y teman como la peste la solidaridad obrera y popular

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y teman como la peste la solidaridad obrera y popular
con los huelguistas, que podría encarecer los salarios
incluso en las regiones de reclutamiento de mano de
obra, por lo general indígena.
De ahí la importancia de la solidaridad y la
fraternidad obrera internacional (de los trabajadores
agrícolas de Canadá y Estados Unidos) y de la solidaridad
del Sindicato Mexicano de Electricistas, otros gremios
combativos y la Nueva Central Obrera que, al defender
los salarios y mejorar las condiciones de trabajo de los
jornaleros de San Quintín, defienden al mismo tiempo
sus propios derechos frente a la alianza agresiva y feroz
entre los explotadores y los servidores de los mismos
en el aparato del Estado local y nacional.
Porque hay un lazo entre la represión en San
Quintín; la de Atenco por el entonces gobernador del
estado de México, Enrique Peña Nieto; la represión
salvaje en Tlatlaya, y la matanza y desaparición de
los normalistas de Ayotzinapa. Los represores son los
mismos y en todos los casos el Estado hiere, tortura,
asesina, secuestra a quienes se oponen a la expropiación
de sus tierras, como en Atenco, o los que luchan por
elementales derechos laborales o democráticos contra
un capitalismo que quiere imponer condiciones de vida
del siglo XIX porfiriano.
Si ahora el Estado nacional no acompaña la violenta
represión contra los jornaleros de San Quintín y ofrece
garantizar un aumento de salarios, es por temor al
contagio de la solidaridad, que quiere limitar lo antes
posible, y para no ofrecer otro espectáculo sangriento
en pleno periodo electoral ante la opinión pública
internacional, horrorizada ya por lo que pasa en México.
De todos modos, el aumento a 200 pesos la hora y
la limitación de la jornada a las ocho horas legales, más
unos pesos más por cajón de fresas, hace que el costo
salarial directo en San Quintín sea menos de un quinto
del que impera del otro lado de la frontera y sigue
asegurando, por lo tanto, ganancias extraordinarias a
los explotadores de los jornaleros.
Es muy lamentable que la situación de los
jornaleros no haya conseguido modificar la actitud
fundamentalmente electoralista de Morena o el
autismo del Ejército Zapatista de Liberación Nacional,
que encontró tiempo para organizar un homenaje en
Chiapas a Luis Villoro (cosa justa y necesaria, pero
que se podía hacer en cualquier momento), pero no
para llamar a la solidaridad con los jornaleros de Baja
California, mayoritariamente indígenas.
En México son cada vez más comunes las
condiciones de trabajo semiesclavistas impuestas por
el moderno capitalismo agrario y debemos soportar
aún un gobierno que mantiene la militarización
del país y, al convertir al Estado en un semiEstado,
favorece el saqueo del país por el capital financiero
internacional y el accionar del narcotráfico, que se arma
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en Estados Unidos. Las luchas sociales, como la de los
jornaleros de San Quintín, refuerzan la conciencia
y la organización de los únicos que tienen interés,
a la vez, en la obtención de conquistas laborales y
democráticas y en la supresión de la explotación
capitalista. Son peligrosamente utópicos los que creen
posible que las fieras, que viven del trabajo, la sangre
y el sudor ajenos, se hagan legalistas y vegetarianos y
respeten pacíficamente la voluntad del electorado. Son
igualmente peligrosos quienes no disputan el poder a
los que, con ese poder, oprimen, torturan y asesinan
a quienes se oponen al mismo. Hoy y mañana, lo
fundamental sigue siendo desarrollar la organización
política independiente de los trabajadores y ayudar
en todos los terrenos a imponer un cambio en las
relaciones de fuerzas sociales, hoy desfavorables para
los oprimidos.
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