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LENGUA MAYORITARIA:
REPRESENTATIVIDAD, IDENTIDAD Y
LEGITIMIDAD1
María S. Taboada
Roberto J. García
I. La lengua viva
Existe una relación mutuamente implicante entre las
variedades y la lengua que esas variedades constituyen. Toda
variedad, aún la oficializada como estándar, forma parte de la
lengua, se nutre de ella y la instituye conjuntamente con las
restantes variedades, con las cuales convive en interacción en las
prácticas discursivas y en la conciencia sociolingüística de los
hablantes.
La Argentina es un país plurilingüe. En su amplio territorio
se hablan español, lengua oficial, nacional 2 y mayoritaria; lenguas
11
Versiones previas de este artículo fueron expuestas en el
Congreso Internacional de Lengua y Literatura “Voces y letras de
América Latina y el Caribe (Córdoba, Argentina, 2010) y en el “V
Encuentro Internacional de Investigadores de Política Lingüística
(Montevideo, Uruguay, 2011).
2
El estatuto oficial del español en la Argentina -como lo han
señalado investigadores en la materia (L. Varela; R. Bein, entre otros)es el producto de un proceso histórico de planificación lingüística
tendiente a la homogeneización en el marco de una política lingüística
indígenas y lenguas de inmigración. La concepción del español
como lengua mayoritaria reclama el reconocimiento de una serie
de variedades sociodialectales regionales y registros funcionales
conectados por múltiples interrelaciones lingüísticas y culturales.
En otras palabras, hablamos de un gran diasistema de complejas
características fonético fonológicas, morfosintácticas, léxico
semánticas y pragmáticas que afloran principalmente en las
prácticas de interacción oral, pero que se proyectan también en
la escritura.
Desde esta perspectiva, el concepto de lengua mayoritaria
remite a:
•
un complejo diasistémico de intercomunicación social,
•
que es a la vez condición y resultante de necesidades
históricas
y
socioculturales
de
interacción,
inteligibilidad e identidad colectiva;
implícita. Dicho estatuto no ha sido reconocido explícitamente por el
Estado Argentino en sus leyes fundamentales, aunque en documentos
educativos tales como el “Acuerdo marco para la enseñanza de las
lenguas” (1997) se consigne que en Argentina el español es la lengua
hablada por la mayoría de los habitantes del país; es la lengua de uso
corriente en los documentos oficiales, en la escuela y el mundo del
trabajo, y en la ley de Educación de 2007, se considere para la
educación secundaria la necesidad de desarrollar las competencias
lingüísticas, orales y escritas de la lengua española (Cap. IV: Educación
Secundaria, Art. 30, Inc. e).
•
complejo sociolingüístico dinámico y en permanente
revitalización,
•
nutrido por múltiples variedades en interrelaciones
recíprocas;
•
variedades que a su vez conforman también complejos
sociolingüísticos en los que se entraman variantes
(regionales, culturales, de clase social, de edad, de
género, etc.) enraizadas en cada comunidad.
Se trata de una visión de lengua dinámica, abierta y a la
vez integradora de una amplia diversidad de variantes y
modalidades. Este enfoque resguarda de una identificación
exclusiva y excluyente con cualquiera de sus variedades, aún con
la llamada estándar, puesto que las variedades son producto, a
través de los rasgos que las particularizan, de un conjunto de
relaciones, patentes y latentes, que enmarcan las elecciones que
asumen los hablantes en su comunidad. De esta apelación a la
realidad lingüístico social surge que no puede perderse de vista
tampoco que la legitimidad es una propiedad de toda variedad,
en tanto ésta es representativa del dominio sociocultural y
lingüístico de sus hablantes.
Es engañosa, por tanto, la identificación de lengua y
variedad “estándar” (o “culta”, para algunos), concebida como
homogénea y monolítica, conforme al modelo propiciado por
agencias e instituciones sociales y educativas que buscan
naturalizar en la conciencia de los sujetos la ideología de una
lengua única.
Ese modelo oculta la vitalidad y dinámica histórico social
del diasistema y, mediante un escamoteo de la realidad,
construye una versión artificial y estereotipada del idioma.
II. La ideología monoglósica
Encubrimiento y reduccionismo de la historia de la lengua
viva
constituyen
estrategias
de
política
lingüística
interdependientes destinadas a dar vigencia permanente al
modelo normativizado en la conciencia sociolingüística de los
hablantes.
La ideología monoglósica elabora una versión de esa
lengua en la que las variaciones y variedades orales son
reducidas a hechos accidentales y alternativas volátiles que
carecen de antecedentes lingüísticos de jerarquía y amenazan el
desarrollo de la lengua. Nos referimos a la concepción de un
modelo lingüístico cerrado como un código 3, cuya esencia y
legitimidad radican en su estática permanencia, casi invariable en
el tiempo y en el espacio; atributo que se pretende garantizar
mediante un sistema prescriptivo que identifica: a) lengua con
norma; y b) lengua/norma con escritura prestigiada oficialmente,
3
En las prácticas escolares de enseñanza de la lengua, en
diferentes niveles del sistema educativo argentino, persiste la
identificación de lengua con código.
es decir, escritura que supone un autor y una autorización: la
competencia “letrada” (de lengua disciplinada) que otorga la
cultura hegemónica. Esta suerte de “historia oficial” difunde un
discurso que reduce la dinámica de todo proceso histórico a una
continuidad inmutable ad eternum. El esquematismo responde a
la idea de que la diversidad lingüística, surgida de la vitalidad
social de la lengua, implica en principio decadencia y
contaminación y requiere de una acción de incesante
depuración. Está expresado por las principales agencias de
política lingüística del español:
La misión principal de la Real Academia Española,
según los Estatutos que regulan su funcionamiento,
es evitar que los cambios que experimente la lengua
española en su constante adaptación a las
necesidades de sus hablantes quiebren la unidad
que mantiene en todo el ámbito hispánico. (Portal
de la RAE, Sección “Obras académicas”,
www.rae.es)
Por encima de todo estará siempre la “corrección” -según
lo indica el Secretario General de la Asociación de Academias de
la Lengua Española- como garantía de una “unidad” que
pretende ocultar su intención de homogeneidad:
La Corporación de Madrid, hoy muy unida a las
restantes veintiún Academias, gracias a la nueva
política panhispánica de la institución, sirve para
ayudar a que la corrección idiomática sea un hecho.
(…) Quedará claro después de lo dicho que no se
intenta eliminar ni minimizar aquellos fenómenos
lingüísticos que son sentidos como correctos y
prestigiosos en una comunidad de habla dada
(aunque parezcan incluso deplorables en otra). Esto
significa riqueza idiomática. Lo que se persigue es
favorecer la corrección y, en los casos de
neologismos, la uniformidad de elección. (López
Morales, H., 2008: 476-491)
El lema de la RAE “limpia, fija y da esplendor” sintetiza
explícitamente la perspectiva ideológica y operativa. En este
encuadre, donde la variación es estigmatizada como desvío y sólo
se legitima la permanencia controlada, se intenta soslayar la
historicidad y difusión social de las variantes y variedades
vernáculas. La tolerancia a la variación accidental -propuesta por
A. Bello- sólo cuando ésta proviene de los “sectores educados”,
que aseguran de por sí uniformidad, sigue vigente en los modelos
monoglósicos del español. 4
No se crea que recomendando la conservación del
castellano sea el ánimo tachar de vicioso y espurio
todo lo que es peculiar de los americanos (...) Chile y
Venezuela tienen tanto derecho como Aragón y
Andalucía para que se toleren sus accidentales
divergencias, cuando los patrocina la costumbre
uniforme y auténtica de la gente educada. (Bello, A.,
4
Para una ampliación de este aspecto, ver el artículo incluido en
este volumen de Taboada, M.: “La ideología lingüística de la RAE en el
tercer milenio: nuevos discursos para la continuidad de un modelo
político centenario”.
2002: 12-13) 5
La ideología de la lengua única, asumida generalmente por
la educación y los medios, promueve en la conciencia de los
sujetos el principio de que lo que no es oficial no existe, aún
cuando su propia práctica comunicativa muestre lo contrario.
Evidencias de esta representación autocensora se registran en
valoraciones estereotipadas extendidas en hablantes tucumanos
de diversos sectores socioeducativos 6:
“Nos falta un montón, de corregirnos, porque
sabemos que hablamos mal y no lo corregimos.” (F,
48, SU)
“Hablamos mal por la cantidad de palabras que
inventamos para reemplazar a otras y esas palabras
inventadas son vulgares, ordinarias.” (M, 25, S)
“Hablamos mal por falta de cultura; no queremos
hablar bien, no nos preocupamos por conocer bien
5
Citado por Hernán Urrutia Cárdenas (2010): “La lengua
española como legado integrador e instrumento de libertad en las
repúblicas hispanoamericanas”,
V Congreso Internacional de la
Lengua Española: América y la lengua española. En:
http://www.congresodelalengua.cl
/programacion/seccion_i/programa_seccion_i.htm.
6
Los testimonios han sido registrados en investigaciones de
campo realizadas en la capital de Tucumán. Se consigna el sexo con las
siglas F y M, la edad, y el nivel educativo de los entrevistados: primario
incompleto (PI), primario (P), secundario (S), superior (SU)
las palabras.” (F, 34, P)
“Reniegan de la corrección y no la toman en cuenta y
se contagian. Si tomáramos en cuenta que hablamos
mal, iríamos más al diccionario. Esa palabra no
existe o la emplean mal. Es como un contagio: todos
hablan en vulgar.” (F, 56, SU)
“Lo bastardeamos al castellano, usamos mal los
verbos, la sintaxis.” (M, 49, SU)
“Hablamos mal porque le ponemos muchas palabras
nuevas al vocabulario que no existen.” (M, 33, P)
La contradicción entre el modelo internalizado y las
prácticas se resuelve en la conciencia de no pocos hablantes
anulando la entidad de los hechos sociolingüísticos: la lengua viva
deja de ser real y pasa a serlo el modelo que se impone. En este
trance ontológico se vuelven irreales las prácticas y las variantes
no reconocidas como correctas. Procesos de “desrealización” de
esta índole van más allá de meras conductas de desvalorización;
se instalan como representaciones en la conciencia de los
hablantes e inevitablemente inciden en la configuración de una
contradictoria identidad sociolingüística: ser lo que no se es o ser
descalificado.
Algunas teorías lingüísticas han favorecido la proyección
del modelo político propugnado por la ideología normativista, al
escindir la lengua, entendida como sistema, de las prácticas e
interacciones comunicativas. Esta dicotomía ha sido funcional a
la “doctrina” de un supuesto hablante puro: sujeto que hablaría
sin interactuar con otros. Un hablante pretendidamente
homogéneo, que reproduce un sistema igualmente homogéneo,
capaz de resistir la historia y que subsume en sí a todos los
hablantes sociales concretos.
En esta red de nociones se entreteje la visión artificial de la
lengua/norma:
un
hablante
ideal,
en
una
comunidad
deshistorizada y homogénea, que habla a lo largo de
generaciones siempre de una misma manera, en una suerte de
autismo lingüístico apto sólo para justificar la existencia de esa
norma/lengua aséptica. 7
III. Lengua mayoritaria: representatividad e identidad
Los hablantes desarrollan su experiencia sociocultural en
contextos históricos en los que se construyen como sujetos
comunicativos desde y con una lengua que los identifica. Las
prácticas sociales, y dentro de ellas las lingüístico comunicativas,
se modifican en función de los desafíos y condicionamientos de
esos contextos. La configuración de la identidad social encuentra
una de sus anclas en las variedades vernáculas, a través de las
cuales el sujeto va representando una imagen de sí mismo, del
nosotros y de los otros en una dinámica de identidad y
7
No es objeto de este trabajo realizar una crítica a los
fundamentos epistemológicos de la teoría chomskiana. Entendemos
que Chomsky explicita y asume concepciones de larga data en la
historia de la reflexión sobre el lenguaje, que están presentes
subyacentemente en otras teorías.
pertenencia, que se complejiza en colectivos más amplios como
los de la región y el país.
Los hablantes son protagonistas, partícipes activos de una
realidad pluridialectal. Actualizan permanentemente un bagaje
de comprensión de múltiples variedades y modalidades
discursivas, según su experiencia y oportunidades en la vida
social.
Ese pluridialectalismo es condición de intercomunicación
en una comunidad nacional que se constituye como tal y se
reconoce en esa compleja diversidad.
Los sujetos nacen a la lengua mayoritaria en su
complejidad, la aprenden y recrean en interacciones sociales en
las que se articulan múltiples variedades en interdependencias
mutuas. De ese modo van configurando su identidad lingüística
en y desde su práctica de habla y escucha en grupos e
instituciones.
Las políticas que abogan por la prescindencia de las formas
vernáculas locales tienden a unanimizar hablas y lengua y a
borrar diferencias culturales, regionales y sociales que marcan, a
través del lenguaje, pertenencias identitarias propias de cada
comunidad.
Por el contrario, la propuesta de la lengua concebida
integralmente reconoce todas las variedades y variantes, es
decir, todas las modalidades dialectales, sociales y funcionales,
tanto orales como escritas, que se conforman en las prácticas
lingüísticas de la totalidad de los hablantes de la comunidad, que
son quienes sostienen la vitalidad de una lengua.
La lengua mayoritaria, en tanto gran diasistema integrador
de las variedades y variantes que se utilizan en el territorio
nacional, satisface requerimientos fundamentales de la vida
social: a) de interacción lingüístico comunicativa y sociocultural y
b) de identidad y representatividad, dimensiones constitutivas de
la nación.
En este sentido, la lengua mayoritaria se concibe como una
herramienta de integración político social, capaz de cohesionar
grupos e individuos que son parte de una historia social
compartida.
Tal
caracterización
permite
valorizar
la
fisonomía
sociolingüística propia de la lengua mayoritaria argentina,
producto del entramado de rasgos de sus diferentes variedades.
Ese conjunto de rasgos le asigna representatividad a nuestra
lengua y al mismo tiempo le otorga identidad distintiva en el
concierto de lenguas mayoritarias españolas, tanto americanas
como ibéricas, ya que esa identidad deviene de relaciones y
diferencias internas y externas (supranacionales, regionales y de
contactos interlingüísticos).
Por el contrario, la concepción de una lengua única común
es producto siempre de una abstracción, es decir, de una serie de
supresiones de rasgos que precisamente son los que aportan
peculiaridad e identidad a las variedades nacionales y regionales
de una lengua.
La política propiciada por la RAE, la Asociación de
Academias de la Lengua Española y el Instituto Cervantes, que
propugna una misma lengua general o común a partir de una
variedad estandarizada única, desemboca ineludiblemente en la
pérdida de representatividad e identidad, esto es, de las marcas
socio y geolingüísticas que surgen de la evolución de las prácticas
históricas de comunicación entre los hablantes de la comunidad
nacional.
Si tenemos en cuenta el perfil identitario contextual
-histórico social y cultural- de una lengua mayoritaria nacional, es
difícil pasar por alto rasgos sociolingüísticos que tienen
relevancia diferenciadora en una comunidad y no en otra, ya se
trate de la lengua de un país o de una región. El voseo, por
ejemplo, pone de manifiesto una característica de la lengua
mayoritaria argentina (que comparte parcialmente con la
uruguaya y otros países de América). Sin embargo, en el marco
de sus usos se registran diferencias en algunas variedades
vernáculas del país. En la provincia de Santiago del Estero, la
forma pronominal “vos” se combina con estructuras verbales
propias del tuteo, vos tienes.
En la realidad concreta, el complejo diasistémico reúne
diversas variedades empleadas en determinado momento y
territorio, que mantienen mayor o menor aproximación o
semejanza entre sí, pero que nunca llegan a una identidad total y
absoluta. Si la identidad implica representatividad del vínculo de
los hablantes con las variedades de una lengua, esa
representatividad involucra por lo tanto una identidad relativa, la
que surge de la distribución social, regional y cultural de las
variedades, que en tanto producciones históricas de los
hablantes
se
revitalizan
permanentemente.
La
lengua
mayoritaria escapa a una definición exclusiva desde el “es”. Su
vitalidad consiste en el “estar siendo” desde la dialéctica de
continuidad y cambio.
IV. Representatividad y legitimidad
Identidad y representatividad son condiciones intrínsecas
de una lengua mayoritaria. Ahora bien, si se pretende constreñir
esas condiciones a una variedad estandarizada, se violenta el
sentido de la representatividad, ya que en ese proceso de
legalización se desconoce la legitimidad de las otras variedades
que conforman la lengua mayoritaria de los hablantes.
La legitimación se asigna arbitrariamente a una variedad
que no necesariamente es la más representativa del vínculo
identitario de pertenencia e identificación sujeto-lengua. La
historia de las políticas lingüísticas en el mundo evidencia
incontables ejemplos al respecto. En América se legitimó el
español imperial pese a que lenguas generales como el quichua
tenían mayor representatividad.
La legitimación responde a la planificación política -en
general, del Estado-, en tanto que la legitimidad surge de la
práctica interaccional de los hablantes; está estrechamente
vinculada a la representatividad real, que es un producto
histórico de la relación de una comunidad con su lengua: el
conjunto de variedades sociolingüísticamente integradas que
habla y sostiene esa comunidad.
La equiparación de legitimación con representatividad que
se impone al hablante conduce a otra correlación, en la que la
identidad sociolingüística se vuelve subsidiaria de la lengua
legitimada. Si las prácticas lingüístico comunicativas de los
sujetos no coinciden con el referente prestigiado, el vínculo con
la lengua vernácula, representativa de la pertenencia, se debilita
y aún puede ser escondido y negado. El sujeto hablante termina
a veces autoestigmatizándose en respuesta al asedio social
deslegitimador de las instituciones oficiales correctoras del
idioma.
“Hablamos pésimo. Yo hablo muy mal. Pésimo
hablamos los tucumanos; los santiagueños hablan
mejor, pronuncian mejor las palabras.” (F, 60, P)
“Los tucumanos debemos ser los que hablamos más
mal de toda la Argentina…. Claro, si nosotros no
pronunciamos las eses, conjugamos mal los verbos,
utilizamos malas frases, tenemos muchos dichos que
nadie nos entiende… Hablar bien: como hablan en la
tele, esa gente habla bien, sobre todo en los
noticieros. Nosotros los tucumanos somos el ejemplo
de hablar mal.” (M, 18, P)
La legitimación de un modelo de lengua es la resultante de
representaciones sociolingüísticas impuestas o promovidas por
instituciones oficiales o sectores con el suficiente poder para
implantarlas. El sello de legitimación lingüística expresa y
reafirma la legitimación social de algunos sujetos y la
deslegitimación de otros, tal como se advierte en la perspectiva
de algunos académicos:
Socialmente, la corrección del habla tiene una
importancia comparable a la del aseo personal. La
aceptación social de una persona está condicionada
- entre otras cosas - por la corrección de su lenguaje,
y la conciencia de esta realidad motiva que muchos
hablantes traten de desprenderse de formas de
expresión “mal vistas” (demasiado regionales,
demasiado populares) y de adquirir otras que no
desentonen en los medios donde desean ser
admitidos. (Seco, M., 1989)
No pocos hablantes tucumanos revelan la vigencia de esas
representaciones promovidas por el modelo normativista
monoglósico, que traspasa la lengua y se hace carne en los
usuarios. La descalificación lingüística llega así a justificarse en
estigmatizaciones sociogenéticas y deterministas. Los sujetos
“explican” las “carencias lingüísticas” en “flaquezas” de nuestra
historia social y en esta dimensión el modelo correctivo sale
fortalecido. La “pureza lingüística” revela la “pureza social y
étnica”.
“El común de la gente habla mal porque predomina
una baja escolaridad, la mayoría son brutos.” (F, 40,
S).
“Los que hablan mal son los de las orillas o por falta
de roce con los que estudian.” (F, 70, P)
“Hay gente más instruida, saben expresarse mejor.
Tiene que ver con la educación, el lugar donde se
mueven, ambientes o niveles sociales.” (F, 58, PI)
“Alguna gente habla bien y otros no porque son
villas, porque no tienen lenguas.” (F, 24, P)
“Somos mal hablado, ya venimos de descendencia de
gauchos, o sea de descendencia gauchesca.” (M, 45,
P)
Como hemos señalado, la representatividad surge de la
relación viva de la lengua con quienes la hablan a través de sus
distintas variedades; relación que les confiere a todas ellas
legitimidad en el diasistema integral de la lengua mayoritaria.
Esta implicación intrínseca, sin embargo, no es reconocida por la
mayoría pero se pone de manifiesto en declaraciones de
hablantes que atribuyen valores identitarios a su lengua.
“Yo no digo que se hable mal (en Tucumán). Cada
pueblo tiene su identidad, cada localidad.” (M, 75, S)
“Hablamos perfectamente bien, nos diferenciamos
de los porteños, los catamarqueños, los
santiagueños, los cordobeses.” (M, 76, S)
“Lo nuestro es un modismo cultural, mezclado con
indigenismo. Es una identidad regional que no se
puede decir que sea hablar mal (…) Yo reniego de la
gente que cambia su modo de hablar y quiere
esconder. Bajo ningún aspecto creo que nadie hable
mal, porque si no todos tendríamos que tener un
idioma básico y decirles a todos los pueblos que
hablen igual y eso sería muy presuntuoso. Hay
quienes, porque tienen cierto nivel económico, creen
que tienen prioridad en el lenguaje y éste es
patrimonio cultural de todos.” (M, 53, S)
Conforme al modelo prescriptivo, representatividad,
identidad
y
comunicatividad/intercomprensión
comportan
atributos condicionados por la legitimación. Quien no habla la
variedad legitimada, es concebido como sujeto deficitario;
ecuación
aún
generalizada
en
las
representaciones
sociolingüísticas que evidencia la presión ejercida por los
patrones de legitimación. En los discursos normativistas, la
corrección se equipara no sólo a capacidad comunicativa sino a
capacidad social y cívica; por ello quien no habla correctamente,
pierde su “libertad” como sujeto social. 8
La pobreza lingüística va pareja con la pobreza
intelectual (…) El discapacitado verbal es un
ciudadano de segunda porque no puede ejercer el
derecho a la libertad de expresión al estar cautivo de
8
La proyección mesiánica de la corrección en la ideología de las
academias de la lengua española ha sido abordada por M. Taboada
(2010) en su Tesis de Maestría, aún inédita.
sus limitaciones. (Barcia, 2010) 9
En la conceptualización de lengua mayoritaria, que
proponemos, no se conciben hablantes socialmente deficitarios
porque la diversidad y su representatividad son inherentes a las
prácticas lingüístico comunicativas.
V. Lengua mayoritaria y políticas lingüísticas para la diversidad
Diversidad e interinteligibilidad comunicativa constituyen
en
interdependencia
recíproca
y
dialéctica
principios
configurantes de la lengua mayoritaria. La diversidad o la
diversificación interna provienen de la transformación del
sistema
en
función
de
los
requerimientos
y
cambios
sociohistóricos de la comunidad hablante. La interinteligibilidad,
al tiempo que responde a una necesidad social de comunicación,
garantiza la continuidad de las estructuras vertebradoras de una
identidad cultural diasistémica que sostiene los procesos
históricos de unidad lingüística. La diversidad posibilita la
proyección simbólico comunicativa en constante renovación; la
interinteligibilidad, la cohesión del tronco sistémico en las
prácticas colectivas diversificadas.
En
ese
marco,
que
correlaciona
diversidad
e
interinteligibilidad, es posible extender el concepto de “lengua
9
Entrevista publicada en el periódico La Gaceta de Tucumán: 14
de Marzo de 2010.
mayoritaria” a una esfera americana e ibérica representativa de
una comunidad supranacional integrada. Esta perspectiva busca
superar limitaciones del concepto de “español general”, que
involucra también un plano supranacional pero acotado a un
sector social de hablantes: los que se designan como hablantes
“cultos”. La noción de “español general”, como la del “español
culto”, limita la representatividad a las fronteras de legitimación
de una variedad social y margina a grandes sectores de hablantes
americanos e ibéricos. Desconoce precisamente la mayoría de las
variedades que se están hablando de un lado y del otro del
Atlántico.
Concebida para la superación de esa limitación, esta
propuesta de lengua mayoritaria hace posible:
a) articular en un tronco común variedades que han
resultado de procesos históricos de entrelazamiento
de lenguas y variedades americanas e hispánicas;
b) dar reconocimiento a la existencia de comunidades
con variedades regionales
supranacionales,
que
comparten rasgos lingüísticos propios: tal es el caso de
las que se hablan en la región andina o en la
rioplatense;
c) legitimar la representatividad local, regional, nacional y
supranacional de esas variedades, en función de su
carácter y valor socioidentitarios;
d) enriquecer
la
perspectiva
de
comprensión
y
delimitación de la/s variedad/es estándar/es que
forman parte del gran diasistema mayoritario.
En relación con el último punto conviene precisar que el
reconocimiento de la pluridialectalidad no debe entenderse
como una negación de la utilidad histórica de la regulación
estándar, ni de su importancia funcional como eje científico
cultural.
El
modelo
estándar
configura
una
realidad
funcionalmente necesaria para la codificación de las cada vez
más complejas y múltiples prácticas discursivas especializadas de
los sistemas sociales actuales.
Lo que propulsamos no es negar lo que existe, sino
adecuarlo a lo que falta reconocer. Las riquezas idiomáticas
vernáculas son esenciales para la vitalidad sociocultural de la
lengua y reclaman la planificación de un modelo de gestión de la
diversidad lingüística que las contenga. Sería esta la vía jurídica
más directa para consolidar la identidad lingüística argentina y el
marco más adecuado para establecer la oficialización explícita de
la que carece la lengua que se habla en el país.
En conclusión, la concepción de lengua mayoritaria que
presentamos implica y reclama investigaciones sociolingüísticas,
lingüístico
culturales
y
glotopolíticas
que
atiendan
a
descripciones científicas y sistemáticas de las variedades que no
han sido abordadas en profundidad, a la vez que políticas
institucionales de articulación de los estudios que permitan
visualizar y comprender correlaciones y diferencias en el
macrosistema de la diversidad. Estas instancias resultan cruciales
para la promoción de políticas lingüísticas que resguarden la
legitimidad de todas variedades lingüísticas representativas y
fortalezcan de este modo los vínculos identitarios vivos de los
sujetos con su lengua local, regional, nacional, y supranacional.
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