oficios / telares

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OFICIOS / TELARES1
Mauricio Langon.
Uruguay.
1.
Diógenes Laercio2 nos enseña que Hiparquia "quedó prendada de los discursos y del
género de vida de Crates (alumno de Diógenes el cínico) (…) En verdad, Crates era
todo para ella". Quería casarse con él. Crates se quitó delante de ella su vestimenta:
"‘He aquí el marido -dijo-, he aquí lo que posee. Decide en consecuencia. Ya que no
serás mi compañera, si no practicas el mismo tipo de vida que yo. La joven eligió.
Después de haber adoptado su misma vestimenta, circuló en compañía de su marido,
tuvo relaciones con él en público y frecuentó las cenas".
En un banquete, propuso el siguiente sofisma a Teodoro el Ateo: "El acto que, cometido
por Teodoro, no puede ser calificado de injusto; ese acto, cometido por Hiparquia, no
podrá ser calificado de injusto. Ahora bien, si Teodoro se golpea a sí mismo, no comete
un acto injusto. En consecuencia, si Hipparquia golpea a Teodoro, tampoco lo comete".
Por toda respuesta Teodoro le sacó la ropa. Hiparquia no se sintió golpeada ni turbada
por eso, como debería hacerlo una mujer. Más aún, cuando Teodoro le dijo: "¿Eres la
que dejó sobre el telar su lanzadera?" (Eurípides, Bacantes, 1236), ella respondió:
"Ciertamente soy yo, Teodoro. Pero ¿te parece que tomé una mala decisión en lo que
me concierne, al consagrar a mi educación el tiempo que hubiera perdido en el telar?"
Este pequeño relato nos habla de una mujer enamorada de saberes encarnados en un
modo de vida (es decir, nos habla de una filósofa), y que acepta sus consecuencias: no
poseer nada y seguir ese tipo de vida que exige exponer lo más privado en público y
participar en la vida pública.
Hiparquia no se perturba por ser desnudada: afirma públicamente con toda su
humanidad femenina el acierto de su decisión de dejar su lanzadera para no perder más
tiempo en su telar (en su oficio) y dedicarlo a su educación…
Es que llegar a ser mujer exige no ser como debe ser una mujer y no perder el tiempo en
oficios de mujer…
2.
En efecto, hay oficios de mujer como hay oficios de pobre. Oficios que enajenan,
deshumanizantes. Oficios para vivir con pocos recursos y pocos hijos, oficio de
prostituta, de mendigo, de modelo de Play-boy o de National Geographic, de enfermo
1
Versión castellana del trabajo “Métiers”, presentado en francés en el 5º Coloquio Internacional PEKEA,
en Dakar, del 1 al 3 de diciembre de 2006. “Métier” en francés quiere decir “telar” y “oficio”.
2
Diógenes Laercio: Vidas y doctrinas de filósofos famosos, VI.
de SIDA o paludismo, de niño de la calle, de víctima de maremotos o torturas, de
ladrón, de gigoló...
Pero otros oficios tampoco humanizan. Oficios de benefactor, fotógrafo, médico,
policía, productor rural, soldado, científico, empresario, académico, filósofo, maestro.
Todos oficios en que nos ponen y de los cuales somos esclavos. Y que exigen, quizá, la
buena decisión que nos concierne de no perder nuestro tiempo en ellos y dedicarnos a
nuestra propia educación: a la invención de nuestra propia vida, vida impropia de un
hombre o una mujer políticamente correctos, como deberían ser. Ya que son los oficios
en que estamos metidos, lo que no nos permite devenir mujer u hombre.
3.
Sin embargo, podemos preguntarnos hoy si es necesario y si es posible dejar nuestras
lanzaderas y no perder más tiempo en nuestros telares; o si sería mejor transformar
nuestros utensilios y oficios en instrumentos de liberación.
Porque, por una parte, nuestros oficios nos constituyen. Y, por otra parte, nosotros, intelectuales, que antes estábamos exceptuados de la enajenación a que estaban
sometidas las masas trabajadoras en la modernidad industrial, y que podíamos
comprometernos con la liberación humana de los otros- no aceptamos de buen grado la
evidencia de nuestra propia enajenación en estos momentos en que el conocimiento, el
pensamiento y la inteligencia se encuentran plenamente integrados en un sistema
mundial que produce concentración de riqueza y exclusión social.
Además, parece que la educación misma ya no es una alternativa a los telares/oficios,
puesto que no es más que otro oficio que tiene por objetivo que nuestros jóvenes Crates
e Hiparquias no puedan consagrarse a su propia educación y desarrollar sus propios
discursos y tipos de vida, sino al contrario a (con)formarse con el ejercicio de las
distintas competencias que exigen las complejas lanzaderas de los telares/oficios de la
globalización…
En resumen, que hay que profundizar qué quiere decir que es tiempo de "redefinir y
reorganizar" nuestros oficios, tal como lo propuso Armel Huet en el trabajo que
escribiera para este coloquio.
4.
Hiparquia deja las herramientas del oficio al cual la condena la sociedad de su tiempo y
que la desnuda de su dignidad humana. Para encontrar su dignidad debe aceptar, sin
afectarse ni perturbarse, permanecer obscenamente desnuda ante los otros. Como Crates
lo había hecho voluntariamente y como ambos lo hicieron juntos. He aquí el marido: el
que no tiene nada. He aquí la mujer: aquélla que sobre el telar dejó su lanzadera.
Un buen giro para concretar la pregunta antropológica kantiana sería: ¿Qué es la mujer?
Ya que, al preguntarse por la humanidad femenina, se pregunta también por la
humanidad de todos los excluidos que sólo son vistos a través de los oficios a que son
confinados: ¿Qué es el esclavo? ¿Qué es la prostituta? ¿Qué es el ladrón? ¿Qué es
aquel a quien se niega la calidad de ser humano?
Es a todos ellos (a todos nosotros) a quienes corresponde responder la pregunta
cualitativa
de Théodore: "¿Eres la (el) que...?”.
Y responder mostrándose
(mostrándonos): Hecce homo; “Ciertamente, soy yo”; quien es no puede ser definido ni
por lo que "tendría que ser", ni por su oficio/telar, sino que se define por la decisión de
consagrarse a su propia educación.
Este giro antropológico podría quizá llevarnos hacia una transformación de nuestros
oficios en vista de educarnos; hacia una transformación educativa de nuestros oficios.
5.
El Sr. Huet nos habla de la necesidad de refundar la sociología en la antropología. Dice
que el ejercicio de su oficio de sociólogo lo hizo descubrir que la empresa científica de
la sociología "no puede realizarse sino en la reciprocidad", que es "un encuentro con las
experiencias humanas de los otros, que el conocimiento que podemos constituir surge
de una coproducción". Es la coproducción que permite el uso y re-creación de
lanzaderas, de instrumentos, así como la creación y desarrollo de espacios de encuentro
interdisciplinarios e interculturales lo que abre posibilidades de hacer otra cosa. Es
decir, de actuar de una manera que no corresponda ya a la clausura de los oficios del
sociólogo o del antropólogo, sino que exige resituarlos en otro campo: en un campo
postcientífico.
Si es que se llega a comprender que "volverse en adelante hacia otras orientaciones, con
otras exigencias teóricas", sin dejar "de sacar provecho" de las precedentes, exige no
sólo estar dispuesto "a desembarazarse de ellos y a sobrepasarlos", sino también estar
dispuesto a desasirse de las formas de acción de las prácticas científicas en tanto telares
/ oficios, para dedicarse a su propia educación.
6.
Las reflexiones que ensayé en los números 4 y 5 toman cuenta de dos perspectivas bien
diferentes, ambas "antropológicas". No se trata de ponerlas en oposición, sino en
sinergia.
Intentaré hacerlo reflexionando sobre el oxímoron: oficio docente…
Se podría definir la educación a la vez como lo que hace dejar los instrumentos del
oficio, y como lo que se hace en vez de perder el tiempo en el oficio.
La educación, lo que hace a Hiparquia dejar la lanzadera, es una conmoción, una
decisión propia y apropiada, un movimiento sostenido. Es el amor: por los discursos,
por un modo de vida digno (filosófico), por alguien que sea “todo para ella"; es la
decisión de comprometerse, de aceptarse simplemente como mujer, es el esfuerzo
mantenido por devenir aquélla que es. Es a este aprendizaje que consagra su tiempo.
Pero el oficio docente, no es más que otro oficio. Apunta más a enseñar a otro que a
aprender; y a educar más que a educarse. Es en este sentido que la educación puede
convertirse en su contrario, puede volverse oficio. Puede, incluso, darse la tarea de
instruir para oficios, puede hacerse trabajo de domesticación, tejido de amaestramiento
siempre con nuevas lanzaderas.
Para que este oficio se vuelva liberador, sería necesario que no se tratara ya de un oficio.
Se necesitarían maestros que se educaran a sí mismos, como Hiparquia. Maestros que se
asombraran, que se apasionaran, que tomaran la decisión de ponerse en movimiento
para pasar a ser quienes son. Que eligieran un tipo de vida (educativa) que consistiera en
poner a otros en movimiento de liberación, en apoyar sus aprendizajes propios, en
sostenerlos en su camino. Serían entonces maestros educadores, es decir, maestros
liberadores.
Esto es lo que querría proponer aquí: que ya no haya el oficio de educar, sino maestros
educadores que, por supuesto, habrán aprendido su camino dominando teorías,
métodos, conocimientos y prácticas de los que decidieron liberarse para superarlos.
Este esbozo puede ponernos en camino para pensar la superación de los oficios/telares
de filósofo, sociólogo, antropólogo... Si para no perder el tiempo en los telares de la
educación (y especialmente, en el oficio de enseñar oficios) los docentes tienen que
convertirse en maestros educadores, entonces, para no perder tiempo en los demás
oficios, sería necesario también tener maestros educadores filósofos, tejedores,
sociólogos, antropólogos... que construyesen en coproducción las condiciones para la
autoeducación humana de toda la humanidad.
MLC 01-III-08
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