a propósito de una instrucción sobre la eucaristía

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A PROPÓSITO DE UNA INSTRUCCIÓN
SOBRE LA EUCARISTÍA
∗
GABRIEL JAIME MOLINA VÉLEZ
Resumen:
Más que hacer una presentación de la reciente publicación de la Instrucción Redemptionis Sacramentum, esté
documento juridico-litúrgico permite llevar a cabo una reflexión que busca responder por el espíritu que hay
detrás de la norma litúrgica y la función que la misma iglesia hace de ella.
Palabras clave: Eucaristía, Instrucción, Norma litúrgica, Encíclica Ecclesia de Eucaristía.
Abstract:
This article goes beyond a simple presentation of the Instruction Redemptionis Sacramentum . It deals with
the analysis of this liturgical and juridical document as a reflection about the spirit which animates the
liturgical norm and its function within the Church.
Key Words: Eucharist – Instruction – Liturgical Norm – Encyclical Letter Ecclesia de Eucharistia.
Introducción
El 25 de abril de 2004 se dio a conocer por parte de la Congregación para el Culto
Divino y la Disciplina de los Sacramentos en colaboración con la Congregación para la
Doctrina de la Fe, la instrucción Redemptionis Sacramentum, preparada por mandato del
Santo Padre Juan Pablo II y aprobada ya por él en la solemnidad de San José de este mismo
año.
Toda instrucción como documento publicado por una Congregación Romana, sirve
de guía en la implementación de la ley de la Iglesia. En este caso, la instrucción
∗
Sacerdote de la Arquidiócesis de Medellín. Doctor en Sagrada Liturgia por el Pontificia Instituto Litúrgico
de Roma. Director y profesor en la facultad de Teología de la Universidad Pontificia Bolivariana.
Dirección del autor: [email protected]
Artículo recibido el día 10 de junio de 2004 y aprobado por el Consejo Editorial el día 02 de septiembre
de 2004.
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Redemptionis Sacramentum pretende ayudar a todos aquellos a quienes corresponde y
poner en evidencia algunas cosas que se deben observar o evitar acerca de la santísima
Eucaristía en lo que se refiere a la observancia del Misal Romano y de los ritos que
corresponden a la adoración del Santísimo Sacramento fuera de la Misa.
De esta forma, la instrucción se inscribe dentro de los documentos jurídicolitúrgicos que sirven de instrumento por el que se da a conocer lo que ha decidido en
concreto la Santa Sede en el campo del derecho litúrgico.
Se trata aquí en primer lugar de señalar algunas dificultades que se han tenido no
sólo en la recepción del documento sino también en la comprensión de la norma litúrgica.
Luego de reseñar las dificultades, se delinea el contexto en el que se enmarca la instrucción
para presentar una reflexión sobre la razón de ser de las normas litúrgicas; preguntar por el
valor de las mismas y que implica el no cumplimiento de las mismas. De allí se pasa a
describir el contenido mismo de la instrucción que permita finalmente llegar a descubrir
unos retos y desafíos nos plantea.
1. Algunas dificultades en la recepción del documento
Antes que nada hay que reconocer que hay algunos hechos que pueden predisponer
a los destinatarios del texto y poner en dificultad la correcta acogida y la consecuente
asimilación del texto.
A primera vista se observa un número abundante de prescripciones. La instrucción
contiene 186 numerales. Sin duda el conjunto es elevado porque han sido muchas las
inquietudes presentadas al Magisterio a lo largo de las consultas. Pero, esto es una ocasión
para estudiar y profundizar en el materia progresivamente.
Hay quienes consideran que el documento al busca rebatir diversos abusos que no se
dan en todas partes por igual; incluso algunos aspectos, no son conocidos o no se presentan
en todas las comunidades por igual (cf. por ejemplo instrucción 96, 115) y afirman que
hubiera podido darse mejor una orientación particular y así evitar un elenco de normas
como las que aparecen a primera vista. Pero lo que la instrucción recoge es un panorama
universal que se refiere a cuestiones litúrgicas concernientes al Rito Romano y, con las
debidas salvedades, un panorama mundial de la Iglesia de rito latino de situación que“se
deben observar o evitar”. Es un diagnostico de visión universal.
Por otra parte, los informes que desde antes de darse a conocer el documento han
ofrecido algunos Medios de Comunicación, con frecuencia más que informar-formar, han
desorientado al buscar inmediatas reacciones. Los documentos de la Iglesia más que de ser
un hecho mediático, son un hecho eclesial de acogida del Magisterio en la comunión y en la
con división más cordial de la Doctrina de la Iglesia.
Un documento emanado por la Sede Apostólica, si bien no está libre de ser
estudiado y reflexionado, es la palabra autorizada que ofrece las luces sobre una verdad de
fe o sobre algunos aspectos de la doctrina católica que busca contestar o rebatir ante una o
unas particulares corrientes de pensamiento y de acción. La instrucción Redemptionis
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Sacramentum es un documento pastoral, su acogida es una oportunidad propicia de
formación, catequesis y evangelización.
Más que una información es un espacio de comunión eclesial en formación. Es
indispensable entrar con ese mismo espíritu eclesial a leerlo, asimilarlo y vivirlo.
2. El contexto de la instrucción Redemptionis Sacramentum
La instrucción fue preparada por mandato del Sumo Pontífice (cf. instrucción 186),
como él mismo lo indicara en su decimocuarta carta encíclica, Ecclesia de Eucaristía,
firmada el 17 de abril de 2003, en la que se da una magnifica lección del Magisterio sobre
la Eucaristía como Misterio de fe que nutre y edifica la Iglesia1.
El documento se ha de leer conociendo de antemano la teología Católica. En el
mismo proemio de la instrucción se afirma que la doctrina de la Iglesia sobre la santísima
Eucaristía ha sido expuesta con sumo cuidado y la máxima autoridad en los escritos de los
Concilios y Sumos Pontífices (cf. instrucción 2) y lo que se busca es instruir sobre “algunas
cosas” que se deben observar o evitar acerca del augusto sacramento.
La instrucción y libro litúrgico para la celebración de Eucaristía van de la mano. La
Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos había presentado ya
la tercera edición típica del Misal Romano aprobado por el Santo Padre el 10 de abril del
2000 y promulgado el 20 de abril del mismo año, Jueves Santo, en consonancia con las
ediciones anteriores2. El empeño de la nueva edición del Misal se concentro principalmente
en adecuar las partes normativas y canónicas del Código de Derecho Canónico (1983) y en
conformar el Misal a la normatividad litúrgica emanadas por la Santa Sede después de
19753 y aquí viene orientado más especificamente.
Por otra parte, el Misal es precedido por una Instrucción General (IGMR), que ya se
incluían en las dos ediciones anteriores. No se trata de una simple colección de rubricas,
sino de un verdadero y propio directorio para la celebración eucarística, con indicaciones de
carácter teológico, litúrgico, pastoral y espiritual. A esta IGMR remite con frecuencia la
instrucción para confirmar sus observaciones.
1
Cf. JUAN PABLO II, Carta Encíclica, Ecclesia de Eucharistia, día 17 de abril del 2003, n. 21: AAS 95 (2003)
433-475, (E.E).
2
Cf. MISSALE ROMANUM, ex decreto sacrosancti Oecumenici Concilii Vaticani II instauratum, auctoritate
Pauli Pp. VI promulgatum, Ioannis Pauli Pp. II cura recognitum, editio typica tertia, día 20 de abril del
2000, Typis Vaticanis, 2002. La primera edición típica había sido publicada en 1970, luego del Concilio
Vaticano II, siguiendo las indicaciones de la Constitución Litúrgica Sacrosanctum Consilium y
posteriormente se realizo una segunda en 1975.
3
No se trata de una simple reimpresión aumentada, sino de una verdadera y propia edición típica latina, una
edición oficial, actualizada, destinada a la celebración eucarística y que constituye la base inmediata para la
traducción en las lenguas vernáculas, cuyo trabajo corresponde a las Conferencias Episcopales, como lo
estableció la quinta instrucción sobre la traducción de los libros litúrgicos Liturgiam authenticam del 28 de
marzo de 2001 (Cf. AAS 93 (2001) 685-726). y que deben ser luego aprobados o confirmados por la Sede
Apostólica (Cf. CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Const. sobre la S. Liturgia, Sacrosanctum Concilium
(SC), día 4 de diciembre de 1963, n. 22).
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En medio de todo este contexto, la instrucción viene publicada porque si bien se
evidenció con claridad que se han dado grandes procesos positivos en toda la Reforma
Litúrgica por hacer una liturgia más viva, que promueve, anima y forma a una mejor
participación, y evidencia la riqueza ministerial en las diversas funciones de la celebración.
Pero por otra parte, no se deja de reconocer que también se han introducido procesos
negativos en la celebración y en el culto a lo largo de estos años posteriores al Concilio
Vaticano II (Cf. instrucción 10). Algunos sacerdotes y laicos desorientados por la
flexibilidad de la nueva legislación, creyeron que les era lícito a cada uno desarrollar su
propia creatividad y se dejaron deslumbrar por el espejismo de un ideal primitivo de la
improvisación4 y se han presentado abusos que afectan incluso la naturaleza misma de la
liturgia, la tradición y la autoridad eclesial.
Cuando se actúa a la ligera invocando personalmente a la creatividad o a la
adaptación como pretexto, se está desconociendo las lecciones de la historia, la verdadera
naturaleza de la liturgia y el prudente equilibrio de los principios que ofrece el Concilio
Vaticano II para actuar en materia litúrgica.
El Santo Padre, en la Encíclica puso en evidencia algunos abusos que se dan y que
han sido causa de sufrimiento para muchos; y reclamó con urgencia que las normas
litúrgicas para la celebración de la Eucaristía se observen con gran fidelidad (cf. E.E 52)
y de allí que promoviera este documento más específico que incluyera disposiciones de
naturaleza jurídica, sobre el tema de la Eucaristía.
La instrucción está estrictamente basada en la Constitución sobre la Sagrada
Liturgia (Sacrosactum Concilium) y en los libros litúrgicos reformados y producidos como
respuesta al pedido del Concilio Vaticano II. Fueron los Padres del Concilio quienes
primero enseñaron que, “la reglamentación de la sagrada Liturgia es de competencia
exclusiva de la autoridad eclesiástica; ésta reside en la Sede Apostólica y, en la medida que
determine la ley, en el Obispo” (SC, no. 22 § 1).
3. La razón de ser de las normas litúrgicas
La observancia de las normas se impone por la naturaleza de sus objetivos, que es la
Oración de la Iglesia, para que la oración sea verdaderamente de la Iglesia es preciso que la
Iglesia la reconozca como suya.
Hay quienes en la Iglesia se interrogan frente a la norma litúrgica. En algunos
ambientes se mira con poca simpatía o incluso con indiferencia. Se cuestiona ¿Por qué
existen las normas litúrgicas?; ¿No serían suficientes la creatividad, la espontaneidad, la
libertad y un ordinario sentido común?; ¿por qué el culto a Dios debe estar reglamentado
por rúbricas y normas?; ¿no sería suficiente instruir a la gente sobre la belleza y la
naturaleza sublime de la liturgia?
4
MARTIMORT A. G. Estructura y leyes de la celebración litúrgica, en La Iglesia en oración, Introducción a la
liturgia, Barcelona 1992, 151.
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La Iglesia con el paso del tiempo ha desarrollado palabras y acciones directivas para
el acto de culto. Ha determinado que la celebración litúrgica requiere de indicaciones que
regulen y ayuden, sea al presidente de la celebración, sea a la misma asamblea para llevar
con orden y puedan participar fructuosamente en conformidad con el rol específico que le
corresponde a cada uno en la celebración de los misterios de la salvación.
En el caso de la Eucaristía, por ejemplo, sus normas están concebidas para expresar
y proteger el Misterio Eucarístico, poner de manifiesto que la Iglesia es quien celebra este
sacrificio y sacramento: “Estas normas, señala la encíclica, son una expresión concreta de
la naturaleza auténticamente eclesial de la Eucaristía; éste es su más profundo significado.
La liturgia no será jamás propiedad privada de nadie, ni del celebrante ni de la comunidad
donde los sagrados misterios son celebrados” (E. E 52).
Y agrega el Santo Padre: “los sacerdotes que celebran la Misa piadosamente, según
las normas litúrgicas, y la comunidades que se conforman a esas normas, demuestran, sin
exaltación pero elocuentemente, su amor por la Iglesia” (E. E 52).
El fin de las normas litúrgicas asegura, pues un digno desarrollo celebrativo y
establece una razonable uniformidad entre las celebraciones, sin excluir, por otra parte, las
legitimas variaciones y adaptaciones que la normatividad misma autoriza en vistas a la
“participación plena, consiente y activa en las celebraciones litúrgicas que exige la
naturaleza de la liturgia misma y a la cual tiene derecho en virtud del bautismo el pueblo
cristiano” (SC 14).
El ordenamiento correcto de la liturgia permite tener en cuenta los dos objetivos que
se desprende del fin de la acción litúrgica: Uno, la santificación de los hombres; Dos, el
ofrecer el culto agradable a Dios en “espíritu y en verdad” (Cf. SC 2). De allí la necesidad
de contornos definidos para respetar tales objetivos.
De la época primitiva de espontaneidad y creatividad en la liturgia en el tiempo se
llegó a la normatividad que se centraliza, luego del Concilio de Trento, en la Sede
Apostólica, pues el Humanismo y luego la crisis protestante del siglo XVI habían puesto de
manifiesto todos los abusos que la Edad Media tardía había dejado introducirse en el culto
divino y que trata de regularse desde Roma.
Serán los pontífices posteriores a Trento, - Pío V, Sixto V, Clemente VIII y Pablo
V- quienes emprenden la unificación y la fijación de la liturgia, retirando progresivamente a
los obispos locales el poder que habían ejercido hasta entonces. La nueva disciplina creada
de este modo será exactamente resumida por el Código de Derecho Canónico de 1917:
“Únicamente a la Sede Apostólica pertenece ordenar la sagrada liturgia y aprobar los
libros litúrgicos” (canon 1257).
El mismo Misal Romano de 1570 iba precedido de una larga introducción, rubricae
generales, que disponía todos los casos posibles de concurrencia entre los diversos oficios y
su formulación y describía minuciosamente los gestos de la misa. El Caeremoniale
episcoporum se encargaba de la dirección de los ministros con cada función sagrada. En
1588 el Papa Sixto V creó la Congregación Pro sacris ritibus et caerimoniis que recibe la
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tarea de continuar la reforma iniciada por Concilio de Trento y llevó a cabo la corrección de
los libros litúrgicos, de vigilar la observancia de los ritos sagrados, y de resolver las dudas
que se presentasen en estos asuntos. Será durante el pontificado del papa Pío X (19031914) que se añadirán a las celebraciones litúrgicas algunas precisiones: additiones et
variaciones.
Si por un lado, se alcanzó un cierto centralismo que ayudó a preservar la doctrina y
de poner de manifiesto una Iglesia unida, por el otro, con el tiempo, el conocimiento de la
liturgia se convirtió en una ciencia jurídica; cuyos especialistas eran los rubrisistas: que
intentaban presentar la síntesis de todo el derecho escrito contenido en los libros litúrgicos
y las respuestas de la Congregación.
Llegados al Concilio Vaticano II (1962-1965) se dan los elementos para que se
supere la visión rubrisista a la que se había llegado. La norma se presenta en todo un
contexto al servicio de la liturgia, de la teología, de la pastoral. No se podía pretender
volver a la libertad litúrgica tal como se daba antes del Concilio de Trento, sobre todo en un
mundo donde se acentúa la unidad del orbe y se aplican las solidaridades comunitarias La
constitución Sacrosanctum Concilium insistirá, por ejemplo, en la necesidad de “salvar la
unidad sustancial del rito romano (Cf. SC 38) y llega a precisa: Nadie aunque sea
sacerdote, añada, quite o cambie alguna cosa por iniciativa propia en la liturgia” (SC 22,
3).
La legitimidad de esta reserva en el campo del derecho litúrgico se demuestra
porque “La sagrada liturgia está en estrecha relación con aquellos principios doctrinales
que la iglesia propone como parte integrante de verdades centísimas, y por lo mismo debe
conformarse a los dictámenes de la fe católica proclamada por la autoridad del supremo
magisterio para tutelar la integridad de la religión revelada por Dios” (Mediator Dei).
Con ello se busca salvaguardar la unidad de orientación del derecho litúrgico,
garantizar la autenticidad de la celebración de las acciones litúrgicas y prevenir abusos que
redundan en perjuicio de la armonía eclesial: “La sagrada Liturgia está estrechamente
ligada con los principios doctrinales. Por tanto el uso de los textos y de los ritos que no
han sido aprobados contribuye a que se disminuya o desaparezca el nexo necesario entre
la lex orandi y la lex credendi” (cf. instrucción, 10).
Pero es necesario hacer la salvedad para tomar parte en la celebración, no es
suficiente la conformación externa. Se requiere la fe, la esperanza y la caridad, que también
se manifiestan en actos de solidaridad con los necesitados, son exigidas para participar en la
Sagrada Eucaristía.
La mera observancia externa de las normas, como resulta evidente, es contraria a la
esencia de la Sagrada Liturgia, con la que Cristo quiere congregar a su Iglesia, y con ella
formar 'un sólo cuerpo y un sólo espíritu'. La acción externa debe estar iluminada por la fe
y la caridad, que unen a Cristo y los unos a los otros, y suscitan en quien celebre la caridad
hacia los pobres y necesitados (cf. E.E. 5).
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4. Las normas no todas poseen el mismo valor
No todas las normas son iguales o poseen el mismo valor y no todas se aplican de
igual forma. En general las normas se podrían dividir en:
- Normas generales: Son aquellas que se encuentran al inicio de cada libro o de sus
secciones especiales (orientaciones previas – prenotanda) o Instrucciones Generales, y se
presentan con el carácter particular de introducciones teológico-pastorales a las acciones
litúrgicas. Como ejemplo se tiene las Instrucciones del Misal Romano y la de la Liturgia de
las Horas.
- Normas especiales: Son las que se encuentran diseminadas a lo largo de la
descripción de cada acción litúrgica y contienen, por lo general, indicaciones precisas y
detalladas sobre el modo de celebrar las diversas acciones litúrgicas.
A su vez hay normas que se pueden denominar:
- Normas esenciales Son las que se refieren a lo que es exigido para la validez de la
acción litúrgica. Son preceptivas y obligatorias gravemente. Como por ejemplo, lo que hace
referencia por ejemplo a la materia y forma de cada sacramento.
- Normas accidentales Se refiere a modalidades concretas de la celebración de las
acciones litúrgicas. Pueden ser preceptivas o directivas, según que contengan un verdadero
mandato o sólo un consejo.
No siempre es fácil saber cuáles son las preceptivas y cuáles las directivas, y cuál es
el grado de obligatoriedad de las esenciales. Pero en caso de dificultad se debe atender a la
modalidad de su formulación; o bien buscar la eventual interpretación auténtica del
legislador.
Se pueden identificar también normas facultativas, que son aquellas cuya
observancia se deja al juicio de los participantes en las acciones litúrgicas, para que se
tengan en cuenta según las situaciones y condiciones concretas de personas y lugares.
Las normas litúrgicas son pues necesarias por ser acción sagrada en la que se
custodia su justa ejecución: “el Cuerpo Místico de Jesucristo, es decir, la Cabeza y sus
miembros, ejerce el culto público íntegro. En consecuencia, toda celebración litúrgica, por
ser obra de Cristo sacerdote y de su Cuerpo, que es la Iglesia, es acción sagrada por
excelencia” (SC 7).
5. ¿Qué implica el no cumplimiento de las normas litúrgicas?
Se puede pensar que poner atención a los abusos litúrgicos es una pérdida de
tiempo. Algunos llegan a sustentar que los abusos han existido siempre y siempre existirán
y que se podría limitar simplemente a la formación litúrgica positiva y a la celebración.
Esta es una objeción, en parte verdadera, pero puede inducir al error.
Si bien, no todos los abusos concernientes a la Sagrada Eucaristía, tienen la misma
importancia, el no cumplimiento puede:
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-
Amenazar la validez del sacramento, su autenticidad.
- Evidenciar una deficiencia en la fe eucarística. Los abusos más que
expresión de libertad manifiestan, una conciencia superficial e ignorancia de la gran
tradición bíblica y eclesial con relación a la Eucaristía.
- Contribuir a crear confusión entre el pueblo de Dios, que tiene el derechos de
recibir la riqueza de la oración de la Iglesia, y conducir a acrecentar la desacralización
de la celebración eucarística. La celebración es una unidad entre profesión y
celebración de la fe y los fieles tienen derecho a que se celebre en modo integro la
Eucaristía en conformidad con el Magisterio de la Iglesia.
- El uso de los textos y ritos no aprobados trae debilidad y luego pérdida que
debe manifestarse entre la lex orandi y la lex credendi, según la antigua expresión “la
regla del orar establece la manera de creer”.
- Oscurecen la recta fe de la Iglesia y la doctrina católica sobre el Misterio que
se celebra.
Una actuación arbitraria de la liturgia con frecuencia no sólo deforma la
celebración, sino que provoca inseguridad doctrinal, perplejidad e incluso escándalo en el
Pueblo de Dios (n 11).
Se busca promover la auténtica libertad que es hacer lo que es digno y justo en la
celebración del sacramento unido a la doctrina.
6. Visión de conjunto de la instrucción
La instrucción consta de una introducción, ocho capítulos y una conclusión.
La introducción (1-13) busca precisar que no es un comprendió de normas, sino que
busca retomar elementos de la normatividad ya enunciada y establecida precedentemente.
Presenta de alguna manera el objetivo del documento: Reforzar el sentido de las normas
litúrgicas, otras se aclaran o se complementan.
El capítulo 1 describe la ordenación de la sagrada Liturgia (14-18). Retoma SC 22
donde se afirma que la ordenación de la liturgia pertenece a la Jerarquía eclesial que reside
en la Sede Apostólica y en la medida que lo determine la ley en el Obispo y las
conferencias episcopales. Y puntualiza lo que compete en asuntos de liturgia al Sumo
Pontífice, a la Congregación para el Culto divino y disciplina de los sacramentos; al Obispo
Diocesano; los sacerdotes y diáconos.
El Capítulo 2 hace referencia a la participación de los fieles laicos en la celebración
de la Eucaristía (36-47). Si el bautismo es el fundamento del sacerdocio común
(instrucción, 36, 37), el sacerdote ordenado es indispensable para una comunidad cristiana;
donde el papel de los sacerdotes y de los fieles laicos no debería ser confundido
(instrucción, 42, 45). Los laicos tienen su propia función. No significa que todos deban
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necesariamente hacer algo. Más bien, se trata de estar totalmente conscientes del gran
privilegio que Dios les hace al llamarlos a participar con la mente, el corazón y la vida
entera, en la liturgia, y recibiendo a través de ella la gracia de Dios. Es importante
comprender esto correctamente.
Los Capítulos 3, 4 y 5 se ocupan de la celebración correcta de la Santa Misa (4879); sobre la sagrada comunión (80-107) y de otros aspectos que se refieren a la Eucaristía
(108-128) respectivamente.
Se busca responder a algunas de las preguntas más frecuentes y presentan una serie
de abusos que se encuentran más reiteradamente en la celebración actual de la Misa. Por
otra parte ofrece un discernimiento sobre quién recibe la Sagrada Comunión y quién no
debería recibirla y habla sobre el cuidado que se requiere para administrar la Sagrada
Comunión bajo las dos especies; sobre las cuestiones concernientes a las vestiduras y vasos
sagrados y a las posturas propias para recibir la Sagrada Comunión; etc.
El Capítulo 6 aborda el culto debido a la Sagrada Eucaristía fuera de la Misa. (108145). Trata sobre el respeto debido al sagrario; sobre las prácticas de piedad eucarística,
como las visitas al Santísimo Sacramento, las iglesias con Adoración Perpetua, las
Procesiones eucarísticas y los Congresos Eucarísticos (instrucción, 130, 135-136, 140, 142145).
El Capítulo 7 se refiere a los Ministerios extraordinarios de los fieles laicos (146153) donde presta atención a las funciones extraordinarias confiadas a los fieles laicos, tales
como la función de ministros extraordinarios de la sagrada Comunión, la tarea de
desempeñarse como instructores o de presidir las celebraciones de oración en ausencia de
sacerdote (instrucción, 147-169). Estos papeles, aquí tratados, son diversos de los que
refiere la instrucción en el capítulo 2, donde habla sobre la participación ordinaria de los
laicos en la liturgia y, particularmente, en la Eucaristía. Se trata además la cuestión de la
actuación de los laicos cuando no está disponible un número suficiente de sacerdotes o de
diáconos.
En años recientes, la Santa Sede ha dedicado considerable atención a esta materia y
esta instrucción lo continúa haciendo, agregando más consideraciones para algunas
circunstancias.
El Capítulo 8 trata sobre los remedios canónicos a delitos o abusos contra la
Sagrada Eucaristía (169-184). Entre los diversos abusos hay algunos que constituyen
objetivamente
Graviora delicia: Contra la santidad del sacramento y sacrificio de la Eucaristía
- Sustraer o retener con fines sacrílegos, o arrojar las especies consagradas
(CIC 1367).
- Atentar la realización de la liturgia del Sacrificio eucarístico o su simulación
(CIC1378, 2 y 1379).
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- Concelebraciones prohibidas juntamente con ministros de comunidades
eclesiales que no tienen la sucesión apostólica, ni reconocen la dignidad sacramental de
la ordenación sacerdotal (CIC 908 y 1365).
-
Consagración con fin sacrílego de una materia sin la otra o de ambas (CIC
927).
Los actos graves, su juicio se hacen conforme a la doctrina común de la Iglesia y las
normas por ella establecidas, como actos graves, se consideran los que ponen en peligro la
validez y dignidad de la santísima Eucaristía. En ello la instrucción es enfática en recurrir a
expresiones como: “usar sólo”, “repruébase”, “prohíbase”, “no es lícito”, “no está
permitido”, “es grave”; para poner en evidencia situaciones y llamar la atención en lo que
respecta al decoro, cuidado y responsabilidad que se debe guardar en el desarrollo de la
celebración litúrgica y la custodia de la santísima Eucaristía.
- Se indica como materia y forma de la eucaristía ha de usarse el pan ácimo,
de sólo trigo y hecho recientemente y el vino debe ser natural, del fruto de la vid, puro y
sin corromper sin mezcla de sustancias extrañas, además en la misma celebración se le
debe mezclar un poco de agua. Se ha de usar sólo las Plegarías Eucarísticas que se
encuentran en el Misal o las legítimamente aprobadas por la Sede Apostólica; y es
propia del sacerdote y no debe ser pronunciada ni por el diácono, ni por los fieles (cf.
instrucción 48-52). No se debe omitir la mención del Sumo Pontífice y del Obispo
diocesano para manifestar la comunión eclesial (cf. instrucción 56).
- No es lícito unir el sacramento de la Penitencia con la Misa, ni tampoco a la
misa se le puede intercalar como añadido una cena común o banquete (cf. instrucción
76-77).
- Es grave introducir ritos tomados de otras religiones en la celebración de la
Misa, en contra de lo que prescriben los libros litúrgicos (cf. instrucción 79)
- No se debe negar la comunión a quien el derecho no se lo prohíba y se debe
poner cuidado que el que comulga consuma inmediatamente la hostia delante del
ministro. Si existe peligro de profanación, no se distribuya a los fieles la comunión en la
mano (cf. instrucción 91-92).
- Y no está permitido que los fieles tomen la hostia consagrada ni el cáliz
sagrado “por si mismos, ni mucho menos que se lo pasen entre si de mano en mano”.
Suprimir el abuso de que los esposos, en la misa nupcial, se administren de modo
reciproco la sagrada comunión (cf. instrucción 94).
-
Se reprueba la costumbre de distribuir a manera de comunión, durante la
misa o antes de ella, ya sea hostias no consagradas ya sean otros comestibles (cf.
instrucción 96).
- Se debe cuidar el modo de distribuir la comunión bajo las dos especies (cf.
instrucción 101-102).
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11
- Y no se permite al comulgante mojar por si mismo la hostia en el cáliz, ni
recibir en la mano la hostia mojada. La hostia que se debe mojar, esta debe hacerse de
materia válida y estar consagrada; está prohibido el uso de pan no consagrado o de otra
materia (cf. instrucción 104).
- Se debe evitar, después de la consagración, echar la Sangre de Cristo de un
cáliz a otro, para excluir cualquier cosa que resulte un agravio de tan gran misterio. El
recipiente para contener la forma debe ser conforme a las normas establecidas (cf.
instrucción 106).
- No es lícito a un sacerdote celebrar la Eucaristía en un templo o lugar
sagrado de cualquier religión no cristiana (cf. instrucción 109).
- Se admite a la celebración a un sacerdote con tal de que presente las cartas
comendaticias o se juzgue prudentemente que nada le impide celebrar (cf. instrucción
111).
- No se puede suspender la Misa con el pretexto de “ayuno de la Eucaristía
(cf. instrucción 115)
- Y los vasos sagrados deben fabricarse conforme a la norma de la tradición y
de los libros litúrgicos (cf. instrucción 117).
- Se reprueba que el sacerdote al celebrar la santa misa no lleve las vestiduras
sagradas o con solo la estola sobre la cogulla monástica o el habito común de religioso
o la vestidura ordinaria (cf. instrucción 126).
- Se prohíbe reservar el Santísimo Sacramento en los lugares que no están
bajo la segura autoridad del Obispo Diocesano o donde exista peligro de profanación. Y
no se puede llevar la Eucaristía a casa o a otro lugar contra las normas del derecho.
Quien lleva la comunión al enfermo excluya mientras va, cualquier actividad profana,
para evitar todo peligro de profanación y para guardar el máximo respeto (cf.
instrucción 131-133).
- El Santísimo sacramento no debe estar expuesto sin suficiente vigilancia (cf.
instrucción 138).
- No es lícito a los laicos asumir las funciones o las vestiduras de los diáconos
o de los sacerdotes (cf. instrucción 153).
- Quien de acuerdo a la norma del derecho pierde el estado clerical, se le
prohíbe ejercer la potestad de orden (cf. instrucción 168).
Y hay abusos de los que hay que evitar y corregir, y que desfiguran o restan
importancia a la misma celebración; como por ejemplo el partir la hostia en el momento de
la consagración (cf. instrucción 55) o el adulterar el texto litúrgico (cf. instrucción 59).
El remedio principal, contra todos estos exceso a largo plazo, es una formación
adecuada, la instrucción y la fe sólida.
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La instrucción dedica dos numerales a la Conclusión (185-186). Según el artículo de
fe que nos dice que la Misa es la representación sacramental del sacrificio de la Cruz (Cf.
Concilio de Trento: DS 1740) y que en el santísimo sacramento de la Eucaristía se
encuentra presente “el cuerpo, la sangre, el alma y la divinidad de Nuestro Señor Jesucristo
y, por lo tanto, Cristo entero está verdadera, real y substancialmente presente” (Concilio de
Trento: DS 1651; cf CEC 1374),
Es claro que las normas litúrgicas concernientes la sagrada Eucaristía merecen
nuestra atención. No se trata de rúbricas meticulosas, dictadas por mentes legalísticamente
estructuradas.
RETOS Y TAREAS
Un primer reto que se inscribe es no permitir que el documento se sume a la lista de
textos del magisterio que se miran y pasan por la llegada de otras informaciones.
El segundo reto es profundizar y estudiar cada uno de los aspectos que vienen
descritos a lo largo de los 186 numerales y trascender con la norma la dimensión teológica
que esta en el fundamento de todo el texto.
Un desafío grande, de índole personal, es mirarse así mismo con humildad ante lo
que pide quien es el garante autorizado de la ley litúrgica y estar en capacidad de renunciar
a modelos o innovaciones propias que se han introducido en la celebración del Misterio de
la Redención.
El periodo postconciliar ya supero el tiempo de la experimentación; ha pasado la
novedad inicial de las ediciones típicas de los libros litúrgicos y sus traducciones. Podemos
afirma que se esta en el periodo de la normatización y la disciplina para así custodiar la
verdad creyente en la verdad orante de una Iglesia que ofrece el culto de alabanza y
santificación.
Una tarea primordial, como remedio principal para superar los abusos, es continuar
acrecentar una adecuada formación bíblica y litúrgica para pastores y fieles de tal manera
que la fe y la disciplina de la Iglesia en lo que se refiere a la Sagrada Liturgia, sean
presentadas y comprendidas rectamente.
La instrucción no hace más que afirmar la normatividad litúrgica vigente, no de
forma árida, sino que evidencia las motivaciones que dan sentido a la norma.
La lectura atenta de la instrucción permite que emerja una imagen de la liturgia
eucarística que conduce a todos los creyentes a ser viva como expresión de fe, expresión de
misterio y vivencia de comunión.
Como expresión de fe, la liturgia ha de ser el lugar privilegiado donde la Iglesia
confiesa su fe. El lugar de la confesión más alta en el dialogo con su Señor; un diálogo que
no es hecho por un sólo creyente o un grupo, es la Iglesia misma. Es la oración pública que
desde su carácter supera la puerta de la alta oración.
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Los abusos reflejan ignorancia del significado mismo de las normas, pero una falta
de conciencia del sentido profundo y su antigüedad. Conciencia que reclama la exigencia
de una más profunda y sistemática obra de formación litúrgica del pueblo de Dios.
Como experiencia del Misterio, la normas litúrgica más que su carácter funcional,
ha de animar a un sentido profundo, espiritual que hace un apelo a una observancia no sólo
exterior, sino interior. Debe conducir a una relación con Cristo, que en la liturgia se ejercita
su sacerdocio asociado a la Iglesia. La norma es una expresión de la conciencia eclesial
orientada por el Espíritu de Dios, sobre todo a través del discernimiento y la guía de los
pastores, garantizando la validez y la dignidad de la acción litúrgica y con ella se hace
“presente Cristo”.
Si la Eucaristía es bien celebrada los rasgos del rostro de Cristo delineados por el
evangelio se hacen perceptibles en el corazón del creyente, como les sucedió a los
discípulos de Emaus que “lo reconocieron al partir el pan”. (Lc 24, 31). La liturgia
aparece como camino al misterio y la norma como señal que permite de recorrerla con
seguridad.
Como vivencia de comunión, la liturgia la liturgia y sobre todo la Eucaristía es
Epifanía de la Iglesia, en su unidad y en su variedad. Donde el rol de cada uno es
fundamental.
La legislación en normatividad litúrgica es un papel de discernimiento de la Iglesia
que realiza a lo largo de los siglos. El mismo Pablo reprende a la comunidad de Corinto por
una celebración hecha en desprecio de la caridad hacia los pobres – podríamos denominarlo
el primer documento contra los abusos. La instrucción más que una lectura en sentido
correctivo busca un lenguaje promocional. Es un antídoto contra los abusos. Instrumento
útil y eficaz para el anunciado Sínodo sobre la Eucaristía.
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