COLECCIÓN AQUERONTE Antonio López Alonso Fernán Caballero Pedro A. de Alarcón Antonio López Alonso Antonio López Alonso Stendhal Alcalá Galiano Aurelia María Romero NOVÍSIMA BIBLIOTECA Tomás Pérez Sánchez José Luís García Rodríguez Sasi Alami José Antonio Rey Juan Alberto Campoy Antonio Pérez Henares COLECCIÓN DE TEATRO Francisco Nieva Lourdes Ortiz Juan Patricio Lombera Raúl Hernández Garrido José Luis Alonso de Santos COLECCIÓN CERCANÍAS Horacio Vázquez Rial, Fernando Savater y otros Miguel Angel de Rus Rafael Domínguez Molinos La República Bananera USA Putas de España El anillo del rey Salomón El cutis de las monjas De Gilgamés a Francisco Nieva Mi adorada Nicole Cartas a un aprendiz de brujo Alfred Hitchcock, 14 películas imprescindibles Carlos II, El Hechizado La mitología contada a los niños Diario de un testigo de la guerra de África Enanos en El Quijote y en el arte A Miguel Hernández lo mataron lentamente Vida de Mozart Literatura española del siglo XIX Goya, el ocaso de los sueños La oleada de la desesperación La pirámide de las flores Manos de visón Cuentos apócrifos totum revolutum Animales, vegetales y minerales Catalina del demonio La Guarida Una noche con la muerte Los sueños de la ciudad Amor líquido COLECCIÓN DE NARRATIVA Miguel Ángel de Rus Sus travesuras adolescentes son el hilo conductor de esta gran novela erótica en la que el placer llega por lo cuidado del lenguaje y de las situaciones, por la exposición meditada de la belleza y la sensualidad que las dos chicas esparcen a su alrededor. El lector siente a través de la narración como sus manos despegan con cuidado la ropa interior de la piel femenina. El lector se convierte en espectador de placeres que anhela compartir, en cómplice de las travesuras de unas muchachas ya sin flor, que le resultan ingenuas y cautivadoras a la vez. Pero ha de estar atento, las llamadas locuras de juventud deparan sorpresas a cada instante y hay que tener cuidado para no caer en sus juveniles trampas. Andrés Fornells, aunque es español, por lo mucho que ha viajado, se considera ciudadano del mundo. Ha sido profesor de idiomas, intérprete, guía turístico y restaurador. Sus viajes le han permitido aprender varios idiomas, ampliar sus horizontes y embelesar sus ojos con innumerables bellezas. En la actualidad vive en la Costa del Sol. Ha publicado numerosos relatos cortos en EEUU y en España, y ha obtenido varios galardones en esta especialidad. Algunas de sus novelas son: Puerto Glamur, A la busca de la magia perdida, Never love a foreigner, La magia del amamaya, y La seductora modelo de Cibeles. ANDRÉS FORNELLS COLECCIÓN RARA AVIS Francisco Umbral Joaquina Gª de Fagoaga Konrad Lorenz Manuel Hidalgo Luis Alberto de Cuenca Javier Memba Daniel Padró Ramiro Cristóbal 20 En Jazmín significa amor voluptuoso nos encontramos a dos hermanas, bellas, llenas de vitalidad, incitantes, poseedoras de dos caracteres muy distintos. Una de ellas es apasionada, extrovertida, y mantiene dos relaciones sentimentales al mismo tiempo: con un hombre maduro y su hijo. La otra es seria, cerebral y rehúye convertirse en el objeto sexual de ningún hombre, hasta que la seducción se cruza en su camino. Europa se hunde Francisco Umbral Diccionario para pobres Augusto Monterroso Amores que matan Miguel Ángel de Rus Malditos Fernando Savater Episodios Pasionales Mario Benedetti Del amor y del exilio Fernando Savater El dialecto de la vida Francisco Nieva Manuscrito encontrado Ramón de España La vida mata en Zaragoza Ramón J.Sender Donde crece la marihuana José Luis Alonso de Santos El Romano Francisco Umbral Carta abierta a una chica Miguel Ángel de Rus Evas Juan Patricio Lombera Bestiario chicano progre SIGNIFICA AMOR VOLUPTUOSO Álvaro Díaz Escobedo Miguél Ángel de Rus El chalet de Madame Renard Europa mon amour Gamiani, dos noches de pasión Dafnis y Cloe Dígaselo con Valium Esencia de mujer Los viajes de Eros Cuando fuimos agua Victoria y el fumador La firma cristiana como marca Un degustador de fútbol de los de antes El mentalista Putas de fin de siglo Marcel Proust La raza de los malditos Mendicutti, de Rus y Gómez Rufo Pasiones fugaces Francisco Nieva La mutación del primo mentiroso Miguel Ángel de Rus Bäsle, mi sangre, mi alma Fernando Savater Último desembarco Horacio Vázquez Rial La isla inútil Antonio Gómez Rufo El señor de Cheshire Antonio López Alonso Ecos de un dios lejano Varios autores Antología del relato español Miguel Ángel de Rus Donde no llegan los sueños Miguel Gómez Yebra La clepsidra de Neptuno Aurelia Mª Romero Velázquez; la magia Carmen Matutes Círculos concéntricos José Enrique Canabal Luna de papel del espejo JAZMÍN COLECCIÓN INCONTINENTES Miguel Mihura Ramón de España Alfred de Musset Longo de Lesbos José L. Alonso de Santos Álvaro Díaz Escobedo Pedro Antonio Curto Antonio López del Moral Alberto Castellón Rafael Dominguez Manuel Villa-Mabela Joaquín Leguina Cuernos Retorcidos Francisco Legaz Trazo blanco sobre lienzo Joaquín Sánchez Vallés El juglar de Languedoc Manuel Cortés Blanco Mi planeta de chocolate blanco www.edicionesirreverentes.com Cuatro negras 237 razones para el sexo, 45 para leer Las aventuras de Dios Ediciones Irreverentes Ediciones Irreverentes Ediciones Irreverentes Antología 250 años de terror Isabel María Abellán El silencio perturbado SEGURIDADjazmin.qxp 06/03/2009 15:10 PÆgina 3 A NDRÉS F ORNELLS JAZMÍN SIGNIFICA AMOR VOLUPTUOSO Colección Incontinentes Ediciones Irreverentes SEGURIDADjazmin.qxp 06/03/2009 15:10 PÆgina 4 Todos los derechos reservados. Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier procedimiento y el almacenamiento o transmisión de la totalidad o parte de su contenido por cualquier método, salvo permiso expreso del editor. © Andrés Fornells De la edición: © Ediciones Irreverentes marzo de 2009 Ediciones Irreverentes S.L http://www.edicionesirreverentes.com [email protected] ISBN: 978-84-96959-32-3 Depósito legal: Diseño de la colección: Absurda Fábula Imprime Publidisa Impreso en España. SEGURIDADjazmin.qxp 06/03/2009 15:10 PÆgina 5 Son muy elogiables obras de caridad: dar de comer al hambriento, de beber al sediento, y sexo al muy necesitado, gratis y con agrado. C UALQUIERA , O YO POR EJEMPLO Nada es tan frágil como la ilusión y, sin embargo, el mundo entero pende de ella. VALENTÍN M ORAGAS ROGER SEGURIDADjazmin.qxp 06/03/2009 15:10 PÆgina 7 La totalidad de los personajes de esta humilde novela son entes de ficción. Y lo mismo afirmo del todavía más humilde argumento. Cualquier parecido con la realidad, que pudiera surgir, sería pura y asombrosa coincidencia, de la que de ninguna manera me consideraría culpable. E L AUTOR SEGURIDADjazmin.qxp 06/03/2009 15:10 PÆgina 9 CAPÍTULO I Lela abre hasta la mitad la hoja acristalada de la ventana de aluminio, imitación de madera nudosa, de su pequeño dormitorio. Echa una mirada indiferente al exterior. Sus medio adormilados sentidos perciben el agresivo estruendo del tráfico y el presuroso circular de los transeúntes. Cierra los ojos al sentir sobre sus sonrosadas mejillas la caricia del vientecillo fresco de finales de invierno; viento que trae ya algunos efluvios aromáticos anunciadores de la cercana explosión primaveral, y que provienen del jardincito de los inquilinos que ocupan la planta baja de este bloque de pisos modestos. Su hermosa faz adolescente, expresa ahora deleite. Se mentaliza positivamente: «Ser feliz depende por completo de mí. Motivos para serlo, me sobran. Hoy no tengo instituto. Ayer saqué un siete en Mate y otro siete en Lengua,. que son mis mejores notas en lo que va de trimestre. Y antes de levantarme me toqué, y he pasado un gustazo de escándalo. El sábado, a confesarse tocan. Y el padre Luis, tan maravillosamente discreto siempre, no me preguntará dónde me toco, ni tampoco cómo. La cara me estallaría de vergüenza si tuviera que detallárselo. Tampoco me pregunta con cuánta frecuencia lo hago. Debe pensar que es una sola vez y no todos los días, por la mañana, por el mediodía y finalmente por la noche –está última es la mejor, porque estoy más relajadita y el gustito se alarga más–. ¡Dios mío, es que es una cosa tan rica! En cuanto se vaya mamá me llenaré el baño de agua caliente y...» –¡Lela! ¿Has hecho ya tu cama? La voz interrogante materna viaja desde la cocina hasta la muchacha, sobresaltándola. Esto de sobresaltarse es algo que le ocurre siempre que la sorprenden abstraída. La disgusta. Hay tantas cosas que la disgustan. Demasiadas. –La hago enseguida, mamá. Lela cierra la ventana del todo para evitar que entre polvo de la calle, ese maldito polvo que luego tiene que limpiarse. 9 SEGURIDADjazmin.qxp 06/03/2009 15:10 PÆgina 10 –Antes de marchar a la oficina voy a pasar inspección, y como no esté hecha tu cama ya sabes, ¿eh? –amenaza la autora de sus esplendorosos días. –Sí, mamá, lo sé, no me dejarás salir esta tarde –dice Lela resignada, mascullando por lo bajo para que no pueda oírlo la madre–: Sí, sargento mayor. ¡Mierda de cuartel! Su propósito de tener un día completamente feliz acaba de recibir el primer revés. Dos minutos raspados le lleva hacer su cama. Lela no entiende por qué le causa una pereza tan grande realizar cualquier labor doméstica. Es evidente que existe en ella un fuerte e inevitable sentimiento anti-ama de casa. Los músculos de su cuerpo entero se rebelan contra cualquier tipo de trabajo hogareño, y se le muestran lacios, inactivos, renuentes. Por el contrario puede tirarse bailando, sin cansarse, horas y horas. Claro que esta energía extra la saca de las peligrosas anfetas, que sólo de tarde en tarde se arriesga a tomar. Les tiene miedo. Probablemente exageran sus detractores sobre el daño que causa al organismo; pero es bien cierto que estos estimulantes han ocasionado ya varias muertes. Como hoy en día se adultera todo... Y jugar a la ruleta rusa no le atrae lo más mínimo. La vida es tan hermosa, que la posibilidad de perderla le aterra. Se acuerda de su amiga Cheli. Cheli les tiene todavía más miedo que ella a las drogas. Cheli sí lo pasa fatal en el confesionario. La parroquia de su barrio, a la que acude a liberarse de sus culpas. Tiene un confesionario atendido por un curita joven, preguntón, supercurioso, fisgón, que con el mayor morbo la exige que le explique con todo tipo de detalles sus transgresiones voluntarias de las sagradas leyes de Dios. Lógicamente, por su causa, Cheli sufre unos bochornos de muerte. ¡Qué espanto verse forzada a pormenorizar una cosa tan íntima, a los inquisidores oídos de un completo extraño! «Cada vez te ponen más difícil lo de ser un buen cristiano», se queja su mejor amiga, y con toda la razón del mundo–. Luego les extraña a los del clero que cada vez acuda menor número de gente a las iglesias. Porque vamos a ver: ¿qué daño le hace una a nadie sacando un poquito del muchísimo placer que guarda encerrado dentro de su cuerpo? Evidentemente ninguno. En realidad, si quienes dirigen la Santa Iglesia fueran menos tradicionalistas, carcas y cerrados de mollera, recomendarían incluso su práctica. 10 SEGURIDADjazmin.qxp 06/03/2009 15:10 PÆgina 11 –¡Lela! ¿Has visto mis pantis nuevos, los negros? Ahora la voz que sobresalta a la muchacha es la de Gema, su hermana mayor, áspera, diametralmente opuesta a la melosa que usa en la oficina cuando les habla a los clientes por teléfono, y no digamos cuando se dirige a Richard, el guaperas de su jefe. Richard, un metro noventa de estatura, atlético, ojos verdes, pelo negro como ala de cuervo y una boca sensual por la que acostumbra asomar su lengua sonrosada, provocadora, cuando le dicta la correspondencia del día. Richard está casado, no tiene hijos ni quiere tenerlos. Considera que su vida suma ya sobradas complicaciones. La principal de ellas una esposa impuesta a la que aborrece con toda su alma. Los matrimonios que arreglan los padres con sus respectivos hijos, raramente funcionan bien. El único placer que le saca Richard a la vida, aparte del que le produce ganar dinero con sus negocios, se lo procura Gema, con la que él lleva casi un año de relación adultera. –¡No he visto tus pantis para nada; ni ganas, gritona! Si no fueras tan dejada, y ordenaras mejor tus cosas, las encontrarías cuando te hacen falta. Gema se ha levantado de mal humor. Lo contagia a los demás miembros de su familia. Sienta fatal a su carácter acostarse tarde y tener que asistir al día siguiente a su trabajo muerta de sueño, cansancio, y algo de resaca. Para que su madre no se entere y la regañe por ello, suelta un chorro de tacos gordos, en inglés. Guillermina, mira reprobadoramente a su hija mayor. Se queja: –Si yo hubiéramos sabido que ibas a emplear los idiomas que te he hecho estudiar, para decir cosas que yo no entiendo, no me habría gastado todo el dinero que me he gastado mandándote a buenas academias. Lela aparece en el salón. Su hermana está levantando todos los cojines, por si aparece debajo de alguno de ellos la prenda extraviada. Interviene la más joven de las dos hermanas: –Esos pantis tienen que estar dentro de tu cuarto. ¿Entro y te ayudo a buscarlos? –ofrece. Su buena voluntad recibe un improperio en la lengua de Shakespeare, cuya letra inicial es la «f». –Por ahí que te den a ti, rica, que a lo mejor te gusta... Que a lo mejor lo has probado ya y no has querido contármelo… 11 SEGURIDADjazmin.qxp 06/03/2009 15:10 PÆgina 12 Gema se mete dentro de su dormitorio, rezongando. –¿Qué ha estado diciendo esa loca? –quiere saber la madre asomándose a la puerta de la cocina, secando sus manos en el delantal con media docena de recetas culinarias estampadas en él. –No quiero escandalizarte, mamá. Aparte de que si lo repito tendré encima que confesárselo al padre Luis. Y ya sabes lo que entristecen a ese hombre bonachón los pecados, aunque sean pecados ajenos. –¿Tan gordo ha sido lo dicho por tu hermana? –se escandaliza. –Más. Por qué no le prestas esos pantis tuyos, los que sólo te pones para ir a los entierros, y dejas que se vaya de una vez esa gritona, mamá. Al vestido que se ha puesto no le va otro color. –¡Ay, que presumidas me habéis salido, hijas! Cuando yo tenía vuestra edad me conformaba con cualquier cosa. –Cuando tú tenías nuestra edad todas las chicas se conformaban con cualquier cosa, mamá. Y ahora no es así. Si vas zarrapastrosa enseguida te critican, se burlan de ti, te llaman miserias, muerta de hambre, patética, cochambrosa. Se desplaza la madre a su dormitorio. Regresa de inmediato con los pantis de asistir a los sepelios. –Dáselos tú, porque como empiece de nuevo a decir cochinadas en extranjero le voy a contestar en español y la vamos a liar. Y no me conviene para la tensión, que la muy condenada con los disgustos se me sube como una nave espacial. Lela atraviesa, risueña, la puerta del cuarto de su hermana. –Toma los pantis y tranquilízate, no te llegue la menopausia antes de tiempo. Recibe una mirada furibunda acompañada de una injusta acusación: –Así que los tenías tú, ¿eh, arpía? –¡Trágate esas palabras, infame calumniadora! Son los pantis que se pone mamá para ir a los entierros. La mano que estaba adelantando Gema, da un salto atrás como si acabara de mordérsela una víbora. –¡Fuck you up! –Que te foquen a ti, desagradecida. Gema se concede dos segundos de reflexión. Vence la superstición sobre su sentido común. Las medias que han concurrido a varios sepe- 12 SEGURIDADjazmin.qxp 06/03/2009 15:10 PÆgina 13 lios seguro que la traerán mala suerte. Va hasta el armario ropero abierto. No se lo piensa más. Se quita el vestido que lleva, coge un traje de chaqueta y se lo pone. Lela observa desde la puerta, con ojos cargados de admiración, el voluptuoso cuerpazo de su hermana. ¡Con razón los tíos se pirran por ella! Con razón tiene dos amantes, ambos casados y haciéndole de continuo regalos caros. Con razón ha dejado de confesarse. No quiere causarle un infarto al pobre padre Luis que la conoce desde el bautismo, la ha tenido siempre por virtuosa aprovechadora de todos los buenos consejos y buenas enseñanzas que él le ha suministrado, con pródiga generosidad, a lo largo de varios años. –¡Vaya! Ahora tengo que ir al servicio –masculla la malhumorada Gema al pasar como una exhalación por el lado de su hermana pequeña–. En vez de estar ahí parada como un poste de teléfonos podrías recoger mis cosas, asear un poco mi cuarto y hacer la cama. Hoy no tienes otra cosa que hacer que calentar tu culo virginal sentada en el sofá. –Las cosas se piden por favor, maleducada. La madre de ambas ha terminando de preparar los desayunos. Se lamenta: –¡Dios mío, qué existencia tan triste la mía! La primera mitad de mi vida me la arruinaron mis padres, y ahora mis hijas me están arruinando la otra mitad. Lela que ha llegado a tiempo de escucharla, apunta zalamera: –Tendrás tú queja, mamá, que tienes dos hijas que te adoran. –Sí, sí, menuda adoración. Para abusar de mí, es para lo único que me queréis. Se hace la dura, pero las palabras de su hija pequeña la han enternecido. Sabe que, sin llegar a la adoración, las dos la quieren. –¿La señora sargento no pasa revista a mi cama? –No tengo tiempo ahora –deja Guillermina encima de la mesa las dos humeantes tazas de café con leche para sus hijas. –¡Oh, qué bien huele todo, mamá! Eres un sol –comenta Lela dándole un goloso repaso visual a las tostadas, los dos huevos duros, el bacón, la mantequilla y la mermelada. Gema se reúne con ella. Agitada como siempre y corta de tiempo. Va de pasarela. ¡Arrebatadora! Se ha quitado el traje chaqueta y lleva ahora un vestido de chiffon oscuro largo hasta los pies, sujeto sobre sus 13 SEGURIDADjazmin.qxp 06/03/2009 15:10 PÆgina 14 hombros con dos tirantes, escote de escándalo, y zapatos sostenidos por dos afilados estiletes. Colgada del brazo una trenca. Dos sueldos mensuales le ha costado lo que lleva puesto. Lela admira la facilidad con que mantiene su hermana el equilibrio encima de esas altas y difíciles plataformas. Ella tendrá que empezar a aprender a andar desde esa elevada altura. Las piernas de una mujer con este tipo de calzado se alargan y adquieren una elegancia máxima. Cuando se vayan Gema y su madre se entrenara a caminar sobre un par de zapatos de su hermana. Es algo que cuesta bastante más que el hacer equilibrios sobre un par de patines. Las tres mujeres han impregnado la estancia con sus tres diferentes perfumes. –Mamá, voy a tomar únicamente el café. No tengo tiempo para más. A Guillermina la contraría, y no poco, la decisión de su primogénita. Ella pertenece a una generación convencida de que una buena alimentación significa, sin la menor duda, una buena salud. Repentinamente su mirada va a parar al retrato de su difunta madre, cuadrito dueño absoluto de una de las paredes de la cocina, y cuyos ojos tristones, con marcadas ojeras, la miran con lástima. Luce la difunta un moño en forma de donut que sobresale por encima de su pelo delantero todo aplastado. Su boca, levemente entreabierta, da la impresión de que puede romper a hablar en cualquier momento. –¡Ay, mamá, qué suerte tan grande tuviste al marcharte tan pronto a la gloria! Te ahorraste ver lo rápido que se va deteriorando este pobre mundo nuestro. A tal punto de deterioro ha llegado ya que a la gente de bien se nos están quitando hasta las ganas de seguir viviendo. Mares, tierras y cielos les tenemos atrozmente contaminados. Hay más coches ya que personas. Más malhechores que gente honrada. Los precios de las cosas siempre subiendo y nunca bajando. Las cifras de católicos disminuyen en lugar de aumentar. Y esta juventud de ahora los fines de semana hacen de la noche día, y del día noche. Y beben como cosacos y se drogan como mandarines –Guillermina ha leído hace poco un artículo que desvelaba la adicción que algunos altos cargos chinos tuvieron, en el pasado, a las substancias opiáceas. Gema se bebe el café con leche de un solo trago. Reprueba mientras devuelve la taza al platito, las dos piezas únicas supervivientes de un regalo de boda materno: 14 SEGURIDADjazmin.qxp 06/03/2009 15:10 PÆgina 15 –Qué teatrera eres, mamá. Cuánto te gusta dramatizar. Suspira Guillermina echando la espalda atrás. Durante un par de segundos sus tetas caídas recobran la posición que alguna vez tuvieron. Compone expresión de víctima. Pide con esa falta de fe de quienes saben de antemano que serán derrotados: –¿Quieres hacer el favor de seguir sentada y desayunar como Dios manda, Gema? –No tengo tiempo ni quiero, mamá. La chivata de la báscula me ha dicho esta mañana que he engordado cien gramos. –Entonces yo he trabajado para nada, vamos. Para tirarlo –abandona una de sus manos la zona del lumbago para señalar el sándwich de jamón y queso que le ha preparado. –Imposible, mamá. Me voy volando. –No te preocupes, mamá –interviene Lela–. No tendrás que tirar nada. Yo me comeré, además del mío, el desayuno de esta desagradecida. Le lanza Gema una mirada de malsana envidia. –Y esta niña repugnante que puede comer como una cerda y continuar conservando ese cuerpecito de sílfide –masculla. Guillermina se cuelga una medalla. –Lela ha salido a mí. Yo tenía a su edad el mismo metabolismo maravilloso. Podía pasarme el día comiendo y no engordaba. Pero esa prodigiosa cualidad se fue al garete cuando quedé embarazada de vosotras. Este es otro perjuicio que os debo, hijas desconsideradas, haber perdido por vuestra culpa la figura tan espectacular que tenía antes de engendraros. Aproxima a sus ojos la punta del delantal. –Mamá, déjate de sentimentalismos, que te afean. Gema planta dos sonoros besos en el rostro de su progenitora y abandona con prisas la cocina. –No olvides tu bolso y las compresas. Sus palabras en absoluto sorprenden a su hija mayor. Saben, tanto ella como su hermana menor, que desde que les vino la primera regla su madre les viene vigilando la menstruación. Tiene tanto miedo a que se las dejen embarazadas. –¡La unidad familiar de esta casa se está desmoronando! –grita Lela a la que se marcha–. ¡Antes solías besarme a mí también, descastada! Le devuelve la otra un desabrido extranjerismo. 15 SEGURIDADjazmin.qxp 06/03/2009 15:10 PÆgina 16 –Cómo me arrepiento de haberos animado a estudiar idiomas –repite Guillermina–. ¿Qué ha dicho ahora tu hermana, Lela? –Mejor no te lo digo, mamá. Quiero ahorrarte una amargura más. Ametrallan el enlosado los estiletes que calza la secretaria jefe de la empresa multinacional Anjasemar. Lela y su madre se levantan de la silla para verla marchar hacia la puerta de la calle. ¡Gema es tan elegante, tan segura de sí misma! –Di por lo menos adiós y gracias, mal educada –le lanzan ahora, a dúo, risueñas. –¡Zut, bordel! –responde la destemplada políglota. Cierra la puerta de golpe. Ha dado con frecuencia portazos más fuertes que éste. Deplora Guillermina dirigiéndose a su hija menor: –¡Ay, Señor! Qué cambio tan enorme el que ha dado tu hermana en los últimos años. De niña era tan buena, tenía ese carácter tan alegre, tan manso, tan dulce, tan obediente y servicial. Cualquier cosa que le mandaba me la hacía al instante, y con gusto. ¿Qué crees tú, Lela, que ha podido ocurrirle para haberse convertido en la fiera agresiva que es ahora? –Una cosa muy simple la que le ha ocurrido, mamá: ha sumado años. Nueva mueca a cargo de Guillermina. Coge el pico del delantal otra vez y se lo lleva a los ojos, tras quitarse previamente las gafas de miope. Sacude la cabeza. –¿Has escuchado el lenguaje tan soez que suele usar tu hermana? Pues para que veas cuanto han cambiado las cosas, en mis tiempos el taco más gordo que decíamos, y debíamos estar muy, pero que muy enfadadas, era mecachis en la mar. Y ahora mencionáis lo innominable como si tal cosa. ¿Sabes si se sigue confesando tu hermana? –Lo ignoro. Sin embargo, tengo serias dudas al respecto. Expone Guillermina cierta esperanza en sus próximas palabras: –Tú nunca te desviarás de la senda recta y segura que conduce a la salvación del alma, ¿verdad, nena? Lela se pone de un colorado subido. La confianza que su madre tiene depositada en ella la abochorna. Ésta advierte su cambio de color facial e inquiere repentinamente solicita, preocupada: –¿Te encuentras bien, mi cielo? 16 SEGURIDADjazmin.qxp 06/03/2009 15:10 PÆgina 17 –Creo que sí. ¿Te has fijado en la hora que es, mamá? Busca la mirada de su progenitora el inflexible reloj de pared redondo como un queso clásico, sólo que en lugar de servir para que le coman los demás se come él los segundos, los minutos y las horas. –¡Dios santo! Sirviendo a todo el mundo me olvido de mí. Guillermina se libra del delantal y lo deja encima de una silla. Lela ha comenzado a dar buena cuenta del sándwich de su hermana. Un mohín de disgusto aparece en su bello, todavía aniñado, semblante. Está ya frío el queso. Las cosas, como están más buenas, es recién hechas. Su madre abandona la cocina y reaparece dos minutos más tarde con su rebeca puesta y cogido de la mano el bonito bolso negro que sus hijas le regalaron el día de su cumpleaños. Guillermina limpia por las mañanas la consulta de un dermatólogo y a continuación realiza para él la función de secretaria. El médico, que trata enfermedades de la piel, se llama Gervasio, es soltero y misógino. Odia a todas las mujeres menos a dos, que son Guillermina y su santa madre con la que vive y que lo cuida y mima como jamás sería capaz de hacerlo ninguna otra mujer de este planeta. –Mira, nena. Tengo la lavadora marchando. Lo único que tienes que hacer cuando termine el programa es sacar la ropa y colgarla del secadero. Ten mucho cuidado no se te caiga alguna prenda a los pisos de abajo, ¿oyes? ¡Ah!, y arregla los cojines del sofá. Están amontonados y aplastados de mala manera. Lástima de regalo que me hizo mi hermana Conchi, con esos preciosos bordados de punto de cruz. –Ve tranquila, mamá. Seguiré al pie de la letra tus estrictas órdenes. Última recomendación: –Y estudia un poco hoy que tendrás tanto tiempo. No estés siempre aprobando por los pelos, causándonos preocupación a tu padre y a mí. –Peor sería que no aprobase ni por los pelos ni por nada, como hacen la mitad de mis compañeros de clase, mamá. –A mí no me importa lo que hagan los demás, sino lo que haces tú. ¡Ah! y no le abras la puerta a nadie, que todos los ladrones de Europa se han venido aquí, a nuestro país. Y es que en cuanto se enteraron de que aquí vivimos bien, tenemos un clima maravilloso y somos muy blandos a la hora de aplicar las leyes, han venido aquí a quitarnos lo poco que tenemos y que tantos sufrimientos y sacrificios nos ha costado conseguir. 17 SEGURIDADjazmin.qxp 06/03/2009 15:10 PÆgina 18 No sé ya que es peor, si irse de emigrante como fue tu abuelo, o que los emigrantes se vengan aquí. Y no olvides cortarte las uñas de las manos, que las llevas ya demasiado largas y no te las pintes de negro que es color muy lúgubre, muy funerario y a ti, tan jovencita, no te favorece nada. –Mamá, que estás tú muy pasada de moda para opinar sobre ciertas cosas. Perteneces a una generación antediluviana. –No me faltes al respeto, niña –demasiado cansada para mostrarse severa–. Y lava todos los cacharros del desayuno, cielo. Se ofrecen mutuamente las mejillas para el intercambio de besos. –Sí, haré cuanto me has exigido, pero luego no me grites si vuelvo a casa un poco tarde algún fin de semana -trata de sacar ventaja su hija. –¿Un poco tarde llamas tú a presentarte aquí a las dos de la madrugada hecha unos zorros y con unas ojeras que te llegan a los pies? –se escandaliza Guillermina. –Tienes razón, mamá. Eso se llama llegar temprano. Su intento de chiste fracasa. La mujer que le ha dado la vida pliega, con gesto de censura, sus labios discretamente pintados. El misógino de su jefe odia a las mujeres llamativas. Lela escucha el fru-fru de su falda y el zapateado casi insonoro de su calzado de tacón bajo. Guillermina es la única de la familia que cierra con suavidad la puerta de la calle. Lela suelta el eructo reprimido hasta entonces. Levanta sus brazos y hace el numerito egipcio de mover el cuello a un lado y otro. ¡Ah!, toda la casa para ella sola. Gira el dial del transistor. Música guay llena la estancia. Bailando traslada los cacharros del desayuno desde la mesa al fregadero. –¡Uf, coño! Ha estado cerquísima de caérsele al suelo la única taza superviviente de las favoritas de su progenitora. Abre el armarito donde guardan utensilios y productos de limpieza. Coge la fregona: –Ven aquí, cachondo mío, que nos vamos a marcar tú y yo esta rumbita sabrosona. ¡Azuquita! Que se muevan sensuales esas caderas, mulato guapetón. Fíjate en mí que me cimbreo como una espiga de oro mecida por la brisa primaveral, como el otro día me dijo por la calle un viejo saleroso, al pasar por mi lado. «¿Quién fue el que me dijo que tengo la flexibilidad de una Paulova? Antonio Jesús. Tuvo que explicarme quien fue esa señora. Es un 18 SEGURIDADjazmin.qxp 06/03/2009 15:10 PÆgina 19 sabiondo, un empollón sin gafas. Pobrecito. Está loco por mí, y todo lo más que él me inspira es pena. A mí me gustaría conocer un hombre como el jefe de mi hermana. Mitad playboy, mitad bandido. Atlético, guapo, con espeso, brillante cabello negro y esos grandes ojos verdes rodeados de oscuras y espesas pestañas. Siempre bien trajeado, bien peinado, impecable el tío. Con su toque de misterio. Impasible y monosilábico un minuto y al minuto siguiente encantador, charlatán, gracioso, sensible. Que me enamorara diciéndome que mi cuerpo parece una maravillosa serranía con hermosas, ondulantes colinas y sublimes hendiduras. Entre los chicos que conozco, el más interesante es Chano Catero: la estrella rutilante del equipo de baloncesto local. Superguapo, cínico, conquistador. Todas las chicas suspiran por él. Y él se aprovecha. Va libando de flor en flor. Ningún ligue le dura más de una semana. Y tiene tanto dónde escoger. A sus entrenamientos acude una numerosa corte de admiradoras supercalientes. Y encima sus padres tienen dinero. Le han regalado un descapotable colorado que él conduce a velocidad de vértigo. A mí no ha vuelto a molestarme después que yo, por dos veces, rechacé la invitación a salir con él. Me moría de ganas, pero me dio coraje su seguridad, su convicción de que caería, como todas las otras, rendida a sus pies. Yo me valoro bastante más que eso. Así que lo trato con indiferencia, como si le considerase poco menos que una colilla. He asimilado muy bien las enseñanzas de mi hermana. Con los hombres hay que hacerse mucho de rogar. Vamos, a no ser que quieras convertirte en un putarrón que va de cama en cama y terminan los tíos pasándote de uno a otro como si fueras un trapo sucio. La que fácil se les entrega, fácil es usada y tirada por ellos. ¡Menudos aprovechados sin conciencia son!» Lela ha limpiado todo sin apenas darse cuenta. Cuelga el paño de secar –ahora empapado– sobre el respaldo de una de las sillas, imitando así a su madre. Desconecta el teléfono para que nadie pueda molestarla. Dirige una mirada de refilón al televisor. Le recrimina: –Eres una mierda. Me has fastidiado los programas de anoche y los que podría ver esta mañana. 19 SEGURIDADjazmin.qxp 06/03/2009 15:10 PÆgina 20 SEGURIDADjazmin.qxp 06/03/2009 15:10 PÆgina 21 CAPÍTULO II A continuación pasa a su dormitorio. Empieza a desnudarse frente al alargado espejo del armario ropero. Realiza una especie de strip-tease amateur, con seductora lentitud como dice su hermana que hace delante de sus amantes. ¡Que no sabrá Gema! Un día –curiosa insaciable– Lela le preguntó a qué sabía el semen de los tíos y Gema le contestó que a mayonesa. «Lo que nos reímos cuando, en mi inocencia, la dije que ella podría, alguna vez, si estaba hambrienta, untarlo en pan y comérselo. ¡Qué guarrerías se me ocurren a veces! ¡Es de vergüenza!» Ya está Lela como su madre la trajo al mundo. Una sonrisa de absoluta satisfacción se extiende por su bonito, vivaracho semblante. –Aquí tenéis, señoras y señores, delante de vuestros pasmados ojos, la obra suprema, perfecta de la naturaleza. Nunca antes ella creó otra igual, ni volverá a crear ninguna más. Agotó su talento creador –anuncia en un tono graciosamente rimbombante–. Ojos enormes, intensamente negros y bellísimos, boca grande, sensual, que mi hermana dice fue creada al igual que la suya, más para el placer que para la conversación; cuello largo, elegante; espléndida melena azabache cubriendo parte de mis hombros. Pechos medianos, firmes como piedras, agresivos, con los puntiagudos caracolitos morenos mirando fijamente al frente –los rozo con mis dedos e inmediatamente, como soldados bien disciplinados, se me ponen tiesos–. Ajá, lo que acabo de decir, un simple pellizco y ya los tengo convertidos en dos gozosas aceitunas. Caderas de ánfora, piernas bien torneadas y una piel tan sedosa que hasta a mí me da gusto tocarla. Y de mi virginal estuchito del placer supremo me ocuparé ahora mismo. Fin de mi panegírico personal. Señoras y señores, hasta otra. Quédense con la envidia y la calentura que les he despertado a todos ustedes. ¡Amén! Pensar en lo que realizará a continuación excita ya a Lela provocándole un delicioso, intenso calorcito que le nace en las rodillas y la cubre hasta el mismo ombligo. 21 SEGURIDADjazmin.qxp 06/03/2009 15:10 PÆgina 22 Se trae el taburete y el espejito de su tocador. Se sienta delante del pulido cristal azogado. Entreabre sus espléndidas piernas dobladas por las rodillas y aparece en su voluptuosa totalidad el triángulo de pequeños rizos negros. Coloca en su mano izquierda el espejito de manera que pueda verse la mayor intimidad que posee, manteniendo una postura cómoda. Una vez conseguido esto, la mano derecha entreabre con mal controlada, trémula impaciencia los rosáceos pétalos virginales. Se estremece. Una oleada de calor transforma en fuego cada gota de sangre que corre por sus venas. Sopla quitándose el delgado mechón de cabello que le ha caído sobre un ojo. Saluda con voz cargada de ternura: –Hola cosita linda. Qué hinchadita te has puesto ya. Te mueres de ganitas de que yo te dé mucho gustito, ¿verdad? Pues voy a complacerte. Dos dedos ansiosos se posan sobre el lujoso, ardiente adorno de palpitante carne nacarada. Lo someten a lenta frotación. Arriba, abajo, centrifugado. Suspiros, jadeos. Los muslos ebúrneos no pueden estarse quietos. Tiemblan. Se tensan, se aflojan, se abren, se cierran. –Qué te gusta esto, ¿eh piquito sinvergonzón? ¡Uf, qué rico! Mi hermana dice que el placer que te da un buen pene es infinitamente mejor que esto. ¡Dios mío, pues será ya la locura! Claro que la primera vez le dolió bastante. Las novatadas se pagan. Tiene razón mi amiga Cheli cuando dice que no es lo mismo que te claven un alfiler en el lóbulo de la oreja, que esa enorme cosa masculina dentro de tu cosita estrecha y extremadamente sensible. ¡Huy, qué gusto tan grande! Huy, ya me vienen las olitas divinas. Las olitas celestiales… Las olitas enloquecedoras… Las siento... Las siento venir... ¡Las siento cada vez más cerca…! ¡Van creciendo... creciendo...! Tiemblan las espesas, largas, curvas pestañas de Lela, su lengua rosada dibuja circulitos húmedos alrededor de sus entreabiertos y carnosos labios. Su aliento es una dulce, cálida brisa de almizcle. Está preciosa en su sofoco, con parte de su cabellera endrina caída en cascada sobre parte de su cara. El corazón le late como paloma batiendo alas, buscando escapar de su encierro. Gemidos gozosos escapan de su boca gordezuela, de perfiles todavía aniñados. Abrasa el resorte que pronto le abrirá las compuertas que retienen el fluido mágico. Se vuelve vertiginoso el movimiento rotativo de los dedos frenéticos. Los muslos satinados de la ninfa fogosa se abren al máximo antes de cerrarse cuando el 22 SEGURIDADjazmin.qxp 06/03/2009 15:10 PÆgina 23 maremoto del placer vierte la totalidad de sus reservas, la inunda por completo, haciendo inútil su intento de retenerlo más tiempo. Poderosas convulsiones sacuden el cuerpo de la muchacha. Un grito de salvaje liberación escapa de su jadeante boca: –¡Guaauuu! ¡Huy, huy, huuuuuuy.....! Finalmente queda inmóvil, rendida, lacia, siente como la pleamar le va retirando las aguas del deleite supremo. «¿Por qué no durará este prodigio sensorial más tiempo, dos o tres horas por ejemplo?», se lamenta. Siempre le queda después de masturbarse una sensación de insuficiencia. Y es que lo bueno –en este caso buenísimo– no cansa. Se observa en el largo espejo del armario ropero. Sonríe complacida. Constata: –Tengo la cara roja como un tomate. Pero estoy guapísima y feliz. Se dirige acto seguido al cuarto de baño. Pone el tapón a la bañera y abre los grifos. Los regula hasta conseguir la temperatura que le gusta. Sentada al borde del esmaltado recipiente se queda un momento ensimismada. Su imaginación vuela tan por libre que cuando regresa de nuevo a la realidad no puede decir en qué ha estado pensando. Se mete dentro del agua caliente. Apoya la nuca sobre el borde de la bañera. Cierra los ojos. Qué divina sensación la que se adueña de ella. Ni siquiera echa de menos la música del transistor. Invade su mente un maremágnum de variados pensamientos. Ancla uno inesperado. Pepi, su compañera de instituto, una muchacha medio tonta que se ha convertido en el hazmerreír de todos. Qué rara es la pobre. Tuvieron que llevarla al psiquiatra porque cuando se ponía nerviosa en clase le daba por comerse las gomas de borrar. Consiguió el alienista cambiarle esta fijación por otra: comer caramelos. Notable mejora, ¿no? Ella admira mucho a los especialistas en enfermedades mentales y nerviosas. –Y luego dirán que no sirven para nada los psiquiatras. Lela se encuentra tan a gusto allí en remojo que le entran ganas de acariciarse otra vez. Le asalta una idea preocupante. ¿Será ninfómana sin saberlo? No lo desea en absoluto. Entregarse a quince o veinte tíos diarios y no sentirse nunca satisfecha ha de ser un muermo, un agobio, y hasta una desgracia. No, no, lo dejará. Al mediodía, antes de que vuelva su madre para hacer la comida, estará bien. ¿Y si estudiara un poco? La 23 SEGURIDADjazmin.qxp 06/03/2009 15:10 PÆgina 24 vida es sacrificio, es esfuerzo, le sermonea siempre su padre, y quien no lo entiende así únicamente puede alcanzar una meta en la vida: ¡la ruina! Abandona la bañera después de lavarse la cabeza con champú. Envuelve su cuerpo juvenil con una toalla grande, y de colorines. Lela al salir del cuarto de baño se sienta en el sofá a hojear una revista. Le da pereza vestirse. Se siente cómoda cubierta con la toalla. De pronto suena el timbre de la puerta. El agudo, insistente ruido la sobresalta por lo inesperado. ¿Quién podrá ser? ¿Alguna vecina pidiendo azúcar, cabezas de ajos, sal...? Considera que si se hace la sorda, quien sea que llama pensará que no hay nadie en casa y se marchará. Pero el timbre toca con inquietante persistencia. La muchacha duda. ¿Y si se trata de algo importante? Como no ha recordado conectar de nuevo el teléfono, igual han querido por ese medio comunicarse con ella y no han podido. ¡Qué pesado el que sea! Qué perseverancia. Se acerca a la puerta. Sus pies descalzos no hacen el menor ruido. Mira por la pequeña, redonda mirilla de la puerta. Al otro lado de ella, con cara de impaciencia un hombre de aspecto recio. Aparenta unos treinta y cinco años. Rostro cuadrado. La espesa mata de pelo que cubre su cabeza posee la forma del casco de un soldado romano. Expresión malhumorada en su rostro de facciones regulares, duras. Puede leer a la altura del pecho de su mono azul: Empresa Marcuchi. Se explica inmediatamente su presencia allí, se trata de un técnico que les han mandado para reparar el televisor averiado. Su padre ha debido avisarles desde su despacho de la frutería. Pregunta, para asegurarse: –¿Qué quiere, señor? –¡Vaya, por fin! –masculla el que aguarda–. Tengo entendido que tienen un televisor estropeado. ¿Quieren que se lo arregle, o no? Influye en Lela el tono apremiante usado por este desconocido, así que decide abrir la puerta. El hombre desarruga su ceño nada más posar sus penetrantes ojos en esta preciosa adolescente que lleva por toda vestimenta una toalla. –Te estabas duchando, ¿eh, bonita? –comenta esbozando una media sonrisa de troglodita amistoso. –Bañando –corrige ella, haciéndose a un lado para que él pase. El operario lleva en su mano una enorme caja de herramientas. Luego de cerrar la puerta, Lela coge la delantera y lo precede hasta el 24 SEGURIDADjazmin.qxp 06/03/2009 15:10 PÆgina 25 salón. Puede sentir sobre ella la mirada ardiente del hombre, como si fuera algo físico. «El tío guarro», condena mentalmente. –Aquí está el aparato averiado –señala. –¿Qué le ocurre a este cacharro? –pregunta el técnico mirándola a ella y no al televisor, prendido en sus ojos un incandescente brillo de lujuria. –De repente se le fue la imagen. Pero el sonido funciona. –Así que el sonido funciona, pero la imagen no... –Eso es lo que he dicho. Lela se echa para atrás con ambas manos sus cabellos empapados. Este brusco movimiento por su parte trae como consecuencia inmediata que se afloje la toalla que lleva puesta y ésta caiga al suelo antes de que pueda atraparla. –¡Virgen de los santos capullos! –exclama el hombre contemplando, con ojos desorbitados de admiración, su bellísima desnudez. Avergonzada a más no poder, como la grana sus aterciopeladas mejillas, la muchacha recupera la toalla. Pasan media docena de segundos antes de conseguir envolver su cuerpo con ella. Todo ese tiempo el hombre la ha estado devorando con la mirada, sin preocuparse de la turbación y el sonrojo que su descarada actitud causa a la apurada Lela. –Niña, pero qué maravilla de cuerpo tienes –dice extasiado, y señalándose la bragueta acusa–: ¡Mira, mira, cómo me has puesto! A veces a Lela le sale de dentro una perentoria necesidad de ser insolente. Le ocurre así en este momento. A pesar de los rubores que le acaloran el rostro, levanta la cabeza y mostrando un gesto desafiante pregunta: –¿Cómo le he puesto yo a usted, señor? El hombre no aguanta que una mocosa, por buena que esté se le insolente, y decide darle una lección. Baja la cremallera de sus pantalones. Mete una mano dentro de la abertura, a continuación saca fuera de ella su enorme masculinidad erecta, y manifiesta justificándose: –Así es cómo me has puesto. ¿Qué te parece? Lela siente como el asombro abre sus ojos hasta casi salírsele de las órbitas. Traga saliva. Jamás ha visto cosa igual. En realidad, ni tan siquiera ha llegado alguna vez, desbordada al máximo su fantasía, a imaginarla. 25 SEGURIDADjazmin.qxp 06/03/2009 15:10 PÆgina 26 –Te has quedado sin habla, ¿eh, nena? Nunca contemplaron tus preciosos ojos un ejemplar tan extraordinario como el mío. ¿A qué no? Sé sincera. ¿Te gustaría tocarlo? Ella consigue por fin mover la cabeza a un lado y otro. Su cabello largo, todavía mojado, flagela su rostro. Su humedad la refresca, la saca un poco de la absoluta fascinación en que ha caído. Y justo en este momento suena el timbre de la puerta. El sobresalto que sufren los dos les inmoviliza. El técnico suelta en voz baja un chorro de maldiciones. Cruzan ambos la mirada. Llegan a un inmediato acuerdo. No contestarán. Pero entones una voz femenina grita a todo pulmón: –¡Abre, Lela! Soy tía Conchi. Sé que estás en casa. Casi sintiendo ganas de romper a llorar de frustración, la muchacha dice al operario: –Lo siento. Si no abro enseguida mi tía empezará a dar gritos pidiendo ayuda a los vecinos. Guárdese ese grandote suyo. Si lo ve, a mi tía podría darle un infarto; es solterona y padece del corazón. El hombre suelta un rugido de jayán frustrado. –¡Te abro enseguida, tiíta! –grita Lela. Corre a su cuarto. En un santiamén se coloca un vestido por la cabeza. Para no perder más tiempo, prescinde de ponerse ropa interior. Mira hacia el profesional. Contempla con incredulidad su monstruoso ariete. Él, notoriamente contrariado, lo devuelve a su escondite. Lela marcha presurosa hacia la puerta. La abre. Queda perpleja al ver que su tía trae el rostro abotagado y los ojos enrojecidos de tanto llorar. Se echa en brazos de la muchacha. Con voz entrecortada, que alterna con sollozos que parten el alma de tan tristes, la hermana de su madre le explica que ha estado pensando en su malogrado Fufi, y ha sufrido una terrible depresión que ha culminado con una tormenta de lágrimas y unas terribles ganas de morirse. –Y me he venido para acá antes de que se me ocurriera cometer alguna barbaridad. Porque cuando me siento así de desgraciada me pongo de la cabeza que no sé lo que me hago... 26