Es terrible que el trabajo literario sea de las pocas

Anuncio
59
LATERCERA Domingo 14 de agosto de 2016
S
U primer contrato lo
firmó en una servilleta. Alberto Fuguet era
un veinteañero e
inauguraba su narrativa con el libro de
cuentos Sobredosis
(1990), que se agotó en pocas semanas, pero que no encantó a la crítica. Luego vinieron novelas como
Mala onda, Missing y Sudor y Fuguet se fue transformando en uno de
los mejores autores latinoamericanos de la actualidad.
¿Pero es un escritor que vive con
la venta de sus libros? Es la pregunta que le planteamos a varios
autores nacionales. “Yo no vivo de
la venta de los libros sino, creo, del
nombre asociado a esos libros. Hago
clases en la UDP, escribo columnas
en Qué Pasa, estoy en un programa
de radio en la Duna. Además, están
los derechos de autor, pero también hay charlas e invitaciones”,
dice Fuguet, de 52 años. “Pedirle a
un libro que te alimente es un exceso. Si uno te da dinero, eres afortunado”, agrega el también cineasta.
En mayo pasado publicó La muerte tiene olor a pachulí, y desde entonces no se ha retirado del ránking
de los libros más vendidos. Hernán
Rivera Letelier, desde hace una década, publica en promedio una novela al año. Cada una vende cerca de
10 mil ejemplares.
“Yo vivo de mis libros y estoy tra-
ducido a 21 idiomas”, dice Rivera Letelier, pero de inmediato añade:
“Claro que recorro Chile, de Arica a
Punta Arenas. En colegios municipales doy charlas gratuitas y les cobro a los colegios privados, universidades y empresas. Hablo, por
ejemplo, de mi testimonio, del desierto en mis novelas. Acabo de estar en Tocopilla y en un colegio de
Antofagasta, donde les hablé de La
contadora de películas”. La agenda
de Rivera Letelier sigue. Su próxima charla es en Osorno, luego Santiago y después Iquique. El narrador
es representado por la agencia de
Guillermo Schavelzon.
Una presentación puede costar
entre $ 150 mil y $ 500 mil. Dependiendo del escritor. Son los valores
que se manejan hoy por charla o
asistir, por ejemplo, a una feria del
libro en Santiago o regiones.
“Hago un taller literario patrocinado por la U. Finis Terrae que me
paga honorarios. Está mi propio taller. Además, doy charlas a colegios, universidades, bibliotecas, ferias y centros comunitarios”, dice
Pablo Simonetti, quien acaba de estar en Aysén y Punta Arenas. Su
próximo viaje es a la Isla de Pascua.
“Hago mi mini taller o hablo de mis
motivaciones al escribir, también
sobre literatura e identidad”, agrega Simonetti.
“Es terrible que el trabajo literario
sea de las pocas prácticas que no
“Es terrible que el trabajo
literario sea de las pocas
prácticas que no sostienen
a sus trabajadores”, dice
Diamela Eltit.
Una presentación, una
charla puede costar entre
$ 150 mil y llegar a los $
500 mil. Dependiendo del
escritor y el lugar.
sostienen a sus trabajadores”, piensa la narradora Diamela Eltit. “A nivel personal mi economía ha descansado en mi trabajo como profesora secundaria y universitaria y,
entre esas jornadas (nunca he dejado de trabajar) he escrito los libros
que se han publicado. Más allá de
esta limitación, en mi caso, no podía ser de otra manera, la literatura
nunca estuvo ligada al dinero, y, a
pesar de todo ha sido muy liberador
para mí pues me ha permitido mantener una zona gratuita de constante ‘amor al arte’”, subraya.
está la venta de los títulos: habitualmente los escritores reciben el
10% del precio de cada libro como
concepto de derecho de autor.
En este grupo entran escritores
como Carla Guelfenbein, Antonio
Skármeta, Jorge Edwards, Simonetti, Rivera Letelier, Fuguet, Rafael
Gumucio, Jorge Baradit, Jaime Collyer, Francisco Ortega, Carlos
Franz, entre otros. Para algunos editores, Isabel Allende, en este ámbito, es considerada una narradora
internacional. Un contrato de un
nuevo libro para Latinoamérica
puede superar los $ 100 millones.
El mundo de las regalías y adelantos está más lejos para un poeta. Dicen que la tarifa de Nicanor Parra
por evento, feria del libro o charla,
nunca bajó de $ 2 millones. Desde
hace unos seis años, los derechos del
autor de Poemas y antipoemas son
representados por la Agencia Literaria Carmen Balcells.
“Mi profesión es diseñador y desde que salí de mi casa he trabajado.
Se hace duro tener jornada de 10
horas diarias y luego continuarla
como escritor. Este año pude redu-
Discursos, radio, diseño
En la década del 50, el poeta Pablo
de Rokha recorría el territorio nacional vendiendo los libros de su autoría. Grandes ejemplares que a veces,
cuando no había dinero, eran cambiados por patas de chancho o queso de cabeza.
Lejos estaba el mundo editorial, la
profesionalización del escritor, que
ahora recién asoma en Chile, y los
contratos y anticipos, que pueden ir
desde los $ 2 millones hasta los $ 25
millones por un nuevo libro. Luego,
cir a la mitad mi jornada en diseño
para preocuparme de mejor manera de mi Baradit escritor”, cuenta
Jorge Baradit, autor de títulos de
ciencia ficción, pero que desde el
2014 entre los dos volúmenes de Historia secreta de Chile ha vendido
más de 100 mil copias.
“Yo trabajo en la radio, escribo columnas, hago clases, doy charlas,
escribo reportajes, hacía asesorías,
escribía discursos para políticos, informes de contingencias, escribía
guiones”, dice Rafael Gumucio. “A
veces algún adelanto, algún saldo
positivo. Por lo que sé la formula de
los otros escritores es más o menos
la misma”, agrega el autor de Milagro en Haití.
“No soy una escritora profesional,
no vivo de mi escritura. Debo trabajar en otras cosas y ahorrar para organizar períodos sabáticos en los que
me pueda concentrar más y mejor en
mis proyectos literarios”, señala
Nona Fernández, autora de Mapocho
(Planeta, 2002) y Chilean Electric
(Alquimia, 2015).
Las realidades difieren en el universo de quienes narran historias. “Me
gané la vida por muchísimos años escribiendo teleseries, lo que me dio
una base económica ahora que me
jubilé con una miseria de no más de
100 lucas en el Chile de Sebastián Piñera”, cuenta Jorge Marchant Lazcano (Sangre como la mía), quien vive
la mitad del año en EEUU. b
Descargar