Yo quería hablar en este libro de un tema trascendental, la creencia

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PRESENTACIÓN de “SUERTE”
Yo quería hablar en “Suerte” de un tema trascendental, de cómo afecta a nuestra vida
la creencia en el destino, de cómo la idea de que algo está escrito nos invalida para
escribirlo, que incluso pretendiendo escapar a ese destino nos encaminamos fatalmente
hacia él. Lo que viene a ser la famosa profecía autocumplida, elaborar una definición
en principio «falsa» de una situación real, que desencadena un comportamiento que
hace que esa situación se vuelva «verdadera».
Yo quería hablar de algo tan metafísico y elevado como es el destino, digo, y sin
embargo he acabado hablando de videntes gordas que son sodomizadas.
Quería hablar de la imposibilidad de la literatura para explicar la vida, en la línea de
Roland Barthes que decía no puede haber libertad sino fuera del lenguaje, que la vida
excede cualquier formato que no sea la propia vida.
Y sin embargo he acabado hablando de un profesor de literatura que escupe citas de
forma compulsiva, que quiere sodomizar a una vidente gorda.
Yo quería hablar de esa frontera de alambre de espino que separa la adolescencia de la
edad adulta, de ese viaje sin retorno donde el juego empieza a ir en serio, y el dolor es la
ficha con la que se apuesta. Quería hablar de lo difícil que es encontrar el propio ritmo,
no llegar demasiado pronto, ni llegar demasiado tarde.
Y sin embargo he acabado hablando de éxtasis mezclado con matarratas, de mamadas
a ritmo de tango.
Yo quería hablar de sexismo en forma de destino impuesto desde arriba, de esa amarga
raíz que es la culpa y que crece en el interior femenino.
Y sin embargo he acabado hablando de una madurita que se tira a un joven gigoló.
Yo quería hablar de la realidad, qué cosa tan extraña es eso de la realidad, de Cioran
que decía “Yo sé que todo es irreal pero no sé cómo probarlo”, de que “lo raro es vivir”
como decía aquel título de Carmen Martin Gaite, de la perplejidad como el único
estado posible. Quería hablar de Proust, de Flaubert, de Rimbaud, de Boris Vian.
Y sin embargo he acabado hablando de esa poesía tangible que crece en los anuncios
publicitarios, “en Burguer King, tú eres el king”y “A veces, a la vida se le escapa una
sonrisa. Bombones de la Caja Roja de Nestlé”.
Yo quería, en definitiva, escribir la gran novela americana, y me ha salido un vodevil
castizo y procaz.
Pero no pasa nada, que no cunda el pánico.
Creo que entre la noble intención de narrar algo elevado y el deseo raso de contar
cabe mucha literatura.
Entre la cabeza, donde habitan las grandes obras maestras, y el papel, donde no logra
sobrevivir casi ninguna, existen muy diversas formas de vida.
Yo aún no sé bien qué es la literatura, si es arte o entretenimiento, si forma parte del
show business o es el pilar básico sobre el que se asienta el saber, si escribir es un acto
de fe o es una herejía por jugar a ser dios, a crear tu propio mundo clic de Famobil
donde poder violar, traicionar y matar a gusto. Si los que escribimos somos
trabajadores del ocio, pertenecemos al gremio de los camareros, artistas circenses y
funambulistas o formamos parte de la comunidad intelectual.
Sólo sé que la literatura que me gusta es la que es capaz de aunar estas aparentes
contradicciones, la que se nutre de la paradoja, la que es capaz de hablar de lo
universal a través de lo particular, la que se cubre con las palabras para desnudarse,
la que cuenta la verdad a través de embustes, la que trata de responder a interrogantes
abriendo dos puntos.
No sé qué pretendía al escribir Suerte, supongo que responder a algunos interrogantes
personales, poder entender algunas cuestiones de la vida, no mostrar aquello que uno ya
conoce, sino ponerse de puntillas para intentar atisbar aquello que nos sobrepasa. No he
llegado a ninguna conclusión pero creo he aceptado esas dudas, que las he integrado y
he aprendido a convivir con ellas. (literatura terapéutica, ¿somos enfermos mentales
camuflados los escritores?).
No encontraba título para esta novela, probé 26 títulos antes que Suerte (en general me
cuesta titular, es por una malformación congénita que padezco), hasta que al final se
quedó Suerte, por agotamiento, y porque los títulos breves disimulan más.
Ahora sin embargo me gusta todo lo que sugiere la palabra suerte, en contraposición
sobre todo con la palabra destino. Porque la suerte implica precisamente un
interrogante, un caminar en la noche, pero con todos los sentidos abiertos, porque
supone cierta valentía ante esa incertidumbre.
Mientras que el destino huele a fatalidad, por más que sea el destino de un héroe, la
suerte implica una incógnita, y una ilusión también.
Suerte es la primera novela no que escribí pero sí que logré terminar. Ha costado
bastante de parir, todo lo que tiene esquinas se pare con dificultad, el próximo libro he
decidido que será redondo, en todos los sentidos.
La ilustración es de mi amigo Burguitos, que creo que ha captado perfectamente el
espíritu que vive dentro. Espero que os guste.
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