D U L C I N E A A TRAVÉS D E LOS DOS QUIJOTES A u e r b a c h , en Mimesis, dedica u n c a p í t u l o a l a obra mayor de Cervantes, que estudia a través del falso encantamiento de D u l c i n e a (II, 10), con que logra Sancho convencer a su amo de que la zafia labradora que ve es en efecto l a s e ñ o r a de sus pensamientos . Mimesis: la realidad en la literatura se propone estudiar, a través de creaciones maestras de l a literatura occidental, u n a serie de reproducciones de l a v i d a cotidiana donde ésta resulta tratada seriamente, en t é r m i n o s de los problemas humanos y sociales que plantea, e inclusive de sus implicaciones trágicas (op. cit., p. 32o) ; y para examinar tales aspectos en el Quijote, A u e r b a c h escoge precisamente el falso encantamiento, episodio crucial por sus implicaciones, ya que d e s p u é s de él, el caballero va a dedicar sus pensamientos a l a tarea de desencantar a D u l c i n e a . L a r e a c c i ó n de D o n Quijote a l a visión que le presenta su escudero, tras u n instante de perplejidad, es rechazar l a desagradable realidad, s o b r e p o n i é n d o l e su ideal, o sea el encantamiento de su dama por magos enemigos; l o cual le sirve a A u e r b a c h para establecer u n j u i c i o general sobre l a obra: el que D o n Q u i j o t e , excitado con l a perspectiva de ver a su dama primero, y en seguida tan cruelmente decepcionado, n i se cure n i enloquezca m á s , prueba para el c r í t i c o que D o n Q u i j o t e no es u n personaje trágico, y que el valor del episodio n o es otro que el de u n a farsa, al igual que el sentido total de l a obra parece ser el de u n juego —un juego complejo, i l u m i n a d o r , escéptico. Partiendo del encantamiento de D u l c i n e a , y teniendo presente la tesis de A u e r b a c h , vamos ahora a examinar las relaciones del caballero con su dama desde el p r i n c i p i o de l a novela, a ver q u é pueden revelar sobre l a naturaleza del personaje (y de l a obra). E l m o d o como D o n Q u i j o t e escoge a l a s e ñ o r a de sus pensa1 2 E R I C H A U E R B A C H , " L a Dulcinea encantada", Mimesis. La representación de la realidad en la literatura occidental, México, 1 9 5 0 , pp. 3 1 4 - 3 3 9 . R E N E W E L L E K , Concepts of criticism, N e w H ä v e n , 1 9 6 3 , p. 236, critica la concepción de realismo de Auerbach por tratar de combinar dos conceptos contradictorios, uno de carácter existencialista y el otro correspondiente al realismo francés del x i x , de carácter histórico, de lo cual resulta una concepción muy especial y limitada. 1 2 NRFH, XVIII D U L C I N E A A TRAVÉS D E LOS DOS " Q U I J O T E S " 379 mientos es harto significativo: " L i m p i a s , pues, sus armas, hecho del m o r r i ó n zelada, puesto nombre a su r o z í n y c o n f i r m á n d o s e a sí mismo se d i o a entender que no le faltava otra cosa sino buscar u n a dama de q u i e n enamorarse; porque el cavallero andante sin amores era á r b o l sin hojas y sin fruto, y cuerpo sin a l m a " . C u a n d o ya todo está listo para l a partida, el caballero comprende que en su i m i t a c i ó n de los h é r o e s andariegos falta algo, l a dama. Esta r a z ó n , que es de carácter ideal, crea inmediatamente otra p r á c t i c a —aunque perteneciente al m i s m o contexto ideal—: en caso de vencer a a l g ú n malvado gigante, será b i e n tener dama a q u i e n e n v i á r s e l o como esclavo. Y el caballero imagina ya el discurso del gigante: " Y o , señora, soy el gigante Caraculiambro, señor de l a í n s u l a M a l i n d r a n i a , a q u i e n v e n c i ó en singular batalla el j a m á s como se deve alabado cavallero d o n Q u i xote de la M a n c h a " , etc. (I, i , p. 56). Esta i m a g i n a c i ó n le produce a D o n Q u i j o t e u n indecible gozo, que subraya a d e m á s cuál es l a í n d o l e de su locura, no formada por alucinaciones de cualquier clase, sino por las derivadas de ciertas lecturas. P e r o aunque el posible ideal, D o n Quijote va a trasladarla a l a realidad, intentando obligar valor p r á c t i c o de tener u n a dama es el resultado de u n a c o n s t r u c c i ó n a sus favorecidos o a sus vencidos a que r i n d a n pleitesía verdadera a esa D u l c i n e a (y en alguna ocasión con resultado positivo, pues podemos suponer que el caballeroso vizcaíno de I, 8 i n t e n t a r í a c u m p l i r su promesa). D e cualquier modo, D u l c i n e a aparece con el valor de a d i c i ó n a unos preparativos derivados de u n a decisión del todo i n dependiente de ella . 3 4 Don Quixote de la Mancha, I , 1, p. 5 5 . (Todas las citas se refieren a la edición Schevill-Bonilla, 4 vols., M a d r i d , 1 9 2 8 - 1 9 4 1 ) . E n u n artículo reciente H E R M A N N I V E N T O S C H , "Dulcinea, nombre pastoril", NRFH, 1 7 ( 1 9 6 3 - 6 4 ) , 6 0 - 8 1 , trata detalladamente de la creación del nombre de Dulcinea, probando ampliamente su ascendencia pastoril, no caballeresca. Iventosch discute también la afirmación de Rafael Lapesa en cuanto a que el nombre de Dulcinea está basado en el a n t r o p ó n i m o Dulce, aunque acepta, naturalmente, "que aquél [Dulcinea] se asociaba con Aldonza en la Edad Media y aun durante los siglos x v i y x v n : Dulce aparece junto a Aldonza en varios textos aplicado a la misma persona" (p. 6 4 , nota 8 ) , lo cual ofrece al cabo suficiente razón para creer que "Dulcinea no está formado directamente sobre Aldonza, sino sobre el equivalente Dulce" (Lapesa, citado por Iventosch, nota 8 ) . Tampoco cree Iventosch que en la afirmación de Cervantes de que D o n Quijote buscó para su dama u n nombre "que no desdijese mucho del suyo", suyo se refiera al nombre de Aldonza, mencionada al principio del párrafo (I, 1, p. 5 6 ) , y cree más bien que se refiere al del caballero: " Y aunque Cervantes haya querido sugerir la conexión entre Dulcinea y Aldonza, el pasaje sería en general irónico, y Dulcinea sí desdice, y mucho, de su rústica contraparte. Más importante, pues, que el «nexo» entre lo «dulce» de Aldonza y Dulcinea es l a abierta oposición entre los dos nombres" (p. 6 4 ) . Lapesa, en cambio, sí cree que "el suyo" en l a descripción de Cervantes debe referirse al nombre de Aldonza, y lo mismo implica F R A N C I S C O G A R C Í A L O R C A , "El licenciado Vidriera y sus nom3 4 3 8o JULIO N R F H , RODRÍGUEZ-LUIS X V I I I ¿Y a q u i é n escoge el caballero para señora de sus pensamientos? A una moza labradora de u n lugar cercano al suyo, de q u i e n en u n tiempo anduvo algo enamorado, sin que ella, desde luego, l o supiese. A l d o n z a Lorenzo es l a ú n i c a mujer en l a v i d a de d o n A l o n s o Q u i j a n o , hombre que por sus costumbres m e r e c i ó el renombre de bueno; u n a sana labradora a q u i e n el t í m i d o hidalgo n u n c a se atrevió a comunicar sus deseos. Pero u n a vez convertida en D u l c i n e a del Toboso, como él en D o n Q u i j o t e de l a M a n c h a , i n t e n t a r á dos veces comunicarle ese amor, o m á s propiamente r e i t e r á r s e l o , pues la locura del caballero, a l conferirle u n a nueva vida (hecha con l a sustancia de sus imaginaciones), le hace suponer a D u l c i n e a enterada de su amor, lo mismo que el hidalgo, convertido en andariego desfacedor de entuertos, aparece ante nosotros ya a m á n d o l a . Y es que ambos se han convertido en personajes de u n a novela, l a creada por el propio caballero y que va a v i v i r a través de Cervantes, donde puede dar r i e n d a suelta, entre otras muchas cosas, a u n a p a s i ó n que antes no se ha atrevido a manifestar, precisamente porque, situado ahora en u n plano ideal tal amor, l a realidad con sus complicaciones no va a oponerse m á s a sus intenciones . 5 6 Dice Cervantes comentando u n o de los discursos en que el caballero, r e c i é n puesto en camino, se dirige a D u l c i n e a : "como si verdaderamente fuera enamorado" (I, 2, p. 59); l o que define perfectamente el valor de D u l c i n e a dentro de l a historia. D o n Q u i j o t e n o está verdaderamente enamorado de alguien que es en realidad centro de sus pensamientos, sino que, necesitando u n a dama para bres", RHM, 2 1 ( 1 9 6 5 ) , p. 1 6 3 , al señalar, en cuanto a la frecuente base real de los nombres significativos en Cervantes, cómo "los sonidos consonantes de Aldonza, l, d, n, z, son el sustrato de Dulcinea'. Y en efecto, parece obvia alguna relación entre los dos nombres, lo que no haría sino acentuar el contraste que al mismo tiempo existe entre ellos, como señala Iventosch. L o que a éste verdaderamente le interesa es insistir en las implicaciones cómicas del nombre de Dulcinea contrastado con el rústico de Aldonza: " L a alcurnia de l a dama de Cervantes es clara: Dulcinea es l a «poesía» y Aldonza la «historia» del caso" (p. 6 5 ) . Véase también lo que dice E . C . R I L E Y , "Who's who i n Don Quixote? or an approach to the problem of identity", MLN, 8 1 ( 1 9 6 6 ) , p. 1 1 6 , en cuanto a la función de los nombres dentro del libro como creadores de nuevas personalidades: "Aldonza Lorenzo, though all unawares, does the same [to assume a new persona] for D o n Quixote when he casts her i n the role of Dulcinea". Por lo menos a partir del capítulo 2 5 , parece que la señora de los pensamientos de nuestro caballero está enterada de su amor. E . C. R I L E Y , Cervantes' theory of the novel, Oxford, 1 9 6 2 , sobre todo cap. 6 , " T h e fictitious authorship-device", insiste en el hecho de que D o n Quijote se ve a sí mismo como objeto de una crónica aun antes de encontrarse con ésta publicada en II. De a q u í la creación del cronista árabe, que permite a Cervantes separarse de su propia obra y ai lector aceptar la ficción como tal desde u n principio. Éste es el núcleo de su renovadora tesis. T a m b i é n A U E R B A C H , op. cit., p. 3 3 6 , h a b í a señalado cierta separación del autor respecto de su obra en su modo de resistirse a tomar partido, de permanecer al margen. 5 6 NRFH, X V I I I D U L C I N E A A TRAVÉS D E L O S DOS " Q U I J O T E S " 381 perfeccionar las cualidades propias de u n caballero andante, ha escogido l a ú n i c a mujer por l a que posiblemente se ha interesado —súb i t a r ev el aci ó n de oscuras imaginaciones en l a vida pobre y r u t i n a r i a de u n hidalgo campesino, s o l t e r ó n de cincuenta años, lector de arrebatadas caballerías. Y cuando volvemos a hallar a D u l c i n e a , puede apreciarse claramente el trabajo de idealización a que l a ha sometido su amante. A n d a vagando D o n Quijote por l a Sierra M o r e n a , donde Sancho le ha convencido de esconderse de l a probable p e r s e c u c i ó n de la justicia, y el misterio y l a soledad del lugar inspiran al caballero u n a b r i l l a n t í s i m a i m i t a c i ó n , l a de l a penitencia que hizo el m á s alto de los caballeros andantes en l a P e ñ a Pobre por el d e s d é n de su s e ñ o r a O r i a n a . D o n Quijote hace a l respecto u n razonamiento perfecto: para lograr algo admirable se deben i m i t a r los originales m á s perfectos, de modo que si A m a d í s de G a u l a fue, de l o que D o n Q u i j o t e está b i e n seguro, el mejor de los caballeros andantes, él, que quiere seguir sus huellas, debe i m i t a r l o en sus mejores hechos; y, en su o p i n i ó n , u n a de las ocasiones en que A m a d í s d i o mejores pruebas de "su prudencia, valor, v a l e n t í a , sufrimiento, firmeza y amor, fue quando se r e t i r ó , d e s d e ñ a d o de l a señora O r i a n a , a hazer penitencia" (I, 2 5 , p. 3 5 2 ) . Hasta a q u í D o n Q u i j o t e ha i m i t a d o o tratado de i m i t a r largamente el valor de su h é r o e , así que no puede sorprendernos esta nueva i m i t a c i ó n , salvo que esta vez el caballero va a reconocer "que me es m á s fácil i m i t a r l e en esto que no en hender gigantes, descabezar serpientes", etc. L a a f i r m a c i ó n no afecta esencialmente el valor de D o n Q u i j o t e como caballero andante, dando por sentado l o a l t í s i m o que coloca el valor de A m a d í s ; pero i m p l i c a , de cualquier modo, u n a c o m p r e n s i ó n de las propias limitaciones, seguramente a causa de tanto sucesivo fracaso. T a m p o c o i m p l i c a l a lucidez con que D o n Q u i j o t e se expresa en esta ocasión, c o b a r d í a alguna, pues a l a p e t i c i ó n de Sancho de que se golpee contra materias blandas, "pues todo esto es fingido y cosa contrahecha y de b u r l a " (p. 3 5 9 ) , su amo responde que cuanto va a hacer será m u y de veras, ya que las reglas de la c a b a l l e r í a ordenan al caballero no m e n t i r y no hacer por l o tanto u n a cosa por otra . D u l c i n e a no es m á s que el pretexto para las locuras que ahora va a emprender D o n Q u i j o t e . S i el caballero l a creó como su dama, es justo que le sirva para i m i t a r l o que sus h é r o e s h i c i e r o n a causa de sus respectivas señoras; y como el simple de Sancho le pregunta q u é r a z ó n tiene para volverse loco, su amo responde que n o l a 7 7 D o n Quijote está consciente de su imitación literaria, pero ello no implica que vaya a dejar de cumplir cuanto le exige tal imitación, pues esto sería, engañarse a sí mismo. JULIO N R F H , RODRÍGUEZ-LUIS XVIII tiene verdaderamente, y que en esto reside a d e m á s l o mejor de su acción; j u i c i o que lo sitúa por u n instante casi fuera de l a obra, en l a p o s i c i ó n de espectador de su p r o p i a locura: ' A h í está el p u n t o . . ., y éssa es l a fineza de m i negocio. Q u e bolverse loco u n cavallero andante con causa, n i grado n i gracias; el toque está [en] desatinar sin o c a s i ó n " (I, 25, p. 354) . A esta d e c l a r a c i ó n tan l ú c i d a siguen sin embargo razones de verdadero loco: " y dar a entender a m i dama que si en seco hago esto, ¿ q u é hiziera en mojado? Q u a n t o más, que harta ocasión tengo en l a larga ausencia que he hecho de l a siempre s e ñ o r a m í a D u l z i n e a del T o b o s o " . Es verdaderamente curioso el modo como, a través de todo este discurso, D o n Q u i j o t e fluctúa entre l a verdadera locura y cierto grado de consciencia de ella: "y si fuere tal q u a l a m i fe se le de ve [la respuesta de D u l c i n e a ] , acabarse a m i sandez y m i penitencia; y si fuere al contrario, seré loco de veras, y s i é n d o l o , no s e n t i r é nada" (ihid.). Esta especie de lucidez es el resultado del p r o p ó s i t o consciente del caballero de imitar cierto episodio de u n a historia escrita, en que precisamente el h é r o e se vuelve loco. D o n Quijote 110 sabe, por supuesto, que está loco, o no t r a t a r í a de seguir las huellas de A m a d í s , pero u n a vez que está en p l a n de llevar a cabo esa r e e n c a r n a c i ó n de l a c a b a l l e r í a andante, puede sin dificultad alguna, en u n caso determinado, comprender que no tiene r a z ó n para lo que hace; que está, en efecto, haciendo locuras. R e s u l t a al mismo tiempo obvio que l a r a z ó n de que D o n Q u i j o t e pueda razonar con relativa lucidez en el caso de esta locura particular dentro de l a locura general de su vida, no es otra que l a poca i m p o r t a n c i a de D u l c i n e a para el proyecto vital del personaje, su c a r á c t e r de aditamento perfeccionador. C o n dama, D o n Q u i j o t e se cree ya m á s parecido al modelo ( A m a d í s ) ; al entrar en l a Sierra M o r e n a , el parecido de ésta con l a P e ñ a P o b r e le sugiere u n a i m i t a c i ó n parcial de l a v i d a de su h é r o e , para poner en práctica l a cual le va a servir D u l cinea. P e r o l a posición de D u l c i n e a en l a v i d a del caballero es demasiado frágil, en c o m p a r a c i ó n con l a verdadera i m p o r t a n c i a de A m a d í s o de l a c a b a l l e r í a andante; D o n Q u i j o t e está m u y consciente 4 8 8 E l propio D o n Quijote se llama loco en esta ocasión: "Loco soy, loco he de ser"; y tal consciencia de estarlo parece sugerir que no lo estuviese realmente. Refiriéndose a este episodio, A . A . P A R K E R , "Fielding and the structure of Don Qitixoie BHS, 3 3 ( 1 9 5 6 ) , p. 7 , subraya cómo D o n Quijote sabe que está haciendo locuras sin razón: " A n d he proceeds to strip himself half-naked and do his penance, fully aware that he is acting madly without cause, and that he is consciously and deliberately imposing his imagination upon his w i l l , i n order to attain perfection and fame by imitating the most perfect of his héroes". Hay que insistir, sin embargo, en que aunque D o n Quijote sepa que no lleva razón en sus locuras de ahora, está muy lejos de saber, o siquiera intuir, a esta altura de la novela, que está loco. Su "locura" se refiere aquí, en todo caso, exclusivamente a su pasión por Dulcinea del Toboso. ,, } N R F H , XVIII D U L C I N E A A T R A V É S D E L O S DOS " Q U I J O T E S " 383 de q u i é n es realmente esa mujer y c ó m o l a ha convertido en D u l cinea y por q u é l o ha hecho —y veremos, en efecto, que en seguida se lo declara todo a Sancho—, así que es natural que describiendo su penitencia vacile constantemente entre la verdadera locura y l a consciencia de estar haciendo locuras. Esa locura del caballero está estrechamente relacionada con la literatura. D o n Q u i j o t e no se cree de pronto u n caballero andante, sin m á s n i m á s , sino que se sabe u n continuador de los caballeros que sin duda han existido, aunque él no los conozca sino a través de libros; por eso trata de dar a su v i d a l a forma de otra historia caballeresca novelable, l o que descubre que ha conseguido plenamente a principios de l a segunda parte; y esto, el que quiera dar a su vida la forma de u n a novela, es l a base de que D o n Q u i j o t e decida enloquecer de amor sin causa y que esté consciente de ello, aunque inmediatamente l o e x p l i q u e con razones menos cuerdas. U n aspecto que hay que tener m u y presente es el platonismo de la i m i t a c i ó n misma. D o n Q u i j o t e pone por encima de todas las h a z a ñ a s de su h é r o e l a penitencia que hizo por l a s e ñ o r a de sus pensamientos, o sea aquel aspecto de l a historia de A m a d í s m á s directamente relacionado con el culto de l a dama en l a baja E d a d M e d i a . U n a vez dentro del m u n d o p l a t ó n i c o de tales amores, D o n Quijote pasa a exaltar el valor abstracto del acto mismo: " A h í e s t á \ el punto y ésa es l a fineza de m i negocio", l o cual está en r e l a c i ó n \ directa con l a idealización de u n a dama que en este caso, a d e m á s , i por si fuera poco, n i siquiera existe. S i D o n Quijote se ha enamorado porque es lo propio de u n caballero andante, es justo que ahora enloquezca de amor t a m b i é n sin razón, pues al igual que el enamoramiento, la penitencia posee u n valor literario en sí misma: "Assí que, Sancho amigo, no gastes tiempo en aconsejarme que dexe tan rara, tan felize y tan n o vista i m i t a c i ó n " (p. 354). E l gozo que parece proporcionarle su locura es buena prueba de este constante sentimiento que tiene de ser objeto literario, l o que trae consigo t a m b i é n la especie de v é r t i g o que se apodera de sus discursos ahora: " É s t e es el lugar, ¡o cielos!, que d i p u t o y escojo para l l o r a r la desventura en que vosotros mesmos me avéys puesto", etc. (p. 357). Mas para completar l o relativo a su penitencia, el caballero considera necesario d i r i g i r l e u n a carta a su dama, y a ú n m á s , hacérsela llegar con Sancho. Hasta este momento D u l c i n e a ha sido completamente ideal, y su amante ha tenido l i b e r t a d para a t r i b u i r l e las mejores cualidades sin interferir con l a realidad, pero ahora se hace 9 Í V E N T O S C H , art, cit., p. 6 7 , señala t a m b i é n el carácter "pasiv[o] y clesnaturalizadfo] (pastoril y p l a t ó n i c a m e n t e ) " de Dulcinea, en contraste con el activo y sensual de "sus predecesoras Oriana y Carmesina". Claro que si Dulcinea carece de personalidad es básicamente por ser una creación de la mente del caballero, en vez de u n personaje activo de la novela. 9 584 J U L I O RODRÍGUEZ-LUIS NRFH, XVIII necesario precisar l a persona a l a que Sancho va a entregar l a carta de marras. A las posibles preguntas del mensajero, su amo pudiera haber respondido vagamente que su amada, como todo el m u n d o sabe, es u n a princesa que vive en el T o b o s o , etc.; pero en vez de esto, ingenuamente arrastrado por su p r o p i o entusiasmo al evocar l a honestidad de sus amores ("sin estenderse a m á s que a u n honesto mirar, y a u n esto tan de quando en quando, que osaré jurar con verdad que en doze años que ha que l a quiero m á s que a l a l u m b r e destos ojos que han de comer l a tierra, no l a he visto quatro vezes, y a u n p o d r á ser que destas quatro veces no uviesse ella echado de ver l a u n a que l a m i r a v a " ) , acaba revelando l a identidad de l a dama: "tal es el recato y encerramiento con que su padre Lorenzo C o r c h u e l o y su madre A l d o n z a Nogales l a h a n criado" (p. 363). E l asombro de Sancho ante l a r e v e l a c i ó n es memorable, como t a m b i é n el entusiasmo con que evoca a esa A l d o n z a Lorenzo que conoce b i e n : "¡Vive el Dador, que es moza de chapa, hecha y derecha, y de pelo en pecho, y que puede sacar l a barba del iodo a cualquier cavallero andante, o por andar, que l a tuviere por s e ñ o r a ! " E n l a evocación de Sancho, A l d o n z a Lorenzo está l l a m a n d o con éxito, subida a u n campanario, a zagales de su padre que trabajan a m á s de media legua; o, nada melindrosa, está haciendo burlas con todo el m u n d o ; o, al sol y al aire, está t r i l l a n d o en las eras o rastrillando l i n o . Sancho ha c r e í d o hasta a q u í que D u l c i n e a era verdaderamente princesa, pero el no serlo no l a hace desmerecer ante sus ojos, y consecuentemente tampoco le hace dudar de l o pertinente de l a pasión de su amo: " A o r a digo, s e ñ o r Cavallero de l a T r i s t e Figura, que no solamente puede y deve vuestra merced hazer locuras por ella, sino que con justo t í t u l o puede desesperarse, y ahorcarse, que nadie h a v r á que lo sepa que no diga que hizo demasiado de b i e n " . E n l a e s t i m a c i ó n del escudero, su amo está ahora m á s cerca de su p r o p i o plano, y por ello mismo le dirige inmediatamente una crítica realista m u y razonable: lo m á s seguro será que al recibir los vencidos que el caballero le envía, l a moza, m á s ajena a ú n ai hecho de que es amada por u n caballero andante que a l a existencia misma de éstos, de l a que algo al menos s a b r í a , se r e i r á o se enfadará, y los vencidos se c o r r e r á n de verla. L a respuesta de D o n Quijote a esta s u p o s i c i ó n de su escudero viene con cierto tono colérico, como si hubiese interpretado en sus palabras a l g ú n desprecio por el objeto de su amor; pero parece sobre todo e q u í v o c a , pues el caballero 10 1 0 Durante el transcurso de la novela, la gente puede mostrar desconocimiento de las reglas de la caballería andante o asombro al encontrarse con uno de tales caballeros, pero todos los que entran en contacto con el héroe están más o menos enterados de lo que es la institución. E n I, 1 6 (p. 2 0 7 ) , cuando Maritornes pregunta q u é es caballero aventurero, Sancho dice: " ¿ T a n nueva sois en el mundo, que no lo sabéis vos?" NRFH, X V I I I D U L C I N E A A TRAVÉS D E L O S DOS " Q U I J O T E S " 385 declara primeramente que para lo que él quiere a D u l c i n e a , ésta resulta tan apropiada como el mozo m o t i l ó n para l a v i u d a desenfadada del cuento. D o n Quijote empieza, pues, por justificar su amor desde el plano m á s vulgar, el que todo el m u n d o puede entender, y que es sin embargo el que le toca menos, como en seguida veremos. Q u i e n provoca ese p r i m e r elogio de D u l c i n e a por sus posibilidades físicas es claramente A l d o n z a Lorenzo: por ella el hidalgo A l o n s o Q u i j a n o ha sentido alguna vez a l g ú n deseo, deseo que l o ha hecho convert i r l a en su dama. Pero al mismo tiempo que se define, este carácter de A l d o n z a queda definitivamente superado por el de princesa ideal, que sí va a ser de verdadera u t i l i d a d para D o n Quijote, s e g ú n hemos visto: destinataria de gigantes y objeto ahora de penitencias de amor, y, sobre todo, complemento necesario del caballero andante, el cual, de faltarle amores, es " á r b o l sin hojas y sin fruto, y cuerpo sin a l m a " (I, i , p. 55). E n las novelas de caballerías (y concretamente en el Amadís) el amor tiene u n doble aspecto, p l a t ó n i c o , en l a d i r e c c i ó n del culto a la dama que el Cortesano de Castiglione v a a definir, y t a m b i é n carnal, que es l a r a z ó n de que el C a n ó n i g o en I, 47 (p. 343) censure esas novelas por lascivas. E n el Quijote, u n a vez mencionada l a anécdota de l a v i u d a y el mozo, el aspecto lascivo de l a r e l a c i ó n D o n Q u i j o t e - D u l c i n e a desaparece totalmente, y es natural que así ocurra, pues aspirando D o n Quijote como aspira a ser el perfecto caballero andante, no c a b r í a en él ese aspecto menos perfecto, en el sentido cristiano, de l a vida de sus modelos. D o n Q u i j o t e es u n a caricatura del caballero andante, pero u n a caricatura no en el sentido c ó m i c o propio de l a literatura plebeya de l a E d a d M e d i a , como l o es b á s i c a m e n t e Sancho del escudero, sino en el sentido de l a idealización exagerada, de l o cual se desprende que l a lascivia se l i m i t e a A l d o n z a Lorenzo, sin tocar a l a dama, tan perfecta en v i r t u d como su desolado amante. H a l l a m o s en l a escena de l a penitencia l a a d o r a c i ó n de u n a dama s e g ú n es p r o p i o de u n caballero ( r e c u é r d e s e que D o n Q u i j o t e califica en u n instante dado el episodio de l a penitencia como l o mejor del Amadís), pero a d e m á s , tal a d o r a c i ó n parece u n valor caballeresco en sí mismo, ya que l a dama en c u e s t i ó n es fingida l a m a y o r í a de las veces: "que las m á s se las fingen [los poetas] por dar subjeto a sus versos, y porque los tengan por enamorados y por hombres que tienen valor para serlo" (p. 366) . P o r todo esto, le 11 1 1 Naturalmente que el valor en sí mismo de poseer una dama, siendo como es u n tema platónico, es más propio de la literatura pastoril y de la poesía de influencia petrarquista que de las novelas de caballería, aunque también se halle en éstas. I V E N T O S C H , art. cit., p. 6 9 , señala la importancia del capítulo 2 5 para comprender la elaboración artística de Dulcinea como una idea pura. E n 386 NRFH, J U L I O RODRÍGUEZ-LUIS XVIII basta a D o n Quijote con suponer que A l d o n z a es buena y honesta para, sin hacer caso del linaje, cuya falta n o importa a nadie, creerla l a m á s alta princesa del m u n d o ; y tras esta a f i r m a c i ó n , situado ahora s ó l i d a m e n t e en l a esfera correspondiente a su ideal, pasa a u n a explicación teórica de las causas de su amor (la m u c h a hermosura y fama), que n o tienen ya nada que ver con A l d o n z a L o renzo, puesto que se h a l l a n sólo en D u l c i n e a , el ideal que él ha construido. E l final del discurso es contundente, como p r o p i o de loco cuya locura hay que acatar: " Y para concluir con todo, yo i m a g i n o que todo l o que digo es assí, sin que sobre n i falte nada"; porque se basa a d e m á s , como sabe b i e n , en u n razonamiento irreprochable: " Y diga cada u n o l o que quisiere; que si por esto fuere reprehendido de los ignorantes, no seré castigado de los rigurosos". E n este punto podemos decir que desaparece A l d o n z a L o r e n z o de l a mente de D o n Quijote. E l caballero ha empezado por revelar su identidad; ha tenido luego que defender su ideal frente a Sancho (quien, como es natural, al saber q u i é n es la famosa D u l c i n e a de su amo, insiste en verla como l a que realmente es) ; y u n a vez afirmada l a necesidad del ideal, pierde de vista a su causante ( A l donza) para ver sólo a su producto. E n consecuencia, y si l a a c c i ó n ele u n a novela se adaptase a f ó r m u l a s teóricas, creo que en caso de haberse tropezado D o n Q u i j o t e antes de este diá logo con l a verdad e r a A l d o n z a Lorenzo, n o l a hubiese visto, sino a u n a princesa en su lugar, al igual que ve gigantes en vez de molinos, ejércitos en vez de r e b a ñ o s , castillos en vez de mesones. E l hecho de que A l d o n z a L o r e n z o desaparezca de su mente, como consecuencia de haber ten i d o que defender su derecho a idealizarla (Dulcinea), es precisamente l o que le i m p e d i r á ver u n a princesa en vez de las labradoras en II, 10. A partir de l a escena que hemos examinado, D o n Q u i j o t e cree verdaderamente en l a existencia de D u l c i n e a , de suerte que espera verla como tal y n o puede convertirla i n s t a n t á n e a m e n t e en princesa, s e g ú n Sancho contaba con que h a r í a . 12 su estudio del origen pastoril del nombre de la clama de D o n Quijote, el crítico concluye que en la dulzura suprema que D o n Quijote le atribuye, se mezcla el espíritu pastoril con el concepto de la mujer-diosa del petrarquismo —y D o n Quijote, en efecto, llama a Dulcinea alguna vez " l a dulce m i enemiga", al modo petrarquista— y con la dulzura que la E d a d Media, particularmente en España, veía como atributo exclusivo de la Virgen. Paréceme, sin embargo, que Iventosch concede demasiada importancia a lo que D o n Quijote dice en momentos de exaltación sobre su dama: . . l a dama de D o n Quijote: «guía» y «norte» de su vida y conducta, «único refugio de sus esperanzas»" (art. cit., p. 7 3 ) . E n esta sección de la novela es donde P A R K E R , art. cit., p. 9, sitúa la tercera fase de su desarrollo: " I n the third phase he imposes his imagination upon his own conscious w i l l " . Esta fase da paso a lo que va a caracterizar el resto de la novela, a través del final de I y de todo el desarrollo subsiguiente de la obra: "If he can transform truth for himself through his imagination [cam1 2 N R F H , XVIII D U L C I N E A A TRAVÉS D E L O S DOS " Q U I J O T E S " 387 A l parecer, el escudero acepta l a i n t e r p r e t a c i ó n de A l d o n z a como D u l c i n e a que hace su amo, por m á s dudas que le hayan quedado. De c u a l q u i e r modo, al preguntarle D o n Q u i j o t e por el resultado de la m i s i ó n ante su dama, Sancho, que ha acordado mientras tanto con el cura y el barbero decirle que e n t r e g ó l a carta, l o hace, pero describiendo a l a destinataria no como D u l c i n e a , sino como l a A l d o n z a L o r e n z o que él conoce (I, 30 y 31). Sancho sostiene l a mentira a través de u n d iálo g o en que cada u n a de sus evocaciones de la tosca campesina es interpretada por D o n Q u i j o t e en t é r m i n o s de su i m a g i n a r i a princesa. D o n Quijote supone que Sancho h a l l a r í a a D u l c i n e a ensartando perlas o bordando con hilos de oro, pero como el escudero dice que l a e n c o n t r ó ahechando trigo en u n corral, su amo le responde que haga cuenta que los granos de trigo n o eran sino perlas al ser tocados por sus manos —y n ó t e s e c ó m o dice "haz cuenta" (31, p. 64), o sea, queriendo que Sancho haga l o mismo que él, que interprete todo de acuerdo con su ideal. L a transformac i ó n de los granos de trigo en perlas, ayudados por los hilos de oro primeramente mencionados, puede entenderse, d e s p u é s de todo, com o u n a imagen poética (trigo-oro), pero a q u í tiene otra f u n c i ó n , que es negar l a realidad, n o a d o r n á n d o l a o, al modo que l o h a r í a u n poeta barroco, t r a d u c i é n d o l a de suerte de e l i m i n a r toda su v u l garidad, sino viendo en lugar de l a faena de A l d o n z a , del tufo que d e s p e d í a , de su corpulencia, l a realidad que c o r r e s p o n d e r í a a D u l cinea. L o que el caballero hace, pues, es seguir escrupulosamente, para i r l a borrando al mismo tiempo, l a d e s c r i p c i ó n de su escudero, y para esto tiene que volver a l a existencia del trigo: ¿era candeal o trechel? Pero naturalmente que t e n í a que ser pan candeal, no trigo r u b i ó n , como el simple sentido de l a realidad de Sancho le lleva a afirmar, siendo como es ahechado por tan altas manos. U n poco d e s p u é s , D o n Quijote ha convertido l o que h a c í a D u l c i n e a en u n vago "su menester" (p. 65), que le ofrece m á s l i b e r t a d a sus imaginaciones sobre c ó m o d e b i ó actuar . Sancho c o n t i n ú a por su parte hablando de A l d o n z a , de su aspecto h o m b r u n o , de l o que hizo con l a carta del caballero, del presente que le d i o al despedirse, a u n q u e c u i d á n d o s e de n o ofender a su s e ñ o r insistiendo en esos puntos, sino aceptando por el contrario las interpretaciones de D o n Q u i j o t e : l a corpulencia de D u l cinea está a c o m p a ñ a d a de gracia, d e b í a oler a rosas, no t e n d r í a a mano joya que darle de regalo. Pero es al m i s m o tiempo D o n Q u i 13 biando a Aldonza en Dulcinea], others w i l l be able, through that same imagination, to transform truth for him. H a v i n g given free rein to self-delusion he has no deferice against being deluded by others" (p. 8 ) . O sea que, de ahora en adelante, los otros van a controlarlo a través de esa misma imaginación descabellada. Aunque vuelve a acordarse del trigo al inquirir los últimos detalles: "he a q u í que acabó de limpiar su trigo y de embiallo al m o l i n o " (p. 6 6 ) . 1 3 B 88 JULIO RODRÍGUEZ-LUIS NRFH, X V I I I jote q u i e n le proporciona a Sancho el pie para elucubrar sobre el tufo h o m b r u n o de D u l c i n e a o sobre el trozo de pan y queso q u e le d i o o sobre su estatura, con sus preguntas y comentarios, inspirados sin duda por sus lecturas (es él q u i e n dice, por ejemplo: " P e r o no me n e g a r á s , Sancho, u n a cosa: quando llegaste j u n t o a ella, ¿no sentiste u n olor sabeo, u n a fragancia a r o m á t i c a y u n n o se q u é de bueno, que yo n o acierto a dalle nombre? D i g o , ¿ u n t u h o , o tufo, como si estuvieras en l a tienda de a l g ú n curioso guantero?"). E l papel de D o n Q u i j o t e en esta ocasión nos aclara el sentido de l a escena: u n a parodia A l d o n z a - D u l c i n e a que sirve a l a vez para caricaturizar a las h e r o í n a s caballerescas. C l a r o está que D o n Q u i j o t e n o ve ahora del todo a l a princesa, puesto que acepta sin ofensa los elementos básicos de l a d e s c r i p c i ó n de su escudero: A l d o n z a L o renzo ahechando trigo. Sancho inventa, exagerando l a r u s t i c i d a d de l a amada de su amo, mientras éste ve toda clase de bellezas y elegancias, o, cuando n o puede otra cosa, justificaciones; y el lector entre tanto r í e , que es a q u í al menos el solo p r o p ó s i t o de Cervantes. R e p á r e s e no obstante en que n i u n a sola vez n o m b r a n D o n Q u i j o t e o Sancho —de q u i e n sería m á s de esperar que lo hiciese— a A l d o n z a , ya firmemente sustituida por D u l c i n e a , aunque t o d a v í a c o n los atributos básicos de a q u é l l a . A l tratar de l a despedida, Sancho, condolido al parecer de su amo, hace a D u l c i n e a aceptar el amor del caballero y enviarle saludos y hasta ruegos de que vaya a verla. Esta d e s c r i p c i ó n de A l d o n z a , entreverada con l a personalidad imaginaria que el caballero le ha conferido, nos i n d i c a que Sancho es ya capaz de seguir, sin discutirla, l a locura de su amo. E n p r i n cipio, no puede hacerlo sino en los t é r m i n o s del m u n d o que conoce^ y de a h í que l a protagonista de su m e n t i r a n o sea D u l c i n e a del T o b o s o , sino A l d o n z a L o r e n z o , que recibe el i m a g i n a r i o mensaje de D o n Quijote como q u i e n es y haciendo l o que p o d r í a hacer, exagerado todo por el h u m o r s o c a r r ó n del escudero; mas el que pueda responder tan admirablemente a las sugerencias del loco, y a u n mostrar generosidad a l final, s i t ú a al escudero por encima de su amo, a q u i e n puede controlar eficazmente. Esto nos lleva por necesidad a l a base de las relaciones entre los dos personajes. Sancho d o m i n a por p r i m e r a vez a su amo cuando ata las patas a Rocinante en I, 20, para i m p e d i r l e a D o n Quijote que c o n t i n ú e avanzando hacia el pavoroso r u i d o que ambos escuchan. E l ingenioso escudero atribuye en seguida a causas sobrenaturales l a i n m o v i l i d a d del caballo: "que el cielo, conmovido de mis l á g r i m a s y plegarias, ha ordenado que n o se pueda mover Rozinante, y si vos. q u e r é y s porfiar. . ., será enojar a l a fortuna" (p. 2 6 5 ) , b i e n seguro de que su amo va a aceptar este razonamiento, i m i t a d o precisamente de las explicaciones que da de sus fracasos. E l que Sancho sea capaz por p r i m e r a vez de elaborar y llevar a cabo u n p l a n c o m - N R F H , XVIII D U L C I N E A A TRAVÉS D E L O S DOS " Q U I J O T E S " 389 puesto con los elementos de l a locura de su amo no quiere decir, s i n embargo, que crea que D o n Quijote está absolutamente loco, n i siquiera del modo que se lo va a parecer en II. E l incidente es crucial en l a historia de las relaciones entre D o n Quijote y Sancho, así que h a r í a m o s b i e n en examinarlo en sus ramificaciones. E n el transcurso de esa noche tenemos, primero, l a treta de Sancho, y en seguida l a historia de las cabras que le cuenta a D o n Q u i jote para entretener l a espera, y cuya ingeniosidad celebra el cabal l e r o medio en chanza, pero con u n elogio al m i s m o tiempo m u y e n serio de la discreción del escudero, precisamente por su manera de contar: " D í g o t e de verdad. . . que t ú has contado u n a de las m á s nuevas consejas, cuento o historia, que nadie pudo pensar en el m u n d o , y que tal modo de contarla, n i dexarla, j a m á s se p o d r á ver n i aura visto en toda l a vida, aunque no esperaba yo otra cosa de t u buen discurso" (20, p. 27o) . U n poco después, Sancho, abrazado a su amo, l i b e r a sus intestinos, l o que hace que D o n Q u i j o t e , comprendiendo q u é sucede, le aparte de sí, aunque sin ofensa: " P e o r es meneallo, amigo Sancho" (p. 273). L l e g a por f i n l a mañ a n a , y al ponerse D o n Quijote en camino, vemos que Sancho, venciendo su miedo, decide n o abandonar a su s e ñ o r : "Destas l á g r i m a s y d e t e r m i n a c i ó n tan honrada de Sancho Panza, saca el autor desta historia que d e v í a de ser b i e n nacido, y, por l o menos, christiano viejo; cuyo sentimiento e n t e r n e c i ó algo a su amo" (p. 274). C o m o u n resultado natural de esa t e n s i ó n en el a l m a de Sancho debe entenderse el que, al descubrirse el r i d í c u l o origen del r u i d o , le sobrevenga u n incontenible ataque de risa, del que incluso se contagia brevemente su amo. Pero Sancho va m á s allá, pues llega a parodiar a D o n Q u i j o t e : " H a s de saber, ¡o, Sancho amigo!, que yo n a c í , por querer del cielo", etc. (p. 276); y esta parodia hay que a t r i b u i r l a directamente a l a nueva i n t i m i d a d que se ha establecido entre amo y escudero en el transcurso de esa noche (no l a primera que pasan juntos, pero sí l a p r i m e r a descrita en detalle, a causa del miedo, l a v i g i l i a , etc.). 14 L a risa de Sancho termina con el terrible golpe que le asesta su amo y el consiguiente distanciamiento, en que D o n Q u i j o t e le recuerda a Sancho su posición y le i m p o n e u n a d u r a regla de si1 4 Sancho exige que D o n Quijote lleve la cuenta de las trescientas cabras que van pasando en el cuento ele una orilla a otra, lo que es esencial, según él, para terminar el cuento. Pero el caballero no cumple la condición y la historia termina abruptamente. Más tarde, Cardenio establece como condición para concluir su historia que no se le interrumpa n i una sola vez, pero D o n Quijote tampoco cumple esta condición^ y a su interlocutor le sobreviene u n ataque de locura (cap. 24). Tenemos así en dos niveles, popular y culto, el mismo recurso narrativo, tan corriente en los cuentos de Las mil y una noches, por ejemplo. 59° J U L I O RODRÍGUEZ-LUIS NRFH, XVIII lencio. A u n q u e parezca a primera vista u n a c o n t r a d i c c i ó n , creo que este p r i m e r castigo que inflige el amo a su escudero los acerca, de u n sutil modo psicológico. Sancho, en definitiva, l o entiende así, pues cuando D o n Quijote vuelve a castigarlo en I, 30, por atreverse a poner a D u l c i n e a por debajo de Dorotea-Micomicona, el escudero cree que D o n Quijote lo está castigando t o d a v í a por su risa de unos días antes ("Pero suplico a vuestra merced, señor mío, que n o sea de a q u í adelante tan vengativo. . ., porque estos palos de agora m á s fueron por l a pendencia que entre los dos travo el d i a b l o l a otra noche, que por lo que dixe contra m i s e ñ o r a D u l zinea", p. 61), lo que equivale a decir: "te entiendo mejor de l o que crees"; en definitiva: "nuestros mundos están tan cerca que alcanzo l a verdadera causa de tus acciones". E n t r e u n o y otro incidente, l a r e l a c i ó n de los dos personajes ha seguido u n a progresiva intensificación: Sancho empieza por pedirle a D o n Quijote que le permita hablar (cap. 21 y 25), a l o que a q u é l accede (25, p. 348); Sancho le defiende luego e s p o n t á n e a mente (olvidándose de que h a b í a decidido n o entrar sino como espectador en las aventuras de su señor) del ataque de Cardenio (cap. 24) ; hasta que finalmente D o n Quijote, entusiasmado con l a o p o r t u n i d a d que l a soledad de l a Sierra le b r i n d a para u n a penitencia de amor, pero seguramente t a m b i é n c o n m o v i d o por el amor que le muestra su escudero, r o g á n d o l e que no enloquezca, que n o se haga d a ñ o , etc. —amor éste que es como u n a culminac i ó n del que ya v e í a m o s antes progresar—, le revela a Sancho l a i d e n t i d a d de D u l c i n e a y la comenta luego con él. A m o y criado van, pues, c o m p e n e t r á n d o s e cada vez m á s . Pero ¿cree Sancho loco a D o n Quijote? A q u í el escudero fluctúa constantemente. L o que hace en el caso de l a bacía-yelmo de M e m b r i n o es en este sentido m u y revelador, pues n u n c a hasta entonces ha visto Sancho tan claramente que su amo se equivoca, desde el p r i n c i p i o a d e m á s ; así que d e s p u é s de advertirle a D o n Q u i j o t e que lo ú n i c o que se distingue es algo que r e l u m b r a , y de recordar luego el caso de los batanes, u n a vez D o n Quijote en posesión de l a bacía, "quando Sancho oyó l l a m a r a l a bazía celada, n o pudo tener l a risa; mas v í n o s e l e a las mientes l a cólera de su amo, y calló en l a m i t a d de e l l a " (21, p. 285). L a verdadera naturaleza del yelmo es tan obvia, que el escudero menciona el incidente m á s adelante como prueba casi definitiva de l a l o c u r a de su s e ñ o r : "¡Vive D i o s . . . que no puedo sufrir n i llevar en paciencia algunas cosas que vuestra merced dize!, y que por ellas vengo a imaginar que todo cuanto me dice de cavallerías y de alcanzar reynos e imperios, de dar ínsulas y de hazer otras mercedes y grandezas. . ., que todo deve de ser cosa de v i e n t o y m e n t i r a . . . P o r q u e q u i e n oyere dezir a vuestra merced que u n a bazía de barbero es el yelmo de M a m b r i n o , y que no salga N R F H , XVIII D U L C I N E A A T R A V É S D E L O S DOS " Q U I J O T E S " 391 de este error en m á s de quatro días, ¿ q u é ha de pensar sino que q u i e n tal dize y afirma deve de tener g ü e r o el juyzio?" ( 2 5 , p. 3 5 5 ) . Cervantes nos e x p l i c a r á que Sancho c o n t i n ú e a l servicio de su amo a u n d e s p u é s de creerlo loco, por dos razones. L a u n a es material: el deseo de obtener el gobierno prometido (tenemos así que Sancho, al o í r que el ventero de I, 3 2 dice que ya no se usan los caballeros andantes, " q u e d ó m u y confuso y pensativo. . . y propuso en su corazón de esperar en l o que parava aquel viaje de su amo, y que si no salía con l a felicidad que él pensava, determinava de dexalle y bolverse con su muger y sus hijos a su acostumbrado trabajo", p. 87). L a otra razón, consustancial con ese i n t e r é s , es l a simplicidad del escudero que le permite creer en l a posibilidad de l a í n s u l a : Sancho escucha embelesado a su s e ñ o r describir sus p r ó ximos triunfos (I, 2 1 ) , o se enoja al oírle despreciar a M i c o m i c o n a por esposa (I, 3 0 ) . L a discreción de Sancho le indica, pues, que su amo está loco; su estupidez le hace seguir a su lado. Para l a mente moderna, acostumbrada a u n realismo estrictamente psicológico, es difícil aceptar tal especie de d i c o t o m í a en las reacciones de Sancho, a menos de tener b i e n presente l a i n t e n c i ó n central de Cervantes, que es cómica, y para l a cual Sancho le va a servir, si n o mejor, sí de modo m á s obvio que D o n Quijote, por ser el escudero u n personaje proveniente del n i v e l bajo de l a literatura medieval, mientras que D o n Quijote está envuelto siempre, aun a través de su básica r i diculez, por el prestigio de las imitaciones en que está e m p e ñ a d o . C u a n d o el caballero anuncia que m a t a r á al gigante Pandafilando y M i c o m i c o n a que se casará con él, Sancho da dos saltos de alegría en el aire, yendo luego a arrodillarse ante su nueva señora, a lo que el autor comenta: " ¿ Q u i é n no avía de reyr de los circunstantes, viendo l a l o c u r a del amo y l a simplicidad del criado? E n efeto, D o rotea se las d i o y le p r o m e t i ó de hazerle gran s e ñ o r en su reyno, quando el cielo le hiziesse tanto b i e n que se l o dexasse cobrar y 1 5 1 5 Véase lo que dice A U E R B A C H , p. 5 2 2 , sobre la teoría clásica de los niveles "según la cual lo real cotidiano y práctico sólo puede encontrar su lugar en la literatura dentro del marco de un género estilístico bajo o mediano, es decir, como cómico-grotesco, o como entretenimiento agradable, ligero". De haber seguido Cervantes esa regla, la novela de Sancho sería otra que la de D o n Quijote, pero, como el mismo crítico observa a propósito de l a escena entre el caballero y la aldeana que Sancho transforma en princesa, el estilo rústico propio de la literatura cómica sigue aquí a "uno de los más bellos textos de prosa producidos por la forma tardía de la trova amorosa" (p. 3 3 0 ) . L a explicación que da Auerbach es la que le sirve para explicarse todo el libro: esos "dos mundos de vida y estilo chocan entre sí y se repelen sin la menor posibilidad de engarce; son dos mundos cerrados y antagónicos, entre los que no existe más cohesión que la alegre neutralidad del juego cuyos hilos se hallan, esta vez, en manos de Sancho." 39 2 J U L I O RODRÍGUEZ-LUIS NRFH, XVIII gozar. Agradecióselo Sancho con tales palabras, que r e n o v ó l a risa de todos" (30, p. 56). Y m á s adelante, cuando l a aventura de los cueros de vino, vuelve a decir Cervantes: " Y estava peor Sancho despierto que su amo d u r m i e n d o : tal le t e n í a n las promessas que su amo le avía hecho" (35, p. 152). L a f u n c i ó n de Sancho, en efecto, es poner de relieve l a básica comicidad del l i b r o . Y , sin embargo, u n a sola i n t e r p r e t a c i ó n n u n c a basta para el Quijote. Q u e Sancho sea u n personaje de i n t e n c i ó n c ó m i c a explica que fluctúe de l a duda (que indica u n a personalidad m á s compleja, aunque siempre con relieves cómicos) a l a total a c e p t a c i ó n de los s u e ñ o s de su amo, actitud ésta que le sirve de u n modo directo a su creador para hacernos r e í r . P e r o hay otra faceta menos simple del c a r á c t e r de Sancho: su progresiva fascinación con los sueños de su amo. A l final del c a p í t u l o 21 (trato ahora de l i m i t a r el análisis a unos cuantos capítulos) vemos a Sancho totalmente embelesado con las h a z a ñ a s en que s u e ñ a su s e ñ o r (pp. 288-298), a través de una de las escenas del l i b r o m á s ricas en afecto o c o m p e n e t r a c i ó n entre los dos personajes. Igualmente significativo es l o que le dice Sancho al apaleado A n d r e s i l l o : "que los escuderos de los cavalleros andantes estamos sujetos a m u c h a hambre y a mala ventura, y a u n a otras cosas que se sienten mejor que se d i c e n " (31, p. 77) . L a i n g e n u i d a d del escudero c o n t r a d i r í a l a lucidez del mismo personaje si no fuese por l a i n t e n c i ó n c ó m i c a a que sirve (en este caso u n p r o p ó s i t o que se impone desde fuera al desarrollo m á s e s p o n t á n e o de los caracteres); en cambio, l a fascinación o a b s o r c i ó n de Sancho por el m u n d o de D o n Quijote, que sí es psicológica, revela l a mano maestra de Cervantes mejor que n i n g ú n otro aspecto de l a novela, siendo el resultado natural de u n a r e l a c i ó n que se va haciendo m á s y m á s intensa. C o m o muchas veces se ha s e ñ a l a d o , Sancho t e r m i n a entendiendo el valor de l a c a b a l l e r í a andante, o l o que representa su amo, y le hace a su mujer al regresar a casa por p r i m e r a vez aquel estupendo discurso: "que no ay cosa m á s gustosa en el m u n d o que ser u n h o m b r e honrado escudero de u n cavallero andante, buscador de aventuras. . . ; es l i n d a cosa esperar los sucessos, atravessando m o n tes, e s c u d r i ñ a n d o selvas, pisando p e ñ a s , visitando castillos, aloxando en ventas a toda discreción, sin pagar ofrecido sea al diablo el mar a v e d í " (I, 52, p. 400). N o es tomar u n p u n t o de vista r o m á n t i c o ver a q u í que el lado precisamente idealista del escudero, desarrollado j u n t o a su señor, lleva l a p r i m a c í a . T a m b i é n conserva Sancho hasta el final mismo, n ó t e s e b i e n , el materialismo que m á s fácil u obviamente l o caracteriza: trae libranza por varios asnos, u n nuevo cabestro, aquella bolsa de C a r d e n i o c o n escudos; su discurso en elogio de l a v i d a aventurera t e r m i n a celebrando el que caballeros y escuderos no pagan en las ventas. N R F H , XVIII D U L C I N E A A TRAVÉS D E L O S DOS " Q U I J O T E S " 393 T a l " q u i j o t i z a c i ó n " del escudero explica, pues, esa contradicc i ó n aparente que v e í a m o s antes entre su ingenio y su simplicidad, y l a explica a d e m á s desde dentro del personaje mismo, sin que tengamos que r e c u r r i r a la i n t e n c i ó n con que l o mueve el autor a través de l a trama. Cervantes, sin embargo, siempre atento a l a verosimil i t u d , trata t o d a v í a de explicar l a fascinación de Sancho por los valores caballerescos a través del i n t e r é s material del escudero (su creencia en l a í n s u l a prometida); pero aunque esto baste a l a veros i m i l i t u d que el c a n ó n i g o de T o l e d o pone como c o n d i c i ó n básica de toda l i t e r a t u r a , no nos puede satisfacer a nosotros, en definitiva, habida cuenta de l a discreción de Sancho ("advertido y discreto" l o l l a m a el m i s m o Cervantes en I, 49, p. 360, cuando está tratando de convencer a su amo de que no se halla verdaderamente encantado). L o que en cambio sí explica perfectamente l a convivencia dentro de Sancho de ambas posiciones, es u n a progresiva identificación, que poco a poco se va c o n v i r t i e n d o en acción, con esos valores quijotescos que tanto le h a n fascinado. E l escudero defiende a D o n Q u i j o t e de l a embestida del cabrero, al final de I, con mayor coraje a ú n que del ataque de C a r d e n i o ; y cuando cura y barbero hacen de modo que el caballero quede debajo de su atacante, Sancho se debate entre los que le sujetan i m p i d i é n d o l e acudir en socorro de su amo (I, 52), y esta e n e r g í a refleja m u y b i e n l o que ahora siente Sancho, es decir, que su i d e n t i f i c a c i ó n i n i c i a l con el proyecto del caballero, pensando sólo en su provecho, se transforma primero en i d e n t i f i c a c i ó n afectiva con l a persona m i s m a de D o n Quijote, y finalmente en i d e n t i f i c a c i ó n con el proyecto caballeresco mismo, s e g ú n se l o va a describir a su mujer, casi del m o d o que p o d í a hacerlo su amo. Veamos brevemente tres manifestaciones de c a r á c t e r definitivo de tal p r o g r e s i ó n en los sentimientos de Sancho. U n a es l o que les dice al cura y a l barbero, a c u s á n d o l o s de envidia, de falta de liber a l i d a d y de bajeza de miras ("no es todo hacer barbas") en el c a p í t u l o 47. A esta altura l o fundamental es t o d a v í a el i n t e r é s de Sancho, que se ve privado de las rentas de su í n s u l a ("De mis hijos y de m i muger me pesa, pues quando p o d í a n y d e v í a n esperar ver entrar a su padre por sus puertas hecho governador o visorey de alguna í n s u l a o reyno, le v e r á n entrar hecho mozo de cavallos") (47, p. 339); pero ya aparece u n a visión del b i e n que deja de hacer D o n Q u i j o t e mientras se halle preso en l a j a u l a : " y m i r e b i e n n o le pida Dios en l a otra v i d a esta p r i s i ó n de m i amo, y se le haga cargo de todos aquellos socorros y bienes que m i s e ñ o r d o n Q u i x o t e 16 1 6 Concretamente de las "fábulas mentirosas", l o que debe aplicarse a la literatura de ficción: "que tanto la mentira es mejor cuanto más parece verdadera, y tanto más agrada quanto tiene más de lo dudoso y possible" (I, 4 7 , P. 342). 394 J U L I O RODRÍGUEZ-LUIS NRFH, XVIII dexa de hazer en este tiempo que está preso". D e a h í l a a c u s a c i ó n de falta de generosidad contra los amigos del hidalgo. U n poco d e s p u é s , Sancho anima a su s e ñ o r a escapar de su p r i s i ó n : "y echo esto [escapar], provássemos otra vez l a suerte de buscar m á s aventuras, y si no nos sucediesse b i e n , tiempo nos queda para bolvernos a l a x a u l a , en l a q u a l prometo, a ley de b u e n y leal escudero, de encerrarme juntamente con vuestra merced, si acaso fuere vuestra merced tan desdichado, o yo tan simple, que no acierte a salir con l o que d i g o " ( I , 49, p. 359). Y a a q u í l o que cuenta para Sancho, por e n c i m a de todo, es el valor de l a aventura por sí misma, incluso sobre l a posibilidad de que no les salga todo b i e n , a causa del encantamiento. Y cuando D o n Quijote yace en tierra al parecer muerto de resultas del golpe que le han dado los disciplinantes, Sancho hace u n panegírico que no es sino u n elogio de los valores que inspiraban a su amo: " ¡ O flor de l a c a v a l l e r í a . . .! ¡ O h o n r a de t u linaje, h o n o r y gloria de toda la M a n c h a y a u n de todo el m u n d o , el qual, faltando t ú en él, q u e d a r á l l e n o de malhechores, sin temor de ser castigados de sus malas fechorías!" (52, p. 3 9 6 ) . Naturalmente que Sancho 110 pierde nunca de vista su provecho ("¡O liberal sobre todos los Alexandras, pues por solos ocho meses de servicio me t e n í a s dada l a mejor í n s u l a que el mar c i ñ e y rodea!"), pero el énfasis del discurso está en l a visión de lo desvalido que queda el m u n d o f a l t á n d o l e D o n Quijote, con u n a d e f i n i c i ó n final, caballero andante igual a c a m p e ó n de l a v i r t u d : " ¡ O h u m i l d e con los sobervios y arrogante con los humildes, acometedor de peligros, sufridor de afrentas, enamorado sin causa, i m i t a d o r de los buenos, azote de los malos, enemigo de los ruynes; en fin, cavallero andante, que es todo lo que dezir se puede!" C o m o D o n Q u i j o t e t e r m i n a a q u í su carrera, si descontamos su r e s u r r e c c i ó n en II, el elogio adquiere u n valor adicional, especialmente por provenir de Sancho, q u i e n en el curso de l a novela o d i á l o g o , ha ganado el amor de su amo del modo m á s absoluto y le ha hecho u n a y otra vez descender a su m u n d o ; pero t a m b i é n ha llegado a entender el valor de l a c a b a l l e r í a andante. L a u n i ó n de amo y escudero resulta tan obvia para los que les rodean, que cuando los amigos del hidalgo conciben el proyecto de hacerle creer que ha sido encantado, hacen u n conjuro doble, de modo que incluya a ambos (I, 46, p. 327). Pero Sancho no p o d r í a convertirse totalmente en u n defensor de l a c a b a l l e r í a andante sino a costa de perder su carácter y cambiar con ello diametralmente su p o s i c i ó n dentro de l a novela. E l escudero tiene, pues, que conservar su materialismo básico, representado por el i n t e r é s en l a posesión de l a í n s u l a , y para que tal i n t e r é s pueda coexistir v e r o s í m i l m e n t e con l a consciencia de que su amo está loco, es necesario que Sancho reciba de vez en cuando ventajas materiales, 17 N R F H , XVIII D U L C I N E A A TRAVÉS D E L O S DOS " Q U I J O T E S " 395 que es l a f u n c i ó n de l a libranza pollinesca, l a bolsa de Cardenio, el cabestro robado al barbero de la bacía-yelmo. Parece entonces como si Sancho, al comienzo de II, estuviera tan convencido de la locura de su amo y por tanto de la i m p r o b a b i l i d a d de su ínsula, que solicita un salario, o cierta seguridad económica, que le permita precisamente gozar de la aventura cuyo valor ha aprendido a apreciar en el transcurso de l a salida anterior. Cervantes va sin embargo a acentuar en II el carácter c ó m i c o de Sancho, e n g a ñ á n d o l o u n a y otra vez junto con su amo, para d i v e r s i ó n de los lectores, con l o cual el escudero tiene muchas menos oportunidades para desarrollar aquellas características menos cómicas y m á s individuales que h a b í a m o s visto en I: d e v o c i ó n por su amo y c o m p e n e t r a c i ó n progresiva con su proyecto. Su materialismo, sin el suficiente contrapeso por parte de esas virtudes, sube consecuentemente de punto. L a c o m p e n e t r a c i ó n de D o n Quijote y su escudero se refleja a la perfección en l a forma en que Sancho puede describir en I I , 10 a la D u l c i n e a de su amo en lugar de l a especie de A l d o n z a que a q u é l ve, o sea l o opuesto exactamente de lo que acontece en I, 31. Pero I I es, d e s p u é s de todo, m u y diferente de I. Es notable, en p r i m e r lugar, c ó m o ahora D o n Q u i j o t e siente l a necesidad de visitar a su dama antes de partir, en tanto que en I le b a s t ó con inventarla; pero esto es l o p r o p i o de l a tercera salida, donde todo se halla perfectamente preparado, es decir, que l a i m i t a c i ó n que hace el h é r o e de l a vida caballeresca n o tiene el sentido de i m p r o v i s a c i ó n de I, sino el propio de q u i e n es ya, d e s p u é s de todo, famoso personaje literario. D o n Quijote es r e c i b i d o como glorioso caballero andante, le solicitan damas menesterosas y doncellas enamoradas, se bate en torneos, etc. C l a r o está que las cosas no le salen tan b i e n como a los h é r o e s que l o han inspirado, pero sí en cambio los i m i t a ahora en su mismo ambiente, dentro del mismo marco de las acciones de a q u é l l o s . Asistimos a los preparativos de l a tercera salida de u n modo b i e n distinto que a los de l a p r i m e r a ( s ú b i t a crisis de u n a l o c u r a que se ha venido i n c u b a n d o por largo tiempo) o de l a segunda (persis1 7 C o n respecto a l a ínsula tiene lugar a través de I cierta evolución en su presunto d u e ñ o . Mientras que al principio Sancho aparece interesado principalmente en el producto que pueda obtener de ella (vender sus vasallos, por ejemplo, si son negros, en I, 2 9 ) , y todavía cuando acusa al cura y al barbero por la prisión de su señor, son las rentas el objeto fundamental de su interés, en la discusión en que se e m p e ñ a a poco con el canónigo, éste le advierte que la tarea principal de u n gobernador no es percibir las rentas, sino ejercer justicia, y Sancho responde con la celebrada defensa de su capacidad innata para ser gobernador: "que tanta alma tengo yo como otro" (I, 50, p. 375). Parece como si junto con el aprecio por los valores que representa su amo, fuese creciendo en Sancho cierto interés en e l gobierno mismo de su ínsula, el que p o d r á desarrollar en II, gracias a los duques. JULIO 396 RODRÍGUEZ-LUIS NRFH, XVIII tencia del proyecto o r i g i n a l , perfeccionado con l a a d i c i ó n de u n escudero). Esta vez, en cambio, D o n Q u i j o t e ha tenido que yacer en el lecho r e c u p e r á n d o s e m u c h o m á s tiempo, y por tanto h a p o d i d o planear mejor l a siguiente salida, o a l o menos pensar m á s en ella, hasta repasar incluso las anteriores, es de suponerse. A r r e g l a cuentas con Sancho, cuyos servicios quedan así asegurados (o sea, dentro de 3a esfera materialista característica de a q u é l , m á s como sirviente pagado que como p r o b l e m á t i c o escudero); y hasta se entera de que l a historia de sus caballerías (de acuerdo con su punto de vista, las ideales que planeaba en cada caso, no las que t u v i e r o n lugar en realidad, que olvida) anda impresa. T a m p o c o intenta nadie deten e r l o por l a fuerza, así que el caballero no sale ahora secretamente como l a primera vez, n i se escapa como l a segunda. E l ama y l a sob r i n a acatan su decisión, y los amigos van a intentar detenerlo por medios que caen perfectamente dentro de su esfera de acción (duelos con Sansón Carrasco), sin subterfugios n i violencias al modo de I. L a forma en que se presenta y se va desarrollando II es, por o b r a de este planteamiento, m á s intelectual y menos e s p o n t á n e a que I. E n I D o n Quijote parece estar consciente, s e g ú n vimos a través de l a larga e x p l i c a c i ó n que hace a Sancho, de su idealización de A l d o n z a Lorenzo, en tanto que en II ha perdido de vista por completo ese proceso de idealización, e i m a g i n a a D u l c i n e a como u n a realidad, l o que a su vez se explica por el perfeccionamiento de su c a r á c t e r de caballero andante que da el tono a II. C u a n d o a l comienzo del c a p í t u l o 8 de II, Sancho le recuerda a su amo que v i o a D u l c i n e a a través de las bardas de u n corral, a q u é l le responde que l o que se le antojaron tales n o p o d í a n ser sino ricas galerías; en seguida, por u n instante, parece recobrar el tono de idealizac i ó n consciente de I, 25: " C o n todo esso, vamos a l l á . . ., que como yo l a vea, esso se me da que sea por bardas o por ventanas, o p o r resquicios, o verjas de jar diñes",* pero l o cierto es que ya n o piensa para nada en A l d o n z a , sino en D u l c i n e a : "que cualquier rayo que del sol de su belleza llegue a mis ojos a l u m b r a r á m i entendim i e n t o y fortalecerá m i c o r a z ó n " (p. 112). T o d a v í a insiste Sancho una vez en decir que D u l c i n e a ahechaba trigo cuando l a v i o , y ya en esta ocasión el caballero, i r r i t a d o , responde: " j Q u e t o d a v í a das, Sancho. . ., en dezir, en pensar, en creer y en porfiar que m i s e ñ o r a D u l c i n e a ahechava trigo, siendo esso u n menester y exercicio que va desviado de todo l o que hazen y deven hazer las personas p r i n cipales!" (ibid.) . A c o n t i n u a c i ó n , D o n Quijote sugiere u n a exp l i c a c i ó n para l a obvia c o n f u s i ó n de su escudero: "sino que l a e m b i d i a que a l g ú n m a l encantador deve de tener a mis cosas, todas las que me h a n de dar gusto trueca y buelve en diferentes figuras q u e ellas tienen" (p. 113); o sea, l a e x p l i c a c i ó n de siempre de sus descalabros, que a q u í servirá de paso para justificar todos los que 18 N R F H , XVIII D U L C I N E A A TRAVÉS D E LOS DOS " Q U I J O T E S " 397 a n d a r á n impresos, teme D o n Q u i j o t e , en vez de sus verdaderas haz a ñ a s en I. Y a en esta e x p l i c a c i ó n que el propio caballero sugiere está i m p l í c i t o el sagaz encantamiento de Sancho. E n el c a p í t u l o 9, a p r o p ó s i t o de los palacios de D u l c i n e a , Sancho dice que no son tales, sino "casa m u y p e q u e ñ a " (p. 1 2 2 ) ; pero, i n t i m i d a d o por los amagos de cólera de su amo, no insiste ya sobre este punto, o sobre l a callejuela sin salida donde se halla l a casa donde e n t r e g ó l a carta, y que d e b í a corresponder a l a verdadera casa de A l d o n z a en el Toboso. L a m i s i ó n que D o n Quijote le h a impuesto a Sancho ahora —conducirlo a presencia de su amada—, consecuencia de l a mentira del escudero en I, 3 0 , preocupa m u y de veras a Sancho. Porque D o n Q u i j o t e no se comporta ya como el m i s m o loco de I, sino como todo u n caballero andante, de modo que su escudero t e n d r á que e n g a ñ a r l o sin chanzas, m u y en serio y dentro de los estrictos t é r m i n o s de su locura. H a y que notar que Sancho se ha olvidado t a m b i é n del origen de D u l c i n e a , o sea, de A l d o n z a L o r e n z o , vecina en efecto del pueb l o del T o b o s o donde ahora buscan los dos a D u l c i n e a . E l escudero sabe que n u n c a ha visto a l a s e ñ o r a de su amo, l o mismo que recuerda su falsa descripción de ella, todo l o cual le sugiere que no existe tal princesa en el T o b o s o ; y sin embargo n o recuerda para nada a A l d o n z a , sino que a c t ú a como si creyese verdaderamente que su amo está enamorado de alguna doncella tobosina. Pero al m i s m o tiempo sabe Sancho que D o n Q u i j o t e está loco y hasta de q u é tipo de locura adolece (cf. II, 1 0 , p. 1 3 2 ) , así que llega a l a fácil c o n c l u s i ó n de que el caballero t r a n s f o r m a r á en princesa a l a p r i m e r a aldeana que le s e ñ a l e n como D u l c i n e a . E l hecho de que Sancho, n o ya D o n Quijote, haya olvidado a A l d o n z a Lorenzo, es u n a consecuencia del c a r á c t e r que a q u é l l a adquiere a partir del c a p í t u l o 3 0 de I y l a d e s c r i p c i ó n de l a entrevista: u n objeto c ó m i c o m á s . L a persona m i s m a que i n s p i r ó a D o n Q u i j o t e no i m p o r t a ya, sino su rusticidad, por u n lado, y por otro l a idealización a que el caballero l a ha sometido, idealización a l a que l a primera sirve de parodia. P o r eso Sancho puede creer ahor a que en efecto su señor tiene u n a dama, olvidando l a verdad; pero a l mismo tiempo puede e n g a ñ a r l o . L a parodia princesa-labradora que constituye l a base de I, 3 0 se va a desarrollar ante nuestros ojos en II, 1 0 , pasando de l a d e s c r i p c i ó n al acto, a l a farsa. 1 8 Antes, D o n Quijote mismo ha recordado la descripción de Dulcinea ahechando trigo: "Esso no puede s e r . . . , que, por lo menos, ya me has dicho t ú que l a viste ahechando trigo, quando me truxiste la respuesta de la carta que le e m b i é contigo" ( 9 , p. 1 2 5 ) . L a m e n c i ó n del hecho tiene lugar, sin embargo, dentro de u n vivo diálogo en que el caballero le exige a Sancho que lo conduzca ante su dama, aduciendo contra las evasivas del escudero precisamente lo que éste le ha contado en I. JULIO 39» RODRÍGUEZ-LUIS N R F H , XVIII Éste es el tono característico de II, donde D o n Q u i j o t e va a moverse como verdadero caballero andante en u n escenario preparado para hacernos r e í r , en vez de chocar, como en I, con l a realidad que, naturalmente, no aceptaba su locura. Su dama, entonces, como si verdaderamente l a tuviera, sirve para redondear l a imagen del caballero aumentando su comicidad. Es l a nueva actitud de D o n Quijote, plenamente convencido de su carácter de caballero andante, l o que le permite, en presencia de l a aldeana que Sancho le dice ser D u l c i n e a , n o creer en l o que ven sus ojos, y aferrarse a su t e o r í a del encantamiento; cosa que n o p o d r í a haber o c u r r i d o en I, cuando el caballero sabía en el fondo lo que estaba haciendo de A l d o n z a , sabía q u i é n era D u l c i n e a , de suerte que en caso de ponerse frente a A l d o n z a , no l a h a b r í a visto nunca como l o que era realmente. Sancho es q u i e n está en mejor posición ahora. Su amo le ha revelado en I q u i é n ha inspirado su ideal amoroso y c ó m o y por q u é l a ha convertido en D u l c i n e a , así que el escudero, aunque n o recuerde a A l d o n z a , posee todos los elementos necesarios para e n g a ñ a r a su amo perfectamente. E n cierto sentido se h a n i n v e r t i d o los papeles. Sancho está consciente de c ó m o ha hecho D o n Q u i j o t e a su D u l c i n e a , de a h í que piense que p r e s e n t á n d o l e como tal a u n a r ú s t i c a aldeana, su amo va a ver en ella (va a sobreponer a esa visión) su propio ideal. L a prueba defin i t i v a de lo b i e n que entiende Sancho l a locura de su amo es l a hermosa arenga que dirige ahora a l a dama (pp. 1 3 6 - 1 3 7 ) , apartando casi por completo l a d e s c r i p c i ó n de l a campesina que t e n í a t o d a v í a tan presente en los dos c a p í t u l o s anteriores. Pero D o n Quijote se ha olvidado de l a existencia de A l d o n z a , y espera verdaderamente encontrar a D u l c i n e a , así que no puede ver a su dama a través de l a l a b r a d o r a . 19 E l impacto de l a b u r d a a p a r i c i ó n es m u y intenso; l a treta de Sancho está incluso a punto de fracasar; el caballero, por otra parte (como sugiere A U E R B A C H , op. cit., p. 317), p o d r í a enloquecer m á s a ú n o recuperar l a r a z ó n al m o s t r á r s e l e todo el r i d í c u l o de su idealización de u n a realidad tan miserable —porque hay que tener en cuenta que aunque l a campesina que le presenta Sancho a su amo no es A l d o n z a , sí corresponde a l o que ésta sería. Pero nada irreparable pasa: D o n Q u i j o t e se sobrepone al choque con l a e x p l i c a c i ó n que mejor halaga su v a n i d a d (Dulcinea ha sido encantada por u n 1 9 L o que el caballero no ha olvidado es que nunca ha visto a su dama, así que a la observación de Sancho de que él mejor que nadie debe conocer el camino de la casa de Dulcinea, responde irritado: " ¿ n o te he dicho m i l vezes que en todos los días de m i vida no he visto a la sin par Dulcinea, n i jamás atravessé los umbrales de su palacio, y que sólo estoy enamorado de oídas, y ele la gran fama que tiene de hermosa y discreta?" ( 9 , p. 124). L a existencia de Aldonza Lorenzo está ya totalmente olvidada por la de una famosísima Dulcinea. N R F H , XVIII D U L C I N E A A T R A V É S D E L O S DOS " Q U I J O T E S " 399 mago envidioso de su gloria); Sancho, salvado, le sigue l a corriente, con u n a salvedad que su e s p í r i t u s o c a r r ó n no puede evitar: D u l c i n e a tiene u n lunar peludo que, sin embargo, " s u b í a de p u n t o " su hermosura (p. 1 4 0 ) ; lo que D o n Quijote, tras inquietarse brevemente sobre l o descomunal de tal l u n a r , confirma: "porque n i n g u n a cosa puso l a naturaleza en D u l c i n e a que n o fuesse perfeta y b i e n acabada, y assí, si tuviera cien lunares como el que dizes, en ella n o fueran lunares, sino lunas y estrellas resplandecientes" (ibid.). C o n l o cual l a figura misma de l a dama de D o n Q u i j o t e sirve para subrayar l a comicidad de su amante. Es interesante que D o n Quijote, aunque no acepta de entrada que l a realidad de las tres labradoras que está observando sea l o que su escudero afirma, haga u n a salvedad: "a l o menos a m í tales me parecen" (p. 3 1 5 ) . E l n o estar seguro sobre l a realidad es l a r a z ó n de que termine aceptando el testimonio de Sancho. Es tan perplejo su estado de á n i m o , sin embargo, que no habla de primera i n t e n c i ó n . Hace, sí, cuanto le debe a D u l c i n e a , como arrodillarse o correr luego a levantarla cuando se cae, pero deja que Sancho le d i r i j a a su amada los discursos apropiados (lo que el escudero hace a las m i l m a r a v i l l a s ) . Sólo d e s p u é s que Sancho le ha endilgado u n par de arengas a D u l c i n e a se atreve D o n Q u i j o t e a h a b l a r l e . Y tan preocupado queda nuestro caballero con este encantam i e n t o , destinado a afectar de m o d o sustancial su vida, que en l a aventura que sigue (la de las Cortes de l a Muerte) acepta l a real i d a d por l o que es, tras l a e x p l i c a c i ó n del director de l a c o m p a ñ í a de actores, y hasta con u n pensamiento sobre el valor de las apariencias: " P o r l a fe de cavallero andante. . ., que assí como v i este carro i m a g i n é que alguna grande aventura se me ofrecía, y aora digo que es menester tocar las apariencias con l a mano para dar lugar a l d e s e n g a ñ o " (p. 1 4 6 ) . Y durante este episodio D o n Q u i j o t e a c t ú a en todo del modo m á s razonable y a gusto de su escudero . 20 21 A U E R B A C H , op. cit., p. 3 3 0 , celebra el discurso ele D o n Quijote como uno de los más bellos fragmentos amorosos del libro, que resalta precisamente dentro ele una parodia de la ideología del amor trovadoresco. P A R K E R , art. cit., p. 1 0 , ve en la perplejidad de D o n Quijote ante la labradora que d e b i e r a tomar por Dulcinea un momento crucial en el desarrollo de la obra: ' T h i s is a new suffering for D o n Quixote -—no longer blows but an inner hurt. A n d whereas i n Part I he hacl for the most part deserved to suffer his physical pain, this particular hurt he does not deserve; for the first time our sympathies are fully with h i m i n his misfortunes." Cuando, inmediatamente después, D o n Quijote acepta la explicación de los actores de las Cortes de la Muerte con la reflexión que vimos, el mismo crítico, p. 1 1 , ve en ello otro j a l ó n en la progresión del héroe de la locura a la cordura: en I la gente aparecía como realmente era y D o n Quijote la transformaba en su imaginación; ahora los actores no aparecen como quienes son, sino disfrazados, "but there is a perfectly honest explanation for this. T h e next episode shows a further progression —a person who, like the actors, is not what he appears to be [San2 0 2 1 400 JULIO NRFH, RODRÍGUEZ-LUIS XVIII A l describir las visiones tenidas en l a cueva de Montesinos (II, 2 3 ) , D o n Q u i j o t e agrega l a de D u l c i n e a en l a figura en que Sancho se l a m o s t r ó , a c o m p a ñ a d a de dos damas, vestidas todas de labradoras, saltando como cabras por u n prado. N o sabemos con precisión el aspecto que t e n í a n , pues el caballero se l i m i t a a decir que la r e c o n o c i ó por llevar los mismos vestidos que cuando Sancho l o condujo a su encuentro. E l episodio está delicadamente elaborado, como u n verdadero s u e ñ o (dentro de ello entra el que D o n Q u i j o t e n o recuerde los rostros de las damas), en el que D u l c i n e a no responde al caballero, sino que huye de él corriendo, y luego, súbitamente, le m a n d a pedir seis reales para atender a las necesidades que padece. Pero aunque s u e ñ o , todo cuanto D o n Q u i j o t e cuenta a q u í está elaborado siguiendo l a m e n t i r a del escudero; por eso Sancho "quando oyó dezir esto a su amo, p e n s ó perder el juyzio o morirse de risa; que como él sabía l a verdad del fingido encanto de D u l cinea, de q u i e n él avía sido el encantador y el levantador de tal testimonio, a c a b ó de conocer indubitablemente que su s e ñ o r estava fuera de juyzio y loco de todo p u n t o " ( 2 3 , p. 2 9 8 ) . N o juzguemos, sin embargo, demasiado duramente a Sancho, que al final de l a r e l a c i ó n de su señor, exclama: " [ O santo D i o s . . .! ¿es posible que tal ay en el m u n d o , y que tengan en él tanta fuerza los encantadores y encantamentos, que ayan trocado el b u e n juyzio de m i s e ñ o r en u n a tan disparatada locura? ¡ O señor, señor! P o r q u i e n Dios es, que vuestra merced m i r e por sí y b u e l v a por su honra, y no d é c r é d i t o a essas vaciedades que l o tienen menguado y descabalado el sentido" (p. 3 0 1 ) . Las exclamaciones del escudero son significativas por l a mezcla de sincero afecto, sentido c o m ú n y su peculiar fascinación con las imaginaciones a que l o ha acostumbrado el contacto con su señor. R e p á r e s e , a d e m á s , que están en l a l í n e a de las del castellano que va a apostrofar a D o n Quijote en Barcelona, con su c o m b i n a c i ó n de respeto y sincero d o l o r a l a vez que cierta i r r i t a c i ó n , menor esta ú l t i m a en el caso de Sancho, tan í n t i m a m e n t e ligado con su señor. L o s sentimientos que manifiesta a q u í Sancho son u n a c o n t i n u a c i ó n natural de los que i b a sintiendo por su s e ñ o r al final de I, con l a importante a d i c i ó n de estar ahora, a l o que parece, convencido de su l o c u r a . 22 son Carrasco como el Caballero de los Espejos]; but whose real identity —unlike that of the actors— cannot be accepted because of the deceit with which he falsified his appearance." L a lástima que produce la peculiar locura de tan virtuoso señor aparece clefinidamente en el libro con la incorporación del cura y el barbero a la pareja protagónica. E n I, cuando se apartan amo y escudero a tratar de la visita a Dulcinea, se lamentan todos los demás de la locura quijotesca, y lo mismo ocurre, con mayor énfasis a ú n , al terminar D o n Quijote el discurso sobre las armas y las letras (capítulo 3 8 ) . A l final de I el canónigo, igualmente 2 2 N R F H , XVIII D U L C I N E A A TRAVÉS D E L O S DOS " Q U I J O T E S " 401 Pero t o d a v í a le falta a D o n Quijote el ver del todo a l a s e ñ o r a de sus pensamientos. Es durante u n o de los actos que preparan los duques (II, 34 y 35). D u l c i n e a , encantada, aparece en u n impresionante carro, conducida por M e r l í n y rodeada de disciplinantes: "y en u n levantado trono v e n í a sentada u n a ninfa vestida de m i l velos de tela de plata, b r i l l a n d o por todos ellos infinitas hojas de argent e r í a de oro, que l a h a z í a n , si no rica, a lo menos vistosamente vestida; t r a í a el rostro cubierto con u n transparente y delicado cendal, de m o d o que, sin i m p e d i r l o sus lizos, por entre ellos se d e s c u b r í a u n h e r m o s í s s i m o rostro de donzella; y las muchas luzes davan lugar para distinguir l a belleza y los años, que, al parecer, n o llegavan a veynte n i baxavan de diez y siete" (35, p. 433). D e s p u é s que su malvado encantador expone las condiciones del desencantamiento y que Sancho se niega a acatarlas, l a m i s m í s i m a D u l c i n e a , alzándose el velo, le dirige l a palabra al escudero, en términos entre violentos e i r ó n i c o s : " ¡ O malaventurado escudero, alma de c á n t a r o , corazón de alcornoque. . .! Date, date en essas carnazas, b e s t i ó n i n d ó m i t o , y saca de h a r ó n esse b r í o que sólo a comer y m á s comer te i n c l i n a ; y p o n en l i b e r t a d l a lisura de mis carnes, l a mansedumbre de m i c o n d i c i ó n y l a belleza de m i faz" (p. 437); t e r m i n a n d o su discurso con u n a a l u s i ó n entre b u r l o n a y tierna a l a pena de su enamorado: " y si por m í n o q u i e r e s . . . , hazlo por esse pobre cavallero que a t u lado tienes. . ., de q u i e n estoy viendo el alma, que l a tiene atravessada en l a garganta, no diez dedos de los labios, que n o espera sino t u r í g i d a o b l a n d a respuesta, o para salirse por l a boca, o para bolverse al e s t ó m a g o " (p. 438). P o r especialísima merced de sus encantadores, D u l c i n e a ha aparecido esta vez en toda l a magnificencia de su belleza: " q u i t á n d o s e el sutil velo d e l rostro, le d e s c u b r i ó tal, que a todos p a r e c i ó m á s que demasiadamente hermoso" (p. 436), b i e n que deja m u c h o que desear en cuanto a honestidad y recato en el m o d o en que se dirige "derechamente" al acobardado escudero "con u n desenfado v a r o n i l y con u n a voz n o m u y adamada". Naturalmente que D u l c i n e a no es ella m i s m a (sueño del caballero hecho portentosa realidad), sino u n paje instruido por los duques para burlarse de D o n Q u i j o t e a l a vez que del escudero que antes se b u r l ó de él encantando a su señora. ¿Será esto q u i z á , el haber i n t u i d o de a l g ú n m o d o el caballero que se trata de u n a b r o m a , l a e x p l i c a c i ó n de l a n a t u r a l i d a d con que toma a p a r i c i ó n tan decisiva? Pues aunque se exalta ordenando a Sancho que se azote o b e s á n d o l o cuando al f i n accede a ello, n i se apenado del contraste locura-cordura que presenta D o n Quijote, trata seriamente de hacerle entrar en razón, a través de u n diálogo que va a constituir además la ú l t i m a evocación de los libros de caballerías en la novela —muy a tono esta evocación, casi elogio, con lo que el canónigo salvaba de ellos en su crítica: las posibilidades que ofrecían a la fantasía del artista (cap. 4 7 ) . 402 J U L I O RODRÍGUEZ-LUIS NRFH, XVIII desmaya, n i i n i c i a largos y floridos discursos, n i trata siquiera de d i r i g i r l a palabra a D u l c i n e a , cosas todas de esperarse y cuya ausencia no puede explicarse sólo por l a sorpresa que le paraliza al ver a su dama encantada. P o d r í a aducirse t a m b i é n que aunque es la p r i m e r a vez que ve a D u l c i n e a , ésta, aleccionada por los duques —que conocen tan b i e n el m u n d o de las imaginaciones del caballero como cuidadosos lectores que han sido de su historia—, se amolda tan perfectamente a l o que D o n Q u i j o t e p o d í a esperar, que no queda l u g a r para l a sorpresa con sus posibles repercusiones. Tenemos a q u í dos actitudes que considerar, pues t a m b i é n es espectador del tinglado dulcinesco el pobre Sancho, su encantador. Cervantes trata de explicarnos el que Sancho crea en l a visión de ahora a través del consabido recurso de su estupidez. L a duquesa, d e s p u é s de o í r del escudero l a r e l a c i ó n del e n g a ñ o de que hizo objeto a su amo, no tiene dificultad alguna en convencerlo de que D u l c i n e a está realmente encantada, s e g ú n el v e r í d i c o informe de otros magos, y que es Sancho por tanto el e n g a ñ a d o (II, 3 3 ) . Esta " s i m p l i c i d a d " ( 3 4 , p. 4 2 1 ) de Sancho es l a base necesaria para que los duques puedan disponer su b u r l a a ambos; o sea que el autor exagera el aspecto m á s obviamente risible del personaje (su simplicidad) para dar lugar así a las situaciones cómicas que siguen . E n l a conversación entre el escudero y l a duquesa se resuelve, pues, por esa vía de rebajar l a capacidad del personaje, el problema del encantamiento de D u l c i n e a por Sancho, que h a b í a puesto, al p r i n c i p i o de II, tan por l o alto l a astucia del escudero. Sancho llega ahora a l a c o n c l u s i ó n de que n u n c a h u b i e r a podido él idear semejante m a n i o b r a ("y todo d e v i ó de ser al revés, como vuessa merced, s e ñ o r a m í a , dize, porque de m i r u i n ingenio n o se puede n i deve presumir que fabricasse en u n instante tan agudo embuste, ni creo yo que mi amo es tan loco que con tan flaca y magra p e r s u a s i ó n como l a m í a creyesse u n a cosa tan fuera de todo t é r m i n o " ) ( 3 3 , p. 4 1 6 ) , con l o que queda completamente allanado el camino para que el escudero crea en el poder de los encantadores, en l a escena siguiente, tanto como su amo; por el momento, es decir, hasta que 23 Para B . W A R D R O P P E R , "Don Qnixote: story or history?", MPh, 63 (196566), 1-11, l a facilidad con que Sancho se convence de que Dulcinea está en efecto encantada, o sea, que dude de algo que sabe tan bien, sugiere que el escudero no puede distinguir entre history y story, o sea, entre la verdad y la mentira inventada. E l escudero, como nos dice el autor entonces, debe estar tan loco como su amo, lo cual, para el crítico, no hace sino reflejar la intención de Cervantes, que es mostrar la complejidad de la verdad vital. Sancho parece por lo pronto aceptar al pie de l a letra lo que le dice l a duquesa sobre Dulcinea, pero creo que es la conducta posterior del escudero respecto al encantamiento y los azotes, al indicar dudas en cuanto a la visión presenciada, lo que verdaderamente sugeriría esa incapacidad para definir una verdad tan compleja como la vida misma. 2 3 NRFH, XVIII D U L C I N E A A T R A V É S D E L O S DOS " Q U I J O T E S " 403 se rebele su carne —y q u i é n sabe q u é perspicaz instinto a d e m a s contra los azotes desencantadores. Pero en este punto tiene Cervantes otro problema que resolver, que es separar l a locura del caballero de l o que parece tal en su escudero. ¿ C ó m o p o d r á Sancho gobernar inteligentemente su í n s u l a , le pregunta l a duquesa, si está tan loco como su amo, ya que l o sigue s a b i é n d o l o loco (más o menos loco, según los azares de su relación) ? Y Sancho le responde de u n modo en extremo racional: "esta fue m i suerte y ésta m i m a l andanza; no puedo m á s , seguirle tengo, somos de u n m i s m o lugar, he comido su pan, q u i é r o l e b i e n , es agradecido, diome sus pollinos, y, sobre todo, yo soy fiel, y assí es impossible que nos pueda apartar otro sucesso que el de l a pala y a z a d ó n " (p. 412). L a razonada mesura del discurso se debe a que es el autor q u i e n verdaderamente habla a q u í , explicando de u n m o d o completo y v e r o s í m i l l a r e l a c i ó n entre dos personajes que ve ya a esta altura de l a obra como u n a pareja que se compenetra en sus mismos elementos y a q u i e n por l o tanto sólo l a muerte ("la pala y el a z a d ó n " ) p o d r á separar . Y mientras llega ese momento, l a t o n t e r í a de Sancho ( " m á s loco y tonto que su a m o " l o l l a m a l a duquesa, p. 412), b i e n comprobado que no es él el loco de l a pareja, servirá para hacernos r e í r . 24 Pero aclarada l a r e a c c i ó n de Sancho a l a visión de D u l c i n e a encantada (después de saber por l a duquesa que realmente l o estaba) , t o d a v í a causa e x t r a ñ e z a l a frialdad de D o n Q u i j o t e a l a p r i m e r a visión de su amada, tal y como él d e b í a imaginarla, prisionera a d e m á s . L o que ocurre, sin embargo, es que el e n g a ñ o i n i c i a l de Sancho le ha sugerido a Cervantes uno mayor, que envuelve a e n g a ñ a d o r y e n g a ñ a d o ; pero por l o mismo que esta nueva farsa es tan grande, no va a ocuparse demasiado de sus efectos, sino sólo en cuanto dan origen a situaciones cómicas: los azotes que el escudero debe darse. E l m í n i m o desarrollo del episodio en c u e s t i ó n subraya el c a r á c t e r accesorio de D u l c i n e a dentro de l a novela, m u c h o m á s marcado ahora que el contraste con l a labradora A l d o n z a h a quedado completamente atrás. D u l c i n e a princesa no es capaz de hacer reaccionar con e n e r g í a a su enamorado (como sí l o c o n s e g u í a n las cuitas de M i c o m i c o n a en I, 3 0 ) , m á s allá de rogarle y exigirle a Sancho que se azote. Ese silencio, esa general i n a c c i ó n de D o n Quijote que nos sorprende en esta escena, me parece que responde, en definitiva, a u n a suerte de cansancio que se va apoderando del desarrollo de II, especialmente patente de esta escena en adelante. P r o b a r esto r e q u e r i r í a u n estudio m e t ó d i c o , pero se pueden hallar f á c i l m e n t e indicios de 2 4 Nótese cómo t a m b i é n en la cita anterior a ésta Sancho se expresa de un modo definitorio, incluso en u n lenguaje e x t r a ñ o a su carácter ("tan flaca y magra persuasión como la mía"), que revela a las claras al autor. 404 J U L I O RODRÍGUEZ-LUIS N R F H , X V I I I que el á n i m o , l a i m a g i n a c i ó n o l a espontaneidad del narrador han decaído. U n ejemplo es lo que le ha ocurrido a Sancho u n poco antes, l a m i s m a noche de l a a p a r i c i ó n de D u l c i n e a , cuando tratando de treparse a u n á r b o l , queda asido de u n gajo al quebrarse l a rama, etc., etc. ( I I , 3 4 ) . M á s adelante, los juicios y decisiones de Sancho gobernador se extienden por c a p í t u l o s y c a p í t u l o s (la acción va d i v i d i d a en secciones dedicadas sucesivamente a D o n Quijote y su escudero, en ese orden, del c a p í t u l o 44 al 5 3 ) , con el ú n i c o f i n de mostrar el sentido de justicia o l a sagacidad del escudero, que ya conocemos b i e n , y casi con el tono de u n a f á b u l a oriental. E l mismo sentido tienen los sufrimientos de Sancho a causa de los ayunos impuestos por su m é d i c o , que se c o n t i n ú a n en 51 d e s p u é s de haber sido despedido a q u é l en 47; o los nuevos consejos de D o n Quijote sobre el b u e n gobierno en 51, d e s p u é s de todos los de 42 y 4 3 . U n episodio especialmente revelador l o constituye el encuentro de D o n Quijote y Sancho con l a banda de R o q u e G u i n a r t (II, 6 0 ) y l o que sigue, todo el tremendo drama de amor y celos en que a q u é l toma parte, el ejemplo de su justicia con los viajeros a quienes ha robado y con sus propios hombres. T o d o esto parece, como los infinitos ejemplos de l a justicia sanchopancesca, u n cansado prolongar l a trama; pero tenemos a q u í a d e m á s que durante el encuentro de D o n Q u i j o t e con R o q u e G u i n a r t se produce el ú n i c o asesinato de toda l a novela, con características, a d e m á s (la c o n d i c i ó n de bandidos de sus protagonistas, l a sangre fría sobre todo con que se comete), que d e b í a n haber merecido a l g ú n agudo comentario de parte del caballero, de acuerdo con l a estructura m o r a l de l a obra. Q u i z á p o d r í a aducirse que l a falta de i n t e r é s de Cervantes en el c r i m e n de marras está justificada por l a c o n d i c i ó n del muerto, u n bandido, pero sobre todo por l a r a z ó n que tiene su jefe, el noble 25 2 5 Ejemplos de gratuidad en cuanto a las decisiones de Sancho me parecen, una vez comprobado el buen juicio del escudero en los primeros casos que resuelve, el episodio del labrador que viene a pedirle dinero (capítulo 4 1 ) , el de los tahúres ( 4 9 ) , inclusive el del fingido asalto que da al traste con su gobierno ( 5 . 3 ) . P A R K E R , art. c i t , p. 13, concede una importancia capital al episodio del gobierno de Sancho, que para él es u n paralelo del despertar a la cordura de D o n Quijote. Alentada por los duques, la vanidad del escudero crece: " H a v i n g previously tasted the pleasure of lying he now gives full rein to his lying fancy i n order to give himself airs and usurp the centre of the stage". Pero esa vanidad sufre su caída definitiva a través del gobierno de la ínsula: " T h i s is nothing but a further series of practical jokes which leave Sancho starved and bruised; but through his suffering and humiliation he becomes disenchanted. Seeing through the deceitfulness of men and the vanity of his ambition he learns the truth —that happiness is to be found i n the acceptance of one's status, i n contentment with little, and i n the faithful service of his master through the bond of affection and not out of hope of reward. Sancho has ceased to be q u i x o t i c . . . " . N R F H , XVIII D U L C I N E A A T R A V É S D E L O S DOS "Q U I J O T E S " 405 R o q u e , para matarlo, que es nada menos que su o p o s i c i ó n a que el director de l a banda sea liberal con el b o t í n c o m ú n : " U n o de los escuderos d i x o en su lengua gascona y catalana: Este nuestro capit á n m á s es para frade que para bandolero; si de a q u í adelante q u i siere mostrarse liberal, séalo con su hazienda, y n o con l a nuestra" (60, p. 272). T o d o está contra el b a n d i d o en c u e s t i ó n , desde su descortesía hasta su m o d o mismo de hablar (que Cervantes ejemplifica, como es su costumbre: frade)) pero con todo y esto, el incidente transcurre demasiado de prisa (en 8 l í n e a s exactamente, s e g ú n l a e d i c i ó n Schevill-Bonilla); aunque q u i z á con m á s propiedad p o d r í a decirse que l a brevedad se debe precisamente al hecho de no tener efecto alguno en nuestro h é r o e . Es cierto que D o n Q u i j o t e m i s m o ha sido el causante del i n f o r t u n i o de m á s de u n personaje, como les ocurre al doblemente apaleado A n d r e s i l l o (I, 4) y a l estudiante al que le q u i e b r a u n a pierna y que tan gravemente se queja a c u s á n d o l o (I, 1 9 ) , y que en ambos casos se niega a aceptar su responsabilidad por l o ocurrido, a t r i b u y é n d o l o a los azares de la c a b a l l e r í a andante —en particular en el segundo caso, puesto que al zagal está b i e n dispuesto a vengarlo. Pero b i e n que escuchamos las quejas del estudiante, y en cuanto a A n d r é s , tenemos que incluso reaparece en I, 3 1 , para r e c r i m i n a r al caballero y burlarse de é l , así que aunque es harto posible que el caballero hallase ahora f á c i l m e n t e justificaciones para l a acción de su protector R o que, que es u n a especie de caballero andante, nos debe chocar que n o se produzca r e a c c i ó n de n i n g u n a especie por parte del h é r o e ante el p r i m e r o y ú n i c o c r i m e n que presencia . 26 27 2 0 Por cierto que nadie entre los acompañantes de D o n Quijote en esa ocasión —el cura, el barbero, Dorotea y Cardenio (aunque quizá debamos excluir a éste, que no llevaría dinero consigo) — le ofrece n i un maravedí a Andresillo, como sería de esperar. Sólo Sancho le da u n poco de p a n y queso, con un comentario que hace reír a todos: "que Dios sabe si me ha de hazer falta o no, porque os hago saber, amigo, que los escuderos de los cavalleros andantes estamos sujetos a mucha hambre y a mala ventura, y aun a otras cosas que se sienten mejor que se dizen" ( 3 1 , p. 7 7 ) . ¿Será esta poco generosa indiferencia de los personajes a la desgracia del muchacho, el resultado, inconsciente para el novelista, de la desfachatez con que Andresillo acusa a D o n Quijote? Pero probablemente se trata de u n mero olvido. E n el estudio de P A R K E R tantas veces citado, se examina el efecto de las alucinaciones de D o n Quijote —sus aventuras— dentro del orden social, y en este aspecto de l a obra ve t a m b i é n el crítico una progresión. Parker se detiene en el caso del estudiante al cual el caballero le ha quebrado una pierna, con lo que Cervantes prueba "the contrast between his [Don Quijote] professed ideáis and the way he practises them; for it is not justice he serves but injustice that he creates, when he attacks and injures the innocent" (p. 6 ) . Es natural, pues, que al liberar D o n Quijote a los galeotes el curso de l a novela cambie: "It is time now for society to defend itself and for D o n Quixote's pride to be humbled" (p. 7 ) . E . C . R I L E Y , "Who's who i n Don Quixote", art. cit., p. 1 2 6 , 2 7 J U L I O RODRÍGUEZ-LUIS 406 NRFH, XVIII Considerado en sí mismo, el encuentro de D o n Quijote con su ú n i c a dama m e r e c e r í a m á s relieve dentro de l a trama; pero hay que tener m u y en cuenta que forma parte de u n tinglado, lo que, p r i m e r o que nada, h a b r á i n f l u i d o en el autor n o d e j á n d o l e olvidarse de que cuanto está aconteciendo es parte de u n a m a q u i n a c i ó n ideada para disfrutar con l a locura del protagonista. Éste, sin embargo, l o ignora, como t a m b i é n ignora que los recibimientos que se le t r i b u t a n no celebran n i n g u n a gloria, aunque esos recibimientos le emocionan m á s , comparativamente al menos, que la visión de D u l c i n e a , cautiva por si fuese poco. P e r o es que precisamente por ser el episodio en c u e s t i ó n tan relevante, o p o n í a u n o b s t á c u l o mayor a ese cansancio del novelista, que ha preferido no enfrentar a D o n Q u i j o t e con D u l c i n e a , ahondando en las posibilidades de esa entrevista ú n i c a , sino tratar en cambio l a escena con el sentido de u n juego sin mayores complicaciones dentro de esa gran broma caballeresca donde ha colocado a su h é r o e en II, h a c i é n d o l e v i v i r por p r i m e r a vez su ideal en toda su m a g n i t u d , a l a vez que es objeto de d i v e r s i ó n casi constantemente. L a farsa parece requerir menos esfuerzo de parte del autor que l a e x p o s i c i ó n de los sentimientos de D o n Quijote, y por eso es que tiende a intensificarse proporcionalmente con el cansancio creador. Es natural, pues, que esta actitud de Cervantes afecte a D u l c i n e a , cuya importancia, en su ú l t i m a a p a r i c i ó n , termina r e d u c i é n d o s e al m í n i m o , como consecuencia de l o poco que puede afectar al caballero. Son las posibilidades cómicas de su encantamiento-desencantamiento l o ú n i c o que i m p o r t a ya al novelista. V o l v i e n d o ahora a A u e r b a c h , l a a c e p t a c i ó n por D o n Quijote del encantamiento de D u l c i n e a ideado por su escudero, le sirve al c r í t i c o de punto de apoyo para elaborar su t e o r í a sobre el p r o p ó sito de Cervantes y l a f u n c i ó n de l a l o c u r a del caballero. L o que atrajo a Cervantes en l a idea del hidalgo que enloquece leyendo libros de caballerías, "fueron las grandes posibilidades que encerraba de desarrollar en torno a ella el panorama de lo m ú l t i p l e y sus perspectivas, l a mezcla de lo fantástico y l o cotidiano, las inacabables mudanzas, l o flexible y l o maleable del tema, en el que cabía encuadrar todas las modalidades del arte y del estilo. E r a u n tema que p e r m i t í a mostrar el abigarrado m u n d o bajo u n a luz que resp o n d í a perfectamente al talento de Cervantes" (op. ext., p. 335)- . s señala, en cuanto a Roque Guinart, y en el sentido de la ambigüedad cervantina, la mezcla en el personaje de elementos contradictorios, de caballerosidad y ferocidad. R I L E Y , Cervantes' theory of the novel, p. 225, concluye que Cervantes consigue en el Quijote "that extraordinary illusion of human experience which is not a shadow or distortion of human experience, but an illumination o£ its nature". 2 8 NRFH, XVIII D U L C I N E A A TRAVÉS D E LOS DOS " Q U I J O T E S " 407 E l novelista, en el proceso de crear su m u n d o , se abstiene de tomar partido, porque tampoco puede tomar su obra m u y seriamente: n i juzga n i concluye nada. L o s personajes están justificados por sí mismos, al igual que el m u n d o en torno, regido por u n o r d e n perfecto contra el que resalta el ú n i c o loco, D o n Quijote. " L a a p a r i c i ó n de D o n Quijote, que no corrige nada n i ayuda a nadie, convierte en u n juego l o m i s m o l a dicha que el i n f o r t u n i o " (p. 337). Así llega A u e r b a c h a su c o n c l u s i ó n sobre el sentido del l i b r o : " T a l es. . . l a f u n c i ó n de l a l o c u r a de D o n Q u i j o t e . . . : desplegar el panorama de l a realidad de su tiempo, tal como h a b í a que presentarla en contraste con semejante locura. Y este panorama, proyectado ante los ojos de su i m a g i n a c i ó n , c o m p l a c í a a su e s p í r i t u de poeta, tanto por su abigarrada traza como por aquella a l e g r í a neutral que l a locura del caballero de l a M a n c h a derrama sobre cuanto entra en contacto con e l l a " (p. 339). A u e r b a c h reconoce, pues, l a complejidad de l a visión de Cervantes, pero separa al mismo tiempo cuidadosamente a l A l o n s o Q u i j a n o cuerdo del final, del loco D o n Quijote. L o s mundos de ambos —al igual que los mundos culto y r ú s t i c o del caballero y de su escudero— se tocan constantemente en el transcurso del juego que maneja el autor, se tocan y revelan ricos matices, pero n u n c a se u n e n : D o n Q u i j o t e está loco y A l o n s o Q u i j a n o es u n caballero virtuoso e inteligente. D a n d o por sentado que tal d e f i n i c i ó n se basa en u n a deliberada simplificación, me parece, n o obstante, que resulta m á s apropiada para I I que para I, dentro de los l í m i t e s naturales a u n a generalización de tan compleja trama novelesca. Es cierto que, como dice el crítico, l a l o c u r a del caballero va desplegando ante los ojos del lector todo u n m u n d o , que se i l u m i n a a su contacto con ella, pero la especie de objetividad que para él es consustancial con l a obra, resulta de entrada m u c h o menos obvia en I. Es probable que A u e r bach llegue a tal c o n c l u s i ó n reaccionando, m u y atinadamente, contra esas interpretaciones ideológicas m á s o menos sutiles del Quijote en que a b u n d ó l a crítica d e c i m o n ó n i c a . L a c u e s t i ó n parece m á s compleja, sin embargo. Siguiendo al caballero loco en su b ú s q u e d a de aventuras entramos, en efecto, en contacto con el m u n d o de l a época, pero éste aparece con m á s d e l i b e r a c i ó n en I I : corte ducal, gobierno de u n a ciudad, el ideal de v i d a representado por el C a b a l l e r o del V e r d e G a b á n , moriscos expulsados, bandidos nobles, actores, títeres, bodas ricas, l a generosidad que en Barcelona protege a D o n Q u i j o t e y sus amigos, mostrando de paso algunas de las mejores cualidades h u manas. L a i m p r e s i ó n general es de u n creciente deseo por parte del novelista de recorrer en efecto no sólo l a sociedad c o n t e m p o r á n e a , sino toda u n a gama de posiciones, virtudes, pasiones, a través de 408 J U L I O RODRÍGUEZ-LUIS NRFH, XVIII u n caballero loco. Y en tanto, éste sirve cada vez m á s de diversión, proporcionando esa " a l e g r í a n e u t r a l " de que h a b l a A u e r b a c h , u n a perspectiva ciertamente, y desde l a cual a d e m á s l a posición del novelista, su j u i c i o , se destacan menos y menos al aumentar l a ridiculez de l a locura de D o n Quijote, que parece m á s absurda en I I precisamente por hallarse en u n medio m á s favorable a l a vez que m á s normal que el de I. T o d o se le facilita ahora al caballero para poner en p r á c t i c a sus imaginaciones, que n o chocan contra u n medio adverso, sino que se desbaratan, se desinflan ante los espectadores congregados para presenciar el despliegue de semejante locura, ante los lectores, en ú l t i m a instancia, firmemente situados en el m u n d o del lado de acá de l a ficción . E l curso de II sugiere al mismo tiempo u n progresivo cansancio en el novelista que escribe, y esta actitud, que está en el origen mismo de II, es l a verdadera r a z ó n de que D o n Quijote sea a q u í m á s u n espejo sobre el m u n d o , s e g ú n l o ve A u e r b a c h , que él mismo. E l autor, deseando ya c o n c l u i r de u n a vez con l a historia de D o n Quijote, se va sintiendo cada vez menos ligado í n t i m a m e n t e con el h é r o e , l o que se refleja en l a actitud de éste, que se hace menos personal y m á s v e h í c u l o , espejo, contraste, objeto de risa, para u n m u n d o donde, en efecto, como dice el crítico, parece imperar u n orden perfecto. E l entusiasmo del caballero experimenta entonces u n a d i s m i n u c i ó n precisamente en l o que concierne a sus convicciones m á s arraigadas, como resalta de comparar, dentro de I I mismo, l a forma en que responde a la crítica con que l o apostrofa el c a n ó n i g o de los duques (capítulos 3 1 y 3 2 ) , con su absoluto silencio a las reprensiones que le dirige u n paseante en Barcelona treinta capítulos d e s p u é s . Son las dos críticas m u y parecidas: en ambas se trata a D o n Q u i j o t e de loco y se le manda que vuelva a su casa a cuidar de sus asuntos; en ambas t a m b i é n se habla de l a mala influencia que tiene l a l o c u r a del caballero sobre quienes se le acercan, ya que acaba por hacerlos actuar como locos t a m b i é n . Las acusaciones del canó29 Para FRANCISCO A Y A L A , " L a invención del Quijote", en su libro Experiencia e invención, M a d r i d , 1 9 6 0 , p. 7 8 , lo esencial de II es la derivación de la novela hacia " l a farsa, artísticamente más refinada, aunque de menor fuerza poética", mientras que el primer Quijote es " u n complejo artístico capaz de expresar la deformación sufrida por el terso mundo heroico de su juventud [la de Cervantes]". Ejemplos de ese tono de farsa de II son los varios episodios en que predomina el artificio teatral: "carreta de las Cortes de la Muerte, fiesta de las bodas de Camacho, cueva de Montesinos, aventura del rebuzno, tablado de Maese Pedro, burlas varias y complicadas de cada uno de los duq u e s . . . Hasta que, por fin, D o n Quijote entra en una ciudad y —¡lo increíble!— asiste al sarao de unas damas, viéndose obligado a bailar con ellas". E n el mismo artículo expresa Ayala su teoría sobre la función de la locura de D o n Quijote, que para él se relaciona con el carácter sagrado atribuido por la a n t i g ü e d a d a los locos. 2 9 NRFH, XVIII D U L C I N E A A TRAVÉS D E LOS DOS " Q U I J O T E S " 409 nigo son algo m á s elaboradas, pero, sobre todo, provocan en el h é r o e una a r d e n t í s i m a defensa de los valores de l a c a b a l l e r í a andante y su derecho a sostenerlos. E l duque manda callar a su c a p e l l á n , que se marcha i r r i t a d í s i m o , convencido de que sus señores h a n enloquecido, y D o n Quijote t e r m i n a excusando a su ofensor con u n a e x p l i c a c i ó n de l a i m p o s i b i l i d a d p r á c t i c a en que están los religiosos de afrentar, etc. E l castellano que en Barcelona, al final de l a novela, l o l l a m a igualmente mentecato y loco, no consigue en cambio provocar l a i r a de su interpelado —a pesar de que se trata esta vez de u n a afrenta y no de u n mero agravio, s e g ú n l a casuística d i s t i n c i ó n que establece el propio caballero (II, 32, pp. 392-394) . Es D o n A n t o n i o q u i e n responde en esta ocasión en lugar de D o n Quijote, mandando al otro que siga su camino, pues el caballero está cuerdo y su v i r t u d merece en verdad elogio. L o m á s s e ñ a l a d o de tal respuesta es l a insistencia en que no se meta el otro en l o que n o le a t a ñ e : " H e r m a n o . . ., seguid vuestro camino y n o deis consejos a q u i e n n o os los p i d e . . .; andad enhoramala, y no os m e t á i s donde no os l l a m a n " ^62, p. 285). Y es en efecto esta ú l t i m a o b s e r v a c i ó n l a que hace reaccionar al presunto consejero: "Pardiez, vuessa merced tiene raz ó n . . ., que aconsejar a este b u e n hombre es dar coces contra el a g u i j ó n " . A l castellano le apena ver a D o n Q u i j o t e malgastar su inteligencia en l a obsesión de l a c a b a l l e r í a andante, pero a ñ a d e : "y la enhoramala que vuessa merced d i x o sea para m í y para todos mis descendientes si de oy m á s , aunque viviesse m á s a ñ o s que Matusalén, diere consejo a nadie, aunque me l o p i d a " ; tras l o cual se marcha, dejando a D o n Q u i j o t e continuar su paseo. 30 Las frases que a q u í se cruzan entre acusador y defensor de D o n Quijote expresan m u y b i e n los sentimientos del autor: pena por l a l o c u r a del caballero o l a forma en que emplea su verdadero ingenio, y, al m i s m o tiempo, justificación ú l t i m a de esa l o c u r a en sí misma, defendida precisamente, n ó t e s e b i e n , por aquellos que se divierten con sus percances. T a l actitud me parece que es l a característica de II, pero dentro de esto, el silencio de D o n Q u i j o t e , que deja a otros que l o defiendan, que n o acepta l a ofensa, es b i e n indicativo de su cansancio, ya tan p r ó x i m o como se halla al final de su carrera de caballero andante . 31 3 0 E l parecido de ambos episodios es incluso formal, con l a acusación más o menos implícita a los que usan al caballero para su diversión, la sugerencia de que D o n Quijote es u n hombre básicamente bueno y el arengarlo a que vuelva a su casa a ocuparse de sus asuntos. E n ambos trozos se emplea el latinismo mentecato. Cuando presenta al castellano de marras dice Cervantes que al leer el rótulo que llevaba D o n Quijote en las espaldas, "alzó l a voz, diziendo" (p. 2 8 4 ) . E l que se evite decir que el personaje se dirigió directamente al caballero es una muestra del cuidado o atención del autor a lo que va describiendo, pues de interpelar el castellano a D o n Quijote, en vez de "alzar la voz", 3 1 4io J U L I O RODRÍGUEZ-LUIS NRFH, XVIII C o n l a actitud del c a n ó n i g o y el castellano contrasta l a del C a ballero del Verde G a b á n , al p r i n c i p i o de II (capítulos 16 a 18). L a armoniosa m o d e r a c i ó n de D o n Diego de M i r a n d a (tan virtuosa que l a simpleza de Sancho l a confunde con l a santidad) sirve de contraste con l a locura de D o n Quijote, o v i r t u d inmoderada; que a su vez puede b r i l l a r m á s por el contraste con u n a v i r t u d que sin embargo carece de verdadera fuerza. A l C a b a l l e r o del V e r d e G a b á n , D o n Quijote no le sirve de diversión, como a los duques, n i tampoco provoca su cólera, como en los casos examinados antes; l o que ocurre es que los M i r a n d a , como c o r r e s p o n d í a a su juiciosa m o d e r a c i ó n , "se a d m i r a r o n . . . de las entremetidas razones de D o n Quijote, ya discretas y ya disparatadas, y del tema y tesón que llevaba de acudir de todo en todo a l a busca de sus desventuradas aventuras, que las t e n í a por f i n y blanco de sus deseos" (18, p. 237). A diferencia del grupo de Dorotea y C a r d e n i o en I, el Caballero del Verde G a b á n n o contribuye en nada a l a trama de l a novela, pero l a cons i d e r a c i ó n con que trata al caballero es t a m b i é n diferente de l a que le dispensan a q u é l l o s , por l o mismo que es m á s respetuosa, tal y como m e r e c e r í a u n ser admirable aunque al m i s m o tiempo loco. E l del Verde G a b á n constituye el extremo de l a actitud hacia el h é r o e de l a gente noble en I I : el pastor enamorado Basilio, el estudiante que l o a c o m p a ñ a a l a cueva de Montesinos, R o q u e G u i n a i t, D o n A n t o n i o (a medias este ú l t i m o , pues participa t a m b i é n de l a actitud de los burlones duques): asombro, pero sobre todo sincera a d m i r a c i ó n . Posiciones diferentes son las de los duques y los suyos; o las de aquellos que, sin exaltarse demasiado sin embargo, s e g ú n vimos ya, apostrofan esa e x t r a ñ a locura. E n I los personajes secundarios mezclan sus vidas con l a del protagonista en diferentes grados o sentidos, c o n t á n d o l e el asunto que los ocupa (los cabreros de l a historia de Marcela) o sus cuitas (Cardenio), discutiendo sus ideas (el estudiante que asiste al entierro de G r i s ó s t o m o ) o simplemente v i v i e n d o sus problemas personales j u n t o a l caballero loco. A l m i s m o tiempo, nadie cree en I —ni siquiera los ignorantes cabreros del c a p í t u l o 11, puesto que n o entienden el discurso sobre l a edad de oro que D o n Quijote hace entonces— que el h é r o e sea u n ser admirable, ya que todos se dan cuenta de que está loco. S e n t i r á n l á s t i m a de su l o c u r a al verlo razonar tan inteligentemente en todo cuanto no se relaciona con ella (así le ocurre al grupo de l a venta al escucharle comparar las armas con las letras), y q u e r r á n (en general todos, puesto que todos ayudan a l a tarea) volverlo a su casa, por l a fuerza. Sólo u n personaje, el c a n ó n i g o toledano, intenta convencerlo de l o absurdo de su causa, no le habría quedado más remedio al héroe que responder; y, sin embargo, tenemos que presumir que lo oyó, de no estar sordo. N R F H , XVIII D U L C I N E A A TRAVÉS DE LOS DOS " Q U I J O T E S " 4 11 pero contrariamente a l o que acontece en I I con el c a p e l l á n de los duques, sin i r a y sin ofensa, sino discutiendo en cambio el valor de las caballerías andantes que a él mismo le han entusiasmado tiempo a t r á s (capítulos 49 y 5 0 ) . N a d i e en I, por l o tanto, escucha a D o n Quijote como se escucha a u n hombre cuerdo. M u c h o s se a d m i r a n de su inteligencia, pero saben que q u i e n está hablando es u n loco, y esta consciencia i m p i d e que domine l a a d m i r a c i ó n sobre l a lástima. N a d i e tampoco va a aprovecharse conscientemente de l a locura del caballero para sus propios fines, como sí ocurre en II. L a clave de esta ú l t i m a actitud l a proporciona finalmente l a respuesta de D o n A n t o n i o al castellano que apostrofa a D o n Q u i j o t e mientras se pasea por Barcelona llevando a l a espalda u n letrero con su nombre: " e l señor D o n Q u i x o t e de l a M a n c h a es m u y cuerdo y nosotros, que le a c o m p a ñ a m o s , no somos necios; l a v i r t u d se ha de honrar dondequiera que se hallare, y andad enhoramala, y no os m e t á i s donde no os l l a m a n " (62, p. 285); l o que puede traducirse como: "dejadnos d i v e r t i r tranquilamente, que a nadie hacemos d a ñ o " . Pero D o n Q u i j o t e no está cuerdo, y su i n d u d a b l e v i r t u d (e inteligencia) están viciadas de entrada por su locura, s e g ú n prueban, en I, los males que causa a A n d r é s o a l estudiante de l a pierna quebrada. L a c o n c l u s i ó n a estas observaciones es que D o n Q u i j o t e aparece como m á s obviamente loco en I, l o que c o r r e s p o n d e r í a a l a d e f i n i c i ó n de A u e r b a c h : su locura como u n a a l e g r í a neutral que sirve de contraste a l a realidad que el novelista quiere reflejar. E l mismo crítico ve, sin embargo, l a e l a b o r a c i ó n de l a obra con u n sentido de p r o g r e s i ó n : " A m e d i d a que el tema. . . va encendiendo a Cervantes l a chispa de l a inspirac i ó n , se despliega ante él el panorama de l a realidad de su t i e m p o " (p. 339). Pero cuando Cervantes crea el personaje ese p r o p ó s i t o no está tan claro, sino que le interesan otras cosas: la locura en sí misma, los hechos del loco, l a respuesta a ellos de l a realidad, l a r e a c c i ó n de quienes le rodean; en II, en cambio, las mayores locuras del h é r o e n o son e s p o n t á n e a s , sino preparadas por los que van a divertirse a su costa, y l a r e a c c i ó n de los d e m á s personajes es a su vez menos e s p o n t á n e a , o porque ya conocen a D o n Quijote como personaje 3 2 3 2 E l mismo D o n A n t o n i o echa en cara a Sansón Carrasco-Caballero de la Blanca L u n a el haber vencido a D o n Quijote con el propósito de hacerlo regresar a su lugar: "Dios os perdone el agravio que avéis hecho a todo el mundo en querer bolver cuerdo al más gracioso loco que hay en él. ¿No veis, señor, que no p o d r á llegar el provecho que cause la cordura de don Quixote a lo que llega el gusto que da con sus desvarios?" ( 6 5 , p. 3 2 1 ) . Además, nadie p o d r á curar a loco tan loco, de modo que "si no fuese contra caridad diría que nunca sane D o n Quixote, porque, con su salud, no solamente perdemos sus gracias, sino las de Sancho Panza su escudero; que qualquiera dellas puede bolver a alegrar a la misma melancolía" (p. 3 2 2 ) . Es aquí el autor mismo quien nos está hablando sobre el sentido de su creación. J U L I O RODRÍGUEZ-LUIS 412 N R F H , XVIII l i t e r a r i o , o porque e s t á n ideados para reflejar a l g ú n aspecto d e l m u n d o que le interesa a l novelista. A m e n u d o D o n Q u i j o t e a c t ú a en I I c o m o u n h o m b r e totalmente cuerdo, c o n l o que se subraya su v i r t u d , y e n general sufre pocos percances, n a d a m á s que los necesarios para el efecto que se trata de lograr, en vez de los que espont á n e a m e n t e le sobrevienen en I . 3 3 Cervantes h a q u e r i d o , ciertamente, r e p r o d u c i r el m u n d o en torno, pero n o hay que o l v i d a r que l a o b r a entera se mueve en l a d i r e c c i ó n de l a farsa. S i l a i n t e n c i ó n de reflejar l a r e a l i d a d que A u e r bach ve crecer a t r a v é s de l a novela t e r m i n a por sobreponerse ai i n t e r é s p o r el personaje de D o n Q u i j o t e , l o m i s m o ocurre con l a perspectiva h u m o r í s t i c a que b r i n d a n sus acciones: degenera en u n a farsa que ya casi no tiene en cuenta a l personaje m i s m o . L a p i n t u r a o reflejo d e l m u n d o acaba entonces i n c l u s o cediendo su i m p o r t a n c i a a l a farsa como i n t e n c i ó n ; l a farsa, n o l a m e r a comicid a d que sí p e r m i t í a al novelista en I u n g e n u i n o i n t e r é s por sus personajes. C o n el episodio de l a penitencia de a m o r en el c a p í t u l o 25, l a a c c i ó n propiamente d i c h a va concluyendo en I. N i h a b r á m á s aventuras n i tampoco m á s desastres para D o n Q u i j o t e , que se convierte P A R K E R , art. cit., p. 1 4 , ve la segunda parte del libro como el proceso de restauración de las virtudes de Alonso Quijano, distorsionadas por una locura que va decreciendo al mismo tiempo que los engaños de que es objeto están cada vez menos justificados por el propósito de hacerle recobrar la razón, para convertirse, en cambio, en mentiras que resultan "purely selfish and frivolous, aimed at deriding their victim. I n the process, responsibility for D o n Quixote's delusions is shifted to his fellow-men, and as their moral stature progressively declines his rises, u n t i l he finally finds his salvation". Algo parecido dice R I L E Y , art. cit., p. 1 2 8 , en cuanto a l a coexistencia de l a verdadera persona del caballero con la del personaje literario ya conocido por todos en II: " . . . t h e r e is one difference that affects D o n Quixote quite profoundly. H e is no longer so mad and therefore he is no longer quite the same man as he was i n Part I; but he is treated as though he were, which, ironically, contributes to his disiliusionment. T h e identity of his character has remained constant while his personality has undergone some modification". P o r necesidad, una visión integral de l a obra del tipo de la de Parker se opone, en cierta medida por lo menos, a l análisis aquí intentado de la elaboración de la obra vista como el crecimiento paralelo de la importancia de la farsa y cierto cansancio por parte del autor. Pero quizá lo que ocurre es que Parker, tratando de mostrar cómo el destino de D o n Quijote es u n producto de su propio quehacer vital en vez de venirle impuesto desde fuera, según les acontece a los héroes de Fielding, llega a ver el paso de la locura a la cordura de D o n Quijote en II como el resultado del propósito consciente de Cervantes de desarrollar el modo en que una personalidad moral, tras haber perdido el dominio de sí misma (locura caballeresca), consigue recobrarlo. A l a larga, sin embargo, tal interpretación no excluye que Cervantes sienta menos interés por el D o n Quijote de II que por el de I, y que por lo mismo que comienza l a segunda parte con el propósito deliberado de llevar a D o n Quijote hasta l a tumba, después de hacerle renegar de su obsesión, l o vea de entrada como menos loco. 3 3 NRFH, XVIII D U L C I N E A A TRAVÉS DE LOS DOS " Q U I J O T E S " 413 en poco m á s que espectador de las historias de C a r d e n i o y del cautivo, hasta que l o fuerzan a regresar a su aldea, secuencia durante l a cual tampoco h a b r á m á s acción que l o que hace a los disciplinantes, predominando t o d a v í a l a discusión. Pero las historias que tienen l u g a r en esta ú l t i m a parte del p r i m e r Quijote, desde l a novela sentimental de C a r d e n i o y L u s c i n d a hasta l a historia que cuenta el ú l t i m o cabrero ( c a p í t u l o 5 1 ) , no le sirven al novelista verdaderamente para reflejar el m u n d o o l a sociedad de l a época, sino para desarrollar su i m a g i n a c i ó n a través de nuevas historias y novelas, tan independientes de l a de D o n Q u i j o t e que a veces tiene Cervantes que i n t e r r u m p i r su n a r r a c i ó n con u n a salida del h é r o e que nos recuerde que éste sigue existiendo, que t o d a v í a leemos l a historia del ingenioso hidalgo. (Así pasa con l a aventura de los cueros de v i n o , o cuando al comienzo del c a p í t u l o 28, d e s p u é s de t i t u l a r l o " C u a r t a parte", justifica Cervantes l a presencia de narraciones i n tercaladas) . 34 Los numerosos personajes de esta ú l t i m a sección de I no van, pues, n i a aprovecharse de D o n Q u i j o t e n i a admirarlo tampoco, principalmente porque están v i v i e n d o sus propias aventuras, a las que el caballero sirve tan sólo de fondo. Tenemos así que D o r o t e a trata a D o n Quijote como a verdadero caballero andante, al m o d o de los duques en II, mas no para burlarse de él, sino para ayudarle, de acuerdo con el cura y el barbero. E n varias ocasiones se r í e n todos los presentes de las ocurrencias del caballero, a l igual que se a d m i r a n de su ingenio, pero l o que p r e d o m i n a es el sentimiento de piedad por semejante locura, así que en u n momento de apuro, como cuando los cuadrilleros atacan a D o n Quijote y q u i e r e n luego llevárselo preso (45 y 46), D o n Fernando sale en su defensa. N o podemos tampoco exagerar este aspecto, que v e n d r í a a negar l a sustancia cómica de l a novela ( t a m b i é n el grupo de D o n Fernando se aprovecha del barbero que reclama su b a c í a para reírse u n poco afirmando que D o n Q u i j o t e tiene r a z ó n en decir que es yelmo; o m á s adelante el cura y el barbero se desternillan de risa viendo a D o n Q u i j o t e m o l i d o a palos por el cabrero a q u i e n antes pegaba, a Sancho p e g á n d o l e a éste, etc.), pero parece como si en I los personajes le prestaran m á s a t e n c i ó n i n d i v i d u a l a D o n Quijote, y, por l o m i s m o que tienen sus propios problemas, a l ponerse en contacto con el caballero le cuentan cosas, discuten con él, le ayudan, mezclan m o m e n t á n e a m e n t e sus vidas a l a del e x t r a ñ o loco; mientras que en I I l a gran m a y o r í a de los personajes parece tener menos v i d a p r o p i a y hallarse en cambio en l a a c c i ó n c o n el p r o p ó s i t o de reflejar el Véase lo que dice R I L E Y , Cervantes' theory of the novel, cap. 4, "Variety and unity", sobre el modo en que en II rechaza Cervantes lo que había dicho en I, introduciendo episodios separables de la acción principal, para hacerlos ahora en cambio originarse de la acción misma. 3 4 416 J U L I O RODRÍGUEZ-LUIS N R F H , XVIII c u m p l i d o su deseo en l a l i b e r t a d y desencanto de D u l c i n e a " (74, p. 396). T r a s de lo cual, c u m p l i d a por entero su f u n c i ó n , D u l c i n e a deja de existir, de suerte que los amigos del m o r i b u n d o insisten en decirle que está desencantada (p. 399) o en c ó m o l a h a l l a r á de pastora (p. 401), pero D o n Quijote no se molesta en mencionarla n i u n a vez entre esos elementos de su l o c u r a de que hace entonces total a b d i c a c i ó n : basta con los libros de caballerías. Parece casi que los que rodean a A l o n s o Q u i j a n o creyesen en efecto que D u l c i n e a es esencial para l a v i d a de su amigo; pero se trata de u n error de perspectiva. L o m i s m o que todos h a n aceptado en II a D o n Quijote e n vez de A l o n s o Q u i j a n o (lo que no o c u r r í a en I ) , ahora están dispuestos a ver a D u l c i n e a como si ésta fuese l a O r i a n a de A m a d í s , o sea, a continuar l a b r o m a en que l a dama, en su calidad de señora de los pensamientos del loco, es u n aditamento c ó m i c o tan necesario. D o n Quijote, en cambio (y su cansado creador d e t r á s de é l ) , n o va a dejarse ya e n g a ñ a r : D u l c i n e a es u n o m á s entre los muchos accidentes de su error o locura. Mas aunque D u l c i n e a n o esté en el origen de l a locura de su enamorado, que se inventa u n a dama por l a necesidad en que está u n caballero andante de tener a q u i e n enviarle gigantes vencidos, l a selección de D u l c i n e a , o c o n v e r s i ó n en ella de l a labradora A l donza Lorenzo, está vista con a g u d í s i m a sensibilidad, l o m i s m o que e n l a segunda a p a r i c i ó n del personaje en l a trama, o en l a tercera, la decidida a f i r m a c i ó n del ideal frente a l a realidad que Sancho insiste en presentar a su amo. E l punto decisivo en l a e v o l u c i ó n del protagonista se encuentra precisamente en el encantamiento de D u l c i n e a a principios de II. D o n Q u i j o t e se ha o l v i d a d o a esta alt u r a completamente del origen de su amada; Sancho, por su parte, puede controlar l a locura de su amo, hacerle creer lo que ha maq u i n a d o sin que D o n Q u i j o t e reaccione o se oponga con sus propias imaginaciones. D e hecho, es como si el caballero dejase entonces de existir en su calidad de D o n Quijote, p o i q u e su persona en sí misma fuese t a m b i é n dejando de interesarle al novelista. Y en consecuencia su l o c u r a deja t a m b i é n de chocar con el m u n d o —que o l a maneja ahora a v o l u n t a d para su conveniencia o convive con ella naturalmente—, n i progresa, n i se transforma, n i enriquece la personalidad del caballero o de los que entablan u n d i á l o g o con él. Es, eso sí, objeto de d i v e r s i ó n , instrumento, espejo que refleja l a realidad o entretiene al lector de varias maneras; y de ese m o d o va a continuar, cada vez m á s pasiva, hasta que el novelista decida cerrar, para siempre, para todos los posibles continuadores, su historia, y D o n Quijote despierte, d e s p u é s de u n breve s u e ñ o , el h o m b r e cuerdo que solía. JULIO Wesleyan University. RODRÍGUEZ-LUIS