Nuevas tecnologias fuente de libertad Alfredo Guevara Presidente del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano Debo ante todo saludar muy cordialmente, y agradecer su presencia, a los participantes de este Seminario de Reflexión. Tiene lugar el 23 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano en tiempos convulsos; cuando el mundo globalizado o en proceso de globalización descubre, en el terrorismo y la guerra, maléficas experiencias nacidas de su propia naturaleza, de su renuncia a la eticidad en su más determinante, definidora presencia, la solidaridad humana, el respeto de la existencia. El comercio, y sus idealizados supuestos, ha devenido rector de la sociedad y de la vida; como mágica fuente de un bienestar que el neo-liberalismo aplicado, revela ya hoy, ya sin duda, empobrecedor de los pobres de la tierra, y no tan seguramente enriquecedor de los ricos que ya lo son y no logran contener a su avidez de enriquecimiento y saqueo. Esa idealización conceptual enmascarada en leyes económicas no confirmadas, su aplicación en el marco de presiones ilímites, es la clave ineludible de todo análisis serio de la realidad actual. Mientras aprieta el cinturón, el Norte redescubre a Keynes, el papel regulador reservado al Estado, etcétera, etcétera, pero, al menos por el momento, no renuncia a predicar soluciones neo-liberales de crueldad sin límite para quienes no pueden resistir. Países, a veces entre los más ricos, son hoy sumidos en la mendicidad, también de Estado, y en ellos se condena a situaciones extremas a los menos protegidos. El más grande dolor es esta referencia a la persona. 1 Las redes que invisibles desinforman de tanta información que transmiten a la velocidad de la luz; las redes que sirven para enriquecer y confundir; las redes que hoy todo lo facilitan y que, en un nivel de la realidad que no se visualiza, ejercen un poder transfronterizado e imparable, apresan el mundo como una de esas telarañas infernales que en la ciencia ficción cinematográfica trata de precisar, entonces, de comprender, que sólo el saber, el cadenar, podrán, pueden enfrentárseles. La reflexión alrededor de cómo lograr este nivel de conciencia y espíritu crítico, alrededor de qué y cómo hacer, es el motivo, la razón de ser, de este Seminario. Regresan los antípodas a un primer plano, la barbarie enmascarada, una veracidad imperial y homogenizante que busca el vaciado de la conciencia para llenarla de banalidad e indiferencia; el abandono de sí, que permite esclavización parcialmente indolora; y, enfrentándosele, resurgiendo, una necesidad de autonomía del pensamiento, de creatividad social personal, que me atreveré a llamar, porque creo que resulta la mejor y más auténtica definición, de espiritualidad. Sólo el hombre intelectualmente formado puede adentrarse en este enmarañado entrampador sistema, y cortarle las alas, quise decir, las garras. Hemos entrado en la era en que, como siempre, y como siempre trágicamente, dos líneas del desarrollo se presentan. Y en términos reales operan. Tienen un denominador común, aun si no se aprecia fácilmente: el poder de la inteligencia, el poder del talento. Se abre a la humanidad la oportunidad más alentadora, aquella en que el amor al saber, philosophia, puede, si no entregarle todo, apresar áreas de la realidad, hasta hace muy poco inaccesibles, y que pudieran ser fuentes de bienestar y de libertades. Nunca tuvo el hombre formado intelectualmente posibilidades mayores de cultivar su espiritualidad, su sensibilidad, de desplegar su humanidad. Acaso sólo el Renacimiento ha sembrado similar resplandor. Y, sin 2 embargo, es el saber también el que otro Ángel, esta vez el caído, instrumenta para en nombre de libertades que no son tales, doblegar sociedades, naciones, estados, que rendidos políticamente, financieramente, militarmente, sacrifican el futuro, la identidad y el bienestar de sus ciudadanos. Ese saber desinformar desde la información ha devenido un infernal recurso de dominación intelectual. A aquella posibilidad del hombre y del espíritu se opone una voluntad de globalización egoísta y deshumanizada, que hace de la libertad, libertad de comercio del capitalismo salvaje, técnicamente neo-liberal, y alcanza a situar como estandarte la desregularización y transfronterización; amparadas en un nuevo derecho internacional que, si abre el camino al comercio, va desbordando su acción hacia otros muchos campos, y, peligrosamente, al de la soberanía. En América Latina este modelo ha probado trágicamente sus “realizaciones”, que van de la privatización y el despilfarro empobrecedor y desnacionalizante la sujeción de la soberanía cuando se llega a los extremos. En nuestro campo, en el marco de las especificidades de este Festival y Seminario, esa transfronterización desnacionalizante, esa ruptura de contenes y de renunciación a la soberanía, invadida y arrinconada en el campo de los medios de comunicación, exige no sólo reflexión, que es nuestra posibilidad inmediata; no sólo un llamado de alerta; exige la acción puntual y enérgica en defensa de la identidad propia y del derecho a disfrutar, y no sólo a conservar, el clima de diversidad permanentemente enriquecido que hace de la identidad, identidad viva. No puede, no sería justo, no sería ético, desaprovechar la presencia de intelectuales de tan alto nivel, de tan brillante lucidez. No sería justo tampoco confundir esa identidad en la diversidad que pretendemos defender con estructuras cosificadas en el curso de la historia, fuente seguramente inagotable de células, tejidos, formas inspiradoras de futuras vi- 3 vencias. Un crimen sería permitir que sea el folklore sometido al genocidio cultural, que no pocas veces ha sido cometido, y que a veces se sigue cometiendo de diversas formas, por diversos caminos, que no abordaré ahora. Pero crimen sería también, lo es, confundir el folklore con la cultura toda de un pueblo, una nación o una etnia, y pretender que, cuidando y prolongando la vida de su habilidad artesana, bailes y colorines de sus trajes, tradición chimánicas o de otro carácter, la cultura, la identidad se salvan, Pudiera repetirse la experiencia soviética, que ya podemos tratar, y es mi personal convicción que expongo con mi solo compromiso, desdoblándonos en arqueólogos y antropólogos, que, claro no somos. Esa experiencia transformó la original concepción de respeto a la diversidad en el marco de una soñada unificación política, de estricto a cada cultura e idiosincrasia, aquel proyecto de hacer de la Unión Soviética, unión de pueblos socialistas, es decir, solidarios entre sí, y en los que primara, de persona a persona, esa misma solidaridad, la más honda; transformó aquel diseño del más alto humanismo en recurso de dominación, dejando en lugar de lo esencial y vivo, su esqueleto. Conviene repensar esas frustrante experiencia histórica, cuando ahora vemos sus consecuencias. Fragmentación, enfrentamientos guerreros, odios; quizá la fuente de muchos de los procesos que estamos viviendo hoy, resulte de aquella subestimación de la cultura viva, siempre en proceso, mientras solo se permitía y cultivaba la exterior imagen, bien respetable y valiosa, de formas cristalizadas de la expresión, pero que no son, ni remotamente, el todo, ni Aseguran, ni han asegurado jamás, el vivificante enriquecimiento que la vida vivida entrega a la cultura. La identidad no es un paisaje, no es ropita de colores oscuros o rutilantes, trencitas ni vasijas ornamentales; no es la cosa, es el ser. El conjunto de seres que despliegan su inteligencia, su sensibilidad, su sabrosura del vivir, su alegría, su tristeza, su sexo ejercido sin trabas, esa plenitud que permite a cada perso- 4 na y a un pueblo no quedarse en la forma que convirtió, oprimido, en muro de resistencia, y salir de la ciudad sitiada a estudiar y conocer y apoderarse del logaritmo, la trigonometría, de la computación, de Internet, de física nuclear, del Canto general de América, de todo cuanto hoy se sabe de genética y, en general, de medicina y farmacia, sin olvidar, aprovechando y enriqueciendo al otro, a todos, con la medicina tradicional conservada, por dar un ejemplo, o con esa sensibilidad poética que acaso la visión particular de los astros en un paraje de la tierra sembró por generaciones en la conciencia, en América, en la América entonces autóctona y solo, y que hoy llamamos, cuando ya mestiza, indígena. Reverenciemos y salvemos el pasado, y con él la memoria, que es la cultura, pero miremos y actuemos sobre el presente y cantemos al porvenir. Defender la identidad sí; defender la diversidad del mundo, del universo, no permitir con cada uno de nuestros actos que la homogenización del mundo, de su visión, se produzca. Aprehender de la revolución tecnológica su esencia oculta, no aprovechada, el margen que no hemos ocupado aún, en términos de conciencia activa. Ese, su potencial, fuente de libertades, de libertades que nos pertenecen. Quisiera seguir, agotar esta reflexión, en la que me importa subrayar fuente de libertades, margen que nos pertenece y no hemos ocupado aún, y que solo ocuparemos a partir de una conciencia activa, actuante, audaz. Se trata de libertades que nos pertenecen... Quisiera seguir pero no puedo, no debo extenderme más. Aprovecharé el debate para reabordar éstas y otras convicciones. De nuevo les digo, bienvenidos al 23 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano. GUEVARA, Alfredo. Nuevas Tecnologías, fuente de libertad. En: Cine, cultura y nuevas tecnologías. Habana, UNESCO. 5