Ponencias Factor tisular, estrés oxidativo y trombosis Rosario López Pedrera, Francisco Velasco Gimena, Carlos Pérez Sánchez, Nuria Barbarroja, Patricia Ruiz Limón, M.ª Ángeles Aguirre, M.ª José Cuadrado Servicio de Reumatología. Instituto Maimónides de Investigación Biomédica de Córdoba (IMIBIC). Hospital Universitario Reina Sofía. Universidad de Córdoba Financiado por: Instituto de Salud Carlos III (PI12/01511), Consejería de Salud, Junta de Andalucía (CTS-7940) y Sociedad Española de Reumatología (Fundación Española de Reumatología - FER) Introducción munes sistémicas se han propuesto numerosas teorías para explicar dichos mecanismos, aunque la patogénesis parece ser multifactorial. La activación monocítica inducida por los anticuerpos antifosfolípido (AAF), presentes en un alto porcentaje de pacientes con SAF y LES, resulta de una compleja interacción entre numerosos efectores intracelulares, responsables últimos del desarrollo de trombosis. Hace algunos años nuestro grupo describió que un proceso esencial es la inducción de la actividad procoagulante, mediante la activación del factor tisular (TF), el principal iniciador de la coagulación sanguínea3. La señalización intracelular asociada a dicha activación está mediada por los receptores activados por proteasas (PAR, mediadores de respuestas críticas para la trombosis, hemostasia y procesos inflamatorios y participantes en el desarrollo de arteriosclerosis), cuya expresión se encuentra incrementada en los monocitos de los pacientes con SAF4. Estudios posteriores permitieron demostrar que dicha señalización intracelular, inducida por los AAF, implica la activación constitutiva de MAPK y NFkB5, así como la promoción de la expresión del factor de crecimiento vascular endotelial (VEGF) y su receptor Flt1 en monocitos de estos pacientes6. De modo adicional, estudios proteómicos desarrollados en nuestro laboratorio han conducido a la identificación de nuevas proteínas (cuya expresión se encuentra alterada por efecto directo de los AAF) implicadas en el desarrollo de trombosis y la activación de la respuesta inmune (p. ej., protein disulfuro isomerasa, anexina I, anexina II, catalasa, ubiquitin-Nedd8, proteínas RhoA y Hsp60)7. La imbricación de todas estas proteínas y mecanismos intracelulares resultaba pues en la inducción de un estado procoagulante y proinflamatorio en estos pacientes. Los anticuerpos antifosfolípido y otros autoanticuerpos presentes en SAF (como los anti-HDL y anti-apolipoproteína I) son también responsables del desarrollo de enfermedad cardiovascular y aterosclerosis a través de otros mecanismos complementarios que incluyen la formación de complejos anti-LDLox/anti-ß2GPI, lo que facilita o acelera la absorción de LDLox por los macrófagos y su consecuente conversión en células espumosas. Además, tanto macrófagos como células endoteliales adhieren ß2GPI durante el proceso aterosclerótico, de modo que los anticuerpos promueven la adhesión de los macrófagos al endotelio mediada por moléculas de adhesión como ICAM-1, VCAM-1 o e-selectina8. De hecho, se ha demostrado una correlación positiva entre los títulos de anticuerpos anticardiolipina y anti-ß2-glicoproteína 1 y la incidencia y severidad del síndrome coronario agudo, el infarto de miocardio o el accidente cerebrovascular9. En un estudio reciente desarrollado en nuestro laboratorio, en una cohorte de 43 pacientes con SAF10, pudimos demostrar, como en estudios previos, una correlación positiva entre los títulos de anticuerpos anticardiolipina y la ocurrencia de eventos trombóticos en estos pacientes. También demostramos una asociación positiva significativa entre los títulos de estos anticuerpos y la presencia de aterosclerosis La enfermedad vascular aterotrombótica representa un problema global de salud pública de importancia creciente. A pesar de los avances que se han realizado en el tratamiento de las manifestaciones clínicas de esta enfermedad (infarto de miocardio, accidentes cerebrovasculares, aneurisma aórtico, vasculopatía periférica, etc.) las recidivas son frecuentes y la morbimortalidad continúa siendo elevada. Un aspecto importante de la prevención y tratamiento de la aterotrombosis consiste en identificar precozmente a los sujetos con riesgo vascular aumentado, susceptibles de desarrollar episodios trombóticos. Los nuevos conceptos relacionados con la patogenia de la aterotrombosis (AT), donde la inflamación generada por un mecanismo inmunológico se considera determinante, han permitido considerar que un proceso autoinmune esté involucrado en su inicio y perpetuación1. Las enfermedades autoinmunes más estudiadas en relación con la AT son aquellas que presentan una mayor incidencia, como el lupus eritematoso sistémico (LES) y el síndrome antifosfolípido primario (SAF). El desarrollo de enfermedad cardiovascular en estas patologías implica factores genéticos, así como otros factores de riesgo adquiridos (p. ej. hipercolesterolemia, diabetes mellitus e hipertensión). Los componentes protrombóticos e inflamatorios de la respuesta inmune (principalmente el factor tisular y diversas citocinas), el estrés oxidativo, así como elementos autoinmunes (p. ej. autoanticuerpos, autoantígenos y linfocitos autorreactivos) parecen estar también implicados en estos procesos2. Aterotrombosis en patologías autoinmunes: síndrome antifosfolípido y lupus eritematoso sistémico En las enfermedades autoinmunes, como el SAF y el LES, se presentan eventos coronarios agudos sin que medien factores de riesgo tradicionales previos que los justifiquen. El análisis de los mecanismos que llevan al desarrollo de una aterotrombosis prematura y/o acelerada en estas patologías permite establecer similitudes entre la aterogénesis y los procesos inflamatorios crónicos que caracterizan a estas enfermedades: incremento en la expresión de moléculas de adhesión en el endotelio, aumento del reclutamiento de células proinflamatorias y activación de macrófagos, aumento en la expresión de citocinas, factores de crecimiento y otros factores inflamatorios que interrelacionan los distintos tipos celulares. Así la presencia de una enfermedad autoinmune constituye un factor de riesgo aterogénico de gran peso, ya que aumenta la probabilidad de un evento trombótico en mayor grado y en menor tiempo que los factores de riesgo tradicionales. Estudios celulares y moleculares recientes han demostrado que dentro de la placa arteriosclerótica los mecanismos proinflamatorios y protrombóticos están íntimamente asociados. En enfermedades autoin- 39