Sohad Sarras Jadue Karelly Cota Inzunza Irene Chico Madroñero Rafael Yanguas Pérez Andrea Martínez-Falero Gómez Crisis Existenciales, un enfoque multimodal Trabajo Final de la Asignatura Crisis Vitales y búsqueda de Sentido INTRODUCCIÓN El presente trabajo es en cierta medida ambicioso, buscar el fondo de una crisis existencial no es tarea fácil. Podemos suponer que detrás de toda crisis vital, se pueda encontrar una crisis existencial, o como lo llaman algunos otros autores (expuestos en el presente trabajo) vacío existencial. De manera introductoria, suponemos que cuando en la vida de las personas atiza la realidad en su forma más cruda, el sentido que estas tienen de la vida juega un papel trascendental, si la persona tiene un sentido concreto, claro, elaborado ytrascendental en su vida, podrá sobreponerse a las circunstancias adversas con mayor entereza. Sin embargo, en la mayoría de los casos no es así. Ante situaciones dolorosas como la pérdida de un ser querido, un desastre natural que ha originado daños personales, la pérdida del trabajo, el no lograr un proyecto por el que te habías esforzado etc.,cuando aquello que ha sido el motor de la existencia, sencillamente deja de ser, es cuando nos preguntamos por el sentido de la vida, es ahí, cuando se puede decir que sufrimos una crisis existencial. Es así, como una crisis vital, puede derivar en una crisis existencial y ésta, entenderse como vacío existencial. Podemos suponer de que una crisis existencial puede ser una de las causas del vacío existencial o que el trasfondo de la crisis existencial es el vacío existencial. Aún así, no deja de ser una forma informal (a nuestro juicio) de explicarnos ambos conceptos, porque al igual que en otros muchos escritos, lo utilizaremos como sinónimos, después de todo, la realidad que subyace a los mismos es similar y esto se tratará en nuestro trabajo de manera más específica. En ocasiones, no se observa un acontecimiento traumático como precipitante de una crisis existencial. En multitud de biografías, podemos encontrar una vida aparentemente envidiable, pero carente de sentido. Personas que no saben el por qué ni el para qué de su existencia,la consecuencia última de esto y es lo que a nosotros como profesionales de la psicología clínica nos debe importar, es que no son felices ni gozan de una vida plena. De igual modo, encontramos interesante abordar esta temática porque en los últimos tiempos, por una serie de factores socio-culturales que más adelante analizaremos, la llegada de pacientes a consulta fruto de las crisis o vacío existencial se ha visto incrementada. En este sentido, vemos de gran utilidad estudiar y analizar aspectos relativos a las crisis y al vacío existencial, como pueden ser: su origen, causas, consecuencias, naturaleza e intervención. A lo anterior, hemos de añadir, que en la práctica clínica no sólo hay que tener en cuenta las crisis o vacío existencial en sí. A veces, podemos observar que el vacío existencial ha sido derivado en un trastorno psicopatológico de distinta entidad, es decir, la crisis o vacío existencial puede ser un factor de riesgo o un elemento etiológico de diversos cuadros clínicos tales como: la depresión, la ansiedad, el suicidio, las adicciones, etc., es por ello que vemos necesario la intervención temprana ante esta crisis existencial y poder evitar dichas patologías. La mayor parte de nuestro trabajo está basado en la obra del vienés Víctor Frankl. Este psiquiatra dedicó su vida a estudiar la temática en cuestión. Fue quien creó el análisis existencial y la logoterapia, como dos realidades complementarias de abordar e intervenir en las crisis y el vacío existencial. A parte de la obra de Víctor Frankl, hemos considerado oportuno, por la cantidad de puntos en común con éste, rescatar de la psicología humanista aspectos que puedan ayudarnos a entender, analizar y tratar los conceptos fundamentales del presente estudio, así como conceptos fundamentales de la psicología existencial, que aunque nueva en los enfoques psicológicos, muy relacionada al tema de las crisis existenciales. VACÍO EXISTENCIAL Para Víctor Frankl (1958), el hombre es un ser unitario pero tridimensional. Es decir, el hombre está constituido por tres dimensiones o elementos fundamentales, está “hecho” de biología, psicología y espíritu. Más adelante, en el capítulo de análisis existencial, analizaremos la relación entre tales dimensiones y cuáles son sus características. Ahora, nos enfocaremos en la parte espiritual del ser humano, porque de ahí se deriva la voluntad de sentido, según la cual, uno de los motores del comportamiento y el proceder humano es darle sentido a su vida. Es decir, una de las necesidades constitutivas del ser humano, es entender el sentido de su existencia. Teniendo en cuenta que “el vacío existencial se manifiesta principalmente en un estado de aburrimiento” (Frankl, V., 1958; cp. José, A., De Prado, Roland y Aries, 2011). Continuando con el análisis dela voluntad de sentido, Frank (1958) hace notar que el hombre desde que es hombre y precisamente porque es hombre, tiene la necesidad intrínseca de encontrar los porqués y los paraqués de su existencia. En este sentido, las respuestas son importantes, pero las preguntas son esenciales, la lucha por encontrarle un sentido a la existencia no es sinónimo de enfermedad sino de humanidad. Pudiera ser que la persona no haya encontrado respuesta al sentido de su existir, pero ello no es indicativo de poca salud mental. Mientras se manifieste en él la voluntad de sentido y se vea arrastrado por ésta, de algún modo, estará abierto a la vida. El deseo de saberse con una misión vital personal y concreta, moviliza al ser humano y lo conecta con una de sus necesidades más características como es la búsqueda de la verdad; en el fondo, el deseo de se puede interpretar como señal de esperanza, es decir, si en la persona habita el deseo es porque en su fuero interno todavía cree en la posibilidad de obtener aquello que desea. Por consiguiente, el anhelo de vislumbrar para qué existimos es el paso previo a una vida plena (Frankl, V., 1958; cp. José, A., et al, 2011). Con lo anteriormente mencionado, podemos señalar que una crisis vital causante de una crisis existencial puede llegar a ser positiva para el que la sufre. Si esta crisis existencial, nos lleva a preguntarnos cuál ha sido el sentido de nuestra vida hasta ahora e irrumpen sobre nuestra conciencia preguntas trascendentales sobre nuestro propio existir que nos movilizan al cambio, un cambio que puede ser el principio de una vida en plenitud, sin duda, estamos hablando de que la crisis vital que puede tener un trasfondo terapéutico. Es cierto, y no nos olvidamos de que esto es mucho más fácil decirlo que experimentarlo,que una crisis vital, puede ser la causante de conectar a la persona con la voluntad de sentido y con su parte más trascendental. Desde este punto de vista, la crisis vital que evoca una crisis existencial, puede llegar a ser una semilla muy amarga pero que dé frutos muy dulces. Si la no satisfacción de la voluntad de sentido, es decir, la frustración de esta misma voluntad y las crisis existenciales no son síntomas de enfermedad en sí mismos, nos podemos hacer la pregunta, ¿cuándo viene entonces el problema?, es decir, ¿cuándo el no encontrar respuesta a las preguntas que han acompañado al ser humano y a las cuáles ha tenido que hacer frente desde que tiene memoria de sí mismo, sobre todo, a aquéllas referidas a su existencia concreta como individuo, se convierte en un problema?. Podemos decir que esta realidad llega a ser un problema cuando la persona deja de preguntarse por el sentido de su existencia porque, puede que no sea consciente de ésta necesidad que sin embargo late en lo más profundo de su ser y que llegue a la conclusión de que la existencia es absurda. A continuación analizaremos estas principales problemáticas, basadas en los conceptos básicos de Frankl, V. (1958; cp. José A, et al, 2011): No se tiene consciencia de la crisis: la persona no se ha detenido a cuestionarse si su existir implica algo más, en apariencia, no encontramos ningún tipo de sufrimiento causado por esta cuestión,no se siente angustiado ante el sentido de su vida porque es ciego ante esta necesidad. Estaríamos hablando de una persona conformista, que se ha adaptado a las reglas establecidas por la sociedad y que no ha tomado contacto con su propio ser, vive cómodo en el grupo pero está demasiado fusionado con éste como para tomar conciencia de su individualidad y del propio sentido de su existencia como ser único, irrepetible y diferenciado del resto. De modo intermitente puede surgir en ellos la voluntad de sentido. Este deseo del “espíritu” de vivir en plenitud lo experimentan en su tiempo libre, en momentos de soledad, ante una crisis vital, fruto de alguna enfermedad, etc. Reconocimiento de la crisis como voluntad de poder: A veces, el vacío existencial manipulado cuando llena su existencia de cosas vanas, es decir, de realidades que no encajan con su parte más trascendental o espiritual,es entonces cuando la voluntad de sentido, es suplantada por la “voluntad de poder” o, por el “principio de placer”. Se ahoga el vacío existencial afanándose con el dinero, luchando de forma enfermiza por un mayor estatus social, desarrollando una conducta adictiva, aferrándose a alguna actividad en particular, etc. No deja de ser una forma de dar sentido a la existencia, pero una forma inmadura que no conducirá a la conquista de la plenitud o la autorrealización personal. (Frankl, V., 1958; cp. José A, et ál, 2011). Se deja de buscar el sentido a la vida, crisis pura:La otra cara amarga del vacío existencial se manifiesta de un modo más puro. Hablamos de personas que han dejado de buscar un sentido a la existencia, que han interiorizado la idea de que la vida es absurda, no tiene un sentido último. Se sienten vacíos, irremediablemente vacíos. Es una existencia vacua que la viven sin solución. Son personas que de algún modo se han resignado a vivir si un porqué o un paraqué elevado. Para ellos, el quehacer humano no difiere del animal,es su grado más trágico, este sin sentido de la vida puede llevar a algún trastorno psicológico como la depresión e incluso hasta el suicidio. Por lo general, la existencia es vivida como monótona. Esta monotonía existencial fue bien expresada por konstantinos Kavafis (Fernández, M., 2012) en su poema “Monotonía”: “Un día monótono otro monótono, invariable sigue. Pasarán las mismas cosas, volverán a pasar, los mismos instantes nos hallan y nos dejan. Un mes pasa y trae a otro mes. Lo que viene, fácilmente uno lo adivina: son las mismas cosas fastidiosas de ayer. Y llega ya el mañana a no aparecer mañana” Relacionándolo con lo anterior, nos resulta interesante el testimonio escuchado a una persona en pleno proceso de rehabilitación de su adicción a la droga, son palabras textuales: “Recuerdo que antes de probar la droga, justo en los primeros meses del tratamiento, la vida para mí no tenía ningún sentido. Todo me resultaba monótono, todo me parecía instrascendente, todo lo encontraba soso y sin chispa, es decir, la vida sin la droga la veía como algo neutro y gris que no me decía absolutamente nada. Diríamos que vivir sin droga, era para mí como si me hubiese apeado de un Ferrari en el que iba a 300 km/h y me hubiese montado en un vehículo que no pasaba de los 70 km/h”. ¿POR QUÉ SON TAN COMÚN LA CRISIS Y EL VACÍO EXISTENCIAL EN EL HOMBRE DE HOY? Una vez analizado cuáles son las formas en las que se puede presentar el vacío existencial, una más latente y otra más manifiesta, podemos empezar a preguntarnos por qué este mismo vacío existencial es uno de los males de nuestro tiempo. Es decir, qué factores son los causantes de que la forma más común de existencia, visible en los hombres de nuestro tiempo, no termine de satisfacer su voluntad de sentido, ¿por qué el vacío existencial se ha convertido en una pandemia?; ¿por qué las crisis vitales, por pequeñas que sean, pueden suponer al hombre de nuestro tiempo una crisis existencial de difícil superación sino es con ayuda profesional?. Sin ánimo de ser exhaustivos, sería una temática que requeriría de un trabajo específico sólo para ser abordada, varias son las respuestas que encontramos a las preguntas del párrafo anterior, que dan cuenta de las causas de la alta tasa epidemiológica del vacío existencial. Antes hemos de decir, que como muchas otras situaciones, estas causas de la existencia vacua a nivel generalizado, podrían ser perfectamente consecuencia de la misma. Egocentrismo Según Víctor Frankl (1958), sólo en la medida en que el hombre está “junto a”, está consigo mismo. La mayoría de las religiones, la mayoría de las concepciones antropológicas del hombre, nos advierten de que “un corazón desprendido” es uno de los principios fundamentales para superar cualquier crisis o vacío existencial. Además, sabemos que el egocentrismo es la raíz de muchas enfermedades mentales. Todos hemos escuchado o leído alguna vez, la respuesta que dio Freud a la pregunta: ¿cómo podemos saber si alguien goza de salud mental?,quien afirmo, que una persona mentalmente sana era aquella que tenía capacidad de amar y de trabajar. Es decir, una persona mentalmente sana es aquella que tiene capacidad de salir del sí mismo y aprehender la realidad y, si esto no se consigue su producción (trabajo) y sus necesidades básicas (amor) se verán profundamente limitadas. Tan es así, que en el extremo de la patología mental, la persona llega a construir su propia realidad, siendo ésta, totalmente ajena a la consensuada por los demás; estoy hablando de la psicosis. Conformismo Otro elemento causante del vacío existencial con el que se encuentran tantas personas es el conformismo (Frankl, V., 1958). El conformismo entendido desde la psicología social. Es decir, el conformismo se da cuando alguien (sujeto) cambia su comportamiento como resultado de la presión social, deseando hacer lo que los demás hacen. Del conformismo se pueden hacer dos lecturas en términos de salud mental, una positiva y otra negativa. La positiva es la adaptabilidad del individuo al medio y, su adecuación a las relaciones interpersonales. Estaríamos hablando de una forma de socialización. El individuo, es influido por el grupo y, de esta forma toma asiento en el mismo encontrando un lugar desde el que desarrollar y madurar sus potencialidades. Sin embargo, una actitud conformistas exagerada por parte del sujeto, tiene como resultado la pérdida de la autonomía. En este sentido, el sujeto no se desarrolla en libertad y no ejerce la responsabilidad, los dos conceptos claves de la existencia humana (Frankl, V., 1958; cp. José, A., et al, 2011). Tiranía Hemos pasado del totalitarismo, donde se impone desde el poder institucionalizado hasta cuál es la concepción que se debe tener del mundo, a un conformismo insano (Frankl, V., 1958). En el fondo, no deja de ser una forma de tiranía aunque algo más sutil. De alguna manera, la sociedad castiga las conductas de los sujetos que se apartan de los cánones establecidos. Si tenemos en cuenta que la realización de la voluntad de sentido necesita de la libertad y este sentido es único a la existencia particular de cada persona, estamos atentando contra el derecho que cada individuo tiene de encontrar su propio modo de entenderse en la vida. Religión y tradiciones También podemos observar en las sociedades contemporáneas, la decadencia de las religiones tradicionales, en consecuencia, el desprestigio de la tradición y el sentido de la existencia que esta ofrecía. No pretendemos exaltar o defender los valores tradicionales ni tampoco atacarlos. No es el objeto de nuestro trabajo. Sólo poner de manifiesto, que para bien o para mal, ofrecían a las generaciones anteriores ciertas claves interpretativas de la vida que les ayudaban a darle sentido a ésta. Quizá pueda entenderse como una oportunidad para que el sentido de la vida no venga “dado” desde el exterior, sino que sea el propio individuo mediante el uso de su conciencia (órgano de sentido) el que encuentre su existir en el mundo (Frankl, V., 1958; cp. José, A., et al, 2011). Idolatrización de la cultura del bienestar Entendiendo, por bienestar: la comodidad, la seguridad económica, el confort y el consumismo hedonista. Desde esta perspectiva, no es que la vida no tenga sentido, sino que el sentido de la vida es manipulado porque sólo se centra en un aspecto del mismo obviando quizás, la parte más humana, es decir, aquella que tiene que ver con las facultades superiores del hombre, como pueden ser, su deseo de verdad, bien y belleza. De ahí se deriva, un sentido de la vida muy mediocre porque no se encuentra con el deseo de plenitud del ser humano. Las aspiraciones que se nos proponen, aunque dignas y necesarias, no dan el alimento necesario para satisfacer nuestra voluntad de sentido. Por este motivo, como ya se dijo en la introducción, no es difícil encontrar en consulta a personas que “lo tienen todo”, pero no son felices. Son personas con un buen puesto de trabajo, que vivan en una casa lujosa, tengan familia e hijos y sin embargo, en su fuero interno se sientan perdidos, desorientados y confundidos porque su existencia, según ellos, no tiene razón de ser. También, de esta idolatrización de la “cultura del bienestar”, se deriva una de las causas de la poca capacidad a la hora de afrontar las crisis vitales por el hombre de nuestros tiempo. Se nos ofrecen pocos recursos y herramientas, desde los que integrar “los golpes de la vida”, en definitiva, darle a éstos un sentido que vaya más allá de nosotros mismos. Es significativo, que temas como la muerte o, su forma más antinatural, el suicidio, sean temas tabús. No hay un poso cultural, que nos ayude a asimilar las situaciones vitales que nos resultan dolorosas. Como consecuencia, salir de las crisis existenciales producidas por éstas es mucho más costoso. Podríamos seguir añadiendo factores que influyen en este mal tan característico de nuestro tiempo: el desempleo, el tiempo libre, el aumento de la esperanza de vida etc. Pero creemos oportuno, seguir avanzado y dejar este aspecto para posteriores trabajos (Frankl, V., 1958; cp. José, A., et al, 2011). ANÁLISIS EXISTENCIAL El vienés, Víctor Frankl (1958), en su intento de dar respuesta al porqué y el paraqué de la existencia humana, hizo una aportación de extraordinaria trascendencia al mundo de la psiquiatría y de la psicología, concretada esta aportación en el Análisis Existencial y en la Logoterapia. ¿Qué es el Análisis Existencial? ¿Cómo definía Frankl el Análisis Existencial? El Análisis Existencial en su origen, fue elaborado, como un modelo teórico que aportase a la psicoterapia las bases de una antropología, la cual diese una respuesta a la forma de ser y de existir de la persona. (Frankl, V., 1958; cp. José, A., et al, 2011). El siguiente ejemplo, puede ayudarnos a entender mejor lo que en un principio se entendía como análisis existencial. Supongamos por ejemplo, que un arqueólogo encuentra un objeto extraño en una tumba, y no sabe muy bien de qué se trata. Nuestro arqueólogo le entrega dicho objeto extraño a un químico, el químico le dice: “este objeto está compuesto de cobre y estaño”. Más tarde, se lo entrega a un físico y, el físico le dice: “se pueden observar en el objeto tantos gramos de masa y tiene tanta dureza y tanta densidad”. Pero en el fondo, ¿qué quiere saber el arqueólogo?: el arqueólogo quiere saber qué es ese objeto extraño y para qué fue hecho, qué finalidad y qué sentido tendría el objeto. Del mismo modo, el análisis existencial intentó aportar un estudio del hombre, que más allá de sus mecanismos neuroquímicos o de sus procesos mentales, nos arrojase luz sobre qué es lo que define al hombre como hombre y cuál es el sentido de su existencia. En este sentido, el análisis existencial surgió como una respuesta contra el biologicismo y el psicologicismo de la época, porque ambas formas de entender al hombre olvidaban los rasgos específicos y la finalidad del mismo (Frankl, V., 1958; cp. José, A., et al, 2011). LA LIBERTAD Y RESPONSABILIDAD COMO CLAVES DE LA EXISTENCIA HUMANA Una de las características fundamentales de la existencia humana, es que es una existencia “abierta”, podríamos decir que es “abierta” en dos sentidos. Por un lado, es una existencia que no está determinada y no está programada en función de las leyes de la materia. Es una existencia “abierta”, porque nuestro paso por el mundo puede estar definido por multitud de posibilidades. En este sentido, somos seres libres y, no condicionados aunque si influenciados, por las reglas de la biología. La otra interpretación del término “abierto”, es que nuestra existencia no se acaba en el yo sino que trasciende y necesita del tú. No somos seres que de una forma cerrada a nuestros congéneres, autosuficiente y autónoma, como podría ser en el caso de un lagarto o una serpiente, podamos ni si quiera sobrevivir, sólo hay que fijarse en el recién nacido. Las personas estamos “abiertas” a otras personas y a otras realidades. La existencia humana no es compresible, es imposible y resultaría absurda sino hay otro. Por tanto, la vida tiene sentido cuando vamos más allá de nosotros mismos. SegúnVíctor Frankl (1958), el hombre no existe para observarse a sí mismo ni para mirarse a sí mismo. Del párrafo anterior se puede inferir varias conclusiones en cuanto a lo que constituye a la naturaleza misma del hombre y, por tanto, a su existencia. La primera conclusión es que el ser humano no es un ser solamente biológico, porque si fuera solamente biológico estaría sometido al capricho de la biología y de la materia, en consecuencia, tenemos una parte no biológica que podemos llamar espiritual. La segunda conclusión muy en relación con la anterior es que somos libres y, la tercera que nuestra libertad nos hace responsables de nuestra existencia (Frankl, V., 1958; cp. José, A., et al, 2011) Vamos a centrarnos en las líneas siguientes, en las dos últimas conclusiones dadas en el párrafo anterior, es decir que somos seres libres y responsables lo cual define a nuestra existencia, atendiendo siempre a las aportaciones de Víctor Frankl. Según Frank (1958), toda libertad tiene un “de qué” y un “para qué”. Si preguntamos “de qué” es libre el hombre, la respuesta es: de ser impulsado, es decir, que su yo tiene libertad frente a su ello; en cuanto a “para qué” el hombre es libre, contestaremos: para ser responsable. La libertad de la voluntad humana consiste, pues, en una libertad de ser impulsado para ser responsable, para tener conciencia. Según Víctor Frankl (1958), somos libres frente a los instintos, frente a la herencia (entendiendo esta por genética) y, frente al medio ambiente: De nuestra realidad biológica, es decir, de nuestra parte más animal nacen los instintos, los cuales, en su mayoría, son necesarios atender para poder sobrevivir. Por ejemplo, no forma parte de mi libre decisión el que yo tenga sed o no. No forma parte de libre decisión el que yo tenga hambre o no. Es decir, un organismo humano que funcione con total normalidad, pasadas unas horas sin ingerir alimento sentirá la necesidad de comer algo, quiera la persona o no lo quiera. Ahora, ¿por qué somos libres frente a esta necesidad instintiva?, porque aunque no queramos tendremos hambre (instinto) pero también tendremos la capacidad de decidir si comer o no comer (libertad). En la adicción a la cocaína, se produce un fenómeno que se conoce con el nombre de craving. El craving es un deseo involuntario e intensísimo de deseo de consumir droga por parte del adicto. Hay una serie de mecanismos neurológicos y biológicos independientes a la voluntad del adicto, que despiertan en este la necesidad de drogarse. Pero él, es libre de satisfacer este deseo o, por el contrario, abstenerse de consumir. En última instancia, no es libre de sentir deseo de drogarse, pero si es libre de tomar la decisión de drogarse o no. Si no fuese así la curación del adicto sería mucho más complicada de lo que aún es, por no decir imposible. Hemos analizado la libertad frente a los instintivo, vamos ahora analizar la realidad frente a la herencia, atendiendo a la parte más genética. Aunque es un tema complejísimo, puede darnos una idea sobre el mismo, un ejemplo puesto por Frankl (1958), sobre gemelos monocigóticos. Se trata de los hermanos Lange, que con idéntica predisposición genética, uno llego a ser un peligroso delincuente y, otro, un brillante criminalista. Por tanto, las decisiones y la actitud que vamos tomando en los distintos momentos de nuestra vida serán el fundamento último de ésta. Por último, Frankl (1958) dice que somos libres frente al medio ambiente. Medio ambiente, es en sí mismo un concepto muy amplio. Podemos entender por medio ambiente toda la realidad exterior a la persona por la cual se ve influida de modo más o menos directo, es decir: familia en la que nace, lugar donde se cría, colegio al que va etc. Nos interesa, por relacionar nuestro trabajo con la asignatura, relacionar este aspecto de la libertad con las crisis vitales que nos pueden acontecer. Por darle una visión optimista al asunto, y, no por ello poco realista, la persona haciendo uso de su libertad puede sobreponerse a las crisis que tarde o temprano aparecerán en su vida (duelos, pérdidas, situaciones de alto estrés…). El sujeto puede tomar decisiones que le lleven a tomar una actitud activa y, un sentido al sufrimiento contingente a estas crisis vitales, de tal manera que no se vea condicionado por las mismas. En definitiva, según Frankl (1958) somos humanos porque somos libres. Somos libres de trascender nuestras propias limitaciones; somos libres de tomar una actitud que nos favorezca frente a las inevitables adversidades y, esa actitud estará muy relación con el sentido que le demos al sufrimiento surgido de esas mismas adversidades; somos libres de decidir qué queremos llegar a ser y por lo tanto de cambiar nuestra existencia, aunque reconociendo que nuestra libertad es finita y limitada, porque nunca estaremos libres de condicionantes. En este autor, el concepto de responsabilidad es algo más complejo de entender que el de libertad. Tenemos una serie de facultades, que nos capacitan para actuar no como entes reactivos a nuestros condicionantes (físicos, psíquicos, ambientales y sociales) sino como seres activos que pueden elegir entre multitud de posibilidades. En consecuencia, tenemos que “dar cuenta” de las decisiones que tomamos y los modos de actuar por los que nos decantamos. En definitiva, la libertad lleva implícita en sí misma la responsabilidad. Por ejemplo, el ser libre de la actitud que tomamos frente a nuestra enfermedad, nos responsabiliza de esa misma actitud. No nos responsabiliza de la enfermedad, pero sí de la actitud que tomamos frente a ésta (Frankl, V., 1958; cp. José, A., et al, 2011). Para Frankl (1958), el hombre es responsable de salir al encuentro de la realidad y, encontrar el sentido de su existencia. Sentido, que no puede ser dado, ni impuesto sino encontrado. Somos responsables de encontrar o, mejor dicho, de buscar el para qué de nuestra vida y, de aspirar a unos valores que nos revistan de mayor humanidad. Somos responsables de seguir nuestra orientación, que no está dirigida hacia nosotros mismos si no a las cosas (en su significado más amplio) reales del mundo y, es en éstas, es donde podremos hallar el sentido de nuestra existencia. Somos responsables de encontrar o, al menos de buscar, cuál es nuestra tarea en el mundo. Somos responsables de escuchar aquello que nos anima, que no es otra cosa que aquello que tiene valor, entendiendo éste en su sentido más clásico. Los valores son los puntos referenciales objetivos de hacia donde debemos encaminar nuestra existencia. Y, ¿ante qué somos responsables? Somos responsables ante nuestra propia conciencia (Frankl, 1958; cp. José A, et ál, 2011). La conciencia no se entiende como un superyó que somete al sujeto. Es decir no es una conciencia que reste libertad al individuo. La conciencia es el resonar que tiene en nuestro fuero interno nuestra forma de proceder y, la guía subjetiva de la búsqueda de sentido. Por último, no sólo somos responsables ante qué, sino también ante quién. Según Víctor Frankl (1958), somos responsables ante Dios. EL SENTIDO DE LA VIDA MEDIANTE LA LOGOTERAPIA Como bien lo sintetiza Víctor Frankl en su libro “El hombre en busca de sentido” (1979), cada ser humano tiene su propia misión o cometido que cumplir así como la forma en la que la realiza, esta tarea única y éste va a tener la oportunidad de llevarla a cabo. Y así que la misma vida es quien pregunta por ese hombre que va a llevar a cabo su misión, para que haga lo que tiene que hacer y así pueda responder con su propia vida. Precisamente se encuentra aquí el propósito de la logoterapia que lo esencial se encuentra en la propia capacidad del hombre para poder responder a cada situación que la vida le plantee y la forma en que lo haga. El término logoterapia tiene su origen en logos, una palabra griega que significa “sentido”, “significado” o “propósito”. La logoterapia, o como la han denominado algunos la “Tercera Escuela Vienesa de Psicoterapia”, se centra en el sentido de la existencia humana y en la búsqueda de ese sentido por parte de las personas. De acuerdo con la logoterapia, la primera fuerza motivante del hombre es la lucha por encontrarle un sentido a su propia vida. Por eso se alude constantemente a la voluntad de sentido, en contraste con el principio del placer (podríamos denominarlo voluntad de placer) que rige el psicoanálisis freudiano y, en contraste, también con la voluntad de poder enfatizada por la psicología de Alfred Adler (Frankl, V., 1958). La logoterapia no es una labor docente ni misionera. Se encuentra tan lejana del razonamiento lógico como de la exhortación moral. La función del logoterapeuta consiste en que el paciente sea capaz él mismo de arrojar luz sobre su propio camino, ajustando las lentes para que pueda ver mejor.Es una terapia centrada en el sentido. Tenemos razones para vivir, ya sean personas, cosas, metas, trabajo… Esta terapia pretende impulsar a la persona hacia un sentido concreto y personal. No sirve para dar sentido a la persona, como todas las teorías psicológicas, requieren de la acción de la propia persona para cambiar su propia situación, y en este caso será la persona misma la que decidirá el rumbo de su vida a través de la consciencia acerca de la responsabilidad que alberga con respecto a su propia vida (Frankl, V., 1958). La logoterapia tiene mucha aplicación tanto a nivel correctivo como a nivel preventivo. Se usan sus técnicas para trabajar con diferentes neurosis noógenas y psicógenas y para modificación de ciertas conductas. Sin embargo, tiene más peso en la promoción de una salud mental adecuada.Parte de una relación basada en el respeto del paciente y utiliza un discurso existencial analítico donde se identifican nuevas posibilidades hacia el descubrimiento del sentido, metas, tareas significativas y aplicables a la experiencia concreta. Este diálogo se basa en el diálogo socrático que empuja al paciente a cuestionarse de manera profunda lo importante en él y su entorno para poder movilizar la voluntad de sentido(Frankl, V., 1958). También, puesto que la formación de Frank es de origen psicoanalítico, utilizan métodos de interpretación de los sueños, donde se buscan contenidos existenciales y mensajes de sentido interpretados por el paciente. Además, se incluyen herramientas como la meditación, la visualización guiada, y la metáfora para el auto-descubrimiento, para indagar en significados profundos de la existencia de cada persona. En estos casos, las experiencias son guiadas por el terapeuta, pero nunca coaccionadas o modificadas. Todo depende de la propia interpretación, y es el paciente el que dota de sentido a cada experiencia.La logoterapia fundamenta su técnica denominada “intención paradójica” en un doble principio: por un lado el miedo provoca precisamente aquello que se teme, por otra parte, la hiperintención estorba la realización del efecto que se desea. Con esta técnica se promueve la capacidad de distanciamiento de la persona con sus propios miedos y fobias, ya que al provocar ella misma lo que se teme, acaba con la ansiedad anticipatoria, además de dejar de huir de aquello que teme y enfrentarlo cambiando las consignas, y lo que provoca es un deseo paradójico de que se produzca el síntoma, haciendo que este desaparezca (Frankl, V., 1958). Podemos resumir puntos principales de la logoteriapia, en los siguientes aspectos básicos en los que se enfoca la terapia: La esencia de la existencia “Obra así, como si vivieras por segunda vez y la primera vez lo hubieras hecho tan desacertadamente, como estás a punto de hacerlo ahora” (Frankl, V., 1979). Se tiene como fundamento que el terapeuta ofrezca el ampliar el campo visual de los pacientes y que puedan ver todas las alternativas tanto de valor como de sentido pudieran tener en todo su ambiente existencial. Siendo éste responsable pero también capaz en el descubrimiento de ese sentido de existencia pero que sobretodo no se encuentre en su persona sino todo lo contrario, dirigirse hacia algo o alguien (Frankl, V., 1979). El sentido del amor “El amor es el único camino para arribar a lo más profundo de la personalidad de un hombre” (Frankl, V., 1979). Mediante esta afirmación tan resumida, nos damos cuenta que mediante el amor hacia otro, uno como persona puede crecer y a la vez hacer crecer a la otra persona, en sí, es decir, cualquier potencial que pueda tener el ser amado se hace aún mayor cuando se tiene a la otra persona que se ama. Por lo que el sexo se manifiesta como la fusión del amor y no viceversa (Frankl, V., 1979). El sentido del sufrimiento Es en ocasiones doloroso, pero cuando el ser humano pasa por este destino o prueba como se le quiera decir, la vida le puede ofrecer la oportunidad de realizar algo maravilloso y profundo, una vez aceptado este sufrimiento. No es una acción masoquista ya que no es disfrutar de éste, sino aceptarlo, tener una actitud positiva a pesar de él, sobre todo cuando se le encuentra un sentido de ser(Frankl, V., 1979). ENFOQUE HUMANISTA Y EXISTENCIAL EN LAS CRISIS EXISTENCIALES La psicología humanista y la psicología existencial son tradiciones similares, sin embargo, son diferentes en el acento que ponen sobre diferentes aspectos del ser humano. Mientras que la corriente humanista (desarrollada principalmente por Maslow, Rogers, Allport, etc.) enfatiza el desarrollo de las potencialidades, la satisfacción de las necesidades y la autorrealización; la postura existencial (herencia del pensamiento europeo de posguerra con representantes como Frankl, Binswanger, May, etc.) da importancia a ciertos aspectos de la existencia que, aunque confrontantes y generadores de angustia, son reales (Martínez, SF). Para Martínez (SF), en la postura fenomenológica-existencial, ser humano significa existir, un existir como ser-en-el-mundo; la existencia es, por tanto, la capacidad de la mente humana de darse cuenta inclusive de su propio darse cuenta, implica la posibilidad de desdoblarse en observado y observador. Sin embargo, el ser humano no nace dándose cuenta de su ser-en-el-mundo, sino que se va dando cuenta de su propia existencia paulatinamente y conforme madura psicológicamente; además es un proceso que una vez que se inicia, nunca termina. Dicho proceso ha sido llamado “despertar existencial”. Para poder tener una experiencia de este tipo (“yo soy”) se necesitan procesos cognoscitivos más desarrollados, abstractos y complejos. Gracias a este proceso puede darse cuenta del “qué” en su vida; también puede empezar a darse cuenta plenamente de la manera en que él mismo contribuye o promueve la aparición de diversos factores en su vida, tanto los que le parecen positivos como los que valora como negativos; en otras palabras, puede descubrir el “cómo” de su propia vida y por consiguiente, adoptar una postura al respecto. Por último, adquiere la posibilidad de percatarse de lo que busca, sus motivaciones y objetivos, sus metas, creencias, etc., esto quiere decir que el despertar existencial le da la posibilidad de asumir una postura ante su existencia: el “para qué” de su vida. Y todo esto es lo que lleva a la persona a conseguir la propia autorrealización (Martínez, SF). Darse cuenta de que uno existe y es en el mundo, implica a su vez darse cuenta de que hay un final, de que no se puede escapar de la muerte, de que no se puede renunciar a la libertad de elección, ni a la responsabilidad de ella, y de que además uno está solo en sus decisiones para formar lo que cada uno es. Es entonces cuando empiezan a surgir preguntas como: ¿y si no quiero esa vida?; ¿y si no me veo capaz?; ¿qué sentido tiene todo este asunto del vivir si al final morimos solos?... Al hacernos estas preguntas nos encontramos con un gran vacío por respuesta. “No existe un sentido dado previamente para la existencia, al menos no uno que podamos conocer sin que no implique fe en algún precepto religioso, la única respuesta que podemos tener es que la vida no tiene un sentido per se; cada uno de nosotros necesita otorgarle un sentido a su vida, construir un sentido a cada momento de su existencia”, (Martínez, SF). Ahora bien, May (De Castro, A., García, G. y Eljagh, S, 2012) comenta que en nuestro mundo actual, saturado de demandas laborales, cada vez más exigentes en cuanto a tiempo de dedicación a las mismas y de un incremento sustancial en la cantidad de relaciones sociales, en parte, notamos que las relaciones con otros o consigo mismo cada vez se caracterizan con mayor frecuencia e intensidad por la falta de vínculos afectivos sólidos, que nutran las relaciones y permitan que perduren en el tiempo. En este tipo de relaciones una de las principales características es la falta de capacidad de desear, quizá por la sensación de que esos deseos no van a ser cumplidos ya que las relaciones con los otros no lo van a facilitar. La falta de capacidad de desear es lo que provoca la enfermedad, ya que al no desear, la persona deja de comprometerse con el descubrimiento de sus deseos y con el desarrollo consciente y constructivo de estos, dejando así de obtener alguna sensación de bienestar o gratificación consciente que perdure en el tiempo (si no se desea nada, no se espera conseguir nada y por tanto no se lucha por nada lo que nos lleva a un vacío en nuestra propia vida que crea frustración, impotencia, insatisfacción…). En consecuencia, la persona se ve obligada a recurrir a medios compensatorios (y probablemente patológicos) que llenen el vacío y falta de significación creada. De esta forma, antes que pretender curar a la persona con solo erradicar o suprimir inmediatamente sus síntomas (crear deseos o necesidades), se debería confrontar a la persona con la falta de conocimiento de sus propios deseos (ya que éstos siempre existen en cada uno de nosotros aunque sea inconscientemente), sus significados (ayudarle a averiguar qué es lo quiere y cómo conseguirlo), y transformar sus deseos (necesidades) en un desear consciente orientado a metas constructivas. Así, la cura real y duradera de sus síntomas será el resultado de dicha confrontación con la capacidad para conocer el significado de los propios deseos y resignificarlos conscientemente. El deseo cobra en la psicología existencial un gran valor, dado que a partir de este nace la acción, y por tanto, nada de lo que hacemos en el mundo tiene real valor si no tenemos claro antes el significado de dicho deseo en nuestra propia experiencia (De Castro, A., García, G. y Eljagh, S, 2012). La existencia, por tanto, no tiene una meta, es vivir cada momento satisfaciendo al máximo posible nuestros deseos y necesidades para vivir una vida lo más plena posible. Una de las motivaciones que tiene la teoría existencial es devolverle al ser humano la responsabilidad de sus actos. Los atributos existenciales (muerte, libertad, responsabilidad, soledad, y ausencia de un sentido vital) son especialmente importantes para la psicoterapia ya que, generalmente, al generar angustia, pueden facilitar el desarrollo de pautas disfuncionales que la persona realiza en su esfuerzo por controlar el miedo y la ansiedad que le generan. La psicopatología depende pues, de la interacción entre una tensión omnipresente y los mecanismos de defensa o afrontamiento del individuo. Además, la conciencia de ellos promueve una situación límite entre seguir como hasta ahora, o iniciar un modo de vida más pleno y saludable, que puede requerir un cambio, y ese cambio nunca se sabe si va a salir bien o mal, algo que a su vez puede generar más angustia y es lo que crea en las personas esas crisis en las que quedan bloqueados sin saber en qué dirección seguir (es un bucle del cual es difícil salir ya que nunca hay respuestas correctas). Reconocer y aceptar los atributos existenciales y tolerar las angustias ontológicas correspondientes es lo que los existencialistas llaman una forma auténtica de ser-en-el-mundo, es darle a la vida un sí como respuesta. Dar este sí no es nada fácil, generalmente buscamos alternativas para no tener que enfrentarnos a dicha angustia, cometiendo un “suicidio existencial”. Entonces, ¿qué impulsa al ser humano a decirle sí a la vida, a no cerrar los ojos a la realidad ontológica y darse la oportunidad de autorrealizarse, pudiendo convertirse en la persona que en realidad es? La respuesta más cercana es una fuerza o energía a la que se le han dado diferentes nombres: tendencia actualizante, impulso innato hacia la autorrealización, energía libidinal, fuerza vital, espíritu, etcétera. Sin embargo, si la persona elige “cerrar los ojos” a su realidad ontológica e intenta vivir como si ésta no fuera real, negándose a sí mismo la posibilidad de autorrealizarse, de ser él mismo, es muy posible que tenga que hacer frente a un conflicto adicional: la culpa existencial por estarse siendo infiel a sí mismo, defraudándose por no ser todo lo que pudiera. Cuando esta culpabilidad existencial se hace consciente, puede servir como un motor para hacer frente al momento vital, y de ese modo aprovechar su empuje para asumir la responsabilidad de la propia vida y poder vivir de un modo más auténtico y pleno. Es por ello que algunos la llaman “culpa sana”, por ser una llamada de atención, un grito desde lo más intimo del ser, que impulsa (y reclama) por una existencia más plena(Martínez, SF). Friedrich Solomon Perls ha sido considerado uno de los principales representantes del Enfoque Humanista en Psicología junto con Abraham Maslow, Víktor Frankl y Carls Rogers. Su Terapia Gestalt, tal como él mismo lo expresa, es también, al igual que la logoterapia de Viktor Frankl y el Daseinanalyse (Análisis de la existencia) de Ludwing Binswager y Medard Boss, una de las tres clases de Terapia Existencial”. (Velásquez, 2001). Al revisar la fundamentación epistemológica de la Terapia Gestalt se pueden identificar claramente elementos teóricos y prácticos de diversas teorías y escuelas de pensamiento que convergen de manera apropiada en este modelo psicoterapéutico. La Terapia Gestalt es un principio existencial: ello significa que no sólo trata síntomas y estructuras del carácter, sino que se ocupa de toda la existencia del ser humano. La terapia Gestalt, y en general las teorías que se enmarcan dentro de la psicología humanista, ponen de manifiesto el carácter único y totalizador del ser humano; por tanto, no importa sólo el ser humano en sí mismo, sino él en su contexto (el ser humano en el mundo) (Velásquez, 2001). Uno de los filósofos de esta corriente que más relación tiene con Perls y la Terapia Gestalt es Martín Buber. La filosofía dialógica de Buber resalta que aquel que experimenta auténticamente la unidad, la experimenta como dualidad. Esta dualidad o polaridad se manifiesta en la persona a través de dos tendencias que coexisten en todo individuo, Buber las llamó “tendencia orientadora” y “tendencia realizadora”. La primera hace referencia a la clasificación de las experiencias en el marco del orden presente, apunta hacia un comportamiento útil y pragmático; la segunda, por su parte, engendra realidad, lo percibido y lo perceptible están incluidos en ésta; crea la forma esencial de la existencia. Ambas tendencias son de gran importancia para la vida del ser humano. En Perls, esta doble tendencia se relaciona no sólo con la concepción que tiene del hombre como gestalt, como totalidad constituida por polaridades complementarias, sino también con el proceso de autorregulación organísmica y el concepto de homeostasis. Este último no como algo estático sino dinámico. Según él, holismo y homeostasis son algo así como tendencias innatas del organismo, las cuales tienen como finalidad posibilitar que éste “se realice a sí mismo tal como es” (Velásquez, 2001, 135). Perls, por tanto, tiene muy en cuenta también la fenomenología: volver a la experiencia interna nos permite captar aspectos valiosos de la realidad; “volver a las cosas mismas” le permite al ser humano captar de manera más amplia y precisa la realidad y “Darse Cuenta” (hacer consciente) de su potencial, para así realizarlo. La influencia de Buber se deja sentir nuevamente en Perls cuando se hace referencia en la Terapia Gestalt al “aquí y ahora”. El pasado le sirve al sujeto (y al terapeuta) como punto de referencia para comprender su realidad en el presente y asimilarla en la totalidad de su organismo; el futuro le permite proyectarse en la realización de sus metas, las cuales puede llegar a alcanzar en tanto realice en el presente sus potencialidades (Velásquez, 2001). A partir de lo dicho hasta ahora, para que el individuo consiga la autorrealización y el autoconocimiento implica que a través de la conciencia no solo se analiza el conocimiento racional, sino también su integración con la vivencia de dicho conocimiento, para lo cual se sitúa desde la perspectiva existencial la conciencia en el cuerpo, el cual se encuentra siempre en una constante relación con los objetos y personas del mundo; ubican también y entienden el concepto de intencionalidad a partir de la temporalidad, es decir, siempre en relación y apuntando hacia el futuro que se vivencia y actualiza constantemente en el presente; y entienden que la intencionalidad tiene una fuerte base afectiva, desde la cual se orientan en algún grado todas las intenciones y decisiones que la persona tome en su vida cotidiana. En este sentido, toda sensación corporal, emoción, proceso de atención, pensamiento, intención y decisión implica un movimiento afectivo que conecta a la persona con la situación en que se encuentra, a partir de lo que pretenda o desea en el presente de cara al futuro. Así, se hace explícita la postura psicológica de la persona ante la situación que debe asumir, ya que la intencionalidad implicaría siempre interrogar la propia experiencia a partir de lo que se busca o pretende afirmar, ganar, preservar, obtener o evitar experiencial y afectivamente (De Castro, A., García, G. y Eljagh, S., 2012). “Es fundamental que los psicólogos y los psicoterapeutas en general, y más aún, aquellos que se identifican con la psicología humanista, posean una adecuada formación desde la antropología, la fenomenología y la filosofía existencial que les permita asumir una visión y una actitud frente a la existencia del hombre más amplia, integrada, ética y, sobre todo, más humana” (Velásquez, 2001, 137). “Trabajar con los miedos y angustias existenciales de nuestros clientes nos confronta con los propios, es por ello que muchos terapeutas prefieren evitar dichos temas, perdiéndose la gran oportunidad de crecer juntos en el encuentro. A final de cuentas es el encuentro lo que verdaderamente trabaja como factor terapéutico, el Yo-Tú forma parte crucial de la teoría y técnica de la psicoterapia existencial-humanista en general”(Martínez, SF). REFLEXIÓN Y CONCLUSIONES Como introduce V. Frank en su libro Ante el vacío existencia (1958), “cada época tiene sus neurosis y cada tiempo necesita su psicoterapia”. Los paradigmas del sufrimiento en tanto que dan explicación a las motivaciones humanas van cambiando y en la actualidad nos encontramos con una sociedad occidental en la que el ritmo de vida es frenético y lo que nos mueve cada vez carece más de profundidad. Como hemos ido viendo, contamos con unos tiempos en los que las tradiciones se van perdiendo, las creencias y la religión ya no ordenan nuestra vida ni nos aportan los valores que dan sentido a la libertad con la que hemos de hacernos cargo. El aumento de la venta de los psicofármacos y la necesidad creciente de la psicoterapia a causa de un descontento que invade a las personas hace necesario el análisis desde un nuevo punto de vista de las causas que nos llevan al sufrimiento, o mejor dicho al sentimiento de vacío existencial. Un vacío existencial que, a diferencia de otras ansiedades de base psicógena no encuentra solución. No puede verse “resuelto” por nada. No hay nada que la persona que sufre este vacío existencial pueda pensar que si lo cambia, esto se acabará y es precisamente esta sensación de desesperanza la que lleva al vacío existencial. Se hace necesario, entonces desde nuestro punto de vista un nuevo reencuadre. Por un lado para las personas e incluso a nivel social, de manera que la dirección de sus vidas puedan ser cambiadas hacia el aporte del sentido que estas mismas necesitan. Por otro lado, como terapeutas, debemos tomar en cuenta esta motivación de la que quizá no éramos conscientes hasta hace poco. Una motivación de búsqueda de sentido, de autorrealización sí, pero no en una dirección puramente utilitaria sino más bien en un ámbito de coherencia con uno mismo. Se nos hace relevante mencionar el hecho de que todas las culturas conocidas giran en torno a dar explicación a sus orígenes de un modo u otro. Quizá, por nuestra la necesidad para reflexionar y para otorgar palabras a conceptos abstractos permitiéndonos crear así, un mundo intersubjetivo de lo imperceptible, aparecen las preguntas, también abstractas y probablemente sin respuesta posible dentro de una dialéctica positivista. Se hacen pues estas respuestas, inalcanzables y por lo tanto una potencial motivación que mueva nuestras vidas, será el otorgar respuesta a estas preguntas. Además, la muerte nos persigue durante toda la vida, y algo tan desconocido como es lo que ocurre después, (porque en nuestro pensamiento racional no existe la posibilidad de representarnos a nivel consciente el vacío, así como el infinito no “cabe” en la “cabeza”) nos llena de angustia. Para Yalom, la muerte tiene un papel muy importante en esto como expone en su libro Psicoterapia existencial(1984), para él, la muerte tiene un papel muy importante porque nos persigue más que ningún otro pensamiento, y nos pasamos la vida evitándolo, y si profundizamos más en la comprensión de esto último, es algo prácticamente biológico, ya que en nuestra programación biológica existe por encima de todo la supervivencia. Por lo tanto, el miedo en su lado más racional del pensamiento, así como la ansiedad en su lado más irracional y emocional, son dos caras de la misma moneda. Según Yalom (1984) al niño ya le preocupa en su edad más temprana su propia destrucción y aparecen terrores contra los que el niño irá desarrollando maneras de enfrentarse. Elaboramos defensas desde niños que eviten la idea de la muerte sobretodo basándonos en la negación. Estos mecanismos de defensa van conformando una personalidad compleja. Las psicopatologías pueden ser explicadas desde este enfoque. En la vida cotidiana occidental, frenética, como ya hemos señalado, además nos encontramos con una sensación de que el tiempo vuela, algo que podemos oír casi a diario en boca de amigos, compañeros o familiares. “El tiempo vuela” hace alusión a esa sensación de que la muerte se acerca, y de donde intentamos huir. En esto estriba la angustia ante el paso del tiempo. Como en todas las intervenciones psicológicas, la psicoterapia empieza por enfrentar aquello de lo que huimos. Y en este caso, es necesario dejar de obviar la muerte como idea, puedo que forma parte de la vida para todos sin excepción. Al tiempo que vamos huyendo de esta idea, vamos aislándonos en un individualismo competitivo que nos producen sentimientos cada vez más acusados de soledad. Nos buscamos actividades de entretenimiento, y vivimos una vida “entretenidos con el paso del tiempo. La búsqueda de placer nos permite olvidar por momentos estas sensaciones de abismos ante la idea de la muerte y el sentido. Los valores en tanto que nos aportan un sentido a nuestras acciones, nos permiten entretener nuestra vida al tiempo que podemos ser fieles a normas que nos permiten un sentimiento de unión con los demás. El ser humano es social por naturaleza, algo que ya hemos dado por sentado y hemos aceptado, arroja luz a las crecientes sensaciones de soledad, puesto que necesitamos de las relaciones para ser felices. O mejor dicho, para que nuestra vida tenga sentido, por ello, a menudo escuchamos afirmaciones de personas que aseguran que sus hijos o parejas dan sentido a sus vidas, y son la razón por la que cada mañana se levantan. Esto pondría de manifiesto el hecho de que las personas necesitamos una razón para vivir, otorgar sentido a nuestras vidas más allá del entretenimiento o la mera obtención de placer. Y la respuesta a los porqués de todo, seguirán presentes en la humanidad, calmando estas inquietudes la sensación de aporte a la comunidad, o los sentimientos de pertenencia, sabiendo que nuestra existencia tiene su origen en la misma pregunta y muere en otra pregunta común. Por último, como terapeutas debemos tomar en cuenta esta nueva motivación que Frank nos describe en sus obras y que aquejan cada día más a menudo y más profundamente a nuestros pacientes. Con la responsabilidad que tenemos de ayudarles a entender y a mejorar estos problemas, contaremos en adelante con las premisas de la logoterapia y el análisis existencial, puesto que en contra de lo que parecía, el ser humano, puede que no esté en una continua búsqueda de felicidad, sino en una continua búsqueda de sentido a su existencia. BIBLIOGRAFÍA De Castro, A., García, G., Eljagh, S. (2012). “Proceso experiencial: comprendiendo al ser humano en primera persona”. Psicología desde el Caribe. Universidad del Norte, 29 (2), 385-420. Fernández-Martos, J Mª (2012). Cuidar el corazón en un mundo descorazonado. Madrid: Salterrae. 161. Frankl, Víctor (1958). Análisis existencial y logoterapia, en IV Congreso Internacional de Psicoterapia. Scientia: Barcelona. Frank, Víctor (1977). Ante el vacío existencial. Herder. 9-38. Frankl, Víctor (1979). El hombre en busca de sentido. Herder. 119-137. Jose, A., De Prado, Wenzel, Roland, Arias e Isidro (2011). Logoterapia y Análisis Existencial: textos de cinco décadas. Barcelona: Herder. Martínez Robles, A. (SF). “Los atributos existenciales: una metaestrategia psicoterapéutica. Una vía psicoterapéutica a partir de la crisis”. Extraído de Página web: www.googleacadémico.com Velásquez, L.F. (2001). “Terapia Gestáltica de Friedrich Solomon Perls. Fundamentación fenomenológica-existencial”. Psicología desde el Caribe. Universidad del Norte, 7, 130137. Yalom, I.D. (1984).Psicoterapia existencial. Herder. 45-100.