Los Apóstoles se encontraban reunidos en Jerusalén cuando el

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Los Apóstoles se encontraban reunidos en Jerusalén
cuando el Señor resucitado se presenta a ellos por última
vez. En aquella ocasión el Señor encomendó a los Apóstoles
la misión de anunciar la salvación y reconciliación «a todos
los pueblos, comenzando por Jerusalén» (Lc. 24:47). La salvación traída por el Señor Jesús es para todos los hombres y
mujeres de todos los tiempos y culturas.
Para poder cumplir esta misión el Señor les anuncia
que enviará sobre ellos «lo que mi Padre ha prometido» (Lc.24,49). Ellos deberán permanecer en Jerusalén hasta
ser «revestidos con la fuerza que viene de lo Alto» (Lc.24,49).
¿A qué promesa se refiere el Señor? ¿Qué es esta “fuerza
que viene de lo Alto”? Se trata del Espíritu Santo.
La misión de expandir el Evangelio a todas las culturas
y a todos los pueblos es una tarea y empresa que no podrán realizar solos, sino con la fuerza del Espíritu divino.
El Espíritu del Señor será quien encienda los corazones en
el fuego del divino amor y los lanzará al anuncio audaz,
decidido, valiente.
Una vez que les ha dado las necesarias instrucciones a
sus Apóstoles, el Señor «los llevó hacia Betania y, elevando
sus manos, los bendijo. Y mientras los bendecía se separó
de ellos, subiendo hacia el Cielo» (Lc. 24,50). También fueron
advertidos de no quedarse mirando al cielo.
Luego de ver al Señor ascender a los Cielos, los Apóstoles se volvieron gozosos a Jerusalén en espera del acontecimiento anunciado y prometido.
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