276 RESEÑAS SARA BECKJORD. Territories of History: Humanism, Rhetoric, and the Historical Imagination in Early Chronicles of Spanish America. University Park: Penn State University Press, 2007. En Territories of History: Humanism, Rhetoric, and the Historical Imagination in the Early Chronicles of Spanish America, Sara Beckjord presenta nuevas perspectivas sobre los argumentos críticos con los cuales algunos de los primeros historiadores de las Indias respondieron al desafío que el Descubrimiento del Nuevo Mundo planteó a la tradición historiográfica propia de su época. La autora da cuenta de los intensos debates sobre el propósito y el sentido de la historia, y la consecuente problematización y redefinición de los conceptos de verdad, ficción y falsedad presentes en las obras de Juan Luis Vives (1492-1590), Gonzalo Fernández de Oviedo (1478-1557), Bartolomé de las Casas (1484-1566) y Bernal Díaz del Castillo (ca. 1495-1584). Beckjord recurre a los aportes más recientes de la teoría de la narrativa, especialmente a los debates entre Gérard Genette y Dorrit Cohn acerca del estatuto de lo ficcional y de lo no-ficcional, para intentar describir con mayor precisión las estrategias narrativas que surgieron del choque entre los ideales humanistas relacionados a la historia y la emergente historiografía del Nuevo Mundo. En el primer capítulo, “Historical Representation in the Spanish Humanist Context: Juan Luis Vives”, Beckjord marca distancia con algunos estudiosos del Siglo de Oro que cuestionan la influencia de la preceptística humanista de Vives en la historiografía de las Indias. Apunta, por el contrario, que sus reflexiones acerca del discurso de la historia resuenan no sólo en las tempranas crónicas de la conquista y colonización de América, sino también el las obras de ficción de la época. La autora basa su argumentación en el análisis de la estructura de la narración histórica propuesta principalmente en De ratione dicendi (1532), donde Vives discute las características ideales del historiador y del discurso histórico, ambos marcados por el pensamiento agustiniano: la narración de la historia debía procurar una objetividad con cualidad de espejo, que fuese congruente con las normas de probabilidad y con las creencias cristianas, pero sobre todo debía aclarar los eventos comentando su significado. Del historiador, por otro lado, se esperaba una habilidad casi sobrenatural para discernir el significado de acontecimientos que estaban más allá de su experiencia, los cuales debía representar como si hubiesen sido directamente percibidos. El pensamiento de Vives no sería el único marcado por la paradoja que emerge entre la descripción teórica y la práctica de la escritura. Beckjord recalca que la superposición de las tradiciones clásica y cristiana en relación a la naturaleza de la historia generaba en aquella época una gama de ideas conflictivas que ella destaca RESEÑAS 277 como indicador de una “crisis intelectual” (19). En ese sentido, subraya que los preceptistas de la disciplina concordaban en que la narrativa histórica debía ser tanto verídica como ejemplar, y para demostrar este último punto era usual el argumento de la superioridad de la historia sobre la poesía en su habilidad para comunicar la verdad, reforzado por la comparación de las virtudes de la historia frente a los vicios de la ficción. La obra de Vives no es ajena a esta tendencia, pero se destaca por intentar superar la ambigüedad epistemológica presente en la búsqueda del método para dar cuenta de la ‘verdad’. En esa línea, la obra de Vives aporta notables reflexiones en torno al poder persuasivo de la estructura narrativa, la naturaleza del acto de lectura, el modo de evaluar la veracidad de la narración y la credibilidad en la escritura. Pero es sobre todo la exploración de los mecanismos que gobiernan y hacen de la ficción un discurso atractivo lo que Beckjord subraya en la obra de Vives. Aunque este sumaba su voz a la condena contra las novelas de caballerías, sostenía que el interés que despertaban radicaba en la motivación humana innata por averiguar aquello que está más allá de la experiencia propia y, por tanto, señalaba que la función más importante de la narración consistía en su habilidad para comunicar las experiencias de otros, e incluso lograr una intensa “identificación psicológica” (29) con emociones ajenas. Beckjord afirma que si bien Vives establece una clara diferencia entre historia y ficción en cuanto a intención y contenido, también sugiere que el historiador podría tomar prestadas las técnicas de la ficción para fomentar una ejemplaridad, así como aquellas de la retórica para que la historia mantuviera el interés de un auditorio y encauzara la poderosa fuerza de la narrativa para propósitos virtuosos. Dada la importancia de la figura y la obra de este humanista, la lectora hubiese agradecido que la autora recuperase el contexto histórico de Juan Luis Vives –su formación intelectual, relación con el poder, problemas con la Iglesia– para permitirnos tener una idea más clara del diálogo que el humanista intentó establecer no sólo con la tradición griega y cristiana sino también con los problemas más inmediatos de su tiempo. En el segundo capítulo, “Conjecture and Credibility in the Historia general y natural de las Indias by Gonzalo Fernández de Oviedo”, se destacan los razonamientos de Oviedo en torno a la perspectiva y la voz narrativa dado que son elementos centrales en su evaluación de la credibilidad en la narración histórica. Beckjord argumenta que si bien la Historia general (la primera parte fue publicada en 1547, la obra completa se publicó entre 1851 y 1855) se rige por varias de las normas humanistas de su tiempo, despliega también un deliberado “experimento narrativo” (63) particularmente crítico de la figura del historiador, propia de la tradición preceptista. La percepción cuasi supernatural del historiador idealizado por Vives y otros preceptistas tiene para Oviedo un cariz negativo, más cercano 278 RESEÑAS a las dudosas habilidades del adivino que a la inspiración y autoridad divina del sabio cristiano. Para Oviedo, la perspectiva del historiador idealizado por los preceptistas tendría características no naturales y, por tanto, poco fiables. Su método, en cambio, da cuenta de los límites de la percepción del historiador, cuya autoridad y credibilidad devendría de su experiencia como “testigo de vista” (54), argumento que utiliza para descalificar, por ejemplo, a Pedro Mártir de Anglería. El reconocimiento de la “perspectiva natural” del historiador y los límites que ella impone son, para Oviedo, la fuente de veracidad de toda narración histórica. Esos límites no implican la eliminación de otras voces en la narración: Oviedo adopta un relato de perspectivas múltiples en el que, no obstante, se da una distinción –a veces carente de crítica- entre la palabra y la perspectiva del historiador frente a las de aquellos que son representados en el relato y las fuentes textuales clásicas a las que recurre. La autora indica que es sobre todo en los comentarios inscritos a lo largo de la Historia general sobre el proceso mismo de la escritura de la historia y su lugar como historiador/autor que se distingue la metodología que Oviedo construye, con consecuencias importantes en la estructura de su obra así como en la ambigua noción de ejemplaridad que plasma. En opinión de Beckjord, Oviedo cruza los límites de su propio método al hacer un llamado a sus lectores para que ellos mismos evalúen con agudeza los testimonios que otros presentan como historia. Uno los puntos más atractivos de este capítulo se refiere al uso problemático en Oviedo de términos como “fábula”, “novela” y “mentira” con los cuales descalifica los escritos de sus rivales relacionándolos precisamente con las objeciones morales y epistemológicas que en aquella época se imputaba a las novelas de caballerías. Beckjord advierte que las críticas de Oviedo raramente se refieren en profundidad al contenido de tales textos, lo que despierta la curiosidad si recordamos que al retornar a España luego de una primera difícil experiencia en el Nuevo Mundo y antes de ser nombrado cronista real, Oviedo escribió y publicó la novela de caballería conocida como Claribalte (Valencia, 1519). Hubiese sido muy productivo que más allá de una nota a pie de página (52), la autora arriesgara una lectura de la Historia general y natural partiendo de la propia experiencia de Oviedo en el uso de aquellos mecanismos de la “ficción” que Vives reclamaba como aplicables –con una serie de condiciones a una narrativa histórica ideal y que Oviedo pasó a condenar con insistencia. En cierto modo, Oviedo también tuvo un rol en la creación de la Historia de las Indias (comenzada en 1527; impresa por primera vez en 1875) del padre Bartolomé de las Casas pues, según sostiene Beckjord, los debates que el dominico mantuvo en distintos momentos y circunstancias con Oviedo –y Sepúlveda– dejaron rastros importantes en los conceptos y argumentos que dan forma a esa extensa obra. El RESEÑAS 279 capítulo titulado “Vision and Voice: The Historia de las Indias by Bartolomé de las Casas” se centra en mostrar cómo las Casas tomó prestada la metodología y los argumentos críticos respecto a la historiografía presentados por Oviedo en su Historia general, para convertirlos en críticas contra el propio cronista real. El dominico también explota eficazmente la retórica humanista referida a la “corrupción de la tradición griega” así como el lenguaje del escrutinio inquisitorial (91), para aclarar importantes aspectos de la definición de verdad y de los límites del discurso histórico. Beckjord destaca como ejemplo el modo en que las Casas insiste en diferenciar los elementos sobre los cuales se construye el discurso mítico clásico e imperial de aquellos que dan forma a la historia colonial del Nuevo Mundo. Con este argumento las Casas también socava la teoría defendida por Oviedo respecto a que los nuevos territorios colonizados serían Atlantis o Hespérides. Beckjord hace una detallada exploración de las autoridades a las que recurre las Casas para sustentar puntos cruciales de su Historia, como la coherencia que la narración debía guardar con la ortodoxia cristiana (San Agustín) y la erudición que debía complementar la experiencia del testigo de vista (Flavio Josefo) para evitar y corregir versiones falsas y, por tanto, peligrosas, de la historia. En ese sentido, como lo advierte la autora, queda claro que cuando las Casas deja de lado su erudición y capacidad crítica para incorporar una representación “simplista” (106) sobre los indígenas americanos en su más extensa obra, se trata de una estrategia que busca contrarrestar las versiones que sobre todo Sepúlveda y Oviedo construyeron con claros propósitos políticos. Beckjord sugiere que los amargos ataques de las Casas podrían haber tenido un efecto en Oviedo, cuya visión intolerante de los amerindios habría evolucionado a una apreciación más compleja presente en las partes tardías de su Historia general publicadas recién en el siglo diecinueve. De igual modo, Beckjord muestra la diestra manipulación que hace las Casas de la noción de profecía –respondiendo también a críticas de Oviedo– y su relación con la veracidad en la historia para reforzar la difundida visión del Descubrimiento de América como un hecho providencial, con la intención de favorecer a la figura del almirante Cristóbal Colón. El tema de la multiplicidad de voces narrativas en la Historia de las Indias, estudiado por críticos contemporáneos como Anthony Pagden y Santa Arias, es retomado por Beckjord para profundizar en los distintos mecanismos que permiten al lector dotar de verosimilitud a los textos de ficción y a los de historia. La autora recurre a trabajos de teóricos contemporáneos (Martínez Bonati y Cohn, principalmente) sin justificar del todo la pertinencia de adoptarlos para el análisis de una obra producida en un marco epistemológico y teológico-político marcadamente distinto. La propuesta que tal relación implica es sin duda interesante, pero en este capítulo en particular queda como una interrogante que exige una exploración más explícita para evitar oscurecer la claridad del texto. 280 RESEÑAS En el cuarto capítulo, titulado “History and Memory: Narrative Perspective in Bernal Díaz del Castillo’s Historia verdadera de la conquista de la Nueva España” (escrita entre 1550 y 1581, publicada en 1632), queda claro que si inicialmente la propuesta narrativa de Díaz del Castillo parece insertarse en las fisuras de debates como aquellos sostenidos entre las Casas y Oviedo, una lectura más detenida de la Historia verdadera y del contexto en el que surge revela el conocimiento que el autor tenía sobre los debates de su época en relación a la historia y la ‘ficción’, así como su preocupación por ceñirse a las configuraciones narrativas de la tradición histórica existente. En este capítulo se hace más tangible la propuesta de Beckjord de establecer una relación productiva entre los debates actuales sobre la literatura e historia colonial –particularmente aquellos referidos a las fronteras entre retórica e historia– y los debates de la propia época. Como se sabe, buena parte de las lecturas de la obra de Bernal Díaz desde el presente se han apresurado a notar en ella una narrativa “novelística” y clasificarla como “literatura” (127). Beckjord realiza un análisis detallado de las técnicas narrativas desplegadas en la Historia verdadera para describir con precisión los códigos textuales que han suscitado tales interpretaciones, así como llamar la atención a la distancia entre las estrategias narrativas empleadas por el soldado conquistador y aquellas que eran características de los textos de “ficción” de su época. La autora hace hincapié en los diversos usos del tiempo presente por parte de Díaz, que otorgan al texto una particular construcción de la perspectiva y la distancia narrativa. Esta técnica permite una notable caracterización de la mentalidad de algunos de los protagonistas de la Historia verdadera que, como reclaman algunos críticos, es un rasgo usual de la narrativa de ficción moderna. Sin embargo, como muestra la autora, también corresponde al uso del “presente histórico” como dispositivo estilístico que se utilizaba desde la antigüedad clásica para dar al lector la impresión de una percepción directa de los eventos históricos narrados (134). Beckjord concluye que el peso dado por Bernal a la experiencia personal, la memoria y la incorporación de diversas voces a lo largo de su narración son clara evidencia de un complejo proyecto historiográfico atento a las convenciones y posibilidades de la tradición historiográfica de su época. Territories of History: Humanism, Rhetoric, and the Historical Imagination in the Early Chronicles of Spanish America es un libro recomendable y útil para los estudiosos de la historiografía renacentista española y para el campo de los estudios coloniales latinoamericanos. Sara Beckjord recupera para el lector los debates humanistas sobre la historia que dieron forma a las obras de Vives, Fernández de Oviedo, las Casas y Díaz del Castillo, poniendo énfasis en las disputas de poder que marcaron las etapas de la colonización española de América y que a su vez repercutieron en las primeras narrativas historiográficas sobre el Nuevo Mundo. Princeton University LAURA LEÓN LLERENA