucedido, por qué había sucedido, quién podía
haberlo hecho y qué iban a hacer al respecto. Finalmente, se decidió
que debían buscar ayuda para el esclarecimiento de los hechos en
el mundo más cercano, ya que ellos solos no eran capaces de hacer
nada. El mundo más próximo era Mundo Ambo. El comienzo del
viaje se fijó para el día siguiente al amanecer. El trayecto se tornó
más duro de lo que esperaban. El primer día sólo los azotó la sed,
pero, como tenían experiencia en encontrar agua en Terra Inkognita,
no supuso ningún problema. Peor fue la noche, con el viento
aullando y bombardeándolos con arena y guijarros que recogía en
su camino por la superficie de la tierra. Se recrudeció tanto que
tuvieron que desplazarse más aprisa para notar un leve calor. Al
alba, el viento amainó y ellos se rindieron exhaustos al sueño bajo
la escasa sombra de una gran roca.
Se despertaron cuando el viento de la noche arreció de nuevo y les
zarandeó el sueño. Era como si Terra Inkognita se hubiese
convertido en un enemigo que anhelase exprimirles la vida, en vez
de ser un lugar de recreo, como en un principio habían considerado
ese territorio. Otra noche de trayecto se sucedió en una calma total. Caminaban de dos en dos, con Kreator y Erg al frente. El viento
había retomado su actividad y su aullido a punto estaba siempre
de crisparles los nervios. Como la noche anterior, les lanzó arena
y guijarros, aunque esta vez incluyendo en medio agujas de hielo
muy afiladas. Llegó el día y trajo calor a una compañía medio
helada. Cuando el bochorno se volvió insoportable, buscaron
refugio bajo una roca donde el viento había excavado una pequeña
cueva. En su relativo frescor todos se echaron un buen sueño.
El viaje de la última noche transcurrió en un razonable buen humor, ya que el viento se había aplacado, aunque ahora caían piedras
de granizo y más cristales de hielo que la noche anterior. Poco
después, Erg vio las luces de las ventanas de Mundo Ambo y, con
101
La leyenda de Mundo Minor
gritos de júbilo, atrajo la atención de los demás sobre su
descubrimiento. A pesar de no poder ver otra cosa que la luz del
Mundo, todos recordaron cómo era.
Ahí fuera estaba Mundo Ambo; como todos los demás Mundi, una
ciclópea obra de ingeniería circular. Su peculiaridad consistía en
que estaba compuesto por varios pisos, caracterizados por estar
edificados uno sobre otro sin ningún plan previo. Por un lado,
estaban construidos con estilos muy diferentes; y por otro, se notaba
que se había efectuado alguna clase de renovación y
reestructuración.
En muchos pisos había ventanas,
en otros no.
Nunca dos ventanas eran iguales,
todas estaban pintadas
cada cual de su color
sin consideración por el resultado final.
(fragmento de “La elegía de Kreator”)
Relieves de diferentes tipos ornamentaban el muro en los lugares
más extraños y a menudo peor ubicados. La impresión general era
de bastante desorden, aunque nadie lo advertía en la Pequeña
Compañía, dado que Mundo Ambo representaba lo que, en su
desesperación, habían buscado durante tres largas jornadas... ayuda.
Cuando llamaron al portón del Mundo fueron recibidos con
maneras comedidas, pero cordiales, por un portero soñoliento que
los encerró en una sala de recepción donde pudieron descansar y
esparcirse tras el viaje. Aquí permanecieron hasta que un sirviente
en batín bajó a mostrarles la habitación de invitados, donde podrían
pasar la noche hasta que consiguiesen audiencia al día siguiente.
Una mesa de la habitación de huéspedes estaba repleta de comida
y bebida. Tras haberse asegurado de que nada les faltaba, el sirviente
102
La leyenda de Mundo Minor
entregó a Kreator un rollo de pergamino desgarrado y deseó a todos
que pasasen buena noche. Cuando se fue, Kreator rompió el sello
y leyó:
¿¡ A quien corresponda (y para los que eventualmente
lo acompañen, o no, si no]!?
Tú y los de tu séquito, si tienes uno, si no no ]
( Se da con este documento
, es decir, el que tienes
en la mano / las manos. O has puesto en la mesa
mesa,
si lo has hecho. El derecho de asistir a una audiencia en el
día que sigue al que has recibido este documento, si no se
trata de un domingo, entonces no hasta el día siguiente. En la
sala en mUNDO aMBO que ha sido construida e intentado...
acondicionar para servir a tal fin. Durante mucho tiempo como
previamente en este escrito [léase: documento/ rollo de pergamino),
descrito / MENCION
MENCIONADO ES.
El Rey de Mundo Ambo!! (?)
(fragmento de “La elegía de Kreator”)
Kreator leyó el mensaje dos veces en voz baja, a continuación lo
leyó en voz alta en toda la extensión que le era posible, tras lo que
cada miembro de la compañía lo leyó para sí. Sin embargo, ninguno
de ellos estaba absolutamente seguro de lo que significaba. El
problema no era sólo que el tipo de letra cambiaba todo el tiempo:
la tinta era de muchos colores diferentes y además estaba corrida
en algunos renglones hasta formar manchas irregulares. No
obstante, creyeron entender que se les daría audiencia el próximo
día. Se sentaron a la mesa y después del banquete se fueron a la
cama. Todos cayeron rendidos en el acto.
A la mañana siguiente se despertaron todos tarde; el sueño les había
hecho mucho bien. En realidad es erróneo decir mañana, ya que
103
La leyenda de Mundo Minor
de hecho se despertaron pasado el mediodía. Un sirviente estaba
apostado ante la puerta de su estancia y en cuanto oyó sus voces,
les informó de que el Rey de Mundo Ambo les concedería una
audiencia en breve. Tras un rápido refrigerio se presentaron en la
antesala de la sala de audiencias, sólo para encontrarse con un
sirviente que les comunicó que la audiencia se posponía hasta el
día siguiente. Algo sorprendida, La Pequeña Compañía abandonó
la antesala. Como ya no tenían nada planeado, decidieron emplear
lo que quedaba del día para visitar Mundo Ambo.
La antesala de la cámara de las audiencias estaba situada al final
de un largo pasillo en el que se abrían puertas a cada lado. No había
dos puertas iguales. Diferían en altura, forma, estilo, color, anchura
y en toda magnitud imaginable e inimaginable. Ante algunas puertas
estaba emplazado un sirviente a cada lado, ante otras sólo uno y
en otras ninguno. Todos los sirvientes vestían de uniforme, pero
éstos variaban tanto como la configuración de las puertas. Para su
maravilla, Kreator se percató de un sirviente que llevaba el uniforme
pintado sobre su cuerpo. Una de las primeras puertas que atrajo la
atención de la Compañía era muy alta y muy ancha. Su tablero era
de color verde cardenillo y estaba adornado con dibujos de flores,
plantas trepadoras y otros motivos a lo largo del borde dorado. A
un lado de una puerta se mantenía erguido un sirviente de cara a la
pared. Erg intentó muchas veces llamar al sirviente, pero éste no
reaccionaba. Cuando Kreator lo intentó, el sirviente rompió a llorar.
La Compañía, sorprendida, decidió dejar al pobrecito en paz, así
que Kreator agarró el picaporte, que se accionó con facilidad. Tras
la puerta habían esperado encontrar una habitación de uno u otro
tipo, pero no había nada. Detrás de la puerta solamente vieron una
pared desnuda. Los goznes estaban atornillados directamente en
la pared, sin que esto sirviese visiblemente para propósito alguno.
Cuando Kreator cerró la puerta el sirviente había desaparecido, en
el suelo sólo quedaba el uniforme que llevaba puesto: un bonete
de piel, una cota de malla y unas zapatillas.
104
La leyenda de Mundo Minor
El silencio acompañó a la Pequeña Compañía a lo largo del ancho
pasillo, mientras miraban las puertas que iban dejando atrás.
Después de un rato pasaron ante una puerta en la pared de enfrente
que resultó interesante. No había ningún sirviente apostado ante
esa puerta azul claro de cristal ahumado. A través de la puerta
observaron durante mucho tiempo una habitación. Parecía ser una
sala monumental, una sala de ceremonias o un salón de baile, o
algo similar.
Del techo pendía la araña de cristal más preciosa que se pueda
imaginar, que lanzaba destellos de todos los colores del arco iris
por la habitación. A lo largo de las paredes estaban dispuestas
varias mesas, cubiertas de manjares deliciosos servidos en platos
de cristal en pequeñas pilas que reflejaban la luz de la araña. Entre
los platos había candelabros de la más pura plata bruñida, cada
uno con seis velas. El suelo estaba cubierto por una alfombra
gruesa azul verdosa que parecía de una suavidad y hermosura
increíbles. Al fondo de la habitación, varias personas hablaban y
reían en pequeños corros. Daba la impresión de que se estaban
divirtiendo mucho.
La Compañía llevaba un rato con las narices apretadas contra el
cristal de la puerta cuando las personas de la habitación captaron
su presencia. Mediante gestos y movimientos les hicieron entender que estaban invitados a abrir la puerta y entrar. Con cuidado,
Kreator posó la mano sobre el picaporte y la puerta se abrió,
mostrando una escena completamente distinta. La estancia tras
esa puerta abierta estaba sumida en una penumbra polvorienta,
iluminada sólo por un pequeño haz de luz que se filtraba por una
ventana enrejada colocada bajo el techo. El suelo estaba cubierto
con una capa de moho de unos tres centímetros que desprendía
un hedor indescriptible. No consiguieron ver nada más antes de
que Kreator cerrase la puerta de un golpe al ver aproximarse a la
carrera desde el fondo de la habitación una manada de lobos que
105
La leyenda de Mundo Minor
galopaba entre gruñidos envuelta en una nube de polvo y moho.
En ese preciso instante en que la puerta se cerró, volvió a aparecer
la misma gente de antes, si bien estaba vez situada un poco más
cerca de la puerta. En seguida intentaron persuadir a Kreator para
que la abriese de nuevo. En silencio y desazonada, la Pequeña
Compañía regresó a su estancia. Allí permanecieron, pero se les
había arruinado el buen humor y seguían cansados por el viaje,
así que se fueron a la cama.
En mitad de la noche los despertó un ruido de muchas personas
que se aproximaban aprisa por el pasillo hacia su estancia. Una
multitud de sirvientes que se quitaban la palabra de la boca unos
a otros estuvieron muy cerca de echar abajo la puerta al intentar
entrar todos a un tiempo. Después de un largo rato de tumulto y
de varios intentos fallidos por averiguar el motivo de la agitación
de los sirvientes, la Pequeña Compañía se percató de que querían
que los siguiesen.
Los sirvientes, que ascendían a unos 12 o 15 individuos, se
mostraban visiblemente excitados y pateaban, nerviosos, mientras
la Pequeña Compañía se vestía con sus ropajes. Al terminar esta
tarea se vieron empujados al exterior de la puerta y por el pasillo
hacia la sala de audiencias. Varias veces intentaron Kreator, Erg
y otros miembros de la compañía enterarse de la razón de tanta
premura, pero fue en vano. En el camino Kreator advirtió que la
puerta verde con las pinturas doradas había desaparecido, aunque
el uniforme del sirviente todavía yacía donde antes se erguía la
puerta. También pasaron ante la puerta de cristal, cuya luz interior
se había apagado. De todos modos, a Kreator le pareció ver algo
grande moverse en la oscuridad aterciopelada de la habitación...
algo todavía más oscuro.
De inmediato, los sirvientes emprendieron una marcha tan
apresurada que la Pequeña Compañía tuvo dificultad para seguirles
el paso. Tuvieron que echar pequeñas carreras para no quedarse
106
La leyenda de Mundo Minor
atrás. De camino pasaron muchas puertas, cada cual más extraña
que la anterior. Una vez alcanzado el final del pasillo, entraron en
la antesala de la cámara de las audiencias, donde el sirviente que
había encabezado la marcha bramó unas órdenes incomprensibles
con voz ronca. En respuesta, el resto de sirvientes se alinearon en
dos filas, una a cada lado de la puerta que conducía a la sala de
audiencias. Esta puerta era tan enorme que portón sería una palabra
más que apropiada para ella. Medía unos cuatro metros escasos de
ancho y llegaba al techo. Su tablero era de cobre, con una banda
ancha de hierro a lo largo de todo el perímetro. Además, había dos
bandas de hierro sobre ella, dispuestas en diagonal. La puerta y las
bandas de hierro se unían con clavos de un metal que Kreator
desconocía. Pasado un instante, la puerta se abrió, dividiéndose en
dos mitades. Cada mitad giró sobre los goznes hacia la pared hasta
formar un ángulo recto. Debido al movimiento de los batientes de
la puerta, una parte de los sirvientes tuvo que cambiar de posición,
lo que provocó descontento y agitación. Dos de los sirvientes
incluso llegaron a las manos, sin que nadie más, aparte de la
Pequeña Compañía, se percatase de ello.
El umbral del portón hizo que la Pequeña Compañía se asombrase
otra vez de cómo se hacían las cosas en este Mundo. El hueco que
cubría la puerta era tan pequeño que solamente con dificultad podía
uno estrujarse dentro, y era tan bajo que obligaba a caminar de
rodillas. El sirviente que antes había gritado las órdenes cogió un
tubo del bolsillo de la chaqueta y comenzó a tirar hacia afuera.
Resultó ser una trompeta que se podía contraer de igual modo que
la antena de un transistor. Con este mecanismo produjo un sonido
gangoso y falso, que recibió como respuesta del otro lado del hueco
de la puerta una serie de tonos igualmente deplorables. Entonces,
los sirvientes comenzaron a arrastrarse a través del agujero uno a
uno, pero no antes de que el toque gangoso de la trompeta del
cabecilla hubiese anunciado su aparición y de que, tras una pausa,
también les gangueasen desde el otro lado. Cuando sólo quedaban
107
La leyenda de Mundo Minor
la Pequeña Compañía y el caudillo de los sirvientes, éste, con una
gran reverencia, les hizo entender que debían precederlo.
La habitación en la que entraron medía alrededor de cuatro metros
de ancho, tres de alto y al menos veinticinco de largo. Al igual que
ocurría en el pasillo, iluminaba la habitación una hilera de antorchas
colocadas en soportes a lo largo de la pared longitudinal. Las
antorchas parpadeaban bastante, puesto que la pared al final de la
habitación estaba parcialmente derrumbada y el viento helado de
la noche se colaba dentro. Las paredes estaban pintadas de un fuerte
color rojo oscuro y el techo era tan negro que Kreator, al principio,
pensó que se trataba del firmamento nocturno. El techo y las paredes se unían en una cenefa dorada. El suelo no se podía examinar,
ya que estaba cubierto hasta la altura de la rodilla con una onda de
bruma blanca. A ningún miembro de la Pequeña Compañía le
gustaba esa niebla, puesto que todos tenían la horrible sensación
de que había algo vivo en ella, algo que no se podía ver; sensación
que corroboraba el que todo el tiempo se sucediesen movimientos
en la bruma, una vez aquí y otra allá, casi como los que hace un
gran pez coleando en la superficie de un lago.
En la pared descansaban antorchas en soportes de hierro situados
a intervalos de un par de metros. Debajo de cada antorcha se
encontraba una pequeña mesa y sobre estas mesas había diversos
objetos que no tuvieron la posibilidad de observar más de cerca. A
la derecha del agujero de entrada se elevaba una plataforma sobre
la cual había un trono. Sentado en él estaba el Rey de Mundo Ambo.
Toda la Pequeña Compañía saludó de forma cortés y con el mayor
de los respetos, a pesar de que sentían mucha aversión a arrodillarse
en esa niebla traicionera. Pero terminó siendo demasiada cortesía,
visto que hicieron una reverencia, se dieron la mano e infinitas otras
cosas que duraron tanto tiempo que casi resultó grotesco. Cuando
el protocolo llegó a su fin, el Rey preguntó por su mandado en
108
La leyenda de Mundo Minor
Mundo Ambo. Kreator comenzó hablando del viaje de la compañía
a Terra Inkognita, a raíz de lo cual el rey sonrió y susurró algo a un
sirviente que estaba apretujado entre el trono y la pared. El sirviente
se tronchó de la risa en la medida en que se lo permitía ese espacio
reducido, y se golpeó varias veces la nuca contra la pared (evidentemente sin percatarse). Cuando la risa del sirviente comenzó a
disminuir y se transformó en un cloqueo, Kreator continuó
hablándoles sobre las formas de vida que habían encontrado y sobre el Proyecto.
Llegados a este punto, Kreator hizo una pausa y miró a su alrededor,
ya que cuando empezó a hablar se habían producido animadas
charlas entre los sirvientes, pero ahora todos se habían callado y lo
contemplaban con aspecto serio. Toda esa jovialidad había
desaparecido como barrida por el viento. En el rostro del rey
consiguió ver una expresión amenazadora. Kreator miró hacia
abajo. En la niebla se producía un movimiento, en especial
alrededor del lugar donde se encontraba.
Con una voz ensordecedora el rey exigió saber al instante más sobre cómo habían puesto en práctica el Proyecto. A todo esto Kreator
asintió sin alzar la vista de los movimientos de la niebla. Ante esa
inclinación de cabeza todos los sirvientes dejaron escapar una
exclamación de terror; el rey permaneció en silencio. Entonces, el
rey se inclinó hacia adelante y preguntó con lentitud, insistencia e
ira contenida por qué habían venido a verlo después de haber
construido un jardín en Terra Inkognita. Sin sacar los ojos de las
espirales que se formaban en la niebla, Kreator relató la catástrofe.
Una vez hubo el rey escuchado todo, se irguió y mandó prender a
la Pequeña Compañía. De repente todo fue confusión. La niebla
comenzó a comportarse como si hirviese, los sirvientes corrían en
círculos por la habitación, sin ningún plan aparente, con el resultado
de que constantemente chocaban unos contra otros. El rey bramó,
con lo que las mesas temblaron y la luz de las antorchas vaciló aún
109
La leyenda de Mundo Minor
más de lo que ya lo hacía a causa de la corriente. Rugió que
rendirían cuentas por lo que habían hecho, que encontraría el jardín
y él mismo arrancaría cada planta de raíz y mataría a cada animal
que habitaba al abrigo de ese muro.
La Pequeña Compañía se dirigió hacia el agujero en el muro
derruido y desapareció tan rápido como se lo permitieron sus piernas. El rey y sus sirvientes no se habían dado cuenta de la existencia
de ese agujero, puesto que nadie intentó interponerse en su camino.
Su atención se centraba en bloquear el agujero por el que habían
entrado a la sala. Durante mucho tiempo la Pequeña Compañía pudo
oír el barullo de Mundo Ambo, mientras corría atravesando la noche
oscura de Terra Inkognita, húmeda, helada y negra como boca de
lobo.
110
La leyenda de Mundo Minor
SEGUNDA PARTE: MONTESBARRERA
Para tener una panorámica del valle
hay que escalar la montaña.
(Anónimo)
La Pequeña Compañía estaba segura de que los perseguirían, por
lo que huyeron en la dirección opuesta a la que conducía al jardín.
Sabían por experiencia que los habitantes de los Mundi no se
atrevían a adentrarse mucho en Terra Inkognita, pero, para mayor
seguridad, continuaron con su huida durante doce días.
(Durantes estos doce días el número de emocionantes creció hasta
los cuarenta y dos, según las fuentes más antiguas).
Al decimosegundo día, la intención de la Pequeña Compañía era
intentar volver al jardín, dando un gran rodeo lejos de los Mundi
conocidos de la zona. Pero cuando iban a partir, Kreator y Erg
divisaron algo en el horizonte. Como ya se ha dicho anteriormente,
el paisaje de Terra Inkognita era relativamente llano, mientras que
lo que ahora habían avistado en el horizonte parecía alzarse muy
alto. Después de una breve deliberación decidieron explorar este
fenómeno antes de regresar, puesto que con toda seguridad sería
una ventaja perderse de vista por un tiempo. Al principio, se trataba
simplemente de un color gris brumoso en el horizonte, pero cuanto
más se acercaban más oscuro y macizo parecía. Ya antes de
alcanzarlo había adivinado Kreator de qué se trataba y ahora que
se encontraban a sus pies ya no tenía ninguna duda. Tenían que ser
las misteriosas y legendarias montañas de Montesbarrera. Treinta
y dos días habían pasado desde su huída precipitada de Mundo
Ambo.
Montesbarrera se alzaba, escarpada y poderosa, en el paisaje, y
111
La leyenda de Mundo Minor
ocupaba toda la anchura del horizonte de Terra Inkognita. Nadie
en la Pequeña Compañía tenía idea de qué podrían encontrar si
cruzasen esas majestuosas cimas. Lo que habían oído en los
diferentes Mundi que habían visitado era de naturaleza muy diversa
y no se podía calificar como positivo. El tema más recurrente decía
que nadie de los que habían cruzado esa frontera había regresado.
Del otro lado habían llegado mensajes aislados, pero imperaba un
gran discrepancia sobre su interpretación. Por todo esto, no se tenía
una idea definida al respecto. Para contar con una base mejor para
evaluar el significado de las montañas, la Pequeña Compañía
decidió continuar su viaje a lo largo de los pies de la cordillera en
la dirección que conducía de vuelta al jardín.
Montesbarrera exhibía un color negro muy mate, pero, sin embargo,
fragmentaba la luz del sol en pequeños centelleos de todos los
colores que Kreator conocía, junto a otros que nadie de la Pequeña
Compañía había visto antes. Las laderas de las montañas, que se
alzaban escarpadas sobre la superficie de la tierra, no era tan
escabrosas como cabría esperar; más bien eran elásticas y suaves.
Debido a la subida tan abrupta era imposible escalar las quebradas
cumbres para adquirir una vista panorámica sobre el paisaje del otro
lado de la montaña.
A mitad del segundo día de viaje junto a los montes, atrajo su interés
una luz trémula en un punto distante de una ladera. Ese resplandor
se tornó motivo de sorpresa, ya que... ¡era agua! Uno de los bienes
más escasos y preciados que se podían encontrar en Terra Inkognita
era justamente el agua, y en este lugar encontraron este tesoro
brotando en la pendiente de la montaña en cantidades abundantes.
El resplandor que habían visto era sencillamente el de un río que
manaba de la falda de la montaña y discurría por ella hasta terminar
en un lago alargado que relumbraba, sereno, al pie de la cordillera.
De inmediato, la Pequeña Compañía decidió levantar un
campamento a orillas del lago y con gusto se sacaron la ropa para
112
La leyenda de Mundo Minor
saltar jubilosos en esa agua fresca y vivificante. El agua era
maravillosa, por lo que la Compañía eligió quedarse en el
campamento mientras exploraban la pendiente para encontrar un
camino que atravesase Montesbarrera. Muchos lugares no se
alzaban tan abruptos al pie de las montañas, pero no llegaban muy
alto antes de que tuvieran que desistir del ascenso. No parecía haber
ningún desfiladero que pudiese conducir al otro lado. Por eso la
Pequeña Compañía convino que sus esfuerzos se centrasen en las
zonas situadas a ambas riberas del río, ya que el agua había
excavado allí unos surcos en la superficie de la pendiente. La forma
en que estos surcos estaban labrados sugería que el cauce del río
se había desplazado, hecho que después de todo podía quizá
ayudarles a trepar hasta el lugar de donde provenía el agua. Por esta
razón, partieron y levantaron un nuevo campamento donde el río
desembocaba en el lago. De este modo, el lago quedó entre ellos y
Terra Inkognita. En honor a su forma, llamaron al lago Lagolargo.
Demostró ser una buena elección. Por un lado, la superficie era más
irregular, por lo que resultaba más fácil encontrar puntos de apoyo
y, por otro, la subida no era tan abrupta a causa de la erosión del
río. Después de tres días de subida se encontraron junto al
nacimiento del río, desde donde ya no parecía haber modo alguno
de subir más. La Pequeña Compañía acababa de decidir descender
un tramo de la ladera para pasar la noche en una caverna que el
agua había labrado cuando Erg perdió pie. Antes de que alguien
pudiese reaccionar, se lo tragó el agua del río.
De inmediato el resto se dividió para peinar el curso desde ambas
orillas. No encontraron ni rastro de Erg, ni ese día ni los tres
siguientes. A la mañana del cuarto día los despertó un grito de
alegría, que sin duda había sido pronunciado con la voz de Erg.
Una vez pasadas las primeras jubilosas manifestaciones de dicha,
la compañía pidió a Erg que relatase lo que le había sucedido, tarea
a la que éste se entregó de buen grado.
113
La leyenda de Mundo Minor
Cuando Erg se hubo girado para seguir a la compañía hacia la
caverna, una piedra bajo sus pies se desprendió. Este infortunio lo
precipitó de espaldas al río, que brotaba de una roca bajo él. Para
su asombro, cayó a través del río en una caverna que el agua había
labrado en la roca, pero por donde el río no fluía ahora, sino que
saltaba sobre ella. Si el fondo de la caverna no hubiese cobijado
un gran lago, sin duda no habría sobrevivido a una caída de casi
veinte metros. En ese lugar el río también se convertía en una
cascada que fluía de una gran cueva que cubría por completo; de
esta guisa, el río funcionaba casi como un manto de agua. Erg nadó
hasta el final de la cueva que llevaba hacia el interior de la montaña
porque allí veía tierra firme. A un par de metros del agua aparecían
algunos arbustos rastreros y pálidos que crecían sobre un fondo de
musgo suave. Mientras yacía en esa alfombra de musgo, Erg
observó la cascada por la que había caído. El sol brillaba por ese
agujero de luz que él contemplaba, creando destellos, franjas y
puntos de colores que relumbraban en el agua. Una visión hermosa
aunque descorazonadora, puesto que no existía ninguna posibilidad
de trepar por esas paredes resbaladizas y abovedadas por donde se
desplomaba sin cesar una corriente que lo engulliría.
Después de haber descansado un poco, Erg decidió explorar su
forzoso hogar para sopesar qué posibilidades tenía de ponerse en
contacto con los demás. La cueva era, por lo que permitía adivinar
la escasa luz, de forma oval. Toda esa parte que se desviaba hacia
la pendiente, bajando hacia Terra Inkognita, estaba llena de agua.
Erg no podía calcular la profundidad del agua, pero estimó que era
considerable. La zona de la cueva opuesta a donde Erg estaba
sentado era una ribera cubierta de musgo que presumiblemente
continuaba más allá, hacia la pared rocosa que la iluminación
impedía ver a Erg.
Erg se levantó y caminó hacia el fondo tenebroso de la caverna para
determinar la distancia hasta las paredes en ese extremo. Estaban
114
La leyenda de Mundo Minor
más alejadas de lo que había esperado. A juzgar por las apariencias,
estaba demasiado oscuro para que creciesen arbustos o musgos,
únicamente cubrían el suelo suaves piedras redondeadas. Una brisa
fresca llamó la atención de Erg... ¿de dónde había venido? Con una
mano en la pared, caminó con cautela mientras husmeaba sin cesar
los movimientos del aire. Debía de haber una salida, o al menos
una hendidura, por donde se filtrasen estas corrientes. En el camino
encontró un corredor de un buen metro de anchura por el cual una
débil pero constante brisa fluía hasta la caverna. El corredor se
empinó un poco y se ensanchó una pizca, pero la brisa seguía siendo
constante. Con esperanzas renovadas, Erg inició la subida. La total oscuridad, el silencio (el sonido de la cascada ya no se podía oír
en la distancia) y la constante brisa hicieron que Erg perdiese la
noción del tiempo y del espacio. Cuando se cansó, se sentó a reposar
y dormitó a ratos. No consiguió gozar de un sueño de verdad, puesto
que la brisa lo helaba en sus ropas todavía húmedas.
De cuánto tiempo duró su deambular, como ya había dicho, Erg
no tenía ni idea, pero cuando salió al aire libre las estrellas le
salieron al encuentro con su cintilar. El viento helado de la noche
no soplaba en este lado de la montaña, lo que aseguró a Erg una
buena noche de sueño.
Llegó la mañana y Erg se despertó con sol y calor. Se quitó la ropa
y la dejó a la salida del túnel, sobre unas rocas que parecían haber
rodado desde la montaña. Vagó desnudo bajo el sol, en parte para
entrar en calor y en parte para explorar los alrededores. El paisaje
a este lado de Montesbarrera era totalmente diferente del que
conocía del lado de Terra Inkognita. La superficie estaba cubierta
de hierba corta, tiesa y pálida, alternando con brotes de pequeños
matorrales achaparrados. También había algunas flores, todas de
formas colores y discretos y tímidos. Se veían también animales,
pero eran tan esquivos y raquíticos como todo lo demás. A unos
doscientos metros discurría el río, que en este lado era ancho y
115
La leyenda de Mundo Minor
cristalino. El agua estaba muy tranquila, excepto por un gran
remolino cuyo centro estaba situado a unos 20 metros del lugar
donde el agua tocaba las paredes rocosas. Con toda probabilidad,
era de aquí de donde venía el agua del río que caía al otro lado.
Erg anduvo un poco por la zona al azar sin poder decidir lo que
debía hacer. De un modo u otro, debía encontrar un camino que lo
condujese junto a los demás, o al menos una forma de contactar
con ellos. Las relatos que conocía sobre los pocos mensajes que
habían llegado de quienes cruzaron Montesbarrera no eran muy
precisos a la hora de describir de qué manera se habían transmitido
dichos mensajes. De hecho, ni siquiera estaba seguro de que le fuese
posible enviar un mensaje desde allí a él solo, ya que los relatos
implican siempre un esfuerzo activo por parte de los habitantes de
uno o de varios de los Mundi que se extendían del lado de Terra
Inkognita. Mientras Erg se entretenía en estos pensamientos, su
mirada reconoció la ladera de la montaña. No daba la impresión
de ser tan escarpada en este lado y más bien parecía que el corredor
lo había conducido a lo alto de una meseta donde el paisaje quedaba
considerablemente más alto que Terra Inkognita. Quizás valiese la
pena probar a escalar la montaña desde ese lado. Si fracasase, al
menos tendría una buena panorámica de todo el valle. Recogió su
ropa, que ahora estaba seca.
La subida era bastante menor por este lado, y la cima de la montaña
más cercana, pero no por ello fue pan comido la ascensión. Erg
anduvo con buen paso y alcanzó la cima cuando el sol estaba ya en
lo más alto del cielo. Aquí encontró una altiplanicie desde donde
podía ver el paisaje de ambos lados. No podía abarcar las dos vistas
desde la misma posición, sino que debía caminar unos treinta
metros hacia el otro reborde de la altiplanicie para contemplar la
otra. La visión del paisaje adonde había ido a parar por azar no
dejaba sombra de duda: se trataba de una meseta de enormes
dimensiones. Tan lejos como alcanzaba la vista se extendía la
116
La leyenda de Mundo Minor
cordillera de Montesbarrera por ambos lados, hasta ser devorada
por el resplandor del horizonte. Enfrente estaba situada la meseta,
con el río que se empequeñecía más y más hasta desaparecer en la
lejanía. A la orilla del río, los colores eran más frescos y verdes y
esas zonas verdes daban la impresión de ampliarse a medida que
el río se acercaba más al horizonte. Esto bien se podría interpretar
como resultado de una tierra más fértil y, por consiguiente, más
indicada para su Proyecto de jardín. Este pensamiento hizo que el
corazón de Erg diese un vuelco de gozo en su pecho.
El panorama del lado de Terra Inkognita no era para nada alentador.
Había un muy largo trecho hasta el pie de las montañas por este
lado y las laderas eran casi verticales. Un buen tramo por debajo
de él, vio la corriente que salía de un lado rocoso en forma de una
cascada formidable. El campamento de la Compañía no estaba a
la vista, en tanto que Terra Inkognita se asemejaba a una enorme
mortaja. Ninguno de los Mundi próximos eran visibles en ese
horizonte intacto. Desde el borde de la altiplanicie, el primer tramo
de la bajada era muy escarpado, después la ladera se allanaba un
poco. Las rocas eran bastante suaves así que... ¿debía saltar?...
supondría una caída de unos cinco metros, ¿y qué pasaría después?
Erg estaba confuso porque no poseía ni una cuerda ni ningún otro
recurso. No ayudaría lo más mínimo el desgañitarse a gritos o agitar
los brazos en el aire, pues en la distancia nadie podría verlo y la
cascada ahogaría cualquier grito con su rugido. Erg saltó. Gracias
a la suavidad de la superficie de la pendiente apenas se hizo daño,
pero esas piedras redondas y suaves que cubrían la superficie rocosa
lo hicieron resbalar un trecho hasta el próximo reborde. De esta
forma Erg se deslizó, tropezó y cayó un largo rato antes de agarrarse
a un saliente de una roca que pudiese frenar su frenética velocidad.
Al mirar atrás, Erg sólo podía ver que el resbalón, que lo había
dejado aturdido y algo magullado, le había hecho avanzar un buen
tramo en la dirección de su destino. Echando la vista abajo, hacia
las rocas, pudo comprobar que todavía quedaba mucho por andar.
117
La leyenda de Mundo Minor
De esta forma, Erg llegó lejos en su descenso de Montesbarrera
antes de tener que acostarse, porque ya estaba completamente
molido, en una pequeña cornisa donde la roca más cercana creaba
una especie de techo que lo protegía. Para su gran alegría, estaba
tan cerca de la cascada que pudo conciliar el sueño con el débil
sonido de su rumor en los oídos.
Cuando Erg se despertó, se sentía como si lo hubieran roto en mil
pedazos y luego lo hubiesen recompuesto de mala manera. Por eso
continuó echado mientras, con los ojos cerrados, escuchaba el
rumor del agua bajo él. Con gran esfuerzo, consiguió salir de ese
refugio nocturno. Bajo su posición podía ver la última fase del viaje;
sólo esperaba que los demás estuviesen en el campamento junto a
la cascada a donde esperaba llegar, si todo iba bien, antes del
crepúsculo. Se puso en marcha, y el siguiente resbalón lo condujo
por desgracia en una dirección inesperada, pues poco tiempo
después ese deslizarse lo lanzó al río. A partir de entonces, todo
pasó muy rápido. Mucho tiempo después, un Erg helado,
magullado, empapado y hecho polvo, aunque también
extremadamente aliviado, se arrastraba fuera hasta la orilla del lago.
A duras penas logró alzarse y continuó tambaleándose el último
trecho hasta el campamento. Lo traspasó una sensación cálida e
indescriptible cuando percibió claros indicios de que los otros
estaban de nuevo allí concentrados. Reanimado, recorrió el tramo
restante con un andar fatigoso, tan aprisa como su maltratado
cuerpo le permitía. Con un grito de entrañable regocijo, Erg saludó
al campamento.
El resto de la Pequeña Compañía se llevó un buen susto cuando
vio a Erg caer y, como no conseguía encontrarlo en su búsqueda,
acusaba un ánimo más abrumado de lo normal en esos días. Ahora,
en cambio, estaban indescriptiblemente agradecidos por verlo de
nuevo. Erg tuvo que narrar una y otra vez su relato, en especial la
parte que refería su caída a través de la cascada y su posterior
118
La leyenda de Mundo Minor
caminata a lo largo del túnel. La razón era, por supuesto, que ese
era el único camino que conocían hacia el otro lado. Debido al
estado de Erg, la compañía resolvió buscar un camino alternativo
hasta que él hubiese recobrado las fuerzas. De no haber encontrado
otra vía por entonces, debatirían si emprender el viaje a través de
la cascada. La búsqueda no dio ningún resultado. Siete días después
del regreso de Erg, Kreator convocó a la Pequeña Compañía con
la intención de convenir cómo organizar el viaje a través de la
cascada. Puesto que era el único que había visto la gruta bajo el
salto de agua, fue Erg el que dirigió el consejo.
(En aquel entonces, la palabra “consejo” se convirtió en la expresión
más usada para la toma de decisiones en común)
Por motivos de seguridad acabaron decidiendo anclar una cuerda a
una roca y largarla por la cascada atada a una piedra. Erg debía
deslizarse hasta el agujero en primer lugar para controlar que el resto
bajase seguro. Kreator sería el último y vigilaría la cuerda para que
no terminase raída por los tirones del descenso. La cuerda medía unos
50 metros de largo, pero no llegó hasta el fondo de la cueva. Todo
sucedió como estaba planeado y, por último, se encontraban todos
sobre el musgo de la orilla del lago de la caverna. La cuerda la dejaron
allí, ya que podría usarse como salida en caso necesario. La caminata
a lo largo del túnel transcurrió en silencio. El aire era lo bastante
fresco, pero sentían de igual modo el peso macizo de Montesbarrera
sobre sus cabezas. Erg continuaba al frente. Daba grandes zancadas
porque ansiaba salir al aire libre y mostrar a sus compañeros el
territorio tras las montañas. De vez en cuando, andaba a un paso tal
que tenía que aguardar por los demás. Marcharon, descansaron,
durmieron y, por fin, Erg anunció que podía vislumbrar la luz de
una estrella. Toda la compañía se alegró de que el viento nocturno
no soplase en este lugar, así que se echaron cómodamente dentro
del semicírculo de rocas despeñadas que rodeaba la salida del túnel
y se tomaron una bien merecida noche de descanso.
119
La leyenda de Mundo Minor
A medida que el sol, en su trayectoria, alcanzaba a los miembros
de la compañía con sus rayos, los iba despertando. Los ánimos
estaban relajados y tranquilos. A petición de Erg, se encaramaron
a la altiplanicie, desde cuya superficie otearon la lejanía con ayuda
del antiguo, pero eficaz, catalejo de Kreator. Pronto se generalizó
la opinión de que el paisaje tras Montesbarrera era mucho más
acogedor que el yermo de Terra Inkognita. Ese territorio fue
bautizado con el nombre de Terra Nova y, como había sido mérito
de Erg el poder sentarse allí a gozar de aquel panorama, dieron a la
altiplanicie el nombre de Meseta de Erg. El resto del día la
Compañía lo empleó en planear la exploración de esta nueva tierra,
que sencillamente parecía estar esperando acogerlos en sus
entrañas. La noche los acunó en la Meseta.
120
La leyenda de Mundo Minor
TERCERA PARTE: TERRA NOVA
Si el manantial se enfanga,
lo hace todo el río.
(Corea)
El sol asomaba sobre el horizonte y dejaba que las peñas y las rocas
arrojasen largas sombras sobre la superficie de Terra Inkognita. A
medida que su luz rozaba a los miembros de la Pequeña Compañía,
como el día anterior, se despertaban frescos y reposados. Las sombras se estrecharon muy rápido según el calor aumentaba de
intensidad. Pero a esas alturas, la compañía ya había dejado la
Meseta de Erg para inspeccionar más de cerca el río y los juncos
que crecían en su orilla.
Los juncos que crecían allí no los habían visto nunca al otro lado
de la montaña, tenían casi la altura de un hombre y eran
proporcionalmente de constitución delgada. En unos cuatro puntos
a lo largo del tallo se abrían unas vainas con hojas pequeñas y
afiladas. En las ocasiones en que el viento se movía, la vegetación
crepitaba levemente.
Los juncos se erguían muy densos, pero comenzaban a ralear ya a
un par de metros de la ribera. A unos seis metros del río tomaba el
relevo esa hierba corta y áspera. Los ojos avezados de la Compañía
averiguaron, raudos, que había una fauna muy rica y variada en
comparación con la que conocían de Terra Inkognita.
También era evidente que existía una nítida línea que separaba a
los animales que vivían en los juncos de aquellos que frecuentaban
la hierba. De hecho, era una línea divisoria tan precisa que suscitaba
mucho asombro, en especial en Kreator, que era el más sabio en
121
La leyenda de Mundo Minor
materia de la fauna y la flora de Terra Inkognita. Parecía haber una
porción de tierra de nadie muy bien definida entre cada hábitat que
garantizaba de forma eficaz que todas las especies permaneciesen
en el lugar que percibían como su hogar.
En el jardín de Kreator todas las especies habían podido moverse
con libertad, sin tener en cuenta el hábitat al que de verdad
perteneciesen. Esta diferencia absorbió a Kreator tanto que se lo
comentó a Erg, que no lo había advertido. Erg, por su parte, había
descubierto que había varios animales que vivían de devorar a otros,
lo que tampoco sucedía en el jardín de Kreator. Muchas cosas eran,
por lo visto, diferentes aquí.
El remolino situado donde el río se encontraba con la falda de
Montesbarrera era también muy peculiar. Se parecía a un embudo
gigante de masas de agua rotatorias que giraban casi sin producir
ningún sonido. Sólo se escapaba de cuando en vez un leve gorgoteo.
Junto a las paredes rocosas el río medía unos cincuenta metros de
ancho y el remolino tenía la apariencia de medir al menos ¡treinta
y cinco metros de diámetro!
Apenas soplaba el viento, pero tampoco hacía especial calor,
comparado con la temperatura diurna de Terra Inkognita, ya que
las inmediaciones del río y la consecuente humedad mitigaban el
ardor del sol.
La Compañía inició su expedición a lo largo del río, ansiosa por
descubrir que en esa tierra podían rescatar sus esperanzas. Kreator
deseaba mantener el orden en sus descubrimientos, para lo que, ya
la noche del primer día, comenzó a redactar un diario y a trazar un
croquis de su ruta de viaje.
(A la luz de los fragmentos que se conservan en diferentes archivos,
ha sido posible reconstruir una reproducción de ese mapa. Puede
122
La leyenda de Mundo Minor
verse al final del libro. El diario en sí, en cambio, no se ha
conservado).
El primer día trasladaron el campamento a la zona donde el río se
dividía en dos. Entre estos dos brazos de río crecía un matorral.
Kreator deseó emplear el resto del día, o incluso otro más, en
estudiarlo más de cerca, puesto que se podía oír un sonido en esa
dirección que indicaba que había formas de vida con las que nunca
se habían topado.
A la vera de la fogata (que alimentaban con manojos atados muy
prietos de juncos secos), discutían sobre lo que habían visto hasta
el momento y sobre las conclusiones que podían sacar de acuerdo
con ello. En lo que concernía al terreno, no había ninguna duda de
que era mucho más fecundo allí que en ningún otro lugar que
hubiesen visto en Terra Inkognita. El agua tampoco sería un
problema. Lo único que se presentaba como una pequeña traba al
entusiasmo de Kreator era la ausencia de interacción entre las formas de vida de las diversas áreas.
Cruzar hasta el matorral no era tan fácil, pues desconocían las
condiciones de las corrientes y, en general, el río. Por último,
decidieron construir balsas con juncos de la ribera para que un
emocionante se tumbase sobre ellas y remase hasta el otro lado con
una cuerda. Los demás podrían tirar así de ella. Erg se ofreció de
inmediato voluntario para ser el jinete de la balsa.
El matorral demostró ser un lugar de verdad prodigioso. Lo primero
que apreció la cuadrilla cuando penetró en él fueron pequeñas...
cosas... que silbaban en sus oídos. Cuando estos seres empezaron
a producir el sonido que habían oído antes de cruzar el río, se hizo
patente que eran una especie animal... aves. El matorral albergaba
muchas especies, todas muy pequeñas, tímidas y empolvadas de
colores. Además, también había larvas, insectos, arañas, hormigas
123
La leyenda de Mundo Minor
y (para su gran sorpresa) una especie de serpiente. Bajo el matorral
crecían diferentes plantas pequeñas, musgo y líquenes. Esta severa
segregación entre los hábitats de Terra Nova también se manifestaba
aquí, estando la fauna del matorral por un lado y la fauna de debajo
del matorral por otro.
Lo más interesante era la grava sobre la que crecía el bosque. Las
piedras eran de todos los tamaños, desde un grano de arena hasta
un huevo de gallina, y de todos los colores imaginables. Si se cogía
un puñado en la mano, centelleaba al sol del mismo modo que la
ladera de Montesbarrera. La Compañía mantuvo el campamento
en el matorral durante dos días, antes de regresar al campamento
de la ribera del río. Los siguientes seis días viajaron a lo largo del
río, sin descubrir grandes cambios en el paisaje, salvo por los
juncos, que aquí eran más fuertes y cubrían una franja más ancha.
Sin embargo, sí sucedió algo, y fue que el número de emocionantes
aumentó de forma considerable.
(Desde este momento, ya no existen más indicaciones precisas
sobre el número de emocionantes).
A la noche del sexto día, Kreator reunió a los emocionantes en
Consejo y descubrió que faltaban dos. Ninguno de los demás sabía
dónde estaban o cuándo habían desaparecido. Pero todos podían
referir que los dos se habían mantenido apartados desde que habían
dejado el matorral.
Todo el séptimo día, la Compañía permaneció en el campamento
mientras buscaban a los dos desaparecidos por la zona. No los
encontraron, pero aparecieron esa misma tarde. No podían (o no
querían) contestar a las preguntas sobre dónde habían estado. Este
suceso llenó a Kreator de desasosiego. Cuando el campamento se
calmó, Kreator y Erg bajaron al río para discutir sobre lo que había
pasado. Los emocionantes poseían cada uno su personalidad, pero
124
La leyenda de Mundo Minor
tenían en común que eran abiertos y francos. Esto se manifestaba
sobre todo en su mirada clara y afable. Una cosa había impresionado
a Kreator sobre los dos emocionantes retornados, y era el cambio
que se había producido en su mirada. Sus ojos se habían vuelto
oscuros... opacos. Era como si en lo fundamental hubiesen
cambiado, como si tuviesen entre manos algo que no podían (o más
bien debía de ser... no querían) compartir con el resto de la
Compañía.
Desde la mañana del siguiente día, Kreator mantuvo los ojos bien
abiertos en relación con los dos emocionantes. Parecían cuidar de
sus obligaciones como solían, pero la diferencia era que estaban
muy callados en contraste con el resto. Jamás decían nada, sólo
hablaban entre ellos. Por otra parte, cuando otro emocionante les
dirigían la palabra, respondían de forma tan breve como fuese
posible. El resto de emocionantes no parecía querer notar la
alteración en la conducta de estos dos, sencillamente los dejaban a
su aire. La Compañía se había desplazado apenas durante medio
día cuando la vegetación de juncos se terminó de improviso.
Durante un largo trayecto caminaron sobre la grava vítrea y
centelleante. La vegetación cesó tan de golpe que Kreator no pudo
evitar sorprenderse. De hecho, parecía que alguien la hubiese
arrancado. Después de unos doscientos metros de grava desnuda,
los juncos reaparecieron del mismo modo repentino en que habían
desparecido. La índole de los juncos no era la misma, ahora eran
más fuertes, más altos, de colores más oscuros y con hojas de aristas
afiladas como cuchillos que ahora estaban repletas de pequeños
ganchos. Kreator notó que los dos emocionantes examinaban el
cambio que habían sufrido los juncos con profundo interés. La
compañía levantó el campamento donde comenzaba este nuevo tipo
de juncos, con vistas a Matafloresta, que allí terminaba.
Las piedras de la grava donde crecían los juncos eran ahora de
mayor tamaño. Las más pequeñas todavía eran como granos de
125
La leyenda de Mundo Minor
arena, pero había otras piedras del tamaño de una naranja grande.
También eso parecía atraer el interés de los dos emocionantes.
Cuando no estaban realizando uno u otro trabajo, se sentaban a la
orilla del río y examinaban las piedras más grandes que podían
encontrar.
Antes de acostarse, Kreator se quedó de pie bajo los últimos rayos
del sol de la tarde, contemplando lo que podía abarcar del paisaje
allí afuera. Daba la impresión de que la zona de crecimiento de los
juncos se había vuelto aún más ancha y éstos aún más fuertes. Esto
le hacía suponer una tremenda fertilidad del terreno, pero, por una
u otra razón, inundaba su mente un extraña tribulación que ni él
mismo entendía. Al mirar la corriente, pudo ver que se ensanchaba,
lo cual indicaba que probablemente el río era una ramificación
proveniente de un lago.
Por el rabillo del ojo, advirtió que uno de los dos emocionantes
posaba su mirada inexpresiva sobre él, mientras el otro le susurraba
algo al oído. Por primera vez, Kreator se sintió inseguro, tanto por
los rasgos cambiantes del paisaje en general como, en particular,
por aquellos dos. No pudieron avanzar mucho al día siguiente antes
de que los juncos creciesen tan densos que no les quedase más
remedio que desistir de continuar el viaje por la ribera. Tuvieron
que desplazarse al otro lado de la faja de juncos, puesto que, de
continuar, los bordes afilados de estas plantas los desangrarían con
sus cortes.
Según progresaba la jornada, crecía un sonido que venía del otro
lado de la faja de juncos. Poco después de mediodía, se hizo tan
nítido que pudieron determinar sin dificultad que se trataba del
sonido de agua. A una orden de Erg, comenzaron a abrirse camino
a machetazos en la faja de juncos para poder llegar al agua y ver
por qué producía ese sonido. El ruido provenía de un manantial
situado en mitad de un lago que, como Kreator había adivinado, se
126
La leyenda de Mundo Minor
extendía ante ellos. El agua se elevaba en un grueso chorro que
chapoteaba en su caída sobre la superficie del lago. Por la distancia,
Kreator tuvo dificultades para estimar las dimensiones del
manantial, pero calculó que la altura de la columna de agua sería
de unos doscientos metros y que su espesor alcanzaría al menos
los veinte. Se trataba, pues, del nacimiento del río, al que dieron el
nombre de Manantial Vível. El agua del lago estaba un tanto turbia
y tenía, en relación con la del río que habían seguido hasta ahora,
un ligero regusto. Se veía que el manantial provocaba una corriente
en el río a lo largo de la orilla, hecho que dic una idea a Kreator.
Dado que la faja de juncos se hacía continuamente más ancha y no
les permitía bordear el lago por la orilla, deberían alejarse más y
más del agua, si era necesario dejar a los juncos entre ellos y el
lago. Si, en cambio, continuasen por la orilla del lago, no tendrían
este problema. La solución sería proseguir en balsas de juncos
secos, puesto que los frescos no se podían utilizar por culpa de sus
aristas afiladas.
Kreator convocó a consejo y transmitió la idea a los emocionantes,
que fue bien recibida, incluso agradó a aquellos dos de los ojos
oscuros y vacíos. Convinieron levantar el campamento en el claro
que acababan de despejar de camino al lago y usar los juncos que
habían segado para las balsas. Los emocionantes debían dividirse
en grupos, cada uno debía fabricar una balsa para uso propio. El
trabajo debía comenzar al alba. Kreator había esperado que los dos
emocionantes (a quienes él y Erg llamaban “El Club de los Dos”)
construirían su propia balsa y navegarían solos. Pero se deleitó con
la sorpresa de verlos construir una junto a otros tres emocionantes,
por más que su método de trabajo no se asemejase al habitual entre los demás, pues todos solían trabajar en pie de igualdad. Por el
contrario, en este grupo de cinco eran principalmente los tres recién
llegados quienes trabajaban, mientras “El Club de los Dos” los
dirigía. Al mismo tiempo, Kreator se percató de que se había
producido una transformación en la relación entre “Los Dos”.
127
La leyenda de Mundo Minor
Tendían a hablar más de lo que solían. Uno permanecía junto al
otro todo el tiempo como hablándole sin cesar, casi siempre entre
susurros. El otro, en contraposición, daba la impresión de ser quien
daba órdenes a los tres restantes.
El lenguaje corporal de los emocionantes en verdad parecía, para
el asombro de Kreator, transformarse en órdenes regulares. Esta
relación se le figuraba malsana, por lo que decidió convocar un
consejo sobre “El Club de los Cinco”, antes de que se convirtiese
en un arreglo permanente.
Cuando Kreator hizo una ronda para asegurarse de que todas las
balsas estaban terminadas, se detuvo junto a “Los Cinco” para
examinar su balsa y tantear el ánimo del grupo. “Los Dos” estaban
muy taciturnos, en tanto que los tres recién llegados se mostraban
relativamente locuaces, a pesar de mostrarse un poco intranquilos.
Kreator elogió su balsa y les informó un poco de cómo había
pensado continuar. Eso causó la impresión de calmar a “Los Tres”,
mientras que “Los Dos” prosiguieron en silencio.
Los primeros en botar su balsa al agua fueron Kreator y Erg, junto
a los cuatro emocionantes que los acompañaban. A medida que las
balsas se botaban en el río, formaban una larga serpiente que se
deslizaba por la orilla del Lago Vível. La velocidad, al principio,
no podría calificarse de excesiva, aunque aceleraba a un ritmo lento
según avanzaba el día. Esta aceleración reafirmaba a Kreator en
su sospecha de que debía de haber al menos un río que salía del
extremo opuesto del lago. Para no quedar presos de la succión de
esas corrientes, antes de que supiese si había más de una, Kreator
maniobró la balsa hacia el centro del lago. El resto de balsas
siguieron a la cuadrilla y se aproximaron despacio al bramido del
Manantial Vível. En este instante, un movimiento cercano a la orilla
del lago captó la atención de Kreator. Una de las balsas, al parecer,
no había seguido al resto cuando se alejaban de la orilla. Esa balsa
128
La leyenda de Mundo Minor
se dirigía, por contra, en dirección a un brazo del río a tremenda
velocidad. Dada la distancia, Kreator no podía determinar cuál era
esa balsa, pero no tenía dudas de que se trataba de la de “El Club
de los Cinco”. La pequeña embarcación desapareció rauda de su
vista.
A la izquierda de las balsas surgía la columna del Manantial Vível,
que se volvía más impresionante según se iban acercando. Los
oleajes de masas de agua que empujaba el manantial comenzaron
poco a poco a balancear bastante las balsas y Kreator se vio obligado
a navegar hacia la ribera de nuevo. El empuje del manantial hacía
aumentar la velocidad, razón por la cual en poco tiempo avistaron
la orilla opuesta. A la vez, Kreator advirtió la succión de otra
corriente, es decir, que debía de haber dos ríos al otro lado del lago.
Mientras Kreator navegaba hacia la otra corriente, atrajo su atención
de nuevo un movimiento, esta vez localizado en el agua bajo él.
Una gigantesca sombra oscura, que llevaba trazas de venir de donde
Vível brotaba, se movía lentamente bajo la balsa en dirección a la
corriente donde “El Club de los Cinco” se había perdido de vista.
Kreator se giró hacia Erg para hacerle notar el fenómeno, pero Erg
no pudo ver nada ni tampoco pudieron los demás emocionantes que
compartían la balsa. En solitario, Kreator siguió a la sombra con
la mirada. No debía de estar a más de cuatro metros bajo ellos, visto
que, de lo contrario, el lodo del Manantial Vível que se arremolinaba
habría desdibujado su perfil. Infinitamente despacio, la sombra
desapareció mientras la succión del nuevo río crecía a un ritmo
constante. A buena velocidad, la hilera de balsas de juncos fue
absorbida por el curso del río, donde la rapidez disminuyó un tanto.
Durante un buen intervalo, hubo pequeñas ondas en el agua del río,
pero a medida que se reducía la velocidad desaparecieron. Las
matas de juncos de la ribera eran ahora más altas, más resistentes
y sus hojas todavía más afiladas. Los ganchos de los juncos eran
ahora capaces de rasgar agujeros en la ropa y en la piel. Por lo tanto,
trataron de alcanzar la orilla derecha, donde de pronto un matorral
129
La leyenda de Mundo Minor
con grava resplandeciente reemplazó a los juncos homicidas. Una
vez todas las balsas atracaron en la playa, levantaron el
campamento.
130
La leyenda de Mundo Minor
CUARTA PARTE: “EL CLUB”
Una piedra es mansa y pequeña,
empero, uno se hiere con ella.
(Dinamarca)
Por la mañana, todos repararon en grandes jirones de niebla que se
desplazaban despacio sobre el matorral y a través de él. Cuando el
sol alcanzó la cima de Montesbarrera, el calor creciente esparció
deprisa estos borrones de nubes diseminados. Esta niebla no
agradaba a Kreator: de volverse más espesa y persistente podría
quizá causar la dispersión de la Compañía. Podrían resolver amarrar
las balsas entre ellas con una cuerda. Aún mayor preocupación
despertaba el “Club”, cuyas operaciones le resultaban totalmente
incomprensibles. Kreator, con la mejor voluntad, no podía ver las
sombras de un motivo para la dispersión de la Compañía. Todo lo
que la Compañía había hecho hasta la fecha se había fabricado en
comunidad y servía para el provecho de todos sus miembros. Era
algo completamente nuevo que estos deseasen... crear su propia
compañía. Kreator tenía dificultades para figurarse que los
miembros del “Club” creyesen, con toda seriedad, poder llevar a
cabo este proyecto sin una orientación superior. Deberían tener claro
este punto: sin principios rectores, las comunidades se harían
pedazos. Cuando Kreator, la noche anterior, había hablado con Erg
sobre esto, lo había interpretado como alguna clase de
malentendido. No estaba en condiciones de imaginar cuál. Lo que
Kreator había visto en los ojos de “Los Dos” insinuaba que algo
nuevo y extraño se había filtrado en su comunidad... algo oscuro
que Kreator desconocía.
Kreator abandonó sus sombríos pensamientos y se concentró en
ayudar a desmontar el campamento. Al poco rato, todo estaba listo
131
La leyenda de Mundo Minor
y prosiguieron con su viaje. Para mayor seguridad, todos se
quedaron junto a la orilla derecha, ya que la corriente no resultaba
allí tan fuerte. En el lado derecho crecía el matorral, mientras que
en la orilla opuesta, la izquierda, sólo divisaban juncos
enmarañados. No habían navegado más que un par de horas cuando
Kreator advirtió que la niebla arreciaba de nuevo, en el momento
en que de súbito comprendió que ya no alcanzaba a ver la ribera
de enfrente. La niebla se hizo más densa y era como si penetrase
en la mente de Kreator, donde apagaba su alegría y le producía una
horrible sensación en el estómago. Se sentía como si hubiese oídos
obscenos escuchando en la niebla que acechaban para hacer a sus
palabras prisioneras. Esta sensación era algo completamente nuevo
tanto para Kreator como para los emocionantes.
Los sonidos se alteraban a medida que la niebla los circundaba; todo
sonaba con más claridad y con un timbre... casi metálico. De esta
forma, Kreator captó el sonido del río y le sonsacó la información
que necesitaba. Él podía, según el ritmo del agua, saber que el río
se dividía en dos más adelante y que la bifurcación aparecería a su
izquierda. Cuando llegaron a la ramificación del río todos
percibieron que la succión del agua se comportaba como habían
oído antes. La Compañía permaneció junto a la orilla derecha.
Nunca vieron la bifurcación, se quedaron como presa de la niebla.
El sonido del río contaba asimismo otras cosas; el agua se había
vuelto más espesa y fluía un poquito más viscosa. Al mismo tiempo,
Kreator se fijó en que el regusto que había notado también
incrementaba su intensidad. Estas circunstancias, unidas a la
terrorífica sensación de que algo se escondía en la bruma,
persuadieron a Kreator de regresar una vez hubiesen atrapado a “El
Club”. Debido a la niebla, ya no podían leer la hora exacta del día
en tanto el sol no se manifestase con claridad.
La luz empezó a menguar, por lo que se dirigieron a tierra. Más
tarde quedó patente que en buena hora habían elegido levantar el
132
La leyenda de Mundo Minor
campamento, pues más allá el matorral cedía terreno a unas nuevas
y más desagradables matas de juncos. Los juncos se habían tornado tan recios en su estructura que lo más grandes incluso tenían
apariencia leñosa. Las hojas eran afiladas y mortíferas como el filo
de una espada; los ganchos eran espinas puntiagudas y la vegetación
el doble de alta que Kreator.
Mientras los emocionantes levantaban el campamento, Kreator
penetró en el matorral para estar a solas con su mente atribulada.
La transformación que el paisaje había sufrido soliviantaba algo
que dormía en las profundidades de la mente de Kreator, algo que
su conciencia no era capaz de identificar, ni siquiera de entender.
Esa gran sombra negra que había visto venir desde Vível también
lo corroía, visto que tampoco la comprendía. Daba la impresión
de que todo en derredor estaba evolucionando en un sentido hostil. Este desarrollo también se manifestaba en el matorral en donde
se encontraba en ese instante. Era tan válido para el matorral como
para los juncos, cuyas espinas se estaban convirtiendo en la
característica común más destacada. Mientras Kreator se entretenía
con estos pensamientos, captó unos retazos de voces que le llegaban
a través de la niebla. En silencio y con el corazón latiendo fuerte,
se movió hacia ellas. Después de un rato, Kreator vio el fulgor
vacilante de una hoguera, al tiempo que el sonido del agua se
mezclaba con esas pocas palabras que escapaban de las figuras
reunidas alrededor de la lumbre. La niebla y la luz de las llamas
danzarinas daban un cariz sospechoso a esas siluetas, que para
Kreator tenían un aire insólito y lúgubre. Hasta la fecha, siempre
se había asociado el estar reunidos junto a una hoguera con la
amistad, la confianza y la seguridad. El efecto que le causaba el
contemplar esa congregación era completamente diferente.
Ante cada una de estas cinco personas había un pequeño cúmulo
de piedras que juntaban una a una, las sostenían con ojos
escudriñadores y contemplaban cómo el fulgor de la hoguera las
133
La leyenda de Mundo Minor
traspasaba. Las contadas palabras que proferían eran, en lo esencial,
comentarios sobre lo que veían, pero en medio también
intercambiaban observaciones más técnicas sobre cierto proceso
al que expondrían las piedras más adelante. En qué consistía ese
proceso de forma precisa Kreator no lo pudo averiguar, pero parecía
que los cinco en torno al fuego esperaban mucho de eso. Después
de haber revisado las piedras, o bien las metían en una bolsa de
cuero que había frente a uno de ellos, o bien las echaban en el brazo
de río que fluía a sus espaldas, por su lado del matorral. Kreator se
agazapó un poco más cerca para oír mejor las voces susurrantes y
se acuclilló detrás de uno de los arbustos achaparrados del monte
bajo. Si en algún momento podía haber dudado, en todo caso ya
no lo hacía... era “El Club”. Cada vez que uno de los miembros de
“El Club” se disponía a revisar una de las piedras se inclinaba, lo
que permitía que las llamas de la hoguera iluminasen su rostro. Por
veces se propagaba una horrible mueca por los rostros de los
emocionantes que provocaba un escalofrío a Kreator. Parecía que
las figuras no tenían nada en contra de los cambios que habían
sucedido en el sabor y la consistencia del agua. Bebían con
complacencia de grandes y toscas tazas de arcilla que uno de ellos
llenaba todo el tiempo con una jarra que sumergía regularmente
en el brazo de río tras él. Por lo visto estaban muy ocupados con
ese control de calidad, pero Kreator no era capaz de comprender
qué destino tendrían las piedras. Los fragmentos de conversación
que escapaban de “El Club” daban a Kreator la sensación de que
estaban organizando algún tipo de proyecto del que esas piedras
formaban parte. Esta conversación intermitente se vio interrumpida
llegado un punto por uno de los presentes, que anunció que no
quedaban más piedras azules. Cerraron la bolsa de cuero y se la
llevó el que estaba encargado de llenar la jarra. Un instante después
regresó con una bolsa igual pero vacía. Entonces repitieron el
proceso, con la excepción de que esta vez se trataba de piedras rojas.
Kreator se quedó un rato escuchando, pero pronto decidió ir a
134
La leyenda de Mundo Minor
buscar al resto de la Compañía. Antes de que Kreator lograra
girarse, oyó, para su gran sorpresa, que “El Club” había comenzado
a hablar sobre un nombre. Era aparente de que los miembros de
“El Club” querían adoptar uno. Si había entendido bien, “El Club”
estaba en plena tarea de crear su propio grupo y así escindirse
deliberadamente de la comunidad de la Compañía. Tal vez fuese
conveniente enfrentarse a “El Club” ahora y después regresar a
Terra Inkognita con o sin ellos.
Erg quedó ligeramente escandalizado ante la narración de Kreator.
Tras recobrarse, le preguntó qué harían. Kreator opinó que deberían
convocar a toda la Compañía, marchar hacia el campamento de “El
Club” y oír de su propia boca qué es lo que querían. No pasó mucho
tiempo antes de que la Compañía llegase a la hoguera de “El Club”,
pero este grupo había proseguido la marcha. Se veía que habían
abandonado el campamento poco después de que Kreator hubiese
regresado a buscar al resto de la Compañía. Sólo quedaban la
hoguera y algunas piedras azules que “El Club” había olvidado.
Kreator se agachó para recoger una de estas piedras azules y se la
metió en el bolsillo. Después regresó con la Compañía a su propio
campamento.
A la mañana siguiente, Kreator se despertó mucho antes de que el
sol alcanzase a trepar sobre las quebradas cumbres de
Montesbarrera. Pensativo, vagó por el campamento, mientras sus
dedos jugaban con la tersa piedra azul que tenía en el bolsillo.
Esperó a que la luz mortecina del sol se cerniese sobre el paisaje
para poder averiguar qué había encontrado “El Club” en estas
piedras. El sol ascendía, la luz aumentaba y Kreator miraba la
traslúcida piedra azul que sostenía en su mano. Cuando los
exangües destellos dorados alcanzaron la intensidad suficiente,
Kreator la alzó con cuidado a la altura de la vista. A través del filtro azul de la piedra el paisaje en torno a él se revelaba todavía más
avieso y retorcido de lo acostumbrado. Al mover la piedra entre
135
La leyenda de Mundo Minor
los dedos, como había visto hacer a los miembros de “El Club”, el
paisaje se retorcía como si soportase un terrible dolor. Esa sensación
horrible que no abandonaba su estómago empeoró hasta producirle
inmensas náuseas. Arrojó, con repugnancia, la piedra en el agua
del río.
136
La leyenda de Mundo Minor
QUINTA PARTE: “EL REY EGO”
El rey está tan sólo a medio camino de Dios.
(Anónimo)
Llegó la mañana para revelar el humor abrumado del campamento
de la Compañía. En el consejo al que Kreator convocó no había
ningún emocionante que tuviese la menor idea de lo que había
impulsado a “El Club” a realizar tales operaciones. Aparte de esto,
todos estaban de acuerdo en que “El Club” se había separado de la
comunidad de la Compañía. Cuando Kreator preguntó de forma
directa a los emocionantes si opinaban que debían regresar, en lugar de continuar adentrándose en esa tierra brumosa, se produjo
una buena discusión. La decisión que resultó fue la de continuar
hasta encontrar a “El Club” y proponerles la posibilidad de regresar
juntos a Terra Inkognita, luego se podría volver con o sin los
miembros de “El Club”. Como se había hecho tarde, postergaron
la partida hasta la mañana siguiente.
Una tras otra, las balsas amarradas entre sí se echaron a la corriente
del río y navegaron adentrándose en el reino de la niebla. Mientras
la balsa se deslizaba indolente sobre ese agua viscosa, Kreator se
sumió en profundos pensamientos. ¿Qué era en realidad aquello a
cuyo encuentro se dirigían? Todo con lo que se topaban le
repugnaba : los juncos, el agua del río, la niebla y ahora la
desaparición de “El Club”. Él preferiría dar la vuelta en seguida,
pero a la vez encontraba razonable y necesaria la decisión de
plantear a “El Club”la posibilidad de regresar juntos. Al mismo
tiempo, lo asaltaban las dudas sobre a qué había que retornar. Terra
Inkognita no era mejor que Terra Nova y seguro que el Rey de
Mundo Ambo ya había encontrado el jardín y... había arrancado
todo de raíz. En el interior de Kreator empezó a crecer la nada, un
agujero negro que se ensanchaba en su conciencia y su
137
La leyenda de Mundo Minor
subconsciencia, un agujero que lo aterraba. La niebla continuó
espesándose, mientras las balsas se alejaban deslizándose hacia un
destino que Kreator no conocía ni se podía imaginar. Se sentía
indefenso, débil y estafado. Kreator lloró quedamente.
A medida que la niebla se densificaba, vieron necesario buscar
refugio bajo la pendiente del río. Grandes jirones de niebla cubrían
de vez en cuando la orilla durante intervalos más o menos largos,
pero la mayor parte del tiempo podían ver deslizarse los juncos
espinosos y afilados como cuchillas de afeitar. Kreator los siguió
con la mirada, sin mayor interés. Tenía la sensación de que alguien
había planeado este viaje por anticipado, alguien que lo había
atraído en contra de su voluntad. Kreator se sonrió amargamente.
Le pareció que era un pensamiento insensato, pues quién podría
ser... ¿el Rey de Mundo Ambo?.. .¿uno de los otros reyes?.... ¿cuál
de ellos? Kreator quería espantar esos pensamientos, cuando un
nueva perspectiva se le presentó. ¿Quién había asestado ese golpe
al muro del Jardín con que había empezado toda esa historia? No
podía haber sido el Rey de Mundo Ambo, pues estaba claro que no
sabía de la existencia del Jardín antes de que Kreator se lo
mencionase. Pero igualmente en ese momento había sucedido la
catástrofe. Esos pensamientos le helaron las entrañas. Nunca se le
había pasado por la cabeza. ¿¿Quién había reventado el muro del
Jardín?? ¿HABÍA alguien planeado enviarlos a este... destierro?
El sobresalto casi lo paralizó, pero como no podía encontrar una
respuesta satisfactoria, intentó pensar en otra cosa. Se giró para
hablar con Erg, que se sentaba en la parte trasera de la balsa. Erg
estaba sumido en sus propios pensamientos y tenía la vista perdida
en las aguas del río. Cuando Kreator le preguntó a dónde creía que
el río los conducía, él meneó la cabeza, se encogió de hombros y
dijo que no tenía ni la más remota idea. Se hundieron de nuevo en
el silencio. Salvo por los movimientos del agua, provocados, al
menos en una ocasión, por un afluente que los impulsaba río abajo,
hacia la orilla derecha, no sucedió nada en absoluto antes del ocaso.
138
La leyenda de Mundo Minor
En ese momento del día en que la luz sobre Terra Nova empezaba
a apagarse, la Compañía pasaba por un lugar donde la orilla
cambiaba por completo de características. Esta transformación era
sin duda obra de las mano del hombre, ya que la ribera estaba desprovista de esos juncos homicidas, quedando sólo unos rastrojos
cortos. Probablemente había sido “El Club” quien había despejado
los juncos, por lo que la Compañía decidió en el acto atracar allí.
Una vez en tierra, cuando habían andado un poco por la ribera,
encontraron de nuevo algunos juncos. Habían sido reducidos a
pequeños trozos apilados a unos pasos de una edificación de barro
cocido que medía casi cuatro metros. Kreator envió inmediatamente
a los emocionantes en todas direcciones para encontrar a los
miembros de “El Club”, mientras él y Erg examinaban la
construcción.
La obra tenía toda la pinta de ser un horno. En su fogón encontraron
señas de que había sido calentado con tallos de los juncos de la pila
cercana. Una cantidad de cercos y manchas de color rojizo y pardo
localizadas en la superficie del horno mostraban que debía haber
sido un trabajo penoso para el emocionante que había atendido la
labor. La distribución del horno daba la impresión de que se
utilizaba para calentar algo específico en el espacio de que disponía
el fogón. En seguida averiguaron que el horno se había utilizado
para calentar unos moldes, pero como los moldes que encontraron
estaban despedazados, no pudieron averiguar qué habían fundido.
Los restos que se encontraron entre los moldes triturados eran en
parte metal fundido y en parte algo que adivinaron serían las piedras
rojas y azules de que “El Club” había hecho acopio en su anterior
campamento.
Cuando el resto de emocionantes regresó, informó de que el claro
era inmenso y que la abertura hacia el río era la única vía. “El Club”
debía, por consiguiente, haber partido de nuevo por el río. Las
indicaciones sobre el tamaño de la rozadura les hicieron suponer
139
La leyenda de Mundo Minor
también que los juncos que quedaban en el montón junto al horno
no eran más que una pequeña porción del combustible que habían
cortado. La Compañía levantó el campamento y a continuación
Kreator retornó al horno para estudiar de cerca algunas
inscripciones que había descubierto. Eso lo intranquilizó, pues
manifestaban netamente que “El Club” era ahora una unidad
separada y que tenía un líder autodesignado. Por todas partes, en
los moldes, en el horno, etc. se repetía la misma leyenda: Rey Ego.
Al amanecer, Kreator reunió a los emocionantes y les expuso lo
que había averiguado, en especial lo relativo a la firma del Rey Ego.
Más tarde, les pidió que discutieran la situación y que meditasen
si debían continuar intentando dar alcance a “El Club”. Pronto se
enzarzaron en una animada discusión, porque había muchas
opiniones al respecto. De golpe, dos emocionantes se levantaron
de entre un corrillo y llamaron la atención del resto. En su grupo
la discusión se había acalorado más y querían hacer una pregunta
a Kreator en presencia de todos. Deseaban recibir una explicación
de la razón por la que la Compañía no tenía un rey que los guiase,
en lugar de tener que decidir todo reunidos en consejo. Su
argumento se basaba en que la toma de decisiones era complicada
y consumía un tiempo espantoso. Cuando los dos emocionantes
enmudecieron, todos los ojos se volvieron hacia Kreator, que se
dispuso a explicarles:
Una monarquía sólo podrá funcionar de modo satisfactorio si
está construida sobre principios justos. Estos principios son los
siguientes:
EL AMOR, LA JUSTICIA, LA SABIDURÍA Y EL PODER
(Fragmento de “La elegía de Kreator”)
Para que una monarquía pueda funcionar es necesario que todas
estas cualidades estén presentes y en equilibrio. De faltar una de
ellas, las otras podrían malograrse en seguida. Al mismo tiempo,
140
La leyenda de Mundo Minor
les recordó que en la Compañía sólo las dos primeras cualidades
habían evolucionado hasta una fase razonable, si bien no estaban
en un grado lo bastante avanzado como para que la sabiduría se
hubiese manifestado ya. Por lo tanto no se podía establecer todavía
una monarquía. Entonces, los dos emocionantes quisieron saber por
qué “El Club” había sido capaz de crear una monarquía, cuando
eso, según Kreator, era imposible. Kreator esclareció que era evidente que ellos habían renunciado a conseguir una monarquía de
forma natural, habían renunciado al amor, a la justicia y a la
sabiduría; habían ido directamente a por el poder. Eso no conduciría
a nada positivo, puesto que estas cualidades están basadas unas en
otras, sirviendo así un principio de base para el siguiente.
Se empieza con el amor; éste desembocará en la justicia, que servirá
de marco para la sabiduría, que a su vez podrá mantener en jaque
al poder. Con esta última cualidad, el poder, se funda la monarquía.
“El Club”, al contrario, comenzó por el poder, que pronto deformará
la sabiduría, que a su vez mutilará la justicia, la cual finalmente
conducirá a la perversión del amor. Esa transformación terminará
por amenazar el marco de la monarquía, y por último acarreará su
derrumbamiento. En su justo orden, por el contrario, los elementos
se fortalecerán y afianzarán unos a otros y con ello se constituirá
una monarquía estable.
Una vez hubo concluido su discurso, Kreator invitó a los dos
emocionantes a tomar la palabra si lo deseaban. No quisieron, se
sentaron en silencio. El discurso había suscitado aplausos dispersos
entre los reunidos, con la excepción del de los dos emocionantes
silenciosos. Kreator retomó la palabra y comentó los cambios que
habían ocurrido en los juncos, el agua, la niebla y el matorral.
Señaló que las alteraciones parecían empeorar cuanto más
avanzaban y sugirió navegar sin interrupciones, sin levantar campamentos, hasta hallar a “El Club”. Entonces les ofrecerían regresar
junto con la Compañía o seguir su rumbo, tras lo cual la Compañía
141
La leyenda de Mundo Minor
retornaría al Jardín en Terra Inkognita. Allí trabajarían para concluir
la formación de la monarquía. Los emocionantes aprobaron el plan,
salvo aquellos dos que seguían en silencio mirando al suelo. Kreator
no podía ver sus ojos, pero sabía que ahora eran oscuros, vacíos e
insondables, igual que los que había visto en los miembros de “El
Club”. Kreator supo que los había perdido... a ellos también.
Cuando resolvieron que todo se había debatido, el día estaba ya
muy avanzado. Por eso decidieron quedarse en el campamento hasta
la próxima jornada, tiempo que emplearían en reparar las balsas
que se habían ido dañando. El trabajo de reparación no fue en
absoluto grato. Incluso los viejos juncos marchitos eran en extremo
cortantes y los arañazos más ínfimos quemaban como el fuego.
Todos acabaron lastimándose, lo que impulsó a Kreator a pensar
con profunda compasión y lástima en el emocionante que había
prendido fuego al horno de fundición de “El Club”. Al caer la noche,
todos los daños estaban reparados y, a pesar de que estaban cansados
después de un trabajo tan arduo, sus heridas y arañazos los
mantuvieron despiertos. Por añadidura, había otra cosa que impedía
dormir a Kreator. Cada vez que cerraba los ojos sentía como si una
voz leve, apenas audible, lo llamase. En el instante en que se
despertaba la voz desaparecía de nuevo. Este fenómeno lo mantuvo
despierto largo rato hasta que por fin logró conciliar el sueño.
Sin saber qué era lo que lo había despertado, Kreator se enderezó
y escuchó en la oscuridad. Tenía la nítida sensación de que un sonido
le había sacudido el sueño de encima, pero su cerebro no había
registrado cuál... Se oía de nuevo. Un ruido leve de trastos, seguido
de un indolente chapoteo del agua almibarada del río. Sin hacer
ruido, Kreator se arrastró boca abajo, se puso a gatas y se deslizó
silencioso fuera de la cabaña de juncos en la que dormía. Otra vez
oyó un sonido que debía venir del lugar donde estaban amarradas
las balsas. Al llegar junto a las embarcaciones vio lo que lo
provocaba. Los dos emocionantes que habían hablado de fundar
142
La leyenda de Mundo Minor
una monarquía habían desamarrado una de las balsas, la habían
arrastrado dentro del agua y se estaban subiendo en ella. Pocos
instantes después, desparecían en la niebla. Kreator permaneció en
la orilla hasta oír el último chapoteo que los impulsaba río abajo,
antes de regresar a su cabaña. No consiguió volver a conciliar el
sueño. Sólo se quedó echado mirando al techo de la cabaña hasta
que la luz de la mañana se coló hasta él. Estaba muy, muy afligido.
143
La leyenda de Mundo Minor
SEXTA PARTE: BOSQUESABARA
La niebla no se disipa con un abanico.
(Japón)
Al romper el día, Kreator se levantó francamente irritado por la
niebla. Obstaculizaba su vista, desdibujaba todos los contornos e
inutilizaba su sentido de la orientación. Su decisión era más firme
que nunca antes: regresarían a Montesbarrera tan rápido como les
fuese posible. Por este motivo debían dar alcance a “El Club”
navegando sin pausa hasta alcanzarlos. Después les ofrecerían
regresar juntos, tras lo cual la Compañía regresaría hacia
Montesbarrera... con o sin “El Club”. Más tarde cruzarían las
montañas y retornarían al Jardín, ¡sin ni siquiera echar la vista atrás!
Kreator reunió a los emocionantes y los preparó para un ciertamente
largo viaje que se veían obligados a emprender sin pausa para
alcanzar a la solitaria, y por tanto más veloz, balsa de “El Club”.
El hecho de que con anterioridad en el viaje hubiesen advertido el
empuje de un afluente en el río confirmó la opinión de Kreator de
que se encontraban en el mismo brazo que “El Club”. Kreator
aprovechó al mismo tiempo la oportunidad para informarles sobre
los dos que se habían marchado al amparo de la noche y que
probablemente se unirían a “El Club”. Un murmullo recorrió las
filas de emocionantes. No llevó mucho tiempo realizar esas pocas
modificaciones en las balsas que hacía necesario el nuevo plan de
viaje, por lo que pronto partieron. Para ponerse en marcha más
rápido se introdujeron más adentro en el río, pero la consistencia
del agua no permitía aumentar la velocidad sustancialmente. El
ambiente en las balsas era opresivo y prácticamente nadie hablaba.
Las escasas palabras que se pronunciaban eran en esencia de índole
práctica o comentarios referidos a los movimientos del agua y
demás.
144
La leyenda de Mundo Minor
(Los datos que se han podido reunir apuntan a que ese viaje duró
entre tres y siete días, sin interrupciones. No ha sido posible acotar
una medida de tiempo más precisa).
Una mañana, cuando Erg despertó a Kreator para que lo relevase
en la guardia, éste se percató de que la vegetación de la orilla había
cambiado en el curso de la noche. Los juncos, de aspecto cada vez
más leñoso, poco a poco habían dado paso a verdaderos árboles.
Sus troncos eran lisos y carecían de espinas, ganchos o cualquier
otro desagradable sistema de defensa... al menos por lo que Kreator
podía ver. Según avanzaba el día, los árboles aumentaban en altura
y frondosidad hasta mezclarse unos con otros formando una
impenetrable empalizada. Además, a Kreator le pareció que la luz
se extinguía más deprisa de lo habitual, lo que interpretó como señal
de que los árboles se iban a unir sobre su cabeza. Le pareció muy
probable que el mismo tipo de árboles creciese en la orilla opuesta.
En poco tiempo sólo se podía hablar de una semiclaridad soñolienta,
por más que en lo alto pudiese ser mediodía.
(De nuevo carecemos de suficientes datos fidedignos para calcular
lo que duró el viaje a lo largo de la linde de Bosquesabara. Por lo
tanto lo omitimos aquí).
Una cosa más que convenció a Kreator de que los árboles se habían
cerrado sobre sus cabezas fue la transformación que había
experimentado el timbre de los sonidos. Los ruidos eran ahora
sordos, cavernosos y poseían un leve, aunque audible, eco. Fue un
cambio que no agradó a nadie en las balsas; les provocaba la
sensación de estar aprisionados, la sensación de ser pasto de ese
paisaje hostil. A Kreator también lo reconfortaba la idea de dar la
espalda a esa pesadilla, cuanto antes mejor. El agua, por entonces,
era casi imbebible, en parte porque era espesa como el almíbar y
en parte porque su sabor era tan fuerte y nauseabundo que tragársela
requería más esfuerzo que al principio. Así las cosas, Kreator
145
La leyenda de Mundo Minor
dudaba sobre cuánto tiempo más serían capaces de sobrevivir de
continuar así.
Entonces captó la atención de Erg un fulgor parpadeante un poco
alejado de la orilla que lo impulsó a tocar el hombro de Kreator. El
resplandor venía de un gran espacio abierto, un claro en el bosque.
Este lugar tenía que ser obra de la mano del hombre, ya que algunos
árboles más pequeños que crecían por allá habían sido talados y
sus troncos transportados lejos. En todo el perímetro del calvero
había, a intervalos de un par de metros, unas antorchas enormes
plantadas en la tierra y era su luz la que habían divisado desde el
río. Cuando echaron pie a tierra, Kreator advirtió que el claro estaba
cubierto de hojas pertenecientes con toda evidencia a los árboles
que habían talado. Las hojas no tenían ni púas ni espinas como los
juncos, sino que eran suaves. Surgía un hedor pútrido cuando se
las pisaba al entrar. Le recordaba a “El claro de El Club” donde
habían encontrado el horno de fundición y la firma del Rey Ego.
También en esta ocasión se trataba de un espacio circular que sólo
se abría hacia el río para que las embarcaciones pudiesen ir y venir.
Las antorchas parpadeaban levemente en el suave viento que
danzaba entre los troncos oscuros, haciendo que la luz dibujase una
amarillenta y algo vacilante cúpula sobre el calvero. La vegetación
que circundaba el claro sofocaba al instante cada haz de luz en su
tiniebla sin fin. La Compañía se quedó en la orilla del río hasta que
todos hubieron descendido a tierra, tras lo cual marcharon por la
zona. Cuando se habían adentrado un trecho, Erg se apercibió de
una masa oscura situada en el extremo opuesto del calvero. Debido
a la negrura y a la distancia no logró determinar de qué se podría
tratarse. Con un susurro alertó a Kreator sobre el fenómeno, pero
él ya se había percatado también. A medida que se acercaban, la
sombra tomaba forma y su perfil se definía. Se trataba de una
edificación de algún tipo construida a base de los troncos que
habían despejado en el claro. El plano de la edificación era
146
La leyenda de Mundo Minor
cuadrado, de unos diez por diez metros conforme juzgó Kreator, y
sobre él se alzaban cuatro muros. Éstos no eran verticales, sino que
presentaban una inclinación hacia el centro que recordaba
vagamente a una pirámide. A casi tres metros de altura la forma de
pirámide se truncaba en una plataforma cuadrangular sobre la cual
se erguía una construcción en forma de dado que estimó mediría
cinco metros de arista. La plataforma sobresalía por debajo el dado
hasta que su perímetro se alineaba con el de la base de la pirámide.
Sobre las cuatro esquinas superiores del dado, sobre las esquinas
de la plataforma y en medio de los lados de ésta estaban colocadas
en sus soportes antorchas extintas de regular tamaño.
La Compañía se detuvo y se agrupó en un semicírculo, a una
distancia que permitiese abarcar el edificio con la vista. Ahí
permanecieron un par de minutos antes de que algo sucediese,
entonces resonó una estridente señal de trompeta. Mientras el eco
moría, algunas figuras oscuras marcharon al frente, tres a cada cara
del dado, y se posicionaron un poco alejadas del borde de la
plataforma. Una vez todos hubieron ocupado su lugar, encendieron
las antorchas situadas en los soportes del edificio, después una
ancha puerta de dos batientes emplazada a un lado del dado se abrió.
De ella salió una figura formidable, reposada, distinguida. Se
colocó un par de pasos ante los demás, para lo que habían dibujado
un agujero en las filas con objeto de dejarlo pasar. Por causa de la
iluminación y de la relativa gran distancia, la Compañía no veía de
las figuras más que una silueta que sólo a medias iluminaban las
oscilantes antorchas.
El recién llegado marchó al frente y se colocó bajo un lado de la
plataforma, donde una antorcha pudiese iluminarlo. Bajo ese
resplandor parpadeante se erguía, fornido y vigoroso, con los pies
algo separados entre sí y los brazos en jarras. En la cabeza llevaba
la seña de su posición en “El Club”... una Corona. El rostro del Rey
Ego dejó anonadado a Kreator, pues se asemejaba a un espejo... en
147
La leyenda de Mundo Minor
todo caso era lo único que se podía ver al reverbero de la antorcha
situada ante él. Entonces se adelantó una figura envuelta en una
capa, más delgada y no tan alta. Se colocó a la derecha del rey y se
puso a susurrarle algo al oído.
*¿QUÉ DESEÁIS Y POR QUÉ HABÉIS PENETRADO
EN MI REINO?
El eco de la voz estentórea del rey resonó en los túneles arbóreos
del río.
* Nuestra intención es retornar a Terra Inkognita y os
ofrecemos que vengáis con nosotros.
Kreator había hablado con un tono normal, pero era tan fácil de oír
como el rugido del Rey Ego.
*¿¿DEBERÍA ABANDONAR MI ESPLÉNDIDO
REINO SÓLO PARA CULTIVAR FLORES... YO, UN
REY??
A la pregunta sucedieron unas risas burlonas que compartieron los
demás en la plataforma.
* Vosotros decidís, nosotros regresamos a Terra Inkognita
con las primeras luces del alba. Si aparecéis, podéis
acompañarnos, de lo contrario regresaremos solos.
Parecía que las palabras de Kreator se habían quedado en el aire y
estorbaban la aparición de cualquier otro escarnio. “El Club”
permaneció un instante quieto, tras lo cual sus miembros giraron
sobre sus talones y tomaron el camino por el que habían venido.
Cuando todos hubieron abandonado el escenario, las antorchas se
apagaron. La Compañía regresó hacia el río con Kreator sumido
en sus pensamientos. Cruzaron hasta la orilla opuesta del río, que
148
La leyenda de Mundo Minor
resultó estar mucho más cerca que la última vez que la niebla les
había permitido verla. Allí despejaron un pequeño claro donde
poder dormir. Kreator tuvo dificultades para conciliar el sueño. Las
vivencias del día habían despertado algo en las profundidades de
su mente, algo que no podía llamar por su nombre... algo que no
deseaba conocer. Cada vez que cerraba los ojos, regresaba esa voz
que lo llamaba, aunque no con palabras propiamente dichas. Era
casi la sensación de que alguien lo invocaba, una sentimiento de
que alguien... o algo quería ponerse en contacto con él. Mientras
Kreator yacía acostado escuchando esa llamada, se vio
interrumpido por un sonido que provenía de la oscuridad exterior.
Reconoció el sonido... de trastos y de chapoteos. Con un suspiro
afligido admitió que al menos uno, quizá más, habían abandonado
la Compañía para unirse a “El Club”.
La mañana había preparado a la Compañía un espectáculo
sorprendente. Junto a la orilla del río estaba anclada una gran
embarcación, una embarcación que presentaba los mismos rasgos
característicos de “La Fortaleza”, el nombre que Kreator había dado
en sus adentros a la construcción de “El Club” ubicada en la orilla
opuesta. Al parecer, la embarcación también estaba construida con
troncos de “El Calvero de la Fortaleza” y era tan grande que
desentonaba con las proporciones del medio circundante. A lo largo
de uno de los costados se abrían multitud de puertas, semejantes a
aquélla de la que había salido el Rey Ego la noche anterior. Salvo
por la abundancia de puertas, la embarcación se asemejaba a una
versión alargada de “La Fortaleza”. Desde la línea de flotación se
elevaban los costados, un tanto inclinados hacia una cubierta de
unos tres metros de altura. Sobre ésta se elevaba, como en “La
Fortaleza”, una superestructura, salvo que en este caso era
rectangular, mientras que la de “La Fortaleza” era cuadrada. La
longitud exacta de la embarcación se había perdido en la niebla. A
lo largo de ella había dispuestos soportes con antorchas encendidas,
a una distancia de un par de metros entre sí. Mientras la Compañía
149
La leyenda de Mundo Minor
contemplaba este fenómeno resonó un estridente toque de trompeta
en las copas de los árboles. Al igual que el día anterior, en primer
lugar aparecieron seis, tres a cada lado, y a continuación el Rey
Ego hizo su entrada. La noche anterior, el rostro del Rey había
dejado perplejo a Kreator, pero ahora podía ver el motivo. La faz
del Rey Ego estaba cubierta con una máscara azul claro destellante
cuya superficie lisa como un espejo había reflejado la lumbre de
la antorcha. Kreator asintió para sí: ¡así que para eso habían fundido
las piedras azules! Con las manos plantadas en los flancos, el Rey
Ego alzó su voz estentórea:
* ¡¡TENEMOS UNA OFERTA QUE PROPONEROS!!
El eco se extinguió perezosamente.
* Exponed vuestra oferta.
Kreator probó a establecer contacto visual con el Rey Ego, pero se
lo impidió, en efecto, el resplandor azul claro y turbulento de la
máscara.
* ¡¡SI OS PONÉIS BAJO MI MANDO, OS DEJARÉ
SUBIR A BORDO DE ESTA PODEROSA
EMBARCACIÓN Y OS LLEVARÉ DE REGRESO A
MONTESBARRERA EN CONDICIONES DE
SEGURIDAD Y CONFORMES AL RANGO DE CADA
CUAL. MI ÚNICA EXIGENCIA ES QUE OS
SOMETÁIS SIN RESERVAS A MIS ÓRDENES EN
TANTO PERMANEZCÁIS A BORDO DE MI NAVÍO!!
El Rey Ego hizo un ademán con la mano que resultó en la apertura
de una puerta en mitad de un costado de la embarcación. De ella
salió un octavo emocionante que tomó posición a un par de metros
de la puerta con las manos en las caderas y un semblante severo.
150
La leyenda de Mundo Minor
Kreator sabía que debía ser a quien había oído abandonar el
campamento la noche pasada. Volvió a posar la mirada en el Rey
Ego y negó con la cabeza.
* Rechazamos vuestra oferta, pero reiteramos la nuestra.
Podéis uniros a la Compañía de nuevo y regresar todos
juntos en las mismas condiciones.
Se produjo un silencio sepulcral durante un instante, entonces el
emocionante se giró, se precipitó dentro del vano y dio un portazo.
Al mismo tiempo que la puerta se cerraba de golpe, el navío se
separó de la orilla a una velocidad moderada. La Compañía se
quedó viendo desparecer la embarcación en la niebla, con su
desagradable corte en pie sobre la cubierta.
151
La leyenda de Mundo Minor
SÉPTIMA PARTE: RETIRADA
Una retirada a tiempo es una media victoria.
(Refrán árabe)
La consistencia del agua del río desestimaba toda ocurrencia de
remar o de conducir de vuelta las balsas contra corriente
ayudándose de una pértiga. La única solución posible que restaba
era regresar por la orilla. Daba la impresión de que los árboles que
crecían apretados junto al agua eran los más pequeños, así que,
aunque sería un trabajo muy duro, se abrirían paso a hachazos. Para
repartirse el trabajo de modo razonable, convinieron que la
Compañía marchase en una larga columna. Ésta podría tener la
anchura de cinco hombres, puesto que no había más espacio entre
el río y los grandes troncos que formaban la empalizada hacia el
interior del bosque. Los cinco de la primera fila debían despejar el
camino para la Compañía hasta que agotasen sus fuerzas, entonces
los cinco siguientes los reemplazarían mientras los primeros
descansaban. Cuando los últimos cinco emocionantes de la
columna hubiesen pasado, los cinco que habían descansado se
levantarían y formarían la retaguardia. Era innegable que se trataba
de un trabajo muy duro el abrirse paso así, a través de una maraña
de matorrales que componían el sotobosque de Bosquesabara. Lo
peor eran, por supuesto, los árboles de verdad, que crecían
frondosos y densos, pero también los juncos, si bien más pequeños,
eran bastante resistentes.
En contraste con los árboles, las plantas contenían bastante savia,
que salpicaba a los emocionantes que despejaban el camino. Esta
savia tenía el mismo olor desagradable que el río, con la diferencia
de que estaba más concentrada y por lo tanto despedía un hedor
más fuerte. Al mismo tiempo era pegajosa e imposible de despegar.
La única solución que se les ocurrió fue que los equipos de
152
La leyenda de Mundo Minor
segadores lavasen sus ropas en el río al finalizar su turno. Claro
que el agua del río también olía, pero optaron por elegir el menor
de dos males. En la medida en que era posible, daban un rodeo para
evitar los árboles, en lugar de talarlos, pero esto no siempre era
practicable. Así que la Compañía se concienció de que a buen
seguro pasaría mucho tiempo antes de que hubiesen despejado el
camino que los sacaría de Bosquesabara. A cada metro que
avanzaban, el humor mejoraba un ápice, pues a nadie en la
Compañía le agradaban ni el bosque, ni la niebla, ni ese agua
inmunda.
Kreator no estaba en condiciones de determinar cuán lejos llegaban
cada día o cuánto les quedaba por andar, pero mientras tuviesen el
río a su izquierda no podían estar mal encaminados. La primera
noche en Bosquesabara resultó bastante caótica. Todos estaban muy
cansados y necesitaban una buena noche de sueño, pero nadie
durmió especialmente bien. Era como si de continuo alguien... o
algo merodease alrededor (y quizá también dentro) del
campamento. Kreator no veía nada insólito, pero la oscuridad estaba
plagada de sonidos. Muchas veces salió de la cabaña que compartía
con Erg y otros tres emocionantes para seguir la pista hasta el origen
de esos ruidos diversos que parecían producirse justo a la entrada
de su “alcoba”. Cada vez que salía, solamente oía un leve chapoteo
atenuado en el río. No conseguía atisbar nada. Los acontecimientos
de la noche pesaban en el ánimo del campamento a la mañana
siguiente; nadie dijo nada, pero todos echaban miradas furtivas en
torno.
Los equipos de segadores extenuaban sus fuerzas, pues deseaban
escapar de esa pesadilla en que el bosque se había transformado.
Cada noche se producía la misma agitación en el campamento, pero
parecía disminuir progresivamente. Por esta razón, el humor
comenzó a mejorar de nuevo, por más que continuasen siendo
precavidos y reservados. Al quinto día de emprender estos Trabajos
153
La leyenda de Mundo Minor
de Sísifo, se dieron cuenta, para su gran alegría, de que el agua había
perdido su viscosidad. Del mismo modo, su sabor era menos
nauseabundo. La noche del octavo día Kreator se percató de que el
sotobosque se había vuelto menos impenetrable, lo cual le dio
esperanzas de que significase que se aproximaban a la linde del
bosque. Kreator estaba en lo cierto. Ya al mediodía de la jornada
posterior pudieron caminar por la llanura, situación que hizo que
la Compañía al completo estallase en canto. Tenían que dar salida
a ese sentimiento de alegría y de alivio que los inundaba. Claro que
persistía la niebla, pero al no estar mezclada con la oscuridad de
las sombras de los árboles ya no producía el mismo efecto opresivo.
En un largo trecho no vieron vegetación alguna junto al río; allí
levantaron el campamento y decidieron permanecer el todo día
siguiente. Mientras Kreator y Erg conversaban recostados sobre la
corta hierba, pasó zumbando una mosca. A raíz del insecto le
sobrevino a Kreator el pensamiento de lo extraño de que durante
el día no hubiesen visto jamás huella alguna de vida en
Bosquesabara, a pesar de toda la agitación nocturna que habían
experimentado. Se lo mencionó a Erg, que no lo había pensado, y
éste le dio la razón. La primera noche en la llanura resultó ser la
mejor que hasta entonces habían pasado. En el campamento se
respiró una perfecta tranquilidad toda la noche.
La mañana trajo consigo un milagroso reflejo anaranjado en el
manto de niebla, un fulgor que Kreator había olvidado que la niebla
podía adquirir. Inspiró profundamente, se reclinó sobre los codos
y miró en derredor. Todos se habían acostado al aire libre, puesto
que no había juncos secos con los que fabricar una cabaña. Claro
que podrían haber recogido ramas en el límite de Bosquesabara,
pero a nadie le había apetecido acercarse. Kreator se deleitó con la
visión de ese grupo creciente de emocionantes que yacía apacible
espalda con espalda sobre la áspera hierba. Sus rostros irradiaban
una innegable serenidad que no habían mostrado en largo tiempo.
Kreator no sabía con exactitud cuántos emocionantes había en ese
154
La leyenda de Mundo Minor
momento, ya que su mente había estado ocupada en otros
quehaceres. Esto le recordó su mapa de ruta. No lo había
actualizado en muchos días y era hora de hacerlo.
A medida que el sol ascendía por la bóveda celeste, su calor disipaba
un tanto la niebla. La estancia en Bosquesabara había aguzado el
sentido de la observación de la Compañía en relación con los más
ínfimos cambios que se sucedían en las cercanías, y tal logro los
puso contentos. Más entrado el día, Kreator convocó a la Compañía
para poner en común algunas cosas que cada uno en particular había
observado en el bosque y de esa forma hacerlas de dominio público.
En ese consejo se supo que varios emocionantes habían visto
fugazmente a los agitadores nocturnos de Bosquesabara. Nadie
había visto ninguna silueta o figura clara, pero algunos habían
vislumbrado pequeñas criaturas encorvadas ¡con ojos rojos y
brillantes de reptil! Todos estos avistamientos se habían producido
en las inmediaciones del río. Estos datos dejaron a Kreator
meditabundo y aumentaron la repugnancia que sentía por
Bosquesabara y por todo lo que albergaba. Al mismo tiempo, lo
reafirmaron en su determinación de averiguar lo que mantenía a
“El Club” unido y lo que buscaban fuera de la Compañía. Parecía
que las piedras rojas y azules que habían visto habían accionado
todo ese mecanismo, así que si quería entender a “El Club” era
primordial comprender primero qué buscaban en las piedras de
colores. En el viaje de vuelta estaría alerta para avistar los lugares
donde la grava contenía estas piedras y recogería ejemplares de
todas las tonalidades existentes... no sólo de las rojas y las azules.
La mañana del día siguiente todos se prepararon para viajar tan
pronto como fue posible, para así alcanzar su destino en breve. La
Compañía partió como antes de cinco en cinco, dado que no podía
faltar mucho hasta que reapareciesen los juncos. No se equivocaron
y, como no deseaban abandonar el río, tuvieron que hacerse camino
a machetazos. Los juncos no eran tan difíciles de segar como el
155
La leyenda de Mundo Minor
sotobosque, por lo que avanzaron bastante rápido. Todo el rato,
mientras caminaban, mantenían una animada charla sobre la
perspectiva de escapar de la niebla, del regusto del agua y de las
otras cosas desagradables con las que habían tenido que lidiar desde
que habían dejado Vível. Los cantos volvieron. En el Jardín de Terra
Inkognita cantaban todos los días, pero en estos parajes sólo ahora
comenzaban a hacerlo, en el camino de regreso a Montesbarrera.
Ya cuando levantaron el campamento la primera noche pudieron
ver que la naturaleza de los juncos se había vuelto un poco menos
agresiva. La franja de juncos ya no era tan ancha ahora y era más
fácil despejarla según avanzaban. La calidad del agua también
mejoraba, como bien advertían los grupos de segadores cuando,
después de su turno despejando maleza, tenían que lavar su ropa y
bañarse en el río. Hasta el resabio se desvanecía. Estos cambios
positivos disponían en una buena dirección la mente de los
emocionantes y los llenaban del sosiego y la paz cuya existencia
habían olvidado por completo. Kreator advirtió que era como si
un manto... un velo estuviese a punto de desaparecer, permitiéndole
pensar con más claridad de la que hasta entonces le había sido
posible. Esto lo asustó un poco, pues significaba que él mismo, sin
saberlo, tampoco había gozado de sus plenas facultades. Sin duda,
eso les habría conducido a más contratiempos si se hubiesen
adentrado aún más en el bosque. Cada vez que Kreator pensaba en
Bosquesabara lo encontraba más irreal.... como un decorado, quizá
sea ésa la expresión más exacta. Sintió con claridad que el bosque
ocultaba algo... que deformaba sus contornos para encubrirlo. Por
supuesto... por eso resultaba imposible penetrar en la espesura y
solamente se podía seguir el curso del río, que conducía adentro,
muy adentro....¿a dónde? La pregunta se congeló en la conciencia
de Kreator y sólo palideció lentamente antes de esfumarse. Otra
cosa que hacía que el bosque se asemejase a un decorado era la
ausencia total de los sonidos de la naturaleza. No se le había
pasado por la cabeza antes, pero el bosque siempre había estado
156
La leyenda de Mundo Minor
sumido en un silencio de ultratumba. Incluso el agua viscosa había
sido incapaz de salpicar y chapotear con verdadero vigor.
Bosquesabara era en esencia una ilusión, nada menos que una
ilusión. Estas preguntas dejaron un pequeño estigma en la mente
de Kreator que le impidió aprehender el sueño hasta tarde.
Hacia el mediodía de la jornada siguiente, la Compañía llegó a
un lugar donde el brazo del río se escindía del curso principal y
allí detuvieron su marcha temporalmente. Como todavía no habían
salido de la niebla, pronto acordaron que no valía la pena
arriesgarse a alejarse de la ribera. Al igual que aquella vez que se
habían adentrado en la isla de matorral, fue Erg quien se ofreció
a ser el que atravesase el río sobre una balsa con una cuerda. La
balsa resultó una construcción relativamente plana fabricada con
varias capas de juncos trenzados y que sólo portaba a bordo lo
imprescindible. Como debía avanzar tan veloz como fuese posible,
la fabricaron con forma triangular y debía navegar con uno de los
lados planos hacia adelante. El lado oblicuo, que estaría vuelto
hacia la corriente, estaba dotado de una estera de juncos rígidos
y gruesos que, apilados, se elevaban unos dos metros sobre el nivel
del agua. Cuando la corriente del río empujase esa superficie, la
embarcación recibiría un impulso hacia la orilla opuesta. Además,
instalarían una vela para que el viento proveniente de
Bosquesabara ayudase a contrarrestar la deriva. La balsa se
introdujo en la niebla y antes de que pasase mucho tiempo Kreator
notó tres tirones rápidos en la cuerda que lo comunicaba con Erg.
Era la señal de que la cuerda estaba asegurada en la ribera opuesta.
Uno a uno los emocionantes cruzaron el brazo de río tirando por
el cabo. Kreator, que advirtió que el número de emocionantes se
había incrementado desde el recuento anterior, cruzó el último al
otro lado.
Durante varios días La Pequeña Compañía, que ya no era para nada
pequeña, siguió avanzando. No ocurrió nada especial, a no ser por
157
La leyenda de Mundo Minor
la niebla, que se disipaba sin prisa pero sin pausa, y por el sabor y
la consistencia del agua, que experimentaban cambios positivos.
(Vuelve a haber un vacío en las notas en que se basa esta crónica.
La próxima información que se ha podido obtener de los archivos
trata sobre la inspección del claro de “El Club”, que fue realizada
en el camino de regreso a Montesbarrera):
... y levantaron el campamento, tras lo cual Kreator y Erg
inspeccionaron el claro. Parecía el mismo. Los moldes de fundición
dañados todavía yacían donde los habían encontrado en el viaje de
ida y, entre otras cosas, había algunos que Kreator deseaba observar
más de cerca. Otro de los motivos eran las heridas y rasguños
provocados por los juncos, que requerían descanso y cuidados
debido a la quemazón, la inflamación y el dolor punzante.
Había muchos indicios de que habían arrojado los moldes contra
el suelo con mucha fuerza, pero debido a esa tierra tan suave
aparecían tiestos donde habían sido lanzados. El inconveniente
residía en que muchos moldes se habían hecho añicos encima de
otros. Laboriosamente, la Compañía se entregó a reunir los moldes, tiesto a tiesto.
Después de varios días de faena, habían reunido tantos moldes que
era posible hacerse una idea del fin para que habían servido. El
número de moldes recompuesto, enteros o en pedazos, comprendía
una escasa tercera parte del número de tiestos que había, pero
existían moldes para cosas de muy diversos tipos. La mayoría de
los moldes se habían empleado para fabricar diferentes
herramientas de hierro. Una parte de éstas se había fabricado
probablemente con miras a la construcción de “La fortaleza del
Club”, donde la Compañía se había topado con ellos de nuevo.
Había sierras, cotillos, hachas y cosas similares. También había
otras herramientas reconocibles, pero una parte era totalmente
158
La leyenda de Mundo Minor
desconocida para la Compañía. Un rasgo común era que se usaban
principalmente para cortar, punzar o perforar. La segunda clase de
moldes que más abundaba se había empleado para la fabricación
de armas, descubrimiento que provocó la repugnancia de Kreator.
Había cuchillas de todas clases y tamaños. Los moldes habían
servido para espadas, cuchillos, dagas, puntas de flecha, hojas de
venablo y mucho más. Todas estaban moldeadas del modo más
exquisito, con ricos adornos. Luego, encontraron moldes para
diversos útiles, tanto de hierro como de otros metales. Los últimos
moldes mostraban restos que hacían patente que las piedras rojas
y azules de la grava coloreada habían sido fundidas en ellos. Ambos
moldes semejaban máscaras como la que el Rey Ego llevaba puesta
cuando Kreator lo vio por última vez.
Todos los moldes portaban la firma del Rey Ego.
(Fragmento de “La elegía de
Kreator”)
Mientras el resto de los emocionantes gozaba de un bien merecido
un descanso, Kreator se sumió en profundos pensamientos y
contempló los moldes reunidos de forma provisoria. Se acordó del
día en que se había ocultado tras un matorral achaparrado mientras
los miembros de “El Club” clasificaban las piedras. Su
conversación, que había parecido del todo incomprensible,
comenzaba a adquirir sentido. Todo indicaba que el sentimiento de
comunidad que “El Club” había creado emanaba de los productos
materiales manufacturados, o mejor dicho, del objetivo al que esos
objetos servían. Pero cuál era, más específicamente, ese fin del
que se trataba, era una pregunta para la que Kreator no podía
anticipar una respuesta. Cavilaba con repugnancia en el malestar
que había sentido al mirar a través de la piedra azul que “El Club”
había olvidado a la orilla del río. Pues claro que Kreator sólo había
podido ver la máscara del Rey Ego en la distancia, dado que, gracias
159
La leyenda de Mundo Minor
a los moldes de fundición, comprobó que no había ningún agujero
para los ojos ni para otra cavidad. De ahí coligió que el Rey Ego
veía, respiraba y todo lo demás a través del filtro azul de la máscara.
Lo cual implicaba que debía de verlo todo desfigurado. Al mismo
tiempo, tenía que permanecer continuamente bajo el influjo
emocional de la máscara, arduo sufrimiento que Kreator no podía
entender que aguantase. Sólo de pensarlo se le ponía la piel de
gallina.
Cuando Kreator regresó al campamento, encontró a Erg ocupado
en vendarse una herida bien profunda que se había hecho en una
mano, mientras observaba pensativo los alrededores. Kreator se
sentó a su lado y entonces Erg giró la cabeza hacia él y le dijo que
creía saber cuál era el principio colectivo que mantenía unido a “El
Club”. Se sentaron en silencio un instante hasta que Kreator
preguntó cuál creía que era ese principio.
* ¡El “derecho” del más fuerte!
Sonó la respuesta sorda de Erg. Se miraron el uno al otro durante
un momento, entonces Kreator asintió y clavó los ojos en el suelo.
De camino al campamento, él mismo había tenido con regularidad
pensamientos similares, aunque había realizado el más tenaz de los
esfuerzos para ahuyentarlos. A Kreator le conmovía que su amigo
expresase esos pensamientos de forma tan directa y con tamaño
abatimiento en la voz. Debían reconocer que habían perdido a una
parte de los emocionantes, con toda probabilidad, para siempre, y
esta pérdida le dolía más a Kreator que todas las heridas que los
juncos le habían infligido. Erg fijó la vista en Kreator y lo vio
cansado y desmoronado. En el fondo no era de extrañar, pero a la
vez había algo más tras eso, pensaba Erg, sin poder precisar el qué.
El campamento se fue a dormir temprano. Erg, inmerso en sus
reflexiones, observaba la oscuridad creciente. No podía dormir a
160
La leyenda de Mundo Minor
pesar de estar cansado, pues cayó en la cuenta de la clase de
sensación que había experimentado al hablar con Kreator, un
sentimiento de despedida. Le resultó muy claro que su compañero
abandonaría la compañía un día, pero no para dispersarla, como
“El Club” había hecho, sino para reunirla de nuevo. Erg no
comprendía qué plan seguiría Kreator, pero confiaba plenamente
en él. Contempló a su amigo adormecido en la oscuridad, le envió
un pensamiento afectuoso y cayó por fin dormido.
El avance continuó más ligero a medida que la Compañía se
acercaba al Lago Vível, la niebla desaparecía gradualmente, la luz
se volvía más clara, el agua mejoraba y los ánimos se alzaban
firmes. Lo único que punzaba el corazón de Erg era Kreator, que
se había vuelto taciturno. Ya no parecía apesadumbrado, sólo daba
la impresión de estar mirando en su interior, como buscando algo
que hubiese desaparecido. El día que la Compañía alcanzó la orilla
del lago ya no sólo oía, sino que también veía, el Manantial Vível
y todos rompieron a cantar de forma espontánea. El único que no
cantaba era Kreator, que oteaba Montesbarrera con una expresión
resuelta en el rostro. El aspecto de Kreator paralizó el canto en los
labios de Erg.
La Compañía permaneció en la ribera del Lago Vível, en parte para
descansar y en parte para fabricar balsas, de modo que el último
tramo del viaje pudiese transcurrir por el río que terminaba en el
remolino a los pies de Montesbarrera. La construcción de las balsas
fue un juego de niños, puesto que casi se fabricaron solas entre las
afanosas manos de los emocionantes mientras jugaban, cantaban
y reían. Las balsas salieron más bonitas que nunca antes y todas
flotaban firmes y erguidas sobre el agua. Una vez terminada la
última balsa, acabaron enzarzados en un gran combate acuático.
Sólo Erg y Kreator se mantuvieron al margen. Antes de acostarse
por la noche, empacaron todo sobre las balsas para poder partir al
alba. Se había acordado en consejo navegar hasta avistar “El Gran
161
La leyenda de Mundo Minor
Matorral”, que estaba situado aproximadamente a medio camino
de Montesbarrera. Más tarde, harían el resto del trayecto en una
sola etapa. Al principio el la corriente discurría bastante moderada,
pero con tal de ir en la dirección correcta eso no preocupaba a nadie.
Cantaron, rieron y contaron chistes e historias. Según pasaba el
tiempo, la corriente adquiría vigor, pero nunca tanto que llegase a
ser desapacible. Sólo Kreator permanecía en completo silencio, más
callado cuanto más se aproximaban a “El Gran Matorral”. Mientras
navegaban, Erg lo observó. Estaba sentado en proa y daba la
impresión de aguardar algo.
(En este punto se nota la probable carencia de un fragmento de
texto).
Cuando el sol empezaba a hundirse, Kreator se levantó y empezó
a escrutar con los ojos entornados el lugar donde debía aparecer el
matorral. Tan pronto como las balsas atracaron, saltó a tierra y pidió
a Erg que se encargase de la organización del campamento, tras lo
cual se marchó. Asombrado, Erg lo vio desaparecer resuelto entre
los arbustos achaparrados y después volvió a sus quehaceres. Al
despertar del campamento la mañana siguiente, Kreator todavía no
había regresado. Volvió, pero ya casi entrada la noche. Tenía la
apariencia de estar más descansado que en mucho tiempo, pero su
rostro todavía denotaba angustia. Kreator colocó su bolsa en la
balsa; tenía trazas de ser pesada, lo que impulsó a Erg a preguntar
qué era lo que había recogido. Como respuesta, Kreator abrió la
bolsa y desparramó un montón de sacos más pequeños en la tierra
ante ellos. Uno de los saquitos aterrizó ante Erg y tres piedras de
un color verde claro rodaron fuera. Erg las juntó y admiró su
colorido en la menguada claridad, pero no le apeteció mirar al
trasluz. Los saquitos contenían los tipos de piedras en que consistía
la grava y en cada saquito había piedras de una misma tonalidad,
pero no había dos saquitos del mismo color. Tan pronto como Erg
hubo terminado de examinarlos, Kreator recogió todo, cerró la bolsa
162
La leyenda de Mundo Minor
y la colocó en la balsa en la que viajaba. A continuación, se dispuso
a arreglar algunos útiles que precisaban de una mano diestra.
Después de un rato en silencio, Kreator preguntó a Erg si le gustaba
estar en Terra Nova. Erg respondió que, en honor a la verdad, le
encantaría lo indecible regresar al Jardín. Otra vez se hizo el silencio
un instante hasta que Kreator retomó la palabra. Le contó que las
pesquisas que había efectuado demostraban claramente que “El
Club” estaba en vías de establecer un reino, como todos ya sabían,
pero ahora él también sabía el objeto exacto del reino. Su objetivo
era, en toda su cruel simpleza, dominar toda Terra Nova, vencer a
la Compañía y convertirlos a todos en obedientes esclavos bajo el
dominio del Rey Ego. Era incierto si más tarde intentarían extender
su poder hasta abarcar Terra Inkognita, o al menos “El Jardín Original” de donde habían partido, pero Kreator lo encontró bastante
probable. En resumidas cuentas, tendrían que hacer frente a que
desde ahora hubiese una fisura en la Compañía, los miembros de
“El Club” estaban perdidos, puesto que no deseaban volver.
Además, su dominio abarcaría un día toda Terra Nova...
probablemente más allá. Volvieron a permanecer callados un rato;
después, Erg preguntó si había algún modo de detener a “El Club”.
A esto Kreator respondió que “El Club” sólo entendía de poder y
que, por lo tanto, sólo podían detenerlo con poder. El problema era
que la Compañía desperdiciaría su oportunidad de crear un reino
sostenible de recurrir al poder sin antes poseer la necesaria sabiduría
para utilizarlo de un modo justo. El resultado serían dos “Clubes”,
que desencadenarían una guerra destructiva entre sí, con la
violencia, por causa de la violencia y del poder, como única fuerza
motriz. Esta matanza sin duda acabaría con el exterminio de todos.
La única salida era mantener a raya a “El Club” hasta que la
sabiduría hiciese su aparición.
Tras haber recapacitado un poco sobre las palabras de Kreator, Erg
le inquirió sobre lo que quería decir con aquello de “mantener a
163
La leyenda de Mundo Minor
‘El Club’ a raya”. Con esto, Kreator entendía que debían intentar
mantenerse fuera del alcance de “El Club”, regresando al otro lado
de Montesbarrera y continuando el trabajo en “El Jardín Original”
hasta que la sabiduría se manifestase. Entonces, Erg quiso saber
cómo reconocerían que estaban en posesión de la sabiduría cuando
eso ocurriese. A ello Kreator replicó que la sabiduría se daría a
conocer, pero sólo ante quien presentase una mente abierta y
predispuesta. Mientras los dos amigos hablaban había oscurecido
tanto que apenas se veían como siluetas, razón por la cual
resolvieron arrastrarse al lecho.
Al amanecer, Kreator reunió a los emocionantes en consejo. Les
contó la charla que había tenido con Erg la noche anterior. Cuando
se discutieron los diferentes aspectos en detalle, acordaron botar
las balsas y navegar sin detenerse hasta llegar a los pies de
Montesbarrera. Allí gozarían de reposo antes de escalar hasta la
Meseta de Erg. La marcha hasta la meseta se tenía que realizar en
una sola etapa, puesto que sería imposible levantar un campamento
en esa ladera. Además, les esperaba un largo viaje de descenso por
la otra falda. Atravesar las montañas por el río era demasiado
peligroso, así que tuvieron que descartar esta posibilidad. La partida
se efectuó con muy buen humor, un humor que rozó la euforia
cuando el perfil de Montesbarrera se recortó en el horizonte.
164
La leyenda de Mundo Minor
OCTAVA PARTE: PUNTO CRÍTICO
Donde ha acampado el ejército
crecen maleza y espinas.
(Chino antiguo)
El sol estaba a medio camino de las cumbres de Montesbarrera
cuando la hilera de balsas atracó a los pies de la cordillera. La
mañana había exhibido una belleza singular, con los colores más
espléndidos en los repechos de las cumbres. Como la subida les
exigiría dar todo de sí mismos, reposaron el resto del día. El
ascenso se iniciaría al alba.
Los emocionantes se complacieron en sentir la superficie mullida
de las montañas bajo los pies, por lo que la subida fue coser y
cantar. Pasado el mediodía, todos se reunieron en la Meseta de Erg,
donde disfrutaron de un leve rastro de la fragancia, traída por el
viento, de las plantas que, a pesar de todo, sobrevivían en Terra
Inkognita. Erg contempló, agradecido, la superficie desnuda con
rocas esparcidas aquí y allá mientras sus pensamientos comparaban
esa visión con Terra Nova. Era como si Terra Nova en comparación
resultase... artificial, falsa.... Erg se detuvo en sus pensamientos
para dar con la palabra que mejor expresaba las diferencias... ¡Sí!
Decorados. Terra Nova le recordaba sobre todo a un imponente
teatro lleno de decorados. También se dio cuenta de que esta
decoración se intensificaba a medida que se acercaban a
Bosquesabara.
Las observaciones de Erg se vieron interrumpidas por algo que se
movía en el horizonte, un poco a su izquierda. Al principio no pudo
ver de qué se trataba, pero poco a poco, se percató de que era una
nube de polvo de un tamaño demasiado reducido para tratarse de
una tormenta. Cuando Kreator se apercibió de otra polvareda en
165
La leyenda de Mundo Minor
una dirección diferente, averiguó de pronto qué pasaba. Las nubes
(ahora había ya seis o quizá siete) las levantaban unos jinetes,
innumerables jinetes. Paulatinamente, el horizonte se convirtió en
una enorme polvareda que se acercaba sin descanso. Asombrados,
Kreator y Erg se miraron, ninguno de ellos podía explicarse qué
podían estar haciendo TANTOS jinetes por allí. Con el catalejo
de Kreator, Erg vio que los primeros jinetes avanzaban, se
asentaban al otro lado del lago y comenzaban a descargar el
equipaje de sus monturas. Pocos minutos más tarde, la polvareda
los atrapó y los ocultó a los ojos de Erg.
Cuando la nube de polvo se disipó tiempo después, la superficie
de Terra Inkognita estaba cubierta por campamentos de unidades
militares en todas direcciones hasta donde abarcaba la vista. Cada
unidad estaba organizada en círculo en torno a una hoguera. Junto
a la hoguera se erguía un estandarte con el símbolo de la unidad
que indicaba de qué Mundo en cuestión provenía. Alrededor de
cada una hacía la ronda un determinado número de centinelas, de
modo que operaban como campamentos independientes. Entre
estos campamentos había una porción de tierra de nadie que los
separaba. Varias unidades tenían, además de caballos de carga,
potentes vehículos de transporte cargados con el equipo cubierto
con lonas. En el seno de cada una parecía que las tropas estaban
divididas en unidades menores, cada una con su propio uniforme
y equipo. Erg no podía ver con precisión con qué equipamiento
estaban dotados los subgrupos, por más que utilizase el catalejo
telescópico de Kreator, debido a la considerable distancia. Por lo
que podía atisbar que indicaban los estandartes desde esa distancia,
había unidades de la mayoría de los Mundi que conocía, de igual
manera que parecía que cada Mundo había desplegado varias de
ellas. Al caer la noche, las hogueras se multiplicaron por toda la
superficie de Terra Inkognita, rivalizando en fulgor con las estrellas
del firmamento. Según avanzaba la noche, las hogueras se
extinguían, una tras otra, salvo la hoguera de la unidad que estaba
166
La leyenda de Mundo Minor
acampada más cerca de la ribera de Lagolargo. Allí daba la
impresión de estar en marcha una actividad fabril durante toda la
noche, si bien la oscuridad impedía a Erg ver con qué se tomaban
tanta prisa. La mañana llegó más temprano de a lo que la Compañía
estaba acostumbrada mientras estaban en Terra Nova, pues
Montesbarrera ya no interceptaba la trayectoria de los rayos del
sol. La luz reveló los frutos de la ajetreada actividad nocturna y
Erg quedó fascinado, y más se inquietó, por la finalidad que podía
tener aquel despliegue de tropas. A lo largo de la orilla de Lagolargo
se sucedían una catapulta tras otra, hasta más allá de donde
alcanzaba la vista en ambas direcciones, todas apuntando hacia
Montesbarrera. Ahora se veía la finalidad de esa tierra de nadie
que separaba los campamentos de las diferentes unidades, que se
empleaba para que circulasen las carretas de bueyes en largas filas,
cargadas hasta los topes con rocas de notable tamaño. Su carga se
entregaba al lado derecho de la catapulta a la que llegaban,
dependiendo del camino escogido, tras lo cual regresaban por la
porción desocupada.
En los campamentos tras la línea de catapultas también tenía lugar una actividad frenética, aunque no podían ver con precisión
en qué se afanaban los hombres. Esta visión convenció finalmente
a Erg de que aquellas fuerzas habían sido enviadas para hacer
realidad la amenaza del Rey de Mundo Ambo, un pensamiento que
llevaba un rato torturando su mente. Sólo esperaba que no hubiesen
encontrado “El Jardín Original” antes de llegar allí.
Cuando se hubo apilado una impresionante montaña de rocas junto
a cada máquina, las tropas acometieron la faena de tensar los brazos
de las catapultas y llenar sus canastas. A una señal repentina que
ninguno de los emocionantes había oído o visto, todas las máquinas
lanzaron las rocas hacia el cielo en diferentes ángulos. O, como se
registró por escrito más tarde:
167
La leyenda de Mundo Minor
Un bloque golpeó la montaña un buen trecho por debajo de la
Meseta de Erg, pero lo bastante cerca como para que una lluvia
de polvo y guijarros cayese por sorpresa sobre la Compañía.
(fragmento de “Las memorias de Erg”)
Más tarde lo sucedido quedó registrado en un documento que desde
entonces se ha copiado repetidas veces. En consecuencia, se pueden
encontrar fragmentos en muchos Mundi diferentes. Con estos
fragmentos fue posible reconstruir el texto completo:
Un bloque golpeó Cimarresplandor y se rompió,
y acabó en tres pedazos en el lecho de Lagolargo.
Un bloque fue a parar a Lago Vível,
tan cerca del manantial que casi lo alcanza.
Otros bloques sacudieron las laderas de Montesbarrera,
tan cerca golpearon que crearon continuas cornisas rocosas
a diferentes alturas.
Varios bloques araron por doquier la meseta de Terra Nova,
donde acabaron por marchitarlo todo en muchos metros a la
redonda.
Un bloque se hundió en el río por el cual la Compañía había
navegado,
franqueando el Lago Vível, dividiendo su curso en dos.
Dos bloques chocaron en el aire,
lanzando una lluvia de piedras y polvo
que rodó por las faldas de Montesbarrera.
Un único bloque voló tan lejos que cayó en la espesura
168
La leyenda de Mundo Minor
de Bosquesabara, alertando así al Rey Ego y a su “Club”.
Se cargaron más catapultas, pero tanto
que quedaron destruidas por la explosión.
A pesar de ese masivo bombardeo nadie salió herido en la
meseta.
Pero el ataque echó raíces de miedo y de desconfianza...
profundas raíces.
(fragmento de “La elegía de Kreator”)
En otro lugar, se había conservado lo siguiente:
Kreator se volvió más silencioso.
Erg montó en cólera.
Los emocionantes quedaron desconcertados
El bombardeo fue masivo, pero no duró demasiado.
Presta avanzó la infantería desde los campamentos.
Los grupos que Erg pudo ver eran:
Tropas de ingenieros
Escaladores con cuerdas de ascensión
Arqueros
Infantes con ballestas
Infantes con jabalinas
Lanceros
Infantes con venablos
Incendiarios
Junto a otros que no pudo identificar
(fragmento de “Las memorias de Erg”)
169
La leyenda de Mundo Minor
Como una riada, la infantería avanzó desde los campamentos de
las unidades, cargada con pertrechos para todos los fines
imaginables. La primera en llegar a la orilla de Lagolargo fue la
tropa de ingenieros, que montó puentes flotantes para que el resto
pudiese continuar sin detenerse. Los siguientes fueron los
escaladores, con cuerdas de ascensión provistas de ganchos de
abordaje. Sirviéndose de esto, treparon hasta la cornisa más cercana
que había originado el bombardeo de las catapultas, afianzaron las
sogas y ayudaron al resto de grupos a subir mientras se encaramaban
a la próxima cornisa.
A medida que las unidades pugnaban por escalar las montañas, la
subida se hacía más empinada. Al final era tan escarpada que no
pudieron proseguir, puesto que no había más cornisas labradas por
el bombardeo de ese día. Como la noche estaba al caer, levantaron
los campamentos en las cornisas donde se encontraban y
encendieron fogatas. Por la noche no ocurrió nada, salvo por el
ajetreo de las carretas que, a la lumbre de las antorchas, portaban
nuevas rocas para las catapultas que todavía funcionaban.
La luz de la mañana mostró diversos huecos en la fila de catapultas.
Las unidades que habían manejado las máquinas averiadas las
estaban ahora desmontando, serrándolas en trozos y de ese modo
transformándolas en leña. Cargaron las máquinas restantes con
carretadas de rocas como el día anterior, mientras las unidades que
habían pasado la noche en las cornisas que el bombardeo precedente
había creado permanecían inactivas. Debido a la reducción de
catapultas, ese bombardeo no fue tan fuerte como el inicial, pero
la precisión había mejorado, puesto que las máquinas podían
apuntar mejor tras la corrección del tiro efectuada el día anterior.
Ahora se podía ver que seguían una pauta en la forma de disparar.
La táctica probablemente consistía en que un grupo de catapultas
se destinase a pulverizar la Meseta de Erg:
170
La leyenda de Mundo Minor
eran las máquinas que el día anterior
habían disparado sobre la cima de las
montañas
(fragmento de “La elegía de Kreator”)
mientras otro grupo disparaba para crear nuevas cornisas en la pared
rocosa por las que las unidades pudiesen trepar. Ninguno de los
bloques del primer grupo golpeó la meseta, pero atinaron tan cerca
que cubrieron la Meseta de Erg con una gruesa capa de rocas
trituradas. El otro grupo de catapultas excavó, en el curso de ese
día, más cornisas en la montaña, posibilitando que los equipos de
escaladores se hubiesen desplazado un gran trecho antes de la
noche. La intención, como era evidente, era que uno de los grupos
de máquinas aplastase a la Compañía, mientras el equipo de
escaladores se encargaba de los eventuales supervivientes.
¿Pero... por qué?
(fragmento de “La elegía de Kreator”)
(Que el bombardeo durase siete u ocho días depende de a qué
archivo de los Mundi se le otorgue un mayor peso. A ciencia cierta
se sabe que el bombardeo cesó cuando la última catapulta se averió.
Para entonces los equipos de escaladores habían ascendido un poco
más de la mitad de la ladera, pero desde ahí el paso estaba cortado).
Erg se arrodilló al borde de la meseta, justo después del amanecer,
y mientras estaba allí vio cómo la última catapulta se derrumbaba.
Cayó en pedazos tan pronto como las tropas enviaron un
cargamento. Como resultado, los bloques no adquirieron la
celeridad necesaria y llovieron sobre Lagolargo, que durante un
instante pareció bullir. Rebosante de alegría, Erg llamó al resto para
que lo viesen. Presenciaron aliviados cómo la unidad desarmaba
171
La leyenda de Mundo Minor
la ahora inofensiva arma. El alivio obedecía no solamente a la
certeza de que no les dispararían más, sino también a que los
escaladores no alcanzarían la desembocadura del río. La noche
anterior, él y Kreator habían expuesto la posibilidad de que un
equipo de escaladores hallase la cuerda que habían largado a través
de la catarata y se deslizase hasta Terra Nova por esa ruta. Las
unidades de escaladores, que ya no tenían esperanzas de alcanzar
los picos de Montesbarrera, comenzaron pronto el descenso. En la
tarde del segundo día se encontraban de nuevo al otro lado de
Lagolargo.
Como daba la impresión de que ese ejército acampado se retiraría,
la compañía dirigió su interés hacia la meseta. Todo era un caos de
polvo, piedras y rocas. El bloque más grande rodó hasta el borde
de la meseta más cercana y la Compañía lo empujó hacia abajo.
Con sus capas cosidas entre sí compusieron una lona en la que poder
aprisionar el viento que, a la caída del sol, subía la pendiente de
Montesbarrera por la vertiente de Terra Inkognita. De esta forma
podían barrer la arenisca de la meseta con ese viento que, de otro
modo, quedaría confinado entre los picos de la montaña. El
desescombro llevó tanto tiempo que se cernió la oscuridad antes
de haberlo terminado. Cuando luego quisieron desmontar el
atrapavientos provisional, atrajo su atención un círculo de luz al
otro lado de Lagolargo. El fulgor de la luz venía de un número de
grandes hogueras que se erigían unas junto a otras formando un
gran círculo. En medio de la circunferencia había un número mayor
de artesanos ocupados en algunos trabajos que, debido a su tamaño
y al hecho de que yacían montones de bloques de roca más
pequeños por todas partes, debía tratarse de una obra de ingeniería
de algún tipo. En la Compañía, la opinión predominante era que
se trataba de algún tipo de puesto de guardia desde donde poder
vigilar si la Compañía se dirigía de nuevo hacia Terra Inkognita.
El sol de la mañana reveló una obra ciertamente imponente. Las
172
La leyenda de Mundo Minor
faenas de la noche habían levantado un muro de apariencia circular
junto a la orilla del lago que parecía alcanzar la altura de dos
hombres. El muro estaba compuesto por bloques cortados de forma
cuadrangular excepto por el lado que daba al exterior, que estaba
tallado con forma arqueada para componer la curva de la
edificación. En ese momento había una pausa en la construcción,
puesto que los obreros circulaban en un carro tirado por una yunta
de bueyes del mismo tipo que los utilizados para transportar las
catapultas recogiendo los bloques remanentes. Cuando la carreta
se llenó, los bloques se descargaron en una pila en un extremo de
la edificación, después de lo que una centena escasa de hombres
se pusieron a cortarlos.
(Según una copia de un archivo de Mundo Ambo la cifra
ascendía a 97).
La construcción llevó tres días y medio y resultó en un edificio
cónico cuya superficie parecía casi un espejo en la distancia. Sólo
podían aventurar un cálculo aproximado del tamaño exacto del
cono, pero por equiparación con las personas que se movían en
torno, debía de ser bastante grande. Alrededor del edificio estaban
esparcidos los restos que habían sobrado de la talla, reunidos
creando un dibujo en forma de enorme flecha. La punta de la flecha
señalaba hacia el punto en la lejanía donde había aparecido la
primera nube de polvo a la llegada del ejército. Era la dirección de
Mundo Ambo.
La entrada al edificio era casi un portón que parecía bastante
grande; cuánto, no lo podían saber por el momento, puesto que
estaba orientado hacia la puesta de sol, lo cual viene a decir que
poco se podía ver.
Lo último que el equipo de construcción hizo fue arrastrar un
montón de cosas dentro del edificio desde un cúmulo situado a un
173
La leyenda de Mundo Minor
lado. Después, abandonaron el lugar en la dirección que indicaba
la flecha. La Compañía había renunciado a la idea de que la
construcción funcionase como residencia para observadores o algo
por el estilo, puesto que no poseía ventana alguna, pero dudaba a
la hora de aventurar para qué serviría. El Consejo decidió enviar a
un equipo al edificio para averiguarlo. El equipo de reconocimiento
estaba constituido por Erg y otros tres emocionantes, que debían
emprender el descenso al amanecer. La bajada se realizaría con
todas las cuerdas de que la Compañía disponía atadas entre sí. Con
su ayuda se descolgarían hasta el rellano más alto que habían
excavado en la roca las catapultas con sus disparos. Desde ahí
emprenderían el resto del descenso con ayuda de las cuerdas que
los equipos de avanzadilla habían abandonado. Recogerían estos
cabos al regreso.
Tan pronto como el sol envió un rayo escudriñador sobre el limbo
del horizonte, Erg se descolgó el primero. El acuerdo era que sólo
podía deslizarse por la cuerda un emocionante de cada vez, por
motivos de seguridad. También habían convenido que se reunirían
en la ultima cornisa antes de marchar el último tramo en fila de a
uno. Al inicio de la tarde del cuarto día estaban agrupados entre la
montaña y Lagolargo, listos para emprender la última etapa. En un
principio la intención había sido la de nadar hasta la otra orilla, pero
en la ribera había una balsa que aparentemente había sido
abandonada por los agresores. Erg quedó estupefacto al ver que
los equipos de avanzadilla... ¡habían cruzado el lago mediante un
puente flotante! Para sus adentros, Erg reconoció que tanto la balsa
como las cuerdas abandonadas parecían significar que querían que
ellos observasen más de cerca la edificación. La construcción
difícilmente podía tratarse de una celada... ¿o sí podía? Inseguros
y carcomidos por pensamientos aprensivos, los cuatro
emocionantes remaron sobre aquella pequeña masa de agua. El
edificio era grande. Erg estimó su altura en unos treinta y cinco
metros y el diámetro de su base en unos buenos cincuenta. La
174
La leyenda de Mundo Minor
entrada ni siquiera se podía calificar de portón, pues se trataba de
un corte abovedado del edificio cuyo anchura Erg midió en pasos.
La distancia entre los lados abiertos era de unos quince metros. El
aspecto espejado de la superficie se debía a que habían cortado y
luego pulido las rocas hasta dejarlas totalmente lisas y después las
habían lustrado hasta quedar relucientes. La cara interna era
también de un blanco resplandeciente, lo cual distribuía los rayos
del sol por todo el espacio interior de la construcción en forma de
una deliciosa luz difusa. Sólo les llevó un instante convencerse de
que era imposible que alguien se escondiese en esa obra, pues se
tenía una perspectiva de todo el espacio. Como Erg ya no se sentía
asustado por algo que pudiese aparecer en el edificio, se entregó
al goce de la sensación que le producía pisar de nuevo la arena de
Terra Inkognita. Dio una vuelta al edificio, apostó a los otros en su
perímetro y entró.
Dentro había casi tanta luz como fuera y ninguna sombra debido a
esa claridad difusa que llenaba todo el edificio y que facilitaba que
abarcase con la vista lo poco que contenía la habitación. A lo largo
del suelo, y sobre la abertura, corría un zócalo donde serpeaban
ramilletes de flores entre aves, elefantes y otros animales terrestres. El suelo era del mismo tipo de piedra que el edificio, sólo que
las losas eran triangulares con una longitud de 50 centímetros de
lado. Colgando del vértice de la construcción había un mecanismo
que en una primera impresión recordaba a un candelabro o a un
ancla de siete brazos. Al final de cada brazo descansaba una lente
que recogía la luz que reflejaban las paredes y la concentraba en el
centro del mecanismo. Ahí la luz era capturada por otras lentes,
tras lo cual los siete rayos, reunidos en uno solo, abandonaban el
centro del aparato. En ese lugar del suelo en el que confluían los
rayos, se erguía un abrupto pedestal cónico cuya parte superior era
de cristal. Bajo esa tapa yacía un pergamino. El rollo portaba tres
sellos lacrados y descansaba sobre un cojín de seda azul real. Erg
tomó el pergamino y devolvió la tapa cónica a su lugar. Después
175
La leyenda de Mundo Minor
de haber paseado la mirada por la habitación, abandonó el edificio
con paso apresurado. Fuera llamó a los otros emocionantes y les
preguntó si habían observado algo, pero todo estaba tranquilo.
Dejaron el lugar con el propósito de llegar tan alto en su ascenso
como fuese posible antes de que oscureciese. Sería imposible
escalar todo el camino, pero en todo caso debían pasar la noche en
una cornisa. Cuando la oscuridad se hubo recrudecido en exceso,
se arrebujaron en sus capas, se apretujaron para guarecerse del
viento e intentaron dormir. El frío y el sonido intermitente de
piedras que rodaban ladera abajo lo hacían difícil, pero conciliaron
parcialmente el sueño. La mañana clareó y con ella llegaron la luz
y el calor. La noche había sido fría, más fría de lo que Erg recordaba
de las noches en esa vertiente. Estaba aterido y por ello disfrutaba
de la luz del sol el doble de lo que solía. No pasó mucho tiempo
antes de que el astro subiese tan alto que los cuatro sintiesen el calor
de nuevo en sus venas. El ascenso fue fatigoso porque debían trepar y porque el sol los abrasaba. Todo esto, unido a que sólo eran
cuatro, les impedía cargar con todas las sogas que reunían por el
camino. Al completar una quinta parte de su recorrido guardaron
las cuerdas que habían recogido en un depósito, ya que uno de los
emocionantes había encontrado una cueva entre las rocas donde
poder esconderlas. No llegaron a la meseta hasta un poco antes de
la puesta de sol del sexto día. Entregaron el rollo de pergamino a
Kreator, quien rompió los sellos, carraspeó y empezó a leer en voz
alta:
OMNE IN OMNE
Vives en una casa con cinco cuartos,
tus ventanas se abren a la eternidad y al infinito.
En cada cuarto hay una puerta que lleva al siguiente
cuarto.
La puerta principal conduce al primer cuarto,
allí está oscuro.
176
La leyenda de Mundo Minor
Estás en el cuarto uno hasta que naces, lo que te conduce
raudo al cuarto
tres.
De camino allá atraviesas el cuarto dos,
pero no reparas en ello.
Por eso debes volver veloz al cuarto dos,
lo cual ocurre con esfuerzo.
Aquí permaneces hasta que el hambre te despierta,
a la sazón regresas.
Por primera vez estás presto para el cuarto tres, y te
despabilas.
Puedes ver.
El cuarto tres es uno que nosotros (tú y yo) conocemos.
Los árboles y las plantas florecen
y los tigres cazan.
Permaneces en el cuarto tres muchos años,
al menos trece.
Pero a veces vas al cuarto dos,
sobre todo por la noche.
El cuarto dos lo hemos visto todos,
pero nadie lo conoce.
Aquí los cuentos son reales,
pero no sólo los buenos.
El cuarto dos es efímero,
Es el reino “sagrado” de los sueños.
Al cuarto cuatro pocos acceden,
pues la puerta está cerrada y nadie posee la llave.
En el cuarto cuatro todas las cosas están por mitades
y cada mitad controla ambas.
177
La leyenda de Mundo Minor
Uno actúa como su propio esclavo,
otro piensa como su propio señor.
El cuarto cuatro es robusto como la piedra
y una morada de sabiduría.
El cuarto cinco es precioso como solo él puede serlo,
al cuarto cinco sólo acceden los sagaces.
En el cuarto cinco uno es todo
y todo es uno.
OMNE IN OMNE
(fragmento de “La elegía de Kreator”)
Se hizo un silencio reflexivo mientras Kreator enrollaba el
pergamino y se lo devolvía a Erg, que lo guardó bajo su capa.
Después de haber deambulado en círculos, meditabundo, durante
un momento, Kreator levantó la vista y preguntó a los
emocionantes si creían que era necesaria una contestación. Hubo
consenso, por lo que se decidió reunirse en consejo a la mañana
siguiente, tras lo cual se aviaron a sus camastros. El mensaje que
el grupo de Erg había portado contenía un increíble número de
matices. Por este motivo, no era un trabajo fácil elaborar una
respuesta satisfactoria, así que en eso emplearon el resto del día.
Por último, Kreator leyó en alto la respuesta y pidió la conformidad
de todos. La réplica fue aprobada y sonaba como sigue:
CASA
La mente de una persona es una casa
con infinitas puertas y trampillas.
Bajas, estrechas, angostas,
nada altas,
nada anchas.
Todas conducen al interior de la casa,
178
La leyenda de Mundo Minor
unas a lugares más vitales que otras.
El interior de la casa consiste en:
pasillos, vestíbulos, habitaciones, corredores, salas.
Por todas partes hay estanterías, nichos,
repletos de riquezas de las experiencias de la vida,
ordenadas, colocadas en su lugar.
A un lado de la casa se encuentra
un cobertizo destartalado,
construido sólo con los portones de la especulación.
Grandes, anchos, gigantescos.
El interior del cobertizo consiste en:
angostos pasillos,
ningún cuarto,
ninguna sala,
ningún vestíbulo.
Alrededor todo está desparramado:
pedazos de filosofía,
restos de prejuicios.
A menudo los pasillos están bloqueados
por la ignorancia
y la estrechez de miras.
El sagaz elige una entrada
adecuada a su tamaño
y penetra en la casa,
en ese lugar
él tiene su hogar.
179
La leyenda de Mundo Minor
El necio, por su parte, se lanza irreflexivo
de portón en portón
y se precipita a través
de los pasillos del cobertizo:
levanta remolinos de polvo
que le empañan la visión.
¡¡ALERTA!!
(fragmento de “La elegía de Kreator”)
Kreator enrolló el escrito y preguntó otra vez si estaban de acuerdo
con la redacción. Como todos estuvieron satisfechos, Kreator selló
el rollo en presencia del Consejo. Erg y su equipo se ofrecieron
ipso facto a transportar el rollo hasta el edificio la mañana siguiente,
iniciativa que fue aprobada.
Cuando Erg se despertó, el cielo sólo había adquirido una leve
tonalidad rojiza hacia el este. El aire era fresco a causa del viento
nocturno, pero Erg no tenía frío. Colmado de gozo, vio el sol subir
y difundir sus rojos, rosas y dorados haces de luz sobre la superficie
de Terra Inkognita. A medida que el sol se elevaba, el resto del
equipo de trepadores se despertaba y, antes de que el sol asomase
en el horizonte, estaban en camino. La bajada no tenía ningún
misterio porque ya habían hecho el viaje una vez, pero aún así les
llevó al menos tres días.
El sol había casi alcanzado su cenit cuando Erg contempló de nuevo
la entrada del edificio y los juegos de luz en el sistema de lentes
que colgaba del techo. A simple vista todo parecía estar como lo
habían dejado, sólo que el viento había amontonado pequeñas dunas
de polvo y arena, sobre todo al pie del pedestal donde habían
180
La leyenda de Mundo Minor
recogido el papiro enrollado. Para mayor seguridad, el equipo se
aproximó al edificio del mismo modo que la última vez, puesto que
los acontecimientos de los últimos tiempos habían vuelto inseguro
el estar a ese lado de Montesbarrera. Los emocionantes se colocaron
como la vez anterior, tras lo cual Erg penetró en el edificio con paso
firme. Agarraba el rollo en su sudorosa mano derecha. Con la
izquierda levantó el cono de cristal, depositó el rollo y deslizó el
cono en su lugar.
En el instante en que el cono encajó en su sitio el edificio tembló,
provocando que una costra de revoque se desconchase sobre la
mano de Erg. Antes de que Erg se hubiese repuesto del sobresalto,
uno de los otros emocionantes introdujo la cabeza y gritó que se
acercaba un jinete desde Mundo Ambo. A la salida del edificio,
Erg se detuvo lo suficiente como para ver una nube de polvo en la
dirección anunciada. Mientras Erg corría hacia la balsa que lo
esperaba, advirtió que la composición de piedras en forma de
flecha del edificio señalaba ahora la dirección contraria, hacia
Montesbarrera. Cuando el jinete desmontó de su caballo, ellos
habían ya alcanzado la primera cornisa. Desde allí lo vieron correr
dentro del edificio para salir un segundo después con el rollo en la
mano. Sin dirigir la mirada hacia las montañas, metió el rollo en
su alforja, montó en el caballo y desapareció por donde había
venido. Todos sus movimientos se sucedieron a una velocidad
frenética.
181
La leyenda de Mundo Minor
NOVENA PARTE: ASENTAMIENTO
Echa raíces, echa raíces e invoca
setenta desgracias sobre tu cabeza.
(Refrán indio)
Cuando Erg y el resto de emocionantes estuvieron de vuelta en la
Meseta de Erg, encontraron a Kreator inmerso en sus reflexiones.
Erg decidió dejarlo en paz y no molestarlo, puesto que podía
imaginarse muy bien a qué pensamientos estaría dando vueltas la
cabeza de su amigo. Comprendía que era una decisión complicada:
O bien
adentrarse en Terra Inkognita y
mantenerse ojo avizor frente a los
Mundi hostiles
O bien
manecer en Terra Nova y mantenerse
ojo avizor frente al Rey Ego y su corte.
.
(fragmento de “La elegía de Kreator”)
Erg no sabía qué era peor. Kreator sólo clavaba la mirada en las
llamas de la hoguera, salvo por el momento en que Erg arrojó más
madera. Entonces sus ojos se encontraron fugazmente. A Erg se le
antojaron los de un animal acosado. Finalmente, Kreator se puso
en pie, suspiró y llamó a Erg. Había encontrado una solución que
no era ideal, pero que desgraciadamente era la única posible. El
plan de Kreator exigía que esperasen hasta que la sabiduría se
mostrase en la Compañía, en tanto se quedaban en Terra Nova,
puesto que el Rey Ego era, de sus enemigos, del que mejor podían
defenderse. Para que la corte no los cogiese desprevenido, el plan
exigiría construir.... con carácter provisional... un Mundo. El mayor
problema radicaba claramente en que pasaría otra eternidad antes
182
La leyenda de Mundo Minor
de que viesen el Jardín que habían abandonado. Por lo tanto, el
Mundo debía fundarse con un jardín como centro, para que
pudiesen continuar sus experimentos de cultivo entre tanto. En torno
al jardín levantarían un muro alto y sólido, con las puertas y
ventanas necesarias, después erigirían muros como círculos
concéntricos hasta que el Mundo cubriese el área desde
Montesbarrera hasta Bosquesabara. En mitad del jardín quedaría
situado el Lago Vível. El Mundo se cubriría con un sólido techado
de las mismas piedras que los muros para protegerlos contra un
eventual nuevo ataque desde Terra Inkognita. A medida que las
obras avanzasen, unos muros transversales dividirían los círculos
concéntricos en habitaciones, según la necesidad. Una planificación
más pormenorizada se realizaría durante el curso de las obras.
Se sentaron un rato en silencio, pero Erg logró advertir que a su
amigo le rondaba algo más por la cabeza. Después de un momento,
Kreator dijo con un suspiro que se vería obligado a abandonar la
Compañía antes de que el Mundo estuviese terminado del todo. Erg
ya hacía tiempo que esperaba este comunicado, pero aún así lo
cogió desprevenido. Kreator no podía revelar lo que iba a hacer,
pero dijo que era necesario para crear unidad en la Compañía. Erg
asintió para sí, aceptó a regañadientes, pero no dijo nada. Era la
mañana del día siguiente. Kreator y Erg convocaron al resto de
emocionantes en consejo, donde Kreator expuso su plan. El plan
fue aprobado sin júbilo. Contrariamente a lo normal en la
construcción de un Mundo, éste estaba circunscrito al espacio de
que disponían. Por este motivo se nombró a la obra...
Mundo Minor
(fragmento de la “Elegía de Kreator”)
Para facilitar las obras, los emocionantes se distribuyeron en
diversos grupos de trabajo. Algunos amontonaban rocas, otros las
cortaban, otros las transportaban hasta el lugar donde en ese
183
La leyenda de Mundo Minor
momento se construía y ahí había otro grupo que se ocupaba de la
edificación.
El primer muro del Jardín y del Lago Vível contó con diez metros
de altura y la mitad de anchura. Con ese como plantilla se levantaron
los ulteriores, que se fueron cubriendo con un techado de piedra
de cinco metros de grosor. A medida que se creaba espacio bajo el
techo, se acondicionaban los talleres donde se desarrollarían
mejores herramientas, que acelerarían la progresión de los trabajos.
Los talleres producirían también utensilios para labrar la tierra en
el ya cercado jardín, que un grupo de trabajo se pondría a desbrozar:
Primero despejarían de juncos todo el perímetro del lago...
Entonces labrarían la tierra...
Después la dividirían en arriates...
Luego crearían senderos y veredas...
Al final colocarían setos y vallas.
(fragmento de “La elegía de Kreator”)
(A partir de este punto existen notables lagunas en la crónica sobre el momento en que cesaron las obras y fracasó La Unidad de la
Pequeña Compañía. No obstante, de los fragmentos existentes se
desprende un informe que relata, con gran fiabilidad, cómo la corte
del Rey Ego entró en Mundo Minor...):
... Erg se enderezó y miró el paisaje, llamó su atención un
movimiento en la niebla. A pesar de que estaba allí, en lo alto del
último muro en construcción, no le alcanzaba la vista más allá de
la pequeña llanura que todavía separaba, por poco tiempo, las obras
de la linde de Bosquesabara. Erg se concentró, pero no vio nada.
Después de haberse detenido un rato, reanudó su trabajo afianzando
la última piedra de la sección del techo... con la sensación de estar
184
La leyenda de Mundo Minor
siendo acechado. No pasó mucho tiempo antes de que Kreator
comenzase a volverse diáfano, señal de que iba a abandonarlos. Erg
había presenciado los cambios un día en la Sala del Consejo, cuando
vio la luz de una antorcha brillar a través del cuerpo de Kreator.
Tres días después, Kreator convocó un consejo en el que anunció
su inminente ausencia e invistió a Erg como Príncipe en su lugar.
Por la noche partió. Erg se irguió de nuevo, había algo... ¡alguien
se movía en la bruma!
* ¿Quién va en la niebla?
Levantó Erg su voz autoritaria hacia el lugar en la bruma donde
creía haberse producido el movimiento. En la niebla aumentó la
agitación hasta que se manifestaron algunas figuras imprecisas que
se acercaban.
* Sólo unas pocas almas atemorizadas.
Dijo una voz potente, aunque un tanto trémula. Erg reconoció de
inmediato... ¡¡la voz inconfundible del Rey Ego!! Erg fue víctima
de sentimientos contradictorios; había algo en la voz del Rey Ego
que lo extrañaba... sonaba como si el Rey Ego estuviese asustado.
* ¿Por qué has regresado?
Erg no dejó que su voz revelase sus sentimientos.
* Hemos viajado hasta muy lejos y visto mucho. Sabemos
lo que hay al otro lado del poderoso Bosquesabara y de
allí venimos huyendo.
La voz del Rey se extinguió. Erg se quedó en silencio un instante,
no estaba preparado para esa situación. Imaginaba improbable un
ataque con potentes armas, pero eso era... inesperado.
185
La leyenda de Mundo Minor
* ¿Qué hay tras Bosquesabara?
De inmediato, se arrepintió de haber formulado la pregunta, pero
no había forma de enmendarlo ahora. Tras un momento de pausa,
la voz del Rey sonó de nuevo:
* Detrás de la primera parte del bosque, aquella que habéis
visto, hay otra parte más extensa. Allí los árboles no son
tan frondosos como en la primera, así que se puede
deambular con libertad entre ellos. Las criaturas se
muestran sólo por la noche.
* ¿Pequeñas criaturas encorvadas con aspecto de reptil
y brillantes ojos rojos?
Le vinieron a la memoria las criaturas que habían alborotado el
campamento de La Pequeña Compañía en el camino de regreso
desde La Fortaleza de “El Club”.
* Sí, pero también otras.
Había un tono de franco asombro en la voz del Rey, como si no
diese crédito a que Erg pudiese saber algo de esas criaturas.
* Esas criaturas también viven en el primer bosque.
Informó Erg y pidió al rey que le contase más.
* El segundo bosque es más grande que el primero y cuanto
más se penetra en él, más criaturas animadas se
encuentran. A medida que uno se adentra en la espesura,
las criaturas se vuelven más grandes, más fuertes y... más
horrendas. Luchamos en muchas batallas y las vencimos
a todas, por eso llegamos al gran desierto. Allí no vive
186
La leyenda de Mundo Minor
ninguna de esas bestias que encontramos en el bosque,
pero está asolado por repentinos huracanes que braman
con una fuerza inimaginable. Después de ese desierto
llegamos al imperio del hielo y al palacio donde reside
el miedo. El miedo es una simple sombra, pero aquello
sobre lo que se cierne está irremediablemente perdido.
Rogamos protección.
La verborrea del rey fue disminuyendo hasta quedar en silencio.
* Levantad el campamento a los pies del muro; cuando nos
hayamos reunido os enviaremos recado de la decisión.
(Basado en fragmentos principalmente de “Las memorias
de Erg”).
Erg caminó aturdido junto al resto de La Pequeña Compañía, que
convocó prestamente en consejo. Los emocionantes expresaron
todos gran sorpresa por lo que el Príncipe Erg les contaba que había
sucedido en el techado del Mundo. Un grupo pretendía expulsar a
la corte del Rey Ego cuanto antes, otro opinaba que debían ser
admitidos al instante en la comunidad de emocionantes. Entre estos
dos extremos surgieron diferentes puntos de vista particulares. Al
término de todo resultó que concederían al Rey Ego y a su corte la
sección anular recientemente terminada que se iba a dedicar a
talleres y viviendas, tras lo cual se aislaría dicha sección del resto
del Mundo. De ese modo estarían protegidos de aquello de lo que
habían huido, a la vez que permanecerían incomunicados del
Príncipe Erg y La Pequeña Compañía.
El Rey Ego dio las gracias al Príncipe Erg cuando le anunció la
noticia; después él y la corte trasladaron inmediatamente su
equipaje al interior. El asentamiento del Rey Ego supuso un parón
en la ulterior ampliación del Mundo, pero no tenía mayor
187
La leyenda de Mundo Minor
importancia. Ya antes de la llegada de la corte del Rey estaba
planeado que ese anillo posiblemente fuese el último, e incluso sin
él había sobrado espacio.
Durante mucho tiempo los dos grupos vivieron separados, sin
inmutarse por la presencia del otro. En este período, los únicos
contactos consistían en la visita que el Príncipe Erg hacía cada tarde
al borde del tejado, al lugar que daba sobre la entrada al sector de
la corte del Rey, donde intercambiaban un par de palabras sobre
esto y lo otro. Ello cambió un día en que la corte preguntó si tenían
permiso para enseñarle lo que habían hecho en sus talleres. El
Príncipe Erg se lo permitió, tras lo cual expusieron un montón de
cosas en la hierba. Esa fue la primera vez que Erg tuvo la
oportunidad de ver los objetos de que hasta entonces sólo había
visto los moldes de fundición, aquella vez que, junto a Kreator, puso
el pie en el claro de “El Club”. La corte del Rey invitó al Príncipe
Erg a bajar a la hierba, pero él decidió quedarse en el techado. Una
a una le alargaron las herramientas, después de lo que recibió una
explicación sobre su utilidad. El Príncipe Erg admitió de buen grado
que se trataba de herramientas ingeniosas y bien manufacturadas.
Los elogios del Príncipe Erg impulsaron al Rey Ego a sugerirle que
tomase algunas herramientas, las que más le gustasen, para
repartirlas entre los emocionantes. El Príncipe Erg se lo agradeció,
escogió unas cuatro y se marchó.
Sin contarles de dónde había sacado las herramientas, el Príncipe
Erg pidió a los emocionantes que las probasen para averiguar si
funcionaban correctamente. En general todos estuvieron satisfechos
y los cambios que sugirieron eran insignificantes o meramente
estéticos. Los emocionantes que habían opinado que el Rey Ego y
su corte debían ser expulsados manifestaron ipso facto sus reparos
ante las herramientas cuando el Príncipe Erg los puso al corriente
de su procedencia. Aun así debían admitir que las herramientas
funcionaban para entera satisfacción de todos. Poco a poco, la corte
188
La leyenda de Mundo Minor
del Rey se convirtió en proveedora de todos los útiles para los fines
más corrientes. Pronto cayeron en la cuenta de que esas no eran
todas las herramientas que necesitaban. Los útiles para fines de
construcción de que se abastecían eran versiones robustas y
funcionales, pero las herramientas que los emocionantes usaban
en el mantenimiento de Mundo Minor y del jardín tenían que
fabricarlas ellos mismos. La corte del Rey no comprendía los
principios con los que se debían construir estas herramientas. Como
pago por ellas, la corte del Rey obtenía lo que necesitaba del Jardín
de Mundo Minor y de sus talleres. Según pasaba el tiempo,
prosperaba una relación recíproca, casi de cordialidad, entre la corte
del Rey y los habitantes de Mundo Minor.
(No ha sido posible estimar el lapso transcurrido antes de que los
acontecimientos se disparasen, pero queda fuera de cualquier duda
razonable que pasó relativamente mucho tiempo. Por lo demás, es
posible que se hayan perdido ciertos hechos, ya que la última parte
del relato, como hemos citado anteriormente, está basada principalmente en fragmentos):
El Príncipe Erg llevaba mucho tiempo sintiéndose inseguro en
algunas partes de Mundo Minor sin saber la razón. Era como si estas
áreas remotas estuviesen a punto de desprenderse del resto del
Mundo. Esta sensación le recordó a una que había tenido poco
tiempo antes de hallar a la corte del Rey, mientras trabajaba en el
techado de Mundo Minor. Lo primero que hizo al respecto fue
enviar un equipo de restauración a estas áreas para controlar que
no hubiese ninguna fisura en el techo, el suelo o las paredes. El
equipo de restauración encontró una grieta, que arregló sin que por
ello desapareciese esa sensación de la mente del Príncipe. Un día,
de pronto, se puso de manifiesto que la inquietud del Príncipe no
había sido infundada. Estaba en aquella zona en la que por primera
vez había sentido esa aprensión venírsele encima. Mientras el
Príncipe Erg se afanaba en acabar una tarea, se derrumbó un trozo
189
La leyenda de Mundo Minor
de pared. La pared separaba ese lugar donde él se encontraba de la
zona que habían concedido a la corte del Rey. Debido a ese
imprevisto acaecido, y a que el Príncipe yacía semienterrado bajo
las piedras derrumbadas, no pudo defenderse contra las ocho
figuras que se abalanzaron sobre él. Le pusieron los hierros y se lo
llevaron.
Aquellos que hicieron desaparecer al Príncipe Erg fueron:
Rey Ego
Egofiliam
Foboy
Thhorybon
Akathastatos
Epithymhiai
Aythadeis
Fosfagus
De acuerdo con los nombres que ellos mismos adoptaron.
(fragmento de “Las memorias de Erg”)
La desaparición del Príncipe creó una gran confusión en las filas
de emocionantes, una confusión que empeoró cuando también
algunos de los propios emocionantes desaparecieron poco después.
Todos ellos pertenecían al grupo que había deseado que la corte
del Rey fuese expulsada de inmediato. Esta confusión empeoró
mucho y cuando casi rozaba el caos total, el Rey Ego hizo su
aparición. Convocó un consejo y sugirió organizar una búsqueda,
si los emocionantes así lo deseaban. En el desconcierto general, la
mayoría olvidó que el Rey Ego no podía entrar en Mundo Minor y
convocar un consejo. Los pocos que protestaron se perdieron en la
muchedumbre y se desvanecieron en seguida.
190
La leyenda de Mundo Minor
Secundado por Egofiliam, que hacía de consejero, el Rey Ego
organizó equipos de búsqueda, a cada uno de los cuales se asignó
una zona de exploración dentro de Mundo Minor. Estos equipos
se denominaron en conjunto “Ejército del Rey Ego”. Poco a poco,
todos los emocionantes críticos y reacios desaparecieron, y con
ellos la mayoría de los que se habían ocupado del mantenimiento
y la restauración de Mundo Minor. Al mismo tiempo, se había
depositado una calma incierta sobre los que quedaban, una forma
de equilibrio inestable. Después de algún tiempo el Jardín en medio de Mundo Minor empezó a llenarse de maleza, puesto que los
equipos de trabajo que habían desempeñado aquella tarea habían
perdido gran parte de su personal. La Sala del Consejo comenzó
asimismo a deteriorarse hasta quedar inservible. Por ello, la Corte
se mudó a la siguiente estancia, donde el deterioro no era tan
preponderante... todavía. Este cuarto empezó del mismo modo a
deteriorarse, razón por la cual se vieron obligados a mudarse otra
vez... y otra vez.
Desde entonces el deterioro persigue a la Corte del Rey Ego
de habitación en habitación
de Mundo Minor.
(fragmento de “La elegía de Kreator”)
191
La leyenda de Mundo Minor
192
La leyenda de Mundo Minor
193
La leyenda de Mundo Minor
LIBRO TERCERO
El segundo viaje de Sum
Aprende de libros nuevos, pero de viejos maestros.
(Refrán turco)
194
La leyenda de Mundo Minor
CAPÍTULO 1
El miedo tiene los ojos grandes.
(Proverbio ruso)
Lentamente, el Rey Sum El Único cerró El Libro de Mundo Minor
y lo depositó sobre la mesa. Sumido en profundos pensamientos,
miró en torno a La Sala de Estudio Real, al tiempo que dejaba que
toda aquella nueva información se cimentase en su mente. Era como
si aquella hasta entonces bien conocida cámara hubiese cambiado
un poco, como si algo se hubiese movido en su interior. Mientras
se estaba recobrando, la reina Sophia entró. Su visión y el crujir de
su vestido de seda blanca lo hicieron sonreír.
* No has venido a la cama en toda la noche.
Constató ella, al tiempo que le devolvía la sonrisa.
* ¡Anda...! Pues no.
Sum posó la vista en el libro sobre la mesa. Estuvieron un rato en
silencio antes de que Sophia tomase la palabra, un tanto vacilante:
* ¿Ya lo has terminado?
Una hermosa uña recién esmaltada señaló el libro.
* No... o sea sí, lo he leído... pero no he terminado con él.
* Sé lo que quieres decir.
Sophia llamó con una seña a un sirviente apostado en la sombra y
le dio una orden. Un segundo después, entró un pequeño ejército
de sirvientes con lo que resultó ser un delicioso y reconfortante
195
La leyenda de Mundo Minor
desayuno. Sum y Sophia comieron sin decir gran cosa, tan sólo
algunas trivialidades. Sum sentía que no podía discutir lo que había
leído en El Libro de Mundo Minor mientras los emocionantes que
los servían estuviesen tras sus sillas. Pero una vez se hubieron
retirado, fijó sus ojos en el volumen y preguntó:
* ¿Lo has leído... el libro?
* Lo he escrito yo.
No dejaba de sonreír. Tuvo que pasar una breve instante antes de
que Sum se diese cuenta de lo que ella acababa de decir.
* ¿Que tú...? ¿...lo has...? ¿...escrito?
Sum, por decirlo suavemente, estaba desconcertado.
* He recogido la información de todas las fuentes
disponibles y la he puesto por escrito, sólo que no había
habido nadie a quien pudiese entregársela antes de que
tú te despertases.
* ¿Cómo que “me despertase”?
* Pues eso, que te dieses cuenta de qué significaba lo que
habías encontrado. Tenías que haber visto cuánto miedo
tenía el Rey Ego mientras vagabas por los pasadizos del
Mundo.
Terminó con una corta risa burbujeante ante el pensamiento del rey
aterrorizado.
* ¿Que el Rey Ego tenía miedo? ¿De qué?
* Tenía miedo de que encontrases el lugar donde el Príncipe
Erg estaba prisionero, porque cuando lo liberases la
monarquía legítima sería una realidad y contra el rey
legítimo no podrían prevalecer.
196
La leyenda de Mundo Minor
* Eeeehhh... ¿el rey legítimo?
Algo comenzaba a tomar forma, lentamente, en el subconsciente
de Sum.
* Es decir, que ¿la monarquía de la que habla el libro es la
que reina ahora en Mundo Minor...? ¿Mi monarquía?
Sum sintió como si acabase de abrirse un abismo bajo sus pies,
aunque también, y al mismo tiempo, lo inundó una singular y
agradable calidez.
* Exactamente.
El silencio se asentó sobre el robusto mobiliario de roble, mientras
Sum se recostaba y se sumía en una honda meditación. Todavía no
se le había ocurrido nunca que existiese una relación tan directa
entre el texto del libro y su propia realidad. Esta idea dio
inmediatamente lugar a otra: si el relato que hacía el libro de su
reinado era real, ¡¡tal vez el relato sobre los mundi fuera de Mundo
Minor lo fuese también!! Allí, circundando Mundo Minor, se
extendían Bosquesabara y Terra Nova; más allá de Montesbarrera
también había otro territorio... Terra Inkognita. Además, en Terra
Inkognita se erguían un sinnúmero de otros mundi. Esta expansión
de su imagen del universo casi lo dejó sin aliento.
* ¿Dónde están ahora los barones?
* Supongo que habrán regresado a lo que es el resto de su
reino, Terra Nova.
* Entonces, ¿estamos sitiados?
* Pues sí...
De nuevo permanecieron sentados en silencio un largo rato, los
pensamientos de Sum completamente inmersos en estos nuevos y
197
La leyenda de Mundo Minor
fantásticos descubrimientos. Al mismo tiempo, una decisión
comenzaba a delinearse en su interior. Que él recordase, Mundo
Minor había sido siempre todo su universo. Pero en un instante se
había convertido en un mundo entre otros mundi, en uno de los más
pequeños, además. La idea era increíble. Quería encontrar el camino
al exterior, descubrir esos otros lugares y conocerlos. Lo más lógico
parecía ser hallar el camino que conducía hacia el anillo más externo
para adentrarse desde allí en Terra Nova. Sin embargo, Sum
desestimó esta posibilidad de inmediato por varias razones. Ante
todo, porque no conocía esas regiones y, después, porque no estaba
seguro de que fuese capaz de defenderse de los eventuales ataques
de los barones. Lo más seguro sería, probablemente, viajar hasta
el borde del Mundo por el techo. El Rey Sum El Único decidió
comenzar la planificación ese mismo día para poder partir cuanto
antes. Cuando Sum miró a su alrededor estaba solo en La Sala de
Estudio.
Los preparativos para el viaje del Rey Sum El Único hasta el
extremo del Mundo duraron varios días. En los talleres de Mundo
Minor los emocionantes habían fabricado un carruaje cuya mayor
ventaja era que se podía desmontar. Eso posibilitó su transporte
hasta el techo del Mundo pieza a pieza, para finalmente ser
ensamblado allí. Cuando el vehículo estuvo listo, Sum fue a buscar
a la Reina Sophia a sus aposentos para invitarla al viaje. Se quedó
callada un instante y luego respondió:
* Desgraciadamente, eso no es posible.
* ¿Por qué no?
Sin saber la razón, Sum sintió que se le encogía desagradablemente
el estómago.
* No puedo salir de Mundo Minor, es mi mundo.
* Sí, pero, ¿por qué no? El techo es parte del Mundo.
198
La leyenda de Mundo Minor
Sum percibió que un sentimiento de impotencia se colaba a
hurtadillas en su interior.
* Los barones todavía nos acechan. Si nos capturan a
ambos, el Mundo no se librará de ellos una segunda vez.
Si vas solo y te vencen, sólo yo podré... a lo mejor... salvarte.
* ¿Salvarme...? Pero... ya he demostrado que puedo
vencerlos, ¿no?
* Has demostrado sobradamente que puedes vencer a uno
de cada vez. Ahora te atacarán en grupo, en el mismísimo
instante en que pongas un pie en Terra Nova.
* Pero... no me pueden tocar mientras permanezca sobre el
techo del Mundo, ¿verdad?
* No, el techo es una parte de Mundo Minor y tú lo has
rescatado.
A pesar de todas estas revelaciones, la intranquilidad del estómago
de Sum se apaciguó. Ahora sabía que podía satisfacer su curiosidad
de forma relativamente segura. Su inexplicable ansiedad ya casi lo
había abandonado.
Algunos días más tarde, el Rey Sum El Único se encontraba junto
al portón que conducía al Jardín Vível, dispuesto a partir. Más allá
de la puerta se había montado una polea. Con ella se habían subido
al techo las piezas del carruaje, los víveres y el resto del equipo.
Lo único que faltaba, además de Sum, era un magnífico caballo
negro que había estado pastando pacíficamente en las
inmediaciones. Lo subieron y lo engancharon al carruaje. Éste tenía
alrededor de un metro de ancho, unos dos metros y medio de largo,
era rectangular como una caja y tenía dos ruedas en la parte
posterior. A ambos lados se abría un portillo deslizante, de modo
que se podía acceder al interior del carruaje fácil y rápidamente.
199
La leyenda de Mundo Minor
En la parte trasera, y también en la superior, se colocaron leños para
hacer hogueras y balas de heno para el caballo, mientras que los
víveres de Sum se encontraban en la “caja” del carro. En la parte
delantera había un sillón bien acolchado cuyos brazos se habían
alargado hasta convertirse en los pértigos a los que se enganchaban
los arreos del caballo.
Gracias a la información de El Libro de Mundo Minor, Sum había
determinado en qué dirección se hallaba Montesbarrera y hacia allí
se dirigió acompañado de un tiempo apacible. La superficie del
techo estaba desgastada por la erosión del clima, de modo que ahora
semejaba un pavimento llano. Allí arriba soplaba más viento de a
lo que él estaba acostumbrado en sus expediciones al Jardín Vível,
pero no era un viento frío, ni desagradable en modo alguno. No
había viajado mucho tiempo cuando perdió de vista el lugar del
que había salido. A partir de ahí, sólo se extendía un pavimento de
piedra en todas direcciones y hasta donde alcanzaba la vista. A
intervalos regulares, hacía cálculos con una brújula que llevaba
consigo, dado que el “paisaje” no ofrecía puntos de referencia de
ninguna clase. Cuando comenzó a oscurecer, Sum se detuvo. Dio
heno al caballo, hizo una pequeña hoguera y luego se puso a cocinar.
A medida que la oscuridad se volvía más densa iba percibiendo el
silencio absoluto que lo rodeaba. Los únicos sonidos provenían de
él y de su caballo. No oía ninguno de los pequeños ruidos constantes a los que él estaba acostumbrado. Según el aire se iba
enfriando, también se dio cuenta de que el techo irradiaba cierta
cantidad de calor. De hecho, el calor irradiado era tan fuerte que
Sum pudo acostarse a dormir directamente sobre el techo, sólo con
una manta sobre él. Llegó la mañana y con ella la luz del sol. Tan
pronto como la luz alcanzó a Sum, éste se desperezó y se sentó. A
pesar de haber pasado la noche sobre el suelo, había dormido bien
y se sentía descansado, fresco y preparado para un nuevo día. Desde
la parte superior del carruaje, oteaba su destino, pero el borde del
techo se escondía tras el centelleo del horizonte.
200
La leyenda de Mundo Minor
Oscureció de nuevo. Cuando Sum montó su campamento, notó un
suave aroma a hierba y flores. Estaba sentado de tal forma que le
llegaba una brisa proveniente de su destino, ya que, como estaba
de espaldas a su carruaje, el olor no podía provenir del heno del
caballo. Al mismo tiempo, Sum percibió que el olor era totalmente
distinto al de la hierba del Jardín Vível. Por razones que Sum no
llegaba a entender, el olor le resultaba inquietante. Se giró y
escudriñó la oscuridad, que ya era bastante densa. No podía estar
muy lejos de su objetivo.
Sum se despertó antes de que lo alcanzase la luz del sol. La
intranquilidad que los olores extraños habían provocado en él
todavía permanecía. Tan pronto como salió el sol, Sum pudo
vislumbrar el borde del techo. La distancia era difícil de determinar,
pero al menos podía verlo. De repente, un acentuado nerviosismo
le hizo recoger el campamento y recorrer el último trecho. El borde
del techo estaba más lejos de lo que Sum había creído en un
principio, aunque lo bastante cerca como para alcanzarlo en media hora. Paró el carro a unos cinco o seis metros del borde para
recorrer a pie el resto del camino. Desde donde se hallaba, Sum
pudo contemplar un área de pradera chamuscada cuya monotonía
sólo se veía interrumpida por pedruscos diseminados, pequeños
arbustos y algunas matas de flores rojas poco vistosas. De huellas
de animales, ni rastro había. A unos doscientos metros del muro
del Mundo la llanura daba paso a un peñasco negro que se elevaba
sobre la cabeza de Sum.
Eso era... eso tenía que ser... ¡Montesbarrera!
(Fragmento de “Elegía de Kreator”)
Había algo en el horizonte, a su derecha, que le llamó la atención.
Era como un destello entre el peñasco y el muro del Mundo. Podría
ser agua, o más bien parecía el remolino sobre el que Sum había
leído en El Libro de Mundo Minor. El repentino deseo de ver una
201
La leyenda de Mundo Minor
parte de este río, que había tenido un significado tan importante
en la historia del Mundo, se apoderó totalmente de Sum. Partió
hacia el centelleo que se veía en lontananza. El río era ancho, pero
su aspecto era extraño. Brotaba de una abertura enrejada en el muro
del Mundo, de la que sólo sobresalían veinte o treinta centímetros
por encima del agua. Desde esta abertura, el río desaparecía en un
remolino enorme, unos cien metros más adelante. El remolino era
casi silencioso, sólo de vez en cuando emitía algún sonido
succionante o un gorgoteo. Salvo por esto, el silencio era absoluto,
un silencio antinatural, le pareció a Sum. Le daba la sensación de
que el paisaje estaba aguardando algo, de que se palpaba una
especie de tensa expectación. Tras haber contemplado el remolino
durante un rato, Sum dejó que su mirada resbalase por las faldas
de la cordillera. El Sol estaba alto en el cielo y despedía rayos que
se desplomaban por la pendiente negra y escarpada. Donde se
reflejaban contra la roca, la ladera de la montaña relumbraba como
una explosión silenciosa de relámpagos multicolores. Todas las
tonalidades que conocía estaban representadas, junto con otras que
nunca había visto antes. La vista creó en él una necesidad
irresistible de tocar aquellas rocas. Sum se aproximó al borde hasta
que la punta de sus botas sobresalía unos centímetros. De repente
fue consciente de sí mismo. Tanto lo había atraído la visión que
había estado a punto de saltar el borde. Confuso y un poco asustado,
recorrió los pocos metros que lo separaban de su carruaje. El
silencio seguía presente a su alrededor, tan sólo parecía haber
cambiado un poco. Sum sintió que ahora había una débil, aunque
evidente, impaciencia latente en él. Lo asombró también que no
viese a ninguno de los Barones de los Emocionantes ahora que
estaba en la frontera de su territorio. Sum no dudó ni un instante
de que estuvieran en las cercanías, de igual forma que estaba seguro
de que eran sus sentimientos y sus pensamientos los que podía
percibir en el silencio. Habían sido ellos quienes habían intentado
atraerlo a cruzar el borde, a su esfera de poder. La conciencia de
que casi había sido seducido a entrar en un mundo hostil era más
202
La leyenda de Mundo Minor
intimidante de lo que había esperado. Se sentó un rato lejos del
borde del techo y de repente se percató de algo. Aquella tentación,
latente si bien intensa, la había experimentado ya antes. Aquella
astucia, aquella insinuación aduladora... todo eso le recordaba a...
* Egofiliam.
Inconscientemente, dijo la última palabra en voz alta, tan alta que
casi era un grito.
* Sííííí... baja aquí, conmigo.
La voz, susurrante pero clara, provenía de algún lugar frente al muro
del Mundo, pero sin que su dueño se dejase ver.
* ¿Dónde estás?
Sum preguntó sobre todo a causa de la sorpresa de haber vuelto a
oír esa voz, que él en, su subconsciente, había creído (esperado)
no oír nunca más. No recibió respuesta. Pudo sentir claramente que
estaban presentes otros, aparte de Egofiliam, que mostraban una
actitud hostil hacia él. Decidió comer algo y pernoctar allí, al borde
del Mundo. Mientras estaba sentado comiendo, percibió las
disposiciones de ánimo que predominaban entre los barones. Quería
tener una idea de cómo funcionaba el “reino” que habían fundado.
Había leído acerca de ello en El Libro de Mundo Minor, sobre los
errores en el modo en que se había implantado y su desgobierno
en Mundo Minor. Él, por su parte, había sido víctima de su opresión
cuando detentaban el poder, de modo que ahora quería saber cómo
habían influido en ellos la caída y el colapso del reino.
Los Barones Destronados centraban gran parte de su atención en
Sum, pero al mismo tiempo empleaban una parte descomunal de
su energía en mantener a los demás barones en jaque. Por lo gene203
La leyenda de Mundo Minor
ral, su hostilidad se limitaba a exclamaciones acaloradas de
naturaleza puramente personal, caracterizadas por una gran
confusión y carencia de autodominio. Muchas veces degeneraron
estas conductas en desmanes violentos, en los que dos o más
atacaban a uno. Al principio no parecía que hubiese ninguna
recurrencia en estos ataques, pero poco a poco fueron surgiendo
asuntos que parecían tener un “pasado”. Cuando uno de tales
asuntos emergía, la situación adquiría el carácter de una pelea entre hienas. A veces se entregaban tan intensamente a ello que incluso
se olvidaban de Sum. El único vínculo que compartían parecía ser
las efímeras alianzas que formaban entre sí para sus ataques. Como
la descripción aviesa que un escritor de historias de terror haría de
una jauría de licántropos. Hubo un momento en que los ataques,
cada vez más amargos, se volvieron tan cómicos, que Sum empezó
a reír. Este sonido hizo que los combatientes volviesen de inmediato
su atención hacia él. Sus disparates y sus disputas se interrumpieron
abruptamente. En su lugar, aparecieron ocho figuras débiles y
borrosas por debajo del Mundo. Seis de ellas formaban un
semicírculo, separadas por la longitud de un brazo. Frente a éstas
estaba Egofiliam y por detrás el Rey Ego. Durante un largo rato,
Sum y los Barones Destronados se contemplaron en un tenso
silencio. La apariencia de los barones se fue haciendo cada vez más
clara. Sus rasgos le parecieron a Sum aún más repulsivos de lo que
recordaba. Eran más miserables de lo que lo habían sido nunca,
pero, al tiempo, parecían más... brutales, obtusos, rudos... algo
repugnante que Sum no podía describir con ninguna de las palabras
que conocía. Se percató de que las figuras habían comenzado a
moverse hacia el Mundo. Como un acto reflejo, replegó las piernas. Durante un segundo especuló incluso si no se les ocurriría trepar hasta el techo del Mundo, pero rechazó la idea. Habían luchado
y sido derrotados en combate singular, en otras palabras, su poder
en y sobre Mundo Minor se había desvanecido.
Las figuras se reunieron bajo el muro, extendiendo sus brazos largos
204
La leyenda de Mundo Minor
y esqueléticos hacia él. En el fulgor frío y azulado de sus ojos, Sum
vio que sus angulosos dedos depositaban escarcha sobre las piedras
del muro. Sólo el Rey Ego se quedó donde estaba. El resplandor
azul claro de su máscara se dirigió directamente hacia Sum,
mientras su voz ronca salmodiaba:
* Vennnn... baja con nosotrossss... sííí, vennnn... sé uno de
nosotrosssss... vennn... síííí... vennnn...
El sonido de la voz del Rey Ego le provocó náuseas. Lo que más
deseaba en el mundo era... huir... sí, huir era la palabra exacta.
Aquellas criaturas, aquellas... parodias de un ser vivo, hicieron que
todo en él se convulsionase. Eran no-existencias. La repugnancia
de Sum se hizo tan intensa que estuvo a punto de vomitar.
El Rey Sum El Único huyó como un perro apaleado. Saltó al
carruaje y dejó que el caballo corriese a toda la velocidad que
pudiese. Durante mucho tiempo, pudo escuchar el sonido
aterrorizante y áspero de la llamada del Rey Ego. Sum sólo hizo
una pausa cuando fue necesario, por consideración con el caballo.
Mientras éste comía, él se quedó mirando el camino que dejaba
atrás. De vez en cuando, Sum creía ver moverse algo. Cuando eso
pasaba, se le hacía un nudo en la garganta, su estómago daba
volteretas y le flaqueaban las rodillas. Sum pensaba sinceramente
que iba a morirse de miedo.
205
La leyenda de Mundo Minor
CAPÍTULO 2
Más vale maña que fuerza.
(Proverbio árabe)
La Reina Sophia recibió al profundamente conmovido Rey Sum
sin dejar entrever sus sentimientos. Este hecho no lo sorprendió.
Poco a poco, se había acostumbrado a que Sophia no se dejase
perturbar por nada. Al contrario, parecía estar al tanto de todo de
antemano. Se aseguró de dar todas las disposiciones necesarias a
los emocionantes encargados de cuidar al caballo, dio órdenes de
preparar un baño caliente para Sum y una comida en La Sala de
Estudio. Sum estaba muy contento de no tener que tomar ninguna
decisión. Sentía que algo se había desgarrado en su interior, algo
que no sabía muy bien qué era. Mientras estaba solo, sumergido
en el agua caliente, tuvo el sentimiento aplastante de estar
encerrado. Verdaderamente, se dio cuenta de que Mundo Minor
estaba bajo asedio. No sabía qué pasaría si los barones lo
capturasen, pero sin duda alguna no sería agradable caer en sus
garras. Tal vez se volviese como ellos... sí, estaba convencido de
que se volvería como ellos. Si esto sucediese, Mundo Minor caería
y todos serían siervos del Rey Ego... pero esta vez, sin esperanza
de liberación. La idea le dio escalofríos, a pesar del baño caliente.
Ni Sum ni Sophia dijeron nada durante la comida, pero, sin embargo, él tenía la sensación agradable de que ella sabía lo que le
había pasado. Incluso había pedido a los emocionantes que solían
quedarse tras sus sillas para servirlos durante la comida que se
fuesen, tras lo cual se hizo cargo de todo. Sophia tenía que haber
presentido que Sum necesitaba estar solo. Tras la comida, llamó a
los sirvientes y les dijo que recogiesen la mesa, y luego se quedaron
juntos en silencio durante un rato.
206
La leyenda de Mundo Minor
* ¿Qué... qué viste en Terra Nova, Sum?
Él se quedó un rato callado y después rompió a llorar. Lloró por
varias razones: porque se sentía asediado por el horror, porque
comprendía la ignorancia en la que había vivido la mayor parte de
su vida; y porque había un mundo tras Montesbarrera que nunca
podría ver. Pero, ante todo, Sum lloró porque sintió que era un rey
miserable para su pueblo. Cuando cesó su violento llanto, giró su
rostro hinchado hacia Sophia y comenzó a hablar. Dejó fluir todo
lo que atenazaba su mente. Cuando Sum por fin pudo sonreír de
nuevo, el crepúsculo se había filtrado por todas las esquinas y
recovecos de La Sala de Estudio Real. Sophia mandó llamar a los
sirvientes, que llegaron con bebidas y luces. La sonrisa del rey
encendió también las suyas. Tras haber compartido la oscuridad
de su mente con Sophia, Sum sintió recobrar sus fuerzas.
Reflexionó en todo lo que le había sucedido desde el principio,
desde los tiempos en qué sólo conocía a Sophia como una dama
lejana y distinguida. Meditó acerca de las circunstancias que habían
imperado en la corte del Rey Ego, el modo en que el reino había
sido administrado, el deterioro, los barones y sus luchas con cada
uno de ellos, su visión bajo el muro. Por fin, Sum supo qué era lo
que debía hacerse.
El plan requería que todos en el Mundo supiesen cuál era el objetivo
común. Por eso, Sum convocó a todo el mundo a un consejo en la
Sala del Trono, donde con pocas palabras expuso su plan. El primer paso era que todos los moradores del Mundo tenían que
compartir su saber acerca de los barones. En consecuencia, todos
los emocionantes que habían estado en cautiverio con alguno de
los diferentes barones fueron urgidos a que relatasen lo que habían
vivido. Después, cada barón fue analizado a la luz de estas
informaciones. Fue un trabajo realmente descomunal. Por un lado,
porque eran muchos los que habían sido hechos cautivos. Y por otro,
207
La leyenda de Mundo Minor
porque resultó que estos antiguos prisioneros, al igual que Sum,
estaban llenos de dolor. Este dolor absorbente se desahogó ahora y
todos compartieron su carga. A medida que las revelaciones acerca
de los barones aumentaban, el Rey Sum El Único se percató de que
había estado totalmente ciego. Hasta las criaturas perversas,
repugnantes y abominables que él había visto desde el techo del
Mundo parecían verdaderos ángeles en comparación con la imagen
que se estaba formando. Cada uno de los barones parecía ser el
representante de una tendencia con respecto a los siguientes temas:
Humillación
Desprecio y ridículo de todo tipo
Violencia y amenaza de violencia
Tortura de todo clase
Aparte de mucho más de lo mismo
que no vamos a enumerar aquí.
(fragmento de “Memorias de Erg”)
El encuentro se prolongó durante tres días y dio varios frutos. Las
vivencias que habían mantenido atada la fuerza de los emocionantes
habían desaparecido, todos compartían el pasado del Mundo, todos
estaban convencidos de que el poder de los barones tenía que ser
destruido. Con ese fin, se constituyó un Consejo formado por Sophia, Sum y siete emocionantes. Los emocionantes fueron
escogidos de tal forma que hubiese un representante de cada grupo
de los prisioneros de cada barón. La misión del Consejo sería la de
ensamblar más revelaciones acerca de los barones y planear el golpe
definitivo contra su poder.
208
La leyenda de Mundo Minor
La primera decisión del Consejo fue la de reclutar algunos
vigilantes y un cuerpo de exploradores, de tal forma que estuviesen
de guardia junto al borde del techo las veinticuatro horas del día.
Se estableció un cuerpo de correos, en contacto con ambos grupos,
que garantizase la comunicación con el Consejo. La tarea de los
guardas y los exploradores era simplemente observar las acciones
de los barones, tras lo cual debían informar acerca de ellas al
Consejo mediante del cuerpo de correos, para un examen más
detallado.
Poco a poco, todas estas medidas fueron estableciendo una rutina.
Se construyó una rampa de piedra desde el Jardín Vível hasta el
borde interior del techo, tan próxima a La Sala de Estudio Real
como lo permitió Nanalaguna. La Sala se convirtió poco a poco en
el centro de mando de todo el proyecto de vigilancia. Aquí recibía
Sum los informes de los correos, a quienes a su vez les daba órdenes
para que las transmitiesen de vuelta.
A medida que transcurría el tiempo, Sum se familiarizaba más y
más con los hábitos de los barones y sus vínculos mutuos. Pronto
estuvo claro que esos vínculos no eran más que alianzas de ataque.
Por lo general, dos o más barones se unían para agredir a otro, o a
varios de los otros. Estos ataques estaban marcados principalmente
por el oportunismo, se atacaba si se podía atacar. De los informes
se desprendía, asimismo, que había ciertos temas que emergían de
forma recurrente. Cuando surgía uno de estos temas, el ánimo de
los barones adquiría un cariz que hacía pensar en un linchamiento.
Todos estos asuntos tenían que ver con planes que habían fracasado,
o más bien con quién tenía la culpa de que hubiesen fracasado. Esto
preocupaba bastante a Sum cuando leía los informes. No sólo
demostraban de forma evidentísima el odio, la insensibilidad y la
perversión de la mente de los barones, que él ya había podido
percibir. Los informes indicaban también que uno de los temas que
los conducía siempre a atacarse mutuamente era de quién había sido
209
La leyenda de Mundo Minor
la culpa de subestimar la verdadera valía de Sum, lo que había
resultado en que no pudiesen lograr el completo dominio de Mundo
Minor.
Sum pronto se percató de que el objetivo de los barones había sido
el de someter a TODOS en Mundo. Así, cuando todos hubiesen
estado bajo su poder, este ejército de esclavos habría sido empleado
para destruir Mundo Minor y luego sería arrastrado, cargado de
cadenas, lejos de allí. Se daba a entender que los Barones iban a
llevárselos a un sitio que Sum no conocía, pero que, aparentemente,
estaba en alguna parte más allá de Bosquesabara. Gradualmente,
los informes fueron dándole a Sum la impresión de que este lugar,
que los barones llamaban ZZ, tenía que ser un Mundo, o al menos
algo parecido a un Mundo. Era evidente que ZZ estaba muy, muy
lejos. Eran necesarios sin duda muchos días de viaje a través de
Bosquesabara y luego había que cruzar un desierto para, por fin,
terminar en un helado paraje de hielo. En este infierno polar estaba
CZ. De los informes pudo deducir Sum, también, que los barones
habían extendido su obra a las afueras de Bosquesabara, sobre lo
que ya había leído en El Libro de Mundo Minor, de modo que ahora
no era otra cosa que un campo de prisioneros. Allí era donde se
habría internado a los habitantes de Mundo Minor hasta que hubiese
sido posible enviarlos a CZ en pequeños grupos. Por lo que se había
oído en la gran asamblea de la sala del trono de Mundo Minor, Sum
sabía muy bien qué orgías de violencia habrían organizado los
barones en este campo... este CZ. Los cuerpos de vigilancia
informaron de que la temperatura estaba descendiendo de forma
continua por toda Terra Nova, como consecuencia de la presencia
de los barones y de su influencia en la zona. Una creciente capa de
escarcha había ido cubriéndolo todo y una delgada costra de hielo
comenzaba a extenderse sobre las áreas del río donde las aguas eran
más tranquilas. Sum arrojó el informe que tenía en la mano. Las
noticias le provocaron arcadas.
210
La leyenda de Mundo Minor
El Consejo mantenía reuniones frecuentes. En ellas se discutían los
informes que habían llegado desde la reunión anterior. El Consejo
tomó la decisión de que Sum debía entrar en contacto con Terra
Inkognita con el objetivo de encontrar el Jardín Original que Kreator
había plantado. El Consejo creía que podría haber algunos rastros
allí que pudiesen conducir a Kreator. Sin embargo, esta decisión
presentaba un gran inconveniente... los barones estarían listos para
caer sobre Sum en cuanto intentase cruzar Terra Nova. Uno contra
uno, podría derrotarlos con facilidad, pero como obviamente iban
a atacarle todos a la vez, los miembros del Consejo opinaban que
las cosas podrían torcerse. No obstante, al final se llegó a una
solución.
La idea requería distraer la atención de los barones durante algún
tiempo. Para ello, el Consejo empezó a escribir un discurso. Éste
estaba redactado de tal forma que aludía a la sobrevaloración que
cada uno de los barones hacía de sí mismo, y al mismo tiempo
jugaba con las disputas y los conflictos que mantenían entre ellos.
Las palabras estaban empleadas con significaciones tan diversas y
tanta ambigüedad que prometían el oro y el moro sin dar garantías
de nada. La estructura del discurso se caracterizaba por el empleo
de formalismos y frases huecas. Al mismo tiempo, el Consejo
estaba preparando un fastuoso ceremonial que iba a acompañar al
discurso, trajes suntuosos que vestirían a los representantes del
Mundo, canciones laudatorias y poemas épicos, además de un sinfín
de otras cosas. Sin embargo, todo ello sería inútil si los barones
descubrían a Sum cruzando Terra Nova. Pero Sophia creía que ella
tenía la solución a este problema, por lo que se encargaría de esta
parte del plan. Ahora sólo se trataba de encontrar el momento
adecuado para ponerlo en marcha.
Una mañana, cuando el Consejo estaba reunido para revisar los
informes más recientes, Sophia proclamó que el plan de enviar a
Sum podía dar comienzo. Ella había esperado a que el hielo cubriese
211
La leyenda de Mundo Minor
toda el agua del río, de orilla a orilla, con la excepción del propio
remolino. Según los informes, ésta era ahora la situación. Los
preparativos duraron cuatro días y casi todos los emocionantes que
ocupaban las posiciones del borde del techo fueron retirados. El resto
sólo tenía que estar allí por mantener las formas y como
observadores. Se estudiaron las partes de la ceremonia y todos se
vistieron con trajes ostentosos, excepto Sophia y Sum. Por el
contrario, ellos se dirigieron al Dormitorio Real, donde se hallaba
la bajada al sótano del Mundo.
* ¿Qué vamos a hacer ahí?
Sum trasladó su mirada del armario cerrado a Sophia, que le había
pedido que abriese la puerta.
* Vamos a bajar al nivel del sótano.
Sophia sonrió al tiempo que hacía un gesto con la mano hacia el
armario.
* ¿No... no íbamos a cruzar Terra Nova?
* Sum, no puedo ir contigo, ya te lo había dicho.
* Ah, sí... es verdad.
Sum se giró hacia ella y buscó sus ojos, pero Sophia miraba hacia
abajo.
* No puedo irme de Mundo Minor... solamente existo aquí.
Su voz parecía desconsolada.
* Lo sé... voy a echar en falta tu ayuda.
Suspiró, y esta vez tuvo la suerte de cautivar su mirada.
212
La leyenda de Mundo Minor
* Sum, no puedo seguirte más allá de Mente, pero sí mi voz.
Antes de que Sum comprendiese por completo lo que estaba
diciendo, dio un paso hacia él y sopló suavemente en su oído derecho.
Retrocedió y lo contempló con una sonrisa triste.
* Ahí tienes, ahora mi voz está contigo.
Sus labios no se habían movido, pero su voz sonó claramente en su
oído derecho. Sorprendido, puso una mano sobre él y la miró sin
comprender. Ella sólo dibujó una sonrisa melancólica.
* ¿Qué... eeehh... qué quieres decir con eso de que... tu voz...
está conmigo?
* Que siempre voy a poder hablarte mientras estés a este lado
de Montesbarrera. También podré escucharte, si lo deseas.
* ¿Cómo... entonces cómo hago... si quiero que tú me
escuches?
Sum fue consciente de que aún tenía la mano sobre su oído y la bajó.
* Podré escuchar todo lo que desees que escuche, sin tener
que hacer otra cosa que desearlo.
Sum la contempló un momento en silencio y pensó:
* ¿Puedes escuchar esto?
* Sí, alto y claro.
Sonó inmediatamente la respuesta en su oído derecho. Sum abrió la
puerta del armario sin decir nada y se echó a un lado para dejar que
Sophia fuese primero.
* Gracias.
213
La leyenda de Mundo Minor
Sonó en su oído, haciéndolo sonreír. La siguió pensativo. Cuando
ambos hubieron entrado, Sum se volvió para cerrar la puerta a
sus espaldas, pero no había puerta alguna. Tampoco pared, ni
ninguna otra cosa. Frente a él sólo había la nada oscura, en todas
direcciones salvo una. En ésta, que le pareció distinta a la de antes,
vio el resplandor del hueco de la escalera. Su primera impresión
fue que aquélla estaba más cerca que la última vez, pero resultó
que esto no era cierto. El camino fue tan largo como lo había sido
en aquella última ocasión, sólo que el radio de la abertura de la
escalera era mucho más grande que entonces. Como Sum ya lo
había recorrido, sus sentidos estaban aguzados. Sus pies notaban
la superficie suave y agradable del “suelo”, que casi daba la
sensación de estar vivo. Sus ojos descubrieron que la oscuridad
por la que pasaba no era igual de densa en todas partes. Su piel
percibía que la atmósfera era agradable, suave y segura. Sí,
“segura” era la palabra correcta. A Sum se le ocurrió que había
echado de menos ese lugar, que echaba de menos estar
precisamente ALLÍ. Sintió una ligera caricia de felicidad, pero de
un modo tan indescriptible y profundamente personal, que no
pudo, o no quiso, compartirlo con Sophia, cuya figura veía delante
de él, en el fulgor del hueco de la escalera. En comparación con
la última vez que había recorrido aquel camino, la escalera de
caracol parecía casi descomunal. Esta impresión se hizo más fuerte
por la alta calidad de la artesanía con que estaban confeccionado
cada pieza. La superficie de los peldaños era de color verde oscuro,
tallada con un patrón como de un humo blanco y serpenteante.
De un modo que Sum no podía explicar, la superficie de estos
escalones daba la impresión de tener... profundidad. Algo que casi
era una extensión de la calidad de mullido, como si se pudiese
uno hundir en ellos. Cuando puso su pie derecho en el primer
escalón, pudo comprobar que tenía la misma superficie que el
“suelo” por el que acababa de andar. Cada escalón lucía un reborde de un metal dorado. El pasamanos que limitaba la escalera
en el borde le llegaba a Sum por la cintura y consistía en un tubo
214
La leyenda de Mundo Minor
curvo que estaba unido a la escalera por medio de unas barras
cuadrangulares, también curvas. Ambas piezas estaban hechas de
algo que a primera vista daba la impresión de ser aluminio, pero
que tenía un tacto suave y gomoso. Al ir descendiendo por la parte
central de la escalera de caracol, se veía brillar la luz de la cámara
al pie de la misma. Sum miró hacia abajo. En un círculo luminoso
veía un suelo de baldosas de color beige. Hasta que hubo bajado
por completo no pudo ver que, en realidad, eran blancas como perlas, con un motivo marrón.
Estimó que la habitación al pie de la escalera era de unos tres
metros de ancho por tres de largo, y la misma medida se aplicaba
a la altura. Justo frente a la escalera esperaba una puerta verde
que parecía, además, recién pintada. La sala estaba completamente
inundada de una luz cálida y áurea, pero no parecía provenir de
ningún lugar en concreto. Tras la puerta verde había una habitación
alargada de unos 3 x 15 x 2,5 m., pero la distribución era
completamente distinta a la de antes. En el fondo, Sum no se había
formado una impresión concreta de la habitación la última vez
que había pasado por ella, pero no la recordaba como el taller que
ahora era. Junto a una mesa de trabajo, que recorría toda la
longitud de la estancia, había un hombre absorto en arreglar un
aparato electrónico que estaba frente a él. Por el contrario, no vio
a las mujeres que lo habían atravesado con la mirada la primera
vez que había estado allí. Los colores eran como los recordaba
(sólo que también aquí parecían recién pintados). El radiador
continuaba también allí.
Mente también había cambiado. En aquella primera ocasión había
un gran intervalo entre las antorchas, por lo que era bastante
oscuro. Ahora estaban dispuestas a pocos metros las unas de las
otras, y difundían su dorada luz con abundancia. Esparcidos por
el suelo, entre las “islas” de toda clase de apilamientos, había
soportes con cuatro antorchas cada uno. Se sentía como en casa
215
La leyenda de Mundo Minor
también aquí, por lo que se asomó a la puerta y echó un vistazo.
También Sophia se había detenido. Después de un instante, Sum
se dio cuenta de que lo estaba contemplando con una expresión
expectante en su hermoso rostro, como si esperase que él diese
algún paso.
* ¿Qué sucede?
Sum le sonrió.
* ¿No necesitas ninguna clase de equipo?
* Sí, claro... ehhh... supongo. Sólo que no sé lo qué.
* Echa un vistazo alrededor.
Sophia elevó sus brazos extendidos, en un gesto que englobaba
todo Mente. Sum se dirigió despacio hacia la “isla” más cercana,
contempló los embalajes apilados y se volvió hacia otra. En
realidad, se sentía bastante indeciso. La cantidad de cosas entre
las que buscar era enorme. A Sum le pareció que había más que
la última vez, que las “islas” estaban más juntas y eran más altas.
Las cosas también parecían estar mejor apiladas. Con anterioridad,
los montones le habían parecido el resultado de una clasificación
grosera. Ahora, era más minuciosa. La “isla” que estaba frente a
Sum parecía consistir en distintos tipos de aparatos y herramientas,
que estaban envueltos en papel aceitado, dentro de cajas o sin ellas.
Entre todos estos objetos, de repente vio una caja de tablas
estrechas y sin cepillar, que reconoció. Era la caja que Sophia
había encontrado para él la última vez que habían estado en
Mente, la que contenía las armas que ella le había dicho que le
pertenecían. Agradecido por encontrar un elemento de referencia,
cogió la caja y probó a abrirla. No tuvo que hacer ningún esfuerzo.
La tapa sólo había sido colocada allí encima, sin que la claveteasen
o la fijasen de ninguna otra forma. El contenido de la caja era
exactamente el mismo de antes, todo estaba como si no hubiese
216
La leyenda de Mundo Minor
sido tocado. Sum estaba a punto de extraer el cinto de la caja
cuando vio la etiqueta que no había sido capaz de leer en aquella
primera ocasión. Ahora se dejaba leer una parte del texto, decía:
LAS ARMAS PERSONALES DEL REY SUM EL ÚNICO, QUE EMPLEO EN
LA LIBERACIÓN DE MUNDO MINOR DEL FÉRREO DOMINIO DE LOS
BARONES DE LOS EMOCIONANTES, Y QUIEN MÁS ADELANTE FUE
CONOCIDO COMO...
(Fragmento de “Elegía de Kreator”)
El resto era indescifrable.
* Me alegro de que hayas encontrado tus armas tan pronto.
El sonido de la voz de Sophia sobresaltó a Sum, que había
olvidado por completo que no estaba solo.
* ¿He encontrado mis armas...?
* Sí, supuse que sería lo primero que querrías coger.
*Ajá...
Sum cogió pensativo el cinto de la caja y lo contempló. Había un
dibujo hermoso e intrincado grabado en el cuero, un dibujo del
que Sum no se había percatado la última vez. Cuando acopló al
cinturón las fundas de la daga y de la espada, la cantimplora y la
bolsa, descubrió que estaban tan bellamente ornamentadas como
el cinto. Lo asombró de verdad que hubiese pasado por alto aquello
la última vez. La capa, que estaba en el fondo de la caja, también
lucía más detalles de los que recordaba. No parecía tener ningún
color concreto, o mejor dicho, constantemente adoptaba el color
que imperaba en torno. Mientras estaba en la caja, tenía el mismo
color de la madera, pero cuando Sum la alzó adquirió un color
más oscuro y dorado, que se correspondía con el fulgor que
arrojaban las antorchas. A título de ensayo, extendió la capa so217
La leyenda de Mundo Minor
bre el suelo, donde adquirió el mismo color marrón-verdoso que
el granito sobre el que Sum la había apoyado.
* Se funde con su entorno.
En realidad, Sum había hablado para sí, pero cuando se dio cuenta
de que Sophia estaba un poco alejado de él, buscó su mirada.
* Sí, ése es su poder.
* ¿Qué quieres decir?
* Cuando lo llevas eres... no invisible, pero... vas a estar
camuflado con lo que te rodea.
* Ahora me he perdido...
* Vas a ser concebido como algo que encaja... algo que no
es ajeno.
* Dame un ejemplo.
* Si encuentras a alguien que no quieres que te descubra,
tal vez parezcas un arbusto. Si vas al encuentro del
soberano de un Mundo, tal vez te asemejarás a un
emocionante... ¿entiendes lo que quiero decir?
Sum no respondió, sino que se limitó a asentir. No estaba muy
seguro de entenderlo, pero al menos sí sabía que era una buena
protección. Puso la capa sobre el resto del equipo y fijó su atención
en los demás objetos que contenía la isla. Rápidamente, sus ojos
repararon en una funda de cuero alargada y cilíndrica. Estaba dotada
de una presilla para que se pudiese acoplar al cinturón, al igual que
la bolsa y las armas. La funda contenía un catalejo telescópico, que
se podía extender hasta una longitud de casi un metro. Daba la
impresión de ser una pequeña obra de artesanía y era, por ende,
asombrosamente ligero. La isla contenía todo lo que Sum podía
imaginar en la categoría de aparatos y herramientas, además de
una gran cantidad de otros que nunca hubiese imaginado. También
había muchas cosas cuyo empleo desconocía. Aparte del catalejo,
218
La leyenda de Mundo Minor
sólo cogió una brújula y un par de bagatelas que cabían en la bolsa
del cinto. Sum exploró más islas, pero no encontró nada que pudiese
utilizar en Terra Inkognita. Había muchos objetos hermosos,
curiosos, algunos que creía haber olvidado, otros a medio terminar,
más grandes pilas de materias primas para elaborar otras cosas. Allí
había de todo. Mientras Sum vagabundeaba con la mirada, recordó
el saco con la etiqueta: VACACIONES DE VERANO. No había
tropezado con él y tampoco estaba a la vista en las islas cercanas.
Buscó unos minutos y después lo dejó. Después de todo, tenía cosas
más importantes que hacer... por el momento.
La altura de las islas disminuía de manera gradual, a medida que
pasaban a través de Mente. Al final, sólo se hallaban unas cuantas,
muy separadas entre sí. La última isla junto a la que pasó no
contenía más que una cosa: un rollo de pergamino con tres sellos.
Lo cogió y se percató de que estaba lacrado con su mismísimo sello
real, se lo pensó un instante y después lo introdujo en la bolsa del
cinto.
* Creo que has hecho una elección juiciosa: sólo lo
necesario.
Sum no había notado que Sophia estaba justo detrás de él, pero,
sin embargo, no por eso se sorprendió.
* Bueno, soy yo quien tiene que cargar con ello.
Sum se rascó la nuca.
* ¿Has terminado?
* Sí.
* Entonces, vámonos.
Sophia echó a andar apresuradamente, pasó junto a Sum y fue
219
La leyenda de Mundo Minor
absorbida por la oscuridad que conducía al sector inferior de
Mente. A Sum le parecía que habían caminado por el Mente
Superior durante más tiempo que la última vez. Esta sensación se
vio confirmada cuando atravesaron el Mente Inferior, que parecía,
por el contrario, más pequeño. Sum estuvo a punto de preguntar a
Sophia acerca de ello, pero entonces decidió que no importaba.
Lo que estaba almacenado en el Mente Inferior parecía haber sido
puesto en orden. Pero no era más que una impresión, ya que, la
verdad sea dicha, no podía recordar qué aspecto tenía la vez
anterior.
Lo primero sobre lo que Sum posó su mirada cuando entró en el
Mente Inferior desde la oscuridad, fue la gigantesca estructura de
una máquina. No estaba muy claro para qué servía, dado que no
estaba terminada, pero Sum pensó en alguna clase de torno
automático muy avanzado. Había otros proyectos similares
diseminados por toda una enorme zona, pero su grado de
culminación iba disminuyendo a medida que atravesaban la sala,
o el vestíbulo... a Sum le resultaba difícil encontrar una palabra
que resultase adecuada para esa habitación. Las últimas estructuras
junto a las que pasaron eran muy pequeñas y casi ni estaban
empezadas. A continuación aparecía lo más peculiar: las
estanterías. Eran considerablemente altas y se extendían hasta
perderse en la débil luz de Mente Inferior. La manera en que
estaban distribuidas le recordó a una biblioteca, o a un archivo.
Estaban colocadas de dos en dos, fondo contra fondo. Entre cada
una de estas unidades dobles había unos tres metros de separación.
Las primeras estanterías junto a las que pasaron estaban llenas hasta
reventar de bocetos con ilustraciones, borradores de informes y
otros documentos que daban la impresión de trabajo a medio
terminar. Más adelante hallaron mapas con anotaciones, bosquejos
hechos a mano e ideas apuntadas a toda prisa. Las últimas
estanterías contenían exclusivamente ficheros, cuyas tarjetas
hacían referencia a las estanterías en las que estaban archivados
220
La leyenda de Mundo Minor
diversos bocetos. A partir de allí, la habitación estaba vacía. Las
antorchas se espaciaban cada vez más, pero no estaba tan oscuro
como la primera vez que había estado allí. Recordó que por aquel
entonces había una puerta en el extremo más alejado de la
habitación, que ya no estaba allí. En lugar de ello, la estancia daba
directamente al pasillo transversal que había al otro lado de la
puerta. Cuando la alcanzaron, Sum cogió una antorcha de la pared.
Contempló la salida un instante, tras lo cual se giró hacia Sophia.
* ¿Voy a tener que luchar contra alguien... o algo...esta vez?
Sum tenía un nudo en la garganta que, poco a poco, amenazaba
con impedirle respirar.
* No, tranquilo. Probablemente no vas a encontrarte
absolutamente con nadie antes de llegar a Terra
Inkognita.
* ¿Probablemente...? ¿ Cómo que probablemente?
Sum se sentía aliviado, pero todavía inseguro.
* Bueno...
Sophia contempló la antorcha en su mano con una mirada remota.
* Probablemente, en el sentido de que... hay una multitud
de seres en las áreas por las que tienes que pasar, pero
es una forma de vida que sin duda no va a estar interesada
en ponerse en contacto contigo. Si te encontrases con
ellos, probablemente estarían dispuestos a ayudarte... si
es que estuviesen dispuestos a algo en absoluto.
Mientras hablaba, hizo algunos movimientos con sus manos y sus
brazos que dieron a Sum la sensación de que estaba intentando
221
La leyenda de Mundo Minor
explicar algo que ni siquiera ella misma entendía muy bien.
* ¿Qué o quiénes son?
Sum se sentía más tranquilo ahora, pero también le picaba más la
curiosidad.
* Son los... vigilantes... de Mundo, sería la mejor forma de
decirlo.
* ¿Los vigilantes de Mundo...? ¿No crees que no lo han
vigilado precisamente bien?
Esta repentina e inexplicable indignación en su voz los sorprendió
a ambos.
* ¡Por supuesto que lo han hecho!
Sophia lo miró, asombrada e inquisitiva.
* Explícamelo, por favor.
Sin poder comprenderse bien a sí mismo, Sum sentía una creciente
indignación hacia aquellos... vigilantes... desconocidos.
¡¿Vigilantes?! ¡Pero si no habían sido capaces de mantener a los
barones fuera de Mundo Minor! ¿Y los llamaban vigilantes?
* ¿Por qué crees que tenías la posibilidad de andar a tus
anchas mientras el Rey Ego tenía el poder? ¿Por qué crees
que tú y yo no fuimos capturados y encerrados en alguno
de los nichos de los barones?
Sophia estaba ahora en el pasillo del sótano y señalaba hacia la
derecha con un dedo acusador, en la dirección en la que él había
ido la última vez. Sum notó que un resplandor ígneo brillaba sobre
222
La leyenda de Mundo Minor
el cuerpo de Sophia, un resplandor que tenía que provenir del pasillo
hacia el que ella estaba señalando.
*¡También lo intentaron enérgicamente y CASI lo
consiguieron!
Sum se vio abrumado de dudas acerca de si su indignación estaba
justificada.
* Sí, casi, pero ¿por qué?... ¡porque TÚ casi te dejaste
engañar!
El dedo acusador se dirigía ahora hacia el pecho de Sum. Su ira se
evaporó como el rocío en una cálida mañana de verano. Para ganar
un poco de tiempo para pensar, volvió la mirada hacia el pasillo de
donde provenía el resplandor ígneo. Vio que estaba completamente
iluminado. Con muy pocos metros de intervalo estaban dispuestas
antorchas en soportes sobre la pared, y como resultado habían
desahuciado cualquier vestigio de sombra. Sum podía ver el camino
hasta el lugar en que éste doblaba. En poco tiempo, su indignación
había remitido por completo. Se percató de que se trataba de algo
acerca de lo que él no tenía ni la más pálida sombra de
conocimiento. Sum se sintió como un elefante que acabase de entrar
en una cacharrería sin ni siquiera darse cuenta de que dónde se había
metido. Suspiró, se volvió hacia Sophia y dijo, en un tono tierno y
casi amoroso:
* Lo siento... supongo que aún hay muchas cosas que yo no
entiendo... háblame sobre los Vigilantes del Mundo.
* Un mundo es una unidad, un sistema. Cada mundo tiene
cierto grado de equilibrio interno, tiene que estar en
sintonía con... todo lo que lo habita. Tal vez un nombre
más apropiado fuese los Vigilantes de la Unidad, o a lo
mejor los Vigilantes del Equilibrio.
223
La leyenda de Mundo Minor
* ¿Cómo se llaman a sí mismos?
* Nadie lo sabe, creo. En realidad, me parece que no existe
un nombre que sea totalmente adecuado para ellos, de
modo que tal vez no se llamen a sí mismos... nada en
absoluto.
Sum tuvo de nuevo la sensación de que Sophia estaba intentando
explicarle algo que superaba los límites de su entendimiento, pero
de lo que al menos había reconocido la importancia. La miró por
el rabillo del ojo mientras contemplaba la pared donde el primer
barón había tenido sus primeros nichos de prisioneros. Los nichos
ya no estaban allí, pero apenas se dio cuenta. En lugar de ello, se
concentró en interpretar la expresión lejana que Sophia exhibía
en su hermoso rostro. Podía ver que estaba tratando de formular
algo. Lentamente, casi como en un sueño, comenzó a hablar:
* Si uno de ellos se dirige a ti, de la manera que sea...
entonces, pídele un regalo.
La expresión de su bella faz todavía era distante.
* ¿Qué quieres decir... cómo se dirigen a uno?
* No sé cómo... no creo que vayan a hablarte, pero si
intentan... captar tu atención de alguna manera... o que
repares en su presencia...si hiciesen algo que tú
interpretes como alguna de estas cosas, entonces, pide
un regalo.
* ¿Qué debo o qué puedo pedir?
* Nada en concreto, solamente pídeles un regalo.
Se quedaron callados, cada uno absorto en sus pensamientos, un
momento más. Entonces Sophia dio una palmada, miró alegre y
sonriente a Sum y volvió a estar presente.
224
La leyenda de Mundo Minor
* Es bueno que no hayas elegido más cosas con las que
cargar, va a ser un viaje largo.
* ¿Qué es lo que va suceder esta vez?
Sum volvía a sentirse levemente intranquilo.
* Vas a navegar en la balsa de juncos de Kreator y Erg.
Sophia no pudo dejar de sonreír ante la expresión del rostro de
Sum. Reflejaba tanto sorpresa, como duda e incomprensión.
* Pero... navegar...¿cómo que navegar? Aquí en el sótano,
quiero decir. No hay agua aquí, ¿verdad?
* Sí, de hecho sí que la hay.
* ¿Dónde, y de dónde se supone que viene?
* Sabes que hay un brazo del Lago Vível que llega hasta el
muro inferior del Mundo, y que corre bajo las ventanas
del Dormitorio Real, ¿no?
* Sí, por supuesto.
* Y allí, el Río Vível forma Nanalaguna, ¿no?
* Sí, ¿y...?
* Dado que constantemente entra agua en Nanalaguna, y
Nanalaguna no crece, el agua tiene que seguir hacia
algún otro sitio... pero, ¿hacia dónde?
Sophia escrutó la reacción de Sum. Él no sabía qué hacer; estaba
muy sorprendido de no haber nunca reflexionado acerca de este
misterio simple, aunque extraño.
* El agua que llega a Nanalaguna es la que, al otro lado
del Mundo, entra en el remolino y desde allí discurre hasta
más allá, hasta Terra Inkognita.
Contempló a Sum de nuevo.
225
La leyenda de Mundo Minor
* Sí, pero el agua, ¿cómo llega el agua de Nanalaguna hasta
el otro lado de Mundo Minor?
* ¡A través de un canal bajo Mundo!
* ¿Un canal...? ¡¿Por el que voy a navegar yo ahora...?!
Qué idea tan extraordinaria; un canal BAJO Mundo
Minor.
Sophia no respondió, sino que se limitó a asentir ligeramente.
Observó su rostro para asegurarse de que le daba tiempo a asimilar
toda la información que le acababa de dar. Cuando creyó que estaba
preparado, carraspeó y dijo:
* ¿Estás listo?
* ¡Sí!
* Tienes que llevarte la antorcha contigo, porque ésa es la
dirección.
Sophia señaló de manera ilustrativa la parte del pasadizo transversal que torcía hacia la izquierda desde donde se hallaban... hacia
una oscuridad compacta y casi aterciopelada.
* Vale, ¿hay algo más que deba saber antes de irme?
* No, pero tienes mi voz contigo, así que podremos hablar
cuando quieras.
* Ah, sí, lo había olvidado.
Inconscientemente, acercó de nuevo su mano hacia su oído
derecho.
*Voy a volver al Consejo para que podamos poner en
marcha la maniobra de distracción.
Con una sonrisa, se giró y comenzó a regresar atravesando Mente
Inferior. Sum se quedó siguiéndola con la mirada hasta que
226
La leyenda de Mundo Minor
desapareció entre los ficheros y las estanterías. No fue hasta
entonces que se volvió hacia la oscuridad que se extendía,
desconocida y amenazante, ante él.
227
La leyenda de Mundo Minor
CAPÍTULO 3
En las aguas más profundas, nadan los mayores peces.
(Uno de los refranes favoritos de mi madre)
Sum sólo había dado algunos pasos cuando la oscuridad se abalanzó
sobre él. La antorcha de su mano izquierda no podía crear más que
una estrecha campana de luz, en cuyo centro caminaba él. La
tiniebla eran tan densa que Sum sentía que podía agarrarla, pero
para nada era tan intimidante como lo había sido en la parte del
sótano que controlaban los barones. Cuando miraba hacia atrás,
todavía podía ver allí la luz de las antorchas. Después de un rato,
el pasadizo comenzó a inclinarse un tanto, al tiempo que torcía
siempre hacia la derecha. La luz del sótano de los barones
despareció tras la esquina. La pendiente se hizo gradualmente más
empinada, pero fue luego reemplazada por una escalera. La
inclinación y la espiral continua convencieron a Sum de que se
hallaba en una enorme escalera de caracol, que se atornillaba en
los cimientos del Mundo. Estaba esculpida en el granito, sin rastro
de junturas, y era tan ancha que la antorcha no podía iluminarla
por completo. No supo cuánto le llevó descender por la escalera.
Su percepción del tiempo había dimitido. Podría haber probado a
preguntárselo a Sophia, pero no lo hizo.
En un momento dado, Sum se despertó de su trance cuando
descubrió que el aire a su alrededor se había vuelto más húmedo
que al principio de su descenso. Pronto la escalera llegó a su fin.
Desembocaba en una zona llana. El gorgoteo del agua llenó los
oídos de Sum, lo que le hizo pensar en qué silencioso había sido
su paso por la escalera. En la pared a su izquierda, a lo largo de la
cual caminaba, había una antorcha. La encendió y vio otra, al
extremo de su círculo de luz. De esta forma, logró encender cinco.
Cuando encendió la quinta, su luz se reflejó en el agua del canal a
228
La leyenda de Mundo Minor
cuyo borde se hallaba. El canal estaba excavado en el granito y en
el agua había una embarcación extraña. Sum había especulado a
menudo con qué aspecto tendrían las balsas de juncos sobre las que
había leído en El Libro de Mundo Minor. En su imaginación,
siempre habían sido hatajos relativamente primitivos de juncos,
sobre los cuales Kreator & Cía. se sentaban a horcajadas. La balsa
que Sum tenía frente a él no se parecía en nada a aquello. Parecía
estar construida a base de pequeños hatos de juncos, que estaban
entrelazados con otros aún mayores. Éstos estaban ligados hasta
formar una verdadera belleza. Sum estimó la longitud del barco
en unos ocho metros y el ancho en no menos de dos y medio. Cada
uno de los hatos de juncos estaba tan artísticamente entrelazado
con los demás que no había sido necesaria ninguna otra forma de
anclaje. El fondo de la balsa era totalmente plano y estaba
delimitado por una borda de medio metro de altura, con la que hacía
cuerpo.
En la balsa había disponibles asientos para un total de cinco
personas, dispuestos uno detrás de otro, en una fila. Los asientos,
que también estaban hechos de juncos, sólo se podrían denominar
como sillones. En los extremos, la balsa estaba rematada con un
artístico trenzado en espiral que proseguía a lo largo de toda la
embarcación. Lo único que no estaba hecho de juncos era un
soporte de hierro para antorchas a cada lado de la balsa. Ésta estaba
sujeta con dos cuerdas de juncos en cada extremo, atadas a dos
pesadas argollas de amarre en la piedra del muelle. Cuando Sum
hubo terminado de admirar la nave, puso la antorcha en un soporte
de la balsa y trepó cautamente a bordo. Pronto fue obvio que no
tenía por qué haber sido tan cuidadoso. La balsa era
excepcionalmente estable y casi no se bamboleaba cuando se movía
sobre ella.
Tras el descenso por la escalera, no sabía en qué dirección navegar,
pero supuso que la corriente del canal se encargaría de conducir la
229
La leyenda de Mundo Minor
balsa. Sum desató las cuerdas de las argollas, y despegó. La balsa
se meció perezosamente por un tramo del canal, pero se detuvo,
pues, aparentemente, no había corriente alguna. Sum buscó en
derredor un remo o algo parecido, pero no había nada. Con un
suspiro resignado, se sentó en el sillón más al frente. Descubrió
así que era increíblemente cómodo y que crujía agradablemente
cuando él se movía.
Justo cuando Sum, a regañadientes, había decidido saltar al canal
para poner la balsa en movimiento, sus pensamientos fueron
distraídos por un fulgor débil y blanco-azulado proveniente del
agua, que se fue haciendo cada vez más fuerte. Con una sensación
extraña en el estómago, se inclinó sobre la borda para ver qué era
lo que brillaba... preparado para CUALQUIER COSA. La luz venía
de un... objeto... que se encontraba a bastante profundidad bajo la
superficie de las negrísimas aguas, pero que emergía con lentitud.
El primer objeto llegó hasta la superficie, justo al lado de la balsa,
y se meció calmamente. Era tan hermoso que Sum olvidó por
completo las sensaciones de su estómago, casi se le quedaron los
ojos pegados a él. Era imposible de describir. Tenía una forma totalmente pura, que consistía en espirales de espirales... un forma que
era la infinidad misma. Era de una transparencia cristalina. Constantemente, relámpagos de todos los colores imaginables e
inimaginables corrían por el objeto, siguiendo el camino de las
espirales en su interior. Estimó que su tamaño sería de unos veinte
por treinta centímetros, con un espesor de unos cinco o seis.
Mientras lo estaba contemplando, de repente saltó a la borda. Allí
empezó a relucir y destellar con todos los colores del arco iris,
mientras giraba lentamente sobre su eje longitudinal. Sum estaba
tan impresionado ante aquella visión que olvidó por completo
asustarse. Después de algún tiempo, la luz se apagó, y fue
reemplazada por algunos destellos de color rojo, verde y azul que
se movían por las espirales. El objeto dejó de girar. Cuando la luz
se apagó, Sum sintió como si se despertase de un trance. Le parecía
230
La leyenda de Mundo Minor
haber asistido a un milagro divino. Estaba lleno de una
indescriptible calidez interior. Sum no dudó ni un momento de que
estaba ante... un Vigilante.
* Te lo ruego... dame un regalo... el que tengas para mí.
A Sum le resultó muy difícil lograr articular siquiera esto. Y no
porque le fuese difícil hablarle a este... Vigilante, sino porque se
sentía como un canalla desagradecido. Allí estaba él, contemplando
lo más hermoso que hubiese visto JAMÁS, y estaba pidiéndole
un REGALO. Pero consiguió decirlo. El Vigilante comenzó a brillar
de nuevo, giró dos veces sobre sí mismo y se dejó caer de vuelta al
agua. En ese instante, ésta estalló en una silenciosa orgía de color.
Cuando Sum miró hacia el canal, vio que el agua en torno a la nave
estaba poblada de vigilantes exactamente iguales al que se había
mostrado ante él. Se apiñaban unos junto a otros todo alrededor de
la balsa. Un momento después, ésta se ponía en movimiento,
alejándose del muelle por el canal. A la luz de los Vigilantes, Sum
pudo ver con total claridad el espacio en el que se hallaba. La
escalera por la que había descendido resultó tener unos quince
metros de ancho, al igual que el lugar en el que desembocaba. Éste
tenía la forma de una caja oblonga. Un par de segundos más tarde
había dejado atrás el tramo abierto, y atravesaba ahora el conducto
cuadrangular del canal a una buena velocidad.
La nave prosiguió así durante un par de minutos, sin que sucediese
nada más. El conducto se ensanchó de repente, hasta que se halló
en un espacio abovedado desde donde se extendían numerosos otros
canales, como los brazos de una estrella, en todas las direcciones.
Sum acababa de ponerse a especular a través de cuál de los canales
debería salir cuando se dio cuenta de que era mucho mejor dejárselo
a los Vigilantes. Se le había ocurrido que su regalo era
(probablemente) el de llevarlo sano y salvo a su destino, fuese cual
fuese. La nave continuó en línea recta sobre la superficie del agua
231
La leyenda de Mundo Minor
y entró en la boca de un canal que se hallaba en el extremo opuesto
de la estancia. El nuevo canal era idéntico a aquél del que provenían.
Durante largo tiempo, no se produjo ningún cambio. Sum se
adormiló, una vez que la excitación inicial se hubo calmado.
Cabeceó un poco y se quedó dormido.
* Sum... ¡Hola! ¿Estás despierto?
* Eeeehhh... sí, claro, estoy despierto... ahora.
Bostezó profundamente al tiempo que echaba un vistazo en
derredor. Seguía sentado en el cómodo sillón de la balsa, que seguía
deslizándose por el canal, que seguía siendo el mismo de antes y
que seguía, aún, iluminado por la luz de los Vigilantes.
* Te merecías poder descansar un poco. ¿Dónde estás y qué
es lo que sucede ahí para que estés durmiendo?
* Bueno, estoy sobre la balsa de Kreator, que va camino de...
algún lugar, supongo.
* ¿Qué quieres decir con eso de supongo?
Sum respiró profundamente y comenzó a relatar todas sus vivencias
desde que se habían separado. Cuando llegó a la parte de los
Vigilantes, se dio cuenta de que no encontraba palabras, ni siquiera
ideas, que pudiesen describir lo que había experimentado. En un
intento por hacerse entender, trató de transmitirle las imágenes de
lo que había vivido. Se hizo el silencio durante un rato.
* En cualquier caso, estás en las mejores manos, nada te
impedirá llegar a la Rejilla de Puertarrío.
Dijo Sophia. Su voz sonaba calma y pensativa.
* ¿A dónde me dirijo en esta primera etapa?
* A Puertarrío.
232
La leyenda de Mundo Minor
* ¿Y eso es...?
* Puertarrío es la abertura enrejada por donde el Río Vível
aflora bajo Mundo Minor, antes de precipitarse en el
remolino. Cuando llegues a Puertarrío, por favor dilo,
para que podamos comenzar la maniobra de diversión.
* OK.
Sum se recostó y miró en torno. Poco a poco había empezado a
sentir hambre y sed, así que se puso a buscar en la bolsa del cinto.
Encontró algunos bizcochos de viaje y había agua en la cantimplora.
Mientras comía, contempló el extraordinario espectáculo en el agua
alrededor de la balsa. Los Vigilantes brillaban con las más increíbles
tonalidades, pero sin emitir ni el menor sonido. La única variación
se produjo cuando Vigilantes de otras formas emergieron del agua.
Éstos no ayudaban a empujar la balsa, sino que únicamente se
mostraban de vez en cuando en el extremo del círculo de los que
empujaban. La visión de sus muy diferentes y fantásticas
apariencias dio a Sum una impresión clara de que se encontraban
maravillas increíbles en las profundidades del canal. Todas las formas imaginables estaban representadas, todas igualmente
encantadoras en su deslumbrante belleza. Lo que tenían en común,
además de su hermosura, era un aspecto vítreo y frágil. Eso le
recordó a Sum las medusas luminiscentes que había visto en Lago
Vível. Curiosamente, los Vigilantes no le daban a Sum en absoluto
la impresión de ser frágiles, a pesar de esta apariencia. Por el
contrario, irradiaban una fuerza que él nunca había percibido antes.
El canal, por su parte, casi no ofrecía variación alguna. De vez en
cuando, se ensanchaba o estrechaba un poco, o se transformaba en
una caverna abovedada en la que había un sinfín de salidas posibles,
lo que él había comenzado a llamar una gruta de distribución. En
un momento dado, también aquí sucedió algo. Al principio, Sum
creyó que se trataba sólo de otra gruta, pero no era así. En primer
lugar, ésta era mucho más grande de lo que lo había sido cualquiera
233
La leyenda de Mundo Minor
de las anteriores y, en segundo lugar, parecía haber sido ejecutada
con mayor esmero. A lo largo de la pared de la gruta se había
excavado un muelle en la roca que se extendía por todo su
perímetro. Arribadas a este muelle había un sinnúmero de
embarcaciones, mayores y menores, amarradas a argollas de hierro,
como la flota de Kreator lo había sido. Había naves de todas las
clases imaginables: un bote neumático, una goleta de tres palos,
un yate a motor, una balsa, un barco de remos, uno de vapor... y
muchos más. En la pared de roca donde el muelle estaba excavado
había una serie de bocas de escalera, una para cada embarcación.
Antes de llegar allí, en medio de la gruta, Sum pudo vislumbrar
algo que brillaba con una luz azul claro. A través del catalejo resultó
ser una pequeña construcción en un peñasco de roca, sobre la que
se había tallado un techo plano. A medida que la balsa se acercaba,
aparecían más detalles. El edificio parecía estar hecho de un
material vítreo, que dejaba que la luz proveniente de algo en su
interior se derramase hacia fuera. A causa de la deformación de
los motivos de la construcción de vidrio, Sum no pudo ver claramente qué era lo que despedía aquella luz, ni siquiera cuando la
balsa pasó junto a la isla. La distancia entre la isla y la balsa era, en
ese momento, de sólo unos veinte metros. Al llegar al extremo
opuesto de la gruta, la balsa entró en otro canal.
La navegación prosiguió. Sum comió, durmió y contempló a los
Vigilantes, estudió la construcción de la balsa e hizo lo que se le
iba ocurriendo. De cuánto tiempo duró todo aquello, no tenía ni la
menor idea, pero en un momento dado se percató de una clara luz
blanca frente a la balsa. La luz aumentaba continuamente y la nave
se dirigía directamente hacia ella. A través del catalejo vio que tenía
que ser la luz diurna, que se filtraba por un enrejado de alguna clase.
Tenía que ser lo que Sophia había llamado Puertarrío.
* Sophia, puedo ver Puertarrío... creo.
* ¿Qué es lo que ves?
234
La leyenda de Mundo Minor
* Una clara luz diurna que se filtra a través de algún tipo
de rejilla.
* Tienes razón, tiene que ser la Rejilla del río. ¿Has llegado
ya a allí?
* No, todavía no. Lo estoy viendo por el catalejo.
* Vale, avísame cuando llegues.
* ¿Cómo os va por ahí arriba?¿Estáis preparados para la
maniobra de diversión?
* Pues sí, lo hemos estado desde que tú te instalaste en la
balsa.
* ¿Qué hacen el Rey Ego & Cía.?
* Pues el Rey Ego me preocupa un poco, parece que está
agitado por alguna razón.
* ¿Ha descubierto algo?
* No, no lo creo. Parece que sólo sabe que estamos tramando
algo que él no puede adivinar. Ha estado en el río y en el
lugar donde está Puertarrío en el muro del Mundo. De
hecho, ayer estuvo en la orilla, que ahora está congelada
casi todo el día.
* ¿Cómo interpretas sus acciones?
* Creo que espera que ALGO suceda, pero no puede
imaginarse QUÉ.
Ambos callaron. Cada uno le daba vueltas a sus respectivos
pensamientos sobre lo que era inminente. Sum contempló
Puertarrío y su reja, que se acercaba cada vez más. Cuando la balsa
estuvo junto a aquélla, viró un cuarto de vuelta, de tal forma que
su lado izquierdo enfrentase la reja. Allí se quedó, inmóvil. Como
si se hubiese apagado un interruptor, la luz de los Vigilantes se
desvaneció, tras lo cual se zambulleron y desaparecieron. La única
luz provenía ahora del exterior. La reja estaba formada por barras
sólidas de un metal duro. Sum miró hacia fuera a través de ella y
lo que vio le hizo fruncir el ceño, preocupado. Los huecos entre
los barrotes de la reja estaban obturados por una capa de hielo,
235
La leyenda de Mundo Minor
gruesa y transparente. Todo, más allá del enrejado, era blanco, y
estaba cubierto por una escarcha que destellaba intensamente al
sol. El río estaba cubierto por una capa de hielo que parecía tan
gruesa como fría, pero que terminaba a medio metro de la reja.
* Sophia, ya he llegado a la reja. ¿Tienes idea de cómo
puedo continuar?
* La verdad es que no lo sé. ¿La reja es sólida?
* Creo que sí, pero voy a intentar sumergirme para ver si
la puedo bordear nadando.
Sum se quitó la ropa, la dejó en la balsa y saltó al agua. En contra
de lo que había previsto, el agua estaba caliente y era agradable
nadar en ella. Los Vigilantes no se le pasaron por la mente, por lo
menos no cómo algo que pudiese hacerle daño. El enrejado era,
aparentemente, interminable. Se extendía metros y metros hacia
abajo, sin dar señal de acabarse nunca. Todo lo contrario que el
aire de los pulmones de Sum. Justo antes de dar la vuelta, vio por
debajo de él una incandescencia anaranjada, lejana y vaga.
Resoplando y jadeando, se aupó a la balsa de nuevo, que casi no
se balanceó, y se vistió.
* Es demasiado profunda, no puedo bucear el tiempo
suficiente para pasar por debajo de la reja.
* ¿Hay algún Vigilante en el agua en torno a ti?
* Eeeehh... no, ni uno. Pero vi algo cuando buceaba, una
luz... o más bien una incandescencia, de un naranja
oscuro.
* Ajá, entonces creo que lo único que tienes que hacer es
esperar.
* Bueno, pero, ¿esperar a qué?
* Esperar a lo que viste cuando buceabas.
Sum estaba a punto de preguntar qué era aquella incandescencia,
236
La leyenda de Mundo Minor
pero entonces se percató de que un débil fulgor anaranjado
comenzaba a inundar el techo y las paredes del canal. Provenía
del agua. Decidió callarse y esperar.
Lo que sucedió entonces fue tan intenso que desbordó a Sum por
completo. Su lógica, sencillamente, no era suficiente. Un
momento estaba sentado sobre la balsa y al siguiente estaba en
medio de un fulgor anaranjado, o más bien, estaba en alguna parte
de él... o, a lo mejor, el fulgor ERA él... (¡¿o él ERA el fulgor?!)
Frente a sus ojos, se deslizaba la Rejilla del río, aparentemente
sumergiéndose a una velocidad endiablada. El hecho de que
estuviese bajo el agua no le impedía respirar, pero eso no era lo
único extraño de la situación. La Rejilla del río pasaba a toda
velocidad frente a sus ojos, pero aun así pudo examinar los detalles de su construcción. También pudo ver que la Rejilla venía
hacia él desde abajo, al tiempo que la veía desaparecer por encima
de su cabeza. Podía ver en todas las direcciones simultáneamente.
A sus lados y detrás de él veía de cuando en cuando a los
Vigilantes, ocupados en sus propios quehaceres. Había Vigilantes
de todas clases. Sum sentía una sensación cálida y agradable cada
vez que pasaba cerca de un Vigilante. Era como si hubiese
encontrado a un amigo, un amigo que no había visto desde tiempos
inmemoriales. Esta forma, por entero nueva, de experimentar la
realidad en torno a él, le mostraba constantemente nuevos aspectos
de ésta. Descubrió que podía concentrar su atención en las espirales de los Vigilantes que pasaban y aprender y experimentar
cosas para las que no existen ni palabras ni ideas (sí, ni siquiera
apenas pensamientos) que pudiesen describirlas. Cada Vigilante
contenía su propia sabiduría, pero sólo era una pequeña parte de
la sabiduría absoluta por la que velaban... sí, era la más honda, la
más recóndita, la suprema sabiduría la que los Vigilantes
guardaban. Sum sentía una gratitud abismal por cada pequeña
dosis de este saber que hallaba en éstos, los Guardianes de la
Sabiduría. Algunos se movían en pequeños grupos, otros estaban
237
La leyenda de Mundo Minor
solos. Pero todos eran portadores de enormes tesoros. Poco a poco,
Sum se fue dando cuenta de que ya no tenía cuerpo, en el sentido
que esta palabra solía tener. Era pura conciencia, y nada más.
Exactamente igual que los Vigilantes. Tal vez, Sum mismo era uno
de ellos... pero, en tal caso, ¿un vigilante de qué? Sum lloró de
felicidad y agradecimiento.
De repente, todo había cambiado. Miró en derredor. Su manera
de experimentar... su vista, eran de nuevo como antes. Estaba sobre la superficie rugosa de un material indeterminado que
despedía una débil luz blanco-amarillenta. Un tanto a su izquierda
vio una reja, la Rejilla del río. Brotaba de la superficie sobre la
que se hallaba Sum y desaparecía en la oscuridad sobre su cabeza.
¿Dónde estaba? Sum miró en torno, pero no pudo saberlo. Se
inclinó para palpar la superficie. Era hielo. Estaba desconcertado.
Si aquello era hielo, tenía que estar en Terra Nova, pero ¿dónde?...
y, ¿por qué parecía el aire tan... denso?
* ¿Sophia...?
* ¿Sí?
* No... no sé... ¿¡dónde estoy!?
* Estás al otro lado de la reja, al otro lado de Puertarrío.
De repente, todo se hizo claro para él. Estaba bajo el hielo que
cubría el Río Vível. Lo que había percibido como un viento débil
era, en realidad, la succión que el remolino generaba en el agua.
* ¡Dios mío!
* ¿Qué pasa?
Sophia parecía muy inquieta.
* Estoy... bajo el hielo... quiero decir en el hielo... pero por
debajo.
238
La leyenda de Mundo Minor
* Exacto, pero si te quedas ahí acabarán descubriéndote.
* ¿Descubr...? Ah, claro... el Rey Ego.
Sum empezó a alejarse de la Rejilla del río. No estaba seguro de si
lo que estaba viviendo era verdadero o de si sólo lo estaba soñando.
Todo parecía tan... irreal, pero al mismo tiempo, perfectamente
natural. Mientras caminaba, la succión se iba haciendo más fuerte.
Al final era tan intensa que Sum pudo hacerse una bola, con los
brazos sobre sus rodillas, y abandonarse a la cada vez más fuerte
corriente. Cuando llegó al remolino, éste lo zarandeó tanto que
sintió vértigo. Cuando pasaba por el agujero en la roca, su mente
se llenó de un grito desesperado, que contenía tanto cólera como
dolor, angustia, rabia e impotencia. La voz era del Rey Ego.
Mientras el grito resonaba aún en los oídos de Sum, se desmayó.
239
La leyenda de Mundo Minor
CAPÍTULO 4
Nuevos señores, nuevas costumbres.
(Proverbio islandés)
Sum se despertó con un dolor de cabeza que podría tumbar a un
caballo. Con los ojos cerrados, escuchó los sonidos a su alrededor.
Chapoteos en el agua, un murmullo de agua... agua. Evidentemente, él mismo yacía en ella, pues podía percibir su paso sobre
y bajo su pierna. Con mucho cuidado, entreabrió un ojo. Justo ante
él rodaban algunas piedrecillas hacia delante y hacia atrás con la
corriente, que las asía rítmicamente, al compás del murmullo. El
sol calentaba su espalda y su oído izquierdo. Con un esfuerzo, se
irguió sobre un codo, sintió náuseas y vomitó. Permaneció
acostado durante un largo rato, escuchando el agua; se adormeció
y volvió a escuchar. La segunda vez que se apoyó sobre el codo
fue mejor. Examinó cuidadosamente las inmediaciones. El ruido
abrumador del agua provenía de un enorme chorro que se vertía
en el lago en cuya orilla estaba acostado. El agua era fresca y tenía
un sabor agradable; el sol era fuerte y cálido. Con gran dificultad
se arrastró sobre la arena seca, se quitó sus ropas húmedas y las
extendió sobre una roca plana. Cojeó desnudo hacia el agua y se
lavó todo el cuerpo. Después, se echó junto a sus ropas para
calentarse al sol.
Una vez la ropa estuvo seca, también él se sentía mejor, aunque
estaba más cansado de lo que lo hubiese estado nunca antes. Se
sentía, asimismo, muy feliz, porque obviamente el proyecto había
tenido éxito. Estaba... debía de haberse evadido a Terra Inkognita.
Sum se puso a examinar el equipo que había llevado consigo (el
catalejo, la brújula, etc.). Nada de aquello parecía tener el menor
desperfecto. Su mayor preocupación había sido el catalejo, pero
éste funcionaba impecablemente. Probó a dirigirlo hacia algo que
240
La leyenda de Mundo Minor
se elevaba bajo el sol, al otro lado del lago. Lo que contempló
parecía ser una construcción de alguna clase, pero pasó mucho
tiempo antes de que Sum se diese cuenta de qué tipo de edificio
era. Debía de ser la construcción que las tropas de asedio habían
abandonado en su retirada, tras haber sitiado a Kreator y a La
Pequeña Compañía sobre la Meseta de Erg. Bajó el catalejo
pensativamente. No fue sino ahora que empezó a pensar que
también en Terra Inkognita había peligros a tener en cuenta.
Comenzó a aproximarse al edificio, lo que le hizo sentir como si
todos y cada uno de sus huesos estuviesen rotos. Le dolían más
partes de su cuerpo de las que sabía mentar.
El edificio daba la impresión de ser muy viejo y de estar muy
deteriorado. Su superficie estaba desgastada por el azote de
muchas tormentas y justo en la entrada la arena se había
acumulado en dunas contra la pared. Las heladas nocturnas habían
resquebrajado algunas rocas, de las que una había caído en la
arena. Tenía que tratarse de ESE edificio. Finalmente, Sum se
encontró en su interior, explorándolo. La cámara tenía la
magnificencia de los tiempos pasados y todavía era impresionante.
Levantó la cabeza y contempló la estructura que pendía del techo.
Había leído sobre ella en El Libro de Mundo Minor. Ahora veía
que era casi exactamente como se la había imaginado. La
estructura acumulaba la luz de la cámara y la concentraba
mediante un ingenioso sistema de lentes, y la enviaba a otra
estructura que estaba un poco más adelante, sobre el suelo. Ésta
era un cono perfecto, cuya parte superior estaba hecha de vidrio
completamente transparente. Debajo de este ápice había un
pequeño rollo de pergamino. El rollo tenía una longitud de unos
quince centímetros, pero era bastante grueso. Una cinta de seda
roja había sido fijada de forma tensa en el centro y en los extremos
con sellos lacrados. Éstos mostraban los emblemas de Mundo
Ambo, Mundo Domestica y un tercero que Sum no pudo
reconocer. Por el texto del último sello, Sum pudo ver que
241
La leyenda de Mundo Minor
pertenecía a Mundo Juris, pero nunca había oído hablar de este
mundo antes.
Mientras Sum contemplaba el pergamino, había posado, sin pensarlo,
su mano sobre la punta del cono. La retiró como si se hubiese
quemado. Del relato en El Libro de Mundo Minor se desprendía
claramente que el cono era reverenciado de manera especial por los
sitiadores. Si lo abriese y cogiese el rollo, sin duda llamaría su
atención. En lugar de ello, se puso a observar la distribución del resto
de la cámara. El suelo estaba cubierto de arena, que en algunos
lugares se arremolinaba contra los muros. Como había leído en la
descripción del edificio, había un friso que se extendía por todo el
perímetro de la estancia y la parte superior de la entrada. La parte
del friso que discurría paralela al suelo estaba hundida en la arena,
pero en la entrada reaparecía nuevamente con todo su esplendor. El
modo en que había sido ejecutado y su estilo hicieron a Sum pensar
en pinturas al fresco. La técnica era, evidentemente, otra, pero la
semejanza era notable. Desde el punto de vista artístico, el friso
superaba a cualquier fresco que él hubiese visto nunca, también
estaba mejor compuesto, era más armonioso y reposado. Justo sobre el suelo se asomaba un elefante que tenía un racimo de plátanos
en su trompa. Debajo de los plátanos había un mono que cogía frutos del racimo y se los pasaba a otro, que los juntaba en una pila.
Alrededor de la pila había todo tipo de herbívoros que recibían
plátanos de manos de un tercer mono. Tras ello, había una parte con
ramilletes, adornos de hojas y cosas por el estilo. Luego, de nuevo
una escena con animales que estaban repartiéndose alimentos los
unos a los otros. Esta vez, sólo eran hienas que desgarraban trozos
de un ñu tumbado y que repartían entre distintas fieras. La escena
se convertía de nuevo en ornamental. La siguiente imagen de
animales estaba tan arriba que Sum no podía ver los detalles con
claridad. Pensó en emplear el catalejo, pero desestimó la idea. En
lugar de ello, decidió regresar al sol del exterior. De camino se detuvo
y miró hacia atrás, hacia el cono, pero después salió.
242
La leyenda de Mundo Minor
Sum dejó con fruición que el sol le acariciase la espalda mientras
contemplaba Montesbarrera al otro lado del lago. Mientras sus ojos
brillaban con el destello de la luz del sol sobre las rocas negras,
pensó en qué dirección irse a buscar el jardín de Kreator. Le parecía
que El Libro de Mundo Minor no había sido muy preciso a este
respecto. Mientras estaba allí, notó que no había muchas piedras
alrededor del edificio. Según El Libro de Mundo Minor, había
habido una flecha formada por una aglomeración de rocas. Ahora
ya no estaba allí. De ser el caso, hubiese sido de ayuda, puesto que
indicaba la dirección hacia Mundo Ambo. A falta de nada mejor,
Sum cogió el catalejo y escudriñó el horizonte. En una determinada
dirección pudo ver, a lo lejos, algo que sobresalía de la arena.
Debido a su tamaño, incluso desde la distancia, concluyó que debía
de ser un mundo. No podía tratarse de Mundo Ambo, que, como
era sabido, debía de estar a unos doce días de viaje, así que tenía
que ser un mundo que hubiese sido construido después de que se
hubiese redactado El Libro de Mundo Minor. Sum bajó el catalejo
y comenzó a especular. La cuestión era que de ningún modo era
inocuo explorar éste o cualquier otro mundo. El mundo sería el
territorio de éste o de aquél rey, estaría bajo el poder de uno o de
otro señor. Si Sum se presentase allí, este potentado probablemente
tendría el poder de someterlo. Sin embargo, era la única posibilidad
de obtener informaciones que pudiesen conducirle al Jardín de
Kreator, o por lo menos fue la única que se le ocurrió en aquel
momento. Finalmente, acabó por decidir pasar la noche en el
edificio, para encaminarse hacia el mundo desconocido al día
siguiente, al salir el sol.
La noche resultó fría. En Mundo Minor siempre había sido fresca,
pero nunca había hecho un frío cortante como aquél. Sum se había
alojado en una cavidad, detrás de una duna al fondo del edificio,
donde no hacía tanta corriente como junto a la entrada. La arena
estaba caliente tras el sol del día, por lo que se acostó contra la pared
del fondo del edificio, que estaba un poco más fresca. Al enfriarse
243
La leyenda de Mundo Minor
demasiado esta pared, se abalanzó hacia la arena de la duna que
todavía retenía el calor del sol. Allí se hallaba, especulando acerca
de la loca, aunque, tenía que admitirlo, también necesaria misión
en la que estaba embarcado. Las estrellas titilaban en el aire limpio
y penetrante, las estrellas fugaces dibujaban líneas sobre el
terciopelo nocturno y el viento cantaba su queda elegía. Todo
estaba tranquilo y transmitió su tranquilidad a Sum. Finalmente,
se enterró en la duna, se puso cómodo, se regocijó en el calor y
pronto se quedó dormido.
Sum se despertó con el sol, que envió un rayo a través de la entrada
del edificio que cayó sobre su párpado derecho. El sueño y el calor
compacto de la arena le habían hecho bien. Sum se sintió relajado,
descansado y preparado para luchar, cuerpo a cuerpo, con el nuevo
día. Muchos de los dolores que había sufrido la jornada anterior
habían desaparecido, o al menos eran una sombra de lo que habían
sido. Mientras Sum se desperezaba, sus pensamientos vagaron,
errabundos. Empezó a pensar en Sophia y en la gracia que ella le
había concedido al enviar su voz con él. Se concentró e intentó
ponerse en contacto con ella. Después de un rato, oyó su voz como
un susurro débil y lejano, casi como el jugar del viento con la arena
del suelo.
* Me alegro de que hayas llegado sano y salvo.
Posiblemente vaya a ser la última vez que hablemos en
mucho tiempo, porque yo no puedo seguirte fuera de Terra
Nova. Los Barones están agitados porque tú te les
escapaste, pero no pueden atacar al Mundo. Ten un buen
viaje.
La voz de Sophia desapareció. En la mente de Sum, dejó la imagen
de una hoja que el viento aleja por encima de un seto. Ahora estaba
solo, completamente solo, en un universo del que únicamente tenía
un conocimiento superficial. Se desenterró de la duna
244
La leyenda de Mundo Minor
fatigosamente y se cepilló la arena. En la bolsa del cinto encontró
comida y en la cantimplora, agua fría y clara.
Cuando uno camina a pie hacia un destino distante parece que no
se está llegando a ninguna parte. Sum anduvo todo el día bajo un
sol abrasador, sin que el mundo lejano pareciese crecer de forma
apreciable o acercarse demasiado. Por medio de la brújula se
aseguraba de saber en dónde estaba en todo momento con respecto
a la “Construcción de los Sitiadores”, como él la llamaba. Esta
medida pronto demostró ser una buena idea, dado que el terreno
se inclinaba de forma imperceptible, por lo que la construcción
desapareció rápidamente bajo el horizonte. Cuando el sol estaba
justo sobre Montesbarrera y amenazaba con ponerse tras ella,
empezó a pensar en un refugio para pasar la noche. Justo antes de
que el sol rojizo-anaranjado se deslizase bajo las cimas, encontró
lo que estaba buscando: un bloque de piedra grande y oblongo cuyo
sotavento estaba resguardado por una duna calentada por el sol. Allí
se enterró y envolvió su cabeza en la capa como protección contra
la helada nocturna. Sum durmió de maravilla y se despertó
temprano, pero permaneció tumbado bajo la arena caliente hasta
que el sol tomó el relevo. Sólo entonces se desenterró y desayunó
sobre el bloque de piedra, contemplando su destino lejano en el
catalejo. Mientras examinaba las partes del mundo que se dejaban
ver, intentó estimar la distancia. Probablemente llegaría con la
puesta de sol, o eso esperaba, si bien después de aún otro día de
marcha, se detuvo para dormir.
El dormitorio lo formó esta vez un grupo de bloques de roca que
estaban en la arena agradablemente calentada por el sol. Sum
calculó la distancia hasta su objetivo en una buena hora de camino.
Antes de que el sol se pusiese por completo, se sentó sobre el bloque
más alto para comer y para efectuar una inspección ocular más
precisa del Mundo. Tenía una altura de unos cincuenta metros y
era redondo, como los demás Mundi. Al contrario que la mayoría
245
La leyenda de Mundo Minor
de éstos, aunque al igual que Mundo Minor, no tenía puertas, ni
portales, ni portillos, ni ventanas, ni otras entradas. Pero sí tenía
otra cosa. A intervalos irregulares, la parte inferior del muro del
Mundo había sido perforada desde dentro, algunas veces con tanta
fuerza que los cascotes estaban esparcidos en forma de abanico
sobre un área enorme. En algunos sitios, parecía que alguien
hubiese querido construir anejos al Mundo usando los cascotes. Sin
embargo, ninguno había sido terminado. Algo indicaba que varios
de esos intentos de extender el mundo habían sido interrumpidos
por el agua, que parecía provenir del interior. Aparte de estas roturas
del muro, no había nada que interrumpiese su superficie. Por lo
demás, estaba, evidentemente, desgastada por el uso y la erosión,
entre otros motivos como consecuencia de que el Mundo estuviese
construido con ladrillos amarillos, ladrillos cocidos sólo someramente. Sum, pensativo, bajó el catalejo y miró de soslayo hacia el
sol en descenso, parecía que ya era hora de arroparse... o, más bien,
de “adunarse”. Sum sonrió ante su chiste.
Tan pronto como el sol lo despertó, Sum se desenterró de la duna.
El aire era frío tras el viento nocturno, pero la capa demostró dar
buena protección. Mientras comía, contempló las distintas brechas
del muro con el catalejo para elegir la que le iba a dar acceso al
interior del Mundo. Se decidió por una que parecía ser la más
pequeña de las que había visto. Después de recoger todas sus cosas,
puso rumbo a su destino. Para mayor seguridad, Sum se había
envuelto en la capa y se había puesto la capucha. Para fundirse
todavía más con el medio eligió una ruta que le permitía, en la
medida de lo posible, encontrarse siempre entre piedras y bloques
de roca de diferentes tamaños. Se paró varias veces para contemplar
el Mundo que surgía ante sus ojos, pero no parecía haber en absoluto
señales de vida. Una vez arribó a su destino, se puso en cuclillas
frente a la rotura, que tenía unos dos metros de ancho, aunque sólo
uno de altura. Tanto al acercarse, como al sentarse o al agacharse
ante la abertura, se aseguró de que su sombra no cayese a través de
246
La leyenda de Mundo Minor
ella ni en el área frente a la misma. Sum dejó que sus sentidos se
fuesen a explorar, pero él se quedó calladito. Desde la profundidad
oscura llegaba un sonido débil, pero reconocible, de gotas que, una
a una, se derramaban sobre un suelo de piedra. Sum percibió
también un olor desagradable y mohoso, que le recordó el hedor a
deterioro que había impregnado las distintas partes abandonadas
de Mundo Minor cuando el Rey Ego todavía detentaba el poder.
No recabó ninguna otra información. Sum se coló por la abertura.
El muro resultó ser sorprendentemente estrecho con respecto al
tamaño del Mundo. La anchura era de sólo dos piedras. En el
interior del Mundo reinaba una acentuada penumbra, que sólo era
puesta en jaque por unos grandes braseros que estaban dispuestos,
con mucha distancia entre sí y alternativamente, a lo largo de las
dos paredes del pasillo. En los braseros ardían pilas de carbón de
leña que emitían calor en abundancia, pero que no iluminaban de
manera muy convincente. Cuando Sum hubo entrado, el sonido
de las gotas aumentó, al igual que los ecos que la densa oscuridad
le devolvía. El olor mohoso rascaba en la garganta. Una vez sus
ojos se hubieron acostumbrado vagamente a la tenebrosa penumbra, Sum se levantó con precaución y oteó a ambos lados. La
abertura lo había conducido a un pasillo largo que discurría paralelo
al muro exterior del Mundo. En ambas direcciones, el pasillo se
perdía en la oscuridad, pero en la que Sum había mirado en primer
lugar la luz de un brasero brillaba sobre un objeto de metal bruñido.
El metal resultó ser un batiente que, en tiempos lejanos, había
pertenecido a un portal enorme que, sin embargo, ya no estaba allí.
La oscuridad le impedía ver lo que, suponía, había sido otro
semejante en la pared opuesta del pasillo.
Sum no alcanzó a ver más. Un estruendo lejano y sordo resonó sin
previo aviso en la densa oscuridad frente a él. El sonido había sido
distante pero sintió claramente la sacudida en sus piernas. Se
envolvió en la capa, rodó hacia la parte oscura del pasillo y se
247
La leyenda de Mundo Minor
acuclilló, preparado para correr hacia la luz que afluía por la
abertura del muro. Hubo un largo silencio. Se levantó, cauto, y
prosiguió por el pasillo, con todos sus sentidos alerta. Poco después
del portal, el pasillo se ensanchaba y se convertía en una cámara
enorme. También aquí había una penumbra lóbrega, pero al menos
brillaba algo más de luz que en el pasillo de donde venía. El primer pensamiento de Sum fue que se hallaba en la entrada de la sala
del trono de este Mundo, pero, sin embargo, esto resultó ser
incorrecto. No le apetecía mucho moverse hacia la gran cámara,
inquietantemente abierta, pero, por otro lado, tampoco podía
quedarse allí. Concentrándose, intentó formarse una imagen de lo
que tenía ante los ojos. A lo largo de las cuatro paredes de la sala
había braseros del mismo tipo que los que había visto en el pasillo,
sólo que aquí estaban más próximos entre sí. En el centro de la sala
sobresalía una estructura gigantesca y cuadrangular, iluminada por
braseros que se extendían en torno a su pie. Sum no podía adivinar
qué era. La parte inferior parecía estar hecha de grandes bloques
de piedra, un fundamento sobre el que se asentaba un cubo del
mismo material. La parte del cubo que daba hacia Sum estaba
cubierta por algo que él supuso sería una tela... un telón de alguna
clase. Frente a la estructura había otras cuya naturaleza no pudo
reconocer de inmediato, pero que, cuando se percató, Sum supo al
instante de qué sala se trataba. Estas estructuras, que ocupaban la
sala casi hasta donde él se encontraba, eran gradas. La sala,
sencillamente, era un teatro y la estructura del centro de la sala era
el escenario. Reconocer lo que estaba viendo lo hizo sentirse mejor.
Después de escudriñar la totalidad de la sala, entró.
Que Sum no hubiese reconocido las gradas como tales se debía,
en parte, al hecho de que no estaban alineadas, y en parte a que
varias de ellas parecían haber sido destrozadas con brutalidad. Los
fragmentos estaban esparcidos sobre los demás bancos de la sala.
Este desorden hizo que fuese más viable avanzar a lo largo de la
pared, donde, por desgracia, también había más luz. Se hizo una
248
La leyenda de Mundo Minor
idea de la distribución de los bancos y corrió hacia el escenario,
donde se agachó tras la primera grada y echó un vistazo alrededor.
Tenía la desagradable sensación de que había otra persona cerca,
en alguna parte.
Mientras Sum exploraba, su mirada recayó sobre el enorme
basamento de granito del escenario. Desde la distancia había
parecido que sólo estaba tallado de manera tosca, pero más de cerca
resultó que los bloques estaban cubiertos de relieves.
Aparentemente, relataban escenas de diferentes obras que se habían
representado en el teatro. Sum estaba demasiado nervioso para
poder apreciar la sublime artesanía escultórica allí patente. Sin
embargo, notó que se relataban tanto incidentes cómicos como
trágicos. Este estudio superficial de la belleza de los relieves fue
interrumpido abruptamente cuando una serie de fuertes estruendos
y un grito bestial lo obligaron a agacharse de nuevo. Los ruidos
habían sonado ahora MUCHO más cerca que antes. Sum se asomó
cuidadosamente desde su escondite, pero no había nadie ni nada
que ver, sobre todo por culpa del banco. Sólo podía ver el pasillo
por donde él mismo había entrado y algo le dijo que el sonido había
provenido del lado opuesto de la sala, desde donde otro pasillo
probablemente se dirigía hacia el interior del Mundo. Silencioso
como un ratón asustado, Sum gateó hacia el otro extremo de la
grada. Sin embargo, tampoco desde aquí pudo ver nada inquietante.
Después de unos instantes, que a Sum le parecieron trescientos
años, sonaron otros cuatro estruendos, ésta vez más débiles, más
lejanos y sin rugidos de acompañamiento. Pasó un buen rato sin
oírse nada y Sum se levantó y se deslizó tras el escenario, que resultó
estar totalmente aislado. Allí había una escalera que conducía hasta
la estructura del escenario mismo. Sum echó un vistazo alrededor,
buscando. Subió hasta el escenario. Justo frente a la escalera había
una puerta cubierta por un cortinaje grueso y oscuro. Entró y se
halló en una gran cámara iluminada por pequeños braseros sobre
soportes en la pared. Era la más luminosa en la que hubiese estado
249
La leyenda de Mundo Minor
desde que había entrado en aquel Mundo. Por alguna razón, también
se sentía más seguro allí dentro. Toda la pared frente a la puerta
era una gran estantería que contenía copias de toda clase de obras.
Sum cogió un par de ellas y descubrió que todas eran, o bien
monólogos, o bien todas las réplicas eran de una sola persona,
mientras que los demás actores hacían de comparsas. Al extremo
opuesto de la cámara había una gran mesa con una silla. Para llegar
hasta la mesa, Sum tuvo que rodear una escala de metal, firmemente asentada, que conducía a una lumbrera en el techo, a cuatro
o cinco metros por encima de su cabeza. Sobre la mesa había un
guión abierto, un monólogo de amor no correspondido. El
monólogo se titulaba:
Desesperación, pena y carencia interna.
(Fragmento de la “Elegía de Kreator”)
Sum leyó un poco del monólogo, lo hojeó y lo devolvió a la página
a donde el lector precedente había llegado. Las paredes que no
formaban parte de las voluminosas estanterías estaban cubiertas
de anaqueles, perchas, colgadores, etc., cargados hasta rebosar de
trajes y disfraces de toda clase. Todo a lo largo de la pared el suelo
estaba cubierto de zapatos, tan apiñados como era posible. Justo a
un lado de la mesa colgaba un vestido rosa de seda y tafetán,
adornado con flores de seda tan artísticamente confeccionadas que
Sum creyó por un instante que eran VERDADERAS flores las que
estaban cosidas. Sencillamente, replicaban las originales hasta el
menor y más insignificante detalle. Todo lo que vio en la cámara
estaba ejecutado con ingenio y precisión, como caracteriza el
trabajo de un verdadero maestro. Esto se extendía asimismo a los
muebles, que eran sólidos y sin un ápice de tosquedad. Desde el
punto de vista artístico eran, además, una delicia, pues estaban
hermoseados con tallas donde se recogía la trama de las diversas
obras de las estanterías. Sum estaba impresionadísimo por la calidad
250
La leyenda de Mundo Minor
de lo que allí había. Mientras exploraba la estancia, su atención fue
capturada por una entalladura entre la estantería y la pared. De ésta,
que tenía alrededor de un metro de ancho, pendía una gruesa
colgadura de paño negro. Tras ella se abría otra habitación, más
iluminada incluso que la anterior. Aquí los braseros estaban
dispuestos casi pegados a lo largo de la pared, de modo que
envolvían el suelo y las paredes en una brillante y cálida luz. Esta
cámara era más grande que la primera y debía de ser el mismísimo
escenario, pues la pared frente a Sum estaba formada por un grueso
paño negro que colgaba desde la oscuridad sobre su cabeza. En el
extremo opuesto del escenario podía divisar otra puerta, con un
cortinaje idéntico al que acababa de atravesar.
Sobre el escenario había dispuestos unos decorados que
representaban una glorieta ubicada en un jardín muy bien cuidado
que daba a un mar centelleante. En el jardín había, además, bancos, un curso de agua (por donde de hecho corría el agua), una
terraza (unida a la casa del decorado de fondo), junto a varios grandes árboles, arbustos y flores. Era difícil calificar este paisaje como
un decorado, puesto que la tierra, los árboles y todo lo demás eran
de verdad. Hubiera sido más correcto decir que se había plantado
un jardín sobre el escenario, si no por otro motivo, al menos por su
enorme extensión.
Tras la estructura se oyó una serie de estruendos como los que Sum
había escuchado ya varias veces antes, unos estruendos que estaban
inquietantemente cercanos. Se giró y vio que el telón del escenario
había sido corrido. Sin pensárselo dos veces, saltó desde el borde
del escenario y corrió, raudo pero tan silencioso como era posible,
hacia el fondo de la cámara de la que había venido. Mientras Sum
contemplaba el jardín del escenario, había llegado hasta el otro lado
de la sala. Por ese motivo corría a lo largo de la pared del vestíbulo
opuesto a aquél por donde había entrado. Oyó de nuevo un
estruendo a sus espaldas, mezclado con el sonido de madera
251
La leyenda de Mundo Minor
haciéndose astillas. Sum no se atrevió a mirar hacia atrás, pero no
tenía ninguna duda de que se trataba del banco tras el que se había
escondido lo que algo acababa de hacer pedazos... algo que sabía
que Sum se había escondido tras él tan sólo un momento antes. La
piel de su espalda se contrajo de terror, porque ahora el grito bestial
sonó de nuevo, junto con el sonido de grandes pies que pateaban
el suelo. El dueño de los sonidos lo estaba, aparentemente,
siguiendo. Sum hubiese preferido volver corriendo hasta la abertura
del muro y salir a Terra Inkognita, pero para ello tenía que cruzar
la sala de teatro. Eso podría significar tropezarse con uno de los
bancos y ser capturado por... aquello. Corrió, en cambio, por el
pasillo que apareció a su izquierda cuando llegó hasta el fondo de
la sala. Corrió como nunca había corrido antes. El pasillo donde
se encontraba ahora era más pequeño que el que lo había conducido
a la sala de la que ahora estaba huyendo, por lo que intensificaba
los sonidos que provenían de su perseguidor. Los pies chasqueantes,
los estentóreos rugidos, los jadeos, todo eso lo experimentaba Sum
casi como un dolor físico. Empezó a cansarse.
De repente, apareció un cuadrángulo iluminado a unos metros frente
a él. Una delgada figura de niña había abierto una puerta y sostenía
un brasero en la mano derecha, mientras que la otra estaba apoyada
sobre la manija. Sum se introdujo en la cámara sin pensar en lo
que estaba haciendo. Un instante después de que la figura hubiese
cerrado la puerta, algo la hizo retumbar con gran fuerza. Sum se
hallaba, resollante, con la espalda contra una fría pared de piedra
y contemplaba angustiado la puerta, que en el fulgor débil empezó
a ceder cada vez más con cada golpe que la embestía. La puerta
resistió y después de todavía un par de golpes, el perseguidor de
Sum dejó de maltratarla. Se oyeron unos ruidos furiosos y un par
de estruendos que hicieron temblar tanto el suelo de la habitación
que el revoque saltaba de las paredes.
* Veo que ya has conocido a Desmofylax.
252
La leyenda de Mundo Minor
La voz tranquila llegaba de la boca sonriente del rostro que apareció
en el fulgor del solitario brasero.
* Me alegro de que él no me haya conocido a mí.
Resopló Sum.
* Un mensajero con sentido del humor; eso me gusta.
El rostro planeó hasta una pequeña mesa, junto a la que había más
braseros. Sum lo siguió. Finalmente, a la luz dorada se reveló toda
la figura a quien pertenecía. Era más pequeña que Sum y delicada
de una manera que hacía que su cuerpo semejase el de una niña.
Estaba vestida con algo que recordaba a un camisón de media pierna
rosa. La tela del vestido brillaba a la luz atenuada de los braseros.
Su pelo era largo, oscuro y colgaba, liso, a cada lado del rostro
sonriente. Parecía totalmente indiferente ante la situación.
* Bienvenido a la Escribanía, no esperaba visitas hoy.
* Eeeehhh... pues... ¿no?
Sum aún estaba confuso.
* No es que me moleste, todas las ideas son bienvenidas.
Cuanto más frescas, mejor... ¿té?
* ¿Té? Sí, por favor.
Sum no podía dejar de sentir que había sido confundido con otra
persona, lo cual se debía, probablemente, a los poderes de la capa.
Se arrebujó en ella. La mujer cogió un pequeño palo que estaba
sobre la mesa, lo puso en el brasero hasta que ardió y se lo llevó
con ella. Sum pudo ver que lo usaba para encender un brasero que
estaba dispuesto de tal forma que se podía poner una tetera bajo
él. Estaba en un mueble que parecía ser un aparador esculpido en
253
La leyenda de Mundo Minor
piedra. Canturreando, empezó a poner tazas, azúcar y cucharillas
en la mesa. Por fin llegó con una tetera que despedía un aroma
agradable a hierbas. Tras haber servido el té, elevó sus ojos hacia
los de Sum.
* Dame las anotaciones para que pueda revisarlas.
Tendió una pequeña mano por encima de la mesa.
* Sí, sí... un momento.
Sum sintió que tenía que seguir representando su papel, sin saber
por qué. Miró en la bolsa del cinto y allí estaba el pergamino, algo
desmenuzado, que se había llevado de Mente sin razón alguna. Lo
puso en su mano con la sensación de que el rollo estaba destinado
exactamente para eso. Ella tomó el frágil pergamino y lo empezó a
abrir con un interés evidente, con movimientos que revelaron que
no era la primera vez que manejaba un documento delicado. Fue
una operación larga, pero al final lo abrió. Más que de ninguna otra
cosa, Sum tuvo ganas de bordear la mesa y ponerse a leerlo con ella,
pero, sin embargo, permaneció sentado. Con una faz llena de
expectación, empezó a leer el pergamino. Mientras leía, la expresión
de su rostro fue mudando poco a poco, de tal forma que al final del
documento reflejaba una mezcla de duda, asombro e indecisión. Por
fin, lo puso sobre la mesa, se llevó despacio la taza a la boca y
contempló a Sum minuciosamente sobre el borde de la taza mientras
bebía.
* No vienes como mensajero, eres... extranjero.
Las palabras fueron pronunciadas a tientas, como si ella no creyese
lo que estaba diciendo.
* Sí.
254
La leyenda de Mundo Minor
Sum asintió vagamente y le sonrió.
* Eres rey de un Mundo cercano, que se llama Mundo Minor...
no lo conozco.
* Es porque no está en Terra Inkognita. Está al otro lado de
Montesbarrera.
Cuando Sum mencionó este nombre, una dolorosa contracción se
formó en su rostro y esta reacción lo instó a callarse. Iba a contarle
toda la historia sin más, pero no estaba seguro de que fuese la manera
adecuada de hacerlo. Ella volvió su vista al rollo, así que Sum probó
el té. Tenía un sabor agradable que le recordaba al aroma del Jardín
Vível.
* ¿Qué motivo tienes para...haber entrado en este Mundo?
La voz de la delgada mujer no sólo parecía insegura, en realidad
parecía estar profundamente impresionada.
* No tengo ningún deseo de profanar vuestro legítimo señorío,
sólo busco ayuda.
* ¿Ayuda? ¿Buscas ayuda...aquí? ¿Qué clase de ayuda, pues?
Era obvio que su sorpresa era sincera.
* Necesito ayuda para orientarme. Una indicación de las
direcciones a diversos Mundi de las cercanías, por
ejemplo.
* Pues si se trata de Mundi cercanos... pero primero tienes
que ayudarnos.
* Está bien. ¿Cómo... cómo puedo ayudaros?
* Te has topado con Desmofylax, el azote que casi ha
reducido mi Mundo a ruinas. ¡¡Vas a ayudarnos a luchar
contra él!!
255
La leyenda de Mundo Minor
La mujer dijo la última frase con una fuerza tal que cogió a Sum
de sorpresa. Había un enorme poder tras aquellas palabras, un
poder que para nada estaba en sintonía con su apariencia frágil.
* Claro, lo... lo haré con gusto, ¿cómo puedo ayudar?
* Tienes que entrar en la parte del Mundo que él ha tomado
para sí, matarlo y volver para informarnos.
* ¿Matarlo...? Pero eso es imposible... ¡es parte del Mundo!
* ¡¡HAY que matarlo!!
La fiereza agresiva de la exclamación enmudeció a Sum.
* ¡Vamos!
La voz de la mujer era otra vez tierna y frágil como el cristal. Se
había levantado resuelta y atravesaba ahora la cámara, que resultó
ser algo más grande de lo que Sum había esperado, con un
pequeño brasero en la mano. Sum dejó la taza y la siguió confuso.
Era como si sólo hubiese soñado las palabras agresivas y llenas
de odio que ella había pronunciado hacía pocos segundos. En el
camino pasaron junto a varias cosas que dieron a Sum la impresión
de que la mujer había vivido toda su vida en aquella cámara.
Pasaron por una cama deshecha de dosel, una mesa de dibujo
donde ella, en apariencia, estaba diseñando bastidores para una
nueva obra, una mesa en la que, obviamente, estaba escribiendo
sus obras, un costurero, donde se estaban confeccionando un par
de trajes, un banco donde, con toda probabilidad, se habían
fabricado los bastidores, además de otros lugares de trabajo cuya
finalidad Sum no tuvo tiempo de desentrañar. La mujer se detuvo
frente a un armario igual al que estaba en el Dormitorio Real de
Mundo Minor. Mirando fijamente a Sum, abrió el armario, entró
y le hizo señas de que la acompañase. La cámara en la que entraron
se parecía a la que Sum había cruzado siguiendo a Sophia a través
del armario en Mundo Minor, pero, al mismo tiempo, era también
256
La leyenda de Mundo Minor
muy distinta. En primer lugar, parecía mucho más pequeña; en
segundo lugar, la oscuridad era casi gris. Y en tercer lugar, la
atmósfera era amenazadora. Esta última circunstancia se vio
acentuada por el hecho de que atravesaron la cámara casi
corriendo, mientras la mujer echaba vistazos fugaces en todas
direcciones. En la oscuridad en torno a ellos se deslizaban
pequeñas sombras que hicieron caso omiso de su presencia. Hacia
lo que se dirigían no era una escalera de caracol, como en Mundo
Minor, sino una escala metálica vertical que desaparecía en una
penumbra lóbrega por debajo de ellos. La bajada fue fatigosa y
las piernas de Sum estaban totalmente machacadas cuando tuvo
de nuevo tierra firme bajo los pies. Miró alrededor con curiosidad.
La escala los había conducido a una cámara que recordaba un poco
a donde había terminado la escalera de caracol del armario de su
dormitorio. El tamaño era más o menos el mismo, pero si bien
había estado vacía en Mundo Minor, aquí tenía la apariencia de
una oficina desordenada.
El desorden consistía principalmente en pilas de papeles que
estaban amontonadas sobre una mesa con forma de herradura que
ocupaba la mayoría de la cámara. En uno de los extremos de la
herradura, que terminaba junto a una puerta pintada de verde y
descascarillada,
(aquí también, exactamente igual que en Mundo Minor, una
puerta verde al frente de la escalera)
había un hombre con un bloc de notas frente a él, donde escribía
lo que otro hombre, que estaba de rodillas frente a la puerta
desconchada, le estaba diciendo. El hombre frente a la puerta tenía
en las manos unos prismáticos militares arañados que estaba
empleando para ver por la boca-buzón de la misma. Lo que veía
se lo refería al hombre de la mesa. Ambos estaban vestidos con
uniformes de combate y boinas de color verde oscuro.
257
La leyenda de Mundo Minor
(Sum nunca había reparado en si había o no una bocabuzón en la puerta de Mundo Minor)
Pasó un momento antes de que el hombre de la mesa se diese
cuenta de que había entrado alguien. Cuando esto sucedió, tocó
de forma insistente con el índice el brazo del otro. Se giraron al
mismo tiempo. La primera impresión de Sum fue que ambos
hombres eran por completo iguales. Sin embargo, resultó que, si
se miraba de cerca, tan sólo se parecían extraordinariamente. Sus
uniformes también eran un poco distintos. El que había estado
sentado a la mesa era, obviamente, el de mayor rango, aunque sin
que eso fuese perceptible salvo por un emblema en el pecho del
uniforme. El emblema mostraba una pluma y un libro, y el del
otro unos prismáticos. Su actitud dejaba patente que era la mujer
quien estaba al mando y que estaban asombrados de la presencia
de Sum. Sin una palabra, tendió el rollo desmenuzado al de la
pluma y el libro. Éste leyó el contenido del pergamino con los
mismos movimientos cuidadosos que ella había realizado,
mientras con ojeadas rápidas observaba a Sum. Después de
haberlo leído, enrolló el documento, asintiendo pensativo. Sum
tuvo la impresión de que estaba dando recibo a una orden no
pronunciada de la mujer. Ésta se giró, fue hacia la escala y se
detuvo allí. Sum percibió que había sido dejado en la custodia de
este oficial.
* ¡¿Vienes de fuera?!
La voz del oficial era agradable, pero algo solemne. También tenía
una resonancia que denotaba gran energía.
* Sí.
* ¿Deseas ayudarnos en nuestra lucha?
* Sí
* ¡¿Has conocido ya a Desmofylax?!
258
La leyenda de Mundo Minor
* Sí, podría decirse que sí.
* Estupendo. Mira esto.
El hombre señaló hacia una papeleta que estaba sobre la mesa.
Era un dibujo de lo que se podía ver por la boca-buzón de la puerta
verde.
* Nuestro trabajo es obtener tanta información fiable como
sea posible de esta área con el fin de encontrar un medio efectivo en nuestra lucha contra el opresor.
Hablaba como un oficial del Estado Mayor que estuviese
informando a una unidad.
* Recibido, ¿qué clase de recurso buscamos?
Sum habló instintivamente de la misma forma, lo que agradó al
otro de manera muy obvia.
* Ése es el problema. Todavía no tenemos ninguna hipótesis
segura sobre el carácter del arma necesaria.
Se hizo una pausa que Sum aprovechó para examinar el dibujo
de la cámara tras la puerta más minuciosamente. En Mundo Minor
había habido un espacio más reducido tras la puerta verde.
Después de otra puerta, se habría llegado al Mente Superior. Aquí,
por lo que parecía, no había ninguna puerta que impidiese ver el
Mente (o como fuese que lo llamasen allí), según el dibujo. Éste
mostraba una vista limitada a algo que Sum supuso sería una isla
de cosas apiladas. Sin embargo, la ilustración era muy oscura y
abocetada. Sum puso el papel sobre la mesa y señaló
interrogantemente hacia la puerta, donde el otro estaba de nuevo
mirando a través de sus prismáticos. Con un asentimiento, obtuvo
el permiso y tomó el sitio del hombre frente a la puerta. Sum
259
La leyenda de Mundo Minor
rechazó su oferta de tomar prestados los prismáticos y sacó en
lugar de ello su propio catalejo de la funda. La cámara tras la puerta
era por cierto muy oscura, pero podían verse bastantes más cosas
de las que el dibujo mostraba. La palabra “cúmulo” describía más
adecuadamente lo que Sum había supuesto ser una isla sobre el
papel. El fulgor débil de un brasero iluminaba un lado del cúmulo,
donde se veía una mezcolanza de ropa sucia, libros andrajosos,
herramientas herrumbrosas, papeles arrugados y otras cosas por
el estilo. Ese estado le recordó el que había imperado en el Mente
inferior de Mundo Minor la primera vez que lo había visitado sólo
que un poco peor.
* ¿Cuándo fue la última vez que alguien entró ahí para
reconocer el terreno?
Sum bajó su catalejo.
* Voto por mi honor que muchos años, que yo sepa.
Su énfasis hizo evidente que creía que nadie volvería a hacerlo
de nuevo.
* ¿Por qué no?
* ¡¡Es territorio enemigo!!
El oficial le tendió de vuelta el rollo a Sum y comenzó a andar
adelante y atrás, al tiempo que sujetaba a su espalda una de sus
muñecas con la otra mano. Tras una pausa carraspeó, para
continuar:
* Desmofylax es un enemigo tremendo, tiene un enorme
poder. Muchos guerreros ya han sido vencidos y están
ahora en sus manos. Dónde se hallan, o qué tormentos
estarán sufriendo, sólo lo podemos conjeturar. Es una
260
La leyenda de Mundo Minor
gran tragedia. Sólo nos quedan unos pocos bastiones;
la Escribanía, el teatro y este puesto de observación. Sólo
en estos tres sitios estamos seguros frente al enemigo, el
resto es su territorio. Detrás de esta puerta, ya nada es
seguro.
El oficial de mando acentuó su argumento elevando un dedo hacia
el techo.
* Va a entrar.
Aunque la mujer hablaba con normalidad, era como si hubiese
una profunda amenaza en las palabras.
* ¡¿Entrar...?! Pero el peligro... ¡¿Desmofylax!?
El oficial parecía sorprendido, pero se apresuró a asentir
afirmativamente cuando vio la cara amenazante de la mujer. En
cualquier caso, fue incapaz de decir nada. Por eso Sum tomó la
palabra.
* ¿La puerta está bloqueada?
* Sí, eso ya lo hemos hecho... hemos cerrado la puerta con
llave.
El oficial, obviamente, se sintió aliviado de que Sum le hablase,
pues le dio una razón para retirar sus ojos de la mujer.
* Entonces, ¿no sería posible abrir la puerta, dejar pasar
a un hombre y volverla a cerrar?
* Eeeehhh... pueees... sí, sería posible.
El oficial golpeteaba nerviosamente el suelo mientras miraba de
soslayo en la dirección de la mujer.
261
La leyenda de Mundo Minor
* Yo me ofrezco voluntario y, como yo no formo parte de las
tropas regulares, no se podría contabilizar mi muerte
como una pérdida real.
Sum se cuadró y miró directamente a los ojos del oficial, éste apartó
la vista.
* Eeehh... te... ¿te das cuenta de en qué te estás metiendo?
El oficial tragó saliva.
* Afirmativo.
Sum había llegado a comprender que si él asumía el papel de
soldado, el oficial recobraría más fácilmente la compostura y el
dominio de sí mismo.
* ¡Nos honras!
Aliviado, el oficial apoyó una pesada mano sobre el hombro de
Sum. Su voz vibraba todavía un poco de temor. Aún con la mano
sobre su espalda, el oficial se volvió, vacilante, hacia la mujer. Ella
asintió leve pero firmemente. Después, miró de forma inquisitiva
al otro, que había dado la espalda al buzón. Él también asintió. Con
paso firme, el oficial llevó a Sum hasta la puerta, la abrió con un
rápido movimiento, lo empujó a través de ella y la cerró con la
rapidez del desesperado. Tras la puerta había, de hecho, una
pequeña cámara, sólo que estaba distribuida de forma distinta a la
de Mundo Minor. Allí, las dos puertas de la cámara eran iguales,
aquí la otra era una gran puerta de corredera. Como estaba corrida,
no se podía ver desde la boca-buzón. El espacio entre ambas puertas
estaba sembrado de cachivaches. Sum gateó por el suelo y se
acuclilló junto a la pila que había contemplado desde la boca-buzón,
con la mano sobre la funda de Egkratehias y miró a su alrededor.
262
La leyenda de Mundo Minor
Por todas partes se extendía una penumbra tétrica, que sólo
interrumpían los pocos y espaciados braseros. Todo estaba tranquilo
y en silencio.
La impresión que Sum se había formado del cúmulo resultó ser un
embellecimiento de la realidad. Era un desorden de las cosas más
dispares. Justo frente a sus ojos sobresalía la mitad de un libro.
Parecía ser un informe (en regular estado), cuya primera página
estaba ilustrada con un dibujo igual al que había visto en la mesa
de los dos hombres, sólo que más detallado. Con precaución, Sum
retiró el informe del cúmulo, anduvo los pocos pasos que lo
separaban de la puerta y lo metió por la boca-buzón. Fue recibido
con entusiasmo. Sum se deslizó hacia el lugar donde había estado
sentado antes; todo seguía aún tranquilo. Se giró hacia la puerta,
donde las lentes de los prismáticos del soldado destellaban en la
débil luz, se despidió de él con la mano y se dirigió hacia la penumbra ignota.
263
La leyenda de Mundo Minor
CAPÍTULO 5
Las apariencias engañan.
(Refrán danés)
Para mayor seguridad, Sum desenfundó a Egkratehias y se deslizó
hasta el siguiente cúmulo, con todos sus sentidos en alerta máxima.
Los intervalos entre los cúmulos resultaron ser irregulares, el
tamaño de los cúmulos variable. El segundo de ellos sólo difería
del primero en un aspecto: todo estaba en un grado de
descomposición tal que podría describirse adecuadamente como
una pila de compost. Sum aún no había escuchado ni un solo ruido,
ni tampoco producido ninguno, por lo cual se sobresaltó cuando
un traqueteo y unos tumbos le llegaron desde la oscuridad frente a
él. Tan rápido como le fue humanamente posible, Sum se puso al
abrigo del cúmulo más cercano. El sonido murió relativamente
rápido, pero casi al instante se vio seguido por un penetrante hedor
mohoso. El ruido no tenía ni la menor semejanza con los que había
hecho Desmofylax, pero como Sum no estaba familiarizado con
el lugar, se arrastró en la sombra del cúmulo. Pasó un largo rato
sin que sucediese nada más, hasta el olor se volvió menos intenso.
Sum no pudo percibir presencia alguna, de modo que continuó.
Pronto obtuvo explicación al sonido que había escuchado. Se debía
únicamente a que un cúmulo, especialmente alto, se había
derrumbado, pues sus partes inferiores se habían reducido a polvo.
Ahora era como un baluarte a lo largo del suelo. Acababa de pasar
por encima del cúmulo caído cuando, de repente, se hizo oscuro
como boca de lobo a su alrededor. Asustado, Sum trastabilló un
par de pasos, lo cual hizo que volviese la luz. Como todavía estaba
bastante cerca de la puerta por la que había entrado, le llevó bastante tiempo darse cuenta de lo que había pasado.
En Mundo Minor había que cubrir una distancia relativamente larga
264
La leyenda de Mundo Minor
desde la puerta que daba a Mente al lugar donde la oscuridad
separaba el Mente Superior del Mente Inferior. Aquí, en apariencia,
había menos de veinte metros hasta la separación. Tan pronto como
la oscuridad se cerró en torno a Sum, su corazón empezó a galopar
como un caballo de carreras desbocado. Tardó varios minutos en
volver a latir con normalidad. Con Egkratehias frente a sí, agarrada
con sus dos manos sudorosas y preparada para cargar, se dejó
engullir por la oscuridad de la separación otra vez. Le pareció que
la distancia en las tinieblas era muy larga, pero de repente emergió
de las sombras. Ante él había una sala totalmente iluminada, mucho
más iluminada que cualquiera que hubiese visto hasta entonces en
ese Mundo. El suelo de la sala se componía de azulejos negros y
blancos que parecían desgastados, pero estaban limpios y bien
cuidados.
Tras dejar al equipo de observación de la puerta, Sum se había
movido a lo largo de la pared izquierda de la cámara. Ahora, cuando
emergió al Mente Inferior (o como fuese que lo llamasen), no había
una pared, sino una vitrina con puertas de cristal a su izquierda. La
vitrina era tan grande y profunda que casi era una sala en sí misma,
fila tras fila llena de estantes. Era de metal gris y daba la impresión
de ser sólida. Todas las hileras interminables de puertas de la vitrina
estaban cerradas con llave. A través de ellas podía contemplar las
cosas que estaban expuestas en la primera hilera de estanterías; las
demás, tan sólo las podía vislumbrar. Los objetos exhibidos eran
muy distintos y no parecían haber sido colocados en un orden
lógico. Tras el cristal de la primera puerta vio una colección de
minerales, cada uno exhibiendo una pequeña etiqueta con
información acerca de su clase, el lugar donde se habían encontrado,
etc.. La colección daba la impresión de estar bien pensada y de haber
sido organizada meticulosamente. Desazonado por la carencia de
posibles escondites en la cámara, Sum enfundó la espada, se
envolvió en la capa y miró en torno. La estancia era enorme. La
serie de puertas en la vitrina de la pared izquierda de la cámara se
265
La leyenda de Mundo Minor
perdía a lo lejos. A través del catalejo podía ver que había una megavitrina del mismo tipo en el lado opuesto de la cámara, de modo
que las dos discurrían paralelas hasta donde la vista (y el catalejo
) alcanzaban. Unos cien metros más adelante, el área del suelo
uniforme era interrumpida por gigantescas figuras geométricas,
esculpidas en algo que parecía una piedra negra pulimentada. Sum
metió el catalejo de nuevo en su funda y puso rumbo hacia la figura
más cercana: un anguloso tronco de pirámide. Cuanto más se
acercaba a las figuras de piedra, más inseguro se volvía.
Instintivamente, se fue en busca de la serie interminable de puertas
de cristal y descubrió, así, que una de ellas estaba entreabierta. Sin
pensárselo, se acuclilló y echó un vistazo en derredor. La vitrina
tenía una profundidad increíble y por eso debía extenderse más allá
de la pared. Dentro de la vitrina, que Sum iba asimilando cada vez
más a una cámara de techo bajo, había una fila de estantes tras otra.
Éstos estaban provistos de ruedas y por eso podían moverse adelante
y atrás, de modo que se podía pasar libremente entre ellos. El estante
que daba al espacio de cristal adonde Sum se había deslizado estaba
lleno de plantas secas y prensadas, cada una de ellas dotada de una
pequeña etiqueta con su fecha de recolección. El estante de detrás
contenía semillas de las mismas plantas. El estante siguiente tenía
una colección de obras sobre el cultivo, riego y cuidado de las
mismas. Sum no quiso seguir adentrándose en la cámara-vitrina,
pues sólo estaba iluminada por la luz que entraba por las puertas
de cristal. En lugar de ello, se deslizó entre la primera y la segunda
fila de estantes, en la misma dirección en la que había ido fuera de
la vitrina. Se movía silenciosamente, inclinado hacia delante y
atento. De esta forma, llegó al lugar donde podía ver, directamente
a través del cristal, la pirámide roma, sin tropezarse con sorpresas
de ninguna clase. Sin embargo, su nerviosismo crecía constantemente, de modo que ahora también le repetía la comida. En un
intento de aplacar su desasosiego, se puso en cuclillas tras la primera
fila de estantes, mientras a través del catalejo contemplaba la
geometría que se extendía entre las dos filas de vitrinas.
266
La leyenda de Mundo Minor
La parte trasera de la pirámide truncada atrajo rápidamente la
atención de Sum; ¡¡algo se movía allí!! El ángulo desde donde la
estaba observando le impedía ver qué era lo que se estaba moviendo,
pero HABÍA algo. Sin hacer caso de la sensación abrasadora de su
estómago, Sum siguió adelante en la vitrina para adquirir un mejor
ángulo de visión. Así, se alejó más del tronco, pues fue la única
forma que se le ocurrió... si no quería salir al área totalmente al
descubierto entre la vitrina de este lado y las negras formas de
piedra. Lo que Sum vio una vez hubo encontrado un ángulo
aceptable, lo llenó de asombro. El tronco de pirámide era evidentemente hueco y la abertura, que daba hacia su lado, estaba cubierta
con una reja. Tras ésta se hallaba un gran número de criaturas. Tanto
la distancia como las sombras que cubrían el interior de las formas
de piedra le hicieron imposible durante mucho tiempo determinar
de qué criaturas se trataba. De repente, una de ellas fue hacia la
reja, extendió las manos hacia fuera entre los barrotes y apoyó la
cabeza contra ella. La criatura era, sin lugar a dudas, un
emocionante. Sum bajó el catalejo, pensativo. Un emocionante
prisionero significaba que estaba obligado a atravesar el tramo
descubierto... de uno u otro modo. Su corazón empezó a latir más
rápido. Sum abandonó la vitrina, pero dejó la puerta entreabierta.
Durante un instante permaneció quieto, escuchando, pero no se oía
nada. Hizo acopio de ánimo y comenzó a correr a través del enorme
trecho expuesto. Sum corrió a todo trapo, en silencio y con cuidado
de permanecer bien envuelto en su capa.
No había pensado qué era lo que esperaba que ocurriese al correr
hacia el espacio descubierto. Sin duda se había imaginado ser
atacado por alguna clase de bestia salvaje del tipo de los Barones
de los Emocionantes. Lo que en realidad sucedió, fue lo que menos
se había esperado... no sucedió absolutamente nada. Sum se
adelantó hasta el tronco de pirámide, que era enorme, sin que
sucediese nada más que la sonrisa que el emocionante apoyado
contra la reja le ofreció. Éste no parecía haber sufrido el menor daño,
267
La leyenda de Mundo Minor
al contrario, irradiaba tranquilidad y confianza. Sum se detuvo
ante la reja y lo contempló: “los primeros emocionantes de Kreator
debieron de ser iguales a éste”, pensó Sum de manera espontánea.
El emocionante, que le sonreía amistosamente, tendió hacia fuera
un brazo musculoso y abrió la reja, como si ésta no hubiese estado
cerrada con llave, tal y como se había imaginado Sum.
* Entra, amigo, Xalyfomsed debe de estar a punto de llegar.
Con una seña amistosa de su brazo le indicó a Sum que entrase.
El interior no recordaba en absoluto al calabozo que Sum se
esperaba. Parecía lo que un buen arquitecto hubiese diseñado
como sala de espera. A lo largo de las paredes y colocados en
pequeños grupos sobre el suelo había sillones y sillas distribuidos
en torno a pequeñas mesas con jarrones decorativos que exhibían
exquisitos ramos de flores. Casi todos los asientos estaban
ocupados por un gran número de emocionantes, en calma y
amistosa conversación. Cada tresillo estaba rodeado de pilas bajas
en las que helechos, bambúes y flores demarcaban las diversas
áreas. De un panel reflector que se extendía alrededor de todo el
local emanaba una agradable luz amarilla, que se veía
complementada con unos focos blancos sobre las mesas y las
plantas. La habitación estaba hecha para el uso diario, pero
permanecía limpia y bien conservada.
* Ahora viene.
La voz de los emocionantes interrumpió la observación de Sum.
Se acercó a la reja y fijó su atención sobre un pequeño personaje
que se acercaba al tronco de pirámide desde la dirección contraria
a aquélla por la que Sum había venido. A través del catalejo resultó
ser un hombre, vestido con algo que recordaba a un mono de color
naranja. Sobre el mono llevaba un correaje que se parecía un poco
al de un paracaídas. Estaba equipado con varias bolsitas,
268
La leyenda de Mundo Minor
herramientas e instrumentos de medición que estaban ubicados
allí donde eran más prácticos. La cabeza canosa del hombre le
daba un aire cansado, pero, sin embargo, siguió poniendo
acompasadamente un borceguí delante de otro, como alguien que
estuviese acostumbrado a andar largas distancias, hasta llegar a
la reja.
* ¡Qué alegría verte de nuevo!
El emocionante que había estado junto a la reja extendió sus fuerte
brazos y se abrazaron amistosamente. Con una sonrisa, el
emocionante se giró y fue hacia otra puerta, al otro extremo de la
cámara. Detrás de él, Sum siguió la exhortación del hombre de
cabeza canosa, Xalyfomsed, de acompañarlos. El emocionante
abrió la puerta, se hizo a un lado y dejó a Sum y a Xalyfomsed ir
al frente de la muchedumbre. Traspasada un puerta, llegaron a una
sala de conferencias donde todos los asientos, salvo tres, fueron
poco a poco ocupados. De estos tres, uno, aparentemente, era del
presidente del Consejo; los otros dos lo flanqueaban.
* La Sala del Consejo.
Murmuró Sum para sí, pues era lo que tenían que ser, una sala de
consejo.
* Tienes toda la razón, Sum, esta es la Sala del Consejo.
Tras unos momentos, Sum se puso rígido. ¡¡Xalyfomsed lo había
llamado por su nombre!! Sum se volvió y miró perplejo hacia el
rostro amistoso del hombre, con la rara sensación de estar
completamente desnudo.
* El Rey Sum El Único, el soberano legítimo de Mundo
269
La leyenda de Mundo Minor
Minor. Sed bienvenido.
Xalyfomsed puso una mano amistosa sobre el hombro de Sum, aún
paralizado, y lo condujo a través de la Sala del Consejo. Cuando
llegaron a los tres asientos restantes, todos los presentes se
levantaron de una manera que mostraba un respeto afable e
informal. Xalyfomsed dirigió a Sum al asiento a la derecha del del
presidente, donde, con un amable gesto, lo invitó a sentarse. Él, por
su lado, ocupó el asiento del presidente, y el emocionante que había
estado al otro lado de la reja, el de su izquierda.
* Ahora que ya estamos todos, por favor tomemos asiento.
Xalyfomsed hablaba a través del micrófono que estaba ante él con
una voz suave y agradablemente cálida. La mente de Sum se
tranquilizó y tomó la decisión de que Xalyfomsed lo estimaba.
* Como podéis ver, hay entre nosotros uno más que la última
vez, alguien que ha pasado directamente a través de la
pared. Probablemente pensáis que lo conocéis, pero os
preguntáis, al mismo tiempo, quién es. Por eso, dejadme
decirlo ya ahora: NO es un emocionante... ¡es el Rey de
un Mundo!
Se produjo un murmullo de desconcierto entre los muchos
presentes, un murmullo que Xalyfomsed, sonriente, dejó continuar
hasta que se desvaneció. Cuando aquello casi había ya sucedido,
una pequeña lámpara empezó a brillar con luz roja sobre la mesa
frente a él. Xalyfomsed pulsó un botón junto a ella, lo que llenó la
cámara con una voz suave y un tanto asombrada.
* ¿Este soberano está aquí por su propia voluntad o es una
consecuencia de los planes de Desmofylania?
* Por lo que yo sé, se trata de ignorancia y amabilidad. No
270
La leyenda de Mundo Minor
llegué a alcanzarlo para charlar antes de que
Desmofylania lo capturase, pero lo deduje de lo que oí
de su conversación.
Xalyfomsed se echó hacia atrás, pero tuvo que inclinarse de nuevo
cuando la pequeña lámpara comenzó otra vez a brillar.
* ¿Sería posible que él se explicase ante el Consejo?
* ¿No deberíamos esperar?
La voz de Xalyfomsed apeló de manera amable.
* Proponemos que se levante la sesión y se reanude mañana
con el relato de Sum como primer punto.
* Aprobado. Por lo tanto, se aplaza la reunión.
Xalyfomsed se respaldó en la cómoda silla. Todos se levantaron.
Algunos abandonaron la Sala del Consejo inmediatamente, otros
se quedaron hablando en pequeños corros. Nadie parecía tener
prisa, sólo que algunos parecían más metódicos que los demás.
Todos se saludaban entre sí y saludaron también a Sum, amistosos.
Él notó que, aparentemente, no estaban armados de ninguna forma;
en cambio, muchos portaban diferentes aparatos y herramientas.
La vestimenta común parecía ser alguna clase de ropa de trabajo,
por lo general un mono. Los colores, los tejidos y el estilo eran,
por el contrario, muy diversos.
* ¿Puedo ofrecerte mi compañía y una humilde comida?
La voz suave de Xalyfomsed interrumpió la cadena de ideas de
Sum.
* Acepto ambas cosas con mucho gusto.
271
La leyenda de Mundo Minor
Xalyfomsed le gustaba a Sum cada vez más y eso ocurría en aquel...
lugar. Condujo a Sum fuera de la cámara, a través de la sala de
espera, al espacio abierto entre las diferentes figuras geométricas.
Ahora que Sum se sentía libre de su anterior recelo hacia estas
formaciones de piedra, las contempló con ojos nuevos. Había una
belleza extraña, simple y natural en aquellos sencillos cuerpos
geométricos... una forma de pureza que tenía que haber
caracterizado a las Pirámides de Egipto cuando estaban recién
construidas. Xalyfomsed dirigió a Sum hasta un dado enorme de la
misma piedra negra que las demás formas. Apoyó una mano sobre
el dado y empujó lateralmente una parte del mismo, que resultó
accionar una puerta oculta. Dentro había una cámara bañada en una
luz áurea y cobriza. La cámara daba la impresión de ser una
trascocina-zaguán, o algo similar. En estantes distribuidos en tres
niveles había cajas de diferentes tamaños, todo a lo largo de las
paredes. También había zapatos y botas de diversas clases. En el
extremo opuesto de la cámara, un vano de doble ancho cubierto por
un cortinaje conducía al interior. Xalyfomsed descorrió la colgadura
y, sonriente, invitó a Suma entrar. La cámara donde se hallaban ahora
era enorme. Sin embargo, el tamaño no era exagerado, pues estaba
dividida en un sinnúmero de unidades menores mediante tabiques
formados por arriates donde crecían flores. Al mismo tiempo que
estos tabiques dividían la cámara, su contenido poblaba el aire con
los aromas más deliciosos. Unos veinte metros más adelante, a un
lado de la cámara, había una pesada escalera de madera oscura e
impregnada con mordiente que conducía a la planta superior.
Xalyfomsed dirigió a Sum a donde había instalados una cocina y
un rincón para comer, con espacio para ocho personas. La cocina
estaba rodeada de tabiques donde crecían vegetales, bayas y plantas
aromáticas. La luz era aquí más clara y blanca que en las demás
cámaras, donde era más bien tenue y cobriza.
* Siéntate, voy a hacer la comida. Estoy seguro de que tienes
un millón de preguntas, así que, adelante, dispara.
272
La leyenda de Mundo Minor
* Las vitrinas a lo largo de las paredes, allá afuera... ¿son
el Mente Inferior, quiero decir... un almacén de tiempo?
Sum hizo un gesto hacia la puerta por donde habían entrado. Se
detuvo, con la sensación de que, allí, era casi imposible poder formular una pregunta sobre nada en una sola frase.
* Pues eso, ¿es un almacén de tiempo...? ¿O un almacén de
pasado, podría decirse también?
Xalyfomsed contempló a Sum con una expresión lejana en los ojos.
* Sí, de hecho eso es exactamente lo que es.
Pensativo, se giró de nuevo hacia las verduras.
* ¿Eres... no eres... soberano aquí, en este Mundo... verdad?
* Soy el que administra la sabiduría.
Sum permaneció en silencio durante un largo rato. Los únicos
sonidos que se oían provenían de la cocina de Xalyfomsed. Sum
tuvo la increíble sensación de que estaba descubriendo algo muy
importante, pero para él todo aquello no tenía ni pies ni cabeza.
* ¿Con quiénes hablabas en la reunión del Consejo?
Sum quería probar un enfoque distinto.
* Eran los demás miembros del Consejo.
* ¿No eran los miembros del Consejo los que estaban en la
sala?
* Eeehhh... sí, y era con ellos con quienes hablaba.
Xalyfomsed contempló a Sum con cierta sorpresa.
273
La leyenda de Mundo Minor
* Sí, pero sólo se oía una voz... ¿de quién era?
* Era la voz conjunta de todo el Consejo. Todos en él tienen
un micrófono como el que viste frente a mi silla en la sala.
Cuando un miembro quiere dar a conocer su opinión, el
interesado pulsa el botón y la graba. Lo que tú escuchaste
como la voz del Consejo era la suma de todas las
opiniones de sus miembros. ¿Cómo lo hacéis vosotros
cuando decidís algo en Mundo Minor?
* En Mundo Minor celebramos consejos, igual que aquí,
pero allí cada uno se levanta y se dirige al cónclave
directamente.
* ¿Y qué sucede si uno de los miembros del Consejo no está
de acuerdo? ¿Qué se hace entonces?
* Se levanta y le habla directamente al Consejo.
* ¿Y eso no lleva muchísimo tiempo?
* Sí, supongo, pero asegura el consenso y refuerza la
satisfacción. Por cierto, ¿quién ha construido vuestro sistema de micrófonos?
* El Consejo.
El silencio cayó de nuevo sobre ellos. Xalyfomsed hizo los últimos
preparativos para la comida y puso los platos sobre la mesa. Sum,
que se sentía un poco inquieto, se había levantado y vagabundeaba
por la cocina.
* Hay que dejarlo reposar un ratito. ¿Te gustaría echar un
vistazo alrededor, mientras esperamos para comer?
* Sí, gracias, eso estaría bien.
Sum miró en torno a sí.
*
El edificio donde estamos ahora es un área de ocio que
todos, según su deseo y necesidad, pueden usar cuando
no hay tareas que llevar a cabo. Todos los sitios donde la
274
La leyenda de Mundo Minor
luz es blanca y clara son áreas de cocina. Las demás áreas
pueden organizarse según convenga. Si te apetece darte un
baño, también hay secciones para este uso.
* Un baño sería estupendo, no he tomado uno en muchos días.
Sum se entusiasmó considerablemente ante la idea.
* ¿Quieres dártelo ahora? Podemos posponer la visita hasta
después de comer.
* Sí, por favor, muchas gracias.
Xalyfomsed condujo a Sum a un área donde los tabiques llegaban
hasta el techo. En el arriate de la pared se habían plantado helechos
que casi se cerraban por encima de Sum. En el extremo opuesto de
esta sección, se había construido un muro perpendicular desde la
pared dorsal. A unos dos metros de distancia, el muro giraba noventa
grados, formando, así, el espacio para una ducha.
* Vengo en seguida con ropa nueva para ti. Cuando hayas
terminado, estaré en la cocina.
Xalyfomsed contempló a Sum un instante para determinar qué talla
usaba y después se fue. Junto a Sum había un banco que parecía estar
hecho de la misma madera, hermosa y oscura, que la escalera que
comunicaba con la planta superior. En la pared había una serie de
colgaderos con toallas. Aparentemente, la idea era que pusiese allí
su ropa... y sus armas. Estas últimas no se le habían pasado a Sum
por la cabeza hasta ahora. Recordaba demasiado claramente el
intento de los Barones de los Emocionantes de robarle sus armas.
De repente, se le ocurrió que, a lo mejor, estaba sucediendo de nuevo.
La idea lo desconcertó. No concordaba con el ambiente que reinaba
entre Xalyfomsed y los demás miembros del Consejo. Sum estuvo
indeciso un momento, dudando entre la confianza y el recelo, y tomó
entonces una decisión.
275
La leyenda de Mundo Minor
* Ya estoy aquí de nuevo, hay ropa limpia sobre el banco.
Me aseguraré de que se lave tu ropa sucia.
* Muchas gracias.
Respondió Sum desde el chapoteo de la ducha.
* Comemos en diez minutos.
Sum había observado atentamente a Xalyfomsed desde el escondite
de los helechos. No había tocado el cinturón que Sum había colgado
al fondo de la pared y no parecía estar interesado ni en él ni en el
resto del equipo. Cuando Xalyfomsed se hubo ido, Sum cerró el
agua, secó a Egkratehias y la devolvió a su funda. En el banco donde
había estado su ropa sucia, había ahora un mono con una infinidad
de bolsillos. La talla era exactamente la de Sum, el color, cálido,
era amarillo como el sol. Se puso la capa y el cinto por encima del
mono y salió de la ducha refrescado y feliz. En la cocina había un
aroma maravilloso. La comida estaba sobre la mesa, que estaba
puesta con un servicio de cristal verde translúcido y cubiertos de
plata. También había una botella de vino que resultó ser el mejor
que Sum hubiese probado jamás. Mientras comían, hablaron largo
y tendido acerca de las circunstancias de Mundo Minor y las de
este Mundo. El nombre del mismo resultó ser, por cierto:
Mundo Desmofyl
(Fragmento de “La elegía de Kreator”)
Lo primero que Sum preguntó se refirió a la extraña desproporción
entre el Epimundo y el Hipomundo. La explicación lo sorprendió
y le llevó algún tiempo asimilarla del todo.
En resumidas cuentas, este mundo provenía de Mundo Ambo. La
276
La leyenda de Mundo Minor
soberana, que Xalyfomsed llamó Desmofylania, era hija de su rey.
La fundación del Mundo en sí había sido fallida, pues
Desmofylania había abandonado Mundo Ambo encolerizada.
Faltaba el fundamento para crear un dominio armonioso. Algunas
partes del reino y de los emocionantes incluidos en él estaban tan
incompletas que las funciones de las que eran responsables
tuvieron que ser abandonadas por anticipado. Cuando
Desmofylania comenzó a detentar el poder, estimó que tenía que
deportar a algunos de los emocionantes al Hipomundo, porque
parecía que gran parte de sus funciones no se podrían llevar a cabo.
De hecho, se convirtió en una obsesión para Desmofylania tener
a su alrededor sólo a aquellos emocionantes que estuviesen
completos. Así, la mayoría de la corte, con el tiempo, fue desterrada
a las regiones inferiores del Mundo. Los emocionantes que se
juntaron en el Hipomundo unieron sus fuerzas para poder hacer
los trabajos que el mantenimiento del Mundo requería. Al principio
fue relativamente fácil, dado que Desmofylania toleraba su trabajo,
siempre que ella no tuviese que confrontar de forma directa su
origen. Con el tiempo, sin embargo, fue cada vez más difícil para
ella fingir no saber que el trabajo era efectuado por (lo que ella
pensaba que eran) unos seres inválidos y fallidos. Por fin, decidió
cortar toda relación entre el Hipomundo y el Epimundo, pues los
emocionantes que ella no quería deportar elegían, ellos mismos,
escabullirse al Hipomundo. Esta estrategia brutal de bloqueo
acarreó las más terribles consecuencias (para el Epimundo). Por
eso, decidió buscar las informaciones necesarias para el
mantenimiento del Mundo por su cuenta; en absoluto quiso ni
pensarse levantar el bloqueo. Primero, probó a enviar exploradores
al Hipomundo. Como ellos se quedaban allí, creó puestos de
observación en el Epimundo desde los que podía espiar el
Hipomundo. Este cambio resultó en que Desmofylania obtuvo
mucha menos información que cuando la comunicación era
abierta, pero ahora los emocionantes no podían refugiarse en el
Hipomundo. Para compensar la falta de datos, Desmofylania
277
La leyenda de Mundo Minor
comenzó a recopilar todos los que poseía, tras lo cual ella misma
completaba lo que faltaba con sus propias interpretaciones. De
esta forma nacieron sus representaciones en el “Teatro Personal”.
A causa del estado incompleto de la información y de los absurdos
que ella interpretaba, el resultado se desvió por completo de las
circunstancias reales.
Con el tiempo, se ensimismó tanto en sus propias especulaciones
que ignoró por completo el Hipomundo. Deportó allí a todos los
emocionantes autosuficientes y cerró todas las conexiones DEL
Hipomundo AL Epimundo. Luego, el Mundo comenzó a
deteriorarse con la velocidad del rayo. Una consecuencia natural
de las acciones de Desmofylania era que todo cuanto sucedía en
el Epimundo tenía un carácter mórbido. Ya nada era lo que parecía.
Como en un espejo de un salón mágico, se alteraba la imagen de
quien estaba frente a él. Así, el Epimundo deformaba todo contacto
con el Hipomundo y todo contacto con Terra Inkognita.
Xalyfomsed se calló. Durante un largo rato, ambos permanecieron
comiendo en silencio; sólo se oía el sonido de sus cubiertos y de
una fuente cercana.
* Hay un par de cosas que todavía no comprendo muy bien.
* Pues pregunta.
* Has llamado varias veces a la soberana del Mundo
Desmofylania, pero cuando yo la encontré, estaba siendo
perseguido por alguien que ella llamaba Desmofylax.
¿Quién es?
Xalyfomsed no respondió. En lugar de ello se levantó, se fue hacia
la mesa donde había preparado la comida y cogió una tabla de
corte de cristal transparente color verde claro. La puso sobre la
mesa ante sí y escribió en ella, con un rotulador de fieltro, las letras
DESMOFYLAX. Tras ello, la sostuvo en alto para que Sum
pudiese verlo.
278
La leyenda de Mundo Minor
* Era lo que ella le llamaba, ¿no?
* Eeehh... sí, eso era.
Sum se sintió algo desconcertado. Xalyfomsed contempló
detenidamente su rostro, mientras giraba la tabla, con lentitud, en
vertical, para que Sum pudiese leer la palabra invertida a través
del cristal. Ahora ponía... XALYFOMSED. Le llevó un momento
percatarse del significado de lo que estaba viendo. Entonces, se
levantó de un salto y contempló a Xalyfomsed con la repugnancia
pintada en el rostro y la mano en la funda de Egkratehias.
*¡¿Tú...!? Eras tú quien me estaba persiguiendo, como
a un animal, por el Epimundo. ¡¡Eres tú... de quien me
rescató ella!!
Sum sintió como si un abismo se hubiese abierto bajo sus pies.
En un instante, había perdido toda la confianza que había ido
edificando en torno a Xalyfomsed.
* Ése es mi aspecto cuando se deforman mis intentos de
ponerme en contacto con el Epimundo.
La voz de Xalyfomsed sonaba totalmente tranquila, pero afligida.
Sum volvió a sentarse despacio. Su reacción ante lo que
Xalyfomsed le acababa de mostrar se debía en exclusiva a que el
miedo que había experimentado en su encuentro con Desmofylax
se había reavivado. Ahora, cuando su sensatez prevaleció de nuevo,
su episodio con Desmofylax parecía por completo lógico y en
concordancia con todo lo demás que Xalyfomsed le había contado.
Siguieron comiendo en silencio.
* Lo siento...
* No tienes por qué disculparte, te entiendo muy bien... has
sido víctima de la realidad deformada de Desmofylania,
279
La leyenda de Mundo Minor
y eso lo explica todo.
* Gracias.
Sum, por su parte, estaba sorprendido por su propia reacción y
agradecido por la grandeza de la personalidad de Xalyfomsed, que
se había vuelto a confirmar. El silencio descendió de nuevo sobre
los dos comensales. De vez en cuando, Sum cerraba los ojos y
dejaba que el sonido de la fuente, que aún no había visto, llenase
su mente. Dejaba que el sonido arrastrase los fragmentos de
malentendidos anteriores fuera de su cabeza, dejando que se poblase
de una tranquilidad que era la que imperaba aquí, en el Hipomundo.
* Has hablado sobre las carencias y las taras de los
emocionantes que Desmofylania deportó al Hipomundo,
pero yo sólo he visto emocionantes hermosos y fuertes.
¿Dónde están estos... emocionantes incompletos?
Sum soltó su tenedor y vació el vaso de vino que tenía en la otra
mano.
* Están por todas partes. Son los que has visto en la Sala
del Consejo y en todos los demás sitios.
Xalyfomsed se levantó y cogió una radio de mano de su cinto.
Mediante ésta, hizo acudir a tres emocionantes, que llegaron casi
al mismo tiempo, un momento después. Con pocas palabras,
Xalyfomsed repitió su conversación con Sum y pidió a los
emocionantes que mostrasen sus imperfecciones. Con un creciente
disgusto, Sum vio a los tres emocionantes quitarse sus monos. El
disgusto se debía al hecho de que grandes partes de los cuerpos de
los emocionantes resultaron haber sido sustituidas por distintos
componentes mecánicos y electrónicos. Uno de los emocionantes
sólo poseía la cabeza y uno de sus brazos, el resto era pura
tecnología metalescente.
280
La leyenda de Mundo Minor
* Así nos las hemos arreglado. Cada uno de nosotros se
ocupa de lo que es capaz de manejar, el resto se lo tenemos que dejar a otros.
La voz de Xalyfomsed parecía cansada.
* Habéis servido bien a este Mundo...
La voz de Sum fue disminuyendo. No había nada apropiado que
decir. Estaba confuso. Se encontraba muy bien entre estos
emocionantes, había llegado a apreciar a Xalyfomsed, pero, al
mismo tiempo, estaba tan fascinado como asustado por la condición
de los emocionantes. Para restablecer el control de sus sentimientos,
Sum se ensimismó de nuevo. Xalyfomsed dio las gracias a los tres
emocionantes por su ayuda y los dejó irse. Después se fue a coger
el postre que había preparado y se sentó con calma.
* Una cosa más, Xalyfomsed, ¿tengo razón al creer que
ahora soy prisionero aquí... al igual que vosotros?
* Pues sí y no. Puedes salir, pero debes luchar contra
Desmofylania, que sin duda intentará mantenerte cautivo.
* En vaya berenjenal me he metido sólo para preguntar el
camino.
* ¿Postre?
Sonriente, Xalyfomsed empujó hacia él la fuente con un postre frío
de limón.
281
La leyenda de Mundo Minor
CAPÍTULO 6
El que vive escondido, vive bien.
(Anónimo)
Cuando Sum se despertó a la mañana siguiente, todo a su alrededor
estaba en calma. Dudó un instante de dónde estaba, pero entonces
recordó todo lo que había sucedido el día anterior. Con un suspiro
profundo y una pequeña sonrisa se hundió de nuevo en los suaves
almohadones de seda, donde dejó que los pensamientos acudiesen
a él. Antes de acostarse, había pasado la noche en compañía de
Xalyfomsed... o Desmofylax, y de algunos emocionantes que
habían llegado más tarde. Habían tomado un par de copas de vino,
cantado canciones, tanto de Mundo Minor como de Mundo
Desmofyl y, ante todo, habían estado muy a gusto. Más tarde, le
fue mostrado el resto del edificio cúbico. Habían subido por la
pesada escalera de madera para ver los enormes tanques de agua
que estaban en la primera planta del edificio. El agua, de hecho,
resultaba ser un problema. El manantial de donde la obtenían no
podía suministrar tanta como el Manantial Vível de Mundo Minor.
Sólo proporcionaba una cantidad limitada de agua, pero el
verdadero problema era que, de vez en cuando, tenían que usar
grandes cantidades del líquido para limpiar el Epimundo. Si no lo
hiciesen, se cubriría de moho y suciedad. Sum no había visto
todavía Brotaqua, pero le habían prometido que la visita continuaría
al día siguiente. El día siguiente era hoy. Sum se sentó sobre la cama
y miró por encima del arriate a través de un bosque de hierbas
aromáticas que allí había plantado. No se veía a nadie. Se levantó
de la cama y buscó el área de baño, que sabía que estaba cerca.
Después de la ducha, consideró un instante dejar allí sus armas,
pero, sin embargó, las llevó con él. Xalyfomsed se afanaba en el
área de la cocina donde habían cenado el día anterior. Saludó a Sum
con un abrazo y una amplia sonrisa.
282
La leyenda de Mundo Minor
* ¿Dormiste bien?
* Mejor que en muchos días. ¿Qué haces?
* El desayuno. Tú siéntate, ya casi está listo.
Sum se sentó y presenció cómo se servía la mesa con todo lo que
podía desearse y algo más. Había varios tipos de pan, mantequilla,
mermelada, queso, tortitas, muesli, cereales, nueces, huevos, café,
etc.. Mientras comían y charlaban, Sum pensó en la desproporción
que existía entre el Hipomundo y el Epimundo.
* ¿Cómo puede ser que tengáis tan buenas condiciones aquí
a pesar de... vuestra... situación, teniendo en cuenta las
circunstancias miserables que imperan en el Epimundo?
* El Epimundo no sería tan desolado si Desmofylania no
se negase a tener relación con el Hipomundo. Pues
existimos para servir a la TOTALIDAD del Mundo.
* ¿Seríais capaces de mantener todo el Mundo si se retirase
el bloqueo... tendríais la capacidad que esa tarea
demandaría?
* Sí... pero no al mismo nivel de lo que ves aquí, o no al
principio, al menos. Con tiempo suficiente, creo que lo
lograríamos... poco a poco.
Xalyfomsed suspiró. Se quedaron sentados un rato en silencio, cada
uno rumiando sus pensamientos. Algo más tarde, llegaron varios
de los emocionantes del día anterior. Xalyfomsed les había pedido
que los acompañasen en la visita.
* Ayer viste la Sala del Consejo y el Área de Ocio. ¿Qué te
parecería si comenzásemos el día viendo los talleres?
Xalyfomsed contempló interrogante a Sum, que asintió. Riendo y
parloteando se fueron a la plaza frente al Área de Ocio, donde
Xalyfomsed había señalado su siguiente destino. El objetivo era
283
La leyenda de Mundo Minor
un alto cono que destacaba por detrás de las demás figuras. La
circunferencia de la base era enorme. Había entradas dispuestas a
intervalos que conducían a distintos talleres, que se encontraban
en la planta baja. Estaban cubiertas por una pesada pieza de tela
coriácea del mismo color negro que el cono. A causa de su forma,
los talleres tenían una configuración que recordaba a un trozo de
tarta. Eran más anchos en la entrada y se iban estrechando a medida
que se acercaban al centro del edificio. El centro consistía en un
cilindro que ascendía hasta la altura máxima del cono. En este
cilindro había un elevador tan grande que podría transportar dos
camiones juntos. A través de él se podía acceder a los numerosos
otros pisos del cono.
Todos los talleres de la planta inferior estaban acondicionados para
realizar trabajos pesados. Se habían organizado talleres para labores
de herrería, de cantería, de fundición de metales, de carpintería,
etc. Se desarrollaba una intensa actividad. Cada taller tenía como
mínimo un par de proyectos en marcha, que progresaban a buen
ritmo. El rasgo común era la calidad, hasta en el detalle más pequeño
e insignificante. Todo lo que Sum vio allí lo impresionó y aumentó
continuamente la alegría por trabar esa amistad con los trabajadores.
En el siguiente nivel también había talleres. Se realizaban aquí
labores de mecánica de precisión, electrónica, tejeduría, costura de
ropas... Las siguientes plantas funcionaban como laboratorios
(química, física, etc.), salas de planificación, salas de juntas y
muchísimo más.
La segunda planta empezando por arriba era un gran taller y, al
mismo tiempo, el más avanzado de todo el cono. Aquí los
emocionantes estaban equipados con sustitutivos mecánicos para
sus defectos físicos. En realidad, se trataba de un taller de montaje
y ensayo. Las partes individuales se encargaban a los demás talleres
del edificio, allí donde se encontrase el equipo necesario. Todos
los emocionantes del Hipomundo también acudían regularmente
284
La leyenda de Mundo Minor
a un control, donde sus prótesis eran ajustadas, arregladas o totalmente reemplazadas. En lo más alto del cono, que era transparente
en su totalidad, había un lugar cuya función Sum no pudo
comprender hasta que se le explicó. La cámara era relativamente
grande y estaba llena de instrumentos, mapas, equipos de
comunicación, ordenadores, pantallas de televisión, prismáticos,
etc. Todo se organizaba en torno a una enorme mesa de
conferencias, rodeada de cómodas sillas. La cámara fue calificada
por Xalyfomsed y los emocionantes como un puesto de
observación. Su función era controlar las condiciones en el
Epimundo, entre otras cosas para vigilar cuándo la formación de
moho era tan colosal que se tenía que lavar. Xalyfomsed describió
los diferentes aparatos, los encendió y explicó lo que hacían. Pronto
Sum tuvo la impresión de que esta cámara podría controlar la
totalidad del Mundo a plena satisfacción si se levantase el bloqueo
entre sus dos partes.
Lo que más impresionó a Sum fue el sistema de vigilancia. Podía
mostrar todas las zonas del Epimundo y acercar los más pequeños
detalles. Al mismo tiempo, el sistema no se veía afectado por la
oscuridad que, sin embargo, le había complicado tanto las cosas a
Sum cuando caminaba a tientas por el Epimundo. Los pasillos, a
pesar de la relativamente gruesa capa de moho, la deficiente
construcción y el avanzado deterioro del Mundo, destacaban de
forma despiadada y llamativa. El Mundo daba la impresión de haber
sido construido a toda prisa, sin la pericia necesaria. De hecho, se
desprendía de las imágenes de las pantallas que una parte
significativa de los pasillos del Mundo estaba bloqueada a causa
de derrumbamientos y bloques de piedra caídos. Lo único que
ostentaba calidad era el edificio del teatro, pues éste, por el
contrario, estaba construido con los mejores materiales y con un
esmero que a la fuerza resultaba impresionante.
Mientras Xalyfomsed señalaba los distintos monitores, explicaba
285
La leyenda de Mundo Minor
cómo él y los emocionantes, para su estupefacción, habían visto a
Sum aparecer en una pantalla, y cómo los emocionantes lo habían
seguido de una a otra, mientras intentaban guiar mediante contacto
por radio a Xalyfomsed, que inmediatamente había partido hacia
el Epimundo. Xalyfomsed no había tratado de capturar a Sum, ni
de hacerle daño, pero las deformaciones del Epimundo habían
hecho que así lo pareciese. Éstas también habían hecho aparecer a
Desmofylania distinta de como en realidad era. Como sus
aposentos, que se llamaban “ La Escribanía”, eran un área a la cual
Xalyfomsed no podía tener acceso, no había podido advertir al
extraño. Por eso Desmofylania había tenido la posibilidad de
conducir a Sum, que no sospechó nada, al cautiverio en el
Hipomundo, una posibilidad que había aprovechado de inmediato.
Ante la pregunta de Sum de por qué ella deseaba hacerlo prisionero,
Xalyfomsed respondió que lo que Desmofylania más temía era el
cambio. Quería mantener su status quo, aunque eso significase una
disgregación lenta de la totalidad del Mundo. Hasta ahora, sólo
había tenido que luchar contra los emocionantes y Xalyfomsed, a
quienes conocía. Con la llegada de Sum, había sido confrontada
de repente con el hecho de que también había un universo fuera
del Mundo. Este pensamiento la había intimidado tanto que sólo
pudo pensar en poner este cambio, nuevo y desconocido (léase:
nueva amenaza), bajo su control. Había tratado de hacerlo de la
única forma que conocía: deportarlo inmediatamente al
Hipomundo. Sum y Xalyfomsed se quedaron callados un momento
hasta que Sum descubrió una pantalla que estaba un poco separada
del resto. Mostraba la imagen de un portal con herrajes que no
parecía estar afectado por el moho ni por el deterioro general del
Epimundo.
* ¿A dónde conduce?
Sum señaló la pantalla.
286
La leyenda de Mundo Minor
* Al Hipomundo.
Respondió Xalyfomsed con una sonrisa torcida.
* ¿Por qué no ha puesto Desmofylania una guardia allí?
* Porque lo construimos una vez que ella hubo bloqueado
todo lo demás. Está en una parte del Epimundo a la que
ella nunca va porque consiste, ante todo, de cascotes y
muros derrumbados. No tiene ni idea de que existe.
Xalyfomsed se giró a medias hacia Sum con una ancha sonrisa.
* Es por este camino que tú entras al Epimundo, ¿no?
* Exactamente. También es el camino por el que tienes que
salir a Terra Inkognita.
Esta última observación hizo que Sum fijase su mirada en las
pantallas y luego en Xalyfomsed. Éste guiñó guasón un ojo, lo cual
resultó tan cómico que ambos comenzaron a reír.
Bajaron por el elevador y entraron en un taller mecánico, pues
aparentemente había algo que Xalyfomsed quería ver antes de
abandonar el edificio. Resultó ser un vehículo de trabajo, que
parecía en esencia un jeep (sólo que tres veces más largo y el doble
de ancho). No tenía ningún defecto, sólo había estado en el taller
para una inspección de rutina. El vehículo no tenía techo, pero
estaba equipado con una superestructura de tubos de acero cromado
considerablemente robustos. Tanto por delante como por detrás, esta
superestructura estaba equipada con dos aguilones, el delantero con
un gancho y el trasero con una cuchara de mordazas. El último
tercio del vehículo consistía en una plataforma, sobre la que
únicamente había un par de cajas con material. En el centro había
dos filas de asientos forrados de cuero, con espacio para ocho
personas. La parte delantera estaba constituida por un capó abierto
287
La leyenda de Mundo Minor
que cubría un pesado motor de ocho cilindros.
Sum nunca había visto nada que se pareciese a aquello. Mientras
Xalyfomsed hablaba con los tres emocionantes que habían revisado
el vehículo, Sum dio una vuelta en torno a él. El panel de
instrumentos estaba ricamente equipado, no sólo con los
indicadores de los vehículos ordinarios, sino también con dos
radiotransmisores, un radar y un buen número de otros mecanismos
que nunca había visto antes. Los asientos resultaron tener
suspensión hidráulica individualizada y ser de tacto increíblemente
agradable. Entre la última fila de asientos y la parte del vehículo
que contenía la plataforma había un espacio ocupado por bombas
y tanques, de tal forma que estaban disponibles tanto agua como
aire a presión. Sum sonrió para sí mientras deambulaba alrededor
del jeep. Xalyfomsed ya casi había terminado cuando Sum llegó
junto a él. Se despidieron del personal del taller y abandonaron el
edificio.
* ¿Tienes hambre o esperamos hasta más tarde para cenar?
* Puedo esperar sin problema.
Sum tuvo que admitir que tenía más curiosidad que hambre. El
siguiente edificio en el que entraron era un bloque de piedra
rectangular, bajo, ancho y muy largo. La primera cámara en la que
entraron era una sala de control, donde un ordenador supervisaba
el cultivo de diferentes plantas. En las diversas pantallas se podía
leer la condición de cada cultivo, en forma de columnas y gráficos,
de igual modo que era posible cambiar la imagen de la cámara a la
planta que se deseaba controlar. El resto del interior del edificio
era una gran cámara organizada como un establecimiento de
jardinería. La distribución consistía únicamente en largas mesas
sobre las que los diferentes tipos de pequeñas plantas se repartían
en filas. Poco a poco, a medida que Xalyfomsed cambiaba las
imágenes de la pantalla, Sum se iba dando cuenta de que no sólo
se habían cultivado plantas con fines alimenticios. Esta cámara de
288
La leyenda de Mundo Minor
cultivo suministraba tanto comida como fibras para tejidos, plantas
ornamentales, medicinas y un sinfín de otros usos. El agua provenía
de los tanques que había visto en la primera planta, en el Área de
Ocio. El abono, en cambio, era un subproducto de la fábrica de
biogás, que se hallaba en un gran edificio cilíndrico que sobresalía
al fondo de la casa de cultivo. Cuando estaban en la fábrica de
biogás, ambos comenzaron a sentir hambre, por lo que acordaron
que el próximo punto del programa debía ser la cena.
Sin embargo, tenían que encontrarse antes con los demás
emocionantes en la Sala de Consejo. Sum relató sus vivencias en
Mundo Minor, sus combates contra los Barones de los
Emocionantes, el asedio y su viaje, que había terminado temporalmente en Mundo Desmofyl. Después, el Consejo formuló algunas
preguntas. Cuando por fin todo acabó, Sum estaba casi muerto de
hambre. Él y Xalyfomsed prepararon la cena junto con tres
emocionantes, que también se quedaron a comer. Después del
postre, todos permanecieron sentados a la mesa, abrieron aún un
par de botellas de vino y pasaron un rato muy agradable. Como
llegado un momento necesitaron estirar las piernas, decidieron subir
para ver los tanques de agua, que estaban en la siguiente planta del
edificio. Resultó que todos los tanques estaban casi llenos.
Aparentemente, el manantial que suministraba el agua había
comenzado a fluir más rápido. Antes de acostarse, decidieron lavar
el Epimundo al día siguiente. Esto también daría a Sum la
posibilidad de escapar de nuevo a Terra Inkognita. Sum, por su
parte, prometió ayudarles a vencer a Desmofylania. Se acostó
aliviado y durmió en perfecta calma.
289
La leyenda de Mundo Minor
CAPÍTULO 7
En la lucha se conoce la verdadera fuerza.
(Sophia)
Sum se despertó tan reconfortado como al acostarse. No tuvo ni
un asomo de duda de que se enfrentaría a una lucha dura cuando
Desmofylania intentase hacer fracasar su tentativa de escape del
Mundo. Sin embargo, se sentía lo suficientemente fuerte para
enfrentarse a ella. Cuando entró en el área de cocina, Xalyfomsed
acababa de empezar a poner la mesa. Terminaron de hacerlo juntos.
Mientras comían, hablaron sobre cómo transcurriría el día.
Xalyfomsed revisó el procedimiento que seguían cuando limpiaban el Epimundo y después abordó cómo se iba a desarrollar su
entrada allí.
* La idea es que estaremos preparados en el portal cuando
el sistema de limpieza se quede sin agua, porque en ese
momento Desmofylania se encontrará en La Escribanía.
Si tenemos suerte, tendremos tiempo para pasar antes de
que ella salga otra vez... pero probablemente sea esperar
demasiado.
Xalyfomsed se rascó la nuca, pensativo.
* ¿Cómo puede ser que ella tenga poder para crear tantos
problemas en el Hipomundo cuando todo en el Epimundo
está aparentemente en peor estado?
* Pues... buena pregunta. Se debe a las deformaciones que
imperan allí arriba. Todas juegan a su favor. Además, ella
puede cambiarlas en un instante. No hay un rasgo común
en ellas, ningún patrón de ningún tipo.
290
La leyenda de Mundo Minor
* Claro que sí lo hay. Todas las deformaciones están
relacionadas con la superioridad de Desmofylania sobre
todos y todo.
Cada uno mascó sus pensamientos durante un rato. Después,
Xalyfomsed se estiró, bostezó y se levantó del banco.
* Ven, hay una promesa que tengo que cumplir antes de que
empecemos.
Le indicó a Sum que lo siguiese. En silencio, abandonaron el Área
de Ocio, pasaron por todos los edificios que Sum había visto
anteriormente (además de muchos en los que aún no había entrado)
para, por fin, detenerse junto a un lago rodeado por un muro. A
través de un portillo, accedieron a un césped que parecía extenderse
todo en torno al lago. Al borde del agua crecían juncos de diferentes
tipos y la superficie estaba cubierta casi por completo con hojas
de nenúfar. Pequeños movimientos en el agua y en las hojas
evidenciaban que existía una vida rica en el interior del lago. En el
centro se hallaba una isla que parecía estar arbolada. Más adelante,
entre los árboles, corría un arroyo ancho que iba a dar al lago. El
arroyo fluía calmo y apacible.
* Te prometí que ibas a ver el manantial de Mundo Desmofyl.
Está ahí delante, en la isla.
Xalyfomsed señaló hacia la desembocadura del arroyo.
* Entonces, ¿cómo llega el agua a los tanques del Área de
Ocio?
*
Por medio de una estación subterránea de bombeo. ¡Ven!
Xalyfomsed echó a andar a lo largo de la orilla del lago. Cuando
hubieron recorrido unos doscientos metros, se detuvieron junto a
291
La leyenda de Mundo Minor
una tapa de metal que estaba hundida en la hierba. Debajo de ella,
había una escala corta que conducía a una reducida cámara de
control. Desde una pequeña mesa se podía controlar el nivel de
agua, la velocidad de afluencia, la presión de bombeo y muchas
más magnitudes. Xalyfomsed echó una ojeada a los distintos
instrumentos y gruñó satisfecho. Aparentemente, todo estaba como
debía estar.
* ¿Quieres ir a la isla y ver el manantial?
Contempló a Sum.
* Creo que no, probablemente sea mejor que empecemos a
lavar el Epimundo.
* ¡De acuerdo!
Xalyfomsed sonrió y bajó la escalera de dos saltos. El sistema que
lavaba el Epimundo tenía sus controles ubicados en el centro de
mando, más arriba, en el “cono-taller”. De esta forma, era más fácil
supervisar los resultados y ajustar los inyectores de lavado. Los
controles estaban instalados en una pequeña mesa, así como los
mandos de las pantallas de vigilancia. A Sum lo instalaron en una
silla cómoda desde donde podía ver todo el proceso, lo cual también
le evitaba estar en medio. El sistema consistía en que el agua de
los tanques del Área de Ocio era transportada mediante bombeo
hasta una tubería, desde donde era despedida a través de un
sinnúmero de inyectores dispuestos a lo largo y ancho del
Epimundo. Las enormes bombas hicieron temblar débilmente todo
el edificio cónico, al tiempo que emitían un leve bramido que
parecía provenir de todas partes. Un instante después de que las
bombas se pusiesen en marcha, no había nada a la vista en las
pantallas de vigilancia, más allá de agua burbujeante, efervescente,
espumosa y embravecida.
292
La leyenda de Mundo Minor
* Ven, tenemos que irnos ya.
Xalyfomsed comenzó a andar hacia el ascensor. Seguidos por dos
emocionantes, entraron en él y fueron transportados al garaje de la
planta baja del edificio. Cuando entraron en el taller, el vehículo
estaba listo, con el motor al ralentí. Subieron al coche, tras lo cual
Xalyfomsed dejó que la murmuración del motor creciese un ápice
insignificante. Con una velocidad que probablemente equivalía a
un leve trote, salieron del portal del taller rumbo el extremo donde
Sum no había estado todavía.
Xalyfomsed mantuvo baja la velocidad hasta que hubo salido del
área con los edificios de formas geométricas, luego la subió a unos
noventa kilómetros por hora. Prosiguieron así durante unos veinte
minutos, tras lo cual avistaron una construcción. A medida que se
acercaban, se parecía cada vez más a la bajado al sótano de un
aparcamiento. Como de hecho así era, la utilizaron para bajar. La
rampa conducía a otro nivel, en donde entraron en un túnel que tenía
alrededor de cinco metros de ancho y lo mismo de altura. Era obvio
que no se circulaba habitualmente por aquí, lo cual Xalyfomsed
confirmó. Este túnel se había construido con la única finalidad de
conducir hasta el portal adonde se dirigían ahora. Desembocaba
en una cámara cúbica que Sum estimó tener unos veinte metros de
lado. Como el túnel, la cámara estaba iluminada por una luz
agradable, indirecta y suave. A cerca de cuatro metros sobre el suelo
estaba el portal, enmarcado en un pesado quicio de acero. Para
llegar hasta allí, el vehículo tenía que ascender por una rampa hecha
de una mezcla de gravilla, adoquines y piedras. La cuesta era bastante pronunciada, pero eso no resultó ser ningún problema.
Xalyfomsed apagó el vehículo al pie de la rampa, cogió el gancho
del aguilón delantero y subió con él. En el marco había montado
una argolla robusta. Allí puso el gancho y bajó corriendo. Por medio
de la acción conjunta de la grúa y las ruedas, tiró del vehículo hacia
el portal, donde Xalyfomsed aparcó y apagó el ronroneo del mo293
La leyenda de Mundo Minor
tor. En el silencio que siguió, Sum pudo escuchar un sonido lejano
de agua que tamborileaba al otro lado del portal.
Xalyfomsed cogió el micrófono de uno de los radiotransmisores.
Se informó a través de él de hasta dónde habían llegado los
emocionantes en el proceso de lavado. Lo avisaron de que habían
usado las dos terceras partes del agua, de modo que tenían que
esperar antes de poder abrir el portal.
Mientras aguardaban charlaron y tomaron café del termo que
Xalyfomsed extrajo de uno de los recovecos del vehículo. Su
conversación fue abruptamente interrumpida por una aguda señal
acústica del radiotransmisor. Era la cabina de control, que
informaba de que el agua restante estaba circulando por las bombas. Los dos emocionantes asieron cada uno su manija del agua a
presión del vehículo y la activaron. Xalyfomsed desbloqueó el
portal mediante la inserción de una tarjeta de acceso en una
hendidura del marco, provocando que comenzase a abrirse girando
despacio. De inmediato, los dos emocionantes empezaron a lavar
el marco. Al otro lado del portal había una oscuridad alquitranada,
tan negra que casi podía cortarse. Tan pronto como hubieron
terminado de lavar el marco, Xalyfomsed puso en marcha el motor, encendió las luces y condujo a través del portal, que se cerró
mansamente tras ellos. Un chasquido reveló que estaba otra vez
bloqueado. Maniobraron mucho tiempo a través de los pasadizos,
que sólo estaban iluminados por los focos del vehículo. Los
corredores estaban jalonados a intervalos regulares por muros
derrumbados (cuyos escombros despejaban con la cuchara de
mordazas) y otros signos de deterioro. Cuando habían conducido
ya un buen trecho, Xalyfomsed paró el coche y apagó el motor.
* Ahora estamos muy cerca del territorio de Desmofylania,
así que tenemos que continuar a pie. Pero hay algo que
debes saber antes de que prosigamos.
294
La leyenda de Mundo Minor
El rostro de Xalyfomsed se mostraba muy serio en la débil luz del
panel de instrumentos.
* ¿Sí?
* Las deformaciones.
* Sí, qué pasa con ellas.
Sum tuvo la impresión de que algo desagradable estaba a punto de
venir.
* Debes estar preparado para cualquier cosa... ¡en ningún
caso te fíes de lo que veas!
* Eeeehhh... no estoy seguro de entender...
* Desmofylania es una maestra del engaño, pero sólo puede
embaucar hasta cierto punto. Somos cuatro, de modo que
tiene que engañarnos a la vez. Esto nos da la oportunidad
de cansarla. ¡Pero debes estar preparado para ver lo más
extraño y a no reconocer nada en absoluto! ¡Quizás me
veas a mí despedazado por una bestia, o a tu propio
cuerpo descomponerse ante tus ojos! Pero por nada del
mundo debes creer en nada de lo que suceda; es sólo una
ilusión. De hecho, no puede hacerte nada, si no le das
permiso para ello. Pero si se lo concedes, su poder sobre
ti crecerá hasta que te venza.
* Si ella es TAN fácil de batir... ¿cómo es que no la habéis
derrotado en todo este tiempo?
* Porque ella es la soberana del Mundo. Tiene verdadero
poder sobre nosotros... pero no sobre ti, ¡¡porque tú no
eres parte de Mundo Desmofyl!!
* Sí, por cierto... qué interesante...
Sum reflexionó unos instantes. Cuando quiso salir del vehículo,
Xalyfomsed lo detuvo poniéndole una mano sobre el brazo.
* No debes subestimar a Desmofylania... su poder para
295
La leyenda de Mundo Minor
confundirnos y aterrarnos no es cosa de risa. Si la dejas,
te matará de miedo. Ten mucho cuidado.
Xalyfomsed le dio al brazo de Sum un tierno apretón. Bajaron del
coche. Al principio permanecieron muy juntos y se cogieron de
la mano, porque así, juntos, no estaban separados... poco a poco,
a medida que iba apareciendo algún brasero esporádico, por lo
general sólo con un débil fuego, fue aumentando la distancia entre ellos. El intervalo entre los braseros decreció y su fuego se hacía
más fuerte. De igual modo que la luz se intensificaba, el
nerviosismo de Sum, ya grande de antemano, también crecía.
Hormigueaba y lo mosqueaba de la cabeza a los pies, como si un
ejército de insectos gatease bajo su piel.
* Sum
No estaba muy seguro de si había oído algo o sólo era la tensión.
* Sum.
Esta vez, Sum estuvo casi seguro de que alguien lo estaba
llamando. Además, la voz le parecía muy familiar en esta ocasión.
* Sum
Ahora sí que no había duda, ¡alguien que lo llamaba! Sum decidió
ignorar la voz, sin duda era uno de los trucos de Desmofylania.
* Sum, escúchame... te lo ruego.
La voz provenía del pasillo lateral junto al que estaban pasando.
Instintivamente, Sum giró la cabeza hacia la voz. Cuatro o cinco
metros más adelante estaba... ¡Sophia! Antes de dedicarle siquiera
un pensamiento, Sum ya había dado un paso hacia ella. Allí se
detuvo, totalmente desconcertado.
296
La leyenda de Mundo Minor
* No vamos por ese camino, Sum.
Uno de los emocionantes lo cogió por el brazo. Aturdido, Sum lo
siguió.
* Sí, vete con ellos... supongo que es lo mejor.
Sophia dijo adiós con la mano, melancólica. Su encuentro con ella
había desencadenado una oleada de sentimientos en el interior de
Sum, sentimientos que no podía explicarse. Siguió a los demás
como un sonámbulo, sin estar verdaderamente presente. El
pequeño grupo continuó. De vez en cuando cambiaba de dirección
para evitar un pasillo derrumbado, pero en esencia no se desviaron.
Tanto Xalyfomsed como los dos emocionantes conocían muy bien
los pasadizos del Mundo. Sabían qué corredores estaba
bloqueados y conocían los hábitos de Desmofylania. Por eso
también sabían que, probablemente, estaba en sus aposentos ahora,
en su “Escribanía”.
(Sin embargo, en esto se equivocaban. Desmofylania había estado
fuera de sí desde que había mandado a Sum al cautiverio en el
Hipomundo. El conocimiento de que Terra Inkognita era capaz
de intrusarse en su territorio de esa forma era un golpe mortal para
la idea del universo que ella había perseguido durante su vida.
Cuando había leído el pergamino de Sum, había grabado todos
los detalles que había podido con el fin de hallar un medio de
neutralizarlo. Por eso NO estaba en La Escribanía. La abandonó
tan pronto como oyó que el sistema de lavado había terminado de
enjuagar los pasadizos del Mundo..........).
La distancia entre los braseros se acortó aún más, y éstos
mostraban pilas cada vez más grandes y luminosas de carbón de
leña. El calor de las brasas evaporaba la humedad de los pasillos.
Una niebla aún más gruesa envolvió, pues, al pequeño grupo. Sum
297
La leyenda de Mundo Minor
se había ido recuperando poco a poco de la impresión de haber
visto a Sophia en aquel lugar. Miró alrededor en la creciente niebla.
* ¿Queda todavía mucho?
Sum susurró en el oído del emocionante que caminaba a su lado,
el que lo había cogido por el brazo cuando vio a Sophia.
* No, estamos relativamente cerca de La Escribanía ahora.
Con toda probabilidad, Desmofylania aparecerá pronto.
El avance se hizo ahora más lento. Los tres compañeros de Sum
miraban atentamente a su alrededor y ponían cuidado en
permanecer siempre cerca unos de otros. De repente, Sum se dio
cuenta de que había una figura a su otro lado. Giró la cabeza... y
ahí estaba otra vez Sophia. Sum estuvo a punto de decir algo, pero
Sophia puso un dedo sobre sus labios.
* Sólo tú puedes verme. No me reveles a Desmofylania.
Sus palabras se formaban en la cabeza de Sum. Intentó enviarle
una respuesta, pero no hubo réplica alguna.
* Voy a ayudarte a escabullirte de Desmofylania, pero no
puedes decirle a los demás que estoy aquí. Sólo creerán
que soy una de las invenciones de Desmofylania, lo cual
tampoco es de extrañar.
Sophia se giró hacia Sum y dibujó una sonrisa melancólica. De
repente, llamó su atención una enorme ráfaga de luz mucho más
adelante. Cegó por completo a los cuatro e hizo que la oscuridad
que la siguió fuese aún más negra. En el fulgor de los braseros
vieron una masa informe que se movía hacia ellos de un modo
para el que Sum no encontró palabras. La masa llenó poco a poco
298
La leyenda de Mundo Minor
el ancho del pasillo, al tiempo que transmitía una angustia indefinible. Su avance se detuvo al tiempo que Sum escuchaba la voz
de Sophia en su interior.
* Ven, puedo conducirte por otro camino mientras
Xalyfomsed y los dos emocionantes la entretienen.
Sum sintió un apretón sorprendentemente fuerte en su brazo. ¿Iba
a abandonarlos ahora, cuando más lo necesitaban? Sum se volvió
hacia Sophia. Tenía el aspecto usual, tanto en cuanto a ropa como
a figura y rasgos. Sin embargo, había algo que no encajaba... ¡los
ojos! Los ojos de “Sophia” eran sólo agujeros vacíos, sin brillo.
* ¡¡DESMOFYLANIA!!
Sum lo gritó al tiempo que intentaba coger a Egkratehias. La presión
sobre su brazo aumentó, de modo que no podía desenfundar la
espada. El propio movimiento de Sum le hizo perder el equilibrio
y cayó. La masa indescriptible estuvo sobre él en un momento.
Intentaba quitarle el aire aplastándolo contra el suelo. Sum no fue
capaz de decir ni hacer nada. Como su cabeza era lo único que
estaba libre, Sum perdió el sentido, por un lado por falta de aire y,
por otro, de miedo.
299
La leyenda de Mundo Minor
CAPÍTULO 8
Para el ratón, el gato es un león.
(Refrán albanés)
Durante mucho tiempo, Sum se encontró en un estado extraño y
ausente, en el que podía escuchar voces a lo lejos y sentir que la
presión sobre su cuerpo variaba. Era como estar durmiendo... pero,
sin embargo, estar despierto. No pudo determinar cuándo este
estado reemplazó a la negrísima oscuridad adonde el desmayo lo
había arrojado, pero tuvo claro que su conciencia, lentamente,
había emergido de ella (como una planta que taladra el mantillo
suelto del suelo). La presión variable que sentía sobre su cuerpo
entró de nuevo en su mente. Ésta estaba también bajo la presión
cambiante de... sí, ¿qué era lo que cubría su mente como un
edredón? Cuanto más intentaba descifrar su naturaleza, más lo
rehuía. Durante este proceso, su mente se abrió y su conciencia
renació del olvido.
Sum estaba en medio del pasillo, totalmente envuelto en una capa
de la masa que había visto correr a por él. Xalyfomsed y los dos
emocionantes que lo habían seguido estaban a su alrededor,
formando un círculo. Sum sólo se percató de que ERAN ellos muy
poco a poco, pues estaban totalmente irreconocibles. Cerca de la
cabeza de Sum había una criatura gigantesca que guardaba una
débil semejanza con un hombre. Parecía que su cuerpo estaba
hecho de cera medio derretida, por lo que, en su estado semilíquido,
casi era más ancho que alto. Estaba cubierto de una fina capa de
pelos cortos y negros (como en una araña), se sostenía sobre un
par de pies enormes e igualmente medio fundidos y llevaba una
enorme maza en la mano derecha. Gritaba con extraños sonidos
bestiales que hacían eco. La voz parecía extrañamente familiar.
Todo el cuerpo de Sum estaba dolorido y se sentía exhausto,
300
La leyenda de Mundo Minor
indispuesto y adormecido. Sin embargo, algo le dijo que tenía que
luchar por no amodorrarse. De hecho, sintió que alguien lo estaba
llamando con una voz que, sabía, debería reconocer, pero que en
el momento no supo a quién pertenecía. Sum comenzó a escuchar
conscientemente. La voz venía de la criatura de cera semiderretida.
* ...em... sí...puedes l...char contr... ksst... n...l...dejes...y...
Xa...ed...e...chame...
Sum contempló, fascinado, los labios de la criatura. Su boca tenía
una anchura colosal, aunque los labios en sí eran estrechos y
descoloridos. Mientras Sum observaba sus movimientos, se dio
cuenta de que la criatura estaba, tal vez, intentando hablarle.
*...um...e...char...a...igo...oncentr...msed...ania...pturar...ntra...fuerz...spierta...sciente
de...
Cuanto más se concentraba Sum en escuchar, en leer los labios de
la criatura y expulsar la presión sobre su mente, más se daba cuenta
de que debía de conocerla. Sólo que no podía recordar haberla visto
antes.
* Sum... no desap... cucha lo qu... igo... cha contra... no...
sciencia... venc...
De repente, la comprensión golpeó a Sum como un rayo. La criatura
era la forma que las alteraciones del Epimundo habían dado a
Xalyfomsed.
* Xalsemfffhd.
Sum era casi incapaz de controlar su lengua, pero parecía que la
criatura lo entendía. Asintió e, incluso, ¡sonrió! La voz se hizo
gradualmente más clara, el significado más preciso y más nítido.
301
La leyenda de Mundo Minor
* Sí, Sum... soy yo... char contra...no dejes que Desm... no
la dejes ganar... lucha.
* Xalyfomsdhed, lucha ganar quiere... quiere ganar la lucha.
La lengua de Sum seguía aún viviendo su vida.
* ¡Sí, Sum! Sigue... u puedes ganar... gue... uchas fuerte...
gan... lo.
De repente, fue como si el nudo que había tenido prisionero a Sum
se deshiciese. Podía pensar libremente, moverse y reconocer a todos
lo que estaban a su lado. Fue capaz de levantarse, ya nada lo tenía
agarrado, no sentía dolor.
* ¿Dónde está...? Desmofylania, quiero decir...
Sum miró a su alrededor y notó que la luz era más intensa. Se sentó,
ligeramente confuso.
* En La Escribanía. Y allí vamos a cogerla ahora.
Xalyfomsed sonrió a Sum y buscó algo en su bolsillo, en unos
pantalones de trabajo grandes y raídos que un par de correas
trataban de sostener por encima del cuello de una camiseta corta.
Cuando hubo encontrado la moneda que buscaba, se dirigió a un
teléfono público que había en la pared, usado pero en buen estado
de conservación. Sum contempló a los emocionantes que los
habían acompañado a Xalyfomsed y a él. Su apariencia también
había experimentado alteraciones. Sus prótesis ya no eran tan
ingeniosas ni de tecnología tan avanzada como lo habían sido en
el Hipomundo. Eran mucho más visibles y toscas. Sum pensó en
el mecanismo de un reloj. Tomó estos cambios como un signo de
que la barrera entre las dos partes del Mundo había sido derribada.
Como se demostraría más tarde, era una suposición correcta.
302
La leyenda de Mundo Minor
Tras media hora llegó un equipo de emocionantes en un vetusto
autobús de transporte de tropas. Juntos se dirigieron hacia La
Escribanía, donde los estaba esperando el resto. Xalyfomsed
descendió del autobús y caminó lenta y decididamente hasta la
puerta del escritorio... la puerta tras la cual se hallaba
Desmofylania. Con un suspiro, asió la manija, la giró resuelto y
entró. Un tiempo después, volvía con un brazo consolador sobre
el hombro de Desmofylania, que lloraba desgarradoramente. A
lo largo del camino, el ánimo general fue subiendo a medida que
el llanto de Desmofylania disminuía. Cuando el cortejo traspasó
el portal al Hipomundo, ella se hallaba completamente tranquila.
Mantenía la vista fija en sus manos, que tenía cerradas sobre el
regazo. En ocasiones experimentaba un leve estertor, pero no decía
nada. A su lado estaba Xalyfomsed. Cada vez que pasaban junto
a algo, intentaba llamar la atención de Desmofylania sobre ello,
aunque por lo general sin suerte. Sin embargo, levantaba la cabeza
de vez en cuando y echaba un vistazo breve a aquello sobre lo
que él hablaba, sólo para volver la mirada de nuevo a sus manos.
Sum estaba ocupado en observar todo lo que tenía lugar ante él.
Nada en el Hipomundo parecía ser exactamente igual que antes.
La impresión general era de antigüedad y uso, pero también de
buena conservación. La imagen de refinamiento y de tecnología
avanzada que Sum había presenciado había sido reemplazada por
la de una sólida artesanía, funcional, hábil, realista y bien pensada.
Los autobuses aparcaron lado a lado frente al Área de Ocio, que
Sum pensó que era lo que menos había cambiado. Aquí,
Xalyfomsed condujo a Desmofylania a una de las áreas de cocina
y empezó a preparar algo para comer al tiempo que le hablaba
con un tono amable y cálido. Sum los dejó, encontró otra área
semejante y comenzó a cocinar junto a tres de los emocionantes.
A la mañana siguiente, Sum decidió que iba a abandonar Mundo
Desmofyl. Cuándo lo haría dependía en parte de cuándo pensase
en atreverse a molestar a Xalyfomsed. Mientras aguardaba a que
303
La leyenda de Mundo Minor
él y Desmofylania apareciesen, Sum paseó a lo largo y ancho del
Hipomundo, observando los cambios que habían tenido lugar allí.
El Área de Ocio tenía, al igual que el resto del Mundo, la impronta
de haber sido usada durante mucho tiempo, pero también de un
mantenimiento bueno y suficiente. El número de vegetales
disponibles en las pilas de las áreas de cocina se había reducido,
habiendo desaparecido los más exquisitos. No se había servido
carne en la cena del día anterior.
El mayor cambio era que los tanques de agua de la primera planta
habían desaparecido. En su lugar, había ahora una cámara menor
donde fueron depositados el sistema de agua a alta presión, las
máquinas automáticas de barrido, las escobas y otros útiles de
limpieza. Desde el exterior, los edificios de formas geométricas
eran similares a como eran antes, aunque de tamaño sensiblemente
menor. Sum notó que, en concreto, el edificio cónico de los talleres
había mermado mucho, por lo que decidió dar una vuelta por él
en primer lugar. Todavía estaba dividido en secciones de talleres
distribuidos como trozos de tarta, sólo que eran más pequeños y
no tan ricamente equipados como antes. (Por ejemplo, el elevador
del centro del edificio era ahora sólo una ancha escalera de
caracol). En la planta inferior estaban ubicados casi los mismos
talleres que Sum recordaba, pero cuanto más subía más eran los
que faltaban. De hecho, las tres últimas plantas bajo la cámara de
vigilancia habían desaparecido por completo. Todas las pantallas
en las que los emocionantes habían supervisado el Mundo habían
sido reemplazadas por un único monitor y un sistema de botones,
de modo que podían elegir la parte del Mundo que querían
observar. También resultó que no se podían vigilar todas las partes
del Mundo con este sistema, y algunas zonas sólo podían ser
controladas mediante micrófonos. Allí donde Sum fuese, la
situación era la misma: el nivel tecnológico había disminuido
significativamente. Sin embargo, lo alegró ver que este hecho no
afectaba al humor ni al ánimo de los emocionantes. Al contrario,
304
La leyenda de Mundo Minor
parecían más contentos de lo que solían. Cantaban, reían, contaban
chistes y volvían a reír. Los emocionantes con los que hablaba
decían estar indescriptiblemente aliviados por el modo en que todo
había terminado.
Al atardecer, Xalyfomsed y Desmofylania aparecieron en el Área
de Ocio. Desmofylania estaba (era evidente) mucho mejor que la
última vez que la habían visto, podía incluso sonreír un poco. La
noche culminó con la decisión de celebrar una gran asamblea al
día siguiente. Sum aprovechó esta ocasión para preguntarle a
Xalyfomsed si podía mostrarle el camino que debía seguir para
salir antes de que empezase la reunión. Xalyfomsed se lo prometió.
A la mañana siguiente, el sol tan sólo había coloreado muy levemente de rojo el Oriente del cielo cuando Xalyfomsed,
Desmofylania y Sum se sentaron en un viejo Land Rover.
Desmofylania había insistido en acompañarlos para poder
despedirse de Sum convenientemente. Cuando se percató de cuán
deformado había visto Mundo Desmofyl y de la forma ruin en
que había tratado a Sum, casi se murió de vergüenza. Por eso
apreciaba mucho más la comprensión y el perdón que había
encontrado por doquier. Como bálsamo para la herida, había
preparado una cesta con el desayuno que iban a tomar mientras
veían el sol asomarse sobre el borde del cielo, a través del agujero
por el que Sum había entrado originariamente en el Mundo. Fue
una comida maravillosa. Mientras la despachaban, Desmofylania
habló sobre las cosas que iba a cambiar en la estructura del Mundo.
Parte de lo que contó ya lo había discutido con Xalyfomsed, pero
ahora que se sentía liberada sus ideas efervescían, le llegaban más
rápidamente de lo que ella las podía contar:
305
La leyenda de Mundo Minor
El Mundo debía dotarse de ventanas.
Todas las barreras entre Epimundo e Hipomundo
debían ser eliminadas.
Los agujeros en el muro del Mundo debían rellenarse.
El muro debía ser reforzado.
El hueco por el que Sum entró debía anchearse
y equiparse con un portón.
Las técnicas del Mundo debían perfeccionarse.
Debían establecerse contactos con otros Mundi.
Y mucho, mucho más.
(fragmento de “La Crónica de Desmofyl”)
Sum escuchó con gran placer. El cambio que había tenido lugar en
este Mundo hacía valer la pena todas las muchas fatigas de Sum.
Cuanto más contemplaba a Desmofylania, más se le antojaba que
se parecía a Sophia.
Por fin el Sol se desasió del horizonte y Sum se dispuso a partir.
Los tres amigos se abrazaron y se despidieron los unos de los otros,
y prometieron encontrarse algún día, en mejores circunstancias.
Sum recibió de Xalyfomsed y de Desmofylania un mapa hecho a
mano que mostraba la ubicación aproximada de los Mundi que ellos
conocían en Terra Inkognita. Se adentró en la fuerte luz solar. Siguió
girándose para decirles adiós con la mano hasta que sus siluetas
lejanas desaparecieron tras un pequeño montículo de rocas.
Entonces volvió la mirada en la dirección que le habían indicado...
con un profundo suspiro.
306
La leyenda de Mundo Minor
CAPÍTULO 9
El artista nace, el sabio se hace.
(Refrán sudamericano)
Sum caminó durante largo tiempo en la dirección indicada de forma
totalmente mecánica y con la cabeza repleta de las experiencias
vividas en Mundo Desmofyl. No se detuvo hasta que el terreno
comenzó a ascender, lo que no podía recordar haber leído en el
mapa. Un vistazo al mismo, a la brújula y a la posición del sol, sin
embargo, resolvieron el problema en un tris. Sum se había desviado
del rumbo ligeramente, pero no tanto que no pudiese encontrar
pronto el camino de vuelta a la dirección correcta. Antes de corregir
el rumbo quiso comer, puesto que la posición del sol y la debilidad
de su estómago le indicaron que era mediodía. Mientras comía, miró
en torno a sí. Estaba sobre una colina, con una buena panorámica
de todos los alrededores. La vista ofrecía todo lo que podía esperarse
en una amplia perspectiva de Terra Inkognita: arena, montones de
gravilla, peñascos de roca aislados y pilas de bloques menores entre
grava y arena. En cierta dirección, sin embargo, había algo un poco
diferente. Sum supuso que se trataba de un Mundo, aunque brillaba
en la luz del sol. Parecía un Mundo de mediano tamaño. Intentó
orientarse en el mapa sobre su ubicación y decidió que podía hacer
una pequeña escapada en esta dirección sin alejarse mucho más del
rumbo. Sin embargo no pudo llegar al Mundo antes de la puesta
de sol. Cuando Sum se echó a dormir, estaba seguro de que algo
iba mal en el lugar adonde se dirigía. Tras enterrarse en la arena,
estuvo largo tiempo contemplando la construcción, todavía lejana.
Parecía que el muro del Mundo estaba hecho de algún material
transparente iluminado desde el interior por destellos súbitos de
diferentes tonalidades de azul y amarillo. La impresión era
inquietante, aunque Sum no podía determinar por qué. Se despertó
cuando el sol asomaba sus primeros rayos sobre el borde del cielo.
307
La leyenda de Mundo Minor
La vista del Mundo todavía era la misma, destellos de colores por
todos lados, tal vez incluso más que antes de que Sum se acostase.
Después de un rápido desayuno, prosiguió hacia su momentáneo
objetivo, al que llegó hacia el final del mediodía.
Había tenido razón con respecto a sus temores. El muro resultó
estar hecho de... ¡¿HIELO?! Esto explicaba por qué el Mundo
había brillado al sol como lo había hecho y que él hubiese podido
ver los destellos a través del muro. El calor del sol, por supuesto,
hacía que el hielo se derritiese, por lo que había un gran lago, como
un foso, en torno al Mundo. Desde la orilla de este lago glacial,
donde flotaban grandes icebergs tiznados, Sum contempló la
escena. No pudo ver claramente a los emocionantes de forma
individualizada, sólo siluetas borrosas que corrían de un lado a
otro tras el hielo. A pesar de ello, no tuvo ninguna duda de que
este Mundo estaba a punto de colapsarse. Por todas partes, en los
doce niveles del Mundo, había figuras sin vida contra el hielo de
la pared exterior. En los diez minutos que Sum permaneció junto
al lago, tres siluetas fueron arrojadas contra la barrera de hielo
por destellos enormes y estrépitos retumbantes. Sum se giró y se
marchó desconsolado.
Cuando se enterró en la arena al atardecer, no se había vuelto la
vista atrás ni una sola vez, y tampoco lo hizo al día siguiente,
mientras continuó su camino. Sin embargo, no le fue posible hacer
oídos sordos al estrépito y al tumulto bélico. Durante los dos
siguientes días, Sum pensó mucho en qué podía haber llevado a
que los habitantes de un Mundo dejasen de lado su función en el
mantenimiento de la totalidad de una forma semejante. Estos
pensamientos lo condujeron espontáneamente a Mundo Minor y
a lo que allí había ocurrido antes de que Sum se sentase en el trono
del Mundo. También Mundo Minor podría haberse malogrado.
Mundo Desmofyl podría asimismo haberse derrumbado al final,
si las cosas se hubiesen desarrollado de la misma forma. Sum
308
La leyenda de Mundo Minor
llegó a la conclusión de que había tantas posibilidades de
desarrollo para un Mundo como Mundi había... o incluso más,
pues cada Mundo tenía la posibilidad de avanzar en una de varias
direcciones posibles. Por ello, se decidió a aprender de todos los
Mundi junto a los que pasaba en su camino al Jardín. Para no
perderse, Sum se sentó y trazó el camino que había seguido desde
mundo Desmofyl en su mapa. Después, trazó la ruta de vuelta
hasta Mundo Minor, con anotaciones de todo lo que había visto.
Sólo tras ello cambió de dirección para buscar el Mundo cuyas
torres doradas había visto brillar al sol.
Contrariamente al Mundo Guerrahielo (como llamaba Sum al
Mundo de los destellos junto al lago helado), la apariencia de este
Mundo era apacible, serena y atrayente. Desde el lugar donde Sum
estaba contemplándolo, podía ver un portal en la enorme muralla
de circunvalación que rodeaba una infinidad de altas torres,
adornadas con gallardetes y cúpulas doradas. De hecho, el Mundo
parecía un grueso manojo de espárragos con ápices de oro, unidos
por una muralla circundante de mampostería. Por el catalejo pudo
ver además que en cada batiente del portal había una placa de
metal grabado, pero no pudo leer la inscripción desde esa
distancia. También pudo ver que se había adosado algún tipo de
construcción a la muralla, algo que recordaba a un jardín de
invierno o a una terraza acristalada del doble de la altura de un
hombre, que se prolongaba por todo el perímetro del Mundo. Sum
bajó el catalejo con una sonrisa silenciosa. Al día siguiente lo
investigaría de cerca. Con una expectación cálida y calma, se
preparó para la noche.
Mientras Sum se aproximaba al Mundo, sintió una agradable
tranquilidad descender sobre él. No lo percibió como si alguien
intentase entorpecer su atención (más bien se aguzaba), o como
si fuese víctima de un espejismo. Era como si la tranquilidad
irradiase del Mundo, una radiación que se hacía más y más fuerte
309
La leyenda de Mundo Minor
a medida que él se acercaba. Los batientes del portal del Mundo
eran gigantescos, por lo que se había colocado una puerta en cada
uno de ellos. En estas puertas estaban las placas grabadas que Sum
había visto por el catalejo. A unos cinco metros del enorme portal del Mundo, Sum se detuvo y leyó los textos grabados. El texto
que adornaba la puerta izquierda decía:
Torres y pináculos
habitaciones con tema y significado
pasillos sinuosos
El texto sobre la puerta de la derecha decía lo siguiente:
Portones de entrada
se abren hacia el este
sólo da un paso y acércate
(fragmento de “Sabiduría y Poesía”)
Los textos estaban inscritos en placas de oro de unas tres pulgadas
de ancho y tintados en un color negro muy profundo. Las puertas
eran de médula de roble y estaban pintadas de rojo, al igual que los
batientes del portal donde estaban colocadas. Los tablones estaban
unidos por cintas anchas de acero inoxidable. Mientras Sum
contemplaba el portal, su atención fue captada por un movimiento
en las afueras de su campo de visión. Cuando giró la cabeza, vio
que alguien se había levantado de un gran sillón acolchado que
estaba en la parte del invernadero que comenzaba a la derecha del
portal. Un poco después, escuchó descorrerse un cerrojo. El que
abrió la puerta era un hombre viejo. Vestía un manto de seda de una
bonita tonalidad verde clara, ribeteado con un bordado de filigrana
en negro y rojo. El rostro sonriente y amable estaba coronado por
una cabellera y unas barbas largas y grises, que sin embargo eran
ralas y algo mechosas. Recordaba a un viejo sabio chino, pensó Sum.
310
La leyenda de Mundo Minor
* Bienvenido a mi humilde morada, honorable extranjero.
El anciano se inclinó levemente, empujó la puerta por la que había
aparecido hasta abrirla por completo y se echó a un lado, mientras
invitaba a Sum a entrar con un movimiento de su mano. Sum se
inclinó, dio las gracias y entró. Tras la puerta, accedió a un corto
pasillo que atravesaba el muro y terminaba en una columnata que
discurría a lo largo de la cara interior del muro del Mundo. El lugar era agradablemente fresco, después del calor abrasador de Terra
Inkognita. Tras cerrar la puerta, el anciano indicó a Sum que lo
siguiese y echó a andar por la columnata. Parecía mucho más vital
de lo que su edad aparente en teoría debería permitirle. Por eso,
Sum dio por sentado que era para darle tiempo a observarlo todo a
su alrededor que andaba tan lentamente. Sum así lo hizo. Las
piedras del muro eran de granito rojo y verde, totalmente espejado.
Las junturas eran delgadas y constituían, con su color negro oscuro,
un elegante contrapunto al granito. Todas las columnas del pasillo
eran diferentes y sorprendentemente elaboradas. Aquellas que
representaban a animales o a hombres eran tan reales que Sum
pensó en varias ocasiones que estaban vivos. En particular, se dejó
engañar por una negra columna de basalto que representaba a una
joven mujer africana, desnuda, con un cuervo en su brazo derecho,
que tenía extendido. Con el intervalo adecuado había, en la cara
interior del muro del Mundo, pequeñas fuentes donde saltaba un
chorro de agua manantial, fría y clara. La primera vez que pasaron
junto a una de ellas, el anciano le ofreció a Sum probarla. El agua
era fresca y una de las mejores cosas que hubiese tomado nunca.
Poco a poco, Sum se percató de que había tres puertas en el tramo
de muro entre cada fuente, pero antes de poder reflexionar acerca
de esta simetría, el guía de Sum dobló entre dos pilares, más allá
de la columnata, internándose en el Mundo.
Hasta entonces, la insuperable belleza de la columnata había
absorbido toda la atención de Sum. Cuando dejaron el pasillo
311
La leyenda de Mundo Minor
entraron en una ancha área empedrada con un mosaico fantástico.
La columnata había sido hermosa de una manera íntima, mientras
que el mosaico sobre el que caminaba ahora era hermoso de un
modo totalmente distinto: monumental y grandioso. Los pasos de
Sum se detuvieron y su vista se perdió en los milagros que se
entrelazaban bajo sus pies. Sum leyó:
Lo que hay
La danza de apareamiento de las ballenas
en el Mar Universal
La fuga de las nubes en la brisa
El éxodo de las hormigas en la hierba
El retozo de las olas en el viento
El nacimiento de las montañas
El movimiento de las aves
El crecimiento de los bosques
La marcha de la estirpe
La lluvia que se derrama sobre las hojas del árbol
La planta que se abre paso por el mantillo de la tierra
El niño que juega en el regazo de su madre
La verdad que echa raíces en el corazón humano
(Fragmento de “Sabiduría y Poesía”)
Sum cerró los ojos y lloró. Lloró por el asedio de Mundo Minor,
lloró por el miedo y el temor que Desmofylania tenía que haber
sentido durante años, lloró por el Mundo Guerrahielo, que estaba
muriendo de su propia mano; lloró por todo lo que pasaba en un
universo que podía ser lo más hermoso que el corazón de un hombre
pudiese concebir. Cuando el llanto de Sum se detuvo, estaba de
rodillas, totalmente extenuado, con el brazo consolador del anciano
312
La leyenda de Mundo Minor
sobre sus hombros. Pasó un tiempo antes de que se levantasen, pero
para entonces Sum estaba ya sosegado. Sentía que se había librado
de un enorme peso sobre sus hombros... sentía libertad. Sin
palabras, el anciano dirigió a Sum a un edificio que se hallaba al
otro lado de la gran plaza del mosaico. Aparentemente, éste se
extendía a lo largo de la columnata, todo alrededor de las agujas y
otros edificios menores que formaban el interior de este Mundo.
El edificio no era muy grande, sólo unos cinco metros cuadrados
de planta y tres o cuatro de altura. Su interior era una única cámara.
A la derecha de la puerta había una silla y una pequeña mesa con
una tetera y una hermosa y elaborada taza de cerámica rosa. A la
izquierda había una bañera de azófar, llena de agua caliente y
perfumada. En el extremo opuesto de la cámara había una gran
cama tallada, que incitaba a arroparse en ella. La cámara en sí era
de colores oscuros, de un caoba y un verde apacible. La única
iluminación era un sinfín de diminutas estrellas que titilaban desde
el techo, de un negro profundo. El anciano dejó muy claro que la
cámara estaba a disposición de Sum durante tanto tiempo como
quisiese visitar el Mundo, tras lo cual le dio las buenas noches y
cerró la puerta silenciosamente. Sum movió la pequeña mesa junto
a la bañera y bebió su té mientras disfrutaba del agua caliente. La
infusión era exquisita y permitió, en conjunción con el baño, que
Sum se relajase por completo. Cuando se hubo secado con la suave
y deliciosa toalla que colgaba para él en una percha, saltó a la cama.
Sum se quedó dormido casi antes de tocar las sábanas.
313
La leyenda de Mundo Minor
CAPÍTULO 10
Sabio es más grande que gigante.
(Desconocido)
Sum se despertó por varias razones, todas ellas muy agradables.
Por un lado, le cosquilleaba la nariz, porque un rayo de sol caía
directamente sobre ella, y por otro, percibía un aroma a flores de
azahar. Al mismo tiempo, su cuerpo estaba descansado e impaciente
por comenzar un nuevo día. Sum abrió los ojos y contempló,
maravillado, el techo de la habitación. Lo que el día anterior había
sido un manto nocturno de terciopelo negro era, ahora, un cielo azul
brillante salpicado de nubes aborregadas. Poniéndose en pie sobre
la cama, Sum pudo tocar el techo, que tenía exactamente el mismo
tacto que se hubiese esperado de un techo, lo cual, sin embargo,
discordaba con la visión de nubes pasajeras y resplandor solar. La
pequeña mesa se hallaba junto a la cama y estaba cubierta con un
suculento banquete de desayuno. Era una tetera la que despedía el
rico aroma a flores de azahar. Con gran deleite e igual apetito Sum
despachó el festín, mientras disfrutaba del sol del techo sobre su
espalda. Después se vistió y dejó su “hogar” para explorar los
alrededores.
Tan pronto como Sum salió al exterior, dirigió la vista hacia el techo
de su morada, pero era como cualquier otro tejado de cobre. Ligeramente desconcertado, miró en torno. La pequeña morada estaba
circundada en su totalidad por un empedrado de adoquines de
granito finamente tallados, de una anchura de cuatro o cinco metros.
En la dirección por la que Sum había venido el día anterior, el
empedrado se prolongaba hasta la enorme plaza del mosaico. En
las demás direcciones, servía como separación entre la casa y el
resto de edificios, que constituían, como era obvio, una enorme
parte del área central del Mundo. No vio por ningún sitio al anciano
314
La leyenda de Mundo Minor
que lo había dejado pasar el día anterior. En cambio, había dos
emocionantes sentados sobre un banco, junto a una mesa estrecha,
sobre uno de los edificios más cercanos. Hablaban entre sí, pero
parecían estar atentos a la presencia de Sum. El edificio era una
torre alta y bien proporcionada que, evidentemente, consistía en
un pasillo de ladrillos que ascendía sinuosamente hasta una cúpula
dorada. La torre no parecía estar provista de ventanas, pero era tan
alta que Sum no estaba seguro de si las habría más arriba. El muro
en sí estaba construido con distintas clases de piedra, de todos los
colores, que estaban talladas con forma y tamaño de ladrillo.
* ¿Estás interesado en Torráguila?
La voz, calma y amable, sonó por detrás de Sum.
* ¿ Se llama Torráguila...? Un nombre muy apropiado.
Sum se giró y le devolvió la sonrisa. Con un gesto de su mano, el
emocionante dio a entender a Sum que podía entrar el primero en
la semioscuridad del pasillo de la torre. No había escaleras. En su
lugar el pasillo torcía ascendentemente en una pendiente constante.
Con regular frecuencia llegaban a un lugar donde el suelo del pasillo
carecía de pendiente, y en estas zonas planas había colocado un
banco de piedra en donde se podía descansar durante el ascenso.
La iluminación del pasillo de la torre consistía en una fila de
hendiduras en los muros, justo bajo el techo, que permitía la entrada
de una acogedora luz crepuscular. El ambiente era agradablemente
fresco. Las piedras del muro eran un estudio de colores y vetas, y
también aparecían en ella algunos bellos fósiles. Varias veces se
detuvo Sum a examinar más de cerca una piedra o un fósil. Cada
vez que se paraba, lo hacía también su acompañante, y se ponía a
contarle todo lo que había de interés acerca de lo que había
cautivado su vista. Aparte de eso, no hablaron mucho durante la
subida, pero, sin embargo, el silencio nunca se hizo embarazoso.
315
La leyenda de Mundo Minor
Era, sencillamente, callar al unísono. Les llevó un largo rato
alcanzar la cumbre, pero cuando por fin llegaron a ella se hizo
evidente que todo el esfuerzo había merecido la pena. La vista era
indescriptible. A lo largo de un trecho de varios kilómetros, a cada
lado del portón por el que había entrado, pudo seguir el muro del
Mundo hasta que se perdía en la calina. Si observaba el camino
opuesto, su vista se topaba con torres artísticamente ejecutadas, una
tras otra. En la intensa luz solar, se parecían a enormes espárragos
blancos. Entre éstos y el muro del Mundo se extendía el ancho
fragmento del mosaico que lo había dejado sin aliento el día
anterior. Desde allí arriba veía una parte mucho mayor y
comprendió, aun más profundamente, la sabiduría que había sido
presa en la piedra iluminada. De nuevo volvió la enorme belleza a
dejarlo patidifuso.
Las cúpulas doradas de las torres eran un estudio en sí mismas.
Vistas desde el suelo, se limitaban a destellar bajo los rayos del sol,
pero desde aquí y a través del catalejo, resultaban ser, cada una de
ellas, un trabajo de artesanía de enorme hermosura. El techo de la
torre más cercana estaba labrado de tal forma que imitaba las raíces
del árbol de oro que formaba la aguja de la torre. Otro tejado se
había moldeado con unas formas tan blandas que era como si
estuviese a punto de derretirse en el calor. Un tercer tejado parecía
estar entretejido con un sinfín de hilos de oro. Una cuarta cúpula
emulaba el embudo de una trompeta cuyo cuerpo era la aguja de la
torre. Una quinta estaba adornada con un sombrero alto de seda
dorada. Sum bajó el catalejo, abrumado por la belleza, la diversidad
y la gracia de la distribución del Mundo. Mientras había estado
contemplando las diferentes torres, su acompañante las había
llamado por sus nombres y descrito su finalidad en lo que era
posible. Sum no sabía qué eran muchas de las funciones que el
emocionante mencionó, aunque de vez en cuando le parecía poder
hacerse una idea de ellas. Dado que el emocionante había tratado
varias veces, en vano, de explicar la finalidad de una torre, sugirió
316
La leyenda de Mundo Minor
que Sum escogiese una que quisiese conocer. La única forma de
conocer la torre era verla por uno mismo. Sum eligió una que tenía
para él una belleza inexplicable. Era como si todo lo hermoso que
había experimentado, tanto en Terra Inkognita como en Mundo
Minor, se manifestase a la vez. La forma del techo le recordaba
miles de cosas y lo hacía sentirse completamente aturdido, sin que
fuese capaz de encontrar palabras para lo que experimentaba. Sum
le señaló la torre a su acompañante y después comenzaron el
descenso. Cuando llegaron abajo, era ya casi mediodía. El
emocionante sugirió que encontrasen algo de comer antes de ir en
busca de la torre que Sum había elegido. Sum pensó que era una
idea excelente. Bajo la dirección del emocionante, llegaron a una
acogedora casita. Estaba hecha de madera y rodeada por un
espléndido jardín de inspiración japonesa. El interior de la casa
estaba formado por una cocina enorme y bien equipada, con mesas
y sillas alrededor, como un pequeño e íntimo restaurante.
Previamente, había ya tres emocionantes que estaban eligiendo
entre los alimentos que reposaban sobre una mesa de la cocina.
Cuando se apercibieron de Sum y su acompañante los invitaron a
entrar y les pidieron que los ayudasen a decidir qué iban a hacer
para comer. Sum se sintió inmediatamente como si hubiese dado
con viejos amigos, tan afectuosa y franca era la atmósfera. Con
mutuas intervenciones, organizaron un menú de tres platos:
Minestrone con vegetales de temporada
tortas diversas
helado
(fragmento de “Sabiduría y Poesía”)
Para acompañar los platos había cerveza, vino, agua, zumo, sidra
y muchas otras bebidas, según el deseo de cada uno. Sum no podía
317
La leyenda de Mundo Minor
dejar de comparar lo que estaba viviendo allí con lo que había vivido
en Mundo Desmofyl. Ambos lugares estaban mejor equipados que
Mundo Minor, en todos los aspectos, y eran sin embargo
increíblemente distintos. Mundo Desmofyl tenía carácter muy
técnico, pero aquí... Sum no sabía bien qué palabra debería usar
para calificar la naturaleza de este Mundo. Pero una cosa era segura:
éste se había ganado, verdaderamente, la confianza de Sum.
Después de la comida los cinco permanecieron sentados mientras
tomaban una taza de té o de café. El ambiente era distendido y
abierto. Cuando por fin se separaron, se despidieron los unos de
los otros de la manera más afectuosa y cada uno se marchó a
ocuparse de sus quehaceres. Sum y su acompañante fueron en la
dirección de la torre elegida. Desde Torráguila, la aguja que Sum
había escogido parecía estar en las cercanías. Sin embargo, les llevó
casi media hora alcanzar su pie. Junto a la puerta que conducía al
interior de la torre, el emocionante que había seguido a Sum hasta
allí se despidió. Invitó a Sum a entrar, y él adivinó que lo estaban
esperando. Intercambiaron un último saludo, tras lo cual Sum
contempló la espalda de su acompañante que, poco a poco,
desapareció entre torres, casas y otros edificios. Tras atravesar la
puerta de la torre, había un pequeño salón con un tresillo de cuero
rojo oscuro. En una mesa de centro baja había una tetera y dos tazas,
y en uno de los sillones estaba sentado el anciano que había
permitido a Sum entrar en el Mundo. Sonriente, lo invitó a tomar
asiento. Bebieron el té en silencio mientras el anciano contemplaba
a Sum con una mirada amable pero inquisitiva.
* ¿Qué es lo que buscas... de entre todas las cosas?
El anciano puso su taza sobre la mesa.
* Sabiduría.
318
La leyenda de Mundo Minor
La palabra se escurrió de la boca de Sum antes de que pudiese
pensarlo.
* ¿Sabiduría...? ¿Y no... amor?
Miró a Sum amistosamente.
* Sólo el que posee amor puede saber lo que es la sabiduría.
El anciano asintió para sí y pareció abismarse un instante. Cuando
estuvo presente de nuevo, sonrió y vertió más té en las tazas.
* Y poder... ¿no deseas poder?
Mientras el anciano hablaba, observaba la taza que tenía en su mano
con una mirada intensa y concentrada.
* El poder es lo último de todo. Todo lo que viene después
de él va a servir a la naturaleza del poder.
* Justicia... ¿dónde tiene cabida la justicia en ti?
* Cuando la sabiduría haya realizado su tarea va a traer la
justicia. Sólo entonces es uno capaz de controlar el poder sin hacerse esclavo de su naturaleza.
* Así que buscas la sabiduría... tu corazón habla muy bien.
El anciano bebió pensativo de su taza. Los dos estuvieron en el salón
un buen rato, en mutua compañía. Ninguno de ellos habló con
palabras. Se interpretaron, se leyeron, se midieron. Sum fue
consciente, poco a poco, de que había dado con el lugar correcto,
un lugar donde podía reunir la sabiduría que le faltaba para poder
alcanzar la justicia plena.
* ¿Por qué elegiste esta torre?
El anciano observó sonriente a Sum.
319
La leyenda de Mundo Minor
* Era la más bonita.
* ¿La más bonita? Bueno, supongo que puede decirse que
sí.
El viejo se mesó su barba rala. Se levantó e indicó a Sum que lo
acompañase. En el extremo opuesto de la cámara se detuvo al pie
de una escalera de la que Sum no se había percatado antes. Discurría
a lo largo de la pared de la torre como la estría de un cañón, puesto
que, aparentemente, continuaba hasta el siguiente nivel a través de
una trampilla que atravesaba la división entre plantas. Con un
movimiento de su mano, el anciano le dio a entender que podía
comenzar la ascensión. Sum dejó que su mirada recorriese la
escalera mientras trataba de interpretar la débil luz que iluminaba
el último tramo desde arriba. Sum puso el pie en el primer escalón,
respiró profundamente y comenzó a subir.
320
La leyenda de Mundo Minor
CAPÍTULO 11
La mierda se oculta que mierda es.
(Refrán de Selandia)
Cuando Sum asomó la cabeza a través de la trampilla no pudo
ver nada debido a la intensa luz. Sus ojos se adaptaron, poco a
poco, a las circunstancias, y miró con asombro a su alrededor. Ya
no parecía que se hallase en la torre. Por el contrario, estaba
contemplando un paisaje, que tenía que ser Terra Inkognita, por
encima del borde de la galería por la que había elevado su cabeza.
Cuando miró hacia abajo, vio que se hallaba sobre una escala, y
contempló una superficie de agua tres metros justo por debajo de
él. Anonadado, Sum ascendió trepando hacia el calor del fuerte
sol. Caminó un poco alrededor, oteó desde la cima de una pila de
peñascos y se percató paulatinamente de que tenía que ser una
parte de Terra Inkognita desconocida para él. Como curiosidad,
no sentía ninguna forma de desazón, de hecho tuvo una extraña y
relajante sensación de libertad en todo su cuerpo. El aire era aquí
diferente de lo que solía ser en Terra Inkognita. Aunque hiciese
calor, el aire era agradable y refrescante, incluso aunque sólo se
moviese ligeramente. Mientras Sum examinaba el horizonte en
el catalejo, comprobó que no era totalmente igual en todas partes.
En una dirección era como si el cielo fuese un poco más oscuro
durante un trecho largo. El primer pensamiento de Sum fue que
probablemente era Montesbarrera lo que estaba viendo, pero no
se parecía a cómo la recordaba. Decidido, determinó el rumbo
hacia el fenómeno y se puso en marcha. Aunque anduvo a buen
paso, le llevó dos días y medio alcanzar su destino. A lo lejos
apareció una franja oscura y ancha a lo largo de todo el horizonte,
pero lo oscuro no descollaba en el aire. Por el contrario, parecía
cubrir Terra Inkognita hasta donde alcanzaba la vista. Hasta que
Sum no hubo llegado tan cerca como para ver moverse su
321
La leyenda de Mundo Minor
superficie, no se dio cuenta de que estaba en camino hacia... el
Mar Universal.
Que le llevase tanto tiempo percatarse de que ERA el Mar Universal se debió al hecho de que Sum nunca había creído que existiese.
Sólo lo había considerado una fábula, pero ahí estaba. La frescura
que Sum había experimentado con anterioridad se debía a la
humedad que el viento marino acarreaba consigo. Sum no se detuvo
hasta que una ola alcanzó sus botas e inundó una de ellas. Allí
permaneció largo rato, sumido en profundos pensamientos, antes
de volver a tierra de nuevo. En un estado extrañamente ausente,
dejó su ropa y su equipo caer sobre la arena de la playa. Después,
entró en el agua salada, clara y templada. Era como si el agua
acariciase sus músculos, cansados y tensos, y los relajase despacio.
Gradualmente, a medida que el cuerpo se distendía, también se
deshizo la presa que el cuerpo había mantenido sobre sus
sentimientos. De repente, Sum se sorprendió de romper en un llanto
convulso y doloroso. Venía de tan abajo que no podía reconocer su
propia voz, simplemente sonaba como si fuese otra persona la que
estaba llorando. Mientras todo aquello sucedía para una parte de
Sum, era como si la otra sólo contemplase lo que sucedía. Así
continuó durante mucho tiempo.
En un momento dado, a Sum se le ocurrió que algo había cambiado.
La división entre la parte de él que lloraba desdichadamente y la
que observaba en calma se había hecho... definitiva. Sum estaba
sobre la arena de la orilla y contemplaba a la figura hipante, desnuda
y exhausta que estaba de rodillas en el agua. Sintió solidaridad y
comprensión hacia el dolor del que estaba siendo testigo, al tiempo
que tenía la perspectiva para entender que sólo era transitorio. Sum
se adentró en el leve chapoteo de las olas, tendió su mano y ayudó
a Sum a levantarse. Cuando sus ojos se encontraron, otra vez fueron
uno, pero no como antes. Ahora Sum sabía, con una aguda claridad,
que ya no se llamaba Sum. Se llamaba, no, ERA... Kreator.
322
La leyenda de Mundo Minor
Con un grito marcial que hizo agrietarse las rocas y allanarse las
dunas, Kreator instó a sus fuerzas a reunirse. Se elevaron de esos
lugares donde habían descansado desde la segunda y la tercera edad:
De las olas del mar se elevaron
De las nubes del cielo se abatieron
De las profundidades de la tierra afloraron
De las llamas del fuego surgieron
De cada uno de los colores rezumaron
De cada uno de los sonidos se desprendieron
De cada uno de los colores brotaron
Cualquier descripción excedieron
Reuniéronse las fuerzas sobre la arena,
en un extremo de la costa
A la orilla del Mar Universal.
(fragmento de “El Libro del Triunfo de Kreator”)
Aquí se agruparon conforme a las formaciones que tenían
preparadas desde los tiempos primitivos. Alzaron los arcos, alzaron
las espadas, tamborilearon con las lanzas sobre los escudos y
homenajearon a Kreator, que por fin estaba entre ellos. Kreator, a
su vez, contempló con satisfacción el grandioso espectáculo. Los
estandartes ondeaban al viento y el acero brillaba bajo los rayos
del sol. Cuando hubo inspeccionado a todo el ejército, alzó su voz.
Kreator relató todo acerca de lo que había sucedido, de la traición
del Rey Ego y la corte, del asedio, de sus sangrientos planes, de
los viajes de Sum. Después, emitió una orden de marcha y se puso
a la cabeza del ejército, con Mundo Minor como destino.
El ejército se desbordó sobre Terra Inkognita, como el agua que ha
roto un dique. Nada escapó a su atención, interpretaron todas las
señales junto a las que pasaron, vieron los lugares donde otros
323
La leyenda de Mundo Minor
habían luchado, donde se habían decidido batallas, donde se habían
forjado amistades, donde se habían roto nuevamente y todas las
demás cosas que tienen significado para el hombre. Todos estaban
descansados tras la larga hibernación en la que habían permanecido,
así que no precisaban de sueño ni reposo. Noche y día prosiguieron
incansables su marcha sobre la superficie de la tierra, mientras se
esparcía el rumor entre los Mundi por los que pasaban (sin que
entrasen, sin embargo, en ninguno). En poco tiempo, el ejército
estaba al pie de la poderosa Montesbarrera. Ahora la hueste estaba
formada por artesanos, pues pusieron sus armas a un lado y tomaron
herramientas de todas clases de su equipo. Estos eran :
Maestros canteros, que debían fabricar la escalera
por la que Kreator ascendería a Mundo Minor.
Maestros albañiles, que debían arreglar las zonas
donde faltaban rocas.
Maestros de esclusas, que debían
conducir las aguas del Río Vível a un nuevo cauce.
Maestros del calor, que debían controlar ese frío
que los Barones de los Emocionantes utilizaban como arma.
Maestros de la palabra, que debían convencer a los barones
de su error.
Maestros de la esperanza, que debían convencer a los
barones
de que todavía había tal.
Y muchos otros maestros que no es necesario nombrar aquí.
(fragmento de “El Libro del Triunfo de Kreator”)
324
La leyenda de Mundo Minor
Trabajaron, firmes y tenaces, en las laderas de las montañas, entre
canciones y la alegría por el trabajo bien hecho. Al otro lado de la
cordillera, la situación era algo distinta. Durante la ausencia de Sum,
los barones habían anclado a Terra Nova en un invierno que nunca
se había visto antes y que nunca se vería después. Todo estaba
cubierto por una crujiente costra de hielo. No había vida a la vista
en ningún lugar: ningún pájaro, ninguna hierba... nada de nada.
Hasta el viento se había echado y no se había movido durante una
eternidad. En lo alto del muro de Mundo Minor había una
gigantesca duna de hielo compacto que amenazaba con devorar el
Mundo por completo. El Río Vível, que todavía corría bajo la capa
helada, se había engrosado con hielo en pastel y amenazaba con
congelarse hasta el fondo. En el interior de los muros del Mundo
el frío también empezaba a hacerse notar. Desde hacía mucho se
había podido ver el propio aliento, a menos que se estuviese junto
a un fogón, y en el Jardín Vível se había instalado el otoño. El
manantial saltaba ininterrumpido y parecía ser lo único sobre lo
que los barones no habían dejado su impronta.
Durante mucho tiempo, Sophia había sentido que no iba a ser capaz
de tener a los barones en jaque sola. Sabía que Sum iba a volver,
pero había empezado a dudar de que fuese a llegar a tiempo. Un
día, sin embargo, se dio cuenta de que había una especie de
suavización en el clima, hecho que le confirmó el goteo de agua
(un sonido que casi había olvidado que existía). Si la primavera
estaba de verdad en camino, eso sólo podía significar que los
barones estaban perdiendo terreno. A Sophia sólo se le ocurría una
cosa que fuese lo suficientemente fuerte para quebrar su poder:
¡¡Kreator había regresado!! Sophia tenía razón. Ya esa misma
noche, los maestros canteros horadaban la montaña con un estrépito
que llegaba hasta La Sala de Estudio donde ella se hallaba. Cuando
una brisa cálida cruzó, al mismo tiempo, la cámara, ya no tuvo más
dudas: Kreator había vuelto. Los Barones de los Emocionantes
nunca habían encontrado nada que los intimidase tanto como el
325
La leyenda de Mundo Minor
ejército de Kreator. Ni siquiera lo innombrable que habían visto al
otro lado de Bosquesabara podía compararse con aquello. Para su
horror, vieron a través de las máscaras que ahora todos portaban
que la hierba y las flores brotaban allí donde el ejército de Kreator
pisaba la tierra. Escucharon cantos de aves lacerar sus oídos,
sintieron el calor del sol sobre sus espaldas y el miedo del castigo
que imaginaban que iban a sufrir, quizás para toda la Eternidad. El
ejército rodeó a los barones, con los maestros de la palabra y de la
esperanza al frente. Durante mucho tiempo, no sucedió nada.
Entonces, un maestro de la palabra comenzó a relatar todo lo que
le había sucedido a Sum mientras atravesaba Mundo Minor. Otro
le replicó, un par de maestros de la esperanza comenzaron a realizar
su tarea. Pronto todos los maestros de la palabra y de la esperanza
cumplían con su labor. Los barones se vieron todavía más
intimidados por la amabilidad con que se toparon. Era mucho peor
que todos los tormentos a los que se habían imaginado que tendrían
que enfrentarse. Cuando el dolor se hizo demasiado fuerte, el Rey
Ego gritó con mortal angustia, tan alto que su máscara se quebró
en miles de pedazos y él se disolvió en una nube de escarcha que,
silenciosamente, descendió sobre los presentes. Su poder se
deshizo. No fue sino entonces que los demás barones consiguieron
quitarse sus máscaras.
326
La leyenda de Mundo Minor
Capítulo 12
Aquellos que viajan
ven más que los más ancianos de entre los nativos.
(Proverbio africano [kru])
La primavera se desplegó sobre Mundo Minor con tamaña
velocidad y esplendor que quitaba la respiración. Terra Nova
floreció y experimentó una prosperidad nunca vista antes. Según
la primavera iba abriendo sus brazos, también la niebla se iba
disipando. Una vez que desapareció, Bosquesabara comenzó a
marchitarse progresivamente, los troncos se quedaron huecos y
poco a poco los árboles cayeron, uno a uno. La primavera se
extendió más allá. El paisaje que quedaba detrás del bosque inició
también su florecer y se volvió tan hermoso como el resto de Terra
Nova. Todo en Mundo Minor mejoró paulatinamente, después de
lo cual se tomó una importante resolución en un consejo en el que
todos estaban presentes. Kreator estaba sentado en el sillón del trono
con la mano de Sophia en la suya, mientras con la otra mano se
mesaba su cerrada barba gris. La resolución consistía en que la corte
viajaría en una expedición a “Las Regiones Distantes”, como se
había denominado a las áreas tras de Bosquesabara. El objetivo era
asegurarse de que la primavera no “frenase en seco”, es decir, que
no permaneciese nada de ese helor que durante tanto tiempo había
apresado a Terra Nova en su puño de hierro. Kreator deseaba
encabezar la expedición, al igual que quería que los antiguos
barones lo acompañasen. Debían eliminar cualquier resto de
aquellas construcciones abominables, las que en un principio habían
edificado en honor al Rey Ego. Que Kreator hubiese asignado esa
tarea a los “barones” no tenía nada que ver con una punición.
Simplemente quería ver con qué actitud se encaminaban a ese
trabajo, para comprobar si podían encajar en una corte armoniosa.
327
La leyenda de Mundo Minor
Antes de que la expedición partiese, Mundo Minor debía ser
demolido. Se decidió que el viaje no debía comenzar antes de que
todo rastro de “El Helor de los Barones” se hubiese derretido. Hasta
entonces, Kreator permanecería en Mundo Minor para fundir a los
dos grupos de emocionantes, en parte mediante la educación y en
parte mediante el relato de su saber mutuo. Lo primero que los
emocionantes intercambiaron fueron las destrezas técnicas y
artesanales.
Los Emocionantes que habían venido a Terra Nova junto a
Kreator aprendieron:
•
•
•
•
•
•
Las diferentes plantas del Jardín Vível.
Las diferentes técnicas para administrar un Mundo.
Las diferentes herramientas de los talleres.
Las diferentes habilidades útiles a cada taller.
Los diferentes pasillos y salas del Mundo.
Los diferentes episodios de la Historia del Mundo.
Los Emocionantes del Mundo, además, aprendieron lo
siguiente:
•
•
•
•
•
•
•
A infundir ánimo a los afligidos.
A asumir cada uno su responsabilidad.
A derribar los obstáculos.
A emplear el poder en equilibrio con el amor,
la justicia y la sabiduría.
A creer en sí mismos.
A confiar en los demás.
A sentirse completos.
(fragmento de “El Libro del Triunfo de Kreator”)
Las dos partes progresaron continuamente en todos los sentidos.
328
La leyenda de Mundo Minor
Finalmente, llegaron tan lejos en este proceso que estuvieron en
pie de igualdad en todas las cosas. Entonces, Kreator decidió que
los emocionantes eran tan hábiles en el trabajo en equipo que estaba
en condiciones de derribar Mundo Minor para que así el viaje
pudiese dar comienzo.
La demolición fue lenta al principio, pero a medida que encontraban
un ritmo de trabajo fue mejorando. Al final avanzaban a todo trapo.
El derribo comenzó desde arriba, de este modo pronto se hizo la
luz en todas las habitaciones del Mundo en donde, desde tiempos
inmemoriales, se había asentado la oscuridad. A medida que se
descubría el interior del Mundo, los emocionantes que habían
pasado gran parte de su existencia en él se daban cuenta de cuán
estrecho y reducido había sido su universo. Este reconocimiento
les dio fuerzas renovadas e imprimió rapidez a sus esfuerzos. La
desaparición de Mundo Minor concluyó más rápido de lo que se
había creído posible y dejó una enorme montaña de piedras desbastadas. Con estas piedras los emocionantes construyeron varios
edificios. En primer lugar, edificaron una magnífica glorieta y un
aula en medio del Jardín Vível, junto a la orilla del Lago Vível y
con vistas al manantial. Allí Sophia y Kreator daban clases diarias
de todo aquello que pudiese abrir el mundo interior de los
emocionantes.
Lo siguiente que hicieron fue construir una casa común que ocupó
varios kilómetros a lo largo de la ribera del Lago Vível, en
prolongación del aula. Además, edificaron la mar de otras pequeñas
y grandes construcciones, esparcidas por toda la zona de Terra Nova
que había cubierto Mundo Minor. El resto de las piedras se
utilizaron para crear senderos, plazas y caminos entre los edificios.
A medida que los emocionantes construían, se movían en dirección
a lo que una vez había sido Bosquesabara. De camino, llegaron a
ese lugar que se había llamado en una época “El claro del Club”.
El paso del tiempo había dejado poco que ver, aparte de algunos
329
La leyenda de Mundo Minor
restos del horno alimentado con juncos donde se habían fundido
herramientas y otros objetos. Los antiguos barones recordaban
aquel lugar con vergüenza y sin ningún tipo de alegría, lo cual
Kreator advirtió para su satisfacción. Daba la impresión de que
todos los sueños sobre un reino independiente estaban
irrevocablemente perdidos. Kreator decidió aún así esperar, y
observar, antes de sacar conclusión alguna.
Cuando llegaron a Bosquesabara fueron sorprendidos por el grado
de descomposición que afectaba al en un tiempo fuerte y pavoroso
bosque. El amago de empalizada que se había formado entre las
copas de los árboles estaba íntegramente quebrado. Daban más bien
la impresión de ser los restos tétricos de una miserable dentadura.
El suelo del bosque estaba totalmente cubierto por árboles en
putrefacción, en una capa tan gruesa que rebotaba bajo sus pies.
Vista desde la distancia, “La Fortaleza” que los Barones de los
Emocionantes habían construido dentro del bosque no parecía
especialmente imponente. Cuando llegaron al lugar exacto
observaron los graves estragos infligidos por el paso del tiempo.
Ese espacio que en su origen había circundado la fortaleza todavía
era visible, pero ahora estaba cubierto por una multitud de diversas
plantas que lo colmaban con su exuberancia. Los soportes que había
contenido las antorchas que antes alumbraban el lugar todavía
seguían allí, sólo que ahora estaban oxidados y algunas antorchas
se habían caído. Algunos de los troncos que habían conformado
las paredes de la fortaleza yacían en el suelo y habían abierto un
claro en la vegetación del emplazamiento. Los troncos que todavía
estaban en pie se mostraban porosos, podridos y se descomponían
al mínimo toque. Kreator caminó para ver la parte trasera. Por allá
se erguía una puerta que se había desprendido de sus goznes. Detrás
había una habitación que contenía una gran silla tallada. Se dio
cuenta de que había sido el salón del trono de “El Club” y la silla
había funcionado como el sillón del trono del Rey Ego. Formando
330
La leyenda de Mundo Minor
una media luna ante esta había otras sillas, una para cada uno de
los demás barones. A excepción de las sillas y de una escalera en
mitad de la habitación, que ascendía al cubo superior, el cuarto sólo
poseía algunas decoraciones en las paredes. Éstas estaban formadas
por desmañados recortes que reproducían los nombres de los
barones. A Kreator el lugar le pareció pobre y rupestre.
Tan pronto como Kreator hubo acabado su reconocimiento, dio
orden a los antiguos barones de que demoliesen el lugar y lo
quemasen todo. Kreator advirtió que se ponían manos a la obra con
determinación, y pronto la concluyeron. Sin embargo, un poco más
adelante encontraron algo que era un tanto más desagradable. Era
un complejo de construcción más astuta y de mayor tamaño. Estaba
claro que allí los habitantes del Mundo no habían llevado una
existencia grata. Por todas partes había cadenas clavadas a los
muros, látigos, grilletes, empulgueras y otros instrumentos para la
humillación de los demás. Por añadidura a estos mecanismos de
tortura de todo tipo imaginable había diferentes talleres que estaban
concebidos para que los prisioneros produjesen aquello que los
barones les ordenaban.... hasta que los enviasen al frío glacial.
Kreator contempló todo con una profunda cólera interior que hizo
a los antiguos barones agachar la cabeza de vergüenza. Ese lugar
también fue arrasado y cada huella eliminada.
A medida que se adentraban en los territorios detrás de “La
Fortaleza”, comenzaron a encontrar cadáveres de criaturas sombrías
que habían vivido allí. Los primeros habían pertenecido a aquellas
encorvadas, peludas y con pequeños ojos brillantes que La Pequeña
Compañía había visto en el camino de vuelta desde “La Fortaleza”
en aquel tiempo. El primer ejemplar parecía haber fallecido por
muerte violenta, ya que poseía cuantiosos desgarrones profundos
por todo el cuerpo. No obstante estuviesen muertas, estas criaturas
suponían una visión horrenda: un pellejo largo, rígido, hirsuto y
hediondo, colmillos afilados y grandes garras como cuchillos. La
331
La leyenda de Mundo Minor
expresión del rostro de estas criaturas la atribuyeron, al inicio, a
esa muerte que habían sufrido. Más tarde se hizo patente que todos
los rostros de estas criaturas estaban crispados en un rictus de odio,
hostilidad y desprecio. Después de haber visto seis ejemplares de
cerca, dejaron donde aparecían los cadáveres de aquellos seres.
Nadie lloró su muerte... todo lo contrario. Las otras criaturas que
encontraron no eran más atrayentes que las primeras. Una de ellas
era un murciélago vampiro del tamaño de un antecama de buena
altura. Esta criatura parecía haber sido el verdugo de varias de las
criaturas encorvadas, puesto que sus garras y sus dientes afilados
como agujas encajaban con las heridas que en general presentaban
los despojos mencionados antes. En ese sotobosque en
descomposición también hallaron restos de algunas comunidades
de plantas muy singulares. Entre otras, se toparon con una planta
que tenía la apariencia de poder espetar por sí sola criaturas grandes en espinas que disparaba a distancia.
Cuanto más avanzaban, las formas de vida se volvían más grandes
y con una fisonomía más agresiva. Las últimas que vieron antes
de entrar en el desierto eran colosales máquinas de descuartizar y
de devorar semejantes a dinosaurios que casi no eran más que
garras, dientes y púas.
332
La leyenda de Mundo Minor
Capítulo 13
Tras la sequía llega la humedad,
tras la pena, la felicidad.
(Origen desconocido)
El paso hasta el desierto que, como sabían, estaba situado tras
Bosquesabara, fue como la seda. Las plantas recién germinadas,
que ahora habían conquistado lo que antes era el bosque, también
estaban invadiendo el desierto. Por fin dejaron atrás las plantas y
caminaron sobre una arena rojiza que se extendía tan lejos como
alcanzaba la vista. No había señales de vida de ninguna especie.
La arena crujía de sequedad y se hundía bajo los pies, convirtiendo
cada paso en una prueba. Tan pronto como el paisaje formaba una
duna, o sólo se elevaba una pizca, intentaban eludirla. Subir una
duna era prácticamente imposible, si se daba un paso al frente se
retrocedían dos. Descansaban a menudo y sólo avanzaban despacio.
El sol abrasaba despiadado y no había una sola sombra por ningún
lado. Kreator observó fijamente a los antiguos barones para indagar sobre sus reflexiones internas. Se notaba que se estaban
poniendo más azogados y nerviosos cuanto más se acercaban al
Imperio del Hielo, que debía ubicarse en algún lugar ahí fuera. Día
a día crecía su desesperación. No decían nada sobre el asunto, pero
sus ojos lo decían todo.
Los víveres se racionaron y se repartieron a partes iguales entre
todos; los que quisieran se los podían intercambiar. El agua se
repartía a las horas convenientes y se medía con el mayor de los
cuidados. Kreator constató con satisfacción que todo ocurría sin
fricciones internas, todos daban lo que podían a la comunidad. Eso
también ocurría, quizás incluso en mayor grado, con los antiguos
barones. Parecían estar ansiosos por cambiar su negro pasado
dándose por entero. Era una buena señal. Justo cuando el desierto
333
La leyenda de Mundo Minor
parecía al límite de lo invencible, Kreator se apercibió de un soplo
de viento fresco que lo llevó a sacar su catalejo y explorar el
horizonte. En la lejanía pudo ver cómo el cielo cambiaba de
naturaleza. Por allí debía empezar el hielo.
Cuando todos se habían ya acostado, Kreator yació despierto. Dejó
que sus ojos jugasen con la turba de estrellas, mientras especulaba
con el tipo de peligro a cuyo encuentro se dirigía. Los antiguos
barones estaban en ese momento casi en un estado de temor
incontrolable. Kreator había intentado varias veces preguntarles
sobre lo que habían vivido ahí afuera bajo el mandato del Rey Ego,
pero no sabían qué contestar. Habían estado tan paralizados por el
miedo que prácticamente no recordaban nada. Kreator consideró
acercárseles y hablar con ellos otra vez, sabía que estaban despiertos, pero desechó la idea. En vez de eso, sólo suspiró y se recostó
para dormir.
Cuanto más se acercaban, más bajaban las temperaturas.
Rápidamente cayeron hasta un nivel poco soportable, así que antes
de que pasase mucho tiempo empezaron a ponerse sus prendas de
abrigo. Una mañana había escarcha tanto en la ropa, como en las
mantas o en las barbas de los emocionantes. Poco después, se hallaban al pie del paso al Imperio del Hielo y sentían todos ese temor
que los antiguos barones durante mucho tiempo habían sufrido.
Pudieron percatarse de que había algo amenazante, hostil, pérfido,
en una palabra, algo malvado, en aquella tierra helada. Nadie pudo
dormir esa noche; en lugar de eso, se sentaron en grupos pequeños
a calentarse junto a unas hogueras que habían encendido. Los
antiguos barones estaban como petrificados, sentados con los ojos
clavados en la superficie infinita de hielo, al tiempo que temblaban
de frío y de temor. El paso entre arena envuelta en escarcha y hielo
virgen era muy punzante, y mientras Kreator lo observaba tuvo la
certeza de que algo esperaba que él traspasase ese confín. La
situación le recordó al momento en que Sum se había asomado al
334
La leyenda de Mundo Minor
borde de Mundo Minor mientras los barones invisibles intentaban
engañarlo para que bajase del borde del techado. Ahora también
había algo que lo tentaba a penetrar en el hielo, dentro de su campo
de acción. ¿Pero qué era? Todos los barones estaban vencidos...
¿Quién o qué quedaba en pie? Kreator regresó al campamento,
firmemente decidido a reunir fuerzas para la inminente batalla.
Tardó tres días en estar listo para... lo que fuese. Pero también había
hablado todo con los demás, excepto con los antiguos barones, pues
de aquello todavía no se les podía hablar. Todos los emocionantes
se dispusieron en un corro en semicírculo detrás de Kreator cuando
éste penetró en el hielo. En el instante en que el pie de Kreator lo
tocó, todos percibieron una leve vibración bajo tierra, lo cual
impulsó a los antiguos barones a llorar y gemir, quedos y abatidos.
Nada más sucedió... por el momento. Kreator sintió cómo todos
los pelos de su cuerpo se habían erizado, un escalofrío le bajó por
la espalda mientras caminaba; transpiraba, la boca se le secaba y
el corazón apenas se atrevía a latir. Se volvió aprisa a echar una
mirada a los otros, que se habían quedado tan atrás que se
asemejaban a una masa oscura. El hielo volvió a temblar... con más
fuerza que la primera vez, pero todavía de forma leve. El hielo crujió
otro tanto, pero no se decidía a agrietarse. Kreator intentó deshacer
el nudo que tenía en la garganta, aferró la empuñadura de su leal
espada y lo reconfortó el saber que estaba con él. De su bolso de
cintura sacó una pequeña esfera que arrojó contra el hielo. En un
abrir y cerrar de ojos apareció su escudo listo para usar. Kreator lo
recogió y se lo colocó en el brazo izquierdo. Volvió a meter la mano
en el bolso, esta vez para hacerse con Nöehito, la lente de la verdad.
Apuntó con ella hacia el hielo a sus pies y se llevó un gran sobresalto. A través de muchos, muchos metros de hielo vio a su enemigo,
a su último, más fuerte y peor enemigo...
A este adversario sólo lo había visto fugazmente, pero lo recordaba
a la perfección. Recordaba que cuando viajaban río abajo, justo
335
La leyenda de Mundo Minor
después de que “El Club” hubiese abandonado la comunidad, una
sombra pasó bajo su balsa sin que nadie se apercibiese de ella, salvo
él. Estaba claro que esta criatura estaba detrás de “El Club” y los
había impulsado a la disolución de la comunidad. Ahora lo esperaba
bajo el hielo. Había sido grande en un tiempo, pero ahora había
crecido tanto que ya sólo el tamaño lo desanimaba. Reconoció al
instante el apremio que los antiguos barones debían de sentir
mientras se sentaban acurrucados, asustados y casi enloquecidos
de temor. Kreator se sintió preparado para la lucha, una lucha por
librar a los antiguos barones de esa carga tan pesada. La criatura
se movió y el hielo tembló de nuevo. Justo ante los pies de Kreator
la superficie se quebró en una fisura de un buen metro y medio de
largo y casi veinte centímetros de ancho. El monstruo se volvió a
calmar. Kreator se esparrancó para salvar la fisura y continuó hacia
el desconocido lugar que la criatura sombría había elegido como
campo de batalla. Finalmente, apareció su meta en la lejanía, algo
que se elevaba sobre la superficie de hielo. Cuando Kreator se
acercó, vio que era un edificio del hielo más claro que había visto
nunca. A decir verdad, la construcción era bella, era casi como un
templo del frío. Pero era un templo dedicado al culto de la maldad
absoluta, lo cual se desprendía del miedo, el temor y la inseguridad
que irradiaba, con Kreator como destinatario exclusivo. Sudando,
jadeante y al límite del pánico, Kreator subió el primer peldaño.
Ahí se tuvo que detener un momento para recomponerse. Las ganas
de huir fluctuaron dentro de él de tal forma que le recordaron mucho
a las náuseas. Una vez se hubo calmado relativamente, puso el pie
en el siguiente peldaño y continuó hacia la batalla más dura de toda
su vida…
En ese momento, los emocionantes ya hacía mucho tiempo que
habían perdido de vista a Kreator. Por lo tanto, comenzaron a retornar al campamento nocturno. Allí prendieron fuego a unas
hogueras, prepararon bebidas calientes y narraron las proezas
pasadas de Kreator y Sum. Eso ayudó un poco a aliviar la
336
La leyenda de Mundo Minor
inseguridad que sentían, pero no la eliminó. Los antiguos barones
no fueron olvidados. Es verdad que estaban sentados a su aire junto
a una hoguera, pero todo el tiempo alguien se pasaba por allí. Se
sentaba a su lado, contaba una historia, alimentaba la hoguera,
preparaba algo caliente para beber o cambiaba las mantas, que
estaban empapadas en el sudor del miedo, por otras secas y
calientes. Pese a estar en estado de shock, los antiguos barones lo
agradecían en su corazón. Sentían como nunca antes que formaban
parte de la comunidad a pesar de su temor. Nadie podía dormir, así
que se sentaron en torno a las hogueras toda la noche. Todo aquel
que tenía una historia que contar lo hizo. La conversación fluyó
regularmente toda la noche, sólo interrumpida por una calma de
mal agüero cada vez que el hielo crujía, lo cual se hacía más y más
frecuente según avanzaba la noche. Justo antes del alba resonó un
tremendo estruendo que venía del mar de hielo. Más tarde se hizo
el silencio tanto en el hielo como entre los emocionantes. Los
antiguos barones cayeron en redondo cuando sonó el estruendo,
pero nadie se dio cuenta y por lo tanto nadie vio que dormían por
primera vez en muchas jornadas. Un poco antes de mediodía los
emocionantes vieron una figura que se tambaleaba hacia el
campamento desde la vasta superficie. Cuando la figura se
aproximó lo suficiente reconocieron a Kreator y se sintieron
aliviados. Tan pronto como puso el pie en el campamento, se tumbó
y cayó en un sueño que duró cuatro días con sus noches. Tanto él
como los antiguos barones se despertaron al mismo tiempo al cuarto
día. Para entonces el mar de hielo ya se había derretido.
Kreator se despertó con el pensamiento ligero y alegre, un estado
anímico que tenía en común con los antiguos barones y con el resto
del campamento. En esas condiciones, Kreator contempló el mar
de hielo derretido y supo que lo que observaba ahora era el Mar
Universal. Se sonrió mientras preparaba el desayuno para él y para
los antiguos barones. Fue una mañana bastante placentera en la que
se rió mucho. Los emocionantes no podían creer lo que veían sus
337
La leyenda de Mundo Minor
ojos: Kreator y los antiguos barones se sentaron a comer, contar
chistes, reír y cantar. Se comportaban como si nunca hubiese
existido ninguna confrontación peligrosa contra un enemigo
superior en fuerzas. Pasada la hora de la comida, los ánimos se
tornaron más serios. Kreator relató, tan bien como se lo permitían
las palabras, los detalles de su experiencia en el hielo, del templo
del mal y de lo que le sucedió mientras estaba dentro. Los
emocionantes no entendieron mucho de lo que dijo, en parte porque
carecían del suficiente entendimiento, y en parte porque Kreator
no poseía las palabras para describir lo que deseaba decir. Los
antiguos barones, al contrario, asentían entre medias con sus rostros serios y sombríos. Sabían muy bien de lo que Kreator hablaba,
lo que describía era para ellos su más profundo dolor. Kreator
también habían averiguado algo que los antiguos barones no sabían:
había descubierto qué era lo que el engendro bajo el hielo quería
sonsacar con la tortura a Kreator y a su corte. Con otras palabras,
él sabía cuál era la causa de todos esos problemas que habían
afrontado. La criatura bajo el hielo deseaba más que nada en el
mundo averiguar dónde se encontraba El Jardín Original para
concluir la devastación que tanto tiempo atrás había perseguido,
cuando el jardín era joven. Sólo de este modo podía la criatura bajo
el hielo hacerse con el poder absoluto sobre todos ellos. Sin embargo, al final sucedió que ella misma sucumbió. Ahora sólo
quedaba encontrar, y completar, el jardín.
338
La leyenda de Mundo Minor
Capítulo 14
El Señor Todopoderoso plantó un jardín en Edén,
en Oriente, y allí dispuso al hombre que había formado.
(Biblia 1 Mos 2:8)
Kreator tenía un conocimiento aproximado de dónde se hallaba el
Jardín, pero aún así les llevó un par de días encontrarlo. El primero
que lo vio fue Sophia, y cuando ella comunicó su descubrimiento
estalló una expresión de júbilo sin parangón. Parecía no quedar muy
lejos de la orilla del Mar Universal, al amparo de un baluarte de
dunas y bloques de roca. A simple vista el jardín no parecía tan
grande. De hecho, era casi posible seguir el muro todo a su alrededor
con el catalejo si uno estaba subido sobre él. El muro aún estaba
en pie, pero mostraba los vestigios de la Catástrofe. Todas las
especies de plantas y animales seguían estando representadas, pero
los arriates, las acequias, los cobertizos y los demás útiles del jardín
estaban en muy mal estado. Había trabajo para una buena
temporada, pero se bregó. Todos podían ver la finalidad de su afán
y había suficiente personal para realizar cualquier faena. Por fin el
jardín tuvo la apariencia que en origen se había planeado, inclusive
las especies que faltaban en un principio. Ahora ya no soplaba un
viento frío y helado que se colase entre las plantas y los animales
al caer la noche. En su lugar, los acariciaba una agradable brisa
fresca que con cuidado hacía descender la temperatura hasta un
nivel apropiado.
Como no había ya nada que hacer según el Proyecto original, era
hora de que Kreator iniciase el siguiente proyecto. La sombra ya
no suponía una amenaza, por lo que decidió derribar el muro del
Jardín para que así éste tuviese la posibilidad de extenderse por
Terra Inkognita. Todos sabían que el Jardín sólo tendría la
339
La leyenda de Mundo Minor
oportunidad de proliferar bastante despacio, que algunas plantas y
animales tendrían que sacrificar sus vidas, que sobrevendrían
nuevos problemas. Pero también sabían que ninguna especie
perecería del todo, que todas se harían más fuertes y que, en
consecuencia, eso era lo único acertado que podían hacer. Kreator
llevaba tiempo deseando hacer algo que nunca antes se hubiese
visto en Terra Inkognita, algo que fuese un Mundo sin ser un
Mundo. El grupo de emocionantes se vieron, como poco,
sorprendidos cuando oyeron a Kreator describir su proyecto con
tales palabras. Por esta razón Kreator se explayó en detalles y
describió los pormenores de su plan. Kreator levantaría una carpa
gigantesca junto a la orilla del Mar Universal cuando la alfombra
de flores, que ahora estaba extendiéndose hacia Terra Inkognita,
hubiese alcanzado ese lugar. La carpa debía estar distribuida en dos
“alas” que se encontrarían en un palacio-pabellón central. En él se
situaría la entrada. En una de las alas vivirían Kreator con toda su
corte de emocionantes. Quién viviría en la otra “ala”, Kreator no
lo quiso decir.
Las flores, plantas y animales se extendieron progresivamente por
la superficie de Terra Inkognita. Circundaron los bloques de roca,
colmaron sus grietas y las transformaron en parte de su universo.
Finalmente su extensión alcanzó la orilla del Mar Universal. Al
mismo tiempo, la alfombra de flores había llegado tan cerca de los
Mundi más próximos que sus reyes, medrosos, habían ordenado a
sus emocionantes mantener bajo vigilancia este fenómeno
inadvertido hasta la fecha. Esto era así sobre todo en un Mundo en
especial, en Mundo Ambo. Cuando llegó a conocimiento de su rey
lo que sus emocionantes habían visto en el horizonte, se volvió
lívido e hizo salir a la corte del salón del trono. Había llegado ese
momento que el Rey de Mundo Ambo había temido desde que
Kreator y su Pequeña Compañía lo habían buscado tiempo atrás,
justo después de la catástrofe. Con el corazón tembloroso examinó
los archivos del Mundo para coger algunas crónicas que se habían
340
La leyenda de Mundo Minor
redactado inicialmente sobre la visita de Kreator. Las crónicas no
le proporcionaron tranquilidad. A pesar de todos los intentos nunca
se había determinado cómo Kreator y la Compañía habían escapado
de Mundo Ambo. El rey estaba seguro de que era la venganza de
Kreator lo que veía aproximarse en el horizonte. Lloró
amargamente, en parte por temor y en parte por autocompasión.
Los emocionantes que hacían la guardia al otro lado del brocado
colgante que cubría la puerta del salón del trono cuando permanecía
abierta, oyeron el llanto del rey. Por miedo a ser castigados, no
osaron intentar consolarlo. En lugar de eso, se concentraron en
aquellas cosas a las que temían.
En ese momento Kreator había empezado a buscar la compañía de
la orilla del Mar Universal por las noches para ver el sol zambullirse
en la superficie cristalina de aquella agua reluciente. Una tarde en
que esta vista resultaba especialmente hermosa, decidió que al día
siguiente haría lo que durante tanto tiempo había estado en sus
pensamientos más íntimos. Por la mañana reunió a los
emocionantes, les informó de su decisión y escogió a aquellos que
debían acompañarlo en su viaje a Terra Inkognita. Más tarde la
expedición partió. Como ahora conocían al dedillo todas las zonas
de la naturaleza de Terra Inkognita, no pensaban tener grandes
problemas en el viaje. Además no iban a ciegas, tenían un destino
confirmado y sabían con exactitud dónde se encontraba. El destino
era Mundo Desmofyl. El camino que conducía allí estaba cubierto
en un primer tramo por un exuberante prado de flores donde los
saltamontes volaban en pequeñas nubecillas ante sus pies con cada
paso que daban. Para su alegría, parecía que la alfombra de flores
no sólo era más exuberante en esa dirección, sino que asimismo
era en ella en la que más lejos se había extendido. Cuando el manto
comenzó a ralear ya habían podido ver Mundo Desmofyl la mayor
parte del día. Se mostró casi irreconocible cuando llegaron lo bastante cerca como para verlo en detalle. Las pilas de ladrillos que
antes estaban esparcidas por la arena habían desaparecido. En su
341
La leyenda de Mundo Minor
lugar habían construido a intervalos pequeños pabellones donde
los emocionantes bebían té o charlaba. La cueva en la que tiempo
atrás Sum se había arrastrado era lo único que quedaba y había sido
agrandada hasta formar un portón de grandes dimensiones. El
portón permanecía abierto en señal de hospitalidad, mientras una
marquesina en colores claros y atrayentes daba sombra a los que
entraban o salían. Por doquier en los muros del Mundo se abrían
ventanas que en abundante cantidad dejaban filtrarse los rayos del
sol en el interior. Lo que más lo hacía feliz era, sin embargo, ver
los macizos de flores, de todos los colores posibles, que crecían a
lo largo del muro del Mundo. Kreator sonrió en lo más íntimo de
su alma. Tan pronto como él y sus acompañantes fueron avistados
por los emocionantes allí reunidos, los recibieron con clamores y
brazos abiertos. La alegría del reencuentro era tremenda y no
disminuyó lo más mínimo cuando Desmofylania hizo su aparición.
Kreator y Desmofylania se echaron uno en los brazos del otro,
mientras Xalyfomsed y Sophia de inmediato se dieron a la charla.
De pronto a Desmofylania se le vino a la memoria la razón por la
cual había salido al exterior. Había estado ocupada preparando una
obra con El Teatro Personal y acababa de salir para llamar a los
emocionantes que no actuaban en la obra como público. Ahora
también invitó a Kreator y su séquito a asistir a la representación,
que trataba de la primera llegada de Sum a Mundo Desmofyl y de
su estadía. La obra estaba interpretada de manera increíble y a
Kreator varias veces le asaltó el asombro por la precisión y
veracidad con que las diferentes escenas eran interpretadas.
Mientras Kreator veía la obra gozaba también del ambiente en que
se desarrollaba. Ahora que surgía la luz a través de las enormes
ventanas de las paredes y del techo se veía la majestuosidad de los
adornos del teatro. Había muchos más de los que podía soñar y
ahora que podía verlos con propiedad eran de una belleza
arrolladora. Eran tan vivos y estaban tan bien ejecutados que
Kreator sólo podía recordar un sitio donde había algo semejante.
Era en casa del viejo sabio cuyo Mundo Sum había visitado en su
342
La leyenda de Mundo Minor
viaje a través de Terra Inkognita.
Después de la obra se introdujeron unas mesas en el teatro en las
que se sirvió una opípara comida. Todos la despacharon con buen
apetito entre carcajadas y charlas amigables. Luego del primer
plato, Kreator informó a Desmofylania de su proyecto sobre la carpa
que estaba realizando a la orilla del Mar Universal y le preguntó si
le apetecería mudarse al ala que todavía estaba deshabitada.
Desmofylania se puso muy contenta con este ofrecimiento y su
alegría se acrecentó más todavía cuando Kreator le propuso llevar
consigo El Teatro Personal. Se alojarían en la sección central de
las instalaciones entoldadas. A pesar de su regocijo, ella quiso
tomarse un tiempo para pensárselo antes de dar la respuesta
definitiva.
Después de la comida los huéspedes visitaron El Nuevo Mundo
Desmofyl (así llamaba ahora a su Mundo Desmofylania). Vieron
que todos los pasos que comunicaban Epimundo e Hipomundo
permanecían abiertos de par en par y nunca se cerraban (de hecho
habían sacado todas las puertas de sus goznes y habían empleado
el metal para otros usos). Comprobaron que las condiciones de las
cosas habían mejorado significativamente desde que Sum
abandonara el Mundo y que los talleres funcionaban de forma
impecable. Todo lo que Kreator vio lo reafirmó en su decisión de
compartir las instalaciones entoldadas con Desmofylania. Cuando
se separaron, ella prometió ir a verlo en un futuro cercano.
343
La leyenda de Mundo Minor
Capítulo 15
Rara vez el final es equiparable al principio.
(Refrán sueco)
Kreator trabajó con tenacidad en el proyecto de la carpa mientras se
deleitaba pensando en el día en que Desmofylania vendría y lo viese.
Puso a los emocionantes en marcha para fabricar los tejidos más finos
para la lona, los cortinajes de separación, los cojines, etc. Otros se
encargaron de hacer los muebles de las maderas más selectas, otros
se afanaron en hacer la cubertería, los candelabros y otros objetos
de los metales más preciados. Todo se elaboró con delicadeza y
exquisita belleza. El propio Kreator inspeccionaba y daba el visto
bueno a cada pequeña operación, nada podía quedar a medias o
incompleto en modo alguno. Cuando todo estaba a punto de
terminarse apareció Desmofylania con su séquito en la lejanía.
Kreator les fue al encuentro con una comitiva de sus propios
emocionantes, todos cargados con regalos para Desmofylania,
Xalyfomsed y los demás que los acompañaban. Mientras seguían a
Kreator a su nuevo hogar, Desmofylania le contó, para su asombro,
que la alfombra de flores ahora se extendía por todo el camino desde
las instalaciones entoldadas hasta El Nuevo Mundo Desmofyl y
continuaba ampliándose a un ritmo lento pero tenaz. En tanto que
esto ocurría los restantes emocionantes acudían a un festín que
incluía todo lo que la economía doméstica de Kreator podía generar.
La alfombra de flores se ensanchaba continuamente en todas las
direcciones de la brújula. Se extendía a lo largo de la orilla del Mar
Universal, se extendía más allá de Montesbarrera y llegó el día en
que Mundo Ambo quedó totalmente rodeado. En ese momento el
rey estaba fuera de sí de espanto. No entendía lo que pasaba bajo
los muros del Mundo, sólo le parecía ser lo que Kreator había descrito
344
La leyenda de Mundo Minor
cuando le habló del jardín. El rey había advertido que la alfombra
de flores no se acercaba a más de veinte metros del Mundo, pero
tenía miedo de todos modos a que esa monstruosidad lo sofocase.
En su pavor corrió chillando por todos los corredores desiertos del
Mundo (todos sus emocionantes se habían escondido). De esto nada
sabían ni Kreator ni Desmofylania.
Desmofylania fue huésped de Kreator durante varios días. Gozaron
de la compañía del otro, comieron juntos, contemplaron la puesta
de sol en el Mar Universal, debatieron las posibilidades de las
instalaciones entoldadas. A medida que pasaba el tiempo, su
confianza crecía más y más, hablaban, se escuchaban, reían y
lloraban juntos... su relación se hacía cada vez más estrecha. Al final decidieron hablar con Sophia y Xalyfomsed para saber si ellos
también opinaban que era una buena idea que Desmofylania se
mudase al ala que estaba lista. Daba la impresión de que ya se habían
decidido a abogar justamente por esa decisión.
Como el mundo de Desmofylania procedía en origen de Mundo
Ambo, hallaron muy justo informar al Rey de Mundo Ambo de su
decisión y pedirle que olvidase las viejas rencillas. Buscando al Rey
se vieron sorprendidos y afligidos al descubrir el estado en que se
encontraban él y su Mundo. El portón estaba abierto de par en par,
pero no de una forma hospitalaria. Más bien parecía que estaba
abierto porque nadie había tenido el coraje ni el tiempo para cerrarlo.
Se abría de una forma desamparada, dado que uno de los batientes
estaba semicerrado, mientras el otro estaba presionado contra el
muro. No había nadie de guardia en el zaguanete y dentro del portón
yacían montoncitos de arena que se extendían por el interior de ese
Mundo donde reinaba un silencio sepulcral. Llenos de malos
presentimientos, Kreator y Desmofylania entraron en palacio.
Cuando penetraron en el pasillo principal, Kreator divisó un
emocionante y le lanzó un grito. Este se giró, profirió un berrido al
verlos y corrió como loco entre chillidos hacia un pasillo lateral.
345
La leyenda de Mundo Minor
Kreator y Desmofylania se miraron, desconcertados. Continuaron
hacia el salón del trono donde esperaban encontrar al rey. De camino
por del pasillo principal, dejaron atrás aquellas puertas junto a las
que Kreator también había pasado durante su primera visita. Ahora
estaban descascarilladas, desgastadas y marcadas por el deterioro.
La puerta de cristal esmerilado que había sido motivo de gran sobresalto para la Pequeña Compañía de Kreator, ahora era mate, opaca
y estaba dividida a la mitad por un grieta que la recorría de arriba a
abajo. Tras ella sonaban ruidos, como de un gran animal que andaba
en círculos, gruñendo y masticando. De cuando en vez la puerta
temblaba como si la bestia tras ella la estuviese embistiendo. Varias
veces oyeron un ruido que parecía indicar que había alguien en las
inmediaciones, pero no se daba a conocer y no respondía a los gritos
de Kreator y Desmofylania.
El portón de la sala del trono estaba cerrado y cuando intentaron
abrirlo comprobaron que estaba bajo llave. Desmofylania todavía la
tenía, de aquel tiempo en que ella aún no había abandonado ese
Mundo, pero era evidente que habían cambiado la cerradura. No
pudieron contactar con el Rey de Mundo Ambo de esa manera.
Entonces se marcharon del Mundo, a petición de Kreator, para
encontrar la cueva por la que La Pequeña Compañía en su momento
había escapado. El derrumbamiento que en un principio fue
responsable del origen de la cueva, había aumentado en el ínterin,
por lo que la cueva también se había incrementado en buena medida.
Desde fuera podían ver al rey asustado encogido en su trono mientras,
mostrando todas las trazas del temor, clavaba sus ojos en el agujero
que cubría el enorme portón. En silencio, penetraron en el lugar de
la mano, se detuvieron a unos seis metros del trono y esperaron
respetuosamente a que el rey se dirigiese a ellos. Al final Kreator
carraspeó para llamar la atención del regente. Por supuesto que el
Rey de Mundo Ambo se percató de su presencia. Sus ojos casi se le
salieron de las órbitas de espanto, su rostro perdió el color, su cuerpo
se convulsionó de forma incontrolable y lanzó un alarido de terror.
346
La leyenda de Mundo Minor
Kreator nunca había oído algo tan espantoso como aquello, todos
los pelos de su cuerpo se erizaron y un escalofrío lo recorrió de arriba
a abajo. Ese alarido contenía un dolor más que inhumano, un dolor
que Kreator no creía posible. Entonces el rey se desmayó. Durante
un instante se hizo un silencio total, después sonó un chasquido
seguido de una sacudida potente, tras la cual empezaron a llover
piedras, polvo y trozos del edificio sobre ellos. El rey desapareció
bajo los cascotes que se desprendían y lo mismo les habría ocurrido
a Kreator y a Desmofylania si Kreator no la hubiese agarrado por el
brazo y salido corriendo a través de la cueva de nuevo. Corrieron
raudos como el viento mientras Mundo Ambo se derrumbaba a sus
espaldas.
Durante bastante tiempo, todo en derredor quedó oculto tras una nube
espesa de polvo producida por el derrumbamiento. Cuando se hubo
disipado, sólo quedaba una montaña de cascotes hacia donde la
alfombra de flores empezaba a dirigirse. Con el tiempo, el manto
floral lo cubriría todo, igual que cubría todos los otros montones de
cascotes que encontraba en su camino. Desmofylania apoyó la cabeza
sobre el hombro polvoriento de Kreator y rompió en un llanto quedo.
Cundió la aflicción entre los emocionantes cuando Kreator y
Desmofylania les narraron lo que había sucedido. Para mostrar sus
respetos, sugirieron que los restos de Mundo Ambo se bautizasen
como Monteambo. Se aprobó la proposición y por eso se conoce
con ese nombre aún hoy en día.
Kreator y Desmofylania acabaron por mudarse a una de las alas de
las instalaciones entoldadas, en tanto que cedieron la otra a Sophia
y Xalyfomsed. Los emocionantes entraban y salían, y estaban tan
pronto en una sección como en la otra. Todos se movían con libertad
por toda la zona de Terra Inkognita cubierta por la alfombra de flores
que se expandía sin cesar. El Teatro Personal se mudó a su espacio
en la sección central de las instalaciones y allí se veían cada noche,
después de la cena, diferentes representaciones. Mundo Desmofyl
347
La leyenda de Mundo Minor
fue desmantelado y sus materiales se usaron para levantar pabellones,
una biblioteca, una sala de fiestas, casas para invitados y muchas
otras cosas para deleite de aquellos que deseasen usarlas, al igual
que Kreator había hecho con Mundo Minor.
Cada vez que Kreator, Desmofylania u otro de los emocionantes se
encontraban con alguien que deambulaba por Terra Inkognita, lo
invitaban a visitarlos en las instalaciones entoldadas. De este modo
forjaron muchas y muy diferentes amistades con soberanos de
Mundos, soberanos de tiendas, soberanos que vivían al raso y
soberanos que vivían de maneras aún más inopinadas. Así aprendían
sin cesar cosas nuevas sobre Terra Inkognita. Pasó el tiempo y la
sabiduría que habían acumulado creció mucho. La compartían con
todos los que lo deseaban y en compensación recibían más de ella.
Como regla, utilizaban El Teatro Personal para comunicar la
sabiduría, razón por la cual el edificio del teatro fue conocido y
amado por todos los que amaban el conocimiento. Con el tiempo, la
predilección que Kreator sentía por sentarse a la orilla del Mar Universal a contemplar el movimiento de las olas hizo que aprendiese a
leer su patrón, aumentando esto aún más su amor por el mar. Un día,
Desmofylania se acercó a él como solía mientras estaba sentado
contemplando los movimientos del mar en torno a una piedra al borde
del agua. Por su sonrisa se podía adivinar que tenía algo especial que
decir, y en verdad era así. Como resultado de su amor, se había
quedado embarazada. Kreator la tomó en sus brazos, la besó y se
sintió inefablemente dichoso. Desmofylania le sonrió, sobre todo
cuando a la mañana siguiente encontró un bosquejo para una cuna
en el banco de trabajo de Kreator. La llenó de ternura que él ya
estuviese emprendiendo los preparativos para el nacimiento que
todavía quedaba tan lejano en el futuro. La cuna todavía estaba en
estadio de boceto, pero ostentaba la misma espléndida belleza de todo
lo demás que albergaba las instalaciones entoldadas. A medida que
la hora del nacimiento se aproximaba, aumentaba también la cantidad
de cosas que Kreator encargaba producir a los emocionantes. Se
348
La leyenda de Mundo Minor
trataba de una cuna, ropa, juguetes, cubiertos adecuados para niños,
y cosas así. No faltaba nada y todo estaba realizado con la misma
buena calidad que todo lo demás allí. Cuando el alumbramiento
estaba ya muy cerca, Kreator instaló una tienda junto a la orilla del
Mar Universal. La surtieron con todo lo que una mujer parturienta
puede necesitar. A ojos de Desmofylania, había varias cosas que no
creía que necesitaría, pero el amor y la consideración que denotaban
estos preparativos la conmovieron. El parto fue como la seda, y
cuando todo hubo terminado, un Kreator orgulloso y contento
desplegó la “tienda de recepción”. Estaba diseñada para que los
emocionantes y todo aquel que estuviese interesado pudiese
acercarse para admirar el milagro que acababa de suceder. El recién
nacido resultó ser un niño que recibió el nombre de Novus.
Kreator y Desmofylania continuaron gozando de los atardeceres
sentados sobre la alfombra de flores a la orilla del océano. La
diferencia era solamente que ahora su atención estaba dividida entre la puesta de sol, el otro y Novus. Tanto durante la época en que
Kreator se sentaba allí solo como durante la época en que había
compartido esa alegría con Desmofylania, había una pregunta que
constantemente le había rondado los límites de la conciencia. Ahora,
mientras contemplaba el primer intento de su primogénito de conocer
Terra Inkognita, formuló la pregunta en voz alta:
* ¿Qué hay al otro lado del Mar Universal?
Eso... ¿qué crees TÚ que hay al otro lado del Mar Universal...?
349
La leyenda de Mundo Minor
350
La leyenda de Mundo Minor
Lista de nombres de Mundo Minor
Objetos:
La espada de Sum
La daga
La corona
La lente
El escudo
El cetro
Egkratehias
Thelematos
Agape
Noëhito
Esterisen
Dikaioshynen
Autodominio
Voluntad
Amor
Juicio
Resolución
Justicia
La espada del
Rey Ego
Dynamis
Poder
Mundo Minor
Mundo Menor
Personajes:
Sum
”Soy”
Sophia
”Sabiduría”
Ego
”Yo”
Egofiliam
”Soberbio”
Fosfagus
”Devorador de luz”
Aythadeis
”Adulador”
Epithymhiai
”Lujurioso”
Akathastatos
”Indeciso”
Thhorybon
”Caos”
Foboy
”Terror”
351
Descargar