Clase-1-Cuerpo-y-Sensibilidades

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MÓDULO II
“CUERPO Y SENSIBILIDADES”
Introducción:
“ya comprendo la verdad
estalla en mis deseos
y en mis desdichas
en mis desencuentros
en mis desequilibrios
en mis delirios
ya comprendo la verdad
ahora
a buscar la vida”
(Solamente - Alejandra Pizarnik)
Abordar la relación entre cuerpos y sensibilidades, cuerpos y
emociones nos remite directamente a los problemas que la Historia de la
Filosofía ha dejado planteado ya desde sus comienzos en el contexto de la
Grecia Clásica. El principal de ellos es aquella vieja disociación entre lo
racional o espiritual en sentido amplio y lo apetitivo o material, dos
sustancias “localizadas” en distintos lugares del cuerpo-organismo y
asociadas a modos distintos del ser. Ya Platón vinculaba esta distinción a
estratificaciones
sociales
indicando
claramente
que
aquellos
que
cultivaban la racionalidad como educación del alma pertenecían a la clase
de los guardianes guerreros y les correspondía el gobierno, mientras que
los que se dejaban llevar por las pasiones y los placeres del cuerpo, los
apetitos, pertenecían a las clases más bajas sumidas en la “ignorancia”. Si
bien estas definiciones y ubicaciones sociales no se correspondían con lo
que nosotros denominamos clases sociales en relación a los bienes
económicos y culturales, ya indican una sobrevaloración de lo racional por
sobre lo “carnal”. Con posterioridad, la irrupción del cristianismo
occidental dará cuenta de una disyunción similar (aunque ambivalente de
acuerdo a los tiempos históricos diferentes) pero que replica el modo de
concepción platónica: el cuerpo como cárcel del alma, dice San Agustín,
define a aquel como simple receptáculo limitativo y finito de otra sustancia
que busca la libertad desde su infinitud. Se dirá también que la angustia
del hombre medieval se sostiene en parte por la lucha entre un alma
infinita localizada accidentalmente en un cuerpo finito. En la parte final de
este tema volveremos sobre los modos en que la religión, especialmente el
cristianismo, ha modelado nuestra visión del cuerpo para ejemplificar
sobre un caso que atraviesa toda la cultura occidental hasta hoy.
Pero es, sobre todo, con la inauguración del pensamiento filosófico
moderno donde la desvinculación cuerpo-mente se vuelve más clara. La
primera certeza del pensamiento cartesiano “cogito ergo sum” define al ser
como cosa pensante, racional, evidencia clara y distinta que se presenta al
espíritu atento como verdad primera. Del cuerpo no tengo evidencia, dice
Descartes, más que a través de mediaciones confusas, las vivencias. Las
emociones son afecciones como modificaciones pasivas causadas en el
alma por el movimiento de los espíritus vitales, de las fuerzas mecánicas
que obran en el cuerpo. Para más detalle podemos indicar que cuando el
mismo Descartes llega a la evidencia de que existe algo que no es el mismo
ni Dios, esto que llamamos la extensión y que ha sido asociado al cuerpo
como distinto de la mente, él mismo dirá que de la extensión solo tiene
evidencia en tanto tiempo y espacio, justamente los dos modos racionales
por excelencia de matematizar o geometrizar lo viviente.
Habrá que esperar a la irrupción del pensamiento racional debido a
Spinoza para poder comenzar a analizar una vinculación consustanciada
de cuerpo y mente y, al mismo tiempo, dos aspectos de una misma
realidad que incluye a las emociones.
“Spinoza hace derivar las emociones del esfuerzo (conatus) de la
mente por perseverar en el propio ser por un tiempo indefinido. Este
esfuerzo se denomina voluntad cuando sólo se refiere a la mente y se
denomina deseo (appetitus) cuando se refiere al mismo tiempo a la
mente y al cuerpo. Así, el deseo es la emoción fundamental. A él se
unen otras dos emociones primarias: la alegría y el dolor” (Casado y
Colomo, 2006. Pág. 6).
La discusión que la filosofía entabla en su interior respecto a la
relación mente-cuerpo-emociones nos excede en este contexto ya que ello
implicaría una lectura profunda de cada uno de los autores involucrados
para poder llegar a problematizar hipótesis de trabajo que nos habiliten a
trasladar sus reflexiones a las nuestras. El sentido con el que los hemos
convocado someramente en este texto nos tiene que permitir vislumbrar
por un lado que las Ciencias Sociales y, la Comunicación especialmente,
abordan problemáticas de vieja data y, por otro, indicarnos algunas
referencias para pensar, para debatir, para construir. Iniciamos este
camino desplegando como hipótesis esta idea de que “la función social de
las emociones se presenta como generadora de movimientos, de potencias,
que
de
acuerdo
al
entramado
de
interdependencias
grupales,
va
adquiriendo diferentes motivos. El estudio de las emociones es puerta de
acceso para reconocer las formas sociales que se tejen alrededor de los
cuerpos, de sus energías y de sus acciones” (Sanchez Aguirre, 2013. Pág.
82). Puerta de acceso a la comunicación de las corporalidades en esta
modernidad tardía.
Sensibilidades, emociones, cuerpos…
“Encontré en mi propio trabajo que debía desarrollar la idea de una
estructura
de
sentimiento.
(…)
…Estas
estructuras
no
son
producidas de manera individual sino colectivamente. Nuevamente,
en un término casi intraducible, éste era un estructuralismo
genético necesariamente atento no sólo al análisis de las estructuras
sino a su formación histórica y a su proceso: los modos en que se
desarrollan y modifican y las formas en que se constituyen. El
fundamento de este abordaje es la creencia de que toda actividad
humana es el intento de producir una respuesta significativa a una
situación objetiva particular” (Williams, 2012. Págs. 41 y 42)
Partimos de una cita de un texto de Raymond Williams sobre las
estructuras de sentimiento a fin de contextualizar (nunca mejor dicho) la
posibilidad de pensar la noción de cuerpo, no sólo en tanto concepto que
refiere a una época histórica y da cuenta en su estructuración de
relaciones sociales materiales sino en tanto experiencia manifiesta de
cultura que perciben los sujetos.
En este sentido, el concepto de estructuras del sentimiento que el
autor desarrolla para pensar los análisis literarios (y él mismo lo dice
aunque no solamente) es central antes que todo para explicitar el carácter
dinámico de la cultura, es posibilidad (o imposibilidad) de “capturar” la
cambiante relación entre estructuras y sujetos, entre individualidad y
colectivo, entre concepto y experiencia. La tarea parece llamada al fracaso
ya que la ciencia siempre llega tarde para pensar la experiencia pero
intentar producir un saber sobre los cuerpos necesariamente tiene que
emprender esa “imposibilidad”. “Imposibilidad” que se vislumbra como
capacidad de dar una respuesta significativa a una situación objetiva
particular, constreñida por las relaciones históricas permeables en lo
colectivo y en lo complejo de la fractura ciencia/experiencia. Siempre
seremos una pobre versión mal configurada y cuasi estática de una
riqueza cultural dinámica inasible. De un lado, entonces, nuestros
conceptos y percepciones de los cuerpos; del otro la experiencia concreta
material e histórica.
“Y lo que parece especialmente importante en estas cambiantes
estructuras de sentimiento es que, frecuentemente, anteceden a los
cambios más reconocibles de ideas y creencias formales que
conforman la historia ordinaria de la conciencia” (Williams, Op. Cit.
Pág. 44)
La conciencia es un elemento central en el proceso de captura. En
tanto realidad de relaciones entre visión del mundo y condiciones
materiales de existencia, deberá dar cuenta del dinamismo y la
complejidad de todo lo que emergente y desestructurante descoloca
categorías de pensamiento tendientes a la estabilización, aunque más no
sea temporal. Cristalización de un estado de lo real cuyo objetivo es
franquear la puerta al conocimiento siempre parcial e impotente. Esta
misma impotencia la define Foucault (2007) cuando vincula la vida, la
experiencia y la ciencia; los dos primeros por delante y la otra en tardía
captura por detrás.
Este marco introductorio nos debe permitir reflexionar sobre
nuestras
concepciones
de
los
cuerpos
vinculando,
entonces,
conceptualización, experiencia y práctica (ésta última necesariamente
conectada a la trayectoria social de los sujetos y los colectivos). El
concepto de práctica es otro elemento central para pensar la noción de
cuerpos ya que nos contextúa nuevamente en las relaciones sociales entre
sujetos, entre éstos y la estructura de lo social pero también, al decir de
Catherine Bell (1992), en su carácter situacional ya que aquella no puede
ser entendida fuera del ámbito en el que ocurre.
Entonces, decimos que los cuerpos son construcciones como
encuentro de múltiples determinaciones, donde la biografía personal en
vinculación
con
las
trayectorias
colectivas
socioculturales,
las
sedimentaciones históricas y generacionales, las distintas visiones del
mundo que han afectado nuestras percepciones y las emociones como
mediatización de la materialidad corporal sedimentan en sensibilidades
que dan cuenta de nuestros modos de recorrer y apropiarnos del mundo
en que vivimos, de los modos en que construimos nuestros cuerpos. Es así
que
hablamos
de
cuerpos
que
habitamos,
distintos
de
nuestros
organismos en tanto conjunto de lo fisiológico, neurológico, orgánico, etc.
Y, por ende, los cuerpos de cada uno de nosotros se intersecan con el
cuerpo de lo social que, tal cual la diferenciación antes indicada
(cuerpos/organismos) deviene construcción de relaciones sociales en
constante
mutación.
Así,
lo
que
sabemos
del
cuerpo
social
lo
aprehendemos a través de nuestros propios cuerpos, en palabras de
Scribano (2012), en tanto sedimentación de formas específicas de capital
corporal:
“El capital corporal son las condiciones de existencia alojadas en el
cuerpo individual, el cuerpo subjetivo y en el social. El cuerpo
individuo es una construcción elaborada filogenéticamente que
indica los lugares y procesos fisio-sociales por donde la percepción
naturalizada del entorno se conecta con el cuerpo subjetivo. El
cuerpo subjetivo es la auto-percepción del individuo como espacio de
percepción del contexto y el entorno en tanto “locus” de la sensación
vital enraizada en la experiencia de un “yo” como centro de
gravitación de sus prácticas. El cuerpo social consiste en las
estructuras
sociales
incorporadas
que
vectorizan
al
cuerpo
individual y subjetivo en relación a sus conexiones en la vida-vividacon-otros y para-otros” (Scribano, 2012. Pág. 101).
Es así que, tal cual la diferenciación antes indicada y en sentido
sociológico estricto, cuando hablamos de cuerpos esta triple articulación
de mutuo condicionamiento nos puede ayudar a pensar complejidad
aunque
difícilmente
podamos
reducir
la
dinámica
cultural
y
las
sedimentaciones de las sensibilidades de la que nos movemos en la vida
cotidiana a ella.
Por ello, debemos destacar que los cuerpos no se agotan en la
presentación de un tipo de construcción o de auto-percepción sino que
necesariamente tenemos que vincular estos procesos a las emociones que
mediatizan
los
modos
de
habitar
los
cuerpos
y
a
las
visiones
socioculturales que cargamos como mochilas todos los sujetos fruto de las
tradiciones, los recorridos, lo aprendido, lo vivido, experimentado, etc.
Esto nos lleva necesariamente a preguntarnos por dos dimensiones
que hacen y afectan los cuerpos tal como lo hemos venido describiendo:
cómo nos sentimos en el cuerpo (cómo habitamos el cuerpo) y cómo vemos
que nos ven los otros en el cuerpo (ese cuerpo “espejo” del otro que me
devuelve mi propio cuerpo, “espejo” siempre como distorsión y no como
imagen refleja de una materialidad en sí). En este sentido, tratando de
reflexionar sobre una posibilidad metodológica de acceso al cuerpo, y
siempre vinculando cuerpo y sensaciones, Scribano (Op.Cit.), habla de un
cuerpo imagen –“cómo veo que me ven”, un cuerpo piel –“cómo ‘sientonaturalmente’ el mundo y un cuerpo movimiento, en tanto “inscripción
corporal de las posibilidades de acción”.
“Las interacciones entre cuerpo imagen, cuerpo piel y cuerpo
movimiento son tomadas como señaladores (indicadores) de la
dominación social y como localizadores de enclasamiento. Los cruces
entres estos se insertan en los modos determinados que asumen las
particulares
políticas
de
los
cuerpos,
articulándose
a
los
mecanismos de soportabilidad social y los dispositivos de regulación
de las sensaciones” (Scribano, Op. Cit. Pág. 101)
Marcamos a partir de lo antedicho un vínculo muy claro entre
cuerpos y sensibilidades en tanto conjunción de percepción, sensaciones y
emociones, ya que el estar-en-el-mundo se produce en la práctica por
mediación del cuerpo y éste por mediación de las sensibilidades que dan
cuenta de un estado de lo social in-corporado. El cuerpo es, además, un
constructo que se dice, se narra, se configura en modos de significación
que instalan discursos y son el resultado de otros discursos que los han
precedido y configurado. Por ello, decíamos anteriormente, que no
podemos hablar de cuerpos sin pensar esta triple articulación entre lo
individual, lo subjetivo y lo social; la imagen, la piel y el movimiento; la
práctica, la identidad y la trayectoria biográfica (individual y colectiva). De
lo contrario el cuerpo es un abstracto que intencionadamente ideologizado
(por la teoría o por la sociedad) deviene naturalizado.
“La tensión entre cuerpo individuo, subjetivo y social es una de las
claves que permitirán entender las conexiones entre geometrías de
los cuerpos y gramáticas de la acción, que son parte de la
dominación neo-colonial en los países de América Latina. (…)
Identificar, clasificar y volver crítico el juego entre sensaciones,
percepción y emociones es vital para entender los dispositivos de
regulación de las sensaciones que el capital dispone como uno de
sus rasgos contemporáneos para la dominación social” (Scribano,
Op. Cit. Pág. 102).
Sensibilidades
como
tríada
fundamental
de
articulación
de
percepciones, sensaciones y emociones, tríada que nos permite acceder al
“cuerpo” vinculado al contexto (con-texto, ambiente y discursos que cruzan
atraviesan nuestro ser social).
A partir de lo dicho, es central que podamos tomar todos estos
aportes para reflexionar y permitirnos construir distintas posibilidades de
acercamiento, sabiendo de antemano que las distintas conceptualizaciones
provenientes de algunas “epistemes” a las que hemos referido son solo eso,
aportes para la discusión y de ningún modo un corpus cerrado y
dogmático.
Bibliografía:
BELL, C. (1992) Ritual Theory, Ritual Practice. NY: Oxford University
Press.
CASADO, C. y COLOMO, R. (2006) “Un breve recorrido por la concepción
de las emociones en la filosofía occidental” en A Parte Rei, Revista de
Filosofía. N° 47. Universidad Complutense de Madrid y Universidad Carlos
III de Madrid.
FOUCAULT, M. (2007) “La vida: la experiencia y la ciencia” en Ensayos
sobre biopolítica. Excesos de vida: Michel Foucault, Gilles Deleuze, Slavoj
Zizek; compilado por Fermín Rodriguez y Gabriel Giorgi, Editores. Paidós.
Buenos Aires.
http://www.relaces.com.ar//index.php/relaces/article/view/252
http:/www.relaces.com.ar/index.php/relaces/article/view/224
SANCHEZ AGUIRRE (2013) “Apuntes sobre la construcción conceptual de
las emociones y los cuerpos” en Revista Latinoamericana de Estudios
sobre Cuerpos, Emociones y Sociedad – RELACES, N°13. Año 5. Diciembre
de 2013 – Marzo de 2014. Córdoba. ISSN: 1852.8759. pp. 75-86.
Disponible en:
SCRIBANO, A. (2012) “Sociología de los cuerpos/emociones” en Revista
Latinoamericana de Estudios sobre Cuerpos, Emociones y Sociedad –
RELACES. N° 10. Año 4. Diciembre de 2012 – marzo de 2013. Córdoba.
ISSN 1852.8759. Págs. 93-113. Disponible en:
WILLIAMS, R. (2012) Cultura y materialismo. La marca editora. Buenos
Aires.
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