Crisis Existenciales, un enfoque multimodal

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Sohad Sarras Jadue
Karelly Cota Inzunza
Irene Chico Madroñero
Rafael Yanguas Pérez
Andrea Martínez-Falero Gómez
Crisis
Existenciales,
un enfoque
multimodal
Trabajo Final de la Asignatura
Crisis Vitales y búsqueda de
Sentido
INTRODUCCIÓN
El presente trabajo es en cierta medida ambicioso, buscar el fondo de una crisis
existencial no es tarea fácil. Podemos suponer que detrás de toda crisis vital, se pueda
encontrar una crisis existencial, o como lo llaman algunos otros autores (expuestos en
el presente trabajo) vacío existencial. De manera introductoria, suponemos que
cuando en la vida de las personas atiza la realidad en su forma más cruda, el sentido
que estas tienen de la vida juega un papel trascendental, si la persona tiene un sentido
concreto, claro, elaborado ytrascendental en su vida, podrá sobreponerse a las
circunstancias adversas con mayor entereza.
Sin embargo, en la mayoría de los casos no es así. Ante situaciones dolorosas como la
pérdida de un ser querido, un desastre natural que ha originado daños personales, la
pérdida del trabajo, el no lograr un proyecto por el que te habías esforzado
etc.,cuando aquello que ha sido el motor de la existencia, sencillamente deja de ser, es
cuando nos preguntamos por el sentido de la vida, es ahí, cuando se puede decir que
sufrimos una crisis existencial. Es así, como una crisis vital, puede derivar en una crisis
existencial y ésta, entenderse como vacío existencial. Podemos suponer de que una
crisis existencial puede ser una de las causas del vacío existencial o que el trasfondo de
la crisis existencial es el vacío existencial. Aún así, no deja de ser una forma informal (a
nuestro juicio) de explicarnos ambos conceptos, porque al igual que en otros muchos
escritos, lo utilizaremos como sinónimos, después de todo, la realidad que subyace a
los mismos es similar y esto se tratará en nuestro trabajo de manera más específica.
En ocasiones, no se observa un acontecimiento traumático como precipitante de una
crisis existencial. En multitud de biografías, podemos encontrar una vida
aparentemente envidiable, pero carente de sentido. Personas que no saben el por qué
ni el para qué de su existencia,la consecuencia última de esto y es lo que a nosotros
como profesionales de la psicología clínica nos debe importar, es que no son felices ni
gozan de una vida plena.
De igual modo, encontramos interesante abordar esta temática porque en los últimos
tiempos, por una serie de factores socio-culturales que más adelante analizaremos, la
llegada de pacientes a consulta fruto de las crisis o vacío existencial se ha visto
incrementada. En este sentido, vemos de gran utilidad estudiar y analizar aspectos
relativos a las crisis y al vacío existencial, como pueden ser: su origen, causas,
consecuencias, naturaleza e intervención.
A lo anterior, hemos de añadir, que en la práctica clínica no sólo hay que tener en
cuenta las crisis o vacío existencial en sí. A veces, podemos observar que el vacío
existencial ha sido derivado en un trastorno psicopatológico de distinta entidad, es
decir, la crisis o vacío existencial puede ser un factor de riesgo o un elemento
etiológico de diversos cuadros clínicos tales como: la depresión, la ansiedad, el
suicidio, las adicciones, etc., es por ello que vemos necesario la intervención temprana
ante esta crisis existencial y poder evitar dichas patologías.
La mayor parte de nuestro trabajo está basado en la obra del vienés Víctor Frankl. Este
psiquiatra dedicó su vida a estudiar la temática en cuestión. Fue quien creó el análisis
existencial y la logoterapia, como dos realidades complementarias de abordar e
intervenir en las crisis y el vacío existencial.
A parte de la obra de Víctor Frankl, hemos considerado oportuno, por la cantidad de
puntos en común con éste, rescatar de la psicología humanista aspectos que puedan
ayudarnos a entender, analizar y tratar los conceptos fundamentales del presente
estudio, así como conceptos fundamentales de la psicología existencial, que aunque
nueva en los enfoques psicológicos, muy relacionada al tema de las crisis existenciales.
VACÍO EXISTENCIAL
Para Víctor Frankl (1958), el hombre es un ser unitario pero tridimensional. Es decir, el
hombre está constituido por tres dimensiones o elementos fundamentales, está
“hecho” de biología, psicología y espíritu. Más adelante, en el capítulo de análisis
existencial, analizaremos la relación entre tales dimensiones y cuáles son sus
características. Ahora, nos enfocaremos en la parte espiritual del ser humano, porque
de ahí se deriva la voluntad de sentido, según la cual, uno de los motores del
comportamiento y el proceder humano es darle sentido a su vida. Es decir, una de las
necesidades constitutivas del ser humano, es entender el sentido de su existencia.
Teniendo en cuenta que “el vacío existencial se manifiesta principalmente en un
estado de aburrimiento” (Frankl, V., 1958; cp. José, A., De Prado, Roland y Aries, 2011).
Continuando con el análisis dela voluntad de sentido, Frank (1958) hace notar que el
hombre desde que es hombre y precisamente porque es hombre, tiene la necesidad
intrínseca de encontrar los porqués y los paraqués de su existencia. En este sentido, las
respuestas son importantes, pero las preguntas son esenciales, la lucha por
encontrarle un sentido a la existencia no es sinónimo de enfermedad sino de
humanidad. Pudiera ser que la persona no haya encontrado respuesta al sentido de su
existir, pero ello no es indicativo de poca salud mental. Mientras se manifieste en él la
voluntad de sentido y se vea arrastrado por ésta, de algún modo, estará abierto a la
vida. El deseo de saberse con una misión vital personal y concreta, moviliza al ser
humano y lo conecta con una de sus necesidades más características como es la
búsqueda de la verdad; en el fondo, el deseo de se puede interpretar como señal de
esperanza, es decir, si en la persona habita el deseo es porque en su fuero interno
todavía cree en la posibilidad de obtener aquello que desea. Por consiguiente, el
anhelo de vislumbrar para qué existimos es el paso previo a una vida plena (Frankl, V.,
1958; cp. José, A., et al, 2011).
Con lo anteriormente mencionado, podemos señalar que una crisis vital causante de
una crisis existencial puede llegar a ser positiva para el que la sufre. Si esta crisis
existencial, nos lleva a preguntarnos cuál ha sido el sentido de nuestra vida hasta
ahora e irrumpen sobre nuestra conciencia preguntas trascendentales sobre nuestro
propio existir que nos movilizan al cambio, un cambio que puede ser el principio de
una vida en plenitud, sin duda, estamos hablando de que la crisis vital que puede tener
un trasfondo terapéutico. Es cierto, y no nos olvidamos de que esto es mucho más fácil
decirlo que experimentarlo,que una crisis vital, puede ser la causante de conectar a la
persona con la voluntad de sentido y con su parte más trascendental. Desde este
punto de vista, la crisis vital que evoca una crisis existencial, puede llegar a ser una
semilla muy amarga pero que dé frutos muy dulces.
Si la no satisfacción de la voluntad de sentido, es decir, la frustración de esta misma
voluntad y las crisis existenciales no son síntomas de enfermedad en sí mismos, nos
podemos hacer la pregunta, ¿cuándo viene entonces el problema?, es decir, ¿cuándo
el no encontrar respuesta a las preguntas que han acompañado al ser humano y a las
cuáles ha tenido que hacer frente desde que tiene memoria de sí mismo, sobre todo, a
aquéllas referidas a su existencia concreta como individuo, se convierte en un
problema?. Podemos decir que esta realidad llega a ser un problema cuando la
persona deja de preguntarse por el sentido de su existencia porque, puede que no sea
consciente de ésta necesidad que sin embargo late en lo más profundo de su ser y que
llegue a la conclusión de que la existencia es absurda. A continuación analizaremos
estas principales problemáticas, basadas en los conceptos básicos de Frankl, V. (1958;
cp. José A, et al, 2011):

No se tiene consciencia de la crisis: la persona no se ha detenido a
cuestionarse si su existir implica algo más, en apariencia, no encontramos ningún tipo
de sufrimiento causado por esta cuestión,no se siente angustiado ante el sentido de su
vida porque es ciego ante esta necesidad. Estaríamos hablando de una persona
conformista, que se ha adaptado a las reglas establecidas por la sociedad y que no ha
tomado contacto con su propio ser, vive cómodo en el grupo pero está demasiado
fusionado con éste como para tomar conciencia de su individualidad y del propio
sentido de su existencia como ser único, irrepetible y diferenciado del resto. De modo
intermitente puede surgir en ellos la voluntad de sentido. Este deseo del “espíritu” de
vivir en plenitud lo experimentan en su tiempo libre, en momentos de soledad, ante
una crisis vital, fruto de alguna enfermedad, etc.

Reconocimiento de la crisis como voluntad de poder: A veces, el vacío
existencial manipulado cuando llena su existencia de cosas vanas, es decir, de
realidades que no encajan con su parte más trascendental o espiritual,es entonces
cuando la voluntad de sentido, es suplantada por la “voluntad de poder” o, por el
“principio de placer”. Se ahoga el vacío existencial afanándose con el dinero, luchando
de forma enfermiza por un mayor estatus social, desarrollando una conducta adictiva,
aferrándose a alguna actividad en particular, etc. No deja de ser una forma de dar
sentido a la existencia, pero una forma inmadura que no conducirá a la conquista de la
plenitud o la autorrealización personal. (Frankl, V., 1958; cp. José A, et ál, 2011).

Se deja de buscar el sentido a la vida, crisis pura:La otra cara amarga
del vacío existencial se manifiesta de un modo más puro. Hablamos de personas que
han dejado de buscar un sentido a la existencia, que han interiorizado la idea de que la
vida es absurda, no tiene un sentido último. Se sienten vacíos, irremediablemente
vacíos. Es una existencia vacua que la viven sin solución. Son personas que de algún
modo se han resignado a vivir si un porqué o un paraqué elevado. Para ellos, el
quehacer humano no difiere del animal,es su grado más trágico, este sin sentido de la
vida puede llevar a algún trastorno psicológico como la depresión e incluso hasta el
suicidio. Por lo general, la existencia es vivida como monótona. Esta monotonía
existencial fue bien expresada por konstantinos Kavafis (Fernández, M., 2012) en su
poema “Monotonía”:
“Un día monótono otro monótono, invariable sigue. Pasarán las mismas cosas,
volverán a pasar, los mismos instantes nos hallan y nos dejan. Un mes pasa y trae a
otro mes. Lo que viene, fácilmente uno lo adivina: son las mismas cosas fastidiosas de
ayer. Y llega ya el mañana a no aparecer mañana”
Relacionándolo con lo anterior, nos resulta interesante el testimonio escuchado a una
persona en pleno proceso de rehabilitación de su adicción a la droga, son palabras
textuales:
“Recuerdo que antes de probar la droga, justo en los primeros meses del tratamiento,
la vida para mí no tenía ningún sentido. Todo me resultaba monótono, todo me parecía
instrascendente, todo lo encontraba soso y sin chispa, es decir, la vida sin la droga la
veía como algo neutro y gris que no me decía absolutamente nada. Diríamos que vivir
sin droga, era para mí como si me hubiese apeado de un Ferrari en el que iba a 300
km/h y me hubiese montado en un vehículo que no pasaba de los 70 km/h”.
¿POR QUÉ SON TAN COMÚN LA CRISIS Y EL VACÍO EXISTENCIAL EN EL HOMBRE DE
HOY?
Una vez analizado cuáles son las formas en las que se puede presentar el vacío
existencial, una más latente y otra más manifiesta, podemos empezar a preguntarnos
por qué este mismo vacío existencial es uno de los males de nuestro tiempo. Es decir,
qué factores son los causantes de que la forma más común de existencia, visible en los
hombres de nuestro tiempo, no termine de satisfacer su voluntad de sentido, ¿por qué
el vacío existencial se ha convertido en una pandemia?; ¿por qué las crisis vitales, por
pequeñas que sean, pueden suponer al hombre de nuestro tiempo una crisis
existencial de difícil superación sino es con ayuda profesional?.
Sin ánimo de ser exhaustivos, sería una temática que requeriría de un trabajo
específico sólo para ser abordada, varias son las respuestas que encontramos a las
preguntas del párrafo anterior, que dan cuenta de las causas de la alta tasa
epidemiológica del vacío existencial. Antes hemos de decir, que como muchas otras
situaciones, estas causas de la existencia vacua a nivel generalizado, podrían ser
perfectamente consecuencia de la misma.
 Egocentrismo
Según Víctor Frankl (1958), sólo en la medida en que el hombre está “junto a”, está
consigo mismo. La mayoría de las religiones, la mayoría de las concepciones
antropológicas del hombre, nos advierten de que “un corazón desprendido” es uno
de los principios fundamentales para superar cualquier crisis o vacío existencial.
Además, sabemos que el egocentrismo es la raíz de muchas enfermedades mentales.
Todos hemos escuchado o leído alguna vez, la respuesta que dio Freud a la pregunta:
¿cómo podemos saber si alguien goza de salud mental?,quien afirmo, que una persona
mentalmente sana era aquella que tenía capacidad de amar y de trabajar. Es decir, una
persona mentalmente sana es aquella que tiene capacidad de salir del sí mismo y
aprehender la realidad y, si esto no se consigue su producción (trabajo) y sus
necesidades básicas (amor) se verán profundamente limitadas. Tan es así, que en el
extremo de la patología mental, la persona llega a construir su propia realidad, siendo
ésta, totalmente ajena a la consensuada por los demás; estoy hablando de la psicosis.
 Conformismo
Otro elemento causante del vacío existencial con el que se encuentran tantas personas
es el conformismo (Frankl, V., 1958). El conformismo entendido desde la psicología
social. Es decir, el conformismo se da cuando alguien (sujeto) cambia su
comportamiento como resultado de la presión social, deseando hacer lo que los demás
hacen. Del conformismo se pueden hacer dos lecturas en términos de salud mental,
una positiva y otra negativa. La positiva es la adaptabilidad del individuo al medio y, su
adecuación a las relaciones interpersonales. Estaríamos hablando de una forma de
socialización. El individuo, es influido por el grupo y, de esta forma toma asiento en el
mismo encontrando un lugar desde el que desarrollar y madurar sus potencialidades.
Sin embargo, una actitud conformistas exagerada por parte del sujeto, tiene como
resultado la pérdida de la autonomía. En este sentido, el sujeto no se desarrolla en
libertad y no ejerce la responsabilidad, los dos conceptos claves de la existencia
humana (Frankl, V., 1958; cp. José, A., et al, 2011).
 Tiranía
Hemos pasado del totalitarismo, donde se impone desde el poder institucionalizado
hasta cuál es la concepción que se debe tener del mundo, a un conformismo insano
(Frankl, V., 1958). En el fondo, no deja de ser una forma de tiranía aunque algo más
sutil. De alguna manera, la sociedad castiga las conductas de los sujetos que se apartan
de los cánones establecidos. Si tenemos en cuenta que la realización de la voluntad de
sentido necesita de la libertad y este sentido es único a la existencia particular de cada
persona, estamos atentando contra el derecho que cada individuo tiene de encontrar
su propio modo de entenderse en la vida.
 Religión y tradiciones
También podemos observar en las sociedades contemporáneas, la decadencia de las
religiones tradicionales, en consecuencia, el desprestigio de la tradición y el sentido de
la existencia que esta ofrecía. No pretendemos exaltar o defender los valores
tradicionales ni tampoco atacarlos. No es el objeto de nuestro trabajo. Sólo poner de
manifiesto, que para bien o para mal, ofrecían a las generaciones anteriores ciertas
claves interpretativas de la vida que les ayudaban a darle sentido a ésta. Quizá pueda
entenderse como una oportunidad para que el sentido de la vida no venga “dado”
desde el exterior, sino que sea el propio individuo mediante el uso de su conciencia
(órgano de sentido) el que encuentre su existir en el mundo (Frankl, V., 1958; cp. José,
A., et al, 2011).
 Idolatrización de la cultura del bienestar
Entendiendo, por bienestar: la comodidad, la seguridad económica, el confort y el
consumismo hedonista. Desde esta perspectiva, no es que la vida no tenga sentido,
sino que el sentido de la vida es manipulado porque sólo se centra en un aspecto del
mismo obviando quizás, la parte más humana, es decir, aquella que tiene que ver con
las facultades superiores del hombre, como pueden ser, su deseo de verdad, bien y
belleza. De ahí se deriva, un sentido de la vida muy mediocre porque no se encuentra
con el deseo de plenitud del ser humano. Las aspiraciones que se nos proponen,
aunque dignas y necesarias, no dan el alimento necesario para satisfacer nuestra
voluntad de sentido. Por este motivo, como ya se dijo en la introducción, no es difícil
encontrar en consulta a personas que “lo tienen todo”, pero no son felices. Son
personas con un buen puesto de trabajo, que vivan en una casa lujosa, tengan familia
e hijos y sin embargo, en su fuero interno se sientan perdidos, desorientados y
confundidos porque su existencia, según ellos, no tiene razón de ser.
También, de esta idolatrización de la “cultura del bienestar”, se deriva una de las
causas de la poca capacidad a la hora de afrontar las crisis vitales por el hombre de
nuestros tiempo. Se nos ofrecen pocos recursos y herramientas, desde los que integrar
“los golpes de la vida”, en definitiva, darle a éstos un sentido que vaya más allá de
nosotros mismos. Es significativo, que temas como la muerte o, su forma más
antinatural, el suicidio, sean temas tabús. No hay un poso cultural, que nos ayude a
asimilar las situaciones vitales que nos resultan dolorosas. Como consecuencia, salir de
las crisis existenciales producidas por éstas es mucho más costoso.
Podríamos seguir añadiendo factores que influyen en este mal tan característico de
nuestro tiempo: el desempleo, el tiempo libre, el aumento de la esperanza de vida etc.
Pero creemos oportuno, seguir avanzado y dejar este aspecto para posteriores
trabajos (Frankl, V., 1958; cp. José, A., et al, 2011).
ANÁLISIS EXISTENCIAL
El vienés, Víctor Frankl (1958), en su intento de dar respuesta al porqué y el paraqué
de la existencia humana, hizo una aportación de extraordinaria trascendencia al
mundo de la psiquiatría y de la psicología, concretada esta aportación en el Análisis
Existencial y en la Logoterapia.
¿Qué es el Análisis Existencial?
¿Cómo definía Frankl el Análisis Existencial? El Análisis Existencial en su origen, fue
elaborado, como un modelo teórico que aportase a la psicoterapia las bases de una
antropología, la cual diese una respuesta a la forma de ser y de existir de la persona.
(Frankl, V., 1958; cp. José, A., et al, 2011).
El siguiente ejemplo, puede ayudarnos a entender mejor lo que en un principio se
entendía como análisis existencial. Supongamos por ejemplo, que un arqueólogo
encuentra un objeto extraño en una tumba, y no sabe muy bien de qué se trata.
Nuestro arqueólogo le entrega dicho objeto extraño a un químico, el químico le dice:
“este objeto está compuesto de cobre y estaño”. Más tarde, se lo entrega a un físico y,
el físico le dice: “se pueden observar en el objeto tantos gramos de masa y tiene tanta
dureza y tanta densidad”. Pero en el fondo, ¿qué quiere saber el arqueólogo?: el
arqueólogo quiere saber qué es ese objeto extraño y para qué fue hecho, qué finalidad
y qué sentido tendría el objeto. Del mismo modo, el análisis existencial intentó aportar
un estudio del hombre, que más allá de sus mecanismos neuroquímicos o de sus
procesos mentales, nos arrojase luz sobre qué es lo que define al hombre como
hombre y cuál es el sentido de su existencia. En este sentido, el análisis existencial
surgió como una respuesta contra el biologicismo y el psicologicismo de la época,
porque ambas formas de entender al hombre olvidaban los rasgos específicos y la
finalidad del mismo (Frankl, V., 1958; cp. José, A., et al, 2011).
LA LIBERTAD Y RESPONSABILIDAD COMO CLAVES DE LA EXISTENCIA HUMANA
Una de las características fundamentales de la existencia humana, es que es una
existencia “abierta”, podríamos decir que es “abierta” en dos sentidos. Por un lado, es
una existencia que no está determinada y no está programada en función de las leyes
de la materia. Es una existencia “abierta”, porque nuestro paso por el mundo puede
estar definido por multitud de posibilidades. En este sentido, somos seres libres y, no
condicionados aunque si influenciados, por las reglas de la biología. La otra
interpretación del término “abierto”, es que nuestra existencia no se acaba en el yo
sino que trasciende y necesita del tú. No somos seres que de una forma cerrada a
nuestros congéneres, autosuficiente y autónoma, como podría ser en el caso de un
lagarto o una serpiente, podamos ni si quiera sobrevivir, sólo hay que fijarse en el
recién nacido. Las personas estamos “abiertas” a otras personas y a otras realidades.
La existencia humana no es compresible, es imposible y resultaría absurda sino hay
otro. Por tanto, la vida tiene sentido cuando vamos más allá de nosotros mismos.
SegúnVíctor Frankl (1958), el hombre no existe para observarse a sí mismo ni para
mirarse a sí mismo.
Del párrafo anterior se puede inferir varias conclusiones en cuanto a lo que constituye
a la naturaleza misma del hombre y, por tanto, a su existencia. La primera conclusión
es que el ser humano no es un ser solamente biológico, porque si fuera solamente
biológico estaría sometido al capricho de la biología y de la materia, en consecuencia,
tenemos una parte no biológica que podemos llamar espiritual. La segunda conclusión
muy en relación con la anterior es que somos libres y, la tercera que nuestra libertad
nos hace responsables de nuestra existencia (Frankl, V., 1958; cp. José, A., et al, 2011)
Vamos a centrarnos en las líneas siguientes, en las dos últimas conclusiones dadas en
el párrafo anterior, es decir que somos seres libres y responsables lo cual define a
nuestra existencia, atendiendo siempre a las aportaciones de Víctor Frankl.
Según Frank (1958), toda libertad tiene un “de qué” y un “para qué”. Si preguntamos
“de qué” es libre el hombre, la respuesta es: de ser impulsado, es decir, que su yo
tiene libertad frente a su ello; en cuanto a “para qué” el hombre es libre,
contestaremos: para ser responsable. La libertad de la voluntad humana consiste,
pues, en una libertad de ser impulsado para ser responsable, para tener conciencia.
Según Víctor Frankl (1958), somos libres frente a los instintos, frente a la herencia
(entendiendo esta por genética) y, frente al medio ambiente:
De nuestra realidad biológica, es decir, de nuestra parte más animal nacen los
instintos, los cuales, en su mayoría, son necesarios atender para poder sobrevivir. Por
ejemplo, no forma parte de mi libre decisión el que yo tenga sed o no. No forma parte
de libre decisión el que yo tenga hambre o no. Es decir, un organismo humano que
funcione con total normalidad, pasadas unas horas sin ingerir alimento sentirá la
necesidad de comer algo, quiera la persona o no lo quiera. Ahora, ¿por qué somos
libres frente a esta necesidad instintiva?, porque aunque no queramos tendremos
hambre (instinto) pero también tendremos la capacidad de decidir si comer o no
comer (libertad).
En la adicción a la cocaína, se produce un fenómeno que se conoce con el nombre de
craving. El craving es un deseo involuntario e intensísimo de deseo de consumir droga
por parte del adicto. Hay una serie de mecanismos neurológicos y biológicos
independientes a la voluntad del adicto, que despiertan en este la necesidad de
drogarse. Pero él, es libre de satisfacer este deseo o, por el contrario, abstenerse de
consumir. En última instancia, no es libre de sentir deseo de drogarse, pero si es libre
de tomar la decisión de drogarse o no. Si no fuese así la curación del adicto sería
mucho más complicada de lo que aún es, por no decir imposible.
Hemos analizado la libertad frente a los instintivo, vamos ahora analizar la realidad
frente a la herencia, atendiendo a la parte más genética. Aunque es un tema
complejísimo, puede darnos una idea sobre el mismo, un ejemplo puesto por Frankl
(1958), sobre gemelos monocigóticos. Se trata de los hermanos Lange, que con
idéntica predisposición genética, uno llego a ser un peligroso delincuente y, otro, un
brillante criminalista. Por tanto, las decisiones y la actitud que vamos tomando en los
distintos momentos de nuestra vida serán el fundamento último de ésta.
Por último, Frankl (1958) dice que somos libres frente al medio ambiente. Medio
ambiente, es en sí mismo un concepto muy amplio. Podemos entender por medio
ambiente toda la realidad exterior a la persona por la cual se ve influida de modo más
o menos directo, es decir: familia en la que nace, lugar donde se cría, colegio al que va
etc. Nos interesa, por relacionar nuestro trabajo con la asignatura, relacionar este
aspecto de la libertad con las crisis vitales que nos pueden acontecer. Por darle una
visión optimista al asunto, y, no por ello poco realista, la persona haciendo uso de su
libertad puede sobreponerse a las crisis que tarde o temprano aparecerán en su vida
(duelos, pérdidas, situaciones de alto estrés…). El sujeto puede tomar decisiones que le
lleven a tomar una actitud activa y, un sentido al sufrimiento contingente a estas crisis
vitales, de tal manera que no se vea condicionado por las mismas.
En definitiva, según Frankl (1958) somos humanos porque somos libres. Somos libres
de trascender nuestras propias limitaciones; somos libres de tomar una actitud que
nos favorezca frente a las inevitables adversidades y, esa actitud estará muy relación
con el sentido que le demos al sufrimiento surgido de esas mismas adversidades;
somos libres de decidir qué queremos llegar a ser y por lo tanto de cambiar nuestra
existencia, aunque reconociendo que nuestra libertad es finita y limitada, porque
nunca estaremos libres de condicionantes.
En este autor, el concepto de responsabilidad es algo más complejo de entender que el
de libertad. Tenemos una serie de facultades, que nos capacitan para actuar no como
entes reactivos a nuestros condicionantes (físicos, psíquicos, ambientales y sociales)
sino como seres activos que pueden elegir entre multitud de posibilidades. En
consecuencia, tenemos que “dar cuenta” de las decisiones que tomamos y los modos
de actuar por los que nos decantamos. En definitiva, la libertad lleva implícita en sí
misma la responsabilidad. Por ejemplo, el ser libre de la actitud que tomamos frente a
nuestra enfermedad, nos responsabiliza de esa misma actitud. No nos responsabiliza
de la enfermedad, pero sí de la actitud que tomamos frente a ésta (Frankl, V., 1958; cp.
José, A., et al, 2011).
Para Frankl (1958), el hombre es responsable de salir al encuentro de la realidad y,
encontrar el sentido de su existencia. Sentido, que no puede ser dado, ni impuesto
sino encontrado. Somos responsables de encontrar o, mejor dicho, de buscar el para
qué de nuestra vida y, de aspirar a unos valores que nos revistan de mayor humanidad.
Somos responsables de seguir nuestra orientación, que no está dirigida hacia nosotros
mismos si no a las cosas (en su significado más amplio) reales del mundo y, es en éstas,
es donde podremos hallar el sentido de nuestra existencia. Somos responsables de
encontrar o, al menos de buscar, cuál es nuestra tarea en el mundo. Somos
responsables de escuchar aquello que nos anima, que no es otra cosa que aquello que
tiene valor, entendiendo éste en su sentido más clásico. Los valores son los puntos
referenciales objetivos de hacia donde debemos encaminar nuestra existencia.
Y, ¿ante qué somos responsables? Somos responsables ante nuestra propia conciencia
(Frankl, 1958; cp. José A, et ál, 2011). La conciencia no se entiende como un superyó
que somete al sujeto. Es decir no es una conciencia que reste libertad al individuo. La
conciencia es el resonar que tiene en nuestro fuero interno nuestra forma de proceder
y, la guía subjetiva de la búsqueda de sentido. Por último, no sólo somos responsables
ante qué, sino también ante quién. Según Víctor Frankl (1958), somos responsables
ante Dios.
EL SENTIDO DE LA VIDA MEDIANTE LA LOGOTERAPIA
Como bien lo sintetiza Víctor Frankl en su libro “El hombre en busca de sentido”
(1979), cada ser humano tiene su propia misión o cometido que cumplir así como la
forma en la que la realiza, esta tarea única y éste va a tener la oportunidad de llevarla
a cabo. Y así que la misma vida es quien pregunta por ese hombre que va a llevar a
cabo su misión, para que haga lo que tiene que hacer y así pueda responder con su
propia vida. Precisamente se encuentra aquí el propósito de la logoterapia que lo
esencial se encuentra en la propia capacidad del hombre para poder responder a cada
situación que la vida le plantee y la forma en que lo haga.
El término logoterapia tiene su origen en logos, una palabra griega que significa
“sentido”, “significado” o “propósito”. La logoterapia, o como la han denominado
algunos la “Tercera Escuela Vienesa de Psicoterapia”, se centra en el sentido de la
existencia humana y en la búsqueda de ese sentido por parte de las personas. De
acuerdo con la logoterapia, la primera fuerza motivante del hombre es la lucha por
encontrarle un sentido a su propia vida. Por eso se alude constantemente a la voluntad
de sentido, en contraste con el principio del placer (podríamos denominarlo voluntad
de placer) que rige el psicoanálisis freudiano y, en contraste, también con la voluntad
de poder enfatizada por la psicología de Alfred Adler (Frankl, V., 1958).
La logoterapia no es una labor docente ni misionera. Se encuentra tan lejana del
razonamiento lógico como de la exhortación moral. La función del logoterapeuta
consiste en que el paciente sea capaz él mismo de arrojar luz sobre su propio camino,
ajustando las lentes para que pueda ver mejor.Es una terapia centrada en el sentido.
Tenemos razones para vivir, ya sean personas, cosas, metas, trabajo… Esta terapia
pretende impulsar a la persona hacia un sentido concreto y personal. No sirve para dar
sentido a la persona, como todas las teorías psicológicas, requieren de la acción de la
propia persona para cambiar su propia situación, y en este caso será la persona misma
la que decidirá el rumbo de su vida a través de la consciencia acerca de la
responsabilidad que alberga con respecto a su propia vida (Frankl, V., 1958).
La logoterapia tiene mucha aplicación tanto a nivel correctivo como a nivel preventivo.
Se usan sus técnicas para trabajar con diferentes neurosis noógenas y psicógenas y
para modificación de ciertas conductas. Sin embargo, tiene más peso en la promoción
de una salud mental adecuada.Parte de una relación basada en el respeto del paciente
y utiliza un discurso existencial analítico donde se identifican nuevas posibilidades
hacia el descubrimiento del sentido, metas, tareas significativas y aplicables a la
experiencia concreta. Este diálogo se basa en el diálogo socrático que empuja al
paciente a cuestionarse de manera profunda lo importante en él y su entorno para
poder movilizar la voluntad de sentido(Frankl, V., 1958).
También, puesto que la formación de Frank es de origen psicoanalítico, utilizan
métodos de interpretación de los sueños, donde se buscan contenidos existenciales y
mensajes de sentido interpretados por el paciente. Además, se incluyen herramientas
como la meditación, la visualización guiada, y la metáfora para el auto-descubrimiento,
para indagar en significados profundos de la existencia de cada persona. En estos
casos, las experiencias son guiadas por el terapeuta, pero nunca coaccionadas o
modificadas. Todo depende de la propia interpretación, y es el paciente el que dota de
sentido a cada experiencia.La logoterapia fundamenta su técnica denominada
“intención paradójica” en un doble principio: por un lado el miedo provoca
precisamente aquello que se teme, por otra parte, la hiperintención estorba la
realización del efecto que se desea. Con esta técnica se promueve la capacidad de
distanciamiento de la persona con sus propios miedos y fobias, ya que al provocar ella
misma lo que se teme, acaba con la ansiedad anticipatoria, además de dejar de huir de
aquello que teme y enfrentarlo cambiando las consignas, y lo que provoca es un deseo
paradójico de que se produzca el síntoma, haciendo que este desaparezca (Frankl, V.,
1958).
Podemos resumir puntos principales de la logoteriapia, en los siguientes aspectos
básicos en los que se enfoca la terapia:
La esencia de la existencia
 “Obra así, como si vivieras por segunda vez y la primera vez lo hubieras hecho
tan desacertadamente, como estás a punto de hacerlo ahora” (Frankl, V.,
1979).
Se tiene como fundamento que el terapeuta ofrezca el ampliar el campo visual de los
pacientes y que puedan ver todas las alternativas tanto de valor como de sentido
pudieran tener en todo su ambiente existencial. Siendo éste responsable pero también
capaz en el descubrimiento de ese sentido de existencia pero que sobretodo no se
encuentre en su persona sino todo lo contrario, dirigirse hacia algo o alguien (Frankl,
V., 1979).
El sentido del amor
 “El amor es el único camino para arribar a lo más profundo de la personalidad
de un hombre” (Frankl, V., 1979).
Mediante esta afirmación tan resumida, nos damos cuenta que mediante el amor
hacia otro, uno como persona puede crecer y a la vez hacer crecer a la otra persona,
en sí, es decir, cualquier potencial que pueda tener el ser amado se hace aún mayor
cuando se tiene a la otra persona que se ama. Por lo que el sexo se manifiesta como la
fusión del amor y no viceversa (Frankl, V., 1979).
El sentido del sufrimiento
Es en ocasiones doloroso, pero cuando el ser humano pasa por este destino o prueba
como se le quiera decir, la vida le puede ofrecer la oportunidad de realizar algo
maravilloso y profundo, una vez aceptado este sufrimiento. No es una acción
masoquista ya que no es disfrutar de éste, sino aceptarlo, tener una actitud positiva a
pesar de él, sobre todo cuando se le encuentra un sentido de ser(Frankl, V., 1979).
ENFOQUE HUMANISTA Y EXISTENCIAL EN LAS CRISIS EXISTENCIALES
La psicología humanista y la psicología existencial son tradiciones similares, sin
embargo, son diferentes en el acento que ponen sobre diferentes aspectos del ser
humano. Mientras que la corriente humanista (desarrollada principalmente por
Maslow, Rogers, Allport, etc.) enfatiza el desarrollo de las potencialidades, la
satisfacción de las necesidades y la autorrealización; la postura existencial (herencia
del pensamiento europeo de posguerra con representantes como Frankl, Binswanger,
May, etc.) da importancia a ciertos aspectos de la existencia que, aunque
confrontantes y generadores de angustia, son reales (Martínez, SF). Para Martínez
(SF), en la postura fenomenológica-existencial, ser humano significa existir, un existir
como ser-en-el-mundo; la existencia es, por tanto, la capacidad de la mente humana
de darse cuenta inclusive de su propio darse cuenta, implica la posibilidad de
desdoblarse en observado y observador. Sin embargo, el ser humano no nace dándose
cuenta de su ser-en-el-mundo, sino que se va dando cuenta de su propia existencia
paulatinamente y conforme madura psicológicamente; además es un proceso que una
vez que se inicia, nunca termina. Dicho proceso ha sido llamado “despertar
existencial”. Para poder tener una experiencia de este tipo (“yo soy”) se necesitan
procesos cognoscitivos más desarrollados, abstractos y complejos. Gracias a este
proceso puede darse cuenta del “qué” en su vida; también puede empezar a darse
cuenta plenamente de la manera en que él mismo contribuye o promueve la aparición
de diversos factores en su vida, tanto los que le parecen positivos como los que valora
como negativos; en otras palabras, puede descubrir el “cómo” de su propia vida y por
consiguiente, adoptar una postura al respecto.
Por último, adquiere la posibilidad de percatarse de lo que busca, sus motivaciones y
objetivos, sus metas, creencias, etc., esto quiere decir que el despertar existencial le da
la posibilidad de asumir una postura ante su existencia: el “para qué” de su vida. Y
todo esto es lo que lleva a la persona a conseguir la propia autorrealización (Martínez,
SF). Darse cuenta de que uno existe y es en el mundo, implica a su vez darse cuenta de
que hay un final, de que no se puede escapar de la muerte, de que no se puede
renunciar a la libertad de elección, ni a la responsabilidad de ella, y de que además uno
está solo en sus decisiones para formar lo que cada uno es. Es entonces cuando
empiezan a surgir preguntas como: ¿y si no quiero esa vida?; ¿y si no me veo capaz?;
¿qué sentido tiene todo este asunto del vivir si al final morimos solos?... Al hacernos
estas preguntas nos encontramos con un gran vacío por respuesta. “No existe un
sentido dado previamente para la existencia, al menos no uno que podamos conocer
sin que no implique fe en algún precepto religioso, la única respuesta que podemos
tener es que la vida no tiene un sentido per se; cada uno de nosotros necesita
otorgarle un sentido a su vida, construir un sentido a cada momento de su existencia”,
(Martínez, SF).
Ahora bien, May (De Castro, A., García, G. y Eljagh, S, 2012) comenta que en nuestro
mundo actual, saturado de demandas laborales, cada vez más exigentes en cuanto a
tiempo de dedicación a las mismas y de un incremento sustancial en la cantidad de
relaciones sociales, en parte, notamos que las relaciones con otros o consigo mismo
cada vez se caracterizan con mayor frecuencia e intensidad por la falta de vínculos
afectivos sólidos, que nutran las relaciones y permitan que perduren en el tiempo. En
este tipo de relaciones una de las principales características es la falta de capacidad de
desear, quizá por la sensación de que esos deseos no van a ser cumplidos ya que las
relaciones con los otros no lo van a facilitar. La falta de capacidad de desear es lo que
provoca la enfermedad, ya que al no desear, la persona deja de comprometerse con el
descubrimiento de sus deseos y con el desarrollo consciente y constructivo de estos,
dejando así de obtener alguna sensación de bienestar o gratificación consciente que
perdure en el tiempo (si no se desea nada, no se espera conseguir nada y por tanto no
se lucha por nada lo que nos lleva a un vacío en nuestra propia vida que crea
frustración, impotencia, insatisfacción…). En consecuencia, la persona se ve obligada a
recurrir a medios compensatorios (y probablemente patológicos) que llenen el vacío y
falta de significación creada. De esta forma, antes que pretender curar a la persona
con solo erradicar o suprimir inmediatamente sus síntomas (crear deseos o
necesidades), se debería confrontar a la persona con la falta de conocimiento de sus
propios deseos (ya que éstos siempre existen en cada uno de nosotros aunque sea
inconscientemente), sus significados (ayudarle a averiguar qué es lo quiere y cómo
conseguirlo), y transformar sus deseos (necesidades) en un desear consciente
orientado a metas constructivas. Así, la cura real y duradera de sus síntomas será el
resultado de dicha confrontación con la capacidad para conocer el significado de los
propios deseos y resignificarlos conscientemente.
El deseo cobra en la psicología existencial un gran valor, dado que a partir de este nace
la acción, y por tanto, nada de lo que hacemos en el mundo tiene real valor si no
tenemos claro antes el significado de dicho deseo en nuestra propia experiencia (De
Castro, A., García, G. y Eljagh, S, 2012). La existencia, por tanto, no tiene una meta, es
vivir cada momento satisfaciendo al máximo posible nuestros deseos y necesidades
para vivir una vida lo más plena posible. Una de las motivaciones que tiene la teoría
existencial es devolverle al ser humano la responsabilidad de sus actos. Los atributos
existenciales (muerte, libertad, responsabilidad, soledad, y ausencia de un sentido
vital) son especialmente importantes para la psicoterapia ya que, generalmente, al
generar angustia, pueden facilitar el desarrollo de pautas disfuncionales que la
persona realiza en su esfuerzo por controlar el miedo y la ansiedad que le generan. La
psicopatología depende pues, de la interacción entre una tensión omnipresente y los
mecanismos de defensa o afrontamiento del individuo.
Además, la conciencia de ellos promueve una situación límite entre seguir como hasta
ahora, o iniciar un modo de vida más pleno y saludable, que puede requerir un cambio,
y ese cambio nunca se sabe si va a salir bien o mal, algo que a su vez puede generar
más angustia y es lo que crea en las personas esas crisis en las que quedan bloqueados
sin saber en qué dirección seguir (es un bucle del cual es difícil salir ya que nunca hay
respuestas correctas). Reconocer y aceptar los atributos existenciales y tolerar las
angustias ontológicas correspondientes es lo que los existencialistas llaman una forma
auténtica de ser-en-el-mundo, es darle a la vida un sí como respuesta. Dar este sí no es
nada fácil, generalmente buscamos alternativas para no tener que enfrentarnos a
dicha angustia, cometiendo un “suicidio existencial”. Entonces, ¿qué impulsa al ser
humano a decirle sí a la vida, a no cerrar los ojos a la realidad ontológica y darse la
oportunidad de autorrealizarse, pudiendo convertirse en la persona que en realidad
es? La respuesta más cercana es una fuerza o energía a la que se le han dado
diferentes nombres: tendencia actualizante, impulso innato hacia la autorrealización,
energía libidinal, fuerza vital, espíritu, etcétera. Sin embargo, si la persona elige
“cerrar los ojos” a su realidad ontológica e intenta vivir como si ésta no fuera real,
negándose a sí mismo la posibilidad de autorrealizarse, de ser él mismo, es muy
posible que tenga que hacer frente a un conflicto adicional: la culpa existencial por
estarse siendo infiel a sí mismo, defraudándose por no ser todo lo que pudiera.
Cuando esta culpabilidad existencial se hace consciente, puede servir como un motor
para hacer frente al momento vital, y de ese modo aprovechar su empuje para asumir
la responsabilidad de la propia vida y poder vivir de un modo más auténtico y pleno. Es
por ello que algunos la llaman “culpa sana”, por ser una llamada de atención, un grito
desde lo más intimo del ser, que impulsa (y reclama) por una existencia más
plena(Martínez, SF).
Friedrich Solomon Perls ha sido considerado uno de los principales representantes del
Enfoque Humanista en Psicología junto con Abraham Maslow, Víktor Frankl y Carls
Rogers. Su Terapia Gestalt, tal como él mismo lo expresa, es también, al igual que la
logoterapia de Viktor Frankl y el Daseinanalyse (Análisis de la existencia) de Ludwing
Binswager y Medard Boss, una de las tres clases de Terapia Existencial”. (Velásquez,
2001). Al revisar la fundamentación epistemológica de la Terapia Gestalt se pueden
identificar claramente elementos teóricos y prácticos de diversas teorías y escuelas de
pensamiento que convergen de manera apropiada en este modelo psicoterapéutico.
La Terapia Gestalt es un principio existencial: ello significa que no sólo trata síntomas y
estructuras del carácter, sino que se ocupa de toda la existencia del ser humano. La
terapia Gestalt, y en general las teorías que se enmarcan dentro de la psicología
humanista, ponen de manifiesto el carácter único y totalizador del ser humano; por
tanto, no importa sólo el ser humano en sí mismo, sino él en su contexto (el ser
humano en el mundo) (Velásquez, 2001). Uno de los filósofos de esta corriente que
más relación tiene con Perls y la Terapia Gestalt es Martín Buber. La filosofía dialógica
de Buber resalta que aquel que experimenta auténticamente la unidad, la experimenta
como dualidad.
Esta dualidad o polaridad se manifiesta en la persona a través de dos tendencias que
coexisten en todo individuo, Buber las llamó “tendencia orientadora” y “tendencia
realizadora”. La primera hace referencia a la clasificación de las experiencias en el
marco del orden presente, apunta hacia un comportamiento útil y pragmático; la
segunda, por su parte, engendra realidad, lo percibido y lo perceptible están incluidos
en ésta; crea la forma esencial de la existencia. Ambas tendencias son de gran
importancia para la vida del ser humano. En Perls, esta doble tendencia se relaciona no
sólo con la concepción que tiene del hombre como gestalt, como totalidad constituida
por polaridades complementarias, sino también con el proceso de autorregulación
organísmica y el concepto de homeostasis. Este último no como algo estático sino
dinámico. Según él, holismo y homeostasis son algo así como tendencias innatas del
organismo, las cuales tienen como finalidad posibilitar que éste “se realice a sí mismo
tal como es” (Velásquez, 2001, 135).
Perls, por tanto, tiene muy en cuenta también la fenomenología: volver a la
experiencia interna nos permite captar aspectos valiosos de la realidad; “volver a las
cosas mismas” le permite al ser humano captar de manera más amplia y precisa la
realidad y “Darse Cuenta” (hacer consciente) de su potencial, para así realizarlo. La
influencia de Buber se deja sentir nuevamente en Perls cuando se hace referencia en la
Terapia Gestalt al “aquí y ahora”. El pasado le sirve al sujeto (y al terapeuta) como
punto de referencia para comprender su realidad en el presente y asimilarla en la
totalidad de su organismo; el futuro le permite proyectarse en la realización de sus
metas, las cuales puede llegar a alcanzar en tanto realice en el presente sus
potencialidades (Velásquez, 2001).
A partir de lo dicho hasta ahora, para que el individuo consiga la autorrealización y el
autoconocimiento implica que a través de la conciencia no solo se analiza el
conocimiento racional, sino también su integración con la vivencia de dicho
conocimiento, para lo cual se sitúa desde la perspectiva existencial la conciencia en el
cuerpo, el cual se encuentra siempre en una constante relación con los objetos y
personas del mundo; ubican también y entienden el concepto de intencionalidad a
partir de la temporalidad, es decir, siempre en relación y apuntando hacia el futuro
que se vivencia y actualiza constantemente en el presente; y entienden que la
intencionalidad tiene una fuerte base afectiva, desde la cual se orientan en algún
grado todas las intenciones y decisiones que la persona tome en su vida cotidiana. En
este sentido, toda sensación corporal, emoción, proceso de atención, pensamiento,
intención y decisión implica un movimiento afectivo que conecta a la persona con la
situación en que se encuentra, a partir de lo que pretenda o desea en el presente de
cara al futuro. Así, se hace explícita la postura psicológica de la persona ante la
situación que debe asumir, ya que la intencionalidad implicaría siempre interrogar la
propia experiencia a partir de lo que se busca o pretende afirmar, ganar, preservar,
obtener o evitar experiencial y afectivamente (De Castro, A., García, G. y Eljagh, S.,
2012).
“Es fundamental que los psicólogos y los psicoterapeutas en general, y más aún,
aquellos que se identifican con la psicología humanista, posean una adecuada
formación desde la antropología, la fenomenología y la filosofía existencial que les
permita asumir una visión y una actitud frente a la existencia del hombre más amplia,
integrada, ética y, sobre todo, más humana” (Velásquez, 2001, 137). “Trabajar con los
miedos y angustias existenciales de nuestros clientes nos confronta con los propios, es
por ello que muchos terapeutas prefieren evitar dichos temas, perdiéndose la gran
oportunidad de crecer juntos en el encuentro. A final de cuentas es el encuentro lo
que verdaderamente trabaja como factor terapéutico, el Yo-Tú forma parte crucial de
la teoría y técnica de la psicoterapia existencial-humanista en general”(Martínez, SF).
REFLEXIÓN Y CONCLUSIONES
Como introduce V. Frank en su libro Ante el vacío existencia (1958), “cada época tiene
sus neurosis y cada tiempo necesita su psicoterapia”. Los paradigmas del sufrimiento
en tanto que dan explicación a las motivaciones humanas van cambiando y en la
actualidad nos encontramos con una sociedad occidental en la que el ritmo de vida es
frenético y lo que nos mueve cada vez carece más de profundidad.
Como hemos ido viendo, contamos con unos tiempos en los que las tradiciones se van
perdiendo, las creencias y la religión ya no ordenan nuestra vida ni nos aportan los
valores que dan sentido a la libertad con la que hemos de hacernos cargo. El aumento
de la venta de los psicofármacos y la necesidad creciente de la psicoterapia a causa de
un descontento que invade a las personas hace necesario el análisis desde un nuevo
punto de vista de las causas que nos llevan al sufrimiento, o mejor dicho al sentimiento
de vacío existencial. Un vacío existencial que, a diferencia de otras ansiedades de base
psicógena no encuentra solución. No puede verse “resuelto” por nada. No hay nada
que la persona que sufre este vacío existencial pueda pensar que si lo cambia, esto se
acabará y es precisamente esta sensación de desesperanza la que lleva al vacío
existencial.
Se hace necesario, entonces desde nuestro punto de vista un nuevo reencuadre. Por
un lado para las personas e incluso a nivel social, de manera que la dirección de sus
vidas puedan ser cambiadas hacia el aporte del sentido que estas mismas necesitan.
Por otro lado, como terapeutas, debemos tomar en cuenta esta motivación de la que
quizá no éramos conscientes hasta hace poco. Una motivación de búsqueda de
sentido, de autorrealización sí, pero no en una dirección puramente utilitaria sino más
bien en un ámbito de coherencia con uno mismo.
Se nos hace relevante mencionar el hecho de que todas las culturas conocidas giran en
torno a dar explicación a sus orígenes de un modo u otro. Quizá, por nuestra la
necesidad para reflexionar y para otorgar palabras a conceptos abstractos
permitiéndonos crear así, un mundo intersubjetivo de lo imperceptible, aparecen las
preguntas, también abstractas y probablemente sin respuesta posible dentro de una
dialéctica positivista.
Se hacen pues estas respuestas, inalcanzables y por lo tanto una potencial motivación
que mueva nuestras vidas, será el otorgar respuesta a estas preguntas. Además, la
muerte nos persigue durante toda la vida, y algo tan desconocido como es lo que
ocurre después, (porque en nuestro pensamiento racional no existe la posibilidad de
representarnos a nivel consciente el vacío, así como el infinito no “cabe” en la
“cabeza”) nos llena de angustia.
Para Yalom, la muerte tiene un papel muy importante en esto como expone en su libro
Psicoterapia existencial(1984), para él, la muerte tiene un papel muy importante
porque nos persigue más que ningún otro pensamiento, y nos pasamos la vida
evitándolo, y si profundizamos más en la comprensión de esto último, es algo
prácticamente biológico, ya que en nuestra programación biológica existe por encima
de todo la supervivencia. Por lo tanto, el miedo en su lado más racional del
pensamiento, así como la ansiedad en su lado más irracional y emocional, son dos
caras de la misma moneda.
Según Yalom (1984) al niño ya le preocupa en su edad más temprana su propia
destrucción y aparecen terrores contra los que el niño irá desarrollando maneras de
enfrentarse. Elaboramos defensas desde niños que eviten la idea de la muerte
sobretodo basándonos en la negación. Estos mecanismos de defensa van
conformando una personalidad compleja. Las psicopatologías pueden ser explicadas
desde este enfoque.
En la vida cotidiana occidental, frenética, como ya hemos señalado, además nos
encontramos con una sensación de que el tiempo vuela, algo que podemos oír casi a
diario en boca de amigos, compañeros o familiares. “El tiempo vuela” hace alusión a
esa sensación de que la muerte se acerca, y de donde intentamos huir. En esto estriba
la angustia ante el paso del tiempo. Como en todas las intervenciones psicológicas, la
psicoterapia empieza por enfrentar aquello de lo que huimos. Y en este caso, es
necesario dejar de obviar la muerte como idea, puedo que forma parte de la vida para
todos sin excepción.
Al tiempo que vamos huyendo de esta idea, vamos aislándonos en un individualismo
competitivo que nos producen sentimientos cada vez más acusados de soledad. Nos
buscamos actividades de entretenimiento, y vivimos una vida “entretenidos con el
paso del tiempo. La búsqueda de placer nos permite olvidar por momentos estas
sensaciones de abismos ante la idea de la muerte y el sentido. Los valores en tanto que
nos aportan un sentido a nuestras acciones, nos permiten entretener nuestra vida al
tiempo que podemos ser fieles a normas que nos permiten un sentimiento de unión
con los demás.
El ser humano es social por naturaleza, algo que ya hemos dado por sentado y hemos
aceptado, arroja luz a las crecientes sensaciones de soledad, puesto que necesitamos
de las relaciones para ser felices. O mejor dicho, para que nuestra vida tenga sentido,
por ello, a menudo escuchamos afirmaciones de personas que aseguran que sus hijos
o parejas dan sentido a sus vidas, y son la razón por la que cada mañana se levantan.
Esto pondría de manifiesto el hecho de que las personas necesitamos una razón para
vivir, otorgar sentido a nuestras vidas más allá del entretenimiento o la mera
obtención de placer.
Y la respuesta a los porqués de todo, seguirán presentes en la humanidad, calmando
estas inquietudes la sensación de aporte a la comunidad, o los sentimientos de
pertenencia, sabiendo que nuestra existencia tiene su origen en la misma pregunta y
muere en otra pregunta común.
Por último, como terapeutas debemos tomar en cuenta esta nueva motivación que
Frank nos describe en sus obras y que aquejan cada día más a menudo y más
profundamente a nuestros pacientes. Con la responsabilidad que tenemos de
ayudarles a entender y a mejorar estos problemas, contaremos en adelante con las
premisas de la logoterapia y el análisis existencial, puesto que en contra de lo que
parecía, el ser humano, puede que no esté en una continua búsqueda de felicidad, sino
en una continua búsqueda de sentido a su existencia.
BIBLIOGRAFÍA
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Yalom, I.D. (1984).Psicoterapia existencial. Herder. 45-100.
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