LA TRADICIÓN TEUCHITLÁN EN COLIMA, notas para una discusión Dra. María de los Ángeles Olay Barrientos Sección de Arqueología, Centro INAH Colima Arqlga. Ligia Sofía Sánchez Morton Dirección de Registro Arqueológico Introducción H acia la mitad de la década de los ochenta, Phil C. Weigand mostró en diversos artículos su rechazo a la idea de que en el Occidente mesoamericano no se había desarrollado el periodo Clásico, debido a la ausencia de sociedades urbanas. Para este autor fue evidente que la belleza plástica de los materiales cerámicos procedentes de sus emblemáticas tumbas de tiro había inhibido el desarrollo de investigaciones que atendieran regiones y no solamente aquellas localidades apetecidas por los saqueadores. Por medio de reconocimientos hechos en los valles que se extendían en las faldas del volcán de Tequila, Weigand registró y definió un patrón de asentamiento que utilizaba el círculo como la figura principal de los elementos arquitectónicos (como plataformas, banquetas, patios y altares centrales), al que terminó por nombrarse tradición Teuchitlán. Weigand propuso que esa tradición caracterizó el Formativo tardío y el Clásico del Occidente, y que fue la expresión de las sociedades complejas que se adscribieron a la tradición Tumbas de Tiro (Weigand, 1985; 1989; 1990). Sus propuestas coincidieron con el impulso de las investigaciones en la región, que realizaron los primeros proyectos en el área. A ello se debe sumar que el crecimiento demográfico y la creación de infraestructura diversa procuraron la implementación de numerosos proyectos de rescate y salvamento arqueológicos, los cuales permitieron la exploración extensiva de espacios y contextos poco conocidos. En suma, a partir de 1990 las investigaciones arqueológicas en la región multiplicaron la información y permitieron confrontar con datos duros las hipótesis y propuestas relativas a la interpretación de las sociedades pretéritas. http://www.mna.inah.gob.mx/contexto.html R e v i s t a Junio 2015 OCCIDENTE 1 Los trabajos realizados permitieron la exploración científica de tumbas de tiro no saqueadas (Cabrero, 1989; 2004; Cabrero y López, 2003), algunas monumentales y de elite (López Mestas y Ramos, 1998; 2002), y también reconocimientos de regiones poco estudiadas, como la de Bolaños en Zacatecas, varios sectores del extenso Valle de Atemajac (Galván, 1993; Beekman, 1996a; Montejano, 2007) y la región de Sayula (Valdés, 1996; 2002), ambas en Jalisco. Parte de la propuesta inicial de Weigand señalaba que la tradición Teuchitlán había influido en buena parte de los desarrollos de las sociedades del Occidente, incluyendo regiones como Zacatecas y Guanajuato. El autor observó que la impronta de esta tradición estaba presente en sitios de Guanajuato y Zacatecas, pero no en la extensa Cuenca de Sayula. De un reporte de investigadores del INAH que realizaban el Atlas Arqueológico Nacional en Colima, Weigand obtuvo la noticia de la existencia de un sitio (Comala) con características similares a los sitios mayores existentes de Teuchitlán (Serna, 1991). Esa suerte de discontinuidad lo llevó a explorar modelos de interacción cultural, como la conformación de Estados segmentarios (Beekman, 1996b), y a intentar una explicación basada en el desarrollo del concepto Ecumene para dar cuenta de la difusión de ciertos rasgos de cultura material como una expresión de las estrategias de sobrevivencia humana en Mesoamérica (Weigand, 2000). EL AJUAR FUNERARIO Y EL JUEGO DE PELOTA E l sitio Comala se ubica hacia el oriente de la amplia terraza aluvial formada por los cauces de los ríos San Juan y Suchitlán, al norte de la población moderna de Comala. El área central se integra por tres círculos, definidos a partir de plataformas que aprovecharon la pendiente natural del terreno. El círculo mayor tiene un diámetro variable que alcanza los 200 m; el segundo círculo, un diámetro aproximado de 110 m, y el tercero, unos 100 m. Según los parámetros establecidos por el propio Weigand (1993a), el diámetro del círculo mayor indica que Comala puede ser considerado como un asentamiento mayor. Esta aseveración es relativa, toda vez que Weigand afinó sus clasificaci nes a partir de un conocimiento más acabado de las zonas habitacionales colindantes a los círculos ceremoniales, las áreas de cultivo susceptibles de mantener ciertos contingentes poblacionales y, de manera relevante, la existencia de canchas de juegos de pelota asociados con los sitios más importantes, elemento que ausente en el caso de Comala. Las exploraciones realizadas durante los últimos años en torno al sitio Comala han establecido algunas diferencias entre la arquitectura circular de los sitios emblemáticos de la tradición Teuchitlán (principalmente Etzatlán) y la de los sitios de esa misma tradición en el Valle de Colima. Figs. 1 y 2. Esculturas de barro de la tradición Tumbas de Tiro de Colima. Se aprecia un personaje con cabezas trofeo, así como un jugador de pelota. Según Jane Stevenson Day, el juego desempeñó un papel relevante entre las comunidades prehispánicas de la tradición Tumbas de Tiro, lo cual se expresa de manera clara en las esculturas de barro identificadas http://www.mna.inah.gob.mx/contexto.html R e v i s t a Junio 2015 OCCIDENTE 2 precisamente como jugadores. La autora afi ma que las representaciones en barro reproducen pertrechos y atavíos del juego y propone que los jugadores de pelota solían llevar esos arreos en otro tipo de rituales relacionados con la parafernalia ceremonial de los actos previos y posteriores al juego, rituales que incluían danza, música y drama. Stevenson resalta el hecho de que la tumba de Huitzilapa se haya encontrado en un sitio en el cual sobrevivieron las evidencias de cuatro juegos de pelota de planta rectangular. Además, el que se haya recuperado una escultura con un jugador de pelota en el interior de la renombrada tumba da cuenta de la importancia de este elemento como parte integrante de los símbolos de prestigio asociados con las elites. Las evidencias de la existencia del juego entre las comunidades de la tradición Tumbas de Tiro son claras tanto para Jalisco como para Nayarit. Las canchas asociadas con los círculos ceremoniales de la tradición Teuchitlán son, como se dijo, un referente de la importancia jerárquica del asentamiento. En cuanto a Nayarit, las famosas maquetas describen con detalle no sólo las canchas (dimensiones, banquetas, gradas, marcadores) sino también la dinámica del juego (número de jugadores, empleo de caderas, atavíos) e incluso la actitud contemplativa, participativa o festiva de un público en el que hubo hombres, mujeres y niños. En Colima los datos referidos a juegos de pelota tempranos son escuetos y enigmáticos. El único ejemplo relativamente conocido ―por desconocerse su clara procedencia― es una maqueta labrada en piedra con doce jugadores colocados en la periferia de una cancha casi rectangular, contemplando impávidamente una pelota colocada al centro del juego (Von Winning, 1996a). Stevenson propone que es factible hablar de jugadores de pelota en Colima a partir de un escrupuloso análisis del atavío. Lo que para Carolyn Baus (1978) son fajas con borlas laterales, para Stevenson son yugos para el juego de pelota, o sea, pesados cintos especializados hechos de piedra, cuero, madera o algodón acolchado, los cuales se colocaban alrededor de las caderas (Stevenson, 2002). La clasificación de Stevenson señala que el yugo tradicional remite a un cinto pesado y acolchado ajustado alrededor de las caderas. El yugo fálico es igual al anterior, con la diferencia de que presenta representaciones de falos adheridos al frente. En cuanto al yugo Tuxcacuesco, el mismo que se observa en las conocidas figurillas masculinas de esta tradición, remite a yugos acolchados con textiles o con cuero, cubiertos de bandas protectoras en varias capas alrededor del torso. Stevenson abona a la teoría de que el juego de pelota era una práctica usual las constantes representaciones de cabezas trofeo en el corpus temático de la tradición escultórica de la tradición Tumbas de Tiro en Colima. Un aspecto relevante es que Stevenson establece que la variedad del juego de pelota practicado en Colima era distinta de la de Jalisco y Nayarit, pues: La ausencia de canchas y de réplicas de cerámica en Colima [….] indica que estos elementos arquitectónicos pudieron no haber existido ahí, por lo que el juego [….] se pudo haber practicado en campos abiertos (Stevenson, 2002:169). Es claro que esta variedad del juego de pelota es la que documenta Arturo Oliveros para El Opeño (1988; 2000) y que estudiosos como Eric Taladoire relacionan con Teotihuacán (de acuerdo con las famosas pinturas de Tepantitla) (1976). Figs. 3-5. Representaciones con los atavíos reseñados por Stevenson e interpretados como jugadores de pelota. Proceden de la Tumba 22 del sitio Loma Santa Bárbara, Colima. http://www.mna.inah.gob.mx/contexto.html R e v i s t a Junio 2015 OCCIDENTE 3 EL SITIO COMALA Y LAS EXPLORACIONES EN EL VALLE E l sitio Comala fue reportado por primera vez hacia 1989 cuando personal del Centro INAH atendió una denuncia de saqueo. El sitio fue registrado por el equipo del Proyecto Atlas Arqueológico Nacional y posteriormente dado a conocer en una publicación regional (Serna, 1991). Hubo varios intentos posteriores de investigar el sitio, hasta que en 2009 se concretó el expediente técnico destinado a iniciar el protocolo para obtener la declaratoria de protección del sitio (Olay, 2009) y se inició el Proyecto de Investigación Arqueológica Comala (Olay, 2010). El estudio formal del sitio tuvo como objetivo esclarecer la existencia y particularidades de las sociedades complejas en el Valle de Colima durante el Clásico, un periodo hasta ahora definido por la presencia de conjuntos funerarios asociados a aldeas agrícolas. La propuesta consideraba que la explicación de la ocurrencia de la denominada tradición Teuchitlán Fig. 6. Serie 1, sitio Comala http://www.mna.inah.gob.mx/contexto.html R e v i s t a Junio 2015 OCCIDENTE 4 en Colima permitiría comprender su presencia en la región como una expansión de rasgos desde el centro-norte de Jalisco, o como la expresión local de un corpus simbólico inmerso en una cosmovisión, de la cual apenas se ha investigado, ligada a la expresión funeraria conocida como tradición Tumbas de Tiro. Las actividades para recuperar información al interior del sitio han sido particularmente difíciles a causa del estatus de la propiedad de la tierra y de un presupuesto austero. No obstante, se han concretado dos cortas temporadas de exploración, así como una tercera intervención propiciada por un salvamento arqueológico. Se han identificado varios de los elementos arquitectónicos que Weigand estableció como característicos de Teuchitlán, así como evidencias de que su construcción requirió una nivelación del terreno que implicó un esfuerzo social importante. En una primera lectura, los resultados apuntan a que Comala fue, hacia el fin del Preclásico tardío y el Clásico temprano, uno de varios sitios del valle de Colima que reflejan una cosmovisión compartida con el área de Teuchitlán. Las excavaciones: los elementos arquitectónicos y constructivos C omo se mencionó antes, Comala presenta tres círculos de estructuras nombradas como círculos A, B y C. El círculo mayor (A), el único que ha sido trabajado hasta ahora, se compone de 17 estructuras: una central (denominada altar) y 16 exteriores rodeándola y desplantadas sobre una plataforma o banqueta común que enmarca un patio de planta circular y superficie nivelada. Los trabajos iniciales en el círculo A permitieron identificar una serie de elementos correlacionados con la arquitectura y el sistema constructivo establecido por Weigand. Durante la primera temporada de exploración se realizaron dos grandes calas perpendiculares destinadas a definir los elementos que conformaron el círculo mayor del sitio. Durante la segunda temporada se trabajó el perfil interior de la plataforma mayor ubicada al oeste, la denominada Estructura 13, con dimensiones aproximadas de 60 m de largo por 30 m de ancho y 6 m de altura. En esos trabajos se identificaron elementos arquitectónicos y constructivos también descritos para los edificios de Teuchitlán y de los cuales hemos documentado sus características, las cuales se describen a continuación: Piso de patio Realizado a partir de un recorte de la ladera tepetatosa, la nivelación permitió una superficie semiplana en la cual los sectores irregulares fueron rellenados con una base de gravilla de tepetate triturado y apisonado. El piso logrado no fue del todo horizontal, pues se buscó mantener una suave pendiente que facilitara el drenaje del patio. Es importante mencionar que al tratarse de un piso acondicionado sobre el tepetate, se mantuvo un cierto nivel de impermeabilidad que permite que el patio se inunde durante la temporada de lluvias (fenómeno que pudimos observar), propiciando que el altar central “flote” en medio de un espejo de agua. A reserva de obtener más datos al respecto, hemos planteado la hipótesis de que la inundación del patio y la formación de un espejo de agua alrededor del altar central fue un efecto buscado al construir el Guachimontón; de ahí la pertinencia de acondicionar el tepetate como superficie de ocupación en lugar de colocar apisonados o pisos. http://www.mna.inah.gob.mx/contexto.html R e v i s t a Junio 2015 OCCIDENTE 5 Cajón de relleno Estos elementos suelen conformar el núcleo de las estructuras y establecen la idea constructiva acorde al manejo del espacio que se desee. En el caso de Comala, sólo se reportó la utilización de este recurso en la parte superior de la Estructura 1 (el denominado Altar). Consistió en los restos de un muro en escuadra compuesto hasta por cuatro hiladas de piedras, entre cantos rodados y bloques de tepetate amarillo y rosado, que presentaron escaso trabajo de careado; el mismo contuvo un relleno de arcillas y tepetate. Muros de contención Si bien no podemos ser contundentes (debido al largo periodo de abandono y reocupación del espacio), los registros dan cuenta de que estos muros fueron elaborados mediante una sola hilada de grandes piedras y rocas alineadas, entreveradas con cantos rodados y bloques de tepetate amarillo y rosado. Su función fue dar soporte y estabilidad a los rellenos de las estructuras, con la finalidad de definir sus superficies y evitar deslizamientos. Cuerpos escalonados y escalinata central Estos elementos no eran visibles a simple vista. Luego de las excavaciones en la Estructura 13 fue posible ubicarlos a partir del escalonamiento de dos cuerpos definidos en sus arranques mediante alineamientos de piedras. La liberación sólo recuperó un segmento de muro ubicado al norte de la fachada, mismo que conservó hasta tres hiladas de piedra. Estos sencillos elementos parecen indicar un sistema de construcción básico en el cual la piedra no fue seleccionada ni por tamaño ni por forma; si bien se aprovechó algún lado careado de las piedras, la acción no fue una constante. Las hiladas no mostraron simetría; da la impresión de que los muros se construyeron colocando una argamasa de lodo a manera de cementante y se colocaron las piedras al azar. La exploración permitió también ubicar la escalinata de acceso, colocada hacia el centro y elaborada mediante escalones cortos de una hilada de piedras, misma que conservó una alfarda hacia su costado izquierdo. http://www.mna.inah.gob.mx/contexto.html R e v i s t a Junio 2015 OCCIDENTE 6 Banqueta perimetral Se define como el extremo interior de la gran plataforma que delinea la plaza circular. Circunda al patio y sirve a la vez como una suerte de tarima de acceso. En el caso de la Estructura 13, observamos que la banqueta era discontinua, sin estar claramente construida mediante un muro de confinamient . El tramo registrado consistió en una serie de alineamientos de piedra cuya superficie se niveló mediante la colocación de piedras pequeñas, a manera de fi me. Los escalonamientos en la parte baja y media estaban deteriorados y discontinuos. Los espacios funerarios A través del Salvamento Calle Juan Silva Palacios, mismo que afectó un franja de 200 x 20 m en el sector sur del sitio, fue posible documentar la existencia de tres tumbas de bóveda, las tres con más de una cámara (véase Olay, Mijangos y Sánchez, 2012). La primera fue reportada por Gabriela Abadalá en 2006, quien se percató de que tras la nivelación con uso de maquinaria pesada en los terrenos del sitio se devastó una loma, dejando visibles tres cámaras a las que se accedía, al parecer, por un solo tiro. Las otras dos tumbas detectadas contaban con dos cámaras y se descubrieron con las exploraciones de salvamento ya mencionadas; se denominaron Tumba 1 y Tumba 2: la primera http://www.mna.inah.gob.mx/contexto.html R e v i s t a Junio 2015 OCCIDENTE 7 se develó sellada y cubierta con un relleno de azolve y sin ofrendas o entierros en su interior; la segunda se recuperó saqueada y rellena de basura y escombro. Se debe mencionar que si bien el área ha sido golpeada por el saqueo (mismo que procuró el desarrollo de colecciones magníficas, como la que se exhibe en el Museo Alejandro Rangel Hidalgo, en la localidad de Nogueras, Comala), es posible pensar que futuras exploraciones permitirán recuperar espacios funerarios no detectados por los agresivos moneros (saqueadores) de la región. En todo caso, los datos y referencias permiten establecer la existencia de tumbas monumentales asociadas a los espacios arquitectónicos del sitio (fig. 9. Serie 4. Características de las Tumbas 1 y 2 del sitio Comala). http://www.mna.inah.gob.mx/contexto.html R e v i s t a Junio 2015 OCCIDENTE 8 El hinterland del sitio A la par de las exploraciones en el sitio Comala, el proyecto de investigación planteó desde sus inicios la realización de reconocimientos del área circundante, para detectar otros elementos arquitectónicos cuya disposición en círculo sugiriera la extensión de la tradición Teuchitlán en la zona norteña del Valle de Colima. Al respecto, es importante mencionar que la dinámica cultural del Valle de Colima da cuenta de una continuada reocupación de espacios debido, es fácil advertirlo, a que el espacio conjunta una serie de recursos que lo definen como un lugar propicio para la vida humana. Con dos breves temporadas de reconocimiento se han ubicado claras evidencias de sitios con elementos arquitectónicos que dan cuenta de conjuntos circulares. Sin embargo, buena parte de ellos fueron modificados por grupos distintos y posteriores al desarrollo de la tradición Tumbas de Tiro en la región. El reconocimiento del sector ubicado al SE, E y NE del sitio Comala ha procurado hasta ahora el registro de 18 sitios, cinco de los cuales fueron actualizaciones de los datos contenidos en la Dirección de Registro Público del INAH. Casi la mitad de ellos contiene indicios que dan cuenta de modificaciones y reutilización de elementos que originalmente formaron parte de Guachimontones. Entre esos lugares destacan los sitios conocidos como Potrerillos y Puente de Ladrillo, tanto por estar ubicados en la proximidad del sitio Comala como por el claro acomodo de sus estructuras formando círculos. Fig. 6. Serie 1, sitio Comala Figura 9. Plano del área de estudio. Se observa la ubicación del sitio Comala y los sitios Potrerillos y Puente de Ladrillo. http://www.mna.inah.gob.mx/contexto.html R e v i s t a Junio 2015 OCCIDENTE 9 Potrerillos fue reportado y registrado originalmente por el Proyecto Atlas Arqueológico Nacional. No obstante, fue hasta 2010, en el marco del Proyecto Arqueológico Comala, cuando se definió su poligonal y se realizó el levantamiento topográfic , que determinó la existencia de seis círculos de diferentes diámetros, dos con un altar central. En superficie no son visibles las banquetas, escalinatas o cuerpos escalonados; el sector oeste tiene claras señales de nivelación y despiedre, así como de saqueos. Fig. 10. Levantamiento topográfico del sitio otrerillos. Fig. 11. Vista de las lomas del lado oeste del Círculo A del sitio Potrerillos. http://www.mna.inah.gob.mx/contexto.html R e v i s t a Junio 2015 OCCIDENTE 10 Al igual que los círculos del sitio Comala, estos se nombraron con letras. El círculo A (el mayor) tiene un diámetro aproximado de 260 m y una forma ligeramente elíptica en planta. Está dividido a la mitad por una cerca de alambre que distingue terrenos de dos propietarios, razón por la cual las lomas externas y la central presentan distinta conservación: menos alteradas las del lado oeste que las del lado este, que sufrieron una intensa nivelación y una pérdida significat va de su altura original. Las lomas del lado oeste miden entre 5 y 6 m de altura y conforman lo que podríamos llamar un Guachimonton de características monumentales. El círculo B cuenta a su vez con un diámetro aproximado de 100 m y se encuentra relativamente separado de los otros cinco, que mantienen un agrupamiento relativamente homogéneo. Puente de Ladrillo es un sitio que al parecer estuvo integrado por cuatro círculos. El círculo 1 está formado por siete estructuras; el 2, por otras tres; la disposición de tres estructuras más sugiere que podrían integrar otro círculo al suroeste del área, y finalmente otras cuatro integran un círculo más al este. Los círculos tienen un diámetro máximo de unos 150 m, con lomas de entre 1 y 3 metros de altura, aproximadamente. Fig. 12. Plano topográfico del sitio Puente de Ladrill . http://www.mna.inah.gob.mx/contexto.html R e v i s t a Junio 2015 OCCIDENTE 11 LA TRADICIÓN TEUCHITLÁN EN COLIMA L os elementos aquí presentados indican que los pueblos que habitaron hacia los primeros siglos de nuestra era la ladera tendida del Valle de Colima desarrollaron una expresión arquitectónica que puede pertenecer a lo que Weigand definió como tradición Teuchitlán, esto es, la expresión compleja de la tradición Tumbas de Tiro. Los asentamientos con plazas circulares no se restringen al conocido sitio de Comala, sino que se extienden en buena parte del valle. Su caracterización se encuentra en curso por medio de reconocimientos puntuales que indican la relativa conservación de sus espacios (el caso de Potrerillos), así como sitios reocupados y transformados por grupos que no compartieron una visión del mundo anclada en el ritual funerario que predominó en la región entre el Preclásico tardío y el Clásico temprano. Sitios como Puente de Ladrillo, Canoas, Cruz de Comala, Ojo de Agua y Pastores dan cuenta de la existencia de plazas circulares con diferentes grados de conservación. En general, se observó la presencia de una estructura central rodeada por un patio y una serie de plataformas circundándola. De acuerdo a lo esbozado por Weigand (2008; 36-37) y Beekman (2008; 169-171) la variabilidad arquitectónica de los sitios de Guachimontones y Llano Grande en Jalisco es la evidencia de la colaboración de diversos grupos en un mismo espacio público; según los autores, cada grupo articuló un mismo discurso constructivo con distintos recursos y destrezas, cuya unidad descansó en una organización sociopolítica legitimada a través del linaje. Al respecto quisiéramos esbozar algunas consideraciones al respecto. Una idea importante tiene que ver con el espacio físico. La ladera sur del Volcán de Fuego, sobre el que se extiende la ladera tendida que forma el Valle de Colima, presenta características singulares. Las partes altas de la ladera están marcadamente escarpadas y aunque en ellas nace un sinnúmero de arroyos, estos se encuentran al interior de profundas cañadas; en la medida en que su pendiente se suaviza y sus corrientes de agua son accesibles, se torna relativamente fácil sangrar sus cauces y conducir el líquido a los campos de cultivo (Olay, 2005). Estos lugares propicios (en muchos de los cuales existieron manantiales) se ubican debajo de los 1,700 msnm. Otra variable característica de estos lugares es la abundancia de hummuks (lomas tepetatosas causadas por derrames lávicos), que son reflejo de la actividad recurrente de un volcán que sigue activo. Esas lomas tomaron formas caprichosas y conforman conjuntos que facilitaron de algún modo la elección del lugar de residencia de muchos pobladores prehispánicos. La exploración de sitios diversos (incluidos El Chanal y La Campana) ha comprobado que en numerosas ocasiones las lomas funcionaron como núcleos de grandes plataformas y que eventualmente fueron modi icadas y adecuadas a una idea arquitectónica. Esa particularidad hizo que la arquitectura (particularmente asimétrica) que caracteriza los sitios del Epiclásico y Posclásico de Colima fuera explicada a partir de esa variable (Olay, 2004). Se observó que esa característica se cumple en el caso de la Estructura 13 del Círculo A de Comala. En otras palabras, el área tuvo a su favor un elemento constructivo primario que fue aprovechado de diversas maneras a lo largo del tiempo. Los datos recuperados en el sitio Comala indican la nivelación del patio interior del Círculo A y que la Estructura 13 se adecuó a una loma tepetatosa. Exploraciones futuras indicarán qué tanto trabajo humano debió consumir la construcción de esas plazas circulares. La siguiente diferencia del Valle de Colima respecto a la región Valles de Jalisco es la inexistencia de canchas de juego de pelota. Se mencionó ya la hipótesis de que en Colima, en etapas tempranas, se practicó el juego en canchas abiertas. Si bien el Complejo Capacha, ubicado y definid por Isabel Kelly (1980), ha enfrentado numerosos problemas para concretar una ubicación temporal certera (Olay, Alcántara y Almendros, 2010), no existen dudas respecto a su contemporaneidad con la expresión cultural de El Opeño (Oliveros, 2000). Su famosa ofrenda de jugadores de pelota procedente de la Tumba 3 consistió http://www.mna.inah.gob.mx/contexto.html R e v i s t a Junio 2015 OCCIDENTE 12 en un lote de diez figurillas de barro no mayores de 12 cm amontonadas en el pasillo interior de la tumba: No cabe duda que la idea principal de estas pequeñas esculturas ―considerando las diferentes posiciones y actitudes dadas a cada una de ellas― fue poder recrear la escena de un juego de pelota [….] es muy probable que del total de las diez figurillas de dicho grupo solamente ocho de ellas formaran parte de la misma escena (cinco masculinas y tres femeninas, las dos restantes son también masculinas, pero estilística y formalmente diferentes) (Oliveros, 1988:192). Si bien para la fase Capacha de Colima no se han reportado fig rillas de la calidad y expresión armónica de las de El Opeño, sí existen en su registro arqueológico para etapas más tardías. Sin duda, las representaciones en barro enmarcadas en el estilo Ortices-Tuxcacuesco son las más bellas y las que reproducen con mayor armonía el cuerpo humano. Además sus aditamentos y la intención con la que fueron elaboradas señalan actitudes, actividades, atavíos y peinados, expresiones plásticas que permiten atisbar el objetivo con que fueron elaboradas. En este sentido, y acorde con las pautas planteadas por Stevenson, consideramos que varias de las figur llas encontradas como ofrenda a la entrada de la Tumba 22 en Loma Santa Bárbara pueden representar jugadores de pelota. Si tomamos en cuenta que las canchas de juego de pelota en Colima reportadas hasta el momento sólo son de sitios tardíos (claramente en El Chanal, sitio Posclásico), parece evidente que durante las fases tempranas se jugó en canchas abiertas, siguiendo la propuesta de Stevenson. Consideramos que las características de la cultura material de los grupos adscritos a la tradición Tumbas de Tiro son la continuidad cultural de los grupos Capacha, la impronta humana más temprana documentada hasta ahora en Colima. Si bien es cierta la existencia de un hiato entre las fases Capacha y Ortices (en un rango que puede ir de 400 a 600 años de acuerdo con la temporalidad que se acepte para Capacha), también lo es que los diversos intentos por fechar contextos tempranos han sido insuficientes y que el continuado avance de la tecnología terminará por esclarecer su enigma. En todo caso, la permanencia Figura 13. Ofrenda 1, Tumba 3 de El Opeño Figura 14 Ofrenda 1 de la Tumba 22 de Loma Santa Bárbara. Figura 15. Ofrenda 1 de la Tumba 22 de Loma Santa Bárbara. http://www.mna.inah.gob.mx/contexto.html R e v i s t a Junio 2015 OCCIDENTE 13 del juego de pelota en canchas abiertas puede considerarse un rasgo antiguo que permaneció en los pueblos de la tradición Tumbas de Tiro de Colima. Ahora bien, de las numerosas exploraciones realizadas en las partes bajas del Valle de Colima (por debajo de 600 msnm) se ha documentado que la impronta de las poblaciones Capacha (1200-800 a.C.) y Ortices (400-100 d.C.) es que privilegiaron los lugares donde los cauces de manantiales y arroyos corrían apenas por abajo de las terrazas aluviales. Por tanto, el aprovechamiento del agua (para actividades domésticas o cultivo) requirió menor esfuerzo y una tecnología elemental. ¿Cómo surgió entonces la idea de espacios de celebración colectiva? Una hipótesis puede ser la que se enunció en la descripción del Círculo A de Comala. En algún momento la inundación del patio creaba un espejo de agua en cuyo centro sobresalía un montículo principal. Esa imagen debió ser muy poderosa; de acuerdo con Enrique Florescano, el fenómeno remitía de manera clara a un mito cosmogónico fundacional de Mesoamérica: sino también en el sitio que parece haber tenido la plaza circular más grande de la región: Potrerillos. Si bien para Comala tenemos una mera aproximación a las estructuras de mayor tamaño al interior del círculo A, fue notable la falta de constantes en el diseño de los elementos arquitectónicos y el sistema constructivo de los núcleos y rellenos; sin embargo, hacen falta más exploraciones para poder plantear que aquello representa una similitud entre nuestro sitio de estudio y el área nuclear de la tradición Teuchitlán. Sobra señalar la importancia de incrementar las investigaciones en el área para completar y profundizar el registro de las evidencias y para esclarecer los fenómenos sociales detrás de esta expresión tardíamente estudiada. Esos fenómenos dan cuenta algo que de que Weigand esbozó décadas atrás: los grupos adscritos a la tradición Tumbas de Tiro habitaron una región articulada a través de un imaginario simbólico que legitimó sociedades jerarquizadas; hasta ahora sólo habíamos atisbado esas sociedades a través de las expresiones asociadas a la muerte y sus espacios funerarios. La creación primordial tiene el sentido de una fundación y de un modelo. Al dividir y nombrar el cosmos, el acto creador lo funda, describe sus características y lo vuelve un espacio conocido. [Dado que los mitos de creación ordenan las regiones del cosmos] las cosmogonías mesoamericanas siguen este modelo: los actos inaugurales que concentran la atención de los dioses creadores son la división del cosmos en los tres niveles verticales, el señalamiento de las cuatro esquinas del universo y la definición del centro del espacio cósmico [….] La primera colina o montaña sagrada que surgió del mar primordial era el lugar que unía las tres regiones esenciales del cosmos: el cielo, la tierra y el inframundo; era el lugar terrestre más cercano al cielo y a la entraña fértil, pues en su interior había cuevas colmadas de agua y de semillas nutricias (Florescano, 2001:16). Una vez conocido el espacio donde se reproducía de manera concreta el mito, el mismo debió ser celebrado y visitado con objeto de ser partícipe del prodigio. Es explicable que el acondicionamiento del espacio y su posterior reproducción como idea arquitectónica fuera un claro instrumento de legitimación para las elites gobernantes. Es evidente que esta es una hipótesis a comprobar a partir de exploraciones puntuales no sólo en el sitio Comala Fig. 16-19. Figurillas de la Tumba 22 (ofrenda 1) de Loma Santa Bárbara. http://www.mna.inah.gob.mx/contexto.html R e v i s t a Junio 2015 OCCIDENTE 14 BIBLIOGRAFÍA ABDALÁ VÁZQUEZ, Gabriela Eugenia 2006 El urbanismo en el Occidente mesoamericano. Sus determinantes geográficas y astronómicas dentro del área de influencia del Volcán de Colima. México, UNAM (tesis doctoral en Arquitectura). BAUS, Carolyn 1978 Figurillas sólidas de estilo Colima. México, INAH (Científica 66) BEEKMAN, Christopher S. 1996a The Long-Term Evolution of a Political Boundary: Arhaeological Research in Jalisco, México. Nashville-Ann Arbor, Vanderbilt University, Department of Anthropology (disertación doctoral). 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