Los distintos modelos políticos de la ribera sur

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Georges Corm
CONSULTOR ECONÓMICO. PROFESOR DE LA UNIVERSIDAD SAINT JOSEPH DE
BEIRUT Y EX MINISTRO DE FINANZAS DE LÍBANO
Los distintos modelos políticos
de la ribera sur
T
RAS LA CAÍDA DE LA UNIÓN
Soviética y la puesta
en marcha del Proceso de Barcelona en
1995, el asunto sobre
la generalización de
los derechos humanos y la democracia
política sobre la ribera sur del Mediterráneo caló hondo en la opinión
pública de las dos orillas. De un tiempo a esta parte, para distraer la atención de la invasión a Iraq, las iniciativas estadounidenses que tanto hablan
de “un Gran Oriente Medio” democrático han contribuido a centrar más todavía la atención en la democratización de los regímenes árabes.
LA IDEA QUE SE ESTÁ GENERALIZANDO
es que existe un problema específico en
el sur del Mediterráneo, que impide el
acceso a la modernidad democrática a
las sociedades afectadas. Es como si el
sur del Mediterráneo estuviera condenado a vivir bajo unos regímenes autoritarios por razones misteriosas e inexplicables. De hecho, a falta de un
atento análisis político y económico, la
antropología religiosa se ha convertido
en el elemento de explicación más habitual: el islam tiene dificultades para
aplicar las formas modernas de libertad y pluralismo. Se trata de una explicación muy habitual que, por otra
parte, ha llevado a muchos islamólogos
y planificadores políticos estadounidenses a considerar que el acceso a la
democracia de los países llamados musulmanes debería pasar necesariamente por un desarrollo de los partidos
políticos que apelan al islam y que podrían ser conducidos de manera progresiva a aceptar el pluralismo y el jue56 VANGUARDIA | DOSSIER
go democrático. Desde esta óptica, que
ha pasado a ser dominante, asistimos a
una absoluta desvalorización de las experiencias de carácter laico que han
conocido algunas sociedades del sur
del Mediterráneo, a las que se ha tachado de “exentas de autenticidad” y de
de Gadafi. En efecto, estas sociedades
todavía están muy estratificadas y son
muy heterogéneas; los lazos familiares
de los clanes, así como la apertura al
resto del mundo, desarrollada por la
emigración o por la proximidad a
Europa, hacen difícil la inaccesibilidad
Muchos de los países del sur del Mediterráneo vivieron
bajo regímenes de pluralismo político en épocas en que
el fascismo estaba instalado en Italia, España o Portugal
particularmente represivas y opresivas
para con sus pueblos, muy vinculados
a la religión musulmana y a sus instituciones tradicionales.
En realidad, para realizar una tipología útil de los regímenes políticos del sur del Mediterráneo, conviene
distanciarse de la obsesión religiosa
islámica que está de moda desde hace
unas décadas, y poder así examinar
los contextos históricos, económicos y
sociales que puedan explicar la naturaleza de los regímenes políticos en
cuestión. De entrada, digamos que buena parte de los regímenes políticos
deberían calificarse de “semi autoritarios” o dictatoriales; habría de evitarse
el empleo del calificativo “totalitario”,
que evoca los regímenes fascistas de
Europa o las dictaduras totalitarias nazis o bolcheviques, lo cual no es el caso
de los regímenes del sur del Mediterráneo, sea cual fuere el grado de
autoritarismo o de concentración de
poder practicados.
Las sociedades mediterráneas no
se prestan a semejante descripción,
salvo en casos excepcionales y concretos, como el de Argelia durante los
grandes conflictos de 1992-2000 o el
de Libia, que se convirtió en una gran
prisión bajo el caprichoso mandato
que supone un régimen verdaderamente totalitario.
De hecho, conviene destacar que
muchos países del sur mediterráneo
han tenido experiencias variadas y diversas de pluralismo y liberalismo político en una época en que la ribera norte del Mediterráneo se había instalado
el fascismo, ya fuera italiano, español
o portugués. La primera constitución
moderna aplicada en la orilla sur fue la
que adoptó el imperio otomano en
1876; en 1908, en el imperio otomano
se eligió un parlamento en el que los representantes de todas las provincias
ocupaban un escaño. Bajo el protectorado británico, Egipto también elegiría
un parlamento, y la vida democrática
seguiría su desarrollo, incluso tras independizarse, y hasta el golpe de Estado de julio de 1952. Lo mismo sucedería en Libia y en Siria bajo el protectorado francés y tras la retirada de los
colonizadores.
No es hasta 1963 cuando el partido
Baas adquiere el monopolio de la vida
política siria e instaura una dictadura,
de la cual los militares se valdrán para beneficio propio. Es cierto que en
Turquía la revolución kemalista de
principios del siglo XX inaugura un régimen autoritario, pero éste no impi-
de el desarrollo de una vida política intensa y el posterior desarrollo de varios
partidos políticos, inclusive partidos
de tendencias comunistas o tendencias islámicas.
Así pues, no resulta fácil elaborar
una tipología de los regímenes establecidos en el sur del Mediterráneo
desde principios del siglo XX, ya que la
experiencia ha sido muy diversa y
cambiante en el tiempo, en función de
las circunstancias políticas y de las
profundas influencias externas que
se han ejercido sobre la región, de las
cuales el colonialismo europeo no es
de las menos importantes, sino que
hay que añadir las muy distintas experiencias políticas en Europa misma, como el fascismo, el nazismo o los
regímenes liberales. Todas ellas han
ejercido una fuerte influencia en el
pensamiento político de los países de
la ribera sur y en los regímenes políticos resultantes.
De hecho, podrían distinguirse tres
tipos de regímenes que se han sucedido con el tiempo o que han coexistido
entre ellos, con variantes propias de cada país y de su entorno exterior, o de su
historia reciente. Un mismo país puede haber conocido las tres variantes de
regímenes políticos durante períodos
de tiempo relativamente cortos.
Los regímenes de
“despotismo ilustrado”
Dentro de este modelo, podrían diferenciarse dos variantes principales,
la primera de las cuales ha influido
considerablemente en las segundas.
1. EL REFORMISMO AUTORITARIO LAICO
(KEMALISMO TURCO Y EL BURGUIBISMO).
La primera variante se refiere a la instauración de un reformismo laico, cuyos orígenes se remontan a los esfuerzos del imperio otomano por modernizarse.
En la reforma otomana se distinguen dos tendencias diferentes. La primera es la del llamado período del
“Tanzimat”, cuando bajo la presión de
las potencias europeas la Administración imperial se propone integrar ofi-
cialmente a los no musulmanes en la
gestión del imperio. En 1839 y 1856 dos
importantes edictos decretan la igualdad política de todos los súbditos del
sultán y ratifican los privilegios de las
comunidades cristianas y judías del
imperio . Más tarde se emprenden numerosas reformas complementarias
para adoptar las instituciones europeas (código de comercio, código de na-
práctica laica que instaurara el kemalismo. Bien es cierto que, teniendo en
cuenta los criterios rigurosos de los
derechos humanos, Turquía todavía
está lejos de alcanzar la situación de los
países democráticos europeos; pero
en comparación con otras sociedades
musulmanas del mundo árabe o de
Asia, este país es un modelo gratificante: no ha conocido ninguna crisis
Los mandatos de Ataturk, Bourguiba, Boumédiène y Nasser
fueron producto de la descolonización en el contexto de
ideologías laicas que inspiraron los países no alineados
cionalidad, organización municipal);
la Constitución de 1876 fue la culminación de esta modernización.
La segunda tendencia es la del grupo de oficiales Jóvenes Turcos, que dará lugar al laicismo radical de Mustafá
Kemal y que desarrollará un jacobinismo pan-turanio que excluye a todas
las identidades étnicas diferentes que
conformaban tradicionalmente la población del imperio (griega, armenia,
kurda, árabe). Mustafá Kemal, fortalecido por el prestigio de sus victorias
militares contra los ejércitos europeos
que habían invadido Anatolia, suprime
el califato en 1924 e instaura una república laica que separa por completo la
gestión del Estado de los asuntos religiosos, y latiniza el alfabeto turco, lo
cual refleja la voluntad de cortar definitivamente los lazos con los pueblos
árabes y musulmanes de Oriente Medio, para volcarse a un futuro europeo.
La revolución kemalista ha sido
muy denigrada a lo largo de los últimos años en el ámbito de la moda contraria al laicismo y a favor de la “reislamización” de las sociedades del Tercer Mundo como medio para luchar
contra la creciente influencia de la
URSS y de las diversas variantes marxistas en las sociedades colonizadas
por las potencias europeas.
Sin embargo, hay que reconocer
que Turquía es en la actualidad, con
Malasia, el único país “musulmán”
respetado en la esfera internacional; si
ha conseguido que un partido que apelaba al islam ascendiera pacíficamente al poder, es gracias a las décadas de
violenta interna –aparte de las causadas por el problema kurdo– ni ninguna derrota militar vergonzosa, como
las que pueden haber afectado a otras
sociedades musulmanas.
En el mundo árabe, Habib Bourguiba instaura en Túnez un régimen político que por su deseo de laicización de
la sociedad recuerda como ninguno al
modelo kemalista. Como en el caso de
Turquía con el kemalismo, el burguibismo dejará una impronta perdurable
en Túnez, aun cuando el régimen que
le sucedió se entregó a una dictadura
policial poco digna del dinamismo y de
las cualidades de la población tunecina. Lo cierto es que Túnez es el país árabe que presenta los mejores resultados
socioeconómicos de los países del sur
del Mediterráneo. Asimismo, el kemalismo inspirará la oleada modernizadora que se ha producido en el mundo
árabe tras los procesos de independencia, a menudo a favor de los golpes
de Estado militares.
2. EL CESARISMO MODERNIZADOR Y
POPULISTA. En los países árabes me-
diterráneos, el kemalismo turco se correspondió –probablemente debido a
su influencia– con regímenes autoritarios y populistas, encarnados en el
nasserismo. Gamal Abdel Nasser, que
ascendió al poder en Egipto a la caída
pacífica de la monarquía en 1952, fue
un dirigente inspirado, no solamente
para Egipto, sino para todo el mundo
árabe y, en concreto, Siria, Iraq, Sudán
y Libia. Contrariamente a la imagen
que la moda reciente de los escritos soVANGUARDIA | DOSSIER
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bre el islam han querido dar al nasserismo, bajo el régimen nasserista en
Egipto no se marginó ni se aplastó la
religión. La represión que sufrió el
movimiento de los Hermanos Musulmanes en la década de 1960 no fue el
resultado de un activismo religioso
cualquiera por parte de los Oficiales
Libres de Egipto, que pusieron fin de
forma pacífica a un régimen monárquico considerado como demasiado
complaciente con los ingleses y demasiado corrupto, sino el resultado de
una rivalidad sorda entre el movimiento y el nuevo régimen nasserista.
Los Hermanos no fueron los únicos en
sufrir la represión del régimen; ésta no
fue menor que la que el régimen ejerció sobre los comunistas o los antiguos miembros de la alta burguesía comerciante y los ricos terratenientes.
ES CIERTO QUE EL NASSERISMO INSTAU-
ró un régimen de partido único y de
organizaciones de masas semejante
al de las democracias populares y, por
tanto, prohibió la libertad de expresión, lo cual le valió la hostilidad de las
dos grandes fuerzas sociales de Egipto,
los comunistas y los Hermanos Musul-
do el mundo árabe. Y es que éste encarnó con solidez las aspiraciones populares a la unidad árabe y al anticolonialismo y antiimperialismo dominantes de esta época, muy marcada
por el “despertar” del Tercer Mundo y
la constitución del movimiento de los
países no alineados. Como tampoco se
puede obviar el contexto externo que
acarreó la radicalización del régimen
nasserista, en concreto el ataque militar israelí y franco-británico de 1956
contra Egipto, y la posterior vergonzosa derrota contra el ejército israelí
en el año 1967.
El caso más similar al de Egipto en
la orilla sur mediterránea fue el de Argelia durante la presidencia de Houari
Boumédiène (1965-1979). Éste fue otro
césar árabe, feroz nacionalista con aspiraciones de industrialización, que
quiso convertir a su país en la “Prusia”
de África. Y lo cierto es que la experiencia argelina degeneró de un modo
lamentable a la desaparición de Boumédiène; el petróleo, la corrupción y la
manipulación de los movimientos islámicos por parte de los militares que
había en el poder arrastraron al país a
un caos sanguinario (1992-2000) .
Las necesidades occidentales de frenar la expansión del
comunismo en el Tercer Mundo propiciaron la ascensión
de los movimientos fundamentalistas musulmanes
manes. En cambio, el régimen permitió progresos sociales fundamentales
para la masa de desfavorecidos (educación, acceso a la universidad, sanidad gratuita, redistribución de la gran
propiedad agraria, etcétera) y unas tasas de crecimiento económico particularmente elevadas hasta la humillante derrota del ejército egipcio contra Israel en junio de 1967, que frenó
en seco este crecimiento.
Del mismo modo que sucedió en
Rusia con el régimen bolchevique, es
evidente que puede discutirse si el cesarismo particularmente autoritario
fue necesario para modernizar Egipto
o si no habría sido preferible mantener la monarquía, pero no se puede
obviar la inmensa popularidad de
Gamal Abdel Nasser en Egipto y en to58 VANGUARDIA | DOSSIER
En realidad, esta generación de jefes de Estado árabes en el sur del Mediterráneo es producto de la circunstancia de la descolonización que se produjo en un contexto de ideologías
laicas que inspiró el movimiento de los
Países No Alineados, muy marcados
por la laicidad militante de Nehru,
primer ministro de la India, o la de Tito
en Yugoslavia. La religión y los partidos
locales de inspiración religiosa estaban considerados en aquella época sospechosos por ser “reaccionarios” o por
tener el apoyo o el relevo local del colonizador. Este contexto cambiará de
forma dramática en el sur del Mediterráneo, aunque también en otras
regiones del Tercer Mundo, cuando
las necesidades occidentales de luchar
contra la expansión de la influencia co-
munista en el Tercer Mundo llevará a
considerar que el reformismo laico y
antiimperialista beneficia a la URSS o
a la China en la escena internacional.
ES ENTONCES CUANDO EMPIEZA LA LAR-
ga historia de la “necesaria” reislamización de las sociedades musulmanas
y de la ascensión de los movimientos
fundamentalistas musulmanes, durante la cual Arabia Saudí y Pakistán
formarán a decenas de miles de jóvenes árabes para que sean “combatientes” por la libertad en Afganistán y
acérrimos oponentes al reformismo
laico autoritario o semiautoritario, que
entonces se presentaba como un régimen que violó la mentalidad profunda
de los pueblos musulmanes.
Los regímenes autoritarios
y policiales
Los dos regímenes baasistas en
Siria e Iraq, surgidos de sucesivos golpes de Estado en los que los militares a
menudo desempeñan en secreto un
papel importante, también representan regímenes de tipo cesarista y autoritario. Aparte del aspecto represivo
y de las luchas violentas para conseguir
el monopolio del poder, también han
practicado el despotismo ilustrado generalizando el acceso a la educación y
a la sanidad de las capas sociales desfavorecidas. En concreto, en Siria el
campesinado y la pequeña burguesía
urbana comerciante o funcionaria u
obrera serán los pilares del régimen,
como en el caso de Egipto.
LOS AVATARES QUE PASARON ESTOS DOS
regímenes, en particular su implicación militar en las tensiones regionales
más importantes –las derivadas de la
revolución religiosa iraní en el caso
de Iraq y las derivadas de las repercusiones palestinas en Líbano del conflicto árabe-israelí en el caso de Siria–
hacen que hoy se olviden los importantes logros sociales de aquella época,
o, en el caso de Iraq, los logros tecnológicos. Sin embargo, estos dos regímenes, cautivos de situaciones geopolíticas que ya no dominaban, sobre to-
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do después del desmoronamiento de la
Unión Soviética, no consiguieron llevar
a cabo las reformas políticas y económicas que el cambio drástico de contexto y la ola de globalización económica hicieron indispensables. En el
caso de Iraq, el régimen degeneró en
una dictadura especialmente sanguinaria que recuerda los excesos del estalinismo en Rusia; mientras que Siria
obstante, así como el régimen sirio se
moderó un poco, el de Iraq quedó sumido en la sangrienta paranoia de
Saddam Hussein, al que la comunidad internacional puso en cuarentena
tras la locura poco gloriosa de Kuwait;
el implacable embargo económico
afectó duramente a la desdichada población iraquí, a la que acabó de “proletalizar”. En cambio, Siria consiguió
En países con regímenes semiparlamentarios como Egipto,
Marruecos o Jordania, donde se ha practicado la represión,
las diferencias en los niveles de vida han tendido a agravarse
no supo desvincularse a tiempo de
Líbano, y las reformas políticas y económicas que prometió el joven jefe de
Estado Bachar el-Assad, que sucedió a
su padre, Hafez el-Assad, en septiembre
de 2000, aún no se ha concretizado, pese a que el régimen viviera en general
a finales de la década de 1980 una disminución de la tensión y una apertura
limitada después de los años acalorados de represión del movimiento de los
Hermanos Musulmanes, que trató de
desestabilizar el régimen, y conseguir
una renuncia de poder.
Asimismo cabe destacar que debido a la hostilidad que desarrollaron
ambos regímenes, no sólo en lo que
respecta al Egipto de Nasser, sino también y sobre todo el uno con respecto al
otro, han limitado considerablemente
los beneficios del populismo que han
practicado. Dado que ambos se basan
en estrechos lazos de fidelidad entre
clanes, su fragilidad ha exigido un autoritarismo reforzado que derivó en
paranoia en el caso del Iraq de Sadam
Hussein, mientras que en Siria las agitaciones islamistas de principio de la
década de 1980 resultaron en un fuerte endurecimiento del régimen, que no
empezó a atenuarse hasta principios
de la década de 1980.
AMBOS PAÍSES EVOLUCIONARON EN
complicados contextos regionales –la
revolución iraní, la guerra de Líbano, la
primera guerra del Golfo– y mantuvieron una hostilidad mutua y políticas regionales opuestas, algo que acabó
por desacreditarlos y debilitarlos. No
ser de utilidad a Estados Unidos al desempeñar el papel de protector del
Líbano y erigirse como la única potencia regional capaz de extinguir los
incendios de territorios libaneses o palestinos en Líbano. Estados Unidos puso fin a este papel recientemente, con
la resolución 1.559 del Consejo de
Seguridad de la ONU de septiembre de
2004, que ordenó la retirada de las tropas sirias de Líbano cuanto antes, lo
cual se cumplió en abril de 2005.
Son escasos los estudios que existen sobre estos dos regímenes y sobre
las causas sociológicas internas, así como sobre las circunstancias externas
de su degeneración; por regla general, las obras publicadas se han inspirado en las necesidades geopolíticas
del momento, o en una antropología
bastante primitiva, poniendo de relieve exclusivamente el hecho de que ambos regímenes estaban basados en una
sociedad de clanes y comunidades, y olvidando mencionar con demasiada
frecuencia el contexto histórico local y
regional y las alianzas internas acordadas entre clanes diferentes que se disputaban el poder.
Tampoco podemos dejar de mencionar la desdicha que vivió Libia bajo
el coronel Gaddafi, que transformó el
país en una enorme prisión, ni la del
régimen argelino, que cayó en un ciclo
de violencia ininterrumpida tras la
victoria del Frente Islámico de Salvación en la primera ronda de las elecciones de 1992, ni tampoco la del régimen islamista sudanés, pese a estar
situado en otra zona geográfica.
Los regímenes
semiparlamentarios
y semiautoritarios
Es cierto que los resultados políticos de este otro tipo de regímenes que
no adoptaron el sistema del partido
único, ya sean monarquías como Marruecos y Jordania, o repúblicas como
el Egipto postnasserista y Líbano, parecen más satisfactorios que los resultados de aquellos regímenes autoritarios de reformismo laico que los militares forjaron bajo diferentes etiquetas
ideológicas. La monarquía marroquí, o
la jordana, o la de Egipto antes de la revolución de 1952, fueron, aunque no
siempre de forma general, mucho más
abiertas y liberales que los regímenes
militares reformistas que quisieron
practicar diversas formas de despotismo ilustrado.
CON TODO, LOS RESULTADOS SOCIO-
económicos de estos regímenes han sido flojos, y las diferencias en los niveles
de vida han tendido a agravarse, sobre
todo en el ámbito rural y en el de las pequeñas burguesías y el bajo proletariado urbano. Además, en determinados
momentos difíciles, también han practicado un acusado autoritarismo y han
llevado a cabo encarcelamientos y arrestos arbitrarios, así como asesinatos de
políticos de la oposición: el dirigente
sindicalista marroquí Mehdi Ben Barka,
asesinado en París, y la ciega represión
del intento de alzamiento de oficiales
marroquíes a principios de los años
60, o la reclusión de opositores comunistas marroquíes; la represión sangrienta de los movimientos armados
palestinos en Jordania, que dio lugar al
famoso Septiembre negro; en Egipto,
bajo el mandato de Sadat, así como bajo el actual de Mubarak, las detenciones
masivas y enfrentamientos con las esferas de influencia islamistas son los
constantes. Los tumultos por el hambre
no son nada raros; además, Marruecos y Egipto siguen teniendo un porcentaje bastante elevado de analfabetos
entre la población.
Aunque Marruecos y Jordania se
presentan hoy en día como modelos de
democracia que han conseguido inteVANGUARDIA | DOSSIER
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grar en la actividad política local a los movimientos islamistas que aceptan las reglas de un
pluralismo democrático, y aunque la libertad de
expresión está muy desarrollada, sobre todo
en el primero, la situación social de ambos países sigue siendo explosiva y podría volver a degenerar en disturbios. En ambos casos, la opinión pública está a menudo en desacuerdo con
sus gobiernos en lo que respecta a la complacencia que éstos muestran con Israel y Estados
Unidos, por lo que el islamismo radical sigue imponiéndose en buena parte de la opinión.
A partir de mediados de la década de 1960,
a falta de un Estado con un mínimo de fuerza,
Líbano, modelo de democracia comunitaria
basada en un consenso, sembró un caos sanguinario marcado al compás de la geopolítica
regional, sobre todo de las repercusiones del
conflicto árabe-israelí en su territorio, y luego
las rivalidades entre Siria e Iraq y entre Iraq e
Irán. Su ejemplo refleja muy bien la dificultad
que supone vivir en esta parte del mundo,
cuando un país sólo dispone de un Estado flojo y bonachón. El fin de la hegemonía siria en
la primavera de 2005 bien puede indicar que la
estabilidad del país vuelve a estar amenazada.
CONCLUSIÓN
El factor geopolítico y económico
en los modelos políticos del sur
mediterráneo
Al final de este breve ensayo sobre la clasificación de los regímenes políticos en el sur del
Mediterráneo, es necesario insistir en tres factores que a menudo no se tienen en cuenta en
los análisis y obras que se elaboran sobre los países de esta región y que poseen un valor explicativo más que pertinente en esta descripción
negativa de los regímenes políticos.
En primer lugar se trata de lo que podría denominarse el peso de la economía de renta en
el sur del Mediterráneo. La herencia de la economía otomana –economía de tipo tributario,
basada en la renta de bienes raíces y una fiscalidad aberrante–, a la que se unió la de la época
colonial, cuando las economías locales estaban
bajo el dominio de grandes empresas de países
europeos coloniales, y el posterior y gravoso intervencionismo económico que se impuso tras
la marcha del colonizador, así como las nacionalizaciones y los embargos de bienes vacantes
que dejaron los extranjeros, todos estos factores
que contribuyeron a mantener una economía
de renta, que quedó al arbitrio del Estado, ya en
60 VANGUARDIA | DOSSIER
manos de reyes o de militares golpistas.
Al no entrar en el círculo virtuoso de una
economía productiva, en que se dominaran las
nuevas tecnologías y los recursos modernos para un crecimiento de la industria y los servicios,
y que creara empleo de forma continua, como
fue el caso de lo países del “milagro” asiático, la
lucha política en el sur del Mediterráneo ha
quedado centrada en el acaparamiento de las
fuentes de renta y de los sistemas de distribución de esta renta en las diferentes capas de la
población. En este aspecto, tanto monarquías y
repúblicas, como despotismos ilustrados o regímenes semiparlamentarios y semiautoritarios han ejercido las mismas formas de rapiña
y corrupción, aun cuando en el origen del nasserismo o del baasismo hubo un sincero deseo
de construir una sociedad más productiva y de
distribuir mejor las riquezas nacionales.
OTROS DOS FACTORES COMPLEMENTARIOS IMPI-
dieron cualquier proceso de superación de la
economía de renta. En primer lugar, las guerras
árabe-israelíes y la guerra fría, que causó estragos en Oriente Medio y dio lugar a un difícil
contexto regional e internacional y generó
nuevas rentas –las ayudas más que sustanciosas
acordada por la Unión Soviética o los países occidentales como precio de fidelidad política–.
En segundo lugar, la revalorización de las riquezas energéticas –petróleo y gas– en la mayoría de estos países y países vecinos de la península Arábiga, que constituyeron una nueva
fuente de rentas. A estas nuevas fuentes se añadieron los ingresos de la emigración, que resultaron ser muy sustanciosos y que contribuyen a atenuar una crisis social y un desempleo
que se han convertido en algo endémico en toda esta parte del Mediterráneo. El desarrollo del
turismo de masas también puede considerarse
una fuente de ingresos que impide activar una
economía productiva y competitiva.
Sólo estos factores económicos y geopolíticos explican el retraso democrático que sufren los países de la región. El recurso a la antropología del islam y a los análisis repetitivos
y monótonos sobre los movimientos islámicos no ayuda en nada a comprender los modelos políticos. Muy al contrario, es un instrumento importante que impide la comprensión
de una apuesta por reformas serias y la aplicación de éstas en la economía real, que no sólo
sean reformas adaptadas a la situación del momento, destinadas a adaptarse a los proveedores de fondos europeos e internacionales.
Tanto los
factores
económicos
–ausencia de
una economía
productiva–
como los
geopolíticos
–guerra fría y
guerra árabeisraelí– explican
el déficit
democrático en
la región euromediterránea
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