056-060 Corm 07 9/9/05 13:07 Página 56 Georges Corm CONSULTOR ECONÓMICO. PROFESOR DE LA UNIVERSIDAD SAINT JOSEPH DE BEIRUT Y EX MINISTRO DE FINANZAS DE LÍBANO Los distintos modelos políticos de la ribera sur T RAS LA CAÍDA DE LA UNIÓN Soviética y la puesta en marcha del Proceso de Barcelona en 1995, el asunto sobre la generalización de los derechos humanos y la democracia política sobre la ribera sur del Mediterráneo caló hondo en la opinión pública de las dos orillas. De un tiempo a esta parte, para distraer la atención de la invasión a Iraq, las iniciativas estadounidenses que tanto hablan de “un Gran Oriente Medio” democrático han contribuido a centrar más todavía la atención en la democratización de los regímenes árabes. LA IDEA QUE SE ESTÁ GENERALIZANDO es que existe un problema específico en el sur del Mediterráneo, que impide el acceso a la modernidad democrática a las sociedades afectadas. Es como si el sur del Mediterráneo estuviera condenado a vivir bajo unos regímenes autoritarios por razones misteriosas e inexplicables. De hecho, a falta de un atento análisis político y económico, la antropología religiosa se ha convertido en el elemento de explicación más habitual: el islam tiene dificultades para aplicar las formas modernas de libertad y pluralismo. Se trata de una explicación muy habitual que, por otra parte, ha llevado a muchos islamólogos y planificadores políticos estadounidenses a considerar que el acceso a la democracia de los países llamados musulmanes debería pasar necesariamente por un desarrollo de los partidos políticos que apelan al islam y que podrían ser conducidos de manera progresiva a aceptar el pluralismo y el jue56 VANGUARDIA | DOSSIER go democrático. Desde esta óptica, que ha pasado a ser dominante, asistimos a una absoluta desvalorización de las experiencias de carácter laico que han conocido algunas sociedades del sur del Mediterráneo, a las que se ha tachado de “exentas de autenticidad” y de de Gadafi. En efecto, estas sociedades todavía están muy estratificadas y son muy heterogéneas; los lazos familiares de los clanes, así como la apertura al resto del mundo, desarrollada por la emigración o por la proximidad a Europa, hacen difícil la inaccesibilidad Muchos de los países del sur del Mediterráneo vivieron bajo regímenes de pluralismo político en épocas en que el fascismo estaba instalado en Italia, España o Portugal particularmente represivas y opresivas para con sus pueblos, muy vinculados a la religión musulmana y a sus instituciones tradicionales. En realidad, para realizar una tipología útil de los regímenes políticos del sur del Mediterráneo, conviene distanciarse de la obsesión religiosa islámica que está de moda desde hace unas décadas, y poder así examinar los contextos históricos, económicos y sociales que puedan explicar la naturaleza de los regímenes políticos en cuestión. De entrada, digamos que buena parte de los regímenes políticos deberían calificarse de “semi autoritarios” o dictatoriales; habría de evitarse el empleo del calificativo “totalitario”, que evoca los regímenes fascistas de Europa o las dictaduras totalitarias nazis o bolcheviques, lo cual no es el caso de los regímenes del sur del Mediterráneo, sea cual fuere el grado de autoritarismo o de concentración de poder practicados. Las sociedades mediterráneas no se prestan a semejante descripción, salvo en casos excepcionales y concretos, como el de Argelia durante los grandes conflictos de 1992-2000 o el de Libia, que se convirtió en una gran prisión bajo el caprichoso mandato que supone un régimen verdaderamente totalitario. De hecho, conviene destacar que muchos países del sur mediterráneo han tenido experiencias variadas y diversas de pluralismo y liberalismo político en una época en que la ribera norte del Mediterráneo se había instalado el fascismo, ya fuera italiano, español o portugués. La primera constitución moderna aplicada en la orilla sur fue la que adoptó el imperio otomano en 1876; en 1908, en el imperio otomano se eligió un parlamento en el que los representantes de todas las provincias ocupaban un escaño. Bajo el protectorado británico, Egipto también elegiría un parlamento, y la vida democrática seguiría su desarrollo, incluso tras independizarse, y hasta el golpe de Estado de julio de 1952. Lo mismo sucedería en Libia y en Siria bajo el protectorado francés y tras la retirada de los colonizadores. No es hasta 1963 cuando el partido Baas adquiere el monopolio de la vida política siria e instaura una dictadura, de la cual los militares se valdrán para beneficio propio. Es cierto que en Turquía la revolución kemalista de principios del siglo XX inaugura un régimen autoritario, pero éste no impi- de el desarrollo de una vida política intensa y el posterior desarrollo de varios partidos políticos, inclusive partidos de tendencias comunistas o tendencias islámicas. Así pues, no resulta fácil elaborar una tipología de los regímenes establecidos en el sur del Mediterráneo desde principios del siglo XX, ya que la experiencia ha sido muy diversa y cambiante en el tiempo, en función de las circunstancias políticas y de las profundas influencias externas que se han ejercido sobre la región, de las cuales el colonialismo europeo no es de las menos importantes, sino que hay que añadir las muy distintas experiencias políticas en Europa misma, como el fascismo, el nazismo o los regímenes liberales. Todas ellas han ejercido una fuerte influencia en el pensamiento político de los países de la ribera sur y en los regímenes políticos resultantes. De hecho, podrían distinguirse tres tipos de regímenes que se han sucedido con el tiempo o que han coexistido entre ellos, con variantes propias de cada país y de su entorno exterior, o de su historia reciente. Un mismo país puede haber conocido las tres variantes de regímenes políticos durante períodos de tiempo relativamente cortos. Los regímenes de “despotismo ilustrado” Dentro de este modelo, podrían diferenciarse dos variantes principales, la primera de las cuales ha influido considerablemente en las segundas. 1. EL REFORMISMO AUTORITARIO LAICO (KEMALISMO TURCO Y EL BURGUIBISMO). La primera variante se refiere a la instauración de un reformismo laico, cuyos orígenes se remontan a los esfuerzos del imperio otomano por modernizarse. En la reforma otomana se distinguen dos tendencias diferentes. La primera es la del llamado período del “Tanzimat”, cuando bajo la presión de las potencias europeas la Administración imperial se propone integrar ofi- cialmente a los no musulmanes en la gestión del imperio. En 1839 y 1856 dos importantes edictos decretan la igualdad política de todos los súbditos del sultán y ratifican los privilegios de las comunidades cristianas y judías del imperio . Más tarde se emprenden numerosas reformas complementarias para adoptar las instituciones europeas (código de comercio, código de na- práctica laica que instaurara el kemalismo. Bien es cierto que, teniendo en cuenta los criterios rigurosos de los derechos humanos, Turquía todavía está lejos de alcanzar la situación de los países democráticos europeos; pero en comparación con otras sociedades musulmanas del mundo árabe o de Asia, este país es un modelo gratificante: no ha conocido ninguna crisis Los mandatos de Ataturk, Bourguiba, Boumédiène y Nasser fueron producto de la descolonización en el contexto de ideologías laicas que inspiraron los países no alineados cionalidad, organización municipal); la Constitución de 1876 fue la culminación de esta modernización. La segunda tendencia es la del grupo de oficiales Jóvenes Turcos, que dará lugar al laicismo radical de Mustafá Kemal y que desarrollará un jacobinismo pan-turanio que excluye a todas las identidades étnicas diferentes que conformaban tradicionalmente la población del imperio (griega, armenia, kurda, árabe). Mustafá Kemal, fortalecido por el prestigio de sus victorias militares contra los ejércitos europeos que habían invadido Anatolia, suprime el califato en 1924 e instaura una república laica que separa por completo la gestión del Estado de los asuntos religiosos, y latiniza el alfabeto turco, lo cual refleja la voluntad de cortar definitivamente los lazos con los pueblos árabes y musulmanes de Oriente Medio, para volcarse a un futuro europeo. La revolución kemalista ha sido muy denigrada a lo largo de los últimos años en el ámbito de la moda contraria al laicismo y a favor de la “reislamización” de las sociedades del Tercer Mundo como medio para luchar contra la creciente influencia de la URSS y de las diversas variantes marxistas en las sociedades colonizadas por las potencias europeas. Sin embargo, hay que reconocer que Turquía es en la actualidad, con Malasia, el único país “musulmán” respetado en la esfera internacional; si ha conseguido que un partido que apelaba al islam ascendiera pacíficamente al poder, es gracias a las décadas de violenta interna –aparte de las causadas por el problema kurdo– ni ninguna derrota militar vergonzosa, como las que pueden haber afectado a otras sociedades musulmanas. En el mundo árabe, Habib Bourguiba instaura en Túnez un régimen político que por su deseo de laicización de la sociedad recuerda como ninguno al modelo kemalista. Como en el caso de Turquía con el kemalismo, el burguibismo dejará una impronta perdurable en Túnez, aun cuando el régimen que le sucedió se entregó a una dictadura policial poco digna del dinamismo y de las cualidades de la población tunecina. Lo cierto es que Túnez es el país árabe que presenta los mejores resultados socioeconómicos de los países del sur del Mediterráneo. Asimismo, el kemalismo inspirará la oleada modernizadora que se ha producido en el mundo árabe tras los procesos de independencia, a menudo a favor de los golpes de Estado militares. 2. EL CESARISMO MODERNIZADOR Y POPULISTA. En los países árabes me- diterráneos, el kemalismo turco se correspondió –probablemente debido a su influencia– con regímenes autoritarios y populistas, encarnados en el nasserismo. Gamal Abdel Nasser, que ascendió al poder en Egipto a la caída pacífica de la monarquía en 1952, fue un dirigente inspirado, no solamente para Egipto, sino para todo el mundo árabe y, en concreto, Siria, Iraq, Sudán y Libia. Contrariamente a la imagen que la moda reciente de los escritos soVANGUARDIA | DOSSIER 57 056-060 Corm 07 9/9/05 13:07 Página 58 LOS DISTINTOS MODELOS POLÍTICOS DE LA RIBERA SUR bre el islam han querido dar al nasserismo, bajo el régimen nasserista en Egipto no se marginó ni se aplastó la religión. La represión que sufrió el movimiento de los Hermanos Musulmanes en la década de 1960 no fue el resultado de un activismo religioso cualquiera por parte de los Oficiales Libres de Egipto, que pusieron fin de forma pacífica a un régimen monárquico considerado como demasiado complaciente con los ingleses y demasiado corrupto, sino el resultado de una rivalidad sorda entre el movimiento y el nuevo régimen nasserista. Los Hermanos no fueron los únicos en sufrir la represión del régimen; ésta no fue menor que la que el régimen ejerció sobre los comunistas o los antiguos miembros de la alta burguesía comerciante y los ricos terratenientes. ES CIERTO QUE EL NASSERISMO INSTAU- ró un régimen de partido único y de organizaciones de masas semejante al de las democracias populares y, por tanto, prohibió la libertad de expresión, lo cual le valió la hostilidad de las dos grandes fuerzas sociales de Egipto, los comunistas y los Hermanos Musul- do el mundo árabe. Y es que éste encarnó con solidez las aspiraciones populares a la unidad árabe y al anticolonialismo y antiimperialismo dominantes de esta época, muy marcada por el “despertar” del Tercer Mundo y la constitución del movimiento de los países no alineados. Como tampoco se puede obviar el contexto externo que acarreó la radicalización del régimen nasserista, en concreto el ataque militar israelí y franco-británico de 1956 contra Egipto, y la posterior vergonzosa derrota contra el ejército israelí en el año 1967. El caso más similar al de Egipto en la orilla sur mediterránea fue el de Argelia durante la presidencia de Houari Boumédiène (1965-1979). Éste fue otro césar árabe, feroz nacionalista con aspiraciones de industrialización, que quiso convertir a su país en la “Prusia” de África. Y lo cierto es que la experiencia argelina degeneró de un modo lamentable a la desaparición de Boumédiène; el petróleo, la corrupción y la manipulación de los movimientos islámicos por parte de los militares que había en el poder arrastraron al país a un caos sanguinario (1992-2000) . Las necesidades occidentales de frenar la expansión del comunismo en el Tercer Mundo propiciaron la ascensión de los movimientos fundamentalistas musulmanes manes. En cambio, el régimen permitió progresos sociales fundamentales para la masa de desfavorecidos (educación, acceso a la universidad, sanidad gratuita, redistribución de la gran propiedad agraria, etcétera) y unas tasas de crecimiento económico particularmente elevadas hasta la humillante derrota del ejército egipcio contra Israel en junio de 1967, que frenó en seco este crecimiento. Del mismo modo que sucedió en Rusia con el régimen bolchevique, es evidente que puede discutirse si el cesarismo particularmente autoritario fue necesario para modernizar Egipto o si no habría sido preferible mantener la monarquía, pero no se puede obviar la inmensa popularidad de Gamal Abdel Nasser en Egipto y en to58 VANGUARDIA | DOSSIER En realidad, esta generación de jefes de Estado árabes en el sur del Mediterráneo es producto de la circunstancia de la descolonización que se produjo en un contexto de ideologías laicas que inspiró el movimiento de los Países No Alineados, muy marcados por la laicidad militante de Nehru, primer ministro de la India, o la de Tito en Yugoslavia. La religión y los partidos locales de inspiración religiosa estaban considerados en aquella época sospechosos por ser “reaccionarios” o por tener el apoyo o el relevo local del colonizador. Este contexto cambiará de forma dramática en el sur del Mediterráneo, aunque también en otras regiones del Tercer Mundo, cuando las necesidades occidentales de luchar contra la expansión de la influencia co- munista en el Tercer Mundo llevará a considerar que el reformismo laico y antiimperialista beneficia a la URSS o a la China en la escena internacional. ES ENTONCES CUANDO EMPIEZA LA LAR- ga historia de la “necesaria” reislamización de las sociedades musulmanas y de la ascensión de los movimientos fundamentalistas musulmanes, durante la cual Arabia Saudí y Pakistán formarán a decenas de miles de jóvenes árabes para que sean “combatientes” por la libertad en Afganistán y acérrimos oponentes al reformismo laico autoritario o semiautoritario, que entonces se presentaba como un régimen que violó la mentalidad profunda de los pueblos musulmanes. Los regímenes autoritarios y policiales Los dos regímenes baasistas en Siria e Iraq, surgidos de sucesivos golpes de Estado en los que los militares a menudo desempeñan en secreto un papel importante, también representan regímenes de tipo cesarista y autoritario. Aparte del aspecto represivo y de las luchas violentas para conseguir el monopolio del poder, también han practicado el despotismo ilustrado generalizando el acceso a la educación y a la sanidad de las capas sociales desfavorecidas. En concreto, en Siria el campesinado y la pequeña burguesía urbana comerciante o funcionaria u obrera serán los pilares del régimen, como en el caso de Egipto. LOS AVATARES QUE PASARON ESTOS DOS regímenes, en particular su implicación militar en las tensiones regionales más importantes –las derivadas de la revolución religiosa iraní en el caso de Iraq y las derivadas de las repercusiones palestinas en Líbano del conflicto árabe-israelí en el caso de Siria– hacen que hoy se olviden los importantes logros sociales de aquella época, o, en el caso de Iraq, los logros tecnológicos. Sin embargo, estos dos regímenes, cautivos de situaciones geopolíticas que ya no dominaban, sobre to- LOS DISTINTOS MODELOS POLÍTICOS DE LA RIBERA SUR do después del desmoronamiento de la Unión Soviética, no consiguieron llevar a cabo las reformas políticas y económicas que el cambio drástico de contexto y la ola de globalización económica hicieron indispensables. En el caso de Iraq, el régimen degeneró en una dictadura especialmente sanguinaria que recuerda los excesos del estalinismo en Rusia; mientras que Siria obstante, así como el régimen sirio se moderó un poco, el de Iraq quedó sumido en la sangrienta paranoia de Saddam Hussein, al que la comunidad internacional puso en cuarentena tras la locura poco gloriosa de Kuwait; el implacable embargo económico afectó duramente a la desdichada población iraquí, a la que acabó de “proletalizar”. En cambio, Siria consiguió En países con regímenes semiparlamentarios como Egipto, Marruecos o Jordania, donde se ha practicado la represión, las diferencias en los niveles de vida han tendido a agravarse no supo desvincularse a tiempo de Líbano, y las reformas políticas y económicas que prometió el joven jefe de Estado Bachar el-Assad, que sucedió a su padre, Hafez el-Assad, en septiembre de 2000, aún no se ha concretizado, pese a que el régimen viviera en general a finales de la década de 1980 una disminución de la tensión y una apertura limitada después de los años acalorados de represión del movimiento de los Hermanos Musulmanes, que trató de desestabilizar el régimen, y conseguir una renuncia de poder. Asimismo cabe destacar que debido a la hostilidad que desarrollaron ambos regímenes, no sólo en lo que respecta al Egipto de Nasser, sino también y sobre todo el uno con respecto al otro, han limitado considerablemente los beneficios del populismo que han practicado. Dado que ambos se basan en estrechos lazos de fidelidad entre clanes, su fragilidad ha exigido un autoritarismo reforzado que derivó en paranoia en el caso del Iraq de Sadam Hussein, mientras que en Siria las agitaciones islamistas de principio de la década de 1980 resultaron en un fuerte endurecimiento del régimen, que no empezó a atenuarse hasta principios de la década de 1980. AMBOS PAÍSES EVOLUCIONARON EN complicados contextos regionales –la revolución iraní, la guerra de Líbano, la primera guerra del Golfo– y mantuvieron una hostilidad mutua y políticas regionales opuestas, algo que acabó por desacreditarlos y debilitarlos. No ser de utilidad a Estados Unidos al desempeñar el papel de protector del Líbano y erigirse como la única potencia regional capaz de extinguir los incendios de territorios libaneses o palestinos en Líbano. Estados Unidos puso fin a este papel recientemente, con la resolución 1.559 del Consejo de Seguridad de la ONU de septiembre de 2004, que ordenó la retirada de las tropas sirias de Líbano cuanto antes, lo cual se cumplió en abril de 2005. Son escasos los estudios que existen sobre estos dos regímenes y sobre las causas sociológicas internas, así como sobre las circunstancias externas de su degeneración; por regla general, las obras publicadas se han inspirado en las necesidades geopolíticas del momento, o en una antropología bastante primitiva, poniendo de relieve exclusivamente el hecho de que ambos regímenes estaban basados en una sociedad de clanes y comunidades, y olvidando mencionar con demasiada frecuencia el contexto histórico local y regional y las alianzas internas acordadas entre clanes diferentes que se disputaban el poder. Tampoco podemos dejar de mencionar la desdicha que vivió Libia bajo el coronel Gaddafi, que transformó el país en una enorme prisión, ni la del régimen argelino, que cayó en un ciclo de violencia ininterrumpida tras la victoria del Frente Islámico de Salvación en la primera ronda de las elecciones de 1992, ni tampoco la del régimen islamista sudanés, pese a estar situado en otra zona geográfica. Los regímenes semiparlamentarios y semiautoritarios Es cierto que los resultados políticos de este otro tipo de regímenes que no adoptaron el sistema del partido único, ya sean monarquías como Marruecos y Jordania, o repúblicas como el Egipto postnasserista y Líbano, parecen más satisfactorios que los resultados de aquellos regímenes autoritarios de reformismo laico que los militares forjaron bajo diferentes etiquetas ideológicas. La monarquía marroquí, o la jordana, o la de Egipto antes de la revolución de 1952, fueron, aunque no siempre de forma general, mucho más abiertas y liberales que los regímenes militares reformistas que quisieron practicar diversas formas de despotismo ilustrado. CON TODO, LOS RESULTADOS SOCIO- económicos de estos regímenes han sido flojos, y las diferencias en los niveles de vida han tendido a agravarse, sobre todo en el ámbito rural y en el de las pequeñas burguesías y el bajo proletariado urbano. Además, en determinados momentos difíciles, también han practicado un acusado autoritarismo y han llevado a cabo encarcelamientos y arrestos arbitrarios, así como asesinatos de políticos de la oposición: el dirigente sindicalista marroquí Mehdi Ben Barka, asesinado en París, y la ciega represión del intento de alzamiento de oficiales marroquíes a principios de los años 60, o la reclusión de opositores comunistas marroquíes; la represión sangrienta de los movimientos armados palestinos en Jordania, que dio lugar al famoso Septiembre negro; en Egipto, bajo el mandato de Sadat, así como bajo el actual de Mubarak, las detenciones masivas y enfrentamientos con las esferas de influencia islamistas son los constantes. Los tumultos por el hambre no son nada raros; además, Marruecos y Egipto siguen teniendo un porcentaje bastante elevado de analfabetos entre la población. Aunque Marruecos y Jordania se presentan hoy en día como modelos de democracia que han conseguido inteVANGUARDIA | DOSSIER 59 056-060 Corm 07 9/9/05 13:07 Página 60 LOS DISTINTOS MODELOS POLÍTICOS DE LA RIBERA SUR grar en la actividad política local a los movimientos islamistas que aceptan las reglas de un pluralismo democrático, y aunque la libertad de expresión está muy desarrollada, sobre todo en el primero, la situación social de ambos países sigue siendo explosiva y podría volver a degenerar en disturbios. En ambos casos, la opinión pública está a menudo en desacuerdo con sus gobiernos en lo que respecta a la complacencia que éstos muestran con Israel y Estados Unidos, por lo que el islamismo radical sigue imponiéndose en buena parte de la opinión. A partir de mediados de la década de 1960, a falta de un Estado con un mínimo de fuerza, Líbano, modelo de democracia comunitaria basada en un consenso, sembró un caos sanguinario marcado al compás de la geopolítica regional, sobre todo de las repercusiones del conflicto árabe-israelí en su territorio, y luego las rivalidades entre Siria e Iraq y entre Iraq e Irán. Su ejemplo refleja muy bien la dificultad que supone vivir en esta parte del mundo, cuando un país sólo dispone de un Estado flojo y bonachón. El fin de la hegemonía siria en la primavera de 2005 bien puede indicar que la estabilidad del país vuelve a estar amenazada. CONCLUSIÓN El factor geopolítico y económico en los modelos políticos del sur mediterráneo Al final de este breve ensayo sobre la clasificación de los regímenes políticos en el sur del Mediterráneo, es necesario insistir en tres factores que a menudo no se tienen en cuenta en los análisis y obras que se elaboran sobre los países de esta región y que poseen un valor explicativo más que pertinente en esta descripción negativa de los regímenes políticos. En primer lugar se trata de lo que podría denominarse el peso de la economía de renta en el sur del Mediterráneo. La herencia de la economía otomana –economía de tipo tributario, basada en la renta de bienes raíces y una fiscalidad aberrante–, a la que se unió la de la época colonial, cuando las economías locales estaban bajo el dominio de grandes empresas de países europeos coloniales, y el posterior y gravoso intervencionismo económico que se impuso tras la marcha del colonizador, así como las nacionalizaciones y los embargos de bienes vacantes que dejaron los extranjeros, todos estos factores que contribuyeron a mantener una economía de renta, que quedó al arbitrio del Estado, ya en 60 VANGUARDIA | DOSSIER manos de reyes o de militares golpistas. Al no entrar en el círculo virtuoso de una economía productiva, en que se dominaran las nuevas tecnologías y los recursos modernos para un crecimiento de la industria y los servicios, y que creara empleo de forma continua, como fue el caso de lo países del “milagro” asiático, la lucha política en el sur del Mediterráneo ha quedado centrada en el acaparamiento de las fuentes de renta y de los sistemas de distribución de esta renta en las diferentes capas de la población. En este aspecto, tanto monarquías y repúblicas, como despotismos ilustrados o regímenes semiparlamentarios y semiautoritarios han ejercido las mismas formas de rapiña y corrupción, aun cuando en el origen del nasserismo o del baasismo hubo un sincero deseo de construir una sociedad más productiva y de distribuir mejor las riquezas nacionales. OTROS DOS FACTORES COMPLEMENTARIOS IMPI- dieron cualquier proceso de superación de la economía de renta. En primer lugar, las guerras árabe-israelíes y la guerra fría, que causó estragos en Oriente Medio y dio lugar a un difícil contexto regional e internacional y generó nuevas rentas –las ayudas más que sustanciosas acordada por la Unión Soviética o los países occidentales como precio de fidelidad política–. En segundo lugar, la revalorización de las riquezas energéticas –petróleo y gas– en la mayoría de estos países y países vecinos de la península Arábiga, que constituyeron una nueva fuente de rentas. A estas nuevas fuentes se añadieron los ingresos de la emigración, que resultaron ser muy sustanciosos y que contribuyen a atenuar una crisis social y un desempleo que se han convertido en algo endémico en toda esta parte del Mediterráneo. El desarrollo del turismo de masas también puede considerarse una fuente de ingresos que impide activar una economía productiva y competitiva. Sólo estos factores económicos y geopolíticos explican el retraso democrático que sufren los países de la región. El recurso a la antropología del islam y a los análisis repetitivos y monótonos sobre los movimientos islámicos no ayuda en nada a comprender los modelos políticos. Muy al contrario, es un instrumento importante que impide la comprensión de una apuesta por reformas serias y la aplicación de éstas en la economía real, que no sólo sean reformas adaptadas a la situación del momento, destinadas a adaptarse a los proveedores de fondos europeos e internacionales. Tanto los factores económicos –ausencia de una economía productiva– como los geopolíticos –guerra fría y guerra árabeisraelí– explican el déficit democrático en la región euromediterránea