EL PAPA FRANCISCO OPINA 5 Condena el Papa a Obispos, La Misa no se ‘escucha’, se participa sacerdotes y feligreses en el misterio de la presencia del Señor corruptos El Papa Francisco condenó a los católicos corruptos, no sólo a los fieles sino también a los sacerdotes y a los obispos que se aprovechan de su situación y de sus privilegios. Durante el sermón de su misa privada matutina, que presidió en la capilla de su residencia vaticana Casa Santa Marta, el pontífice repasó las lecturas bíblicas del día en las cuales aparece Eli, “un pobre sacerdote, débil, tibio, que dejaba hacer muchas cosas feas a sus hijos”. “¿Cuántas veces el pueblo de Dios siente que no es querido por quienes deben dar testimonio: los laicos cristianos, los sacerdotes, los obispos?”, que a veces dicen “esta pobre gente no entiende nada. Deberían hacer un curso de teología”, lamentó. El pontífice sostuvo que en el caso de Eli era de destacarse, puesto que sus hijos eran sacerdotes y al miso tiempo ladrones que buscaban poder y dinero, explotaban a la gente aprovechándose de sus limosnas y de sus donativos. Francisco instó a los presentes a no caer en ser legalistas o hipócritas, corruptos ni tibios, sino a seguir el ejemplo de Jesús, quien se aceraba a la gente con la finalidad de llevarla a Dios. Asimismo, recalcó que la enseñanza de Cristo no era nueva, sino el modo de presentarla: la transparencia evangélica. El Santo Padre en la homilí­a invita a profundizar sobre lo sagrado de la celebración eucarí­stica El Santo Padre ha invitado esta mañana durante la homilía de Santa Marta a “redescubrir el sentido de lo sagrado, el misterio de la presencia real de Dios en la Misa”. La primera lectura del día habla de una teofanía de Dios en los tiempos del rey Salomón. El Señor baja como nube sobre el Templo, que se llena de la gloria de Dios. El Papa ha comentado que el Señor habla a su pueblo de muchas formas: a través de los profetas, los sacerdotes, la Sagrada Escritura. Pero con las teofanías habla de otra manera, “distinta de la Palabra: es otra presencia, más cercana, sin mediación, cercana. Es Su presencia”. Y así explica el Papa que “esto sucede en la celebración litúrgica. La celebración litúrgica no es un acto social, un buen acto social; no es una reunión de los creyentes para rezar juntos. Es otra cosa. En la liturgia, Dios está presente”, pero es una presencia más cercana. De hecho, en la Misa, “la presencia del Señor es real, propio real”. Francisco lo ha explicado así: “Cuando celebramos la Misa, nosotros no hacemos una representación de la Última Cena: no, no es una representación. Es otra cosa: es precisamente la Última Cena. Es precisamente vivir otra vez la Pasión y la muerte redentora del Señor. Es una teofanía: el Señor se hace presente sobre el altar para ser ofrecido al Padre por la salvación del mundo. Nosotros escuchamos o decimos: ‘Pero, yo no puedo, ahora, debo ir a Misa, debo ir a escuchar Misa’. La Misa no se ‘escucha’, se participa, y se participa en esta teofanía, en este misterio de la presencia del Señor entre nosotros”. Francisco ha explicado que el pesebre, el Vía Crucis, son representaciones; pero la Misa, sin embargo, “es una conmemoración real, es decir es una teofanía: Dios se acerca y está con nosotros, y nosotros participamos en el misterio de la Redención”. Asimismo, ha afirmado que “lamentablemente muchas veces miramos el reloj vestirlo con la armadura de Saulo y no podía ni moverse”, y esto le sucedía porque “no era él mismo, no era humilde, no era el simple David. Al final tomó la honda y venció la batalla”. “Como corderos... No lobos... porque a veces la tentación existe: ‘Pero esto es difícil porque los lobos son vivos y yo seré más vivo que ellos, ¿verdad? Cordero. Tonto no, cordero. Con la astucia cristiana, pero siempre cordero. Porque si tu eres cordero, Él te defiende, pero si te sientes fuerte como un lobo, Él no te defiende, te deja solo, y los lobos te devorarán crudo”. El tercer aspecto de esta identidad es el “estilo del cristiano” que es “la alegría”. Los cristianos, ha afirmado, “son personas que exultan porque conocen al Señor y llevan al Señor”. Y advirtió que “el cristiano no puede caminar sin alegría, como cordero sin alegría”. Mismo “en los problemas, en las dificultades, y en las propias equivocaciones y pecados está la alegría de Jesús que siempre nos perdona y nos ayuda”. El Evangelio entonces “debe ir hacia adelante llevado por estos corderos enviados por el Señor que camina, con alegría”. “No le ayudan al Señor ni a la Iglesia, aquellos cristianos que tienen un tiempo de “lento-lamentoso’ en Misa, “contamos los minutos”: “no es la actitud propia que nos pide la liturgia: la liturgia es tiempo de Dios y espacio de Dios, y nosotros debemos meternos ahí, en el tiempo de Dios, en el espacio de Dios y no mirar el reloj”. A continuación ha proseguido recordando que “la liturgia es precisamente entrar en el misterio de Dios, dejarse llevar al misterio y estar en el misterio. Por ejemplo, estoy seguro que todos vosotros venís aquí para entrar en el misterio; pero, quizá alguno dice: ‘Ah, yo debo ir a Misa a Santa Marta porque en la visita turística de Roma hay que ir a visitar al Papa a Santa Marta, todas las mañanas: ¿es un sitio turístico, no? Todos vosotros venís aquí, nosotros nos reunimos para entrar en el misterio: esta es la liturgia. Es el tiempo de Dios, es el espacio de Dios, es la nube de Dios que nos envuelve a todos”. Fuente: Zenit Corderos, nunca lobos, pero con la astucia cristiana El cristiano nunca se detiene, camina siempre más allá de las dificultades. El Evangelio, se anuncia con alegría, y quien se lamenta no ayuda al Señor. Y puso en guardia delante de la tentación de volverse lobos entre los lobos. ¿Cómo tiene que ser un discípulo de Jesús? El cristiano es un enviado. El Señor envía a sus discípulos, y les pide de ir adelante. “Y esto significa que el cristiano es un discípulo del Señor que camina, que siempre va hacia adelante”. “No es posible pensar a un cristiano estático: un cristiano que se queda quieto está enfermo en su identidad cristiana, tiene alguna enfermedad en aquella identidad. El cristiano es discípulo para caminar, para avanzar. Pero el Señor dice también esto: ‘Vayan a todo el mundo y proclamen el Evangelio”. Vayan. Caminen. Aquí hay una primera actitud de la identidad cristiana que es caminar, y caminar mismo si hay dificultades, para ir más allá de las dificultades”. Y sabemos que esto es lo que sucedió con Pablo en Antioquía de Pisidia, donde existía dificultad con la comunidad judía y entonces los paganos ganaron espacios. Jesús, “exhorta a ir a los cruces de caminos” para invitar “a todos, buenos y malos”. Así lo dice el Evangelio, o sea “también a los malos”. Por lo tanto el Evangelio va más allá, para anunciar el Reino de Dios que está cerca. Un segundo aspecto de la identidad del cristiano es que “tiene que ser siempre como el cordero” y “conservar esta identidad”. Porque el Señor nos envía “como corderos en medio de los lobos”. Pero, se preguntó el Papa, ¿por qué no usar la fuerza contra ellos? Pensemos en David “cuando debía luchar contra el Filisteo: querían que viven siempre así, lamentándose de todo, tristes. Esto no es el estílo del discípulo. San Agustín le dice a los cristianos: “¡Anda, ve adelante, canta y camina!”. “En cambio demasiada tristeza, así como la amargura nos lleva a vivir un cristianismo sin Cristo: la cruz vuelve vacíos a los cristianos que están delante del Sepulcro llorando como la Magdalena, pero sin la alegría de haber encontrado al Resucitado”. La Iglesia nos hace reflexionar sobre la identidad cristiana. El cristiano camina más allá de las dificultades, y como el cordero sabe que no son suficientes sus fuerzas.