Carta Mons. Rodolfo Wirz

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Antes de que finalice el “Año de la Fe”, en esta fecha
ya consagrada a las “Misiones”, la Iglesia toda nos invita
y recuerda la dimensión misionera en la que podemos
recalcar una doble visión: latinoamericana y universal.
Latinoamericana: Desde aquella V Conferencia General en
Aparecida del 13 al 18 de mayo del 2007, la definición del
ser cristiano como discípulo misionero, como dos caras de
la misma moneda, ya nos motiva a no postergar un día
nuestro compromiso evangelizador. Habernos encontrado con
Cristo es el momento más feliz de nuestra vida, sea en un
proceso paso a paso, sea por un acontecimiento que irrumpió
en forma imprevisible. A Él que
conocemos y amamos
de
corazón no lo podemos ocultar, sino presentar con fuerza y
en lo posible, ¿por qué no?, con entusiasmo y audacia.
“Conocer a Jesús es el mejor regalo que puede recibir
cualquier persona; haberlo encontrado nosotros es lo mejor
que nos ha ocurrido en la vida, y a darlo a conocer con
nuestra palabra y obras es nuestro gozo”(Nr. 29 del
Documento Conclusivo).
Universal: En otra fecha más reciente, en la Carta
Apostólica “Puerta de la Fe” del 11 de octubre pasado, el
Papa emérito Benedicto XVI nos invitaba a redescubrir el
encanto y la belleza del ser cristiano, como algo siempre
nuevo que la da frescura y fuerza a nuestro testimonio.
Allí nos habla de “redescubrir el camino de la fe para
iluminar de manera cada vez más clara la alegría y el
entusiasmo renovado del encuentro con Cristo” (Nr.2), de
la “belleza de la fe” (Nr. 4), “redescubrir la alegría de
creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la
fe” (Nr.7).
No siempre es fácil discernir si el Señor Jesús nos
quiere como sus discípulos misioneros en la vida diaria que
ya hemos asumido o si concretar en lugares y situaciones
complejas pero más desafiantes, una consagración laical,
diaconal, sacerdotal o consagrada, en todas sus variantes,
es su voluntad. Pero, en cualquier alternativa, cuando
llama, aun sin salir de casa y cambiar de rumbo, todo
empieza de verdad.
Habernos encontrado con Cristo y darlo a conocer se
hace muy concreto en los testimonios a nuestro alcance,
desde el Simón escondido por temor convertido en el San
Pedro guía de la Iglesia naciente, hasta el Saulo
transformado en un San Pablo inquieto y sin temor. Ahora
nuestro flamante Papa Francisco con muchos signos ya nos
“escribe” una primera encíclica viva: lava y besa los pies
de los jóvenes infractores en la cárcel y con un aire
fresco y juvenil nos invita a querernos como personas,
además de las sorpresas de cada día. Nos acompaña una
legión tanto de misioneros conocidos o incógnitos, desde
la Madre Teresa en su paso por Calcuta y el mundo hasta los
peregrinos de
las Jornadas Mundiales, Nacionales o
Diocesanas de la Juventud, los voluntarios en tantas obras
solidarias, como las familias que se abren a la Palabra que
leen, comentan y concretan en sus vidas, los enfermos y
gente grande que asume y ofrece su soledad, los
parlamentarios valientes que defienden la vida y los
valores de la convivencia y la de todos aquellos que van
amando, sanando, humanizando la creación toda …….
Testimonios heroicos o sencillos y simples en lo ordinario
de la vida, en las más diversas situaciones, son la Misión
nunca acabada que el DOMUND nos recuerda una vez más. Ya no
podemos agotar los ejemplos porque toda la Iglesia, en la
multitud incontable de testigos en su pasado histórico y
del presente, nos recuerda una vez más que la única vida
que recibimos es la Vida en y con el Señor Jesús.
María, discípula y misionera, nos acompañe en el
caminar de la vida, para que su intercesión y ejemplo nos
motiven en las más diversas situaciones a preparar esa
Misión definitiva que es a la vez Camino y Meta: la
plenitud de toda felicidad junto a Aquél que nos ha
llamado.
+ Rodolfo Wirz
Obispo de Maldonado-Rocha
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