La leyenda de Mundo Minor La leyenda de Mundo Minor 1 La leyenda de Mundo Minor 2 La leyenda de Mundo Minor DEDICATORIA Los símbolos de este libro están dedicados a... Franz Kafka, Herman Hesse y J.R.R. Tolkien que me enseñaron a escribir, junto a.... Carl Gustav Jung que me enseñó qué era aquello sobre lo que escribía. 3 La leyenda de Mundo Minor PREFACIO Una mañana me desperté aturdido y desconcertado después de haber tenido uno de esos denominados “sueños iniciáticos”. El sueño dejó una impronta tan profunda en mí que apenas logré pensar en otra cosa durante semanas. Al mismo tiempo tuve la sensación de que algo grande y trascendental había ocurrido dentro de mí. En el sueño yo comparecía ante un rey en un salón del trono deteriorado, en un palacio en ruinas, en una zona decadente de una gran ciudad bulliciosa. El rey me dió el cometido de hallar aquello que salvaría a su corte, pero cuya naturaleza todos desconocían. Acompañado por una mujer, abandoné el salón del trono y me adentré en una enorme sala de suelo ajedrezado. Por doquier yacían traviesas caídas, cascotes y otros escombros. Entonces oí una voz pidiendo auxilio que provenía del suelo ajedrezado. Lancé un grito, pero no hubo respuesta. Así que me resolví a encontrar una forma de llegar a esa persona en apuros, puesto que me figuré que estaba prisionero bajo piedras derrumbados o algo parecido. En ese momento mis ojos repararon en una escalera de caracol que conducía bajo el suelo. Por el hueco de la escalera brillaba con una luz verdosa y anaranjada. Entonces me desperté. Al diluirse la primera impresión de sobresalto, la trama del sueño empezó poco a poco a cobrar vida en algún rincón de mi psique. En el curso de un par de años la historia había adoptado unos contornos tan definidos que sentí la necesidad de verterla sobre el papel. A continuación el argumento emprendió el vuelo. El resultado es, por el momento, el libro que tienes entre las manos, pero estoy convencido de que el sueño esconde algo más ........... 4 La leyenda de Mundo Minor Siempre me ha gustado escuchar el idioma español, tanto por su sonoridad como por su capacidad expresiva. Cuando tuve la oportunidad de aprender a hablarlo, me apliqué a ello con entusiasmo. La edición de “La Leyenda de Mundo Minor” que ahora sostienes entre tus manos vio la luz porque mi profesora de la escuela de idiomas y dos estudiantes españoles de traducción quisieron, de muy buen grado, hacerse cargo de ella. La traducción ha intentado preservar la poesía presente en el texto original sin traicionar su fidelidad al mismo. Muy a regañadientes debo admitir que, en ocasiones, ¡el libro español supera al original! Por estas e incontables otras razones quiero aprovechar la ocasión para dar las gracias a mis tres traductores: Nina Andersen Vanesa Vila Posada David Fernández Taboada Por nada menos que un, de verdad, excelente trabajo. Tom Rausner 5 La leyenda de Mundo Minor ¡Cualquier parecido entre los personajes de este libro y tú es del todo inevitable! 6 La leyenda de Mundo Minor LIBRO PRIMERO El Primer Viaje de Sum Viajar es vivir... (H.C. Andersen) 7 La leyenda de Mundo Minor CAPÍTOLO 1 Quien busca encontrará, y a quien llama se le abrirá. (La Biblia, Matías 7:8) Aquella mañana, Sum se despertó antes de lo que solía. Permaneció acostado un largo rato y miró hacia el cielo bordado del dosel, que ocupaba toda su visión cuando yacía boca arriba sobre la enorme cama de matrimonio. La anterior jornada había decidido levantarse temprano para salir a explorar una de las regiones más antiguas de Mundo Minor. Todavía no había estado nunca en ninguno de aquellos lugares. Ya el día antes había empaquetado todo lo del viaje, tanto la comida como el equipo, así que sólo tuvo que vestirse. Sum hizo un esfuerzo y se sentó en la cama. Lentamente se apercibió de un murmullo leve, casi inaudible. Al principio creyó que provenía del Manantial Vível, pero el Lago Vível y su géiser continuo estaban demasiado lejos. Seguro que era sólo el rumor de Nanalaguna, que se extendía justo bajo la ventana. El Manantial Vível era el alma misma de Mundo Minor y de él provenía el agua que los mantenía a todos con vida. Con un suspiro, Sum se incorporó de un salto y empezó a ponerse la ropa. Finalmente, se echó la mochila a la espalda y abrió la puerta que daba al pasillo. Justo ante la puerta se encontró con la Dama Sophia. Surcaban su figura muchas arrugas y mostraba otras trazas de una edad avanzada. A pesar de estos sus signos de ancianidad, caminaba erguida y era amable, risueña y, a ojos de Sum, hermosa. * Os saludo. Sum se inclinó, como era costumbre cuando uno se cruzaba con una noble dama de la corte. 8 La leyenda de Mundo Minor * Y yo os saludo a vos, joven. La Dama Sophia irradió su hermosa sonrisa. * Habéis madrugado, Dama. * Tanto como vos. Sophia sonrió otra vez. * ¿No vendréis acaso de la parte más antigua del Mundo, Dama? * Y hacia allí os encamináis vos ahora. La Dama dibujó una última sonrisa y añadió: * Deberíais poneros ya en camino y aprovechar las primeras horas del día. * Que gocéis de una venturosa jornada. Sum se inclinó nuevamente. Siguió con la mirada a la Dama Sophia hasta que su vestido de terciopelo verde desapareció doblando la esquina hacia el salón del trono. Hay algo en verdad extraño en Sophia, pensó Sum, es como si nadie advirtiese su presencia, nadie la saluda, nadie la menciona, nadie se ocupa de ella por más que ella esté siempre presente. A pesar de su rostro surcado de arrugas, Sum tenía que reconocer que era la mujer más bella y más distinguida de la corte del Rey Ego. Sum se sonrió al girarse para proseguir hacia su destino, pero la sonrisa se le congeló al instante. El deterioro se extendía cada vez más rápido, demasiado para su gusto. A la izquierda de la puerta que conducía a la parte más antigua del Mundo, había un trozo de escayola desconchado y el picaporte de la puerta había comenzado a oxidarse. La puerta se deslizó con facilidad al apoyar Sum su 9 La leyenda de Mundo Minor mano sobre el picaporte. A lo largo de las paredes de la parte más antigua del Mundo estaban las armaduras de siempre, sólo que un poco más herrumbrosas y polvorientas que antes. Con prontitud, Sum atravesó la sala y la puerta al otro lado de aquélla. La sala en la que se encontraba estaba todavía más afectada por aquel deterioro en continua expansión: una cortina yacía en el suelo y dejaba que una luz tenue atravesase a duras penas unos cristales sucios. De nuevo Sum cruzó una puerta y de nuevo fue más deterioro con lo que se topó, cada vez más acentuado. A medida que Sum se adentraba en los lugares más recónditos y olvidados de Mundo Minor, las capas de polvo se volvían más y más gruesas. Ese polvo que levantaba a su alrededor se depositaba como una sombra gris sobre él y le escocía la garganta. Finalmente, Sum comenzó a sentirla como una gran llaga: necesitaba beber algo. Con cuidado, husmeó el contenido de su botella, pero sin duda el agua no había sido atacada todavía por el deterioro, o al menos olía bastante fresca. La comida que Sum llevaba encima también parecía aún comestible, así que acompañó al agua. A primera hora de la tarde, Sum llegó a su destino. Aquella estancia había sido, a todas luces, el salón del trono en un tiempo remoto y ahora olvidado. Antes de que el deterioro lo alcanzase, había sido sin duda un lugar magnífico. Ahora el suelo estaba cubierto por capas de polvo del grosor de una rodilla, que se levantaban en pequeñas nubes a cada movimiento de Sum. Aquí y allá, en medio de la lisa cubierta de polvo, surgían restos de muebles, objetos corroídos y montones putrefactos de...en fin, a saber qué. Sum extrajo de su mochila una silla plegable que prácticamente desapareció entre el polvo cuando la apoyó en el suelo. El deterioro la había atacado tanto que la pintura se estaba desconchando en varias zonas. Pero él ya venía preparado para eso. De su mochila 10 La leyenda de Mundo Minor sacó esta vez una antorcha, la prendió y la colocó en un soporte de la pared. Bajo ese leve resplandor, Sum se sentó a contemplar en silencio la nobleza que, a pesar de todo, todavía impregnaba la habitación. A continuación se hizo una idea precisa de la historia del salón y a punto estaba de recoger sus enseres para regresar cuando sus pensamientos se vieron interrumpidos por un sonido. En estos rincones de Mundo Minor siempre reinaba el silencio, por lo que oír un ruido era bastante sorprendente. Pero más sorprendente aún fue que se tratase de... ¡una voz! * ¡Socorro! Sin hacer ruido, Sum caminó en la dirección de donde había venido el sonido, escuchando con cada fibra de su cuerpo. * ¡Socorro! La voz venía del suelo, o más bien de algún lugar bajo el suelo... bajo la plataforma que en un tiempo había servido de pedestal para un trono. La voz llegaba con claridad; Sum se colocó en ese lugar y gritó con toda la fuerza de sus pulmones: * ¿Dónde estás? El grito de Sum levantó tanto polvo que lo hizo estornudar. * Estoy en el más profundo de los sótanos. Resonó la respuesta. * ¿Quién eres? 11 La leyenda de Mundo Minor Otra vez el polvo hizo que Sum estornudase. No llegó respuesta alguna. Sum gritó varias veces más, pero se vio obligado a parar cuando la garganta se le llenó de aquel polvo amargo. En lugar de gritar, agarró su mochila, e iba a salir corriendo de allí para encontrar una manera de ayudar a ese supuesto prisionero, pero, como pudo comprobar, una correa de su mochila nueva había sufrido un duro ataque del deterioro y se había roto. Con la mochila bajo el brazo, echó a correr a través de la puerta del Mundo, con una estela de polvo tras él. Sum continuó corriendo hasta alcanzar la parte de MundoMinor que estaba habitada en aquel momento. Aquí encontró los corredores llenos de cortesanos que se dirigían al salón del trono. * En buena hora me presento. Pensó Sum para sí. * Debe de ser la hora de la audiencia vespertina, así que tengo la posibilidad de exponer mi hallazgo directamente ante el mismísimo Rey Ego. Todavía entre continuos resuellos, Sum se mezcló con la multitud y le fue al paso. Cuando ya llevaban un rato de marcha, se dio cuenta de que a su lado estaba la Dama Sophia, caminando ensimismada como solía hacer. Sum le relató en pocas palabras lo que había descubierto en el viejo salón del trono y, al mismo tiempo, encontró extraño que ella no pareciese sorprendida ni lo más mínimo. * Al que oíste era “El Príncipe Desaparecido” La Dama miró a Sum con una expresión amistosa, aunque seria, de sus bellos e inteligentes ojos. 12 La leyenda de Mundo Minor * ¡¿“El...Príncipe Desaparecido”...?! Sum le lanzó una mirada inquisitiva a la Dama. * Un príncipe que desapareció cuando el salón del trono en el que estuviste se utilizaba aún. * ¿Cómo...? ¿Desapareció? * Lo secuestraron los responsables de este deterioro que ahora persigue a la corte de estancia en estancia por todo el Mundo. A Sum le hubiese gustado preguntar más cosas, pero acababan de llegar al salón del trono y se hallaban justo delante del Rey Ego. El rey se había puesto en pie cuando la comitiva entró y los contempló a través de la máscara azul claro que siempre llevaba puesta. La máscara era oval y tenía una arista afilada que la recorría desde la frente hasta el mentón. Su superficie era dura como el cristal y destellaba de tal forma que hacía imposible retener los rasgos faciales del rey. En pie a su lado estaba, como siempre, su consejero Egofiliam, que susurraba sin cesar en su oído izquierdo. Entonces el monarca alzó los brazos y luego los dejó caer de nuevo. Era la señal: los cortesanos se arrodillaron y se prepararon para dar un informe sobre su jornada. El Rey Ego descendió del pedestal del trono e interrogó uno por uno a todos los miembros de la corte. A todos les preguntaba con rigurosidad, deteniéndose en los detalles y sin pasar nada por alto. Por último le llegó el turno a Sum. * ¿Qué has hecho TÚ hoy? El rey estaba plantado justo frente a Sum, con las piernas separadas y con los puños apoyados con fuerza en las caderas. Sum alzó la mirada y observó la máscara centelleante un momento. 13 La leyenda de Mundo Minor * He estado en la sala más antigua que hasta ahora había pisado, oh rey. Y allí oí una voz que provenía de los sótanos del Mundo. Por ello, mi rey y señor, os ruego me deis licencia para partir y prestar ayuda al dueño de esa voz. * ¡FUERA, TODA LA CORTE FUERA! La voz del Rey Ego resonó como el eco de un trueno por todos los corredores de Mundo Minor. * PERO TÚ, TÚ TE QUEDAS AQUÍ. Con su cetro, el rey apuntó al pecho de Sum. Entre animadas conversaciones y miradas de reojo, llenas de curiosidad y miedo, los cortesanos abandonaron la sala. Sólo la Dama Sophia continuaba allí; estaba arrodillada al lado de Sum, y parecía que ni el rey ni Egofiliam se hubiesen percatado de su presencia. Sum no sabía por qué, pero se sentía más seguro viéndola cerca, así que él tampoco dijo nada. Tan pronto como el último pie hubo abandonado el salón del trono, el Rey Ego batió palmas. Era evidente que se trataba de una señal convenida, ya que al instante se aproximaron cuatro sirvientes fornidos con una larga mesa que colocaron en medio de la sala. El rey dio otra palmada y en esta ocasión entraron cuatro sirvientas, portando cada una un plato. La primera llevaba una sopera que contenía un consomé con un olor delicioso y que depositó en uno de los extremos de la mesa. La otra colocó un magnífico asado, servido en una bandeja de oro, un poco más hacia el centro. La tercera llegó con un pastel maravilloso, ornamentado con todo lo que se puede emplear para decorar una tarta. Y por último apareció una trayendo un bol lleno de frutas de todas las estaciones del año, que posó en el otro extremo de la mesa. Después volvieron a entrar las sirvientas, esta vez 14 La leyenda de Mundo Minor portando cuatro platos con su cubertería. Los ubicaron cerca de los que habían traído antes y se marcharon. Se hizo el silencio durante un momento, hasta que el Rey Ego señaló la mesa así dispuesta con un gesto imperioso de la mano. Se sentaron ante el consomé, que ya estaba servido. Sum tomó asiento en frente del Rey Ego, junto a la Dama Sophia, y frente a ella estaba Egofiliam. Egofiliam susurraba afanosamente al oído real, pero cuando el rey señaló la sopera y dijo: * ¡COMED! Se quedó callado un par de segundos para mirar a Sum con atención. Sum percibió que la máscara del rey relucía más de lo habitual, pero era difícil de asegurar. Volvió su atención al consomé y el olor le hizo la boca agua. El sabor le causó no poca sorpresa: el consomé sabía exactamente igual que el polvo que le había llenado la nariz, la boca y los ojos en El Deteriorado Salón del Trono. Muy cerca de su oído, oyó entonces la voz de la Dama Sophia: * DE GRANDES CENAS ESTÁN LAS SEPULTURAS LLENAS. Sum apoyó la cuchara y notó que el Rey Ego continuaba mirándolo con atención. * ¡EL SIGUIENTE PLATO! La voz del rey retumbó como el estallido de un trueno. Los cuatro se pusieron en pie, caminaron hasta donde estaba el asado y se sentaron cada uno frente a un servicio. Sum, que había aprendido de la experiencia con el consomé, no tocó el asado. Así pudo fijarse en que los otros tres tampoco comían nada. El rey observaba a Sum, Sum observaba a las sirvientas que recogían la sopa de la mesa, 15 La leyenda de Mundo Minor Egofiliam susurraba al oído del rey, y la Dama Sophia permanecía sentada con las manos en el regazo mirando al frente, como si ella no tomase parte en nada de lo que sucedía a su alrededor. * ¡EL SIGUIENTE PLATO! Esto mismo se repitió con el pastel, con la única variación de que Sum ahora sí estaba seguro de que la máscara del rey relucía más de lo normal. * ¡EL SIGUIENTE PLATO! Tomaron asiento junto a la fruta. Tampoco persona alguna tocó la comida esta vez. Todos permanecieron allí, sentados, mientras la atmósfera se iba cargando más y más de tensión. * ¿AÚN INSISTES EN PARTIR? La voz del Rey Ego cogió desprevenido a Sum, que se había perdido en sus pensamientos. Sum asintió con la cabeza, tomó una profunda bocanada de aire y dijo: * Sí, mi rey y señor, mi decisión es firme. Partiré con la primera luz del alba. *ENTONCES HAS DE LLEVARTE ESTO CONTIGO. De su voluminoso manto, el Rey Ego sacó una espada ricamente ornamentada. * ME COMPLACERÍA QUE EMPLEASES ESTO, EN CASO DE QUE FUESE NECESARIO. Sum se había alzado para tomar el regalo, pero oyó estas palabras de Sophia en su oído: 16 La leyenda de Mundo Minor * NUNCA GOLPEES CON UNA ESPADA AJENA. En lugar de aceptar la espada, como había sido su intención inicial, Sum hizo una reverencia y dijo; * Me regocija que mi rey y señor me conceda este honor, pero desearía partir en paz y desarmado. * COMO GUSTES. El fulgor de la máscara se iba haciendo más débil a ojos vista. A una señal del rey, los comensales se levantaron y cuando dio una palmada regresaron las sirvientas para recoger el último plato. Acto seguido, volvieron los mismos sirvientes para llevarse la mesa. * ERES LIBRE DE PARTIR, Y QUE ENCUENTRES LO QUE BUSCAS. Seguido de un Egofiliam que murmuraba fervorosamente, el Rey Ego abandonó con porte el salón del trono. Sum hizo una reverencia y se marchó una vez el rey hubo desaparecido de su vista, como ordenaba la etiqueta. A la Dama Sophia no se la veía por ninguna parte. 17 La leyenda de Mundo Minor CAPÍTULO 2 El viaje más largo es el que emprendemos en nuestro interior. (Proverbio islandés) Lo primero que Sum vio cuando abrió los ojos la mañana siguiente fue a la Dama Sophia que, con las manos en el regazo, lo miraba desde una silla situada junto a la ventana. * Prepárate, pues hemos de partir. La Dama Sophia se irguió para dirigirse al cuarto adyacente. * ¿...heMOS de partir...? Sum repitió la pregunta para sí mientras miraba con ojos soñolientos la figura erguida de la Dama doblando la esquina. Cuando Sum entró en la sala de estar la sorpresa lo paralizó un instante en el umbral. En medio de la habitación estaba sentada la Dama Sophia a una mesa redonda colmada con todo con lo que una persona puede soñar para desayunar. * Come hasta la saciedad, nos espera un largo viaje. La Dama hizo un gesto hacia la espléndida mesa. * Eeeh... ¿Cómo... nosotros? Sum posó la mirada sobre la rebanada de pan que iba a untar. * Nosotros, porque, por supuesto, yo me he decidido a venir. 18 La leyenda de Mundo Minor La Dama hizo que esa frase sonase como algo verdaderamente obvio. * Sí... hummm... claro. Sum no hizo más preguntas, por lo que el resto del desayuno transcurrió en un cómodo silencio. Después de comer, se quedaron sentados un rato disfrutando de la tranquilidad antes de ponerse en marcha. Sum agarró su mochila, que previamente había arreglado y llenado con lo necesario, abrió la puerta de la entrada y la sostuvo para dejar pasar a la Dama. * Muchas gracias, Sum, pero conozco un camino mejor. La Dama Sophia, que había permanecido en pie, se giró y caminó hacia la habitación de Sum. Algo confuso y dubitativo, la siguió. La Dama rodeó la enorme cama de matrimonio y se dirigió hacia el gran armario antiguo de cuya existencia Sum se había olvidado. * ¿Serías tan amable de abrirlo? * ¿Abrirlo? ... pero seguro que está cerrado con llave... ¿No? Sum de verdad se sintió un poco estúpido. * ¿Quién dice que está cerrado? Y si lo estuviese, seguro que tienes la llave por alguna parte. La Dama le dedicó una sonrisa tranquilizadora. Sum probó a agarrar el picaporte de latón y tiró despacio. La puerta se abrió. Sum no recordaba haber abierto nunca ese armario y por lo tanto no sabía lo que contenía. Sin embargo, si hubiese intentado adivinarlo, nunca habría imaginado lo que ahora veía. 19 La leyenda de Mundo Minor * Pero...eso...¿¿qué es eso?? Sum señaló boquiabierto e incrédulo el interior del armario abierto. * Es la bajada al sótano. Sum no podía creer lo que veían sus ojos. El armario tenía su buen metro de profundidad visto desde fuera, pero cuando miró al interior, una habitación colosal se extendía ante él. Los batientes del armario eran la puerta a ... ¿¡otro mundo...?! A lo lejos, al fondo de la habitación, brillaba una tenue luz rojizo-anaranjada que parecía emanar de una abertura que había en el suelo. Lo primero con lo que a Sum se le ocurrió comparar el espacio que se abría en ese armario fue con una catedral. Salvo por la luz rojizo-anaranjada, que sería todo penumbra, y por las paredes, que estaban demasiado lejos para verlas, si es que había pared alguna (y de eso Sum no estaba muy seguro). Se quedó allí, mirando estupefacto. Una vez pasada la sorpresa inicial, los dos cruzaron la puerta, que cerraron cuidadosamente tras de sí, y comenzaron a caminar hacia esa tenue luz. El trayecto duró casi media hora hasta que llegaron a la fuente que la irradiaba. El fulgor emanaba desde la abertura de una escalera de caracol que desaparecía bajo el suelo. En la parte superior había un enrejado de la altura de una cadera y que se abría donde comenzaban los peldaños de la escalera. Silenciosos, contemplaron cómo los peldaños desaparecían en recodos cada vez más pequeños. * ¡Sígueme! La Dama pisó el primer peldaño y en pos de ella fue un titubeante Sum. Recorrían curva tras curva, recodo tras recodo con cada peldaño que bajaban. El camino se le antojó eterno a Sum y su percepción del tiempo se deformó por completo. Por fin llegaron 20 La leyenda de Mundo Minor abajo. La escalera de caracol terminaba en un pequeño cuarto con forma de cubo que medía tres o cuatro metros de lado y frente a una puerta verde claro cuyo tercio superior lo formaba un panel de vidrio esmerilado. * ¿Serías tan gentil de abrirla? La Dama Sophia retrocedió un paso. Sum agarró la manilla de la puerta y, obediente, la accionó. La puerta conducía a una pequeña habitación oblonga que Sum calculó a ojo que debía medir unos 15 x 3 metros. Desde el suelo hasta la altura de un hombre, las paredes estaban cubiertas de azulejos blancos y más arriba estaban pintadas con un vivo tono verde claro. Entraron en un lugar que se encontraba aproximadamente a dos metros de la pared del fondo, y frente a ellos otra puerta, situada junto a un radiador, conducía al exterior de esa habitación. Se habían adentrado unos tres metros en la habitación cuando Sum divisó dos ancianas señoras vestidas con abrigos de piel que conversaban animadamente de esto y de lo otro en el extremo opuesto de la habitación. A causa de la interrupción se giraron hacia la puerta y en silencio fulminaron a Sum con un serio reproche en los ojos. Sum bajó la mirada y se alegró de tener que atravesar la habitación transversalmente. La siguiente sala era totalmente diversa. Se trataba casi de una gruta rocosa con paredes cortadas de modo basto y estalactitas colgando del techo, pero con un suelo llano en su totalidad. Hacía un fresco agradable. Era evidente que se encontraban en uno de los almacenes, ya que en las paredes se podían ver pilas de cajas, sacos, bolsas y otros embalajes, marcados con pequeños letreros que informaban sobre su contenido. En el suelo de la gruta había también, como “islas” dispuestas a intervalos regulares, pilas de cosas amontonadas como las de las paredes, pero en todas resaltaban la pulcritud y el orden. El lugar estaba iluminado por antorchas que descansaban en soportes asegurados en las paredes 21 La leyenda de Mundo Minor o en el suelo, desde donde desprendían una suave luz dorada en círculos a su alrededor. De pronto a Sum se le ocurrió que era muy raro que para nada existiese la más mínima traza del deterioro que reinaba en el resto de Mundo Minor. * Echa un vistazo alrededor, yo tengo que encontrar algo. La Dama Sophia desapareció tras una de las “islas”. Sum dio un paseo hasta la “isla” más cercana. En una caja situada a la altura de los ojos se veía una etiqueta de cartón desgastada. Sum la cogió en la mano, asombrado, y la leyó, pero sin comprender del todo su significado: AUTOMÓBILES DE ÉPOCA Rezaba la nota, breve pero concisa. Sum supuso que solamente habría información sobre modelos de coches de época, puesto que la caja medía únicamente unos 0,5 x 1,0 x 1,5 metros. Con una media sonrisa, soltó la etiqueta y dejó que su mirada deambulase de etiqueta en etiqueta. El letrero de un saco que estaba en el suelo volvió a despertar la curiosidad de Sum: VACACIONES DE VERANO Sum contempló a conciencia el saco. ¿Qué podría contener? El saco estaba hecho de un lino poco común por estar tejido muy apretado y era de un tono beige claro. Sum se puso en cuclillas y lo palpó con cuidado. Lo que fuese que estaba dentro era de una suavidad maravillosa, aunque había algunas cosas duras en medio. Estaba considerando abrir el saco cuando se vio interrumpido por la voz de la Dama: * Sum, ¿serías tan gentil de ayudarme? 22 La leyenda de Mundo Minor La voz de la Dama Sophia estaba a varias “islas” de distancia. Sum se levantó y caminó hacia el sonido. Al principio no pudo encontrarla, puesto que de repente no había islas ni antorchas, sólo una oscuridad abismal. De algún lugar detrás de esa oscuridad oyó venir la voz de la Dama Sophia: * Ven Sum, camina hacia el frente. Sum caminó recto y notó la oscuridad contra su cara; esta sensación le hizo pensar en la sensación que le proporcionaba bucear entre el bosque de algas de la orilla del Lago Vível. De pronto emergió de la oscuridad en un sitio que le recordaba al que habían visto al otro lado de... la oscuridad. Aquí las “islas” consistían en montones desordenados de cosas que daban la impresión de haber sido depositadas despreocupadamente. Gran parte de los montones contenía principalmente papeles escritos con letra muy apretada que estaban desgarrados y emborronados. A unos metros vio a Sophia; ante ella yacía en el suelo una caja oblonga de madera sin cepillar. * Era esto lo que estaba buscando, ¿querrías abrirlo? Sum forcejeó un buen rato antes de conseguir arrancar la tapa de la caja, ya que los clavos estaban fijados cabeza con cabeza. En la caja había un cinto, una espada y una daga en sendas fundas, una cantimplora en un compartimento del cinto y un bolso de cintura. Bajo todas estas cosas reposaba una capa de un tejido fino y delicado, pulcramente doblada. Los objetos mostraban señales de uso, pero en absoluto de desgaste, tan sólo el que cabría esperar tras haber realizado la tarea para la que habían sido fabricados. Las armas se deslizaban con suavidad dentro y fuera de sus fundas, y el cinto se ajustaba al talle de Sum como hecho a medida. * ¿A quién pertenecieron? 23 La leyenda de Mundo Minor Sum sintió que podía recordar vagamente haberlas visto antes, pero su memoria estaba borrosa, como en un sueño. Sus ojos buscaron la etiqueta en la mano de la Dama. * En realidad, son tuyas. La Dama Sophia le tendió a Sum la etiqueta y él intentó leerla. Alguien había borrado el texto, pero Sum sintió que debería saber lo que allí estaba escrito. Con un suspiro, le tendió la etiqueta para devolvérsela. Algo retumbaba bajo la superficie de la conciencia de Sum, pero no se dejó atraer al exterior. En lugar de ello, preguntó: * ¿Quién es el que tiene prisionero al príncipe? * Los Barones de los Emocionantes * ¿Los qué? * Los Barones de los Emocionantes. Son siete, además de su rey. Sum contempló pensativamente la empuñadura de la espada y preguntó: * ¿Cómo podremos liberar al príncipe de ellos? Quiero decir... si ellos son ocho... nosotros somos sólo... ¿dos? * El único que puede liberar al príncipe eres tú. Y en lo que concierne a los barones, te enfrentarás a ellos uno a uno. Para liberar al príncipe debes derrotar a los barones en combate. Los ojos de la Dama penetraron en los de Sum. * ¿Derrotarlos en combate? Sum miró incrédulo a la Dama. 24 La leyenda de Mundo Minor * ¿Cómo podré vencerlos, si ni siquiera todo el ejército del Rey Ego ha logrado hacerlo? Sum se sintió de repente muy pequeño. * El ejército del Rey Ego no tiene ni la más remota idea de quién es el enemigo, o de dónde encontrarlo. Los barones se ríen en sus narices. Sum se sentó sobre la caja donde habían estado las armas, apoyó la cabeza en sus manos y casi enfermó ante el pensamiento de lo que lo aguardaba. La Dama Sophia comprendió que Sum precisaba de un momento de silencio y no dijo más. Con un suspiro, Sum se incorporó y preguntó en voz baja, al tiempo que luchaba contra una creciente desesperación: * ¿Cómo voy a luchar contra ocho enemigos que pueden asfixiar a todo un reino en el deterioro? * Yo iré contigo, y haré todo lo que esté en mi mano para ayudarte. La voz de la Dama era firme, calma y despreocupada. El modo en que ella se lo tomaba obró de forma ligeramente tranquilizadora sobre Sum, aunque no lo libró del todo de especular acerca de qué clase de ayuda tenía la Dama en mente. * Si vos os atrevéis, Dama, en absoluto podré yo permitirme gimotear. Se irguió con la sensación de ser muy viejo. * Vamos a tutearnos, llámame sólo Sophia. Tomó la mano de Sum y le dió un cariñoso apretón. 25 La leyenda de Mundo Minor * Vale... Sophia. Sum dió réplica a la sonrisa de Sophia y prosiguieron cogidos de la mano. A lo largo del camino pasaron de una ”isla” a otra y Sum comenzó a preguntarse de nuevo qué era aquel lugar... y para qué se utilizaba. * Dam... ehhh Sophia, ¿qué es este lugar? * Es un almacén. Se llama Mente. * ¿Mente?... ¿Un almacén de qué? * Del pasado. Hicieron una pequeña pausa. Sum era incapaz de encontrarle un sentido a todo aquello, pero preguntó de todas formas: * Hubo algo... de repente todo se volvió oscuro, ¿qué pasó? * Fue la especie de telón que separa el almacén ordinario del oculto. * Entonces, ¿ahora estamos en el almacén oculto? * Sí. * Humm.... Caminaron en silencio un largo rato, al tiempo que Sum rumiaba sus pensamientos. El único sonido era el de sus pasos y un débil chisporroteo cuando pasaban junto a alguna de las antorchas asentadas sobre sus soportes. Poco a poco se fueron espaciando las ”islas” y también les pareció que su altura era menor. Finalmente, desaparecieron y también las antorchas en las paredes. * ¿No deberíamos llevarnos una antorcha? Sum se había detenido junto a la última. * Buena idea, Sum. 26 La leyenda de Mundo Minor El viaje continuó en una completa oscuridad, envueltos en la pequeña burbuja de luz de la llama, hasta que el fondo de la caverna surgió ante sus ojos. Allí había una puerta estrecha, con una manija de latón exactamente igual a la del armario de la habitación de Sum. * Detrás de esta puerta está el verdadero sótano, y también está completamente a oscuras, de modo que es mejor que te lleves la antorcha. Sum contempló la puerta con temor, era como si fuese las fauces de un monstruo que no hacía sino esperar a engullirlo de un bocado. Con un esfuerzo se sacudió aquella sensación y asió la manija en un rápido movimiento. La puerta se abrió con suavidad. Con el corazón martilleando, aventuró la antorcha en el corredor al que conducía la puerta. Se adentró allí con cuidado, seguido de Sophia, que la volvió a cerrar. El pasadizo en el que se encontraban tendría unos tres metros de ancho y lo mismo de altura. En ambas direcciones el camino desaparecía en la oscuridad. * Creo que iremos por aquí. Susurró Sum, al tiempo que hacía un gesto con la cabeza hacia la derecha. Por alguna razón que no alcanzaba a comprender del todo, Sum sencillamente sentía que el de la derecha tenía que ser el camino correcto. * Sí, tienes razón. Sophia replicó en un tono normal, lo que hizo que Sum se sobrecogiese. Esta reacción provocó su sonrisa y que posase una tranquilizadora mano sobre su brazo. * De nada sirve susurrar; lo cierto es que los barones ya saben que estás aquí. 27 La leyenda de Mundo Minor * ¿Quieres decir que ya están esperando a que yo vaya derechito a sus brazos? * Saben todo lo que sucede en el sótano, es su territorio. Pero no tienes de qué tener miedo, nunca salen de su guarida. En los pasadizos estamos seguros. * ¿Ento-ton-ces, a d-dónde vamos ahora? La voz de Sum tenía problemas para bordear el nudo de su garganta. * A la guarida del primer barón. * ¿A la... guarida... del... primer barón? * Sí, a la guarida del primer barón. Sum habría querido protestar, amenazar con dar media vuelta y todo lo que se le hubiese ocurrido, pero la calma de Sophia, su porte digno y su fresca sonrisa, en contraste con el peligro mortal que él sentía cernirse sobre ellos, pareció desarmar a Sum por completo con su surrealismo grotesco. Emitiendo un suspiro irritado, cedió. Se puso en marcha con lentitud, pero se detuvo tras dar muy pocos pasos. En la pared a su izquierda, apareció una abertura. Al principio Sum creyó que no era más que un pasillo lateral, pero resultó ser un nicho. El nicho tenía alrededor de veinte centímetros de profundidad y albergaba un cuadro de 1x1,5 m. La pintura representaba a una persona con un traje elegante, aunque hecho harapos. Lo más llamativo acerca del cuadro era sin duda el rostro de la persona, que parecía reflejar un profundo dolor interno. Un poco más adelante, Sum vio otro nicho.Éste contenía el retrato de otra persona, en un atuendo un poco distinto, aunque también raído. El rostro de esta persona reflejaba asimismo sufrimiento, de un modo semejante al primer cuadro. Sum habría querido preguntarle a Sophia qué representaban las pinturas, pero estaba demasiado tenso ahora para ello. Marcharon durante un largo rato y pasaron junto a muchos nichos. La oscuridad, que envolvía todo lo que no era el círculo de luz de la antorcha, era tan densa que Sum la sentía como algo casi tangible. 28 La leyenda de Mundo Minor * Dentro de poco el camino tuerce ligeramente hacia la derecha, después se ensancha y desemboca en una caverna rocosa. La caverna no es demasiado grande, pero está habitada por el primer barón. Las palabras de Sophia provocaron que un escalofrío recorriese la espalda de Sum y lo hicieron detenerse. * Ten calma, en realidad no es tan peligroso. Sophia palmeó el hombro de Sum para serenarlo. * ¿Estás segura? Estaba claro que Sum no lo estaba. * Claro que estoy segura, lo conozco bien. Es invisible y no tiene capacidad para hacerte daño, siempre que tú decidas no permitírselo. Antes de adentrarte ahí tengo un buen consejo que darte: DONDE HAY VIDA, HAY ESPERANZA. De un tierno empujón en la espalda, puso a Sum en marcha. Con lentitud, con una infinita lentitud, y con el corazón palpitante, Sum se aproximó a la guarida. 29 La leyenda de Mundo Minor 3. CAPÍTULO No hay hombre sin enemigo. (Proverbio árabe) Al resplandor de la antorcha Sum contempló la guarida que se hallaba ante él. Ciertamente no era muy grande, puesto que de hecho podía vislumbrar la salida al otro lado de la caverna. No se veía a nadie, pero ya Sophia había dicho que el morador era invisible. * Aquí tenemos la entrada a la guarida de Fosfagus. El sonido de la voz despreocupada de Sophia sobresaltó a Sum, lo cual de nuevo hizo aflorar una sonrisa a los labios de la Dama. * ¿Qué es ese... Fosfagus...? Sum se detuvo y dio media vuelta. * No qué, sino quién. Fosfagus es el nombre del primer Barón de los Emocionantes, el más débil y el de menor rango entre ellos. Permanecieron un rato en silencio. Sum dio un paso hacia la guarida. * Recuerda que tienes a Egkratehias... pues ese es el nombre de tu espada. Sum asintió, posó su mano sobre la empuñadura de Egkratehias y penetró en la guarida sosteniendo la antorcha en alto con su mano izquierda. Había dado tan sólo unos pocos pasos en la caverna 30 La leyenda de Mundo Minor cuando oyó un estruendo ensordecedor tras él. Se giró más rápido de lo que él hubiese creído posible, y en ese mismo movimiento desenfundó a Egkratehias. Lo único que halló ante su vista fue un pesado portón de madera de roble con refuerzos de hierro donde antes había estado la entrada por la que acababa de pasar. El ruido lo había producido el portón al cerrarse de golpe. Aún no se había recuperado del susto cuando se volvió a oír el mismo estrépito, sólo que desde el otro extremo de la guarida. Antes de darse la vuelta, ya sabía lo que eso significaba... ahora estaba atrapado. El estruendo del portón resonó largo tiempo por los pasadizos del sótano y en los oídos de Sum. * ¡Oh, los que entráis, perded toda esperanza, nadie escapa a mis garras! Sum se agachó instintivamente cuando una clara, fría y potente voz desgarró el silencio de la angosta caverna. La calma que lo siguió fue opresora y antinatural, como la de una tumba. Incluso la luz de la antorcha se tornó más débil. * Ehhh...¿qu-quién es? La voz de Sum temblaba tanto que ni él mismo podía reconocerla. La única respuesta que obtuvo fue una carcajada lejana y desdeñosa y, después, silencio. En su impotencia, Sum comenzó a patear el portón por el que acababa de entrar, pero lo único que consiguió fue hacerse daño en un pie. Para apaciguar la tormenta que se había desencadenado en su interior, Sum se puso en cuclillas y se apoyó contra el portón cerrado. Acostó la espada sobre sus rodillas y se puso a reflexionar sobre la situación. Durante un largo rato la desesperación hostigó sus ideas, dispersándolas, pero, tras unos minutos de intenso esfuerzo, la tormenta de pensamientos amainó y dejó solamente una brisa suave. Lo último que Sophia había dicho era que debía recordar que tenía a Egkratehias, la espada, pero, ¿de 31 La leyenda de Mundo Minor qué podía servirle ahora? Sum la contempló a la luz de la antorcha, quizás podría... * ¡NADIE PUEDE ESCAPAR A MIS GARRAS! La voz fue esta vez más estridente y a Sum le pareció que sonaba menos segura. Tal vez su dueño había leído los pensamientos de Sum y que éste había adivinado sus intenciones. * ¡Eso ya lo veremos! La voz de Sum temblaba un poco, pero en su interior había surgido una nueva determinación. Se levantó y se dirigió hacia la salida con la espada lista. La luz de la antorcha de nuevo brillaba con toda su intensidad. Se detuvo ante el portón y golpeó con todas sus fuerzas las duras tablas con Egkratehias. En el momento en el que la espada acertó en el portón, la caverna volvió a ser sólo una caverna. Allí donde había estado el portón cerrado, apareció una sonriente Sophia. Cuando Sum estuvo de nuevo en el pasadizo del sótano tuvo que sentarse, pues sus piernas eran pura gelatina. * ¿Tan malo fue? Sophia contempló a Sum con una expresión indescifrable en su rostro. Él no respondió, se limitó a observar el suelo al tiempo que intentaba hacer que su corazón dejase de galopar como un caballo salvaje. Sophia se sentó en silencio junto a él y acarició repetidamente una de sus manos. Cuando Sum volvió a ser dueño de sí mismo, levantó la cabeza e intentó sonreír a Sophia. Tan sólo consiguió esbozar una mueca indefinible, pero ella comprendió su intención y le devolvió la sonrisa. * Lo has hecho bastante bien. * Por lo menos estoy vivo. 32 La leyenda de Mundo Minor * Más que eso, ¡has conseguido vencer a uno de los Barones de los Emocionantes! * ¿Vencer...? ¿Cómo lo he vencido? * Descubriste su mezquina artimaña, recobraste el ánimo y ganaste la batalla. Se quedaron sentados en silencio durante un rato, después Sum se levantó lentamente, enfundó a Egkratehias y se dispuso a continuar. Podía verse que también en este lado de la caverna había nichos en las paredes, y también aquí había cuadros de figuras atormentadas vestidas con atuendos harapientos aunque distinguidos. Sin embargo, esta vez a Sum le dio la impresión de que la naturaleza del tormento que reflejaban sus rostros había cambiado sustancialmente. Tras haber pasado junto a un par de ellos, Sum se detuvo y comenzó a examinar uno. No tenía muy claro en qué consistía el cambio, pero no había duda alguna sobre él. * ¿A quiénes representan? Sum hizo un ademán hacia el nicho. * Son aquellos que los Barones de los Emocionantes han tomado prisioneros. * Tomado prisioneros... ¿cómo? * Igual que con el príncipe desaparecido, secuestrado y encerrado. Los que ves aquí son siervos del siguiente barón. Los que viste antes de la guarida de Fosfagus eran siervos de Fosfagus. Sum asintió mientras dejaba que toda esa información se filtrase y se sedimentase en su conciencia. * ¿Quién es el siguiente barón? * Aythadeis. 33 La leyenda de Mundo Minor * Vaya unos nombres tan particulares que han elegido. Sum se puso de nuevo en movimiento y avanzaba lentamente mientras en su interior trabajaba a toda máquina para encontrar el nexo entre toda la información que paulatinamente iba recibiendo acerca de los barones. Había un buen trecho hasta la guarida del siguiente barón y, mientras caminaba, Sum iba contemplando a los “moradores” de los nichos para encontrar el denominador común de su situación. Comenzó a formarse una imagen en su subconsciente, pero no tuvo tiempo de definirla lo suficiente como para saber qué era antes de que la voz de Sophia interrumpiese repentinamente sus pensamientos. * Ya casi hemos llegado. Tienes que estar alerta frente a Aythadeis porque es muy diferente de Fosfagus. Se puede manifestar de un sinnúmero de maneras, es un engañador taimado y astuto. Por eso debes recordar: LA PEREZA ES LA MADRE DE TODOS LOS VICIOS. Sum se quedó un poco sorprendido de la solemnidad de estas últimas palabras de Sophia, pero no dijo nada. En lugar de ello, volvió la vista hacia la caverna que empezaba a vislumbrarse ante ellos. La entrada de la guarida de Fosfagus sólo había sido una tosca pared de roca, pero esta era totalmente distinta. Alrededor de la boca de la caverna había tallada una cenefa de unos treinta centímetros de ancho, completamente pulida y ornamentada con relieves. Había motivos florales, distintas clases de animales, hombres que practicaban diferentes juegos, pámpanos y muchas otras cosas. * ¿Te gusta la entrada a mi hogar? Una voz amable y sedosa se oyó desde el oscuro interior de la guarida. 34 La leyenda de Mundo Minor * ¿Quién va? El corazón de Sum se había alojado en su garganta. * Mi nombre es Aythadeis, no vaciles en entrar... si te apetece. Sum adelantó la antorcha y se inclinó sobre el umbral para echar un vistazo, pero no se atrevió a entrar. * Puedes estar totalmente tranquilo, no soy tan grosero como para encerrarte, como esa bestia incivilizada de Fosfagus. La voz había tomado un ligero matiz humorístico, como si la idea que su dueño tenía de Fosfagus fuese la de un mal chiste. Sum vaciló un instante, pero después entró en la guarida. Al levantar la antorcha pudo iluminar la zona alrededor de la entrada, pero no podía verse la salida que sin duda se hallaba en el otro extremo de la caverna. * Creo que sé lo que estás pensando... aquí la tienes. Tras la última palabra, una antorcha se iluminó al final de la caverna, de modo que podía verse claramente la salida. Sum se sosegó un poco. * Me agradaría extraordinariamente que pudieses quedarte un momento y charlar. Un sillón de aspecto confortable en extremo apareció de repente junto a Sum, haciéndolo saltar a un lado. * Disculpa, en absoluto era mi intención asustarte. Había 35 La leyenda de Mundo Minor olvidado que acabas de exponerte a Fosfagus y a sus modales... estrafalarios, por decirlo con delicadeza. Perdóname. La voz adquirió un tono afligido y contrito. * Está bien. Sum ahora sentía una calma absoluta y consideró si debería aceptar la oferta. Se le ocurrió que la espada se lo impediría y decidió negarse cortésmente. * Muchas gracias, pero prefiero estar de pie. * Te mereces descansar después de todo por lo que has pasado. Además, ha sido un largo camino. Aythadeis parecía sinceramente preocupado por Sum. Se produjo una pausa y tras ella apareció una bonita mesa delante del sillón. * Pero en qué estaría pensando, claro que no puedes sentarte con la espada y el cinto puestos. Déjalos sobre la mesa, de todos modos no vas a necesitarlos mientras estés aquí. La voz era nuevamente alegre. Sum contempló la mesa con interés. Parecía antigua, aunque bien cuidada, y obra de un ebanista habilidoso. Tanto las patas como el canto mostraban patrones tallados con esmero, y el tablero estaba forrado con cuero verde y bordados de oro. A Sum le gustaba la mesa, era el mueble más hermoso que recordaba haber visto en muchísimo tiempo. Sin llegar a reparar en lo que estaba haciendo, comenzó a desabrocharse el cinto. Justo cuando iba a poner sus cosas sobre la mesa, un pensamiento se delineó en su mente. Sophia había dicho que Aythadeis se manifestaba bajo incontables formas. Si 36 La leyenda de Mundo Minor se tomaba al pie de la letra, ¡la mesa bien podría ser su mano! Entonces Sum habría depositado sus armas libremente en manos de su enemigo, lo habría perdido todo. Rápidamente volvió a abrocharse el cinto. * Bueno, tampoco voy a presionarte, el sillón era sólo un ofrecimiento. Con estas palabras, desaparecieron tanto el sillón como la mesa. * Muchas gracias por el ofrecimiento y por la charla, pero ya me voy. Sum puso rumbo hacia la salida, pero había dado tan sólo un par de pasos cuando una enorme cama cortó de improviso su camino. Apareció tan de repente que Sum casi cayó en ella de cabeza. * ¿Y qué hay de un sueñecito? Ahí sí que podrías echarte a gusto sin problemas con la espada y todo... La voz era ahora más insistente y cordial. * ¡No gracias! Lo único que querría es poder continuar mi viaje. Sum rodeó la cama, pero el camino fue al instante bloqueado por una larga mesa de banquete cubierta con todos los platos favoritos de Sum. * Entonces toma aunque sólo sea un bocado antes de irte. La voz empezaba a sonar agitada. Sum, que estaba irritado porque se había golpeado una pierna con la mesa que había aparecido de repente, ni siquiera se dignó a echar un vistazo a los platos. 37 La leyenda de Mundo Minor * ¡No! ¡Sólo quiero que dejes de ponerme impedimentos! Sum pasó sobre la mesa de un salto, pero en ese mismo instante se topó con otra. Sobre esa mesa se hallaban todas las bebidas imaginables. * ¿ Y un vasito de algo? La voz se volvió casi suplicante. Esta vez, Sum no respondió, sino que desenfundó a Egkratehias y golpeó con ella la mesa con todas sus fuerzas. Ésta desapareció con un grito de dolor que paralizó a Sum durante un momento. De todas partes comenzaron a llover sobre Sum sacos, cajas, bolsas y otros embalajes que estaban llenos hasta reventar de todas las cosas que una persona pueda desear. Sin embargo, Sum consiguió abrirse paso hasta la salida de la caverna. Cuando ya estaba fuera, cayó extenuado y soltó la antorcha. Permaneció echado durante mucho tiempo, jadeando. Entonces le sobrevino la sed. Sum bebió largo rato y con deleite de la cantimplora y se la tendió a Sophia. * ¡Menudo tormento! ¡Éste sí que fue duro! * Sí, Aythadeis se le mete a uno bajo la piel. Sophia bebió del recipiente. Su expresión “meterse bajo la piel” hizo sonreír a Sum. No era en absoluto una exageración. Se dio cuenta de repente de que Sophia había cambiado. O al menos creyó que tenía un aspecto distinto del habitual... más joven, quizás. O tal vez fuese tan sólo el resplandor de la antorcha que llevaba en la mano, que le jugaba una mala pasada. Sum estaba exhausto y dejó que la torre de sus pensamientos se derrumbase. * ¿Tienes hambre? 38 La leyenda de Mundo Minor Sum asintió. Tenía cada vez más hambre. * Échale un vistazo a tu bolsa, hay algunos bizcochos. Sophia puso la antorcha en un soporte de la pared. Sum abrió la bolsa y encontró algunos bizcochos de apariencia poco apetitosa aunque, como pudo comprobar, sabían bien. Comieron un par cada uno y a Sum le sorprendió que fuesen tan saciantes. * Deberías dormir un poco antes de seguir. Sophia tomó la cabeza de Sum entre sus manos y la besó en la frente. * Sí, no me vendría mal un sueñecito. Sum suspiró y se sonreíró torcido. * Acuéstate y duerme, los barones nunca salen aquí fuera. Sophia lo arropó en su capa y apretó su brazo cariñosamente. Sum se acomodó y en seguida se quedó profundamente dormido. 39 La leyenda de Mundo Minor 4. CAPÍTULO Quien se domina a sí mismo, no necesita dominar a otros. (Sophia) Al despertarse, Sum no pudo recordar dónde se encontraba hasta después de un rato, y cuando lo hizo exhaló un suspiro atormentado. El combate con Aythadeis estaba grabado a fuego en su retina. Permaneció echado con los ojos cerrados hasta despabilarse por completo, mientras sus oídos partían a explorar el silencio. Cuando por fin se incorporó, no pudo ver a Sophia por ningún lado. Cogió su cinto, tomó un buen trago de su cantimplora y un par de bizcochos de la bolsa. Le hicieron tanto bien que se sintió muy recobrado. Mientras Sum comía, había paseado la vista por los alrededores y una y otra vez había terminado por fijarse en los relieves. Estos parecían más antiguos y en peor estado que los de la entrada, pero también sus motivos eran claramente distintos. Tras reflexionar un instante, se levantó y comenzó a andar despacio hacia ellos. * ¡DETENTE! Sum se quedó petrificado y se giró. A cinco metros por detrás de él se encontraba Sophia con los brazos en jarras. Aquella había sido su voz. * ¡Aléjate de la caverna! La voz de Sophia era firme y resuelta, sin la calidez a la que Sum estaba acostumbrado. * Cálmate, no voy a entrar alegremente en el cubil de la fiera. 40 La leyenda de Mundo Minor Sum intentó darle un tinte humorístico a su voz, pero fracasó por completo. * ¡Quédate aquí! Sum había dado otro paso hacia la guarida, pero fue detenido por el látigo de las palabras de Sophia. * Pero... pero si sólo quería ver los relieves, nada más. Sum se volvió nuevamente hacia Sophia. * ¿Por qué crees que esta cenefa está decorada de una forma tan atrayente? Sophia cruzó los brazos sobre el pecho y miró a Sum con semblante interesado aunque serio. Su voz era casi otra vez la misma. * Es que... pueeees... estooooo... no lo sé. Sum se dirigió hacia ella. * En realidad, sólo es para atraerte lo bastante cerca como para que Aythadeis pueda persuadirte de que vuelvas a entrar. Sum rumió las palabras de Sophia y después asintió. Sin duda tenía razón, porque Sum ya había experimentado lo hábil que era el morador de la guarida para engatusar. * De acuerdo, no lo había pensado. Perdona. * No hay nada que perdonar, pero no sólo tú habrías sufrido las consecuencias. 41 La leyenda de Mundo Minor Sophia irradió su cálida sonrisa. Sum se sintió estúpido e ingenuo. Pero a pesar de ello, le alegró que ella se lo hubiese tomado de esa forma. * ¿Has comido ya? Sophia señaló la bolsa. Sum asintió. * ¿Quieres comer algo? * No, gracias, pero sí querría un trago de agua. Sum la contempló mientras bebía. Le extrañó que todavía quedase algo en la cantimplora. No era muy grande y ya habían bebido muchas veces. Cuando ella se la devolvió, Sum comprobó para su sorpresa que estaba casi llena. Durante el primer trecho marcharon en silencio. Mientras caminaban, Sum estudiaba los nichos por los que pasaban para tener una noción de la personalidad del siguiente barón. Percibió claramente que había una conexión entre los moradores de los nichos y el barón que los dominaba. Pero era tan sólo una impresión. * ¿Cómo se llama el siguiente? * Epithymhiai. * ¿Y ése cómo es? * No es ése, es ésa. * ¿Los emocionantes también tienen barones-mujeres? * Por supuesto, lo único que importa entre los barones es el poder. El que puede ahocicar a más es el más fuerte y puede manipular a los más débiles. * Muy bien, entonces, ¿cómo es ELLA? * Se parece mucho al que acabas de dejar. Es astuta, maliciosa, caprichosa y además tiene el poder de impedirte pensar con claridad. * No suena muy agradable. 42 La leyenda de Mundo Minor Sum se detuvo delante de un nicho. Se quedó un rato sumido en profunda meditación mientras contemplaba la imagen, pellizcó su labio inferior pensativamente y después preguntó: * ¿Es correcto suponer que los barones serán a cada cual peor? * Sí. Sum exhaló y se puso de nuevo en marcha. Aquello era exactamente lo que se temía. * Lo único que tienes que recordar en todo momento es que tú eres el más fuerte. Será coser y cantar, se dijo Sum, mientras se ponía de nuevo a contemplar los nichos junto a los que pasaban. * Bueno, ¡ya estamos aquí! Sophia se detuvo y se volvió hacia Sum. * ¿Estás listo? Él no había esperado llegar tan pronto allí. * Nunca se está preparado para encontrarse con Epithymhiai, esa es una de sus mejores bazas. Sophia parecía haberle leído el pensamiento, se dijo Sum. Ante ellos se encontraba la entrada a la guarida de Epithymhiai. No estaba embellecida con relieves tallados, sino que era de un rosa tosco y chillón. Mientras Sum observaba este fenómeno, sintió la mano de Sophia sobre su hombro y oyó su voz cerca de su oreja izquierda: 43 La leyenda de Mundo Minor * ES MEJOR NO OBTENER LO QUE SE DESEA QUE CONSEGUIR LO QUE NO SE QUIERE. Sophia palmeó a Sum y éste dio un par de pasos hacia la guarida. Después se detuvo y se giró para preguntar qué significaba aquello. Pero el resplandor de la antorcha ya no la iluminaba. * ¡Entra, entra guapo! Se oyó una tierna voz femenina que provenía de la caverna, que ahora aparecía iluminada por un débil resplandor rojizo y dorado. Sum dirigió su atención hacia la guarida, pero permaneció allí de pie. En medio de la caverna había una enorme cama con dosel, ornamentada con bordados de toda clase. Estaba envuelta en cortinas tan sutiles como tela de araña, ancladas a los cuatro postes de las esquinas con lazos de terciopelo amarillo. La cama estaba cubierta con sábanas y colchas de seda dorada. * Acércate más, te lo ruego. A estas palabras siguió una débil risa que le recordaba a campanillas de plata. Sum dio cuidadosamente un par de pasos hacia el interior de la caverna y descubrió así que el suelo de la guarida estaba cubierto de un alfombrado grueso y blando. Las paredes de la caverna parecían estar recubiertas desde el techo hasta el suelo con frisos excavados en la roca. Todos representaban a parejas enamoradas que disfrutaban de la vida en mutua compañía. * Tómate tu tiempo en ponerte cómodo. Las campanillas repicaron de nuevo. Sum se había dado la vuelta ante el sonido de su voz y vio entonces que ya casi estaba junto a la cama, sólo que no podía recordar haber ido hacia allí. Los bordados del lecho se asemejaban a los de las paredes, sólo que el 44 La leyenda de Mundo Minor amor que estos reflejaban era mucho más directo y físico. La persona que estaba en la cama, Epithymhiai, tenía el aspecto de una hermosa chica, cuyo rostro estaba enmarcado por una cabellera dorada que se derramaba en rizos sobre sus gráciles hombros. Era hermosa, más hermosa que cualquier mujer de la corte del Rey Ego. * Vamos, siéntate un rato. Epithymhiai palmeó suavemente el lecho, en un movimiento que hizo asomar uno de sus bien torneados pechos sobre el borde del edredón. Ella fingió no percatarse de ello. Sum se sentó al extremo más alejado de la cama al tiempo que luchaba con un niebla que amenazaba con cubrir sus pensamientos. La advertencia de Sophia de que Epithymhiai tenía el poder de hacerle olvidar sus pensamientos continuaba resonando en las tinieblas de su mente obnubilada. * Pareces muy nervioso, ¿sucede algo? Epithymhiai contempló a Sum con una ligera preocupación en su rostro. * Es que... eemmmm...debería... Sum se quedó quieto, le llenaba la cabeza una niebla pegajosa que hacía que todos sus pensamientos se moviesen a cámara lenta y que impedían que encontrase las palabras que tenía que usar. * ¿Y bien? Aparentaba escuchar con sincero interés. * E-estoe..ra... est...o 45 La leyenda de Mundo Minor Sum se detuvo otra vez. De hecho ya no podía acordarse de por qué se había sentado allí, ni tampoco de quién era la chica de la cama. El recuerdo de Sophia había sido desterrado al rincón más remoto de su mente. Sólo guardaba la clara noción de que tenía que hacer algo, algo que significaba abandonar aquel sitio. Sum intentó levantarse de nuevo pero su cuerpo se negó por completo a obedecer. Durante un segundo le vino a la mente que aquel cuerpo tal vez no fuese el suyo, sino uno que por casualidad había... no, era demasiado raro. * Bueno, no debía de ser tan importante. Ella se incorporó ligeramente apoyándose sobre un codo, de tal forma que su otro pecho también quedó libre. Sum contempló embelesado su forma perfecta, hasta que ésta llenó todo el universo conocido. Lentamente, Epithymhiai extendió un esbelto brazo, lo apoyó sobre la sábana junto a Sum y comenzó a dibujar círculos con su dedo índice. Sum se sentía cada vez más pequeño. Los movimientos de la mano se propagaron a su cuerpo, que comenzó a temblar con cada uno de ellos. En las profundidades de la conciencia oscurecida de Sum comenzó a sonar una voz lejana, primero confusa, pero que se fue haciendo cada vez más nítida. Al principio Sum no podía recordarla. Pero poco a poco se fue percatando de que era Sophia. No podía oír lo que le estaba gritando, pero su clamor disipó un poco las nubes de su mente. Con un supremo esfuerzo, Sum se incorporó y sacudió la cabeza. La luz de la estancia había disminuido, pero la que iluminaba a la chica en la cama ante él se había intensificado. Sum desvió la mirada de su dedo e intentó concentrarse en su rostro. Cuando ella se dio cuenta de que Sum había desviado la mirada, replegó su brazo hasta el borde del edredón. De un tirón brusco retiró el nórdico, revelando así todo el perfecto esplendor de su cuerpo. * ¡¡TÓMAME!! 46 La leyenda de Mundo Minor El grito cogió desprevenido a Sum, quien, a trompicones, intentó levantarse, pero solamente logró caer sobre sus rodillas. Pero antes de que pudiese hacer nada, Egkratehias emergió a medias de su funda, con un sonido que de inmediato devolvió a Sum a la realidad. Sum se irguió de un salto y gritó: * ¡Jamás! Sum desenfundó por completo la espada y con ella en la mano echó a correr hacia la salida. Ésta estaba bloqueada por una telaraña pegajosa y fuerte que casi lo atrapa en sus redes. De repente, Sum sintió un cuerpo duro y escamoso presionarse contra el suyo. Y de nuevo oyó la exhortación de Epithymhiai, “Tómame”, sólo que ahora sonaba como el silbido de una serpiente. Haciendo presa fuertemente en su capa, comenzó a tirar de él hacia atrás, hacia el interior de la guarida. Sum encontró el cierre de la capa y la dejó resbalar sobre sus hombros. Epithymhiai la arrojó y trató de agarrar a Sum. Se giró hacia ella al mismo tiempo que blandía a Egkratehias. La espada golpeó a Epithymhiai con un sonido de acero contra acero. Al instante la caverna estaba vacía y en la salida apareció Sophia con la antorcha. Asustado y exhausto, salió de la guarida dando tumbos. 47 La leyenda de Mundo Minor CAPÍTULO 5 Buscar un enemigo vencido es ir a buscar la muerte. (Sophia) Podía percibirse un reconocimiento evidente en la voz de Sophia cuando, con una sonrisa, lo alabó por su hazaña. Sum no respondió. Por una parte no estaba en absoluto de acuerdo, por otra estaba luchando con una náusea creciente. En lugar de decir algo, se sentó contra la pared de roca, abrazado a las rodillas, y apoyó sobre ellas su dolorida cabeza. Sintió cómo el llanto se abría paso desde su interior. Sophia se percató del estado de ánimo de Sum, se sentó a su lado sin mediar palabra y posó una mano liviana sobre su hombro. Sum dio libre curso a las lágrimas, pero sin dejar que Sophia oyese que estaba llorando. Pasó un largo rato antes de que la tormenta interior de Sum amainase. Entonces se levantó. Con todos sus músculos en tensión y sin decir nada comenzó a andar hacia su capa, que estaba justo en la salida de la caverna. * ¡Quieto! La voz de Sophia golpeó de nuevo a Sum como un latigazo y prácticamente lo paralizó. Perplejo, miró hacia atrás sobre su hombro con la expresión en su rostro pálido de alguien que acabase de caer de una nube. * ¿Por qué insistes en caer en sus garras? Ahora ya deberías ser más espabilado. * ¿En sus garras?... pero... pero si yo la... ¡¿maté!? Sum ya no pudo contenerse más, sollozando cayó sobre sus rodillas. Sophia dejó que llorase todo lo que quisiese antes de volver a hablar. Estaban sentados el uno junto al otro y cogidos de la mano. 48 La leyenda de Mundo Minor * No has matado a nadie. Sum no respondió al instante, le llevó un largo rato comprender lo que había dicho Sophia. * ¿Qué no he matado a nadie? Pero... yo... la golpeé con mi espada. La voz de Sum se quebró. * No se puede matar a los Barones de los Emocionantes, no de esa forma al menos. No sé si son mortales, tan sólo que se puede quebrantar su poder. Sophia pasó el brazo por el hombro de Sum y apoyó allí la cabeza. Se quedaron un rato más en silencio, hasta que Sum hubo comprendido exactamente lo que querían decir sus palabras. * Si hubiese entrado a por la capa...¿qué habría sucedido? * Entonces te habría atacado de nuevo, aunque de otra forma. No fue una casualidad que te la quitase. Sum miró hacia la capa y sacudió la cabeza. Entendía cada vez menos la tarea que había asumido, razón por la cual agradecía todavía más la ayuda de Sophia. * No entiendo de qué va todo esto. * Y es exactamente por eso que tienes tantos problemas para vencer a los barones. Si pudieses darte cuenta de que tú eres el más fuerte y de que tienes derecho a aquello que ellos te robaron, no tendrías ningún problema en absoluto. Las palabras de Sophia desconcertaron a Sum, pero no dijo nada. El caso era que no tenían sentido para él. Se sintió como si estuviese 49 La leyenda de Mundo Minor sobre la vía de un tren y le hubiesen dicho que podía detener a un expreso sólo con desearlo. * Eres hábil a la hora de usar la espada, pero te olvidas de que también tienes una daga. Pues Thelematos es también una buena arma. * Pero la espada llega más lejos que una daga. * Incluso la mejor espada necesita el apoyo de una daga. Cuando blandes la espada siempre quedas expuesto. Por eso siempre tienes que usar una daga para protegerte. Sum no dijo nada, tan sólo asintió. Podía ver que aquello tenía sentido. * Sinceramente, no vas a sobrevivir a tu próximo combate si te expones tanto como hasta ahora. Sum tragó saliva, lo que más deseaba hacer era huir gritando, pero se contentó con suspirar. * No tengo ni idea de lo que me hablas. * Por eso los barones pueden dominar todo Mundo Minor. Quien los conoce a fondo está fuera del alcance de su poder para siempre. Sophia escudriñó el rostro de Sum para percibir su reacción. * ¿Qué pasa si te vence uno de los barones? * Entonces el barón cogería todas tus armas y las guardaría en su guarida. Después te haría prisionero y te encerraría en sus dominios. * Entonces, ¿eres su prisionero de por vida?... quiero decir que... ¿acabas como los de los nichos... para siempre? * Serás prisionero hasta que encuentres tus armas y venzas 50 La leyenda de Mundo Minor al barón en combate. Pero si has sido derrotado una vez, la siguiente lucha será más difícil. * Entonces, ¿no estaría todo perdido? * Casi siempre hay esperanza. Sum se quedó de nuevo con la mirada perdida, pero preguntó con algo más de energía en su voz: * ¿Queda mucho para el siguiente barón? * Está relativamente lejos. Sophia sonrió. * ¿Es ella o es él? * Él * ¿Se parece en algo a los anteriores? * No, para nada, pero es al menos tan peligroso como ellos. Sólo que sus armas son completamente distintas. * Prometo que me acordaré de usar la daga esta vez. * Sí, pero sin duda vas a necesitar también otra cosa. Está en tu bolsa. Sum abrió su bolsa con curiosidad y empezó a investigar su contenido. * Tienes que encontrar un cajita de madera oscura... Sophia siguió interesada la pesquisa. Sum extrajo una cajita de madera desgastada por el uso. * ¿Ésta? Sum alzó una cajita redonda de madera hacia ella. 51 La leyenda de Mundo Minor * Sí, esa es. Sum observó la caja que estaba en su mano. La madera era de color marrón oscuro con vetas negras. En la tapa abovedada había grabadas algunas letras de bello trazo que Sum intentó descifrar. * Pone “Noëhito”. Sophia había notado el intento de Sum de leer la inscripción gastada de la vieja tapa. * ¿La abro? * Sí, por supuesto. Sum examinó concienzudamente la ranura entre las dos partes de la caja en busca de algún mecanismo para abrirla y finalmente descubrió que la ranurilla escondía un pequeño botón. Cuando probó a pulsarlo, la caja se abrió de repente. Su interior estaba forrado de terciopelo rojo y había algo que Sum no pudo identificar en ese momento. Brillaba con todos los colores del arco iris a la lumbre de la antorcha y estaba engarzado en un aro de oro rojizo. El aro estaba grabado en toda su longitud con unas finas líneas que formaban un complejo dibujo serpeante. La circunferencia del aro era como la del círculo que Sum podía formar con sus dedos índice y pulgar. * ¿Qué es? Sum lanzó una mirada inquisitiva a Sophia. * Noëhito. * Sí, ya lo sé. Pero, ¿qué es y para qué se usa? * Es para ver a través de ella, es una lente. 52 La leyenda de Mundo Minor Sum contempló el objeto en su mano y probó a acercarlo a su ojo derecho. Todos los detalles de la pared de roca aparecieron claramente, era como si pudiese ver toda la historia de la pared, pero sin ser capaz de descifrar toda la información que recibía. A título de prueba dirigió la lente hacia Sophia. Como no se esperaba lo que vio, se llevó un pequeño susto. * ¿Pero qué rayos...? Sum estaba totalmente absorto en lo que contemplaba. A través de Noëhito veía a Sophia, de eso no había ninguna duda, pero no era la anciana, aunque hermosa, Sophia. Veía, en cambio, a una joven indescriptiblemente arrebatadora. Esta visión hacía palidecer el recuerdo de Epithymhiai, lo desbancaba por completo. Lentamente bajó a Noëhito mientras miraba a Sophia con la estupefacción pintada en su rostro. Esta imagen le provocó una risa involuntaria. Sum levantó la lente otra vez y se entregó al asombro de lo que veía. * ¿Continuamos? La encantadora visión a través de Noëhito sonreía incitantemente. * Hmmmm.... sí, mejor sí. Sum no sabía dónde meterse y agachó la cabeza. Rápidamente guardó la lente en su caja y la dejó caer en la bolsa. Continuaron en silencio. * ¿Sophia? * Sí, qué pasa. * Esta... ¿Noel...? la lente, sabes... ¿qué es lo que se ve con ella? * La verdadera naturaleza de las cosas. Lo siguientes 53 La leyenda de Mundo Minor barones son tan hábiles en el engaño que necesitarás esta ayuda para tener una mínima posibilidad de continuar. De repente Sum se detuvo y empezó hurgar en la bolsa. * ¿Qué haces? * Voy a probar una cosa. Estas imágenes... las de los nichos... hay que verlas con Noelito. * Noëhito. * Sí, eso. Sum se aproximó al nicho más cercano, puso la lente sobre su ojo y comenzó a examinar la imagen minuciosamente. Parecía muy detallada cuando la miraba a través de Noëhito, podía ver incluso la textura de la tela. En realidad, era como estar frente a otra persona. Las facciones atormentadas, el brillo de los ojos, en suma, todo lo de la persona que había en la imagen, parecía inquietantemente real. * La imagen es la misma, excepto que casi parece estar... viva. Sum arrastró las palabras. Lo asustaban, sin que entendiese muy bien por qué. * Sí, parecen muy vivas cuando se las ve a través de Noëhito. Pero no es extraño, ¡ya que están vivas! Sophia había puesto más énfasis en la última frase, lo cual la hizo permanecer temblando en el aire. Durante un momento Sum sintió que todo se paraba. * ¿Cómo que están vivas? * Sencillamente, son seres vivos, emocionantes que fueron 54 La leyenda de Mundo Minor hechos prisioneros por los barones y encarcelados en estos calabozos. Sophia hizo un movimiento con su mano hacia el nicho más próximo. Por un momento, Sum fue incapaz de hablar. Lo que su subconsciente había sólo podido sospechar durante mucho tiempo, ahora se le acababa de mostrar como un hecho consumado. * Así que... atrapados vivos. La voz de Sum se extinguió. Comenzaba a percatarse de la crueldad inhumana de los barones, conocimiento que lo llenó de indignación, espíritu de lucha... y miedo. Contempló absorto al morador del nicho. * ¿Hay algo que... algo que podamos hacer por ellos? * Sí, hay algo que TÚ puedes hacer por ellos. * ¿Lo qué? * Están capturados por los barones, de modo que cuando tú vences a un barón sus prisioneros quedan libres. * Sí, pero YA he vencido a algunos barones. * En efecto, y sus prisioneros ya están libres. Sum asintió. Al fin podía ver una finalidad más o menos clara para el papel que desempeñaba en lo que sucedía a su alrededor. Lleno de determinación, puso a Noëhito en su caja. * Sigamos adelante. Sum prosiguió el viaje con pasos decididos, firmemente resuelto a ganar el próximo combate. Sophia lo seguía sonriendo. 55 La leyenda de Mundo Minor CAPÍTULO 6 Ayuda a quien no puede ayudarse. (Proverbio africano [Kikongo]) El camino hacia la guarida del siguiente barón resultó ser bastante largo. No hablaron mucho durante la marcha, dado que Sum estaba completamente absorto en los nuevos pensamientos que se le habían dado a conocer. Había llegado a comprender que TODO era distinto de lo que él había creído. La existencia de los barones que tenían prisioneros a emocionantes que él no conocía era una cosa, pero algo muy distinto era la fuerza que Sum había percibido en su interior. Esta fuerza era algo totalmente nuevo cuya existencia Sum ni siquiera había sospechado. ¡También había comenzado a especular sobre quién era Sophia en realidad! Parecía saberlo casi todo, nada con lo que hasta ahora se habían encontrado parecía haberla sorprendido. Al contrario, se diría que todo era como ella lo había esperado. Sophia era un misterio nada desdeñable a ojos de Sum. También estaban las armas que ella había encontrado para él en la “isla” del almacén “Mente”. Parecían serle muy familiares, como algo que Sum hubiese poseído siempre pero que hubiese perdido de vista hacía mucho tiempo. Los pensamientos de Sum se vieron interrumpidos cuando la entrada de la siguiente guarida apareció ante su vista. Aquella era muy peculiar. Parecía que el cantero que había tallado la decoración no había sabido muy bien cómo configurarla, o que varias personas hubiesen trabajado independientemente las unas de las otras sin atenerse a un plan común, de tal suerte que la impresión global era confusa. * Ya estamos aquí. Sophia señaló sonriente hacia la entrada de la guarida 56 La leyenda de Mundo Minor * Sí, ya veo. Sum observó pensativo el portón del próximo campo de batalla. Con un suspiro comenzó a buscar a Noëhito en la bolsa. * Hay algo que quiero decirte antes de que entres ahí. Sophia posó suavemente una mano sobre el brazo de Sum. * ¿Sí? Sum se volvió hacia ella. * LA DETERMINACIÓN ES BUENA, LA ACCIÓN ES MEJOR. * ¿Cómo se llama? Sum no formuló la pregunta hasta que hubo sopesado un poco las palabras de Sophia. * ¡AKATHASTATOS! El grito provenía de la guarida a sus espaldas. Sum se dio la vuelta y elevó la vista por encima de la visión caótica del arco de la entrada. Con Noëhito en su mano izquierda y la mano derecha preparada para desenvainar a Egkratehias, se aproximó a la caverna. La apariencia de la entrada le había ofrecido un buen anticipo de lo que Sum se encontraría al penetrar en la guarida. Todas las paredes estaban plagadas de frisos a medio terminar, relieves incompletos y nichos a medias. El rasgo constante radicaba, precisamente, en que parecía que su autor los hubiese abandonado a toda prisa. Sobre el suelo había varios objetos distintos que presentaban el mismo rasgo común. Había cestas a medio entrelazar, dibujos sin terminar, partituras con muy pocos 57 La leyenda de Mundo Minor compases, escritos apresuradamente, y muchas otras cosas. Todo en la guarida parecía no concluir. En el extremo más lejano de la caverna había no menos de seis salidas perfectamente idénticas y talladas tan caóticamente como la entrada. Sum dio algunos pasos hacia ellas, pero se detuvo al oír un respiración débil, seguida por una voz frágil e insegura. * Eeeeehhh... bienvenido y...eehhh... perdona el... desorden. * ¿Quién está ahí? Sum asió la empuñadura de su espada instintivamente. La voz sonaba muy distinta a la que había gritado el nombre del barón cuando Sum estaba fuera de la guarida. No había nadie a la vista en la penumbra de la caverna. * Pues es que... eeeehhh... quiero decir.... me llamo Akahastatos. El comienzo de la frase fue pronunciado con una voz insegura y huidiza, mientras que el nombre en sí había sido dicho con énfasis y energía. El efecto era turbador y algo frustrante. Sum empezó a moverse de nuevo hacia las seis salidas mientras escrutaba en busca del arma con la que iba a ser atacado. * No dudes... en utilizar la salida que quieras... si quieres... La voz se apagó. Sum centró su atención en las salidas para encontrar la verdadera. * ¡POR AQUÍ! Una imperativa voz de mando restalló como un látigo detrás de Sum. Se giró con la espada desenvainada y el corazón palpitante para hacer frente a su atacante. No había nadie. La voz había 58 La leyenda de Mundo Minor venido del pasillo de la guarida por donde Sum había entrado. * ¡NOOOOOO!¡POR AQUÍ! La voz sonaba de nuevo a espaldas de Sum, como si proviniese de una de las seis salidas que tenía detrás. * ¡NO LO HAGAS! Era la entrada la que había replicado, y antes de que Sum pudiese reaccionar los siete corredores habían entablado una ardorosa discusión con el objeto de hacer a Sum elegir tal o cual camino para salir. La intensidad del alboroto era enorme. No pasó mucho tiempo antes de que empezasen a dolerle los oídos y la cabeza a zumbarle como un barreño lleno de abejas furiosas. * ¡Quiero salir de aquí! Sum oyó su propia voz gritar en medio del jaleo de voces. *¡FUERA, DESAPARECE, LÁRGATE DE AQUÍ! Las siete voces le gritaron a coro. Sum estaba a punto de echar a correr hacia la salida más próxima cuando se dio cuenta de que Noëhito iba a resbalar de su mano. Temblando como un azogado, acercó la lente a su ojo y miró en torno. A través de Noëhito la guarida aparecía completamente iluminada, permitiendo así ver con claridad cada una de las seis salidas. En cinco de ellas se acumulaba una duna de ese polvo del deterioro que él conocía tan bien de Mundo Minor. En la última, en cambio, vio a Sophia con una antorcha alzada en su mano derecha. Sum empezó a correr hacia esta salida. * ¡¡Vaya ruido!! 59 La leyenda de Mundo Minor Sum sacudió la cabeza para expulsar a las voces gritonas. * Sí, y es tan sólo uno de sus trucos. * Me hace falta un buen trago de agua. Sum tomó un largo trago y vertió el resto sobre su dolorida cabeza. Al mismo tiempo, comprobó que la cantimplora seguía llena a rebosar. * ¡Ahhh... qué alivio! ¿Quieres un poco? Sum tendió la cantimplora a Sophia. Ella la recibió con una sonrisa y bebió un buen sorbo. * ¿Continuamos o quieres descansar un poco primero? Le devolvió la cantimplora. * Francamente, querría tomarme un respiro antes de seguir adelante. Sum se sentó contra la pared e intentó acallar sus sublevados adentros. Sophia también se sentó y así permanecieron en silencio, cada uno con sus pensamientos. Después de un rato, Sum apoyó su mano sobre la de Sophia y le dirigió un cálida sonrisa. * Estoy listo si tú lo estás. * Por supuesto; por cierto, no queda mucho para el próximo barón, si te interesa saberlo. * Tanto mejor. ¿Qué sabes de él... o de ella? Sum se levantó y le tendió una mano para ayudarla a levantarse. 60 La leyenda de Mundo Minor * Es un él y se llama Thhorybon. Se parece a Akahastastos en muchos aspectos pero al mismo tiempo es distinto de él en muchos otros. Con las armas que posees ahora estás indefenso ante él, por eso necesitas una nueva. Señaló la bolsa del cinto de Sum. *¿Está aquí dentro? Sum ya estaba abriendo la bolsa. * Sí, es una bola de cristal la mitad de grande que un huevo de gallina. Después de un buen rato, Sum alzó una bola brillante. * Sí, ésa es. Arrójala al suelo. Sum miró titubeante la bola que relucía bajo el fulgor de la antorcha y la lanzó contra el suelo. En el momento en el que golpeó el suelo se produjo un destello breve, como el de un rayo, pero sin producir sonido alguno. Donde la bola había chocado contra el suelo había ahora un escudo. Tenía la apariencia de ser de cristal, con un ancho reborde metálico. Sum supuso que era oro y que estaba fijado al escudo con remaches que debían de ser de cobre. El escudo era rectangular, arqueado y tan alto que le llegaba a Sum por el pecho. Las esquinas estaban redondeadas. * Éste es Esterisen, tu arma para el próximo combate. En él de ningún modo podrás emplear tus otras armas sin exponerte tanto que no muerdas el polvo al instante. Sum no respondió, sino que se limitó a asentir. Lo cierto es que la forma de manifestarse del escudo lo había cogido por sorpresa. Lo 61 La leyenda de Mundo Minor asombró también que fuese tan ligero, ya que, como era de cristal, Sum había pensado que ni siquiera podría arrastrarlo. * El ataque de Thhorybon va a se bastante fuerte, pero lo único que necesitas es cubrirte. Por otra parte, es muy importante que no te alcance ninguno de sus proyectiles. * ¿Proyectiles? Sum miró incrédulo a Sophia. Ella asintió con la cabeza sin decir nada. Ya cuando doblaban el siguiente recodo se apercibieron del morador de la próxima guarida. En primer lugar por los alaridos y gritos estridentes que les llovieron encima y poco después por un hedor brutal y penetrante, que cargaron sin merced contra sus indefensos sentidos. No se podía discernir lo que decían los gritos, pero tanto el tono como todo lo demás en ellos indicaban sobradamente que no se trataba de cumplidos. Pero lo peor era el hedor. Sum tuvo que detenerse para sofocar un conato de rebelión de su estómago. * ¡Menudo asco, cómo apesta aquí! Sum crispó su rostro con todos los síntomas de la náusea. * Sí, pero no dejes que pueda contigo, de lo contrario ya eres suyo. Caminaron juntos todo el camino hasta la entrada de la guarida y allí se detuvieron. Sophia posó una mano sobre el brazo de Sum. * ES MEJOR POCO Y ORDENADO QUE MUCHO Y REVUELTO. Sophia besó a Sum en la mejilla y lo puso en movimiento con un suave empujón. Cubriéndose con Esterisen, Sum cruzó con cautela 62 La leyenda de Mundo Minor el umbral hacia la penumbra de la guarida. En ese instante algo golpeó contra Esterisen, y como el suelo era grasiento y deslizadizo, Sum a punto estuvo de resbalar. Apenas había recobrado el equilibrio cuando varios objetos se estrellaron contra el escudo, con gran fuerza y en rápida sucesión. Apoyando el escudo sobre el suelo y agarrándolo con las dos manos, Sum pudo echar un vistazo al interior de la caverna sin resbalar. La guarida estaba hecha de un lodo de inmundicias, bien sueltas o bien apiladas, según conviniese. Mientras que la guarida de Akahastastos se caracterizaba por la falta de compleción en las cosas, ésta lo hacía por la ausencia de mantenimiento, hasta tal punto que la palabra “descomposición” era la única posible para describirlo. Las reflexiones de Sum se vieron bruscamente interrumpidas cuando algo chocó con violencia contra el escudo, dejando una mancha viscosa justo frente a su rostro. El impacto hizo vibrar el escudo bajo sus dedos. * ¡VETE! ¡PIÉRDETE, DÉJAME EN PAZ! ¡FUERA! ¡LÁRGATE POR DONDE HAS VENIDO! La voz que Sum había oído antes de penetrar en la guarida se alzó de nuevo, con un tono tal que casi le estallan los tímpanos. Esa voz provenía de la parte más lejana de la caverna, aquella en donde Sum también había vislumbrado la salida. La mancha verde y viscosa que había cubierto la mayor parte de Esterisen se había resbalado del escudo, de modo que Sum pudo orientarse de nuevo. En la tenue luz se reveló un anciano flaco y semidesnudo, encogido y que saltaba de un lado a otro de forma simiesca, al tiempo que ora profería sus invectivas, ora arrojaba a Sum todo lo que tenía a mano. Sum no podía dejar de sentir tanto compasión como repugnancia hacia esta figura grotesca que, a la vez, parecía inquietantemente familiar. A duras penas, Sum se puso en marcha de nuevo y el miedo de reconocer el rostro de su adversario le daba escalofríos. Cuando la figura lo vio avanzar, redobló su ataque. En un corto lapso, Sum fue bombardeado con adoquines, huevos podridos, patas de silla, 63 La leyenda de Mundo Minor excrementos, lodo de cloaca, vómito y muchas otras cosas. Sólo con un supremo esfuerzo logró Sum abstenerse de devolver. En un momento de desesperación, Sum levantó a Esterisen del suelo y corrió a toda velocidad hacia la salida, sólo para toparse con un ataque frontal del viejo. Éste proyectó su flaco cuerpo contra el escudo de Sum, con una fuerza tan imprevisible que los dos cayeron en un cenagal viscoso y fétido. Thhorybon apretó su rostro terroríficamente crispado contra Esterisen y profirió una sarta de improperios y sonidos bestiales. ¡Sum conocía ese rostro! Este descubrimiento golpeó a Sum como un mazazo. Sum identificó el rostro, pero era incapaz de darle un nombre, lo cual lo asustó todavía más. No sabía decir quién era. Con la fuerza de los despavoridos, Sum dio un empujón, logró derribar a su atacante y echó a correr hacia la salida. Sólo evitó que lo golpease un adoquín en la nuca porque perdió el equilibrio y cayó. Aturdido y asustado, Sum se desplomó sobre el pasillo liberador del sótano y vomitó. Pasó una eternidad hasta que Sum se hubo calmado lo suficiente como para controlar el temblor indomable de su cuerpo. Todos sus sentidos estaban aún paralizados por el hedor inhumano de la guarida de Thhorybon, incluso ahora que ya había desaparecido. Lo único que quería era morir, todo deseo de proseguir su insensato viaje se había esfumado. Aquella jeta terrorífica que había visto a través de Esterisen continuaba cerniéndose en su interior, al igual que la certeza de que debería saber quién era. Sophia estaba allí sentada con las manos sobre su regazo y observaba a Sum, que contemplaba el suelo de piedra con la mirada perdida, mientras esperaba a que se recobrase. * ¿Está muy lejos el siguiente barón? La voz de Sum era débil e indistinta. * No, no está muy lejos. ¿No crees que deberías descansar un rato... y comer? 64 La leyenda de Mundo Minor Sophia le acarició el cabello. Sum sacó unos bizcochos de la bolsa y los puso en el suelo, junto a la cantimplora, entre ambos. Comieron en silencio, Sum con cierta repugnancia, y tras ello se sumió inmediatamente en un sueño intranquilo. 65 La leyenda de Mundo Minor CAPÍTULO 7 El arma del miedo es el miedo mismo. (Sophia) Cuando Sum se despertó todo su cuerpo estaba dolorido y sintió como si pesase tres toneladas. Se incorporó a regañadientes y buscó a Sophia. Estaba un poco más adelante en el pasadizo y lo contemplaba. * ¿Has dormido bien? Sum no respondió, pero sacudió levemente la cabeza. En realidad había dormido muy mal, pues había revivido su lucha contra Thhorybon en sueños durante toda la noche, sólo para despertarse bañado en sudor cada vez que aquél apretaba su rostro aterradoramente desencajado contra el de Sum, tan sólo separados por Esterisen. * Te entiendo muy bien, Thhorybon drena prácticamente todas las fuerzas de uno. Sophia se sentó junto a Sum y lo tomó de la mano. Estuvieron sentados sin hablar durante un largo rato, cada uno sumido en sus propios pensamientos. Fue Sum quien rompió el silencio. * Entonces, qué, ¿seguimos? * Tú decides, seguiremos cuando tú te sientas a la altura de las circunstancias. Sum suspiró y se levantó trabajosamente, no se sentía a la altura de nada, pero era dolorosamente consciente de que no había vuelta atrás. En el camino hacia la siguiente guarida, Sum estudió con 66 La leyenda de Mundo Minor cuidado a los moradores de los nichos, que todavía parecían indistintos y sombríos. Cuando habían pasado junto a una veintena de nichos, Sum se detuvo y cogió a Noëhito de la bolsa. Con la lente sobre su ojo, empezó a examinar minuciosamente la imagen más cercana. * Va a ser un terrible oponente. Sum contempló a Noëhito en su mano y dio un resoplido. * ¿Puedes hacerte una idea de quién es a través de la imagen? Sophia estaba ahora detrás de él. * Bueno... no lo sé muy bien... quizás. Sum continuó hacia el siguiente cuadro y se puso a investigarlo. Sophia contempló los esfuerzos de Sum, pero no dijo nada hasta que bajó la lente de nuevo. * ¿Qué ves? Sophia se acercó a Sum. * No estoy del todo seguro, pero es como si estuviesen... asustados... aterrorizados... pavor es tal vez la palabra exacta. Sum miró de forma inquisitiva a Sophia y asintió levemente. * Tienes razón, el pavor es su arma. Su nombre es Foboy, y es un enemigo poderoso. * No necesitaba encontrarme con él para saberlo. 67 La leyenda de Mundo Minor Sum fijó la mirada en el suelo al tiempo que su cuerpo temblaba sin cesar, sacudido por un desagradable escalofrío. * Te entiendo muy bien, pero tienes una ventaja que él no te puede arrebatar, trame lo que trame. Sum se sonrió ante las palabras de Sophia y sacudió la cabeza, resignado. * En verdad que tienes una ventaja... ¡Eres el más fuerte!¡Nunca lo olvides! * ¡Menudo disparate! * No, no es un disparate, pero tienes que creer en ti mismo. Foboy sólo tiene la fuerza que puede extraer de su oponente, cuanto menos le dejes robarte, más débil será él... ¡¡y más fuerte serás tú!! Sophia clavó la mirada en Sum. * De acuerdo, seguro que tienes razón, la has tenido hasta ahora. No les llevó mucho tiempo llegar a la entrada de una enorme guarida. El interior era negro como el carbón, hasta tal punto que la oscuridad casi devoraba la luz de la antorcha. El único sonido que provenía de la tenebrosa profundidad era un silbido débil, casi inaudible. * Ya estamos aquí. Sum hizo un movimiento torpe y desmañado hacia la oscuridad amenazadora. Sophia se puso detrás de Sum, lo agarró por los hombros y habló con voz baja aunque firme. 68 La leyenda de Mundo Minor * UN HOMBRE SIN MIEDO ES SU PROPIA SALVACIÓN. * Sí, pero, ¿cómo se puede luchar contra... el miedo? * Tienes todas las armas que necesitas, empléalas con sabiduría. Sum hizo un ademán decidido (al menos tan decidido como su miedo se lo permitía) y comenzó a moverse lentamente hacia el siguiente combate. Dio unos pasos y se detuvo, era como si el aire fuese denso e impenetrable. Aspiró profundamente y continuó. Cuanto más avanzaba, más le chorreaba el sudor por todas partes. Tenía la garganta seca. Cuando llegó a la entrada, tomó un trago de la cantimplora, agarró con firmeza la embrazadura de Esterisen con la mano izquierda y a Egkratehias con la derecha, puso a Noëhito sobre su ojo izquierdo como si fuese un monóculo y colocó la daga, Thelematos, entre sus dientes. Entonces entró en las fauces de la caverna. Al momento de haber entrado, un frío glacial golpeó su cuerpo sudoroso, un frío que lo caló hasta el tuétano. Jadeando, continuó adelante. El suelo estaba más frío todavía y en seguida perdió la sensibilidad en los pies. De repente, algo pasó muy cerca del rostro de Sum y lo hizo estremecerse. Una carcajada fría como la muerte y casi inaudible se perdió a lo lejos en la oscuridad. Al mismo tiempo tuvo la sensación alarmante de que no estaba solo. Sum percibió claramente la presencia de otra persona. Era como si sintiese, más que oírla, una respiración levemente susurrante junto a su oído y unos pasos suaves, apenas perceptibles. Empezó a formársele un nudo en la garganta. De nuevo se oyó una débil carcajada, esta vez junto a su oído derecho. Sum se detuvo en seco y trazó un círculo con la espada con la esperanza de golpear a su oponente. Risotadas, está vez un poco más fuertes y de varias voces. El nudo de su garganta crecía. Comprendió que estaba a punto de ser presa del pánico, de modo que bajó la espada. Sum respiró profunda y tranquilizadoramente 69 La leyenda de Mundo Minor durante unos instantes y se sintió más calmado. Cerrando el ojo derecho y girando con lentitud sobre sí mismo, Sum exploró la guarida a través de Noëhito. Era enorme. El suelo no estaba tan pulido como en las demás cavernas y había largas estalactitas suspendidas del techo. La guarida estaba completamente vacía, salvo por Sum y una figura gigantesca situada en el extremo opuesto, con las piernas separadas y los brazos en jarras. La figura no se movía pero era obvio que de ella provenía el frío de la guarida. La carcajada se oyó de nuevo, esta vez un poco más fuerte, y era del todo evidente que había dos personas que reían, una a cada lado de Sum. * Se ve que alguien se divierte. Sum había sentido una necesidad indomable de hablar, pero se arrepintió al instante. * Sí, me divierto bastante. La voz era un silbido desagradable, que a punto estuvo de penetrar en los huesos de Sum y congelarlos. Resonaron las carcajadas de innumerables voces, cercanas y distantes, risas burlonas, escarnecedoras, incontenibles, ahogadas. Luego, un silencio absoluto. Durante mucho tiempo, Sum sólo oyó el sonido amortiguado de sus propios pasos y fue consciente entonces de que se oía un débil eco, un eco que por momentos sonaba desacompasado. Aparentemente, alguien caminaba detrás de él... ¿o eran dos?... ¿tres? Las rodillas de Sum eran pura gelatina. Los bufidos se acercaban de todas partes y junto con ellos un olor a muerte y putrefacción. * ¡No vas a salir vivo de esto! Bufó el propietario de una de las respiraciones. 70 La leyenda de Mundo Minor * ¡Eso ya lo veremos! La voz de Sum se quebró, lo cual desencadenó un coro de risas burlonas. Las carcajadas no provenían de un único sitio, era como un ejército de seres que lo rodeaban, cada uno con su peculiar y malévola risotada. * Te vas a morir de miedo... al final. Una carcajada estridente y ominosa culminó la frase. Después se produjo un nuevo silencio. La mano izquierda de Sum apretaba la daga que había tomado en su mano cuando le había hablado a la voz. Se la colocó otra vez entre los dientes. Sum estuvo a punto de caerse al suelo varias veces, en parte porque su cuerpo aterrorizado se negaba a obedecer a su voluntad y en parte porque el frío de la guarida arreciaba a medida que se acercaba a la figura. Ésta no se había movido, sólo se erguía, ancha e imponente, ante la salida de la guarida. * ¿QUIÉN ERES? Sum había retirado a Thelematos de su boca y le había gritado a la figura. No hubo respuesta. Alrededor de él las voces comenzaron a reír con carcajadas ahogadas, al tiempo que un viento frío recorría el cuerpo de Sum de arriba abajo, de una forma que le hizo pensar en un cadáver arrojado por el mar. Sum se estremeció, tanto de frío como de un incipiente pánico. El perfil de la figura se delineaba cada vez más claramente visto a través de Noëhito, pero no se podían discernir los detalles. Era sólo una silueta, como cuando se ve una montaña a contraluz. Sum estaba tan cerca de la figura que su tamaño aparecía redoblado. Se detuvo y repitió la pregunta: * ¿QUIÉN ERES? *¿UN GUSANO TAN 71 DESPRECIABLE SE La leyenda de Mundo Minor INTRODUCE EN MI REINO SIN SABER QUIÉN SOY? La voz era un terremoto. Una lluvia de piedras y trozos de roca se desplomó del techo. * ¿QUIÉN ERES? Sum repitió la pregunta, intentando sonar impasible y firmemente decidido. * ¡FOBOY! Esta vez enormes peñascos comenzaron a caer en torno a Sum. Se vio obligado a aferrarse a su escudo, o de lo contrario los temblores de las rocas que caían le hubiesen hecho perder el equilibrio. * Lo único que quiero es atravesar tu reino. Esta frase de Sum hizo que Foboy profiriese una carcajada con la que se estremeció toda la caverna, aunque ninguna roca se desplomó. *¡SI QUIERES ATRAVESAR MI REINO, ENTONCES LUCHA! Con estas palabras, Foboy arrancó una bolsa de su cinto y la arrojó en dirección a Sum. Cayó a unos diez metros de donde se encontraba, con la abertura hacia él. En el instante en que la bolsa golpeó el suelo, brotó de ella un muro de fuego. Sum se hallaba ahora en una palestra de paredes ígneas, a solas con la bolsa, que se movía de una forma que daba a entender que algo más estaba a punto de salir de ella. El clamor de las llamas no podía ahogar la estentórea carcajada de desprecio de Foboy. Cada fibra del cuerpo 72 La leyenda de Mundo Minor de Sum estaba en tensión y su vista clavada en la bolsa. Una serpiente, gruesa como el muslo de un hombre, asomó su horrible cabeza por la abertura, y restalló su lengua bífida hacia Sum. Un escalofrío lo estremeció. Con sus fríos ojos, penetrantes y amarillos fijos en Sum, el monstruo se deslizó hacia el exterior desde la oscuridad de la bolsa, metro a metro. Aquella visión dejó tiesos todos los miembros de Sum, que se quedó pegado al sitio. Cuando se había deslizado ya cinco o seis metros y la bestia no había dado signos de tener fin, se detuvo de nuevo, restalló la lengua y silbó amenazadoramente. Sum nunca se había sentido tan solo como en ese momento. La serpiente se estiró todavía otro metro más fuera de la bolsa. Sum tragó saliva y se preparó para atacar. Sin duda, su adversario era el más rápido de los dos, los enormes colmillos de la serpiente chocaron contra el escudo sin que él hubiese podido percibir siquiera el movimiento. El golpe fue tan fuerte que Sum tuvo que apoyarse sobre una rodilla para no caerse. La serpiente se dispuso a atacar por segunda vez, pero Sum estaba ahora mejor preparado. Sangrando por una herida en la cabeza y silbando furiosamente, el reptil se retiró a la oscuridad protectora de la bolsa. Sum echó un vistazo por el rabillo del ojo a la muralla de fuego, aún seguía allí. También la bolsa, y otra vez algo se disponía a salir de ella. El afortunado resultado del primer asalto le había subido un poco el ánimo, pero la siguiente criatura de Foboy se lo volvió a echar abajo. De la bolsa salió una enorme mano enfundada en un guantelete que sostenía una afilada espada, que destellaba y relampagueaba a la lumbre de las llamas. La mano blandió la espada sobre la cabeza de Sum y silbó en el aire, tras lo cual y sin previo aviso arremetió con tal fuerza que hubiese partido a Sum en dos de no haber chocado contra el borde superior de Esterisen. El borde inferior del escudo golpeó el suelo y sólo su talla evitó que la cabeza de Sum se pusiese al alcance de la espada. El brazo 73 La leyenda de Mundo Minor con el que Sum había sostenido a Esterisen estaba completamente paralizado por el mandoble, por lo que se arrodilló para permanecer a cubierto, con el escudo apoyado sobre el suelo de la caverna. La colisión no había afectado únicamente al brazo de Sum, sino que la espada del puño acorazado se había roto por la empuñadura. Apenas hubo percibido este hecho la conciencia de Sum, Egkratehias golpeó espontáneamente. La hoja se hundió hasta la mitad, justo por encima de la muñeca. Con un bramido de dolor el guantelete arrojó el resto de la espada lejos de sí y se fue por donde había venido. Con un sonido tintineante, el arma desapareció del campo de visión de Sum. Un rápido vistazo le reveló que Esterisen no tenía ni siquiera un arañazo. La bolsa de Foboy le pareció a Sum más pequeña que antes y el muro de llamas bastante más bajo. Un movimiento en la bolsa atrajo nuevamente la atención de Sum. Pletórico de esperanza y renovado ardor guerrero, se aprestó a enfrentarse a... lo que fuese que viniera ahora. El siguiente adversario se detuvo en la abertura de la bolsa y silbó de manera desagradable, al tiempo que emitía un hedor indescriptible a carne podrida... de repente se arrastró al exterior, derecha hacia Sum, una araña de brillo metálico como el de un moscardón, del tamaño de una pequeña mesa de comedor. Cuando Sum iba a asestarle un golpe, su enemigo cambió de dirección, de tal forma que la espada golpeó el suelo, enviando una lluvia de chispas al aire. La araña aprovechó ipso facto el instante en el que Sum perdió el equilibrio, saltó, golpeó el escudo y volteó a Sum. El golpe lo dejó sin aire e hizo que se le oscureciese la vista. Afortunadamente, la plancha arqueada del escudo era tan grande que no quedó aplastado, sino que tan solo su respiración se hizo más dificultosa. Un creciente pánico comenzó a tomar forma en su subconsciente y explotó en un ataque de claustrofobia. Cuanto más aumentaba el pánico, más pesada se volvía la araña y más se intensificaba su hedor. Justo antes de que su miedo se desbocase por completo, 74 La leyenda de Mundo Minor Sum pensó en lo que Sophia había dicho, antes de entrar en la guarida de Foboy: UN HOMBRE SIN MIEDO ES SU PROPIA SALVACIÓN. El mero hecho de recordar las palabras aligeró el peso de la araña. Sum comenzó conscientemente a concentrar su pensamiento en relajarse, en tranquilizar su mente aterrorizada y en lograr dominar su miedo. A medida que lo iba consiguiendo, disminuía la presión de la araña, al igual que su talla. Cuando hubo encogido hasta el tamaño de un plato, Sum volteó, resuelto, a la araña sobre el suelo y la partió en dos con la espada. En un abrir y cerrar de ojos, desaparecieron la araña, la bolsa, el muro de llamas y Foboy. La caverna no era más que... una caverna. Allí donde había estado la figura de Foboy, Sum veía ahora la salida. Envuelta en el débil resplandor amarillento de una antorcha, esperaba Sophia. Tan pronto Sum estuvo fuera otra vez, en el complejo del sótano, prorrumpió en un llanto convulso, tanto por la impresión que su encuentro con Foboy le había causado como por la alegría de volver a ver a Sophia. La Dama lo dejó llorar. Cuando Sum hubo recuperado un poco el dominio de sí mismo, ella tomó su cabeza entre las manos y le acarició el cabello con ternura. Sum nunca había estado tan contento en su vida de ver a otra persona como ahora lo estaba por Sophia. * ¿Ya estás mejor? Sophia sostuvo la cabeza de Sum y le sonrió. Sum afirmó y metió a Noëhito en su caja con manos temblorosas. * Come y bebe, si lo necesitas. Moviéndose con lentitud, Sum se sentó contra la pared y sacó la 75 La leyenda de Mundo Minor cantimplora. Después de haber bebido largamente, la apartó de su boca y se la tendió a Sophia en silencio. Ella tomó también un buen trago, pero cuando fue a devolvérsela, Sum dormía ya, apoyado contra el muro. 76 La leyenda de Mundo Minor CAPÍTULO 8 Déjate aconsejar, oblígate a decidir. (Proverbio ucraniano) Cuando Sum se despertó estaba completamente descansado. Se sentía muy feliz y su mente estaba en perfecto equilibrio. Estuvo un largo rato echado con los ojos cerrados mientras revivía su último combate. Después, respiró hondo y se sentó. Era obvio que Sophia se había ido, o al menos no estaba a la vista. En una paz total, Sum se irguió, se estiró larga y concienzudamente y echó un vistazo en derredor. Al igual que las otras veces en que había salido de una caverna, se hallaba en medio de un corredor que se perdía en una densa oscuridad. Como de costumbre, también había nichos en las paredes. Sum avanzó para examinar el primero. La imagen representaba a un hombre joven en un atuendo elegante que, para variar, no estaba hecho harapos. El mozo exhibía una postura que Sum interpretó como la de quien espera algo. Su traje parecía hecho de seda negrísima, ornamentada con estrellas tejidas con hilo de oro y plata. El rostro, desde el que dos ojos brillaban hacia Sum, era del mismo color negro que su indumentaria. * ¡¡Es el príncipe!! Sum se enderezó de un salto. Su mente no albergaba ninguna duda de que éste tenía que ser el “Príncipe Desaparecido” que lo había llamado desde las profundidades en la “Sala del Trono Olvidada”. El príncipe era prisionero de los barones. * ¿Y eso qué es? Sum se aproximó, lleno de asombro, al segundo nicho. Estaba completamente vacío, al igual que el tercero. 77 La leyenda de Mundo Minor * ¿Qué puede significar esto? Sum se rascó la nuca, bostezó y fue más allá para ver si el cuarto nicho estaba también vacío. Éste estaba más alejado que los anteriores, de modo que Sum tuvo que caminar un poco más. Cuanto más se acercaba, mas se sorprendía, pues... ¡no parecía haber un cuarto nicho! Un tanto desorientado, Sum se dirigió de nuevo hacia el primero de los nichos vacíos. Tras contemplarlo un instante, sacó a Noëhito y lo examinó a través de él para comprobar si había alguna diferencia. ¡Y la había! A través de la lente no se veía ya un nicho toscamente tallado, sino la imagen parpadeante y nebulosa de alguien que era, sin lugar a error... Sophia. Sum bajó a Noëhito y comenzó a mirar alrededor, indeciso. El corredor tenía el mismo aspecto que antes. Cuando se hubo recuperado un poco de la sorpresa, Sum respiró, con la seguridad de que Sophia todavía estaba en libertad. O al menos era así como interpretaba el hecho de que el nicho, al trasluz de la lente, solamente contenía una visión nebulosa. Lleno de temores y con paso inseguro, Sum se detuvo ante el último nicho. Tenía la inquietante sensación de que sabía lo que iba a ver allí. Tragó saliva y puso la lente sobre su ojo. Tenía razón. La nebulosa imagen del tercer nicho representaba al mismísimo Sum. No había ninguna duda acerca del destino que estaba proyectado para él, el cuadro lo mostraba con hierros en ambas manos, ambos pies y también en el cuello. De los grilletes partía una pesada cadena que conducía a un argolla de hierro anclada sólidamente a la pared de roca. Era evidente que lo querían neutralizar por completo. * ¡Eso no va a suceder! Sum metió la lente en su caja y se puso a buscar a Sophia. La Dama seguía siendo invisible, de modo que Sum la llamó en voz alta 78 La leyenda de Mundo Minor varias veces en la densa oscuridad. La única respuesta que obtuvo fue un retumbante eco. Tras un momento de duda, se decidió a continuar solo. No había dado más que unos pasos desde el último nicho, cuando algo en el suelo llamó su interés. Era un mensaje escrito con tiza: * MUCHAS PERSONAS SON SU PEOR ENEMIGO. Sophia Sum leyó el mensaje varias veces sin lograr comprender qué significaba. Puso las palabras a buen recaudo en su memoria. Después de unos minutos, el pasadizo se perdió en un recodo. Tras doblarlo se encontró ante la siguiente guarida... la siguiente lucha. La caverna no era muy grande. Estaba totalmente a oscuras, salvo por un enorme escritorio, desde donde un lámpara de mesa despedía un haz oblicuo de luz que iluminaba sus alrededores. En su trayectoria desde la lámpara, la luz rosácea rozaba en parte un montón de papeles y en parte a la persona que estaba tras la mesa. Sin embargo, la luz sólo llegaba hasta su cuello, el rostro permanecía oculto en la oscuridad. * Adelante, acércate. Había algo familiar tanto en la persona como en su voz susurrante. * ¿Quién eres? Sum atravesó vacilante el umbral, con su mano sobre la funda de la espada Egkratehias. * Un amigo... no, sería mucho decir... mejor dicho, un aliado. 79 La leyenda de Mundo Minor El dueño de la voz juntó sus manos bonitas y bien formadas sobre la deslucida mesa de roble. * ¡No tengo ningún aliado entre los Barones de los Emocionantes! * No, que tú sepas. La voz era suave y agradable al oído. Hubo una pequeña pausa. Los ojos de Sum intentaron penetrar la oscuridad para determinar la identidad de la figura, pero ésta se levantó y caminó directamente hacia la luz de la antorcha de Sum. A medida que se acercaba, se hacía más y más familiar. Sum se llevó un susto cuando se dio cuenta de que estaba frente a ... * ¡¿Egofiliam?! Sum casi dejó caer la antorcha de pura sorpresa. * Sí, soy yo, y quiero ayudarte. De repente, Egkratehias salió a medias de su funda con un tintineante sonido metálico. * ¡¡UAAAARGHHHH!! Temblando y pálido de terror, Egofiliam retrocedió de un salto, al tiempo que con un dedo huesudo (para el asombro de Sum) señalaba la espada, que amenazaba con saltar fuera de su funda. Egkratehias se introdujo como un rayo en su vaina con un chasquido que resonó por toda la guarida. * ¿Es absolutamente necesario... q-que lleves esa arma? La voz de Egofiliam era estridente e histérica. 80 La leyenda de Mundo Minor * ¡¡SÍ!! La voz de Sum sonó firme y decidida. Su declaración fue confirmada por un nuevo aunque más débil chasquido de Egkratehias, que otra vez se deslizó dentro y fuera de su funda. * Bueno... vale, vale. Egofiliam contempló la espada de Sum un instante mientras hablaba en voz baja consigo mismo. Después comenzó a pasearse adelante y atrás ante Sum, de una pared a otra. Cada vez que pasaba al lado de Sum, se apartaba y miraba nerviosamente de soslayo hacia la espada, que pendía tranquila del costado de Sum. * ¡Deberías hacer uso de tu fuerza! Egofiliam hizo un gesto hacia Sum con una mano y tras haberlo mirado fijamente un instante, continuó: * Deberías tener un cargo mucho más alto en la corte, y lo lograrías si trabajases en ello. En ese momento, Egofiliam hizo una pausa, pero continuó con sus idas y venidas. Sum no hizo ademán de decir nada, de modo que Egofiliam prosiguió: * ¡Podrías llegar a ser el Señor de los Emocionantes sin dificultades, el legítimo dueño y rey de Mundo Minor! Sum estaba a punto de protestar pero lo detuvo un movimiento de rechazo de Egofiliam. * No dije que fuese una buena idea, sólo que PODRÍAS conseguirlo. Y quién sabe, tal vez la idea no sea tan 81 La leyenda de Mundo Minor absurda como parece a primera vista. Has luchado contra seis barones y los has vencido a todos. Fue sin duda más de lo que yo me hubiese atrevido a esperar, pero lo lograste y ahora estás aquí. Egofiliam detuvo su ir y venir y miró con admiración a Sum un instante. Después retomó su paseo, pero sólo después de haber echado una rápida y nerviosa mirada a Egkratehias. * Como sabes, Mundo Minor se ahoga en el polvo del deterioro. Como también sabes, el Rey Ego ha enviado equipos de búsqueda en todas direcciones para detenerlo y, como tú asimismo muy bien sabes, no ha servido absolutamente para nada. ¿Durante cuánto tiempo se han estado enviando los equipos de búsqueda reales? ¡Años y años! ¿No podemos suponer acaso que ya han puesto patas arriba cada centímetro cuadrado de la parte conocida del Mundo? ¿Y cuál ha sido el resultado? Egofiliam detuvo su verborrea un instante, sólo para volver a la carga: * Este circo ha durado ya tanto tiempo que cada honrado miembro de la corte del rey tiene que preguntarse si, al fin y al cabo, sirven en absoluto de algo estas... disposiciones. Egofiliam golpeó con el puño derecho la palma abierta de su mano izquierda, al tiempo que daba un par de pasos en silencio, aparentemente sumido en profundos pensamientos. Luego prosiguió: * El error reside posiblemente en rutinas inveteradas, hábitos necios. Lo que se necesita es, tal vez, nuevas ideas, sangre nueva. Hay que hacer tabla rasa, empezar de nuevo. Tene82 La leyenda de Mundo Minor mos que afrontarlo... ¡el Rey es un inepto! ¡Sí! El Rey Ego tiene que ser derrocado, se abre el camino de una nueva transformación. ¡Por eso es ahora, justo ahora, que TÚ debes intervenir! Esta última salva culminó con un Egofiliam que, con una firme expresión en el rostro, dirigió un brazo extendido, terminado en un dedo desafiante, hacia el pecho de Sum. * ¿Yo? ¿Por qué? ¿Qué... qué quieres decir con eso? Sum estaba totalmente aturdido después de aquel torrente impetuoso y excitado de palabras que acababa de presenciar, en especial porque había provenido de alguien que normalmente no hablaba con nadie que no fuese el Rey Ego. * ¡Tienes que ocupar tu posición natural, ya es hora de que tus talentos tengan la recompensa que se merecen...! Ven. Con pasos rápidos y vívidos gestos, Egofiliam se fue hacia la pared de roca más lejana y golpeó un estalactita. Eso provocó que una parte de la pared se abriese y revelase una habitación tras ella. La puerta conducía a una sala enorme que era, a todas luces, una sala del trono. La cámara estaba escrupulosamente limpia, no había ni rastro del deterioro. Estaba bañada en centelleante luz solar que se derramaba desde los enormes cenitales del techo, creando sombras que jugaban sobre un curso de agua, sobre las hojas de las plantas y las gráciles esculturas. * Tienes que liberarnos del azote del deterioro, no vas a ser el rey de Mundo Minor... ¡No!... ¡VAS A SER EMPERADOR! * ¡VIVA EL EMPERADOR, VIVA EL EMPERADOR SUM EL PRIMERO! 83 La leyenda de Mundo Minor Un clamor de voces se elevó por doquier en la maravillosa sala del trono, sin que sus dueños se dejasen ver. * Hónranos, entra en tu reino, ¡RENDID HOMENAJE AL EMPERADOR! Con estas palabras, Egofiliam se arrodilló junto a la puerta abierta y dio a entender a Sum con la mano que entrase en la cámara. Sum estaba totalmente deslumbrado por lo que veía. Nunca antes había visto algo tan hermoso, puro y atrayente. Estaba acostumbrado a los corredores oscuros, al polvo que lo devoraba todo y al deterioro furtivo. Puso un pie en el umbral para entrar en su sala del trono. En ese momento, Egkratehias dio un sonoro chasquido. El sonido despertó a Sum del trance en el que el torrente de palabras de Egofiliam lo había sumido. Frente a él, no había una hermosa y soleada sala del trono, sino un calabozo. De la pared pendía una pesada cadena que conducía a unos grillete de hierro que, obviamente, estaban diseñados para cerrarse sobre las muñecas, los tobillos y el cuello. De repente, Sum tuvo perfectamente claro lo que había estado a punto de pasar. Casi se había dejado engañar por la astucia de uno de los Barones de los Emocionantes... ¡había estado a punto de entrar derechito en el nicho que estaba preparado para él! Sum se volvió rápidamente y sus ojos se encontraron con los de Egofiliam. Todo color abandonó al instante su rostro y su lugar lo ocupó una angustia que Sum nunca hubiese creído posible. Egofiliam comprendió que había perdido, pero con la fuerza de los aterrorizados cerró la puerta de roca contra la cabeza de Sum, que perdió el equilibrio y cayó. Sin embargo, se puso de pie de un salto y persiguió a Egofiliam, que chillaba desaforadamente, hacia la salida de la guarida, con la espada en alto. De repente, la caverna estaba vacía, el pesado escritorio ya no obstaculizaba el camino. Rápido como un gato, Egofiliam dobló la esquina y salió de la guarida. Sum le pisaba los talones y estaba dispuesto a perseguirlo por el pasadizo del sótano que esperaba hallar a la salida. Pero se 84 La leyenda de Mundo Minor detuvo bruscamente: no había ningún pasadizo. La caverna de Egofiliam conducía directamente a la última guarida, la que pertenecía al rey de los Barones de los Emocionantes. Las dos guaridas estaban separadas por un fino cortinaje, que sólo permitía a Sum vislumbrar lo que estaba frente a él. En el centro de la caverna, intensamente iluminada, estaba el rey, poderoso y fornido. Detrás de él había, arrodilladas, siete figuras borrosas. Uno de ellos se veía con más claridad que el resto, era Egofiliam. Sum adivinó que tenían que ser los barones vencidos. El fino telón se dividió en dos y empezó a abrirse muy lentamente, pero ya entonces Sum sabía quién era su último oponente. 85 La leyenda de Mundo Minor CAPÍTULO 9 Cuando los reyes entran en una ciudad, la despojan. (El Corán) Sum se quedó inmóvil durante largo rato contemplando a su oponente, que a su vez lo contemplaba a él. Al mismo tiempo se elevó un murmullo lastimero de las borrosas figuras de los barones vencidos. * Bienvenido a mi reino... mi verdadero reino. El Rey Ego se reía a media voz. Sum no sintió necesidad alguna de responderle, estaba FURIOSO. En lugar de ello observó el centelleo de la máscara del rey. No era ya la máscara de color azul claro que el rey solía llevar, sino una de un rojo intenso, pero, por lo demás, idéntica. A pesar del relampagueo de la máscara, no tenía ninguna duda de que el rostro que se escondía tras ella era el mismo que el de Thhorybon. Se estremeció. * ¿Es que ahora ya no respondes cuando te habla tu rey? Había un tono amenazador muy mal disimulado en la voz del rey. * Vos ya no sois mi rey, me niego a someterme a uno de los Barones de los Emocionantes. La voz de Sum era calma y serena. * Así que alguien “no quiere someterse a los Barones de los Emocionantes”... El rey remedó burlonamente las palabras de Sum, tras lo cual echó 86 La leyenda de Mundo Minor su cabeza hacia atrás y emitió una atronadora carcajada que llenó toda la caverna. Después de contemplar a Sum un momento, volvió a reír. La tormenta de su carcajada resonó por todas partes, por todos los pasadizos del sótano. * ¡Nunca veréis otro día en que tengáis poder sobre mí! Sum posó su mano sobre la funda de Egkratehias y miró fijamente al rey. *¡ARREPIÉNTETE DE TUS ARROGANTES PALABRAS! El Rey Ego dio un paso amenazante hacia Sum, acto que impulsó a Egkratehias a desenvainarse a medias. Al instante Sum la desenfundó por completo y se aprestó a luchar. El Rey Ego no tenía, obviamente, ninguna prisa. En vez de desenvainar el ancho mandoble que tenía en una funda a su espalda, se limitó a emitir su desagradable carcajada una vez más. Esta frialdad del rey puso nervioso a Sum y provocó que una marcada inquietud contrajese cada fibra de su cuerpo. Durante un largo rato se limitaron a contemplarse mutuamente, inmóviles. Entonces, el rey levantó despacio su mano derecha y la llevó, con lentitud eterna, hasta el lado izquierdo de su máscara. De un tirón la arrancó de su rostro. Sum gritó. 87 La leyenda de Mundo Minor CAPÍTULO 10 No se puede huir de la propia sombra. (Refrán Indio [Hindi]) El rostro bajo la máscara del Rey Ego estaba desencajado de odio y sed de sangre, pero Sum lo conocía demasiado bien. Era el rostro que lo había mirado fijamente a través de Esterisen, el que lo había perseguido desde que había salido de la guarida de Thhorybon. Ahora era evidente que todos los barones contra los que había luchado tenían el mismo rostro... ...era el rostro de Sum. La impresión hizo que los dedos de Sum se relajasen y con un tintineo, Egkratehias cayó al suelo. Con un rugido victorioso, el Rey Ego asió la funda de su mandoble con ambas manos, lo desenvainó y atacó a Sum con la fuerza de un vendaval. * ¡SIENTE EL PODER DE DYNAMIS! Con una carcajada enfermiza, asestó un golpe con Dynamis que chocó contra Esterisen con tal fuerza que Sum salió despedido contra la pared de la cueva. Estuvo a punto de perder el sentido. El rey blandió de nuevo la espada, pero Sum consiguió apartarse, de modo que Dynamis golpeó la roca. Una lluvia de chispas iluminó durante un instante la guarida donde se hallaban. Sum se había recuperado un poco del susto inicial y se dio cuenta de que el Rey Ego estaba entre él y Egkratehias. * ¡RÍNDETE, Y SE TE PERDONARÁ LA VIDA! * ¡Jamás! Sum sacó la daga Thelematos del cinto y dio un paso adelante 88 La leyenda de Mundo Minor hacia el rey Ego, quien, sorprendido, hizo lo propio hacia atrás. Los dos combatientes empezaron una danza en círculos, en la que se medían mutuamente con la vista para encontrar sus respectivos puntos débiles. Sum intentó rodear al Rey Ego para llegar a donde estaba Egkratehias, pero el rey se lo impidió ágilmente. Durante un largo rato, hubo pocas estocadas y las que se produjeron provenían principalmente del Rey Ego. Sum tenía una pequeña parte de su conciencia permanentemente ocupada en comprobar en dónde estaba su espada, lo cual significó que, de repente, quedó al descubierto. Al instante, el Rey Ego se puso en acción, pero Sum logró agachar la cabeza en el último momento y Dynamis golpeó el borde superior de Esterisen. La colisión hizo que una esquirla se desprendiese de la hoja de Dynamis. * ¡NOOOOOOOOO! Los ojos del Rey Ego se dilataron de miedo hasta hacerse grandes y redondos como dos bolas cuando vio la mella en su arma. Lleno de pánico se abalanzó sobre Sum con la espada en alto. Sum se hizo a un lado justo en el momento oportuno y, de un salto, llegó hasta Egkratehias. Sólo tuvo tiempo para erguirse con la espada en la mano antes de que su oponente se le echase de nuevo encima. Dynamis destelló en su trayectoria hacia la cabeza de Sum, pero fue detenida eficazmente por Egkratehias. En el instante en el que las hojas se encontraron, todo desapareció en una explosión de luz. Cuando Sum volvió en sí, la guarida estaba vacía. No había ningún indicio del Rey Ego, de Dynamis, ni de los demás barones... también las armas de Sum habían desaparecido sin dejar rastro. Cuando Sum se miró a sí mismo, verificó que su ropa también se había evaporado. Profirió una risa libre, sincera y feliz. Sintió que había terminado algo, pero que al mismo tiempo algo lo estaba esperando. Lleno de ánimo, echó a andar por el sótano, que ahora 89 La leyenda de Mundo Minor estaba iluminado por antorchas dispuestas cada dos metros. En el resplandor de las antorchas pudo ver que el pasadizo giraba abruptamente un poco más adelante. Poco después volvía a girar y ahora estaba iluminado únicamente por el fulgor de... que tenía que haber al doblar el recodo. Pletórico de fuerza y esperanza, continuó. Tras la esquina, el pasadizo proseguía unos diez metros más y después terminaba. En la pared del fondo había un espejo enorme que casi la cubría por completo desde la rodilla hasta arriba. Sum contempló la luz áurea y amable que emanaba de la superficie del espejo y se regocijó en ella. La luz inundó de lucidez y tranquilidad todos y cada uno de los rincones del interior de Sum. En el centro del mar de luz estaba su imagen reflejada. Sum podía ver que en ella aparecía completamente vestido, mientras que él estaba desnudo. Se acercó hacia el espejo y su imagen hizo lo mismo. Ante al espejo había dos escalones que daban a un pequeño podio, frente al canto inferior. Ambos, Sum y su imagen, ascendieron y estaban ahora a medio metro cada uno de la superficie del espejo. Sum contempló con alegría al Príncipe Desaparecido, que había visto en el primero de los tres últimos nichos. Su rostro era idéntico al suyo propio, sólo que negro como una noche sin estrellas. * Llevo mucho tiempo esperando. El príncipe sonrió cálidamente a Sum. * Yo llevo mucho tiempo buscando. Sum le devolvió la sonrisa. * Ven. El príncipe dio un paso adelante y tocó por fin la superficie del espejo. 90 La leyenda de Mundo Minor * Sí, ya voy. Sum extendió los brazos a ambos lados, se arrimó al cristal, y cayó. 91 La leyenda de Mundo Minor CAPÍTULO 11 No se halla en el espejo lo que se ve en el reflejo. (Proverbio alemán) En una lluvia de esquirlas de cristal, Sum cayó sobre un alfombra suave que cubría el suelo de la cámara donde había aterrizado. Se levantó y sacudió sus ropas, las ropas del Príncipe, tras lo cual se volvió hacia el lugar en donde había estado el espejo en la cámara. Sólo había una pared desnuda de mármol. La del otro extremo estaba cubierta de un cortinaje de terciopelo rojo oscuro y grueso, y tras él Sum podía oír claramente el sonido de varias voces felices y expectantes. Se dirigió hacia el cortinaje y estaba a punto de descorrerlo cuando una voz sonora y solemne sonó tras él. * ¡Su Majestad el Rey! Sum dejó que la tela recuperase su sitio detrás de él y pudo ver que la voz pertenecía a un heraldo. Pudo reconocer al instante el lugar en el que ahora se hallaba, era la sala del trono donde había oído la voz del príncipe bajo el suelo. Cuando Sum entró, todos los presentes se irguieron y comenzaron a lanzar vítores. Sum observó la escena ante sus ojos e inmediatamente notó que el deterioro había desaparecido. Entre quienes estaban reunidos en la sala, reconoció a todos los emocionantes que había visto en los nichos, sólo que ahora sus rostros estaban liberados del dolor del que eran prisioneros. Sum notó también que estaba en una tarima que se usaba para el trono y que había ahora dos tronos frente a él. Había alguien sentado en el de la derecha, pero no podía ver quién. El heraldo golpeó tres veces en el suelo con su estandarte. La algarabía murió lentamente y a regañadientes. * El Rey Sum El Único va a ocupar su trono. 92 La leyenda de Mundo Minor Anunció el heraldo cuando se impuso el silencio. Sum se sentó y se giró hacia la persona que ocupaba el otro trono. Allí se topó con la sonrisa de Sophia, aquella joven y hermosa que había visto a través de Noëhito. * Bienvenido a tu legítimo reino, pues bien te lo mereces. * Me alegro de verte de nuevo. Sum besó la mano de Sophia. * ¡El Rey Sum El Único va a recibir la corona Ágape! Era otra vez la voz del heraldo, clara como una campana. Un paje hizo entrada portando una gran almohada de seda, sobre la cual una corona artísticamente labrada descansaba. Se arrodilló ante Sum y levantó la almohada hacia él. Sum tomó la corona y la puso sobre su cabeza. El júbilo se desató de nuevo. * El Rey Sum El Único va a proclamar su motus reginum. Ante esta última declaración, toda la corte se sumió en un expectante silencio. Sum se irguió, miró en derredor y dijo: * COGITO SAPIENS, ERGO SUM. De nuevo se desató la alegría. Sum acarició el auditorio con la mirada y tomó la mano de Sophia en la suya. * Tengo un regalo para ti, Sum. * Tú eres todo el regalo que quiero. Sum la besó en la nariz y sonrió. Sophia hizo un movimiento con la mano, lo que provocó que dos pajes apareciesen con sendos cojines de seda. 93 La leyenda de Mundo Minor * Voy a dártelo igual. Del cojín del primer paje tomó el cetro, que tendió a Sum. * Este es el cetro Dikaioshynen. Con él podrás gobernar sabiamente. Hizo retirarse al paje e hizo una seña al otro. Sobre su cojín de seda había un gran libro encuadernado en piel, con broches y grabados de oro. * Este es El Libro de Mundo Minor, que deberás leer para gobernar con conocimiento, comprensión y justicia. Sophia hizo retirarse al paje y se giró hacia Sum. * Retirémonos. Sum le tendió la mano y desconvocó a la corte, tras lo cual él y Sophia se fueron a sus aposentos. * ¿Son todos los emocionantes libres por fin? * Sí, y los barones están fuera de Mundo Minor. * Ahora creo que voy a dormir, pero mañana me pondré a leer esto. Sum se estiró y descansó la mirada un instante en El Libro de Mundo Minor. * Sí, hazlo. Sophia sonrió y contempló feliz a su rey. 94 La leyenda de Mundo Minor LIBRO SEGUNDO El Libro De Mundo Minor En un buen libro lo mejor está entre líneas. (Anónimo) 95 La leyenda de Mundo Minor PRIMERA PARTE: LOS TIEMPOS ANTIGUOS El tiempo lo envuelve todo en el olvido. (Refrán hispano) La primera y la segunda era de Terra Inkognita permanecen ocultas en los más oscuros abismos del tiempo. Nada sobrevivió, o si lo hizo se perdió en el camino, antes de los primeros tiempos de que se tiene constancia documental. Desde la segunda parte de la tercera edad, poseemos testimonios coherentes de la marcha de los acontecimientos. Desde este momento del flujo temporal, aparecen fragmentos que mencionan a Kreator y a su pequeña compañía. Como se verá, aparecerán más fragmentos preservados del libro “La elegía de Kreator”, aunque también están disponibles otras fuentes. No se ha encontrado vestigio alguno que sugiriese, ni remotamente, que Kreator tuviese, en esa época, un refugio estable en Mundo. Todas las fuentes disponibles lo describen a él, e incluso a aquellos que lo acompañaban, como viajeros. Se piensa que esta itinerancia no tenía ninguna finalidad en particular en un principio: se trataba más bien de una especie de viaje de exploración, cuyo único objetivo era el viaje en sí mismo. Aparte de Kreator, el grupo sólo consistía originariamente en unos cinco o seis emocionantes, y sólo uno de ellos conserva su nombre registrado en los textos antiguos. Se llamaba Erg. (El número oscila un poco en los diversos textos, pero el más antiguo se considera el más fiable de todos). Las descripciones de Kreator difieren muchísimo, pues se ve claramente que están influenciadas por las posturas que respecto a él se adoptaban en los Mundi en cuyos archivos aparecen recogidas. La 96 La leyenda de Mundo Minor impresión general que ofrecen las descripciones de lo ocurrido antes del Proyecto es, a grandes rasgos, positiva. También se puede indicar que ningún archivo que date de un período anterior al Proyecto contiene notas sobre el cese de sus actividades. No se ha hallado ninguna minuta que pueda dilucidar cómo surgió la idea de poner en práctica el Proyecto, pero existe consenso en que ocurrió en esa época en que la compañía se encontraba en los contornos de Mundo Doméstica. La primera fase del Proyecto consistía en que Kreator y su compañía explorasen de forma sistemática el terreno de Terra Inkognita. En aquella época, tal como ahora, Terra Inkognita era un lugar árido. Todo estaba seco y la superficie de la tierra estaba sembrada de rocas. Aquí y allá había ora pequeñas colinas, ora hoyos en el paisaje, aunque éste daba la impresión general de ser bastante llano, rocoso y monótono. Por esta razón, ningún habitante de los Mundi de los alrededores se interesaba por lo que hacía Kreator por aquellos parajes. Ya por aquel entonces, el clima de Terra Inkognita era inhóspito. De día abrasaba un sol despiadado desde un cielo desprovisto de nubes, de noche soplaba un viento helado sobre la superficie de la tierra. Lo que esa Pequeña Compañía buscaba en aquel vasto e inerte mundo era el agua. No lo hacían porque faltase el agua potable, ya que podían conseguir todo lo que deseasen en cualquier momento en los Mundi que cruzaban. Por otra parte, Kreator había hecho un descubrimiento: ¡Terra Inkognita no era tan baldía como se solía asumir! El descubrimiento radicaba en que el helado viento nocturno depositaba una cantidad bastante reducida de humedad en la superficie terrestre, especialmente sobre las piedras y rocas. Cada amanecer, esta humedad se evaporaba a la velocidad del rayo, excepto por esas gotas que quedaban atrapadas en las cavidades y entre la tierra suelta. En estas acumulaciones de agua, y a su alrededor, existía vida. Esta vida estaba compuesta 97 La leyenda de Mundo Minor principalmente por musgos y otras plantas inferiores, pero también había animales. La mayoría de los animales eran insectos, si bien, de igual modo, estaban representadas formas de vida superiores. A medida que la Compañía aprendía a conocer los hábitos de esas formas de vida, comenzó a ver más especies. Por ejemplo, se dieron cuenta de que entre las rocas, o en las grietas, podían crecer plantas de más de un metro de longitud. También descubrieron que ninguna forma de vida, independientemente de la especie a la que perteneciese, podía vivir aislada. Con el paso del tiempo, el grupo aprendió a conocer todos los territorios de Mundo Domestica, tras lo cual surgió la idea para la segunda fase del Proyecto. Una cuestión que habían advertido repetidas veces era que todas esas formas de vida que encontraban dependían unas de otras. En consecuencia, decidieron recoger algunos ejemplares de todas las halladas y reunirlos en alguna parte. Para que esto fuese factible, debían encontrar un lugar que estuviese lo bastante protegido y donde existiese la posibilidad de conseguir agua en cantidades abundantes. Pasó mucho tiempo hasta que encontraron lo que buscaban: una cuenca en el paisaje que estaba rodeada en tres de sus lados por una colina lisa y varios peñascos y rocas. Esta zona quedaba bastante al abrigo durante la noche y gozaba de algo de sombra durante el día. Pero, lo que era más importante aún, la multitud de grietas y macizos rocosos causaban que abundase el agua en la tierra que había entre ellas. Este lugar estaba situado entre Mundo Ambo y Mundo Domestica, a tres días de viaje del primero. Comenzaron con musgos y plantas. Cada miembro de la Compañía se hizo con una especie, determinó aquel lugar en la cuenca que mejor la acogería; lo regaba, se aseguraba de que hiciese sombra durante el día y se acostaban de manera que guareciesen a las plantas por la noche. Pronto se demostró que la afluencia abundante de agua ayudaba a las plantas a adaptarse, 98 La leyenda de Mundo Minor por lo que, poco a poco, consiguieron valerse por sí mismas. De esta forma, aumentaba el tamaño del jardín, lento pero seguro. Una vez que el jardín cubrió toda la cuenca, como faltaban todavía muchas especies tanto animales como vegetales por reunir, la compañía emprendió la tercera fase del Proyecto. En las tierras alrededor de ese lugar donde ahora se habían más o menos asentado, recogieron piedras, rocas y barro. Con estos materiales comenzaron a construir un muro, tan alto como el hombro de Kreator y tan ancho como la longitud de su brazo, alrededor de todo el jardín. Esto requería que hubiese suficiente espacio para organizar mejor las plantas y para asegurarse de que las especies que más se necesitaban mutuamente se ubicasen juntas. Al mismo tiempo, proporcionó las mejores condiciones concebibles para los animales, que habían comenzado a inmigrar por iniciativa propia. La interacción entre las formas de vida en seguida se desarrolló casi a pedir de boca. Como seguían encontrando nuevas formas de vida, se veían obligados a ampliar el jardín continuamente, pero el muro debía estar terminado cada noche por culpa del viento, que de lo contrario abrasaría las plantas. Las ampliaciones se sucedieron hasta que levantaron un muro nuevo un poco más allá del existente, tras lo cual el anterior fue demolido. La Pequeña Compañía construyó: Acequias, arriates, cobertizos, y otras formas de refugio, y todo aquello que facilitaba a las especies la interacción. Poco a poco comenzaron también a hablar sobre asentarse allí... para siempre. (fragmento de “La elegía de Kreator”) 99 La leyenda de Mundo Minor ( Las informaciones de que disponemos no pueden arrojar luz sobre la duración de estas obras antes de que la catástrofe ocurriese, pero todas coinciden en que se paralizaron de repente). Una noche, después de un buen día de trabajo en las obras, acaeció... la catástrofe. Todos estaban acostados ya y dormían, pero los despertó un estruendo que hizo temblar la tierra bajo sus pies. Un destello rojo claro iluminó todo el cielo en el norte y un instante después llovieron piedras, tierra y peñascos. A continuación se hizo el silencio. Cuando se sobrepusieron al susto inicial, se apresuraron a ver qué había ocurrido. No habían llegado muy lejos cuando una corriente de viento helado les hizo sospechar que el muro podía haber sufrido daños. A causa de la oscuridad no fueron capaces de determinar la magnitud de los desperfectos, pero estaba claro que una gran parte del muro había sido derribado: El seto estaba aplastado, las acequias enterradas, las plantas barridas por el viento. Todo aparecía cubierto de restos del muro pulverizado. (fragmento de “La elegía de Kreator”) Empleando los cascotes que quedaron esparcidos alrededor, el grupo se las arregló para reconstruir el tramo de muro derribado hasta la mitad de su altura anterior. Al terminar ya estaba saliendo el sol y los daños se hacían visibles. La compañía se dividió en dos grupos que inspeccionaron el muro, rodeándolo cada uno en una dirección. No había ninguna otra fisura. El sol revelaba unos daños todavía mayores de los que la explosión había causado, debidos al frío viento nocturno que había penetrado sin impedimentos por la zona norte del jardín y había quemado cualquier vestigio de vegetación en una gran área. Todos los animales de la zona afectada 100 La leyenda de Mundo Minor habían, de igual modo, perecido. El día transcurrió hablando sobre lo que había sucedido, por qué había sucedido, quién podía haberlo hecho y qué iban a hacer al respecto. Finalmente, se decidió que debían buscar ayuda para el esclarecimiento de los hechos en el mundo más cercano, ya que ellos solos no eran capaces de hacer nada. El mundo más próximo era Mundo Ambo. El comienzo del viaje se fijó para el día siguiente al amanecer. El trayecto se tornó más duro de lo que esperaban. El primer día sólo los azotó la sed, pero, como tenían experiencia en encontrar agua en Terra Inkognita, no supuso ningún problema. Peor fue la noche, con el viento aullando y bombardeándolos con arena y guijarros que recogía en su camino por la superficie de la tierra. Se recrudeció tanto que tuvieron que desplazarse más aprisa para notar un leve calor. Al alba, el viento amainó y ellos se rindieron exhaustos al sueño bajo la escasa sombra de una gran roca. Se despertaron cuando el viento de la noche arreció de nuevo y les zarandeó el sueño. Era como si Terra Inkognita se hubiese convertido en un enemigo que anhelase exprimirles la vida, en vez de ser un lugar de recreo, como en un principio habían considerado ese territorio. Otra noche de trayecto se sucedió en una calma total. Caminaban de dos en dos, con Kreator y Erg al frente. El viento había retomado su actividad y su aullido a punto estaba siempre de crisparles los nervios. Como la noche anterior, les lanzó arena y guijarros, aunque esta vez incluyendo en medio agujas de hielo muy afiladas. Llegó el día y trajo calor a una compañía medio helada. Cuando el bochorno se volvió insoportable, buscaron refugio bajo una roca donde el viento había excavado una pequeña cueva. En su relativo frescor todos se echaron un buen sueño. El viaje de la última noche transcurrió en un razonable buen humor, ya que el viento se había aplacado, aunque ahora caían piedras de granizo y más cristales de hielo que la noche anterior. Poco después, Erg vio las luces de las ventanas de Mundo Ambo y, con 101 La leyenda de Mundo Minor gritos de júbilo, atrajo la atención de los demás sobre su descubrimiento. A pesar de no poder ver otra cosa que la luz del Mundo, todos recordaron cómo era. Ahí fuera estaba Mundo Ambo; como todos los demás Mundi, una ciclópea obra de ingeniería circular. Su peculiaridad consistía en que estaba compuesto por varios pisos, caracterizados por estar edificados uno sobre otro sin ningún plan previo. Por un lado, estaban construidos con estilos muy diferentes; y por otro, se notaba que se había efectuado alguna clase de renovación y reestructuración. En muchos pisos había ventanas, en otros no. Nunca dos ventanas eran iguales, todas estaban pintadas cada cual de su color sin consideración por el resultado final. (fragmento de “La elegía de Kreator”) Relieves de diferentes tipos ornamentaban el muro en los lugares más extraños y a menudo peor ubicados. La impresión general era de bastante desorden, aunque nadie lo advertía en la Pequeña Compañía, dado que Mundo Ambo representaba lo que, en su desesperación, habían buscado durante tres largas jornadas... ayuda. Cuando llamaron al portón del Mundo fueron recibidos con maneras comedidas, pero cordiales, por un portero soñoliento que los encerró en una sala de recepción donde pudieron descansar y esparcirse tras el viaje. Aquí permanecieron hasta que un sirviente en batín bajó a mostrarles la habitación de invitados, donde podrían pasar la noche hasta que consiguiesen audiencia al día siguiente. Una mesa de la habitación de huéspedes estaba repleta de comida y bebida. Tras haberse asegurado de que nada les faltaba, el sirviente 102 La leyenda de Mundo Minor entregó a Kreator un rollo de pergamino desgarrado y deseó a todos que pasasen buena noche. Cuando se fue, Kreator rompió el sello y leyó: ¿¡ A quien corresponda (y para los que eventualmente lo acompañen, o no, si no]!? Tú y los de tu séquito, si tienes uno, si no no ] ( Se da con este documento , es decir, el que tienes en la mano / las manos. O has puesto en la mesa mesa, si lo has hecho. El derecho de asistir a una audiencia en el día que sigue al que has recibido este documento, si no se trata de un domingo, entonces no hasta el día siguiente. En la sala en mUNDO aMBO que ha sido construida e intentado... acondicionar para servir a tal fin. Durante mucho tiempo como previamente en este escrito [léase: documento/ rollo de pergamino), descrito / MENCION MENCIONADO ES. El Rey de Mundo Ambo!! (?) (fragmento de “La elegía de Kreator”) Kreator leyó el mensaje dos veces en voz baja, a continuación lo leyó en voz alta en toda la extensión que le era posible, tras lo que cada miembro de la compañía lo leyó para sí. Sin embargo, ninguno de ellos estaba absolutamente seguro de lo que significaba. El problema no era sólo que el tipo de letra cambiaba todo el tiempo: la tinta era de muchos colores diferentes y además estaba corrida en algunos renglones hasta formar manchas irregulares. No obstante, creyeron entender que se les daría audiencia el próximo día. Se sentaron a la mesa y después del banquete se fueron a la cama. Todos cayeron rendidos en el acto. A la mañana siguiente se despertaron todos tarde; el sueño les había hecho mucho bien. En realidad es erróneo decir mañana, ya que 103 La leyenda de Mundo Minor de hecho se despertaron pasado el mediodía. Un sirviente estaba apostado ante la puerta de su estancia y en cuanto oyó sus voces, les informó de que el Rey de Mundo Ambo les concedería una audiencia en breve. Tras un rápido refrigerio se presentaron en la antesala de la sala de audiencias, sólo para encontrarse con un sirviente que les comunicó que la audiencia se posponía hasta el día siguiente. Algo sorprendida, La Pequeña Compañía abandonó la antesala. Como ya no tenían nada planeado, decidieron emplear lo que quedaba del día para visitar Mundo Ambo. La antesala de la cámara de las audiencias estaba situada al final de un largo pasillo en el que se abrían puertas a cada lado. No había dos puertas iguales. Diferían en altura, forma, estilo, color, anchura y en toda magnitud imaginable e inimaginable. Ante algunas puertas estaba emplazado un sirviente a cada lado, ante otras sólo uno y en otras ninguno. Todos los sirvientes vestían de uniforme, pero éstos variaban tanto como la configuración de las puertas. Para su maravilla, Kreator se percató de un sirviente que llevaba el uniforme pintado sobre su cuerpo. Una de las primeras puertas que atrajo la atención de la Compañía era muy alta y muy ancha. Su tablero era de color verde cardenillo y estaba adornado con dibujos de flores, plantas trepadoras y otros motivos a lo largo del borde dorado. A un lado de una puerta se mantenía erguido un sirviente de cara a la pared. Erg intentó muchas veces llamar al sirviente, pero éste no reaccionaba. Cuando Kreator lo intentó, el sirviente rompió a llorar. La Compañía, sorprendida, decidió dejar al pobrecito en paz, así que Kreator agarró el picaporte, que se accionó con facilidad. Tras la puerta habían esperado encontrar una habitación de uno u otro tipo, pero no había nada. Detrás de la puerta solamente vieron una pared desnuda. Los goznes estaban atornillados directamente en la pared, sin que esto sirviese visiblemente para propósito alguno. Cuando Kreator cerró la puerta el sirviente había desaparecido, en el suelo sólo quedaba el uniforme que llevaba puesto: un bonete de piel, una cota de malla y unas zapatillas. 104 La leyenda de Mundo Minor El silencio acompañó a la Pequeña Compañía a lo largo del ancho pasillo, mientras miraban las puertas que iban dejando atrás. Después de un rato pasaron ante una puerta en la pared de enfrente que resultó interesante. No había ningún sirviente apostado ante esa puerta azul claro de cristal ahumado. A través de la puerta observaron durante mucho tiempo una habitación. Parecía ser una sala monumental, una sala de ceremonias o un salón de baile, o algo similar. Del techo pendía la araña de cristal más preciosa que se pueda imaginar, que lanzaba destellos de todos los colores del arco iris por la habitación. A lo largo de las paredes estaban dispuestas varias mesas, cubiertas de manjares deliciosos servidos en platos de cristal en pequeñas pilas que reflejaban la luz de la araña. Entre los platos había candelabros de la más pura plata bruñida, cada uno con seis velas. El suelo estaba cubierto por una alfombra gruesa azul verdosa que parecía de una suavidad y hermosura increíbles. Al fondo de la habitación, varias personas hablaban y reían en pequeños corros. Daba la impresión de que se estaban divirtiendo mucho. La Compañía llevaba un rato con las narices apretadas contra el cristal de la puerta cuando las personas de la habitación captaron su presencia. Mediante gestos y movimientos les hicieron entender que estaban invitados a abrir la puerta y entrar. Con cuidado, Kreator posó la mano sobre el picaporte y la puerta se abrió, mostrando una escena completamente distinta. La estancia tras esa puerta abierta estaba sumida en una penumbra polvorienta, iluminada sólo por un pequeño haz de luz que se filtraba por una ventana enrejada colocada bajo el techo. El suelo estaba cubierto con una capa de moho de unos tres centímetros que desprendía un hedor indescriptible. No consiguieron ver nada más antes de que Kreator cerrase la puerta de un golpe al ver aproximarse a la carrera desde el fondo de la habitación una manada de lobos que 105 La leyenda de Mundo Minor galopaba entre gruñidos envuelta en una nube de polvo y moho. En ese preciso instante en que la puerta se cerró, volvió a aparecer la misma gente de antes, si bien estaba vez situada un poco más cerca de la puerta. En seguida intentaron persuadir a Kreator para que la abriese de nuevo. En silencio y desazonada, la Pequeña Compañía regresó a su estancia. Allí permanecieron, pero se les había arruinado el buen humor y seguían cansados por el viaje, así que se fueron a la cama. En mitad de la noche los despertó un ruido de muchas personas que se aproximaban aprisa por el pasillo hacia su estancia. Una multitud de sirvientes que se quitaban la palabra de la boca unos a otros estuvieron muy cerca de echar abajo la puerta al intentar entrar todos a un tiempo. Después de un largo rato de tumulto y de varios intentos fallidos por averiguar el motivo de la agitación de los sirvientes, la Pequeña Compañía se percató de que querían que los siguiesen. Los sirvientes, que ascendían a unos 12 o 15 individuos, se mostraban visiblemente excitados y pateaban, nerviosos, mientras la Pequeña Compañía se vestía con sus ropajes. Al terminar esta tarea se vieron empujados al exterior de la puerta y por el pasillo hacia la sala de audiencias. Varias veces intentaron Kreator, Erg y otros miembros de la compañía enterarse de la razón de tanta premura, pero fue en vano. En el camino Kreator advirtió que la puerta verde con las pinturas doradas había desaparecido, aunque el uniforme del sirviente todavía yacía donde antes se erguía la puerta. También pasaron ante la puerta de cristal, cuya luz interior se había apagado. De todos modos, a Kreator le pareció ver algo grande moverse en la oscuridad aterciopelada de la habitación... algo todavía más oscuro. De inmediato, los sirvientes emprendieron una marcha tan apresurada que la Pequeña Compañía tuvo dificultad para seguirles el paso. Tuvieron que echar pequeñas carreras para no quedarse 106 La leyenda de Mundo Minor atrás. De camino pasaron muchas puertas, cada cual más extraña que la anterior. Una vez alcanzado el final del pasillo, entraron en la antesala de la cámara de las audiencias, donde el sirviente que había encabezado la marcha bramó unas órdenes incomprensibles con voz ronca. En respuesta, el resto de sirvientes se alinearon en dos filas, una a cada lado de la puerta que conducía a la sala de audiencias. Esta puerta era tan enorme que portón sería una palabra más que apropiada para ella. Medía unos cuatro metros escasos de ancho y llegaba al techo. Su tablero era de cobre, con una banda ancha de hierro a lo largo de todo el perímetro. Además, había dos bandas de hierro sobre ella, dispuestas en diagonal. La puerta y las bandas de hierro se unían con clavos de un metal que Kreator desconocía. Pasado un instante, la puerta se abrió, dividiéndose en dos mitades. Cada mitad giró sobre los goznes hacia la pared hasta formar un ángulo recto. Debido al movimiento de los batientes de la puerta, una parte de los sirvientes tuvo que cambiar de posición, lo que provocó descontento y agitación. Dos de los sirvientes incluso llegaron a las manos, sin que nadie más, aparte de la Pequeña Compañía, se percatase de ello. El umbral del portón hizo que la Pequeña Compañía se asombrase otra vez de cómo se hacían las cosas en este Mundo. El hueco que cubría la puerta era tan pequeño que solamente con dificultad podía uno estrujarse dentro, y era tan bajo que obligaba a caminar de rodillas. El sirviente que antes había gritado las órdenes cogió un tubo del bolsillo de la chaqueta y comenzó a tirar hacia afuera. Resultó ser una trompeta que se podía contraer de igual modo que la antena de un transistor. Con este mecanismo produjo un sonido gangoso y falso, que recibió como respuesta del otro lado del hueco de la puerta una serie de tonos igualmente deplorables. Entonces, los sirvientes comenzaron a arrastrarse a través del agujero uno a uno, pero no antes de que el toque gangoso de la trompeta del cabecilla hubiese anunciado su aparición y de que, tras una pausa, también les gangueasen desde el otro lado. Cuando sólo quedaban 107 La leyenda de Mundo Minor la Pequeña Compañía y el caudillo de los sirvientes, éste, con una gran reverencia, les hizo entender que debían precederlo. La habitación en la que entraron medía alrededor de cuatro metros de ancho, tres de alto y al menos veinticinco de largo. Al igual que ocurría en el pasillo, iluminaba la habitación una hilera de antorchas colocadas en soportes a lo largo de la pared longitudinal. Las antorchas parpadeaban bastante, puesto que la pared al final de la habitación estaba parcialmente derrumbada y el viento helado de la noche se colaba dentro. Las paredes estaban pintadas de un fuerte color rojo oscuro y el techo era tan negro que Kreator, al principio, pensó que se trataba del firmamento nocturno. El techo y las paredes se unían en una cenefa dorada. El suelo no se podía examinar, ya que estaba cubierto hasta la altura de la rodilla con una onda de bruma blanca. A ningún miembro de la Pequeña Compañía le gustaba esa niebla, puesto que todos tenían la horrible sensación de que había algo vivo en ella, algo que no se podía ver; sensación que corroboraba el que todo el tiempo se sucediesen movimientos en la bruma, una vez aquí y otra allá, casi como los que hace un gran pez coleando en la superficie de un lago. En la pared descansaban antorchas en soportes de hierro situados a intervalos de un par de metros. Debajo de cada antorcha se encontraba una pequeña mesa y sobre estas mesas había diversos objetos que no tuvieron la posibilidad de observar más de cerca. A la derecha del agujero de entrada se elevaba una plataforma sobre la cual había un trono. Sentado en él estaba el Rey de Mundo Ambo. Toda la Pequeña Compañía saludó de forma cortés y con el mayor de los respetos, a pesar de que sentían mucha aversión a arrodillarse en esa niebla traicionera. Pero terminó siendo demasiada cortesía, visto que hicieron una reverencia, se dieron la mano e infinitas otras cosas que duraron tanto tiempo que casi resultó grotesco. Cuando el protocolo llegó a su fin, el Rey preguntó por su mandado en 108 La leyenda de Mundo Minor Mundo Ambo. Kreator comenzó hablando del viaje de la compañía a Terra Inkognita, a raíz de lo cual el rey sonrió y susurró algo a un sirviente que estaba apretujado entre el trono y la pared. El sirviente se tronchó de la risa en la medida en que se lo permitía ese espacio reducido, y se golpeó varias veces la nuca contra la pared (evidentemente sin percatarse). Cuando la risa del sirviente comenzó a disminuir y se transformó en un cloqueo, Kreator continuó hablándoles sobre las formas de vida que habían encontrado y sobre el Proyecto. Llegados a este punto, Kreator hizo una pausa y miró a su alrededor, ya que cuando empezó a hablar se habían producido animadas charlas entre los sirvientes, pero ahora todos se habían callado y lo contemplaban con aspecto serio. Toda esa jovialidad había desaparecido como barrida por el viento. En el rostro del rey consiguió ver una expresión amenazadora. Kreator miró hacia abajo. En la niebla se producía un movimiento, en especial alrededor del lugar donde se encontraba. Con una voz ensordecedora el rey exigió saber al instante más sobre cómo habían puesto en práctica el Proyecto. A todo esto Kreator asintió sin alzar la vista de los movimientos de la niebla. Ante esa inclinación de cabeza todos los sirvientes dejaron escapar una exclamación de terror; el rey permaneció en silencio. Entonces, el rey se inclinó hacia adelante y preguntó con lentitud, insistencia e ira contenida por qué habían venido a verlo después de haber construido un jardín en Terra Inkognita. Sin sacar los ojos de las espirales que se formaban en la niebla, Kreator relató la catástrofe. Una vez hubo el rey escuchado todo, se irguió y mandó prender a la Pequeña Compañía. De repente todo fue confusión. La niebla comenzó a comportarse como si hirviese, los sirvientes corrían en círculos por la habitación, sin ningún plan aparente, con el resultado de que constantemente chocaban unos contra otros. El rey bramó, con lo que las mesas temblaron y la luz de las antorchas vaciló aún 109 La leyenda de Mundo Minor más de lo que ya lo hacía a causa de la corriente. Rugió que rendirían cuentas por lo que habían hecho, que encontraría el jardín y él mismo arrancaría cada planta de raíz y mataría a cada animal que habitaba al abrigo de ese muro. La Pequeña Compañía se dirigió hacia el agujero en el muro derruido y desapareció tan rápido como se lo permitieron sus piernas. El rey y sus sirvientes no se habían dado cuenta de la existencia de ese agujero, puesto que nadie intentó interponerse en su camino. Su atención se centraba en bloquear el agujero por el que habían entrado a la sala. Durante mucho tiempo la Pequeña Compañía pudo oír el barullo de Mundo Ambo, mientras corría atravesando la noche oscura de Terra Inkognita, húmeda, helada y negra como boca de lobo. 110 La leyenda de Mundo Minor SEGUNDA PARTE: MONTESBARRERA Para tener una panorámica del valle hay que escalar la montaña. (Anónimo) La Pequeña Compañía estaba segura de que los perseguirían, por lo que huyeron en la dirección opuesta a la que conducía al jardín. Sabían por experiencia que los habitantes de los Mundi no se atrevían a adentrarse mucho en Terra Inkognita, pero, para mayor seguridad, continuaron con su huida durante doce días. (Durantes estos doce días el número de emocionantes creció hasta los cuarenta y dos, según las fuentes más antiguas). Al decimosegundo día, la intención de la Pequeña Compañía era intentar volver al jardín, dando un gran rodeo lejos de los Mundi conocidos de la zona. Pero cuando iban a partir, Kreator y Erg divisaron algo en el horizonte. Como ya se ha dicho anteriormente, el paisaje de Terra Inkognita era relativamente llano, mientras que lo que ahora habían avistado en el horizonte parecía alzarse muy alto. Después de una breve deliberación decidieron explorar este fenómeno antes de regresar, puesto que con toda seguridad sería una ventaja perderse de vista por un tiempo. Al principio, se trataba simplemente de un color gris brumoso en el horizonte, pero cuanto más se acercaban más oscuro y macizo parecía. Ya antes de alcanzarlo había adivinado Kreator de qué se trataba y ahora que se encontraban a sus pies ya no tenía ninguna duda. Tenían que ser las misteriosas y legendarias montañas de Montesbarrera. Treinta y dos días habían pasado desde su huída precipitada de Mundo Ambo. Montesbarrera se alzaba, escarpada y poderosa, en el paisaje, y 111 La leyenda de Mundo Minor ocupaba toda la anchura del horizonte de Terra Inkognita. Nadie en la Pequeña Compañía tenía idea de qué podrían encontrar si cruzasen esas majestuosas cimas. Lo que habían oído en los diferentes Mundi que habían visitado era de naturaleza muy diversa y no se podía calificar como positivo. El tema más recurrente decía que nadie de los que habían cruzado esa frontera había regresado. Del otro lado habían llegado mensajes aislados, pero imperaba un gran discrepancia sobre su interpretación. Por todo esto, no se tenía una idea definida al respecto. Para contar con una base mejor para evaluar el significado de las montañas, la Pequeña Compañía decidió continuar su viaje a lo largo de los pies de la cordillera en la dirección que conducía de vuelta al jardín. Montesbarrera exhibía un color negro muy mate, pero, sin embargo, fragmentaba la luz del sol en pequeños centelleos de todos los colores que Kreator conocía, junto a otros que nadie de la Pequeña Compañía había visto antes. Las laderas de las montañas, que se alzaban escarpadas sobre la superficie de la tierra, no era tan escabrosas como cabría esperar; más bien eran elásticas y suaves. Debido a la subida tan abrupta era imposible escalar las quebradas cumbres para adquirir una vista panorámica sobre el paisaje del otro lado de la montaña. A mitad del segundo día de viaje junto a los montes, atrajo su interés una luz trémula en un punto distante de una ladera. Ese resplandor se tornó motivo de sorpresa, ya que... ¡era agua! Uno de los bienes más escasos y preciados que se podían encontrar en Terra Inkognita era justamente el agua, y en este lugar encontraron este tesoro brotando en la pendiente de la montaña en cantidades abundantes. El resplandor que habían visto era sencillamente el de un río que manaba de la falda de la montaña y discurría por ella hasta terminar en un lago alargado que relumbraba, sereno, al pie de la cordillera. De inmediato, la Pequeña Compañía decidió levantar un campamento a orillas del lago y con gusto se sacaron la ropa para 112 La leyenda de Mundo Minor saltar jubilosos en esa agua fresca y vivificante. El agua era maravillosa, por lo que la Compañía eligió quedarse en el campamento mientras exploraban la pendiente para encontrar un camino que atravesase Montesbarrera. Muchos lugares no se alzaban tan abruptos al pie de las montañas, pero no llegaban muy alto antes de que tuvieran que desistir del ascenso. No parecía haber ningún desfiladero que pudiese conducir al otro lado. Por eso la Pequeña Compañía convino que sus esfuerzos se centrasen en las zonas situadas a ambas riberas del río, ya que el agua había excavado allí unos surcos en la superficie de la pendiente. La forma en que estos surcos estaban labrados sugería que el cauce del río se había desplazado, hecho que después de todo podía quizá ayudarles a trepar hasta el lugar de donde provenía el agua. Por esta razón, partieron y levantaron un nuevo campamento donde el río desembocaba en el lago. De este modo, el lago quedó entre ellos y Terra Inkognita. En honor a su forma, llamaron al lago Lagolargo. Demostró ser una buena elección. Por un lado, la superficie era más irregular, por lo que resultaba más fácil encontrar puntos de apoyo y, por otro, la subida no era tan abrupta a causa de la erosión del río. Después de tres días de subida se encontraron junto al nacimiento del río, desde donde ya no parecía haber modo alguno de subir más. La Pequeña Compañía acababa de decidir descender un tramo de la ladera para pasar la noche en una caverna que el agua había labrado cuando Erg perdió pie. Antes de que alguien pudiese reaccionar, se lo tragó el agua del río. De inmediato el resto se dividió para peinar el curso desde ambas orillas. No encontraron ni rastro de Erg, ni ese día ni los tres siguientes. A la mañana del cuarto día los despertó un grito de alegría, que sin duda había sido pronunciado con la voz de Erg. Una vez pasadas las primeras jubilosas manifestaciones de dicha, la compañía pidió a Erg que relatase lo que le había sucedido, tarea a la que éste se entregó de buen grado. 113 La leyenda de Mundo Minor Cuando Erg se hubo girado para seguir a la compañía hacia la caverna, una piedra bajo sus pies se desprendió. Este infortunio lo precipitó de espaldas al río, que brotaba de una roca bajo él. Para su asombro, cayó a través del río en una caverna que el agua había labrado en la roca, pero por donde el río no fluía ahora, sino que saltaba sobre ella. Si el fondo de la caverna no hubiese cobijado un gran lago, sin duda no habría sobrevivido a una caída de casi veinte metros. En ese lugar el río también se convertía en una cascada que fluía de una gran cueva que cubría por completo; de esta guisa, el río funcionaba casi como un manto de agua. Erg nadó hasta el final de la cueva que llevaba hacia el interior de la montaña porque allí veía tierra firme. A un par de metros del agua aparecían algunos arbustos rastreros y pálidos que crecían sobre un fondo de musgo suave. Mientras yacía en esa alfombra de musgo, Erg observó la cascada por la que había caído. El sol brillaba por ese agujero de luz que él contemplaba, creando destellos, franjas y puntos de colores que relumbraban en el agua. Una visión hermosa aunque descorazonadora, puesto que no existía ninguna posibilidad de trepar por esas paredes resbaladizas y abovedadas por donde se desplomaba sin cesar una corriente que lo engulliría. Después de haber descansado un poco, Erg decidió explorar su forzoso hogar para sopesar qué posibilidades tenía de ponerse en contacto con los demás. La cueva era, por lo que permitía adivinar la escasa luz, de forma oval. Toda esa parte que se desviaba hacia la pendiente, bajando hacia Terra Inkognita, estaba llena de agua. Erg no podía calcular la profundidad del agua, pero estimó que era considerable. La zona de la cueva opuesta a donde Erg estaba sentado era una ribera cubierta de musgo que presumiblemente continuaba más allá, hacia la pared rocosa que la iluminación impedía ver a Erg. Erg se levantó y caminó hacia el fondo tenebroso de la caverna para determinar la distancia hasta las paredes en ese extremo. Estaban 114 La leyenda de Mundo Minor más alejadas de lo que había esperado. A juzgar por las apariencias, estaba demasiado oscuro para que creciesen arbustos o musgos, únicamente cubrían el suelo suaves piedras redondeadas. Una brisa fresca llamó la atención de Erg... ¿de dónde había venido? Con una mano en la pared, caminó con cautela mientras husmeaba sin cesar los movimientos del aire. Debía de haber una salida, o al menos una hendidura, por donde se filtrasen estas corrientes. En el camino encontró un corredor de un buen metro de anchura por el cual una débil pero constante brisa fluía hasta la caverna. El corredor se empinó un poco y se ensanchó una pizca, pero la brisa seguía siendo constante. Con esperanzas renovadas, Erg inició la subida. La total oscuridad, el silencio (el sonido de la cascada ya no se podía oír en la distancia) y la constante brisa hicieron que Erg perdiese la noción del tiempo y del espacio. Cuando se cansó, se sentó a reposar y dormitó a ratos. No consiguió gozar de un sueño de verdad, puesto que la brisa lo helaba en sus ropas todavía húmedas. De cuánto tiempo duró su deambular, como ya había dicho, Erg no tenía ni idea, pero cuando salió al aire libre las estrellas le salieron al encuentro con su cintilar. El viento helado de la noche no soplaba en este lado de la montaña, lo que aseguró a Erg una buena noche de sueño. Llegó la mañana y Erg se despertó con sol y calor. Se quitó la ropa y la dejó a la salida del túnel, sobre unas rocas que parecían haber rodado desde la montaña. Vagó desnudo bajo el sol, en parte para entrar en calor y en parte para explorar los alrededores. El paisaje a este lado de Montesbarrera era totalmente diferente del que conocía del lado de Terra Inkognita. La superficie estaba cubierta de hierba corta, tiesa y pálida, alternando con brotes de pequeños matorrales achaparrados. También había algunas flores, todas de formas colores y discretos y tímidos. Se veían también animales, pero eran tan esquivos y raquíticos como todo lo demás. A unos doscientos metros discurría el río, que en este lado era ancho y 115 La leyenda de Mundo Minor cristalino. El agua estaba muy tranquila, excepto por un gran remolino cuyo centro estaba situado a unos 20 metros del lugar donde el agua tocaba las paredes rocosas. Con toda probabilidad, era de aquí de donde venía el agua del río que caía al otro lado. Erg anduvo un poco por la zona al azar sin poder decidir lo que debía hacer. De un modo u otro, debía encontrar un camino que lo condujese junto a los demás, o al menos una forma de contactar con ellos. Las relatos que conocía sobre los pocos mensajes que habían llegado de quienes cruzaron Montesbarrera no eran muy precisos a la hora de describir de qué manera se habían transmitido dichos mensajes. De hecho, ni siquiera estaba seguro de que le fuese posible enviar un mensaje desde allí a él solo, ya que los relatos implican siempre un esfuerzo activo por parte de los habitantes de uno o de varios de los Mundi que se extendían del lado de Terra Inkognita. Mientras Erg se entretenía en estos pensamientos, su mirada reconoció la ladera de la montaña. No daba la impresión de ser tan escarpada en este lado y más bien parecía que el corredor lo había conducido a lo alto de una meseta donde el paisaje quedaba considerablemente más alto que Terra Inkognita. Quizás valiese la pena probar a escalar la montaña desde ese lado. Si fracasase, al menos tendría una buena panorámica de todo el valle. Recogió su ropa, que ahora estaba seca. La subida era bastante menor por este lado, y la cima de la montaña más cercana, pero no por ello fue pan comido la ascensión. Erg anduvo con buen paso y alcanzó la cima cuando el sol estaba ya en lo más alto del cielo. Aquí encontró una altiplanicie desde donde podía ver el paisaje de ambos lados. No podía abarcar las dos vistas desde la misma posición, sino que debía caminar unos treinta metros hacia el otro reborde de la altiplanicie para contemplar la otra. La visión del paisaje adonde había ido a parar por azar no dejaba sombra de duda: se trataba de una meseta de enormes dimensiones. Tan lejos como alcanzaba la vista se extendía la 116 La leyenda de Mundo Minor cordillera de Montesbarrera por ambos lados, hasta ser devorada por el resplandor del horizonte. Enfrente estaba situada la meseta, con el río que se empequeñecía más y más hasta desaparecer en la lejanía. A la orilla del río, los colores eran más frescos y verdes y esas zonas verdes daban la impresión de ampliarse a medida que el río se acercaba más al horizonte. Esto bien se podría interpretar como resultado de una tierra más fértil y, por consiguiente, más indicada para su Proyecto de jardín. Este pensamiento hizo que el corazón de Erg diese un vuelco de gozo en su pecho. El panorama del lado de Terra Inkognita no era para nada alentador. Había un muy largo trecho hasta el pie de las montañas por este lado y las laderas eran casi verticales. Un buen tramo por debajo de él, vio la corriente que salía de un lado rocoso en forma de una cascada formidable. El campamento de la Compañía no estaba a la vista, en tanto que Terra Inkognita se asemejaba a una enorme mortaja. Ninguno de los Mundi próximos eran visibles en ese horizonte intacto. Desde el borde de la altiplanicie, el primer tramo de la bajada era muy escarpado, después la ladera se allanaba un poco. Las rocas eran bastante suaves así que... ¿debía saltar?... supondría una caída de unos cinco metros, ¿y qué pasaría después? Erg estaba confuso porque no poseía ni una cuerda ni ningún otro recurso. No ayudaría lo más mínimo el desgañitarse a gritos o agitar los brazos en el aire, pues en la distancia nadie podría verlo y la cascada ahogaría cualquier grito con su rugido. Erg saltó. Gracias a la suavidad de la superficie de la pendiente apenas se hizo daño, pero esas piedras redondas y suaves que cubrían la superficie rocosa lo hicieron resbalar un trecho hasta el próximo reborde. De esta forma Erg se deslizó, tropezó y cayó un largo rato antes de agarrarse a un saliente de una roca que pudiese frenar su frenética velocidad. Al mirar atrás, Erg sólo podía ver que el resbalón, que lo había dejado aturdido y algo magullado, le había hecho avanzar un buen tramo en la dirección de su destino. Echando la vista abajo, hacia las rocas, pudo comprobar que todavía quedaba mucho por andar. 117 La leyenda de Mundo Minor De esta forma, Erg llegó lejos en su descenso de Montesbarrera antes de tener que acostarse, porque ya estaba completamente molido, en una pequeña cornisa donde la roca más cercana creaba una especie de techo que lo protegía. Para su gran alegría, estaba tan cerca de la cascada que pudo conciliar el sueño con el débil sonido de su rumor en los oídos. Cuando Erg se despertó, se sentía como si lo hubieran roto en mil pedazos y luego lo hubiesen recompuesto de mala manera. Por eso continuó echado mientras, con los ojos cerrados, escuchaba el rumor del agua bajo él. Con gran esfuerzo, consiguió salir de ese refugio nocturno. Bajo su posición podía ver la última fase del viaje; sólo esperaba que los demás estuviesen en el campamento junto a la cascada a donde esperaba llegar, si todo iba bien, antes del crepúsculo. Se puso en marcha, y el siguiente resbalón lo condujo por desgracia en una dirección inesperada, pues poco tiempo después ese deslizarse lo lanzó al río. A partir de entonces, todo pasó muy rápido. Mucho tiempo después, un Erg helado, magullado, empapado y hecho polvo, aunque también extremadamente aliviado, se arrastraba fuera hasta la orilla del lago. A duras penas logró alzarse y continuó tambaleándose el último trecho hasta el campamento. Lo traspasó una sensación cálida e indescriptible cuando percibió claros indicios de que los otros estaban de nuevo allí concentrados. Reanimado, recorrió el tramo restante con un andar fatigoso, tan aprisa como su maltratado cuerpo le permitía. Con un grito de entrañable regocijo, Erg saludó al campamento. El resto de la Pequeña Compañía se llevó un buen susto cuando vio a Erg caer y, como no conseguía encontrarlo en su búsqueda, acusaba un ánimo más abrumado de lo normal en esos días. Ahora, en cambio, estaban indescriptiblemente agradecidos por verlo de nuevo. Erg tuvo que narrar una y otra vez su relato, en especial la parte que refería su caída a través de la cascada y su posterior 118 La leyenda de Mundo Minor caminata a lo largo del túnel. La razón era, por supuesto, que ese era el único camino que conocían hacia el otro lado. Debido al estado de Erg, la compañía resolvió buscar un camino alternativo hasta que él hubiese recobrado las fuerzas. De no haber encontrado otra vía por entonces, debatirían si emprender el viaje a través de la cascada. La búsqueda no dio ningún resultado. Siete días después del regreso de Erg, Kreator convocó a la Pequeña Compañía con la intención de convenir cómo organizar el viaje a través de la cascada. Puesto que era el único que había visto la gruta bajo el salto de agua, fue Erg el que dirigió el consejo. (En aquel entonces, la palabra “consejo” se convirtió en la expresión más usada para la toma de decisiones en común) Por motivos de seguridad acabaron decidiendo anclar una cuerda a una roca y largarla por la cascada atada a una piedra. Erg debía deslizarse hasta el agujero en primer lugar para controlar que el resto bajase seguro. Kreator sería el último y vigilaría la cuerda para que no terminase raída por los tirones del descenso. La cuerda medía unos 50 metros de largo, pero no llegó hasta el fondo de la cueva. Todo sucedió como estaba planeado y, por último, se encontraban todos sobre el musgo de la orilla del lago de la caverna. La cuerda la dejaron allí, ya que podría usarse como salida en caso necesario. La caminata a lo largo del túnel transcurrió en silencio. El aire era lo bastante fresco, pero sentían de igual modo el peso macizo de Montesbarrera sobre sus cabezas. Erg continuaba al frente. Daba grandes zancadas porque ansiaba salir al aire libre y mostrar a sus compañeros el territorio tras las montañas. De vez en cuando, andaba a un paso tal que tenía que aguardar por los demás. Marcharon, descansaron, durmieron y, por fin, Erg anunció que podía vislumbrar la luz de una estrella. Toda la compañía se alegró de que el viento nocturno no soplase en este lugar, así que se echaron cómodamente dentro del semicírculo de rocas despeñadas que rodeaba la salida del túnel y se tomaron una bien merecida noche de descanso. 119 La leyenda de Mundo Minor A medida que el sol, en su trayectoria, alcanzaba a los miembros de la compañía con sus rayos, los iba despertando. Los ánimos estaban relajados y tranquilos. A petición de Erg, se encaramaron a la altiplanicie, desde cuya superficie otearon la lejanía con ayuda del antiguo, pero eficaz, catalejo de Kreator. Pronto se generalizó la opinión de que el paisaje tras Montesbarrera era mucho más acogedor que el yermo de Terra Inkognita. Ese territorio fue bautizado con el nombre de Terra Nova y, como había sido mérito de Erg el poder sentarse allí a gozar de aquel panorama, dieron a la altiplanicie el nombre de Meseta de Erg. El resto del día la Compañía lo empleó en planear la exploración de esta nueva tierra, que sencillamente parecía estar esperando acogerlos en sus entrañas. La noche los acunó en la Meseta. 120 La leyenda de Mundo Minor TERCERA PARTE: TERRA NOVA Si el manantial se enfanga, lo hace todo el río. (Corea) El sol asomaba sobre el horizonte y dejaba que las peñas y las rocas arrojasen largas sombras sobre la superficie de Terra Inkognita. A medida que su luz rozaba a los miembros de la Pequeña Compañía, como el día anterior, se despertaban frescos y reposados. Las sombras se estrecharon muy rápido según el calor aumentaba de intensidad. Pero a esas alturas, la compañía ya había dejado la Meseta de Erg para inspeccionar más de cerca el río y los juncos que crecían en su orilla. Los juncos que crecían allí no los habían visto nunca al otro lado de la montaña, tenían casi la altura de un hombre y eran proporcionalmente de constitución delgada. En unos cuatro puntos a lo largo del tallo se abrían unas vainas con hojas pequeñas y afiladas. En las ocasiones en que el viento se movía, la vegetación crepitaba levemente. Los juncos se erguían muy densos, pero comenzaban a ralear ya a un par de metros de la ribera. A unos seis metros del río tomaba el relevo esa hierba corta y áspera. Los ojos avezados de la Compañía averiguaron, raudos, que había una fauna muy rica y variada en comparación con la que conocían de Terra Inkognita. También era evidente que existía una nítida línea que separaba a los animales que vivían en los juncos de aquellos que frecuentaban la hierba. De hecho, era una línea divisoria tan precisa que suscitaba mucho asombro, en especial en Kreator, que era el más sabio en 121 La leyenda de Mundo Minor materia de la fauna y la flora de Terra Inkognita. Parecía haber una porción de tierra de nadie muy bien definida entre cada hábitat que garantizaba de forma eficaz que todas las especies permaneciesen en el lugar que percibían como su hogar. En el jardín de Kreator todas las especies habían podido moverse con libertad, sin tener en cuenta el hábitat al que de verdad perteneciesen. Esta diferencia absorbió a Kreator tanto que se lo comentó a Erg, que no lo había advertido. Erg, por su parte, había descubierto que había varios animales que vivían de devorar a otros, lo que tampoco sucedía en el jardín de Kreator. Muchas cosas eran, por lo visto, diferentes aquí. El remolino situado donde el río se encontraba con la falda de Montesbarrera era también muy peculiar. Se parecía a un embudo gigante de masas de agua rotatorias que giraban casi sin producir ningún sonido. Sólo se escapaba de cuando en vez un leve gorgoteo. Junto a las paredes rocosas el río medía unos cincuenta metros de ancho y el remolino tenía la apariencia de medir al menos ¡treinta y cinco metros de diámetro! Apenas soplaba el viento, pero tampoco hacía especial calor, comparado con la temperatura diurna de Terra Inkognita, ya que las inmediaciones del río y la consecuente humedad mitigaban el ardor del sol. La Compañía inició su expedición a lo largo del río, ansiosa por descubrir que en esa tierra podían rescatar sus esperanzas. Kreator deseaba mantener el orden en sus descubrimientos, para lo que, ya la noche del primer día, comenzó a redactar un diario y a trazar un croquis de su ruta de viaje. (A la luz de los fragmentos que se conservan en diferentes archivos, ha sido posible reconstruir una reproducción de ese mapa. Puede 122 La leyenda de Mundo Minor verse al final del libro. El diario en sí, en cambio, no se ha conservado). El primer día trasladaron el campamento a la zona donde el río se dividía en dos. Entre estos dos brazos de río crecía un matorral. Kreator deseó emplear el resto del día, o incluso otro más, en estudiarlo más de cerca, puesto que se podía oír un sonido en esa dirección que indicaba que había formas de vida con las que nunca se habían topado. A la vera de la fogata (que alimentaban con manojos atados muy prietos de juncos secos), discutían sobre lo que habían visto hasta el momento y sobre las conclusiones que podían sacar de acuerdo con ello. En lo que concernía al terreno, no había ninguna duda de que era mucho más fecundo allí que en ningún otro lugar que hubiesen visto en Terra Inkognita. El agua tampoco sería un problema. Lo único que se presentaba como una pequeña traba al entusiasmo de Kreator era la ausencia de interacción entre las formas de vida de las diversas áreas. Cruzar hasta el matorral no era tan fácil, pues desconocían las condiciones de las corrientes y, en general, el río. Por último, decidieron construir balsas con juncos de la ribera para que un emocionante se tumbase sobre ellas y remase hasta el otro lado con una cuerda. Los demás podrían tirar así de ella. Erg se ofreció de inmediato voluntario para ser el jinete de la balsa. El matorral demostró ser un lugar de verdad prodigioso. Lo primero que apreció la cuadrilla cuando penetró en él fueron pequeñas... cosas... que silbaban en sus oídos. Cuando estos seres empezaron a producir el sonido que habían oído antes de cruzar el río, se hizo patente que eran una especie animal... aves. El matorral albergaba muchas especies, todas muy pequeñas, tímidas y empolvadas de colores. Además, también había larvas, insectos, arañas, hormigas 123 La leyenda de Mundo Minor y (para su gran sorpresa) una especie de serpiente. Bajo el matorral crecían diferentes plantas pequeñas, musgo y líquenes. Esta severa segregación entre los hábitats de Terra Nova también se manifestaba aquí, estando la fauna del matorral por un lado y la fauna de debajo del matorral por otro. Lo más interesante era la grava sobre la que crecía el bosque. Las piedras eran de todos los tamaños, desde un grano de arena hasta un huevo de gallina, y de todos los colores imaginables. Si se cogía un puñado en la mano, centelleaba al sol del mismo modo que la ladera de Montesbarrera. La Compañía mantuvo el campamento en el matorral durante dos días, antes de regresar al campamento de la ribera del río. Los siguientes seis días viajaron a lo largo del río, sin descubrir grandes cambios en el paisaje, salvo por los juncos, que aquí eran más fuertes y cubrían una franja más ancha. Sin embargo, sí sucedió algo, y fue que el número de emocionantes aumentó de forma considerable. (Desde este momento, ya no existen más indicaciones precisas sobre el número de emocionantes). A la noche del sexto día, Kreator reunió a los emocionantes en Consejo y descubrió que faltaban dos. Ninguno de los demás sabía dónde estaban o cuándo habían desaparecido. Pero todos podían referir que los dos se habían mantenido apartados desde que habían dejado el matorral. Todo el séptimo día, la Compañía permaneció en el campamento mientras buscaban a los dos desaparecidos por la zona. No los encontraron, pero aparecieron esa misma tarde. No podían (o no querían) contestar a las preguntas sobre dónde habían estado. Este suceso llenó a Kreator de desasosiego. Cuando el campamento se calmó, Kreator y Erg bajaron al río para discutir sobre lo que había pasado. Los emocionantes poseían cada uno su personalidad, pero 124 La leyenda de Mundo Minor tenían en común que eran abiertos y francos. Esto se manifestaba sobre todo en su mirada clara y afable. Una cosa había impresionado a Kreator sobre los dos emocionantes retornados, y era el cambio que se había producido en su mirada. Sus ojos se habían vuelto oscuros... opacos. Era como si en lo fundamental hubiesen cambiado, como si tuviesen entre manos algo que no podían (o más bien debía de ser... no querían) compartir con el resto de la Compañía. Desde la mañana del siguiente día, Kreator mantuvo los ojos bien abiertos en relación con los dos emocionantes. Parecían cuidar de sus obligaciones como solían, pero la diferencia era que estaban muy callados en contraste con el resto. Jamás decían nada, sólo hablaban entre ellos. Por otra parte, cuando otro emocionante les dirigían la palabra, respondían de forma tan breve como fuese posible. El resto de emocionantes no parecía querer notar la alteración en la conducta de estos dos, sencillamente los dejaban a su aire. La Compañía se había desplazado apenas durante medio día cuando la vegetación de juncos se terminó de improviso. Durante un largo trayecto caminaron sobre la grava vítrea y centelleante. La vegetación cesó tan de golpe que Kreator no pudo evitar sorprenderse. De hecho, parecía que alguien la hubiese arrancado. Después de unos doscientos metros de grava desnuda, los juncos reaparecieron del mismo modo repentino en que habían desparecido. La índole de los juncos no era la misma, ahora eran más fuertes, más altos, de colores más oscuros y con hojas de aristas afiladas como cuchillos que ahora estaban repletas de pequeños ganchos. Kreator notó que los dos emocionantes examinaban el cambio que habían sufrido los juncos con profundo interés. La compañía levantó el campamento donde comenzaba este nuevo tipo de juncos, con vistas a Matafloresta, que allí terminaba. Las piedras de la grava donde crecían los juncos eran ahora de mayor tamaño. Las más pequeñas todavía eran como granos de 125 La leyenda de Mundo Minor arena, pero había otras piedras del tamaño de una naranja grande. También eso parecía atraer el interés de los dos emocionantes. Cuando no estaban realizando uno u otro trabajo, se sentaban a la orilla del río y examinaban las piedras más grandes que podían encontrar. Antes de acostarse, Kreator se quedó de pie bajo los últimos rayos del sol de la tarde, contemplando lo que podía abarcar del paisaje allí afuera. Daba la impresión de que la zona de crecimiento de los juncos se había vuelto aún más ancha y éstos aún más fuertes. Esto le hacía suponer una tremenda fertilidad del terreno, pero, por una u otra razón, inundaba su mente un extraña tribulación que ni él mismo entendía. Al mirar la corriente, pudo ver que se ensanchaba, lo cual indicaba que probablemente el río era una ramificación proveniente de un lago. Por el rabillo del ojo, advirtió que uno de los dos emocionantes posaba su mirada inexpresiva sobre él, mientras el otro le susurraba algo al oído. Por primera vez, Kreator se sintió inseguro, tanto por los rasgos cambiantes del paisaje en general como, en particular, por aquellos dos. No pudieron avanzar mucho al día siguiente antes de que los juncos creciesen tan densos que no les quedase más remedio que desistir de continuar el viaje por la ribera. Tuvieron que desplazarse al otro lado de la faja de juncos, puesto que, de continuar, los bordes afilados de estas plantas los desangrarían con sus cortes. Según progresaba la jornada, crecía un sonido que venía del otro lado de la faja de juncos. Poco después de mediodía, se hizo tan nítido que pudieron determinar sin dificultad que se trataba del sonido de agua. A una orden de Erg, comenzaron a abrirse camino a machetazos en la faja de juncos para poder llegar al agua y ver por qué producía ese sonido. El ruido provenía de un manantial situado en mitad de un lago que, como Kreator había adivinado, se 126 La leyenda de Mundo Minor extendía ante ellos. El agua se elevaba en un grueso chorro que chapoteaba en su caída sobre la superficie del lago. Por la distancia, Kreator tuvo dificultades para estimar las dimensiones del manantial, pero calculó que la altura de la columna de agua sería de unos doscientos metros y que su espesor alcanzaría al menos los veinte. Se trataba, pues, del nacimiento del río, al que dieron el nombre de Manantial Vível. El agua del lago estaba un tanto turbia y tenía, en relación con la del río que habían seguido hasta ahora, un ligero regusto. Se veía que el manantial provocaba una corriente en el río a lo largo de la orilla, hecho que dic una idea a Kreator. Dado que la faja de juncos se hacía continuamente más ancha y no les permitía bordear el lago por la orilla, deberían alejarse más y más del agua, si era necesario dejar a los juncos entre ellos y el lago. Si, en cambio, continuasen por la orilla del lago, no tendrían este problema. La solución sería proseguir en balsas de juncos secos, puesto que los frescos no se podían utilizar por culpa de sus aristas afiladas. Kreator convocó a consejo y transmitió la idea a los emocionantes, que fue bien recibida, incluso agradó a aquellos dos de los ojos oscuros y vacíos. Convinieron levantar el campamento en el claro que acababan de despejar de camino al lago y usar los juncos que habían segado para las balsas. Los emocionantes debían dividirse en grupos, cada uno debía fabricar una balsa para uso propio. El trabajo debía comenzar al alba. Kreator había esperado que los dos emocionantes (a quienes él y Erg llamaban “El Club de los Dos”) construirían su propia balsa y navegarían solos. Pero se deleitó con la sorpresa de verlos construir una junto a otros tres emocionantes, por más que su método de trabajo no se asemejase al habitual entre los demás, pues todos solían trabajar en pie de igualdad. Por el contrario, en este grupo de cinco eran principalmente los tres recién llegados quienes trabajaban, mientras “El Club de los Dos” los dirigía. Al mismo tiempo, Kreator se percató de que se había producido una transformación en la relación entre “Los Dos”. 127 La leyenda de Mundo Minor Tendían a hablar más de lo que solían. Uno permanecía junto al otro todo el tiempo como hablándole sin cesar, casi siempre entre susurros. El otro, en contraposición, daba la impresión de ser quien daba órdenes a los tres restantes. El lenguaje corporal de los emocionantes en verdad parecía, para el asombro de Kreator, transformarse en órdenes regulares. Esta relación se le figuraba malsana, por lo que decidió convocar un consejo sobre “El Club de los Cinco”, antes de que se convirtiese en un arreglo permanente. Cuando Kreator hizo una ronda para asegurarse de que todas las balsas estaban terminadas, se detuvo junto a “Los Cinco” para examinar su balsa y tantear el ánimo del grupo. “Los Dos” estaban muy taciturnos, en tanto que los tres recién llegados se mostraban relativamente locuaces, a pesar de mostrarse un poco intranquilos. Kreator elogió su balsa y les informó un poco de cómo había pensado continuar. Eso causó la impresión de calmar a “Los Tres”, mientras que “Los Dos” prosiguieron en silencio. Los primeros en botar su balsa al agua fueron Kreator y Erg, junto a los cuatro emocionantes que los acompañaban. A medida que las balsas se botaban en el río, formaban una larga serpiente que se deslizaba por la orilla del Lago Vível. La velocidad, al principio, no podría calificarse de excesiva, aunque aceleraba a un ritmo lento según avanzaba el día. Esta aceleración reafirmaba a Kreator en su sospecha de que debía de haber al menos un río que salía del extremo opuesto del lago. Para no quedar presos de la succión de esas corrientes, antes de que supiese si había más de una, Kreator maniobró la balsa hacia el centro del lago. El resto de balsas siguieron a la cuadrilla y se aproximaron despacio al bramido del Manantial Vível. En este instante, un movimiento cercano a la orilla del lago captó la atención de Kreator. Una de las balsas, al parecer, no había seguido al resto cuando se alejaban de la orilla. Esa balsa 128 La leyenda de Mundo Minor se dirigía, por contra, en dirección a un brazo del río a tremenda velocidad. Dada la distancia, Kreator no podía determinar cuál era esa balsa, pero no tenía dudas de que se trataba de la de “El Club de los Cinco”. La pequeña embarcación desapareció rauda de su vista. A la izquierda de las balsas surgía la columna del Manantial Vível, que se volvía más impresionante según se iban acercando. Los oleajes de masas de agua que empujaba el manantial comenzaron poco a poco a balancear bastante las balsas y Kreator se vio obligado a navegar hacia la ribera de nuevo. El empuje del manantial hacía aumentar la velocidad, razón por la cual en poco tiempo avistaron la orilla opuesta. A la vez, Kreator advirtió la succión de otra corriente, es decir, que debía de haber dos ríos al otro lado del lago. Mientras Kreator navegaba hacia la otra corriente, atrajo su atención de nuevo un movimiento, esta vez localizado en el agua bajo él. Una gigantesca sombra oscura, que llevaba trazas de venir de donde Vível brotaba, se movía lentamente bajo la balsa en dirección a la corriente donde “El Club de los Cinco” se había perdido de vista. Kreator se giró hacia Erg para hacerle notar el fenómeno, pero Erg no pudo ver nada ni tampoco pudieron los demás emocionantes que compartían la balsa. En solitario, Kreator siguió a la sombra con la mirada. No debía de estar a más de cuatro metros bajo ellos, visto que, de lo contrario, el lodo del Manantial Vível que se arremolinaba habría desdibujado su perfil. Infinitamente despacio, la sombra desapareció mientras la succión del nuevo río crecía a un ritmo constante. A buena velocidad, la hilera de balsas de juncos fue absorbida por el curso del río, donde la rapidez disminuyó un tanto. Durante un buen intervalo, hubo pequeñas ondas en el agua del río, pero a medida que se reducía la velocidad desaparecieron. Las matas de juncos de la ribera eran ahora más altas, más resistentes y sus hojas todavía más afiladas. Los ganchos de los juncos eran ahora capaces de rasgar agujeros en la ropa y en la piel. Por lo tanto, trataron de alcanzar la orilla derecha, donde de pronto un matorral 129 La leyenda de Mundo Minor con grava resplandeciente reemplazó a los juncos homicidas. Una vez todas las balsas atracaron en la playa, levantaron el campamento. 130 La leyenda de Mundo Minor CUARTA PARTE: “EL CLUB” Una piedra es mansa y pequeña, empero, uno se hiere con ella. (Dinamarca) Por la mañana, todos repararon en grandes jirones de niebla que se desplazaban despacio sobre el matorral y a través de él. Cuando el sol alcanzó la cima de Montesbarrera, el calor creciente esparció deprisa estos borrones de nubes diseminados. Esta niebla no agradaba a Kreator: de volverse más espesa y persistente podría quizá causar la dispersión de la Compañía. Podrían resolver amarrar las balsas entre ellas con una cuerda. Aún mayor preocupación despertaba el “Club”, cuyas operaciones le resultaban totalmente incomprensibles. Kreator, con la mejor voluntad, no podía ver las sombras de un motivo para la dispersión de la Compañía. Todo lo que la Compañía había hecho hasta la fecha se había fabricado en comunidad y servía para el provecho de todos sus miembros. Era algo completamente nuevo que estos deseasen... crear su propia compañía. Kreator tenía dificultades para figurarse que los miembros del “Club” creyesen, con toda seriedad, poder llevar a cabo este proyecto sin una orientación superior. Deberían tener claro este punto: sin principios rectores, las comunidades se harían pedazos. Cuando Kreator, la noche anterior, había hablado con Erg sobre esto, lo había interpretado como alguna clase de malentendido. No estaba en condiciones de imaginar cuál. Lo que Kreator había visto en los ojos de “Los Dos” insinuaba que algo nuevo y extraño se había filtrado en su comunidad... algo oscuro que Kreator desconocía. Kreator abandonó sus sombríos pensamientos y se concentró en ayudar a desmontar el campamento. Al poco rato, todo estaba listo 131 La leyenda de Mundo Minor y prosiguieron con su viaje. Para mayor seguridad, todos se quedaron junto a la orilla derecha, ya que la corriente no resultaba allí tan fuerte. En el lado derecho crecía el matorral, mientras que en la orilla opuesta, la izquierda, sólo divisaban juncos enmarañados. No habían navegado más que un par de horas cuando Kreator advirtió que la niebla arreciaba de nuevo, en el momento en que de súbito comprendió que ya no alcanzaba a ver la ribera de enfrente. La niebla se hizo más densa y era como si penetrase en la mente de Kreator, donde apagaba su alegría y le producía una horrible sensación en el estómago. Se sentía como si hubiese oídos obscenos escuchando en la niebla que acechaban para hacer a sus palabras prisioneras. Esta sensación era algo completamente nuevo tanto para Kreator como para los emocionantes. Los sonidos se alteraban a medida que la niebla los circundaba; todo sonaba con más claridad y con un timbre... casi metálico. De esta forma, Kreator captó el sonido del río y le sonsacó la información que necesitaba. Él podía, según el ritmo del agua, saber que el río se dividía en dos más adelante y que la bifurcación aparecería a su izquierda. Cuando llegaron a la ramificación del río todos percibieron que la succión del agua se comportaba como habían oído antes. La Compañía permaneció junto a la orilla derecha. Nunca vieron la bifurcación, se quedaron como presa de la niebla. El sonido del río contaba asimismo otras cosas; el agua se había vuelto más espesa y fluía un poquito más viscosa. Al mismo tiempo, Kreator se fijó en que el regusto que había notado también incrementaba su intensidad. Estas circunstancias, unidas a la terrorífica sensación de que algo se escondía en la bruma, persuadieron a Kreator de regresar una vez hubiesen atrapado a “El Club”. Debido a la niebla, ya no podían leer la hora exacta del día en tanto el sol no se manifestase con claridad. La luz empezó a menguar, por lo que se dirigieron a tierra. Más tarde quedó patente que en buena hora habían elegido levantar el 132 La leyenda de Mundo Minor campamento, pues más allá el matorral cedía terreno a unas nuevas y más desagradables matas de juncos. Los juncos se habían tornado tan recios en su estructura que lo más grandes incluso tenían apariencia leñosa. Las hojas eran afiladas y mortíferas como el filo de una espada; los ganchos eran espinas puntiagudas y la vegetación el doble de alta que Kreator. Mientras los emocionantes levantaban el campamento, Kreator penetró en el matorral para estar a solas con su mente atribulada. La transformación que el paisaje había sufrido soliviantaba algo que dormía en las profundidades de la mente de Kreator, algo que su conciencia no era capaz de identificar, ni siquiera de entender. Esa gran sombra negra que había visto venir desde Vível también lo corroía, visto que tampoco la comprendía. Daba la impresión de que todo en derredor estaba evolucionando en un sentido hostil. Este desarrollo también se manifestaba en el matorral en donde se encontraba en ese instante. Era tan válido para el matorral como para los juncos, cuyas espinas se estaban convirtiendo en la característica común más destacada. Mientras Kreator se entretenía con estos pensamientos, captó unos retazos de voces que le llegaban a través de la niebla. En silencio y con el corazón latiendo fuerte, se movió hacia ellas. Después de un rato, Kreator vio el fulgor vacilante de una hoguera, al tiempo que el sonido del agua se mezclaba con esas pocas palabras que escapaban de las figuras reunidas alrededor de la lumbre. La niebla y la luz de las llamas danzarinas daban un cariz sospechoso a esas siluetas, que para Kreator tenían un aire insólito y lúgubre. Hasta la fecha, siempre se había asociado el estar reunidos junto a una hoguera con la amistad, la confianza y la seguridad. El efecto que le causaba el contemplar esa congregación era completamente diferente. Ante cada una de estas cinco personas había un pequeño cúmulo de piedras que juntaban una a una, las sostenían con ojos escudriñadores y contemplaban cómo el fulgor de la hoguera las 133 La leyenda de Mundo Minor traspasaba. Las contadas palabras que proferían eran, en lo esencial, comentarios sobre lo que veían, pero en medio también intercambiaban observaciones más técnicas sobre cierto proceso al que expondrían las piedras más adelante. En qué consistía ese proceso de forma precisa Kreator no lo pudo averiguar, pero parecía que los cinco en torno al fuego esperaban mucho de eso. Después de haber revisado las piedras, o bien las metían en una bolsa de cuero que había frente a uno de ellos, o bien las echaban en el brazo de río que fluía a sus espaldas, por su lado del matorral. Kreator se agazapó un poco más cerca para oír mejor las voces susurrantes y se acuclilló detrás de uno de los arbustos achaparrados del monte bajo. Si en algún momento podía haber dudado, en todo caso ya no lo hacía... era “El Club”. Cada vez que uno de los miembros de “El Club” se disponía a revisar una de las piedras se inclinaba, lo que permitía que las llamas de la hoguera iluminasen su rostro. Por veces se propagaba una horrible mueca por los rostros de los emocionantes que provocaba un escalofrío a Kreator. Parecía que las figuras no tenían nada en contra de los cambios que habían sucedido en el sabor y la consistencia del agua. Bebían con complacencia de grandes y toscas tazas de arcilla que uno de ellos llenaba todo el tiempo con una jarra que sumergía regularmente en el brazo de río tras él. Por lo visto estaban muy ocupados con ese control de calidad, pero Kreator no era capaz de comprender qué destino tendrían las piedras. Los fragmentos de conversación que escapaban de “El Club” daban a Kreator la sensación de que estaban organizando algún tipo de proyecto del que esas piedras formaban parte. Esta conversación intermitente se vio interrumpida llegado un punto por uno de los presentes, que anunció que no quedaban más piedras azules. Cerraron la bolsa de cuero y se la llevó el que estaba encargado de llenar la jarra. Un instante después regresó con una bolsa igual pero vacía. Entonces repitieron el proceso, con la excepción de que esta vez se trataba de piedras rojas. Kreator se quedó un rato escuchando, pero pronto decidió ir a 134 La leyenda de Mundo Minor buscar al resto de la Compañía. Antes de que Kreator lograra girarse, oyó, para su gran sorpresa, que “El Club” había comenzado a hablar sobre un nombre. Era aparente de que los miembros de “El Club” querían adoptar uno. Si había entendido bien, “El Club” estaba en plena tarea de crear su propio grupo y así escindirse deliberadamente de la comunidad de la Compañía. Tal vez fuese conveniente enfrentarse a “El Club” ahora y después regresar a Terra Inkognita con o sin ellos. Erg quedó ligeramente escandalizado ante la narración de Kreator. Tras recobrarse, le preguntó qué harían. Kreator opinó que deberían convocar a toda la Compañía, marchar hacia el campamento de “El Club” y oír de su propia boca qué es lo que querían. No pasó mucho tiempo antes de que la Compañía llegase a la hoguera de “El Club”, pero este grupo había proseguido la marcha. Se veía que habían abandonado el campamento poco después de que Kreator hubiese regresado a buscar al resto de la Compañía. Sólo quedaban la hoguera y algunas piedras azules que “El Club” había olvidado. Kreator se agachó para recoger una de estas piedras azules y se la metió en el bolsillo. Después regresó con la Compañía a su propio campamento. A la mañana siguiente, Kreator se despertó mucho antes de que el sol alcanzase a trepar sobre las quebradas cumbres de Montesbarrera. Pensativo, vagó por el campamento, mientras sus dedos jugaban con la tersa piedra azul que tenía en el bolsillo. Esperó a que la luz mortecina del sol se cerniese sobre el paisaje para poder averiguar qué había encontrado “El Club” en estas piedras. El sol ascendía, la luz aumentaba y Kreator miraba la traslúcida piedra azul que sostenía en su mano. Cuando los exangües destellos dorados alcanzaron la intensidad suficiente, Kreator la alzó con cuidado a la altura de la vista. A través del filtro azul de la piedra el paisaje en torno a él se revelaba todavía más avieso y retorcido de lo acostumbrado. Al mover la piedra entre 135 La leyenda de Mundo Minor los dedos, como había visto hacer a los miembros de “El Club”, el paisaje se retorcía como si soportase un terrible dolor. Esa sensación horrible que no abandonaba su estómago empeoró hasta producirle inmensas náuseas. Arrojó, con repugnancia, la piedra en el agua del río. 136 La leyenda de Mundo Minor QUINTA PARTE: “EL REY EGO” El rey está tan sólo a medio camino de Dios. (Anónimo) Llegó la mañana para revelar el humor abrumado del campamento de la Compañía. En el consejo al que Kreator convocó no había ningún emocionante que tuviese la menor idea de lo que había impulsado a “El Club” a realizar tales operaciones. Aparte de esto, todos estaban de acuerdo en que “El Club” se había separado de la comunidad de la Compañía. Cuando Kreator preguntó de forma directa a los emocionantes si opinaban que debían regresar, en lugar de continuar adentrándose en esa tierra brumosa, se produjo una buena discusión. La decisión que resultó fue la de continuar hasta encontrar a “El Club” y proponerles la posibilidad de regresar juntos a Terra Inkognita, luego se podría volver con o sin los miembros de “El Club”. Como se había hecho tarde, postergaron la partida hasta la mañana siguiente. Una tras otra, las balsas amarradas entre sí se echaron a la corriente del río y navegaron adentrándose en el reino de la niebla. Mientras la balsa se deslizaba indolente sobre ese agua viscosa, Kreator se sumió en profundos pensamientos. ¿Qué era en realidad aquello a cuyo encuentro se dirigían? Todo con lo que se topaban le repugnaba : los juncos, el agua del río, la niebla y ahora la desaparición de “El Club”. Él preferiría dar la vuelta en seguida, pero a la vez encontraba razonable y necesaria la decisión de plantear a “El Club”la posibilidad de regresar juntos. Al mismo tiempo, lo asaltaban las dudas sobre a qué había que retornar. Terra Inkognita no era mejor que Terra Nova y seguro que el Rey de Mundo Ambo ya había encontrado el jardín y... había arrancado todo de raíz. En el interior de Kreator empezó a crecer la nada, un agujero negro que se ensanchaba en su conciencia y su 137 La leyenda de Mundo Minor subconsciencia, un agujero que lo aterraba. La niebla continuó espesándose, mientras las balsas se alejaban deslizándose hacia un destino que Kreator no conocía ni se podía imaginar. Se sentía indefenso, débil y estafado. Kreator lloró quedamente. A medida que la niebla se densificaba, vieron necesario buscar refugio bajo la pendiente del río. Grandes jirones de niebla cubrían de vez en cuando la orilla durante intervalos más o menos largos, pero la mayor parte del tiempo podían ver deslizarse los juncos espinosos y afilados como cuchillas de afeitar. Kreator los siguió con la mirada, sin mayor interés. Tenía la sensación de que alguien había planeado este viaje por anticipado, alguien que lo había atraído en contra de su voluntad. Kreator se sonrió amargamente. Le pareció que era un pensamiento insensato, pues quién podría ser... ¿el Rey de Mundo Ambo?.. .¿uno de los otros reyes?.... ¿cuál de ellos? Kreator quería espantar esos pensamientos, cuando un nueva perspectiva se le presentó. ¿Quién había asestado ese golpe al muro del Jardín con que había empezado toda esa historia? No podía haber sido el Rey de Mundo Ambo, pues estaba claro que no sabía de la existencia del Jardín antes de que Kreator se lo mencionase. Pero igualmente en ese momento había sucedido la catástrofe. Esos pensamientos le helaron las entrañas. Nunca se le había pasado por la cabeza. ¿¿Quién había reventado el muro del Jardín?? ¿HABÍA alguien planeado enviarlos a este... destierro? El sobresalto casi lo paralizó, pero como no podía encontrar una respuesta satisfactoria, intentó pensar en otra cosa. Se giró para hablar con Erg, que se sentaba en la parte trasera de la balsa. Erg estaba sumido en sus propios pensamientos y tenía la vista perdida en las aguas del río. Cuando Kreator le preguntó a dónde creía que el río los conducía, él meneó la cabeza, se encogió de hombros y dijo que no tenía ni la más remota idea. Se hundieron de nuevo en el silencio. Salvo por los movimientos del agua, provocados, al menos en una ocasión, por un afluente que los impulsaba río abajo, hacia la orilla derecha, no sucedió nada en absoluto antes del ocaso. 138 La leyenda de Mundo Minor En ese momento del día en que la luz sobre Terra Nova empezaba a apagarse, la Compañía pasaba por un lugar donde la orilla cambiaba por completo de características. Esta transformación era sin duda obra de las mano del hombre, ya que la ribera estaba desprovista de esos juncos homicidas, quedando sólo unos rastrojos cortos. Probablemente había sido “El Club” quien había despejado los juncos, por lo que la Compañía decidió en el acto atracar allí. Una vez en tierra, cuando habían andado un poco por la ribera, encontraron de nuevo algunos juncos. Habían sido reducidos a pequeños trozos apilados a unos pasos de una edificación de barro cocido que medía casi cuatro metros. Kreator envió inmediatamente a los emocionantes en todas direcciones para encontrar a los miembros de “El Club”, mientras él y Erg examinaban la construcción. La obra tenía toda la pinta de ser un horno. En su fogón encontraron señas de que había sido calentado con tallos de los juncos de la pila cercana. Una cantidad de cercos y manchas de color rojizo y pardo localizadas en la superficie del horno mostraban que debía haber sido un trabajo penoso para el emocionante que había atendido la labor. La distribución del horno daba la impresión de que se utilizaba para calentar algo específico en el espacio de que disponía el fogón. En seguida averiguaron que el horno se había utilizado para calentar unos moldes, pero como los moldes que encontraron estaban despedazados, no pudieron averiguar qué habían fundido. Los restos que se encontraron entre los moldes triturados eran en parte metal fundido y en parte algo que adivinaron serían las piedras rojas y azules de que “El Club” había hecho acopio en su anterior campamento. Cuando el resto de emocionantes regresó, informó de que el claro era inmenso y que la abertura hacia el río era la única vía. “El Club” debía, por consiguiente, haber partido de nuevo por el río. Las indicaciones sobre el tamaño de la rozadura les hicieron suponer 139 La leyenda de Mundo Minor también que los juncos que quedaban en el montón junto al horno no eran más que una pequeña porción del combustible que habían cortado. La Compañía levantó el campamento y a continuación Kreator retornó al horno para estudiar de cerca algunas inscripciones que había descubierto. Eso lo intranquilizó, pues manifestaban netamente que “El Club” era ahora una unidad separada y que tenía un líder autodesignado. Por todas partes, en los moldes, en el horno, etc. se repetía la misma leyenda: Rey Ego. Al amanecer, Kreator reunió a los emocionantes y les expuso lo que había averiguado, en especial lo relativo a la firma del Rey Ego. Más tarde, les pidió que discutieran la situación y que meditasen si debían continuar intentando dar alcance a “El Club”. Pronto se enzarzaron en una animada discusión, porque había muchas opiniones al respecto. De golpe, dos emocionantes se levantaron de entre un corrillo y llamaron la atención del resto. En su grupo la discusión se había acalorado más y querían hacer una pregunta a Kreator en presencia de todos. Deseaban recibir una explicación de la razón por la que la Compañía no tenía un rey que los guiase, en lugar de tener que decidir todo reunidos en consejo. Su argumento se basaba en que la toma de decisiones era complicada y consumía un tiempo espantoso. Cuando los dos emocionantes enmudecieron, todos los ojos se volvieron hacia Kreator, que se dispuso a explicarles: Una monarquía sólo podrá funcionar de modo satisfactorio si está construida sobre principios justos. Estos principios son los siguientes: EL AMOR, LA JUSTICIA, LA SABIDURÍA Y EL PODER (Fragmento de “La elegía de Kreator”) Para que una monarquía pueda funcionar es necesario que todas estas cualidades estén presentes y en equilibrio. De faltar una de ellas, las otras podrían malograrse en seguida. Al mismo tiempo, 140 La leyenda de Mundo Minor les recordó que en la Compañía sólo las dos primeras cualidades habían evolucionado hasta una fase razonable, si bien no estaban en un grado lo bastante avanzado como para que la sabiduría se hubiese manifestado ya. Por lo tanto no se podía establecer todavía una monarquía. Entonces, los dos emocionantes quisieron saber por qué “El Club” había sido capaz de crear una monarquía, cuando eso, según Kreator, era imposible. Kreator esclareció que era evidente que ellos habían renunciado a conseguir una monarquía de forma natural, habían renunciado al amor, a la justicia y a la sabiduría; habían ido directamente a por el poder. Eso no conduciría a nada positivo, puesto que estas cualidades están basadas unas en otras, sirviendo así un principio de base para el siguiente. Se empieza con el amor; éste desembocará en la justicia, que servirá de marco para la sabiduría, que a su vez podrá mantener en jaque al poder. Con esta última cualidad, el poder, se funda la monarquía. “El Club”, al contrario, comenzó por el poder, que pronto deformará la sabiduría, que a su vez mutilará la justicia, la cual finalmente conducirá a la perversión del amor. Esa transformación terminará por amenazar el marco de la monarquía, y por último acarreará su derrumbamiento. En su justo orden, por el contrario, los elementos se fortalecerán y afianzarán unos a otros y con ello se constituirá una monarquía estable. Una vez hubo concluido su discurso, Kreator invitó a los dos emocionantes a tomar la palabra si lo deseaban. No quisieron, se sentaron en silencio. El discurso había suscitado aplausos dispersos entre los reunidos, con la excepción del de los dos emocionantes silenciosos. Kreator retomó la palabra y comentó los cambios que habían ocurrido en los juncos, el agua, la niebla y el matorral. Señaló que las alteraciones parecían empeorar cuanto más avanzaban y sugirió navegar sin interrupciones, sin levantar campamentos, hasta hallar a “El Club”. Entonces les ofrecerían regresar junto con la Compañía o seguir su rumbo, tras lo cual la Compañía 141 La leyenda de Mundo Minor retornaría al Jardín en Terra Inkognita. Allí trabajarían para concluir la formación de la monarquía. Los emocionantes aprobaron el plan, salvo aquellos dos que seguían en silencio mirando al suelo. Kreator no podía ver sus ojos, pero sabía que ahora eran oscuros, vacíos e insondables, igual que los que había visto en los miembros de “El Club”. Kreator supo que los había perdido... a ellos también. Cuando resolvieron que todo se había debatido, el día estaba ya muy avanzado. Por eso decidieron quedarse en el campamento hasta la próxima jornada, tiempo que emplearían en reparar las balsas que se habían ido dañando. El trabajo de reparación no fue en absoluto grato. Incluso los viejos juncos marchitos eran en extremo cortantes y los arañazos más ínfimos quemaban como el fuego. Todos acabaron lastimándose, lo que impulsó a Kreator a pensar con profunda compasión y lástima en el emocionante que había prendido fuego al horno de fundición de “El Club”. Al caer la noche, todos los daños estaban reparados y, a pesar de que estaban cansados después de un trabajo tan arduo, sus heridas y arañazos los mantuvieron despiertos. Por añadidura, había otra cosa que impedía dormir a Kreator. Cada vez que cerraba los ojos sentía como si una voz leve, apenas audible, lo llamase. En el instante en que se despertaba la voz desaparecía de nuevo. Este fenómeno lo mantuvo despierto largo rato hasta que por fin logró conciliar el sueño. Sin saber qué era lo que lo había despertado, Kreator se enderezó y escuchó en la oscuridad. Tenía la nítida sensación de que un sonido le había sacudido el sueño de encima, pero su cerebro no había registrado cuál... Se oía de nuevo. Un ruido leve de trastos, seguido de un indolente chapoteo del agua almibarada del río. Sin hacer ruido, Kreator se arrastró boca abajo, se puso a gatas y se deslizó silencioso fuera de la cabaña de juncos en la que dormía. Otra vez oyó un sonido que debía venir del lugar donde estaban amarradas las balsas. Al llegar junto a las embarcaciones vio lo que lo provocaba. Los dos emocionantes que habían hablado de fundar 142 La leyenda de Mundo Minor una monarquía habían desamarrado una de las balsas, la habían arrastrado dentro del agua y se estaban subiendo en ella. Pocos instantes después, desparecían en la niebla. Kreator permaneció en la orilla hasta oír el último chapoteo que los impulsaba río abajo, antes de regresar a su cabaña. No consiguió volver a conciliar el sueño. Sólo se quedó echado mirando al techo de la cabaña hasta que la luz de la mañana se coló hasta él. Estaba muy, muy afligido. 143 La leyenda de Mundo Minor SEXTA PARTE: BOSQUESABARA La niebla no se disipa con un abanico. (Japón) Al romper el día, Kreator se levantó francamente irritado por la niebla. Obstaculizaba su vista, desdibujaba todos los contornos e inutilizaba su sentido de la orientación. Su decisión era más firme que nunca antes: regresarían a Montesbarrera tan rápido como les fuese posible. Por este motivo debían dar alcance a “El Club” navegando sin pausa hasta alcanzarlos. Después les ofrecerían regresar juntos, tras lo cual la Compañía regresaría hacia Montesbarrera... con o sin “El Club”. Más tarde cruzarían las montañas y retornarían al Jardín, ¡sin ni siquiera echar la vista atrás! Kreator reunió a los emocionantes y los preparó para un ciertamente largo viaje que se veían obligados a emprender sin pausa para alcanzar a la solitaria, y por tanto más veloz, balsa de “El Club”. El hecho de que con anterioridad en el viaje hubiesen advertido el empuje de un afluente en el río confirmó la opinión de Kreator de que se encontraban en el mismo brazo que “El Club”. Kreator aprovechó al mismo tiempo la oportunidad para informarles sobre los dos que se habían marchado al amparo de la noche y que probablemente se unirían a “El Club”. Un murmullo recorrió las filas de emocionantes. No llevó mucho tiempo realizar esas pocas modificaciones en las balsas que hacía necesario el nuevo plan de viaje, por lo que pronto partieron. Para ponerse en marcha más rápido se introdujeron más adentro en el río, pero la consistencia del agua no permitía aumentar la velocidad sustancialmente. El ambiente en las balsas era opresivo y prácticamente nadie hablaba. Las escasas palabras que se pronunciaban eran en esencia de índole práctica o comentarios referidos a los movimientos del agua y demás. 144 La leyenda de Mundo Minor (Los datos que se han podido reunir apuntan a que ese viaje duró entre tres y siete días, sin interrupciones. No ha sido posible acotar una medida de tiempo más precisa). Una mañana, cuando Erg despertó a Kreator para que lo relevase en la guardia, éste se percató de que la vegetación de la orilla había cambiado en el curso de la noche. Los juncos, de aspecto cada vez más leñoso, poco a poco habían dado paso a verdaderos árboles. Sus troncos eran lisos y carecían de espinas, ganchos o cualquier otro desagradable sistema de defensa... al menos por lo que Kreator podía ver. Según avanzaba el día, los árboles aumentaban en altura y frondosidad hasta mezclarse unos con otros formando una impenetrable empalizada. Además, a Kreator le pareció que la luz se extinguía más deprisa de lo habitual, lo que interpretó como señal de que los árboles se iban a unir sobre su cabeza. Le pareció muy probable que el mismo tipo de árboles creciese en la orilla opuesta. En poco tiempo sólo se podía hablar de una semiclaridad soñolienta, por más que en lo alto pudiese ser mediodía. (De nuevo carecemos de suficientes datos fidedignos para calcular lo que duró el viaje a lo largo de la linde de Bosquesabara. Por lo tanto lo omitimos aquí). Una cosa más que convenció a Kreator de que los árboles se habían cerrado sobre sus cabezas fue la transformación que había experimentado el timbre de los sonidos. Los ruidos eran ahora sordos, cavernosos y poseían un leve, aunque audible, eco. Fue un cambio que no agradó a nadie en las balsas; les provocaba la sensación de estar aprisionados, la sensación de ser pasto de ese paisaje hostil. A Kreator también lo reconfortaba la idea de dar la espalda a esa pesadilla, cuanto antes mejor. El agua, por entonces, era casi imbebible, en parte porque era espesa como el almíbar y en parte porque su sabor era tan fuerte y nauseabundo que tragársela requería más esfuerzo que al principio. Así las cosas, Kreator 145 La leyenda de Mundo Minor dudaba sobre cuánto tiempo más serían capaces de sobrevivir de continuar así. Entonces captó la atención de Erg un fulgor parpadeante un poco alejado de la orilla que lo impulsó a tocar el hombro de Kreator. El resplandor venía de un gran espacio abierto, un claro en el bosque. Este lugar tenía que ser obra de la mano del hombre, ya que algunos árboles más pequeños que crecían por allá habían sido talados y sus troncos transportados lejos. En todo el perímetro del calvero había, a intervalos de un par de metros, unas antorchas enormes plantadas en la tierra y era su luz la que habían divisado desde el río. Cuando echaron pie a tierra, Kreator advirtió que el claro estaba cubierto de hojas pertenecientes con toda evidencia a los árboles que habían talado. Las hojas no tenían ni púas ni espinas como los juncos, sino que eran suaves. Surgía un hedor pútrido cuando se las pisaba al entrar. Le recordaba a “El claro de El Club” donde habían encontrado el horno de fundición y la firma del Rey Ego. También en esta ocasión se trataba de un espacio circular que sólo se abría hacia el río para que las embarcaciones pudiesen ir y venir. Las antorchas parpadeaban levemente en el suave viento que danzaba entre los troncos oscuros, haciendo que la luz dibujase una amarillenta y algo vacilante cúpula sobre el calvero. La vegetación que circundaba el claro sofocaba al instante cada haz de luz en su tiniebla sin fin. La Compañía se quedó en la orilla del río hasta que todos hubieron descendido a tierra, tras lo cual marcharon por la zona. Cuando se habían adentrado un trecho, Erg se apercibió de una masa oscura situada en el extremo opuesto del calvero. Debido a la negrura y a la distancia no logró determinar de qué se podría tratarse. Con un susurro alertó a Kreator sobre el fenómeno, pero él ya se había percatado también. A medida que se acercaban, la sombra tomaba forma y su perfil se definía. Se trataba de una edificación de algún tipo construida a base de los troncos que habían despejado en el claro. El plano de la edificación era 146 La leyenda de Mundo Minor cuadrado, de unos diez por diez metros conforme juzgó Kreator, y sobre él se alzaban cuatro muros. Éstos no eran verticales, sino que presentaban una inclinación hacia el centro que recordaba vagamente a una pirámide. A casi tres metros de altura la forma de pirámide se truncaba en una plataforma cuadrangular sobre la cual se erguía una construcción en forma de dado que estimó mediría cinco metros de arista. La plataforma sobresalía por debajo el dado hasta que su perímetro se alineaba con el de la base de la pirámide. Sobre las cuatro esquinas superiores del dado, sobre las esquinas de la plataforma y en medio de los lados de ésta estaban colocadas en sus soportes antorchas extintas de regular tamaño. La Compañía se detuvo y se agrupó en un semicírculo, a una distancia que permitiese abarcar el edificio con la vista. Ahí permanecieron un par de minutos antes de que algo sucediese, entonces resonó una estridente señal de trompeta. Mientras el eco moría, algunas figuras oscuras marcharon al frente, tres a cada cara del dado, y se posicionaron un poco alejadas del borde de la plataforma. Una vez todos hubieron ocupado su lugar, encendieron las antorchas situadas en los soportes del edificio, después una ancha puerta de dos batientes emplazada a un lado del dado se abrió. De ella salió una figura formidable, reposada, distinguida. Se colocó un par de pasos ante los demás, para lo que habían dibujado un agujero en las filas con objeto de dejarlo pasar. Por causa de la iluminación y de la relativa gran distancia, la Compañía no veía de las figuras más que una silueta que sólo a medias iluminaban las oscilantes antorchas. El recién llegado marchó al frente y se colocó bajo un lado de la plataforma, donde una antorcha pudiese iluminarlo. Bajo ese resplandor parpadeante se erguía, fornido y vigoroso, con los pies algo separados entre sí y los brazos en jarras. En la cabeza llevaba la seña de su posición en “El Club”... una Corona. El rostro del Rey Ego dejó anonadado a Kreator, pues se asemejaba a un espejo... en 147 La leyenda de Mundo Minor todo caso era lo único que se podía ver al reverbero de la antorcha situada ante él. Entonces se adelantó una figura envuelta en una capa, más delgada y no tan alta. Se colocó a la derecha del rey y se puso a susurrarle algo al oído. *¿QUÉ DESEÁIS Y POR QUÉ HABÉIS PENETRADO EN MI REINO? El eco de la voz estentórea del rey resonó en los túneles arbóreos del río. * Nuestra intención es retornar a Terra Inkognita y os ofrecemos que vengáis con nosotros. Kreator había hablado con un tono normal, pero era tan fácil de oír como el rugido del Rey Ego. *¿¿DEBERÍA ABANDONAR MI ESPLÉNDIDO REINO SÓLO PARA CULTIVAR FLORES... YO, UN REY?? A la pregunta sucedieron unas risas burlonas que compartieron los demás en la plataforma. * Vosotros decidís, nosotros regresamos a Terra Inkognita con las primeras luces del alba. Si aparecéis, podéis acompañarnos, de lo contrario regresaremos solos. Parecía que las palabras de Kreator se habían quedado en el aire y estorbaban la aparición de cualquier otro escarnio. “El Club” permaneció un instante quieto, tras lo cual sus miembros giraron sobre sus talones y tomaron el camino por el que habían venido. Cuando todos hubieron abandonado el escenario, las antorchas se apagaron. La Compañía regresó hacia el río con Kreator sumido en sus pensamientos. Cruzaron hasta la orilla opuesta del río, que 148 La leyenda de Mundo Minor resultó estar mucho más cerca que la última vez que la niebla les había permitido verla. Allí despejaron un pequeño claro donde poder dormir. Kreator tuvo dificultades para conciliar el sueño. Las vivencias del día habían despertado algo en las profundidades de su mente, algo que no podía llamar por su nombre... algo que no deseaba conocer. Cada vez que cerraba los ojos, regresaba esa voz que lo llamaba, aunque no con palabras propiamente dichas. Era casi la sensación de que alguien lo invocaba, una sentimiento de que alguien... o algo quería ponerse en contacto con él. Mientras Kreator yacía acostado escuchando esa llamada, se vio interrumpido por un sonido que provenía de la oscuridad exterior. Reconoció el sonido... de trastos y de chapoteos. Con un suspiro afligido admitió que al menos uno, quizá más, habían abandonado la Compañía para unirse a “El Club”. La mañana había preparado a la Compañía un espectáculo sorprendente. Junto a la orilla del río estaba anclada una gran embarcación, una embarcación que presentaba los mismos rasgos característicos de “La Fortaleza”, el nombre que Kreator había dado en sus adentros a la construcción de “El Club” ubicada en la orilla opuesta. Al parecer, la embarcación también estaba construida con troncos de “El Calvero de la Fortaleza” y era tan grande que desentonaba con las proporciones del medio circundante. A lo largo de uno de los costados se abrían multitud de puertas, semejantes a aquélla de la que había salido el Rey Ego la noche anterior. Salvo por la abundancia de puertas, la embarcación se asemejaba a una versión alargada de “La Fortaleza”. Desde la línea de flotación se elevaban los costados, un tanto inclinados hacia una cubierta de unos tres metros de altura. Sobre ésta se elevaba, como en “La Fortaleza”, una superestructura, salvo que en este caso era rectangular, mientras que la de “La Fortaleza” era cuadrada. La longitud exacta de la embarcación se había perdido en la niebla. A lo largo de ella había dispuestos soportes con antorchas encendidas, a una distancia de un par de metros entre sí. Mientras la Compañía 149 La leyenda de Mundo Minor contemplaba este fenómeno resonó un estridente toque de trompeta en las copas de los árboles. Al igual que el día anterior, en primer lugar aparecieron seis, tres a cada lado, y a continuación el Rey Ego hizo su entrada. La noche anterior, el rostro del Rey había dejado perplejo a Kreator, pero ahora podía ver el motivo. La faz del Rey Ego estaba cubierta con una máscara azul claro destellante cuya superficie lisa como un espejo había reflejado la lumbre de la antorcha. Kreator asintió para sí: ¡así que para eso habían fundido las piedras azules! Con las manos plantadas en los flancos, el Rey Ego alzó su voz estentórea: * ¡¡TENEMOS UNA OFERTA QUE PROPONEROS!! El eco se extinguió perezosamente. * Exponed vuestra oferta. Kreator probó a establecer contacto visual con el Rey Ego, pero se lo impidió, en efecto, el resplandor azul claro y turbulento de la máscara. * ¡¡SI OS PONÉIS BAJO MI MANDO, OS DEJARÉ SUBIR A BORDO DE ESTA PODEROSA EMBARCACIÓN Y OS LLEVARÉ DE REGRESO A MONTESBARRERA EN CONDICIONES DE SEGURIDAD Y CONFORMES AL RANGO DE CADA CUAL. MI ÚNICA EXIGENCIA ES QUE OS SOMETÁIS SIN RESERVAS A MIS ÓRDENES EN TANTO PERMANEZCÁIS A BORDO DE MI NAVÍO!! El Rey Ego hizo un ademán con la mano que resultó en la apertura de una puerta en mitad de un costado de la embarcación. De ella salió un octavo emocionante que tomó posición a un par de metros de la puerta con las manos en las caderas y un semblante severo. 150 La leyenda de Mundo Minor Kreator sabía que debía ser a quien había oído abandonar el campamento la noche pasada. Volvió a posar la mirada en el Rey Ego y negó con la cabeza. * Rechazamos vuestra oferta, pero reiteramos la nuestra. Podéis uniros a la Compañía de nuevo y regresar todos juntos en las mismas condiciones. Se produjo un silencio sepulcral durante un instante, entonces el emocionante se giró, se precipitó dentro del vano y dio un portazo. Al mismo tiempo que la puerta se cerraba de golpe, el navío se separó de la orilla a una velocidad moderada. La Compañía se quedó viendo desparecer la embarcación en la niebla, con su desagradable corte en pie sobre la cubierta. 151 La leyenda de Mundo Minor SÉPTIMA PARTE: RETIRADA Una retirada a tiempo es una media victoria. (Refrán árabe) La consistencia del agua del río desestimaba toda ocurrencia de remar o de conducir de vuelta las balsas contra corriente ayudándose de una pértiga. La única solución posible que restaba era regresar por la orilla. Daba la impresión de que los árboles que crecían apretados junto al agua eran los más pequeños, así que, aunque sería un trabajo muy duro, se abrirían paso a hachazos. Para repartirse el trabajo de modo razonable, convinieron que la Compañía marchase en una larga columna. Ésta podría tener la anchura de cinco hombres, puesto que no había más espacio entre el río y los grandes troncos que formaban la empalizada hacia el interior del bosque. Los cinco de la primera fila debían despejar el camino para la Compañía hasta que agotasen sus fuerzas, entonces los cinco siguientes los reemplazarían mientras los primeros descansaban. Cuando los últimos cinco emocionantes de la columna hubiesen pasado, los cinco que habían descansado se levantarían y formarían la retaguardia. Era innegable que se trataba de un trabajo muy duro el abrirse paso así, a través de una maraña de matorrales que componían el sotobosque de Bosquesabara. Lo peor eran, por supuesto, los árboles de verdad, que crecían frondosos y densos, pero también los juncos, si bien más pequeños, eran bastante resistentes. En contraste con los árboles, las plantas contenían bastante savia, que salpicaba a los emocionantes que despejaban el camino. Esta savia tenía el mismo olor desagradable que el río, con la diferencia de que estaba más concentrada y por lo tanto despedía un hedor más fuerte. Al mismo tiempo era pegajosa e imposible de despegar. La única solución que se les ocurrió fue que los equipos de 152 La leyenda de Mundo Minor segadores lavasen sus ropas en el río al finalizar su turno. Claro que el agua del río también olía, pero optaron por elegir el menor de dos males. En la medida en que era posible, daban un rodeo para evitar los árboles, en lugar de talarlos, pero esto no siempre era practicable. Así que la Compañía se concienció de que a buen seguro pasaría mucho tiempo antes de que hubiesen despejado el camino que los sacaría de Bosquesabara. A cada metro que avanzaban, el humor mejoraba un ápice, pues a nadie en la Compañía le agradaban ni el bosque, ni la niebla, ni ese agua inmunda. Kreator no estaba en condiciones de determinar cuán lejos llegaban cada día o cuánto les quedaba por andar, pero mientras tuviesen el río a su izquierda no podían estar mal encaminados. La primera noche en Bosquesabara resultó bastante caótica. Todos estaban muy cansados y necesitaban una buena noche de sueño, pero nadie durmió especialmente bien. Era como si de continuo alguien... o algo merodease alrededor (y quizá también dentro) del campamento. Kreator no veía nada insólito, pero la oscuridad estaba plagada de sonidos. Muchas veces salió de la cabaña que compartía con Erg y otros tres emocionantes para seguir la pista hasta el origen de esos ruidos diversos que parecían producirse justo a la entrada de su “alcoba”. Cada vez que salía, solamente oía un leve chapoteo atenuado en el río. No conseguía atisbar nada. Los acontecimientos de la noche pesaban en el ánimo del campamento a la mañana siguiente; nadie dijo nada, pero todos echaban miradas furtivas en torno. Los equipos de segadores extenuaban sus fuerzas, pues deseaban escapar de esa pesadilla en que el bosque se había transformado. Cada noche se producía la misma agitación en el campamento, pero parecía disminuir progresivamente. Por esta razón, el humor comenzó a mejorar de nuevo, por más que continuasen siendo precavidos y reservados. Al quinto día de emprender estos Trabajos 153 La leyenda de Mundo Minor de Sísifo, se dieron cuenta, para su gran alegría, de que el agua había perdido su viscosidad. Del mismo modo, su sabor era menos nauseabundo. La noche del octavo día Kreator se percató de que el sotobosque se había vuelto menos impenetrable, lo cual le dio esperanzas de que significase que se aproximaban a la linde del bosque. Kreator estaba en lo cierto. Ya al mediodía de la jornada posterior pudieron caminar por la llanura, situación que hizo que la Compañía al completo estallase en canto. Tenían que dar salida a ese sentimiento de alegría y de alivio que los inundaba. Claro que persistía la niebla, pero al no estar mezclada con la oscuridad de las sombras de los árboles ya no producía el mismo efecto opresivo. En un largo trecho no vieron vegetación alguna junto al río; allí levantaron el campamento y decidieron permanecer el todo día siguiente. Mientras Kreator y Erg conversaban recostados sobre la corta hierba, pasó zumbando una mosca. A raíz del insecto le sobrevino a Kreator el pensamiento de lo extraño de que durante el día no hubiesen visto jamás huella alguna de vida en Bosquesabara, a pesar de toda la agitación nocturna que habían experimentado. Se lo mencionó a Erg, que no lo había pensado, y éste le dio la razón. La primera noche en la llanura resultó ser la mejor que hasta entonces habían pasado. En el campamento se respiró una perfecta tranquilidad toda la noche. La mañana trajo consigo un milagroso reflejo anaranjado en el manto de niebla, un fulgor que Kreator había olvidado que la niebla podía adquirir. Inspiró profundamente, se reclinó sobre los codos y miró en derredor. Todos se habían acostado al aire libre, puesto que no había juncos secos con los que fabricar una cabaña. Claro que podrían haber recogido ramas en el límite de Bosquesabara, pero a nadie le había apetecido acercarse. Kreator se deleitó con la visión de ese grupo creciente de emocionantes que yacía apacible espalda con espalda sobre la áspera hierba. Sus rostros irradiaban una innegable serenidad que no habían mostrado en largo tiempo. Kreator no sabía con exactitud cuántos emocionantes había en ese 154 La leyenda de Mundo Minor momento, ya que su mente había estado ocupada en otros quehaceres. Esto le recordó su mapa de ruta. No lo había actualizado en muchos días y era hora de hacerlo. A medida que el sol ascendía por la bóveda celeste, su calor disipaba un tanto la niebla. La estancia en Bosquesabara había aguzado el sentido de la observación de la Compañía en relación con los más ínfimos cambios que se sucedían en las cercanías, y tal logro los puso contentos. Más entrado el día, Kreator convocó a la Compañía para poner en común algunas cosas que cada uno en particular había observado en el bosque y de esa forma hacerlas de dominio público. En ese consejo se supo que varios emocionantes habían visto fugazmente a los agitadores nocturnos de Bosquesabara. Nadie había visto ninguna silueta o figura clara, pero algunos habían vislumbrado pequeñas criaturas encorvadas ¡con ojos rojos y brillantes de reptil! Todos estos avistamientos se habían producido en las inmediaciones del río. Estos datos dejaron a Kreator meditabundo y aumentaron la repugnancia que sentía por Bosquesabara y por todo lo que albergaba. Al mismo tiempo, lo reafirmaron en su determinación de averiguar lo que mantenía a “El Club” unido y lo que buscaban fuera de la Compañía. Parecía que las piedras rojas y azules que habían visto habían accionado todo ese mecanismo, así que si quería entender a “El Club” era primordial comprender primero qué buscaban en las piedras de colores. En el viaje de vuelta estaría alerta para avistar los lugares donde la grava contenía estas piedras y recogería ejemplares de todas las tonalidades existentes... no sólo de las rojas y las azules. La mañana del día siguiente todos se prepararon para viajar tan pronto como fue posible, para así alcanzar su destino en breve. La Compañía partió como antes de cinco en cinco, dado que no podía faltar mucho hasta que reapareciesen los juncos. No se equivocaron y, como no deseaban abandonar el río, tuvieron que hacerse camino a machetazos. Los juncos no eran tan difíciles de segar como el 155 La leyenda de Mundo Minor sotobosque, por lo que avanzaron bastante rápido. Todo el rato, mientras caminaban, mantenían una animada charla sobre la perspectiva de escapar de la niebla, del regusto del agua y de las otras cosas desagradables con las que habían tenido que lidiar desde que habían dejado Vível. Los cantos volvieron. En el Jardín de Terra Inkognita cantaban todos los días, pero en estos parajes sólo ahora comenzaban a hacerlo, en el camino de regreso a Montesbarrera. Ya cuando levantaron el campamento la primera noche pudieron ver que la naturaleza de los juncos se había vuelto un poco menos agresiva. La franja de juncos ya no era tan ancha ahora y era más fácil despejarla según avanzaban. La calidad del agua también mejoraba, como bien advertían los grupos de segadores cuando, después de su turno despejando maleza, tenían que lavar su ropa y bañarse en el río. Hasta el resabio se desvanecía. Estos cambios positivos disponían en una buena dirección la mente de los emocionantes y los llenaban del sosiego y la paz cuya existencia habían olvidado por completo. Kreator advirtió que era como si un manto... un velo estuviese a punto de desaparecer, permitiéndole pensar con más claridad de la que hasta entonces le había sido posible. Esto lo asustó un poco, pues significaba que él mismo, sin saberlo, tampoco había gozado de sus plenas facultades. Sin duda, eso les habría conducido a más contratiempos si se hubiesen adentrado aún más en el bosque. Cada vez que Kreator pensaba en Bosquesabara lo encontraba más irreal.... como un decorado, quizá sea ésa la expresión más exacta. Sintió con claridad que el bosque ocultaba algo... que deformaba sus contornos para encubrirlo. Por supuesto... por eso resultaba imposible penetrar en la espesura y solamente se podía seguir el curso del río, que conducía adentro, muy adentro....¿a dónde? La pregunta se congeló en la conciencia de Kreator y sólo palideció lentamente antes de esfumarse. Otra cosa que hacía que el bosque se asemejase a un decorado era la ausencia total de los sonidos de la naturaleza. No se le había pasado por la cabeza antes, pero el bosque siempre había estado 156 La leyenda de Mundo Minor sumido en un silencio de ultratumba. Incluso el agua viscosa había sido incapaz de salpicar y chapotear con verdadero vigor. Bosquesabara era en esencia una ilusión, nada menos que una ilusión. Estas preguntas dejaron un pequeño estigma en la mente de Kreator que le impidió aprehender el sueño hasta tarde. Hacia el mediodía de la jornada siguiente, la Compañía llegó a un lugar donde el brazo del río se escindía del curso principal y allí detuvieron su marcha temporalmente. Como todavía no habían salido de la niebla, pronto acordaron que no valía la pena arriesgarse a alejarse de la ribera. Al igual que aquella vez que se habían adentrado en la isla de matorral, fue Erg quien se ofreció a ser el que atravesase el río sobre una balsa con una cuerda. La balsa resultó una construcción relativamente plana fabricada con varias capas de juncos trenzados y que sólo portaba a bordo lo imprescindible. Como debía avanzar tan veloz como fuese posible, la fabricaron con forma triangular y debía navegar con uno de los lados planos hacia adelante. El lado oblicuo, que estaría vuelto hacia la corriente, estaba dotado de una estera de juncos rígidos y gruesos que, apilados, se elevaban unos dos metros sobre el nivel del agua. Cuando la corriente del río empujase esa superficie, la embarcación recibiría un impulso hacia la orilla opuesta. Además, instalarían una vela para que el viento proveniente de Bosquesabara ayudase a contrarrestar la deriva. La balsa se introdujo en la niebla y antes de que pasase mucho tiempo Kreator notó tres tirones rápidos en la cuerda que lo comunicaba con Erg. Era la señal de que la cuerda estaba asegurada en la ribera opuesta. Uno a uno los emocionantes cruzaron el brazo de río tirando por el cabo. Kreator, que advirtió que el número de emocionantes se había incrementado desde el recuento anterior, cruzó el último al otro lado. Durante varios días La Pequeña Compañía, que ya no era para nada pequeña, siguió avanzando. No ocurrió nada especial, a no ser por 157 La leyenda de Mundo Minor la niebla, que se disipaba sin prisa pero sin pausa, y por el sabor y la consistencia del agua, que experimentaban cambios positivos. (Vuelve a haber un vacío en las notas en que se basa esta crónica. La próxima información que se ha podido obtener de los archivos trata sobre la inspección del claro de “El Club”, que fue realizada en el camino de regreso a Montesbarrera): ... y levantaron el campamento, tras lo cual Kreator y Erg inspeccionaron el claro. Parecía el mismo. Los moldes de fundición dañados todavía yacían donde los habían encontrado en el viaje de ida y, entre otras cosas, había algunos que Kreator deseaba observar más de cerca. Otro de los motivos eran las heridas y rasguños provocados por los juncos, que requerían descanso y cuidados debido a la quemazón, la inflamación y el dolor punzante. Había muchos indicios de que habían arrojado los moldes contra el suelo con mucha fuerza, pero debido a esa tierra tan suave aparecían tiestos donde habían sido lanzados. El inconveniente residía en que muchos moldes se habían hecho añicos encima de otros. Laboriosamente, la Compañía se entregó a reunir los moldes, tiesto a tiesto. Después de varios días de faena, habían reunido tantos moldes que era posible hacerse una idea del fin para que habían servido. El número de moldes recompuesto, enteros o en pedazos, comprendía una escasa tercera parte del número de tiestos que había, pero existían moldes para cosas de muy diversos tipos. La mayoría de los moldes se habían empleado para fabricar diferentes herramientas de hierro. Una parte de éstas se había fabricado probablemente con miras a la construcción de “La fortaleza del Club”, donde la Compañía se había topado con ellos de nuevo. Había sierras, cotillos, hachas y cosas similares. También había otras herramientas reconocibles, pero una parte era totalmente 158 La leyenda de Mundo Minor desconocida para la Compañía. Un rasgo común era que se usaban principalmente para cortar, punzar o perforar. La segunda clase de moldes que más abundaba se había empleado para la fabricación de armas, descubrimiento que provocó la repugnancia de Kreator. Había cuchillas de todas clases y tamaños. Los moldes habían servido para espadas, cuchillos, dagas, puntas de flecha, hojas de venablo y mucho más. Todas estaban moldeadas del modo más exquisito, con ricos adornos. Luego, encontraron moldes para diversos útiles, tanto de hierro como de otros metales. Los últimos moldes mostraban restos que hacían patente que las piedras rojas y azules de la grava coloreada habían sido fundidas en ellos. Ambos moldes semejaban máscaras como la que el Rey Ego llevaba puesta cuando Kreator lo vio por última vez. Todos los moldes portaban la firma del Rey Ego. (Fragmento de “La elegía de Kreator”) Mientras el resto de los emocionantes gozaba de un bien merecido un descanso, Kreator se sumió en profundos pensamientos y contempló los moldes reunidos de forma provisoria. Se acordó del día en que se había ocultado tras un matorral achaparrado mientras los miembros de “El Club” clasificaban las piedras. Su conversación, que había parecido del todo incomprensible, comenzaba a adquirir sentido. Todo indicaba que el sentimiento de comunidad que “El Club” había creado emanaba de los productos materiales manufacturados, o mejor dicho, del objetivo al que esos objetos servían. Pero cuál era, más específicamente, ese fin del que se trataba, era una pregunta para la que Kreator no podía anticipar una respuesta. Cavilaba con repugnancia en el malestar que había sentido al mirar a través de la piedra azul que “El Club” había olvidado a la orilla del río. Pues claro que Kreator sólo había podido ver la máscara del Rey Ego en la distancia, dado que, gracias 159 La leyenda de Mundo Minor a los moldes de fundición, comprobó que no había ningún agujero para los ojos ni para otra cavidad. De ahí coligió que el Rey Ego veía, respiraba y todo lo demás a través del filtro azul de la máscara. Lo cual implicaba que debía de verlo todo desfigurado. Al mismo tiempo, tenía que permanecer continuamente bajo el influjo emocional de la máscara, arduo sufrimiento que Kreator no podía entender que aguantase. Sólo de pensarlo se le ponía la piel de gallina. Cuando Kreator regresó al campamento, encontró a Erg ocupado en vendarse una herida bien profunda que se había hecho en una mano, mientras observaba pensativo los alrededores. Kreator se sentó a su lado y entonces Erg giró la cabeza hacia él y le dijo que creía saber cuál era el principio colectivo que mantenía unido a “El Club”. Se sentaron en silencio un instante hasta que Kreator preguntó cuál creía que era ese principio. * ¡El “derecho” del más fuerte! Sonó la respuesta sorda de Erg. Se miraron el uno al otro durante un momento, entonces Kreator asintió y clavó los ojos en el suelo. De camino al campamento, él mismo había tenido con regularidad pensamientos similares, aunque había realizado el más tenaz de los esfuerzos para ahuyentarlos. A Kreator le conmovía que su amigo expresase esos pensamientos de forma tan directa y con tamaño abatimiento en la voz. Debían reconocer que habían perdido a una parte de los emocionantes, con toda probabilidad, para siempre, y esta pérdida le dolía más a Kreator que todas las heridas que los juncos le habían infligido. Erg fijó la vista en Kreator y lo vio cansado y desmoronado. En el fondo no era de extrañar, pero a la vez había algo más tras eso, pensaba Erg, sin poder precisar el qué. El campamento se fue a dormir temprano. Erg, inmerso en sus reflexiones, observaba la oscuridad creciente. No podía dormir a 160 La leyenda de Mundo Minor pesar de estar cansado, pues cayó en la cuenta de la clase de sensación que había experimentado al hablar con Kreator, un sentimiento de despedida. Le resultó muy claro que su compañero abandonaría la compañía un día, pero no para dispersarla, como “El Club” había hecho, sino para reunirla de nuevo. Erg no comprendía qué plan seguiría Kreator, pero confiaba plenamente en él. Contempló a su amigo adormecido en la oscuridad, le envió un pensamiento afectuoso y cayó por fin dormido. El avance continuó más ligero a medida que la Compañía se acercaba al Lago Vível, la niebla desaparecía gradualmente, la luz se volvía más clara, el agua mejoraba y los ánimos se alzaban firmes. Lo único que punzaba el corazón de Erg era Kreator, que se había vuelto taciturno. Ya no parecía apesadumbrado, sólo daba la impresión de estar mirando en su interior, como buscando algo que hubiese desaparecido. El día que la Compañía alcanzó la orilla del lago ya no sólo oía, sino que también veía, el Manantial Vível y todos rompieron a cantar de forma espontánea. El único que no cantaba era Kreator, que oteaba Montesbarrera con una expresión resuelta en el rostro. El aspecto de Kreator paralizó el canto en los labios de Erg. La Compañía permaneció en la ribera del Lago Vível, en parte para descansar y en parte para fabricar balsas, de modo que el último tramo del viaje pudiese transcurrir por el río que terminaba en el remolino a los pies de Montesbarrera. La construcción de las balsas fue un juego de niños, puesto que casi se fabricaron solas entre las afanosas manos de los emocionantes mientras jugaban, cantaban y reían. Las balsas salieron más bonitas que nunca antes y todas flotaban firmes y erguidas sobre el agua. Una vez terminada la última balsa, acabaron enzarzados en un gran combate acuático. Sólo Erg y Kreator se mantuvieron al margen. Antes de acostarse por la noche, empacaron todo sobre las balsas para poder partir al alba. Se había acordado en consejo navegar hasta avistar “El Gran 161 La leyenda de Mundo Minor Matorral”, que estaba situado aproximadamente a medio camino de Montesbarrera. Más tarde, harían el resto del trayecto en una sola etapa. Al principio el la corriente discurría bastante moderada, pero con tal de ir en la dirección correcta eso no preocupaba a nadie. Cantaron, rieron y contaron chistes e historias. Según pasaba el tiempo, la corriente adquiría vigor, pero nunca tanto que llegase a ser desapacible. Sólo Kreator permanecía en completo silencio, más callado cuanto más se aproximaban a “El Gran Matorral”. Mientras navegaban, Erg lo observó. Estaba sentado en proa y daba la impresión de aguardar algo. (En este punto se nota la probable carencia de un fragmento de texto). Cuando el sol empezaba a hundirse, Kreator se levantó y empezó a escrutar con los ojos entornados el lugar donde debía aparecer el matorral. Tan pronto como las balsas atracaron, saltó a tierra y pidió a Erg que se encargase de la organización del campamento, tras lo cual se marchó. Asombrado, Erg lo vio desaparecer resuelto entre los arbustos achaparrados y después volvió a sus quehaceres. Al despertar del campamento la mañana siguiente, Kreator todavía no había regresado. Volvió, pero ya casi entrada la noche. Tenía la apariencia de estar más descansado que en mucho tiempo, pero su rostro todavía denotaba angustia. Kreator colocó su bolsa en la balsa; tenía trazas de ser pesada, lo que impulsó a Erg a preguntar qué era lo que había recogido. Como respuesta, Kreator abrió la bolsa y desparramó un montón de sacos más pequeños en la tierra ante ellos. Uno de los saquitos aterrizó ante Erg y tres piedras de un color verde claro rodaron fuera. Erg las juntó y admiró su colorido en la menguada claridad, pero no le apeteció mirar al trasluz. Los saquitos contenían los tipos de piedras en que consistía la grava y en cada saquito había piedras de una misma tonalidad, pero no había dos saquitos del mismo color. Tan pronto como Erg hubo terminado de examinarlos, Kreator recogió todo, cerró la bolsa 162 La leyenda de Mundo Minor y la colocó en la balsa en la que viajaba. A continuación, se dispuso a arreglar algunos útiles que precisaban de una mano diestra. Después de un rato en silencio, Kreator preguntó a Erg si le gustaba estar en Terra Nova. Erg respondió que, en honor a la verdad, le encantaría lo indecible regresar al Jardín. Otra vez se hizo el silencio un instante hasta que Kreator retomó la palabra. Le contó que las pesquisas que había efectuado demostraban claramente que “El Club” estaba en vías de establecer un reino, como todos ya sabían, pero ahora él también sabía el objeto exacto del reino. Su objetivo era, en toda su cruel simpleza, dominar toda Terra Nova, vencer a la Compañía y convertirlos a todos en obedientes esclavos bajo el dominio del Rey Ego. Era incierto si más tarde intentarían extender su poder hasta abarcar Terra Inkognita, o al menos “El Jardín Original” de donde habían partido, pero Kreator lo encontró bastante probable. En resumidas cuentas, tendrían que hacer frente a que desde ahora hubiese una fisura en la Compañía, los miembros de “El Club” estaban perdidos, puesto que no deseaban volver. Además, su dominio abarcaría un día toda Terra Nova... probablemente más allá. Volvieron a permanecer callados un rato; después, Erg preguntó si había algún modo de detener a “El Club”. A esto Kreator respondió que “El Club” sólo entendía de poder y que, por lo tanto, sólo podían detenerlo con poder. El problema era que la Compañía desperdiciaría su oportunidad de crear un reino sostenible de recurrir al poder sin antes poseer la necesaria sabiduría para utilizarlo de un modo justo. El resultado serían dos “Clubes”, que desencadenarían una guerra destructiva entre sí, con la violencia, por causa de la violencia y del poder, como única fuerza motriz. Esta matanza sin duda acabaría con el exterminio de todos. La única salida era mantener a raya a “El Club” hasta que la sabiduría hiciese su aparición. Tras haber recapacitado un poco sobre las palabras de Kreator, Erg le inquirió sobre lo que quería decir con aquello de “mantener a 163 La leyenda de Mundo Minor ‘El Club’ a raya”. Con esto, Kreator entendía que debían intentar mantenerse fuera del alcance de “El Club”, regresando al otro lado de Montesbarrera y continuando el trabajo en “El Jardín Original” hasta que la sabiduría se manifestase. Entonces, Erg quiso saber cómo reconocerían que estaban en posesión de la sabiduría cuando eso ocurriese. A ello Kreator replicó que la sabiduría se daría a conocer, pero sólo ante quien presentase una mente abierta y predispuesta. Mientras los dos amigos hablaban había oscurecido tanto que apenas se veían como siluetas, razón por la cual resolvieron arrastrarse al lecho. Al amanecer, Kreator reunió a los emocionantes en consejo. Les contó la charla que había tenido con Erg la noche anterior. Cuando se discutieron los diferentes aspectos en detalle, acordaron botar las balsas y navegar sin detenerse hasta llegar a los pies de Montesbarrera. Allí gozarían de reposo antes de escalar hasta la Meseta de Erg. La marcha hasta la meseta se tenía que realizar en una sola etapa, puesto que sería imposible levantar un campamento en esa ladera. Además, les esperaba un largo viaje de descenso por la otra falda. Atravesar las montañas por el río era demasiado peligroso, así que tuvieron que descartar esta posibilidad. La partida se efectuó con muy buen humor, un humor que rozó la euforia cuando el perfil de Montesbarrera se recortó en el horizonte. 164 La leyenda de Mundo Minor OCTAVA PARTE: PUNTO CRÍTICO Donde ha acampado el ejército crecen maleza y espinas. (Chino antiguo) El sol estaba a medio camino de las cumbres de Montesbarrera cuando la hilera de balsas atracó a los pies de la cordillera. La mañana había exhibido una belleza singular, con los colores más espléndidos en los repechos de las cumbres. Como la subida les exigiría dar todo de sí mismos, reposaron el resto del día. El ascenso se iniciaría al alba. Los emocionantes se complacieron en sentir la superficie mullida de las montañas bajo los pies, por lo que la subida fue coser y cantar. Pasado el mediodía, todos se reunieron en la Meseta de Erg, donde disfrutaron de un leve rastro de la fragancia, traída por el viento, de las plantas que, a pesar de todo, sobrevivían en Terra Inkognita. Erg contempló, agradecido, la superficie desnuda con rocas esparcidas aquí y allá mientras sus pensamientos comparaban esa visión con Terra Nova. Era como si Terra Nova en comparación resultase... artificial, falsa.... Erg se detuvo en sus pensamientos para dar con la palabra que mejor expresaba las diferencias... ¡Sí! Decorados. Terra Nova le recordaba sobre todo a un imponente teatro lleno de decorados. También se dio cuenta de que esta decoración se intensificaba a medida que se acercaban a Bosquesabara. Las observaciones de Erg se vieron interrumpidas por algo que se movía en el horizonte, un poco a su izquierda. Al principio no pudo ver de qué se trataba, pero poco a poco, se percató de que era una nube de polvo de un tamaño demasiado reducido para tratarse de una tormenta. Cuando Kreator se apercibió de otra polvareda en 165 La leyenda de Mundo Minor una dirección diferente, averiguó de pronto qué pasaba. Las nubes (ahora había ya seis o quizá siete) las levantaban unos jinetes, innumerables jinetes. Paulatinamente, el horizonte se convirtió en una enorme polvareda que se acercaba sin descanso. Asombrados, Kreator y Erg se miraron, ninguno de ellos podía explicarse qué podían estar haciendo TANTOS jinetes por allí. Con el catalejo de Kreator, Erg vio que los primeros jinetes avanzaban, se asentaban al otro lado del lago y comenzaban a descargar el equipaje de sus monturas. Pocos minutos más tarde, la polvareda los atrapó y los ocultó a los ojos de Erg. Cuando la nube de polvo se disipó tiempo después, la superficie de Terra Inkognita estaba cubierta por campamentos de unidades militares en todas direcciones hasta donde abarcaba la vista. Cada unidad estaba organizada en círculo en torno a una hoguera. Junto a la hoguera se erguía un estandarte con el símbolo de la unidad que indicaba de qué Mundo en cuestión provenía. Alrededor de cada una hacía la ronda un determinado número de centinelas, de modo que operaban como campamentos independientes. Entre estos campamentos había una porción de tierra de nadie que los separaba. Varias unidades tenían, además de caballos de carga, potentes vehículos de transporte cargados con el equipo cubierto con lonas. En el seno de cada una parecía que las tropas estaban divididas en unidades menores, cada una con su propio uniforme y equipo. Erg no podía ver con precisión con qué equipamiento estaban dotados los subgrupos, por más que utilizase el catalejo telescópico de Kreator, debido a la considerable distancia. Por lo que podía atisbar que indicaban los estandartes desde esa distancia, había unidades de la mayoría de los Mundi que conocía, de igual manera que parecía que cada Mundo había desplegado varias de ellas. Al caer la noche, las hogueras se multiplicaron por toda la superficie de Terra Inkognita, rivalizando en fulgor con las estrellas del firmamento. Según avanzaba la noche, las hogueras se extinguían, una tras otra, salvo la hoguera de la unidad que estaba 166 La leyenda de Mundo Minor acampada más cerca de la ribera de Lagolargo. Allí daba la impresión de estar en marcha una actividad fabril durante toda la noche, si bien la oscuridad impedía a Erg ver con qué se tomaban tanta prisa. La mañana llegó más temprano de a lo que la Compañía estaba acostumbrada mientras estaban en Terra Nova, pues Montesbarrera ya no interceptaba la trayectoria de los rayos del sol. La luz reveló los frutos de la ajetreada actividad nocturna y Erg quedó fascinado, y más se inquietó, por la finalidad que podía tener aquel despliegue de tropas. A lo largo de la orilla de Lagolargo se sucedían una catapulta tras otra, hasta más allá de donde alcanzaba la vista en ambas direcciones, todas apuntando hacia Montesbarrera. Ahora se veía la finalidad de esa tierra de nadie que separaba los campamentos de las diferentes unidades, que se empleaba para que circulasen las carretas de bueyes en largas filas, cargadas hasta los topes con rocas de notable tamaño. Su carga se entregaba al lado derecho de la catapulta a la que llegaban, dependiendo del camino escogido, tras lo cual regresaban por la porción desocupada. En los campamentos tras la línea de catapultas también tenía lugar una actividad frenética, aunque no podían ver con precisión en qué se afanaban los hombres. Esta visión convenció finalmente a Erg de que aquellas fuerzas habían sido enviadas para hacer realidad la amenaza del Rey de Mundo Ambo, un pensamiento que llevaba un rato torturando su mente. Sólo esperaba que no hubiesen encontrado “El Jardín Original” antes de llegar allí. Cuando se hubo apilado una impresionante montaña de rocas junto a cada máquina, las tropas acometieron la faena de tensar los brazos de las catapultas y llenar sus canastas. A una señal repentina que ninguno de los emocionantes había oído o visto, todas las máquinas lanzaron las rocas hacia el cielo en diferentes ángulos. O, como se registró por escrito más tarde: 167 La leyenda de Mundo Minor Un bloque golpeó la montaña un buen trecho por debajo de la Meseta de Erg, pero lo bastante cerca como para que una lluvia de polvo y guijarros cayese por sorpresa sobre la Compañía. (fragmento de “Las memorias de Erg”) Más tarde lo sucedido quedó registrado en un documento que desde entonces se ha copiado repetidas veces. En consecuencia, se pueden encontrar fragmentos en muchos Mundi diferentes. Con estos fragmentos fue posible reconstruir el texto completo: Un bloque golpeó Cimarresplandor y se rompió, y acabó en tres pedazos en el lecho de Lagolargo. Un bloque fue a parar a Lago Vível, tan cerca del manantial que casi lo alcanza. Otros bloques sacudieron las laderas de Montesbarrera, tan cerca golpearon que crearon continuas cornisas rocosas a diferentes alturas. Varios bloques araron por doquier la meseta de Terra Nova, donde acabaron por marchitarlo todo en muchos metros a la redonda. Un bloque se hundió en el río por el cual la Compañía había navegado, franqueando el Lago Vível, dividiendo su curso en dos. Dos bloques chocaron en el aire, lanzando una lluvia de piedras y polvo que rodó por las faldas de Montesbarrera. Un único bloque voló tan lejos que cayó en la espesura 168 La leyenda de Mundo Minor de Bosquesabara, alertando así al Rey Ego y a su “Club”. Se cargaron más catapultas, pero tanto que quedaron destruidas por la explosión. A pesar de ese masivo bombardeo nadie salió herido en la meseta. Pero el ataque echó raíces de miedo y de desconfianza... profundas raíces. (fragmento de “La elegía de Kreator”) En otro lugar, se había conservado lo siguiente: Kreator se volvió más silencioso. Erg montó en cólera. Los emocionantes quedaron desconcertados El bombardeo fue masivo, pero no duró demasiado. Presta avanzó la infantería desde los campamentos. Los grupos que Erg pudo ver eran: Tropas de ingenieros Escaladores con cuerdas de ascensión Arqueros Infantes con ballestas Infantes con jabalinas Lanceros Infantes con venablos Incendiarios Junto a otros que no pudo identificar (fragmento de “Las memorias de Erg”) 169 La leyenda de Mundo Minor Como una riada, la infantería avanzó desde los campamentos de las unidades, cargada con pertrechos para todos los fines imaginables. La primera en llegar a la orilla de Lagolargo fue la tropa de ingenieros, que montó puentes flotantes para que el resto pudiese continuar sin detenerse. Los siguientes fueron los escaladores, con cuerdas de ascensión provistas de ganchos de abordaje. Sirviéndose de esto, treparon hasta la cornisa más cercana que había originado el bombardeo de las catapultas, afianzaron las sogas y ayudaron al resto de grupos a subir mientras se encaramaban a la próxima cornisa. A medida que las unidades pugnaban por escalar las montañas, la subida se hacía más empinada. Al final era tan escarpada que no pudieron proseguir, puesto que no había más cornisas labradas por el bombardeo de ese día. Como la noche estaba al caer, levantaron los campamentos en las cornisas donde se encontraban y encendieron fogatas. Por la noche no ocurrió nada, salvo por el ajetreo de las carretas que, a la lumbre de las antorchas, portaban nuevas rocas para las catapultas que todavía funcionaban. La luz de la mañana mostró diversos huecos en la fila de catapultas. Las unidades que habían manejado las máquinas averiadas las estaban ahora desmontando, serrándolas en trozos y de ese modo transformándolas en leña. Cargaron las máquinas restantes con carretadas de rocas como el día anterior, mientras las unidades que habían pasado la noche en las cornisas que el bombardeo precedente había creado permanecían inactivas. Debido a la reducción de catapultas, ese bombardeo no fue tan fuerte como el inicial, pero la precisión había mejorado, puesto que las máquinas podían apuntar mejor tras la corrección del tiro efectuada el día anterior. Ahora se podía ver que seguían una pauta en la forma de disparar. La táctica probablemente consistía en que un grupo de catapultas se destinase a pulverizar la Meseta de Erg: 170 La leyenda de Mundo Minor eran las máquinas que el día anterior habían disparado sobre la cima de las montañas (fragmento de “La elegía de Kreator”) mientras otro grupo disparaba para crear nuevas cornisas en la pared rocosa por las que las unidades pudiesen trepar. Ninguno de los bloques del primer grupo golpeó la meseta, pero atinaron tan cerca que cubrieron la Meseta de Erg con una gruesa capa de rocas trituradas. El otro grupo de catapultas excavó, en el curso de ese día, más cornisas en la montaña, posibilitando que los equipos de escaladores se hubiesen desplazado un gran trecho antes de la noche. La intención, como era evidente, era que uno de los grupos de máquinas aplastase a la Compañía, mientras el equipo de escaladores se encargaba de los eventuales supervivientes. ¿Pero... por qué? (fragmento de “La elegía de Kreator”) (Que el bombardeo durase siete u ocho días depende de a qué archivo de los Mundi se le otorgue un mayor peso. A ciencia cierta se sabe que el bombardeo cesó cuando la última catapulta se averió. Para entonces los equipos de escaladores habían ascendido un poco más de la mitad de la ladera, pero desde ahí el paso estaba cortado). Erg se arrodilló al borde de la meseta, justo después del amanecer, y mientras estaba allí vio cómo la última catapulta se derrumbaba. Cayó en pedazos tan pronto como las tropas enviaron un cargamento. Como resultado, los bloques no adquirieron la celeridad necesaria y llovieron sobre Lagolargo, que durante un instante pareció bullir. Rebosante de alegría, Erg llamó al resto para que lo viesen. Presenciaron aliviados cómo la unidad desarmaba 171 La leyenda de Mundo Minor la ahora inofensiva arma. El alivio obedecía no solamente a la certeza de que no les dispararían más, sino también a que los escaladores no alcanzarían la desembocadura del río. La noche anterior, él y Kreator habían expuesto la posibilidad de que un equipo de escaladores hallase la cuerda que habían largado a través de la catarata y se deslizase hasta Terra Nova por esa ruta. Las unidades de escaladores, que ya no tenían esperanzas de alcanzar los picos de Montesbarrera, comenzaron pronto el descenso. En la tarde del segundo día se encontraban de nuevo al otro lado de Lagolargo. Como daba la impresión de que ese ejército acampado se retiraría, la compañía dirigió su interés hacia la meseta. Todo era un caos de polvo, piedras y rocas. El bloque más grande rodó hasta el borde de la meseta más cercana y la Compañía lo empujó hacia abajo. Con sus capas cosidas entre sí compusieron una lona en la que poder aprisionar el viento que, a la caída del sol, subía la pendiente de Montesbarrera por la vertiente de Terra Inkognita. De esta forma podían barrer la arenisca de la meseta con ese viento que, de otro modo, quedaría confinado entre los picos de la montaña. El desescombro llevó tanto tiempo que se cernió la oscuridad antes de haberlo terminado. Cuando luego quisieron desmontar el atrapavientos provisional, atrajo su atención un círculo de luz al otro lado de Lagolargo. El fulgor de la luz venía de un número de grandes hogueras que se erigían unas junto a otras formando un gran círculo. En medio de la circunferencia había un número mayor de artesanos ocupados en algunos trabajos que, debido a su tamaño y al hecho de que yacían montones de bloques de roca más pequeños por todas partes, debía tratarse de una obra de ingeniería de algún tipo. En la Compañía, la opinión predominante era que se trataba de algún tipo de puesto de guardia desde donde poder vigilar si la Compañía se dirigía de nuevo hacia Terra Inkognita. El sol de la mañana reveló una obra ciertamente imponente. Las 172 La leyenda de Mundo Minor faenas de la noche habían levantado un muro de apariencia circular junto a la orilla del lago que parecía alcanzar la altura de dos hombres. El muro estaba compuesto por bloques cortados de forma cuadrangular excepto por el lado que daba al exterior, que estaba tallado con forma arqueada para componer la curva de la edificación. En ese momento había una pausa en la construcción, puesto que los obreros circulaban en un carro tirado por una yunta de bueyes del mismo tipo que los utilizados para transportar las catapultas recogiendo los bloques remanentes. Cuando la carreta se llenó, los bloques se descargaron en una pila en un extremo de la edificación, después de lo que una centena escasa de hombres se pusieron a cortarlos. (Según una copia de un archivo de Mundo Ambo la cifra ascendía a 97). La construcción llevó tres días y medio y resultó en un edificio cónico cuya superficie parecía casi un espejo en la distancia. Sólo podían aventurar un cálculo aproximado del tamaño exacto del cono, pero por equiparación con las personas que se movían en torno, debía de ser bastante grande. Alrededor del edificio estaban esparcidos los restos que habían sobrado de la talla, reunidos creando un dibujo en forma de enorme flecha. La punta de la flecha señalaba hacia el punto en la lejanía donde había aparecido la primera nube de polvo a la llegada del ejército. Era la dirección de Mundo Ambo. La entrada al edificio era casi un portón que parecía bastante grande; cuánto, no lo podían saber por el momento, puesto que estaba orientado hacia la puesta de sol, lo cual viene a decir que poco se podía ver. Lo último que el equipo de construcción hizo fue arrastrar un montón de cosas dentro del edificio desde un cúmulo situado a un 173 La leyenda de Mundo Minor lado. Después, abandonaron el lugar en la dirección que indicaba la flecha. La Compañía había renunciado a la idea de que la construcción funcionase como residencia para observadores o algo por el estilo, puesto que no poseía ventana alguna, pero dudaba a la hora de aventurar para qué serviría. El Consejo decidió enviar a un equipo al edificio para averiguarlo. El equipo de reconocimiento estaba constituido por Erg y otros tres emocionantes, que debían emprender el descenso al amanecer. La bajada se realizaría con todas las cuerdas de que la Compañía disponía atadas entre sí. Con su ayuda se descolgarían hasta el rellano más alto que habían excavado en la roca las catapultas con sus disparos. Desde ahí emprenderían el resto del descenso con ayuda de las cuerdas que los equipos de avanzadilla habían abandonado. Recogerían estos cabos al regreso. Tan pronto como el sol envió un rayo escudriñador sobre el limbo del horizonte, Erg se descolgó el primero. El acuerdo era que sólo podía deslizarse por la cuerda un emocionante de cada vez, por motivos de seguridad. También habían convenido que se reunirían en la ultima cornisa antes de marchar el último tramo en fila de a uno. Al inicio de la tarde del cuarto día estaban agrupados entre la montaña y Lagolargo, listos para emprender la última etapa. En un principio la intención había sido la de nadar hasta la otra orilla, pero en la ribera había una balsa que aparentemente había sido abandonada por los agresores. Erg quedó estupefacto al ver que los equipos de avanzadilla... ¡habían cruzado el lago mediante un puente flotante! Para sus adentros, Erg reconoció que tanto la balsa como las cuerdas abandonadas parecían significar que querían que ellos observasen más de cerca la edificación. La construcción difícilmente podía tratarse de una celada... ¿o sí podía? Inseguros y carcomidos por pensamientos aprensivos, los cuatro emocionantes remaron sobre aquella pequeña masa de agua. El edificio era grande. Erg estimó su altura en unos treinta y cinco metros y el diámetro de su base en unos buenos cincuenta. La 174 La leyenda de Mundo Minor entrada ni siquiera se podía calificar de portón, pues se trataba de un corte abovedado del edificio cuyo anchura Erg midió en pasos. La distancia entre los lados abiertos era de unos quince metros. El aspecto espejado de la superficie se debía a que habían cortado y luego pulido las rocas hasta dejarlas totalmente lisas y después las habían lustrado hasta quedar relucientes. La cara interna era también de un blanco resplandeciente, lo cual distribuía los rayos del sol por todo el espacio interior de la construcción en forma de una deliciosa luz difusa. Sólo les llevó un instante convencerse de que era imposible que alguien se escondiese en esa obra, pues se tenía una perspectiva de todo el espacio. Como Erg ya no se sentía asustado por algo que pudiese aparecer en el edificio, se entregó al goce de la sensación que le producía pisar de nuevo la arena de Terra Inkognita. Dio una vuelta al edificio, apostó a los otros en su perímetro y entró. Dentro había casi tanta luz como fuera y ninguna sombra debido a esa claridad difusa que llenaba todo el edificio y que facilitaba que abarcase con la vista lo poco que contenía la habitación. A lo largo del suelo, y sobre la abertura, corría un zócalo donde serpeaban ramilletes de flores entre aves, elefantes y otros animales terrestres. El suelo era del mismo tipo de piedra que el edificio, sólo que las losas eran triangulares con una longitud de 50 centímetros de lado. Colgando del vértice de la construcción había un mecanismo que en una primera impresión recordaba a un candelabro o a un ancla de siete brazos. Al final de cada brazo descansaba una lente que recogía la luz que reflejaban las paredes y la concentraba en el centro del mecanismo. Ahí la luz era capturada por otras lentes, tras lo cual los siete rayos, reunidos en uno solo, abandonaban el centro del aparato. En ese lugar del suelo en el que confluían los rayos, se erguía un abrupto pedestal cónico cuya parte superior era de cristal. Bajo esa tapa yacía un pergamino. El rollo portaba tres sellos lacrados y descansaba sobre un cojín de seda azul real. Erg tomó el pergamino y devolvió la tapa cónica a su lugar. Después 175 La leyenda de Mundo Minor de haber paseado la mirada por la habitación, abandonó el edificio con paso apresurado. Fuera llamó a los otros emocionantes y les preguntó si habían observado algo, pero todo estaba tranquilo. Dejaron el lugar con el propósito de llegar tan alto en su ascenso como fuese posible antes de que oscureciese. Sería imposible escalar todo el camino, pero en todo caso debían pasar la noche en una cornisa. Cuando la oscuridad se hubo recrudecido en exceso, se arrebujaron en sus capas, se apretujaron para guarecerse del viento e intentaron dormir. El frío y el sonido intermitente de piedras que rodaban ladera abajo lo hacían difícil, pero conciliaron parcialmente el sueño. La mañana clareó y con ella llegaron la luz y el calor. La noche había sido fría, más fría de lo que Erg recordaba de las noches en esa vertiente. Estaba aterido y por ello disfrutaba de la luz del sol el doble de lo que solía. No pasó mucho tiempo antes de que el astro subiese tan alto que los cuatro sintiesen el calor de nuevo en sus venas. El ascenso fue fatigoso porque debían trepar y porque el sol los abrasaba. Todo esto, unido a que sólo eran cuatro, les impedía cargar con todas las sogas que reunían por el camino. Al completar una quinta parte de su recorrido guardaron las cuerdas que habían recogido en un depósito, ya que uno de los emocionantes había encontrado una cueva entre las rocas donde poder esconderlas. No llegaron a la meseta hasta un poco antes de la puesta de sol del sexto día. Entregaron el rollo de pergamino a Kreator, quien rompió los sellos, carraspeó y empezó a leer en voz alta: OMNE IN OMNE Vives en una casa con cinco cuartos, tus ventanas se abren a la eternidad y al infinito. En cada cuarto hay una puerta que lleva al siguiente cuarto. La puerta principal conduce al primer cuarto, allí está oscuro. 176 La leyenda de Mundo Minor Estás en el cuarto uno hasta que naces, lo que te conduce raudo al cuarto tres. De camino allá atraviesas el cuarto dos, pero no reparas en ello. Por eso debes volver veloz al cuarto dos, lo cual ocurre con esfuerzo. Aquí permaneces hasta que el hambre te despierta, a la sazón regresas. Por primera vez estás presto para el cuarto tres, y te despabilas. Puedes ver. El cuarto tres es uno que nosotros (tú y yo) conocemos. Los árboles y las plantas florecen y los tigres cazan. Permaneces en el cuarto tres muchos años, al menos trece. Pero a veces vas al cuarto dos, sobre todo por la noche. El cuarto dos lo hemos visto todos, pero nadie lo conoce. Aquí los cuentos son reales, pero no sólo los buenos. El cuarto dos es efímero, Es el reino “sagrado” de los sueños. Al cuarto cuatro pocos acceden, pues la puerta está cerrada y nadie posee la llave. En el cuarto cuatro todas las cosas están por mitades y cada mitad controla ambas. 177 La leyenda de Mundo Minor Uno actúa como su propio esclavo, otro piensa como su propio señor. El cuarto cuatro es robusto como la piedra y una morada de sabiduría. El cuarto cinco es precioso como solo él puede serlo, al cuarto cinco sólo acceden los sagaces. En el cuarto cinco uno es todo y todo es uno. OMNE IN OMNE (fragmento de “La elegía de Kreator”) Se hizo un silencio reflexivo mientras Kreator enrollaba el pergamino y se lo devolvía a Erg, que lo guardó bajo su capa. Después de haber deambulado en círculos, meditabundo, durante un momento, Kreator levantó la vista y preguntó a los emocionantes si creían que era necesaria una contestación. Hubo consenso, por lo que se decidió reunirse en consejo a la mañana siguiente, tras lo cual se aviaron a sus camastros. El mensaje que el grupo de Erg había portado contenía un increíble número de matices. Por este motivo, no era un trabajo fácil elaborar una respuesta satisfactoria, así que en eso emplearon el resto del día. Por último, Kreator leyó en alto la respuesta y pidió la conformidad de todos. La réplica fue aprobada y sonaba como sigue: CASA La mente de una persona es una casa con infinitas puertas y trampillas. Bajas, estrechas, angostas, nada altas, nada anchas. Todas conducen al interior de la casa, 178 La leyenda de Mundo Minor unas a lugares más vitales que otras. El interior de la casa consiste en: pasillos, vestíbulos, habitaciones, corredores, salas. Por todas partes hay estanterías, nichos, repletos de riquezas de las experiencias de la vida, ordenadas, colocadas en su lugar. A un lado de la casa se encuentra un cobertizo destartalado, construido sólo con los portones de la especulación. Grandes, anchos, gigantescos. El interior del cobertizo consiste en: angostos pasillos, ningún cuarto, ninguna sala, ningún vestíbulo. Alrededor todo está desparramado: pedazos de filosofía, restos de prejuicios. A menudo los pasillos están bloqueados por la ignorancia y la estrechez de miras. El sagaz elige una entrada adecuada a su tamaño y penetra en la casa, en ese lugar él tiene su hogar. 179 La leyenda de Mundo Minor El necio, por su parte, se lanza irreflexivo de portón en portón y se precipita a través de los pasillos del cobertizo: levanta remolinos de polvo que le empañan la visión. ¡¡ALERTA!! (fragmento de “La elegía de Kreator”) Kreator enrolló el escrito y preguntó otra vez si estaban de acuerdo con la redacción. Como todos estuvieron satisfechos, Kreator selló el rollo en presencia del Consejo. Erg y su equipo se ofrecieron ipso facto a transportar el rollo hasta el edificio la mañana siguiente, iniciativa que fue aprobada. Cuando Erg se despertó, el cielo sólo había adquirido una leve tonalidad rojiza hacia el este. El aire era fresco a causa del viento nocturno, pero Erg no tenía frío. Colmado de gozo, vio el sol subir y difundir sus rojos, rosas y dorados haces de luz sobre la superficie de Terra Inkognita. A medida que el sol se elevaba, el resto del equipo de trepadores se despertaba y, antes de que el sol asomase en el horizonte, estaban en camino. La bajada no tenía ningún misterio porque ya habían hecho el viaje una vez, pero aún así les llevó al menos tres días. El sol había casi alcanzado su cenit cuando Erg contempló de nuevo la entrada del edificio y los juegos de luz en el sistema de lentes que colgaba del techo. A simple vista todo parecía estar como lo habían dejado, sólo que el viento había amontonado pequeñas dunas de polvo y arena, sobre todo al pie del pedestal donde habían 180 La leyenda de Mundo Minor recogido el papiro enrollado. Para mayor seguridad, el equipo se aproximó al edificio del mismo modo que la última vez, puesto que los acontecimientos de los últimos tiempos habían vuelto inseguro el estar a ese lado de Montesbarrera. Los emocionantes se colocaron como la vez anterior, tras lo cual Erg penetró en el edificio con paso firme. Agarraba el rollo en su sudorosa mano derecha. Con la izquierda levantó el cono de cristal, depositó el rollo y deslizó el cono en su lugar. En el instante en que el cono encajó en su sitio el edificio tembló, provocando que una costra de revoque se desconchase sobre la mano de Erg. Antes de que Erg se hubiese repuesto del sobresalto, uno de los otros emocionantes introdujo la cabeza y gritó que se acercaba un jinete desde Mundo Ambo. A la salida del edificio, Erg se detuvo lo suficiente como para ver una nube de polvo en la dirección anunciada. Mientras Erg corría hacia la balsa que lo esperaba, advirtió que la composición de piedras en forma de flecha del edificio señalaba ahora la dirección contraria, hacia Montesbarrera. Cuando el jinete desmontó de su caballo, ellos habían ya alcanzado la primera cornisa. Desde allí lo vieron correr dentro del edificio para salir un segundo después con el rollo en la mano. Sin dirigir la mirada hacia las montañas, metió el rollo en su alforja, montó en el caballo y desapareció por donde había venido. Todos sus movimientos se sucedieron a una velocidad frenética. 181 La leyenda de Mundo Minor NOVENA PARTE: ASENTAMIENTO Echa raíces, echa raíces e invoca setenta desgracias sobre tu cabeza. (Refrán indio) Cuando Erg y el resto de emocionantes estuvieron de vuelta en la Meseta de Erg, encontraron a Kreator inmerso en sus reflexiones. Erg decidió dejarlo en paz y no molestarlo, puesto que podía imaginarse muy bien a qué pensamientos estaría dando vueltas la cabeza de su amigo. Comprendía que era una decisión complicada: O bien adentrarse en Terra Inkognita y mantenerse ojo avizor frente a los Mundi hostiles O bien manecer en Terra Nova y mantenerse ojo avizor frente al Rey Ego y su corte. . (fragmento de “La elegía de Kreator”) Erg no sabía qué era peor. Kreator sólo clavaba la mirada en las llamas de la hoguera, salvo por el momento en que Erg arrojó más madera. Entonces sus ojos se encontraron fugazmente. A Erg se le antojaron los de un animal acosado. Finalmente, Kreator se puso en pie, suspiró y llamó a Erg. Había encontrado una solución que no era ideal, pero que desgraciadamente era la única posible. El plan de Kreator exigía que esperasen hasta que la sabiduría se mostrase en la Compañía, en tanto se quedaban en Terra Nova, puesto que el Rey Ego era, de sus enemigos, del que mejor podían defenderse. Para que la corte no los cogiese desprevenido, el plan exigiría construir.... con carácter provisional... un Mundo. El mayor problema radicaba claramente en que pasaría otra eternidad antes 182 La leyenda de Mundo Minor de que viesen el Jardín que habían abandonado. Por lo tanto, el Mundo debía fundarse con un jardín como centro, para que pudiesen continuar sus experimentos de cultivo entre tanto. En torno al jardín levantarían un muro alto y sólido, con las puertas y ventanas necesarias, después erigirían muros como círculos concéntricos hasta que el Mundo cubriese el área desde Montesbarrera hasta Bosquesabara. En mitad del jardín quedaría situado el Lago Vível. El Mundo se cubriría con un sólido techado de las mismas piedras que los muros para protegerlos contra un eventual nuevo ataque desde Terra Inkognita. A medida que las obras avanzasen, unos muros transversales dividirían los círculos concéntricos en habitaciones, según la necesidad. Una planificación más pormenorizada se realizaría durante el curso de las obras. Se sentaron un rato en silencio, pero Erg logró advertir que a su amigo le rondaba algo más por la cabeza. Después de un momento, Kreator dijo con un suspiro que se vería obligado a abandonar la Compañía antes de que el Mundo estuviese terminado del todo. Erg ya hacía tiempo que esperaba este comunicado, pero aún así lo cogió desprevenido. Kreator no podía revelar lo que iba a hacer, pero dijo que era necesario para crear unidad en la Compañía. Erg asintió para sí, aceptó a regañadientes, pero no dijo nada. Era la mañana del día siguiente. Kreator y Erg convocaron al resto de emocionantes en consejo, donde Kreator expuso su plan. El plan fue aprobado sin júbilo. Contrariamente a lo normal en la construcción de un Mundo, éste estaba circunscrito al espacio de que disponían. Por este motivo se nombró a la obra... Mundo Minor (fragmento de la “Elegía de Kreator”) Para facilitar las obras, los emocionantes se distribuyeron en diversos grupos de trabajo. Algunos amontonaban rocas, otros las cortaban, otros las transportaban hasta el lugar donde en ese 183 La leyenda de Mundo Minor momento se construía y ahí había otro grupo que se ocupaba de la edificación. El primer muro del Jardín y del Lago Vível contó con diez metros de altura y la mitad de anchura. Con ese como plantilla se levantaron los ulteriores, que se fueron cubriendo con un techado de piedra de cinco metros de grosor. A medida que se creaba espacio bajo el techo, se acondicionaban los talleres donde se desarrollarían mejores herramientas, que acelerarían la progresión de los trabajos. Los talleres producirían también utensilios para labrar la tierra en el ya cercado jardín, que un grupo de trabajo se pondría a desbrozar: Primero despejarían de juncos todo el perímetro del lago... Entonces labrarían la tierra... Después la dividirían en arriates... Luego crearían senderos y veredas... Al final colocarían setos y vallas. (fragmento de “La elegía de Kreator”) (A partir de este punto existen notables lagunas en la crónica sobre el momento en que cesaron las obras y fracasó La Unidad de la Pequeña Compañía. No obstante, de los fragmentos existentes se desprende un informe que relata, con gran fiabilidad, cómo la corte del Rey Ego entró en Mundo Minor...): ... Erg se enderezó y miró el paisaje, llamó su atención un movimiento en la niebla. A pesar de que estaba allí, en lo alto del último muro en construcción, no le alcanzaba la vista más allá de la pequeña llanura que todavía separaba, por poco tiempo, las obras de la linde de Bosquesabara. Erg se concentró, pero no vio nada. Después de haberse detenido un rato, reanudó su trabajo afianzando la última piedra de la sección del techo... con la sensación de estar 184 La leyenda de Mundo Minor siendo acechado. No pasó mucho tiempo antes de que Kreator comenzase a volverse diáfano, señal de que iba a abandonarlos. Erg había presenciado los cambios un día en la Sala del Consejo, cuando vio la luz de una antorcha brillar a través del cuerpo de Kreator. Tres días después, Kreator convocó un consejo en el que anunció su inminente ausencia e invistió a Erg como Príncipe en su lugar. Por la noche partió. Erg se irguió de nuevo, había algo... ¡alguien se movía en la bruma! * ¿Quién va en la niebla? Levantó Erg su voz autoritaria hacia el lugar en la bruma donde creía haberse producido el movimiento. En la niebla aumentó la agitación hasta que se manifestaron algunas figuras imprecisas que se acercaban. * Sólo unas pocas almas atemorizadas. Dijo una voz potente, aunque un tanto trémula. Erg reconoció de inmediato... ¡¡la voz inconfundible del Rey Ego!! Erg fue víctima de sentimientos contradictorios; había algo en la voz del Rey Ego que lo extrañaba... sonaba como si el Rey Ego estuviese asustado. * ¿Por qué has regresado? Erg no dejó que su voz revelase sus sentimientos. * Hemos viajado hasta muy lejos y visto mucho. Sabemos lo que hay al otro lado del poderoso Bosquesabara y de allí venimos huyendo. La voz del Rey se extinguió. Erg se quedó en silencio un instante, no estaba preparado para esa situación. Imaginaba improbable un ataque con potentes armas, pero eso era... inesperado. 185 La leyenda de Mundo Minor * ¿Qué hay tras Bosquesabara? De inmediato, se arrepintió de haber formulado la pregunta, pero no había forma de enmendarlo ahora. Tras un momento de pausa, la voz del Rey sonó de nuevo: * Detrás de la primera parte del bosque, aquella que habéis visto, hay otra parte más extensa. Allí los árboles no son tan frondosos como en la primera, así que se puede deambular con libertad entre ellos. Las criaturas se muestran sólo por la noche. * ¿Pequeñas criaturas encorvadas con aspecto de reptil y brillantes ojos rojos? Le vinieron a la memoria las criaturas que habían alborotado el campamento de La Pequeña Compañía en el camino de regreso desde La Fortaleza de “El Club”. * Sí, pero también otras. Había un tono de franco asombro en la voz del Rey, como si no diese crédito a que Erg pudiese saber algo de esas criaturas. * Esas criaturas también viven en el primer bosque. Informó Erg y pidió al rey que le contase más. * El segundo bosque es más grande que el primero y cuanto más se penetra en él, más criaturas animadas se encuentran. A medida que uno se adentra en la espesura, las criaturas se vuelven más grandes, más fuertes y... más horrendas. Luchamos en muchas batallas y las vencimos a todas, por eso llegamos al gran desierto. Allí no vive 186 La leyenda de Mundo Minor ninguna de esas bestias que encontramos en el bosque, pero está asolado por repentinos huracanes que braman con una fuerza inimaginable. Después de ese desierto llegamos al imperio del hielo y al palacio donde reside el miedo. El miedo es una simple sombra, pero aquello sobre lo que se cierne está irremediablemente perdido. Rogamos protección. La verborrea del rey fue disminuyendo hasta quedar en silencio. * Levantad el campamento a los pies del muro; cuando nos hayamos reunido os enviaremos recado de la decisión. (Basado en fragmentos principalmente de “Las memorias de Erg”). Erg caminó aturdido junto al resto de La Pequeña Compañía, que convocó prestamente en consejo. Los emocionantes expresaron todos gran sorpresa por lo que el Príncipe Erg les contaba que había sucedido en el techado del Mundo. Un grupo pretendía expulsar a la corte del Rey Ego cuanto antes, otro opinaba que debían ser admitidos al instante en la comunidad de emocionantes. Entre estos dos extremos surgieron diferentes puntos de vista particulares. Al término de todo resultó que concederían al Rey Ego y a su corte la sección anular recientemente terminada que se iba a dedicar a talleres y viviendas, tras lo cual se aislaría dicha sección del resto del Mundo. De ese modo estarían protegidos de aquello de lo que habían huido, a la vez que permanecerían incomunicados del Príncipe Erg y La Pequeña Compañía. El Rey Ego dio las gracias al Príncipe Erg cuando le anunció la noticia; después él y la corte trasladaron inmediatamente su equipaje al interior. El asentamiento del Rey Ego supuso un parón en la ulterior ampliación del Mundo, pero no tenía mayor 187 La leyenda de Mundo Minor importancia. Ya antes de la llegada de la corte del Rey estaba planeado que ese anillo posiblemente fuese el último, e incluso sin él había sobrado espacio. Durante mucho tiempo los dos grupos vivieron separados, sin inmutarse por la presencia del otro. En este período, los únicos contactos consistían en la visita que el Príncipe Erg hacía cada tarde al borde del tejado, al lugar que daba sobre la entrada al sector de la corte del Rey, donde intercambiaban un par de palabras sobre esto y lo otro. Ello cambió un día en que la corte preguntó si tenían permiso para enseñarle lo que habían hecho en sus talleres. El Príncipe Erg se lo permitió, tras lo cual expusieron un montón de cosas en la hierba. Esa fue la primera vez que Erg tuvo la oportunidad de ver los objetos de que hasta entonces sólo había visto los moldes de fundición, aquella vez que, junto a Kreator, puso el pie en el claro de “El Club”. La corte del Rey invitó al Príncipe Erg a bajar a la hierba, pero él decidió quedarse en el techado. Una a una le alargaron las herramientas, después de lo que recibió una explicación sobre su utilidad. El Príncipe Erg admitió de buen grado que se trataba de herramientas ingeniosas y bien manufacturadas. Los elogios del Príncipe Erg impulsaron al Rey Ego a sugerirle que tomase algunas herramientas, las que más le gustasen, para repartirlas entre los emocionantes. El Príncipe Erg se lo agradeció, escogió unas cuatro y se marchó. Sin contarles de dónde había sacado las herramientas, el Príncipe Erg pidió a los emocionantes que las probasen para averiguar si funcionaban correctamente. En general todos estuvieron satisfechos y los cambios que sugirieron eran insignificantes o meramente estéticos. Los emocionantes que habían opinado que el Rey Ego y su corte debían ser expulsados manifestaron ipso facto sus reparos ante las herramientas cuando el Príncipe Erg los puso al corriente de su procedencia. Aun así debían admitir que las herramientas funcionaban para entera satisfacción de todos. Poco a poco, la corte 188 La leyenda de Mundo Minor del Rey se convirtió en proveedora de todos los útiles para los fines más corrientes. Pronto cayeron en la cuenta de que esas no eran todas las herramientas que necesitaban. Los útiles para fines de construcción de que se abastecían eran versiones robustas y funcionales, pero las herramientas que los emocionantes usaban en el mantenimiento de Mundo Minor y del jardín tenían que fabricarlas ellos mismos. La corte del Rey no comprendía los principios con los que se debían construir estas herramientas. Como pago por ellas, la corte del Rey obtenía lo que necesitaba del Jardín de Mundo Minor y de sus talleres. Según pasaba el tiempo, prosperaba una relación recíproca, casi de cordialidad, entre la corte del Rey y los habitantes de Mundo Minor. (No ha sido posible estimar el lapso transcurrido antes de que los acontecimientos se disparasen, pero queda fuera de cualquier duda razonable que pasó relativamente mucho tiempo. Por lo demás, es posible que se hayan perdido ciertos hechos, ya que la última parte del relato, como hemos citado anteriormente, está basada principalmente en fragmentos): El Príncipe Erg llevaba mucho tiempo sintiéndose inseguro en algunas partes de Mundo Minor sin saber la razón. Era como si estas áreas remotas estuviesen a punto de desprenderse del resto del Mundo. Esta sensación le recordó a una que había tenido poco tiempo antes de hallar a la corte del Rey, mientras trabajaba en el techado de Mundo Minor. Lo primero que hizo al respecto fue enviar un equipo de restauración a estas áreas para controlar que no hubiese ninguna fisura en el techo, el suelo o las paredes. El equipo de restauración encontró una grieta, que arregló sin que por ello desapareciese esa sensación de la mente del Príncipe. Un día, de pronto, se puso de manifiesto que la inquietud del Príncipe no había sido infundada. Estaba en aquella zona en la que por primera vez había sentido esa aprensión venírsele encima. Mientras el Príncipe Erg se afanaba en acabar una tarea, se derrumbó un trozo 189 La leyenda de Mundo Minor de pared. La pared separaba ese lugar donde él se encontraba de la zona que habían concedido a la corte del Rey. Debido a ese imprevisto acaecido, y a que el Príncipe yacía semienterrado bajo las piedras derrumbadas, no pudo defenderse contra las ocho figuras que se abalanzaron sobre él. Le pusieron los hierros y se lo llevaron. Aquellos que hicieron desaparecer al Príncipe Erg fueron: Rey Ego Egofiliam Foboy Thhorybon Akathastatos Epithymhiai Aythadeis Fosfagus De acuerdo con los nombres que ellos mismos adoptaron. (fragmento de “Las memorias de Erg”) La desaparición del Príncipe creó una gran confusión en las filas de emocionantes, una confusión que empeoró cuando también algunos de los propios emocionantes desaparecieron poco después. Todos ellos pertenecían al grupo que había deseado que la corte del Rey fuese expulsada de inmediato. Esta confusión empeoró mucho y cuando casi rozaba el caos total, el Rey Ego hizo su aparición. Convocó un consejo y sugirió organizar una búsqueda, si los emocionantes así lo deseaban. En el desconcierto general, la mayoría olvidó que el Rey Ego no podía entrar en Mundo Minor y convocar un consejo. Los pocos que protestaron se perdieron en la muchedumbre y se desvanecieron en seguida. 190 La leyenda de Mundo Minor Secundado por Egofiliam, que hacía de consejero, el Rey Ego organizó equipos de búsqueda, a cada uno de los cuales se asignó una zona de exploración dentro de Mundo Minor. Estos equipos se denominaron en conjunto “Ejército del Rey Ego”. Poco a poco, todos los emocionantes críticos y reacios desaparecieron, y con ellos la mayoría de los que se habían ocupado del mantenimiento y la restauración de Mundo Minor. Al mismo tiempo, se había depositado una calma incierta sobre los que quedaban, una forma de equilibrio inestable. Después de algún tiempo el Jardín en medio de Mundo Minor empezó a llenarse de maleza, puesto que los equipos de trabajo que habían desempeñado aquella tarea habían perdido gran parte de su personal. La Sala del Consejo comenzó asimismo a deteriorarse hasta quedar inservible. Por ello, la Corte se mudó a la siguiente estancia, donde el deterioro no era tan preponderante... todavía. Este cuarto empezó del mismo modo a deteriorarse, razón por la cual se vieron obligados a mudarse otra vez... y otra vez. Desde entonces el deterioro persigue a la Corte del Rey Ego de habitación en habitación de Mundo Minor. (fragmento de “La elegía de Kreator”) 191 La leyenda de Mundo Minor 192 La leyenda de Mundo Minor 193 La leyenda de Mundo Minor LIBRO TERCERO El segundo viaje de Sum Aprende de libros nuevos, pero de viejos maestros. (Refrán turco) 194 La leyenda de Mundo Minor CAPÍTULO 1 El miedo tiene los ojos grandes. (Proverbio ruso) Lentamente, el Rey Sum El Único cerró El Libro de Mundo Minor y lo depositó sobre la mesa. Sumido en profundos pensamientos, miró en torno a La Sala de Estudio Real, al tiempo que dejaba que toda aquella nueva información se cimentase en su mente. Era como si aquella hasta entonces bien conocida cámara hubiese cambiado un poco, como si algo se hubiese movido en su interior. Mientras se estaba recobrando, la reina Sophia entró. Su visión y el crujir de su vestido de seda blanca lo hicieron sonreír. * No has venido a la cama en toda la noche. Constató ella, al tiempo que le devolvía la sonrisa. * ¡Anda...! Pues no. Sum posó la vista en el libro sobre la mesa. Estuvieron un rato en silencio antes de que Sophia tomase la palabra, un tanto vacilante: * ¿Ya lo has terminado? Una hermosa uña recién esmaltada señaló el libro. * No... o sea sí, lo he leído... pero no he terminado con él. * Sé lo que quieres decir. Sophia llamó con una seña a un sirviente apostado en la sombra y le dio una orden. Un segundo después, entró un pequeño ejército de sirvientes con lo que resultó ser un delicioso y reconfortante 195 La leyenda de Mundo Minor desayuno. Sum y Sophia comieron sin decir gran cosa, tan sólo algunas trivialidades. Sum sentía que no podía discutir lo que había leído en El Libro de Mundo Minor mientras los emocionantes que los servían estuviesen tras sus sillas. Pero una vez se hubieron retirado, fijó sus ojos en el volumen y preguntó: * ¿Lo has leído... el libro? * Lo he escrito yo. No dejaba de sonreír. Tuvo que pasar una breve instante antes de que Sum se diese cuenta de lo que ella acababa de decir. * ¿Que tú...? ¿...lo has...? ¿...escrito? Sum, por decirlo suavemente, estaba desconcertado. * He recogido la información de todas las fuentes disponibles y la he puesto por escrito, sólo que no había habido nadie a quien pudiese entregársela antes de que tú te despertases. * ¿Cómo que “me despertase”? * Pues eso, que te dieses cuenta de qué significaba lo que habías encontrado. Tenías que haber visto cuánto miedo tenía el Rey Ego mientras vagabas por los pasadizos del Mundo. Terminó con una corta risa burbujeante ante el pensamiento del rey aterrorizado. * ¿Que el Rey Ego tenía miedo? ¿De qué? * Tenía miedo de que encontrases el lugar donde el Príncipe Erg estaba prisionero, porque cuando lo liberases la monarquía legítima sería una realidad y contra el rey legítimo no podrían prevalecer. 196 La leyenda de Mundo Minor * Eeeehhh... ¿el rey legítimo? Algo comenzaba a tomar forma, lentamente, en el subconsciente de Sum. * Es decir, que ¿la monarquía de la que habla el libro es la que reina ahora en Mundo Minor...? ¿Mi monarquía? Sum sintió como si acabase de abrirse un abismo bajo sus pies, aunque también, y al mismo tiempo, lo inundó una singular y agradable calidez. * Exactamente. El silencio se asentó sobre el robusto mobiliario de roble, mientras Sum se recostaba y se sumía en una honda meditación. Todavía no se le había ocurrido nunca que existiese una relación tan directa entre el texto del libro y su propia realidad. Esta idea dio inmediatamente lugar a otra: si el relato que hacía el libro de su reinado era real, ¡¡tal vez el relato sobre los mundi fuera de Mundo Minor lo fuese también!! Allí, circundando Mundo Minor, se extendían Bosquesabara y Terra Nova; más allá de Montesbarrera también había otro territorio... Terra Inkognita. Además, en Terra Inkognita se erguían un sinnúmero de otros mundi. Esta expansión de su imagen del universo casi lo dejó sin aliento. * ¿Dónde están ahora los barones? * Supongo que habrán regresado a lo que es el resto de su reino, Terra Nova. * Entonces, ¿estamos sitiados? * Pues sí... De nuevo permanecieron sentados en silencio un largo rato, los pensamientos de Sum completamente inmersos en estos nuevos y 197 La leyenda de Mundo Minor fantásticos descubrimientos. Al mismo tiempo, una decisión comenzaba a delinearse en su interior. Que él recordase, Mundo Minor había sido siempre todo su universo. Pero en un instante se había convertido en un mundo entre otros mundi, en uno de los más pequeños, además. La idea era increíble. Quería encontrar el camino al exterior, descubrir esos otros lugares y conocerlos. Lo más lógico parecía ser hallar el camino que conducía hacia el anillo más externo para adentrarse desde allí en Terra Nova. Sin embargo, Sum desestimó esta posibilidad de inmediato por varias razones. Ante todo, porque no conocía esas regiones y, después, porque no estaba seguro de que fuese capaz de defenderse de los eventuales ataques de los barones. Lo más seguro sería, probablemente, viajar hasta el borde del Mundo por el techo. El Rey Sum El Único decidió comenzar la planificación ese mismo día para poder partir cuanto antes. Cuando Sum miró a su alrededor estaba solo en La Sala de Estudio. Los preparativos para el viaje del Rey Sum El Único hasta el extremo del Mundo duraron varios días. En los talleres de Mundo Minor los emocionantes habían fabricado un carruaje cuya mayor ventaja era que se podía desmontar. Eso posibilitó su transporte hasta el techo del Mundo pieza a pieza, para finalmente ser ensamblado allí. Cuando el vehículo estuvo listo, Sum fue a buscar a la Reina Sophia a sus aposentos para invitarla al viaje. Se quedó callada un instante y luego respondió: * Desgraciadamente, eso no es posible. * ¿Por qué no? Sin saber la razón, Sum sintió que se le encogía desagradablemente el estómago. * No puedo salir de Mundo Minor, es mi mundo. * Sí, pero, ¿por qué no? El techo es parte del Mundo. 198 La leyenda de Mundo Minor Sum percibió que un sentimiento de impotencia se colaba a hurtadillas en su interior. * Los barones todavía nos acechan. Si nos capturan a ambos, el Mundo no se librará de ellos una segunda vez. Si vas solo y te vencen, sólo yo podré... a lo mejor... salvarte. * ¿Salvarme...? Pero... ya he demostrado que puedo vencerlos, ¿no? * Has demostrado sobradamente que puedes vencer a uno de cada vez. Ahora te atacarán en grupo, en el mismísimo instante en que pongas un pie en Terra Nova. * Pero... no me pueden tocar mientras permanezca sobre el techo del Mundo, ¿verdad? * No, el techo es una parte de Mundo Minor y tú lo has rescatado. A pesar de todas estas revelaciones, la intranquilidad del estómago de Sum se apaciguó. Ahora sabía que podía satisfacer su curiosidad de forma relativamente segura. Su inexplicable ansiedad ya casi lo había abandonado. Algunos días más tarde, el Rey Sum El Único se encontraba junto al portón que conducía al Jardín Vível, dispuesto a partir. Más allá de la puerta se había montado una polea. Con ella se habían subido al techo las piezas del carruaje, los víveres y el resto del equipo. Lo único que faltaba, además de Sum, era un magnífico caballo negro que había estado pastando pacíficamente en las inmediaciones. Lo subieron y lo engancharon al carruaje. Éste tenía alrededor de un metro de ancho, unos dos metros y medio de largo, era rectangular como una caja y tenía dos ruedas en la parte posterior. A ambos lados se abría un portillo deslizante, de modo que se podía acceder al interior del carruaje fácil y rápidamente. 199 La leyenda de Mundo Minor En la parte trasera, y también en la superior, se colocaron leños para hacer hogueras y balas de heno para el caballo, mientras que los víveres de Sum se encontraban en la “caja” del carro. En la parte delantera había un sillón bien acolchado cuyos brazos se habían alargado hasta convertirse en los pértigos a los que se enganchaban los arreos del caballo. Gracias a la información de El Libro de Mundo Minor, Sum había determinado en qué dirección se hallaba Montesbarrera y hacia allí se dirigió acompañado de un tiempo apacible. La superficie del techo estaba desgastada por la erosión del clima, de modo que ahora semejaba un pavimento llano. Allí arriba soplaba más viento de a lo que él estaba acostumbrado en sus expediciones al Jardín Vível, pero no era un viento frío, ni desagradable en modo alguno. No había viajado mucho tiempo cuando perdió de vista el lugar del que había salido. A partir de ahí, sólo se extendía un pavimento de piedra en todas direcciones y hasta donde alcanzaba la vista. A intervalos regulares, hacía cálculos con una brújula que llevaba consigo, dado que el “paisaje” no ofrecía puntos de referencia de ninguna clase. Cuando comenzó a oscurecer, Sum se detuvo. Dio heno al caballo, hizo una pequeña hoguera y luego se puso a cocinar. A medida que la oscuridad se volvía más densa iba percibiendo el silencio absoluto que lo rodeaba. Los únicos sonidos provenían de él y de su caballo. No oía ninguno de los pequeños ruidos constantes a los que él estaba acostumbrado. Según el aire se iba enfriando, también se dio cuenta de que el techo irradiaba cierta cantidad de calor. De hecho, el calor irradiado era tan fuerte que Sum pudo acostarse a dormir directamente sobre el techo, sólo con una manta sobre él. Llegó la mañana y con ella la luz del sol. Tan pronto como la luz alcanzó a Sum, éste se desperezó y se sentó. A pesar de haber pasado la noche sobre el suelo, había dormido bien y se sentía descansado, fresco y preparado para un nuevo día. Desde la parte superior del carruaje, oteaba su destino, pero el borde del techo se escondía tras el centelleo del horizonte. 200 La leyenda de Mundo Minor Oscureció de nuevo. Cuando Sum montó su campamento, notó un suave aroma a hierba y flores. Estaba sentado de tal forma que le llegaba una brisa proveniente de su destino, ya que, como estaba de espaldas a su carruaje, el olor no podía provenir del heno del caballo. Al mismo tiempo, Sum percibió que el olor era totalmente distinto al de la hierba del Jardín Vível. Por razones que Sum no llegaba a entender, el olor le resultaba inquietante. Se giró y escudriñó la oscuridad, que ya era bastante densa. No podía estar muy lejos de su objetivo. Sum se despertó antes de que lo alcanzase la luz del sol. La intranquilidad que los olores extraños habían provocado en él todavía permanecía. Tan pronto como salió el sol, Sum pudo vislumbrar el borde del techo. La distancia era difícil de determinar, pero al menos podía verlo. De repente, un acentuado nerviosismo le hizo recoger el campamento y recorrer el último trecho. El borde del techo estaba más lejos de lo que Sum había creído en un principio, aunque lo bastante cerca como para alcanzarlo en media hora. Paró el carro a unos cinco o seis metros del borde para recorrer a pie el resto del camino. Desde donde se hallaba, Sum pudo contemplar un área de pradera chamuscada cuya monotonía sólo se veía interrumpida por pedruscos diseminados, pequeños arbustos y algunas matas de flores rojas poco vistosas. De huellas de animales, ni rastro había. A unos doscientos metros del muro del Mundo la llanura daba paso a un peñasco negro que se elevaba sobre la cabeza de Sum. Eso era... eso tenía que ser... ¡Montesbarrera! (Fragmento de “Elegía de Kreator”) Había algo en el horizonte, a su derecha, que le llamó la atención. Era como un destello entre el peñasco y el muro del Mundo. Podría ser agua, o más bien parecía el remolino sobre el que Sum había leído en El Libro de Mundo Minor. El repentino deseo de ver una 201 La leyenda de Mundo Minor parte de este río, que había tenido un significado tan importante en la historia del Mundo, se apoderó totalmente de Sum. Partió hacia el centelleo que se veía en lontananza. El río era ancho, pero su aspecto era extraño. Brotaba de una abertura enrejada en el muro del Mundo, de la que sólo sobresalían veinte o treinta centímetros por encima del agua. Desde esta abertura, el río desaparecía en un remolino enorme, unos cien metros más adelante. El remolino era casi silencioso, sólo de vez en cuando emitía algún sonido succionante o un gorgoteo. Salvo por esto, el silencio era absoluto, un silencio antinatural, le pareció a Sum. Le daba la sensación de que el paisaje estaba aguardando algo, de que se palpaba una especie de tensa expectación. Tras haber contemplado el remolino durante un rato, Sum dejó que su mirada resbalase por las faldas de la cordillera. El Sol estaba alto en el cielo y despedía rayos que se desplomaban por la pendiente negra y escarpada. Donde se reflejaban contra la roca, la ladera de la montaña relumbraba como una explosión silenciosa de relámpagos multicolores. Todas las tonalidades que conocía estaban representadas, junto con otras que nunca había visto antes. La vista creó en él una necesidad irresistible de tocar aquellas rocas. Sum se aproximó al borde hasta que la punta de sus botas sobresalía unos centímetros. De repente fue consciente de sí mismo. Tanto lo había atraído la visión que había estado a punto de saltar el borde. Confuso y un poco asustado, recorrió los pocos metros que lo separaban de su carruaje. El silencio seguía presente a su alrededor, tan sólo parecía haber cambiado un poco. Sum sintió que ahora había una débil, aunque evidente, impaciencia latente en él. Lo asombró también que no viese a ninguno de los Barones de los Emocionantes ahora que estaba en la frontera de su territorio. Sum no dudó ni un instante de que estuvieran en las cercanías, de igual forma que estaba seguro de que eran sus sentimientos y sus pensamientos los que podía percibir en el silencio. Habían sido ellos quienes habían intentado atraerlo a cruzar el borde, a su esfera de poder. La conciencia de que casi había sido seducido a entrar en un mundo hostil era más 202 La leyenda de Mundo Minor intimidante de lo que había esperado. Se sentó un rato lejos del borde del techo y de repente se percató de algo. Aquella tentación, latente si bien intensa, la había experimentado ya antes. Aquella astucia, aquella insinuación aduladora... todo eso le recordaba a... * Egofiliam. Inconscientemente, dijo la última palabra en voz alta, tan alta que casi era un grito. * Sííííí... baja aquí, conmigo. La voz, susurrante pero clara, provenía de algún lugar frente al muro del Mundo, pero sin que su dueño se dejase ver. * ¿Dónde estás? Sum preguntó sobre todo a causa de la sorpresa de haber vuelto a oír esa voz, que él en, su subconsciente, había creído (esperado) no oír nunca más. No recibió respuesta. Pudo sentir claramente que estaban presentes otros, aparte de Egofiliam, que mostraban una actitud hostil hacia él. Decidió comer algo y pernoctar allí, al borde del Mundo. Mientras estaba sentado comiendo, percibió las disposiciones de ánimo que predominaban entre los barones. Quería tener una idea de cómo funcionaba el “reino” que habían fundado. Había leído acerca de ello en El Libro de Mundo Minor, sobre los errores en el modo en que se había implantado y su desgobierno en Mundo Minor. Él, por su parte, había sido víctima de su opresión cuando detentaban el poder, de modo que ahora quería saber cómo habían influido en ellos la caída y el colapso del reino. Los Barones Destronados centraban gran parte de su atención en Sum, pero al mismo tiempo empleaban una parte descomunal de su energía en mantener a los demás barones en jaque. Por lo gene203 La leyenda de Mundo Minor ral, su hostilidad se limitaba a exclamaciones acaloradas de naturaleza puramente personal, caracterizadas por una gran confusión y carencia de autodominio. Muchas veces degeneraron estas conductas en desmanes violentos, en los que dos o más atacaban a uno. Al principio no parecía que hubiese ninguna recurrencia en estos ataques, pero poco a poco fueron surgiendo asuntos que parecían tener un “pasado”. Cuando uno de tales asuntos emergía, la situación adquiría el carácter de una pelea entre hienas. A veces se entregaban tan intensamente a ello que incluso se olvidaban de Sum. El único vínculo que compartían parecía ser las efímeras alianzas que formaban entre sí para sus ataques. Como la descripción aviesa que un escritor de historias de terror haría de una jauría de licántropos. Hubo un momento en que los ataques, cada vez más amargos, se volvieron tan cómicos, que Sum empezó a reír. Este sonido hizo que los combatientes volviesen de inmediato su atención hacia él. Sus disparates y sus disputas se interrumpieron abruptamente. En su lugar, aparecieron ocho figuras débiles y borrosas por debajo del Mundo. Seis de ellas formaban un semicírculo, separadas por la longitud de un brazo. Frente a éstas estaba Egofiliam y por detrás el Rey Ego. Durante un largo rato, Sum y los Barones Destronados se contemplaron en un tenso silencio. La apariencia de los barones se fue haciendo cada vez más clara. Sus rasgos le parecieron a Sum aún más repulsivos de lo que recordaba. Eran más miserables de lo que lo habían sido nunca, pero, al tiempo, parecían más... brutales, obtusos, rudos... algo repugnante que Sum no podía describir con ninguna de las palabras que conocía. Se percató de que las figuras habían comenzado a moverse hacia el Mundo. Como un acto reflejo, replegó las piernas. Durante un segundo especuló incluso si no se les ocurriría trepar hasta el techo del Mundo, pero rechazó la idea. Habían luchado y sido derrotados en combate singular, en otras palabras, su poder en y sobre Mundo Minor se había desvanecido. Las figuras se reunieron bajo el muro, extendiendo sus brazos largos 204 La leyenda de Mundo Minor y esqueléticos hacia él. En el fulgor frío y azulado de sus ojos, Sum vio que sus angulosos dedos depositaban escarcha sobre las piedras del muro. Sólo el Rey Ego se quedó donde estaba. El resplandor azul claro de su máscara se dirigió directamente hacia Sum, mientras su voz ronca salmodiaba: * Vennnn... baja con nosotrossss... sííí, vennnn... sé uno de nosotrosssss... vennn... síííí... vennnn... El sonido de la voz del Rey Ego le provocó náuseas. Lo que más deseaba en el mundo era... huir... sí, huir era la palabra exacta. Aquellas criaturas, aquellas... parodias de un ser vivo, hicieron que todo en él se convulsionase. Eran no-existencias. La repugnancia de Sum se hizo tan intensa que estuvo a punto de vomitar. El Rey Sum El Único huyó como un perro apaleado. Saltó al carruaje y dejó que el caballo corriese a toda la velocidad que pudiese. Durante mucho tiempo, pudo escuchar el sonido aterrorizante y áspero de la llamada del Rey Ego. Sum sólo hizo una pausa cuando fue necesario, por consideración con el caballo. Mientras éste comía, él se quedó mirando el camino que dejaba atrás. De vez en cuando, Sum creía ver moverse algo. Cuando eso pasaba, se le hacía un nudo en la garganta, su estómago daba volteretas y le flaqueaban las rodillas. Sum pensaba sinceramente que iba a morirse de miedo. 205 La leyenda de Mundo Minor CAPÍTULO 2 Más vale maña que fuerza. (Proverbio árabe) La Reina Sophia recibió al profundamente conmovido Rey Sum sin dejar entrever sus sentimientos. Este hecho no lo sorprendió. Poco a poco, se había acostumbrado a que Sophia no se dejase perturbar por nada. Al contrario, parecía estar al tanto de todo de antemano. Se aseguró de dar todas las disposiciones necesarias a los emocionantes encargados de cuidar al caballo, dio órdenes de preparar un baño caliente para Sum y una comida en La Sala de Estudio. Sum estaba muy contento de no tener que tomar ninguna decisión. Sentía que algo se había desgarrado en su interior, algo que no sabía muy bien qué era. Mientras estaba solo, sumergido en el agua caliente, tuvo el sentimiento aplastante de estar encerrado. Verdaderamente, se dio cuenta de que Mundo Minor estaba bajo asedio. No sabía qué pasaría si los barones lo capturasen, pero sin duda alguna no sería agradable caer en sus garras. Tal vez se volviese como ellos... sí, estaba convencido de que se volvería como ellos. Si esto sucediese, Mundo Minor caería y todos serían siervos del Rey Ego... pero esta vez, sin esperanza de liberación. La idea le dio escalofríos, a pesar del baño caliente. Ni Sum ni Sophia dijeron nada durante la comida, pero, sin embargo, él tenía la sensación agradable de que ella sabía lo que le había pasado. Incluso había pedido a los emocionantes que solían quedarse tras sus sillas para servirlos durante la comida que se fuesen, tras lo cual se hizo cargo de todo. Sophia tenía que haber presentido que Sum necesitaba estar solo. Tras la comida, llamó a los sirvientes y les dijo que recogiesen la mesa, y luego se quedaron juntos en silencio durante un rato. 206 La leyenda de Mundo Minor * ¿Qué... qué viste en Terra Nova, Sum? Él se quedó un rato callado y después rompió a llorar. Lloró por varias razones: porque se sentía asediado por el horror, porque comprendía la ignorancia en la que había vivido la mayor parte de su vida; y porque había un mundo tras Montesbarrera que nunca podría ver. Pero, ante todo, Sum lloró porque sintió que era un rey miserable para su pueblo. Cuando cesó su violento llanto, giró su rostro hinchado hacia Sophia y comenzó a hablar. Dejó fluir todo lo que atenazaba su mente. Cuando Sum por fin pudo sonreír de nuevo, el crepúsculo se había filtrado por todas las esquinas y recovecos de La Sala de Estudio Real. Sophia mandó llamar a los sirvientes, que llegaron con bebidas y luces. La sonrisa del rey encendió también las suyas. Tras haber compartido la oscuridad de su mente con Sophia, Sum sintió recobrar sus fuerzas. Reflexionó en todo lo que le había sucedido desde el principio, desde los tiempos en qué sólo conocía a Sophia como una dama lejana y distinguida. Meditó acerca de las circunstancias que habían imperado en la corte del Rey Ego, el modo en que el reino había sido administrado, el deterioro, los barones y sus luchas con cada uno de ellos, su visión bajo el muro. Por fin, Sum supo qué era lo que debía hacerse. El plan requería que todos en el Mundo supiesen cuál era el objetivo común. Por eso, Sum convocó a todo el mundo a un consejo en la Sala del Trono, donde con pocas palabras expuso su plan. El primer paso era que todos los moradores del Mundo tenían que compartir su saber acerca de los barones. En consecuencia, todos los emocionantes que habían estado en cautiverio con alguno de los diferentes barones fueron urgidos a que relatasen lo que habían vivido. Después, cada barón fue analizado a la luz de estas informaciones. Fue un trabajo realmente descomunal. Por un lado, porque eran muchos los que habían sido hechos cautivos. Y por otro, 207 La leyenda de Mundo Minor porque resultó que estos antiguos prisioneros, al igual que Sum, estaban llenos de dolor. Este dolor absorbente se desahogó ahora y todos compartieron su carga. A medida que las revelaciones acerca de los barones aumentaban, el Rey Sum El Único se percató de que había estado totalmente ciego. Hasta las criaturas perversas, repugnantes y abominables que él había visto desde el techo del Mundo parecían verdaderos ángeles en comparación con la imagen que se estaba formando. Cada uno de los barones parecía ser el representante de una tendencia con respecto a los siguientes temas: Humillación Desprecio y ridículo de todo tipo Violencia y amenaza de violencia Tortura de todo clase Aparte de mucho más de lo mismo que no vamos a enumerar aquí. (fragmento de “Memorias de Erg”) El encuentro se prolongó durante tres días y dio varios frutos. Las vivencias que habían mantenido atada la fuerza de los emocionantes habían desaparecido, todos compartían el pasado del Mundo, todos estaban convencidos de que el poder de los barones tenía que ser destruido. Con ese fin, se constituyó un Consejo formado por Sophia, Sum y siete emocionantes. Los emocionantes fueron escogidos de tal forma que hubiese un representante de cada grupo de los prisioneros de cada barón. La misión del Consejo sería la de ensamblar más revelaciones acerca de los barones y planear el golpe definitivo contra su poder. 208 La leyenda de Mundo Minor La primera decisión del Consejo fue la de reclutar algunos vigilantes y un cuerpo de exploradores, de tal forma que estuviesen de guardia junto al borde del techo las veinticuatro horas del día. Se estableció un cuerpo de correos, en contacto con ambos grupos, que garantizase la comunicación con el Consejo. La tarea de los guardas y los exploradores era simplemente observar las acciones de los barones, tras lo cual debían informar acerca de ellas al Consejo mediante del cuerpo de correos, para un examen más detallado. Poco a poco, todas estas medidas fueron estableciendo una rutina. Se construyó una rampa de piedra desde el Jardín Vível hasta el borde interior del techo, tan próxima a La Sala de Estudio Real como lo permitió Nanalaguna. La Sala se convirtió poco a poco en el centro de mando de todo el proyecto de vigilancia. Aquí recibía Sum los informes de los correos, a quienes a su vez les daba órdenes para que las transmitiesen de vuelta. A medida que transcurría el tiempo, Sum se familiarizaba más y más con los hábitos de los barones y sus vínculos mutuos. Pronto estuvo claro que esos vínculos no eran más que alianzas de ataque. Por lo general, dos o más barones se unían para agredir a otro, o a varios de los otros. Estos ataques estaban marcados principalmente por el oportunismo, se atacaba si se podía atacar. De los informes se desprendía, asimismo, que había ciertos temas que emergían de forma recurrente. Cuando surgía uno de estos temas, el ánimo de los barones adquiría un cariz que hacía pensar en un linchamiento. Todos estos asuntos tenían que ver con planes que habían fracasado, o más bien con quién tenía la culpa de que hubiesen fracasado. Esto preocupaba bastante a Sum cuando leía los informes. No sólo demostraban de forma evidentísima el odio, la insensibilidad y la perversión de la mente de los barones, que él ya había podido percibir. Los informes indicaban también que uno de los temas que los conducía siempre a atacarse mutuamente era de quién había sido 209 La leyenda de Mundo Minor la culpa de subestimar la verdadera valía de Sum, lo que había resultado en que no pudiesen lograr el completo dominio de Mundo Minor. Sum pronto se percató de que el objetivo de los barones había sido el de someter a TODOS en Mundo. Así, cuando todos hubiesen estado bajo su poder, este ejército de esclavos habría sido empleado para destruir Mundo Minor y luego sería arrastrado, cargado de cadenas, lejos de allí. Se daba a entender que los Barones iban a llevárselos a un sitio que Sum no conocía, pero que, aparentemente, estaba en alguna parte más allá de Bosquesabara. Gradualmente, los informes fueron dándole a Sum la impresión de que este lugar, que los barones llamaban ZZ, tenía que ser un Mundo, o al menos algo parecido a un Mundo. Era evidente que ZZ estaba muy, muy lejos. Eran necesarios sin duda muchos días de viaje a través de Bosquesabara y luego había que cruzar un desierto para, por fin, terminar en un helado paraje de hielo. En este infierno polar estaba CZ. De los informes pudo deducir Sum, también, que los barones habían extendido su obra a las afueras de Bosquesabara, sobre lo que ya había leído en El Libro de Mundo Minor, de modo que ahora no era otra cosa que un campo de prisioneros. Allí era donde se habría internado a los habitantes de Mundo Minor hasta que hubiese sido posible enviarlos a CZ en pequeños grupos. Por lo que se había oído en la gran asamblea de la sala del trono de Mundo Minor, Sum sabía muy bien qué orgías de violencia habrían organizado los barones en este campo... este CZ. Los cuerpos de vigilancia informaron de que la temperatura estaba descendiendo de forma continua por toda Terra Nova, como consecuencia de la presencia de los barones y de su influencia en la zona. Una creciente capa de escarcha había ido cubriéndolo todo y una delgada costra de hielo comenzaba a extenderse sobre las áreas del río donde las aguas eran más tranquilas. Sum arrojó el informe que tenía en la mano. Las noticias le provocaron arcadas. 210 La leyenda de Mundo Minor El Consejo mantenía reuniones frecuentes. En ellas se discutían los informes que habían llegado desde la reunión anterior. El Consejo tomó la decisión de que Sum debía entrar en contacto con Terra Inkognita con el objetivo de encontrar el Jardín Original que Kreator había plantado. El Consejo creía que podría haber algunos rastros allí que pudiesen conducir a Kreator. Sin embargo, esta decisión presentaba un gran inconveniente... los barones estarían listos para caer sobre Sum en cuanto intentase cruzar Terra Nova. Uno contra uno, podría derrotarlos con facilidad, pero como obviamente iban a atacarle todos a la vez, los miembros del Consejo opinaban que las cosas podrían torcerse. No obstante, al final se llegó a una solución. La idea requería distraer la atención de los barones durante algún tiempo. Para ello, el Consejo empezó a escribir un discurso. Éste estaba redactado de tal forma que aludía a la sobrevaloración que cada uno de los barones hacía de sí mismo, y al mismo tiempo jugaba con las disputas y los conflictos que mantenían entre ellos. Las palabras estaban empleadas con significaciones tan diversas y tanta ambigüedad que prometían el oro y el moro sin dar garantías de nada. La estructura del discurso se caracterizaba por el empleo de formalismos y frases huecas. Al mismo tiempo, el Consejo estaba preparando un fastuoso ceremonial que iba a acompañar al discurso, trajes suntuosos que vestirían a los representantes del Mundo, canciones laudatorias y poemas épicos, además de un sinfín de otras cosas. Sin embargo, todo ello sería inútil si los barones descubrían a Sum cruzando Terra Nova. Pero Sophia creía que ella tenía la solución a este problema, por lo que se encargaría de esta parte del plan. Ahora sólo se trataba de encontrar el momento adecuado para ponerlo en marcha. Una mañana, cuando el Consejo estaba reunido para revisar los informes más recientes, Sophia proclamó que el plan de enviar a Sum podía dar comienzo. Ella había esperado a que el hielo cubriese 211 La leyenda de Mundo Minor toda el agua del río, de orilla a orilla, con la excepción del propio remolino. Según los informes, ésta era ahora la situación. Los preparativos duraron cuatro días y casi todos los emocionantes que ocupaban las posiciones del borde del techo fueron retirados. El resto sólo tenía que estar allí por mantener las formas y como observadores. Se estudiaron las partes de la ceremonia y todos se vistieron con trajes ostentosos, excepto Sophia y Sum. Por el contrario, ellos se dirigieron al Dormitorio Real, donde se hallaba la bajada al sótano del Mundo. * ¿Qué vamos a hacer ahí? Sum trasladó su mirada del armario cerrado a Sophia, que le había pedido que abriese la puerta. * Vamos a bajar al nivel del sótano. Sophia sonrió al tiempo que hacía un gesto con la mano hacia el armario. * ¿No... no íbamos a cruzar Terra Nova? * Sum, no puedo ir contigo, ya te lo había dicho. * Ah, sí... es verdad. Sum se giró hacia ella y buscó sus ojos, pero Sophia miraba hacia abajo. * No puedo irme de Mundo Minor... solamente existo aquí. Su voz parecía desconsolada. * Lo sé... voy a echar en falta tu ayuda. Suspiró, y esta vez tuvo la suerte de cautivar su mirada. 212 La leyenda de Mundo Minor * Sum, no puedo seguirte más allá de Mente, pero sí mi voz. Antes de que Sum comprendiese por completo lo que estaba diciendo, dio un paso hacia él y sopló suavemente en su oído derecho. Retrocedió y lo contempló con una sonrisa triste. * Ahí tienes, ahora mi voz está contigo. Sus labios no se habían movido, pero su voz sonó claramente en su oído derecho. Sorprendido, puso una mano sobre él y la miró sin comprender. Ella sólo dibujó una sonrisa melancólica. * ¿Qué... eeehh... qué quieres decir con eso de que... tu voz... está conmigo? * Que siempre voy a poder hablarte mientras estés a este lado de Montesbarrera. También podré escucharte, si lo deseas. * ¿Cómo... entonces cómo hago... si quiero que tú me escuches? Sum fue consciente de que aún tenía la mano sobre su oído y la bajó. * Podré escuchar todo lo que desees que escuche, sin tener que hacer otra cosa que desearlo. Sum la contempló un momento en silencio y pensó: * ¿Puedes escuchar esto? * Sí, alto y claro. Sonó inmediatamente la respuesta en su oído derecho. Sum abrió la puerta del armario sin decir nada y se echó a un lado para dejar que Sophia fuese primero. * Gracias. 213 La leyenda de Mundo Minor Sonó en su oído, haciéndolo sonreír. La siguió pensativo. Cuando ambos hubieron entrado, Sum se volvió para cerrar la puerta a sus espaldas, pero no había puerta alguna. Tampoco pared, ni ninguna otra cosa. Frente a él sólo había la nada oscura, en todas direcciones salvo una. En ésta, que le pareció distinta a la de antes, vio el resplandor del hueco de la escalera. Su primera impresión fue que aquélla estaba más cerca que la última vez, pero resultó que esto no era cierto. El camino fue tan largo como lo había sido en aquella última ocasión, sólo que el radio de la abertura de la escalera era mucho más grande que entonces. Como Sum ya lo había recorrido, sus sentidos estaban aguzados. Sus pies notaban la superficie suave y agradable del “suelo”, que casi daba la sensación de estar vivo. Sus ojos descubrieron que la oscuridad por la que pasaba no era igual de densa en todas partes. Su piel percibía que la atmósfera era agradable, suave y segura. Sí, “segura” era la palabra correcta. A Sum se le ocurrió que había echado de menos ese lugar, que echaba de menos estar precisamente ALLÍ. Sintió una ligera caricia de felicidad, pero de un modo tan indescriptible y profundamente personal, que no pudo, o no quiso, compartirlo con Sophia, cuya figura veía delante de él, en el fulgor del hueco de la escalera. En comparación con la última vez que había recorrido aquel camino, la escalera de caracol parecía casi descomunal. Esta impresión se hizo más fuerte por la alta calidad de la artesanía con que estaban confeccionado cada pieza. La superficie de los peldaños era de color verde oscuro, tallada con un patrón como de un humo blanco y serpenteante. De un modo que Sum no podía explicar, la superficie de estos escalones daba la impresión de tener... profundidad. Algo que casi era una extensión de la calidad de mullido, como si se pudiese uno hundir en ellos. Cuando puso su pie derecho en el primer escalón, pudo comprobar que tenía la misma superficie que el “suelo” por el que acababa de andar. Cada escalón lucía un reborde de un metal dorado. El pasamanos que limitaba la escalera en el borde le llegaba a Sum por la cintura y consistía en un tubo 214 La leyenda de Mundo Minor curvo que estaba unido a la escalera por medio de unas barras cuadrangulares, también curvas. Ambas piezas estaban hechas de algo que a primera vista daba la impresión de ser aluminio, pero que tenía un tacto suave y gomoso. Al ir descendiendo por la parte central de la escalera de caracol, se veía brillar la luz de la cámara al pie de la misma. Sum miró hacia abajo. En un círculo luminoso veía un suelo de baldosas de color beige. Hasta que hubo bajado por completo no pudo ver que, en realidad, eran blancas como perlas, con un motivo marrón. Estimó que la habitación al pie de la escalera era de unos tres metros de ancho por tres de largo, y la misma medida se aplicaba a la altura. Justo frente a la escalera esperaba una puerta verde que parecía, además, recién pintada. La sala estaba completamente inundada de una luz cálida y áurea, pero no parecía provenir de ningún lugar en concreto. Tras la puerta verde había una habitación alargada de unos 3 x 15 x 2,5 m., pero la distribución era completamente distinta a la de antes. En el fondo, Sum no se había formado una impresión concreta de la habitación la última vez que había pasado por ella, pero no la recordaba como el taller que ahora era. Junto a una mesa de trabajo, que recorría toda la longitud de la estancia, había un hombre absorto en arreglar un aparato electrónico que estaba frente a él. Por el contrario, no vio a las mujeres que lo habían atravesado con la mirada la primera vez que había estado allí. Los colores eran como los recordaba (sólo que también aquí parecían recién pintados). El radiador continuaba también allí. Mente también había cambiado. En aquella primera ocasión había un gran intervalo entre las antorchas, por lo que era bastante oscuro. Ahora estaban dispuestas a pocos metros las unas de las otras, y difundían su dorada luz con abundancia. Esparcidos por el suelo, entre las “islas” de toda clase de apilamientos, había soportes con cuatro antorchas cada uno. Se sentía como en casa 215 La leyenda de Mundo Minor también aquí, por lo que se asomó a la puerta y echó un vistazo. También Sophia se había detenido. Después de un instante, Sum se dio cuenta de que lo estaba contemplando con una expresión expectante en su hermoso rostro, como si esperase que él diese algún paso. * ¿Qué sucede? Sum le sonrió. * ¿No necesitas ninguna clase de equipo? * Sí, claro... ehhh... supongo. Sólo que no sé lo qué. * Echa un vistazo alrededor. Sophia elevó sus brazos extendidos, en un gesto que englobaba todo Mente. Sum se dirigió despacio hacia la “isla” más cercana, contempló los embalajes apilados y se volvió hacia otra. En realidad, se sentía bastante indeciso. La cantidad de cosas entre las que buscar era enorme. A Sum le pareció que había más que la última vez, que las “islas” estaban más juntas y eran más altas. Las cosas también parecían estar mejor apiladas. Con anterioridad, los montones le habían parecido el resultado de una clasificación grosera. Ahora, era más minuciosa. La “isla” que estaba frente a Sum parecía consistir en distintos tipos de aparatos y herramientas, que estaban envueltos en papel aceitado, dentro de cajas o sin ellas. Entre todos estos objetos, de repente vio una caja de tablas estrechas y sin cepillar, que reconoció. Era la caja que Sophia había encontrado para él la última vez que habían estado en Mente, la que contenía las armas que ella le había dicho que le pertenecían. Agradecido por encontrar un elemento de referencia, cogió la caja y probó a abrirla. No tuvo que hacer ningún esfuerzo. La tapa sólo había sido colocada allí encima, sin que la claveteasen o la fijasen de ninguna otra forma. El contenido de la caja era exactamente el mismo de antes, todo estaba como si no hubiese 216 La leyenda de Mundo Minor sido tocado. Sum estaba a punto de extraer el cinto de la caja cuando vio la etiqueta que no había sido capaz de leer en aquella primera ocasión. Ahora se dejaba leer una parte del texto, decía: LAS ARMAS PERSONALES DEL REY SUM EL ÚNICO, QUE EMPLEO EN LA LIBERACIÓN DE MUNDO MINOR DEL FÉRREO DOMINIO DE LOS BARONES DE LOS EMOCIONANTES, Y QUIEN MÁS ADELANTE FUE CONOCIDO COMO... (Fragmento de “Elegía de Kreator”) El resto era indescifrable. * Me alegro de que hayas encontrado tus armas tan pronto. El sonido de la voz de Sophia sobresaltó a Sum, que había olvidado por completo que no estaba solo. * ¿He encontrado mis armas...? * Sí, supuse que sería lo primero que querrías coger. *Ajá... Sum cogió pensativo el cinto de la caja y lo contempló. Había un dibujo hermoso e intrincado grabado en el cuero, un dibujo del que Sum no se había percatado la última vez. Cuando acopló al cinturón las fundas de la daga y de la espada, la cantimplora y la bolsa, descubrió que estaban tan bellamente ornamentadas como el cinto. Lo asombró de verdad que hubiese pasado por alto aquello la última vez. La capa, que estaba en el fondo de la caja, también lucía más detalles de los que recordaba. No parecía tener ningún color concreto, o mejor dicho, constantemente adoptaba el color que imperaba en torno. Mientras estaba en la caja, tenía el mismo color de la madera, pero cuando Sum la alzó adquirió un color más oscuro y dorado, que se correspondía con el fulgor que arrojaban las antorchas. A título de ensayo, extendió la capa so217 La leyenda de Mundo Minor bre el suelo, donde adquirió el mismo color marrón-verdoso que el granito sobre el que Sum la había apoyado. * Se funde con su entorno. En realidad, Sum había hablado para sí, pero cuando se dio cuenta de que Sophia estaba un poco alejado de él, buscó su mirada. * Sí, ése es su poder. * ¿Qué quieres decir? * Cuando lo llevas eres... no invisible, pero... vas a estar camuflado con lo que te rodea. * Ahora me he perdido... * Vas a ser concebido como algo que encaja... algo que no es ajeno. * Dame un ejemplo. * Si encuentras a alguien que no quieres que te descubra, tal vez parezcas un arbusto. Si vas al encuentro del soberano de un Mundo, tal vez te asemejarás a un emocionante... ¿entiendes lo que quiero decir? Sum no respondió, sino que se limitó a asentir. No estaba muy seguro de entenderlo, pero al menos sí sabía que era una buena protección. Puso la capa sobre el resto del equipo y fijó su atención en los demás objetos que contenía la isla. Rápidamente, sus ojos repararon en una funda de cuero alargada y cilíndrica. Estaba dotada de una presilla para que se pudiese acoplar al cinturón, al igual que la bolsa y las armas. La funda contenía un catalejo telescópico, que se podía extender hasta una longitud de casi un metro. Daba la impresión de ser una pequeña obra de artesanía y era, por ende, asombrosamente ligero. La isla contenía todo lo que Sum podía imaginar en la categoría de aparatos y herramientas, además de una gran cantidad de otros que nunca hubiese imaginado. También había muchas cosas cuyo empleo desconocía. Aparte del catalejo, 218 La leyenda de Mundo Minor sólo cogió una brújula y un par de bagatelas que cabían en la bolsa del cinto. Sum exploró más islas, pero no encontró nada que pudiese utilizar en Terra Inkognita. Había muchos objetos hermosos, curiosos, algunos que creía haber olvidado, otros a medio terminar, más grandes pilas de materias primas para elaborar otras cosas. Allí había de todo. Mientras Sum vagabundeaba con la mirada, recordó el saco con la etiqueta: VACACIONES DE VERANO. No había tropezado con él y tampoco estaba a la vista en las islas cercanas. Buscó unos minutos y después lo dejó. Después de todo, tenía cosas más importantes que hacer... por el momento. La altura de las islas disminuía de manera gradual, a medida que pasaban a través de Mente. Al final, sólo se hallaban unas cuantas, muy separadas entre sí. La última isla junto a la que pasó no contenía más que una cosa: un rollo de pergamino con tres sellos. Lo cogió y se percató de que estaba lacrado con su mismísimo sello real, se lo pensó un instante y después lo introdujo en la bolsa del cinto. * Creo que has hecho una elección juiciosa: sólo lo necesario. Sum no había notado que Sophia estaba justo detrás de él, pero, sin embargo, no por eso se sorprendió. * Bueno, soy yo quien tiene que cargar con ello. Sum se rascó la nuca. * ¿Has terminado? * Sí. * Entonces, vámonos. Sophia echó a andar apresuradamente, pasó junto a Sum y fue 219 La leyenda de Mundo Minor absorbida por la oscuridad que conducía al sector inferior de Mente. A Sum le parecía que habían caminado por el Mente Superior durante más tiempo que la última vez. Esta sensación se vio confirmada cuando atravesaron el Mente Inferior, que parecía, por el contrario, más pequeño. Sum estuvo a punto de preguntar a Sophia acerca de ello, pero entonces decidió que no importaba. Lo que estaba almacenado en el Mente Inferior parecía haber sido puesto en orden. Pero no era más que una impresión, ya que, la verdad sea dicha, no podía recordar qué aspecto tenía la vez anterior. Lo primero sobre lo que Sum posó su mirada cuando entró en el Mente Inferior desde la oscuridad, fue la gigantesca estructura de una máquina. No estaba muy claro para qué servía, dado que no estaba terminada, pero Sum pensó en alguna clase de torno automático muy avanzado. Había otros proyectos similares diseminados por toda una enorme zona, pero su grado de culminación iba disminuyendo a medida que atravesaban la sala, o el vestíbulo... a Sum le resultaba difícil encontrar una palabra que resultase adecuada para esa habitación. Las últimas estructuras junto a las que pasaron eran muy pequeñas y casi ni estaban empezadas. A continuación aparecía lo más peculiar: las estanterías. Eran considerablemente altas y se extendían hasta perderse en la débil luz de Mente Inferior. La manera en que estaban distribuidas le recordó a una biblioteca, o a un archivo. Estaban colocadas de dos en dos, fondo contra fondo. Entre cada una de estas unidades dobles había unos tres metros de separación. Las primeras estanterías junto a las que pasaron estaban llenas hasta reventar de bocetos con ilustraciones, borradores de informes y otros documentos que daban la impresión de trabajo a medio terminar. Más adelante hallaron mapas con anotaciones, bosquejos hechos a mano e ideas apuntadas a toda prisa. Las últimas estanterías contenían exclusivamente ficheros, cuyas tarjetas hacían referencia a las estanterías en las que estaban archivados 220 La leyenda de Mundo Minor diversos bocetos. A partir de allí, la habitación estaba vacía. Las antorchas se espaciaban cada vez más, pero no estaba tan oscuro como la primera vez que había estado allí. Recordó que por aquel entonces había una puerta en el extremo más alejado de la habitación, que ya no estaba allí. En lugar de ello, la estancia daba directamente al pasillo transversal que había al otro lado de la puerta. Cuando la alcanzaron, Sum cogió una antorcha de la pared. Contempló la salida un instante, tras lo cual se giró hacia Sophia. * ¿Voy a tener que luchar contra alguien... o algo...esta vez? Sum tenía un nudo en la garganta que, poco a poco, amenazaba con impedirle respirar. * No, tranquilo. Probablemente no vas a encontrarte absolutamente con nadie antes de llegar a Terra Inkognita. * ¿Probablemente...? ¿ Cómo que probablemente? Sum se sentía aliviado, pero todavía inseguro. * Bueno... Sophia contempló la antorcha en su mano con una mirada remota. * Probablemente, en el sentido de que... hay una multitud de seres en las áreas por las que tienes que pasar, pero es una forma de vida que sin duda no va a estar interesada en ponerse en contacto contigo. Si te encontrases con ellos, probablemente estarían dispuestos a ayudarte... si es que estuviesen dispuestos a algo en absoluto. Mientras hablaba, hizo algunos movimientos con sus manos y sus brazos que dieron a Sum la sensación de que estaba intentando 221 La leyenda de Mundo Minor explicar algo que ni siquiera ella misma entendía muy bien. * ¿Qué o quiénes son? Sum se sentía más tranquilo ahora, pero también le picaba más la curiosidad. * Son los... vigilantes... de Mundo, sería la mejor forma de decirlo. * ¿Los vigilantes de Mundo...? ¿No crees que no lo han vigilado precisamente bien? Esta repentina e inexplicable indignación en su voz los sorprendió a ambos. * ¡Por supuesto que lo han hecho! Sophia lo miró, asombrada e inquisitiva. * Explícamelo, por favor. Sin poder comprenderse bien a sí mismo, Sum sentía una creciente indignación hacia aquellos... vigilantes... desconocidos. ¡¿Vigilantes?! ¡Pero si no habían sido capaces de mantener a los barones fuera de Mundo Minor! ¿Y los llamaban vigilantes? * ¿Por qué crees que tenías la posibilidad de andar a tus anchas mientras el Rey Ego tenía el poder? ¿Por qué crees que tú y yo no fuimos capturados y encerrados en alguno de los nichos de los barones? Sophia estaba ahora en el pasillo del sótano y señalaba hacia la derecha con un dedo acusador, en la dirección en la que él había ido la última vez. Sum notó que un resplandor ígneo brillaba sobre 222 La leyenda de Mundo Minor el cuerpo de Sophia, un resplandor que tenía que provenir del pasillo hacia el que ella estaba señalando. *¡También lo intentaron enérgicamente y CASI lo consiguieron! Sum se vio abrumado de dudas acerca de si su indignación estaba justificada. * Sí, casi, pero ¿por qué?... ¡porque TÚ casi te dejaste engañar! El dedo acusador se dirigía ahora hacia el pecho de Sum. Su ira se evaporó como el rocío en una cálida mañana de verano. Para ganar un poco de tiempo para pensar, volvió la mirada hacia el pasillo de donde provenía el resplandor ígneo. Vio que estaba completamente iluminado. Con muy pocos metros de intervalo estaban dispuestas antorchas en soportes sobre la pared, y como resultado habían desahuciado cualquier vestigio de sombra. Sum podía ver el camino hasta el lugar en que éste doblaba. En poco tiempo, su indignación había remitido por completo. Se percató de que se trataba de algo acerca de lo que él no tenía ni la más pálida sombra de conocimiento. Sum se sintió como un elefante que acabase de entrar en una cacharrería sin ni siquiera darse cuenta de que dónde se había metido. Suspiró, se volvió hacia Sophia y dijo, en un tono tierno y casi amoroso: * Lo siento... supongo que aún hay muchas cosas que yo no entiendo... háblame sobre los Vigilantes del Mundo. * Un mundo es una unidad, un sistema. Cada mundo tiene cierto grado de equilibrio interno, tiene que estar en sintonía con... todo lo que lo habita. Tal vez un nombre más apropiado fuese los Vigilantes de la Unidad, o a lo mejor los Vigilantes del Equilibrio. 223 La leyenda de Mundo Minor * ¿Cómo se llaman a sí mismos? * Nadie lo sabe, creo. En realidad, me parece que no existe un nombre que sea totalmente adecuado para ellos, de modo que tal vez no se llamen a sí mismos... nada en absoluto. Sum tuvo de nuevo la sensación de que Sophia estaba intentando explicarle algo que superaba los límites de su entendimiento, pero de lo que al menos había reconocido la importancia. La miró por el rabillo del ojo mientras contemplaba la pared donde el primer barón había tenido sus primeros nichos de prisioneros. Los nichos ya no estaban allí, pero apenas se dio cuenta. En lugar de ello, se concentró en interpretar la expresión lejana que Sophia exhibía en su hermoso rostro. Podía ver que estaba tratando de formular algo. Lentamente, casi como en un sueño, comenzó a hablar: * Si uno de ellos se dirige a ti, de la manera que sea... entonces, pídele un regalo. La expresión de su bella faz todavía era distante. * ¿Qué quieres decir... cómo se dirigen a uno? * No sé cómo... no creo que vayan a hablarte, pero si intentan... captar tu atención de alguna manera... o que repares en su presencia...si hiciesen algo que tú interpretes como alguna de estas cosas, entonces, pide un regalo. * ¿Qué debo o qué puedo pedir? * Nada en concreto, solamente pídeles un regalo. Se quedaron callados, cada uno absorto en sus pensamientos, un momento más. Entonces Sophia dio una palmada, miró alegre y sonriente a Sum y volvió a estar presente. 224 La leyenda de Mundo Minor * Es bueno que no hayas elegido más cosas con las que cargar, va a ser un viaje largo. * ¿Qué es lo que va suceder esta vez? Sum volvía a sentirse levemente intranquilo. * Vas a navegar en la balsa de juncos de Kreator y Erg. Sophia no pudo dejar de sonreír ante la expresión del rostro de Sum. Reflejaba tanto sorpresa, como duda e incomprensión. * Pero... navegar...¿cómo que navegar? Aquí en el sótano, quiero decir. No hay agua aquí, ¿verdad? * Sí, de hecho sí que la hay. * ¿Dónde, y de dónde se supone que viene? * Sabes que hay un brazo del Lago Vível que llega hasta el muro inferior del Mundo, y que corre bajo las ventanas del Dormitorio Real, ¿no? * Sí, por supuesto. * Y allí, el Río Vível forma Nanalaguna, ¿no? * Sí, ¿y...? * Dado que constantemente entra agua en Nanalaguna, y Nanalaguna no crece, el agua tiene que seguir hacia algún otro sitio... pero, ¿hacia dónde? Sophia escrutó la reacción de Sum. Él no sabía qué hacer; estaba muy sorprendido de no haber nunca reflexionado acerca de este misterio simple, aunque extraño. * El agua que llega a Nanalaguna es la que, al otro lado del Mundo, entra en el remolino y desde allí discurre hasta más allá, hasta Terra Inkognita. Contempló a Sum de nuevo. 225 La leyenda de Mundo Minor * Sí, pero el agua, ¿cómo llega el agua de Nanalaguna hasta el otro lado de Mundo Minor? * ¡A través de un canal bajo Mundo! * ¿Un canal...? ¡¿Por el que voy a navegar yo ahora...?! Qué idea tan extraordinaria; un canal BAJO Mundo Minor. Sophia no respondió, sino que se limitó a asentir ligeramente. Observó su rostro para asegurarse de que le daba tiempo a asimilar toda la información que le acababa de dar. Cuando creyó que estaba preparado, carraspeó y dijo: * ¿Estás listo? * ¡Sí! * Tienes que llevarte la antorcha contigo, porque ésa es la dirección. Sophia señaló de manera ilustrativa la parte del pasadizo transversal que torcía hacia la izquierda desde donde se hallaban... hacia una oscuridad compacta y casi aterciopelada. * Vale, ¿hay algo más que deba saber antes de irme? * No, pero tienes mi voz contigo, así que podremos hablar cuando quieras. * Ah, sí, lo había olvidado. Inconscientemente, acercó de nuevo su mano hacia su oído derecho. *Voy a volver al Consejo para que podamos poner en marcha la maniobra de distracción. Con una sonrisa, se giró y comenzó a regresar atravesando Mente Inferior. Sum se quedó siguiéndola con la mirada hasta que 226 La leyenda de Mundo Minor desapareció entre los ficheros y las estanterías. No fue hasta entonces que se volvió hacia la oscuridad que se extendía, desconocida y amenazante, ante él. 227 La leyenda de Mundo Minor CAPÍTULO 3 En las aguas más profundas, nadan los mayores peces. (Uno de los refranes favoritos de mi madre) Sum sólo había dado algunos pasos cuando la oscuridad se abalanzó sobre él. La antorcha de su mano izquierda no podía crear más que una estrecha campana de luz, en cuyo centro caminaba él. La tiniebla eran tan densa que Sum sentía que podía agarrarla, pero para nada era tan intimidante como lo había sido en la parte del sótano que controlaban los barones. Cuando miraba hacia atrás, todavía podía ver allí la luz de las antorchas. Después de un rato, el pasadizo comenzó a inclinarse un tanto, al tiempo que torcía siempre hacia la derecha. La luz del sótano de los barones despareció tras la esquina. La pendiente se hizo gradualmente más empinada, pero fue luego reemplazada por una escalera. La inclinación y la espiral continua convencieron a Sum de que se hallaba en una enorme escalera de caracol, que se atornillaba en los cimientos del Mundo. Estaba esculpida en el granito, sin rastro de junturas, y era tan ancha que la antorcha no podía iluminarla por completo. No supo cuánto le llevó descender por la escalera. Su percepción del tiempo había dimitido. Podría haber probado a preguntárselo a Sophia, pero no lo hizo. En un momento dado, Sum se despertó de su trance cuando descubrió que el aire a su alrededor se había vuelto más húmedo que al principio de su descenso. Pronto la escalera llegó a su fin. Desembocaba en una zona llana. El gorgoteo del agua llenó los oídos de Sum, lo que le hizo pensar en qué silencioso había sido su paso por la escalera. En la pared a su izquierda, a lo largo de la cual caminaba, había una antorcha. La encendió y vio otra, al extremo de su círculo de luz. De esta forma, logró encender cinco. Cuando encendió la quinta, su luz se reflejó en el agua del canal a 228 La leyenda de Mundo Minor cuyo borde se hallaba. El canal estaba excavado en el granito y en el agua había una embarcación extraña. Sum había especulado a menudo con qué aspecto tendrían las balsas de juncos sobre las que había leído en El Libro de Mundo Minor. En su imaginación, siempre habían sido hatajos relativamente primitivos de juncos, sobre los cuales Kreator & Cía. se sentaban a horcajadas. La balsa que Sum tenía frente a él no se parecía en nada a aquello. Parecía estar construida a base de pequeños hatos de juncos, que estaban entrelazados con otros aún mayores. Éstos estaban ligados hasta formar una verdadera belleza. Sum estimó la longitud del barco en unos ocho metros y el ancho en no menos de dos y medio. Cada uno de los hatos de juncos estaba tan artísticamente entrelazado con los demás que no había sido necesaria ninguna otra forma de anclaje. El fondo de la balsa era totalmente plano y estaba delimitado por una borda de medio metro de altura, con la que hacía cuerpo. En la balsa había disponibles asientos para un total de cinco personas, dispuestos uno detrás de otro, en una fila. Los asientos, que también estaban hechos de juncos, sólo se podrían denominar como sillones. En los extremos, la balsa estaba rematada con un artístico trenzado en espiral que proseguía a lo largo de toda la embarcación. Lo único que no estaba hecho de juncos era un soporte de hierro para antorchas a cada lado de la balsa. Ésta estaba sujeta con dos cuerdas de juncos en cada extremo, atadas a dos pesadas argollas de amarre en la piedra del muelle. Cuando Sum hubo terminado de admirar la nave, puso la antorcha en un soporte de la balsa y trepó cautamente a bordo. Pronto fue obvio que no tenía por qué haber sido tan cuidadoso. La balsa era excepcionalmente estable y casi no se bamboleaba cuando se movía sobre ella. Tras el descenso por la escalera, no sabía en qué dirección navegar, pero supuso que la corriente del canal se encargaría de conducir la 229 La leyenda de Mundo Minor balsa. Sum desató las cuerdas de las argollas, y despegó. La balsa se meció perezosamente por un tramo del canal, pero se detuvo, pues, aparentemente, no había corriente alguna. Sum buscó en derredor un remo o algo parecido, pero no había nada. Con un suspiro resignado, se sentó en el sillón más al frente. Descubrió así que era increíblemente cómodo y que crujía agradablemente cuando él se movía. Justo cuando Sum, a regañadientes, había decidido saltar al canal para poner la balsa en movimiento, sus pensamientos fueron distraídos por un fulgor débil y blanco-azulado proveniente del agua, que se fue haciendo cada vez más fuerte. Con una sensación extraña en el estómago, se inclinó sobre la borda para ver qué era lo que brillaba... preparado para CUALQUIER COSA. La luz venía de un... objeto... que se encontraba a bastante profundidad bajo la superficie de las negrísimas aguas, pero que emergía con lentitud. El primer objeto llegó hasta la superficie, justo al lado de la balsa, y se meció calmamente. Era tan hermoso que Sum olvidó por completo las sensaciones de su estómago, casi se le quedaron los ojos pegados a él. Era imposible de describir. Tenía una forma totalmente pura, que consistía en espirales de espirales... un forma que era la infinidad misma. Era de una transparencia cristalina. Constantemente, relámpagos de todos los colores imaginables e inimaginables corrían por el objeto, siguiendo el camino de las espirales en su interior. Estimó que su tamaño sería de unos veinte por treinta centímetros, con un espesor de unos cinco o seis. Mientras lo estaba contemplando, de repente saltó a la borda. Allí empezó a relucir y destellar con todos los colores del arco iris, mientras giraba lentamente sobre su eje longitudinal. Sum estaba tan impresionado ante aquella visión que olvidó por completo asustarse. Después de algún tiempo, la luz se apagó, y fue reemplazada por algunos destellos de color rojo, verde y azul que se movían por las espirales. El objeto dejó de girar. Cuando la luz se apagó, Sum sintió como si se despertase de un trance. Le parecía 230 La leyenda de Mundo Minor haber asistido a un milagro divino. Estaba lleno de una indescriptible calidez interior. Sum no dudó ni un momento de que estaba ante... un Vigilante. * Te lo ruego... dame un regalo... el que tengas para mí. A Sum le resultó muy difícil lograr articular siquiera esto. Y no porque le fuese difícil hablarle a este... Vigilante, sino porque se sentía como un canalla desagradecido. Allí estaba él, contemplando lo más hermoso que hubiese visto JAMÁS, y estaba pidiéndole un REGALO. Pero consiguió decirlo. El Vigilante comenzó a brillar de nuevo, giró dos veces sobre sí mismo y se dejó caer de vuelta al agua. En ese instante, ésta estalló en una silenciosa orgía de color. Cuando Sum miró hacia el canal, vio que el agua en torno a la nave estaba poblada de vigilantes exactamente iguales al que se había mostrado ante él. Se apiñaban unos junto a otros todo alrededor de la balsa. Un momento después, ésta se ponía en movimiento, alejándose del muelle por el canal. A la luz de los Vigilantes, Sum pudo ver con total claridad el espacio en el que se hallaba. La escalera por la que había descendido resultó tener unos quince metros de ancho, al igual que el lugar en el que desembocaba. Éste tenía la forma de una caja oblonga. Un par de segundos más tarde había dejado atrás el tramo abierto, y atravesaba ahora el conducto cuadrangular del canal a una buena velocidad. La nave prosiguió así durante un par de minutos, sin que sucediese nada más. El conducto se ensanchó de repente, hasta que se halló en un espacio abovedado desde donde se extendían numerosos otros canales, como los brazos de una estrella, en todas las direcciones. Sum acababa de ponerse a especular a través de cuál de los canales debería salir cuando se dio cuenta de que era mucho mejor dejárselo a los Vigilantes. Se le había ocurrido que su regalo era (probablemente) el de llevarlo sano y salvo a su destino, fuese cual fuese. La nave continuó en línea recta sobre la superficie del agua 231 La leyenda de Mundo Minor y entró en la boca de un canal que se hallaba en el extremo opuesto de la estancia. El nuevo canal era idéntico a aquél del que provenían. Durante largo tiempo, no se produjo ningún cambio. Sum se adormiló, una vez que la excitación inicial se hubo calmado. Cabeceó un poco y se quedó dormido. * Sum... ¡Hola! ¿Estás despierto? * Eeeehhh... sí, claro, estoy despierto... ahora. Bostezó profundamente al tiempo que echaba un vistazo en derredor. Seguía sentado en el cómodo sillón de la balsa, que seguía deslizándose por el canal, que seguía siendo el mismo de antes y que seguía, aún, iluminado por la luz de los Vigilantes. * Te merecías poder descansar un poco. ¿Dónde estás y qué es lo que sucede ahí para que estés durmiendo? * Bueno, estoy sobre la balsa de Kreator, que va camino de... algún lugar, supongo. * ¿Qué quieres decir con eso de supongo? Sum respiró profundamente y comenzó a relatar todas sus vivencias desde que se habían separado. Cuando llegó a la parte de los Vigilantes, se dio cuenta de que no encontraba palabras, ni siquiera ideas, que pudiesen describir lo que había experimentado. En un intento por hacerse entender, trató de transmitirle las imágenes de lo que había vivido. Se hizo el silencio durante un rato. * En cualquier caso, estás en las mejores manos, nada te impedirá llegar a la Rejilla de Puertarrío. Dijo Sophia. Su voz sonaba calma y pensativa. * ¿A dónde me dirijo en esta primera etapa? * A Puertarrío. 232 La leyenda de Mundo Minor * ¿Y eso es...? * Puertarrío es la abertura enrejada por donde el Río Vível aflora bajo Mundo Minor, antes de precipitarse en el remolino. Cuando llegues a Puertarrío, por favor dilo, para que podamos comenzar la maniobra de diversión. * OK. Sum se recostó y miró en torno. Poco a poco había empezado a sentir hambre y sed, así que se puso a buscar en la bolsa del cinto. Encontró algunos bizcochos de viaje y había agua en la cantimplora. Mientras comía, contempló el extraordinario espectáculo en el agua alrededor de la balsa. Los Vigilantes brillaban con las más increíbles tonalidades, pero sin emitir ni el menor sonido. La única variación se produjo cuando Vigilantes de otras formas emergieron del agua. Éstos no ayudaban a empujar la balsa, sino que únicamente se mostraban de vez en cuando en el extremo del círculo de los que empujaban. La visión de sus muy diferentes y fantásticas apariencias dio a Sum una impresión clara de que se encontraban maravillas increíbles en las profundidades del canal. Todas las formas imaginables estaban representadas, todas igualmente encantadoras en su deslumbrante belleza. Lo que tenían en común, además de su hermosura, era un aspecto vítreo y frágil. Eso le recordó a Sum las medusas luminiscentes que había visto en Lago Vível. Curiosamente, los Vigilantes no le daban a Sum en absoluto la impresión de ser frágiles, a pesar de esta apariencia. Por el contrario, irradiaban una fuerza que él nunca había percibido antes. El canal, por su parte, casi no ofrecía variación alguna. De vez en cuando, se ensanchaba o estrechaba un poco, o se transformaba en una caverna abovedada en la que había un sinfín de salidas posibles, lo que él había comenzado a llamar una gruta de distribución. En un momento dado, también aquí sucedió algo. Al principio, Sum creyó que se trataba sólo de otra gruta, pero no era así. En primer lugar, ésta era mucho más grande de lo que lo había sido cualquiera 233 La leyenda de Mundo Minor de las anteriores y, en segundo lugar, parecía haber sido ejecutada con mayor esmero. A lo largo de la pared de la gruta se había excavado un muelle en la roca que se extendía por todo su perímetro. Arribadas a este muelle había un sinnúmero de embarcaciones, mayores y menores, amarradas a argollas de hierro, como la flota de Kreator lo había sido. Había naves de todas las clases imaginables: un bote neumático, una goleta de tres palos, un yate a motor, una balsa, un barco de remos, uno de vapor... y muchos más. En la pared de roca donde el muelle estaba excavado había una serie de bocas de escalera, una para cada embarcación. Antes de llegar allí, en medio de la gruta, Sum pudo vislumbrar algo que brillaba con una luz azul claro. A través del catalejo resultó ser una pequeña construcción en un peñasco de roca, sobre la que se había tallado un techo plano. A medida que la balsa se acercaba, aparecían más detalles. El edificio parecía estar hecho de un material vítreo, que dejaba que la luz proveniente de algo en su interior se derramase hacia fuera. A causa de la deformación de los motivos de la construcción de vidrio, Sum no pudo ver claramente qué era lo que despedía aquella luz, ni siquiera cuando la balsa pasó junto a la isla. La distancia entre la isla y la balsa era, en ese momento, de sólo unos veinte metros. Al llegar al extremo opuesto de la gruta, la balsa entró en otro canal. La navegación prosiguió. Sum comió, durmió y contempló a los Vigilantes, estudió la construcción de la balsa e hizo lo que se le iba ocurriendo. De cuánto tiempo duró todo aquello, no tenía ni la menor idea, pero en un momento dado se percató de una clara luz blanca frente a la balsa. La luz aumentaba continuamente y la nave se dirigía directamente hacia ella. A través del catalejo vio que tenía que ser la luz diurna, que se filtraba por un enrejado de alguna clase. Tenía que ser lo que Sophia había llamado Puertarrío. * Sophia, puedo ver Puertarrío... creo. * ¿Qué es lo que ves? 234 La leyenda de Mundo Minor * Una clara luz diurna que se filtra a través de algún tipo de rejilla. * Tienes razón, tiene que ser la Rejilla del río. ¿Has llegado ya a allí? * No, todavía no. Lo estoy viendo por el catalejo. * Vale, avísame cuando llegues. * ¿Cómo os va por ahí arriba?¿Estáis preparados para la maniobra de diversión? * Pues sí, lo hemos estado desde que tú te instalaste en la balsa. * ¿Qué hacen el Rey Ego & Cía.? * Pues el Rey Ego me preocupa un poco, parece que está agitado por alguna razón. * ¿Ha descubierto algo? * No, no lo creo. Parece que sólo sabe que estamos tramando algo que él no puede adivinar. Ha estado en el río y en el lugar donde está Puertarrío en el muro del Mundo. De hecho, ayer estuvo en la orilla, que ahora está congelada casi todo el día. * ¿Cómo interpretas sus acciones? * Creo que espera que ALGO suceda, pero no puede imaginarse QUÉ. Ambos callaron. Cada uno le daba vueltas a sus respectivos pensamientos sobre lo que era inminente. Sum contempló Puertarrío y su reja, que se acercaba cada vez más. Cuando la balsa estuvo junto a aquélla, viró un cuarto de vuelta, de tal forma que su lado izquierdo enfrentase la reja. Allí se quedó, inmóvil. Como si se hubiese apagado un interruptor, la luz de los Vigilantes se desvaneció, tras lo cual se zambulleron y desaparecieron. La única luz provenía ahora del exterior. La reja estaba formada por barras sólidas de un metal duro. Sum miró hacia fuera a través de ella y lo que vio le hizo fruncir el ceño, preocupado. Los huecos entre los barrotes de la reja estaban obturados por una capa de hielo, 235 La leyenda de Mundo Minor gruesa y transparente. Todo, más allá del enrejado, era blanco, y estaba cubierto por una escarcha que destellaba intensamente al sol. El río estaba cubierto por una capa de hielo que parecía tan gruesa como fría, pero que terminaba a medio metro de la reja. * Sophia, ya he llegado a la reja. ¿Tienes idea de cómo puedo continuar? * La verdad es que no lo sé. ¿La reja es sólida? * Creo que sí, pero voy a intentar sumergirme para ver si la puedo bordear nadando. Sum se quitó la ropa, la dejó en la balsa y saltó al agua. En contra de lo que había previsto, el agua estaba caliente y era agradable nadar en ella. Los Vigilantes no se le pasaron por la mente, por lo menos no cómo algo que pudiese hacerle daño. El enrejado era, aparentemente, interminable. Se extendía metros y metros hacia abajo, sin dar señal de acabarse nunca. Todo lo contrario que el aire de los pulmones de Sum. Justo antes de dar la vuelta, vio por debajo de él una incandescencia anaranjada, lejana y vaga. Resoplando y jadeando, se aupó a la balsa de nuevo, que casi no se balanceó, y se vistió. * Es demasiado profunda, no puedo bucear el tiempo suficiente para pasar por debajo de la reja. * ¿Hay algún Vigilante en el agua en torno a ti? * Eeeehh... no, ni uno. Pero vi algo cuando buceaba, una luz... o más bien una incandescencia, de un naranja oscuro. * Ajá, entonces creo que lo único que tienes que hacer es esperar. * Bueno, pero, ¿esperar a qué? * Esperar a lo que viste cuando buceabas. Sum estaba a punto de preguntar qué era aquella incandescencia, 236 La leyenda de Mundo Minor pero entonces se percató de que un débil fulgor anaranjado comenzaba a inundar el techo y las paredes del canal. Provenía del agua. Decidió callarse y esperar. Lo que sucedió entonces fue tan intenso que desbordó a Sum por completo. Su lógica, sencillamente, no era suficiente. Un momento estaba sentado sobre la balsa y al siguiente estaba en medio de un fulgor anaranjado, o más bien, estaba en alguna parte de él... o, a lo mejor, el fulgor ERA él... (¡¿o él ERA el fulgor?!) Frente a sus ojos, se deslizaba la Rejilla del río, aparentemente sumergiéndose a una velocidad endiablada. El hecho de que estuviese bajo el agua no le impedía respirar, pero eso no era lo único extraño de la situación. La Rejilla del río pasaba a toda velocidad frente a sus ojos, pero aun así pudo examinar los detalles de su construcción. También pudo ver que la Rejilla venía hacia él desde abajo, al tiempo que la veía desaparecer por encima de su cabeza. Podía ver en todas las direcciones simultáneamente. A sus lados y detrás de él veía de cuando en cuando a los Vigilantes, ocupados en sus propios quehaceres. Había Vigilantes de todas clases. Sum sentía una sensación cálida y agradable cada vez que pasaba cerca de un Vigilante. Era como si hubiese encontrado a un amigo, un amigo que no había visto desde tiempos inmemoriales. Esta forma, por entero nueva, de experimentar la realidad en torno a él, le mostraba constantemente nuevos aspectos de ésta. Descubrió que podía concentrar su atención en las espirales de los Vigilantes que pasaban y aprender y experimentar cosas para las que no existen ni palabras ni ideas (sí, ni siquiera apenas pensamientos) que pudiesen describirlas. Cada Vigilante contenía su propia sabiduría, pero sólo era una pequeña parte de la sabiduría absoluta por la que velaban... sí, era la más honda, la más recóndita, la suprema sabiduría la que los Vigilantes guardaban. Sum sentía una gratitud abismal por cada pequeña dosis de este saber que hallaba en éstos, los Guardianes de la Sabiduría. Algunos se movían en pequeños grupos, otros estaban 237 La leyenda de Mundo Minor solos. Pero todos eran portadores de enormes tesoros. Poco a poco, Sum se fue dando cuenta de que ya no tenía cuerpo, en el sentido que esta palabra solía tener. Era pura conciencia, y nada más. Exactamente igual que los Vigilantes. Tal vez, Sum mismo era uno de ellos... pero, en tal caso, ¿un vigilante de qué? Sum lloró de felicidad y agradecimiento. De repente, todo había cambiado. Miró en derredor. Su manera de experimentar... su vista, eran de nuevo como antes. Estaba sobre la superficie rugosa de un material indeterminado que despedía una débil luz blanco-amarillenta. Un tanto a su izquierda vio una reja, la Rejilla del río. Brotaba de la superficie sobre la que se hallaba Sum y desaparecía en la oscuridad sobre su cabeza. ¿Dónde estaba? Sum miró en torno, pero no pudo saberlo. Se inclinó para palpar la superficie. Era hielo. Estaba desconcertado. Si aquello era hielo, tenía que estar en Terra Nova, pero ¿dónde?... y, ¿por qué parecía el aire tan... denso? * ¿Sophia...? * ¿Sí? * No... no sé... ¿¡dónde estoy!? * Estás al otro lado de la reja, al otro lado de Puertarrío. De repente, todo se hizo claro para él. Estaba bajo el hielo que cubría el Río Vível. Lo que había percibido como un viento débil era, en realidad, la succión que el remolino generaba en el agua. * ¡Dios mío! * ¿Qué pasa? Sophia parecía muy inquieta. * Estoy... bajo el hielo... quiero decir en el hielo... pero por debajo. 238 La leyenda de Mundo Minor * Exacto, pero si te quedas ahí acabarán descubriéndote. * ¿Descubr...? Ah, claro... el Rey Ego. Sum empezó a alejarse de la Rejilla del río. No estaba seguro de si lo que estaba viviendo era verdadero o de si sólo lo estaba soñando. Todo parecía tan... irreal, pero al mismo tiempo, perfectamente natural. Mientras caminaba, la succión se iba haciendo más fuerte. Al final era tan intensa que Sum pudo hacerse una bola, con los brazos sobre sus rodillas, y abandonarse a la cada vez más fuerte corriente. Cuando llegó al remolino, éste lo zarandeó tanto que sintió vértigo. Cuando pasaba por el agujero en la roca, su mente se llenó de un grito desesperado, que contenía tanto cólera como dolor, angustia, rabia e impotencia. La voz era del Rey Ego. Mientras el grito resonaba aún en los oídos de Sum, se desmayó. 239 La leyenda de Mundo Minor CAPÍTULO 4 Nuevos señores, nuevas costumbres. (Proverbio islandés) Sum se despertó con un dolor de cabeza que podría tumbar a un caballo. Con los ojos cerrados, escuchó los sonidos a su alrededor. Chapoteos en el agua, un murmullo de agua... agua. Evidentemente, él mismo yacía en ella, pues podía percibir su paso sobre y bajo su pierna. Con mucho cuidado, entreabrió un ojo. Justo ante él rodaban algunas piedrecillas hacia delante y hacia atrás con la corriente, que las asía rítmicamente, al compás del murmullo. El sol calentaba su espalda y su oído izquierdo. Con un esfuerzo, se irguió sobre un codo, sintió náuseas y vomitó. Permaneció acostado durante un largo rato, escuchando el agua; se adormeció y volvió a escuchar. La segunda vez que se apoyó sobre el codo fue mejor. Examinó cuidadosamente las inmediaciones. El ruido abrumador del agua provenía de un enorme chorro que se vertía en el lago en cuya orilla estaba acostado. El agua era fresca y tenía un sabor agradable; el sol era fuerte y cálido. Con gran dificultad se arrastró sobre la arena seca, se quitó sus ropas húmedas y las extendió sobre una roca plana. Cojeó desnudo hacia el agua y se lavó todo el cuerpo. Después, se echó junto a sus ropas para calentarse al sol. Una vez la ropa estuvo seca, también él se sentía mejor, aunque estaba más cansado de lo que lo hubiese estado nunca antes. Se sentía, asimismo, muy feliz, porque obviamente el proyecto había tenido éxito. Estaba... debía de haberse evadido a Terra Inkognita. Sum se puso a examinar el equipo que había llevado consigo (el catalejo, la brújula, etc.). Nada de aquello parecía tener el menor desperfecto. Su mayor preocupación había sido el catalejo, pero éste funcionaba impecablemente. Probó a dirigirlo hacia algo que 240 La leyenda de Mundo Minor se elevaba bajo el sol, al otro lado del lago. Lo que contempló parecía ser una construcción de alguna clase, pero pasó mucho tiempo antes de que Sum se diese cuenta de qué tipo de edificio era. Debía de ser la construcción que las tropas de asedio habían abandonado en su retirada, tras haber sitiado a Kreator y a La Pequeña Compañía sobre la Meseta de Erg. Bajó el catalejo pensativamente. No fue sino ahora que empezó a pensar que también en Terra Inkognita había peligros a tener en cuenta. Comenzó a aproximarse al edificio, lo que le hizo sentir como si todos y cada uno de sus huesos estuviesen rotos. Le dolían más partes de su cuerpo de las que sabía mentar. El edificio daba la impresión de ser muy viejo y de estar muy deteriorado. Su superficie estaba desgastada por el azote de muchas tormentas y justo en la entrada la arena se había acumulado en dunas contra la pared. Las heladas nocturnas habían resquebrajado algunas rocas, de las que una había caído en la arena. Tenía que tratarse de ESE edificio. Finalmente, Sum se encontró en su interior, explorándolo. La cámara tenía la magnificencia de los tiempos pasados y todavía era impresionante. Levantó la cabeza y contempló la estructura que pendía del techo. Había leído sobre ella en El Libro de Mundo Minor. Ahora veía que era casi exactamente como se la había imaginado. La estructura acumulaba la luz de la cámara y la concentraba mediante un ingenioso sistema de lentes, y la enviaba a otra estructura que estaba un poco más adelante, sobre el suelo. Ésta era un cono perfecto, cuya parte superior estaba hecha de vidrio completamente transparente. Debajo de este ápice había un pequeño rollo de pergamino. El rollo tenía una longitud de unos quince centímetros, pero era bastante grueso. Una cinta de seda roja había sido fijada de forma tensa en el centro y en los extremos con sellos lacrados. Éstos mostraban los emblemas de Mundo Ambo, Mundo Domestica y un tercero que Sum no pudo reconocer. Por el texto del último sello, Sum pudo ver que 241 La leyenda de Mundo Minor pertenecía a Mundo Juris, pero nunca había oído hablar de este mundo antes. Mientras Sum contemplaba el pergamino, había posado, sin pensarlo, su mano sobre la punta del cono. La retiró como si se hubiese quemado. Del relato en El Libro de Mundo Minor se desprendía claramente que el cono era reverenciado de manera especial por los sitiadores. Si lo abriese y cogiese el rollo, sin duda llamaría su atención. En lugar de ello, se puso a observar la distribución del resto de la cámara. El suelo estaba cubierto de arena, que en algunos lugares se arremolinaba contra los muros. Como había leído en la descripción del edificio, había un friso que se extendía por todo el perímetro de la estancia y la parte superior de la entrada. La parte del friso que discurría paralela al suelo estaba hundida en la arena, pero en la entrada reaparecía nuevamente con todo su esplendor. El modo en que había sido ejecutado y su estilo hicieron a Sum pensar en pinturas al fresco. La técnica era, evidentemente, otra, pero la semejanza era notable. Desde el punto de vista artístico, el friso superaba a cualquier fresco que él hubiese visto nunca, también estaba mejor compuesto, era más armonioso y reposado. Justo sobre el suelo se asomaba un elefante que tenía un racimo de plátanos en su trompa. Debajo de los plátanos había un mono que cogía frutos del racimo y se los pasaba a otro, que los juntaba en una pila. Alrededor de la pila había todo tipo de herbívoros que recibían plátanos de manos de un tercer mono. Tras ello, había una parte con ramilletes, adornos de hojas y cosas por el estilo. Luego, de nuevo una escena con animales que estaban repartiéndose alimentos los unos a los otros. Esta vez, sólo eran hienas que desgarraban trozos de un ñu tumbado y que repartían entre distintas fieras. La escena se convertía de nuevo en ornamental. La siguiente imagen de animales estaba tan arriba que Sum no podía ver los detalles con claridad. Pensó en emplear el catalejo, pero desestimó la idea. En lugar de ello, decidió regresar al sol del exterior. De camino se detuvo y miró hacia atrás, hacia el cono, pero después salió. 242 La leyenda de Mundo Minor Sum dejó con fruición que el sol le acariciase la espalda mientras contemplaba Montesbarrera al otro lado del lago. Mientras sus ojos brillaban con el destello de la luz del sol sobre las rocas negras, pensó en qué dirección irse a buscar el jardín de Kreator. Le parecía que El Libro de Mundo Minor no había sido muy preciso a este respecto. Mientras estaba allí, notó que no había muchas piedras alrededor del edificio. Según El Libro de Mundo Minor, había habido una flecha formada por una aglomeración de rocas. Ahora ya no estaba allí. De ser el caso, hubiese sido de ayuda, puesto que indicaba la dirección hacia Mundo Ambo. A falta de nada mejor, Sum cogió el catalejo y escudriñó el horizonte. En una determinada dirección pudo ver, a lo lejos, algo que sobresalía de la arena. Debido a su tamaño, incluso desde la distancia, concluyó que debía de ser un mundo. No podía tratarse de Mundo Ambo, que, como era sabido, debía de estar a unos doce días de viaje, así que tenía que ser un mundo que hubiese sido construido después de que se hubiese redactado El Libro de Mundo Minor. Sum bajó el catalejo y comenzó a especular. La cuestión era que de ningún modo era inocuo explorar éste o cualquier otro mundo. El mundo sería el territorio de éste o de aquél rey, estaría bajo el poder de uno o de otro señor. Si Sum se presentase allí, este potentado probablemente tendría el poder de someterlo. Sin embargo, era la única posibilidad de obtener informaciones que pudiesen conducirle al Jardín de Kreator, o por lo menos fue la única que se le ocurrió en aquel momento. Finalmente, acabó por decidir pasar la noche en el edificio, para encaminarse hacia el mundo desconocido al día siguiente, al salir el sol. La noche resultó fría. En Mundo Minor siempre había sido fresca, pero nunca había hecho un frío cortante como aquél. Sum se había alojado en una cavidad, detrás de una duna al fondo del edificio, donde no hacía tanta corriente como junto a la entrada. La arena estaba caliente tras el sol del día, por lo que se acostó contra la pared del fondo del edificio, que estaba un poco más fresca. Al enfriarse 243 La leyenda de Mundo Minor demasiado esta pared, se abalanzó hacia la arena de la duna que todavía retenía el calor del sol. Allí se hallaba, especulando acerca de la loca, aunque, tenía que admitirlo, también necesaria misión en la que estaba embarcado. Las estrellas titilaban en el aire limpio y penetrante, las estrellas fugaces dibujaban líneas sobre el terciopelo nocturno y el viento cantaba su queda elegía. Todo estaba tranquilo y transmitió su tranquilidad a Sum. Finalmente, se enterró en la duna, se puso cómodo, se regocijó en el calor y pronto se quedó dormido. Sum se despertó con el sol, que envió un rayo a través de la entrada del edificio que cayó sobre su párpado derecho. El sueño y el calor compacto de la arena le habían hecho bien. Sum se sintió relajado, descansado y preparado para luchar, cuerpo a cuerpo, con el nuevo día. Muchos de los dolores que había sufrido la jornada anterior habían desaparecido, o al menos eran una sombra de lo que habían sido. Mientras Sum se desperezaba, sus pensamientos vagaron, errabundos. Empezó a pensar en Sophia y en la gracia que ella le había concedido al enviar su voz con él. Se concentró e intentó ponerse en contacto con ella. Después de un rato, oyó su voz como un susurro débil y lejano, casi como el jugar del viento con la arena del suelo. * Me alegro de que hayas llegado sano y salvo. Posiblemente vaya a ser la última vez que hablemos en mucho tiempo, porque yo no puedo seguirte fuera de Terra Nova. Los Barones están agitados porque tú te les escapaste, pero no pueden atacar al Mundo. Ten un buen viaje. La voz de Sophia desapareció. En la mente de Sum, dejó la imagen de una hoja que el viento aleja por encima de un seto. Ahora estaba solo, completamente solo, en un universo del que únicamente tenía un conocimiento superficial. Se desenterró de la duna 244 La leyenda de Mundo Minor fatigosamente y se cepilló la arena. En la bolsa del cinto encontró comida y en la cantimplora, agua fría y clara. Cuando uno camina a pie hacia un destino distante parece que no se está llegando a ninguna parte. Sum anduvo todo el día bajo un sol abrasador, sin que el mundo lejano pareciese crecer de forma apreciable o acercarse demasiado. Por medio de la brújula se aseguraba de saber en dónde estaba en todo momento con respecto a la “Construcción de los Sitiadores”, como él la llamaba. Esta medida pronto demostró ser una buena idea, dado que el terreno se inclinaba de forma imperceptible, por lo que la construcción desapareció rápidamente bajo el horizonte. Cuando el sol estaba justo sobre Montesbarrera y amenazaba con ponerse tras ella, empezó a pensar en un refugio para pasar la noche. Justo antes de que el sol rojizo-anaranjado se deslizase bajo las cimas, encontró lo que estaba buscando: un bloque de piedra grande y oblongo cuyo sotavento estaba resguardado por una duna calentada por el sol. Allí se enterró y envolvió su cabeza en la capa como protección contra la helada nocturna. Sum durmió de maravilla y se despertó temprano, pero permaneció tumbado bajo la arena caliente hasta que el sol tomó el relevo. Sólo entonces se desenterró y desayunó sobre el bloque de piedra, contemplando su destino lejano en el catalejo. Mientras examinaba las partes del mundo que se dejaban ver, intentó estimar la distancia. Probablemente llegaría con la puesta de sol, o eso esperaba, si bien después de aún otro día de marcha, se detuvo para dormir. El dormitorio lo formó esta vez un grupo de bloques de roca que estaban en la arena agradablemente calentada por el sol. Sum calculó la distancia hasta su objetivo en una buena hora de camino. Antes de que el sol se pusiese por completo, se sentó sobre el bloque más alto para comer y para efectuar una inspección ocular más precisa del Mundo. Tenía una altura de unos cincuenta metros y era redondo, como los demás Mundi. Al contrario que la mayoría 245 La leyenda de Mundo Minor de éstos, aunque al igual que Mundo Minor, no tenía puertas, ni portales, ni portillos, ni ventanas, ni otras entradas. Pero sí tenía otra cosa. A intervalos irregulares, la parte inferior del muro del Mundo había sido perforada desde dentro, algunas veces con tanta fuerza que los cascotes estaban esparcidos en forma de abanico sobre un área enorme. En algunos sitios, parecía que alguien hubiese querido construir anejos al Mundo usando los cascotes. Sin embargo, ninguno había sido terminado. Algo indicaba que varios de esos intentos de extender el mundo habían sido interrumpidos por el agua, que parecía provenir del interior. Aparte de estas roturas del muro, no había nada que interrumpiese su superficie. Por lo demás, estaba, evidentemente, desgastada por el uso y la erosión, entre otros motivos como consecuencia de que el Mundo estuviese construido con ladrillos amarillos, ladrillos cocidos sólo someramente. Sum, pensativo, bajó el catalejo y miró de soslayo hacia el sol en descenso, parecía que ya era hora de arroparse... o, más bien, de “adunarse”. Sum sonrió ante su chiste. Tan pronto como el sol lo despertó, Sum se desenterró de la duna. El aire era frío tras el viento nocturno, pero la capa demostró dar buena protección. Mientras comía, contempló las distintas brechas del muro con el catalejo para elegir la que le iba a dar acceso al interior del Mundo. Se decidió por una que parecía ser la más pequeña de las que había visto. Después de recoger todas sus cosas, puso rumbo a su destino. Para mayor seguridad, Sum se había envuelto en la capa y se había puesto la capucha. Para fundirse todavía más con el medio eligió una ruta que le permitía, en la medida de lo posible, encontrarse siempre entre piedras y bloques de roca de diferentes tamaños. Se paró varias veces para contemplar el Mundo que surgía ante sus ojos, pero no parecía haber en absoluto señales de vida. Una vez arribó a su destino, se puso en cuclillas frente a la rotura, que tenía unos dos metros de ancho, aunque sólo uno de altura. Tanto al acercarse, como al sentarse o al agacharse ante la abertura, se aseguró de que su sombra no cayese a través de 246 La leyenda de Mundo Minor ella ni en el área frente a la misma. Sum dejó que sus sentidos se fuesen a explorar, pero él se quedó calladito. Desde la profundidad oscura llegaba un sonido débil, pero reconocible, de gotas que, una a una, se derramaban sobre un suelo de piedra. Sum percibió también un olor desagradable y mohoso, que le recordó el hedor a deterioro que había impregnado las distintas partes abandonadas de Mundo Minor cuando el Rey Ego todavía detentaba el poder. No recabó ninguna otra información. Sum se coló por la abertura. El muro resultó ser sorprendentemente estrecho con respecto al tamaño del Mundo. La anchura era de sólo dos piedras. En el interior del Mundo reinaba una acentuada penumbra, que sólo era puesta en jaque por unos grandes braseros que estaban dispuestos, con mucha distancia entre sí y alternativamente, a lo largo de las dos paredes del pasillo. En los braseros ardían pilas de carbón de leña que emitían calor en abundancia, pero que no iluminaban de manera muy convincente. Cuando Sum hubo entrado, el sonido de las gotas aumentó, al igual que los ecos que la densa oscuridad le devolvía. El olor mohoso rascaba en la garganta. Una vez sus ojos se hubieron acostumbrado vagamente a la tenebrosa penumbra, Sum se levantó con precaución y oteó a ambos lados. La abertura lo había conducido a un pasillo largo que discurría paralelo al muro exterior del Mundo. En ambas direcciones, el pasillo se perdía en la oscuridad, pero en la que Sum había mirado en primer lugar la luz de un brasero brillaba sobre un objeto de metal bruñido. El metal resultó ser un batiente que, en tiempos lejanos, había pertenecido a un portal enorme que, sin embargo, ya no estaba allí. La oscuridad le impedía ver lo que, suponía, había sido otro semejante en la pared opuesta del pasillo. Sum no alcanzó a ver más. Un estruendo lejano y sordo resonó sin previo aviso en la densa oscuridad frente a él. El sonido había sido distante pero sintió claramente la sacudida en sus piernas. Se envolvió en la capa, rodó hacia la parte oscura del pasillo y se 247 La leyenda de Mundo Minor acuclilló, preparado para correr hacia la luz que afluía por la abertura del muro. Hubo un largo silencio. Se levantó, cauto, y prosiguió por el pasillo, con todos sus sentidos alerta. Poco después del portal, el pasillo se ensanchaba y se convertía en una cámara enorme. También aquí había una penumbra lóbrega, pero al menos brillaba algo más de luz que en el pasillo de donde venía. El primer pensamiento de Sum fue que se hallaba en la entrada de la sala del trono de este Mundo, pero, sin embargo, esto resultó ser incorrecto. No le apetecía mucho moverse hacia la gran cámara, inquietantemente abierta, pero, por otro lado, tampoco podía quedarse allí. Concentrándose, intentó formarse una imagen de lo que tenía ante los ojos. A lo largo de las cuatro paredes de la sala había braseros del mismo tipo que los que había visto en el pasillo, sólo que aquí estaban más próximos entre sí. En el centro de la sala sobresalía una estructura gigantesca y cuadrangular, iluminada por braseros que se extendían en torno a su pie. Sum no podía adivinar qué era. La parte inferior parecía estar hecha de grandes bloques de piedra, un fundamento sobre el que se asentaba un cubo del mismo material. La parte del cubo que daba hacia Sum estaba cubierta por algo que él supuso sería una tela... un telón de alguna clase. Frente a la estructura había otras cuya naturaleza no pudo reconocer de inmediato, pero que, cuando se percató, Sum supo al instante de qué sala se trataba. Estas estructuras, que ocupaban la sala casi hasta donde él se encontraba, eran gradas. La sala, sencillamente, era un teatro y la estructura del centro de la sala era el escenario. Reconocer lo que estaba viendo lo hizo sentirse mejor. Después de escudriñar la totalidad de la sala, entró. Que Sum no hubiese reconocido las gradas como tales se debía, en parte, al hecho de que no estaban alineadas, y en parte a que varias de ellas parecían haber sido destrozadas con brutalidad. Los fragmentos estaban esparcidos sobre los demás bancos de la sala. Este desorden hizo que fuese más viable avanzar a lo largo de la pared, donde, por desgracia, también había más luz. Se hizo una 248 La leyenda de Mundo Minor idea de la distribución de los bancos y corrió hacia el escenario, donde se agachó tras la primera grada y echó un vistazo alrededor. Tenía la desagradable sensación de que había otra persona cerca, en alguna parte. Mientras Sum exploraba, su mirada recayó sobre el enorme basamento de granito del escenario. Desde la distancia había parecido que sólo estaba tallado de manera tosca, pero más de cerca resultó que los bloques estaban cubiertos de relieves. Aparentemente, relataban escenas de diferentes obras que se habían representado en el teatro. Sum estaba demasiado nervioso para poder apreciar la sublime artesanía escultórica allí patente. Sin embargo, notó que se relataban tanto incidentes cómicos como trágicos. Este estudio superficial de la belleza de los relieves fue interrumpido abruptamente cuando una serie de fuertes estruendos y un grito bestial lo obligaron a agacharse de nuevo. Los ruidos habían sonado ahora MUCHO más cerca que antes. Sum se asomó cuidadosamente desde su escondite, pero no había nadie ni nada que ver, sobre todo por culpa del banco. Sólo podía ver el pasillo por donde él mismo había entrado y algo le dijo que el sonido había provenido del lado opuesto de la sala, desde donde otro pasillo probablemente se dirigía hacia el interior del Mundo. Silencioso como un ratón asustado, Sum gateó hacia el otro extremo de la grada. Sin embargo, tampoco desde aquí pudo ver nada inquietante. Después de unos instantes, que a Sum le parecieron trescientos años, sonaron otros cuatro estruendos, ésta vez más débiles, más lejanos y sin rugidos de acompañamiento. Pasó un buen rato sin oírse nada y Sum se levantó y se deslizó tras el escenario, que resultó estar totalmente aislado. Allí había una escalera que conducía hasta la estructura del escenario mismo. Sum echó un vistazo alrededor, buscando. Subió hasta el escenario. Justo frente a la escalera había una puerta cubierta por un cortinaje grueso y oscuro. Entró y se halló en una gran cámara iluminada por pequeños braseros sobre soportes en la pared. Era la más luminosa en la que hubiese estado 249 La leyenda de Mundo Minor desde que había entrado en aquel Mundo. Por alguna razón, también se sentía más seguro allí dentro. Toda la pared frente a la puerta era una gran estantería que contenía copias de toda clase de obras. Sum cogió un par de ellas y descubrió que todas eran, o bien monólogos, o bien todas las réplicas eran de una sola persona, mientras que los demás actores hacían de comparsas. Al extremo opuesto de la cámara había una gran mesa con una silla. Para llegar hasta la mesa, Sum tuvo que rodear una escala de metal, firmemente asentada, que conducía a una lumbrera en el techo, a cuatro o cinco metros por encima de su cabeza. Sobre la mesa había un guión abierto, un monólogo de amor no correspondido. El monólogo se titulaba: Desesperación, pena y carencia interna. (Fragmento de la “Elegía de Kreator”) Sum leyó un poco del monólogo, lo hojeó y lo devolvió a la página a donde el lector precedente había llegado. Las paredes que no formaban parte de las voluminosas estanterías estaban cubiertas de anaqueles, perchas, colgadores, etc., cargados hasta rebosar de trajes y disfraces de toda clase. Todo a lo largo de la pared el suelo estaba cubierto de zapatos, tan apiñados como era posible. Justo a un lado de la mesa colgaba un vestido rosa de seda y tafetán, adornado con flores de seda tan artísticamente confeccionadas que Sum creyó por un instante que eran VERDADERAS flores las que estaban cosidas. Sencillamente, replicaban las originales hasta el menor y más insignificante detalle. Todo lo que vio en la cámara estaba ejecutado con ingenio y precisión, como caracteriza el trabajo de un verdadero maestro. Esto se extendía asimismo a los muebles, que eran sólidos y sin un ápice de tosquedad. Desde el punto de vista artístico eran, además, una delicia, pues estaban hermoseados con tallas donde se recogía la trama de las diversas obras de las estanterías. Sum estaba impresionadísimo por la calidad 250 La leyenda de Mundo Minor de lo que allí había. Mientras exploraba la estancia, su atención fue capturada por una entalladura entre la estantería y la pared. De ésta, que tenía alrededor de un metro de ancho, pendía una gruesa colgadura de paño negro. Tras ella se abría otra habitación, más iluminada incluso que la anterior. Aquí los braseros estaban dispuestos casi pegados a lo largo de la pared, de modo que envolvían el suelo y las paredes en una brillante y cálida luz. Esta cámara era más grande que la primera y debía de ser el mismísimo escenario, pues la pared frente a Sum estaba formada por un grueso paño negro que colgaba desde la oscuridad sobre su cabeza. En el extremo opuesto del escenario podía divisar otra puerta, con un cortinaje idéntico al que acababa de atravesar. Sobre el escenario había dispuestos unos decorados que representaban una glorieta ubicada en un jardín muy bien cuidado que daba a un mar centelleante. En el jardín había, además, bancos, un curso de agua (por donde de hecho corría el agua), una terraza (unida a la casa del decorado de fondo), junto a varios grandes árboles, arbustos y flores. Era difícil calificar este paisaje como un decorado, puesto que la tierra, los árboles y todo lo demás eran de verdad. Hubiera sido más correcto decir que se había plantado un jardín sobre el escenario, si no por otro motivo, al menos por su enorme extensión. Tras la estructura se oyó una serie de estruendos como los que Sum había escuchado ya varias veces antes, unos estruendos que estaban inquietantemente cercanos. Se giró y vio que el telón del escenario había sido corrido. Sin pensárselo dos veces, saltó desde el borde del escenario y corrió, raudo pero tan silencioso como era posible, hacia el fondo de la cámara de la que había venido. Mientras Sum contemplaba el jardín del escenario, había llegado hasta el otro lado de la sala. Por ese motivo corría a lo largo de la pared del vestíbulo opuesto a aquél por donde había entrado. Oyó de nuevo un estruendo a sus espaldas, mezclado con el sonido de madera 251 La leyenda de Mundo Minor haciéndose astillas. Sum no se atrevió a mirar hacia atrás, pero no tenía ninguna duda de que se trataba del banco tras el que se había escondido lo que algo acababa de hacer pedazos... algo que sabía que Sum se había escondido tras él tan sólo un momento antes. La piel de su espalda se contrajo de terror, porque ahora el grito bestial sonó de nuevo, junto con el sonido de grandes pies que pateaban el suelo. El dueño de los sonidos lo estaba, aparentemente, siguiendo. Sum hubiese preferido volver corriendo hasta la abertura del muro y salir a Terra Inkognita, pero para ello tenía que cruzar la sala de teatro. Eso podría significar tropezarse con uno de los bancos y ser capturado por... aquello. Corrió, en cambio, por el pasillo que apareció a su izquierda cuando llegó hasta el fondo de la sala. Corrió como nunca había corrido antes. El pasillo donde se encontraba ahora era más pequeño que el que lo había conducido a la sala de la que ahora estaba huyendo, por lo que intensificaba los sonidos que provenían de su perseguidor. Los pies chasqueantes, los estentóreos rugidos, los jadeos, todo eso lo experimentaba Sum casi como un dolor físico. Empezó a cansarse. De repente, apareció un cuadrángulo iluminado a unos metros frente a él. Una delgada figura de niña había abierto una puerta y sostenía un brasero en la mano derecha, mientras que la otra estaba apoyada sobre la manija. Sum se introdujo en la cámara sin pensar en lo que estaba haciendo. Un instante después de que la figura hubiese cerrado la puerta, algo la hizo retumbar con gran fuerza. Sum se hallaba, resollante, con la espalda contra una fría pared de piedra y contemplaba angustiado la puerta, que en el fulgor débil empezó a ceder cada vez más con cada golpe que la embestía. La puerta resistió y después de todavía un par de golpes, el perseguidor de Sum dejó de maltratarla. Se oyeron unos ruidos furiosos y un par de estruendos que hicieron temblar tanto el suelo de la habitación que el revoque saltaba de las paredes. * Veo que ya has conocido a Desmofylax. 252 La leyenda de Mundo Minor La voz tranquila llegaba de la boca sonriente del rostro que apareció en el fulgor del solitario brasero. * Me alegro de que él no me haya conocido a mí. Resopló Sum. * Un mensajero con sentido del humor; eso me gusta. El rostro planeó hasta una pequeña mesa, junto a la que había más braseros. Sum lo siguió. Finalmente, a la luz dorada se reveló toda la figura a quien pertenecía. Era más pequeña que Sum y delicada de una manera que hacía que su cuerpo semejase el de una niña. Estaba vestida con algo que recordaba a un camisón de media pierna rosa. La tela del vestido brillaba a la luz atenuada de los braseros. Su pelo era largo, oscuro y colgaba, liso, a cada lado del rostro sonriente. Parecía totalmente indiferente ante la situación. * Bienvenido a la Escribanía, no esperaba visitas hoy. * Eeeehhh... pues... ¿no? Sum aún estaba confuso. * No es que me moleste, todas las ideas son bienvenidas. Cuanto más frescas, mejor... ¿té? * ¿Té? Sí, por favor. Sum no podía dejar de sentir que había sido confundido con otra persona, lo cual se debía, probablemente, a los poderes de la capa. Se arrebujó en ella. La mujer cogió un pequeño palo que estaba sobre la mesa, lo puso en el brasero hasta que ardió y se lo llevó con ella. Sum pudo ver que lo usaba para encender un brasero que estaba dispuesto de tal forma que se podía poner una tetera bajo él. Estaba en un mueble que parecía ser un aparador esculpido en 253 La leyenda de Mundo Minor piedra. Canturreando, empezó a poner tazas, azúcar y cucharillas en la mesa. Por fin llegó con una tetera que despedía un aroma agradable a hierbas. Tras haber servido el té, elevó sus ojos hacia los de Sum. * Dame las anotaciones para que pueda revisarlas. Tendió una pequeña mano por encima de la mesa. * Sí, sí... un momento. Sum sintió que tenía que seguir representando su papel, sin saber por qué. Miró en la bolsa del cinto y allí estaba el pergamino, algo desmenuzado, que se había llevado de Mente sin razón alguna. Lo puso en su mano con la sensación de que el rollo estaba destinado exactamente para eso. Ella tomó el frágil pergamino y lo empezó a abrir con un interés evidente, con movimientos que revelaron que no era la primera vez que manejaba un documento delicado. Fue una operación larga, pero al final lo abrió. Más que de ninguna otra cosa, Sum tuvo ganas de bordear la mesa y ponerse a leerlo con ella, pero, sin embargo, permaneció sentado. Con una faz llena de expectación, empezó a leer el pergamino. Mientras leía, la expresión de su rostro fue mudando poco a poco, de tal forma que al final del documento reflejaba una mezcla de duda, asombro e indecisión. Por fin, lo puso sobre la mesa, se llevó despacio la taza a la boca y contempló a Sum minuciosamente sobre el borde de la taza mientras bebía. * No vienes como mensajero, eres... extranjero. Las palabras fueron pronunciadas a tientas, como si ella no creyese lo que estaba diciendo. * Sí. 254 La leyenda de Mundo Minor Sum asintió vagamente y le sonrió. * Eres rey de un Mundo cercano, que se llama Mundo Minor... no lo conozco. * Es porque no está en Terra Inkognita. Está al otro lado de Montesbarrera. Cuando Sum mencionó este nombre, una dolorosa contracción se formó en su rostro y esta reacción lo instó a callarse. Iba a contarle toda la historia sin más, pero no estaba seguro de que fuese la manera adecuada de hacerlo. Ella volvió su vista al rollo, así que Sum probó el té. Tenía un sabor agradable que le recordaba al aroma del Jardín Vível. * ¿Qué motivo tienes para...haber entrado en este Mundo? La voz de la delgada mujer no sólo parecía insegura, en realidad parecía estar profundamente impresionada. * No tengo ningún deseo de profanar vuestro legítimo señorío, sólo busco ayuda. * ¿Ayuda? ¿Buscas ayuda...aquí? ¿Qué clase de ayuda, pues? Era obvio que su sorpresa era sincera. * Necesito ayuda para orientarme. Una indicación de las direcciones a diversos Mundi de las cercanías, por ejemplo. * Pues si se trata de Mundi cercanos... pero primero tienes que ayudarnos. * Está bien. ¿Cómo... cómo puedo ayudaros? * Te has topado con Desmofylax, el azote que casi ha reducido mi Mundo a ruinas. ¡¡Vas a ayudarnos a luchar contra él!! 255 La leyenda de Mundo Minor La mujer dijo la última frase con una fuerza tal que cogió a Sum de sorpresa. Había un enorme poder tras aquellas palabras, un poder que para nada estaba en sintonía con su apariencia frágil. * Claro, lo... lo haré con gusto, ¿cómo puedo ayudar? * Tienes que entrar en la parte del Mundo que él ha tomado para sí, matarlo y volver para informarnos. * ¿Matarlo...? Pero eso es imposible... ¡es parte del Mundo! * ¡¡HAY que matarlo!! La fiereza agresiva de la exclamación enmudeció a Sum. * ¡Vamos! La voz de la mujer era otra vez tierna y frágil como el cristal. Se había levantado resuelta y atravesaba ahora la cámara, que resultó ser algo más grande de lo que Sum había esperado, con un pequeño brasero en la mano. Sum dejó la taza y la siguió confuso. Era como si sólo hubiese soñado las palabras agresivas y llenas de odio que ella había pronunciado hacía pocos segundos. En el camino pasaron junto a varias cosas que dieron a Sum la impresión de que la mujer había vivido toda su vida en aquella cámara. Pasaron por una cama deshecha de dosel, una mesa de dibujo donde ella, en apariencia, estaba diseñando bastidores para una nueva obra, una mesa en la que, obviamente, estaba escribiendo sus obras, un costurero, donde se estaban confeccionando un par de trajes, un banco donde, con toda probabilidad, se habían fabricado los bastidores, además de otros lugares de trabajo cuya finalidad Sum no tuvo tiempo de desentrañar. La mujer se detuvo frente a un armario igual al que estaba en el Dormitorio Real de Mundo Minor. Mirando fijamente a Sum, abrió el armario, entró y le hizo señas de que la acompañase. La cámara en la que entraron se parecía a la que Sum había cruzado siguiendo a Sophia a través del armario en Mundo Minor, pero, al mismo tiempo, era también 256 La leyenda de Mundo Minor muy distinta. En primer lugar, parecía mucho más pequeña; en segundo lugar, la oscuridad era casi gris. Y en tercer lugar, la atmósfera era amenazadora. Esta última circunstancia se vio acentuada por el hecho de que atravesaron la cámara casi corriendo, mientras la mujer echaba vistazos fugaces en todas direcciones. En la oscuridad en torno a ellos se deslizaban pequeñas sombras que hicieron caso omiso de su presencia. Hacia lo que se dirigían no era una escalera de caracol, como en Mundo Minor, sino una escala metálica vertical que desaparecía en una penumbra lóbrega por debajo de ellos. La bajada fue fatigosa y las piernas de Sum estaban totalmente machacadas cuando tuvo de nuevo tierra firme bajo los pies. Miró alrededor con curiosidad. La escala los había conducido a una cámara que recordaba un poco a donde había terminado la escalera de caracol del armario de su dormitorio. El tamaño era más o menos el mismo, pero si bien había estado vacía en Mundo Minor, aquí tenía la apariencia de una oficina desordenada. El desorden consistía principalmente en pilas de papeles que estaban amontonadas sobre una mesa con forma de herradura que ocupaba la mayoría de la cámara. En uno de los extremos de la herradura, que terminaba junto a una puerta pintada de verde y descascarillada, (aquí también, exactamente igual que en Mundo Minor, una puerta verde al frente de la escalera) había un hombre con un bloc de notas frente a él, donde escribía lo que otro hombre, que estaba de rodillas frente a la puerta desconchada, le estaba diciendo. El hombre frente a la puerta tenía en las manos unos prismáticos militares arañados que estaba empleando para ver por la boca-buzón de la misma. Lo que veía se lo refería al hombre de la mesa. Ambos estaban vestidos con uniformes de combate y boinas de color verde oscuro. 257 La leyenda de Mundo Minor (Sum nunca había reparado en si había o no una bocabuzón en la puerta de Mundo Minor) Pasó un momento antes de que el hombre de la mesa se diese cuenta de que había entrado alguien. Cuando esto sucedió, tocó de forma insistente con el índice el brazo del otro. Se giraron al mismo tiempo. La primera impresión de Sum fue que ambos hombres eran por completo iguales. Sin embargo, resultó que, si se miraba de cerca, tan sólo se parecían extraordinariamente. Sus uniformes también eran un poco distintos. El que había estado sentado a la mesa era, obviamente, el de mayor rango, aunque sin que eso fuese perceptible salvo por un emblema en el pecho del uniforme. El emblema mostraba una pluma y un libro, y el del otro unos prismáticos. Su actitud dejaba patente que era la mujer quien estaba al mando y que estaban asombrados de la presencia de Sum. Sin una palabra, tendió el rollo desmenuzado al de la pluma y el libro. Éste leyó el contenido del pergamino con los mismos movimientos cuidadosos que ella había realizado, mientras con ojeadas rápidas observaba a Sum. Después de haberlo leído, enrolló el documento, asintiendo pensativo. Sum tuvo la impresión de que estaba dando recibo a una orden no pronunciada de la mujer. Ésta se giró, fue hacia la escala y se detuvo allí. Sum percibió que había sido dejado en la custodia de este oficial. * ¡¿Vienes de fuera?! La voz del oficial era agradable, pero algo solemne. También tenía una resonancia que denotaba gran energía. * Sí. * ¿Deseas ayudarnos en nuestra lucha? * Sí * ¡¿Has conocido ya a Desmofylax?! 258 La leyenda de Mundo Minor * Sí, podría decirse que sí. * Estupendo. Mira esto. El hombre señaló hacia una papeleta que estaba sobre la mesa. Era un dibujo de lo que se podía ver por la boca-buzón de la puerta verde. * Nuestro trabajo es obtener tanta información fiable como sea posible de esta área con el fin de encontrar un medio efectivo en nuestra lucha contra el opresor. Hablaba como un oficial del Estado Mayor que estuviese informando a una unidad. * Recibido, ¿qué clase de recurso buscamos? Sum habló instintivamente de la misma forma, lo que agradó al otro de manera muy obvia. * Ése es el problema. Todavía no tenemos ninguna hipótesis segura sobre el carácter del arma necesaria. Se hizo una pausa que Sum aprovechó para examinar el dibujo de la cámara tras la puerta más minuciosamente. En Mundo Minor había habido un espacio más reducido tras la puerta verde. Después de otra puerta, se habría llegado al Mente Superior. Aquí, por lo que parecía, no había ninguna puerta que impidiese ver el Mente (o como fuese que lo llamasen allí), según el dibujo. Éste mostraba una vista limitada a algo que Sum supuso sería una isla de cosas apiladas. Sin embargo, la ilustración era muy oscura y abocetada. Sum puso el papel sobre la mesa y señaló interrogantemente hacia la puerta, donde el otro estaba de nuevo mirando a través de sus prismáticos. Con un asentimiento, obtuvo el permiso y tomó el sitio del hombre frente a la puerta. Sum 259 La leyenda de Mundo Minor rechazó su oferta de tomar prestados los prismáticos y sacó en lugar de ello su propio catalejo de la funda. La cámara tras la puerta era por cierto muy oscura, pero podían verse bastantes más cosas de las que el dibujo mostraba. La palabra “cúmulo” describía más adecuadamente lo que Sum había supuesto ser una isla sobre el papel. El fulgor débil de un brasero iluminaba un lado del cúmulo, donde se veía una mezcolanza de ropa sucia, libros andrajosos, herramientas herrumbrosas, papeles arrugados y otras cosas por el estilo. Ese estado le recordó el que había imperado en el Mente inferior de Mundo Minor la primera vez que lo había visitado sólo que un poco peor. * ¿Cuándo fue la última vez que alguien entró ahí para reconocer el terreno? Sum bajó su catalejo. * Voto por mi honor que muchos años, que yo sepa. Su énfasis hizo evidente que creía que nadie volvería a hacerlo de nuevo. * ¿Por qué no? * ¡¡Es territorio enemigo!! El oficial le tendió de vuelta el rollo a Sum y comenzó a andar adelante y atrás, al tiempo que sujetaba a su espalda una de sus muñecas con la otra mano. Tras una pausa carraspeó, para continuar: * Desmofylax es un enemigo tremendo, tiene un enorme poder. Muchos guerreros ya han sido vencidos y están ahora en sus manos. Dónde se hallan, o qué tormentos estarán sufriendo, sólo lo podemos conjeturar. Es una 260 La leyenda de Mundo Minor gran tragedia. Sólo nos quedan unos pocos bastiones; la Escribanía, el teatro y este puesto de observación. Sólo en estos tres sitios estamos seguros frente al enemigo, el resto es su territorio. Detrás de esta puerta, ya nada es seguro. El oficial de mando acentuó su argumento elevando un dedo hacia el techo. * Va a entrar. Aunque la mujer hablaba con normalidad, era como si hubiese una profunda amenaza en las palabras. * ¡¿Entrar...?! Pero el peligro... ¡¿Desmofylax!? El oficial parecía sorprendido, pero se apresuró a asentir afirmativamente cuando vio la cara amenazante de la mujer. En cualquier caso, fue incapaz de decir nada. Por eso Sum tomó la palabra. * ¿La puerta está bloqueada? * Sí, eso ya lo hemos hecho... hemos cerrado la puerta con llave. El oficial, obviamente, se sintió aliviado de que Sum le hablase, pues le dio una razón para retirar sus ojos de la mujer. * Entonces, ¿no sería posible abrir la puerta, dejar pasar a un hombre y volverla a cerrar? * Eeeehhh... pueees... sí, sería posible. El oficial golpeteaba nerviosamente el suelo mientras miraba de soslayo en la dirección de la mujer. 261 La leyenda de Mundo Minor * Yo me ofrezco voluntario y, como yo no formo parte de las tropas regulares, no se podría contabilizar mi muerte como una pérdida real. Sum se cuadró y miró directamente a los ojos del oficial, éste apartó la vista. * Eeehh... te... ¿te das cuenta de en qué te estás metiendo? El oficial tragó saliva. * Afirmativo. Sum había llegado a comprender que si él asumía el papel de soldado, el oficial recobraría más fácilmente la compostura y el dominio de sí mismo. * ¡Nos honras! Aliviado, el oficial apoyó una pesada mano sobre el hombro de Sum. Su voz vibraba todavía un poco de temor. Aún con la mano sobre su espalda, el oficial se volvió, vacilante, hacia la mujer. Ella asintió leve pero firmemente. Después, miró de forma inquisitiva al otro, que había dado la espalda al buzón. Él también asintió. Con paso firme, el oficial llevó a Sum hasta la puerta, la abrió con un rápido movimiento, lo empujó a través de ella y la cerró con la rapidez del desesperado. Tras la puerta había, de hecho, una pequeña cámara, sólo que estaba distribuida de forma distinta a la de Mundo Minor. Allí, las dos puertas de la cámara eran iguales, aquí la otra era una gran puerta de corredera. Como estaba corrida, no se podía ver desde la boca-buzón. El espacio entre ambas puertas estaba sembrado de cachivaches. Sum gateó por el suelo y se acuclilló junto a la pila que había contemplado desde la boca-buzón, con la mano sobre la funda de Egkratehias y miró a su alrededor. 262 La leyenda de Mundo Minor Por todas partes se extendía una penumbra tétrica, que sólo interrumpían los pocos y espaciados braseros. Todo estaba tranquilo y en silencio. La impresión que Sum se había formado del cúmulo resultó ser un embellecimiento de la realidad. Era un desorden de las cosas más dispares. Justo frente a sus ojos sobresalía la mitad de un libro. Parecía ser un informe (en regular estado), cuya primera página estaba ilustrada con un dibujo igual al que había visto en la mesa de los dos hombres, sólo que más detallado. Con precaución, Sum retiró el informe del cúmulo, anduvo los pocos pasos que lo separaban de la puerta y lo metió por la boca-buzón. Fue recibido con entusiasmo. Sum se deslizó hacia el lugar donde había estado sentado antes; todo seguía aún tranquilo. Se giró hacia la puerta, donde las lentes de los prismáticos del soldado destellaban en la débil luz, se despidió de él con la mano y se dirigió hacia la penumbra ignota. 263 La leyenda de Mundo Minor CAPÍTULO 5 Las apariencias engañan. (Refrán danés) Para mayor seguridad, Sum desenfundó a Egkratehias y se deslizó hasta el siguiente cúmulo, con todos sus sentidos en alerta máxima. Los intervalos entre los cúmulos resultaron ser irregulares, el tamaño de los cúmulos variable. El segundo de ellos sólo difería del primero en un aspecto: todo estaba en un grado de descomposición tal que podría describirse adecuadamente como una pila de compost. Sum aún no había escuchado ni un solo ruido, ni tampoco producido ninguno, por lo cual se sobresaltó cuando un traqueteo y unos tumbos le llegaron desde la oscuridad frente a él. Tan rápido como le fue humanamente posible, Sum se puso al abrigo del cúmulo más cercano. El sonido murió relativamente rápido, pero casi al instante se vio seguido por un penetrante hedor mohoso. El ruido no tenía ni la menor semejanza con los que había hecho Desmofylax, pero como Sum no estaba familiarizado con el lugar, se arrastró en la sombra del cúmulo. Pasó un largo rato sin que sucediese nada más, hasta el olor se volvió menos intenso. Sum no pudo percibir presencia alguna, de modo que continuó. Pronto obtuvo explicación al sonido que había escuchado. Se debía únicamente a que un cúmulo, especialmente alto, se había derrumbado, pues sus partes inferiores se habían reducido a polvo. Ahora era como un baluarte a lo largo del suelo. Acababa de pasar por encima del cúmulo caído cuando, de repente, se hizo oscuro como boca de lobo a su alrededor. Asustado, Sum trastabilló un par de pasos, lo cual hizo que volviese la luz. Como todavía estaba bastante cerca de la puerta por la que había entrado, le llevó bastante tiempo darse cuenta de lo que había pasado. En Mundo Minor había que cubrir una distancia relativamente larga 264 La leyenda de Mundo Minor desde la puerta que daba a Mente al lugar donde la oscuridad separaba el Mente Superior del Mente Inferior. Aquí, en apariencia, había menos de veinte metros hasta la separación. Tan pronto como la oscuridad se cerró en torno a Sum, su corazón empezó a galopar como un caballo de carreras desbocado. Tardó varios minutos en volver a latir con normalidad. Con Egkratehias frente a sí, agarrada con sus dos manos sudorosas y preparada para cargar, se dejó engullir por la oscuridad de la separación otra vez. Le pareció que la distancia en las tinieblas era muy larga, pero de repente emergió de las sombras. Ante él había una sala totalmente iluminada, mucho más iluminada que cualquiera que hubiese visto hasta entonces en ese Mundo. El suelo de la sala se componía de azulejos negros y blancos que parecían desgastados, pero estaban limpios y bien cuidados. Tras dejar al equipo de observación de la puerta, Sum se había movido a lo largo de la pared izquierda de la cámara. Ahora, cuando emergió al Mente Inferior (o como fuese que lo llamasen), no había una pared, sino una vitrina con puertas de cristal a su izquierda. La vitrina era tan grande y profunda que casi era una sala en sí misma, fila tras fila llena de estantes. Era de metal gris y daba la impresión de ser sólida. Todas las hileras interminables de puertas de la vitrina estaban cerradas con llave. A través de ellas podía contemplar las cosas que estaban expuestas en la primera hilera de estanterías; las demás, tan sólo las podía vislumbrar. Los objetos exhibidos eran muy distintos y no parecían haber sido colocados en un orden lógico. Tras el cristal de la primera puerta vio una colección de minerales, cada uno exhibiendo una pequeña etiqueta con información acerca de su clase, el lugar donde se habían encontrado, etc.. La colección daba la impresión de estar bien pensada y de haber sido organizada meticulosamente. Desazonado por la carencia de posibles escondites en la cámara, Sum enfundó la espada, se envolvió en la capa y miró en torno. La estancia era enorme. La serie de puertas en la vitrina de la pared izquierda de la cámara se 265 La leyenda de Mundo Minor perdía a lo lejos. A través del catalejo podía ver que había una megavitrina del mismo tipo en el lado opuesto de la cámara, de modo que las dos discurrían paralelas hasta donde la vista (y el catalejo ) alcanzaban. Unos cien metros más adelante, el área del suelo uniforme era interrumpida por gigantescas figuras geométricas, esculpidas en algo que parecía una piedra negra pulimentada. Sum metió el catalejo de nuevo en su funda y puso rumbo hacia la figura más cercana: un anguloso tronco de pirámide. Cuanto más se acercaba a las figuras de piedra, más inseguro se volvía. Instintivamente, se fue en busca de la serie interminable de puertas de cristal y descubrió, así, que una de ellas estaba entreabierta. Sin pensárselo, se acuclilló y echó un vistazo en derredor. La vitrina tenía una profundidad increíble y por eso debía extenderse más allá de la pared. Dentro de la vitrina, que Sum iba asimilando cada vez más a una cámara de techo bajo, había una fila de estantes tras otra. Éstos estaban provistos de ruedas y por eso podían moverse adelante y atrás, de modo que se podía pasar libremente entre ellos. El estante que daba al espacio de cristal adonde Sum se había deslizado estaba lleno de plantas secas y prensadas, cada una de ellas dotada de una pequeña etiqueta con su fecha de recolección. El estante de detrás contenía semillas de las mismas plantas. El estante siguiente tenía una colección de obras sobre el cultivo, riego y cuidado de las mismas. Sum no quiso seguir adentrándose en la cámara-vitrina, pues sólo estaba iluminada por la luz que entraba por las puertas de cristal. En lugar de ello, se deslizó entre la primera y la segunda fila de estantes, en la misma dirección en la que había ido fuera de la vitrina. Se movía silenciosamente, inclinado hacia delante y atento. De esta forma, llegó al lugar donde podía ver, directamente a través del cristal, la pirámide roma, sin tropezarse con sorpresas de ninguna clase. Sin embargo, su nerviosismo crecía constantemente, de modo que ahora también le repetía la comida. En un intento de aplacar su desasosiego, se puso en cuclillas tras la primera fila de estantes, mientras a través del catalejo contemplaba la geometría que se extendía entre las dos filas de vitrinas. 266 La leyenda de Mundo Minor La parte trasera de la pirámide truncada atrajo rápidamente la atención de Sum; ¡¡algo se movía allí!! El ángulo desde donde la estaba observando le impedía ver qué era lo que se estaba moviendo, pero HABÍA algo. Sin hacer caso de la sensación abrasadora de su estómago, Sum siguió adelante en la vitrina para adquirir un mejor ángulo de visión. Así, se alejó más del tronco, pues fue la única forma que se le ocurrió... si no quería salir al área totalmente al descubierto entre la vitrina de este lado y las negras formas de piedra. Lo que Sum vio una vez hubo encontrado un ángulo aceptable, lo llenó de asombro. El tronco de pirámide era evidentemente hueco y la abertura, que daba hacia su lado, estaba cubierta con una reja. Tras ésta se hallaba un gran número de criaturas. Tanto la distancia como las sombras que cubrían el interior de las formas de piedra le hicieron imposible durante mucho tiempo determinar de qué criaturas se trataba. De repente, una de ellas fue hacia la reja, extendió las manos hacia fuera entre los barrotes y apoyó la cabeza contra ella. La criatura era, sin lugar a dudas, un emocionante. Sum bajó el catalejo, pensativo. Un emocionante prisionero significaba que estaba obligado a atravesar el tramo descubierto... de uno u otro modo. Su corazón empezó a latir más rápido. Sum abandonó la vitrina, pero dejó la puerta entreabierta. Durante un instante permaneció quieto, escuchando, pero no se oía nada. Hizo acopio de ánimo y comenzó a correr a través del enorme trecho expuesto. Sum corrió a todo trapo, en silencio y con cuidado de permanecer bien envuelto en su capa. No había pensado qué era lo que esperaba que ocurriese al correr hacia el espacio descubierto. Sin duda se había imaginado ser atacado por alguna clase de bestia salvaje del tipo de los Barones de los Emocionantes. Lo que en realidad sucedió, fue lo que menos se había esperado... no sucedió absolutamente nada. Sum se adelantó hasta el tronco de pirámide, que era enorme, sin que sucediese nada más que la sonrisa que el emocionante apoyado contra la reja le ofreció. Éste no parecía haber sufrido el menor daño, 267 La leyenda de Mundo Minor al contrario, irradiaba tranquilidad y confianza. Sum se detuvo ante la reja y lo contempló: “los primeros emocionantes de Kreator debieron de ser iguales a éste”, pensó Sum de manera espontánea. El emocionante, que le sonreía amistosamente, tendió hacia fuera un brazo musculoso y abrió la reja, como si ésta no hubiese estado cerrada con llave, tal y como se había imaginado Sum. * Entra, amigo, Xalyfomsed debe de estar a punto de llegar. Con una seña amistosa de su brazo le indicó a Sum que entrase. El interior no recordaba en absoluto al calabozo que Sum se esperaba. Parecía lo que un buen arquitecto hubiese diseñado como sala de espera. A lo largo de las paredes y colocados en pequeños grupos sobre el suelo había sillones y sillas distribuidos en torno a pequeñas mesas con jarrones decorativos que exhibían exquisitos ramos de flores. Casi todos los asientos estaban ocupados por un gran número de emocionantes, en calma y amistosa conversación. Cada tresillo estaba rodeado de pilas bajas en las que helechos, bambúes y flores demarcaban las diversas áreas. De un panel reflector que se extendía alrededor de todo el local emanaba una agradable luz amarilla, que se veía complementada con unos focos blancos sobre las mesas y las plantas. La habitación estaba hecha para el uso diario, pero permanecía limpia y bien conservada. * Ahora viene. La voz de los emocionantes interrumpió la observación de Sum. Se acercó a la reja y fijó su atención sobre un pequeño personaje que se acercaba al tronco de pirámide desde la dirección contraria a aquélla por la que Sum había venido. A través del catalejo resultó ser un hombre, vestido con algo que recordaba a un mono de color naranja. Sobre el mono llevaba un correaje que se parecía un poco al de un paracaídas. Estaba equipado con varias bolsitas, 268 La leyenda de Mundo Minor herramientas e instrumentos de medición que estaban ubicados allí donde eran más prácticos. La cabeza canosa del hombre le daba un aire cansado, pero, sin embargo, siguió poniendo acompasadamente un borceguí delante de otro, como alguien que estuviese acostumbrado a andar largas distancias, hasta llegar a la reja. * ¡Qué alegría verte de nuevo! El emocionante que había estado junto a la reja extendió sus fuerte brazos y se abrazaron amistosamente. Con una sonrisa, el emocionante se giró y fue hacia otra puerta, al otro extremo de la cámara. Detrás de él, Sum siguió la exhortación del hombre de cabeza canosa, Xalyfomsed, de acompañarlos. El emocionante abrió la puerta, se hizo a un lado y dejó a Sum y a Xalyfomsed ir al frente de la muchedumbre. Traspasada un puerta, llegaron a una sala de conferencias donde todos los asientos, salvo tres, fueron poco a poco ocupados. De estos tres, uno, aparentemente, era del presidente del Consejo; los otros dos lo flanqueaban. * La Sala del Consejo. Murmuró Sum para sí, pues era lo que tenían que ser, una sala de consejo. * Tienes toda la razón, Sum, esta es la Sala del Consejo. Tras unos momentos, Sum se puso rígido. ¡¡Xalyfomsed lo había llamado por su nombre!! Sum se volvió y miró perplejo hacia el rostro amistoso del hombre, con la rara sensación de estar completamente desnudo. * El Rey Sum El Único, el soberano legítimo de Mundo 269 La leyenda de Mundo Minor Minor. Sed bienvenido. Xalyfomsed puso una mano amistosa sobre el hombro de Sum, aún paralizado, y lo condujo a través de la Sala del Consejo. Cuando llegaron a los tres asientos restantes, todos los presentes se levantaron de una manera que mostraba un respeto afable e informal. Xalyfomsed dirigió a Sum al asiento a la derecha del del presidente, donde, con un amable gesto, lo invitó a sentarse. Él, por su lado, ocupó el asiento del presidente, y el emocionante que había estado al otro lado de la reja, el de su izquierda. * Ahora que ya estamos todos, por favor tomemos asiento. Xalyfomsed hablaba a través del micrófono que estaba ante él con una voz suave y agradablemente cálida. La mente de Sum se tranquilizó y tomó la decisión de que Xalyfomsed lo estimaba. * Como podéis ver, hay entre nosotros uno más que la última vez, alguien que ha pasado directamente a través de la pared. Probablemente pensáis que lo conocéis, pero os preguntáis, al mismo tiempo, quién es. Por eso, dejadme decirlo ya ahora: NO es un emocionante... ¡es el Rey de un Mundo! Se produjo un murmullo de desconcierto entre los muchos presentes, un murmullo que Xalyfomsed, sonriente, dejó continuar hasta que se desvaneció. Cuando aquello casi había ya sucedido, una pequeña lámpara empezó a brillar con luz roja sobre la mesa frente a él. Xalyfomsed pulsó un botón junto a ella, lo que llenó la cámara con una voz suave y un tanto asombrada. * ¿Este soberano está aquí por su propia voluntad o es una consecuencia de los planes de Desmofylania? * Por lo que yo sé, se trata de ignorancia y amabilidad. No 270 La leyenda de Mundo Minor llegué a alcanzarlo para charlar antes de que Desmofylania lo capturase, pero lo deduje de lo que oí de su conversación. Xalyfomsed se echó hacia atrás, pero tuvo que inclinarse de nuevo cuando la pequeña lámpara comenzó otra vez a brillar. * ¿Sería posible que él se explicase ante el Consejo? * ¿No deberíamos esperar? La voz de Xalyfomsed apeló de manera amable. * Proponemos que se levante la sesión y se reanude mañana con el relato de Sum como primer punto. * Aprobado. Por lo tanto, se aplaza la reunión. Xalyfomsed se respaldó en la cómoda silla. Todos se levantaron. Algunos abandonaron la Sala del Consejo inmediatamente, otros se quedaron hablando en pequeños corros. Nadie parecía tener prisa, sólo que algunos parecían más metódicos que los demás. Todos se saludaban entre sí y saludaron también a Sum, amistosos. Él notó que, aparentemente, no estaban armados de ninguna forma; en cambio, muchos portaban diferentes aparatos y herramientas. La vestimenta común parecía ser alguna clase de ropa de trabajo, por lo general un mono. Los colores, los tejidos y el estilo eran, por el contrario, muy diversos. * ¿Puedo ofrecerte mi compañía y una humilde comida? La voz suave de Xalyfomsed interrumpió la cadena de ideas de Sum. * Acepto ambas cosas con mucho gusto. 271 La leyenda de Mundo Minor Xalyfomsed le gustaba a Sum cada vez más y eso ocurría en aquel... lugar. Condujo a Sum fuera de la cámara, a través de la sala de espera, al espacio abierto entre las diferentes figuras geométricas. Ahora que Sum se sentía libre de su anterior recelo hacia estas formaciones de piedra, las contempló con ojos nuevos. Había una belleza extraña, simple y natural en aquellos sencillos cuerpos geométricos... una forma de pureza que tenía que haber caracterizado a las Pirámides de Egipto cuando estaban recién construidas. Xalyfomsed dirigió a Sum hasta un dado enorme de la misma piedra negra que las demás formas. Apoyó una mano sobre el dado y empujó lateralmente una parte del mismo, que resultó accionar una puerta oculta. Dentro había una cámara bañada en una luz áurea y cobriza. La cámara daba la impresión de ser una trascocina-zaguán, o algo similar. En estantes distribuidos en tres niveles había cajas de diferentes tamaños, todo a lo largo de las paredes. También había zapatos y botas de diversas clases. En el extremo opuesto de la cámara, un vano de doble ancho cubierto por un cortinaje conducía al interior. Xalyfomsed descorrió la colgadura y, sonriente, invitó a Suma entrar. La cámara donde se hallaban ahora era enorme. Sin embargo, el tamaño no era exagerado, pues estaba dividida en un sinnúmero de unidades menores mediante tabiques formados por arriates donde crecían flores. Al mismo tiempo que estos tabiques dividían la cámara, su contenido poblaba el aire con los aromas más deliciosos. Unos veinte metros más adelante, a un lado de la cámara, había una pesada escalera de madera oscura e impregnada con mordiente que conducía a la planta superior. Xalyfomsed dirigió a Sum a donde había instalados una cocina y un rincón para comer, con espacio para ocho personas. La cocina estaba rodeada de tabiques donde crecían vegetales, bayas y plantas aromáticas. La luz era aquí más clara y blanca que en las demás cámaras, donde era más bien tenue y cobriza. * Siéntate, voy a hacer la comida. Estoy seguro de que tienes un millón de preguntas, así que, adelante, dispara. 272 La leyenda de Mundo Minor * Las vitrinas a lo largo de las paredes, allá afuera... ¿son el Mente Inferior, quiero decir... un almacén de tiempo? Sum hizo un gesto hacia la puerta por donde habían entrado. Se detuvo, con la sensación de que, allí, era casi imposible poder formular una pregunta sobre nada en una sola frase. * Pues eso, ¿es un almacén de tiempo...? ¿O un almacén de pasado, podría decirse también? Xalyfomsed contempló a Sum con una expresión lejana en los ojos. * Sí, de hecho eso es exactamente lo que es. Pensativo, se giró de nuevo hacia las verduras. * ¿Eres... no eres... soberano aquí, en este Mundo... verdad? * Soy el que administra la sabiduría. Sum permaneció en silencio durante un largo rato. Los únicos sonidos que se oían provenían de la cocina de Xalyfomsed. Sum tuvo la increíble sensación de que estaba descubriendo algo muy importante, pero para él todo aquello no tenía ni pies ni cabeza. * ¿Con quiénes hablabas en la reunión del Consejo? Sum quería probar un enfoque distinto. * Eran los demás miembros del Consejo. * ¿No eran los miembros del Consejo los que estaban en la sala? * Eeehhh... sí, y era con ellos con quienes hablaba. Xalyfomsed contempló a Sum con cierta sorpresa. 273 La leyenda de Mundo Minor * Sí, pero sólo se oía una voz... ¿de quién era? * Era la voz conjunta de todo el Consejo. Todos en él tienen un micrófono como el que viste frente a mi silla en la sala. Cuando un miembro quiere dar a conocer su opinión, el interesado pulsa el botón y la graba. Lo que tú escuchaste como la voz del Consejo era la suma de todas las opiniones de sus miembros. ¿Cómo lo hacéis vosotros cuando decidís algo en Mundo Minor? * En Mundo Minor celebramos consejos, igual que aquí, pero allí cada uno se levanta y se dirige al cónclave directamente. * ¿Y qué sucede si uno de los miembros del Consejo no está de acuerdo? ¿Qué se hace entonces? * Se levanta y le habla directamente al Consejo. * ¿Y eso no lleva muchísimo tiempo? * Sí, supongo, pero asegura el consenso y refuerza la satisfacción. Por cierto, ¿quién ha construido vuestro sistema de micrófonos? * El Consejo. El silencio cayó de nuevo sobre ellos. Xalyfomsed hizo los últimos preparativos para la comida y puso los platos sobre la mesa. Sum, que se sentía un poco inquieto, se había levantado y vagabundeaba por la cocina. * Hay que dejarlo reposar un ratito. ¿Te gustaría echar un vistazo alrededor, mientras esperamos para comer? * Sí, gracias, eso estaría bien. Sum miró en torno a sí. * El edificio donde estamos ahora es un área de ocio que todos, según su deseo y necesidad, pueden usar cuando no hay tareas que llevar a cabo. Todos los sitios donde la 274 La leyenda de Mundo Minor luz es blanca y clara son áreas de cocina. Las demás áreas pueden organizarse según convenga. Si te apetece darte un baño, también hay secciones para este uso. * Un baño sería estupendo, no he tomado uno en muchos días. Sum se entusiasmó considerablemente ante la idea. * ¿Quieres dártelo ahora? Podemos posponer la visita hasta después de comer. * Sí, por favor, muchas gracias. Xalyfomsed condujo a Sum a un área donde los tabiques llegaban hasta el techo. En el arriate de la pared se habían plantado helechos que casi se cerraban por encima de Sum. En el extremo opuesto de esta sección, se había construido un muro perpendicular desde la pared dorsal. A unos dos metros de distancia, el muro giraba noventa grados, formando, así, el espacio para una ducha. * Vengo en seguida con ropa nueva para ti. Cuando hayas terminado, estaré en la cocina. Xalyfomsed contempló a Sum un instante para determinar qué talla usaba y después se fue. Junto a Sum había un banco que parecía estar hecho de la misma madera, hermosa y oscura, que la escalera que comunicaba con la planta superior. En la pared había una serie de colgaderos con toallas. Aparentemente, la idea era que pusiese allí su ropa... y sus armas. Estas últimas no se le habían pasado a Sum por la cabeza hasta ahora. Recordaba demasiado claramente el intento de los Barones de los Emocionantes de robarle sus armas. De repente, se le ocurrió que, a lo mejor, estaba sucediendo de nuevo. La idea lo desconcertó. No concordaba con el ambiente que reinaba entre Xalyfomsed y los demás miembros del Consejo. Sum estuvo indeciso un momento, dudando entre la confianza y el recelo, y tomó entonces una decisión. 275 La leyenda de Mundo Minor * Ya estoy aquí de nuevo, hay ropa limpia sobre el banco. Me aseguraré de que se lave tu ropa sucia. * Muchas gracias. Respondió Sum desde el chapoteo de la ducha. * Comemos en diez minutos. Sum había observado atentamente a Xalyfomsed desde el escondite de los helechos. No había tocado el cinturón que Sum había colgado al fondo de la pared y no parecía estar interesado ni en él ni en el resto del equipo. Cuando Xalyfomsed se hubo ido, Sum cerró el agua, secó a Egkratehias y la devolvió a su funda. En el banco donde había estado su ropa sucia, había ahora un mono con una infinidad de bolsillos. La talla era exactamente la de Sum, el color, cálido, era amarillo como el sol. Se puso la capa y el cinto por encima del mono y salió de la ducha refrescado y feliz. En la cocina había un aroma maravilloso. La comida estaba sobre la mesa, que estaba puesta con un servicio de cristal verde translúcido y cubiertos de plata. También había una botella de vino que resultó ser el mejor que Sum hubiese probado jamás. Mientras comían, hablaron largo y tendido acerca de las circunstancias de Mundo Minor y las de este Mundo. El nombre del mismo resultó ser, por cierto: Mundo Desmofyl (Fragmento de “La elegía de Kreator”) Lo primero que Sum preguntó se refirió a la extraña desproporción entre el Epimundo y el Hipomundo. La explicación lo sorprendió y le llevó algún tiempo asimilarla del todo. En resumidas cuentas, este mundo provenía de Mundo Ambo. La 276 La leyenda de Mundo Minor soberana, que Xalyfomsed llamó Desmofylania, era hija de su rey. La fundación del Mundo en sí había sido fallida, pues Desmofylania había abandonado Mundo Ambo encolerizada. Faltaba el fundamento para crear un dominio armonioso. Algunas partes del reino y de los emocionantes incluidos en él estaban tan incompletas que las funciones de las que eran responsables tuvieron que ser abandonadas por anticipado. Cuando Desmofylania comenzó a detentar el poder, estimó que tenía que deportar a algunos de los emocionantes al Hipomundo, porque parecía que gran parte de sus funciones no se podrían llevar a cabo. De hecho, se convirtió en una obsesión para Desmofylania tener a su alrededor sólo a aquellos emocionantes que estuviesen completos. Así, la mayoría de la corte, con el tiempo, fue desterrada a las regiones inferiores del Mundo. Los emocionantes que se juntaron en el Hipomundo unieron sus fuerzas para poder hacer los trabajos que el mantenimiento del Mundo requería. Al principio fue relativamente fácil, dado que Desmofylania toleraba su trabajo, siempre que ella no tuviese que confrontar de forma directa su origen. Con el tiempo, sin embargo, fue cada vez más difícil para ella fingir no saber que el trabajo era efectuado por (lo que ella pensaba que eran) unos seres inválidos y fallidos. Por fin, decidió cortar toda relación entre el Hipomundo y el Epimundo, pues los emocionantes que ella no quería deportar elegían, ellos mismos, escabullirse al Hipomundo. Esta estrategia brutal de bloqueo acarreó las más terribles consecuencias (para el Epimundo). Por eso, decidió buscar las informaciones necesarias para el mantenimiento del Mundo por su cuenta; en absoluto quiso ni pensarse levantar el bloqueo. Primero, probó a enviar exploradores al Hipomundo. Como ellos se quedaban allí, creó puestos de observación en el Epimundo desde los que podía espiar el Hipomundo. Este cambio resultó en que Desmofylania obtuvo mucha menos información que cuando la comunicación era abierta, pero ahora los emocionantes no podían refugiarse en el Hipomundo. Para compensar la falta de datos, Desmofylania 277 La leyenda de Mundo Minor comenzó a recopilar todos los que poseía, tras lo cual ella misma completaba lo que faltaba con sus propias interpretaciones. De esta forma nacieron sus representaciones en el “Teatro Personal”. A causa del estado incompleto de la información y de los absurdos que ella interpretaba, el resultado se desvió por completo de las circunstancias reales. Con el tiempo, se ensimismó tanto en sus propias especulaciones que ignoró por completo el Hipomundo. Deportó allí a todos los emocionantes autosuficientes y cerró todas las conexiones DEL Hipomundo AL Epimundo. Luego, el Mundo comenzó a deteriorarse con la velocidad del rayo. Una consecuencia natural de las acciones de Desmofylania era que todo cuanto sucedía en el Epimundo tenía un carácter mórbido. Ya nada era lo que parecía. Como en un espejo de un salón mágico, se alteraba la imagen de quien estaba frente a él. Así, el Epimundo deformaba todo contacto con el Hipomundo y todo contacto con Terra Inkognita. Xalyfomsed se calló. Durante un largo rato, ambos permanecieron comiendo en silencio; sólo se oía el sonido de sus cubiertos y de una fuente cercana. * Hay un par de cosas que todavía no comprendo muy bien. * Pues pregunta. * Has llamado varias veces a la soberana del Mundo Desmofylania, pero cuando yo la encontré, estaba siendo perseguido por alguien que ella llamaba Desmofylax. ¿Quién es? Xalyfomsed no respondió. En lugar de ello se levantó, se fue hacia la mesa donde había preparado la comida y cogió una tabla de corte de cristal transparente color verde claro. La puso sobre la mesa ante sí y escribió en ella, con un rotulador de fieltro, las letras DESMOFYLAX. Tras ello, la sostuvo en alto para que Sum pudiese verlo. 278 La leyenda de Mundo Minor * Era lo que ella le llamaba, ¿no? * Eeehh... sí, eso era. Sum se sintió algo desconcertado. Xalyfomsed contempló detenidamente su rostro, mientras giraba la tabla, con lentitud, en vertical, para que Sum pudiese leer la palabra invertida a través del cristal. Ahora ponía... XALYFOMSED. Le llevó un momento percatarse del significado de lo que estaba viendo. Entonces, se levantó de un salto y contempló a Xalyfomsed con la repugnancia pintada en el rostro y la mano en la funda de Egkratehias. *¡¿Tú...!? Eras tú quien me estaba persiguiendo, como a un animal, por el Epimundo. ¡¡Eres tú... de quien me rescató ella!! Sum sintió como si un abismo se hubiese abierto bajo sus pies. En un instante, había perdido toda la confianza que había ido edificando en torno a Xalyfomsed. * Ése es mi aspecto cuando se deforman mis intentos de ponerme en contacto con el Epimundo. La voz de Xalyfomsed sonaba totalmente tranquila, pero afligida. Sum volvió a sentarse despacio. Su reacción ante lo que Xalyfomsed le acababa de mostrar se debía en exclusiva a que el miedo que había experimentado en su encuentro con Desmofylax se había reavivado. Ahora, cuando su sensatez prevaleció de nuevo, su episodio con Desmofylax parecía por completo lógico y en concordancia con todo lo demás que Xalyfomsed le había contado. Siguieron comiendo en silencio. * Lo siento... * No tienes por qué disculparte, te entiendo muy bien... has sido víctima de la realidad deformada de Desmofylania, 279 La leyenda de Mundo Minor y eso lo explica todo. * Gracias. Sum, por su parte, estaba sorprendido por su propia reacción y agradecido por la grandeza de la personalidad de Xalyfomsed, que se había vuelto a confirmar. El silencio descendió de nuevo sobre los dos comensales. De vez en cuando, Sum cerraba los ojos y dejaba que el sonido de la fuente, que aún no había visto, llenase su mente. Dejaba que el sonido arrastrase los fragmentos de malentendidos anteriores fuera de su cabeza, dejando que se poblase de una tranquilidad que era la que imperaba aquí, en el Hipomundo. * Has hablado sobre las carencias y las taras de los emocionantes que Desmofylania deportó al Hipomundo, pero yo sólo he visto emocionantes hermosos y fuertes. ¿Dónde están estos... emocionantes incompletos? Sum soltó su tenedor y vació el vaso de vino que tenía en la otra mano. * Están por todas partes. Son los que has visto en la Sala del Consejo y en todos los demás sitios. Xalyfomsed se levantó y cogió una radio de mano de su cinto. Mediante ésta, hizo acudir a tres emocionantes, que llegaron casi al mismo tiempo, un momento después. Con pocas palabras, Xalyfomsed repitió su conversación con Sum y pidió a los emocionantes que mostrasen sus imperfecciones. Con un creciente disgusto, Sum vio a los tres emocionantes quitarse sus monos. El disgusto se debía al hecho de que grandes partes de los cuerpos de los emocionantes resultaron haber sido sustituidas por distintos componentes mecánicos y electrónicos. Uno de los emocionantes sólo poseía la cabeza y uno de sus brazos, el resto era pura tecnología metalescente. 280 La leyenda de Mundo Minor * Así nos las hemos arreglado. Cada uno de nosotros se ocupa de lo que es capaz de manejar, el resto se lo tenemos que dejar a otros. La voz de Xalyfomsed parecía cansada. * Habéis servido bien a este Mundo... La voz de Sum fue disminuyendo. No había nada apropiado que decir. Estaba confuso. Se encontraba muy bien entre estos emocionantes, había llegado a apreciar a Xalyfomsed, pero, al mismo tiempo, estaba tan fascinado como asustado por la condición de los emocionantes. Para restablecer el control de sus sentimientos, Sum se ensimismó de nuevo. Xalyfomsed dio las gracias a los tres emocionantes por su ayuda y los dejó irse. Después se fue a coger el postre que había preparado y se sentó con calma. * Una cosa más, Xalyfomsed, ¿tengo razón al creer que ahora soy prisionero aquí... al igual que vosotros? * Pues sí y no. Puedes salir, pero debes luchar contra Desmofylania, que sin duda intentará mantenerte cautivo. * En vaya berenjenal me he metido sólo para preguntar el camino. * ¿Postre? Sonriente, Xalyfomsed empujó hacia él la fuente con un postre frío de limón. 281 La leyenda de Mundo Minor CAPÍTULO 6 El que vive escondido, vive bien. (Anónimo) Cuando Sum se despertó a la mañana siguiente, todo a su alrededor estaba en calma. Dudó un instante de dónde estaba, pero entonces recordó todo lo que había sucedido el día anterior. Con un suspiro profundo y una pequeña sonrisa se hundió de nuevo en los suaves almohadones de seda, donde dejó que los pensamientos acudiesen a él. Antes de acostarse, había pasado la noche en compañía de Xalyfomsed... o Desmofylax, y de algunos emocionantes que habían llegado más tarde. Habían tomado un par de copas de vino, cantado canciones, tanto de Mundo Minor como de Mundo Desmofyl y, ante todo, habían estado muy a gusto. Más tarde, le fue mostrado el resto del edificio cúbico. Habían subido por la pesada escalera de madera para ver los enormes tanques de agua que estaban en la primera planta del edificio. El agua, de hecho, resultaba ser un problema. El manantial de donde la obtenían no podía suministrar tanta como el Manantial Vível de Mundo Minor. Sólo proporcionaba una cantidad limitada de agua, pero el verdadero problema era que, de vez en cuando, tenían que usar grandes cantidades del líquido para limpiar el Epimundo. Si no lo hiciesen, se cubriría de moho y suciedad. Sum no había visto todavía Brotaqua, pero le habían prometido que la visita continuaría al día siguiente. El día siguiente era hoy. Sum se sentó sobre la cama y miró por encima del arriate a través de un bosque de hierbas aromáticas que allí había plantado. No se veía a nadie. Se levantó de la cama y buscó el área de baño, que sabía que estaba cerca. Después de la ducha, consideró un instante dejar allí sus armas, pero, sin embargó, las llevó con él. Xalyfomsed se afanaba en el área de la cocina donde habían cenado el día anterior. Saludó a Sum con un abrazo y una amplia sonrisa. 282 La leyenda de Mundo Minor * ¿Dormiste bien? * Mejor que en muchos días. ¿Qué haces? * El desayuno. Tú siéntate, ya casi está listo. Sum se sentó y presenció cómo se servía la mesa con todo lo que podía desearse y algo más. Había varios tipos de pan, mantequilla, mermelada, queso, tortitas, muesli, cereales, nueces, huevos, café, etc.. Mientras comían y charlaban, Sum pensó en la desproporción que existía entre el Hipomundo y el Epimundo. * ¿Cómo puede ser que tengáis tan buenas condiciones aquí a pesar de... vuestra... situación, teniendo en cuenta las circunstancias miserables que imperan en el Epimundo? * El Epimundo no sería tan desolado si Desmofylania no se negase a tener relación con el Hipomundo. Pues existimos para servir a la TOTALIDAD del Mundo. * ¿Seríais capaces de mantener todo el Mundo si se retirase el bloqueo... tendríais la capacidad que esa tarea demandaría? * Sí... pero no al mismo nivel de lo que ves aquí, o no al principio, al menos. Con tiempo suficiente, creo que lo lograríamos... poco a poco. Xalyfomsed suspiró. Se quedaron sentados un rato en silencio, cada uno rumiando sus pensamientos. Algo más tarde, llegaron varios de los emocionantes del día anterior. Xalyfomsed les había pedido que los acompañasen en la visita. * Ayer viste la Sala del Consejo y el Área de Ocio. ¿Qué te parecería si comenzásemos el día viendo los talleres? Xalyfomsed contempló interrogante a Sum, que asintió. Riendo y parloteando se fueron a la plaza frente al Área de Ocio, donde Xalyfomsed había señalado su siguiente destino. El objetivo era 283 La leyenda de Mundo Minor un alto cono que destacaba por detrás de las demás figuras. La circunferencia de la base era enorme. Había entradas dispuestas a intervalos que conducían a distintos talleres, que se encontraban en la planta baja. Estaban cubiertas por una pesada pieza de tela coriácea del mismo color negro que el cono. A causa de su forma, los talleres tenían una configuración que recordaba a un trozo de tarta. Eran más anchos en la entrada y se iban estrechando a medida que se acercaban al centro del edificio. El centro consistía en un cilindro que ascendía hasta la altura máxima del cono. En este cilindro había un elevador tan grande que podría transportar dos camiones juntos. A través de él se podía acceder a los numerosos otros pisos del cono. Todos los talleres de la planta inferior estaban acondicionados para realizar trabajos pesados. Se habían organizado talleres para labores de herrería, de cantería, de fundición de metales, de carpintería, etc. Se desarrollaba una intensa actividad. Cada taller tenía como mínimo un par de proyectos en marcha, que progresaban a buen ritmo. El rasgo común era la calidad, hasta en el detalle más pequeño e insignificante. Todo lo que Sum vio allí lo impresionó y aumentó continuamente la alegría por trabar esa amistad con los trabajadores. En el siguiente nivel también había talleres. Se realizaban aquí labores de mecánica de precisión, electrónica, tejeduría, costura de ropas... Las siguientes plantas funcionaban como laboratorios (química, física, etc.), salas de planificación, salas de juntas y muchísimo más. La segunda planta empezando por arriba era un gran taller y, al mismo tiempo, el más avanzado de todo el cono. Aquí los emocionantes estaban equipados con sustitutivos mecánicos para sus defectos físicos. En realidad, se trataba de un taller de montaje y ensayo. Las partes individuales se encargaban a los demás talleres del edificio, allí donde se encontrase el equipo necesario. Todos los emocionantes del Hipomundo también acudían regularmente 284 La leyenda de Mundo Minor a un control, donde sus prótesis eran ajustadas, arregladas o totalmente reemplazadas. En lo más alto del cono, que era transparente en su totalidad, había un lugar cuya función Sum no pudo comprender hasta que se le explicó. La cámara era relativamente grande y estaba llena de instrumentos, mapas, equipos de comunicación, ordenadores, pantallas de televisión, prismáticos, etc. Todo se organizaba en torno a una enorme mesa de conferencias, rodeada de cómodas sillas. La cámara fue calificada por Xalyfomsed y los emocionantes como un puesto de observación. Su función era controlar las condiciones en el Epimundo, entre otras cosas para vigilar cuándo la formación de moho era tan colosal que se tenía que lavar. Xalyfomsed describió los diferentes aparatos, los encendió y explicó lo que hacían. Pronto Sum tuvo la impresión de que esta cámara podría controlar la totalidad del Mundo a plena satisfacción si se levantase el bloqueo entre sus dos partes. Lo que más impresionó a Sum fue el sistema de vigilancia. Podía mostrar todas las zonas del Epimundo y acercar los más pequeños detalles. Al mismo tiempo, el sistema no se veía afectado por la oscuridad que, sin embargo, le había complicado tanto las cosas a Sum cuando caminaba a tientas por el Epimundo. Los pasillos, a pesar de la relativamente gruesa capa de moho, la deficiente construcción y el avanzado deterioro del Mundo, destacaban de forma despiadada y llamativa. El Mundo daba la impresión de haber sido construido a toda prisa, sin la pericia necesaria. De hecho, se desprendía de las imágenes de las pantallas que una parte significativa de los pasillos del Mundo estaba bloqueada a causa de derrumbamientos y bloques de piedra caídos. Lo único que ostentaba calidad era el edificio del teatro, pues éste, por el contrario, estaba construido con los mejores materiales y con un esmero que a la fuerza resultaba impresionante. Mientras Xalyfomsed señalaba los distintos monitores, explicaba 285 La leyenda de Mundo Minor cómo él y los emocionantes, para su estupefacción, habían visto a Sum aparecer en una pantalla, y cómo los emocionantes lo habían seguido de una a otra, mientras intentaban guiar mediante contacto por radio a Xalyfomsed, que inmediatamente había partido hacia el Epimundo. Xalyfomsed no había tratado de capturar a Sum, ni de hacerle daño, pero las deformaciones del Epimundo habían hecho que así lo pareciese. Éstas también habían hecho aparecer a Desmofylania distinta de como en realidad era. Como sus aposentos, que se llamaban “ La Escribanía”, eran un área a la cual Xalyfomsed no podía tener acceso, no había podido advertir al extraño. Por eso Desmofylania había tenido la posibilidad de conducir a Sum, que no sospechó nada, al cautiverio en el Hipomundo, una posibilidad que había aprovechado de inmediato. Ante la pregunta de Sum de por qué ella deseaba hacerlo prisionero, Xalyfomsed respondió que lo que Desmofylania más temía era el cambio. Quería mantener su status quo, aunque eso significase una disgregación lenta de la totalidad del Mundo. Hasta ahora, sólo había tenido que luchar contra los emocionantes y Xalyfomsed, a quienes conocía. Con la llegada de Sum, había sido confrontada de repente con el hecho de que también había un universo fuera del Mundo. Este pensamiento la había intimidado tanto que sólo pudo pensar en poner este cambio, nuevo y desconocido (léase: nueva amenaza), bajo su control. Había tratado de hacerlo de la única forma que conocía: deportarlo inmediatamente al Hipomundo. Sum y Xalyfomsed se quedaron callados un momento hasta que Sum descubrió una pantalla que estaba un poco separada del resto. Mostraba la imagen de un portal con herrajes que no parecía estar afectado por el moho ni por el deterioro general del Epimundo. * ¿A dónde conduce? Sum señaló la pantalla. 286 La leyenda de Mundo Minor * Al Hipomundo. Respondió Xalyfomsed con una sonrisa torcida. * ¿Por qué no ha puesto Desmofylania una guardia allí? * Porque lo construimos una vez que ella hubo bloqueado todo lo demás. Está en una parte del Epimundo a la que ella nunca va porque consiste, ante todo, de cascotes y muros derrumbados. No tiene ni idea de que existe. Xalyfomsed se giró a medias hacia Sum con una ancha sonrisa. * Es por este camino que tú entras al Epimundo, ¿no? * Exactamente. También es el camino por el que tienes que salir a Terra Inkognita. Esta última observación hizo que Sum fijase su mirada en las pantallas y luego en Xalyfomsed. Éste guiñó guasón un ojo, lo cual resultó tan cómico que ambos comenzaron a reír. Bajaron por el elevador y entraron en un taller mecánico, pues aparentemente había algo que Xalyfomsed quería ver antes de abandonar el edificio. Resultó ser un vehículo de trabajo, que parecía en esencia un jeep (sólo que tres veces más largo y el doble de ancho). No tenía ningún defecto, sólo había estado en el taller para una inspección de rutina. El vehículo no tenía techo, pero estaba equipado con una superestructura de tubos de acero cromado considerablemente robustos. Tanto por delante como por detrás, esta superestructura estaba equipada con dos aguilones, el delantero con un gancho y el trasero con una cuchara de mordazas. El último tercio del vehículo consistía en una plataforma, sobre la que únicamente había un par de cajas con material. En el centro había dos filas de asientos forrados de cuero, con espacio para ocho personas. La parte delantera estaba constituida por un capó abierto 287 La leyenda de Mundo Minor que cubría un pesado motor de ocho cilindros. Sum nunca había visto nada que se pareciese a aquello. Mientras Xalyfomsed hablaba con los tres emocionantes que habían revisado el vehículo, Sum dio una vuelta en torno a él. El panel de instrumentos estaba ricamente equipado, no sólo con los indicadores de los vehículos ordinarios, sino también con dos radiotransmisores, un radar y un buen número de otros mecanismos que nunca había visto antes. Los asientos resultaron tener suspensión hidráulica individualizada y ser de tacto increíblemente agradable. Entre la última fila de asientos y la parte del vehículo que contenía la plataforma había un espacio ocupado por bombas y tanques, de tal forma que estaban disponibles tanto agua como aire a presión. Sum sonrió para sí mientras deambulaba alrededor del jeep. Xalyfomsed ya casi había terminado cuando Sum llegó junto a él. Se despidieron del personal del taller y abandonaron el edificio. * ¿Tienes hambre o esperamos hasta más tarde para cenar? * Puedo esperar sin problema. Sum tuvo que admitir que tenía más curiosidad que hambre. El siguiente edificio en el que entraron era un bloque de piedra rectangular, bajo, ancho y muy largo. La primera cámara en la que entraron era una sala de control, donde un ordenador supervisaba el cultivo de diferentes plantas. En las diversas pantallas se podía leer la condición de cada cultivo, en forma de columnas y gráficos, de igual modo que era posible cambiar la imagen de la cámara a la planta que se deseaba controlar. El resto del interior del edificio era una gran cámara organizada como un establecimiento de jardinería. La distribución consistía únicamente en largas mesas sobre las que los diferentes tipos de pequeñas plantas se repartían en filas. Poco a poco, a medida que Xalyfomsed cambiaba las imágenes de la pantalla, Sum se iba dando cuenta de que no sólo se habían cultivado plantas con fines alimenticios. Esta cámara de 288 La leyenda de Mundo Minor cultivo suministraba tanto comida como fibras para tejidos, plantas ornamentales, medicinas y un sinfín de otros usos. El agua provenía de los tanques que había visto en la primera planta, en el Área de Ocio. El abono, en cambio, era un subproducto de la fábrica de biogás, que se hallaba en un gran edificio cilíndrico que sobresalía al fondo de la casa de cultivo. Cuando estaban en la fábrica de biogás, ambos comenzaron a sentir hambre, por lo que acordaron que el próximo punto del programa debía ser la cena. Sin embargo, tenían que encontrarse antes con los demás emocionantes en la Sala de Consejo. Sum relató sus vivencias en Mundo Minor, sus combates contra los Barones de los Emocionantes, el asedio y su viaje, que había terminado temporalmente en Mundo Desmofyl. Después, el Consejo formuló algunas preguntas. Cuando por fin todo acabó, Sum estaba casi muerto de hambre. Él y Xalyfomsed prepararon la cena junto con tres emocionantes, que también se quedaron a comer. Después del postre, todos permanecieron sentados a la mesa, abrieron aún un par de botellas de vino y pasaron un rato muy agradable. Como llegado un momento necesitaron estirar las piernas, decidieron subir para ver los tanques de agua, que estaban en la siguiente planta del edificio. Resultó que todos los tanques estaban casi llenos. Aparentemente, el manantial que suministraba el agua había comenzado a fluir más rápido. Antes de acostarse, decidieron lavar el Epimundo al día siguiente. Esto también daría a Sum la posibilidad de escapar de nuevo a Terra Inkognita. Sum, por su parte, prometió ayudarles a vencer a Desmofylania. Se acostó aliviado y durmió en perfecta calma. 289 La leyenda de Mundo Minor CAPÍTULO 7 En la lucha se conoce la verdadera fuerza. (Sophia) Sum se despertó tan reconfortado como al acostarse. No tuvo ni un asomo de duda de que se enfrentaría a una lucha dura cuando Desmofylania intentase hacer fracasar su tentativa de escape del Mundo. Sin embargo, se sentía lo suficientemente fuerte para enfrentarse a ella. Cuando entró en el área de cocina, Xalyfomsed acababa de empezar a poner la mesa. Terminaron de hacerlo juntos. Mientras comían, hablaron sobre cómo transcurriría el día. Xalyfomsed revisó el procedimiento que seguían cuando limpiaban el Epimundo y después abordó cómo se iba a desarrollar su entrada allí. * La idea es que estaremos preparados en el portal cuando el sistema de limpieza se quede sin agua, porque en ese momento Desmofylania se encontrará en La Escribanía. Si tenemos suerte, tendremos tiempo para pasar antes de que ella salga otra vez... pero probablemente sea esperar demasiado. Xalyfomsed se rascó la nuca, pensativo. * ¿Cómo puede ser que ella tenga poder para crear tantos problemas en el Hipomundo cuando todo en el Epimundo está aparentemente en peor estado? * Pues... buena pregunta. Se debe a las deformaciones que imperan allí arriba. Todas juegan a su favor. Además, ella puede cambiarlas en un instante. No hay un rasgo común en ellas, ningún patrón de ningún tipo. 290 La leyenda de Mundo Minor * Claro que sí lo hay. Todas las deformaciones están relacionadas con la superioridad de Desmofylania sobre todos y todo. Cada uno mascó sus pensamientos durante un rato. Después, Xalyfomsed se estiró, bostezó y se levantó del banco. * Ven, hay una promesa que tengo que cumplir antes de que empecemos. Le indicó a Sum que lo siguiese. En silencio, abandonaron el Área de Ocio, pasaron por todos los edificios que Sum había visto anteriormente (además de muchos en los que aún no había entrado) para, por fin, detenerse junto a un lago rodeado por un muro. A través de un portillo, accedieron a un césped que parecía extenderse todo en torno al lago. Al borde del agua crecían juncos de diferentes tipos y la superficie estaba cubierta casi por completo con hojas de nenúfar. Pequeños movimientos en el agua y en las hojas evidenciaban que existía una vida rica en el interior del lago. En el centro se hallaba una isla que parecía estar arbolada. Más adelante, entre los árboles, corría un arroyo ancho que iba a dar al lago. El arroyo fluía calmo y apacible. * Te prometí que ibas a ver el manantial de Mundo Desmofyl. Está ahí delante, en la isla. Xalyfomsed señaló hacia la desembocadura del arroyo. * Entonces, ¿cómo llega el agua a los tanques del Área de Ocio? * Por medio de una estación subterránea de bombeo. ¡Ven! Xalyfomsed echó a andar a lo largo de la orilla del lago. Cuando hubieron recorrido unos doscientos metros, se detuvieron junto a 291 La leyenda de Mundo Minor una tapa de metal que estaba hundida en la hierba. Debajo de ella, había una escala corta que conducía a una reducida cámara de control. Desde una pequeña mesa se podía controlar el nivel de agua, la velocidad de afluencia, la presión de bombeo y muchas más magnitudes. Xalyfomsed echó una ojeada a los distintos instrumentos y gruñó satisfecho. Aparentemente, todo estaba como debía estar. * ¿Quieres ir a la isla y ver el manantial? Contempló a Sum. * Creo que no, probablemente sea mejor que empecemos a lavar el Epimundo. * ¡De acuerdo! Xalyfomsed sonrió y bajó la escalera de dos saltos. El sistema que lavaba el Epimundo tenía sus controles ubicados en el centro de mando, más arriba, en el “cono-taller”. De esta forma, era más fácil supervisar los resultados y ajustar los inyectores de lavado. Los controles estaban instalados en una pequeña mesa, así como los mandos de las pantallas de vigilancia. A Sum lo instalaron en una silla cómoda desde donde podía ver todo el proceso, lo cual también le evitaba estar en medio. El sistema consistía en que el agua de los tanques del Área de Ocio era transportada mediante bombeo hasta una tubería, desde donde era despedida a través de un sinnúmero de inyectores dispuestos a lo largo y ancho del Epimundo. Las enormes bombas hicieron temblar débilmente todo el edificio cónico, al tiempo que emitían un leve bramido que parecía provenir de todas partes. Un instante después de que las bombas se pusiesen en marcha, no había nada a la vista en las pantallas de vigilancia, más allá de agua burbujeante, efervescente, espumosa y embravecida. 292 La leyenda de Mundo Minor * Ven, tenemos que irnos ya. Xalyfomsed comenzó a andar hacia el ascensor. Seguidos por dos emocionantes, entraron en él y fueron transportados al garaje de la planta baja del edificio. Cuando entraron en el taller, el vehículo estaba listo, con el motor al ralentí. Subieron al coche, tras lo cual Xalyfomsed dejó que la murmuración del motor creciese un ápice insignificante. Con una velocidad que probablemente equivalía a un leve trote, salieron del portal del taller rumbo el extremo donde Sum no había estado todavía. Xalyfomsed mantuvo baja la velocidad hasta que hubo salido del área con los edificios de formas geométricas, luego la subió a unos noventa kilómetros por hora. Prosiguieron así durante unos veinte minutos, tras lo cual avistaron una construcción. A medida que se acercaban, se parecía cada vez más a la bajado al sótano de un aparcamiento. Como de hecho así era, la utilizaron para bajar. La rampa conducía a otro nivel, en donde entraron en un túnel que tenía alrededor de cinco metros de ancho y lo mismo de altura. Era obvio que no se circulaba habitualmente por aquí, lo cual Xalyfomsed confirmó. Este túnel se había construido con la única finalidad de conducir hasta el portal adonde se dirigían ahora. Desembocaba en una cámara cúbica que Sum estimó tener unos veinte metros de lado. Como el túnel, la cámara estaba iluminada por una luz agradable, indirecta y suave. A cerca de cuatro metros sobre el suelo estaba el portal, enmarcado en un pesado quicio de acero. Para llegar hasta allí, el vehículo tenía que ascender por una rampa hecha de una mezcla de gravilla, adoquines y piedras. La cuesta era bastante pronunciada, pero eso no resultó ser ningún problema. Xalyfomsed apagó el vehículo al pie de la rampa, cogió el gancho del aguilón delantero y subió con él. En el marco había montado una argolla robusta. Allí puso el gancho y bajó corriendo. Por medio de la acción conjunta de la grúa y las ruedas, tiró del vehículo hacia el portal, donde Xalyfomsed aparcó y apagó el ronroneo del mo293 La leyenda de Mundo Minor tor. En el silencio que siguió, Sum pudo escuchar un sonido lejano de agua que tamborileaba al otro lado del portal. Xalyfomsed cogió el micrófono de uno de los radiotransmisores. Se informó a través de él de hasta dónde habían llegado los emocionantes en el proceso de lavado. Lo avisaron de que habían usado las dos terceras partes del agua, de modo que tenían que esperar antes de poder abrir el portal. Mientras aguardaban charlaron y tomaron café del termo que Xalyfomsed extrajo de uno de los recovecos del vehículo. Su conversación fue abruptamente interrumpida por una aguda señal acústica del radiotransmisor. Era la cabina de control, que informaba de que el agua restante estaba circulando por las bombas. Los dos emocionantes asieron cada uno su manija del agua a presión del vehículo y la activaron. Xalyfomsed desbloqueó el portal mediante la inserción de una tarjeta de acceso en una hendidura del marco, provocando que comenzase a abrirse girando despacio. De inmediato, los dos emocionantes empezaron a lavar el marco. Al otro lado del portal había una oscuridad alquitranada, tan negra que casi podía cortarse. Tan pronto como hubieron terminado de lavar el marco, Xalyfomsed puso en marcha el motor, encendió las luces y condujo a través del portal, que se cerró mansamente tras ellos. Un chasquido reveló que estaba otra vez bloqueado. Maniobraron mucho tiempo a través de los pasadizos, que sólo estaban iluminados por los focos del vehículo. Los corredores estaban jalonados a intervalos regulares por muros derrumbados (cuyos escombros despejaban con la cuchara de mordazas) y otros signos de deterioro. Cuando habían conducido ya un buen trecho, Xalyfomsed paró el coche y apagó el motor. * Ahora estamos muy cerca del territorio de Desmofylania, así que tenemos que continuar a pie. Pero hay algo que debes saber antes de que prosigamos. 294 La leyenda de Mundo Minor El rostro de Xalyfomsed se mostraba muy serio en la débil luz del panel de instrumentos. * ¿Sí? * Las deformaciones. * Sí, qué pasa con ellas. Sum tuvo la impresión de que algo desagradable estaba a punto de venir. * Debes estar preparado para cualquier cosa... ¡en ningún caso te fíes de lo que veas! * Eeeehhh... no estoy seguro de entender... * Desmofylania es una maestra del engaño, pero sólo puede embaucar hasta cierto punto. Somos cuatro, de modo que tiene que engañarnos a la vez. Esto nos da la oportunidad de cansarla. ¡Pero debes estar preparado para ver lo más extraño y a no reconocer nada en absoluto! ¡Quizás me veas a mí despedazado por una bestia, o a tu propio cuerpo descomponerse ante tus ojos! Pero por nada del mundo debes creer en nada de lo que suceda; es sólo una ilusión. De hecho, no puede hacerte nada, si no le das permiso para ello. Pero si se lo concedes, su poder sobre ti crecerá hasta que te venza. * Si ella es TAN fácil de batir... ¿cómo es que no la habéis derrotado en todo este tiempo? * Porque ella es la soberana del Mundo. Tiene verdadero poder sobre nosotros... pero no sobre ti, ¡¡porque tú no eres parte de Mundo Desmofyl!! * Sí, por cierto... qué interesante... Sum reflexionó unos instantes. Cuando quiso salir del vehículo, Xalyfomsed lo detuvo poniéndole una mano sobre el brazo. * No debes subestimar a Desmofylania... su poder para 295 La leyenda de Mundo Minor confundirnos y aterrarnos no es cosa de risa. Si la dejas, te matará de miedo. Ten mucho cuidado. Xalyfomsed le dio al brazo de Sum un tierno apretón. Bajaron del coche. Al principio permanecieron muy juntos y se cogieron de la mano, porque así, juntos, no estaban separados... poco a poco, a medida que iba apareciendo algún brasero esporádico, por lo general sólo con un débil fuego, fue aumentando la distancia entre ellos. El intervalo entre los braseros decreció y su fuego se hacía más fuerte. De igual modo que la luz se intensificaba, el nerviosismo de Sum, ya grande de antemano, también crecía. Hormigueaba y lo mosqueaba de la cabeza a los pies, como si un ejército de insectos gatease bajo su piel. * Sum No estaba muy seguro de si había oído algo o sólo era la tensión. * Sum. Esta vez, Sum estuvo casi seguro de que alguien lo estaba llamando. Además, la voz le parecía muy familiar en esta ocasión. * Sum Ahora sí que no había duda, ¡alguien que lo llamaba! Sum decidió ignorar la voz, sin duda era uno de los trucos de Desmofylania. * Sum, escúchame... te lo ruego. La voz provenía del pasillo lateral junto al que estaban pasando. Instintivamente, Sum giró la cabeza hacia la voz. Cuatro o cinco metros más adelante estaba... ¡Sophia! Antes de dedicarle siquiera un pensamiento, Sum ya había dado un paso hacia ella. Allí se detuvo, totalmente desconcertado. 296 La leyenda de Mundo Minor * No vamos por ese camino, Sum. Uno de los emocionantes lo cogió por el brazo. Aturdido, Sum lo siguió. * Sí, vete con ellos... supongo que es lo mejor. Sophia dijo adiós con la mano, melancólica. Su encuentro con ella había desencadenado una oleada de sentimientos en el interior de Sum, sentimientos que no podía explicarse. Siguió a los demás como un sonámbulo, sin estar verdaderamente presente. El pequeño grupo continuó. De vez en cuando cambiaba de dirección para evitar un pasillo derrumbado, pero en esencia no se desviaron. Tanto Xalyfomsed como los dos emocionantes conocían muy bien los pasadizos del Mundo. Sabían qué corredores estaba bloqueados y conocían los hábitos de Desmofylania. Por eso también sabían que, probablemente, estaba en sus aposentos ahora, en su “Escribanía”. (Sin embargo, en esto se equivocaban. Desmofylania había estado fuera de sí desde que había mandado a Sum al cautiverio en el Hipomundo. El conocimiento de que Terra Inkognita era capaz de intrusarse en su territorio de esa forma era un golpe mortal para la idea del universo que ella había perseguido durante su vida. Cuando había leído el pergamino de Sum, había grabado todos los detalles que había podido con el fin de hallar un medio de neutralizarlo. Por eso NO estaba en La Escribanía. La abandonó tan pronto como oyó que el sistema de lavado había terminado de enjuagar los pasadizos del Mundo..........). La distancia entre los braseros se acortó aún más, y éstos mostraban pilas cada vez más grandes y luminosas de carbón de leña. El calor de las brasas evaporaba la humedad de los pasillos. Una niebla aún más gruesa envolvió, pues, al pequeño grupo. Sum 297 La leyenda de Mundo Minor se había ido recuperando poco a poco de la impresión de haber visto a Sophia en aquel lugar. Miró alrededor en la creciente niebla. * ¿Queda todavía mucho? Sum susurró en el oído del emocionante que caminaba a su lado, el que lo había cogido por el brazo cuando vio a Sophia. * No, estamos relativamente cerca de La Escribanía ahora. Con toda probabilidad, Desmofylania aparecerá pronto. El avance se hizo ahora más lento. Los tres compañeros de Sum miraban atentamente a su alrededor y ponían cuidado en permanecer siempre cerca unos de otros. De repente, Sum se dio cuenta de que había una figura a su otro lado. Giró la cabeza... y ahí estaba otra vez Sophia. Sum estuvo a punto de decir algo, pero Sophia puso un dedo sobre sus labios. * Sólo tú puedes verme. No me reveles a Desmofylania. Sus palabras se formaban en la cabeza de Sum. Intentó enviarle una respuesta, pero no hubo réplica alguna. * Voy a ayudarte a escabullirte de Desmofylania, pero no puedes decirle a los demás que estoy aquí. Sólo creerán que soy una de las invenciones de Desmofylania, lo cual tampoco es de extrañar. Sophia se giró hacia Sum y dibujó una sonrisa melancólica. De repente, llamó su atención una enorme ráfaga de luz mucho más adelante. Cegó por completo a los cuatro e hizo que la oscuridad que la siguió fuese aún más negra. En el fulgor de los braseros vieron una masa informe que se movía hacia ellos de un modo para el que Sum no encontró palabras. La masa llenó poco a poco 298 La leyenda de Mundo Minor el ancho del pasillo, al tiempo que transmitía una angustia indefinible. Su avance se detuvo al tiempo que Sum escuchaba la voz de Sophia en su interior. * Ven, puedo conducirte por otro camino mientras Xalyfomsed y los dos emocionantes la entretienen. Sum sintió un apretón sorprendentemente fuerte en su brazo. ¿Iba a abandonarlos ahora, cuando más lo necesitaban? Sum se volvió hacia Sophia. Tenía el aspecto usual, tanto en cuanto a ropa como a figura y rasgos. Sin embargo, había algo que no encajaba... ¡los ojos! Los ojos de “Sophia” eran sólo agujeros vacíos, sin brillo. * ¡¡DESMOFYLANIA!! Sum lo gritó al tiempo que intentaba coger a Egkratehias. La presión sobre su brazo aumentó, de modo que no podía desenfundar la espada. El propio movimiento de Sum le hizo perder el equilibrio y cayó. La masa indescriptible estuvo sobre él en un momento. Intentaba quitarle el aire aplastándolo contra el suelo. Sum no fue capaz de decir ni hacer nada. Como su cabeza era lo único que estaba libre, Sum perdió el sentido, por un lado por falta de aire y, por otro, de miedo. 299 La leyenda de Mundo Minor CAPÍTULO 8 Para el ratón, el gato es un león. (Refrán albanés) Durante mucho tiempo, Sum se encontró en un estado extraño y ausente, en el que podía escuchar voces a lo lejos y sentir que la presión sobre su cuerpo variaba. Era como estar durmiendo... pero, sin embargo, estar despierto. No pudo determinar cuándo este estado reemplazó a la negrísima oscuridad adonde el desmayo lo había arrojado, pero tuvo claro que su conciencia, lentamente, había emergido de ella (como una planta que taladra el mantillo suelto del suelo). La presión variable que sentía sobre su cuerpo entró de nuevo en su mente. Ésta estaba también bajo la presión cambiante de... sí, ¿qué era lo que cubría su mente como un edredón? Cuanto más intentaba descifrar su naturaleza, más lo rehuía. Durante este proceso, su mente se abrió y su conciencia renació del olvido. Sum estaba en medio del pasillo, totalmente envuelto en una capa de la masa que había visto correr a por él. Xalyfomsed y los dos emocionantes que lo habían seguido estaban a su alrededor, formando un círculo. Sum sólo se percató de que ERAN ellos muy poco a poco, pues estaban totalmente irreconocibles. Cerca de la cabeza de Sum había una criatura gigantesca que guardaba una débil semejanza con un hombre. Parecía que su cuerpo estaba hecho de cera medio derretida, por lo que, en su estado semilíquido, casi era más ancho que alto. Estaba cubierto de una fina capa de pelos cortos y negros (como en una araña), se sostenía sobre un par de pies enormes e igualmente medio fundidos y llevaba una enorme maza en la mano derecha. Gritaba con extraños sonidos bestiales que hacían eco. La voz parecía extrañamente familiar. Todo el cuerpo de Sum estaba dolorido y se sentía exhausto, 300 La leyenda de Mundo Minor indispuesto y adormecido. Sin embargo, algo le dijo que tenía que luchar por no amodorrarse. De hecho, sintió que alguien lo estaba llamando con una voz que, sabía, debería reconocer, pero que en el momento no supo a quién pertenecía. Sum comenzó a escuchar conscientemente. La voz venía de la criatura de cera semiderretida. * ...em... sí...puedes l...char contr... ksst... n...l...dejes...y... Xa...ed...e...chame... Sum contempló, fascinado, los labios de la criatura. Su boca tenía una anchura colosal, aunque los labios en sí eran estrechos y descoloridos. Mientras Sum observaba sus movimientos, se dio cuenta de que la criatura estaba, tal vez, intentando hablarle. *...um...e...char...a...igo...oncentr...msed...ania...pturar...ntra...fuerz...spierta...sciente de... Cuanto más se concentraba Sum en escuchar, en leer los labios de la criatura y expulsar la presión sobre su mente, más se daba cuenta de que debía de conocerla. Sólo que no podía recordar haberla visto antes. * Sum... no desap... cucha lo qu... igo... cha contra... no... sciencia... venc... De repente, la comprensión golpeó a Sum como un rayo. La criatura era la forma que las alteraciones del Epimundo habían dado a Xalyfomsed. * Xalsemfffhd. Sum era casi incapaz de controlar su lengua, pero parecía que la criatura lo entendía. Asintió e, incluso, ¡sonrió! La voz se hizo gradualmente más clara, el significado más preciso y más nítido. 301 La leyenda de Mundo Minor * Sí, Sum... soy yo... char contra...no dejes que Desm... no la dejes ganar... lucha. * Xalyfomsdhed, lucha ganar quiere... quiere ganar la lucha. La lengua de Sum seguía aún viviendo su vida. * ¡Sí, Sum! Sigue... u puedes ganar... gue... uchas fuerte... gan... lo. De repente, fue como si el nudo que había tenido prisionero a Sum se deshiciese. Podía pensar libremente, moverse y reconocer a todos lo que estaban a su lado. Fue capaz de levantarse, ya nada lo tenía agarrado, no sentía dolor. * ¿Dónde está...? Desmofylania, quiero decir... Sum miró a su alrededor y notó que la luz era más intensa. Se sentó, ligeramente confuso. * En La Escribanía. Y allí vamos a cogerla ahora. Xalyfomsed sonrió a Sum y buscó algo en su bolsillo, en unos pantalones de trabajo grandes y raídos que un par de correas trataban de sostener por encima del cuello de una camiseta corta. Cuando hubo encontrado la moneda que buscaba, se dirigió a un teléfono público que había en la pared, usado pero en buen estado de conservación. Sum contempló a los emocionantes que los habían acompañado a Xalyfomsed y a él. Su apariencia también había experimentado alteraciones. Sus prótesis ya no eran tan ingeniosas ni de tecnología tan avanzada como lo habían sido en el Hipomundo. Eran mucho más visibles y toscas. Sum pensó en el mecanismo de un reloj. Tomó estos cambios como un signo de que la barrera entre las dos partes del Mundo había sido derribada. Como se demostraría más tarde, era una suposición correcta. 302 La leyenda de Mundo Minor Tras media hora llegó un equipo de emocionantes en un vetusto autobús de transporte de tropas. Juntos se dirigieron hacia La Escribanía, donde los estaba esperando el resto. Xalyfomsed descendió del autobús y caminó lenta y decididamente hasta la puerta del escritorio... la puerta tras la cual se hallaba Desmofylania. Con un suspiro, asió la manija, la giró resuelto y entró. Un tiempo después, volvía con un brazo consolador sobre el hombro de Desmofylania, que lloraba desgarradoramente. A lo largo del camino, el ánimo general fue subiendo a medida que el llanto de Desmofylania disminuía. Cuando el cortejo traspasó el portal al Hipomundo, ella se hallaba completamente tranquila. Mantenía la vista fija en sus manos, que tenía cerradas sobre el regazo. En ocasiones experimentaba un leve estertor, pero no decía nada. A su lado estaba Xalyfomsed. Cada vez que pasaban junto a algo, intentaba llamar la atención de Desmofylania sobre ello, aunque por lo general sin suerte. Sin embargo, levantaba la cabeza de vez en cuando y echaba un vistazo breve a aquello sobre lo que él hablaba, sólo para volver la mirada de nuevo a sus manos. Sum estaba ocupado en observar todo lo que tenía lugar ante él. Nada en el Hipomundo parecía ser exactamente igual que antes. La impresión general era de antigüedad y uso, pero también de buena conservación. La imagen de refinamiento y de tecnología avanzada que Sum había presenciado había sido reemplazada por la de una sólida artesanía, funcional, hábil, realista y bien pensada. Los autobuses aparcaron lado a lado frente al Área de Ocio, que Sum pensó que era lo que menos había cambiado. Aquí, Xalyfomsed condujo a Desmofylania a una de las áreas de cocina y empezó a preparar algo para comer al tiempo que le hablaba con un tono amable y cálido. Sum los dejó, encontró otra área semejante y comenzó a cocinar junto a tres de los emocionantes. A la mañana siguiente, Sum decidió que iba a abandonar Mundo Desmofyl. Cuándo lo haría dependía en parte de cuándo pensase en atreverse a molestar a Xalyfomsed. Mientras aguardaba a que 303 La leyenda de Mundo Minor él y Desmofylania apareciesen, Sum paseó a lo largo y ancho del Hipomundo, observando los cambios que habían tenido lugar allí. El Área de Ocio tenía, al igual que el resto del Mundo, la impronta de haber sido usada durante mucho tiempo, pero también de un mantenimiento bueno y suficiente. El número de vegetales disponibles en las pilas de las áreas de cocina se había reducido, habiendo desaparecido los más exquisitos. No se había servido carne en la cena del día anterior. El mayor cambio era que los tanques de agua de la primera planta habían desaparecido. En su lugar, había ahora una cámara menor donde fueron depositados el sistema de agua a alta presión, las máquinas automáticas de barrido, las escobas y otros útiles de limpieza. Desde el exterior, los edificios de formas geométricas eran similares a como eran antes, aunque de tamaño sensiblemente menor. Sum notó que, en concreto, el edificio cónico de los talleres había mermado mucho, por lo que decidió dar una vuelta por él en primer lugar. Todavía estaba dividido en secciones de talleres distribuidos como trozos de tarta, sólo que eran más pequeños y no tan ricamente equipados como antes. (Por ejemplo, el elevador del centro del edificio era ahora sólo una ancha escalera de caracol). En la planta inferior estaban ubicados casi los mismos talleres que Sum recordaba, pero cuanto más subía más eran los que faltaban. De hecho, las tres últimas plantas bajo la cámara de vigilancia habían desaparecido por completo. Todas las pantallas en las que los emocionantes habían supervisado el Mundo habían sido reemplazadas por un único monitor y un sistema de botones, de modo que podían elegir la parte del Mundo que querían observar. También resultó que no se podían vigilar todas las partes del Mundo con este sistema, y algunas zonas sólo podían ser controladas mediante micrófonos. Allí donde Sum fuese, la situación era la misma: el nivel tecnológico había disminuido significativamente. Sin embargo, lo alegró ver que este hecho no afectaba al humor ni al ánimo de los emocionantes. Al contrario, 304 La leyenda de Mundo Minor parecían más contentos de lo que solían. Cantaban, reían, contaban chistes y volvían a reír. Los emocionantes con los que hablaba decían estar indescriptiblemente aliviados por el modo en que todo había terminado. Al atardecer, Xalyfomsed y Desmofylania aparecieron en el Área de Ocio. Desmofylania estaba (era evidente) mucho mejor que la última vez que la habían visto, podía incluso sonreír un poco. La noche culminó con la decisión de celebrar una gran asamblea al día siguiente. Sum aprovechó esta ocasión para preguntarle a Xalyfomsed si podía mostrarle el camino que debía seguir para salir antes de que empezase la reunión. Xalyfomsed se lo prometió. A la mañana siguiente, el sol tan sólo había coloreado muy levemente de rojo el Oriente del cielo cuando Xalyfomsed, Desmofylania y Sum se sentaron en un viejo Land Rover. Desmofylania había insistido en acompañarlos para poder despedirse de Sum convenientemente. Cuando se percató de cuán deformado había visto Mundo Desmofyl y de la forma ruin en que había tratado a Sum, casi se murió de vergüenza. Por eso apreciaba mucho más la comprensión y el perdón que había encontrado por doquier. Como bálsamo para la herida, había preparado una cesta con el desayuno que iban a tomar mientras veían el sol asomarse sobre el borde del cielo, a través del agujero por el que Sum había entrado originariamente en el Mundo. Fue una comida maravillosa. Mientras la despachaban, Desmofylania habló sobre las cosas que iba a cambiar en la estructura del Mundo. Parte de lo que contó ya lo había discutido con Xalyfomsed, pero ahora que se sentía liberada sus ideas efervescían, le llegaban más rápidamente de lo que ella las podía contar: 305 La leyenda de Mundo Minor El Mundo debía dotarse de ventanas. Todas las barreras entre Epimundo e Hipomundo debían ser eliminadas. Los agujeros en el muro del Mundo debían rellenarse. El muro debía ser reforzado. El hueco por el que Sum entró debía anchearse y equiparse con un portón. Las técnicas del Mundo debían perfeccionarse. Debían establecerse contactos con otros Mundi. Y mucho, mucho más. (fragmento de “La Crónica de Desmofyl”) Sum escuchó con gran placer. El cambio que había tenido lugar en este Mundo hacía valer la pena todas las muchas fatigas de Sum. Cuanto más contemplaba a Desmofylania, más se le antojaba que se parecía a Sophia. Por fin el Sol se desasió del horizonte y Sum se dispuso a partir. Los tres amigos se abrazaron y se despidieron los unos de los otros, y prometieron encontrarse algún día, en mejores circunstancias. Sum recibió de Xalyfomsed y de Desmofylania un mapa hecho a mano que mostraba la ubicación aproximada de los Mundi que ellos conocían en Terra Inkognita. Se adentró en la fuerte luz solar. Siguió girándose para decirles adiós con la mano hasta que sus siluetas lejanas desaparecieron tras un pequeño montículo de rocas. Entonces volvió la mirada en la dirección que le habían indicado... con un profundo suspiro. 306 La leyenda de Mundo Minor CAPÍTULO 9 El artista nace, el sabio se hace. (Refrán sudamericano) Sum caminó durante largo tiempo en la dirección indicada de forma totalmente mecánica y con la cabeza repleta de las experiencias vividas en Mundo Desmofyl. No se detuvo hasta que el terreno comenzó a ascender, lo que no podía recordar haber leído en el mapa. Un vistazo al mismo, a la brújula y a la posición del sol, sin embargo, resolvieron el problema en un tris. Sum se había desviado del rumbo ligeramente, pero no tanto que no pudiese encontrar pronto el camino de vuelta a la dirección correcta. Antes de corregir el rumbo quiso comer, puesto que la posición del sol y la debilidad de su estómago le indicaron que era mediodía. Mientras comía, miró en torno a sí. Estaba sobre una colina, con una buena panorámica de todos los alrededores. La vista ofrecía todo lo que podía esperarse en una amplia perspectiva de Terra Inkognita: arena, montones de gravilla, peñascos de roca aislados y pilas de bloques menores entre grava y arena. En cierta dirección, sin embargo, había algo un poco diferente. Sum supuso que se trataba de un Mundo, aunque brillaba en la luz del sol. Parecía un Mundo de mediano tamaño. Intentó orientarse en el mapa sobre su ubicación y decidió que podía hacer una pequeña escapada en esta dirección sin alejarse mucho más del rumbo. Sin embargo no pudo llegar al Mundo antes de la puesta de sol. Cuando Sum se echó a dormir, estaba seguro de que algo iba mal en el lugar adonde se dirigía. Tras enterrarse en la arena, estuvo largo tiempo contemplando la construcción, todavía lejana. Parecía que el muro del Mundo estaba hecho de algún material transparente iluminado desde el interior por destellos súbitos de diferentes tonalidades de azul y amarillo. La impresión era inquietante, aunque Sum no podía determinar por qué. Se despertó cuando el sol asomaba sus primeros rayos sobre el borde del cielo. 307 La leyenda de Mundo Minor La vista del Mundo todavía era la misma, destellos de colores por todos lados, tal vez incluso más que antes de que Sum se acostase. Después de un rápido desayuno, prosiguió hacia su momentáneo objetivo, al que llegó hacia el final del mediodía. Había tenido razón con respecto a sus temores. El muro resultó estar hecho de... ¡¿HIELO?! Esto explicaba por qué el Mundo había brillado al sol como lo había hecho y que él hubiese podido ver los destellos a través del muro. El calor del sol, por supuesto, hacía que el hielo se derritiese, por lo que había un gran lago, como un foso, en torno al Mundo. Desde la orilla de este lago glacial, donde flotaban grandes icebergs tiznados, Sum contempló la escena. No pudo ver claramente a los emocionantes de forma individualizada, sólo siluetas borrosas que corrían de un lado a otro tras el hielo. A pesar de ello, no tuvo ninguna duda de que este Mundo estaba a punto de colapsarse. Por todas partes, en los doce niveles del Mundo, había figuras sin vida contra el hielo de la pared exterior. En los diez minutos que Sum permaneció junto al lago, tres siluetas fueron arrojadas contra la barrera de hielo por destellos enormes y estrépitos retumbantes. Sum se giró y se marchó desconsolado. Cuando se enterró en la arena al atardecer, no se había vuelto la vista atrás ni una sola vez, y tampoco lo hizo al día siguiente, mientras continuó su camino. Sin embargo, no le fue posible hacer oídos sordos al estrépito y al tumulto bélico. Durante los dos siguientes días, Sum pensó mucho en qué podía haber llevado a que los habitantes de un Mundo dejasen de lado su función en el mantenimiento de la totalidad de una forma semejante. Estos pensamientos lo condujeron espontáneamente a Mundo Minor y a lo que allí había ocurrido antes de que Sum se sentase en el trono del Mundo. También Mundo Minor podría haberse malogrado. Mundo Desmofyl podría asimismo haberse derrumbado al final, si las cosas se hubiesen desarrollado de la misma forma. Sum 308 La leyenda de Mundo Minor llegó a la conclusión de que había tantas posibilidades de desarrollo para un Mundo como Mundi había... o incluso más, pues cada Mundo tenía la posibilidad de avanzar en una de varias direcciones posibles. Por ello, se decidió a aprender de todos los Mundi junto a los que pasaba en su camino al Jardín. Para no perderse, Sum se sentó y trazó el camino que había seguido desde mundo Desmofyl en su mapa. Después, trazó la ruta de vuelta hasta Mundo Minor, con anotaciones de todo lo que había visto. Sólo tras ello cambió de dirección para buscar el Mundo cuyas torres doradas había visto brillar al sol. Contrariamente al Mundo Guerrahielo (como llamaba Sum al Mundo de los destellos junto al lago helado), la apariencia de este Mundo era apacible, serena y atrayente. Desde el lugar donde Sum estaba contemplándolo, podía ver un portal en la enorme muralla de circunvalación que rodeaba una infinidad de altas torres, adornadas con gallardetes y cúpulas doradas. De hecho, el Mundo parecía un grueso manojo de espárragos con ápices de oro, unidos por una muralla circundante de mampostería. Por el catalejo pudo ver además que en cada batiente del portal había una placa de metal grabado, pero no pudo leer la inscripción desde esa distancia. También pudo ver que se había adosado algún tipo de construcción a la muralla, algo que recordaba a un jardín de invierno o a una terraza acristalada del doble de la altura de un hombre, que se prolongaba por todo el perímetro del Mundo. Sum bajó el catalejo con una sonrisa silenciosa. Al día siguiente lo investigaría de cerca. Con una expectación cálida y calma, se preparó para la noche. Mientras Sum se aproximaba al Mundo, sintió una agradable tranquilidad descender sobre él. No lo percibió como si alguien intentase entorpecer su atención (más bien se aguzaba), o como si fuese víctima de un espejismo. Era como si la tranquilidad irradiase del Mundo, una radiación que se hacía más y más fuerte 309 La leyenda de Mundo Minor a medida que él se acercaba. Los batientes del portal del Mundo eran gigantescos, por lo que se había colocado una puerta en cada uno de ellos. En estas puertas estaban las placas grabadas que Sum había visto por el catalejo. A unos cinco metros del enorme portal del Mundo, Sum se detuvo y leyó los textos grabados. El texto que adornaba la puerta izquierda decía: Torres y pináculos habitaciones con tema y significado pasillos sinuosos El texto sobre la puerta de la derecha decía lo siguiente: Portones de entrada se abren hacia el este sólo da un paso y acércate (fragmento de “Sabiduría y Poesía”) Los textos estaban inscritos en placas de oro de unas tres pulgadas de ancho y tintados en un color negro muy profundo. Las puertas eran de médula de roble y estaban pintadas de rojo, al igual que los batientes del portal donde estaban colocadas. Los tablones estaban unidos por cintas anchas de acero inoxidable. Mientras Sum contemplaba el portal, su atención fue captada por un movimiento en las afueras de su campo de visión. Cuando giró la cabeza, vio que alguien se había levantado de un gran sillón acolchado que estaba en la parte del invernadero que comenzaba a la derecha del portal. Un poco después, escuchó descorrerse un cerrojo. El que abrió la puerta era un hombre viejo. Vestía un manto de seda de una bonita tonalidad verde clara, ribeteado con un bordado de filigrana en negro y rojo. El rostro sonriente y amable estaba coronado por una cabellera y unas barbas largas y grises, que sin embargo eran ralas y algo mechosas. Recordaba a un viejo sabio chino, pensó Sum. 310 La leyenda de Mundo Minor * Bienvenido a mi humilde morada, honorable extranjero. El anciano se inclinó levemente, empujó la puerta por la que había aparecido hasta abrirla por completo y se echó a un lado, mientras invitaba a Sum a entrar con un movimiento de su mano. Sum se inclinó, dio las gracias y entró. Tras la puerta, accedió a un corto pasillo que atravesaba el muro y terminaba en una columnata que discurría a lo largo de la cara interior del muro del Mundo. El lugar era agradablemente fresco, después del calor abrasador de Terra Inkognita. Tras cerrar la puerta, el anciano indicó a Sum que lo siguiese y echó a andar por la columnata. Parecía mucho más vital de lo que su edad aparente en teoría debería permitirle. Por eso, Sum dio por sentado que era para darle tiempo a observarlo todo a su alrededor que andaba tan lentamente. Sum así lo hizo. Las piedras del muro eran de granito rojo y verde, totalmente espejado. Las junturas eran delgadas y constituían, con su color negro oscuro, un elegante contrapunto al granito. Todas las columnas del pasillo eran diferentes y sorprendentemente elaboradas. Aquellas que representaban a animales o a hombres eran tan reales que Sum pensó en varias ocasiones que estaban vivos. En particular, se dejó engañar por una negra columna de basalto que representaba a una joven mujer africana, desnuda, con un cuervo en su brazo derecho, que tenía extendido. Con el intervalo adecuado había, en la cara interior del muro del Mundo, pequeñas fuentes donde saltaba un chorro de agua manantial, fría y clara. La primera vez que pasaron junto a una de ellas, el anciano le ofreció a Sum probarla. El agua era fresca y una de las mejores cosas que hubiese tomado nunca. Poco a poco, Sum se percató de que había tres puertas en el tramo de muro entre cada fuente, pero antes de poder reflexionar acerca de esta simetría, el guía de Sum dobló entre dos pilares, más allá de la columnata, internándose en el Mundo. Hasta entonces, la insuperable belleza de la columnata había absorbido toda la atención de Sum. Cuando dejaron el pasillo 311 La leyenda de Mundo Minor entraron en una ancha área empedrada con un mosaico fantástico. La columnata había sido hermosa de una manera íntima, mientras que el mosaico sobre el que caminaba ahora era hermoso de un modo totalmente distinto: monumental y grandioso. Los pasos de Sum se detuvieron y su vista se perdió en los milagros que se entrelazaban bajo sus pies. Sum leyó: Lo que hay La danza de apareamiento de las ballenas en el Mar Universal La fuga de las nubes en la brisa El éxodo de las hormigas en la hierba El retozo de las olas en el viento El nacimiento de las montañas El movimiento de las aves El crecimiento de los bosques La marcha de la estirpe La lluvia que se derrama sobre las hojas del árbol La planta que se abre paso por el mantillo de la tierra El niño que juega en el regazo de su madre La verdad que echa raíces en el corazón humano (Fragmento de “Sabiduría y Poesía”) Sum cerró los ojos y lloró. Lloró por el asedio de Mundo Minor, lloró por el miedo y el temor que Desmofylania tenía que haber sentido durante años, lloró por el Mundo Guerrahielo, que estaba muriendo de su propia mano; lloró por todo lo que pasaba en un universo que podía ser lo más hermoso que el corazón de un hombre pudiese concebir. Cuando el llanto de Sum se detuvo, estaba de rodillas, totalmente extenuado, con el brazo consolador del anciano 312 La leyenda de Mundo Minor sobre sus hombros. Pasó un tiempo antes de que se levantasen, pero para entonces Sum estaba ya sosegado. Sentía que se había librado de un enorme peso sobre sus hombros... sentía libertad. Sin palabras, el anciano dirigió a Sum a un edificio que se hallaba al otro lado de la gran plaza del mosaico. Aparentemente, éste se extendía a lo largo de la columnata, todo alrededor de las agujas y otros edificios menores que formaban el interior de este Mundo. El edificio no era muy grande, sólo unos cinco metros cuadrados de planta y tres o cuatro de altura. Su interior era una única cámara. A la derecha de la puerta había una silla y una pequeña mesa con una tetera y una hermosa y elaborada taza de cerámica rosa. A la izquierda había una bañera de azófar, llena de agua caliente y perfumada. En el extremo opuesto de la cámara había una gran cama tallada, que incitaba a arroparse en ella. La cámara en sí era de colores oscuros, de un caoba y un verde apacible. La única iluminación era un sinfín de diminutas estrellas que titilaban desde el techo, de un negro profundo. El anciano dejó muy claro que la cámara estaba a disposición de Sum durante tanto tiempo como quisiese visitar el Mundo, tras lo cual le dio las buenas noches y cerró la puerta silenciosamente. Sum movió la pequeña mesa junto a la bañera y bebió su té mientras disfrutaba del agua caliente. La infusión era exquisita y permitió, en conjunción con el baño, que Sum se relajase por completo. Cuando se hubo secado con la suave y deliciosa toalla que colgaba para él en una percha, saltó a la cama. Sum se quedó dormido casi antes de tocar las sábanas. 313 La leyenda de Mundo Minor CAPÍTULO 10 Sabio es más grande que gigante. (Desconocido) Sum se despertó por varias razones, todas ellas muy agradables. Por un lado, le cosquilleaba la nariz, porque un rayo de sol caía directamente sobre ella, y por otro, percibía un aroma a flores de azahar. Al mismo tiempo, su cuerpo estaba descansado e impaciente por comenzar un nuevo día. Sum abrió los ojos y contempló, maravillado, el techo de la habitación. Lo que el día anterior había sido un manto nocturno de terciopelo negro era, ahora, un cielo azul brillante salpicado de nubes aborregadas. Poniéndose en pie sobre la cama, Sum pudo tocar el techo, que tenía exactamente el mismo tacto que se hubiese esperado de un techo, lo cual, sin embargo, discordaba con la visión de nubes pasajeras y resplandor solar. La pequeña mesa se hallaba junto a la cama y estaba cubierta con un suculento banquete de desayuno. Era una tetera la que despedía el rico aroma a flores de azahar. Con gran deleite e igual apetito Sum despachó el festín, mientras disfrutaba del sol del techo sobre su espalda. Después se vistió y dejó su “hogar” para explorar los alrededores. Tan pronto como Sum salió al exterior, dirigió la vista hacia el techo de su morada, pero era como cualquier otro tejado de cobre. Ligeramente desconcertado, miró en torno. La pequeña morada estaba circundada en su totalidad por un empedrado de adoquines de granito finamente tallados, de una anchura de cuatro o cinco metros. En la dirección por la que Sum había venido el día anterior, el empedrado se prolongaba hasta la enorme plaza del mosaico. En las demás direcciones, servía como separación entre la casa y el resto de edificios, que constituían, como era obvio, una enorme parte del área central del Mundo. No vio por ningún sitio al anciano 314 La leyenda de Mundo Minor que lo había dejado pasar el día anterior. En cambio, había dos emocionantes sentados sobre un banco, junto a una mesa estrecha, sobre uno de los edificios más cercanos. Hablaban entre sí, pero parecían estar atentos a la presencia de Sum. El edificio era una torre alta y bien proporcionada que, evidentemente, consistía en un pasillo de ladrillos que ascendía sinuosamente hasta una cúpula dorada. La torre no parecía estar provista de ventanas, pero era tan alta que Sum no estaba seguro de si las habría más arriba. El muro en sí estaba construido con distintas clases de piedra, de todos los colores, que estaban talladas con forma y tamaño de ladrillo. * ¿Estás interesado en Torráguila? La voz, calma y amable, sonó por detrás de Sum. * ¿ Se llama Torráguila...? Un nombre muy apropiado. Sum se giró y le devolvió la sonrisa. Con un gesto de su mano, el emocionante dio a entender a Sum que podía entrar el primero en la semioscuridad del pasillo de la torre. No había escaleras. En su lugar el pasillo torcía ascendentemente en una pendiente constante. Con regular frecuencia llegaban a un lugar donde el suelo del pasillo carecía de pendiente, y en estas zonas planas había colocado un banco de piedra en donde se podía descansar durante el ascenso. La iluminación del pasillo de la torre consistía en una fila de hendiduras en los muros, justo bajo el techo, que permitía la entrada de una acogedora luz crepuscular. El ambiente era agradablemente fresco. Las piedras del muro eran un estudio de colores y vetas, y también aparecían en ella algunos bellos fósiles. Varias veces se detuvo Sum a examinar más de cerca una piedra o un fósil. Cada vez que se paraba, lo hacía también su acompañante, y se ponía a contarle todo lo que había de interés acerca de lo que había cautivado su vista. Aparte de eso, no hablaron mucho durante la subida, pero, sin embargo, el silencio nunca se hizo embarazoso. 315 La leyenda de Mundo Minor Era, sencillamente, callar al unísono. Les llevó un largo rato alcanzar la cumbre, pero cuando por fin llegaron a ella se hizo evidente que todo el esfuerzo había merecido la pena. La vista era indescriptible. A lo largo de un trecho de varios kilómetros, a cada lado del portón por el que había entrado, pudo seguir el muro del Mundo hasta que se perdía en la calina. Si observaba el camino opuesto, su vista se topaba con torres artísticamente ejecutadas, una tras otra. En la intensa luz solar, se parecían a enormes espárragos blancos. Entre éstos y el muro del Mundo se extendía el ancho fragmento del mosaico que lo había dejado sin aliento el día anterior. Desde allí arriba veía una parte mucho mayor y comprendió, aun más profundamente, la sabiduría que había sido presa en la piedra iluminada. De nuevo volvió la enorme belleza a dejarlo patidifuso. Las cúpulas doradas de las torres eran un estudio en sí mismas. Vistas desde el suelo, se limitaban a destellar bajo los rayos del sol, pero desde aquí y a través del catalejo, resultaban ser, cada una de ellas, un trabajo de artesanía de enorme hermosura. El techo de la torre más cercana estaba labrado de tal forma que imitaba las raíces del árbol de oro que formaba la aguja de la torre. Otro tejado se había moldeado con unas formas tan blandas que era como si estuviese a punto de derretirse en el calor. Un tercer tejado parecía estar entretejido con un sinfín de hilos de oro. Una cuarta cúpula emulaba el embudo de una trompeta cuyo cuerpo era la aguja de la torre. Una quinta estaba adornada con un sombrero alto de seda dorada. Sum bajó el catalejo, abrumado por la belleza, la diversidad y la gracia de la distribución del Mundo. Mientras había estado contemplando las diferentes torres, su acompañante las había llamado por sus nombres y descrito su finalidad en lo que era posible. Sum no sabía qué eran muchas de las funciones que el emocionante mencionó, aunque de vez en cuando le parecía poder hacerse una idea de ellas. Dado que el emocionante había tratado varias veces, en vano, de explicar la finalidad de una torre, sugirió 316 La leyenda de Mundo Minor que Sum escogiese una que quisiese conocer. La única forma de conocer la torre era verla por uno mismo. Sum eligió una que tenía para él una belleza inexplicable. Era como si todo lo hermoso que había experimentado, tanto en Terra Inkognita como en Mundo Minor, se manifestase a la vez. La forma del techo le recordaba miles de cosas y lo hacía sentirse completamente aturdido, sin que fuese capaz de encontrar palabras para lo que experimentaba. Sum le señaló la torre a su acompañante y después comenzaron el descenso. Cuando llegaron abajo, era ya casi mediodía. El emocionante sugirió que encontrasen algo de comer antes de ir en busca de la torre que Sum había elegido. Sum pensó que era una idea excelente. Bajo la dirección del emocionante, llegaron a una acogedora casita. Estaba hecha de madera y rodeada por un espléndido jardín de inspiración japonesa. El interior de la casa estaba formado por una cocina enorme y bien equipada, con mesas y sillas alrededor, como un pequeño e íntimo restaurante. Previamente, había ya tres emocionantes que estaban eligiendo entre los alimentos que reposaban sobre una mesa de la cocina. Cuando se apercibieron de Sum y su acompañante los invitaron a entrar y les pidieron que los ayudasen a decidir qué iban a hacer para comer. Sum se sintió inmediatamente como si hubiese dado con viejos amigos, tan afectuosa y franca era la atmósfera. Con mutuas intervenciones, organizaron un menú de tres platos: Minestrone con vegetales de temporada tortas diversas helado (fragmento de “Sabiduría y Poesía”) Para acompañar los platos había cerveza, vino, agua, zumo, sidra y muchas otras bebidas, según el deseo de cada uno. Sum no podía 317 La leyenda de Mundo Minor dejar de comparar lo que estaba viviendo allí con lo que había vivido en Mundo Desmofyl. Ambos lugares estaban mejor equipados que Mundo Minor, en todos los aspectos, y eran sin embargo increíblemente distintos. Mundo Desmofyl tenía carácter muy técnico, pero aquí... Sum no sabía bien qué palabra debería usar para calificar la naturaleza de este Mundo. Pero una cosa era segura: éste se había ganado, verdaderamente, la confianza de Sum. Después de la comida los cinco permanecieron sentados mientras tomaban una taza de té o de café. El ambiente era distendido y abierto. Cuando por fin se separaron, se despidieron los unos de los otros de la manera más afectuosa y cada uno se marchó a ocuparse de sus quehaceres. Sum y su acompañante fueron en la dirección de la torre elegida. Desde Torráguila, la aguja que Sum había escogido parecía estar en las cercanías. Sin embargo, les llevó casi media hora alcanzar su pie. Junto a la puerta que conducía al interior de la torre, el emocionante que había seguido a Sum hasta allí se despidió. Invitó a Sum a entrar, y él adivinó que lo estaban esperando. Intercambiaron un último saludo, tras lo cual Sum contempló la espalda de su acompañante que, poco a poco, desapareció entre torres, casas y otros edificios. Tras atravesar la puerta de la torre, había un pequeño salón con un tresillo de cuero rojo oscuro. En una mesa de centro baja había una tetera y dos tazas, y en uno de los sillones estaba sentado el anciano que había permitido a Sum entrar en el Mundo. Sonriente, lo invitó a tomar asiento. Bebieron el té en silencio mientras el anciano contemplaba a Sum con una mirada amable pero inquisitiva. * ¿Qué es lo que buscas... de entre todas las cosas? El anciano puso su taza sobre la mesa. * Sabiduría. 318 La leyenda de Mundo Minor La palabra se escurrió de la boca de Sum antes de que pudiese pensarlo. * ¿Sabiduría...? ¿Y no... amor? Miró a Sum amistosamente. * Sólo el que posee amor puede saber lo que es la sabiduría. El anciano asintió para sí y pareció abismarse un instante. Cuando estuvo presente de nuevo, sonrió y vertió más té en las tazas. * Y poder... ¿no deseas poder? Mientras el anciano hablaba, observaba la taza que tenía en su mano con una mirada intensa y concentrada. * El poder es lo último de todo. Todo lo que viene después de él va a servir a la naturaleza del poder. * Justicia... ¿dónde tiene cabida la justicia en ti? * Cuando la sabiduría haya realizado su tarea va a traer la justicia. Sólo entonces es uno capaz de controlar el poder sin hacerse esclavo de su naturaleza. * Así que buscas la sabiduría... tu corazón habla muy bien. El anciano bebió pensativo de su taza. Los dos estuvieron en el salón un buen rato, en mutua compañía. Ninguno de ellos habló con palabras. Se interpretaron, se leyeron, se midieron. Sum fue consciente, poco a poco, de que había dado con el lugar correcto, un lugar donde podía reunir la sabiduría que le faltaba para poder alcanzar la justicia plena. * ¿Por qué elegiste esta torre? El anciano observó sonriente a Sum. 319 La leyenda de Mundo Minor * Era la más bonita. * ¿La más bonita? Bueno, supongo que puede decirse que sí. El viejo se mesó su barba rala. Se levantó e indicó a Sum que lo acompañase. En el extremo opuesto de la cámara se detuvo al pie de una escalera de la que Sum no se había percatado antes. Discurría a lo largo de la pared de la torre como la estría de un cañón, puesto que, aparentemente, continuaba hasta el siguiente nivel a través de una trampilla que atravesaba la división entre plantas. Con un movimiento de su mano, el anciano le dio a entender que podía comenzar la ascensión. Sum dejó que su mirada recorriese la escalera mientras trataba de interpretar la débil luz que iluminaba el último tramo desde arriba. Sum puso el pie en el primer escalón, respiró profundamente y comenzó a subir. 320 La leyenda de Mundo Minor CAPÍTULO 11 La mierda se oculta que mierda es. (Refrán de Selandia) Cuando Sum asomó la cabeza a través de la trampilla no pudo ver nada debido a la intensa luz. Sus ojos se adaptaron, poco a poco, a las circunstancias, y miró con asombro a su alrededor. Ya no parecía que se hallase en la torre. Por el contrario, estaba contemplando un paisaje, que tenía que ser Terra Inkognita, por encima del borde de la galería por la que había elevado su cabeza. Cuando miró hacia abajo, vio que se hallaba sobre una escala, y contempló una superficie de agua tres metros justo por debajo de él. Anonadado, Sum ascendió trepando hacia el calor del fuerte sol. Caminó un poco alrededor, oteó desde la cima de una pila de peñascos y se percató paulatinamente de que tenía que ser una parte de Terra Inkognita desconocida para él. Como curiosidad, no sentía ninguna forma de desazón, de hecho tuvo una extraña y relajante sensación de libertad en todo su cuerpo. El aire era aquí diferente de lo que solía ser en Terra Inkognita. Aunque hiciese calor, el aire era agradable y refrescante, incluso aunque sólo se moviese ligeramente. Mientras Sum examinaba el horizonte en el catalejo, comprobó que no era totalmente igual en todas partes. En una dirección era como si el cielo fuese un poco más oscuro durante un trecho largo. El primer pensamiento de Sum fue que probablemente era Montesbarrera lo que estaba viendo, pero no se parecía a cómo la recordaba. Decidido, determinó el rumbo hacia el fenómeno y se puso en marcha. Aunque anduvo a buen paso, le llevó dos días y medio alcanzar su destino. A lo lejos apareció una franja oscura y ancha a lo largo de todo el horizonte, pero lo oscuro no descollaba en el aire. Por el contrario, parecía cubrir Terra Inkognita hasta donde alcanzaba la vista. Hasta que Sum no hubo llegado tan cerca como para ver moverse su 321 La leyenda de Mundo Minor superficie, no se dio cuenta de que estaba en camino hacia... el Mar Universal. Que le llevase tanto tiempo percatarse de que ERA el Mar Universal se debió al hecho de que Sum nunca había creído que existiese. Sólo lo había considerado una fábula, pero ahí estaba. La frescura que Sum había experimentado con anterioridad se debía a la humedad que el viento marino acarreaba consigo. Sum no se detuvo hasta que una ola alcanzó sus botas e inundó una de ellas. Allí permaneció largo rato, sumido en profundos pensamientos, antes de volver a tierra de nuevo. En un estado extrañamente ausente, dejó su ropa y su equipo caer sobre la arena de la playa. Después, entró en el agua salada, clara y templada. Era como si el agua acariciase sus músculos, cansados y tensos, y los relajase despacio. Gradualmente, a medida que el cuerpo se distendía, también se deshizo la presa que el cuerpo había mantenido sobre sus sentimientos. De repente, Sum se sorprendió de romper en un llanto convulso y doloroso. Venía de tan abajo que no podía reconocer su propia voz, simplemente sonaba como si fuese otra persona la que estaba llorando. Mientras todo aquello sucedía para una parte de Sum, era como si la otra sólo contemplase lo que sucedía. Así continuó durante mucho tiempo. En un momento dado, a Sum se le ocurrió que algo había cambiado. La división entre la parte de él que lloraba desdichadamente y la que observaba en calma se había hecho... definitiva. Sum estaba sobre la arena de la orilla y contemplaba a la figura hipante, desnuda y exhausta que estaba de rodillas en el agua. Sintió solidaridad y comprensión hacia el dolor del que estaba siendo testigo, al tiempo que tenía la perspectiva para entender que sólo era transitorio. Sum se adentró en el leve chapoteo de las olas, tendió su mano y ayudó a Sum a levantarse. Cuando sus ojos se encontraron, otra vez fueron uno, pero no como antes. Ahora Sum sabía, con una aguda claridad, que ya no se llamaba Sum. Se llamaba, no, ERA... Kreator. 322 La leyenda de Mundo Minor Con un grito marcial que hizo agrietarse las rocas y allanarse las dunas, Kreator instó a sus fuerzas a reunirse. Se elevaron de esos lugares donde habían descansado desde la segunda y la tercera edad: De las olas del mar se elevaron De las nubes del cielo se abatieron De las profundidades de la tierra afloraron De las llamas del fuego surgieron De cada uno de los colores rezumaron De cada uno de los sonidos se desprendieron De cada uno de los colores brotaron Cualquier descripción excedieron Reuniéronse las fuerzas sobre la arena, en un extremo de la costa A la orilla del Mar Universal. (fragmento de “El Libro del Triunfo de Kreator”) Aquí se agruparon conforme a las formaciones que tenían preparadas desde los tiempos primitivos. Alzaron los arcos, alzaron las espadas, tamborilearon con las lanzas sobre los escudos y homenajearon a Kreator, que por fin estaba entre ellos. Kreator, a su vez, contempló con satisfacción el grandioso espectáculo. Los estandartes ondeaban al viento y el acero brillaba bajo los rayos del sol. Cuando hubo inspeccionado a todo el ejército, alzó su voz. Kreator relató todo acerca de lo que había sucedido, de la traición del Rey Ego y la corte, del asedio, de sus sangrientos planes, de los viajes de Sum. Después, emitió una orden de marcha y se puso a la cabeza del ejército, con Mundo Minor como destino. El ejército se desbordó sobre Terra Inkognita, como el agua que ha roto un dique. Nada escapó a su atención, interpretaron todas las señales junto a las que pasaron, vieron los lugares donde otros 323 La leyenda de Mundo Minor habían luchado, donde se habían decidido batallas, donde se habían forjado amistades, donde se habían roto nuevamente y todas las demás cosas que tienen significado para el hombre. Todos estaban descansados tras la larga hibernación en la que habían permanecido, así que no precisaban de sueño ni reposo. Noche y día prosiguieron incansables su marcha sobre la superficie de la tierra, mientras se esparcía el rumor entre los Mundi por los que pasaban (sin que entrasen, sin embargo, en ninguno). En poco tiempo, el ejército estaba al pie de la poderosa Montesbarrera. Ahora la hueste estaba formada por artesanos, pues pusieron sus armas a un lado y tomaron herramientas de todas clases de su equipo. Estos eran : Maestros canteros, que debían fabricar la escalera por la que Kreator ascendería a Mundo Minor. Maestros albañiles, que debían arreglar las zonas donde faltaban rocas. Maestros de esclusas, que debían conducir las aguas del Río Vível a un nuevo cauce. Maestros del calor, que debían controlar ese frío que los Barones de los Emocionantes utilizaban como arma. Maestros de la palabra, que debían convencer a los barones de su error. Maestros de la esperanza, que debían convencer a los barones de que todavía había tal. Y muchos otros maestros que no es necesario nombrar aquí. (fragmento de “El Libro del Triunfo de Kreator”) 324 La leyenda de Mundo Minor Trabajaron, firmes y tenaces, en las laderas de las montañas, entre canciones y la alegría por el trabajo bien hecho. Al otro lado de la cordillera, la situación era algo distinta. Durante la ausencia de Sum, los barones habían anclado a Terra Nova en un invierno que nunca se había visto antes y que nunca se vería después. Todo estaba cubierto por una crujiente costra de hielo. No había vida a la vista en ningún lugar: ningún pájaro, ninguna hierba... nada de nada. Hasta el viento se había echado y no se había movido durante una eternidad. En lo alto del muro de Mundo Minor había una gigantesca duna de hielo compacto que amenazaba con devorar el Mundo por completo. El Río Vível, que todavía corría bajo la capa helada, se había engrosado con hielo en pastel y amenazaba con congelarse hasta el fondo. En el interior de los muros del Mundo el frío también empezaba a hacerse notar. Desde hacía mucho se había podido ver el propio aliento, a menos que se estuviese junto a un fogón, y en el Jardín Vível se había instalado el otoño. El manantial saltaba ininterrumpido y parecía ser lo único sobre lo que los barones no habían dejado su impronta. Durante mucho tiempo, Sophia había sentido que no iba a ser capaz de tener a los barones en jaque sola. Sabía que Sum iba a volver, pero había empezado a dudar de que fuese a llegar a tiempo. Un día, sin embargo, se dio cuenta de que había una especie de suavización en el clima, hecho que le confirmó el goteo de agua (un sonido que casi había olvidado que existía). Si la primavera estaba de verdad en camino, eso sólo podía significar que los barones estaban perdiendo terreno. A Sophia sólo se le ocurría una cosa que fuese lo suficientemente fuerte para quebrar su poder: ¡¡Kreator había regresado!! Sophia tenía razón. Ya esa misma noche, los maestros canteros horadaban la montaña con un estrépito que llegaba hasta La Sala de Estudio donde ella se hallaba. Cuando una brisa cálida cruzó, al mismo tiempo, la cámara, ya no tuvo más dudas: Kreator había vuelto. Los Barones de los Emocionantes nunca habían encontrado nada que los intimidase tanto como el 325 La leyenda de Mundo Minor ejército de Kreator. Ni siquiera lo innombrable que habían visto al otro lado de Bosquesabara podía compararse con aquello. Para su horror, vieron a través de las máscaras que ahora todos portaban que la hierba y las flores brotaban allí donde el ejército de Kreator pisaba la tierra. Escucharon cantos de aves lacerar sus oídos, sintieron el calor del sol sobre sus espaldas y el miedo del castigo que imaginaban que iban a sufrir, quizás para toda la Eternidad. El ejército rodeó a los barones, con los maestros de la palabra y de la esperanza al frente. Durante mucho tiempo, no sucedió nada. Entonces, un maestro de la palabra comenzó a relatar todo lo que le había sucedido a Sum mientras atravesaba Mundo Minor. Otro le replicó, un par de maestros de la esperanza comenzaron a realizar su tarea. Pronto todos los maestros de la palabra y de la esperanza cumplían con su labor. Los barones se vieron todavía más intimidados por la amabilidad con que se toparon. Era mucho peor que todos los tormentos a los que se habían imaginado que tendrían que enfrentarse. Cuando el dolor se hizo demasiado fuerte, el Rey Ego gritó con mortal angustia, tan alto que su máscara se quebró en miles de pedazos y él se disolvió en una nube de escarcha que, silenciosamente, descendió sobre los presentes. Su poder se deshizo. No fue sino entonces que los demás barones consiguieron quitarse sus máscaras. 326 La leyenda de Mundo Minor Capítulo 12 Aquellos que viajan ven más que los más ancianos de entre los nativos. (Proverbio africano [kru]) La primavera se desplegó sobre Mundo Minor con tamaña velocidad y esplendor que quitaba la respiración. Terra Nova floreció y experimentó una prosperidad nunca vista antes. Según la primavera iba abriendo sus brazos, también la niebla se iba disipando. Una vez que desapareció, Bosquesabara comenzó a marchitarse progresivamente, los troncos se quedaron huecos y poco a poco los árboles cayeron, uno a uno. La primavera se extendió más allá. El paisaje que quedaba detrás del bosque inició también su florecer y se volvió tan hermoso como el resto de Terra Nova. Todo en Mundo Minor mejoró paulatinamente, después de lo cual se tomó una importante resolución en un consejo en el que todos estaban presentes. Kreator estaba sentado en el sillón del trono con la mano de Sophia en la suya, mientras con la otra mano se mesaba su cerrada barba gris. La resolución consistía en que la corte viajaría en una expedición a “Las Regiones Distantes”, como se había denominado a las áreas tras de Bosquesabara. El objetivo era asegurarse de que la primavera no “frenase en seco”, es decir, que no permaneciese nada de ese helor que durante tanto tiempo había apresado a Terra Nova en su puño de hierro. Kreator deseaba encabezar la expedición, al igual que quería que los antiguos barones lo acompañasen. Debían eliminar cualquier resto de aquellas construcciones abominables, las que en un principio habían edificado en honor al Rey Ego. Que Kreator hubiese asignado esa tarea a los “barones” no tenía nada que ver con una punición. Simplemente quería ver con qué actitud se encaminaban a ese trabajo, para comprobar si podían encajar en una corte armoniosa. 327 La leyenda de Mundo Minor Antes de que la expedición partiese, Mundo Minor debía ser demolido. Se decidió que el viaje no debía comenzar antes de que todo rastro de “El Helor de los Barones” se hubiese derretido. Hasta entonces, Kreator permanecería en Mundo Minor para fundir a los dos grupos de emocionantes, en parte mediante la educación y en parte mediante el relato de su saber mutuo. Lo primero que los emocionantes intercambiaron fueron las destrezas técnicas y artesanales. Los Emocionantes que habían venido a Terra Nova junto a Kreator aprendieron: • • • • • • Las diferentes plantas del Jardín Vível. Las diferentes técnicas para administrar un Mundo. Las diferentes herramientas de los talleres. Las diferentes habilidades útiles a cada taller. Los diferentes pasillos y salas del Mundo. Los diferentes episodios de la Historia del Mundo. Los Emocionantes del Mundo, además, aprendieron lo siguiente: • • • • • • • A infundir ánimo a los afligidos. A asumir cada uno su responsabilidad. A derribar los obstáculos. A emplear el poder en equilibrio con el amor, la justicia y la sabiduría. A creer en sí mismos. A confiar en los demás. A sentirse completos. (fragmento de “El Libro del Triunfo de Kreator”) Las dos partes progresaron continuamente en todos los sentidos. 328 La leyenda de Mundo Minor Finalmente, llegaron tan lejos en este proceso que estuvieron en pie de igualdad en todas las cosas. Entonces, Kreator decidió que los emocionantes eran tan hábiles en el trabajo en equipo que estaba en condiciones de derribar Mundo Minor para que así el viaje pudiese dar comienzo. La demolición fue lenta al principio, pero a medida que encontraban un ritmo de trabajo fue mejorando. Al final avanzaban a todo trapo. El derribo comenzó desde arriba, de este modo pronto se hizo la luz en todas las habitaciones del Mundo en donde, desde tiempos inmemoriales, se había asentado la oscuridad. A medida que se descubría el interior del Mundo, los emocionantes que habían pasado gran parte de su existencia en él se daban cuenta de cuán estrecho y reducido había sido su universo. Este reconocimiento les dio fuerzas renovadas e imprimió rapidez a sus esfuerzos. La desaparición de Mundo Minor concluyó más rápido de lo que se había creído posible y dejó una enorme montaña de piedras desbastadas. Con estas piedras los emocionantes construyeron varios edificios. En primer lugar, edificaron una magnífica glorieta y un aula en medio del Jardín Vível, junto a la orilla del Lago Vível y con vistas al manantial. Allí Sophia y Kreator daban clases diarias de todo aquello que pudiese abrir el mundo interior de los emocionantes. Lo siguiente que hicieron fue construir una casa común que ocupó varios kilómetros a lo largo de la ribera del Lago Vível, en prolongación del aula. Además, edificaron la mar de otras pequeñas y grandes construcciones, esparcidas por toda la zona de Terra Nova que había cubierto Mundo Minor. El resto de las piedras se utilizaron para crear senderos, plazas y caminos entre los edificios. A medida que los emocionantes construían, se movían en dirección a lo que una vez había sido Bosquesabara. De camino, llegaron a ese lugar que se había llamado en una época “El claro del Club”. El paso del tiempo había dejado poco que ver, aparte de algunos 329 La leyenda de Mundo Minor restos del horno alimentado con juncos donde se habían fundido herramientas y otros objetos. Los antiguos barones recordaban aquel lugar con vergüenza y sin ningún tipo de alegría, lo cual Kreator advirtió para su satisfacción. Daba la impresión de que todos los sueños sobre un reino independiente estaban irrevocablemente perdidos. Kreator decidió aún así esperar, y observar, antes de sacar conclusión alguna. Cuando llegaron a Bosquesabara fueron sorprendidos por el grado de descomposición que afectaba al en un tiempo fuerte y pavoroso bosque. El amago de empalizada que se había formado entre las copas de los árboles estaba íntegramente quebrado. Daban más bien la impresión de ser los restos tétricos de una miserable dentadura. El suelo del bosque estaba totalmente cubierto por árboles en putrefacción, en una capa tan gruesa que rebotaba bajo sus pies. Vista desde la distancia, “La Fortaleza” que los Barones de los Emocionantes habían construido dentro del bosque no parecía especialmente imponente. Cuando llegaron al lugar exacto observaron los graves estragos infligidos por el paso del tiempo. Ese espacio que en su origen había circundado la fortaleza todavía era visible, pero ahora estaba cubierto por una multitud de diversas plantas que lo colmaban con su exuberancia. Los soportes que había contenido las antorchas que antes alumbraban el lugar todavía seguían allí, sólo que ahora estaban oxidados y algunas antorchas se habían caído. Algunos de los troncos que habían conformado las paredes de la fortaleza yacían en el suelo y habían abierto un claro en la vegetación del emplazamiento. Los troncos que todavía estaban en pie se mostraban porosos, podridos y se descomponían al mínimo toque. Kreator caminó para ver la parte trasera. Por allá se erguía una puerta que se había desprendido de sus goznes. Detrás había una habitación que contenía una gran silla tallada. Se dio cuenta de que había sido el salón del trono de “El Club” y la silla había funcionado como el sillón del trono del Rey Ego. Formando 330 La leyenda de Mundo Minor una media luna ante esta había otras sillas, una para cada uno de los demás barones. A excepción de las sillas y de una escalera en mitad de la habitación, que ascendía al cubo superior, el cuarto sólo poseía algunas decoraciones en las paredes. Éstas estaban formadas por desmañados recortes que reproducían los nombres de los barones. A Kreator el lugar le pareció pobre y rupestre. Tan pronto como Kreator hubo acabado su reconocimiento, dio orden a los antiguos barones de que demoliesen el lugar y lo quemasen todo. Kreator advirtió que se ponían manos a la obra con determinación, y pronto la concluyeron. Sin embargo, un poco más adelante encontraron algo que era un tanto más desagradable. Era un complejo de construcción más astuta y de mayor tamaño. Estaba claro que allí los habitantes del Mundo no habían llevado una existencia grata. Por todas partes había cadenas clavadas a los muros, látigos, grilletes, empulgueras y otros instrumentos para la humillación de los demás. Por añadidura a estos mecanismos de tortura de todo tipo imaginable había diferentes talleres que estaban concebidos para que los prisioneros produjesen aquello que los barones les ordenaban.... hasta que los enviasen al frío glacial. Kreator contempló todo con una profunda cólera interior que hizo a los antiguos barones agachar la cabeza de vergüenza. Ese lugar también fue arrasado y cada huella eliminada. A medida que se adentraban en los territorios detrás de “La Fortaleza”, comenzaron a encontrar cadáveres de criaturas sombrías que habían vivido allí. Los primeros habían pertenecido a aquellas encorvadas, peludas y con pequeños ojos brillantes que La Pequeña Compañía había visto en el camino de vuelta desde “La Fortaleza” en aquel tiempo. El primer ejemplar parecía haber fallecido por muerte violenta, ya que poseía cuantiosos desgarrones profundos por todo el cuerpo. No obstante estuviesen muertas, estas criaturas suponían una visión horrenda: un pellejo largo, rígido, hirsuto y hediondo, colmillos afilados y grandes garras como cuchillos. La 331 La leyenda de Mundo Minor expresión del rostro de estas criaturas la atribuyeron, al inicio, a esa muerte que habían sufrido. Más tarde se hizo patente que todos los rostros de estas criaturas estaban crispados en un rictus de odio, hostilidad y desprecio. Después de haber visto seis ejemplares de cerca, dejaron donde aparecían los cadáveres de aquellos seres. Nadie lloró su muerte... todo lo contrario. Las otras criaturas que encontraron no eran más atrayentes que las primeras. Una de ellas era un murciélago vampiro del tamaño de un antecama de buena altura. Esta criatura parecía haber sido el verdugo de varias de las criaturas encorvadas, puesto que sus garras y sus dientes afilados como agujas encajaban con las heridas que en general presentaban los despojos mencionados antes. En ese sotobosque en descomposición también hallaron restos de algunas comunidades de plantas muy singulares. Entre otras, se toparon con una planta que tenía la apariencia de poder espetar por sí sola criaturas grandes en espinas que disparaba a distancia. Cuanto más avanzaban, las formas de vida se volvían más grandes y con una fisonomía más agresiva. Las últimas que vieron antes de entrar en el desierto eran colosales máquinas de descuartizar y de devorar semejantes a dinosaurios que casi no eran más que garras, dientes y púas. 332 La leyenda de Mundo Minor Capítulo 13 Tras la sequía llega la humedad, tras la pena, la felicidad. (Origen desconocido) El paso hasta el desierto que, como sabían, estaba situado tras Bosquesabara, fue como la seda. Las plantas recién germinadas, que ahora habían conquistado lo que antes era el bosque, también estaban invadiendo el desierto. Por fin dejaron atrás las plantas y caminaron sobre una arena rojiza que se extendía tan lejos como alcanzaba la vista. No había señales de vida de ninguna especie. La arena crujía de sequedad y se hundía bajo los pies, convirtiendo cada paso en una prueba. Tan pronto como el paisaje formaba una duna, o sólo se elevaba una pizca, intentaban eludirla. Subir una duna era prácticamente imposible, si se daba un paso al frente se retrocedían dos. Descansaban a menudo y sólo avanzaban despacio. El sol abrasaba despiadado y no había una sola sombra por ningún lado. Kreator observó fijamente a los antiguos barones para indagar sobre sus reflexiones internas. Se notaba que se estaban poniendo más azogados y nerviosos cuanto más se acercaban al Imperio del Hielo, que debía ubicarse en algún lugar ahí fuera. Día a día crecía su desesperación. No decían nada sobre el asunto, pero sus ojos lo decían todo. Los víveres se racionaron y se repartieron a partes iguales entre todos; los que quisieran se los podían intercambiar. El agua se repartía a las horas convenientes y se medía con el mayor de los cuidados. Kreator constató con satisfacción que todo ocurría sin fricciones internas, todos daban lo que podían a la comunidad. Eso también ocurría, quizás incluso en mayor grado, con los antiguos barones. Parecían estar ansiosos por cambiar su negro pasado dándose por entero. Era una buena señal. Justo cuando el desierto 333 La leyenda de Mundo Minor parecía al límite de lo invencible, Kreator se apercibió de un soplo de viento fresco que lo llevó a sacar su catalejo y explorar el horizonte. En la lejanía pudo ver cómo el cielo cambiaba de naturaleza. Por allí debía empezar el hielo. Cuando todos se habían ya acostado, Kreator yació despierto. Dejó que sus ojos jugasen con la turba de estrellas, mientras especulaba con el tipo de peligro a cuyo encuentro se dirigía. Los antiguos barones estaban en ese momento casi en un estado de temor incontrolable. Kreator había intentado varias veces preguntarles sobre lo que habían vivido ahí afuera bajo el mandato del Rey Ego, pero no sabían qué contestar. Habían estado tan paralizados por el miedo que prácticamente no recordaban nada. Kreator consideró acercárseles y hablar con ellos otra vez, sabía que estaban despiertos, pero desechó la idea. En vez de eso, sólo suspiró y se recostó para dormir. Cuanto más se acercaban, más bajaban las temperaturas. Rápidamente cayeron hasta un nivel poco soportable, así que antes de que pasase mucho tiempo empezaron a ponerse sus prendas de abrigo. Una mañana había escarcha tanto en la ropa, como en las mantas o en las barbas de los emocionantes. Poco después, se hallaban al pie del paso al Imperio del Hielo y sentían todos ese temor que los antiguos barones durante mucho tiempo habían sufrido. Pudieron percatarse de que había algo amenazante, hostil, pérfido, en una palabra, algo malvado, en aquella tierra helada. Nadie pudo dormir esa noche; en lugar de eso, se sentaron en grupos pequeños a calentarse junto a unas hogueras que habían encendido. Los antiguos barones estaban como petrificados, sentados con los ojos clavados en la superficie infinita de hielo, al tiempo que temblaban de frío y de temor. El paso entre arena envuelta en escarcha y hielo virgen era muy punzante, y mientras Kreator lo observaba tuvo la certeza de que algo esperaba que él traspasase ese confín. La situación le recordó al momento en que Sum se había asomado al 334 La leyenda de Mundo Minor borde de Mundo Minor mientras los barones invisibles intentaban engañarlo para que bajase del borde del techado. Ahora también había algo que lo tentaba a penetrar en el hielo, dentro de su campo de acción. ¿Pero qué era? Todos los barones estaban vencidos... ¿Quién o qué quedaba en pie? Kreator regresó al campamento, firmemente decidido a reunir fuerzas para la inminente batalla. Tardó tres días en estar listo para... lo que fuese. Pero también había hablado todo con los demás, excepto con los antiguos barones, pues de aquello todavía no se les podía hablar. Todos los emocionantes se dispusieron en un corro en semicírculo detrás de Kreator cuando éste penetró en el hielo. En el instante en que el pie de Kreator lo tocó, todos percibieron una leve vibración bajo tierra, lo cual impulsó a los antiguos barones a llorar y gemir, quedos y abatidos. Nada más sucedió... por el momento. Kreator sintió cómo todos los pelos de su cuerpo se habían erizado, un escalofrío le bajó por la espalda mientras caminaba; transpiraba, la boca se le secaba y el corazón apenas se atrevía a latir. Se volvió aprisa a echar una mirada a los otros, que se habían quedado tan atrás que se asemejaban a una masa oscura. El hielo volvió a temblar... con más fuerza que la primera vez, pero todavía de forma leve. El hielo crujió otro tanto, pero no se decidía a agrietarse. Kreator intentó deshacer el nudo que tenía en la garganta, aferró la empuñadura de su leal espada y lo reconfortó el saber que estaba con él. De su bolso de cintura sacó una pequeña esfera que arrojó contra el hielo. En un abrir y cerrar de ojos apareció su escudo listo para usar. Kreator lo recogió y se lo colocó en el brazo izquierdo. Volvió a meter la mano en el bolso, esta vez para hacerse con Nöehito, la lente de la verdad. Apuntó con ella hacia el hielo a sus pies y se llevó un gran sobresalto. A través de muchos, muchos metros de hielo vio a su enemigo, a su último, más fuerte y peor enemigo... A este adversario sólo lo había visto fugazmente, pero lo recordaba a la perfección. Recordaba que cuando viajaban río abajo, justo 335 La leyenda de Mundo Minor después de que “El Club” hubiese abandonado la comunidad, una sombra pasó bajo su balsa sin que nadie se apercibiese de ella, salvo él. Estaba claro que esta criatura estaba detrás de “El Club” y los había impulsado a la disolución de la comunidad. Ahora lo esperaba bajo el hielo. Había sido grande en un tiempo, pero ahora había crecido tanto que ya sólo el tamaño lo desanimaba. Reconoció al instante el apremio que los antiguos barones debían de sentir mientras se sentaban acurrucados, asustados y casi enloquecidos de temor. Kreator se sintió preparado para la lucha, una lucha por librar a los antiguos barones de esa carga tan pesada. La criatura se movió y el hielo tembló de nuevo. Justo ante los pies de Kreator la superficie se quebró en una fisura de un buen metro y medio de largo y casi veinte centímetros de ancho. El monstruo se volvió a calmar. Kreator se esparrancó para salvar la fisura y continuó hacia el desconocido lugar que la criatura sombría había elegido como campo de batalla. Finalmente, apareció su meta en la lejanía, algo que se elevaba sobre la superficie de hielo. Cuando Kreator se acercó, vio que era un edificio del hielo más claro que había visto nunca. A decir verdad, la construcción era bella, era casi como un templo del frío. Pero era un templo dedicado al culto de la maldad absoluta, lo cual se desprendía del miedo, el temor y la inseguridad que irradiaba, con Kreator como destinatario exclusivo. Sudando, jadeante y al límite del pánico, Kreator subió el primer peldaño. Ahí se tuvo que detener un momento para recomponerse. Las ganas de huir fluctuaron dentro de él de tal forma que le recordaron mucho a las náuseas. Una vez se hubo calmado relativamente, puso el pie en el siguiente peldaño y continuó hacia la batalla más dura de toda su vida… En ese momento, los emocionantes ya hacía mucho tiempo que habían perdido de vista a Kreator. Por lo tanto, comenzaron a retornar al campamento nocturno. Allí prendieron fuego a unas hogueras, prepararon bebidas calientes y narraron las proezas pasadas de Kreator y Sum. Eso ayudó un poco a aliviar la 336 La leyenda de Mundo Minor inseguridad que sentían, pero no la eliminó. Los antiguos barones no fueron olvidados. Es verdad que estaban sentados a su aire junto a una hoguera, pero todo el tiempo alguien se pasaba por allí. Se sentaba a su lado, contaba una historia, alimentaba la hoguera, preparaba algo caliente para beber o cambiaba las mantas, que estaban empapadas en el sudor del miedo, por otras secas y calientes. Pese a estar en estado de shock, los antiguos barones lo agradecían en su corazón. Sentían como nunca antes que formaban parte de la comunidad a pesar de su temor. Nadie podía dormir, así que se sentaron en torno a las hogueras toda la noche. Todo aquel que tenía una historia que contar lo hizo. La conversación fluyó regularmente toda la noche, sólo interrumpida por una calma de mal agüero cada vez que el hielo crujía, lo cual se hacía más y más frecuente según avanzaba la noche. Justo antes del alba resonó un tremendo estruendo que venía del mar de hielo. Más tarde se hizo el silencio tanto en el hielo como entre los emocionantes. Los antiguos barones cayeron en redondo cuando sonó el estruendo, pero nadie se dio cuenta y por lo tanto nadie vio que dormían por primera vez en muchas jornadas. Un poco antes de mediodía los emocionantes vieron una figura que se tambaleaba hacia el campamento desde la vasta superficie. Cuando la figura se aproximó lo suficiente reconocieron a Kreator y se sintieron aliviados. Tan pronto como puso el pie en el campamento, se tumbó y cayó en un sueño que duró cuatro días con sus noches. Tanto él como los antiguos barones se despertaron al mismo tiempo al cuarto día. Para entonces el mar de hielo ya se había derretido. Kreator se despertó con el pensamiento ligero y alegre, un estado anímico que tenía en común con los antiguos barones y con el resto del campamento. En esas condiciones, Kreator contempló el mar de hielo derretido y supo que lo que observaba ahora era el Mar Universal. Se sonrió mientras preparaba el desayuno para él y para los antiguos barones. Fue una mañana bastante placentera en la que se rió mucho. Los emocionantes no podían creer lo que veían sus 337 La leyenda de Mundo Minor ojos: Kreator y los antiguos barones se sentaron a comer, contar chistes, reír y cantar. Se comportaban como si nunca hubiese existido ninguna confrontación peligrosa contra un enemigo superior en fuerzas. Pasada la hora de la comida, los ánimos se tornaron más serios. Kreator relató, tan bien como se lo permitían las palabras, los detalles de su experiencia en el hielo, del templo del mal y de lo que le sucedió mientras estaba dentro. Los emocionantes no entendieron mucho de lo que dijo, en parte porque carecían del suficiente entendimiento, y en parte porque Kreator no poseía las palabras para describir lo que deseaba decir. Los antiguos barones, al contrario, asentían entre medias con sus rostros serios y sombríos. Sabían muy bien de lo que Kreator hablaba, lo que describía era para ellos su más profundo dolor. Kreator también habían averiguado algo que los antiguos barones no sabían: había descubierto qué era lo que el engendro bajo el hielo quería sonsacar con la tortura a Kreator y a su corte. Con otras palabras, él sabía cuál era la causa de todos esos problemas que habían afrontado. La criatura bajo el hielo deseaba más que nada en el mundo averiguar dónde se encontraba El Jardín Original para concluir la devastación que tanto tiempo atrás había perseguido, cuando el jardín era joven. Sólo de este modo podía la criatura bajo el hielo hacerse con el poder absoluto sobre todos ellos. Sin embargo, al final sucedió que ella misma sucumbió. Ahora sólo quedaba encontrar, y completar, el jardín. 338 La leyenda de Mundo Minor Capítulo 14 El Señor Todopoderoso plantó un jardín en Edén, en Oriente, y allí dispuso al hombre que había formado. (Biblia 1 Mos 2:8) Kreator tenía un conocimiento aproximado de dónde se hallaba el Jardín, pero aún así les llevó un par de días encontrarlo. El primero que lo vio fue Sophia, y cuando ella comunicó su descubrimiento estalló una expresión de júbilo sin parangón. Parecía no quedar muy lejos de la orilla del Mar Universal, al amparo de un baluarte de dunas y bloques de roca. A simple vista el jardín no parecía tan grande. De hecho, era casi posible seguir el muro todo a su alrededor con el catalejo si uno estaba subido sobre él. El muro aún estaba en pie, pero mostraba los vestigios de la Catástrofe. Todas las especies de plantas y animales seguían estando representadas, pero los arriates, las acequias, los cobertizos y los demás útiles del jardín estaban en muy mal estado. Había trabajo para una buena temporada, pero se bregó. Todos podían ver la finalidad de su afán y había suficiente personal para realizar cualquier faena. Por fin el jardín tuvo la apariencia que en origen se había planeado, inclusive las especies que faltaban en un principio. Ahora ya no soplaba un viento frío y helado que se colase entre las plantas y los animales al caer la noche. En su lugar, los acariciaba una agradable brisa fresca que con cuidado hacía descender la temperatura hasta un nivel apropiado. Como no había ya nada que hacer según el Proyecto original, era hora de que Kreator iniciase el siguiente proyecto. La sombra ya no suponía una amenaza, por lo que decidió derribar el muro del Jardín para que así éste tuviese la posibilidad de extenderse por Terra Inkognita. Todos sabían que el Jardín sólo tendría la 339 La leyenda de Mundo Minor oportunidad de proliferar bastante despacio, que algunas plantas y animales tendrían que sacrificar sus vidas, que sobrevendrían nuevos problemas. Pero también sabían que ninguna especie perecería del todo, que todas se harían más fuertes y que, en consecuencia, eso era lo único acertado que podían hacer. Kreator llevaba tiempo deseando hacer algo que nunca antes se hubiese visto en Terra Inkognita, algo que fuese un Mundo sin ser un Mundo. El grupo de emocionantes se vieron, como poco, sorprendidos cuando oyeron a Kreator describir su proyecto con tales palabras. Por esta razón Kreator se explayó en detalles y describió los pormenores de su plan. Kreator levantaría una carpa gigantesca junto a la orilla del Mar Universal cuando la alfombra de flores, que ahora estaba extendiéndose hacia Terra Inkognita, hubiese alcanzado ese lugar. La carpa debía estar distribuida en dos “alas” que se encontrarían en un palacio-pabellón central. En él se situaría la entrada. En una de las alas vivirían Kreator con toda su corte de emocionantes. Quién viviría en la otra “ala”, Kreator no lo quiso decir. Las flores, plantas y animales se extendieron progresivamente por la superficie de Terra Inkognita. Circundaron los bloques de roca, colmaron sus grietas y las transformaron en parte de su universo. Finalmente su extensión alcanzó la orilla del Mar Universal. Al mismo tiempo, la alfombra de flores había llegado tan cerca de los Mundi más próximos que sus reyes, medrosos, habían ordenado a sus emocionantes mantener bajo vigilancia este fenómeno inadvertido hasta la fecha. Esto era así sobre todo en un Mundo en especial, en Mundo Ambo. Cuando llegó a conocimiento de su rey lo que sus emocionantes habían visto en el horizonte, se volvió lívido e hizo salir a la corte del salón del trono. Había llegado ese momento que el Rey de Mundo Ambo había temido desde que Kreator y su Pequeña Compañía lo habían buscado tiempo atrás, justo después de la catástrofe. Con el corazón tembloroso examinó los archivos del Mundo para coger algunas crónicas que se habían 340 La leyenda de Mundo Minor redactado inicialmente sobre la visita de Kreator. Las crónicas no le proporcionaron tranquilidad. A pesar de todos los intentos nunca se había determinado cómo Kreator y la Compañía habían escapado de Mundo Ambo. El rey estaba seguro de que era la venganza de Kreator lo que veía aproximarse en el horizonte. Lloró amargamente, en parte por temor y en parte por autocompasión. Los emocionantes que hacían la guardia al otro lado del brocado colgante que cubría la puerta del salón del trono cuando permanecía abierta, oyeron el llanto del rey. Por miedo a ser castigados, no osaron intentar consolarlo. En lugar de eso, se concentraron en aquellas cosas a las que temían. En ese momento Kreator había empezado a buscar la compañía de la orilla del Mar Universal por las noches para ver el sol zambullirse en la superficie cristalina de aquella agua reluciente. Una tarde en que esta vista resultaba especialmente hermosa, decidió que al día siguiente haría lo que durante tanto tiempo había estado en sus pensamientos más íntimos. Por la mañana reunió a los emocionantes, les informó de su decisión y escogió a aquellos que debían acompañarlo en su viaje a Terra Inkognita. Más tarde la expedición partió. Como ahora conocían al dedillo todas las zonas de la naturaleza de Terra Inkognita, no pensaban tener grandes problemas en el viaje. Además no iban a ciegas, tenían un destino confirmado y sabían con exactitud dónde se encontraba. El destino era Mundo Desmofyl. El camino que conducía allí estaba cubierto en un primer tramo por un exuberante prado de flores donde los saltamontes volaban en pequeñas nubecillas ante sus pies con cada paso que daban. Para su alegría, parecía que la alfombra de flores no sólo era más exuberante en esa dirección, sino que asimismo era en ella en la que más lejos se había extendido. Cuando el manto comenzó a ralear ya habían podido ver Mundo Desmofyl la mayor parte del día. Se mostró casi irreconocible cuando llegaron lo bastante cerca como para verlo en detalle. Las pilas de ladrillos que antes estaban esparcidas por la arena habían desaparecido. En su 341 La leyenda de Mundo Minor lugar habían construido a intervalos pequeños pabellones donde los emocionantes bebían té o charlaba. La cueva en la que tiempo atrás Sum se había arrastrado era lo único que quedaba y había sido agrandada hasta formar un portón de grandes dimensiones. El portón permanecía abierto en señal de hospitalidad, mientras una marquesina en colores claros y atrayentes daba sombra a los que entraban o salían. Por doquier en los muros del Mundo se abrían ventanas que en abundante cantidad dejaban filtrarse los rayos del sol en el interior. Lo que más lo hacía feliz era, sin embargo, ver los macizos de flores, de todos los colores posibles, que crecían a lo largo del muro del Mundo. Kreator sonrió en lo más íntimo de su alma. Tan pronto como él y sus acompañantes fueron avistados por los emocionantes allí reunidos, los recibieron con clamores y brazos abiertos. La alegría del reencuentro era tremenda y no disminuyó lo más mínimo cuando Desmofylania hizo su aparición. Kreator y Desmofylania se echaron uno en los brazos del otro, mientras Xalyfomsed y Sophia de inmediato se dieron a la charla. De pronto a Desmofylania se le vino a la memoria la razón por la cual había salido al exterior. Había estado ocupada preparando una obra con El Teatro Personal y acababa de salir para llamar a los emocionantes que no actuaban en la obra como público. Ahora también invitó a Kreator y su séquito a asistir a la representación, que trataba de la primera llegada de Sum a Mundo Desmofyl y de su estadía. La obra estaba interpretada de manera increíble y a Kreator varias veces le asaltó el asombro por la precisión y veracidad con que las diferentes escenas eran interpretadas. Mientras Kreator veía la obra gozaba también del ambiente en que se desarrollaba. Ahora que surgía la luz a través de las enormes ventanas de las paredes y del techo se veía la majestuosidad de los adornos del teatro. Había muchos más de los que podía soñar y ahora que podía verlos con propiedad eran de una belleza arrolladora. Eran tan vivos y estaban tan bien ejecutados que Kreator sólo podía recordar un sitio donde había algo semejante. Era en casa del viejo sabio cuyo Mundo Sum había visitado en su 342 La leyenda de Mundo Minor viaje a través de Terra Inkognita. Después de la obra se introdujeron unas mesas en el teatro en las que se sirvió una opípara comida. Todos la despacharon con buen apetito entre carcajadas y charlas amigables. Luego del primer plato, Kreator informó a Desmofylania de su proyecto sobre la carpa que estaba realizando a la orilla del Mar Universal y le preguntó si le apetecería mudarse al ala que todavía estaba deshabitada. Desmofylania se puso muy contenta con este ofrecimiento y su alegría se acrecentó más todavía cuando Kreator le propuso llevar consigo El Teatro Personal. Se alojarían en la sección central de las instalaciones entoldadas. A pesar de su regocijo, ella quiso tomarse un tiempo para pensárselo antes de dar la respuesta definitiva. Después de la comida los huéspedes visitaron El Nuevo Mundo Desmofyl (así llamaba ahora a su Mundo Desmofylania). Vieron que todos los pasos que comunicaban Epimundo e Hipomundo permanecían abiertos de par en par y nunca se cerraban (de hecho habían sacado todas las puertas de sus goznes y habían empleado el metal para otros usos). Comprobaron que las condiciones de las cosas habían mejorado significativamente desde que Sum abandonara el Mundo y que los talleres funcionaban de forma impecable. Todo lo que Kreator vio lo reafirmó en su decisión de compartir las instalaciones entoldadas con Desmofylania. Cuando se separaron, ella prometió ir a verlo en un futuro cercano. 343 La leyenda de Mundo Minor Capítulo 15 Rara vez el final es equiparable al principio. (Refrán sueco) Kreator trabajó con tenacidad en el proyecto de la carpa mientras se deleitaba pensando en el día en que Desmofylania vendría y lo viese. Puso a los emocionantes en marcha para fabricar los tejidos más finos para la lona, los cortinajes de separación, los cojines, etc. Otros se encargaron de hacer los muebles de las maderas más selectas, otros se afanaron en hacer la cubertería, los candelabros y otros objetos de los metales más preciados. Todo se elaboró con delicadeza y exquisita belleza. El propio Kreator inspeccionaba y daba el visto bueno a cada pequeña operación, nada podía quedar a medias o incompleto en modo alguno. Cuando todo estaba a punto de terminarse apareció Desmofylania con su séquito en la lejanía. Kreator les fue al encuentro con una comitiva de sus propios emocionantes, todos cargados con regalos para Desmofylania, Xalyfomsed y los demás que los acompañaban. Mientras seguían a Kreator a su nuevo hogar, Desmofylania le contó, para su asombro, que la alfombra de flores ahora se extendía por todo el camino desde las instalaciones entoldadas hasta El Nuevo Mundo Desmofyl y continuaba ampliándose a un ritmo lento pero tenaz. En tanto que esto ocurría los restantes emocionantes acudían a un festín que incluía todo lo que la economía doméstica de Kreator podía generar. La alfombra de flores se ensanchaba continuamente en todas las direcciones de la brújula. Se extendía a lo largo de la orilla del Mar Universal, se extendía más allá de Montesbarrera y llegó el día en que Mundo Ambo quedó totalmente rodeado. En ese momento el rey estaba fuera de sí de espanto. No entendía lo que pasaba bajo los muros del Mundo, sólo le parecía ser lo que Kreator había descrito 344 La leyenda de Mundo Minor cuando le habló del jardín. El rey había advertido que la alfombra de flores no se acercaba a más de veinte metros del Mundo, pero tenía miedo de todos modos a que esa monstruosidad lo sofocase. En su pavor corrió chillando por todos los corredores desiertos del Mundo (todos sus emocionantes se habían escondido). De esto nada sabían ni Kreator ni Desmofylania. Desmofylania fue huésped de Kreator durante varios días. Gozaron de la compañía del otro, comieron juntos, contemplaron la puesta de sol en el Mar Universal, debatieron las posibilidades de las instalaciones entoldadas. A medida que pasaba el tiempo, su confianza crecía más y más, hablaban, se escuchaban, reían y lloraban juntos... su relación se hacía cada vez más estrecha. Al final decidieron hablar con Sophia y Xalyfomsed para saber si ellos también opinaban que era una buena idea que Desmofylania se mudase al ala que estaba lista. Daba la impresión de que ya se habían decidido a abogar justamente por esa decisión. Como el mundo de Desmofylania procedía en origen de Mundo Ambo, hallaron muy justo informar al Rey de Mundo Ambo de su decisión y pedirle que olvidase las viejas rencillas. Buscando al Rey se vieron sorprendidos y afligidos al descubrir el estado en que se encontraban él y su Mundo. El portón estaba abierto de par en par, pero no de una forma hospitalaria. Más bien parecía que estaba abierto porque nadie había tenido el coraje ni el tiempo para cerrarlo. Se abría de una forma desamparada, dado que uno de los batientes estaba semicerrado, mientras el otro estaba presionado contra el muro. No había nadie de guardia en el zaguanete y dentro del portón yacían montoncitos de arena que se extendían por el interior de ese Mundo donde reinaba un silencio sepulcral. Llenos de malos presentimientos, Kreator y Desmofylania entraron en palacio. Cuando penetraron en el pasillo principal, Kreator divisó un emocionante y le lanzó un grito. Este se giró, profirió un berrido al verlos y corrió como loco entre chillidos hacia un pasillo lateral. 345 La leyenda de Mundo Minor Kreator y Desmofylania se miraron, desconcertados. Continuaron hacia el salón del trono donde esperaban encontrar al rey. De camino por del pasillo principal, dejaron atrás aquellas puertas junto a las que Kreator también había pasado durante su primera visita. Ahora estaban descascarilladas, desgastadas y marcadas por el deterioro. La puerta de cristal esmerilado que había sido motivo de gran sobresalto para la Pequeña Compañía de Kreator, ahora era mate, opaca y estaba dividida a la mitad por un grieta que la recorría de arriba a abajo. Tras ella sonaban ruidos, como de un gran animal que andaba en círculos, gruñendo y masticando. De cuando en vez la puerta temblaba como si la bestia tras ella la estuviese embistiendo. Varias veces oyeron un ruido que parecía indicar que había alguien en las inmediaciones, pero no se daba a conocer y no respondía a los gritos de Kreator y Desmofylania. El portón de la sala del trono estaba cerrado y cuando intentaron abrirlo comprobaron que estaba bajo llave. Desmofylania todavía la tenía, de aquel tiempo en que ella aún no había abandonado ese Mundo, pero era evidente que habían cambiado la cerradura. No pudieron contactar con el Rey de Mundo Ambo de esa manera. Entonces se marcharon del Mundo, a petición de Kreator, para encontrar la cueva por la que La Pequeña Compañía en su momento había escapado. El derrumbamiento que en un principio fue responsable del origen de la cueva, había aumentado en el ínterin, por lo que la cueva también se había incrementado en buena medida. Desde fuera podían ver al rey asustado encogido en su trono mientras, mostrando todas las trazas del temor, clavaba sus ojos en el agujero que cubría el enorme portón. En silencio, penetraron en el lugar de la mano, se detuvieron a unos seis metros del trono y esperaron respetuosamente a que el rey se dirigiese a ellos. Al final Kreator carraspeó para llamar la atención del regente. Por supuesto que el Rey de Mundo Ambo se percató de su presencia. Sus ojos casi se le salieron de las órbitas de espanto, su rostro perdió el color, su cuerpo se convulsionó de forma incontrolable y lanzó un alarido de terror. 346 La leyenda de Mundo Minor Kreator nunca había oído algo tan espantoso como aquello, todos los pelos de su cuerpo se erizaron y un escalofrío lo recorrió de arriba a abajo. Ese alarido contenía un dolor más que inhumano, un dolor que Kreator no creía posible. Entonces el rey se desmayó. Durante un instante se hizo un silencio total, después sonó un chasquido seguido de una sacudida potente, tras la cual empezaron a llover piedras, polvo y trozos del edificio sobre ellos. El rey desapareció bajo los cascotes que se desprendían y lo mismo les habría ocurrido a Kreator y a Desmofylania si Kreator no la hubiese agarrado por el brazo y salido corriendo a través de la cueva de nuevo. Corrieron raudos como el viento mientras Mundo Ambo se derrumbaba a sus espaldas. Durante bastante tiempo, todo en derredor quedó oculto tras una nube espesa de polvo producida por el derrumbamiento. Cuando se hubo disipado, sólo quedaba una montaña de cascotes hacia donde la alfombra de flores empezaba a dirigirse. Con el tiempo, el manto floral lo cubriría todo, igual que cubría todos los otros montones de cascotes que encontraba en su camino. Desmofylania apoyó la cabeza sobre el hombro polvoriento de Kreator y rompió en un llanto quedo. Cundió la aflicción entre los emocionantes cuando Kreator y Desmofylania les narraron lo que había sucedido. Para mostrar sus respetos, sugirieron que los restos de Mundo Ambo se bautizasen como Monteambo. Se aprobó la proposición y por eso se conoce con ese nombre aún hoy en día. Kreator y Desmofylania acabaron por mudarse a una de las alas de las instalaciones entoldadas, en tanto que cedieron la otra a Sophia y Xalyfomsed. Los emocionantes entraban y salían, y estaban tan pronto en una sección como en la otra. Todos se movían con libertad por toda la zona de Terra Inkognita cubierta por la alfombra de flores que se expandía sin cesar. El Teatro Personal se mudó a su espacio en la sección central de las instalaciones y allí se veían cada noche, después de la cena, diferentes representaciones. Mundo Desmofyl 347 La leyenda de Mundo Minor fue desmantelado y sus materiales se usaron para levantar pabellones, una biblioteca, una sala de fiestas, casas para invitados y muchas otras cosas para deleite de aquellos que deseasen usarlas, al igual que Kreator había hecho con Mundo Minor. Cada vez que Kreator, Desmofylania u otro de los emocionantes se encontraban con alguien que deambulaba por Terra Inkognita, lo invitaban a visitarlos en las instalaciones entoldadas. De este modo forjaron muchas y muy diferentes amistades con soberanos de Mundos, soberanos de tiendas, soberanos que vivían al raso y soberanos que vivían de maneras aún más inopinadas. Así aprendían sin cesar cosas nuevas sobre Terra Inkognita. Pasó el tiempo y la sabiduría que habían acumulado creció mucho. La compartían con todos los que lo deseaban y en compensación recibían más de ella. Como regla, utilizaban El Teatro Personal para comunicar la sabiduría, razón por la cual el edificio del teatro fue conocido y amado por todos los que amaban el conocimiento. Con el tiempo, la predilección que Kreator sentía por sentarse a la orilla del Mar Universal a contemplar el movimiento de las olas hizo que aprendiese a leer su patrón, aumentando esto aún más su amor por el mar. Un día, Desmofylania se acercó a él como solía mientras estaba sentado contemplando los movimientos del mar en torno a una piedra al borde del agua. Por su sonrisa se podía adivinar que tenía algo especial que decir, y en verdad era así. Como resultado de su amor, se había quedado embarazada. Kreator la tomó en sus brazos, la besó y se sintió inefablemente dichoso. Desmofylania le sonrió, sobre todo cuando a la mañana siguiente encontró un bosquejo para una cuna en el banco de trabajo de Kreator. La llenó de ternura que él ya estuviese emprendiendo los preparativos para el nacimiento que todavía quedaba tan lejano en el futuro. La cuna todavía estaba en estadio de boceto, pero ostentaba la misma espléndida belleza de todo lo demás que albergaba las instalaciones entoldadas. A medida que la hora del nacimiento se aproximaba, aumentaba también la cantidad de cosas que Kreator encargaba producir a los emocionantes. Se 348 La leyenda de Mundo Minor trataba de una cuna, ropa, juguetes, cubiertos adecuados para niños, y cosas así. No faltaba nada y todo estaba realizado con la misma buena calidad que todo lo demás allí. Cuando el alumbramiento estaba ya muy cerca, Kreator instaló una tienda junto a la orilla del Mar Universal. La surtieron con todo lo que una mujer parturienta puede necesitar. A ojos de Desmofylania, había varias cosas que no creía que necesitaría, pero el amor y la consideración que denotaban estos preparativos la conmovieron. El parto fue como la seda, y cuando todo hubo terminado, un Kreator orgulloso y contento desplegó la “tienda de recepción”. Estaba diseñada para que los emocionantes y todo aquel que estuviese interesado pudiese acercarse para admirar el milagro que acababa de suceder. El recién nacido resultó ser un niño que recibió el nombre de Novus. Kreator y Desmofylania continuaron gozando de los atardeceres sentados sobre la alfombra de flores a la orilla del océano. La diferencia era solamente que ahora su atención estaba dividida entre la puesta de sol, el otro y Novus. Tanto durante la época en que Kreator se sentaba allí solo como durante la época en que había compartido esa alegría con Desmofylania, había una pregunta que constantemente le había rondado los límites de la conciencia. Ahora, mientras contemplaba el primer intento de su primogénito de conocer Terra Inkognita, formuló la pregunta en voz alta: * ¿Qué hay al otro lado del Mar Universal? Eso... ¿qué crees TÚ que hay al otro lado del Mar Universal...? 349 La leyenda de Mundo Minor 350 La leyenda de Mundo Minor Lista de nombres de Mundo Minor Objetos: La espada de Sum La daga La corona La lente El escudo El cetro Egkratehias Thelematos Agape Noëhito Esterisen Dikaioshynen Autodominio Voluntad Amor Juicio Resolución Justicia La espada del Rey Ego Dynamis Poder Mundo Minor Mundo Menor Personajes: Sum ”Soy” Sophia ”Sabiduría” Ego ”Yo” Egofiliam ”Soberbio” Fosfagus ”Devorador de luz” Aythadeis ”Adulador” Epithymhiai ”Lujurioso” Akathastatos ”Indeciso” Thhorybon ”Caos” Foboy ”Terror” 351