Mercantilismo en Europa

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Mercantilismo en Europa
Extraído de Escuelapedia
La doctrina mercantilista, colocada en práctica en la Europa occidental durante la era moderna, siguió a
las condiciones específicas de cada país. Por lo tanto, si un país tenía minas de oro y de plata o colonias
productoras de dichos metales, el énfasis era dado al mercantilismo; en caso contrario, se buscaba
mantener una balanza de comercio favorable a través del desarrollo de la agricultura y de las
manufacturas.
Tipos de mercantilismo
En el siglo XVI, España logró su vasto imperio colonial. Las grandes cantidades de oro y plata procedentes
de México y Perú, llegaron al país. La España aristocrática nunca buscó desarrollar el comercio y la
manufactura, considerados ámbitos poco nobles. El oro y la plata le bastaban. Buscaba acumularlos e
importaba productos manufacturados de sus vecinos. Incluso sus colonias, a pesar de la exclusividad
comercial, eran abastecidas por las manufacturas de otros países.
Con el rápido agotamiento de la minería colonial, comenzaron a faltar monedas. La solución fue
reducirlas o fusionarlas con el cobre, el mantenimiento de su valor nominal. El aumento de estas monedas
en circulación causó una gran inflación. Los precios de materias primas subieron y se necesitaban más
monedas para comprar la misma cantidad de productos.
Los salarios, alquileres y rentas fueron fijados y contratados por toda la vida. Con la inflación, los
trabajadores y aquellos que tenían rentas fijas fueron perjudicados. Los burgueses no sufrieron daños,
pues aumentaban el valor de los productos, acompañando la inflación y pudiendo comprar tierras de la
nobleza. España era obligada a importar manufacturación de otros países. Ella pagaba esas importaciones
con la moneda devaluada, alastrando su inflación por toda Europa. De la misma manera que sucedió en
España, y por los mismos motivos, la burguesía europea pudo acumular más capital.
Antes de decidir sobre cualquier principio de la política económica, el Estado absolutista inglés consultó a
las grandes compañías comerciales. En Inglaterra, las restricciones a la salida de metales preciosos
fueron eliminadas en el inicio de la Edad Moderna. Los comerciantes ingleses eran conscientes de que esto
era ventajoso porque permitía la compra de productos que luego se exportaron a un precio mayor.
En la segunda mitad del siglo XVII, el gobierno trató de desarrollar ciertas ramas de la producción, tales
como la industria textil, por ejemplo, asegurar el transporte de mercancías por la marina inglesa y hacer
que los comerciantes ingleses controlasen el comercio de esos productos. Era, por tanto, un mercantilismo
fundamentalmente industrial y agrícola. Para garantizar el crecimiento de la industria textil, la más
importante actividad exportadora del país, el Estado prohibió la exportación de lana y elevó las tasas
aduaneras para impedir la competencia de los tejidos franceses y holandeses.
Más tarde ese mismo siglo, los comerciantes se aprovecharon de la mano de obra excedente en el campo
y las dificultades de los gremios y comenzaron a distribuir materias primas e instrumentos para los
campesinos producir tejidos en su propia casa o en grandes talleres. Muchos maestros artesanos que se
habían enriquecido pasaron a contratar a otros maestros y jornaleros para trabajar como asalariados. Los
talleres artesanales de las ciudades no aguantaron la competencia de los grandes talleres y del sistema
doméstico de producción y fueron desapareciendo.
De los maestros que empleaban a trabajadores remunerados y de los comerciantes que aplicaban sus
capitales en el sistema de producción doméstico, se inició la formación de una burguesía industrial,
propietaria de los medios de producción (máquinas, galpones, equipamientos) y que empleaba el trabajo
asalariado.
En Francia, donde la monarquía absoluta alcanzó su mayor fuerza, el Estado intervino en la vida
económica de manera autoritaria y, a menudo represiva. Para mantener una balanza comercial favorable,
el Estado francés trató de desarrollar la Armada, las empresas de comercio y, desde el siglo XVI, las
manufacturas. Hubo, por lo tanto, un aumento de la producción de lana, lino y seda, y la producción de
vidrio y porcelana. Francia, el país europeo con mayor población, seguía siendo fundamentalmente
agrícola. Fue Luis XIV (1643-1715), el modelo de rey absolutista europeo, quien promovió el auge del
mercantilismo francés.
Las costosas guerras y el parasitismo de la nobleza cortesana, que vivía a expensas del Estado, exigieron
una gran cantidad de dinero; por otra parte, el clero y la nobleza no pagaban impuestos. El poder real
buscó entonces obtener nuevas fuentes de ingresos en el desarrollo del comercio y las manufacturas. El
encargado de eso fue el ministro de Coubera, que estimuló nuevas manufacturas a través de la
importación de artesanos extranjeros, préstamos estatales y conquista de nuevos mercados. Las colonias
asumieron gran significado en la política económica de Coubera, pues eran fuentes de materias primas y
mercados para los productos manufacturados.
En el sector industrial, la política francesa era igual a la inglesa. Sin embargo, en la política
agrícola había una diferencia fundamental: mientras que Inglaterra exportaba cereales, Francia impedía la
exportación de esos productos. Los precios de los productos agrícolas eran mantenidos bajos para que los
trabajadores gastasen poco con la alimentación y no reclamasen de los bajos salarios pagados.
Los fabricantes ganaban doblemente con esa política, pues salarios y materias primas a bajo coste hacían
que las materias primas francesas fuesen más baratas y competitivas en el mercado internacional. Sin
embargo, a pesar de toda intervención e incentivos estatales, Inglaterra y Holanda representaban una
peligrosa competencia para el Estado francés. En la primera mitad del siglo XVII, Holanda fue el modelo de
país capitalista.
Holanda tenía una muy buena producción manufacturera, una excepcional marina mercante y
el dominio del comercio marítimo mundial. Era también el modelo de libertad religiosa, política y
económica en Europa. Esa libertad atraía a científicos, artesanos, artistas, filósofos y capitalistas que
abandonaban sus países debido a la persecución. Estos extranjeros, con su capital, sus técnicas y
habilidades, ayudaron a enriquecer a Holanda. Los miembros de los Estados Generales representaron alas
grandes empresas comerciales que decidieron la vida económica del país. La economía holandesa no tuvo
intervencionismo estatal, tan característico de los países europeos de la época. Dominada por las grandes
empresas comerciales, buscaba desarrollar las fábricas y el comercio nacional e internacional.
Los holandeses, en guerra con España, ocuparon vastas posesiones españolas en Asia y colonias
portuguesas y españolas en América. Se organizaron dos importantes empresas de monopolio holandés
para colonizar y explotar esas posesiones. La Compañía de las Indias Orientales se encargó de las
colonias asiáticas y la Compañía de las Indias Occidentales se ocupó de las colonias americanas.
Fueron ellas las que organizaron el sistema colonial holandés en sus posesiones.
Estas organizaciones podrían emitir monedas, tenían ejército y marina propios, nombraban a los
administradores de las ciudades, podían declarar la guerra y firmar tratados de paz. Fue a partir del poder
de esas compañías privilegiadas de comercio y el desarrollo de las manufacturas, especialmente de
tejidos, que Holanda acumuló un gran capital en el siglo XVII.
Y así, el mercantilismo era el sistema económico utilizado por los absolutistas con el fin de enriquecer las
arcas de las cortes.
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