SARA BECKJORD. Territories of History: Humanism, Rhetoric, and

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RESEÑAS
SARA BECKJORD. Territories of History: Humanism, Rhetoric, and the Historical
Imagination in Early Chronicles of Spanish America. University Park: Penn
State University Press, 2007.
En Territories of History: Humanism, Rhetoric, and the Historical Imagination
in the Early Chronicles of Spanish America, Sara Beckjord presenta nuevas
perspectivas sobre los argumentos críticos con los cuales algunos de los primeros
historiadores de las Indias respondieron al desafío que el Descubrimiento del
Nuevo Mundo planteó a la tradición historiográfica propia de su época. La autora
da cuenta de los intensos debates sobre el propósito y el sentido de la historia, y la
consecuente problematización y redefinición de los conceptos de verdad, ficción y
falsedad presentes en las obras de Juan Luis Vives (1492-1590), Gonzalo Fernández
de Oviedo (1478-1557), Bartolomé de las Casas (1484-1566) y Bernal Díaz del
Castillo (ca. 1495-1584).
Beckjord recurre a los aportes más recientes de la teoría de la narrativa,
especialmente a los debates entre Gérard Genette y Dorrit Cohn acerca del estatuto
de lo ficcional y de lo no-ficcional, para intentar describir con mayor precisión
las estrategias narrativas que surgieron del choque entre los ideales humanistas
relacionados a la historia y la emergente historiografía del Nuevo Mundo.
En el primer capítulo, “Historical Representation in the Spanish Humanist
Context: Juan Luis Vives”, Beckjord marca distancia con algunos estudiosos del
Siglo de Oro que cuestionan la influencia de la preceptística humanista de Vives
en la historiografía de las Indias. Apunta, por el contrario, que sus reflexiones
acerca del discurso de la historia resuenan no sólo en las tempranas crónicas de
la conquista y colonización de América, sino también el las obras de ficción de
la época. La autora basa su argumentación en el análisis de la estructura de la
narración histórica propuesta principalmente en De ratione dicendi (1532), donde
Vives discute las características ideales del historiador y del discurso histórico,
ambos marcados por el pensamiento agustiniano: la narración de la historia debía
procurar una objetividad con cualidad de espejo, que fuese congruente con las
normas de probabilidad y con las creencias cristianas, pero sobre todo debía aclarar
los eventos comentando su significado. Del historiador, por otro lado, se esperaba
una habilidad casi sobrenatural para discernir el significado de acontecimientos que
estaban más allá de su experiencia, los cuales debía representar como si hubiesen
sido directamente percibidos.
El pensamiento de Vives no sería el único marcado por la paradoja que emerge
entre la descripción teórica y la práctica de la escritura. Beckjord recalca que la
superposición de las tradiciones clásica y cristiana en relación a la naturaleza de la
historia generaba en aquella época una gama de ideas conflictivas que ella destaca
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como indicador de una “crisis intelectual” (19). En ese sentido, subraya que los
preceptistas de la disciplina concordaban en que la narrativa histórica debía ser
tanto verídica como ejemplar, y para demostrar este último punto era usual el
argumento de la superioridad de la historia sobre la poesía en su habilidad para
comunicar la verdad, reforzado por la comparación de las virtudes de la historia
frente a los vicios de la ficción. La obra de Vives no es ajena a esta tendencia,
pero se destaca por intentar superar la ambigüedad epistemológica presente en la
búsqueda del método para dar cuenta de la ‘verdad’. En esa línea, la obra de Vives
aporta notables reflexiones en torno al poder persuasivo de la estructura narrativa,
la naturaleza del acto de lectura, el modo de evaluar la veracidad de la narración y
la credibilidad en la escritura. Pero es sobre todo la exploración de los mecanismos
que gobiernan y hacen de la ficción un discurso atractivo lo que Beckjord subraya
en la obra de Vives. Aunque este sumaba su voz a la condena contra las novelas
de caballerías, sostenía que el interés que despertaban radicaba en la motivación
humana innata por averiguar aquello que está más allá de la experiencia propia y,
por tanto, señalaba que la función más importante de la narración consistía en su
habilidad para comunicar las experiencias de otros, e incluso lograr una intensa
“identificación psicológica” (29) con emociones ajenas. Beckjord afirma que si bien
Vives establece una clara diferencia entre historia y ficción en cuanto a intención y
contenido, también sugiere que el historiador podría tomar prestadas las técnicas
de la ficción para fomentar una ejemplaridad, así como aquellas de la retórica para
que la historia mantuviera el interés de un auditorio y encauzara la poderosa fuerza
de la narrativa para propósitos virtuosos.
Dada la importancia de la figura y la obra de este humanista, la lectora hubiese
agradecido que la autora recuperase el contexto histórico de Juan Luis Vives
–su formación intelectual, relación con el poder, problemas con la Iglesia– para
permitirnos tener una idea más clara del diálogo que el humanista intentó establecer
no sólo con la tradición griega y cristiana sino también con los problemas más
inmediatos de su tiempo.
En el segundo capítulo, “Conjecture and Credibility in the Historia general
y natural de las Indias by Gonzalo Fernández de Oviedo”, se destacan los
razonamientos de Oviedo en torno a la perspectiva y la voz narrativa dado que son
elementos centrales en su evaluación de la credibilidad en la narración histórica.
Beckjord argumenta que si bien la Historia general (la primera parte fue publicada
en 1547, la obra completa se publicó entre 1851 y 1855) se rige por varias de las
normas humanistas de su tiempo, despliega también un deliberado “experimento
narrativo” (63) particularmente crítico de la figura del historiador, propia de la
tradición preceptista. La percepción cuasi supernatural del historiador idealizado
por Vives y otros preceptistas tiene para Oviedo un cariz negativo, más cercano
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a las dudosas habilidades del adivino que a la inspiración y autoridad divina del
sabio cristiano. Para Oviedo, la perspectiva del historiador idealizado por los
preceptistas tendría características no naturales y, por tanto, poco fiables. Su
método, en cambio, da cuenta de los límites de la percepción del historiador, cuya
autoridad y credibilidad devendría de su experiencia como “testigo de vista” (54),
argumento que utiliza para descalificar, por ejemplo, a Pedro Mártir de Anglería.
El reconocimiento de la “perspectiva natural” del historiador y los límites que ella
impone son, para Oviedo, la fuente de veracidad de toda narración histórica. Esos
límites no implican la eliminación de otras voces en la narración: Oviedo adopta
un relato de perspectivas múltiples en el que, no obstante, se da una distinción –a
veces carente de crítica- entre la palabra y la perspectiva del historiador frente a
las de aquellos que son representados en el relato y las fuentes textuales clásicas
a las que recurre. La autora indica que es sobre todo en los comentarios inscritos
a lo largo de la Historia general sobre el proceso mismo de la escritura de la
historia y su lugar como historiador/autor que se distingue la metodología que
Oviedo construye, con consecuencias importantes en la estructura de su obra así
como en la ambigua noción de ejemplaridad que plasma. En opinión de Beckjord,
Oviedo cruza los límites de su propio método al hacer un llamado a sus lectores
para que ellos mismos evalúen con agudeza los testimonios que otros presentan
como historia.
Uno los puntos más atractivos de este capítulo se refiere al uso problemático en
Oviedo de términos como “fábula”, “novela” y “mentira” con los cuales descalifica
los escritos de sus rivales relacionándolos precisamente con las objeciones morales
y epistemológicas que en aquella época se imputaba a las novelas de caballerías.
Beckjord advierte que las críticas de Oviedo raramente se refieren en profundidad
al contenido de tales textos, lo que despierta la curiosidad si recordamos que al
retornar a España luego de una primera difícil experiencia en el Nuevo Mundo
y antes de ser nombrado cronista real, Oviedo escribió y publicó la novela de
caballería conocida como Claribalte (Valencia, 1519). Hubiese sido muy productivo
que más allá de una nota a pie de página (52), la autora arriesgara una lectura de
la Historia general y natural partiendo de la propia experiencia de Oviedo en el
uso de aquellos mecanismos de la “ficción” que Vives reclamaba como aplicables
–con una serie de condiciones a una narrativa histórica ideal y que Oviedo pasó a
condenar con insistencia.
En cierto modo, Oviedo también tuvo un rol en la creación de la Historia de las
Indias (comenzada en 1527; impresa por primera vez en 1875) del padre Bartolomé
de las Casas pues, según sostiene Beckjord, los debates que el dominico mantuvo
en distintos momentos y circunstancias con Oviedo –y Sepúlveda– dejaron rastros
importantes en los conceptos y argumentos que dan forma a esa extensa obra. El
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capítulo titulado “Vision and Voice: The Historia de las Indias by Bartolomé de
las Casas” se centra en mostrar cómo las Casas tomó prestada la metodología y
los argumentos críticos respecto a la historiografía presentados por Oviedo en su
Historia general, para convertirlos en críticas contra el propio cronista real. El
dominico también explota eficazmente la retórica humanista referida a la “corrupción
de la tradición griega” así como el lenguaje del escrutinio inquisitorial (91), para
aclarar importantes aspectos de la definición de verdad y de los límites del discurso
histórico. Beckjord destaca como ejemplo el modo en que las Casas insiste en
diferenciar los elementos sobre los cuales se construye el discurso mítico clásico
e imperial de aquellos que dan forma a la historia colonial del Nuevo Mundo. Con
este argumento las Casas también socava la teoría defendida por Oviedo respecto
a que los nuevos territorios colonizados serían Atlantis o Hespérides.
Beckjord hace una detallada exploración de las autoridades a las que recurre
las Casas para sustentar puntos cruciales de su Historia, como la coherencia que la
narración debía guardar con la ortodoxia cristiana (San Agustín) y la erudición que
debía complementar la experiencia del testigo de vista (Flavio Josefo) para evitar y
corregir versiones falsas y, por tanto, peligrosas, de la historia. En ese sentido, como
lo advierte la autora, queda claro que cuando las Casas deja de lado su erudición
y capacidad crítica para incorporar una representación “simplista” (106) sobre
los indígenas americanos en su más extensa obra, se trata de una estrategia que
busca contrarrestar las versiones que sobre todo Sepúlveda y Oviedo construyeron
con claros propósitos políticos. Beckjord sugiere que los amargos ataques de las
Casas podrían haber tenido un efecto en Oviedo, cuya visión intolerante de los
amerindios habría evolucionado a una apreciación más compleja presente en las
partes tardías de su Historia general publicadas recién en el siglo diecinueve. De
igual modo, Beckjord muestra la diestra manipulación que hace las Casas de la
noción de profecía –respondiendo también a críticas de Oviedo– y su relación con
la veracidad en la historia para reforzar la difundida visión del Descubrimiento de
América como un hecho providencial, con la intención de favorecer a la figura del
almirante Cristóbal Colón.
El tema de la multiplicidad de voces narrativas en la Historia de las Indias,
estudiado por críticos contemporáneos como Anthony Pagden y Santa Arias, es
retomado por Beckjord para profundizar en los distintos mecanismos que permiten
al lector dotar de verosimilitud a los textos de ficción y a los de historia. La
autora recurre a trabajos de teóricos contemporáneos (Martínez Bonati y Cohn,
principalmente) sin justificar del todo la pertinencia de adoptarlos para el análisis de
una obra producida en un marco epistemológico y teológico-político marcadamente
distinto. La propuesta que tal relación implica es sin duda interesante, pero en este
capítulo en particular queda como una interrogante que exige una exploración más
explícita para evitar oscurecer la claridad del texto.
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En el cuarto capítulo, titulado “History and Memory: Narrative Perspective in
Bernal Díaz del Castillo’s Historia verdadera de la conquista de la Nueva España”
(escrita entre 1550 y 1581, publicada en 1632), queda claro que si inicialmente la
propuesta narrativa de Díaz del Castillo parece insertarse en las fisuras de debates
como aquellos sostenidos entre las Casas y Oviedo, una lectura más detenida de
la Historia verdadera y del contexto en el que surge revela el conocimiento que el
autor tenía sobre los debates de su época en relación a la historia y la ‘ficción’, así
como su preocupación por ceñirse a las configuraciones narrativas de la tradición
histórica existente. En este capítulo se hace más tangible la propuesta de Beckjord
de establecer una relación productiva entre los debates actuales sobre la literatura e
historia colonial –particularmente aquellos referidos a las fronteras entre retórica e
historia– y los debates de la propia época. Como se sabe, buena parte de las lecturas
de la obra de Bernal Díaz desde el presente se han apresurado a notar en ella una
narrativa “novelística” y clasificarla como “literatura” (127). Beckjord realiza un
análisis detallado de las técnicas narrativas desplegadas en la Historia verdadera para
describir con precisión los códigos textuales que han suscitado tales interpretaciones,
así como llamar la atención a la distancia entre las estrategias narrativas empleadas
por el soldado conquistador y aquellas que eran características de los textos de
“ficción” de su época. La autora hace hincapié en los diversos usos del tiempo
presente por parte de Díaz, que otorgan al texto una particular construcción de la
perspectiva y la distancia narrativa. Esta técnica permite una notable caracterización
de la mentalidad de algunos de los protagonistas de la Historia verdadera que, como
reclaman algunos críticos, es un rasgo usual de la narrativa de ficción moderna.
Sin embargo, como muestra la autora, también corresponde al uso del “presente
histórico” como dispositivo estilístico que se utilizaba desde la antigüedad clásica
para dar al lector la impresión de una percepción directa de los eventos históricos
narrados (134). Beckjord concluye que el peso dado por Bernal a la experiencia
personal, la memoria y la incorporación de diversas voces a lo largo de su narración
son clara evidencia de un complejo proyecto historiográfico atento a las convenciones
y posibilidades de la tradición historiográfica de su época.
Territories of History: Humanism, Rhetoric, and the Historical Imagination in
the Early Chronicles of Spanish America es un libro recomendable y útil para los
estudiosos de la historiografía renacentista española y para el campo de los estudios
coloniales latinoamericanos. Sara Beckjord recupera para el lector los debates
humanistas sobre la historia que dieron forma a las obras de Vives, Fernández de
Oviedo, las Casas y Díaz del Castillo, poniendo énfasis en las disputas de poder
que marcaron las etapas de la colonización española de América y que a su vez
repercutieron en las primeras narrativas historiográficas sobre el Nuevo Mundo.
Princeton University
LAURA LEÓN LLERENA
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