1 EL SEGUNDO PISO –Te llamé por un trabajo. Quiero que vayas al

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EL SEGUNDO PISO
572 (...) pongamos por
caso, sólo como lo exacto corresponde a lo inexacto.
Investigaciones filosóficas, Wittgenstein
–Te llamé por un trabajo. Quiero que vayas al segundo piso a...
–Quiere que vaya al segundo piso, voy... ¿Al segundo piso, me dijo?
–Sí, al segundo.
–¿A qué voy al segundo piso?
–Eso intentaba decirte pero no me dejás terminar...
–Eso intentaba decirme, sí, señor Benítez... ¿Entonces a qué voy al segundo piso?
–Quiero que me hagas un favor, un gran favor.
–Hacerle un gran favor con ir al segundo piso.
–Sí. ¿Me dejás decírtelo?
–¿Que si le dejo decir qué?
–Qué vas a ganar muy buen dinero– dijo Benítez y sonrió.
–¿Muy buen dinero? ¿Voy a ganar muy buen dinero por qué? –la boca de
Humberto sonrió, como el reflejo en un espejo, hacia el mismo lado de la sonrisa del
otro.
–¿Pero de qué estábamos hablando? Mucho dinero para hacerle todos los gustos
que quiera tu Juanita.¿Qué te parece, Humberto?
–No sé. Me pidió que viniera para ir al segundo piso. ¿Por eso?¿Sólo por ir al
segundo piso?
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–Sí...sí. Ahora te digo en qué vas a ganar más verdes que la suma de varios
trabajos juntos.
–¿Ycómo subo al segundo piso para ganar tantos verdes?¿Por escalera, por
escalera mecánica o por ascensor?
–Por la forma que te sea más fácil.
–¿Y cuál es la forma más fácil?
–La que vos consideres más fácil.
–¿Y cómo voy a saber cuál es la forma más fácil si nunca fui al segundo piso... al
segundo piso de qué edificio?
–De eso quería y todavía quiero hablar pero no me dejás...
–¿No será que usted no quiere decirme porque quizás no quiere que vaya a
hacer lo que todavía no sé? –preguntó Humberto y guardó su mano derecha en el
bolsillo de la campera. Esa tarde no había frio.
–Yo sí sé a qué quiero que vayas al segundo piso de la esquina de 18 de julio y
Mercedes. Pero… ¿Qué dije?
–Yo no sé, es usted quién está hablando.¿Quiere que yo también hable por usted
de algo que desconozco, señor Benítez?
–¡No, no y no!... Si al menos te callaras por unos minutos...
–A veces unos minutos es poco tiempo y otras, mucho. Cómo todavía no sé a qué
vine... Bueno sí, sé que vine a hacer algo en un segundo piso. ¿Pero cuál, dónde, qué?
–A eso iba, Humberto.
–¿A qué iba, señor Benítez?
–A decirte a qué, cuál y a dónde vas a hacerme un mandado.
–Un mandado a un segundo piso.
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–Sí,sí, Humberto, aun segundo piso. –¿Por qué no tomamos asiento? Así
hablaremos más cómodos. ¿Qué te parece?
–Sí. ¿Por qué no tomamos asiento? Hagámoslo, señor Benítez. ¡Qué sillones tan
cómodos! ¿Dónde los compró?
–¿Cómo? ¿Qué dónde compré los sillones? Yo qué sé.Los compró mi hija.
–Su hija Clarita o su otra hija, la mayor?¿Cómo se llama que me olvidé?
–No sé,no recuerdo y no te llamé para que habláramos de los sillones y su
comodidad, menos de mis hijas.
–¿Cómo que no recuerda el nombre de su otra hija?
–Sí, sí.¿Cómo no voy a recordar su nombre?Se llama... se llama, Raquel.
–Raquel, la morocha de ojos rasgados. ¿No es así? A mi siempre me gustaron las
morochas por eso me quedé con mi Juanita.
–Sí, sí. Dejemos a mis hijas y los sillones a un lado y hablemos del trabajo.
–Ah, discúlpeme señor Benítez pero no estoy de acuerdo. El trabajo no es todo
en la vida. Además como pretende que vaya a un segundo piso de una esquina de 18 de
julio y Mercedes...
–No, no Humberto...¿Cómovoy a decir eso si esas calles no se cruzan jamás?
–Fue lo que dijo. ¿Por qué señorBenítez?
–¿Me preguntas eso? Porque son paralelas, por eso.
–Ah. ¿Y usted qué sabe de lo que pueda pasar mañana?
–Nadie lo sabe,Humberto. Pero que dos calles paralelas se crucen... No me hagas
reír.
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–No, no quiero hacerle reír. Pero ¿acaso no me pide que vaya al segundo piso de
un edificio del que todavía no sé dónde queda ni qué voy a hacer?
–Cuando me dejes hablar. ¿Querés un poco de licor de nuez, curaçao,whisky?
–Yo tomaría lo mismo que usted, señor Benítez, si no se ofende.
–¿Ofenderme, yo? ¿Por qué, mi buen amigo Humberto?
–No sé, por las dudas, digamos. Juanita es buena mujer, cuida a los hijos y todo
eso que debe hacer una mujer. ¿Pero sabe qué me dice?
–No.
–Que no me conoce, que hay días que no me conoce. “Estás loca mujer”, le digo.
Y ella insiste en que no me conoce y que yo tampoco la conozco. Que las personas
nunca llegan a conocerse.
–No entiendo, Humberto.
–Yo tampoco, cosa de mujeres. No se preocupe. Sígame contando lo del edificio
del segundo piso... ¿Después de todo, esta oficina no está ubicada en un segundopiso?
–Si Humberto, tenés razón, viste qué fácil, una oficina como ésta en un segundo
piso como éste.
–¿No me estará hablando de este lugar, señor Benítez?¿Noserá este lugar,no?
–No, te aseguro que no. Además...
–Además… disculpe si lo interrumpo… todavía no sé a qué debo ir a esa oficina
de un segundo piso de una dirección ubicada en el cruce de dos calles que, según usted
nunca se cruzan y que, según usted, nunca se cruzarán.
–Humberto,nodigas cosas imposibles.
–Yo no digo cosas imposibles, tal vez sean improbables, hasta que no sucedan,
pero imposibles no, señor Benítez. Al fin de cuentas, mi mujer tiene razón: las personas
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nunca llegan a conocerse.Después de todo, qué buen escocés–dijo levantando el vaso
con su mano izquierda– Cuando se lo cuente a mi Juanita,nova a creer que tomé un
escocés tan bueno con usted antes de hacer el encargo. No va a creerme, por eso, si no
lotoma a mal le pediría queme regalara el vaso, que también es muy lindo. ¿No lo cree,
señor Benítez? Para que Juanita me crea, para eso.
–¿Pero qué decís? ¿Que te regale el vaso?
–Sí. ¿Por qué no?–dijo y se paró– ¿También lo considera imposible? Yo le diría
que es probable. Todo es probable. No me mire así, señor Benítez. ¿Qué le pasa? Sí, lo
estoy apuntando con una pistola 9 milímetros con silenciador, le sugiero que no se
moleste en llamar a su secretario por el intercomunicador. Acaba de salir a buscar su
dinero. Muy buen dinero, señor Benítez. Al fin de cuentas su antiguo socio, el señor
Schultz'el judío'como usted lo llama, hoy su enemigo, tenía razón, usted es una persona
demasiado insegura. ¿Se dio cuenta que no supo decirme lo que quería que hiciera?
¿No le parece casualidad que ambos tuvieran sus negocios en oficinas de segundos
pisos? Pero él siempre pagó mejor. Ve como no hay cosas imposibles sino improbables
–dijo Humberto y le perforó la frente con un único disparo.
Antes de salir de la oficina del señor Benítez, Humberto guardó el arma en un
bolsillo y el vaso para su Juanita en otro.
Seudónimo : JUAN-LES-PINS
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